Djian-Legendre-Arranz-Vincent Mientras los Campeones de Albión celebran su última victoria en el castillo de Hudington, un misterioso mensajero llegado de España anuncia al Cid que su país está en grave peligro. El invasor moro, que ya ha conquistado varios reinos de la península, se dispone a caer sobre Toledo. Al Cid le hierve la sangre. ¡A pesar de sus dolorosos recuerdos, correrá al rescate de Castilla! Y así, los Campeones al completo vuelven a estar en pie de guerra. Y aunque todo parezca perdido de antemano… ¡Será uno para todos y todos para uno!
Los malditos de Roncesvalles
Los malditos de Roncesvalles
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978-84-17294-02-1
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¡Venga, Rocinante! ¡Un último esfuerzo! Oh, Dios mío… te lo suplico, concédeme unos momentos más de vida… ¡Ya no hemos de estar lejos!
¡Bravo! ¡Bravo!
Tú y tus compañeros habéis alcanzado el estatus de héroes nacionales, ivanhoe. Gracias a vosotros, Juan sin Tierra ha sido definitivamente apartado del trono de inglaterra…
Todos esperamos que así sea, Lady Rosamund…
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Aunque jamás haya conocido a la francesa, su trágica desaparición me apena. ¡Que descanse en paz!
¡Cuánto lamento no poder compartir esta gloria con la pobre Melusina!
Puedo imaginar cuánto echáis todos de menos su presencia.
¿Este símbolo le evoca algo, madre?
Yo… He… No… No me dice nada… ¡Nada en absoluto!
La visión de ese símbolo le ha turbado, resulta evidente. ¿Por qué no me has contestado?
Me siento cansada de repente.
¿Acaso sabe algo de lo que no quiere, o no puede, hablarme?
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¿Tendrá algo que ver con mi nacimiento? ¿O con la vida anterior a mi adopción?
¿Sabe algo que yo no he de saber?
¿Algo peligroso?
¡Cuidado! ¡Todos me están mirando! He de recuperar la compostura.
Disculpadme, amigos míos, pero me siento fatigada… Me retiro a mis aposentos.
¡¡Abrid!!
¡¡Abrid!!
¡¡Abrid, os lo suplico!!
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¡Diantres! ¿Qué ocurre? ¿Quién es ese hombre? ¡Mis señores! ¡Mis señores!
Estaba llamando como un descosido a la verja del puente levadizo, mi señor…
Su caballo yace muerto de agotamiento, y este desdichado está en un estado lamentable, pero aún respira.
Pero…
Cuando le he tocado ha recuperado el conocimiento. Ha tenido tiempo de decir algo antes de volver a perder el sentido.
Se lo regalé, antaño, a la mujer a la que amaba…
Desgraciadamente, no le he entendido. Habla en un idioma extranjero.
¡Esta sortija porta el escudo de los Díaz de Vivar! ¡Mi escudo!
¿…Qué hace en manos de este hombre? ¿Y por qué motivo aporreaba la puerta de este castillo?
¡Ah, Don Díaz! ¡Por fin os encuentro! Escuchad, yo…
¡Eh, mirad…! ¡Está despertando!
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¿Jimena? Permanece fiel al rey de castilla. Luchará hasta el último aliento por defenderlo.
Un grave peligro se cierne sobre Toledo… ¡Los sarracenos! Al rey Alfonso no le quedan prácticamente tropas para defender la ciudad…
He oído hablar de vuestras hazañas junto a Melusina… ¡Os lo suplico, retornad a casa con la tal Melusina para prestar socorro a España!
Y… y… y…
¡A pesar de lo que pasó, volved!
¡No, señor caballero! Os juro por la Cruz que actúo por voluntad propia. Allá, nadie está al corriente de mi empresa.
¿Es Jimena quien te envía?
¡Ha muerto!
Es incluso probable que me hayan tildado de cobarde por huir ante el enemigo, y ¡aaaargh!
He de dejaros aquí, amigos. Al alba, marcharé hacia Toledo. ¡Ni lo sueñes! ¡Tus problemas son los nuestros! Uno para todos y todos para uno, tal es nuestro lema.
Mandaré enterrar a este hombre y guardar secreto de lo sucedido ante mi madre.
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¡Ah, Margaret! ¿No habrás visto a mi hija esta mañana?
¡Robyn! ¡Robyn! No, milady… Pero puede que haya salido a pasear por la landa. Al parecer, su caballo no está en las caballerizas, y…
¿Alguien ha visto a mi hija? ¡No está en su habitación!
Madre, esta noche, una paloma me ha traído un mensaje. El dueño de mi corazón me comunica que marcha para Toledo para, al parecer, ocuparse de unos asuntos…
¿y?
Había una nota sellada en el dintel de la chimenea, milady…
…He de asegurarme, y para ello, he pedido a los Campeones de Albión que me escolten hasta España para comprobar la veracidad de sus afirmaciones, si me es fiel, si estos incesantes viajes no son periplos amorosos. Temo el encanto de las hermosas españolas…
...Por ello vamos a seguir su rastro con discreción y ver si es digno de mi amor. De no ser así, regresaré a inglaterra y pondré fin definitivamente a nuestra relación.
¡Tienes razón, hija mía! ¡Si se confirman tus sospechas, ese hombre no es digno de ser el padre de mis futuros nietos!
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¿Quién es esa Jimena cuya sola mención os turba tanto?
¿Puedo haceros una pregunta indiscreta, caballero?
Mmm…
¡Nadie! Una mujer sin importancia…
¿Sin importancia? Permitid que lo dude…
¡Es vital que cada uno se ocupe de sus asuntos!
Estoy muy preocupada ivanhoe…
Bueno, es que…
¿Al respecto de tu madre? Lo entiendo, muchacha.
Es normal, Robyn. Tienes derecho a saber en qué te estás metiendo…
Si, bueno… Tan solo quiero saber en qué tipo de empresa me estoy implicando.
¿El Cid no ha querido contarte nada y recurres a mí para que traicione el secreto de un viejo amigo?
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Antaño, nuestro compañero era un bravo caballero cuyas incontables hazañas le valieron estar a la cabeza de los ejércitos de los mayores reinos de España para rechazar las invasiones sarracenas.
Pero su suerte no terminaba aquí. También estaba prometido a uno de los mejores partidos de la península: la preciosa e impetuosa Jimena.
Pero un día, cansado de tanta violencia desenfrenada, cometió el irreparable error de perdonar la vida de un alto dignatario sarraceno, incumpliendo así las órdenes del rey Alfonso de Castilla.
El Cid cumplía con éxito todas las misiones que le eran encomendadas.
Temía por su rango y encontró en su debilidad el pretexto ideal para acusarlo públicamente de traición.
Don Gómez, padre de su amada y gran capitán del ejército de Alfonso, veía con malos ojos el futuro enlace de su hija con ese aventurero sinvergüenza.
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Para lavar tamaña afrenta hecha a su buen nombre, Rodrigo no tuvo otra alternativa que retar en duelo a Don Gómez.
El combate fue terrible. Don Gómez halló en él la muerte.
Era sabedor que fuera cual fuera el resultado del combate, el corazón de Jimena sufriría. Pero ¿qué vale un hombre si pierde su honor?
Esa muerte puso en entredicho su matrimonio. Viéndose obligado a huir del país, nuestro amigo cruzó los Pirineos…
Pidió asilo a la única persona susceptible de ayudarle: el hada Melusina… La añorada Melusina.
Durante un tiempo hizo de él su caballero andante particular. Llevaba la existencia de una sombra… de un fantasma atenazado por la culpa.
Y pasaron las estaciones, lejos de las tierras en las que había dejado su corazón…
Por eso le ha hervido la sangre ante la visión del anillo colgado al cuello de aquel desdichado…
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