Evangelizar 043 - Abril de 2017

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DIÓCESIS DE SONSÓN - RIONEGRO


“En el camino de la vida se aprende todos los días. Se debe aprender todos los días a hacer algo, a ser mejores que el día anterior. Por tanto, es necesario coraje para alejarse y humildad para aprender a hacer el bien, que se ejerce con hechos concretos: Él, el Señor, aquí dice tres cosas concretas, aunque hay tantas otras: busquen la justicia, socorran al oprimido, hagan justicia al huérfano, defiendan la causa de la viuda… Cosas concretas”. (Meditaciones en la Capilla Santa Marta. 14 Mar. 2017).


SUMARIO Asesor General Mons. Fidel León Cadavid Marín

Impresión Periódico El Mundo

Director P. John Jairo Olaya Ballesteros Diseño y Diagramación Andrea Guerrero Zuluaga

Dirección Diócesis de Sonsón-Rionegro Curia Episcopal Calle 51 No 47-31 / Tel: 531 5252 www.diosonrio.org.co

Consejo Editorial Delegados de Pastoral

Fotografía Diócesis de Sonsón-Rionegro

Coordinador General Vicaría de Pastoral

Sugerencias vipastoral@diosonrio.org.co

FORMACIÓN FORMACIÓN BÍBLICA - Frankin Aníbal Osorio Londoño FORMACIÓN CATEQUÉTICA - P. Edwin Yair Hidalgo Giraldo FORMACIÓN LITÚRGICA - P. Javier Arturo Marín Carvajal FORMACIÓN MARIOLÓGICA - P. Javier Otálvaro Álvarez

LITURGIA EL EVANGELIO DEL DOMINGO - P. Javier Arturo Marín Carvajal EL SANTO DEL MES - P. Elkin Darío Mosquera Isaza

PASTORAL PASTORAL SACERDOTAL - P. Víctor Manuel Cardona Montoya PASTORAL FAMILIAR - P. Nelson Patiño Villa TRIBUNAL ECLESIÁSTICO - P. Carlos Mario Gómez Gómez PASTORAL SOCIAL - M. Gilberto Muñoz Ospina PASATIEMPOS PASTORALES - Jhon Fredy Múnera Grajales ANÁLISIS DE LA REALIDAD - Úber Alejandro Arias Duque

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FORMACIÓN

BÍBLICA

Escritos atribuidos al apóstol Pablo La totalidad de los estudiosos bíblicos que aún viven, llegan a la conclusión definitiva que siete textos son auténticamente de Pablo, a saber: Romanos, 1 y 2 Corintios, Gálatas, Filipenses, 1Tesalonicenses y Filemón. Existen otros seis textos que muchos años atrás fueron atribuidos al apóstol, porque contenían algunos aspectos de la enseñanza paulina, pero que hoy en la exégesis bíblica, se llega a afirmar que no son propiamente de Pablo. Dichos textos son: Efesios, Colosenses, 2 Tesalonicenses, 1 y 2 a Timoteo, Tito. Estos son llamados deuteropaulinos y, en muchos casos, son atribuidos a profundos conocedores de Pablo y su doctrina. Ya en lo que se refiere a la Carta a los Hebreos, ningún exégeta Bíblico la atribuye al Apóstol. Por otra parte, según algunos estudiosos, Pablo posiblemente escribió cuatro cartas a los Corintios. Una que antecede a nuestra primera, que es la segunda; luego una tercera (2 Cor 2,4) y finalmente nuestra segunda Carta a los corintios. La primera Carta sin duda es 1 Tesalonicenses, escrita a comienzos del año 51 d.C. en Corinto; no solo es el primer escrito de Pablo, sino que es el primer texto de todo

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el Nuevo Testamento. La Carta a los Gálatas seguramente fue escrita en Éfeso alrededor del año 54 d.C. También fue escrita allí, la primera Carta a los Corintios entre los años 52 y 54. Ya la 2 Corintios se puede afirmar que fue escrita en Macedonia, esta hipótesis del lugar de composición se basa en el testimonio que proporciona 2 Cor 2, 12; 7,5ss 8, 1-3; 9,2; y habría sido escrita en el invierno del 55 d.C. aproximadamente. Pablo escribió la Carta a los Romanos en Macedonia o en Acaya al final del tercer viaje misionero, según los datos que nos proporciona Rm 15, 25 y como fecha de redacción se ubica a comienzos del 55 d.C. Y en Roma, Pablo habría escrito la Carta a Filemón a principios del año 60. Finalmente, la Carta a los Filipenses pudo haber sido escrita en Efeso (años 54 - 56); otros piensan que fue escrita en Cesarea (59 60) o en Roma (63 - 64). Sin embargo, de estos lugares, Éfeso pudo haber sido más probable por su cercanía geográfica con Filipos. Sería pretencioso profundizar en cada uno de los textos paulinos en tan pocas líneas, pero sin duda alguna la mejor forma para tener un acercamiento a Pablo y a su doctrina, es leer detenidamente sus escritos.


FORMACIÓN

CATEQUÉTICA

La Iglesia profesa y proclama que Jesucristo fue concebido y nació de una hija de Adán, descendiente de Abrahán y de David, la Virgen María. El Evangelio según Lucas precisa que María concibió al Hijo de Dios por obra del Espíritu Santo, “sin conocer varón” (Cfr. Lc 1, 34 y Mt 1, 18. 24-25). María era, pues, virgen antes del nacimiento de Jesús y permaneció virgen en el momento del parto y después del parto.

obra del Espíritu Santo… (cfr. Mt 1, 18-21). El Evangelista mismo nos ofrece los elementos para identificar en la Madre de Jesús una de las fuentes de información utilizadas por él para escribir el “Evangelio de la infancia”. María, que “guardó todo esto en su corazón” (Cfr. Lc 2, 19), pudo dar testimonio, después de la muerte y resurrección de Cristo, de lo que se refería a la propia persona y a la función de Madre. El que Jesús no tenga un padre terreno porque ha sido engendrado “sin intervención de varón”, pone de relieve la verdad de que Él es el Hijo de Dios, de modo que cuando asume la naturaleza humana, su Padre continúa siendo exclusivamente Dios.

JESÚS Concebido por el Espíritu Santo y nacido de María

Leemos en el evangelio de Lucas: “fue enviado el ángel Gabriel de parte de Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen…” (Lc 1, 26). Este texto constituye la base de la enseñanza de la Iglesia sobre la maternidad y la virginidad de María, de la que nació Cristo, hecho hombre por obra del Espíritu. El primer momento del misterio de la Encarnación del Hijo de Dios se identifica con la concepción prodigiosa sucedida por obra del Espíritu Santo en el instante en que María pronunció su “sí”: “Hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). El Evangelio según Mateo completa la narración de Lucas describiendo algunas circunstancias que precedieron al nacimiento de Jesús. Leemos: “La concepción de Jesucristo fue de esta manera: Estando desposada María, su Madre con José, antes de que convivieran se encontró que estaba embarazada por Tomado libremente de Catequesis de san Juan Pablo II. Enero 28 de 1987

La revelación de la intervención del Espíritu Santo en la concepción de Jesús, indica el comienzo en la historia del hombre de la nueva generación espiritual que tiene un carácter estrictamente sobrenatural (Cfr. 1 Cor 15, 45-49). De este modo Dios Uno y Trino “se comunica” a la criatura mediante el Espíritu Santo. En Cristo se inicia la “nueva creación”; Dios entra así en un modo decisivo en la historia para mostrar el destino sobrenatural del hombre, o sea, la predestinación de todas las cosas en Cristo.

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FORMACIÓN

LITÚRGICA

La Participación Litúrgica

Después de definir y entender para quién es la liturgia, pasemos ahora a otro elemento de suma importancia en nuestro itinerario de formación litúrgica, reflexionemos en cómo debe ser la participación en la liturgia, y concretamente, cómo debe participar cada uno en ella.

anima a ello: “La santa madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas que exige la naturaleza de la Liturgia misma y a la cual tiene derecho y obligación, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano” (SC 14). El mismo Concilio nos recuerda: “Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales. Guárdese, además, a su debido tiempo, un silencio sagrado” (SC 30). La participación Litúrgica es tarea de todos, no solo como un derecho sino como una obligación por nuestro ser sacerdotal dado en el bautismo y expresado concretamente a través de los distintos ministerios.

Participar no es meramente asistir a las celebraciones litúrgicas, pues se puede ir y no obstante no participar. La participación exige de cada uno tomar parte activa en la liturgia misma, cada uno está llamado a ser protagonista, cada uno a su modo. Hay que evitar a toda costa el ser meros espectadores en las celebraciones litúrgicas. Debemos procurar que las celebraciones litúrgicas en cada parroquia crezcan cada día más en la participación; la Iglesia nos

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Es tarea pastoral, de los responsables de la comunidad, lograr mediante la instrucción y formación, que se lleve a que esta participación deje de ser un ideal para convertirse en una realidad en cada una de las asambleas litúrgicas: “Por tanto, la Iglesia, con solícito cuidado, procura que los cristianos no asistan a este misterio de fe como extraños y mudos espectadores, sino que comprendiéndolo bien a través de los ritos y oraciones, participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios, se fortalezcan en la mesa del Cuerpo del Señor, den gracias a Dios, aprendan a ofrecerse a sí mismos al ofrecer la hostia inmaculada no sólo por manos del sacerdote, sino juntamente con él, se perfeccionen día a día por Cristo mediador en la unión con Dios y entre sí, para que, finalmente, Dios sea todo en todos” (SC 48).


FORMACIÓN

MARIOLÓGICA

Cada 25 de marzo se celebra en la Iglesia la Solemnidad de la Anunciación del Señor (la encarnación del Hijo de Dios; Dios que toma nuestra condición humana en el seno de María Virgen). Al respecto nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica (484): “La Anunciación a María inaugura “la plenitud de los tiempos” (Ga 4, 4), es decir, el cumplimiento de las promesas y de los preparativos. María es invitada a concebir a aquel en quien habitará “corporalmente la plenitud de la divinidad” (Col 2, 9). La respuesta divina a su “¿cómo será esto, puesto que no conozco varón?” (Lc 1, 34) se dio mediante el poder del Espíritu: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti” (Lc 1, 35). La madre desempeña un papel decisivo en la vida de cada persona. Es verdad que Jesús habla con más frecuencia del Padre que está en los cielos, incluso, en los escritos del Nuevo Testamento, raras veces se menciona expresamente a María. Sin embargo, podemos y debemos preguntarnos: ¿Quién fue aquella mujer que dio a Jesús la vida y le acompañó? - Una muchacha de Nazaret, prometida en matrimonio a José el carpintero cfr. Mt 1,18.

- Es la que da a luz en un pesebre, es visitada por pastores, escucha, conserva y medita las palabras y hechos en su corazón (Lc 2,1519). - Es la que, junto con José, cuarenta días después del nacimiento de Jesús, lo llevan a Jerusalén para presentarlo en el templo y consagrarlo a Dios, según estaba prescrito (Lc 2,22-39). Es la que busca afanosamente a su hijo perdido durante tres días, lo encuentra en el templo y escucha lo que él dice acerca de “las cosas de su Padre”; y de nuevo: “Ella conserva cuidadosamente todos estos recuerdos en su corazón” (Lc 2,51). - Es la invitada a unas bodas en Caná, en las cuales se percata que no tienen vino, suplica a Jesús y confía en su ayuda (Jn 1,1-12). - Es la que está al pie de la Cruz, junto a su hijo crucificado. Allí escucha estas palabras de Jesús: “Mira, ese es tu hijo”, y al discípulo le dice: ‘Mira, esa es tu madre” (Jn 19,26.27). El discípulo se encarga desde aquel momento de cuidarla. Y ella, como madre de Jesús, se convierte en la madre de todos los cristianos. - Es la que, junto con los discípulos en Jerusalén, ora y espera la acción y efusión del Espíritu Santo (Hch 1,12-14).

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EL EVANGELIO

Quinto Domingo de Cuaresma

del domingo

Ezequiel 37, 12-14; Salmo 129; Romanos 8, 8-11; San Juan (11, 3-7.17.20-27. 34-45). “En aquel tiempo, las hermanas de Lázaro mandaron recado a Jesús, diciendo: “Señor, tu amigo está enfermo.” Jesús, al oírlo, dijo: “Esta enfermedad no acabara en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.” Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días donde estaba. Solo entonces dice a sus discípulos: “vamos otra vez a Judea.”

Estamos frente a una catequesis sobre la vida y la fe en la resurrección. La vida comunicada por Jesús a los suyos vence la muerte y, por tanto, lleva consigo la resurrección. La enfermedad y la muerte no tienen la última palabra; ambas son superadas por el autor de la vida, que es capaz de “curar” al enfermo y de “despertar” al dormido.

Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días de enterrado. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.” Jesús le dijo: “Tu hermano resucitará.” Marta le respondió: “sé que resucitará en la resurrección del ultimo día”. Jesús le dice: “yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mi aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo creerá en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto? Ella le contesto: “sí, señor: yo creo que tú eres el Mesías, el hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.” Jesús sollozó y, muy conmovido, preguntó: “¿Dónde lo habéis enterrado?” Le contestaron: “Señor ven a verlo.” Jesús se echó a llorar. Los judíos comentaban: “¡como lo quería!”. Pero algunos dijeron: “y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera este?” Jesús sollozando de nuevo, llega al sepulcro. Era una cavidad cubierta con una losa. Dice Jesús: “quitad la losa.” Marta, la hermana del muerto le dice: “Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.” Jesús le dice: “¿no te he dicho que si crees veras la gloria de Dios?”. Entonces quitaron la losa. Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo: “Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea, para que crean que tú me has enviado.” Y dicho esto, gritó con voz potente: “Lázaro, ven afuera.” El muerto salió. Los pies y las manos atadas con vendas, y la cara envuelta en sudario. Jesús les dijo: “Desatadlo y dejadlo andar.” Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús creyeron en él.”

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Palabra del Señor.

San Juan relata siete milagros de Jesús, llamándolos “signos” o “señales”. El número “siete” designa en la Biblia la plenitud. La resurrección de Lázaro es el último, el séptimo, el más grande de los “signos” de Jesús. La resurrección de Lázaro fue solamente un signo de la Resurrección que vino a traer Cristo. Lázaro volvió a esta vida terrena, debiendo morir nuevamente. Por eso salió del sepulcro llevando las vendas y el sudario como signo de muerte. No sucedió lo mismo con Jesús. Él dejó las mortajas en el sepulcro. Resucito gloriosamente para no morir nunca más. La unión con Jesús garantiza la Vida. No moriremos jamás, a pesar del trance de la muerte. La muerte ya no es punto final de nuestra vida, sino su transformación gloriosa.


Domingo de Ramos

EL EVANGELIO

del domingo

En la Conmemoración de la entrada del Señor a Jerusalén: San Mateo 21, 1-11. En La Misa: Isaías 50, 4-7; Salmo 21; Filipenses 2, 6-11; San Mateo 26, 14—27, 66 “Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles: «Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.» Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino”.» Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba: «¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!» Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada: «¿Quién es éste?» La gente que venía con él decía: «Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.» Palabra del Señor. La entrada en Jerusalén es claramente una manifestación de Jesús como Mesías. Ya el lugar que se menciona lo indica. Los judíos esperaban que el monte de los Olivos fuera el lugar donde debía aparecer el Mesías, y donde tendría lugar la resurrección de los muertos. Jesús se manifiesta expresamente como el Mesías, la Resurrección y la Vida. Todos los rasgos de Jesús que presenta San Mateo para describir su entrada en Jerusalén, se concentran en la idea del rey de paz. No viene montado en un caballo de guerra, sino en una burra. Dispone de todas las cosas con autoridad, sin pedir permiso a nadie, como verdadero rey. Todo sucede como si todo perteneciera a Jesús. Él es el dueño de todo. Solo dice que si alguien pregunta, los discípulos deben decir que “el Señor los necesita”.

mansedumbre. Con su actitud, Jesús muestra que Dios se sirve de lo humilde y despreciado. Jesús nos quiere dar ánimo haciendo ver que Dios nos necesita a todos, aunque seamos pequeños y sin poder. Las reacciones a la iniciativa de Jesús de entrar en la ciudad montado sobre una burra, son diversas. La gente lo festeja y lo aclama como Mesías. “Hosana” significa “Sálvanos por favor”.

El gesto humilde de Jesús revela que su Reino se manifiesta en la sencillez y la

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EL EVANGELIO

Domingo de Pascua

del domingo

Hechos 10, 34ª.37-43; Salmo 117; Colosenses 3, 1-4 o 1 Corintios 5, 6b-8; San Juan 20,1-9 “El primer día de la semana, María Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro. Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien tanto quería Jesús, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto.» Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; y, asomándose, vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio las vendas en el suelo y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no por el suelo con las vendas, sino enrollado en un sitio aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó. Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.”

Las tradiciones del sepulcro vacío y de las apariciones son las dos formas más antiguas de expresar la fe en la resurrección. En el relato de hoy el evangelista lo hace a través del sepulcro vacío. Con él, aparte de confirmar la resurrección de Jesús, nos está transmitiendo un doble mensaje: A. Al destacar el estado en que se encontraban las vendas y el sudario, excluye el rumor que circuló en torno al robo del cadáver. El sepulcro vacío no se debe a un hurto, ni es invención de mujeres. B. Para el discípulo ideal, representado en aquel que amaba Jesús, ver el sepulcro vacío, las vendas y el sudario son pruebas suficientes de la resurrección. En la ausencia, descubre ya su presencia. Por eso se dice: “Vio y creyó”.

Cuando uno es cogido por la fuerza de la resurrección de Jesús, comienza a entender a Dios de una manera nueva, como un Padre apasionado por la vida de las personas; comienza a amar la vida de una manera diferente y, donde otros solo ven ausencia, trivialidad o muerte, él ve una realidad. La razón es bien sencilla. La resurrección de Jesús nos descubre que Dios es alguien que pone vida donde los seres humanos ponemos muerte alguien que genera vida donde los seres humanos la destruimos.

Palabra del Señor.

Celebrar hoy la Pascua y creer en la resurrección no significa explorar devotamente el sepulcro vacío, sino leer los signos que tenemos en la vida. Es decir, acoger el testimonio de los pobres, la esperanza de los que luchan por la justicia, el canto de los que aman la vida, la alegría de los que se entregan, el gozo de los que perdonan, la fe de los que no tienen miedo, la ternura de los que ofrecen misericordia, la utopía de los que trabajan por una sociedad más justa… O sea, ponerse tras las huellas del Resucitado, reconocerlo en el que está al lado y… dejarse encontrar por Él. En la pascua, Jesús se convierte en el centro de la vida del discípulo. En la mañana del domingo la única preocupación de los tres discípulos –María, Pedro y el discípulo amado- es buscar al Señor, a Jesús muerto sobre la cruz por amor, pero resucitado de entre los muertos para la salvación de la humanidad. El amor los mueve a buscar al resucitado en ese estupor capaz de entrever en los signos, la realización de las promesas de Dios y de las expectativas humanas. La búsqueda amorosa del Señor se convierte luego en impulso misionero. El acto de fe brota de quien se siente amado y ama, como dice San Agustín: “Puede conocer perfectamente solo quien se siente perfectamente amado”.

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II Domingo de Pascua

EL EVANGELIO

del domingo

Hechos 2, 42-47; Salmo 117; 1 Pedro 1, 3-9; San Juan 20,19-31. “Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.» Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.» Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.” Palabra del Señor.

El primer día de la semana, que pronto se llamará “Día del Señor”, o sea, domingo, Jesús resucitó y, al atardecer de ese mismo día, se hace presente en medio de sus discípulos. Es fácil imaginarse la tristeza, el total desánimo y la tremenda desorientación de los discípulos de Jesús después de la muerte de su Maestro. Tenían cerradas las puertas, “por miedo a los judíos”. Habían sido testigos del juicio en el que Jesús fue condenado a muerte. Ahora tenían miedo a que también a ellos les sucediera lo mismo. Pero no existe nada, tampoco puertas cerradas, que impidan que el Resucitado se encuentre con sus hermanos y amigos. Y cuando Jesús se pone en medio de sus discípulos, cuando Él es el centro, el miedo se transforma en alegría, y la tristeza en paz. Los que nos consideramos creyentes vivimos, a menudo, como los discípulos del Evangelio, “al anochecer”, “con las puertas cerradas”, llenos de “miedo”, “temerosos de las autoridades”. Estamos inmersos en la vieja creación, no

hemos visto ni experimentado al resucitado, la humanidad nueva parece ausente de nuestras vidas. Nuestras comunidades están replegadas, ocultas, sin dar testimonio; es como si no tuvieran alegría, perdón y vida que transmitir. Hoy, como a los discípulos, nos hace falta experimentar los signos de la presencia del resucitado: quedar llenos de la paz del resucitado “paz a vosotros”, “no tengáis miedo”. Es una paz que los libera del miedo y los lanza a salir llenos de la alegría y la paz del resucitado. Luego el soplo del Espíritu como signo de la nueva vida que les comunica el resucitado, nueva creación, el ser humano en la resurrección del Señor es re-creado. Por eso hoy la resurrección se hace presente, se vive y se reconoce donde se lucha por la vida y se combate contra todo lo que deshumaniza y mata. Y, finalmente, la experiencia del perdón; se sienten perdonados y salvados. Hoy tendríamos que vivir la experiencia del perdón como la virtud de la persona nueva, de la persona resucitada.

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EL EVANGELIO del domingo

III Domingo de Pascua

Hechos 2, 14. 22-33; Salmo 15; 1 Pedro 1, 17-21; San Lucas 24,13-35. “Dos discípulos de Jesús iban andando aquel mismo día, el primero de la semana, a una aldea llamada Emaús, distante unas dos leguas de Jerusalén; iban comentando todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo: “¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?” Ellos se detuvieron preocupados. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le replicó: “¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?” Él les preguntó: “¿Qué?” Ellos le contestaron: «Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él fuera el futuro liberador de Israel. Y ya ves: hace dos días que sucedió esto. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues fueron muy de mañana al sepulcro, no encontraron su cuerpo, e incluso vinieron diciendo que habían visto una aparición de ángeles, que les habían dicho que estaba vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron.» Entonces Jesús les dijo: “¡Qué necios y torpes sois para creer lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria?” Y, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas, les explicó lo que se refería a él en toda la Escritura. Ya cerca de la aldea donde iban, él hizo ademán de seguir adelante; pero ellos le apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída.» Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció. Ellos comentaron: “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?” Y, levantándose al momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: «Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón.» Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

No han comprendido... Dos discípulos que han perdido la fe por el escándalo de la cruz. Los de Emaús caminan envueltos en tristeza y desaliento. Todas las esperanzas puestas en Jesús se han desvanecido. Ya no hay nada que esperar. Están desilusionados, derrotados, sin esperanza. La cruz es para ellos el fin de toda esperanza. Están enceguecidos. Por eso, no reconocen a Jesús resucitado en el camino. El camino de Jerusalén a Emaús es un camino de huida, de abandono, es el camino de los que tratan de escapar, de los que creen estar ya de vuelta de todo. Es también nuestro camino, el de nuestras huidas de la responsabilidad, el de nuestras dudas en la fe, el de nuestra débil esperanza, el de nuestra cerrazón al plan de Dios, el de nuestra terquedad, el de nuestro orgullo herido. Se les abrieron los ojos y lo reconocieron… y salieron... Es en la reunión fraterna, en la fracción del pan compartido donde los discípulos descubren una nueva presencia de Jesús en medio de ellos. E, inmediatamente, Jesús desaparece de su vista. No es necesaria su presencia física, porque ya han recuperado la fe y la esperanza. En la comunidad reunida en el amor, en la escucha y acogida de la Palabra de Dios, en la memoria de la última cena, en la entrega y donación, en el pan compartido, en la acogida del peregrino…. ahí está Jesús resucitado, ahí tiene la comunidad el lugar privilegiado de la presencia de Jesús resucitado. Después de encontrarse con el resucitado, los dos discípulos dejan todo como estaba y, apuradamente, en medio de la noche, vuelven a Jerusalén, el lugar de la crucifixión. Ya no los espanta la cruz. En Jerusalén está reunido el grupo de los Apóstoles y los que han llegado a creer en el Resucitado. Los discípulos de Emaús han llegado a creer en el Resucitado. Han comprendido que tienen que volver con sus hermanos. Su lugar está en la edificación de la Comunidad de Cristo, aportando su testimonio de vida y de fe. Y… ¿Tú y yo qué?

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EL SANTO

del mes

San Isidoro de Sevilla (560-636)

Es sobre todo, un ejemplo de una buena amistad, puesto que fue muy amigo del papa San Gregorio Magno. A pesar de las distancias, esa amistad perduró hasta el final. Los unían pasatiempos como la lectura, la historia; pero, sobre todo, eran muy unidos por Dios, el cual nunca falla, él es el amigo que nunca traiciona. San Isidoro no solamente es un ejemplo de amistad, sino de amor al estudio y a la investigación. Fue amante a los libros, no solo a textos cristianos, sino a textos judíos y paganos.

El santo de este mes nos enseña a buscar ese tesoro de la amistad, aunque es difícil encontrarlo, Dios nos tiene preparado un buen amigo. Pidámosle a Dios por los frutos de esta cuaresma y de la pascua para que nos ayude a encontrar ese tesoro, y para poder compartir no solo momentos agradables con él, sino momentos de dolor y sufrimiento. Además, a ejemplo de Isidoro, pidámosle a Dios que nos de pasión por algo, como la lectura, el arte, el trabajo, el deporte, siempre y cuando no vayamos a dejar a un lado a nuestro prójimo, a nuestros familiares, compañeros de trabajo, de estudio, a nuestros vecinos. Ellos también son un tesoro que debemos cuidar.

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PASTORAL

SACERDOTAL

Sacerdote…

Eres portador de la bendición de Dios (2) Así lo expresa la carta a los Hebreos: «Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados; y puede sentir compasión hacia los ignorantes y extraviados, por estar también él envuelto en flaqueza». Solo quien experimenta y vive de la Misericordia de Dios, puede entender y comprender la miseria de los demás. ¿Cómo? Siendo misericordioso. Somos débiles, flaqueamos fácilmente, nos hemos equivocado en muchas ocasiones en nuestra vida, hemos experimentado la triste realidad del pecado; sí, esa esa es nuestra miseria humana…, por lo tanto, tenemos que ser misericordiosos con los demás, especialmente con los hermanos sacerdotes. Un sacerdote, «es ante todo un hombre con su propia humanidad, que conoce su propia historia, con sus riquezas y sus heridas, y ha aprendido a hacer las paces con ella, llegando a la serenidad de fondo, propia de un discípulo del Señor»… «Nos hacemos sacerdotes para servir a nuestros hermanos y hermanas. Las imágenes de Cristo que tomamos como referencia para el ministerio de los sacerdotes son claras: Él es el ‘Sumo sacerdote, del mismo modo, cerca de Dios y cerca de los hombres, es el “Siervo” que lava los pies y se acerca a los débiles; es el ‘Buen Pastor’, cuyo fin siempre es el cuidado del rebaño» (Papa Francisco a los formadores de seminarios el 21 de Noviembre del 2015). También es bueno que siempre tengamos presente que, como ministros sagrados en nombre de Dios, impartimos bendiciones. La bendición de Dios significa protección para nuestras comunidades, nuestras familias y para todos los hombres y mujeres que confían

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y esperan en el Señor. Además, la bendición es un gesto de esperanza, la esperanza de que Dios quiere para la humanidad una vida lograda y feliz. La bendición es expresión de confianza en Dios que acompaña al ser humano en todos los caminos de la vida, en los agradables y tediosos. Sintámonos felices de ser portadores e instrumentos de la bendición de Dios. Por último, quiero invitarlos para que nunca dejemos de dar gracias a Dios por este Don que hemos recibido gratuitamente, a vivirlo de una manera auténtica y trasparente, cargado de sencillez y de humildad. Recordemos que la gratitud es una virtud de las almas nobles…. demos gracias, gracias y muchas gracias, por el Don de nuestro sacerdocio.


PASTORAL

FAMILIAR

¿Qué tiene que ver mi familia con la paz?

Tres palabras: permiso, gracias, perdón. ¡Tres palabras clave!». «Cuando en una familia no se es entrometido y se pide “permiso”, cuando en una familia no se es egoísta y se aprende a decir “gracias”, y cuando en una familia uno se da cuenta que hizo algo malo y sabe pedir “perdón”, en esa familia hay paz y hay alegría» (AL 133) En el mundo actual, cada vez más complejo y globalizado, la búsqueda de soluciones pacíficas para los conflictos y la necesidad de dotar a las nuevas generaciones con la capacidad de “imaginar, aprender, crear y hacer visibles aportes a la paz”, cobran cada vez más vigencia y demandan mayor atención. Esta misma tarea urge en el momento de educar a los niños y los jóvenes, para que lleguen a ser personas más tolerantes, resilientes, sensibles y respetuosas de los derechos propios y ajenos, e inclusive seres más amables con su entorno y comprometidos con el porvenir de la sociedad y la vida en general. Por eso no se puede entender que una sociedad que aspire a alcanzar la paz abandone, agreda y arrebate el derecho de crecer en familia, el entorno que garantiza, en primera instancia, el logro de una paz estable y duradera. La responsabilidad de la familia en estas circunstancias es vital, porque: 1. Es en el seno de los hogares donde debe proporcionarse a los niños y los jóvenes

el ambiente y la crianza propicios para que se conviertan en seres humanos equilibrados, con capacidad para pensar y actuar pacíficamente de manera natural. 2. El grupo familiar es el responsable nada menos ni nada más, que de moldear el carácter y forjar los valores de la persona. 3. Los vínculos que, en condiciones normales, se generan entre los miembros de un grupo familiar, así como el apoyo natural que se brinda en éste, fortalecen la vida individual y le proporcionan estabilidad a cada uno. El respaldo y la estabilidad, ya sea material o sicológica, son dos elementos esenciales para la paz en la vida personal. 4. Una familia pacífica tiene un efecto dominó sobre la comunidad en la que se encuentra. La sinergia con otras familias le confiere una potente capacidad para transformar y crear en beneficio de todos. Para reflexionar en familia o en grupo:

¿Mi familia está cumpliendo a cabalidad con este conjunto de pautas? Pues, en últimas, si en tu grupo familiar se vive en sintonía con las funciones que hemos mencionado hasta aquí, puedes tener la satisfacción de estar contribuyendo significativamente a la cultura de la paz, por lo menos, en tu ámbito de influencia más cercano.

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PASTORAL

SOCIAL

DEMOCRACIA EN COLOMBIA Y PAZ (3)

“La Iglesia aprecia el sistema de la democracia, en la medida en que asegura la participación de los ciudadanos en las opciones políticas y garantiza a los gobernados, la posibilidad de elegir y controlar a sus propios gobernantes, o bien la de sustituirlos oportunamente de manera pacífica… Una auténtica democracia es posible en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana” (S. Juan Pablo II Centesimus annus 46) Desde el punto de vista de la ciencia política, podemos entenderlo en tres sentidos: * Regidos por la ciencia política, es un sistema o forma de organización social que atribuye la titularidad del poder, al conjunto de la sociedad. Por ende, la paz integral será posible si se tiene en cuenta la totalidad de la población, con sus instituciones y grupos. “La autoridad política debe garantizar la vida ordenada y recta de la comunidad, sin suplantar la libre actividad de las personas y los grupos, sino disciplinándola y orientándola hacia el bien común” (G. et S. 74) * Como organización del estado las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de participación directa o indirecta que confieren a sus representantes, legitimidad y apoyo en su tarea por el bien común. “La comunidad política tiende al bien común cuando actúa a favor de la creación de un ambiente humano en el que se ofrezca a los ciudadanos

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la posibilidad del ejercicio real de los derechos humanos…(Juan XXIII. P in T 55) * En sentido amplio, la democracia colombiana alcanzará la paz si es una verdadera forma de convivencia social, en la que el ejercicio de la libertad, por parte de los ciudadanos, y la equidad, se establecen por mecanismos y leyes justas. “El significado profundo de la convivencia social civil, adquiere significado si está basada en la amistad civil y en la fraternidad” (idem) Por eso convivencia y organización social, dentro de la democracia, exigen para que la paz sea verdadera, la igualdad entre los ciudadanos, de manera que las relaciones socioeconómicas, socio-políticas, y socio-culturales, en todos sus aspectos (laboral, empresarial, partidistas, sindicales, familiares, educativas, comunicacionales, etc) conduzcan al verdadero desarrollo integral. Por eso, la participación ciudadana, (en mecanismos como el voto popular, asambleas, propuestas de proyectos, voluntad de cambio, etc ) tiene que ser favorecida por la formación de todos, su capacidad de asociarse y organizarse, su participación, y el disfrute de todo lo alcanzado. “La paz es la meta de la convivencia social, como aparece de forma extraordinaria en la visión mesiánica de la paz: cuando todos los pueblos acudirán a la casa del Señor y Él les mostrará sus caminos, ellos podrán caminar por las sendas de la paz” (Isaías 2, 2-5)


PASATIEMPOS

PASTORALES

SOLUCIÓN AL ANTERIOR Mensaje de Reconciliación

Sopa de Letras

Y TODO ESTO PROVIENE DE DIOS, QUIEN NOS RECONCILIÓ CONSIGO MISMO POR CRISTO, Y NOS DIO EL MINISTERIO DE LA RECONCILIACIÓN. II CORINTIOS

SAN VICENTE - PERPETUO SOCORRO CARMEN - SAN FRANCISCO - SANTA BARBARA SAN PIO X - DOLORES - CHIQUINQUIRÁ ASUNCIÓN - SAN ANTONIO - VALVANERA SAN RAFAEL - SAN JULIAN - SANTA ANA

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ANÁLISIS DE LA

REALIDAD

CINCUENTA AÑOS DE LA ENCÍCLICA “DESARROLLO DE LOS PUEBLOS” POPULORUM PROGRESSIO 1.967 III -26 – 2017

El Beato Pablo VI tuvo el privilegio no solo de aprobar los documentos del Concilio Vaticano II, sino escribir oficialmente la primera encíclica después de su clausura, bajo el tema “desarrollo de los pueblos”.

PP 12, que hoy exige una acción de conjunto y define la visión cristiana del desarrollo:… ”lo que cuenta para nosotros es el hombre, cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera” PP 14.

La Encíclica, en su primer numeral, resaltó cuatro puntos: superación del hambre, vencer las enfermedades endémicas, la eliminación de la miseria y el combatir la ignorancia. El papa propuso en su texto dos temas: Por un desarrollo integral del hombre y hacia un desarrollo solidario de la humanidad. En el primero se resalta, que “el desarrollo del hombre es integral o no es desarrollo”, y en el segundo afirma que “el desarrollo es el nuevo nombre de la Paz”.

En la Doctrina Social de la iglesia, esta encíclica se constituye en el hilo conductor de toda la cuestión social y el desarrollo de la pastoral social, ya que la Constitución Apostólica “Gozo y Esperanza” Gaudium et Spes, es la respuesta de la iglesia a la condición del hombre en el mundo moderno.

El papa expone el desarrollo integral del hombre y el desarrollo solidario de la humanidad como una respuesta de la iglesia a una serie de antecedentes, que marcaron distintas etapas en la primera mitad del siglo XX. Por otra parte, la encíclica define el papel de la iglesia y el desarrollo; allí exalta la historia de la vida de los misioneros en todos los países, como anuncio de la Buena Nueva a los pobres…

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La importancia de la Encíclica Populorum Progressio se ha manifestado de varias maneras. Para Colombia, se enmarca en la visita del papa Pablo VI en 1.968 a nuestra tierra, al crear “El Fondo Populorum Progressio” para el cual coloca un aporte considerable de dinero, como apoyo al desarrollo del campo. La urgencia de emprender una acción previene la tentación de la violencia, pero exige programas al servicio del hombre, de la familia, de la promoción y de la lucha contra el hambre.


“El camino de la renovación cristiana pasa necesariamente por vivir la fe fraternalmente, en pequeñas comunidades”. “…Por eso, quienes integran una pequeña comunidad, están llamados a vivir de una manera muy especial el Evangelio; de esta manera proyectarán dentro de la parroquia una imagen de Cristo renovada; quienes lo vean se sentirán llamados a participar de esta experiencia, para que al final podamos exclamar ¡Señor, sin tí no podemos existir! … las pequeñas comunidades están dando respuesta al reto que nos plantea el Plan de Pastoral; ellas nos llevan a renovar la vida cristiana.” Aparte homilía Inauguración CER San Juan de Dios. Parroquia San José – El Carmen de Viboral.


Diáconos - Marzo 20/2017

“El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por todos”

(Mateo 20, 28).


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