Evangelizar 093 - Octubre 2021

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ISSN 2590-8359 | No. 93 OCTUBRE 2021


"Salimos de la iglesia para «ir en paz» y llevar la bendición de Dios a las actividades cotidianas"


San

JUAN XXIII Martirologio Romano: En Roma, Italia, San Juan XXIII, Papa, cuya vida y actividad estuvieron llenas de una singular humanidad. Se esforzó en manifestar la caridad cristiana hacia todos y trabajó por la unión fraterna de los pueblos. Solícito por la eficacia pastoral de la Iglesia de Cristo en toda la tierra, convocó el Concilio Ecuménico Vaticano II. († 1963) Fecha de beatificación: 3 de septiembre de 2000, por S.S. Juan Pablo II.

Fecha de canonización: 27 de abril de 2014, por S.S. Francisco Memoria litúrgica: 11 de octubre

"papa bueno".

Nació el día 25 de noviembre de 1881 en Sotto il Monte, diócesis y provincia de Bérgamo (Italia). Ese mismo día fue bautizado, con el nombre de Ángelo Giuseppe. Fue el cuarto de trece hermanos. Su familia vivía del trabajo del campo. La vida de la familia Roncalli era de tipo patriarcal. A su tío Zaverio, padrino de bautismo, atribuirá él mismo su primera y fundamental formación religiosa. El clima religioso de la familia y la fervorosa vida parroquial, fueron la primera y fundamental escuela de vida cristiana, que marcó la fisonomía espiritual de Ángelo Roncalli. Tras la muerte de Pío XII, fue elegido Papa el 28 de octubre de 1958, y tomó el nombre de Juan XXIII. Su pontificado, que duró menos de cinco años, lo presentó al mundo como una auténtica imagen del buen Pastor. Manso y atento, emprendedor y valiente, sencillo y cordial,

practicó cristianamente las obras de misericordia corporales y espirituales, visitando a los encarcelados y a los enfermos, recibiendo a hombres de todas las naciones y creencias, y cultivando un exquisito sentimiento de paternidad hacia todos. Su magisterio, sobre todo sus encíclicas «Pacem in terris» y «Mater et magistra», fue muy apreciado. Convocó el Sínodo romano, instituyó una Comisión para la revisión del Código de derecho canónico y convocó el Concilio ecuménico Vaticano II. Visitó muchas parroquias de su diócesis de Roma, sobre todo las de los barrios nuevos. La gente vio en él un reflejo de la bondad de Dios y lo llamó «el Papa de la bondad». Lo sostenía un profundo espíritu de oración. Su persona, iniciadora de una gran renovación en la Iglesia, irradiaba la paz propia de quien confía siempre en el Señor. Falleció la tarde del 3 de junio de 1963. Juan Pablo II lo beatificó el 3 de septiembre del año 2000, y estableció que su fiesta litúrgica se celebre el 11 de octubre, recordando así que Juan XXIII inauguró solemnemente el Concilio Vaticano II el 11 de octubre de 1962.

Asesor General Mons. Fidel León Cadavid Marín

Consejo Editorial Delegados de Pastoral

Fotografía y Corrección de Estilo Javier Ocampo Zuluaga

Director Pbro. Hugo A. Zuluaga Salazar

Coordinador General Vicaría de Pastoral

Diseño y Diagramación Joseph Henao Bedoya

Sugerencias diseno@diosonrio.org.co vipastoral@diosonrio.org.co

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Dirección Diócesis de Sonsón Rionegro Curia Episcopal: Calle 51 No. 47 - 31 Tel: (034) 531 52 52

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Nació en el seno de una numerosa familia campesina, de profunda raigambre cristiana. Pronto ingresó en el Seminario, donde profesó la Regla de la Orden franciscana seglar. Ordenado sacerdote, trabajó en su diócesis hasta que, en 1921, se puso al servicio de la Santa Sede. En 1958 fue elegido Papa, y sus cualidades humanas y cristianas le valieron el nombre de


Por: Bernardo Arley Aristizábal González Párroco El Espíritu Santo, Rionegro

1Corintios

15,3-5

Después de haber expuesto en el bloque de formación bíblica de nuestra REVISTA EVANGELIZAR algunos temas de frontera que encontramos en los escritos paulinos, nos adentraremos, ahora, en el estudio de algunos textos significativos que son considerados como las primeras fórmulas de fe del cristianismo primitivo. Las fórmulas más destacadas que a partir de este mes, se expondrán en nuestra revista son: 1Cor 8,6; 11,23-24; 13,1-13; 15,3-5; 1Tes 1,9-10; Gál 4,4; Rm 1,3-4; 3,23-25; Flp 2,5-11; Col 1,5-20; Ef 1,3-12; En los escritos de Pablo se pasa rápidamente de la encarnación a la pascua, mientras son escasas las referencias explícitas al ministerio público de Jesús, tan importantes para los evangelios. No obstante, Pablo tuvo un conocimiento de Jesús mayor de lo que se presupone; en efecto, en sus cartas se encuentran algunas informaciones sobre Jesús, que tienen su origen en LAS CONFESIONES DE FE DE LAS COMUNIDADES PRIMITIVAS¹, éstas las ha recibido el apóstol por la tradición y se refieren al Cristo terreno (encarnación y muerte) y al Cristo glorioso (resurrección). Estas confesiones se condensaron en fórmulas pequeñas que resumen la comprensión de la fe cristiana, y que se convirtieron luego en el contenido esencial de la predicación apostólica;

algunas de ellas, el apóstol manifiesta haberlas recibido y trasmitido a sus comunidades (cf. 1Cor 11,23-25; 15,3-5). El pequeño símbolo de fe de 1Corintios 15,3-5 es uno de los mejores ejemplos de estas fórmulas que existieron antes de Pablo, que se remontan muy probablemente a los primeros años de la Iglesia². La fórmula de 1Cor 15,3-5 dice así: ³ª“que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; ⁴y que fue sepultado; y que ha sido resucitado al tercer día según las Escrituras; ⁵y que se dejó ver de Cefas; después, de los Doce…” En esta fórmula se encuentran los elementos esenciales de la afirmación de fe tradicional, la muerte y la resurrección de Cristo, que luego se amplió con la referencia a la sepultura, por una parte, y a las apariciones a Cefas y a los Doce por otra; ambas referencias cumplen una función de confirmación, tanto de que Jesús estuvo muerto, como de que Dios lo resucitó y que sigue vivo y resucitado. En esta ampliación se alude a las Escrituras del Antiguo Testamento, no hay unanimidad entre los estudiosos de si se trata de una cita concreta de la Escritura como Isaías 53,4-12, Oseas 6,2 o el Salmo 16,10, o si se está pensando más bien en la Escritura como un todo en su condición de testimonio de Cristo. En cualquier caso “la expresión ‘al tercer día’ tiene un valor teológico y describe el momento de la actuación salvífica de Dios”³. Por lo que se refiere al lugar de origen de la fórmula, no hay unanimidad entre los investigadores. Para algunos el origen puede encontrarse en la comunidad que hablaba arameo en Jerusalén; otros, se inclinan por pensar que Pablo la recibió de la comunidad de Antioquía que lo formó en la fe y le trasmitió tal tradición. En cuanto al ambiente de la fórmula, la mayoría está de acuerdo en ubicarla dentro de la enseñanza (catequesis) bautismal, donde se resumen los datos fundamentales de la predicación cristiana⁴.

1 R. Penna, I ritratti originali di Gesù il Cristo. Inizi e sviluppi della cristiologia neotestamentaria, Milano 1999, 109. 2 J. Dupont, Nuovi studi sugli Atti degli Apostoli, Milano 1985, 83-84. 3 J. Gnilka, Teología del Nuevo Testamento, Madrid 1998, 20. 4 L. Schenke, La comunidad primitiva, Salamanca 1999, 520.

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SALUDO FINAL:

“Vayan en paz” Una certeza

Una tarea

“Vayan en paz”, respondió el sacerdote, “porque el Señor estará vigilando el camino por donde van”. (Jue 18,6). Esta respuesta trae sabor a confianza y envío; los hombres de la tribu de Dan, son confirmados en el pedido que el sacerdote les hace ante la tarea encomendada.

Se puede decir que con la Eucaristía ya hemos hecho lo más fácil: reunirnos, escuchar lo que Dios dice en su Palabra, rezar, cantar, y participar del banquete comulgando con el Cuerpo y Sangre del Señor.

Esta misma confianza es la que hace a los discípulos de Emaús volver a Jerusalén. Y es lo que a quienes participan de la Eucaristía los hace retornar a sus lugares de origen, con la certeza que el Señor estará atento a lo que pase por el camino. Y es el regalo que el resucitado trae a sus discípulos para disipar la tristeza y soledad que los embarga: “Paz a ustedes” dice el Señor. (Lc 24,36; Jn 20,21). Recibir la paz es un don, que brota de la celebración y anima a continuar la vida con mayor frenesí, responsabilidad y confianza, sabiendo que ella es regalo y mandato divino.

Una esperanza Toda la celebración ilumina la vida; cada momento teje en el corazón del cristiano un modo de ser, de obrar y de hablar. No podemos salir de misa igual que como hemos entrado.

Al final de la misa oímos con gusto el "podéis ir en paz", a lo que contestamos "demos gracias a Dios"; no en el sentido de que ha terminado el encuentro, sino en que somos enviados a trasmitir y compartir aquello de lo que hemos sido testigos. La celebración continúa en la vida del creyente, en cuanto este se siente enviado a llevar la paz que surge del encuentro con el Resucitado y con los hermanos; esto implica trasmitirla en los lugares donde generalmente se vive la vida: la familia, el trabajo, el colegio, los encuentros fortuitos. Se trata de ir haciendo de la propia vida en el día a día una Eucaristía perenne, eucaristizar la propia vida, con todo lo que ello implica: encuentro, escucha, reconciliación, ofrecimiento, compromiso.

Tampoco se trata que tras la expresión de poder ir en paz, se rompa con la armonía de la celebración creyendo que ya terminó el culto a Dios. Este culto se ha de vivir en Espíritu y en verdad (Jn 4,23-24). El "podéis ir en paz" no es un tranquilizante, es una esperanza para todos; porque el encuentro con Jesús en su Palabra y en su Cuerpo tiene que despertar en el corazón humano la esperanza de un mundo más humano y más atento a la presencia de Dios, porque su promesa de paz es la que mantiene latente nuestra esperanza. “Vayan en paz”, expresión que evoca saludo y despedida; deseo y encomienda; necesidad y compromiso; todo esto vivido y celebrado en la misa, que se convierte en encargo para ser trasmitido y compartido con otros.

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LITÚRGICA

Por: Pbro. Carlos Andrés Giraldo Gómez Formador Seminario Nacional Cristo Sacerdote

No es extraño a nuestros oídos el sonido de las campanas u observar en el paisaje las torres que las sostienen, ya que desde hace siglos forman parte del mismo. En efecto, una de las primeras cosas que se construyen antes de levantar un templo es la torre del campanario –aunque sea provisional– recordándonos que la Iglesia la conformamos nosotros, es decir, los bautizados que nos congregamos para rendir culto y alabanza a Dios en la asamblea litúrgica. Ya lo dice el apóstol san Pedro en su primera carta: “También ustedes, como piedras vivas, entran en la construcción de un templo espiritual para ejercer un sacedocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo” (1Pe 2,5). Esta asamblea, pues, se reune para glorificar a Dios a través de la liturgia, convocada por el sonido de las campanas. De aquí que popularmente se diga que la campana es la voz de Dios, pues su sonido nos llama a la oración, es decir, al encuentro con Él.

En los primeros siglos, para reunir a los fieles, se usaban unas planchas de madera que se golpeaban con un mazo (sidéroun), emitiendo un particular sonido. Tenemos conocimiento de las primeras campanas dedicadas para uso litúrgico en el s. V. Una de ellas se conserva en Viterbo, Italia. Los campanarios más antiguos –que entre otras cosas son de creación netamente cristiana– se encuentran en la ciudad de Roma. Su uso se extenderá luego por toda la cristiandad, llegando hasta nuestros días.

Ciertamente, su función no queda reducida a la convocación de los fieles en asamblea. Hay que tener presente que una reunión, un encuentro importante, una cita con alguien que se quiere, se prepara con tiempo. Cuando suenan las campanas no solo se está indicando que pronto se va a celebrar la Eucaristía, como si fuese la alarma de un teléfono, sino que su sonido nos invita a lo que debería ser un tiempo para hacer un alto en nuestra jornada y poder prepararnos interiormente para lo que vamos a celebrar. De hecho, en muchos lugares se conservan varias tradiciones relacionadas con las campanas: por ejemplo, la costumbre de rezar el Ángelus tres veces al día: en la mañana, a medio día y en la tarde. También, el “doble” de campanas por los difuntos o las campanas que repican de alegría por una fiesta particular que se celebra. Todo esto nos llama a unirnos a una actitud o sentimiento interior, ya sea de alegría, tristeza, recogimiento, etc. La tradición litúrgica de la Iglesia también ha conferido a las campanas un uso sacramental. Este es el orígen del bautismo de las mismas. Antiguamente, se las bendecía bañándolas con agua bendita y ungiéndolas con crisma. Se les imponía un nombre y se decoraban con oraciones dedicadas al Señor o a los santos, implorando su protección. De aquí que, cuando se acercaba una tempestad, se repicasen las campanas para alejar la lluvia. En tiempo de rogativas, se usaba el repique de campanas para pedir la lluvia o también para alejar los demonios.

Aunque constatamos que van cayendo lentamente en desuso, las campanas siguen siendo importantes para nosotros, y los campanarios continúan haciendo parte del paisaje, aún en los edificios sagrados de arquitectura más moderna. Sin embargo, lo fundamental para nosotros sería el redescubrimiento de su función espiritual: la de prepararnos para el encuentro con Dios que nos llama para celebrar una fiesta con Él. De este modo, la liturgia nos educa en el respeto, en la escucha, en la diligencia y en la obediencia, todas virtudes necesarias para quien quiere crecer en su relación íntima con el Señor.

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asustara. Todos los presentes pudieron ver que la imagen de la Virgen que estaba en la catedral alzaba tres veces los brazos hacia el Cielo. Santo Domingo empezó a rezar el salterio de la Virgen y la tormenta se terminó.

Santo Domingo murió en 1221, después de una Siguiendo esta tradición, las mujeres vida en la que se dedicó a predicar y hacer cristianas que eran llevadas al martirio por los popular la devoción del Rosario entre las gentes romanos, marchaban por el Coliseo vestidas con de todas las clases sociales para el sufragio de las sus ropas más vistosas y con sus cabezas almas del Purgatorio, para el triunfo sobre el mal adornadas de coronas de rosas, como símbolo de y prosperidad de la Santa Madre Iglesia. alegría y de la entrega de sus corazones al ir al El rezo del Rosario mantuvo su fervor por cien encuentro de Dios. Por la noche, años después de la muerte de Santo Domingo y empezó a ser olvidado. o un salmo por el eterno En 1349, hubo en Europa una terrible epidemia de descanso del alma de las mártires. peste a la que se le llamó “la muerte negra” en la La Iglesia recomendó, entonces, rezar el rosario, que murieron muchísimas personas. Fue el cual consistía en recitar los 150 salmos de entonces cuando el fraile Alan de la Roche, David, pues era considerada una oración superior de los dominicos en la misma provincia sumamente agradable a Dios y fuente de de Francia donde había comenzado la devoción al innumerables gracias para aquellos que la Rosario, tuvo una aparición, en la cual Jesús, la rezaran. Sin embargo, esta recomendación solo la Virgen y Santo Domingo le pidieron seguían las personas cultas y letradas, pero no la mayoría de los cristianos. Por esto, la Iglesia El Padre Alan comenzó esta labor de propagación sugirió que aquellos que no supieran leer, junto con todos los frailes dominicos en 1460. suplantaran los 150 salmos por 150 Avemarías, divididas en quince decenas. A este “rosario corto” Ellos le dieron la forma que tiene actualmente, se le llamó con la aprobación Cuenta la historia que un día, a finales del siglo XII, eclesiástica. A partir Santo Domingo de Guzmán, quien sufría mucho de entonces, esta al ver que la gravedad de los pecados de la gente devoción se estaba impidiendo la conversión de los extendió en toda albigenses, decidió ir al bosque a rezar. Estuvo en la Iglesia. oración tres días y tres noches haciendo penitencia y flagelándose hasta perder el sentido. En este momento, se le apareció la Virgen con tres ángeles y le dijo que

Santo

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En la antigüedad, los romanos y los griegos solían coronar con rosas a las estatuas que representaban a sus dioses, como símbolo del ofrecimiento de sus corazones. La palabra “rosario” significa .

Domingo se dirigió en ese mismo momento a la catedral de Toulouse, sonaron las campanas y la gente se reunió para escucharlo. Cuando iba a empezar a hablar, se soltó una tormenta con rayos y viento muy fuerte que hizo que la gente se

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Foto: Virgen del Rosario, El Retiro


PAUTAS DE REFLEXIÓN

DOMINGO 3 DE OCTUBRE

Marcos usa el verbo tentar, poner a prueba (en griego, peirazô), en las tentaciones de Jesús en el desierto (Mc 1,13), y luego, en el discurso del evangelio en boca de los fariseos (Mc 8,11) y una vez con los herodianos. Todos ellos, fanáticos, defensores de la ortodoxia, celosos custodios de la tradición, instrumentos de satanás. Aquí se acercan los fariseos a Jesús para tentarlo (peirázontes). Buscan una caída al maestro para acusarlo y condenarlo a muerte. Desde el comienzo (Mc 3,6), fariseos y herodianos se juntaron para ver cómo eliminar a Jesús. Y le preguntan a Jesús un hecho obvio “¿Es lícito a un varón repudiar a su esposa?” la tradición de Israel lo permitía. Y Jesús toma distancia y pregunta qué les mandó Moisés. Jesús no dice: “Qué nos mandó Moisés”.

VIGÉSIMO SÉPTIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Si nos amamos mutuamente, Dios permanece en nosotros” Primera Lectura: Libro del Génesis 2, 18-24 Salmo 127: “Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida” Segunda Lectura: De la Carta a los Hebreos 2, 9-11 Evangelio: San Marcos 10, 2-16

En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos. Palabra del Señor

Freepik es ¿Por qué preguntan los fariseos? Porque Jesús, Foto: cuando testigo del amor universal de Dios, no distingue entre varón y mujer, blanco o negro, judío o griego (Gal 3,28). Y llevan a Jesús a un ámbito donde el marido se admite como superior a la mujer. Jesús en Mc 7,14-23 ya había declarado puros todos los alimentos, así, tomó distancia del Levítico y otros textos de la Biblia hebrea, con apoyo en esa decisión, ahora toma distancia de Moisés. Para los discípulos, fieles a sus tradiciones judías, este criterio de Jesús los cuestiona.

Y Jesús les enseña: quien repudia a su esposa y se casa con otra, comete adulterio, y si ella repudia al marido (hecho imposible entre los judíos, más común entre griegos y romanos), vuelve la acción una ley universal, y la mujer se casa con otro, comete adulterio. Estas normas humanas son fruto de la dureza de corazón. El corazón en el ámbito hebreo no es un órgano afectivo, sino la mente, la conciencia desde donde se toman las decisiones. Jesús, al citar el Génesis, vuelve al designio original (Gn 2,24) y omite la frase sobre la fecundidad en Gn 1,28. Porque a Jesús le importa la unión, el amor entre los contrayentes. El texto comenzó con los santos de la sociedad judía, los fariseos, y termina con los marginados y excluidos, los niños, los pequeños, quienes no cuentan en la sociedad. Jesús les impone las manos para darles vida, pero los discípulos animados por los deseos de superioridad, primacía, jerarquía, no toleran las acciones de Jesús. Los fariseos, confiados en su santidad por la observancia de los preceptos, creían merecer el reino de Dios, pero para Jesús lo tienen ganado los últimos de la sociedad y, tal vez, no los fariseos. Dios por amor se puso al lado de los últimos de la sociedad para ponerlos en comunión con Él. Para entrar en el reino de Dios, la sociedad alternativa de Jesús, es necesario hacerse pequeño, de los últimos, es decir, servidor de los demás. Jesús abraza a los pequeños, les da vida, se identifica con ellos, los bendice, les impone sus manos porque quienes se hacen últimos, están al lado de Jesús, son como Él.

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DOMINGO 10 DE OCTUBRE VIGÉSIMO OCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Dichosos los que tienen espíritu de pobres” Primera Lectura: Primer Libro de la Sabiduría 7, 7-11 Salmo 89: “Danos parte en los tesoros de tu reino” Segunda Lectura: De la Carta a los Hebreos 4, 12-13 Evangelio: San Marcos 10, 17-30 En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló ante él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?». Jesús le contestó: «¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre». Él replicó: «Maestro, todo eso lo he cumplido desde mi juventud». Jesús se quedó mirándolo, lo amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme». A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó triste porque era muy rico. Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: «¡Qué difícil les será entrar en el reino de Dios a los que tienen riquezas!». Los discípulos quedaron sorprendidos de estas palabras. Pero Jesús añadió: «Hijos, ¡qué difícil es entrar en el reino de Dios! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios». Ellos se espantaron y comentaban: «Entonces, ¿quién puede salvarse?». Jesús se les quedó mirando y les dijo: «Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo». Pedro se puso a decirle: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Jesús dijo: «En verdad os digo que no hay nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, recibirá ahora, en este tiempo, cien veces más —casas y hermanos y hermanas y madres e hijos y tierras, con persecuciones— y en la edad futura, vida eterna». Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN El Evangelio de Marcos, con relativa frecuencia, usa la palabra “camino” (hodos, en griego), y de ordinario, identifica una siembra infructuosa con base en Mc 4,4. La semilla queda en el camino y las aves del cielo comen esa semilla. La semilla del anuncio de Jesús no tiene fruto, encuentra los corazones endurecidos, en los judíos, las autoridades e, incluso, entre los discípulos (Pedro, Judas). En ocasiones por la terquedad, testarudez, dureza de corazón que se reflejan en las relaciones rotas, la búsqueda de intereses personales, riquezas, poder, violencia… acciones que provienen del mal y de su agente tentador: satanás o el diablo. En el relato de hoy, mientras Jesús va por el camino, una persona corre a su encuentro y se pone de rodillas. Ya otros personajes del evangelio tuvieron actitudes similares: el endemoniado de Gerasa (Mc 5,6), poseído por una fuerza superior a él y de la cual es prisionero, corre hacia Jesús. Un segundo personaje se pone de rodillas delante de Jesús, un leproso en Mc 1,40, una persona impura, por ello pecadora y considerado por los judíos como excluido de Dios. En Mc 10,17-30 quien corre hacia Jesús, junta en su ser las actitudes del endemoniado de Gerasa y del leproso. Lo envuelve una fuerza superior de la cual le cuesta liberarse y, en alguna medida, está excluido de Dios. En estas condiciones el hombre le pregunta a Jesús ¿Qué hacer para tener la vida eterna? Es un anónimo, porque representan una actitud general, de un grupo o de una comunidad. Y en su respuesta, Jesús lo orienta a los mandamientos, pero no enumera todos, solo los que tienen relación con las personas, con los demás, con el prójimo. Jesús no menciona aquellos sobre las obligaciones con Dios, exclusivos de Israel. La vida eterna depende no tanto de la relación que se tenga con Dios, pues hay muchas tradiciones religiosas sobre Dios. No depende de cuanto se cree o de la imagen que se tenga de Dios, sino cómo amamos a los hermanos. Importa, más bien, la relación y los deberes con los demás. De esta parte, Jesús menciona cinco mandatos y un precepto: no matar, no adulterar, no robar, no dar falso testimonio en orden a la muerte del individuo (como le sucede a Jesús en su pascua final frente al sanedrín), no defraudes, es decir, no hacer trampa, un mandato dado en el libro del Deuteronomio a los patrones, amos y dadores de empleo, para no hacer trampas en los pagos de los salarios, y el precepto. ¿Era esta la primera dificultad de quien se acerca a Jesús? Este hombre anónimo buscó a Jesús para tener más, alcanzar la “vida eterna” y Jesús lo invita, más bien, a dar más. Haz feliz a los demás para que tú seas feliz, tendrás un tesoro en el cielo, es decir, Dios. Luego, ven y sígueme. La condición existencial de esta persona, quizá, es más grave si se compara con el leproso (Mc 1,40-41) a quien Jesús purificó, y con el endemoniado de Gerasa (Mc 5,1-20) a quien Jesús liberó. Ante las palabras de Jesús, el hombre se afligió y se marchó triste porque tenía muchas propiedades y como el endemoniado de Gerasa (Mc 5,1-20) corre como un poseído por el demonio, este hombre está poseído por las propiedades, no tenía él los bienes, más bien, las riquezas lo retienen a él y le impiden ser generoso. Desde Jesús -el Evangelio- solo se tiene o se es dueño de cuanto se dona. Cuanto se tiene para sí, en realidad no se posee, los bienes nos poseen a nosotros.


PAUTAS DE REFLEXIÓN

DOMINGO 17 DE OCTUBRE

Jesús de Nazaret, por tercera vez y de manera definitiva, anuncia su pascua final en Jerusalén donde las autoridades judías y romanas lo matarán en la cruz. Pero los discípulos no captan el anuncio testimonial del maestro. Se acercan a Jesús, dos discípulos de la primera hora (Mc 1,16-20), Santiago y Juan, quienes tenían de Jesús el apodo de “Boanerges”, hijos del trueno, se aproximan para pedir los primeros puestos. Llaman a Jesús, Maestro, pero no lo siguen y piden con arrogancia “atiende lo que te vamos a pedir”.

VIGÉSIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “El Hijo del hombre vino a entregarse a sí mismo en rescate por la multitud” Primera Lectura: Libro el Profeta Isaías 53, 10-11 Salmo 32: “La pasión de tu hijo, oh Dios, nos libra de la muerte” Segunda Lectura: De la Carta a los Hebreos 4, 14-16 Evangelio: San Marcos 10, 35-45

En aquel tiempo, se le acercaron los hijos de Zebedeo, Santiago y Juan, y le dijeron: «Maestro, queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir». Les preguntó: «¿Qué queréis que haga por vosotros?». Contestaron: «Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda». Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís, ¿podéis beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?». Contestaron: «Podemos». Jesús les dijo: «El cáliz que yo voy a beber lo beberéis, y seréis bautizados con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, sino que es para quienes está reservado». Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y Juan. Jesús, llamándolos, les dijo: «Sabéis que los que son reconocidos como jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor; y el que quiera ser primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos».

Pedir los lugares “a la derecha y a la izquierda” trae la imagen de las monarquías, el rey está sentado al centro y quienes detentan el poder después del monarca se sientan a la derecha y a la izquierda. Jesús, quizá un tanto sorprendido, les pregunta si son conscientes de la Foto: Freepik petición. Pueden “beber el cáliz”, en varias tradiciones hebreas, el cáliz era símbolo de muerte, del martirio, tanto que Jesús va adelante “que yo voy a beber”. Ante la respuesta de los discípulos y la protesta de los otros diez, Jesús se pone a enseñarles; los llamó, porque están lejanos no de manera física, sino en su mente, en su corazón del proyecto de Dios Padre, de la propuesta del reino. Y trae a colación la manera de proceder en la sociedad, tanto de los gobernantes, como los jefes. P ara Jesús solo su Padre es el único soberano de la creación. Jesús tiene sus reservas sobre la manera como, de ordinario, se ejercen los poderes en las sociedades. Y Jesús subraya “entre ustedes no será así”. Seguir los criterios del sistema vigente en la sociedad dentro de la comunidad la destruye. Al contrario, quien quiera ser grande (megas, en griego) en la comunidad debe hacerse servidor de todos (diácono en griego), y quien quiera ser primero (protos, en griego) deberá hacerse esclavo de los demás (doulos, en griego). En la comunidad de Jesús no hay espacio para las clases sociales, las marginaciones, relaciones selectivas. En este momento Jesús cambia el rostro judío o tradicional de Dios. Jesús muestra al “Hijo del hombre”, es decir, el ser humano que tiene la condición divina, por ese motivo no pide ser servido, sino que se pone al servicio de todos. Todo porque así es Dios. En las religiones, en términos generales, los seres humanos deben servir a Dios, rendirle culto, hacerle favores. El Abba ya no pide más ser servido, al contrario, es Él quien se pone al servicio de todas sus creaturas. Y la máxima expresión de este servicio es entregar la vida para dar vida a los demás (Jn 15,13; 10,10). Jesús precisa ese servicio “dar la propia vida en rescate por la multitud”. El rescate era el precio que se pagaba para liberar a alguien de la esclavitud. Esta afirmación evidencia que Dios Abba, en Jesús, se pone al servicio de la humanidad para liberarla de cuanto impide tener vida, identidad, dignidad y pueda ser hija en el Hijo.

Palabra del Señor

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DOMINGO 24 DE OCTUBRE TRIGÉSIMO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “Jesucristo nuestro Salvador, destruyó el poder de la muerte” Primera Lectura: Libro de Jeremías 31, 7-9 Salmo 125: “Señor, tu cambias nuestro llanto en alegría” Segunda Lectura: De la carta a los Hebreos 5, 1-6 Evangelio: San Marcos 10, 46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí». Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí». Jesús se detuvo y dijo: «Llamadlo». Llamaron al ciego, diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama». Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le dijo: «¿Qué quieres que te haga?». El ciego le contestó: «Rabbuni, que recobre la vista». Jesús le dijo: «Anda, tu fe te ha salvado». Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino. Palabra del Señor

PAUTAS DE REFLEXIÓN Jesús les llama la atención a sus discípulos con una expresión del profeta Jeremías: “tienen ojos y no ven, tiene oídos y no oyen” (Jr 5,21; Sal 115,5). Este reproche quedó evidente en Mc 10,35-45 luego del tercer anuncio de la Pascua por parte de Jesús. Los discípulos, o no escuchan estos anuncios (Mc 8,31; 9,31; 10,32-34) o se hacen los sordos para dejarse llevar por su parecer (Mc 10,35-40), en oposición a Jesús. Ellos en verdad tienen oídos, pero no siguen a Jesús. Ahora Marcos (Mc10,46-52) ilustra la ceguera de los discípulos. Jesús sale de Jericó, una población que en la Biblia hebrea fue el primer pueblo conquistado por Josué para ingresar en la tierra de la promesa. Pero ahora, en tiempos de Jesús, es una tierra de opresión de la cual es necesario salir o quizá “huir”. El verbo “salir” recuerda la salida de Israel de la esclavitud de Egipto. Hay un contraste; la que antes era la tierra de la promesa, ahora es tierra de esclavos, como el antiguo Egipto en los tiempos del éxodo bíblico. En medio de la gente, junto a los discípulos, aunque tenido por impuro, a la orilla del camino, está Bartimeo (arameo, hijo de Timeo), y Marcos añade la frase en griego, el hijo de Timeo. Timeo significa honor, honrado, apreciado, en griego (timaô, timê, tímios). Es una doble presentación del personaje, quizá un tanto extraña, pero dentro del relato refiere a los dos discípulos que buscan honores -Santiago y Juan-. Marcos reafirma, por medio de Timeo, y como anuncio a los discípulos, que no solo están sordos, sino ciegos Bartimeo camina hacia Jesús y de esa manera recupera la vista. Jesús le dice: “¿Qué quieres que haga por ti?”, frase semejante a Mc 10,36, cuando Jesús les pregunta a Santiago y Juan, discípulos ciegos y sordos. El ciego ahora dice: “Raboní -significa mi señor, mi dueño-, que vea de nuevo -recupere la vista-”. Mientras Rabbí era usado para las personas, por ejemplo, para los rabinos judíos por ser maestros, “Raboní” se dirige solo a Dios, significa: Mi señor, mi dueño. Se usa solo dos veces en los evangelios (Mc 10,51; Jn 20,16 -Así habla María Magdalena a Jesús resucitado). Ahora los discípulos comprenden quien es Jesús: Dios dador de vida. Recuperar la vista o ver de nuevo significa que antes tuvo la visión y la perdió en una ideología nacionalista y/o religiosa de supremacía; el racismo, la exclusión de los otros, genera una manera de pensar, contraria al proyecto de Dios sobre la humanidad y enceguece personas y sociedades. Y Jesús le dice “vete, tu fe te ha salvado”. En sentido estricto, Jesús no obró ninguna acción con el ciego. Este hombre abandonó su posición antigua y tradicional, cambia de mentalidad, recupera la vista y se hace seguidor (verbo técnico del discípulo) de Jesús, en el camino. Este sendero en Mc 11 conduce a la pascua (pasión-muerte-resurrección) de Jesús en Jerusalén, la cual, por fin, será asumida por los discípulos. Ya no se dice “a lo largo del camino” imagen de la siembra infructuosa de Mc 4,4.


DOMINGO 31 DE OCTUBRE

PAUTAS DE REFLEXIÓN

TRIGÉSIMO PRIMER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Marcos describe el acercamiento de un letrado a Jesús (Mc 12,28-34). Los letrados eran personas piadosas que, después de una vida dedicada al estudio de la Biblia, a edad avanzada (cuarenta años), recibían, por medio de la imposición de las manos, el espíritu que bajó sobre Moisés (Nm 11,16-17); eran considerados los sucesores inmediatos de los profetas. Tenían por tarea la salvaguardia de la Ley, custodiada fielmente «por siempre jamás, eternamente» (Sal 119,44) porque «todo lo que hizo Dios durará siempre: no se puede añadir ni restar» (Eclo 3,14).

“El que me ama guardará mi palabra” Primera Lectura: Libro del Deuteronomio 6, 2-6 Salmo 17: “El Señor es nuestro Dios” Segunda Lectura: De la carta a los Hebreos 7, 23-28 Evangelio: San Marcos 12, 28b-34

Respondió Jesús: «El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».

Dado que las respuestas de Jesús han enmudecido a sus interlocutores, le llega el turno al letrado. Éste plantea a Jesús una pregunta, cuya respuesta se daba por descontado: ¿Qué mandamiento es el primero de todos?» (Mc 12,28). El letrado conoce ya la respuesta a su pregunta: Mateo y Lucas subrayan que este va «para tentar» a Jesús (Mt 22,35; Lc 10,25). Su pregunta no va dirigida a aprender, sino a confirmar o controlar las posiciones teológicas poco ortodoxas profesadas por aquel extraño galileo que pretende «conocer las escrituras sin haber estudiado» (Jn 7,15). Los mandamientos fueron dados como norma de comportamiento para los hombres, pero Dios mismo observaba al menos uno de ellos: el descanso sabático.

El escriba replicó: «Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Para los letrados este era el mandamiento indiscutible y el más importante: el sábado «el Creador no trabaja» (Mek. Es. 20,11). Esta convicción tenía sus raíces en las expresiones contenidas en el Génesis, donde se narra que Dios, terminada la creación en el séptimo día, «descansó de su tarea de crear» (Gn 2,3). Considerado el más importante de los mandamientos, su observancia equivalía al cumplimiento de toda la Ley (Ber. Y. 1).

Jesús, viendo que había sensatamente, le dijo: «No estás lejos del reino de Dios».

Para Jesús, sin embargo, el amor a Dios no es perfecto si no se traduce en amor al prójimo; por esto añade a su respuesta un precepto contenido en el libro del Levítico (19,18): «El segundo es este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay ningún mandamiento mayor que estos». La reacción del escriba a la provocación de Jesús es positiva, está en sintonía con la línea propugnada por los profetas de la prevalencia del amor al prójimo sobre el culto tributado a Dios: «Muy bien, Maestro, es verdad lo que has dicho, que Él es uno solo y que no hay otro fuera de Él; y que amarlo con todo el corazón y con todo el entendimiento y con todas las fuerzas y amar al prójimo, como a uno mismo supera todos los holocaustos y sacrificios».

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

respondido

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas. Palabra del Señor

El exponente de una tradición religiosa, que sostenía la necesidad de innumerables prácticas religiosas para estar seguros de la comunión con Dios, comprende ahora que son secundarias y que el amor a Dios no se prueba por el culto rendido, sino por al amor hacia el ser humano, como enseña el profeta Oseas: «misericordia quiero y no sacrificios» (Os 6,6; Mt 9,13; 12,7).

12| Octubre


Pbro. Sergio Urrego Marulanda Delegado de infancia y juventud

En muchos ambientes a quienes creemos en Dios nos llaman ilusos, personas que hablamos de una realidad fantasiosa, que insistimos en anunciar un discurso que ya no pega con las nuevas formas de comprender la existencia, que invitamos a un estilo de vida que ya no resulta atractivo para millones en el mundo. ¡Tercos e ilusos! – nos dicen - si creen ustedes que a las personas de estos tiempos les interesa lo que la fe les ofrece. Creyentes ilusos si piensan que los hombres y mujeres de estos tiempos están interesados en formar familias a la antigua, en las que predominaba el compromiso por encima del amor, donde sometidos y silenciados construyeron millones de vidas que hoy en día solo son objeto de quejas y malos recuerdos. Ilusos si piensan que las personas de hoy desean ese estilo de vida consagrada que reprime aspectos como las relaciones de pareja, como la posibilidad de acrecentar los patrimonios, como la sexualidad vivida y aceptada, como la satisfacción libre de los gustos y los deseos. Ilusos si piensan que una vida llena de renuncias es una opción gratificante. Creyentes ilusos si piensan que las personas actuales aún se quieren dedicar a pensar en conceptos tan incomprensibles como el pecado, la gracia, la voluntad de Dios o la eternidad. Ilusos si creen aún que gastarán sus años profundizando en ideas que del todo no alcanzarán a comprender y que les robarán las energías de sus cortas vidas disfrutables. Ilusos si creen que las personas de estas nuevas generaciones desean sostener una relación personal con un dios misterioso, que por más que se le busque y se le examine no se va a dejar encontrar ni comprender del todo, que no ha querido liberar esta espectacular creación del dolor y la destrucción.

Todo eso dicen… Nos llaman ilusos porque… Seguimos creyendo en familias que se apoyan y potencializan las habilidades de cada miembro, que se comprenden, se acogen y se aman libremente, que llegan al poderoso conocimiento de entender que solo necesitan saberse amados para motivarse a seguir viviendo. Seguimos creyendo en estilos de vida consagrada que se convierten en altavoces de lo mejor que tiene la existencia; creemos en misioneros, religiosos, monjas y sacerdotes que muestran el rostro verdadero de Dios lleno de alegría, de asombro y de belleza, lejos de la imagen lamentable de un dios controlador, desinteresado y aburrido. Seguimos creyendo con firmeza en la vida después de la muerte, una vida junto a Dios, lejos de esa concepción dulzona y caricaturesca de un cielo pacífico y somnoliento; creemos mejor en la vida verdadera, poderosa, intensa, libre del dolor y la destrucción. Vivimos con la seguridad de poder relacionarnos con Dios, de interactuar con Él, de compartir sus grandezas y de gozar de semejante padre, amigo y amante. Los creyentes no queremos vivir de ilusiones, optamos por descubrir y acrecentar siempre lo mejor de cada persona, de cada lugar y de cada situación.

Iluso tal vez quien vive

SIN ESPERAR NADA MÁS 13| Evangelizar

Foto: Cathopic


SACERDOTAL

Por: Mons. Julio Daniel Botia A.

Cada día tenemos muchas actividades. Se acaba el día y quedan, todavía, algunas por realizar. De ellas, ¿a cuáles les das mayor importancia? ¿Cuáles te sirven más para crecer como buen pastor? La Iglesia, con base en la Palabra y en su experiencia de siglos, nos presenta los medios para la vida espiritual del presbítero, que convierten toda su vida y el ministerio en una vida de oración. Así, se comprende la siguiente recomendación del Directorio para el ministerio y vida de los presbíteros, 39:

Por lo tanto, es necesario que el sacerdote organice su vida de oración de modo que incluya: la celebración diaria de la Eucaristía con una adecuada preparación y acción de gracias; la confesión frecuente y la dirección espiritual ya practicada en el Seminario; la celebración íntegra y fervorosa de la liturgia de las horas, obligación cotidiana; el examen de conciencia; la oración mental propiamente dicha; la lectio divina; los ratos prolongados de silencio y de diálogo, sobre todo, en ejercicios y retiros espirituales periódicos; las preciosas expresiones de devoción mariana como el Rosario; el Vía Crucis y otros ejercicios piadosos; la provechosa lectura hagiográfica.” “Fortalecido por el especial vínculo con el Señor, el presbítero sabrá afrontar los momentos en que se podría sentir solo entre los hombres; además, renovará con vigor su trato con Jesús, que en la Eucaristía es su refugio y su mejor descanso… Así como Jesús, que, mientras estaba a solas, estaba continuamente con el Padre (cfr. lc 3,21; Mc l, 35), también el presbítero debe ser el hombre, que, en la soledad, encuentra la comunión con Dios. (Directorio, 42).

De estos medios, ¿cuáles están en tu horario y en tu proyecto de vida sacerdotal? Aunque no todos esos medios tienen el mismo valor, el conjunto de ellos nos ayuda a mantenernos unidos al Buen Pastor (ver Directorio, 38) y a avivar en nosotros la caridad pastoral. De esa vida de oración depende nuestra vida y los frutos de nuestro ministerio. ¿Verdad? Fortalezcamos los que más nos sirven y recuperemos los que nos hacen falta.

Conversemos Con Otros Sacerdotes Sobre Lo Que Nos Sirve Para Tener Una Buena Vida De Oración.

14| Octubre


Elizabeth Osorio Zuluaga Psicóloga Delegación de Pastoral Familiar

La Iglesia, la gran familia de los hijos de Dios, conserva en sí misma la imagen fiel del Dios amor que vive en sí mismo un misterio personal de amor (D.A. 115) expresado en la familia como figura trinitaria.

En la comunión familiar somos invitados a entender la familia como Iglesia doméstica, a partir de la comprensión de su tarea evangelizadora, convirtiéndose en la primera comunidad eclesial, escuela de evangelización y de humanización.

El hombre y la mujer, en la unión matrimonial, son invitados a participar del amor humano, La Iglesia, como familia de familias, está llamada a trascendido y transformado en la comunión del enriquecer la vida doméstica a través de la amor divino (D.A. 117), al que son invitados todos experiencia del evangelio, llevado a término en la

los hijos de Dios; esta participación es una decidida opción de vida que busca transparentar el amor trinitario y la fecundidad divina en la amplitud del amor familiar.

En la fecundidad de la Iglesia doméstica se hace posible y creíble la belleza del matrimonio indisoluble y fiel para siempre, se madura la experiencia eclesial de comunión, se siembran en el corazón de sus miembros los valores cristianos y se cultiva la experiencia de oración y fe como ofrenda de la vida misma. (A.L. 86) Esta tarea fecunda de la familia, al ser escuela de fe, permite cimentar en la célula primaria de la

sociedad el sentido cristiano de la existencia (D.A. 302), expresado en las palabras y confirmado con el testimonio ardiente de los padres desde el amor que se tienen, su unidad y firmeza en la fe, que les permite vivir con coherencia su experiencia de familia cristiana.

Ser familia cristiana se convierte para el mundo actual en un paradigma poderoso, que contradice las reglas del individualismo moderno, un estilo de vida subjetivista que en ocasiones pretende colocar por encima del bien común el bien individual (D.A. 44), la familia está llamada a la más profunda comunión de amor y a la construcción de una nueva comprensión de la persona, en la cual, al entendernos persona en familia, somos liberados del aislamiento del yo y llevados a la comunión. (D.A. 156)

Foto: Cathopic

vida sacramental, en la que unimos nuestra Foto: Cathopic vivencia de amor familiar en la profunda comunión de los hijos de Dios. El amor vivido en las familias es una fuerza constante para la vida de la Iglesia. «El fin unitivo

del matrimonio es una llamada constante a acrecentar y profundizar este amor. En su unión de amor los esposos experimentan la belleza de la paternidad y la maternidad; comparten proyectos y fatigas, deseos y aficiones; aprenden a cuidarse el uno al otro y a perdonarse mutuamente. En este amor celebran sus momentos felices y se apoyan en los episodios difíciles de su historia de vida [...] La belleza del don recíproco y gratuito, la alegría por la vida que nace y el cuidado amoroso de todos sus miembros, desde los pequeños a los ancianos, son sólo algunos de los frutos que hacen única e insustituible la respuesta a la vocación de la familia», tanto para la Iglesia, como para la sociedad entera. (A.L. 88)

Para reflexionar en familia: • ¿Cuál es la misión de mi familia en la Iglesia? • ¿Participamos como familia de la vida sacramental?

• ¿Cómo podemos comprometernos en la

evangelización de las familias desde nuestra realidad familiar?

15| Evangelizar

Foto: Cathopic


SOCIAL

Por: Leidy Alexandra Jaramillo Giraldo Comunicadora social - Pastoral Social

En los últimos tiempos el papa emérito Benedicto XVI y el papa Francisco, en reiteradas ocasiones, han invitado a la comunidad a hacer vida el mandamiento nuevo del Amor, motivándonos a vivirlo en todas nuestras relaciones, recalcando que para hacer vida la Palabra de Dios debemos amarnos unos a otros, como Cristo nos ha amado; pero, preguntémonos ¿cómo vivir ese verdadero amor? ¿Será posible amar al otro como Jesús nos amó? Si reflexionamos sobre estas preguntas, pueden parecernos difíciles de responder y se nos podría hacer mucho más complicado pensar en hacerlas vida; es un reto grande, pero Cristo nos ha enseñado como hacerlo de la mejor manera. Basta detenernos a leer los evangelios para encontrar el camino. podemos pensar en los pasajes bíblicos en los que Jesús acoge a quienes son rechazados, cura a los enfermos y muchas otras acciones con las que nos demuestra que hacer vida el mandamiento nuevo del Amor es posible. Benedicto XVI en la introducción de la encíclica Deus Caritas Est nos dice “Hemos creído en el amor de Dios: así puede expresar el cristiano la opción fundamental de su vida. No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la

vida y, con ello, una orientación decisiva”. Es el encuentro con el Amor que llena de sentido nuestro ser como cristianos. En la actualidad, nos enfrentamos a muchas situaciones de dolor, en su mayoría provocadas por la indiferencia, porque nos cuesta ir más allá de nuestros propios límites, apegos y predisposiciones, que en ocasiones son lo que nublan esa capacidad de ver la necesidad del otro. Esta indiferencia ha provocado pobreza, desnutrición, suicidios, drogadicción, guerras, daños a nuestra casa común y muchas otras situaciones que consumen a la sociedad. Pero, como cristianos y desde nuestra débil humanidad, podemos responder a estos dolores de la sociedad llevando a la práctica el Evangelio, de manera muy concreta, con acciones pequeñas que vayan impactando nuestro entorno, por ejemplo: respetando el pensamiento del otro, sonriendo a quien camina por la calle, escuchando a nuestra familia, siendo asertivos con nuestras palabras, agradeciendo a quien me sirve y orando por quien tiene alguna necesidad. Son acciones sencillas que con su práctica diaria pueden transformar nuestro entorno y que facilitan vivir el mandamiento nuevo del Amor. Necesitamos de manera urgente hacer vida el Evangelio, desprendernos de los miedos e indiferencias, porque vivir los unos por los otros, es decir, vivir en verdadera fraternidad, es lo único que podrá devolverle el rumbo a nuestra sociedad.

16| Octubre


Sandra Lucia Espinal López Mg. en Educación con énfasis en DDHH

El perdón como camino Son muchos los testimonios que dan cuenta de las trasformaciones en la vida de quien se lanza a la aventura del perdón; esta debería ser una tarea que todos los seres humanos debemos transitar en algún momento de nuestra vida; “el perdón es inconcebible y la reconciliación imposible”, dicen algunos, quienes han sido dañados, heridos, quienes son presos del odio y el rencor, una carga demasiado pesada. El perdón de Dios es Salvación y liberación del mal. Dios hace mucho más que absolver de culpas; al Jesús venir a nacer y morir como hombre, nos lleva a un destino inesperado de unión con Él. Su intervención es: "Santificación", hacernos hijos suyos. Cuando hablamos de "Resurrección" esperamos mucho mejor que una "despenalización", esperamos la liberación del mal nuestro y ajeno, de ayer y de mañana (Paul Buchet, 2016). Perdonar no significa en absoluto olvidar, sino recordar con otros ojos. De esta manera, el perdón se convierte en el modo más inteligente y sabio de administrar la “memoria ingrata”, definida dentro de este proceso como aquella donde reposan los recuerdos de la ofensa y sus efectos, constituida por todas las inevitables limitaciones y ofensas causadas por nuestro prójimo con el paso del tiempo (Narváez, 2010). Perdonar reconstruye la memoria y evita la amnesia, por esto mismo es importante entender el significado de la memoria.

Una vez terminado el camino del perdón, la persona puede decidir comenzar el de la reconciliación. El ejercicio de la reconciliación empieza ordinariamente por la víctima. Es ella y solo ella la que posee la llave de la reconciliación. Mientras la práctica del perdón es el esfuerzo de transformación de la “memoria ingrata”, el Foto: Cathopic proceso de reconciliación, tanto a nivel personal como a nivel colectivo y político, no es más que un ejercicio de recuperación de la confianza del prójimo. Verdad, justicia y pactos son los componentes esenciales de la reconciliación (Gómez, 2008). Es la víctima la que tiene el privilegio de construir puentes en vez de muros. Las partes optan por alternativas no violentas y por una ética del cuidado de sí mismo y de los demás; instauran una dialéctica ecológica que protege al uno y al otro, literalmente creando algo nuevo. Es pues, a partir del ejercicio personal que se generan nuevas narrativas, un ejercicio de darle un lugar privilegiado a la palabra, donde puedo sacar, poner en el afuera lo que íntimamente me duele, un acto político que genera una renovada relación con los demás, un camino necesario para pasar de ser “víctima a victorioso” construyendo nuevas relaciones, basadas en la confianza y la capacidad de ponerse en los zapatos del otro.

Perdonar es mucho más que aceptar o tolerar la injusticia; mucho más que frenar la rabia y el rencor es soltar; dejar fluir es transitar por la vida sin cargas, transformando las relaciones consigo mismo y con los demás. Perdonar es un mandato evangélico para los cristianos, porque condiciona y es, a su vez, la garantía del perdón divino.

17| Evangelizar


Foto: Freepik

EDUCATIVA

Por: Dalia Lorena Caicedo Ibargüen Rectora I. E. Ezequiel Sierra

La E.R.E. liberadora asume este cometido y, sin embargo, también espera que el sujeto forme un pensamiento reflexivo, analítico y crítico sobre los problemas religiosos de su realidad; sepa dar sentido a la existencia última de su vida; integre fe y vida en lo cotidiano; establezca relaciones dialógicas con los otros; en últimas, que viva su vocación a través de su propia humanización y la humanización del mundo. Ahora bien, la realidad religiosa no puede pensarse ajena a la realidad global; si aquella merece un cambio, esta, también. Mejor aún, el cambio que pueda ocurrir en la primera supone que algo ha sucedido en la segunda. ¿Quién dudaría de que se esté requiriendo, hoy más que nunca, de una transformación de las estructuras injustas de la sociedad, de sus convicciones o de los egocentrismos individuales y colectivos que generan insensibilidad frente a las necesidades de los sujetos y las naciones? (Suárez et al., 2013, p. 223). La realidad sufriente de hombres y mujeres de América Latina, palpable y lamentable, clama por un cambio que no vendrá mágicamente. Este será el resultado de un proceso en el cual la educación tendrá un papel protagónico y transformador. Nuestro continente necesita de una educación que promueva, en los niños y jóvenes, una mentalidad de “sociedad pluralista” (Boff & Murano, 2004). Con esta, se evitaría cualquier tipo de fragmentación, subordinación y exclusión, como el machismo, la xenofobia, el totalitarismo, el conformismo, el etnocentrismo, entre otros. El reto no es minúsculo, pero tampoco es nuevo, la segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano (CELAM) (1968) ya señalaba el indicador de una educación liberadora: convertir “al educando en sujeto de su propio desarrollo” (p. 49). Empero, si el educando se hace sujeto de

su propio desarrollo, es porque se ha concientizado de su sí-mismo-en-relación-con y por tanto, podrá llevar a cabo la tarea de humanizar, humanizando la realidad social en la que vive. Concientizar es entonces “Educar para leer el mundo” con ojos críticos, de modo que se busque la liberación mediante el rechazo a la dependencia, la opresión y la marginación (Suárez et al., 2013, p. 224). Una institución que le apuesta a una E.R.E. liberadora promueve la religación entre Dios-ser humano-mundo. Una E.R.E. liberadora potencializa lo que las diversas instituciones han hecho explícito en sus diseños de educación religiosa: formar mujeres y hombres de valores sólidos inspirados en el Evangelio (justicia, perdón, paz, caridad y esperanza) y, por tanto, ciudadanos que advierten que, para alcanzar la justificación, es necesario pasar por la justicia; no hay salvación sin liberación; lo trascendente se logra a través de la inmanencia. Una E.R.E. liberadora encierra en su finalidad la concienciación del sujeto, su liberación, su humanización, la opción por el pobre, la valoración de su propia cultura y de su historia, como condición de una experiencia religiosa auténtica (Suárez et al., 2013, p. 227). Una E.R.E. liberadora promueve la concientización del sujeto para que sea capaz de ver la experiencia del oprimido –incluso si él también lo es− y de los mecanismos sociales que generan opresión, pero también de su compromiso para transformar tal realidad. Nuestra realidad colombiana resulta un poco alejada de estos planteamientos, se requiere volver la mirada hacia ellos para, de esta manera, poder cumplir con un verdadero propósito “favorecer el desarrollo integral de la persona” y que, a través de su implementación, se logre “el desarrollo de la dimensión religiosa del sujeto y la comprensión de lo religioso como componente de la cultura”. https://www.religiondigital.org/america/Perdon-dificil_0_1861013911.html https://archive.revista.drclas.harvard.edu/book/escuelas-de-perd%C3%B3n-y-reconciliaci%C3%B3n https://www.redalyc.org/pdf/3376/337632740002.pdf

18| Octubre

Foto: Freepik


“Tras la Mesa hay que salir hacia la Misión… ¡los discípulos a hacer discípulos!

Hay que salir a vivir lo que se ha celebrado”


1. Diocesana

Se desarrollará desde el mes de octubre del 2021 hasta abril del 2022.

2. Continental Esta fase inicia en septiembre del 2022 y finaliza en marzo 2023.

3. Universal

Se articulará en tres fases, entre octubre del 2021 y octubre del 2023, estas son:

La secretaria general del Sinodo recogerá las conclusiones de la fase diocesana y continental y preparará el documento para la Asamblea general de los Obispos que se realizará en Roma en octubre 2023.


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