Spirou y Fantasio Integral 2 Preview

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de champignac al marsupilami

ESTE SEGUNDO VOLUMEN CONTIENE LAS SIGUIENTES HISTORIAS: HAY UN BRUJO EN CHAMPIGNAC (1950) SPIROU Y LOS HEREDEROS (1951) LOS LADRONES DEL MARSUPILAMI (1952)

Todas las aventuras de Spirou y Fantasio que dibujó André Franquin, por primera vez publicadas en su orden cronológico de creación, complementadas con documentos desconocidos y páginas inéditas.

978-84-17294-10-6

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El nacimiento de un mito Cuando se pasa por la pequeña aldea de Champignac, la silueta de su castillo domina una pequeña colina. A simple vista tiene un aspecto inquietante, sombrío y poco acogedor. Un cartel de “Es inútil llamar” indica claramente a las visitas que no son bienvenidas… Sin embargo, una vez franqueado el umbral, el lugar resulta ser muy diferente. El castillo y su propietario, el conde de Champignac, serían la base de uno de los universos más imaginativos de la historieta. Ese inventor genial, pacifista, humanista y un tanto excéntrico, a imagen de su creador, aportaría a las aventuras de Spirou y Fantasio un toque delirante impropio de un aristócrata de su generación. ¡Y es que a Franquin no le gustaban los topicazos! Y la demostración más brillante de esto sería el marsupilami, una de las creaciones más formidables del bestiario ya fabuloso de la historieta. Estos son los primeros ingredientes que permitirían a Franquin convertir a Spirou y Fantasio en una de las cumbres del noveno arte. Os invitamos a descubrir el nacimiento de este mito.

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De Champignac al marsupilami En el momento en que empieza Hay un brujo en Champignac, Franquin tiene 26 años y, cuatro años después de heredar Spirou de manos de Jijé, el personaje ha evolucionado mucho1 y ocupa todas las semanas las dos primeras páginas de la revista epónima.

Al principio, el conde de Champignac era… barón. Pero adquiriría su título nobiliario definitivo a partir de la página 9. Salvo para el alcalde del pueblo, quien necesitará tiempo para acostumbrarse… Esa viñeta donde balbucea es el hábil recurso que utilizó Franquin para corregirse. Porque —según confesión propia— él mismo fue el responsable, por un descuido, del cambio de apelativo.

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Es un lugar cómodo que permite a su dibujo respirar con viñetas grandes —un auténtico «cinemascope» en historieta que contrasta con las muchas viñetas que se multiplicaban en la única página semanal que hacía hasta entonces— y donde puede manifestarse el famoso «trazo Franquin» de los años cincuenta: claro y elegante. El autor ha ido madurando a lo largo de sus primeras historias y ya se siente capaz de abandonar la aventura tradicional con personajes estereotipados para crear un universo propio, rico e imaginativo, con personajes originales. ¡Y el conde de Champignac demostraría enseguida de lo que era capaz! 1 Para saber más sobre las circunstancias de este cambio de guardia, véase el primer volumen de este integral: Los comienzos de un dibujante (Dibbuks, 2017).

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El coche del conde de Champignac es una réplica de un auténtico taxi del Marne, revisado y corregido por la fantasía de Franquin.

Solo por unas páginas, Spirou abandona su pantalón de botones por un pantalón corto más cómodo para ir en bicicleta. Pero tan audaz vestuario era ideal para llamar la atención del editor y de los lectores más conservadores. Muy pronto tuvo que volver a ponerse su atuendo tradicional.

En la fachada de este colmado, guarida del malhechor Hércules, inspirado en los que conoció Franquin en su infancia, hay varias alusiones paródicas a marcas reales como la achicoria Pachá y el café Chat Noir.

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El parque de Bruselas ejercía una fuerte fascinación en Franquin, que lo utilizó de referente para el decorado de esta secuencia.

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«Había encontrado una estatua de Mercurio en el Petit Larousse. Pero al principio solo tenía una hoja de parra, por lo que la revista me la devolvió, pidiéndome que corrigiera eso, porque una hoja de parra era “indecente”. Así que tuve que ponerle un peplum para no escandalizar a mis editores».

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Setas para todo Fue Henri Gillain, hermano de Jijé, quien le dio la idea inicial para Hay un brujo en Champignac. Era maestro y, en aquella época, no estaba bien visto que un docente colaborase en una historieta. Por tanto, firmó con un seudónimo: Jean Darc2. «Un día de junio vi llegar a Franquin», recuerda3. «Estaba harto de dibujar edificios y paisajes del oeste y me dijo que le gustaría hacer una historia ambientada en el campo. En aquella época yo era profesor de matemáticas, en una escuela religiosa. Durante los exámenes, mientras vigilaba a los alumnos, Foto: Liliane Franquin tuve de pronto una idea. En el patio había una pared con una enorme plancha de madera cubierta de hongos. ¿Por qué no hacer una historia con hongos mágicos? Escribí todo el guion en un cuaderno. Franquin pareció bastante contento, si bien luego me diría que tuvo que recortar mucho; parece ser que en mi historia había material para tres guiones». «Henri Gillain me envió un cuaderno grueso como una biblia, por así decirlo», recuerda con humor André Franquin4. «De haberme puesto a dibujarlo tal cual, ¡todavía estaría con él! Lo recorté mucho, porque era una especie de novela-río. En él estaba la idea de las setas, que fue lo que me atrajo desde el principio. Partí de su historia, pero seleccioné mucho para llegar a la historia definitiva. Hasta entonces solo había hecho historias cortas, y tenía ganas de hacer una larga; así que me lancé de cabeza a ella, con valentía». Para documentarse, Franquin buscó un sitio que pudiera albergar al singular conde de Champignac. «El castillo de Champignac se encuentra en Natoye, en la provincia de Namur, en Bélgica. Lo descubrí porque mi suegro tenía un compañero de la guerra que era granjero cerca del mismo. Lo vi justo después de la guerra. El castillo me gustó enseguida por su aislamiento y sus proporciones. Estaba casi tan destartalado como el de mis dibujos. Todo el interior estaba destruido. Cuando llegó la liberación, los alemanes que lo ocupaban lo volaron al huir. Se llevaron los muebles y todo lo que pillaron y, para no dejar nada atrás, provocaron una gigantesca explosión que había demolido todo el interior del edificio. Hace mucho que lo restauraron por completo». 2 También escribió guiones para las series Tif y Tondu (dibujadas por Will) y Sandy et Hoppy (dibujadas por Willy Lambil). 3 Entrevista a Henri Gillain por Yvan Delporte, aparecida en Spirou et Fantasio Tomo 2, Rombaldi-Dupuis, 1985. 4 Et Franquin créa la gaffe, entretiens avec Numa Sadoul. Distri BD. Schlirf, 1986.

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La creación de un universo Franquin tenía un lugar y una (muy buena) idea. Partiendo de esas dos cosas, crearía un universo que serviría de base a numerosas aventuras ulteriores. De entrada estaba el conde, un sabio como no se había visto antes. Hay que decir que los tiempos han cambiado… En los años cincuenta, había muchas esperanzas depositadas en que la ciencia mejoraría el bienestar de la humanidad. Pacôme Hegesipo Adelardo Ladislao, conde de Champignac, se había arruinado en esa empresa. «Gracias a las setas, ¡la ciencia transformará toda la vida moderna!», explica con intensidad a Spirou. «Tras diez años de investigaciones, ¡ahora extraigo de las setas unas sustancias milagrosas! Puedo hacer crecer una ternera en pocas horas, multiplicar el tamaño o la fuerza de los animales5…». «La ciencia sin conciencia es la ruina del alma», escribió Rabelais. Al principio, el conde de Champignac juega al aprendiz de brujo, pero al final se da cuenta de que un bonito invento puede ser mal utilizado en malas manos. Franquin está en este personaje pacifista. Entre sus primeros inventos ¿no hay un nuevo gas bélico que tiene la propiedad de… dormir a quien lo respira? Con esto, las enfermerías de los campos de batalla estarían ocupadas, no por pobres agonizantes, sino por soldados sumidos en bellos sueños… ¡ya dije que el conde era un sabio como no los hay!

5 ¿Experimentos con animales? Sí, en la época aún no estaba mal visto. Luego, mucho después, Franquin realizaría un cartel muy impactante contra la vivisección, así que podemos perdonarle esto.

Cubierta de la primera edición francesa de Hay un brujo en Champignac.

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Los policías retratados por Franquin son los de la ciudad de Bruselas, también utilizados por Hergé en Quick y Flupke. En aquella época, la revista Spirou se leía sobre todo en Bélgica, por lo que Franquin no dudó en retratar a los policías con los que se cruzaba por la calle, con esclavina negra, casco y porra blancos, sin preocuparse por la credibilidad que pudieran tener de cara a lectores extranjeros.

¿Y el alcalde de Champignac? Otro caso especial. El primer contacto con él resulta bastante frío. Lo menos que se puede decir de él es que no tiene en sus células el gen de la acogida cariñosa. Y un pobre gitano, culpable desde el principio de un “delito de cara sucia” es quien paga enseguida el pato6. Spirou y Fantasio no son mejor tratados. Al señor alcalde no le gustan ni los forasteros ni los excursionistas. El señor alcalde es también de contumaz redundancia y bochornosa demagogia, como demuestra su primer discurso. Un discurso que será el primero de una larga serie. Franquin se inspiró en el humor de L’Os à Moelle, una revista humorística donde Pierre Dac improvisaba textos absurdos, y por otro logorréico incontinente, Joseph Prudhomme, creación del escritor Henri Monnier. De ellos tomaría la idea de un personaje de grotesca verborrea. «Un buen discurso del alcalde de Champignac es muy difícil de escribir», decía Franquin. «Es un mecanismo de gran precisión que hay que poner a punto7. Eran discursos que yo escribía con mucho trabajo, con mucho cuidado, como una maquinita de la risa, con una lógicas interna que yo quería irreprochable». Hay un brujo en Champignac apareció en Spirou del no 653 (19 de octubre de 1950) al no 685 (31 de mayo de 1951). Unos meses después aparecería el álbum, primer gran éxito de la que sería la fabulosa colección de las Aventuras de Spirou y Fantasio. 6 Posteriormente, Hergé fustigaría también la estigmatización de los gitanos en Las joyas de la Castafiore. 7 Et Franquin créa la gaffe, entretiens avec Numa Sadoul. Distri BD. Schlirf, 1986.

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Una herencia que dejará huella En Spirou y los herederos, Franquin crea un personaje inquietante que volverá en numerosas ocasiones a añadir picante a la vida de los héroes: Zantafio8. Y es que para poder vivir una aventura digna de tal nombre, los héroes necesitan enfrentarse a personalidades fuertes y creíbles. Zantafio, doble maléfico de Fantasio, con su ambición desmesurada y su completa falta de escrúpulos, es uno de ellos. Un malvado. De los de verdad. Pero este álbum es, sobre todo, la primera aparición de un animal extraordinario9 que altera todo lo que sabemos de ciencias naturales: el marsupilami. Y ya llevaba un tiempo dando vueltas por la mente de Franquin. «Resulta difícil precisar con exactitud el origen de una idea. Sobre todo después de tantos años10. Pero me acuerdo de que en la época había leído un libro apasionante de Bernard Heuvelmans, Tras la pista de los animales desconocidos11, donde se explicaba que hasta 1901 el okapi era considerado un animal imaginario como el unicornio o la sirena, y se hacían consideraciones sobre la existencia del monstruo del lago Ness y el abominable hombre de las nieves… Así que, cuando tuve que pensar una tercera prueba que permitiera a Fantasio obtener su herencia, pensé automáticamente en un animal semimítico e ignorado, de alguna selva lejana… Creo que fue así como pasó. Pero, después de todo, ¿qué más da?». 8 Su nombre, como Zorglub o Zabaglione, empieza por Z. En la obra de Franquin siempre hay que desconfiar de un personaje cuyo patronímico empiece por esa letra. 9 Lo bastante sorprendente como para que un zoófilo alemán, Andreas Mietzsch, le consagrara un sesudo estudio: Huba Huba, das Marsupilami-Buch. 10 Entrevista a Franquin por Yvan Delporte, aparecida en Spirou et Fantasio Tomo 2, Rombaldi-Dupuis, 1985. 11 Fijémonos en que es el mismo libro que inspiró a Hergé el famoso yeti de Tintín en el Tíbet.

Los inventos de Fantasio prefiguran los de un tal Gastón Elgafe.

La creación del marsupilami es un momento excepcional dentro de la carrera de Franquin. La criatura desconocida va tomando forma gráfica a medida que él imagina sus primeras características, que no dejarían de enriquecerse en cada una de sus apariciones ulteriores. «Dado que Will, Morris y yo vivíamos en Waterloo, en casa de Joseph Gillain, a menudo tomábamos el tranvía para ir a Bruselas a dibujar del natural», recuerda André Franquin12. «Como el trayecto era largo, nos distraíamos inventando las historias más estúpidas y locas posibles. El cobrador

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Un gesto que no se ve hoy en día en las historietas para jóvenes (afortunadamente…). Fantasio enciende un cigarrillo para resaltar su actitud.

era un hombre superactivo: debía vender los billetes, abrir y cerrar las puertas, dar las señales de partida y de llegada… Un día decretamos que necesitaba un órgano suplementario para realizar sus muchas funciones. Lo imaginamos con una especie de cola de rata que le salía de debajo del chaleco y con la cual podía hacer un montón de cosas. Este chiste nos hacía pasar momentos muy buenos a lo largo del viaje, y ese pobre hombre nunca supo que había tenido el insigne honor de presidir el nacimiento de un embrión de marsupilami».

Franquin carga las tintas del “malo” Zantafio en esta escena de interior: apuesta a las carreras, fuma y tira las colillas al suelo, bebe alcohol, deja las cosas tiradas por el suelo y abusa del imperfecto de subjuntivo. ¡Un impresentable!

12 Et Franquin créa la gaffe, entretiens avec Numa Sadoul. Distri BD. Schlirf, 1986.

El barbudo filiforme de imponente barba que se ve en segundo término no es otro que Yvan Delporte, aficionado al jazz y provisional chico para todo en ediciones Dupuis. Cuatro años después se convertiría en redactor jefe de la revista Spirou. Esta es su primera aparición en una historieta, el 26 de julio de 1951.

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Franquin ya era aficionado a la mecánica. Los primeros turbotracción aparecieron como coches de carreras. Su nombre proviene de la ya desaparecida marca Talbot y a lo largo de la carrera encontramos numerosas alusiones veladas al mundo de la competición automovilística: Cocochamps (por Francorchamps), Miserati (Masserati), Farinoli (Farina), Banjo (Fangio), etc. Franquin es muy cuidadoso y se inspira en modelos existentes en la época. Posteriormente se tomaría más libertades en ese terreno y crearía sus propios bólidos para los diferentes tipos de turbotraccion, adelantados a la industria automovilística.

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