Evangelizar 021 - Abril de 2015

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Revista de Ayudas Pastorales

Diócesis de Sonsón-Rionegro

En verdad, Tú, Jesús, nos protegiste con tus sangrientas manos divinas; envolviendo en tus alas nuestras almas, la verdadera Pascua Tú sellaste.

Abril de 2015 | N°21


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A LOS SACERDOTES Pbro. Omar Osvaldo Moreno EL SACERDOTE Y EL MISTERIO DE LA CRUZ

LITURGIA DEL DOMINGO Pbro. Javier Arturo Marín Carvajal DOMINGO DE PASCUA II DOMINGO DE PASCUA III DOMINGO DE PASCUA IV DOMINGO DE PASCUA

FORMACIÓN DOCTRINAL Pbro. Luis Javier Otálvaro Álvarez JESÚS Y LA LEY JESÚS Y EL TEMPLO JESÚS Y LAS AUTORIDADES JUDÍAS

CONTROVERSIAS RELIGIOSAS Pbro. Oscar Charlarca ¿SERÁ CONVENIENTE QUE LA IGLESIA CATÓLICA NO INSISTA TANTO EN EL ASPECTO CANÓNICO DEL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO?

CAMBIO DE ACTITUD

Asesor General Mons. Fidel León Cadavid Marín Director P. John Jairo Olaya Ballesteros. Diagramación Silvia Giraldo Consejo editorial Delegados de Pastoral

Pbro. John Jairo Olaya ¡A EVALUAR!

Coordinador general Vicaría de Pastoral

NUESTRA REALIDAD

Impresión Periódico El Mundo

Mons. Gilberto Muñoz Ospina. PERDÓN, PENA Y SANCIÓN

Pbro. Nelson Patiño Villa SINODO EXTRAORDINARIO DE LA FAMILIA “LA VOCACIÓN Y MISIÓN DE LA FAMILIA EN LA IGLESIA Y EN EL MUNDO CONTEMPORÁNEO”

Dirección Diócesis de Sonsón-Rionegro Curia Episcopal Calle 51 No 47-31 Tel: 531 5252 www.diosonrio.org.co

ESPACIOS PARA CRECER

Fotografía Diócesis de Sonsón-Rionegro

VIDA FAMILIAR

Pbro. Jorge Iván Martínez López 3ra PARTE DE LA CELEBRACIÓN: LITURGIA DE LA EUCARISTÍA

Sugerencias vipastoral@diosonrio.org.co


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A los sacerdotes

“El Sacrificio de Cristo y el Sacrificio de la Eucaristía son un único Sacrificio”. Notemos la riqueza doctrinal de la afirmación tan concisa de Santo Tomas de Aquino: “El Sacramento de la Eucaristía es un memorial de la pasión, en la cual Cristo es sacerdote y Víctima”. (Chrètien M. Espiritualidad del Padre Eugenio Prèvost). La Iglesia por su lado afirma: “la Eucaristía es el memorial de la pascua de Cristo, la actualización y la ofrenda sacramental de su único sacrificio, en la liturgia de la Iglesia que es su Cuerpo”(cfr. CIC Nº 1362) Durante los días de la semana Santa, hemos seguido un itinerario hacia la Santidad y la Perfección, estos días nos han llevado a recorrer con Jesús el camino de la cruz, hemos encontrado en Él consuelo, hemos experimentado la tristeza al reconocer que en algunos momentos nos habíamos alejado del amor de Dios. Luego, al vivenciar la Pascua, nos encontramos nuevamente delante de Jesús resucitado para profundizar sobre nuestro ser de discípulos y sobre el misterio de la cruz.

Cada uno de nosotros llevamos una cruz. Quizás algunos consideren que llevan una cruz más pesada que sus hermanos, pero, no es así. Dios no pone sobre nuestros hombros cruces que no somos capaces de soportar. Más bien deberíamos aceptar que Jesús hace más suave y ligera nuestra carga, si nos abandonamos en sus manos y si ponemos nuestro dolor y nuestros sufrimientos en su corazón. El discípulo se acrisola en el dolor y en el misterio de la cruz, descubre en ésta un camino, un paso hacia la Pascua. No siente que la cruz es una carga, sino que es un medio. No se queja de sus problemas en el desarrollo de su Ministerio, ni reniega de ser Sacerdote sino que, con la gracia de Dios, enfrenta sus problemas y dificultades y los supera. Se prepara para morir en la cruz, ya que es en ella en donde crucifica sus vicios y sus limitaciones, resucitando con Cristo a una vida nueva. El discípulo no rehúye al dolor, al sacrificio, al sufrimiento, porque siente que todo lo puede en Aquel que lo conforta y que le da la vida.


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DOMINGO DE PASCUA Liturgia de la Palabra: Hechos de los Apóstoles 10, 34a.37-43; Salmo 117; Colosenses Evangelio según San Juan (20, 1-9) “El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: —«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos”. Palabra del Señor

Pautas de reflexión ¡Resucitó! Este es el grito que la Iglesia desde hace más de dos mil años proclama por todos los rincones de la tierra. Es el grito de esperanza, de vida, de futuro, de eternidad. Partió de Cristo. Cristo resucitado se hizo ver de los suyos y, desde los suyos, hasta hoy. Una cosa sabemos con certeza absoluta: que nuestro Dios no está en el sepulcro; que si pasó por nuestra vida y nuestro mundo fue para gritarnos, un mensaje de victoria, de vida, de resurrección. Y es éste el mensaje que los discípulos suyos estamos comprometidos a gritar,

a llevar con nuestras vidas a los demás. Llevar, porque Cristo ha resucitado, un mensaje de paz, de perdón, de misericordia, de salvación. El grito de la resurrección es un grito a la vida. La resurrección de Jesús nos descubre que Dios es alguien que pone vida donde los seres humanos ponemos muerte; alguien que genera vida donde los seres humanos la destruimos. Hoy la humanidad, amenazada por tantos peligros, que ella misma ha desencadenado, necesita de discípulos que creyendo en la resurrección se comprometan

incondicionalmente y de manera radical en la defensa de la vida. Esta lucha por la vida debemos iniciarla en nuestro propio corazón, campo de batalla en el que se disputan la primacía el amor a la vida y el amor a la muerte. La pasión por la vida, propia del que cree en la resurrección, debe impulsarnos a hacernos presentes allí donde “se produce muerte”, para luchar con todas las fuerzas frente a cualquier ataque a la vida. Sólo quien así vive se atreverá a proclamar que vio y creyó, que ve y cree.


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Para entender la actitud de Jesús frente a la norma tenemos que ver un momento el sentido y espíritu de la ley judía. La ley de Moisés reflejaba el sentir de Dios y expresaba sus designios divinos. Por eso se inspiraba en la obediencia a Yahvé. Y esa actitud de obediencia sumisa era para el pueblo fuente de luz y bienestar. Pero resulta que ya desde el comienzo se registraron dos graves desviaciones de este espíritu: • 1ª. Con relación al concepto de Dios: esa obediencia se debía, para los judíos, a un Dios - terror, a un Dios siempre amenazante, extremadamente justiciero. • 2ª. El desmesurado culto a la norma, que llevó a la pura aceptación externa de las normas legales, sin encuentro interior con Dios. Jesús, en la ley, introduce 3 cambios fundamentales: 1. La personaliza. Se pone Él en lugar de la ley. El cumplimiento de la ley es Cristo, dice San Pablo en la carta a los Romanos (10,4). Cumplir la ley ya no será cumplir gestos, sino amarle, participar de su vida. Cristo es la ley del cristiano, como el amado es la ley

del amante. Cuando dos se amen, entre ellos no hay ley, el amor sustituye a toda ley. 2. Jesús relativiza la ley. Esta se vuelve esclavizadora cuando se la convierte en absoluto. Y Jesús somete la ley al “relativismo” del amor. La ley es confirmada o suspendida según sirva a la maduración o al encadenamiento del hombre. Para Jesús, la ley no es algo absoluto. Absoluto es solo Dios. 3. Jesús la radicaliza. Es necesario subrayar esto, porque hay quienes piensan que relativizar la ley es implantar el libertinaje. Pero esto solo sucede cuando, en lugar de la ley, se coloca el capricho. Sin embargo, cuando la ley es sustituida por la fe y la caridad, todo se hace más arduo, más radical. La fe va mucho más allá que la obediencia legal; la caridad es mucho más exigente que el simple cumplimiento. Porque la ley indica de dónde no se puede pasar, y el evangelio hasta dónde hay que llegar: hasta ser perfectos, hasta lo imposible. De este modo, Jesús ni recorta ni suaviza la ley, sino que la lleva hasta sus límites, hasta la locura, hasta la entrega total.

Preguntas para el diálogo 1. ¿Qué diferencia la ley antigua de la ley nueva? 2. ¿Jesús es crítico frente a la ley? ¿cómo? 3. ¿Cómo da plenitud Jesús a la ley?

Textos para profundizar • • •

Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) nº 577 – 582 http://www.mercaba.org/Rialp/L/ley_de_ cristo.htm http://www.mercaba.org/DicTM/TM_ley_ nueva.htm


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II DOMINGO DE PASCUA Liturgia de la Palabra: Hechos de los Apóstoles 4, 32-35; Salmo 117; 1 Juan 5, 1-6. Evangelio según San Juan (20, 19-31) “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: —«Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: —«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.»

perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: —«Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: —«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»

A los ocho días, estaban otra vez Y, dicho esto, exhaló su aliento dentro los discípulos y Tomás sobre ellos y les dijo: —«Recibid con ellos. Llego Jesús, estando el Espíritu Santo; a quienes les cerradas las puertas, se puso en perdonéis los pecados, les quedan medio y dijo: —«Paz a vosotros.»

Pautas de reflexión En cuántas oportunidades los que nos consideramos creyentes, vivimos como los discípulos del evangelio, “al anochecer”, “con las puertas cerradas”, “llenos de miedo”, “temerosos de las autoridades”. Estamos inmersos en la vieja creación; no hemos experimentado al resucitado. Nuestras comunidades están a veces replegadas, ocultas, sin dar testimonio; es como si no tuvieran alegría, perdón, y vida que transmitir. A pesar de ser este día “el primero de la semana”, el primero de la nueva creación, nosotros seguimos aferrados a lo viejo, a lo de antes. Necesitamos que el Señor se haga presente y poder reconocerlo en sus signos. Pero ¿cuáles son esos signos? ¿Cómo y cuándo se hacen presentes? Con el Evangelio de hoy podemos pensar en tres signos: la paz, el espíritu que da vida, el perdón. Y a partir de ellos pensar como creyentes, como resucitados en qué medida podemos ser hoy testigos del Señor vivo y resucitado y aportar al mundo y a la sociedad desde estos signos del resucitado.

Luego dijo a Tomás: —«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: —«¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: -«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”. Palabra del Señor


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Catequesis 2

Para Jesús el templo es la “casa de su padre” (Jn 2,16), la “casa de Dios” (Mt 12,4; Lc 6,4), una “casa de oración” (Mt 21,13; Mc 11,17; Lc 19,46) y Jerusalén es la “ciudad del gran Rey” (Mt 5,35). Acude a él durante su ministerio público. Lo vemos enseñar en el templo queriendo dar a sus enseñanzas una amplia publicidad y poniendo frente a su mensaje a los jefes del pueblo, a los sacerdotes y doctores de la ley (Mt 21,23; Mc 12,35; Lc 19,47; 21,37; Jn 2,14s; 5,14; 7,28; 8,220.59; 10,23; 18,20; Mt 26,55 y par.; Jn 18,19s). Jesús no enseñaba en secreto, sino en el lugar donde acuden todos los judíos. En sus parábolas y discursos da por supuesto, como lo más natural del mundo, que los hombres vayan al templo y allí ofrezcan sus sacrificios (Mt 5,23s; 23,16s). Lo vemos obrando curaciones en el templo (Mt 21,14) y proclamando

juicios y declaraciones de gran importancia, autoafirmaciones sobre su filiación y su poder (Jn 8,2s; 7,14s; 7,37; 8,12-20; 8,31.59; 10,22-42; 11,56). El primer texto de los evangelios que nos presenta a Jesús siendo consciente de su relación con el templo es Lc 2,41-50. El pasaje indica que Jesús ha permanecido en el templo para “estar en la casa del Padre” (2,49b). Los hechos y las afirmaciones precedentes evidencian que Jesús consideró el templo como un lugar santo y como lugar de la presencia de Dios. Y fue esa actitud de Jesús la que explica el hecho de que la comunidad cristiana primitiva acudiese en los primeros momentos de su existencia al templo para orar, a pesar de tener el convencimiento de que aquel templo material había sido superado por Jesús.

Jesús no rechaza el templo como lugar de encuentro con Dios (Lc 2,41-46), pero rechaza lo que se había hecho del templo. Por eso Jesús asume la misma actitud de los profetas, rechazando la hipocresía del culto oficial y los abusos que habían hecho del templo un negocio (Jn 2,13-16). Necesitamos tener un templo en el que reunirnos para celebrar nuestra fe y la presencia de Dios en medio de nosotros. Pero no podemos caer en el error de pensar que Dios solo está entre las cuatro paredes de nuestro templo. El encuentro con Dios no depende únicamente de un lugar, sino de que se haga en espíritu y en verdad (Jn 4,19-23). El mejor lugar para encontrarnos con Dios es en los hermanos, y el mejor culto que podemos darle es practicar la justicia y el amor al prójimo.

Preguntas para el diálogo

Textos para profundizar

1. ¿Qué es el templo? 2. ¿Qué actitud tuvo Jesús frente al templo? 3. ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente al templo?

• • •

Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) nº 583 - 586 h t t p : / / w w w. m e rc a b a .o rg / D J N / T / templo_jesus_frente_al.htm h t t p : / / w w w. m e rc a b a . o rg / D J N / I / instituciones.htm


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III DOMINGO DE PASCUA Liturgia de la Palabra: Hechos de los Apóstoles 3, 13-15. 17-19; Salmo 4; 1 Juan 2, 1-5. Evangelio según San Lucas (24, 35-48)

“En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: —«Paz a vosotros.» Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: —«¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían

atónitos, les dijo: —«¿Tenéis ahí algo que comer?» Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: —«Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.» Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: —«Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto”. Palabra del Señor

Pautas de reflexión La semana pasada éramos invitados a reconocer los signos del resucitado y a ser sus testigos en la práctica de dichos signos en el hoy concreto de la historia.

paso, día a día, cuando respetamos los derechos inviolables de cada hombre. La paz no es el fruto de palabras, de alianzas efímeras, ni de afiches, ni de la autoridad de los hombres, ni del imperio de los fusiles: Hoy de manera concreta somos es un regalo de Dios al hombre que invitados a recibir la paz del decide convertirse en su corazón al resucitado y a vivir de esa paz. bien y a la verdad. Cristo nos vuelve a decir hoy: la paz ¿Cómo se construye la paz? En sea con ustedes. Una palabra suave y nosotros mismos cuando somos fuerte a la vez, como las manos de un rectos, equitativos y honrados. amigo. La Iglesia nos invita en cada Cuando desarrollamos nuestros eucaristía a darnos el saludo de la talentos individuales y colaboramos paz, como un augurio de este don de en la promoción del hombre. Se Dios para cada uno de nosotros. construye en nuestra relación con Pero, ojo, “la paz no se encuentra, los demás, si vivimos en armonía se construye”. Se construye paso a dentro del hogar, si educamos a los

hijos en el ejemplo, les brindamos amor y alegría. Los motivamos a la justicia. Construimos la paz cuando luchamos para que todos vivan acorde a su dignidad de seres humanos, cuando valoramos sus esfuerzos y somos solidarios. Construimos la paz cuando comprendemos que hemos sido creados para vivir y trabajar en grupo, para formar comunidad. Así cada uno se convierte en arquitecto de la paz y nuestra mano tendida hacia el otro repite con Cristo: La paz sea contigo, la paz sea con nosotros.


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Si la Ley y el Templo de Jerusalén pudieron ser ocasión de “contradicción” (cf. Lc 2,34) entre Jesús y las autoridades religiosas de Israel, la razón está en que Jesús, para la redención de los pecados —obra divina por excelencia—, acepta ser verdadera piedra de escándalo para aquellas autoridades (cf. Lc 20,17-18; Sal 118,22). ¿Por qué no estaba de acuerdo del todo con las autoridades? En el tiempo de Jesús, tal como sucede ahora, ejercer un rol de autoridad religiosa o política, generalmente significaba prestigio, reconocimiento público, beneficios económicos, honor, etc. (con excepción de los recaudadores de impuestos, que eran despreciados y considerados pecadores públicos). Así pues, en sentido positivo, podemos decir que los escribas y fariseos eran respetados y apreciados

en medio del pueblo por ser estudiosos de la Ley de Moisés. Se les llamaba “maestros” (rabí) y eran los guardianes de las tradiciones de los antepasados. Por ese motivo se les concedía los mejores lugares en las asambleas, en las sinagogas y banquetes. De igual manera, las autoridades políticas, procuradores, tetrarcas y los jefes de las legiones romanas, también eran respetados, unos por el modo justo de ejercer su autoridad (cfr. Lc 7,1-10) y otros, por el poder de la fuerza que les concedía el imperio Romano (cfr. Lc 13,31). En los textos del evangelio, a menudo encontramos a Jesús en abierto desacuerdo con la autoridad, sobre todo contra los escribas y fariseos, pero también con los saduceos, los ancianos y los sumos sacerdotes. Los motivos eran varios, pero resaltan algunos particularmente, tales como la hipocresía religiosa, las riquezas y la búsqueda de honores en medio

Preguntas para el diálogo 1. ¿Cuáles son las autoridades religiosas de la época de Jesús? 2. ¿En qué se parecen esas autoridades a las de nuestra época? 3. ¿Jesús rechaza la autoridad?

de la comunidad. Vestían con anchas filacterias y largas orlas en el manto, buscaban los primeros lugares en los banquetes y en las sinagogas (Mt 23,5-6; Lc 11,43; 20,46; Mc 12,38-39). Por esa razón ordenó a sus discípulos estar muy atentos para no caer en las mismas actitudes (Mc 12,38; Mt 23,4; Lc 11,46; Lc 11,42; Mt 23,23). A los que tenían el poder político, Jesús les reprocha “gobernar como señores absolutos y oprimir al pueblo con su poder” (Mc 10,42; Mt 20,24-28; Lc 22,2427), y era también algo que sus discípulos debían tener muy en cuenta para no comportarse de la misma manera. Así pues, podemos afirmar que Jesús era un crítico de la autoridad, sobre todo ante los excesos de quien la ejercía; pero también era respetuoso de aquellos que sabían ejercerla con justicia, rectitud y honestidad.

Textos para profundizar • • •

Catecismo de la Iglesia Católica (CEC) nº 587 - 591 http://www.vidapastoral.com/index. php?option=com_k2&view=item&id=30 h t t p : / / w w w. m e r c a b a . o r g / F I C H A S / cmfapostolado/Cristologia/03TEMA3.htm


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IV DOMINGO DE PASCUA Liturgia de la Palabra: Hechos de los Apóstoles 4, 8-12; Salmo 117; 1 Juan 3, 1-2. Evangelio según San Juan (10, 11-18)

En aquel tiempo, dijo Jesús: —«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas. Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre.» Palabra del Señor

Pautas de reflexión Cuando el Papa Juan Pablo II iniciaba su ministerio de pastor de toda la Iglesia universal, dijo con voz firme y cálida a todos los jóvenes del mundo: “Ustedes son la esperanza de la humanidad. Ustedes son la esperanza de la Iglesia. Ustedes, son mi esperanza”. En este domingo todas las comunidades católicas del mundo están orando y pensando en sus sacerdotes: es la Jornada Mundial de las Vocaciones. Ser sacerdote es emplear la vida en el servicio a los demás, en relación con la fe y los sacramentos. Ser sacerdote no es una evasión, no es entregarse a un mito, a una utopía. Es ayudar al hombre a realizar su dimensión religiosa. Es vivir plenamente lo humano, iluminado por la luz de Cristo. Pensemos en tantos sacerdotes felices, su vida no es noticia, porque son modestos y callados y porque la paz no hace ruido ni golpea las agencias noticiosas. Sacerdotes entregados al estudio de la Palabra de

Dios, a la enseñanza de la fe, a la administración de los sacramentos, al servicio a los otros en especial a los más necesitados. Ser sacerdote hoy VALE LA PENA. Ojala este mensaje llegue hoy a muchos jóvenes, ojala muchos sientan hoy el llamado de servir a la Iglesia como ministros de los sacramentos y animadores de la fe. Pensemos en nuestros sacerdotes. A veces están muy solos porque los laicos no entendemos su ministerio. Creemos que la Iglesia depende solamente de ellos y no les ofrecemos nuestra colaboración. Sin embargo, ellos son sacerdotes para nosotros, y es cristiano demostrarles nuestro agradecimiento cariñoso. ¿Por qué no saludarlos hoy, aunque sea por teléfono? ¿Por qué no hacerles comprender, este domingo, que agradecemos su servicio y su ministerio? Ellos se han propuesto ser como el Buen Pastor. Ayudémoslos con nuestro afecto, nuestro respaldo y nuestra oración.


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El Evangelio nos enseña: “En aquel tiempo, acercándose Pedro a Jesús le preguntó: si mi hermano me ofende ¿Cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces? Jesús le contesta: no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete…” Nos agrega el Catecismo de la Iglesia Católica # 977 que “Nuestro Señor vinculó el perdón de los pecados a la fe y al bautismo…El bautismo es el primero y principal sacramento del perdón de los pecados porque nos une a Cristo muerto por nuestros pecados y resucitado para nuestra justificación (Cf. Romanos 4,25) a fin de que “vivamos también una vida nueva” (Rom. 6,4). Por tanto nosotros católicos y todos los que creemos en Cristo tenemos que afirmar sin temor a equivocarnos, que el PERDÓN es virtud sobrenatural y por ende camino de gracia. Frente a la situación de violencia (interpersonal, armada, corrupción, familiar, delincuencial, etc.), tenemos que enseñar que para que haya hombres nuevos y una sociedad nueva se requiere el PERDÓN y que este no es posible sin la FE. Por eso como Iglesia, en un país mayoritariamente cristiano, tenemos una tarea inmensa de cara al POST-CONFLICTO, que esperamos vendrá a partir de los acuerdos de paz: atraer a todos a la

fe, al amor del Señor, a la esperanza de una vida nueva. Nos enseña también el Catecismo en el # 982 “No hay ninguna falta por grave que sea que la Iglesia no pueda perdonar. No hay nadie, tan perverso y tan culpable, que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero. Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado (Mateo 18, 21-22)”. Y este numeral del Catecismo nos tiene que dejar en claro que así como Jesús perdonó a quien le negó (Pedro) a quien le vendió (Judas) a quienes le condenaron y llevaron a la muerte (autoridades judías) hasta el punto de disculparlos: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lucas 23,34) - ¿no sabían lo que hacían? - Nosotros como Iglesia tenemos que hacer presente a la sociedad colombiana lo dicho por el catecismo: no hay nadie tan PERVERSO Y TAN CULPABLE que no deba esperar con confianza su perdón siempre que su arrepentimiento sea sincero. Por tanto: qué reto pastoral se nos plantea: llevar a todos los violentos a la convicción de que perdónarrepentimiento-sanación interior, son requisitos esenciales para

la paz. Porque muchos dicen TE PERDONO pero siguen albergando en su corazón sentimientos malos contra el otro. Ahora: todo pecado tiene su PENA y toda pena su SANCIÓN: por eso al perdón se le sigue la PENITENCIA, recordemos que la PENA TEMPORAL MERECIDA POR EL PECADO, es el purgatorio. Por eso no podemos pretender que los violentos no paguen una PENA y no tengan una SANCIÓN. Pero nos tiene que quedar claro que la única manera de sanción por la pena merecida sea la CÁRCEL; menos cuando en Colombia la cárcel incrementa los males de los presos. Pueden existir sanciones de carácter social, ecológico, económico, etc. Por ejemplo: acaban de acordar en la Habana que gobierno y FARC van a realizar la tarea de DESMINADO a lo largo de todo el país, y que es una tarea que implica disponer de muchas personas, de muchos recursos, de la colaboración de todos. Por ende: ¿no podría ser ésta tarea una forma de sanción para los autores de violencia armada? ¿Por qué nos oponemos a que muchos de ellos formen parte de la policía rural? ¿Por qué no proponer que muchos otros se dediquen a tareas de reforestación, vías, etc.? Por tanto, necesitamos convicciones evangélicas para que la paz sea posible.


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¿Será conveniente que la Iglesia Católica no insista tanto en el aspecto Canónico del Sacramento del

Matrimonio?

Es muy común en Colombia que los católicos se casen por la Iglesia y luego tengan otra nueva unión civil, al margen de su fe. Son pocos los matrimonios católicos que obtienen la nulidad canónica.

Se ha perdido la conciencia de la unidad e indisolubilidad del matrimonio.

Muchos están aceptando, sin mayor preocupación, que las personas se casan, se divorcian y se ponen a vivir una nueva relación de pareja.

La figura paterna ha desaparecido casi completamente de la vida familiar. A muchas mujeres no les interesara sino quedar embarazadas, así no tengan sino una relación eventual con el hombre.

Corresponde al estado, a través • del Congreso, reglamentar los aspectos jurídicos del matrimonio, teniendo en • cuenta que hay nuevos conceptos sobre matrimonio y familia. • La Iglesia católica tiene todo el derecho a exponer su doctrina sobre el matrimonio sacramental y demarcar los límites y alcances de su proyecto de santidad. La Iglesia, en razón de la • separación de Iglesia y estado, no puede oponerse a que se reforme la constitución para abrir espacios legales a las comunidades LGTBI. • La Iglesia no puede, en principio, aprobar el matrimonio sacramental a parejas del mismo sexo, pero debe aceptar, que los homosexuales también son católicos y que no están fuera de la Iglesia.

Para los bautizados el único matrimonio válido es el Sacramental. Al casarse por la Iglesia, el estado reconoce los efectos civiles del matrimonio sacramental. Como el estado reconoce el valor jurídico del matrimonio sacramental y religioso, cuando las parejas no consiguen la “nulidad matrimonial”, se están convirtiendo en bígamos ante la ley civil y canónica. Ocurre que en Colombia, el estado no penaliza estas conductas y la Iglesia no se atreve a cuestionar a la rama judicial. Toca evangelizar y catequizar sobre la esencia del Sacramento: Todo es gracia, todo es presencia infalible de Dios en la vida matrimonial de los creyentes.


Abril | 13

Finaliza este año otra etapa de nuestro itinerario pastoral diocesano que, por su puesto, debemos evaluar. Se trata de una tarea que nos compromete a todos y que debemos hacer con responsabilidad.

Evaluar, ¿para qué? La tarea evangelizadora que el Espíritu Santo realiza a través de la Iglesia nos obliga a interpretar permanentemente los signos de los tiempos y a descubrir los caminos que el Dueño de la viña nos indica para responder acertadamente a los desafíos históricos que el hoy nos impone. Esta tarea nos exige detenernos por un momento para mirar desde la fe y con las herramientas humanas qué tenemos, cómo vamos. Para empezar, conviene considerar una definición de evaluación. Evaluar es una función que consiste en hacer una apreciación tan sistemática y objetiva como sea posible sobre un proyecto [por realizarse] en curso o acabado, un programa o un conjunto de líneas de acción, su concepción, su realización y sus resultados. Se trata de determinar la pertinencia de sus objetivos y su grado de realización, la eficiencia en cuanto a la acción social, la eficacia, el impacto y la viabilidad. Una evaluación debe proporcionar unas informaciones creíbles y útiles, que permitan integrar las enseñanzas sacadas en los mecanismos de elaboración de las decisiones.

De esta definición conviene destacar algunos elementos importantes: 1. Una evaluación es una apreciación, es un juicio valorativo de nuestro trabajo pastoral para descubrir la obra que Dios viene realizando y las cosas que debemos replantear para responder mejor a los desafíos de nuestro tiempo. 2. Una evaluación debe ser tan sistemática y objetiva como sea posible, no puede ser una sarta de invenciones para hacer creer que todo está bien, cuando realmente no es así. 3. Una evaluación debe determinar la eficacia, el impacto y la viabilidad de nuestra laborar evangelizadora en nuestras comunidades. 4. Una evaluación proporciona información útil para la toma de decisiones en orden a una nueva evangelización. En el cumplimiento de nuestra misión evangelizadora una evaluación es, por tanto, un proceso que debemos asumir responsablemente, se trata de dar cuenta de nuestra administración.


14 | Evangelizar

“La vocación y misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo” En este mes, abordaremos los números 7y 8 de los lineamenta del sínodo de los obispos. 7. Existen contextos culturales y religiosos que plantean desafíos particulares. En algunas sociedades todavía está en vigor la práctica de la poligamia y en algunos contextos tradicionales la costumbre del “matrimonio por etapas”. En otros contextos permanece la práctica de los matrimonios combinados. En los países en que la presencia de la Iglesia Católica es minoritaria son numerosos los matrimonios mixtos y de disparidad de culto, con todas las dificultades que conllevan respecto a la configuración jurídica, al bautismo y a la educación de los hijos y al respeto mutuo desde el punto de vista de la diversidad de la fe. Estos matrimonios corren el riesgo del relativismo o de la indiferencia, pero a su vez pueden representar una buena posibilidad para favorecer el espíritu ecuménico y el diálogo interreligioso en una armoniosa convivencia de comunidades que viven en el mismo lugar. En numerosos contextos, y no sólo occidentales, se está ampliamente difundiendo la praxis de la convivencia que precede al matrimonio, así como convivencias no orientadas a asumir la forma de un vínculo institucional. A esto se añade a menudo una legislación civil que compromete el matrimonio y la familia. A causa de la secularización en muchas partes del mundo la referencia a Dios ha disminuido fuertemente y la fe ya no es un hecho socialmente compartido. 8. Son muchos los niños que nacen fuera del matrimonio, especialmente en algunos países, y

muchos los que después crecen con uno solo de los padres o en un contexto familiar ampliado o reconstituido. El número de divorcios es creciente y no es raro el caso de opciones determinadas únicamente por factores de orden económico. Con frecuencia los niños son motivo de contienda entre los padres y además los hijos son las verdaderas víctimas de las laceraciones familiares. Los padres a menudo están ausentes —no sólo por causas económicas— precisamente allí donde se percibe la necesidad de que ellos asuman más claramente la responsabilidad de los hijos y de la familia. Todavía es preciso defender y promover la dignidad de la mujer. En efecto, hoy en muchos contextos ser mujer es objeto de discriminación, y con frecuencia se penaliza el don de la maternidad en lugar de presentarlo como un valor. Tampoco hay que olvidar los crecientes fenómenos de violencia de los que son víctimas las mujeres, a veces lamentablemente también en el seno de las familias, ni la grave y difundida mutilación genital de la mujer en algunas culturas. Por otro lado, la explotación sexual de la infancia constituye una de las realidades más escandalosas y perversas de la sociedad actual. Asimismo, en las sociedades golpeadas por la violencia a causa de la guerra, del terrorismo o de la presencia del crimen organizado, se dan situaciones familiares deterioradas y sobre todo en las grandes metrópolis y en sus periferias crece el llamado fenómeno de los niños de la calle. Las migraciones, por su parte, representan otro signo de los tiempos que hay que afrontar y comprender con toda la carga de consecuencias sobre la vida familiar.

Refelxionemos en familia o en grupo •

Además de anunciar y denunciar, ¿cuáles son las modalidades elegidas para estar presentes como Iglesia junto a las familias en las situaciones extremas?

¿Cuáles son las estrategias educativas para prevenirlas? ¿Qué se puede hacer para sostener y reforzar las familias creyentes, fieles al vínculo


Abril | 15

Conozcamos ahora la tercera parte de la celebración Eucarística que Tiene tres momentos: Rito de las ofrendas, Gran Plegaria Eucarística (es el núcleo de toda la celebración) y Rito de comunión.

Intercesión: Ofrecemos este sacrificio de Jesús en comunión con toda la Iglesia. Pedimos por el Papa, por los obispos, por todos los difuntos y por todos nosotros.

Presentación de dones: Presentamos el pan y el vino que se transformarán en el cuerpo y la sangre de Cristo. Realizamos la colecta en favor de toda la Iglesia (el culto y los pobres). Oramos sobre las ofrendas.

Doxología: En ella se expresa la glorificación de Dios, y se concluye y confirma con la aclamación del pueblo “Amén”.

Prefacio: Es una oración de acción de gracias y alabanza a Dios, al tres veces santo. Epíclesis: El celebrante extiende sus manos sobre el pan y el vino e invoca al Espíritu Santo, para que los dones que han presentado los hombres queden consagrados, es decir, se conviertan en el Cuerpo y Sangre de Cristo, y para que la víctima inmaculada que se va a recibir en la comunión sea para salvación de quienes la reciban. Narración de la institución y consagración: en ella, con las palabras y gestos de Cristo, se realiza el sacrificio que el mismo Cristo instituyó en la última Cena, cuando bajo las especies de pan y vino ofreció su Cuerpo y su Sangre y se lo dio a los Apóstoles en forma de comida y bebida, y les encargó perpetuar ese mismo misterio. Aclamación: Aclamamos el misterio central de nuestra fe.

Padre nuestro: Preparándonos para comulgar, rezamos al Padre como Jesús nos enseñó. Comunión: Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos por los fieles, debidamente dispuestos, como alimento espiritual. Oración: En la oración después de la comunión, el sacerdote ruega para que se obtengan los frutos del misterio celebrado. El pueblo hace suya esta oración con la aclamación: Amén. Ritos de despedida: Saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la oración «sobre el pueblo» o con otra fórmula más solemne. Despedida, con la que se disuelve la asamblea. Si conocemos mejor nuestra celebración Eucarística, participaremos de ella de forma más consciente y obtendremos mayores frutos espirituales.


16 | Evangelizar

El Señor es mi pastor, nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; junto a aguas de reposo me conduce. Él restaura mi alma; me guía por senderos de justicia por amor de su nombre. Aunque pase por el valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y tu cayado me infunden aliento. Tú preparas una mesa delante de mí en presencia de mis enemigos; has ungido mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días.


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