Al caer la noche © Diego Medina y Kimberly Castro, 2016 Primera edición, Diciembre 2016 E-mail: damedinar@unal.edu.co - kccastrob@unal.edu.co Teléfono: 316 816 95 77 - 317 701 2706 Bogotá, Colombia Creado, editado y soñado por Diego Medina y Kimberly Castro Ilustraciones por Julián Jiménez Prohibida su reproducción parcial o total sin el permiso previo de los autores.
Al caer la noche.
Al caer la noche.
Diego AndrĂŠs Medina RamĂrez Kimberly Carolina Castro Bastidas.
02 de Septiembre, 1845
En la ciudad de Santa Fé, Pablo Santacruz, un joven de 17 años hijo del comerciante José Santacruz llega de su viaje al pueblo de Moniquirá donde asistió por primera vez al negocio de un barbero, el cual le salvó la vida porque le curó una enfermedad. Exaltado por esto, al otro día despierta convencido de aprender el arte de la barbería, desayuna con su padre y luego sale a buscar bien temprano al mejor barbero de la ciudad, Juan de Velázquez, para pedirle que sea su maestro. 03 al 20 de Septiembre, 1845
Llega al negocio antes de que estuviera abierto y cuando ve a Velásquez de lejos, se acerca para decirle. El barbero le presta atención pero no se siente convencido de las palabras de Pablo, por ende no lo acepta en su barbería. El chico un poco frustrado asiste durante días al lugar y le insiste que él sea su maestro, Velázquez al notar su determinación lo recibe como aprendiz con la condición de que él deberá limpiar el exterior y el interior del negocio y asear los instrumentos.
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21 de Septiembre, 1845
Temprano en la mañana antes de abrir el local para su primera lección, Juan de Velázquez le enseña a Pablo con más detalle el lugar, empezando por reconocer los peinadores que tienen una superficie para poner elementos y un espejo para que el barbero y el cliente puedan ver el proceso. Al lado de uno de ellos está una barra de hierro para colgar varias antiparas de paño que el barbero usa antes de afeitar. Y en el fondo de la tienda se encuentran dos petacas y dos cajas, usadas para guardar implementos e insumos de la labor de la barbería. Después de esto sobre la superficie de uno de los peinadores el barbero le señala los elementos básicos que él usa. 22 de Septiembre al 21 de Octubre, 1845
Pasan los días y el nuevo aprendiz va observando las técnicas básicas del oficio de la barbería. Al cabo de un mes Juan de Velásquez le obsequia una caja negra que contiene cuatro navajas, dos tijeras, un espejo pequeño, una bacía de latón, una piedra de afilar y un vestido.
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22 de Octubre, 1845.
Ese día, es el primero en el que Pablo atenderá clientes y pondrá en práctica lo que aprendió, por esa razón, al salir de su casa estrena el vestido que le regaló su maestro, porque como decía Juan de Velázquez, “la buena apariencia de un barbero es esencial”. Llegó al local y comenzó a organizar su nuevo puesto de trabajo, uno de los peinadores que su maestro no usaba; con el pasar de las horas Pablo le preguntaba a cada uno de los clientes que entraba a la barbería, pero nadie quería ser atendido por el joven inexperto. Caía el sol y él se comenzó a dar por vencido, por esa razón le dice a Velázquez: “no sé si este oficio es lo mío”, pero Velázquez lo reconforta diciéndole: “cuando estaba en su lugar me sucedió algo similar e incluso duré semanas sin un solo cliente, por esa razón no se debe dejar desanimar”. Al terminar su charla, llega el último cliente del día que entra y se sienta frente a un peinador, Pablo aprovecha y le pregunta si desea ser atendido por él, en ese momento el cliente lo mira dudando de arriba a abajo y le dice que comience. Cuando termina de afeitarlo el cliente se siente a gusto con el resultado y le agradece a Pablo por el servicio, el aprendiz se pone muy contento y espera con ansias el siguiente día para trabajar.
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26 de Octubre, 1845.
Es domingo, día de mercar en la plaza e ir a orar en la iglesia. Juan de Velázquez asiste con su familia a la de Las Aguas, templo que sería años después dispuesto como hospital militar. Al salir de la eucaristía se encuentra a las afueras del lugar un vocero de la alcaldía de Santa Fé anunciando que el valor de los impuestos para establecimientos comerciales aumentará. 27 de Octubre al 24 de Noviembre, 1845.
Pasado un mes del anuncio de los impuestos, es cuando Juan de Velázquez y Pablo Santacruz se dan cuenta que la cantidad de clientes ha disminuido. Por esa razón, el barbero se cuestiona como estará el panorama para todos los santafereños en especial para los barberos que hacían flebotomía ya que este servicio era desprestigiado por los médicos de la época.
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25 de Noviembre, 1845.
Este día la barbería ha abierto temprano, los instrumentos están listos para atender el primer cliente pero esto no sucede. Pedro, un cliente usual del negocio, pasa por el frente de la barbería, se encuentra un poco desarreglado, pero sabe que no tiene dinero suficiente para afeitarse, así que Pedro decide pasar derecho, pero antes de esto, Juan de Velázquez lo ve y le invita a seguir para hablar un rato. Después de hablar sobre sus familias Pedro le comenta la dura situación que él está viviendo, debido a que los alimentos y los insumos que utiliza en su botica han aumentado de precio por el alza de los impuestos; pasadas algunas horas Pedro sale para su casa. 26 de Noviembre al 1 de Diciembre, 1845.
Han pasado varios días y la barbería ha atendido a muy pocos clientes, el 1 de Diciembre solo llegan dos clientes en todo el día y después de prestarle el servicio a la última persona, cierran las puertas del negocio y Juan aprovecha el momento para hablar con su pupilo, de cómo comenzó en el negocio y cómo se esforzó durante toda su vida para que este, estuviera al nivel en que se encuentra, además termina diciéndole: “Si algo me llegara a pasar espero que cuide de mi negocio tan bien como lo hice yo, porque la barbería es mi vida”. 15
2 de Diciembre, 1845 (madrugada).
Juan de Velázquez se encuentra en su casa, cae la noche y no puede conciliar el sueño por miles de pensamientos que tiene sobre perder su barbería, se levanta de su cama y se dirige al oratorio de su casa donde habla con Dios durante unos minutos. Al salir de allí aprovecha la tranquilidad de la noche, va al patio de su casa donde respira profundamente y en ese silencio tan abrumador, escucha ruidos provenientes de una taberna. Sale de su casa y en la calle ve una riña de borrachos, y es ahí, en medio de los gritos, el alcohol y la penumbra, en donde Juan el barbero incita a que dos hombres que se gritaban terminen golpeándose con tal furia y enojo que sólo dos personas fuera de sus cabales pueden hacer; Juan de Velasquez, aquel hombre de familia, honrado y trabajador se dio cuenta que empezó a caer en su lado más profundo, nunca se vio capaz de hacer lo que hizo solo con el ávaro fin de conseguir clientes al día siguiente.
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2 de Diciembre, 1845 (día).
Son las 12 de la tarde y el barbero junto con Pablo han atendido solamente dos clientes, lo cual es muy poco, y aunque ya estaban pensando en cerrar debido a la poca afluencia de personas, llega de improvisto el último cliente del día, un hombre que debido a una golpiza la noche anterior, tenía descuadrados dos dientes de adelante. Aquel señor, era uno de los borrachos que Juan de Velázquez había incitado a pelear. El barbero toma sus implementos de extracción y empieza a quitarle los dientes que ya estaban a punto de caerse, los cuales no tenían solución alguna para volverlos a dejar como los tenía antes de esa noche. En eso, llega Pablo a preguntarle si él podía intentar hacerlo o si le podía enseñar a lo que el barbero se niega, ya que estos procesos requieren mucha experticia y Pablo, estando tan poco tiempo en aprendizaje, todavía carece de ella, sin embargo le deja observar el proceso. Al terminar de sacarle los dientes, el hombre le agradece al Juan de Velázquez y él, con una sonrisa en su rostro, le desea que se mejore pronto y le invita a volver a la barbería.
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3 de Diciembre al 8 de Diciembre, 1845.
Los días han pasado y menos personas van a la barbería. El barbero se empieza a dar cuenta que su dinero se está acabando por lo que decide cometer el mismo acto que realizó una semana antes. Al salir esa noche se queda esperando a que suceda otro evento similar al anterior, pero pasan las horas y nada sucede, el silencio de las calles es abrumador, un sonido indescriptible que retumba en su cabeza, y durante toda la madrugada no se escuchaba un alma en las calles y estando en el borde de su desesperación, aprovechando los últimos momentos de oscuridad decide cometer un acto atroz. Juan de Velázquez escucha el sonido de unas llaves y el cerrar de una puerta, en medio de la penumbra de la calle observa a lo lejos la silueta de un anciano que acaba de salir de su casa; así que Juan sin remordimiento alguno aprovecha la debilidad del anciano y lo golpea. Al darse cuenta de lo que acaba de hacer, Juan de Velázquez huye de la escena y se va para su barbería, el lugar en donde se siente más seguro.
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8 de Diciembre (día), 1845.
Es un nuevo día en el que llega Juan de Velázquez a la barbería y su aprendiz, puntual como siempre lo esperaba en la entrada. El barbero saca las llaves de su negocio, y a medida que va metiendo la llave Pablo se da cuenta que los nudillos de las manos de su maestro están golpeados. Unas pocas horas después una familia llega con un señor de edad avanzada y el babero les invita a seguir mientras él prepara sus elementos, al acercarse a la silla del cliente se da cuenta que en esta se encuentra el hombre que atacó el día anterior. La familia empieza a conversar con el aprendìz acerca de cómo una persona puede ser capaz de agredir a un abuelo y el aprendìz continúa la charla completamente ofendido. Le pregunta qué opina de lo sucedido a Juan de Velázquez, y él, mientras que guarda silencio unos instantes, recuerda lo que hizo la noche anterior al mirarse los nudillos de sus manos. Mientras que el barbero recuerda, el aprendiz observó también sus manos un poco maltratadas, lo cual se le hizo extraño junto con el silencio de su maestro. Al parecer este día, es un día de suerte; por la tarde, una madre entra al local de Juan de Velázquez y le cuenta que su hijo tiene una enfermedad la cual no sabe qué es. Le pide al barbero ir a su casa a hacerle un procedimiento. 21
Al llegar a la casa, el barbero se da cuenta que el chico tiene viruela —una enfermedad que ha empezado a tener pequeños brotes por toda la ciudad— y le hace un procedimiento de sangrado para que se sienta mejor, para eso, toma su lanceta y le hace un pequeño corte en el brazo para que le salga sangre y deja caer un chorro grande sobre su plato de peltre. Después de hacerle este proceso de flebotomía Juan de Velázquez toma sus ventosas y se las aplica al joven durante algunos minutos. Al terminar, el barbero tomó un paño y le limpió al joven la sangre que había quedado en su piel, se despidió de la familia y salió a la calle.
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8 de Diciembre, 1845.
El barbero se dirigía para su casa y pensando en botar allí los residuos del sangrado, recuerda que al día siguiente debe pagar los impuestos de su local, es ahí, cuando cae dentro de su angustia al mismo tiempo que cae la sombra de la noche. Un pensamiento abrumador comenzó a rondar por su cabeza, el cual poco a poco aumentó, pues se dio cuenta de que la sangre del joven, es decir, aquel mal que tenía a su disposición, lo podía utilizar para su propio beneficio, por esta razón, allí en la penumbra de las calles mal iluminadas aprovechó para tomar una de sus lancetas de flebotomía, la infectó de la sangre contaminada y empezó a realizar pequeñas incisiones sobre la gente que pasaba a su alrededor. Sus pensamientos eran tan vagos, que no lograba concebir todo lo que podía conllevar para el territorio de Santa Fé, el comenzar de forma intencionada nuevos brotes de viruela.
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8 de Diciembre al 24 de Diciembre, 1845.
Juan dentro de su amabilidad, atendía los pocos clientes que llegaban a su local, esperando día tras día aquellas personas infectadas que no aparecían. En su cabeza un conflicto de pensamientos emergen pues a medida que repasaba cada acto que cometió aquella noche, se carcomía él mismo la conciencia. Aunque ya no podía deshacer nada de lo hecho, Juan de Velázquez se ponía a pensar en sus logros durante la época en la que fue llamado como el mejor barbero de la ciudad, contrario a lo que era ahora, un barbero que pensaba en hacerle daño a otros para conseguir un poco de trabajo. Ya había pasado más de una semana y Juan de Velázquez un poco enojado con la situación que se estaba presentando en su oficio, sale de su casa hacia su barbería y a lo lejos, observa una gran fila de gente que salía de su negocio. Su aprendiz, asombrado por la cantidad de gente, iba organizando las personas para que su maestro pudiera atenderlos a todos. De uno en uno iban pasando a la silla del barbero para que Juan realizara el sangrado, pero de uno en uno, Pablo los observaba detenidamente y se daba cuenta de la similitud de los finos cortes que llevaban en sus brazos los clientes, que acaban de llegar salidos de la nada, estos cortes junto al hecho de que todos los clientes padecían de los mismos síntomas, hizo 26
cuestionar a Pablo sobre la integridad de su maestro. Por esa razón, el aprendiz le preguntó si se le hacían extraños al igual que a él esos cortes que los clientes tenían en sus brazos, a lo que el barbero le responde que no debe preocuparse, pues lo importante es que hay clientes en el local y era algo que estaban anhelando desde hace mucho tiempo.
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24 de Diciembre, 1845.
El joven aprendiz no se podía sacar la conversación que tuvo con su maestro un par de horas atrás; le dio tantas vueltas a su mente, que no lograba entender como el barbero no habló nada acerca de cómo estos cortes fueron producidos con una lanceta, algo que incluso Pablo que se consideraba un falto de experticia logró reconocer en uno de los procedimientos realizados en la barbería. Esto desencadenó una serie de dudas sobre su maestro; la llegada del abuelo, la gran demanda de personas contagiadas con viruela y la excesiva tranquilidad, despreocupación y avaricia con la que su maestro habló sobre esos cortes en sus clientes, hizo caer en cuenta a Pablo que su maestro ocultaba algo importante. Esa misma noche sin pensarlo dos veces siguió sigilosamente a Juan de Velázquez; en una calle lo encontró y estaba siguiendo a algunas personas muy de cerca. De repente comprendió todo, sabía que ese barbero sin culpa, ni remordimiento cortaba a personas con los mismos instrumentos con los que Pablo comenzaba a aprender. Pablo no comprendía la locura que invadía a su maestro, ya que lo único en lo que pensaba era en correr rápidamente a incendiar el negocio, evitando de este modo que él cuando fuera barbero cayera en la misma dependencia que poseía Juan. 29
El barbero, igual que como lo había realizado anteriormente, sale huyendo hacia su negocio, pero de imprevisto se dio cuenta de su desgracia y observó de lejos las llamas que salían de este, el cual poco a poco se iba convirtiendo en cenizas. Al ver la escena de cerca, Juan de Velázquez solo logró pensar en su aprendiz, y en como era ev idente en ese momento, de que el joven Pablo era el responsable de dicho acto, así que en medio de su desdicha y sin pensar más, tomó la navaja y mató al que le robó su vida, la barbería.
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