Domingo 34º ordinario B Cristo Rey

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Mi Reino no es de este mundo AMBIENTACION A lo largo el año hemos venido viviendo y celebrando: el tiempo de espera del Redentor (Adviento); el nacimiento del señor (Navidad); su camino de preparación hacia la Pascua (Cuaresma); su Pasión, Resurrección y Glorificación (Semana Santa, Pascua, Ascensión, Pentecostés). Hoy terminamos el Año Litúrgico celebrando a Cristo «Señor y Rey del universo». No se trata de ninguna «forma política de gobierno», sino del Reino de Dios instaurado por Jesús y al que le da plenitud: que habita en nosotros, a pesar de que « no es de este mundo». A Jesús tenemos que bajarlo de todos los tronos para dejarlo solamente en la Cruz y en la resurrección a una vida nueva.

1. PREPARACION: Invoquemos AL ESPIRITU SANTO Espíritu Santo, ven a nuestra mente y nuestro corazón para que, en actitud de discípulos, acojamos la Palabra que nos regala el Padre y las luces y gracias dadas a la Iglesia mediante ella. Que recibamos esta Palabra como principio de vida y tengamos, para recibirla, la disposición con que Jesucristo leyó al profeta Isaías en la sinagoga de Nazareth. Haz que, por la Palabra, Jesucristo viva y reine en nuestro corazón y en nuestra vida. Amén. 2. LEAMOS LA PALABRA: ¿QUÉ DICE el texto? Dn. 7, 13-14: «Su reino no acabará» En la visión central del libro apocalíptico de Daniel (cap. 7) se habla de manera misteriosa del «Hijo del hombre»: originariamente se mencionaba a los judíos fieles a Yahvé (personalidad colectiva), que habían tenido que padecer los más amargos sufrimientos bajo el fantasma de la «helenización» (= la imposición a la fuerza de la cultura


y cultos griegos al Pueblo de Israel), encabezada por el pagano Antíoco IV Epífanes (175164 a.C). El objeto del texto de Daniel (como el de todos los escritos «apocalípticos») es consolar al pueblo: a pesar del sufrimiento, las torturas y la privación de los derechos, Dios quiere salvar a los suyos y rehabilitarlos (restituirles su dignidad). Desde una visión cristológica de la salvación, el supremo título de «Hijo del hombre» tiene valor mesiánico y se refiere a Cristo, el cual ha de llevar victoriosamente toda la historia del universo a la plenitud a la que está orientada.

Sal. 93(92): «El Señor reina, vestido de majestad» Este salmo está organizado así: 1. Dios, rey del mundo (vv. 1-2) 2. Triunfo sobre el caos (vv. 3-4) 3. Triunfo sobre el pecado (v. 5) Es un himno en el que se canta la grandiosidad de Dios como soberano del universo. El lenguaje es solemne, poético, con un estilo sonoro y elocuente. Las grandes aguas oceánicas, símbolo del caos, lanzan inútilmente, por tres veces, un desafío a Dios. El rey celeste es más poderoso que su bramido y rebelión. Desde su alto trono sujeta con firmeza al mundo y vence las fuerzas oscuras y disgregadoras. En la historia ocurre lo mismo que en la creación: los mandamientos de Dios son firmes e inmutables; vencen el caos del pecado y la injusticia.

Ap. 1,5-8: «A Jesucristo, el Testigo fiel, la gloria y el poder por los siglos de los siglos» Este texto tiene tres partes. a) Primero se mencionan (en la introducción; v. 4-6) tres series de títulos que presentan a Cristo en su dignidad actual y futura. - La primera serie es una interpretación mesiánica del Salmo 89: Cristo, «Testigo fiel» que certifica su palabra con la muerte (3,14); Cristo, «Primer nacido de entre los muertos» (Ro. 8,29; Col. 1,18), va victorioso por delante de su comunidad; Cristo, «Rey de reyes» (Ap. 19,16: «... y Señor de señores») es el Señor cósmico-universal de la historia. - La segunda serie está tomada de la primitiva teología cristiana sobre el bautismo y habla del amor de Cristo (cf. Gal 2,20); de la muerte salvadora de Cristo en la cruz (cfr. Col l,13s.; Ef 1,7); de la función salvadora de Cristo. La dignidad real y la original dignidad sacerdotal, atribuidas a Israel (Éx. 19,6), son ahora adjudicadas a los creyentes en el ámbito del señorío de Cristo (cfr. 1Pe. 2,9).


- La tercera serie es el anuncio profético del v. 7, que combina citas (Dn. 7,13; Zc. 12,10.12; etc.) para afianzar la fe en la venida de Cristo que dará plenitud a la historia del mundo (cfr. Mt. 24,30). b) El discurso directo de Dios en el v. 8 (cf. Ap. 21,5-7) une el fin del mundo (v. 7: Cristo viene) con la omnipotente actuación de Dios (v. 8: Dios viene). c) Y de nuevo se afirman tres atributos de Dios: Primero, la universalidad de Dios en el tiempo: con la primera (alfa) y la última (omega) letra del alfabeto griego se hace referencia a las 24 horas del día; Dios es el principio y el fin (Ap. 21.6). el primero y el último (Ap. 1,17; 22,13). Segundo, el poderoso actuar de Dios en la historia que está descrito con los tres tiempos verbales (cf.: Ap. 1,4 en consonancia con Éx. 3.14: pasado, presente y futuro: «el que era, el que es y el que vendrá»). Tercero, la soberanía sobre los ejércitos celestiales se expresa con el «pantocrátor» (Señor universal: Ap. 4,8; 11,17; traducción de «seba'ót»).

Jn. 18,33-37: «Tú lo dices: Soy rey» EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN JUAN

R/. Gloria a Ti, Señor. 33

Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio, llamó a Jesús y le dijo: – «¿Eres tú el rey de los judíos?» 34 Respondió Jesús : – «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?» 35

Pilato respondió:

–«¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?» 36

Respondió Jesús:

–«Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuese de este mundo, mi gente habrín combatido para que no fuese entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí». 37

Entonces Pilato le dijo : – «Luego, ¿tú eres rey?»

Respondió Jesús:


–«Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz».

Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. Re-leamos LA PALABRA para interiorizarla Hagamos, ante todo, un momento de silencio orante para poder entrar en el pretorio y me dispongo a escuchar profundamente cada palabra que sale de la boca de Cristo.

a) Contexto: Jn. 18 - 19 Verdaderamente, solo podemos comprender versículos 33-37, del cap. 18, miramos en el contexto de capítulos 18-19 que incluyen lo siguiente.

si los

- La traición de Judas y el arresto de Jesús (Jn. 18:1-11) - Jesús ante el Sumo Sacerdote (Jn. 18:12-14, 19-24) - Pedro niega a Jesús (Jn. 18:15-18, 25-27) - Jesús ante Pilato (Jn. 18:28-32) - «Jesús Nazareno, Rey de los Judíos» (Jn. 19, 15, 19)

b) Comentario: vv. 33: Después de que los pontífices cuestionaran a Jesús (cfr. Jn. 18:19-24), lo llevaron a Pilato. Los hombres judíos que llevaron a Jesús a Pilato «no entraron en el pretorio para no contaminrse y poder,así, comer la Pascua» (Jn. 18, 28). Ahora, Pilato vuelve a entrar en el pretorio y manda que le traigan a Jesús para interrogarlo. «¿Eres tú el Rey de los judíos?» (v. 33b). Pilato solo tiene una preocupación legítima, y es si Jesús constituye una amenaza para Roma. Si Jesús adopta el papel de rey, eso es una traición que lleva pena de muerte. La ironía es que Jesús sí es un rey, pero uno que no constituye ninguna amenaza para Roma. Lectores de este Evangelio, ya enterados del resto de la historia, saben esto. Queremos interrumpir y decir, «¡Sí, es un rey, pero no como lo retratan los líderes judíos!».


Jesús no responde enseguida directamente, sino que obliga a Pilato a poner en claro lo que tal realeza significa, lo lleva a caminar a la profundidad. «Rey de los Judíos» significa «Mesías» y es en cuanto Mesías como Jesús será juzgado y condenado.

v. 34: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otro te lo han dicho de mi?» (v. 34). Antes de que Jesús pueda contestar a Pilato, quiere entender el significado de su pregunta. ¿Pregunta Pilato si Jesús pretende luchar con Roma por el poder de Judea, o está simplemente actuando como portavoz de los pontífices? La pregunta de Jesús demuestra que él comprende la política oculta – que otros definitivamente han hablado con Pilato de él – y que lo han contratado para llevar a cabo sus negocios sucios (que Pilato, presumiblemente el hombre más poderoso de Judea, se ha permitido a si mismo convertirse en peón de sus intereses). La pregunta de Jesús también reversa sus papeles:Jesús ahora se convierte en el interrogador.

v. 35a: - «Es que yo soy judío?» (v. 35a). Pilato respeta poco al pueblo judío, por eso su pregunta tiene un tono de desprecio. Pilato parece responder con desprecio a lo que piden los judíos, los cuales aparecen claramente como acusadores de Jesús: los sumos sacerdotes y el pueblo, cada uno con su responsabilidad, como se lee en el prólogo: «Vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn. 1,11)

v. 35b: «Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado (griego: paredokan – de paradidomi) á mí» (v. 35b). Pilato confirma que otros han iniciado esta acción. Ningún cargo se ha presentado contra él. Los judíos sólo se han quejado, diciendo que Jesús es malo (kadon – traducido «malhechor»: v. 30). Pilato no sabe por qué los pontífices quieren matarlo, pero sí comprende que hay más de lo que parece. Quiere comprender el complot escondido, por eso le pide a Jesús que explique lo que pasa. Un verbo gramatical emerge con fuerza de estas líneas rebotando ya desde los primeros versículos del relato de la Pasión: el verbo « entregar», pronunciado aquí primeramente por Pilato y después por Jesús. La « entrega del Cristo» es una realidad teológica, pero al mismo tiempo vital, de extrema importancia, porque nos conduce a lo largo de un camino de sabiduría y amaestramiento muy fuerte. Puede ser útil recorrerlo de nuevo, buscándolo en los signos a través de las páginas de la Escritura. En este Evangelio la palabra griega paradidomi se usa frecuentemente para hablar de Jesús siendo traicionado (cfr. Jn. 6, 64, 71; 12, 4; 13, 2; 11, 21; 18, 2.5; 21, 20) o entregado a sus enemigos (cfr. Jn. 18, 30.35b) o entregado para ser crucificado (cfr. Jn. 19, 16).


- Sigue después la segunda pregunta de Pilato a Jesús; «¿Qué has hecho?» (v. 35c). , pero no tendrá respuesta.

v. 36: - «Mi reino (basileia) no es de este mundo»(kosmou -de kosmos) (v. 36a). Jesús confirma que es un rey, pero también le asegura a Pilato que Roma no tiene ningún motivo para temerle. El reino de Jesús (basileia – utilizado en Jn. 3, 3. 5 para el Reino de Dios-) «no es de este mundo» (kosmou .-de kosmos). Mientras que Dios creó el kosmos, el kosmos está encerrado en continua rebelión contra su creador (cfr. Jn. 1, 10, 11). Es la esfera de oscuridad, rebelión, ceguera, y pecado. Jesús no busca un reino del kosmos, sino un Reino de Dios. Cita la falta de resistencia por parte de sus seguidores como prueba de que no busca un reino del kosmos. Pero este «Reino» cuyo origen no es de este mundo, sí se manifiesta en este mundo donde sea que alguien escuche su voz, como lo dejará claro el versículo 37. Y aunque no sea cumplido por métodos políticos, sí tendrá implicaciones políticas, porque transforma radicalmente al ser humano y al mundo en el que vive, y transforma las formas de relaciones humanas, para la construcción de un mundo nuevo. - «Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos» (v. 36b). . Su banda de discípulos es pequeña, pero hay mucha gente atraída hacia Él. Gente que está descontenta con la ocupación romana, que espera un líder que los organice. Pilato tiene tres mil soldados bajo su mando, pero pocos de ellos se encuentran en Jerusalén es ese momento. Si Jesús hubiera querido causar problemas, lo hubiera hecho. De hecho, ya existía algo de violencia asociada con el arresto de Jesús. Simón Pedro hirió al esclavo del alto sacerdote, cortándole la oreja. Jesús respondió reparando el daño y diciéndole a Pedro, «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la vioy a beber?» (Jn. 18, 11). Éste es un tema joanino que vuelve a aparecer. - «Pero mi Reino no es de aquí» (v. 36c). El Reino de Jesús no tiene sus orígenes en el kosmos, sino en Dios. Su reino no deriva su autoridad del kosmos, sino de Dios. ¡Jesús no es rey de un kosmos! Afirmando que su reino «no es de este mundo», Jesús nos invita, con fuerza, a pasar a otra realidad. Una vez más Él nose desconcierta, proponiéndonos otro mundo, otro reino, otro poder. ¿Qué tipo de reino estamos esperando? La iglesia siempre está tentada a buscar la autoridad del kosmos – a aliarse a si misma con el poder del kosmos. Cuando hace eso, generalmente ha perdido autoridad moral: encuentra imposible mantener ambos la autoridad moral y la autoridad del kosmos simultáneamente, porque «no puede servir a dos señores». En la mayoría de lugares en los que la iglesia ha tenido poder substancial del kosmos, la iglesia hoy está al margen o muerta. La iglesia hace mejor cuando imita al Hijo del Hombre que no tenía donde recostar la cabeza (cfr. Mt. 8, 20) y que restauró la vista de los ciegos, ayudó a los


mudos a hablar, lavó leprosos, hizo a los sordos oír, resucitó muertos, y trajo buenas noticias a los pobres (cfr. Mt. 11:5). Igual que el poder de Jesús se encontraba en la cruz, el más efectivo testimonio de la iglesia se encuentra en servicio y sacrificio para los necesitados. «Entregar» (vv. 35 y 36). Nos detenemos en esta palabra y tratamos de rumiarla y mantenerla en nuestro corazón, poniéndola de frente a nuestra vida, con nuestros comportamientos de cada día.

v. 37: «¿Luego tú eres rey?» (v. 37a). Al oír la palabra «reino», Pilato se pone en alerta. El interrogatorio vuelve a la pregunta inicial (cfr. v. 33), a la que Jesús sigue dando respuesta afirmativa: «Yo soy rey», pero explicando su origen y su misión. Aunque Jesús diga que su reino no es de este mundo, a Pilato le preocupa que el reino de Jesús vaya acompañado de alguna manera de implicaciones políticas. La pregunta de Pilato demuestra la posibilidad de que Jesús sea una amenaza política, y Pilato lo invita a asegurarle una vez más de que no lo es. Jesús contesta, «Sí, como dices, soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio á la verdad».(v. 37b). En el Evangelio de Juan, Jesús tiene mucho más que decirle a Pilato que en los sinópticos, donde solo contesta, «Tú lo dices» (Mt. 27, 11-14; Mc. 15, 2-5; Lc. 23, 2-5). Jesús afirma «Sí, como

dices, soy rey», (una declaración muy parecida a su respuesta en los sinópticos) pero después continúa, explicando el significado de su Reino: * Primero, Jesús dice, «Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo» (v. 37b). El Prólogo de este Evangelio dice, «En el principio existía la

Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios»… Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padrecomo Unigénito, lleno de gracia y de verdad» (Jn. 1, 1.14). El Versículo 37 vuelve a relatar estos temas joánicos: Encarnación – gloria – verdad. Además de Jn. 7, 42, que dice que el Mesías descenderá de David y vendrá a Belén, este versículo 37 es la única referencia al nacimiento de Jesús en el 4° Evangelio. Este Evangelio se preocupa más por el verdadero origen de Jesús que por la historia de su nacimiento. Sí, nació de mujer, pero la realidad más grande es que viene de Dios. * Segundo, Jesús dice que ha venido al mundo «para dar testimonio de la verdad». Verdad es un tema principal en el Evangelio de Juan (cfr. Jn. 1, 14.17; 4, 23; 5, 33, 8, 32.40.44; 14, 6.17; 15, 26; 16, 7.13; 17, 8.17.19; 19, 35). Éste no es el concepto abstracto de verdad que va sobre y en contra de falsedad, sino la verdad


religiosa que hemos visto a través de este Evangelio, una verdad muy ligada a la persona de Jesús: «… Yo soy la verdad…» (Jn. 14, 6). Aprendemos lo siguiente acerca de la verdad en este Evangelio: • Jesús está lleno de verdad (1:14). • La verdad nos hace libres (8:32). • Jesús dice la verdad (8:45-46). • Él es el camino, la verdad, y la vida (14:6). • Él testifica la verdad (18:37). • Cuando Jesús se va, el Espíritu de la verdad volverá a estar con nosotros (16:7, 13). * Tercero: «Todo

el que es de la verdad, escucha mi voz» (v. 37c). Esto vuelve a repetir el tema de capítulo 10 – el pastor y las ovejas que escuchan su voz (cfr. Jn. 10, 4-5.16). Las ovejas no escucharán a desconocidos, porque desconfían de ellos. Escuchan para oír la voz de su pastor, porque su pastor tiene palabras de verdad y de

vida. Aquéllos que escuchan la voz de Jesús son sus discípulos. Esta frase final del pasaje es estupenda: «Quien está de parte de la verdad escucha mi voz». Nosotros que estamos absortos en miles de trabajos, compromisos, reuniones, ¿a dónde dirigimos nuestros oídos? ¿a quién atendemos?, ¿en quién pensamos?. Cada mañana recibimos vida nueva, pero en realidad, ¿de quién nos dejamos revivir?

3. MEDITEMOS LA PALABRA: ¿QUÉ NOS DICE el texto? Jesús revela su propia realeza Estos pocos versículos nos ayudan a entrar más profundamente todavía en el relato de la Pasión y nos conducen casi hasta la intimidad de Jesús, en un lugar cerrado, apartado, donde Él se encuentra solo, cara a cara con Pilato: el «pretorio». Aquí es interrogado, responde, pregunta, continúa revelando su misterio de salvación y a llamarnos para Él. Aquí Jesús se muestra como rey y como pastor. Aquí está atado y coronado en su condena a muerte, aquí Él nos conduce a las «verdes praderas» de sus palabras de verdad. El pasaje forma parte de una sección algo más amplia, comprendida entre los versículos 28-40 y relata el proceso de Jesús ante el Gobernador. Después de una noche de interrogatorios, de golpes, desprecios y traiciones, Jesús es entregado al poder romano y condenado a muerte, pero precisamente en esta muerte, Él se revela Rey y Señor, Aquel que ha venido a dar la vida, justo por nosotros injustos, inocente por nosotros pecadores. El proceso de Jesús, dramáticamente configurado por el Evangelio de Juan llega en el primer interrogatorio a su culmen teológico: la revelación de Jesús acerca de su


propia realeza. ¿De qué se trata? Todo esto nada tiene que ver con la acusación que pretendía llevar a Jesús al tribunal por agitador político (en el mismo sentido de una rebelión impulsada por los radicales zelotes): éste era el plan que ya había sido urdido hacía tiempo por la aristocracia saducea del Templo (sumos sacerdotes y ancianos; cf.: Jn. 7.32.45; 11,47.49-53,57; 12,10). La realeza de Jesús no puede localizarse terrenalmente (en un conjunto de poderes humanos y políticos), sino que tiene un origen «celestial» (la gloria del eterno señorío de Cristo (cfr.: 1Co.15,24-28; Col. 1,13; 2Tm. 4, 18; 2Pe. 1,11): ciertamente el ámbito de actuación de Jesús se hace visible en este mundo mediante la revelación de la salvación, pero sólo se puede acceder a ella en la vivencia de la fe (o sea, no a través de medidas de presión política).

Jesús Rey mártir «He venido para dar testimonio de la verdad» (v. 37), dice Jesús, usando un término muy fuerte, que contiene en sí el significado de martirio, en griego ( = «martyreso», es decir, testimoniar: es lo que hace el mártir por le FE). El testigo es un mártir, el que afirma con la vida, con la sangre, con todo lo que es y lo que tiene, la verdad en la cree. Jesús atestigua la verdad, que es la Palabra del Padre («Tu Palabra es verdad»: Jn. 17,17) y por esta Palabra Él da la vida. Vida por vida, Palabra por Palabra, amor por amor. Jesús es « el Amén, el Testigo fiel y veraz, el Principio de la creación de Dios» (Ap. 3,14); en Él existe sólo el Sí, por siempre y desde siempre y en este Sí, nos ofrece toda la verdad del Padre, de sí mismo, del Espíritu y en esta verdad, en esta luz, Él hace de nosotros su reino.

4. OREMOS CON LA PALABRA: ¿QUE LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Reconocemos y proclamamos hoy, Padre, la realeza única de Jesús. A su luz cobran un sentido distinto nuestras ideas de poder y de mando. El no domina desde arriba, como los gobernantes de este mundo, sino que se pone a la altura de los pobres y humildes, para elevarnos a todos, haciéndolos hijos de Dios. Agradecidos por tu Hijo y por el Reino que en El has preparado para todos, queremos dar a Cristo, nuestro Rey, y, con El a ti, su Padre y nuestro Padre, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor, bendición y gloria, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén


5. CONTEMPLEMOS LA PALABRA Y COMPROMETÁMONOS: NOS PIDE HACER la PALABRA?

¿QUÉ

Jesús, el Rey atado y entregado Nos fijamos en cinco momentos, o aspectos de la «entrega»: a) - Ante todo, parece que es el mismo Padre quien entrega a su Hijo Jesús, como un don para todos y para siempre. Leo en Rom. 8, 32: «Dios, que no

perdonó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas?». b) - Al mismo tiempo, sin embargo, veo que es Jesús mismo, en la suprema libertad de su amor, en la más íntima fusión con la voluntad del Padre, quien se entrega por nosotros, quien ofrece su vida; dice San Pablo: «Cristo nos ha amado y se ha entregado a sí mismo por nosotros».(Ef. 5, 2. 25), pero me acuerdo también de estas palabras de Jesús: «Yo ofrezco mi vida por las ovejas; ninguno me la quita, sino que yo la ofrezco por mi mismo» (Jn. 10,18). Por tanto, más allá y antes de toda otra entrega, está esta entrega voluntaria, que es solamente entrega de amor y de donación. c) - En los relatos evangélicos aparece enseguida la entrega malvada por parte de Judas, llamado por esto «el traidor», o sea, el «entregador», el que dice a los sumos sacerdotes: «¿Cuánto quieren darme para que se lo entregue?» (Mt. 26, 15; cfr. también Jn. 12, 4; 18, 2.5). d) - Después son los Judíos los que entregan Jesús a Pilato: «Si no fuese un malhechor no te lo hubiéramos entregado» (Jn. 18, 30.35) y Pilato representa a «los gentiles», como Jesús mismo ya lo había anunciado: «El Hijo del Hombre.... será entregado a los paganos» (Mc. 10, 33). e) - Finalmente Pilato lo entrega de nuevo a los judíos, para que sea crucificado (Jn. 19, 16). Contemplo todos esto pasajes, observo a mi Rey atado, encadenado, como nos hace notar el evangelista Juan, tanto en 18, 12 como en 18, 24; me pongo de rodillas, me postro delante de Él y pido al Señor que me sea dado el valor de seguir estos pasajes dramáticos, pero maravillosos, que son como un único canto de amor de Jesús para nosotros, su «Sí» repetido hasta el infinito para nuestra salvación. El Evangelio me acompaña dulcemente dentro de esta noche única, en la cual Jesús es entregado por mí, como Pan, como Vida hecha carne, como amor compartido en todo. «El Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, tomó el pan y dijo: "Esto es mi cuerpo, que se da por vosotros» (1Co.11, 23).


Y entonces comprendo que para mí la felicidad está escondida también dentro de estas cadenas, estas ataduras, con Jesús, con el gran Rey y está escondida en estos continuos pasajes, de entrega en entrega, a la voluntad, al amor de mi Padre.

Relación con la Eucaristía Los que participamos en la Eucaristía queremos participar también en la extensión de su Reino de justicia, de amor y de paz.

Para orar y vivir la Palabra «Tu trono está firme desde siempre y tú eres eterno» (Sal. 93(92),2) La historia nos dice que, en este mundo, han caído grandes imperios; en cambio tu trono, Señor, está firme. Tú eres el único rey que vives desde siempre y vivirás para siempre. Yo te doy gracias por poder servir a un rey que no puede morir. Los dioses y señores de este mundo fácilmente caen y se desvanecen. Yo quiero apoyarme únicamente en ti. Tú eres mi roca, mi alcázar, mi baluarte. Que sea tu fuerza y no la mía la que me haga fuerte. Que sea tu seguridad y no la mía la que me haga sentirme seguro. «Muchas son las olas que nos ponen en peligro, y una gran tempestad nos amenaza; sin embargo no tememos ser sumergidos porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas, nada podrán contra la barca de Jesús». (San Juan Crisóstomo)

Algunas preguntas para meditar durante la semana 1. Observo los movimientos de Pilato, su deseo de un encuentro con Jesús, aunque él no sea consciente. Si pienso en mi vida, ¿por qué muchas veces me es difícil entrar, preguntar, llamar, estar en diálogo con el Señor? 2. El Señor desea una relación personal conmigo. ¿Soy capaz «escucharlo», de entrar o de dejarme atraer en una relación verdadera, intensa, vital con el Señor? Y si tengo miedo de esto ¿por qué? ¿Qué es lo que me separa de Él? ¿Qué es lo que me tiene alejado? 3. ¿Te sientes ya parte del Reino de Cristo? ¿Por qué? 4 ¿Qué aporta la Iglesia que ninguna otra institución lo haga? 5. La Iglesia no es un poder, ¿actuamos los cristianos como servicio o como poder?

P Carlos Pabón Cárdenas, CJM. Libro virtual: http://www.flipsnack.com/F9BBFAD9E8C/domingo-34o-ordinario-b-cristo-rey.html


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