Evangelizar 005 - Octubre de 2013

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Evangelizar Revista de Ayudas Pastorales

Diócesis de Sonsón-Rionegro

Señor, auméntanos la fe. Lc. 17, 5

Tu fe te ha salvado. Lc. 17, 19

Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe en la tierra?» Lc. 18, 8

¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Lc. 18, 13

Octubre de 2013 | N° 5


SUMARIO A LOS SACERDOTES

Mons. José David Henao Marín

Pastores para el pueblo de Dios.

LITURGIA DEL DOMINGO Pbro. John Jairo Olaya Ballesteros

Domingo XXVII Domingo XXVIII Domingo XXIX Domingo XXX

FORMACIÓN DOCTRINAL

Pbro. Luis Javier Otálvaro Álvarez

La obediencia de la fe. Una fe trinitaria. Características de la fe.

NUESTRA REALIDAD

Mons.Gilberto Muñoz Ospina

Acceso y uso de la tierra en el Oriente Antioqueño

CONTROVERSIAS RELIGIOSAS Pbro. Oscar Chalarca Giraldo

Providencia de Dios o determinación del hombre?

CAMBIO DE ACTITUD

Pbro. John Jairo Olaya Ballesteros

Asesor General Mons. Fidel León Cadavid Marín Director P. John Jairo Olaya Ballesteros. Diagramación Silvia Giraldo Consejo editorial Delegados de Pastoral Coordinador general Vicaría de Pastoral Impresión Periódico El Mundo Dirección Diócesis de Sonsón-Rionegro Curia Episcopal Calle 51 No 47-31 Tel: 531 5252 www.diosonrio.org.co Fotografía Diócesis de Sonsón-Rionegro

El cristiano es alguien que conoce a Jesús.

VIDA FAMILIAR

Psicóloga. Luz Mery Román Buitrago

La familia transmisora de la fe.

ESPACIOS PARA CRECER Pbro. John Jairo Olaya Ballesteros

La oración.

Sugerencias vipastoral@diosonrio.org.co


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A LOS SACERDOTES

La carta a los Hebreos nos enseña que Jesucristo es el único sumo sacerdote de la nueva alianza, que ha ofrecido una vez por siempre el único sacrificio eficaz, ofreciéndose a sí mismo (Heb 7, 26-28; Heb 9, 11 - 10, 18); Él es sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec (Heb 5, 6; 7, 17). Y el Concilio Vaticano II nos recuerda a su vez que Jesucristo comunica a toda la Iglesia la dignidad y la misión sacerdotal (LG, cap. II: la Iglesia es el Pueblo sacerdotal, Cf. 1 Ped 2, 5; APC. 1, 5-6; 5, 9-10).

común de los fieles en las dimensiones, cultual, profética, de comunión, de caridad y en la de misión universal (Cf. LG 10 e PO 12; PDV 37). Configurados con Cristo Buen Pastor, estamos insertos en la vida y en la pastoral de la Iglesia diocesana, somos enviados a apacentar el rebaño, a protegerlo, a cuidar de él, a alimentarlo (Cf. PO 13; Cf. OT 14).

Así, el ministro ordenado encuentra su identidad en ser una prolongación, una participación específica de Cristo, Cabeza y Buen Pastor (PDV 12), su representación (Cf. PDV 15 § 4; 18 § 4). Nuestra identidad de pastores se concreta, por lo tanto, en la caridad pastoral, aquella virtud con la cual imitamos a Cristo Cabeza y Pastor en su ser y en su obrar (Cf. PDV 23; OT 4).

“El Pueblo de Dios siente la necesidad de Presbíteros – discípulos que tengan una profunda experiencia de Dios, configurados con el corazón del Buen Pastor, dóciles a las mociones del Espíritu, que se nutran de la Palabra de Dios, de la Eucaristía y de la oración; presbíteros misioneros movidos por la caridad pastoral, que los lleve a cuidar el rebaño a ellos confiado y a buscar a los más alejados predicando la Palabra de Dios, siempre en profunda comunión con su

El sacerdocio ministerial está, pues, al servicio del sacerdocio

En este orden de ideas, el documento de Aparecida nos ofrece algunos rasgos para describir el perfil del presbítero:

Obispo, con los presbíteros, con los diáconos, religiosos, religiosas y laicos; presbíteros servidores de la vida: que estén atentos a las necesidades de los más pobres, comprometidos en la defensa de los derechos de los más débiles y promotores de la cultura de la solidaridad; llenos de misericordia, disponibles también para administrar el sacramento de la reconciliación (DA 199).” Preguntas para el dialogo 1. ¿Qué significa y qué implica para nosotros la llamada a ser discípulos pastores? 2. ¿Cómo nos podemos ayudar en nuestro equipo a vivir nuestra identidad de discípulos pastores? 3. ¿Qué actividades podemos compartir con los fieles de la comunidad para ser mejores discípulos y pastores? Textos para profundizar Juan 10 y Pastores Dabo Vobis 23


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DOMINGO XXVII Evangelio según san Lucas (17,5-10)

El poder de la fe En aquel tiempo, los apóstoles le pidieron al Señor: «Auméntanos la fe.» El Señor contestó: «Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera: “Arráncate de raíz y plántate en el mar.” Y os obedecería. Suponed que un criado vuestro trabaja como labrador o como pastor; cuando vuelve del campo, ¿quién de vosotros le dice: “En seguida, ven y ponte a la mesa”? ¿No le diréis: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: Cuando hayáis hecho todo lo mandado, decid: “Somos unos pobres siervos, hemos hecho lo que teníamos que hacer.”» Los textos de la liturgia de este domingo nos invitan a reflexionar sobre la fe, que es el fundamento de toda la vida cristiana.

La petición de los apóstoles El evangelio de este domingo comienza con una petición que los apóstoles le hacen a Jesús: «Auméntanos la fe». Ellos eran conscientes de la importancia y del valor de la fe en el ámbito de la existencia humana; se trata, por lo tanto, de una petición fundamental: ellos no piden bienes materiales ni privilegios; piden la gracia de la fe, que oriente e ilumine toda su vida; piden la gracia de reconocer a Dios y poder estar en relación íntima con él, recibiendo de él todos aquellos otros bienes necesarios para la vida humana.

En atención a esta petición, Jesús aprovecha la oportunidad para reforzar en ellos el valor de la fe mediante una imagen paradójica: Como una palanca mueve mucho más que su propio peso, así la fe, incluso una pizca de fe, es capaz de realizar cosas impensables, extraordinarias, como arrancar de raíz un gran árbol y trasplantarlo en el mar. Quien se fía de Dios, es decir, quien lo acoge, se deja transformar por Él y lo sigue sin reservas, hará posibles cosas humanamente imposibles, en cualquier momento y circunstancia. El impío, el que no cree en Dios, el que confía sólo en su propio poder, apoya su vida en una realidad sumamente frágil e inconsistente que terminará por doblegarlo más temprano que tarde; el justo, en cambio, que confía en Dios apoya su vida en una realidad oculta pero sólida y así, al confiar plenamente en Dios, se vuelve invencible.

Una fe que se torna servicio En la segunda parte del Evangelio Jesús señala que la fe conduce al servicio y pone el ejemplo del siervo que trabaja no sólo en el campo sino que además cuando regresa a casa, se pone al servicio de su patrón. El creyente no sólo es aquel que confía plenamente en Dios, sino también aquel que se pone a su total disposición. El creyente es aquel que acepta y hace siempre la voluntad de Dios, cada día, en cada momento de su vida, con la conciencia de que, en realidad, no hacemos nunca lo suficiente por Dios. Por eso debemos reconocer, como nos sugiere Jesús que «Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer» (Lc 17, 10).


En las catequesis anteriores hemos abordado los temas de la revelación de Dios, Él que se manifiesta a los hombres de una manera paulatina, pedagógica; de ello encontramos un testimonio fehaciente en la Sagrada Escritura y la Tradición. A partir de esta edición comenzamos una serie de catequesis sobre la respuesta del hombre a Dios que se revela, respuesta que se da por medio de la fe. “Por la fe, el hombre somete completamente su inteligencia y su voluntad a Dios. Con todo su ser, el hombre da su asentimiento a Dios que revela” (CEC 143)

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CATEQUESIS 1

Vemos la promesa de Dios a Abraham. Promesa que empieza con una orden: vete de tu tierra y de tu parentela. Evidentemente si Abraham se hubiera quedado en casa, nada hubiera sucedido. La fe de Abraham le justifica. Él cree en Dios, cree a Dios y cree lo que Dios le dice. María, por la eterna voluntad del Altísimo se ha encontrado, puede decirse, en el centro mismo de aquellos ‘inescrutables caminos’ y de los ‘insondables designios’ de Dios, se conforma a ellos en la penumbra de la fe, aceptando plenamente y con corazón abierto todo lo que está dispuesto en el designio divino”. (R.M. n.14).

Obedecer en la fe es someterse libremente a la palabra escuchada, porque su verdad está garantizada por Dios, la Verdad misma. Si la voluntad de Dios se expresa con la vocación o llamada, por parte del hombre la vocación se traduce en obediencia.

Preguntas para el diálogo

Obediencia equivale aquí a fe. La obediencia es la manifestación y el ejercicio de la fe. Fe y obediencia se relacionan mutuamente, se reflejan la una en la otra, según el pensamiento de Santiago, que escribe: “Así también si la fe no tiene obras, está realmente muerta” (St 2,17).

3. ¿Existen, en la actualidad, personas que nos den testimonio de su obediencia en la fe? Comentar algunos ejemplos.

Catecismo de la Iglesia Católica 142 – 149

“Creer quiere decir ‘abandonarse’ en la verdad misma de la palabra de Dios viviente, sabiendo y reconociendo humildemente ‘cuán insondables son sus designios e inescrutables sus caminos’ (Rm. 11,33).

http://es.catholic.net/ sectasapologeticayconversos/574/1450/ articulo.php?id=7931

Carta Encíclica “REDEMPTORIS MATER” No. 12 -19

1. ¿Cómo obedecemos a Dios? 2. ¿Qué otros personajes, fuera de Abraham y María, encontramos en la Sagrada Escritura que nos den prueba de obediencia en la fe?

Textos para profundizar


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DOMINGO XXVIII

leprosos, pero con su retorno a Jesús y su proclamación de fe, alcanza la salvación. De este modo, el texto nos ayuda a comprender que la salvación es mucho más que la salud; porque en efecto, es una vida nueva, plena, definitiva.

Una fe que cura y salva

Evangelio según san Lucas (17,11-19) Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.» Al verlos, les dijo: «ld a presentaros a los sacerdotes.» Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Éste era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?» Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»

En este domingo 28º del tiempo ordinario, el Evangelio de san Lucas nos lleva al episodio de la curación de los diez leprosos, de los cuales uno solo, un samaritano, vuelve atrás para dar gracias a Jesús, y el Señor le dice: “Levántate, vete: tu fe te ha salvado”

Una doble sanación: salud y salvación Esta página evangélica nos presenta dos tipos de curación: uno, más superficial, concierne al cuerpo; el otro, más profundo, afecta lo más íntimo de la persona, aquello que la Biblia llama el “corazón”, y desde allí se irradia a toda la existencia. El texto muestra que la curación completa y radical es la “salvación”. Con la sanación del cuerpo recupera la salud, como los otros

Como en otras circunstancias, también aquí Jesús aclara que es la fe la que cura y la que salva: “Tu fe te ha salvado”. Es la fe la que salva al hombre, restableciendo su relación profunda con Dios, consigo mismo y con los demás; es la fe que cura toda clase de enfermedades, es la fe la incorpora de nuevo al seno de la comunidad, teniendo presente que todos aquellos que sufrían de lepra en aquel tiempo eran expulsados de sus hogares y de la ciudad.

Una fe que hace posible la gratitud La fe se manifiesta en el agradecimiento. Quien sabe agradecer, como el samaritano curado, demuestra que no considera todo como un derecho adquirido, sino como un don que, incluso cuando llega a través de los hombres o de la naturaleza, proviene en definitiva de Dios. Así pues, la fe requiere que el hombre se abra a la gracia del Señor; que reconozca que todo es don, que todo es gracia. El cristiano debe ser alguien, por lo tanto, que está siempre en permanente actitud de agradecimiento.


L a Iglesia no cesa d e confesar su fe en un solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Profundicemos un poco, a la luz del catecismo y del concilio, en la manifestación de Dios en tres personas distintas.

Creer en Dios Padre Dios Padre, en su designio amoroso, se ha dado a conocer por medio de una serie de palabras y acontecimientos de salvación que han conducido a reconocerle como un Padre de bondad y misericordia que quiere la salvación y redención de todo el género humano (cfr. 1Tm 2,4).

Creer en Jesucristo, el Hijo de Dios Cristo, Hijo de Dios, Palabra encarnada, es la autorrevelación personal de Dios a los hombres y, con su presencia y sus palabras, da testimonio de la Verdad a la humanidad; es testimonio fehaciente y actuante de la misericordia del Padre e impulsado por el Espíritu, hace que ese testimonio sea creíble. Cristo, entonces, habla como testigo acreditado, porque es la Palabra de Dios (Jn 1,1-2) y el Hijo del Padre (Jn 1,18); sólo Él conoce al Padre, porque viene de Él (Jn 6, 46); conoce al Padre (Jn 7,29) como el Padre le conoce (Jn 10,15), porque está en el Padre y

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CATEQUESIS 2

el Padre en Él (Jn 10,30; 17,21.23); Él es, en persona, la Luz (Jn 1,8) y la Verdad (Jn 14,6); es el Camino que conduce al mismo Padre (cf. Jn 14,6). Por ello puede dar Testimonio de Él y de la misión de salvación que de Él mismo ha recibido.

Creer en el Espíritu Santo Nosotros creemos en el Espíritu Santo porque es Dios. Es el mismo Espíritu quien nos revela al Hijo en el momento del Bautismo en el río Jordán (cfr. Mt 3,13-17); es el Espíritu quien acompaña la predicación y anuncio del Reino por parte de Jesús. Es él mismo que acompaña a los Apóstoles, en medio del temor y el miedo, después de la crucifixión y muerte, hasta manifestarse plenamente en Pentecostés. Éste Espíritu guía, acompaña e ilumina la Iglesia en todos los tiempos.

Preguntas para el diálogo 1. ¿Cómo descubrimos la acción de Dios como Padre a lo largo de la historia del mundo? 2. ¿A través de qué palabras o signos concretos nos manifiesta Jesús al Padre? 3. ¿Cómo experimentamos la acción del Espíritu en nuestras vidas?

Textos para profundizar •

Catecismo de la Iglesia Católica No. 150-152

Concilio Vaticano II “Lumen Gentium” No. 2-4

http://mercaba.org/FICHAS/Religion/ introduccion_cristianismo_08.htm


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DOMINGO XXIX

Evangelio según san Lucas (18,1-8) En aquel tiempo, Jesús, para explicar a sus discípulos cómo tenían que orar siempre sin desanimarse, les propuso esta parábola: «Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres. En la misma ciudad había una viuda que solía ir a decirle: “Hazme justicia frente a mi adversario.” Por algún tiempo se negó, pero después se dijo: “Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está fastidiando, le haré justicia, no vaya a acabar pegándome en la cara.”» Y el Señor añadió: «Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?»

La liturgia de este domingo nos recuerda la necesidad de orar siempre, sin cansarse.

El cansancio en la oración A veces nos cansamos de orar, tenemos la impresión de que la oración no es tan

útil para la vida, que es poco eficaz. Por ello, tenemos la tentación de dedicarnos a la actividad, a emplear todos los medios humanos para alcanzar nuestros objetivos, y no recurrimos a Dios. Jesús, en cambio, afirma que hay que orar siempre y sin desfallecer, sin dejarnos arrastrar por la rutina o el cansancio, por la aridez o las noches oscuras de la fe.

Dios escucha siempre nuestras oraciones En esta paràbalo, Jesús manifiesta que Dios siempre escucha nuestras oraciones. Si un juez injusto al final se deja convencer por el ruego de una viuda, mucho más Dios, que es bueno, escuchará a quien le ruega. En efecto, Dios es la generosidad en persona, es misericordioso y, por consiguiente, siempre está dispuesto a escuchar las oraciones de sus hijos.

La oración expresión de fe Al final de este pasaje evangélico Jesús manifiesta una

inquietud: «Pero cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe sobre la tierra?». No cabe duda que la fe se puede acabar. Y si la fe se acaba, se acaba también la oración. Cuando una persona pierde la fe, pierde también la posibilidad de orar, la posibilidad de comunicarse con Dios. Por eso esta pregunta de Jesús se convierte a la vez en una invitación a trabajar para que haya un verdadero crecimiento de la fe en el mundo. Y así, conforme crezca la fe, crecerá también el espíritu de oración.

La oración alimento de la fe La fe reclama la oración para crecer. A través de la oración, es decir, del diálogo íntimo y frecuente con Dios, la fe crece y da frutos. Nadie puede profesarse creyente, si no ora, si no busca a Dios a través de la oración litúrgica o personal. Una fe que no se alimenta de la oración, se acaba, se muere. Los grandes hombres de fe, han sido y son grandes hombres de oración. Hombres en permanente diálogo con Dios.


La fe es una gracia La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por él, “Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad”

La fe es un acto humano En la fe la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: “Creer es un acto del entendimiento que dice sí a la verdad divina por la fuerza de una voluntad movida por Dios mediante la gracia”.

La fe y la inteligencia El motivo de creer no radica en el hecho de que las verdades reveladas aparezcan como verdaderas a la luz de nuestra razón natural. Creemos “a causa de la autoridad de Dios mismo que revela y que no puede engañarse ni engañarnos”. Ciertamente las verdades reveladas pueden parecer oscuras a la razón y a la experiencia humana, pero “la certeza que da la luz divina es mayor que la que da la luz de la razón natural”.

La libertad de la fe “El hombre, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe estar

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CATEQUESIS 3

obligado contra su voluntad a abrazar la fe. En efecto, el acto de fe es voluntario por su propia naturaleza” (DH 10).

La perseverancia en la fe Para vivir, crecer y perseverar hasta el fin en la fe debemos alimentarla con la Palabra de Dios; debemos pedir al Señor que la aumente (cfr. Mc 9,24); debe “actuar por la caridad” (Ga 5,6), ser sostenida por la esperanza (cfr. Rm 15,13) y estar enraizada en la fe de la Iglesia.

La fe, comienzo de la vida eterna La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí en la tierra. Entonces veremos a Dios “cara a cara” (1 Cor 13,12), “tal cual es” (1 Jn 3,2). La fe es pues ya el comienzo de la vida eterna.

Preguntas para el diálogo 1. ¿Podemos asumir la fe sin la razón? 2. ¿La razón sin la fe es posible? 3. ¿Qué otras características pueden acompañar la fe?

Textos para profundizar • •

Catecismo de la Iglesia Católica No. 153-165 http://mercaba.org/TEOLOGIA/TESIS/ tesis_03.htm


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DOMINGO XXX Evangelio según san Lucas (18,9-14) En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los demás, dijo Jesús esta parábola: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.” El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho, diciendo: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.” Os digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

La actitud del fariseo El fariseo representa a quienes piensan que están en orden con Dios y con los hombres y miran con desprecio al prójimo. Son aquellos que se sienten buenos o justos porque observan los preceptos de la ley de Dios y acuden con frecuencia al templo. Son los que en la oración le recuerdan a Dios sus buenas obras, como reclamando algún mérito o quienes se acercan al sacramento de la confesión para manifestarle al sacerdote que no tienen ningún pecado. Estos, como lo reconoce Jesús al final del Evangelio, regresan a su casa como habían salido de ella: manteniendo su justicia, pero perdiendo la de Dios.

La actitud del publicano El publicano es la persona que reconoce que ha pecado y acude humildemente a Dios para pedirle perdón; se siente incluso indigno de

entrar al templo. El publicano es aquel que sabe que no se salva por méritos propios, sino por la misericordia de Dios. Su oración sincera y humilde atraviesa las nubes (como dice la primera lectura de este domingo) y llega hasta Dios.

Un poco de fariseos y publicanos Pocos, tal vez nadie, son totalmente fariseos o totalmente publicanos, esto es, justos en todo o pecadores en todo. La mayoría tenemos un poco del uno y un poco del otro. Lo peor sería comportarnos como el publicano en la vida y como el fariseo en el templo. Los publicanos eran pecadores, hombres sin escrúpulos que ponían dinero y negocios por encima de todo; los fariseos, al contrario, eran, en la vida práctica, muy austeros y observantes de la Ley. Nos parecemos, por lo tanto, al publicano en la vida y al fariseo en el templo si, como el publicano, somos pecadores y, como el fariseo, nos creemos justos. Si tenemos que resignarnos a ser un poco el uno y el otro, entonces que al menos sea al revés: ¡fariseos en la vida y publicanos en el templo! Como el fariseo, intentemos no ser en la vida ladrones e injustos, procuremos observar los mandamientos y pagar las tasas; como el publicano, reconozcamos, cuando estamos en presencia de Dios, que lo poco que hemos hecho es todo don suyo, e imploremos, para nosotros y para todos, su misericordia.


Acaba de pasar el FORO POR LA PAZ dedicado a la realidad agraria y que coincidencialmente tuvo lugar en el ambiente del paro nacional agrícola. En el foro se nos informó que la población agraria del Oriente antioqueño es del 49% y que toda ella tiene en gran medida sus necesidades básicas insatisfechas; pero muy particularmente los campesinos de las zonas Bosques y Páramo. Más del 30% de nuestra población campesina vive en la miseria. Así mismo se nos mostró que poseemos una enorme oferta ambiental y de alimentos que no encuentra la demanda que requiere en Medellín a donde llegan productos agrícolas de otros departamentos. También se informó que el 60% de nuestra población campesina sólo posee el 2.13% de la tierra; y cerca del 50% de ella fue desplazada por las violencia, o sigue siéndolo por la miseria del campo. Pero quizá es peor el hecho de que un número altísimo de familias campesinas no poseen títulos debidamente legalizados de sus tierras. Frente a esta realidad consideramos fundamental, para el logro del desarrollo humano integral de nuestros campesinos:

El acompañamiento de la Iglesia para que dejen de ser víctimas y sujetos de explotación a sujetos activos del desarrollo.

El acompañamiento para que los desplazados logren la restitución de sus tierras.

Formar a nuestros campesinos para evitar el despojo de sus tierras por la locomotora minera, ya que empresas extranjeras quieren comprarle al campesino (aparentemente el subsuelo) y dejarlo finalmente sin tierra.

La democratización del campo que conduzca a redefinir la frontera agrícola, los sectores productivos y se evite la extensión del latifundio, sobre todo con fines de urbanismo.

Fortalecer los medios de asociación, las cooperativas de producción y comercialización y la competencia leal para hacer frente a los TLC y el contrabando.

Sustentabilidad económica que permita un futuro próspero, lo cual implica un nuevo modelo de desarrollo agrario. Políticas de subsidios y crédito, de comercialización, que hagan rentable la actividad agrícola. Políticas de infraestructura que conecten el campo y lo urbano. Políticas educativas que garanticen la tecnificación del campo. Políticas de equidad de género.

Empoderamiento de la población campesina, por medio de políticas que garanticen su real participación, de modo que estén presentes en la toma de decisiones que atañen al campo.

Desmilitarización del campo (no supresión de la protección exigida al Estado).

Un proceso de reconciliación, perdón y sanación que conduzca a asumir el pasado sin resentimientos y a construir el presente y futuro compartido por todos los que habitamos esta región.

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NUESTRA REALIDAD


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CONTROVERSIAS RELIGIOSAS

Providencia deDios o Determinación

Hombre?

del

Ayuda de Dios o Suerte? Optimismo o Resignación?

Estado de la cuestión

La gente vive ansiosa por conocer el futuro.

La adivinación y la magia están muy instaladas entre los creyentes católicos.

Muchos cuestionan providencia de Dios.

la

En dónde estaba cuando ocurrió catástrofe?

Será que yo le importo a Dios?

Por qué un malo dura tanto y un justo, tan poco?

Muchos creen que Dios nada tiene que ver con el mundo: tánta guerra, tánta pobreza, tánta injusticia!

Dios esa

• • • • •

Estamos determinados al bien o al mal (maniquísmo).

Los latinos llamaban al destino FATUM.De ahí vienen las palabras fatal y fatalidad.

Los griegos decían: “si quieres que los dioses sonrían, cuéntales tus planes”.

“Hasta un vaso de agua, dado por amor a Jesucristo, no se quedará sin recompensa” (Mc.9, 41).

“Venid a mí los que estais cansados y agobiados que YO os aliviaré” (Mt. 11, 2830).

El justo alcanza lo que pide y al impío le sucede lo que teme (Sabiduría).

Cada día trae su afán (Eclesiastés).

Doctrina católica •

Dichos •

El hombre propone y Dios dispone. “Es la voluntad de Dios”. “Se murió porque estaba planillado”. “Era tan malo, que ¡mire cómo acabó! “Dios no castiga ni con rejo ni con palo”. “Los malos tienen mucha suerte; a los buenos siempre les va mal”.

Mirad las aves del campo, que no aran y sin embargo vuestro Padre celestial las alimenta (Lc. 12, 24).. Mirad las flores del campo, que ni tejen ni hilan y ni siquiera Salomón llegó a vestirse como una de ellas (Lc. 12, 27). Buscad primero el reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura (Mt. 6,33). El mundo, la vida, la muerte, el presente y el futuro, todo es vuestro, y vosotros sois de Cristo, y Cristo es de Dios” (1 Co. 3, 22-23).

Cuestiones pastorales •

Orar al Señor para que aumente la fe y para que el reino de Dios, que es justicia, santidad y verdad, venga a nosotros.

Rogad los unos por los otros para que la fe no desfallezca.

Estudiar, conocer y practicar la fe cristiana para que los demás, por medio del amor, puedan creer.

El mal siempre será un misterio para todos los hombres.


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CAMBIO DE ACTITUD

El cristiano es alguien que tiene un conocimiento, ojala profundo, de Dios. Sin este conocimiento no es posible ser cristiano. Y tres son los caminos que hay que recorrer simultáneamente para conocer a Jesús, para conocer a Dios: el de la mente, el del corazón y el de la acción. Conocer a Jesús con la mente No cabe duda que el catecismo enseña muchas cosas acerca de Dios, y por eso es necesario estudiarlo y aprenderlo. El catecismo nos permite conocer el misterio de Dios, la historia de la salvación y los fundamentos de la vida cristiana. El cristiano debe tener una sólida formación doctrinal acerca de lo que cree y por qué lo cree. Mucho más cuando existen tantas opiniones y conjeturas acerca de Dios y de la fe. ¿Qué tanto leemos y estudiamos el catecismo de la Iglesia? Conocer a Jesús con el corazón Sí, se debe conocer a Jesús en el Catecismo. Pero no es suficiente conocerlo con la mente, es un paso. A Jesús hay que conocerlo también en el diálogo con Él, hablando con Él, en la liturgia y la

oración, de rodillas. Si no rezas, si no hablas con Jesús, no lo conoces. Sabes cosas de Jesús, pero hace falta el conocimiento que te da el corazón en la oración. Conocer a Jesús con la acción El tercer camino para conocer a Jesús es seguirlo. Ir con Él, caminar con Él. ¡No se puede conocer a Jesús en primera clase! A Jesús se lo conoce en la cotidianidad de todos los días. No se puede conocer a Jesús sólo en la tranquilidad de un salón parroquial o en el silencio de una capilla. Hay que salir con Él. Y esto genera muchos problemas, porque significa ir por sus caminos. No se puede conocer a Jesús sin caminar con Él, sin arriesgar la vida por Él. Así, podemos concluir que cuando mucha gente se pregunta ‘¿Quién es Jesús?’, la Sagrada Escritura nos responde: ‘¿Quieres conocerlo? Lee lo que la Iglesia dice de Él, habla con Él en la oración y camina con Él por sus caminos. Así lo conocerás. El esquema corresponde a la homilía del Papa Francisco el 26 de septiembre de 2013


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VIDA FAMILIAR

La familia es el lugar donde nacemos, nos formamos y crecemos. Los elementos que brinde la familia a sus miembros, son determinantes para que cada persona logre asumir la vida, además influye en los diferentes recursos con los cuales contará para enfrentarse al mundo, para relacionarse con los demás y para construir una representación de sí mismo, de ahí la importancia de tener claro qué persona estamos formando para entregar a la Iglesia y a la sociedad. A lo largo de la historia e incluso en la actualidad, la familia ha desempeñado un papel fundamental en la educación de sus hijos, en la humanización y en la socialización de cada persona, por eso tiene tan importante misión de formar a los hijos integralmente, y ello involucra formarlos en la fe, guiarlos para el encuentro con Dios, fortalecerlos en la oración, enseñarles la riqueza de

celebrar los sacramentos y de participar en la vida de la Iglesia; es importante resaltar y tener claridad que estos principios se refuerzan con aspectos como: El ejemplo, el testimonio de vida, el compromiso y la perseverancia. Por consiguiente, el hogar es una fuente viva de fe, donde se enseña a creer en un Dios verdadero, cercano y misericordioso, que nos ama y al que estamos llamados a amar, a anunciar y a comprender su misterio. Los padres deben asumir la responsabilidad de guiar a sus hijos, de transformar la sociedad formando personas que conozcan a Dios, que den testimonio de su Palabra, que hagan vida el Evangelio, que lleven el Reino a aquellos que lo desconocen. Transmitir la fe, es transmitir esperanza, riqueza espiritual que fortalece la persona y sana

las heridas más profundas. La familia tiene la misión de llevar una vida de acuerdo a Cristo, con coherencia, actitud optimista y alegre ante las diferentes circunstancias que se nos presentan; mostrar con nuestro testimonio que cuando estamos en sus caminos la vida se torna especial, encontrando un significado profundo a los diferentes acontecimientos que exalta a la persona y da sentido a la existencia.

Reflexión 1. ¿Cómo estamos viviendo la fe en nuestra familia? 2. ¿Qué buscan los padres con llevar a los hijos para que reciban los sacramentos? 3. ¿Qué les decimos a los niños y adolescentes sobre Dios? 4. ¿Cómo podemos fortalecer la fe en la vida familiar? 5. Realizar un compromiso en familia


¿Qué es la oración? Santa Teresa del Niño Jesús, define la oración con estas palabras: la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de reconocimiento y de amor, tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría. Un campesino decía: No sé cómo alguien puede rezar un Padrenuestro en menos de diez minutos. Y como lo dijo con tal naturalidad e ingenuidad, le preguntaron: - ¿Diez minutos le cuesta a usted rezar un Padrenuestro? En ese tiempo se puede rezar casi un Rosario. Sí, -dijo-, es lo que hace mi mujer. Es muy devota, y reza mucho. Pero yo prefiero rezar menos y estar con mis ojos y mi corazón clavados en Dios.

¿Para qué sirve la oración? Para adecuar nuestra vida a la voluntad de Dios: hágase tu

voluntad. Para agradecer a Dios todas las riquezas espirituales y materiales con las que diariamente nos enriquece, para confiarle nuestras inquietudes y preocupaciones, nuestras necesidades y problemas, nuestros sueños y aspiraciones.

¿Cuándo debemos orar? San Pablo nos recuerda que debemos orar sin cesar. Esto no significa pasar el día entero de rodillas, sino tener una actitud de oración en todo lo que hacemos. Es hacer de Dios nuestro compañero diario de trabajo, de estudio, de ocio. En todo momento debemos estar mentalmente conversando con el Señor, sobre lo que hacemos, lo que decimos, lo que vamos a decidir, etc. También dando gracias por las cosas que nos suceden a cada momento.

¿Dónde podemos orar? La sagrada Escritura nos dice que podemos orar en todo

lugar (1Timoteo 2, 8), también en nuestra alcoba (Mateo 6, 6), pero de manera muy particular en el templo. Jesús, al igual que los apóstoles, frecuentaba el templo para orar.

¿Cómo debemos orar? Más que una postura física (de pie, de rodillas, sentado o postrado), lo que cuenta es la actitud del corazón: humildad, recogimiento, silencio interior, disponibilidad de tiempo, etc. Por otra parte, depende también de la ocasión, del momento y del lugar.

Preguntas para meditar 1. ¿Cómo es personal?

mi

oración

2. ¿Con cuánta frecuencia oro y dónde lo hago comúnmente? 3. ¿Cuáles son las principales dificultades que tengo en la oración?


El anuncio del Evangelio es parte del ser discípulos de Cristo y es un compromiso constante que anima toda la vida de la Iglesia. «El impulso misionero es una señal clara de la madurez de una comunidad eclesial». Toda comunidad es “adulta”, cuando profesa la fe, la celebra con alegría en la liturgia, vive la caridad y proclama la Palabra de Dios sin descanso, saliendo del propio ambiente para llevarla también a la “periferia”, especialmente a aquellas que aún no han tenido la oportunidad de conocer a Cristo. La fuerza de nuestra fe, a nivel personal y comunitario, también se mide por la capacidad de comunicarla a los demás, de difundirla, de vivirla en la caridad, de dar testimonio a las personas que encontramos y que comparten con nosotros el camino de la vida. MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LAS MISIONES 2013


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