La conversión, regreso a la Casa del Padre AMBIENTACIÓN El evangelio de Lucas es conocido como el «Evangelio de la Misericordia». Todo él puede ser leído como un gran relato que nos sumerge en el amor entrañable del Padre. Dante llamó a Lucas «Escriba de la mansedumbre de Cristo» En la Palabra que hoy nos trae este evangelista, Jesús es el gran protagonista: a través de sus palabras y sus acciones se revela el rostro misericordioso de Dios. Hace dos mil años, sus discípulos fueron testigos privilegiados de ello. Hoy nosotros, discípulos atentos a su Palabra, nos disponemos a contemplar el evangelio como verdadera buena noticia del amor de Dios.
1. PREPRACIÓN: INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO Ven, Espíritu Santo, ábrenos los oídos de la FE para acoger la PALABRA que sale de la boca de DIOS, para que EL actúe en nosotros y nos haga vencer el mal con el BIEN. Anima a los servidores de la Palabra del Padre, como inspiraste a los profetas. Ven, Espíritu Santo, a llenar nuestra vida con tu acción vivificadora, para que sepamos descubrir la presencia de Jesús. Danos fe en la Palabra viva y liberadora de Jesús; que ella sacie la sed de todos los sedientos de verdad y de justicia, de paz y de amistad. Amén.
2. LECTURA: ¿QUÉ DICE el texto? Jos. 5,9a.l0-12. «Hoy los he despojado del oprobio de Egipto» Luego de instalarse en Palestina después de su liberación, los israelitas ofrecen a Dios su adoración y gratitud por medio de una celebración. El mensaje hoy para nosotros: todas las formas de liberación humana, políticas u otras, tienen un significado religioso. Deben ser reconocidas como un don de Dios. En este Domingo, con su tradicional nota de alegría por la proximidad de la Pascua, es adecuada esta narración de la primera pascua de los israelitas, en la llanura de Jericó, instalados ya en la tierra prometida: su alimento ya no es la comida
del desierto -el maná-, sino los frutos de la tierra que Dios les ha dado. La comida del camino (provisional) es substituida por la comida de la estabilidad ¡Magnífica imagen de la Pascua cristiana! Nuestro Josué (Jesús) nos ha introducido ya en la participación de los dones de Dios en la Iglesia; no obstante, hasta que atravesemos el Jordán no habrá Pascua completa. Aquella Pascua fue el signo de la libertad plena.
Salmo 33(32): «Gusten y vean qué bueno es el Señor» El Salmo 34(33) está organizado en dos partes, así: 1. Canto de acción de gracias (v v. 2-11). 2. Reflexión sapiencial (vv. 12-23). Existe una estrecha relación de ambas partes. En la primera se hace ver, por experiencia, lo que Dios es para el justo. En la segunda parte el autor intenta enseñar a otros desde su experiencia personal, es decir, desde lo que Dios ha realizado en el. La resonancia eucarística de este responsorial acompaña y complementa la lectura anterior. Es la Eucaristía, en efecto, la celebración y la manera de participar en la P ascua de Jesucristo. Para nosotros, la Eucaristía es, al mismo tiempo, maná para el presente tiempo de desierto y comunicación con la gloria de Cristo.
2Co. 5,17-21. «Dios nos ha reconciliado consigo en Cristo» . La segunda lectura da la interpretación eclesial del ministerio de la reconciliación, que es obra de Dios. La fórmula de la absolución sacramental tiene, como trasfondo, este texto paulino. El tema que desarrolla San Pablo en su segunda Carta a los Corintios es: la reconciliación; Cristo que «nos reconcilió con Dios». La conversión como reconciliación con Dios por el rechazo de nuestros pecados. El ministerio de Cristo y el ministerio de la Iglesia son un servicio de reconciliación: de la gente con Dios, y de la gente entre ellos. La iniciativa de la reconciliación viene de Dios, por Jesucristo. La misión apostólica está íntegramente al servicio de esta reconciliación, para proclamarla y para comunicarla, como embajadores y como ministros. El sentido profundo del ministerio está muy bien descrito en estas frases de Pablo, especialmente el ministerio de la reconciliación: «en nombre de Cristo, en la persona de Cristo...».
Lc. 15,1-3.11-32. «Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido». (Para leer el texto lo hacemos de acuerdo a los personajes: Padre, Jesús, Narrador, Hijo Menor, Fariseos, Hijo Mayor). EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS
R/. Gloria a Ti, Señor.
1
Todos los cobradores de impuestos y los pecadores se acercaban a Jesús Jpara escucharlo. 2 Los fariseos y los maestros de la Ley murmuraban diciendo: «Este recibe a los pecadores y come con ellos». 3 Entonces Jesús les dijo esta parábola: 11
«Un hombre tenía dos hijos.12 El más joven de ellos le dijo a su padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde". Entonces el padre repartió la fortuna entre los hijos.13 Poco tiempo después, el hijo menor reunió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde derrochó todos sus bienes viviendo de manera desordenada.14 Cuando ya había gastado todo, se produjo un hambre terrible en esa región y comenzó a padecer necesidad. 15 Entonces fue y consiguió trabajo en casa de uno de los habitantes de ese país, que lo mandó a sus campos a cuidar cerdos.16 Él deseaba saciar su hambre con el alimento que comían los cerdos, pero nadie se lo daba.17 Al darse cuenta de su situación se puso a pensar: "¡Cuántos obreros de mi padre tienen comida en abundancia mientras yo estoy aquí muriéndome de hambre! 18 Me levantaré, volveré a la casa de mi padre y le diré: 'Padre, he pecado contra Dios y ante ti. 19 Ya no merezco tener el nombre de hijo tuyo. Trátame como a uno de tus obreros'". 20 Entonces se levantó y volvió a la casa de su padre». «Todavía estaba lejos cuando su padre lo vio y, conmovido profundamente, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo besó con ternura.21 Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco tener el nombre de hijo tuyo". 22 Pero su padre ordenó a los servidores: "¡Rápido! ¡Traigan la mejor ropa y vístanlo! ¡ Pónganle el anillo en su mano y sandalias en sus pies! 23 ¡Traigan el ternero más gordo, mátenlo y festejemos! 24 Porque mi hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado". Y empezaron a festejar». 25 «Su hijo mayor estaba en el campo. Al volver, ya próximo a la casa, oyó la música y los bailes. 26 Entonces llamó a uno de los servidores y le preguntó qué ocurría. 27 Él le dijo: "Tu hermano ha vuelto y tu padre mandó matar el ternero más gordo, porque lo ha recuperado sano y salvo". 28 Y tanto se enojó el hermano mayor que no quería entrar. Su padre tuvo que salir a rogarle que entrara,29 pero él le respondió: "Hace tantos años que te sirvo y nunca desobedecí ni una sola de tus
órdenes. Sin embargo, nunca me diste un corderito para que haga una fiesta con mis amigos.30 Ahora ha venido ese hijo tuyo que despilfarró tus bienes con prostitutas y mandas matar en su honor el ternero más gordo". 31 El padre le contestó: "¡Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo! 32 Pero era necesario festejar y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado"».
Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús. Re-leamos el texto para interiorizarlo a) Contexto: Lc. 15, 1-32: «Parábolas de la misericordia» El evangelio de Lucas es conocido como el « Evangelio de la Misericordia». Todo él puede ser leído como un gran relato que nos sumerge en el amor entrañable del Padre. Jesús es el gran protagonista: a través de sus palabras y sus acciones se revela el rostro misericordioso de Dios. Hace dos mil años, sus discípulos fueron testigos privilegiados de ello. Hoy nosotros, discípulos atentos a su Palabra, nos disponemos a contemplar el evangelio como verdadera buena noticia del amor de Dios. El capítulo 15 del evangelio de Lucas es un magnífico retablo formado por tres parábolas en el que podemos contemplar el rostro misericordioso de Dios. Vamos a leer la tercera de las parábolas, la del «Hijo pródigo», que hemos rebautizado con un nuevo nombre: la parábola del «Padre misericordioso».
b) Comentario: vv. 1-2: Los dos primeros versículos del texto nos presentan la escena: son como un preámbulo que nos hace contemplar a «todos los publicanos y pecadores» que se acercan a Jesús para escucharlo (v. 1). Es interesante tener en cuenta el verbo «escuchar», que nos lleva a la escena de María la hermana de Marta, «la cual, sentada a los pies de Jesús, escuchaba su palabra» (Lc. 10, 39); o también a aquella otra de la gente «que había venido para escucharlo y ser curada de sus enfermedades» (Lc. 6,18). Jesús reconoce a sus parientes, no por el lazo de la sangre, sino por este comportamiento. María, la Madre de Jesús, ha sido alabada por este comportamiento de escucha contemplativa, ella que «guardaba todas estas cosas meditándolas en su corazón» (Lc. 2, 19,51). Isabel la proclama dichosa porque «ha creído que se cumplirá lo que se le ha dicho de parte del Señor» (Lc. 1,45), revelado en la escena de la anunciación (Lc. 1, 26.38).
En contraste, unos fariseos y maestros de la ley, que se consideran justos, se indignan y murmuran porque Jesús acoge a los pecadores y come con ellos. Mientras los publicanos y pecadores «escuchan», los que se creen justos «murmuran».
v. 3: La actitud de Jesús para con los pecadores -crítica ante el comportamiento de los fariseos y jefes del pueblo- provoca las «parábolas de la misericordia», especialmente, la principal: la del «Padre misericordioso». En el centro de la parábola está el misterio de la reconciliación -el paso de la muerte a la vida- proclamado por San Pablo, realizado por Jesucristo, obra del Padre-Dios. Jesús les responde con esta parábola. Con ella justifica su comportamiento y revela el rostro misericordioso de Dios. En su modo de actuar con los pecadores y publícanos se aprecia en Jesús la forma de ser del Padre.
vv.11-13: La historia comienza presentando a unos personajes: un padre y sus dos hijos. El pequeño de ellos no se comporta correctamente. En la sociedad de aquella época, emanciparse del padre era un atentado contra su autoridad, porque lo deshonraba y manchaba su reputación.
vv. 14-19: La decepción y la voluntad de volver a casa del Padre. vv. 14-16: El padre muere en vida. Y el hijo también: abandona la protección y el amor de la casa y derrocha lejos su fortuna, llega al límite de cuidar cerdos (impuros para los judíos) y de querer comer lo que a ellos les daban. vv. 17-19: Cuando se encuentra en un callejón sin salida, el hijo menor calcula la posibilidad de volver a casa para saciar su hambre. Es fácil reconocer en este hijo la vida de los pecadores y publícanos a quienes simboliza. La necesidad de tener que comer hace que el menor perciba su libertad y se vuelva esclavo para cuidar de los puercos. Recibe el tratamiento peor que los puercos. Esta era la condición de vida de millones de esclavos en el imperio romano en tiempo de Lucas. La situación en la que se encuentra hace que el hijo menor recuerde la casa del Padre. Hace una revisión de vida y decide volver a casa. Hasta prepara las palabras que va a decir al Padre...
vv. 20-24: La alegría del Padre al reencontrar al hijo menor. La parábola dice que el hijo menor estaba todavía lejos de casa cuando el Padre ya lo vio, corrió a su encuentro y lo llenó de besos. La reacción del padre desborda todas las expectativas. Cuando el hijo aún está lejos el padre se adelanta (cfr. v. 20b). El verdadero acercamiento es el del padre; él es quien toma la iniciativa. «Profundamente conmovido, salió corriendo a su encuentro, lo abrazó y lo cubrió de besos». No importa la ambigüedad de las motivaciones del hijo: mediante el vestido, el anillo y las sandalias el padre le dice que sigue siendo hijo suyo. Sin una recriminación ni un reproche. El desprestigio sufrido por el padre no importa. La impresión que Jesús nos da es que el Padre se había quedado largo tiempo a la ventana mirando hacia la carretera para ver si el hijo despuntaría a lo lejos.
Conforme con nuestra forma humana de pensar y de sentir, la alegría del Padre parece exagerada. Ni siquiera deja que el hijo termine las palabras que había preparado. ¡No escucha! El Padre no quiere que el hijo sea su esclavo. Quiere que sea su hijo. Esta es la gran Buena Nueva que Jesús nos trae. Túnica nueva, sandalias nuevas, anillo al dedo, churrasco, ¡fiesta! En esta alegría inmensa del reencuentro, Jesús deja trasparentar la gran tristeza del Padre por la pérdida del hijo. Dios estaba muy triste, y la gente se da cuenta ahora, viendo el tamaño de la alegría del Padre cuando vuelve a encontrar al hijo. ¡Es una alegría compartida con todo el mundo en la fiesta que pide preparar!
vv. 25-28a: La reacción del hijo mayor. A la misericordia del padre que se conmueve (v. 20), se contrapone la conducta severa del hijo mayor, que no acepta a su hermano como tal, sino que en el diálogo con el padre lo define «este hijo tuyo (ni siquiera lo llamana hermano) que despifarró tus bienes con prostitutas...» (Lc. 15,30). Cerrado en sí mismo, piensa tener su derecho. No le gusta la fiesta y no entiende la alegría del Padre. Señal de que no tenía mucha intimidad con el Padre, a pesar de vivir en la misma casa. Pues, si hubiera tenido intimidad con él, hubiera notado la inmensa tristeza del Padre por la pérdida del hijo menor y hubiera entendido su alegría por la vuelta del hijo. Quien vive muy preocupado en observar la ley de Dios, corre el peligro de alejarse de Dios. El hijo menor, a pesar de estar lejos de casa, parecía conocer al Padre mejor que el hijo mayor, que moraba con él en la misma casa. Pues el menor tuvo el valor de volver a la casa del Padre, mientras que el mayor no quiere entrar en la casa del Padre. No se da cuenta de que el Padre, sin él, perderá la alegría. Pues él también, el mayor, es hijo lo mismo que el menor. Aquí se entrevé la conducta de los escribas y de los fariseos que «murmuraban»: «Éste recibe a los pecadores y come con ellos ..». Ellos no se mezclan con los «pecadores» considerados inmundos, sino que se distancian de ellos. La conducta de Jesús es totalmente diversa y es escandalosa a sus ojos. A Él le gusta entretenerse con los pecadores y alguna vez hasta se invita por su cuenta a visitar sus casas y comer con ellos (cfr. el relato de Zqueo: Lc. 19, 1-10). La murmuración de los escribas y fariseos impide la escucha de la Palabra.
vv. 28b-30: La actitud del Padre y la respuesta del hijo mayor. El padre sale de casa y suplica al hijo mayor para que entre. El mayor también quiere la fiesta y la alegría, pero sólo con los amigos. No con el hermano, ni siquiera con el padre. Ni siquiera llama al hermano menor con el nombre de hermano, ya que dice «ese hijo tuyo» como si no fuera su hermano. Y es él, el mayor, quien habla de prostitutas. ¡Es su malicia la que interpreta la vida del hermano menor! Cuántas veces nosotros los católicos interpretamos mal la vida y la religión de los demás. La actitud
del Padre es otra. El acoge el hijo menor, pero también no quiere perder el hijo mayor. Los dos forman parte de la familia. El uno no puede excluir al otro.
vv. 31-32: La respuesta final del Padre. Así como el Padre no presta atención a los argumentos del hijo menor, así también no presta atención a los argumentos del hijo mayor y dice: «Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo había muerto y ha vuelto a la vida, se había perdido y ¡ha sido hallado!» ¿Será que el mayor tenía realmente conciencia de estar siempre con el padre y de encontrar en esta presencia la causa de su alegría? La expresión del padre «¡Todo lo mío es tuyo» incluye también al hijo menor que volvió. El mayor no tiene derecho a hacer distinción. Si él quiere ser hijo del padre, tendrá que aprender los sentimiento del padre.. La parábola no dice cuál fue la respuesta final del hermano mayor. Esto le toca al hermano mayor, que somos todos nosotros. Este padre, que simboliza a Dios, quiere hacer fiesta porque el hijo que había muerto ha vuelto a la vida, porque el perdón conduce siempre a la alegría. Y el padre sale también a buscar al hijo mayor, al que no quiere unirse a esta fiesta. Con él desea reconstruir la filiación y la fraternidad perdidas.
3. MEDITACIÓN: ¿QUÉ NOS DICE la Palabra? En la meditación de esta Palabra nos debemos fijar, no sólo en el hijo menor, sino también en su hermano mayor y, por supuesto, en el padre: ellos son los protagonistas de esta historia.
El perdón de Dios, fiesta pascual También la perícopa de este Domingo es exclusiva y típicamente lucana. Es importante poner como centro de la parábola la misericordia del padre más que la actitud del hijo menor; así se puede valorar a un tiempo la manera de proceder de los dos hijos. La descripción del itinerario hacia el padre, y la actitud de éste es paradigmática para el proceso de la reconciliación del cristiano con Dios. Por eso, si el domingo anterior se insistía en la llamada a la conversión, hoy hay que describir e invitar a la celebración del perdón de Dios, como una fiesta pascual: «Porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido».
El banquete de fiesta es, sobre todo, la Eucaristía pascual, a la que los pecadores que somos todos hemos de prepararnos mediante el proceso de renovación de la Cuaresma.
El hijo menor: - creyendo encontrar su felicidad y su libertad lejos de la casa paterna, toma una radical decisión: la dde «vivir su vida». - con su actitud pone distancia y se va... - vive las consecuencias de su decisión: su «ida» de la casa paterna lo llevo lejos, no sólo del padre y del hermano, sino de su propia identidad: llegó a ser «nadie»... Dejó de ser «hijo» (lo que era en la «casa paterna») y se convirtió en «sirviente» en «tierra extranjera»... - representa a quienes abusan de los dones de Dios y a quienes actúan egoístamente poniéndose a sí mismos como norma sin consideración a los demás ni a los sufrimientos causados... - pero asumió su realidad... reconoció... y REGRESO: volvió al Padre, volvió a ser hijo...: ¡Resucitó!
¿Qué actitudes muestra el hermano mayor? ¿A quiénes simboliza? - Aunque el hijo mayor no ha abandonado la casa también vive alejado del padre. En su dureza de corazón, en su incapacidad de perdonar y acoger a su hermano, descubrimos a los fariseos y maestros de la ley. Jamás han desobedecido una orden de Dios, pero en su fidelidad no se aprecia ni un ápice de alegría ni amor. - Nunca han experimentado el perdón del Padre, y por eso no comprenden la alegría y la fiesta en la reconciliación. En la rigidez de su comportamiento marginan de la salvación a los que no son como ellos. Son incapaces de entender la inesperada actitud de Dios. - encuentra dificultad para perdonar el agravio producido por su hermano menor... - le resulta enojoso participar en la fiesta que el padre organizó por el regreso de su hermano menor... - ofrece la estampa mezquina y distante de quien no sabe perdonar.... - a pesar de estar en casa, no disfruta de la convivencia con el padre... - no llega a descubrir lo que significa «todo lo mío es tuyo»... - y vive con amargura la nueva felicidad de ju hermano... - es el hombre «cumplidor», pero ¡sin amor!, duro de corazón, insensible a los errores de su hermano y sin piedad para con quien reconoce su error y su pecado… Es el «siervo sin entrañas» del evangelio de Mateo: cfr. Mt. 18,2335.
Muy sugestivo es el contraste entre los dos hermanos. El menor reconoce su miseria y su culpa, regresa a casa diciendo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no soy digno de llamarme hijo tuyo» (Lc 15, 18-19,21). El mayor nos muestra una postura de arrogancia, no sólo con respecto a su hermano, sino ¡hasta con su padre! Sus reproches contrastan mucho con la dulzura del padre que saliendo de la casa, va a su encuentro a «rogarle» que entre en casa.
¿Cuál es el comportamiento del PADRE ante estos dos hijos? Pensar en el PADRE de la parábola nos cuestiona: -
Respeta la decisión alocada de su hijo... no duerme pensando en la suerte del hijo... madruga todos los días esperando el regreso del hijo... cambia por traje nuevo y joyas los harapos del hijo... no pide cuentas al hijo... insiste en la alegría de haber recuperado al hijo que «se había perdido»: hace la fiesta más grande por la recuperación, por la resurrección...
Verdaderamente, ¡Dios no «tiene», sino que ES misericordia!
La reconciliación lleva a la pascua «Tu hermano, que estaba muerto, ha vuelto a vivir…»: La reconciliación es un tema esencial en la Cuaresma. No es una sorpresa que el Evangelio recae sobre el mismo tema de la carta paulina de la segunda lectura. Cristo nos ha conducido hacia la novedad definitiva, pero no de una tierra y de unos manjares, sino de una nueva relación con Dios -reconciliación-, una nueva creación, un mundo nuevo. Para llegar a esta novedad, Cristo fue tratado como pecador: el camino de la cruz. Por este camino, el Cristo pascual se ha manifestado Nuevo Adán, comunicador del Espíritu que vivifica. La vida en la Iglesia es la experiencia constante de esta obra de Dios: el mensaje de la reconciliación, el ministerio apostólico que es responsable de llevarlo, y sobre todo la Eucaristía, el manjar de la nueva Pascua, que es a la vez alimento de camino tiempo presente- y pregustación del término: «Gusten y vean qué bueno es el Señor» (Salmo responsorial).
4. ORACIÓN: ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS? Dios de amor, Tú sales a nuestro encuentro
como un Padre lleno de misericordia. Concédenos acoger tu amor entrañable que nos abre a la alabanza y a la acción de gracias, nos viste de fiesta. Reconocemos, Padre, que te hemos fallado, nos hemos alejado de tu Casa. Con soberbia y autosuficiencia, hemos creído que nos bastamos por nosotros mismos. Nos creemos mejores que los demás, que no necesitamos conversión y no participamos de la alegría de un hermano que vuelve a la Casa… Somos intolerantes y mezquinos… Estamos lejos de tus sentimientos de misericordia… Nos alegran los fracasos de los demás y no les damos la oportunidad de recuperarse, de convertirse, de regresar a casa. Concédenos, Padre, la gracia de la conversión, que reconozcamos que hemos pecado y, acogiendo tu perdón y misericordia, decidamos volver a Ti, tener un corazón misericordioso para acoger a nuestros hermanos y alegrarnos por su conversión y celebrar la fiesta de la reconciliación: «Misericordia, Señor, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa». Amén.
5. CONTEMPLACIÓN - ACCIÓN: ¿QUÉ NOS PIDE HACER la Palabra? Actualicemos la parábola Cierro los ojos y visualizo la palabra escuchada, me pongo en el papel del hijo que ha dejado la casa paterna o el hijo mayor que no reconoce la misericordia del Padre, me pongo en la presencia de Dios. Me comprometo a hacer una buena confesión, a un cambio profundo en mi vida, a no condenar a los demás, sino ayudarles a encontrar el camino de la reconciliación con el Padre de las misericordias.
Destacamos tres grandes mensajes ante la proximidad de la Semana Santa: a) Nuestro error al creer que lejos de Dios, lejos de la Casa del padre, encontraremos la felicidad... b) El gran amor de Dios para con todos nosotros y su actitud de misericordia y perdón para quien reconoce su pecado y quiere volver a casa... c) La alegría del perdón que se recibe y la fiesta que se organiza cuando tomamos la decisión de decir: «me levantaré y volveré a la casa de mi Padre». La Cuaresma es el momento oportuno para valorar estas realidades básicas de la vida cristiana, para redescubrirlas: acoger el mensaje de la reconciliación y celebrar la misericordia divina, revisar la participación en la Eucaristía como momento de alegría, de esperanza, de compromiso vital con el camino de Cristo y de la Iglesia, en el servicio de reconciliación de los hombres. «Me acerqué a "El regreso del hijo pródigo", de Rembrandt, como si se tratara de mi propia obra: un cuadro que contenía no sólo lo esencial de la historia que Dios quería que yo contara a los demás, sino también lo que yo mismo quería contar a los hombres y mujeres de Dios. En él está todo el evangelio. En él está toda mi vida y la de mis amigos. Este cuadro se ha conuertido en una misteriosa ventana a traués de la cual puedo poner un pie en el Reino de Dios» Henri J. M. Nouwen
Algunas preguntas para meditar durante la semana 1. ¿He tenido alguna vez en la vida una experiencia fuerte de Dios? ¿Qué ha supuesto para mí? 2. ¿ Vivo en mi comunidad descubriendo el gozo de aceptar a mis hermanas(os) y ser aceptado por ellos(as); amar a mis hermanos(as) y ser amado por ellos(as); confiar en mis hermanos(as) y recibir confianza de ellos(as)? 3. ¿Es realmente la fraternidad una fiesta para mí? 4. Cuando hago catequesis o hablo de Dios, ¿qué Dios estoy dando a los demás? El Dios que aprendo en las clases de teología o el Dios que actúa en mi vida con misericordia? 5. ¿Juzgo a los otros, o más bien, trato de transmitir sentimientos de misericordia y perdón, que reflejen la ternura de Dios Padre – Madre?
Carlos Pabón Cárdenas, CJM. Libro virtual: http://www.flipsnack.com/carlospaboncardenascjm/domingo-4o-de-cuaresma-ciclo-c.html
o: http://issuu.com/carpacar/docs/domingo_4___de_cuaresma_ciclo_c