EN EL HUECO DEL CIELO (Narración de una pesadilla, provocada por un atracón nocturno)
AUTOR: DIEGO MASSI NÁPOLI Enero 1993 Actor prende una vela y canta: Aquí muy lejos donde la luna y el sol son solo reflejos, yo vengo a sembrar recuerdos en el corazón. Son solo historias olvidadas por los sentimientos más inverosímiles, más traidores. Sentimientos que no entiendo o no quiero entender; por eso recuerdo, aquí en los sueños, donde el llanto y las culpas son aire, donde todo es permitido y confundido como en el mismo infierno. Y así, cada noche, construimos un pedacito de este lejano laberinto, de este infierno solo habitable en los sueños, que nos sorprende con historias ilógicas, corruptas; a veces en medio de muertos que aun siguen vivos, y otras en medio de vivos que quisieran estar muertos… Recordando por los que no están. Aunque después de estas remembranzas todo siga igual, el viento siga siendo una fuerza, los colores sólo una ilusión torcida; los relojes y el tiempo el resultado de la nada, o lo que es peor, fruto del aburrimiento. Aunque, durante años, sigamos siendo íntimos torturadores de nuestras noches , de nuestros días, de nuestros hijos, de nuestra historia. Para darnos cuenta que recordar recordando duele, molesta y por eso preferimos olvidar, sin haberlo hecho del todo, entendiendo que en el fondo uno sabe lo que trata de ocultar. En ocaciones el preámbulo a este mundo mágico es cómico, hoy por ejemplo, antes del pasivo primer sueño me cuestiono, inocente, ridículo… Cuanto campo ocupa el paso que no di?… Pues no importa, ya no me toca y se aleja como un soplo, un soplo que me deja ingresar aquí, al hueco del cielo. Ya llega, vienes después de muchos años, con la bandera de la victoria. Ya más de 20 años, veo Isla Negra y los barquitos de botella, camino por los pasillos, escucho su voz y el Neruda escapa, el Neruda muere, yo escucho y nada más. Porque el Neruda habla. "Si me preguntáis de donde vengo, tengo que conversar con cosas rotas. No son los recuerdos los que sean cruzado, ni es la paloma Amarillentada que duermen en el olvido; sino caras con lágrimas, dedos en la garganta y lo que se desploma de las hojas: La oscuridad que un día transcurrido, de un día alimentado con nuestra triste sangre. Pero no penetremos más allá de estos dientes, no mordamos las cáscaras que el silencio acumula, hay tantos muertos y tantos malecones que el sol rojo patria, y tantas cabezas
que golpean buques y tantas manos que encierran besos y tantas cosas que quiero olvidar”. (*Pablo Neruda)
Y por eso sé que al Neruda no lo mató una enfermedad, si no el dolor que cruzó sus sienes arrancándole las ideas, las ilusiones. Pero el Neruda insiste por eso dice: "Yo veo solo aveces ataúdes a vela, ataúdes subiendo el río vertical de los muertos el río morado. Hacia arriba, con las de las hinchadas por el sonido de la muerte, hinchadas por el sonido silencioso de la muerte". Pero el Neruda no sabe que están el hueco del cielo. No sabe que está aquí dando vueltas como un trompo en una de mis neuronas poéticas. Y el salta pinchandome la razón sin importarle cuán culpable lo hallaré en mi próxima jaqueca. Y el Neruda no se convence y por eso retumba con su obra más que nada: " Puedo escribir los versos más tristes esta noche, yo la quise, ella a veces me quiso" Y por eso estoy cansado de amores y quiero sin pensar que el Neruda se diluya, que se aleje, con sus confusas ideas, sus pálidos escombros, su viaje sin final. ——————— Tan sólo me pregunto porque, sin hallar respuestas. Por eso escaló osadamente, una enorme cruz y se lo pregunto a Jesús, que siguen en los maderos, manchando con sus jugos todas mis interminables preguntas. Y después de tanto esfuerzo y tanto cansancio, el solo me dice: es una causa, una culpa, un ruido, una muerte, un principio, un grito… Y nada más, no dice nada más y luego se esconde aquí, en el hueco del cielo, donde las alucinaciones son reales, son tan reales como él, tan reales como sus respuestas, tan reales como mi cansancio al escucharlas… Tan reales como el cansancio de saltitos apresurados, de violaciones apasionadas y de usted, formador de sueños modernos, usted de cabeza cuadrada y de largas antenas. Tan real como el campo vital que suelo usar en esta ciudad, real como las mañanas, tardes y noches corrientes; las horas, los autobuses, el precio de los productos que originan los excrementos, excrementos que contaminan de mierda las naturales lechugas, los picantes berros y las típicas e indeseables espinacas de Popeye. Es hora de recibir el castigo por mi cotidiana osadía. Quién osa tocar los pies al Señor. Y por eso debo sacar a todas mis muertes cotidianas, para vociferarlas desde mis propias fauces, porque siento ganas de vomitar mis culpas, por eso debo dejar ingresar a una cofradía de moscas citadinas a completar mis mandíbulas, para que hagan un congreso sobre caries y un tratado sobre besos sin futuro, encontrando en cada gota de saliva mis vergüenzas íntimas, mis escombros humanos. Hasta que las moscas llegan a la punta del abismo y entren por mis túneles, para remover mi estómago, para caer en mi gran cementerio de carnes animales y verduras, donde seguirán hablando como prostitutas viejas, sobre senos caídos, malas paredes y barrigas infladas; sobre zurrones y espasmos estomacales.
Y escucho, sin tener fe en el desalojo y por eso pujo cual parto. El ruido me despierta y se que, rápidamente, las moscas irán por los ríos… y me sentiré culpable por tres o cuatro lechugas contaminadas. Y así regreso, suavemente, a las sábanas que me esperan, deseosas, para ser cómplices en mis próximas alucinaciones. De pronto, recuerdo que olvidé llevar algo, no se dónde, ni con quién. Me estiro en un franco signo de rebeldía y desesperadamente veo como desaparecen un par de flores que me indicaban la respuesta, o no se, quizás una nueva pregunta. Y sólo olvido, con una pausa larga y un quiebre de cintura. La almohada ingresará en mi mente, escucharé algunos acordes más y soñare. ———— “La cebolla es escarcha cerrada y pobre. Escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla, hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarcha de azúcar cebolla y hambre. Una mujer morena resulta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete niño que te tragas la luna cuando es preciso”. * (Miguel Hernandes poemas de amor)
Ya mas de (50) años y Miguel Hernandes, el poeta español, escribe por los recuerdos de ella, él recibe una carta y sabe que su gajo está en tierra, por eso Hernandez solo escribe a su niño, un niño que jamas verá. Ella sólo llora porque el poeta piensa que el futuro dejará de ser pan, cebolla y escarcha. Y Hernandez solamente canta: “Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca” * (Miguel Hernandes poemas de amor)
Canta y escribe con la sangre que le brota de la última uña que le queda en pie, cuenta los versos, cuenta las horas, ya de día, pensando en sus cinco azahares, en sus cinco dientes, en sus cinco jazmines, pero ya sin uñas, sólo moscas. Y ella solamente llora, mientras el poeta se retuerce, mientras Hernandez entra aquí en el hueco del cielo, para no regresar, para seguir siendo quien fue.
“Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes. Como cinco jazmines adolescentes” * (Miguel Hernandes poemas de amor)
Y el poeta se derrumba, ya dejó de ser niño, sabe lo que pasa y lo que ocurre. En tanto ella se miente, acurrucándose debajo de una cebolla, aquí en el hueco del cielo, esperando que llegue Hernandez, quizás sin jazmines, ni azahares, quizás sin uñas, ya sin pelos, sólo risa, risa de sueños, risa de llanto, risa de locura y de espanto. Ella morirá con moscas en el vientre, el poeta… ya fue perforado, ya murió, ya fue fusilado. Y se que es un sueño de guerra. “Tristes guerras, si no es amor la empresa. Tristes, tristes. Tristes armas, si no son las palabras. Tristes, tristes. Tristes hombres, si no mueren de amores. Tristes, tristes. * (Miguel Hernandes poemas de amor)
La cebolla es un recuerdo, como las hojas del poeta, que terminaron masticadas por las moscas, que ríen satisfechas, con las letras pegadas en las patas, en los labios. —————— Hay moscas que me guiñan los ojos, como insinuando que saque a Francisca. Me instalan una máquina traga monedas, me dan fichas, jalan la palanca y van cayendo trozos de carne, dos nalgas, senos, tres brazos, algunos ojos, dos dientes… Es Francisca mi más íntima y pura prostituta, madre de todas mis muertes y recuerdo que siempre le tiro un par de monedas para manosear su cuerpo. En los sueños los actos no son penados, Francisca me deja manosear ideas, penas, pueblos, dioses, inclusive flores, porque con ella todo es posible. Aunque a veces me grite y me diga: “Déjeme en paz y váyase consigo, que yo me vasto a serme como fuera; y estoy donde estaré como ya estaba” * (Eliseo Diego)
Aunque la siga tocando… y la vuelva a escuchar: “No tengo yo la culpa de mi misma, y aunque la cargue, toda ya no es mía…” * (Eliseo Diego)
Y dejo de tocarla, porque un cocodrilo naranja con motas verdes me persigue para recordarme que Francisca es sólo sueño de lunes, miércoles y viernes. Entonces ella se disuelve, aquí, en el hueco del cielo, su cuerpo es recuerdo, sus manos el llanto, sus cabellos los muertos y por eso siempre termina entre moscas. Para no ver la escena me muevo a un costado, buscando el lado frío de la cama y siento saliva dulce… aunque sólo sea un sueño. —————————Descanso con la mente en blanco, hasta que un suspiro me interrumpe y se que es el cocodrilo, que me persigue, con una gran sonrisa, con los dientes blancos y grandes. Yo corro, corro desesperadamente… pero como siempre, él me atrapa, se para frente a mi, me enseña sus dientes, ríe y por último me muestra un envase de crema dental que promociona con una complicada coreografía y finaliza el acto mostrando su larga cola a una multitud que lo filma. Luego se despide del público, regalando margaritas, y sólo fue una tanda comercial, a que, en el hueco del cielo. ——————— Es día frío que estremece los huesos, que arruga la piel, es día de plaza, donde tres abuelas besan figuras, acarician desperdicios humanos, se mezclan en llanto dando vueltas, con cabezas de pañuelos blancos, por ellas, por sus hijos… por sus nietos. Vueltas, gastando su tenue vida, junto a un prócer que sumisamente y con la república a cuestas, les va introduciendo los desaparecidos por el ano. Y las abuelas hoy no tienen dientes, algunas ya sin carne, siguen dando vueltas, con la sombra derramada, con el tiempo atrasado, con la piel pegada a los huesos, como si estuvieran secas, ya sin lágrimas. Es extraño verlas llorar sin líquidos. Y las abuelas salen y dan vueltas, en días de insomnio, cuando las depresiones otorgan a sus cuerpos la invalidez de los recuerdos, cuando hay un día de lágrimas secas y dolores fuertes, cuando ellas están aquí, en el hueco del cielo… Abuelas que están aquí, carcomidas por las moscas. ——————“Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, vénganos tu reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, así como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden…” Algunas moscas rezan, con biblias bajo las alas, otras vuelan y dejan escritas palabras, frases: “Amaos los unos a los otros”. Frases que todos repiten, pero son sólo palabras que marean la razón.
Una mosca maquillada con un color guindo, con gorila y anillos graciosos, trae al Padre Espinal en las patas, después de unos años lo deja caer, mientras tira por un costado, papeles escritos, con palabras escritas, palabras antiguas, palabras sin uso. Y espinal cae torpemente sobre una cruz diluida, una cruz torcida, mientras la mosca se ríe, como ríe. Espinal escucha, Espinal reza, mientras le fragmentan el craneo, le rompen las costillas y espinal grita, como grita. Y sólo recuerdo y nada más. Porque doblaron su cabeza, laceraron su rostro y le hicieron tres agujeros en la frente para que no pensara. Tomaron su cuerpo y lo golpearon para dejar tullidos los afanes del espíritu. La cofradía de moscas lo envuelve, lo ahoga, las razones lo queman, lo escupen dando saltos, grandes saltos y danzan porque están satisfechas. Las hojas antiguas lo siguen, lo ovacionan, viendo con furia, como caen las palabras, para ver como caen y Espinal reza. “Señor de la vida, porque nos dejas morir lentamente en tus manos, porque nos arrancas los brotes de la ilusión. Jesús crucificado enseñadnos a morir con la ilusión de un noviazgo incipiente. No nos dejes morir en pasiva amargura o gesticulante rebeldía, no nos dejes morir más de la cuenta. Señor como siento que sea sólo un suicidio nuestra crucifixión” Espinal reza y se despide dando la otra nalga a una bota que llora, a un pie que ríe, para llegar rodando aquí, al hueco del cielo, donde ya es un recuerdo con botas que lloran tristes y amargadas, botas que se disculpan porque creen que son las culpables para que los hombres no pongan los pies sobre la tierra. —————— Los primeros rayos de luz forman un ambiente de cielos violetas, con nubes de algodón, donde rayos azules tocan mis recuerdos mas inocentes, mas infantiles. Y me encuentro en medio de los mas graciosos payasos, robando sus risas, hurtando sus alegrías al mejor estilo mosca. Y todo esta preparado para jugar con muñecas y niñas muertas, las beso, las acurruco, les canto; viendo como se pudren en los recuerdos de sus padres, viendo como se pudren las promesas, los gritos y gemidos que brotan de vaginas y testículos eléctricos, que sólo serán fuente de luz, fuente de vida ya no, y estarán locos mañana cuando recuerden la picana del capitán, cuando recuerden vendas que tapaban sus ojos, vendas que los acercaban aquí, al hueco del cielo, para seguir llorando por los hijos que tenían y los que no pudieron tener.
Yo sólo escucho sus gemidos en medio de mis utópicas canciones. Pero todo esto es un sueño y el sol me dice que termino, se acabaron los muertos, los colores, los horizontes, el tiempo volverá a ser el mismo. Mientras despierte me diré: Los recuerdos no son el presente, pero en el fondo sabré que están por todas partes, en mis manos, en las suyas, en la boca, en los ojos, en los platos de comida, en los sueños… En los verdaderos sueños… en los libros, en la historia. Y así sabré que mis culpas llenan por hoy el hueco en el cielo, será mañana cuando regresen, cuando yo tome un par de margaritas en las manos y se las regale para ser casamentero, para ser novia, para contarle mis secretos, para tirar líneas y hacer Napoleones, para pegarle bajo al señor que nos da los roles, para hacer una utopia con los camaleones. Para ser Neruda y bailar en mis neuronas, para ser Hernandez y contar azahares, para ser mosca de ciudad, para ser Francisca pedazo de carne involuntaria, para ser abuela y tener la carne seca, para ser Espinal y tener fe, fe, mucha fe… Para ser un sueño, aquí, en el hueco del cielo. Fin.