El otro (Un relato sobre Zárate Willka y la permanente traición a los pueblos indígenas).
Autor: Diego Massi Napoli / La Paz - Bolivia / Abril 2018
Esta obra se estreno en La Paz, el 11 de julio de 2018, en la inauguración del: PUTUNKA SUXTANI (26) Encuentro de Teatro Breve y Dramaturgia, en el Patio de las Culturas, Ministerio de Culturas y Turismo. La dirección y puesta en escena estuvo a cargo de Guido Arze. Elenco: Zárate Willca: Carmen Warachi: Manuel Pando: Narrador: Narradora: Niña:
Pequeño Teatro Gilber Sanabria Verónica Armaza Diego Massi Omar Fuertes Erika Leonardo Colque Verónica Valle
Pueblo:
Elenco Pequeño Teatro
Esta pieza, reúne tres relatos simultáneos de los mismos hechos, como si viéramos tres monologo simultáneos. Cada personaje habla y se congela, dando paso al otro personaje. Al final todos los relatos hablan entre si, se cuestionan y se responden en si mismos. Luces en el escenario, se ven dos sillas una a cada lado del escenario, en cada una de esas posiciones cuelgan marcos de cuadros. Suena música (Se usó en el estreno: I am Boivia de Alcoholika) Ingresan varios actores, son fantasmas de la historia boliviana, están empolvados y tiesos. Entre ellos ingresan los tres personajes principales y los narradores que se acomodan en sus espacios. Pando, izquierda actor, tiene delante un marco dorado, Carmen, derecha actor, con otro marco dorado que la enmarca, pero menos ostentoso y Zárate, al centro sin marco. 1
En la puesta en escena, Guido Arze diferencia a los personajes que están en la historia oficial, enmarcándolos en cuadros, que eran los testigos visuales de la época. En cambio, Zárate Wilca, solo existía fotografiado, como espécimen de estudio antropológico de crueldad, por científicos franceses de la época, dejándolo fuera de la historia y forzando su recuerdo, como un hombre temible. 1
Se detiene la música, todos caen al piso, imitando cuerpos sin vida, por todo el escenario. Después de unos segundos, sólo dos se incorporan, un hombre mayor y una mujer joven, frente a frente e inician el texto. Narrador 1: “Siempre nos han enseñado así, la sociedad nos ha dicho, que el del campo, que el indio, es el otro… Y el otro, aprende lo mismo. Para el indio: el mestizo, el de la ciudad, es el otro.
El otro traiciona, el otro mata, el otro es en quien nunca se podrá confiar, compartimos sangre pero siempre es el otro, el enemigo.
El mestizo que viene del indio, el indio que dio su sangre al mestizo. El indio en el campo, el cholo en la ciudad”.
Jak’e, Kara,
Kara, Jak’e
Narrador 2: Estamos aquí para hacer un acto de justicia, dudar de la historia que han escrito los vencedores y escribir un relato diferente.
Nos educaron repitiendo historias de libros que escribieron los letrados, incluso cientos de años después de que sucedieron los hechos, los narran desde un lado de la moneda, desde el que siempre le conviene al poder.
Hoy volveremos a escribir la historia, la nuestra, quizás la verdadera, la que fue pero no se contó. La que detesta el poder, la que duele en el corazón cuando te la cuentan.
Los narradores retroceden a sus lugares e ingresa una actriz, que representa a los niños que cuentan historias en los cementerios. Niña: Les voy a contar una historia.
Aquí descansan los 23 estudiantes de la Universidad San Francisco Javier, héroes chuquisaqueños de la guerra civil contra los paceños, y que fueron cruelmente asesinados por el temible Pablo Zárate Willka, que una vez detenidos y encerrados como presos de guerra en la iglesia de Ayo Ayo, a la cabeza del sanguinario Zárate, la indiada, enloquecida y borracha, ha violado la sacrosanta iglesia y los ha torturado, masacrado y muerto, dejando las paredes blancas e inmaculadas del templo, chorreando de sangre sucrense.
No han respetado ni a Dios, dando muerte al pobre curita… El capellán José María de Córdoba, luego, como acto de total maldad, se cuenta que se han comido los cuerpos desmembrados de los jóvenes valientes, hijos de esta tierra.
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Por tanto, aquí no están sus restos, porque ya no había nada que traer de los ilustres universitarios, pero como homenaje han construido este mausoleo que resguarda el recuerdo de una Bolivia libre de la maldad de la indiada.
Los muertos se levantan gritando palabras e insultos contra Zárate, el conjunto es un fuerte murmullo de pueblo: Pueblo: El temible, el sanguinario, el general de la indiada, el loco, el acecino, el indio, el loco, el indio…
Todos: Zárate Willka
Todos el pueblo cae nuevamente muertos al suelo. Zárate queda de pie, Pando y Carmen en las sillas. Zárate: Zárate Willka: el temible, el sanguinario, el general de la indiada, el loco, el acecino, el indio….
En las primeras décadas de la Independencia la mayoría de aimaras y quechuas aún vivíamos en comunidades. El ataque más feroz y sanguinario por robar nuestras tierras comunitarias se dió durante la presidencia del borracho y trastornado Melgarejo, quien repartió las tierras de las comunidades entre sus amigos y los parientes de su amante Juana Sánchez.
Fue tanta la violencia, las torturas y la sangre indígena que este enfermo derramó, que jamás se podrá olvidar.
Un genocidio, donde perecieron cientos de miles de hombres, mujeres y niños. Todos indios.
Los soldados, comandados por generales carniceros, se dedicaban a cazar a nuestros abuelos como animales, apostando dinero para premiar al “vencedor”, al que traía la mayor cantidad de pruebas de muerte, ya sean orejas, ojos o manos. Cuando recolectabas una familia entera tenías un punto adicional. Si solo eran niños o mujeres tu cacería valía la mitad. En fin, ganaba el que mataba más indígenas.
Como Melgarejo, habían muchos otros, que gobernaron por décadas. Allá desde Sucre, seguían chupando la plata de las minas, uno tras otro, presionando y reprimiendo, cada día más, a los nuestros, usando nuestra tierra, usando nuestra vida, usando nuestras niñas, nuestras mujeres… usando nuestra alma.
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Carmen: Soy Carmen Warachi Sinchi Roca, esposa del político, del general liberal, del presidente, esposa de José Manuel Pando.
Soy mestiza por derecho, pero india por sangre. Soy una Warachi, hija de la nobleza aimara y quechua, nuestro poder recorre todo el altiplano, toca los yungas y llega a potosí.
Si, soy aimara y quechua y española y chola, así mantuvimos nuestra sangre viva, así mantuvimos el dominio. Cuando llegaron los incas, nos mezclamos con ellos, nos casamos y crecimos. Cuando llegaron los españoles hicimos lo mismo, los seducimos, los encantamos, los ayudamos y así seguimos teniendo el control de nuestra tierra, de nuestras comunidades, donde nada sucede si nosotros no lo deseamos.
Pando: Todos me conocen, pero por cortesía me presento, soy Juan José Manuel Inocencio Pando Solares, nacido el 27 de diciembre de 1848 y dicen, brutalmente asesinado, el 17 de junio de 1917.
Blancoide, oriundo de Luribay, estudié medicina hasta sexto año y luego me incorporé al ejército, fui Comandante General del Ejército Liberal en la guerra civil, que logró trasladar el poder político a La Paz y eliminar a los Alonsistas que habían regalado nuestra patria a los enemigos, a Chile.
Pando se incorpora y encara a Willka y lo presenta como un espécimen de circo. Luego se va detrás de la silla de Carmen. Mi ejército estaba conformado por indios, encabezados por el primer General indígena que tuvo la patria y que yo mismo nombré: Pablo Zárate Willka, líder de cientos de miles de aimaras, que sólo con sus manos, destrozaron al enemigo.
Carmen: Los españoles se fueron y sus hijos putativos, los bastardos republicanos que aún se escondían en sucre, no entendieron el acuerdo de convivencia que se había implantado con los españoles colonizadores.
Pero, que se puede esperar de una lacra que jamás trabajó, que recibió la riqueza sin ni siquiera moverse. Un grupo de borrachos y locos que sólo pensaban en engordar sus negocios, aunque esto signifique desmembrar la patria, regalando nuestro territorio a cambio de beneficios para ellos y sus foráneos socios.
Ellos concentraban el poder, consumiendo toda la riqueza, sin dejar nada al resto del país.
La Paz, nuevo polo de riqueza y progreso, buscaba autonomía, queríamos un país federal donde seamos dueños de nuestro destino.
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Y cuando hablo de La Paz, no sólo me refiero a los cholos hacendados, mineros y comerciantes. Hablo de nosotros, los indios aimaras, que siempre luchamos por recuperar nuestra independencia.
Zárate toma el espacio de Pando, toma la silla presidencial. Zárate: Los ingenuos cholos que hoy tienen el poder, creen que los indios no tenemos objetivos, que no somos capaces de hacer estrategias políticas, que nuestras formas de organización se conectan, poco menos, a las cavernas o que no existen.
Que las revueltas son actos esporádicos, espontáneos e irreflexivos.
Proclaman, a los cuatro vientos, que somos indios inferiores, que somos indios brutos, indios sucios, indios retardados.
Carmen: Locos y borrachos que nos diezmaban y tomaban nuestras tierras, satisfaciendo sus crueles y sanguinarias aberraciones.
Tomaban a los indios, nuestros padres, nuestros esposos, nuestros hijos y eran descuartizados vivos, en un proceso de horas de suplicio; pero para ellos no era suficiente, por eso antes de matar al indio torturado, le mostraban como eran penetrados, hasta morir, sus hijos e hijas. Formaban una larga fila de violadores perforando sus vírgenes anos y vaginas.
Las mujeres, nuestras madres y abuelas, tenían el mismo tratamiento, violadas una y otra vez, pero casi ninguna moría, sólo sangraban, entonces cortaban el miembro de su indio, o una de sus manos y se la metían en la boca hasta matarlas por asfixia.
Eso les sucedía a los indios que levantaban la mano o la voz; al resto los obligaban a ver el vejamen, para que aprendan que su destino y el de su desendencia era ser pongo en su propia tierra.
Esa es la cruel historia que nunca nadie se animó a contar.
Zárate: Me han encerrado por salvaje, porque matamos a nuestros asesinos, a los enemigos, esos que si nos hubieran vencido nos hubieran exterminado sin ningún miramiento.
Nos condenan porque ellos eran universitarios criollos que la indiada osó exterminar, esos criollos, hijos de los que fueron aún más crueles contra nosotros que los mismos conquistadores.
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Esos que ya lo tenían todo, pero no les era suficiente, ellos encabezados por el demonio, Melgarejo, decidieron eliminar nuestras comunidades, que la colonia, convenientemente, respetó. Nos habían quitado la tierra y la dignidad, ahora éramos pongos, nuestras mujeres, nuestros hijos, nuestros nietos, una indiada de pongos, una nación de esclavos.
Zárate regresa a su lugar y Pando regresa muy apresurado, a su silla presidencial y su marco dorado. Pando: Fui presidente durante el período de 1899 a 1904. Enfrenté la Guerra del Acre, durante la cual Bolivia perdió 190 mil kilómetros cuadrados de territorio, por la voracidad del Brasil y las torpes negociaciones diplomáticas que hizo mi gobierno.
Pero quizás mi acto más tristemente recordado fue haber traicionado al pueblo aimara que ofreció su vida para construir un nuevo Estado Federal; una república donde los pueblos originarios recuperen su dignidad, recuperen sus tierras, tengan autonomía y su propio gobierno.
Zárate: Hicimos sólo lo mismo que ellos hacían con sus fusiles, eliminarlos; la diferencia es que nosotros sólo teníamos piedras, palos, nuestras manos y, sí, nuestros dientes.
Pando: Muy joven y sin saber lo que me deparaba el destino, conocí a una hermosa mujer, que luego sería mi esposa.
Carmen Warachi Sinchi Roca, mujer fuerte, de piel dorada, india y mestiza, descendiente de la familia aimara quechua Warachi, gente noble desde antes de la colonia.
Ella, varios años después, lograría el acuerdo que sería uno de los más importantes de la historia republicana, el acuerdo que constituiría, por fin, una verdadera nación, cholos e indios trabajando juntos, haciendo patria… Un acuerdo histórico, claro, si yo no los hubiera traicionado.
Carmen, la criolla de ciudad la birlocha, se convertía en la Warachi, la india, que cruzaba a caballo el altiplano movilizando a su pueblo, a sus indios.
Carmen: Ante la amenaza Alonsista, con sus ejércitos que marchaban para aleccionar a los revoltosos paceños y el vaticinio de nuestra segura derrota, tome rumbo al altiplano y reuní a los más importantes líderes y caciques indios de La Paz.
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Carmen se traslada al lado de Zárate y sigue su relato desde allí. Carmen: Allí lo conocí, el indio de quien siempre había oido hablar, el indio autodidacta que había aprendido a leer y escribir sin ayuda, el que se educó como un iluminado, el indio que comandaba a todos los otros caciques.
Era Pablo Zárate Willka, un gran pensador que sabía como se debía conformar la nueva nación.
Junto a él, les di el anuncio, les dije que había llegado el día, que era hora de dar fin a los asesinos, a los torturadores, a los que durante medio siglo habían regalado la patria, a los centralistas y poderosos de Sucre.
A cambio Zárate, tendrás el estado ideal, el estado que instaure por fin una nación federal donde el indio gobierne. Eso le dije en nombre del General Pando y cientos de miles de aimaras, ciegamente, siguieron a Zárate, dispuestos a matar, dispuestos a morir.
Zárate: Cuando la Warachi nos trajo la palabra de Pando, nosotros le dimos nuestra proclama de Caracollo.
Narrador 1 (Omar) Proclama de Caracollo:
“Publíquese por bando solemne a todos los propietarios por la Federación y por la Libertad que deseamos hallar la Regeneración de Bolivia, como todos los indígenas y los blancos nos levantaremos a defender nuestra República de Bolivia, porque quieren apoderarse el traidor asqueroso Saco Alonsismo vendiéndonos a los chilenos
Con grande sentimiento ordeno a todos los indígenas para que guarden el respeto con los vecinos y no hagan tropelías, ni crímenes, porque todos los indígenas han de levantarse para el combate y no para estropear a los vecinos
Tan lo mismo deben respetar los blancos o vecinos a los indígenas, porque somos de una misma sangre e hijos de Bolivia y deben quererse como entre hermanos y con indianos”
Firma…
Pando: …General, Pablo Zárate Willka. La Proclama de Caracollo la guardé en absoluta reserva, estaba por encima de la recuperación de tierras y la restauración de sus comunidades, eran las bases reales de un entendimiento nacional, concebía la nacionalidad y la república de un modo más auténtico del que proponían los más encumbrados pensadores cholos de la revolución liberal de La Paz”.
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Era táctica política, la que sólo podía elucubrar un verdadero líder, un líder capaz de opacar al mismo General del Ejercito Liberal, opacar al Presidente Juan Jose Manuel Inocencio Pando Solares, o sea, a mi.
Zárate va hacia el espacio de Pando y lo encara, Pando le da la espalda. Zárate: Cuando la traición se consumó y empezaron a tomar prisioneros a los líderes indios, esperé la salida del palacio del presidente Pando, me acerqué como una sombra para pedirle una audiencia, pero él se negó.
Entonces empecé a increparlo: “No vengo a pedirte clemencia sino justicia. No cometimos otro delito que seguir tus instrucciones y el de creer en ti y en tus promesas de emancipar a mi raza”. Me has engañado, has engañado a la nueva Bolivia.
Zárate regresa a su espacio queda de espaldas y saca su sable en alto. Carmen: Bajo la dirección del Comandante del Ejército Aymara: Zárate Willka, los guerreros aimaras desarmados, viéndose sólo como campesinos en miseria, desposeídos y explotados, se enfrentaron en desiguales condiciones con el ejército de la élite chuquisaqueña, compuesto por jovencitos mimados, hijos de españoles, criollos y mestizos.
Sin embargo, los indios tenían ventajas sobre este ejército y también sobre los criollos paceños, pues conocían el Altiplano donde se dieron los enfrentamientos.
El vigor de nuestra raza india hizo que, los luchadores de Willka, pudieran resistir con el escaso alimento andino y el clima, pero sobre todo tenían el valor indómito de la Nación Aimara, ese que ha hecho que con seis o más balas en el cuerpo, sigan batallando hasta el último aliento; que estando desarmados no se acobarden frente a las balas.
Pando: Mis comandantes decían, que los Alonsistas, los chuquisaqueños tenían armas, entrenamiento y que nos sobrepasaban en número.
Claro, ellos no sabían sobre el ejército aimara, no sabían que teníamos carne de cañón: la indiada.
Era el plan perfecto, matar dos pájaros con el mismo tiro, o sea matar indios y “chuquis” en una sola acción.
Los “Chuquis" gastarían mucha munición, quizás algunos hijos, de aristócratas traidores, mueran y al mismo tiempo, diezmaríamos al nuevo y peligroso ejercito que habíamos organizado y que, luego de la guerra civil, debíamos eliminar.
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Carmen: La orden fue clara: La indiada primero, la indiada que muera.
Zárate, aun de espaldas y con el sable al cielo. Zárate: Pero la indiada no moría, morían los “Chuquis”, morían porque debían morir, porque ellos nos mataron primero, nos torturaron, nos violaron; ellos no pensaban en la tierra, ellos la regalaban, nunca la sintieron propia, la abandonaron y se la dieron a Chile, donde, ellos mismos, tenían sus negocios.
Carmen se incorpora en su espacio y marcha a ritmo militar mientras dice texto. Carmen: Así fue, la indiada avanzaba y crecía a cada paso. Más y más carne sin fusiles, sólo con el espíritu y sus manos. Nada los pudo detener.
Pasaron por encima del ejército Alonsista e, incluso, hubieron brutales enfrentamientos con el propio ejército mestizo liberal de Pando; que aún no entendían, que ellos ya no eran indios sumisos y que los debían respetar como iguales.
Pando molesto se incorpora y va hacia Zárate con violencia. Pando: No, no era buena señal, se sentía que el ejército de Willka, luego de ganar la guerra civil, iría por más.
Este indio, provocaba admiración, provocaba envidia, pero también provocaba terror; no sólo por el poder bélico que demostró tener, sino por las ideas que proponía.
Pando va hacia el publico los mira, les habla en complicidad y luego se vuelve a esconder detrás de su marco. Un día llegó el censo del nuevo estado liberal y supimos la verdad. Nosotros éramos tan sólo 300 mil. La indiada era un millón, la mayoría abrumadora de la nación.
Zárate nuevamente de frente avanza hacia el público. Zárate: Pando ya lo sabía, los indios éramos un millón, le retumbaba en la cabeza, le sonaba el presagio “volveré y seré millones”.
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Su miedo era cierto, el acuerdo sólo era un papel, cobraríamos todo lo prometido, cueste lo que cueste; nosotros somos aimaras, siempre quisimos gobernarnos a nosotros mismos, no sólo ser parte de la corte, como los quechuas pedían.
Esa fue la diferencia entre nuestros ancestros, el líder quechua Tupac Amaru, luchaba por reformas y aperturas para los indígenas en el gobierno de los españoles. En cambio el Aymara Tupac Katari, quería que los españoles se fueran a Europa y desaparecieran de nuestra tierra.
Pando se para dando un sermón al público. Pando: Nos enfrentamos a Sucre para obtener el poder y no había posibilidad de perderlo. No había otra opción.
Carmen se levanta y va hacia Pando muy enojada para insultarlo. Carmen: Carajo Juan Manuel, me estas traicionando. Nos estás traicionando.
De pie y gritando al su ejercito. Pando: Generales:
Ya no son necesarios los servicios indígenas.
Desde hoy, todos presos o, mejor, todos muertos.
Zárate: Yo temible…
Tupac Katari era temible, su voz no dudaba, era inclemente.
Narrador 1: Manda el Soberano Inca Rey Tupac Katari de los aimaras.
Que pasen a cuchillo a todos los corregidores, sus ministros y caciques, cobradores y demás dependientes. Como asimismo a todos los chapetones, criollos mujeres, niños de ambos sexos y toda persona que parezca ser española o lo sea, o que a lo menos esté vestida a imitación de tales españoles.
Y que si esta especie de gentes se favoreciesen en algún sagrado o sagrados y algún cura u otra cualesquier personas impidiese o defendiesen el fin primario de degollarlas, también se atropelle por todo, ya pasando a cuchillo a los sacerdotes y ya quemando las Iglesias.
En cuyos términos que tampoco oyesen misas, ni se confesasen, ni menos diesen adoración al Santísimo Sacramento, así mismo no tuviesen los indios sus consultas en otros lugares
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que no fuesen los cerros, procurando no comer pan, ni beber agua de las pilas o estanques, sino enteramente separarse de todas las costumbres de los españoles.
Carmen toma una gran cantidad de papeles, y en todos los relatos que vienen, va mostrando a los personajes que menciona. Luego las hojas van cayendo al piso, llenando todo si espacio de fotos de personajes Indigenas. Carmen: El 23 de abril de 1899, sólo 10 días después de la batalla del Segundo Crucero donde lucharon y murieron los aimaras a la orden de Zárate Willka, el anciano Apu Mallku Juan Lero, quien mediante la acción directa proclamara el gobierno Indígena en Peñas fue detenido, la misma suerte corrió Mauricio Pedro quien protagonizó el levantamiento indígena de Sacaca.
Zárate: Llegamos a Oruro y luego a La Paz como héroes, vencimos a los asesinos, Bolivia tenía futuro, pero los nuevos dueños no se veían muy contentos, tenían un nuevo problema, los indios organizados y admirados por los cholos liberales de la ciudad.
Carmen: En la misma fecha fueron apresados Cruz Mamani y el mismo Zárate Willka.
Zárate: Pando y su gente, muy preocupados, decidieron borrar esa admiración y por el contrario, convertirnos nuevamente en enemigos.
Carmen: Diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta, setenta ochenta, noventa quechuas fueron aprehendidos y arrastrados a La Paz, por los sucesos de Mohoza.
Zárate: La guerra es cruel, saca lo peor que tenemos dentro. Habíamos esperado cientos de años y ahora abrazábamos la venganza.
Carmen: Cruz Mamani fue abatido a tiros por los soldados liberales que lucharon antes junto a él, Juan Lero murió de frío y hambre el 14 de enero de 1901, a los 70 años, en su inhóspita celda.
Zárate: Necesitaban justificar la nueva traición a los indios, que el pueblo apoye nuestra persecución y muerte, por eso contaron la historia que nunca se debió contar, es la historia que ocultan los que ganan.
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Carmen: En julio del mismo año Zárate Willka dejó la cárcel en un episodio no aclarado y posteriormente fue asesinado por un grupo de cholos en Sica Sica, donde había nacido.
Zárate: Por la prensa, por las calles corría la historia de la brutalidad aimara, las escenas de terror protagonizadas por los salvajes, como entramos a la iglesia, donde se refugiaban los universitarios, los jóvenes chuquisaqueños y como los aniquilamos sin compasión.
Contaron, con lujo de detalles, la previa tortura, los juegos y premios al indio que obtuviera más ojos, más orejas o manos. Cortamos sus órganos de hombre, recordándoles que años atrás, los usaban para violar a nuestras niñas.
Quemamos los templos, que durante años fueron testigos de nuestro maltrato. Y luego, los detalles macabros, cuando comimos sus cuerpos.
Sea cierto o no, eso fue lo que se contó.
Carmen muestra la última foto. Esta es de Severo Alonso. Esta foto la estruja y la lanza lejos, hacia el público. Carmen: Severo Alonso, líder de los alonsistas, último presidente de la decadente élite chuquisaqueña y sus mas allegados colaboradores, salieron rápidamente del país, pidiendo asilo en Chile, donde aun tenían sus negocios. Sí, en Chile.
Pando se acomoda en su silla, como respondiendo a una jovial entrevista, donde contará los detalles del final de su vida. Pando: Una decena de años después, fui encontrado muerto en un barranco, cerca de “El Kenko”. Inmediatamente, mis correligionarios denunciaron que fue un crimen político, perpetrado por nuestros opositores. Así, incluso muerto, reconquiste el poder.
Se atribuyó la autoría material a los hermanos Jáuregui y a otros dos sospechosos que fueron condenados a muerte. La ley de entonces, decía que si los culpables eran menos de 10, sólo una debía morir, a cambio de que los otros sobrevivan.
El método de selección del finado y los tres otros sobrevivientes, era un sorteo público narrado como, aparatoso y emocionante, por los periódicos de la época, sobre todo cuando caía el bolillo con el nombre del afortunado ganador de la muerte… Fue uno de los hermanos, penosamente el menor, Alfredo Jáuregui.
Dato curioso, su ejecución, espectáculo popular visto por miles y miles de paceños en vivo, fue el primer fusilamiento documentado en cine.
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Fusilamiento injusto…
Hoy lo puedo decir, la verdad, no me asesinaron, mi muerte fue natural, luego de muchos años, mi cuerpo y los forenses, encontraron la verdad: Fue un fulminante infarto.
Pero bueno, así es la política.
Zárate: Yo Pablo Zárate Willka, el primer general indígena que había sido levantado en andas por los liberales, se convirtió en un sanguinario.
Y me bautizaron por segunda vez. Mi nombre: “Temible” Temible Willka. El indio asesino, nuevamente el enemigo. Nuevamente… El otro.
El Narrador avanza hacia el centro de la escena. Narrador 1: ¿Reescribimos la historia?
Aquí descansa Pablo Zárate Willca, el primer General indígena de la república, se convirtió en el Comandante General del heroico ejercito aimara que logró constituir la nación federal y autónoma que hoy disfrutamos.
El general Zárate Willca, fue determinante en la recuperación del territorio del litoral, uniendo su imbatible ejército, a las fuerzas peruanas.
Fue presidente de la república en la gestión 1904 a 1909, reconstituyó las tierras y comunidades campesinas a los pueblos originarios y puso las semillas de la potente industria agraria que goza Bolivia.
Hoy, los cholos y los indios de todas las latitudes de la patria, le rinden homenaje al indio que cambió la triste historia de Bolivia.
Luego de su muerte, a la edad de 90 años rodeado de su amada comunidad, fue nombrado como: “El Sabio”.
“El Sabio Willca”, hacedor de la patria nueva, la Bolivia que pudo ser, pero que nunca fue.
¿Qué historia nos gustaría contar?
El sabio o el temible.
El nuestro o… el otro.
(Fin)
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