Contenido
Editorial
Pbro. Gustavo Isaza Escobar, pss - Rector
“Cualquiera puede ser Papa,
la prueba de esto es que he llegado a ser uno”
Juan XXIII
He querido abrir la presentación de nuestra Revista Institucional, dedicada este año a la figura y ministerio del Papa Francisco, con estas palabras del papa bueno, el Beato Juan XXIII, para invitar a nuestros lectores a reflexionar a partir de todos los artículos escritos en orden a los pronunciamientos y actitudes que el Santo Padre ha tenido y con los cuales ha cautivado al mundo.
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l “cambio de época eclesial”, del cual nos habla el documento de Aparecida en el número 44, me atrevo a afirmar, es generado por Benedicto XVI, cuando de una manera inesperada, y con actitud humilde, responsable, realista y profundamente espiritual, decide dimitir su pontificado, impulsado por el Espíritu Santo, dando a la Iglesia la oportunidad de “refrescarse”, revisarse y confrontarse con la figura de un hombre del tercer mundo, cuyo ministerio sacerdotal y episcopal ha sido desarrollado entre los más pobres de su patria, curtiéndose como un auténtico pastor, conocedor de las realidades de los seres humanos, llamado Jorge Mario Bergoglio.
El Papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, se ha presentado como uno más, identificándose como el obispo de Roma, llamado a ser el vicario de Cristo en la Iglesia, y primado entre hermanos con igual dignidad y con una misión común: la de servir a la humanidad, como testigo fiel y verás del evangelio, que es el mismo Jesucristo. Por la gracia del Espíritu Santo, comienza a traer nuevos aires a la Iglesia, dejándola entrever, no como una institución vetusta, por lo milenaria que es, tampoco como la institución poderosa que alberga en su interior corrupción, impunidad y silencio cómplice frente a los delitos de sus miembros, pues sociológicamente hablando, hace parte del
“El papa Francisco, desde el inicio de su pontificado, se ha presentado como uno más, identificándose como el obispo de Roma, llamado a ser el vicario de Cristo en la Iglesia”
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Editorial mundo y debe enfrentar las mismas tentaciones y miserias de éste; sino, como la barca de Cristo, que, en medio de un mundo secularizado, está llamada a entrar en dialogo con él, teniendo el cuidado de no mundanizarse, es decir, no perder su propia identidad, como cuerpo de Cristo, cuya cabeza es él mismo. El inicio del pontificado de Francisco, está precisamente marcado por su invitación a que la Iglesia sea pobre y para los pobres, en el sentido de que su tarea fundamental sea la del compromiso liberador, para que aquellos que viven en la marginación, la exclusión y el olvido, recobren su dignidad. El mundo, cautivado por la figura cercana, dialógica, autocritica y comprometida del Papa Francisco, elucubra sobre los cambios que habrá en la Iglesia; lamentablemente quieren vislumbrar cambios de forma y no de fondo que apuntan a si se va a permitir el aborto, las uniones homosexuales, los anticonceptivos.
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El Papa ha sido claro, la Iglesia debe mirar más profundamente, debe revisar su compromiso con el hombre, responder a su realidad de madre y dejar de ser madrastra, permitirle a la cabeza, que es Cristo, obrar a través del cuerpo, que es ella misma, orientando su misión a la conquista de la dignidad del hombre y a la búsqueda de la construcción de un mundo más justo y solidario. Los gestos, las palabras y las actitudes de Francisco nos muestran su deseo de construir una Iglesia menos apologética y más servidora, cercana a la realidad de los seres humanos y comprometida con ella, en diálogo claro y franco con el mundo, alejada de los privilegios, entendiendo su
misión como servicio y no como promoción, su ministerio como compromiso y acompañamiento, donde la coherencia de vida, el amor a la verdad y el trabajo por la paz, la justicia y la equidad, le den razón a su ser y actuar en el mundo, marcado por una realidad que lo amenaza, manifestada en el sufrimiento, el hambre, la muerte, la indiferencia, la falta de solidaridad y la corrupción, tanto en lo político, como en lo económico. Este es el mundo en el que se vive, cuando Dios no tiene lugar en la historia del hombre y de las sociedades; este es el mundo que construye hombres deshumanizados y sociedades enfermas. Los invito para que a través de los artículos aquí tratados, comencemos a reflexionar el pontificado del papa Francisco con el realismo requerido, el compromiso que nos compete como creyentes, dejando que el Espíritu Santo obre en nosotros una fe viva, encarnada y dinámica, construyendo la Iglesia de Cristo, que tenga palabras para interpelar la realidad que se vive, propuestas para enfrentar sus problemas y compromiso radical para trabajar por un mundo mejor, haciéndose servidora del Reino. Hagamos nuestras las palabras de Aparecida en el número 360: “La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. Los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar la vida a los demás”. No nos quedemos en la orilla, no seamos inferiores a los retos que nos propone el santo padre, vislumbremos la voluntad de Dios, dejémonos impulsar por el Espíritu Santo y démosle a la Iglesia de Cristo el impulso apostólico que el Maestro nos enseñó y que Francisco nos demanda. Hagamos de nuestro bautismo una verdadera dinámica de amor en la entrega a los demás, identifiquémonos con los sentimientos de Cristo (Fil 2, 5).
“La vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad”
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El Pastor nos Habla
Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía - Arzobispo de Cali
UNA MIRADA A LA ELECCIÓN DEL PAPA FRANCISCO EL AÑO DE LA FE que decretó el ahora Papa Emérito Benedicto XVI, resultó ser UN CAMBIO DE ÉPOCA ECLESIAL, a 50 años del Concilio Vaticano II. Aplicándolo a la realidad del mundo actual, la Iglesia de América Latina y del Caribe, de la que proviene el Papa Francisco, acuñó, no sin polémicas, la expresión “cambio de época” como marco de los desafíos ante los cuales busca entenderse y responder. “Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural,Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios….Surge hoy, con gran fuerza, una sobrevaloración de la subjetividad individual” (Documento de Aparecida, 44).
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uando llegan a nuestras manos, ante nuestros ojos e inquieto corazón, los mensajes del Para Francisco en su predicación diaria, en sus actos públicos, en sus viajes, sobre todo desde Río de Janeiro, hablándole a los Obispos del Consejo Episcopal Latinoamericano; cuando apenas estamos recibiendo la Exhortación Apostólica Post-sinodal “EVANGELII GAUDIUM” (“La Alegría del Evangelio”), del 24 de Noviembre pasado; cuando ya empieza a sentirse un impacto humano, espiritual, pastoral y mediático del nuevo estilo del Obispo de Roma y empieza a despuntar una “Reforma de la Iglesia” en curso; en fin, cuando nos aprestamos a celebrar el primer aniversario de la elección del Papa Francisco el 13 de Marzo de 2014, gústenos mucho, poquito o nada, LA IGLESIA ESTÁ ENTRANDO EN UNA HORA DECISIVA Y DE “TRANSFORMACIÓN MISIONERA”, como la titula el mismo Santo Padre en el primer capítulo de la “Alegría del Evangelio” (Números 19 al 49). Este “cambio de época eclesial”, identifica a la Iglesia como un organismo su-
mamente vivo, en evolución y reforma, encabezado de manera invisible por la persona de Jesús que se hace contemporáneo de la humanidad a través de Ella, inspirado de manera sensible, a veces inesperada, por los movimientos del Espíritu de Dios que es el Alma de la Iglesia y “sopla donde quiere: oyes su
voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” ( Juan 3, 8). Es esa la que Pablo llama “Casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la verdad” (1ª.Timoteo 3,15). Sin duda alguna que el momento que estamos viviendo es de “confirmación” del misterio de la Iglesia, de su vigencia y subsistencia en la Iglesia católica y en la Sucesión Apostólica. Cuando se hacía más ne-
buloso el ser institucional de la Iglesia, viviendo las fuertes crisis del post-concilio, experimentando choques entre los diversos carismas y las diferentes visiones eclesiológicas, estigmatizada por los escándalos de pederastia y corrupciones administrativas, entre otras situaciones muy preocupantes, la incertidumbre se resolvió por la vía del actuar sorpresivo del Espíritu, con la renuncia de Benedicto XVI, la elección de Francisco y el inicio de la “nueva época eclesial” que se está perfilando ya. La expectativa se centra ahora en cinco grandes asuntos: la Reforma interna de la Santa Sede y de la institución eclesial en el mundo, la respuesta eclesial a la crisis de la cultura sexual, matrimonial y familiar, la misión y trasmisión de la fe en el mundo contemporáneo, la solidaridad humanitaria y justa entre los pueblos que, a su vez, exige una “pastoral eclesial de la misericordia”, y el ecumenismo como soporte de la verdad del Dios Vivo y de la espiritualidad en toda persona y entre los pueblos. ¡Buen viento y buena mar para la nave de Pedro!
“Vivimos un cambio de época, cuyo nivel más profundo es el cultural,Se desvanece la concepción integral del ser humano, su relación con el mundo y con Dios”
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Obispo Invitado
Monseñor Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira
La Iglesia que comenzamos a vivir con el Papa Francisco
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Terminada la concelebración Eucarística donde fue canonizada Santa Laura Montoya, la primera santa colombiana, los obispos de Colombia que tuvimos el honor de concelebrar con el Papa fuimos invitados a subir a la sede para saludar personalmente al Papa Francisco. Fue una emoción indescriptible. Sus manos entre las mías. Después de presentarme me dijo: reza por mí. Con este sucesor de Pedro sentía que estaba comenzando una nueva etapa del tejido de la historia de salvación de nuestra amada Iglesia Católica. Su manera pastoral de salir al encuentro de la gente y de los enfermos nos impactó sobremanera. Tocar los enfermos que sufrían era tocar las llagas de Cristo lo repitió en la homilía.
o sé por qué al ver al Papa Francisco comprendí la intuición profética del querido Papa emérito Benedicto XVI. Era urgente darle a la Iglesia de Jesucristo un nuevo aire de pentecostés y como él ya estaba frágil y no lo podía realizar tuvo la nobleza y humildad de renunciar sorpresivamente a la cátedra de Pedro para que se eligiera un nuevo Papa. Y el Espíritu Santo a través de los cardenales electores eligió a Jorge Mario Bergoglio, cardenal de Buenos Aires, quien escogió para sorpresa de todo el mundo el nombre de Francisco. Todos los anhelos de renovación de la Iglesia que estaban como estancados después de los años del Concilio Vaticano II se comenzaron a revivir de nuevo. “Quiero una Iglesia pobre para los pobres” lo ha repetido varias veces y de ahí su compromiso con el nombre de Francisco. El gesto de lavar los pies el jueves santo a varias personas en una de las cárceles de Roma y el hecho de vivir en la residencia de Santa Marta con los demás cardenales residentes han comenzado a mostrar un rostro de Jesucristo Buen Pastor que no está atado a formalismos litúrgicos y a protocolos de palacio Vaticano, sino a la libertad de servir de manera sencilla y descomplicada. Leímos velozmente “El Jesuita” reportaje de los periodistas Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti que nos dio una visión de la intensa vida pastoral de Jorge Mario Bergoglio en Buenos Aires. Fue una revelación interesante para constatar que los aportes de la Eclesiología del Vaticano II encarnada en cierto modo en las conclusiones de las cuatro
Quiero una Iglesia pobre para los pobres “lo ha repetido varias veces y de ahí su compromiso con el nombre de Francisco”
últimas asambleas del Consejo Episcopal Latinoamericano CELAM han sido vividos en muchas experiencias de la vida del nuevo Papa Francisco. El grandioso sentido de Pueblo de Dios, el papel protagónico de los laicos y de la mujer especialmente, que los obispos sean más pastores que príncipes, el salir de nuestras curias diocesanas y de nuestras casas curales para insertarnos de manera efectiva en los ambientes donde no ha llegado la presentación de Jesucristo y de su Iglesia, el espíritu misionero que debe ser permanente y no casual, el estar más atento a las injusticias causadas por los mecanismos de la economía liberal y capitalista, son entre muchos, temas que el Papa Francisco va tocando en sus alocuciones y esto nos hace sentir más comprometidos con una Iglesia encarnada en las realidades culturales y políticas de nuestros pueblos. Posteriormente lo vimos y lo oímos en Rio de Janeiro en el encuentro mundial de los jóvenes. Ellos son la esperanza del mundo y de la Iglesia. Jalonan la esperanza del mundo y tienen la creatividad que el mundo de hoy necesita para avanzar en la búsqueda y creación de nuevas maneras de vivir la felicidad que Jesucristo nos ha venido a traer con su sacrificio y con su muerte en la cruz. Las palabras que dirigió a los obispos del CELAM fueron un acentuar la maravillosa propuesta de Aparecida: Nueva Evangelización, Misión continental y permanente, Conversión personal y pastoral. El sentido de la parroquia como comunidad de comunidades, corazón de toda la evangelización bien organizada. Finalmente el día de la fiesta de Cristo Rey nos entregó el Papa Francisco la exhortación apostólica “La alegría del evangelio” texto que al leerlo nos pone a todos en una sana crisis porque confronta nuestro tradicional ministerio pastoral con las múltiples propuestas de nueva evangelización que la Iglesia está urgiendo para los hombres y mujeres de nuestros tiempos. Es como una nueva carta de navegación que tenemos que asumir y rumiar con mucho cuidado para poder entrar en los nuevos caminos de una Iglesia que debe levantarse del famoso gris pragmatismo de una fe congelada a una fe viva y comprometida para dar felicidad al hombre de hoy. El Papa Francisco es un signo de los tiempos que debemos saber leer y poner en práctica para que la Iglesia de Jesucristo sea creíble ahora más por el testimonio de la misión y de la caridad que por la simple academia dogmática
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Profesor Invitado
Pbro. Jesús Orlando Arenas Licenciado en Teología Moral
El magisterio de Francisco
acerca del comportamiento moral del creyente La editorial claretiana ha editado un libro del Papa Bergoglio sobre “La corrupción y el pecado”, tema de mucha actualidad en la sociedad y en la iglesia, en cuyas líneas el Pontífice expresa la radicalidad de la ética del cristiano y de cualquier ser humano. Expresa que la corrupción no es un acto sino un estado personal y social en el que uno se acostumbra a vivir. En esta obra Bergoglio desentraña los falsos tesoros: dinero, poder, lujuria, que corrompen el corazón humano y que lentamente se apoderan de las personas e instituciones produciendo la destrucción de los valores que conducen a Dios.
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l pecado se perdona, la corrupción sin embargo no puede ser perdonada. Pedro era pecador pero no corrupto. Hay un desmoronamiento personal y social en la corrupción. Hay dos formas sutiles de corrupción espiritual: la mediocridad y la tibieza. Hay temor a que Dios se meta y nos embarque en cambios que no podemos controlar.
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En el imaginario colectivo se ha incorporado la corrupción como si fuese parte de la vida normal de una sociedad. La debilidad humana unida a la complicidad crea el humus (tierra) apto para la corrupción. El corrupto tiene actitudes tramposas, es ventajista y lo peor, termina creyéndoselo. Ante cualquier crítica se pone mal, descalifica a la persona o institución que la hace, procura descabezar toda autoridad moral que pueda cuestionarlo, recurre al sofisma, desvaloriza a los demás y arremete con el insulto a quienes piensan distinto (Cf. Juan 9, 22-34). Toda corrupción social es consecuencia de un corazón corrupto.
El pecado si es reiterativo conduce a la corrupción pero no cuantitativamente sino cualitativamente por creación de hábitos que van deteriorando la capacidad de amar. En la base de toda actitud corrupta hay un cansancio de trascendencia, el corrupto se cansa de pedir perdón. El corrupto da mal olor, no percibe su corrupción. Sucede lo que con el mal aliento, difícilmente el que lo tiene se percata de ello. Son otros quienes lo sienten y se lo deben decir. El corrupto esta anestesiado y debe ser curado. Una persona que procura tener claro los límites morales y no los negocia es considerada equivocadamente como anticuada, cerrada, ortodoxa, impopular. El corrupto no se siente en pecado. Cuando un corrupto está en el ejercicio del poder implicara siempre a otros y los hará cómplices. El pecado y la tentación son contagiosos. La corrupción es una mala hierba
que ha invadido la economía, la política, la sociedad y que amenaza también a la iglesia. Es un cáncer moral que infecta. No ser cómplices de la cultura de la corrupción que tiene lenguaje propio. El corrupto pone cara de no haber hecho nada, se merecería un doctorado honoris causa en cosmética social. La corrupción es una cultura de pigmeizacion ya que abaja a sus miembros, es una cultura del restar la realidad en pro de la apariencia. El corrupto no conoce amistad sino la complicidad. Adquiere características de lombriz: en tinieblas y bajo tierra. Hay tres características de toda tentación al pecado: la tentación crece, se contagia y se justifica. Y en esta cultura de la corrupción se impone el “dejar hacer”. No hay nada peor que la corrupción de lo mejor (corruptio optimi, pessima) de los seguidores de Cristo. Evitar la mundanidad espiritual y moral es el reto para toda personalidad cristiana hoy
«El pecado se perdona, la corrupción sin embargo no puede ser perdonada. Pedro era pecador pero no corrupto. Hay un desmoronamiento personal y social en la corrupción»
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toral vienen desarrollando después del Concilio Vaticano II un esquema de cuatro funciones que conforman toda la unidad de la vida pastoral de la Iglesia. Ellos son la Diaconía, Koinonía, Liturgia y la Martyria.
La respuesta para edificar el Reino
La tarea de la Iglesia al servicio de la edificación del Reino de Dios no se limita a colaborar con la humanidad en el esfuerzo de la transformación del momento histórico de crisis en el cual vivimos. La Iglesia es consciente de ser depositaria del misterio revelado por Dios en Cristo Jesús, y de tener la maravillosa misión de ser como un faro que guía la historia de los hombres, con el objetivo que la historia, se pueda convertir en un espacio de realización del Reino de Justicia, paz, verdad, solidaridad, etc.
Párroco Invitado
Pbro. Omar Arturo López - Párroco de San Juan Bautista Delegado del Arzobispo ante los Movimientos Apostólicos Lic. en Teologia Pastoral de la Universidad Salesiana con especialización en Pastoral Juvenil y Catequesis Profesor externo del Seminario
EL DESAFÍO ES EL MISMO: EDIFICAR EL REINO DE DIOS Hoy, en el contexto cultural y espiritual en el que nos movemos, la fe se encuentra en una situación de crisis, de cambio, de muerte y nacimiento. Podemos observar el final de un mundo y de un estilo de cristianismo. Decir el final de un estilo de cristianismo no significa el final de este, sino el comienzo, la germinación con todo lo que significa en nostalgia, sufrimiento y hasta satisfacción por aquello que muere, así mismo de dolor y esperanza por aquello que nace.
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n este nuevo mundo, debemos ubicar el cristianismo que germina. Un nuevo mundo democrático, pluralista, igualitario, ecológico, virtual, secularista, en algunos casos indiferente y contestatario y en otros, radical de ultra derecha. Más específicamente, en nuestro continente Latinoamericano como lo describe el documento de aparecida (Cf. DA 20), notamos las semillas que siguen brotando y que son signo de esperanza para tantas comunidades que con sus esfuerzos continúan con su acción pastoral el mandato del Señor de anunciar a todos la buena noticia para que el Reino de Dios se actualice en medio de nosotros. (Cf. Mt 28, 19).
El desafío de estar “en el mundo, para el mundo, al servicio del Reino”
La acción pastoral se articula según sus niveles de importancia. Un primer rasgo esencial que caracteriza el servicio pastoral de la Iglesia es que esta “no existe para sí misma”, sino al servicio de la voluntad divina que supera y por mucho el ambiente eclesial, este plan divino es el Reino de Dios. Este proyecto es el plan grandioso de Dios sobre la humanidad, que en Cristo y por la fuerza del Espíritu Santo, se realiza poco a poco en nuestra historia. Es la realización del mundo como Dios lo desea: donde reinen las nuevas relaciones de justicia, respeto, solidaridad, verdad, amor y paz.
La iglesia no se identifica con el Reino, pero se define como “sacramento universal de salvación”, (LG 48), no lo agota, pero se constituye en la tierra abonada para la germinación de este Reino. Ella es sacramento e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano (LG 1). En su misión de edificar el Reino de los cielos, la iglesia se confronta con los desafíos que esta sociedad le impone y se preocupa por resolver de una manera holística los diferentes espacios de la persona y la sociedad. Para responder de una manera sistemática los expertos en la teología pas-
“No se puede pensar en una Nueva Evangelización sin sentirnos responsables del anuncio del Evangelio a las familias y sin ayudarles en la tarea educativa”
Para lograr este objetivo la primera función es el signo de la DIACONÍA, con toda su carga evangélica y sus variadas manifestaciones (Amor, caridad, servicio, promoción, educación, liberación, solidaridad), responde a la profunda exigencia humana de encontrar una alternativa al egoísmo destructivo que envenena todas las estructuras humanas. Toda comunidad Cristiana está llamada a testimoniar un modo nuevo de amar y servir, está movida por la fuerza del Espíritu que en ella habita para hacer creíble el anuncio del evangelio en el amor y la solidaridad. El signo de la Diaconía está enraizado por completo en el corazón del proyecto del Reino y responde al profundo desafío de una sociedad cada día más egoísta. La segunda función es el signo de la KOINONÍA la cual se manifiesta en la comunión, fraternidad, reconciliación. Este signo responde al anhelo de cada ser humano de construir la fraternidad entre los hombres y mujeres de todos los tiempos. Se convierte en un gran signo evangelizador cuando manifiesta un modo nuevo y auténtico de convivir y estar juntos, anuncia la posibilidad de vivir como hermanos reconciliados y unidos, en el abrirse a compartir y aceptar a todas las personas en el respeto de las libertades y derechos. Esta función responde al enorme desafío de un mundo herido por las divisiones, discriminaciones, egoísmos, racismos. Los cristianos somos llamados a testimoniar la utopía del Reino ofreciendo a todos el respeto por las diferencias y un amor que rompa todas las barreras. La tercera función es el signo de la MARTYRIA o lo que llamamos la función profética dentro de la Iglesia (primer anuncio, testimonio, catequesis, predicación, reflexión
teológica). Debe aparecer en el mundo como la palabra que libera y como clave de interpretación de la vida y de la historia. De frente a la búsqueda de sentido y a la experiencia del mal, que lleva a tantos hombres y mujeres a la angustia, al sin sentido, al dolor, a la desesperación, los cristianos tenemos el deber de ser en el mundo fuente de esperanza. A través del anuncio de Jesucristo tenemos el desafío de vencer la angustia de un mundo que necesita la actualización del amor de Dios hacia los hombres en una sociedad que debe caminar hacia la edificación del Reino. El cuarto y último signo es la LITURGIA en sus diferentes momentos (Eucaristía, sacramento, piedad popular, oración) comprende el conjunto de ritos, símbolos, y momentos celebrativos de la experiencia cristiana como anuncio de la salvación. Este cuarto signo responde al desafío y exigencia profundamente arraigada en el corazón del hombre, de celebrar la vida, de experimentar en los símbolos el don de la salvación y el gran misterio de una existencia transformada de frente a los límites de la racionalidad y a la falta de sentido. Como comunidad cristiana tenemos la tarea de ofrecer espacios donde la vida y la historia de cada ser humano sea iluminada, celebrada, exaltada y lanzada hacia un proyecto como lugar de realización del Reino de Dios. En la Eucaristía, en los sacramentos, en las fiestas, la comunidad debe testimoniar y celebrar, con alegría, la gracia librante que el Reino manifiesta. Gracias a los esfuerzos intelectuales, laboratorios pastorales y el empuje de laicos y consagrados, seguimos ganando en conciencia que debemos dejar atrás una pastoral de mantenimiento o administración de lo que siempre ha funcionado. Cada vez hay más comunidades parroquiales que están dejando atrás una pastoral centrada exclusivamente en la catequesis sacramental, para abrirse a una evangelización nueva en todos sus ambientes, de pequeñas comunidades, con la centralidad de la sagrada escritura, creativa, audaz, misionera, al hombre contemporáneo. En palabras del Papa Francisco “Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los métodos evangelizadores de las propias comunidades”. El desafío es uno y es el mismo: edificar el Reino de los cielos en una sociedad sedienta de sentido de vida, sedienta de trascendencia. Dejémonos guiar por el maestro, por Jesús de Nazaret, el cual “pasó por la vida haciendo el bien” y nos enseñó que Él es la Luz, la Puerta, el Camino, la Verdad y la Vida de un mundo que todavía lo está esperando
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Experiencia personal Pbro. Luis Fernado Delgado Parroco de Santa Lucia
SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN Se ha hablado mucho de este sacramento tan maravilloso, también yo quiero abordarlo desde mi experiencia pastoral. El Catecismo de la Iglesia Católica nos da luces sobre este tema en su Artículo 4: EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA Y DE LA RECONCILIACIÓN “Los que se acercan al sacramento de la penitencia obtienen de la misericordia de Dios el perdón de los pecados cometidos contra Él y, al mismo tiempo, se reconcilian con la Iglesia, a la que ofendieron con sus pecados. Ella les mueve a conversión con su amor, su ejemplo y sus oraciones” CIC 1422.
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n este sacramento yo veo la misericordia de Dios, que no mira el número de nuestros pecados, sino que siempre está con los brazos abiertos esperándonos, para perdonarnos, así como el hijo prodigo que regresa ante su padre muy arrepentido; Dios ama al hombre que viene a Él con un corazón contrito y humillado, que reconoce que es un pecador, pero lo hermoso es que se reconoce necesitado de la Gracia de Dios que lo perdona, que lo sana, que le devuelve su dignidad, que había perdido por el pecado y además lo fortalece para que no vuelva a pecar. Les confieso que soy un Sacerdote al cual no le gusta confesar, pero por obediencia a mi Señor y a mi Iglesia lo hago. Me acuerdo que tuve una gripa fuerte o virosis, como le llamamos comunmente, me sentía muy débil y en la cele-
bración de la Eucaristía, quería hasta sentarme en el piso del cansancio y del malestar, a los fieles les dió por confesarce y así como estaba me senté a confesar y lo hice con un buen numero, pero al otro día pasó lo mismo y al siguiente también, por lo cual reclamé y dije: ¿Señor pero qué te pasa, porqué me los mandas?. Por el día miércoles, que presuntamente es mi día de descanso, decidí ponerle solución y me dije: me iré con mi grupo de oración y me relajaré, terminado el grupo, se me arrimó un integrante y me dijo: ¿padre usted me puede confesar en un momentico? y dentro mi interior me pregunté ¿qué es lo que está pasando?, pero a él le dije: camine pues, antes de que se arrepienta y cuando terminé con él, todos los demás me estaban haciendo fila, terminando de confesar, llegue a la casa cural y me dije ya no más! mañana
“Él nos da la fuerza para responder a la misión, Él nos llamó a servirle y nos dio la potestad para perdonar o retener los pecados”
me voy para el centro, me relajo, me confieso y hago algunas vueltas. Así lo hice, me confesé y ya en la tarde decidí volver a la parroquia, quise pasar por el negocio de unos amigos para saludarlos, todavía sin almorzar; me iba a despedir de ellos, cuando me dice uno: ¿padre usted me puede confesar en un momentico? dentro de mi interior me dije: ¿Señor, pero que está pasando?, a él le dije: camine pues antes de que se arrepienta, cuando terminé de confesarlo, me dice: “padre le están haciendo fila” y así era, llegue tarde a la parroquia, sin almorzar, celebré la Eucaristía y otra vez a confesar, subí a la casa cural, mi madre me estaba esperando y me dice: ¿mijo usted me puede confesar en un momentico?, la confesé, le conté la historia y le dije también: Madre, por que el Señor no hace como dicen algunos hermanos, para qué confesarse ante un pecador, más pecador que uno… si supieran lo duro que es no lo dirían y mi madre me respondió: “así lo quiso Dios mijo, por eso usted es Sacerdote”. Yo en carne propia sé lo que hace este sacramento tan maravilloso y lo practico asiduamente, me siento a confesar
en contra de mi voluntad y escucho con paciencia y mucho amor a los que el Señor puso a mi cargo y lo repito no me gusta confesar, pero lo hago porque él me sedujo y yo me deje seducir, me enamoró y yo me enamoré. Paso mucho tiempo sentado confesando y he visto el cambio en los hogares, he sido testigo de las conversiones, he visto el amor de Dios en ellos. Él nos da la fuerza para responder a la misión, Él nos llamó a servirle y nos dió la potestad para perdonar o retener los pecados. Grande es el Señor y muy digno de alabanza.
¿Qué pasaría si los sacerdotes abren más espacios para confesar en su Parroquia? «Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Jesús les dijo otra vez: “La paz con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.” Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.” »San Juan 20, 20-23
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Salir al encuentro de la feligresía Pbro. Jhony Muñoz Sanchez - Párroco Nuestra Señora del Rosario, de Jamundí
EL PAPA Y LA JUSTICIA SOCIAL UNA MIRADA A LAS PERIFERIAS EXISTENCIALES DE FRANCISCO ¨Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades¨ (Exhortación Evangelii Gaudium 49)
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l Papa Francisco no ha pedido sino involucrarse el Pastor con la comunidad parroquial, el olor a oveja tan resaltado desde el inicio de su pontificado. Este involucrarse es hacer una comunidad misionera descentralizada del templo y el despacho parroquial para poner los ojos fijos en la gente, hoy la llama Iglesia en salida que tiene en cuenta a los evangelizados, a los alejados, a los que no creen, a los pobres, a los excluidos y marginados. Descubrir que la parroquia es más que una oficina, es un territorio con una comunidad sedienta de Dios, es pasar de ser una estación de servicios variados para convertirse en una instancia misionera abierta a la territoriedad (periferia), ya en la exhortación Evangelii Gaudium afirma “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y la estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la auto preservación” (27). Unámonos a este sueño que no hace más que beneficiar la
vida parroquial y romperle la estructura caduca y lanzarla a la creatividad evangelizadora del pastor con su comunidad. Una iglesia en salida que escucha a la gentes, conoce la realidades de las familias, no solo supone que su comunidad cree en Dios, sino que con la cercanía del Pastor le ayuda a creer, implica el ejercicio de la caridad como fruto de la fe, un Pastor que camina con agentes evangelizadores y destinatarios de la misión. Lo primordial es la misión, ella es la tarea primera, el encuentro con la comunidad no se puede postergar, el Papa Francisco dice “atrevámonos a primeriar” el anuncio de Cristo a los lugares más necesitados, a las periferias del propio territorio diocesano o parroquial con la decisión de acompañar una comunidad que fue entregada a nuestro pastoreo, un involucrarse en las realidades humanas del pueblo parta despertar la esperanza de lo que llamamos cielos nuevos y tierras nuevas, lo que hará posible celebrar
“Una iglesia en salida que escucha a la gentes, conoce la realidades de las familias, no solo supone que su comunidad cree en Dios, sino que con la cercanía del Pastor le ayuda a creer”
en la liturgia de nuestros templo los gozos, las fatigas y las esperanzas de toda una comunidad parroquial fraterna, orante y evangelizada que ha puesto su confianza en el Señor. Una pastoral que involucre, que acompañe, fructifique y celebre donde el protagonista sea Jesús el Señor, solamente él con la plenitud de su Palabra, donde los destinatarios privilegiados son los pobres: “La evangelización dirigida gratuitamente a los pobres es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos” (Exhortación Evangelii Gaudium 48) Valorar al pobre en su realidad social y cultural para servirlo por amor, donde se busque el bien de la persona y no solo asistencialismo para figurar o mostrarse, lo que muchas veces hemos llamado promoción humana y cultura cristiana, afirma el Papa: “Estamos llamados a prestarles nuestra voz en sus causas, a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la sabiduría que Dios tiene a través de ellos” (Exhortación Evangelii Gaudium 198) Salir en la búsqueda de las gentes, en los diversos lugares del territorio de una diócesis, de una parroquia constituye el deseo apremiante de Jesús de hacer discípulos suyos a todas las gentes, es hacer propio el deseo de Jesús “denles ustedes de comer” ya que el llamado del Papa es “a no sentirse exceptuado por los pobres y la justicia social”, es el deseo apremiante de hacer una pastoral desde lo concreto de la vida de cada persona, de cada comunidad sin exclusiones que rompan la unidad y la caridad
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Analisis y Actualidad Pbro. José Guillermo Henao Diosa Formador del Seminario, Psicólogo Clínico Humanista con especialización en terapia familiar sistémica.
anima a no acomodarse a las cosas del mundo, buscando el beneplácito y quedar bien con los demás a costa de su propia conciencia; lo invita a asumir una actitud de desprendimiento o desapego a la vanagloria (buscar la gloria de los hombres). Así mismo, le dice Pablo (1Tim.6, 7): “Sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él. Teniendo que comer y qué vestir nos basta”. A este respecto encontramos también una palabra iluminadora en el P. Hidalgo: “La humildad de la Palabra ilumina el ministerio: un ministerio pobre, que no puede compararse con ninguna fuerza humana, pero que justamente en esto tiene el sello divino” (Hidalgo, 2012)
Los retos para la formación sacerdotal en el contexto actual
3. Y finalmente, la formación sacerdotal debe ayudar a fomentar y fortalecer en el futuro sacerdote una conciencia de “Hombre de Dios”. Esta conciencia le ayudará en el ejercicio del ministerio a buscar la coherencia entre la palabra y la vida. Gran parte de los problemas que actualmente se viven en el ministerio sacerdotal se deben a ciertas “libertades o confianzas” que se permiten y que luego llevan al sacerdote, a encontrarse con situaciones para las cuales no está preparado.
La situación actual en la cual se desenvuelve la vida del sacerdote y especialmente su quehacer ministerial, exige por parte de quienes consideran sentirse “llamados”, una conciencia clara de su ser como “apóstol” y un testimonio de vida coherente.
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nte un mundo secularizado como el nuestro, la coherencia de vida es una condición para todos aquellos que afirman profesar una religión. En nuestro caso, si esto aplica para el sacerdocio común, con mayor razón para el sacerdocio ministerial.
En cuanto a los retos de la formación sacerdotal en el contexto actual, quisiera apoyarme para esta reflexión en dos elementos esencialmente: mi rol actual de “formador” y por otro lado, la carta de San Pablo a Timoteo (1Tim.6, 2c-12), cuyo contenido se convierte en punto de referencia en la tarea de la formación sacerdotal.
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Frente a los retos que tiene la formación del sacerdote en el mundo actual, podríamos considerar tres elementos básicos: 1. La formación sacerdotal requiere de un marco conceptual claro y sistematizado que sea reflejo de la doctrinal de la Iglesia Católica. Al respecto Pablo afirma a Timoteo “Querido hermano, esto es lo que tienes que enseñar y recomendar” (1Tim.6, 2c). El trabajo pastoral del presbítero no puede partir solo de un simple dato experiencial, subjetivo o intuitivo; la formación actual del sacerdote debe ayudarlo a precisar su marco doctrinal; el mundo de hoy exige al sacerdote que hable de aquello que sabe y para lo cual se ha formado.
A este respecto y siendo un poco atrevido, quisiera parafrasear al padre Alfonso Crespo Hidalgo, cuando en lo que se refiere a la Iglesia, afirma lo siguiente: “El sacerdote”, “está llamado a ser secular, pero no a ser mundano. Donde “ser secular” significa ofrecer al mundo su mensaje y su colaboración humanizadora, mientras que “ser mundano” significaría acomodarse a los criterios, actitudes y comportamientos vigentes en la sociedad, desviándose de los criterios evangélicos. Si la Iglesia se vuelve idéntica al mundo… no tiene nada que anunciarle, sino repetirle de forma mecánica, como un pregonero cansino, lo que este ya sabe” (Hidalgo, 2012). 2. La formación sacerdotal implica ayudar al futuro sacerdote a ser capaz de entrar en comunicación y con humildad en un mundo que en muchas circunstancias no estará de acuerdo con su palabra o su estilo de vida. Un sacerdote situado, pero consciente que su formación no va en función del protagonismo sino del servicio. Solo la humildad permite al sacerdote prepararse para ser “administrador de las cosas de Dios” y no “dueño” de aquello que se le ha confiado. Pablo le recuerda a Timoteo (1Tim.6, 4) que su labor de apóstol no va a ser siempre bien recibida y que en algunos momentos, provocará incomodidades en muchas personas que a lo mejor buscarán hacerle daño. Por consiguiente lo
“Solo cuando somos conscientes de nuestra propia identidad fortaleceremos aquellos valores que son afines a ella”
Considero que mientras el sacerdote no se haga consciente de su propia identidad como hombre consagrado, le será muy difícil entrar en comunicación con situaciones que siendo parte de su trabajo pastoral, lo envolverán y le harán
terminar haciendo aquello que no es digno de su ministerio. Solo cuando somos conscientes de nuestra propia identidad fortaleceremos aquellos valores que son afines a ella y que nos darán la oportunidad de reafirmarnos y realizarnos en nuestro ministerio. En la carta de la cual hacemos referencia, Pablo dice a Timoteo (1Tim.6, 11): “Tu, en cambio, hombre de Dios, huye de todo esto (citando de este modo una serie de comportamientos que no son dignas del ministerio al cual fue llamado); practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia la delicadeza… Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos”. Por su lado, el Padre Alfonso Hidalgo dice que “Ser apóstoles, servidores de la Palabra en la ciudad secularizada, supone aceptar la soledad… una soledad ministerial y apostólica, es la soledad habitada por Dios” (Hidalgo, 2012). Por consiguiente, la formación sacerdotal no puede prescindir de esa dimensión humana que está presente en el futuro sacerdote y a la que contrario a buscar “aconductar”, se debe ayudar a hacer tomar consciencia para que desde ella, el hombre, -“ese hombre”- que se siente llamado por Dios, responda de acuerdo a lo que con libertad, conciencia y responsabilidad, está considerando como fin último de su vida: SER SACERDOTE
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Diácono Invitado Diác. Samuel Alexander Villa Fernández IV de Teología
¿Cómo ser Pastores en el mundo hoy? Quisiera iniciar esta reflexión sobre el pastoreo en la Iglesia hoy, citando las palabras del Evangelio según San Lucas: “Porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido” Lc 19,10.
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n la actualidad, las conquistas técnicas y científicas nos han traído unos logros evidentes como los avances científicos en sus diferentes aspectos (médicos, industriales, tecnológicos, etc.) o la revolución informática (que entre otras cosas, sorprende al mundo con el internet, las redes sociales, el trabajo desde casa, los pagos por web, correos, bases de datos, historias y noticias mundiales. El mundo se ha convertido en una gran sala, por donde todos podemos pasearnos, enterarnos de lo que sucede, pero no involucrarnos. Hoy los que estaban lejos pueden estar más cerca que nunca, pero lastimosamente los que están cerca, tienden a separarse cada vez más porque ya el tiempo no se comparte con las personas que tenemos al lado, sino con los que encontramos por el chat, el Facebook o el whatsapp). Frente a esto, la cultura light ha penetrado en nuestra sociedad con diferentes rostros: permisividad, relativismo, hedonismo y sexualidad rebajada, consumismo, materialismo, religión y espiritualidad a la carta, medios de comunicación social que tergiversan la verdad. A esta radiografía del
mundo actual, habría que sumarle las innumerables realidades que vivimos en nuestras sociedades, como las guerras, la cultura de la muerte, el hambre, la desigualdad, enfermedades, microtráfico, la delincuencia común, oficinas de cobro, familias desarticuladas y una sociedad corrupta y enferma que cierra los ojos ante la realidad que se le desvela y se distrae con partidos de futbol, eventos deportivos o artísticos, mientras los que nos gobiernan continúan llenando sus arcas y ocupándose de ellos mismos sin tener en cuenta las necesidades del pueblo que los eligió con la esperanza de un futuro mejor. Todos estos fenómenos dan como resultado una deformación de la vida, del matrimonio, del amor, de la sexualidad, de los valores humanos y cristianos; una falta de criterio moral, una ética light, sin peso, sin valores, donde todo es superficial, transitorio y fugaz, nada es profundo, nada es serio. Ante este panorama que se nos presenta, y la opción de vida consagrada al servicio de Dios y de la Iglesia que hemos elegido en respuesta a un llamado vocacional que sentimos en algún momento de nuestras vidas, surge una pregunta desde los más profundo de
nuestro ser: ¿Cómo ser Pastores en el mundo hoy? Para tratar de dar respuesta a esta pregunta, retomemos las palabras del Papa Francisco en su homilía del Jueves Santo en la celebración de la Misa Crismal: “la unción que reciben es para ungir al pueblo fiel de Dios al que sirven, para los pobres, para los cautivos, para los enfermos, para los que están tristes y solos”; “Una imagen muy bella de este «ser para»… el sacerdote celebra cargando sobre sus hombros al pueblo que se le ha confiado y llevando sus nombres grabados en el corazón”; “esto os pido: sed pastores con «olor a oveja», que eso se note; en vez de ser pastores para sí mismos en medio del propio rebaño”. Ser Pastor en la Iglesia es entonces asumir enserio el proyecto del Reino de Dios que es Jesús mismo (Rm 14,17), entrando en diálogo con el mundo actual, respondiendo de manera positiva a la nueva antropología que enfrentamos, donde gran mayoría de las personas se desenvuelven en medio de la tecnología y el acelere del mundo, allí el pastor ha de ser luz y guía, para no dejar extraviar su rebaño en el materialismo y el consumismo que vuelve al ser humano
“las personas se desenvuelven en medio de la tecnología y el acelere del mundo, allí el pastor ha de ser luz y guía”
egocéntrico y egoísta; ha de ser también un hombre equilibrado afectiva y psicológicamente, de modo que enseñe con el ejemplo de su vida que la persona humana es dueña de sí misma, que puede y debe aprender el auto-control y el dominio de sí como medio de crecimiento humano y espiritual; el pastor ha de ser coherente en su ser y en su actuar, sus ejemplos han de arrastrar más que sus palabras, su vida tiene que ser un evangelio abierto que todos puedan leer y descubrir en ella al mismo Jesucristo, ha de ser el hombre de la verdad, sin ambigüedades ni equívocos, sino transparente, leal, sincero y honesto, de modo que quienes se acerquen, encuentre en él la confianza necesaria para abrir sus conciencia e iniciar procesos de sanación y conversión. El pastor es también el hombre de la paz y la justicia, como es constructor del Reino, su bandera es la cruz y su proyecto es el de Jesús, trabaja por la igualdad, rompe las cadenas, alcanza la libertad (Lc 4,18-19). El pastor que hoy necesita la Iglesia debe ser un hombre comprometido con la causa de Dios, que sienta con la gente, que acompañe sus dolores, que ilumine sus oscuridades, que brinde oportunidades, que apueste por los que no valen, que diga sí a la vida aun cuando el panorama parece ser de muerte. Es también testigo del amor misericordioso de Jesucristo llegando a todas las personas que sufren y sienten el vacío de Dios mostrándoles con una vida santa, como el Señor sigue actuando hoy en el mundo; es unifica-
dor, reuniendo a las personas dispersas, a los enemigos de Dios y enemigos entre sí, a las personas quebrantadas en su familia humana.. Por eso el sacerdote no puede ser politiquero sino político, no puede ser partidista sino imparcial, no puede ser hombre de una facción sino de todos, no puede enrolarse en una parte solamente, sino que debe ser el hombre del pueblo de Dios, el hombre de la misericordia y la reconciliación. Ser pastor es conducir a las personas, ancianos y jóvenes, adultos y niños, pobres y ricos, personas eruditas y analfabetas, personas que tienen ya un sentido de Dios, que dudan o que lo ignoran; a todos los debe conducir el pastor, según la imagen dada por Jesucristo, conociendo las ovejas, llamándolas por su nombre, orientándolas para defenderlas contra el lobo y, cuando sea necesario, sufrir para salvar la vida de las ovejas. El buen pastor es aquel que, entre las dudas, la ignorancia, los temores, las angustias del mundo contemporáneo, da una palabra de seguridad; no divide, sino que une por la palabra de la verdad ( Jn 10, 1-17). ¿Cómo lograr todo esto? Hay que partir si se me permite la expresión de un nuevo modelo de relaciones eclesiales, no sólo a interior, sino también al exterior. Me refiero a la Teología del encuentro que se convierte hoy en un punto de convergencia entre la reconciliación y la comunidad cristiana. Con esta Teología se propone buscar una profunda comunión entre el ser humano reconciliado con la comunidad y al mismo tiempo con Dios.
El reto hoy en la pastoral es restaurar aquellos lazos de amor, de fraternidad, de paz que han sido divididos, y fomentar el diálogo, la escucha, de la tolerancia al otro, el respeto, la donación a los demás contrarrestando las divisiones y discordias entre unos y otros. Para esto, el sacerdote tiene que ser un hombre de escucha y una escucha que debe ser bidimensional, pues por una parte debe ser un hombre que se alimente a diario de la Palabra, que se llene de Dios en la oración, que mantenga un profundo contacto, una intimidad creciente con la Palabra, pero a la vez, debe ser el hombre de escucha al pueblo, el que acoge y se dispone para el otro que lo busca y necesita hallar en él palabras de vida, palabras que levanten y dignifiquen, palabras de aliento y esperanza, palabras de misericordia; quien busca al sacerdote debe encontrarlo con la Palabra de Dios en el corazón y en los labios y no con expresiones déspotas o hirientes. El verdadero pastor ha de estar interpelado por lo las situaciones que vive su gente, un hombre integral, un fiel discípulo de Jesucristo, con coherencia de vida, de recta intención, que no sólo hable de la moral, sino que vive moralmente, según el corazón de Dios, un servidor solícito de la comunidad, un hombre encarnado en la cultura de su pueblo Defensor de la Vida y promotor de la paz, Evangelizador en una Iglesia misionera
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Espacio para otras Iglesias Roberto Fonseca Murillo Pastor Iglesia Presbiteriana Profesor externo del Seminario
acompaña a cada uno de nosotros con esta fidelidad eterna,” fidelidad en vida a su iglesia como piedras vivas y como cuerpo bajo el Espíritu.
EL PAPA FRANCISCO Y LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS
“El amor el amor que San Pablo coloca por encima de los carismas”5, para crecer, para superar las diferencias, y es el principio y motivo de toda conducta ante Dios y los miembros de su cuerpo. Sin el amor nada es como debe ser ante Él, y nada es en la Iglesia en el espíritu, y de ninguna utilidad para una unidad, y es el énfasis directo e indirecto sobre el amor dado por el Papa Francisco: La única fuerza de la unidad, es la del amor. “Siempre profundamente unidos a Cristo (…). No hacer sufrir el cuerpo de la Iglesia con nuestros conflictos, con nuestras divisiones (…). La unidad es superior al conflicto”6.
La mejor unidad de los cristianos debe estar dada por la acción del Espíritu Santo, abriendo los corazones, hacia la senda de la confianza y la comunión1. Solo el Espíritu Santo es la verdad exaltada y necesaria dentro de los límites espirituales y quien permite superar los meros esfuerzos personales.
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l Espíritu Santo se ha comunicado al cuerpo de Cristo, el cual está compuesto por piedras vivas y su accionar no es disposición de otros, es voluntad suya el hacer. Se debe estar abierto a la voluntad del Espíritu, él quiere escribir en los corazones la voluntad de Dios y de ser así, estará posibilitando la unidad en virtud de su capacidad de influencia en las piedras vivas.
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“Jesús es la cabeza que la nutre y la guía”2, y ayuda al cuerpo. Como cuerpo la iglesia a pesar de sus diferencias es unidad; y para ser unidad, debe verse como una realidad espiritual. Como cabeza, el espíritu del Señor une en su obra pascual, como el cordero de Dios que murió por todos, para por su sacrificio otorgar la posibilidad de perdón, por el amor del Padre y del mismo Hijo encarnado. Por amor Cristo se entregó a si mismo por su Iglesia para santificarla y busca por la Palabra de los Apóstoles su purificación. La Iglesia espiritual para poder recibir su guía, debe estar continuamente sujeta
a su santa voluntad. Un cuerpo tiene diferentes particularidades y todas tienen dignidad y decoro para Dios; y todos son la unidad del cuerpo de Cristo en su particularidad. Cristo como cabeza de la unidad no quiere desavenencias, sino amor en que todos los miembros se preocupen los unos por los otros, se gozan o se duelen juntos; y es su “amor sacrificado dador de una nueva vida,” vida hacia la confianza y comunión. Sin una nueva vida no hay ni habrá superación de conflictos entre los diferentes miembros. Solo la comunicación de amor por Jesucristo y por el Espíritu Santo, da la unidad y está se logra por la oración juntos. Se debe estar en camino de la obtención de la vida más verdadera porque: ”Dios nos sorprende continuamente con su amor y con su misericordia,” y para ello se debe estar consciente de la obra pascual, en la que Él mismo es la Alianza. Él mismo es la Vida y la Resurrección (….). En Jesús Dios nos dona la vida eterna, la dona a todos, y todos gracias a Él3.”
Todos los miembros del cuerpo de una u otra manera se benefician de la nueva vida, no por temor infundido, sino por un cambio de corazón y vida. La espiritualidad afecta el interior, es decir los apetitos y deseos continuamente, y esos cambios se muestran exteriormente en la caridad o bondad hacia todos los hermanos, y eso es obedecer en el corazón los dictados de Dios, y dejar que Él viva su vida de amor en el alma, y así surge “la verdadera relación unos con otros y todos participan en la formación de un solo cuerpo vital”4 en el Espíritu. La unidad es espiritual por ser un acercamiento con la invocación del espíritu del Señor, saborear de su vida resucitada, haciendo de su amor y de su fidelidad una experiencia la cual “enciende como un fuego en nuestro corazón.” El fuego consume toda escoria. Y todo lo cual no corresponde a las enseñanzas de los Apóstoles y la verdadera y eterna Roca, Cristo. La fidelidad al amor es asunto de la Palabra y del Santo Espíritu, “sí Dios es fiel y ama (…). Él es fiel para siempre, y espera a cada uno de nosotros, nos
“Solo la comunicación de amor por Jesucristo y por el Espíritu Santo, da la unidad y está se logra por la oración juntos”
El amor verdadero es reposado y no admite el desagrado ni tiene en cuenta los agravios, las separaciones, el aislamiento y el rencor; es interioridad y lealtad. Por amor no admiten las injusticias y se goza de la verdad. Es el amor dado en el Es-
Referencias: 1. Iglesiaactualidad, Luteranos y católicos: del conflicto a la comunión, (21 de octubre de 2013), (Citado Noviembre 11 de 2013), Disponible en: http://iglesiaactualidad.wordpress. com/2013/10/21/luteranos-y-catolicos-del-conflicto-a-lacomunion/#more-10088 2. 2, San Josémaría Escrivá, El Papa apela a la unidad de los cristianos,(Sin fecha), (Citado 20 de noviembre de 2013), Disponible en : http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/ audiencia-general-el-papa-apela-a-la-unidad-de-los-cristianos
píritu el que protege y soporta, sin despreciar en procura para su bien al mismo cuerpo de Cristo. El amor puesto en los corazones por Dios, es el verdadero que cree y se sostiene por la doctrina de los apóstoles y las enseñanzas compartidas, las cuales se creen bajo esperanza y seguridad impartidas por el mismo Espíritu Santo, quien guía y alimenta la fidelidad a Cristo Cuando hay evidencia de conocer las Escrituras, las hay también de conocer la voluntad de Dios. Las enseñanzas de Él deben permitir conocer su moral la cual inspira temor o reverencia a su voluntad y su Espíritu, es obrar en su voluntad y su voluntad es sabiduría y es inteligencia; y ser impulsado a realizar actos de amor. Es andar en la verdad que sostiene bajo su designio y propósito, es estar en el verdadero camino de vida y en la esperanza de posición de “una vida más verdadera que esta.” La vida de cada creyente en su diversidad, debe estar enmarcada dentro del respeto y la dignidad. La preocupación
3. Te interesa. Es Religión, El discurso completo del papa Francisco en el Angelus en la Plaza de San Pedro, (10 de 0ctubre de 2013), (Citado noviembre 11 de 2013), Disponible en: http:// www.teinteresa.es/religion/Papa-Francisco-Angelus-PlazaPedro_0_1027097862.html#WaQ1kfHvS30VgQvG 4. Catequesis del papa Francisco, La Iglesia es un cuerpo vivo – Papa Francisco, (19 junio de 2013), (Citado noviembre 15 de 2013), Disponible en: http://catequesisdelpapafrancisco. blogspot.com/2013/05/blog-post_22.html 5. Ibíd., (Citado noviembre 15 de 2013)
por las amenazas externas de cada iglesia particular, es un testimonio de la percepción y del entendimiento de la voluntad de Dios revelada en los hechos mismos, y los cuales exigen de cada cual lo que corresponde; y por tal razón, siempre que “existan hombres y mujeres, de cualquier religión”7 condiciones de “menoscabos” no debe haber descanso. El Espíritu y la Palabra, afectan la mente, y de ello depende la identificación con las situaciones contrarias a sus propósitos y el reconocerlo en el verdadero plan para la redención y salvación, no dará lugar a la resignación. El respeto y la dignidad otorgadas a las legitimas Iglesias particulares (….), es admitir que “esta variedad es necesaria para la unidad.”8 La razón o entendimiento no puede estar sobre lo espiritual, es una de las razones por la cual se debe expresar el tema de la unidad en el Espíritu; solo esta tarea de la unidad puede ser guiada por el Espíritu Santo: “Alimentando su fidelidad a Cristo, a la Iglesia universal (…) no pocas veces hasta el martirio”9
6. El Nacional, El Papa Francisco dice no a un Oriente Medio sin cristianos, (Noviembre 21 de 2013), (Citado noviembre 22 de 2013), Disponible en : http://www.el-nacional.com/mundo/ Francisco-dice-Oriente-Medio-cristianos_0_304769620.html 7. Ibíd., (Citado noviembre 22 de 2013) 8. Ibíd., (Citado noviembre 22 de 2013) 9. Ibíd., (Citado noviembre 22 de 2013)
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CRISTO para dejar que se enamoren de él y transforme cada corazón, lo anuncien sin miedo y transformando la vida de los demás.
Seminarista Invitado Luis Ernesto Unigarro Estrada III de Teología
ECOS DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD RIO 2013
“No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo. Vengo en su nombre para alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón” (Papa Francisco)
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Doy gracias a mi Dios cada vez que me acuerdo de ustedes, es decir, en mis oraciones por todos ustedes a cada instante. Y lo hago con alegría, recordando la cooperación que me han prestado en el servicio del Evangelio desde el primer día hasta ahora.” (Fil. 1,3-5) Con estas palabras de san Pablo a los Filipenses me uno para dar gracias a cuantos colaboraron para que viviera esta hermosa experiencia de encuentro con Jesucristo anunciado por el sucesor de Pedro, el Papa Francisco, que como el apóstol llegaba para confirmar en la fe a sus hermanos. Durante una semana Brasil se convirtió en un verdadero escenario de la fe, donde más de 4 millones de jóvenes del mundo entero eran los protagonistas. Durante este tiempo he sido testigo
de un nuevo pentecostés en la Iglesia, nos reunimos los jóvenes de todo el orbe de la tierra con distintas formas de vida, pero unidos en un mismo corazón, el de Cristo Jesús que quiere misioneros decididos a anunciar la alegría del Evangelio a todas las gentes. De todas partes, con el llamado que desde Madrid hizo el Papa emérito Benedicto XVI; los jóvenes nos dejamos atraer a esta maravillosa experiencia de encuentro con Cristo, para dejarnos amar por Él y convertirnos en los testigos que Él necesita para los desafíos del mundo actual. Fueron emotivas las palabras con las que el santo padre se dirigió a la señora presidenta de Brasil, a su gobierno y a toda la población, palabras, que animaron a mantener viva la llama del amor que se ha dado en los corazones desde el día del bautismo, recordaba con gran elocuencia que la misión pastoral propia del Obispo
de Roma es de confirmar a sus hermanos en la fe en Cristo, alentarlos a dar testimonio y razón de la esperanza y animar a todos a que ofrezcan las riquezas de su amor haciendo discípulos en todas las naciones. Precisamente a eso llegó el Papa, a animar a todos para ser discípulos y a no tener miedo de anunciar su buena nueva. En diferentes ocasiones recordó; cómo siendo de diferentes lugares, con diferentes culturas y demás, una sola llamada une a los jóvenes en aquel lugar, y es la llamada de Cristo que invita a anunciar el Evangelio desde cualquier campo, a todas las naciones sin excluir a nadie, y que con el anuncio cada hombre y mujer encuentren a Cristo y puedan saciar la sed de toda verdad y encontrar pleno sentido a su existencia. Por eso recordaba que aun sin tener riquezas materiales lo más precioso que traía era JESU-
“Cada cristiano que se compromete en el seguimiento, es el verdadero campo de fe para que otros conozcan del amor de Dios.”
“Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él.” Nos daba a comprender que Cristo nos ofrece su amistad, que se deja seducir por la juventud y que aun desde nuestra debilidad y temor a enfrentar los desafíos del mundo confía, para hacer grandes cosas como lo hizo con el joven Samuel. Cristo tiene confianza en la juventud aun sabiendo que el miedo a enfrentar la vida nos abruma y nos llena de temores, pero confía la misión de hacer discípulos a todos, incluso a salir de las fronteras de nuestra propia existencia para lograr que todos seamos uno en el amor y tratarnos como verdaderos hermanos. El Papa Francisco con un tono enérgico alentaba a que, si Cristo confía en la juventud, también la juventud debe confiar en él y exhortaba a no tener miedo y a arriesgar todo por Jesús porque es Él quien da la vida y en Él cada ser humano jamás es defraudado. En el frio de la noche, en la palaya de Copacabana una pregunta toco profundamente nuestros corazones, ¿no será que el señor nos querrá recordar que el verdadero campus fidei es cada uno de nosotros? Cada cristiano que se compromete en el seguimiento, es el verdadero campo
de fe para que otros conozcan del amor de Dios, se nos invitaba a no balconear en la vida a no quedarnos como meros espectadores de lo que pasa a nuestro alrededor sino de ser grandes protagonistas de la historia; que desde nuestro espíritu animoso y juvenil transmitamos a otros la alegría de acoger a Jesús en el corazón, y que alegremente lo transmitamos para que nadie se sienta excluido y triste sino amado y acogido. ¿Querés ser mi discípulo? ¿Querés ser mi amigo? ¿Querés ser Testigo del Evangelio? Son palabras que deben resonar en nuestro corazón para ser buenos y verdaderos discípulos del Señor, pero para aceptar ser discípulo, amigo y testigo del Evangelio hay que poner fe hay que poner esperanza y hay que poner amor, nos recordaba nuestro papa, para así encontrar un verdadero horizonte donde la única meta sea vivir junto a Dios. “en nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes: “Poné fe” y tu vida tendrá un sabor nuevo, “Poné esperanza” y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; “poné amor” y tu existencia será como una casa construida sobre la roca.” hoy el Señor sigue necesitando a los jóvenes para su Iglesia. “Queridos jóvenes, el Señor los necesita.” También hoy llama a cada uno de ustedes a seguirlo en su Iglesia y a ser misioneros. Llama no al montón, sino a cada uno y por su nombre
como lo hizo con cada uno de los profetas. “En estos días aquí en Río, han podido experimentar la belleza de encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, han sentido la alegría de la fe. Pero la experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad. Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde. La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite, para que todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo, que es el Señor de la vida y de la historia”(cf. Rm 10,9). Acerquemos juntos para servir sin miedo a aquel que nos ha llamado. La JMJ ha sido un verdadero encuentro con Jesús que nos anima y nos invita a demoler las barreras del egoísmo y la discriminación para juntos edificar un mundo nuevo. Por eso Jesús cuenta con nuestra ayuda para anunciar la buena nueva, la Iglesia cuanta con nuestro servicio en medio de los pobres. Que no nos dé miedo transmitir la llama del amor de Dios a nuestros amigos y compañeros, salgamos con prontitud y decisión. Que María, Nuestra Señora de la Concepción Aparecida, nos acompañe siempre y podamos responder al llamado: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos».
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La Visión del Laico
Carlos Arturo Tolmos- Sodalicio de Vida Cristiana Profesor externo del Seminario Mayor
EL PAPA FRANCISCO Y LOS LAICOS Hace aproximadamente un año Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, tomando como nombre Francisco en honor al santo de Asís. Desde ese entonces el obispo de Roma -como gusta llamarse- no ha dejado de sorprender a muchos que ven en él y su pontificado un momento de especial renovación para la Iglesia. Y si bien la prensa prefiere dedicarse a los temas más polémicos o mediáticos, quizá uno de los elementos centrales de su reforma es el llamado a toda la Iglesia a una “conversión pastoral”, haciendo eco de la invitación del documento de Aparecida, en cuya redacción tuvo un papel protagónico. Esta “conversión pastoral” es la invitación a que la Iglesia en su totalidad viva en clave de misión. Todos los miembros del Pueblo de Dios son protagonistas de la misión.
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as numerosas veces en las que el Papa se dirige a los fieles ha querido resaltar esta pertenencia de todos los bautizados a la Iglesia de Jesucristo. Dijo el Papa Francisco en su catequesis sobre la Iglesia (11-72013): “La Iglesia somos todos: desde el niño bautizado recientemente hasta los obispos, el Papa; todos somos Iglesia y todos somos iguales a los ojos de Dios. Todos estamos llamados a colaborar en el nacimiento a la fe de nuevos cristianos, todos estamos llamados a ser educadores en la fe, a anunciar el Evangelio”.
en la Iglesia durante su pontificado-, procura expresar con claridad esa manera de entender la Iglesia: “Ser Iglesia es ser Pueblo de Dios, de acuerdo con el gran proyecto de amor del Padre. Esto implica ser el fermento de Dios en medio de la humanidad. Quiere decir anunciar y llevar la salvación de Dios en este mundo nuestro, que a menudo se pierde, necesitado de tener respuestas que alienten, que den esperanza, que den nuevo vigor en el camino. La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (111).
Se puede ver aquí con claridad que el concepto de Iglesia en el que que Francisco insiste una y otra vez no es otro que el que proponía el Concilio Vaticano II. Su insistencia en que todos entendamos lo que es la Iglesia muestra que esta visión conciliar no ha sido aún suficientemente interiorizada. En su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium -en la que plasma aquello que quiere impulsar
Por ello, podríamos anotar que un gran desafío para los laicos en el tiempo actual es, pues, que tomen conciencia de su pertenencia eclesial y la responsabilidad que deriva de ello, es decir, la participación en la misión de la Iglesia. En la mencionada catequesis sobre la Iglesia, el Papa nos invita a examinarnos: “Que cada uno de nosotros se pregunte: ¿qué hago yo para que otros puedan compartir la fe cristia-
na? ¿Soy fecundo en mi fe o soy cerrado? Cuando repito que amo una Iglesia no cerrada en su recinto, sino capaz de salir, de moverse, incluso con algún riesgo, para llevar a Cristo a todos, pienso en todos, en mí, en ti, en cada cristiano. Todos participamos de la maternidad de la Iglesia, a fin de que la luz de Cristo llegue a los extremos confines de la tierra. ¡Viva la santa madre Iglesia!”. Ningún laico puede sentirse excluido de la tarea evangelizadora. Este sentido de pertenencia eclesial y de responsabilidad misionera de todos los cristianos es consecuencia de nuestro bautismo, por el que hemos renacido a una vida nueva en Cristo y hemos sido injertados en su Cuerpo, la Iglesia, el nuevo Pueblo de Dios. El mandato de anunciar al Señor es dado por el mismo Señor. Pero si bien es consciente que ha crecido la conciencia de la identidad y misión de los laicos en la Iglesia, también le queda claro que en este aspecto hay mucho camino por recorrer. En la Evangelii Gaudium constata que “la
“La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio”
toma de conciencia de esta responsabilidad laical que nace del Bautismo y de la Confirmación no se manifiesta de la misma manera en todas partes. En algunos casos porque no se formaron para asumir responsabilidades importantes, en otros por no encontrar espacio en sus Iglesias particulares para poder expresarse y actuar, a raíz de un excesivo clericalismo que los mantiene al margen de las decisiones. Si bien se percibe una mayor participación de muchos en los ministerios laicales, este compromiso no se refleja en la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico. Se limita muchas veces a las tareas intraeclesiales sin un compromiso real por la aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad” (102). La tarea de los laicos, por estar más presentes en medio del mundo es impregnar del evangelio todas las realidades del mundo. Es por eso que va a hacer permanentemente el llamado a todos los fieles a salir, a anunciar el Evangelio, a salir a las periferias, a ir al encuentro de los más pobres y necesitados. Frente a aquellos fieles temerosos, que piensan que la misión de la Iglesia es solamente para quienes están cualificados para ello, el papa pone como ejemplo a los primeros cristianos, quienes “fueron de sitio en sitio anunciando la Palabra. Llevaban consigo la riqueza que tenían: la fe. Aquella riqueza que el Señor les había dado. Eran simples fie-
les, apenas bautizados desde hacía un año o poco más, quizá. Pero tenían el coraje de ir a anunciar. ¡Y les creían! ¡E incluso hacían milagros!”, que “tuvieron la fuerza, el coraje de anunciar a Jesús. Lo anunciaban con las palabras, pero también con su vida. Suscitaban curiosidad: “Pero... ¿quiénes son estos?”. Y ellos decían: “Hemos conocido a Jesús, hemos encontrado a Jesús, y lo llevamos”. Tenían solo la fuerza del bautismo. Y el bautismo les daba este coraje apostólico, la fuerza del Espíritu”. Esta invitación la hizo el papa en una de sus homilías en la capilla de la Casa Santa Marta, donde habla con mucha espontaneidad, usando un lenguaje directo, cuestionante. Allí continúa diciendo: «Pienso en nosotros, bautizados, si tenemos esta fuerza. Y pienso: “Pero nosotros, creemos en esto? ¿Que el bautismo sea suficiente para evangelizar? O esperamos que el cura diga, que el obispo diga… ¿Y nosotros?”». Demasiado a menudo, la gracia del bautismo se deja un poco aparte y nos encerramos en nuestros pensamientos, en nuestras cosas”. A los pastores también los invita a motivar y hacer sentir a los laicos esta corresponsabilidad en la misión de la Iglesia. Durante el discurso de despedida, frente al comité de coordinación del CELAM, durante su viaje a Brasil para la Jornada Mundial de la Juventud, les preguntó a los obispos y sacerdotes allí reunidos: “En la práctica, ¿hacemos partícipes de
la Misión a los fieles laicos?”; como obispos y sacerdotes, “¿tenemos conciencia y convicción de la misión de los fieles y les damos la libertad para que vayan discerniendo, conforme a su proceso de discípulos, la misión que el Señor les confía? ¿Los apoyamos y acompañamos, superando cualquier tentación de manipulación o sometimiento indebido?”. En definitiva, la Iglesia misionera no será posible sin la decisiva participación de los laicos, pues ellos son “la inmensa mayoría del Pueblo de Dios”. Se hace, pues, urgente esta toma de conciencia y todos los bautizados, tanto los pastores como los laicos, tenemos responsabilidad en ello. Así, pues, “la nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados. Esta convicción se convierte en un llamado dirigido a cada cristiano, para que nadie postergue su compromiso con la evangelización, pues si uno de verdad ha hecho una experiencia del amor de Dios que lo salva, no necesita mucho tiempo de preparación para salir a anunciarlo, no puede esperar que le den muchos cursos o largas instrucciones. Todo cristiano es misionero en la medida en que se ha encontrado con el amor de Dios en Cristo Jesús; ya no decimos que somos «discípulos» y «misioneros», sino que somos siempre «discípulos misioneros»” (EG 120)
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Noticias Seminario Mayor
VISITA DEL NUNCIO APOSTÓLICO Y ORDENACIONES
El pasado 7 de septiembre de 2013 en el marco de la Fiesta de Nuestra Señora de los Remedios, patrona de la Arquidiócesis de Cali, tuvimos la gran alegría de recibir la visita de Monseñor ETTORE BALESTERO, Nuncio Apostólico de la Santa Sede para Colombia, quien a su paso, nos brindó el privilegio de ordenar para nuestra iglesia local, a UN PRESBÍTERO Y DIEZ DIÁCONOS, respectivamente ellos son: Alonso Salcedo Gómez, quien fue nombrado como vicario parroquial de San José de la Cumbre; y Andrés Alonso Buriticá Zapata, Benancio Yagüé Gaviria, Diego Fernando Guzmán Ruiz, Elkin Augusto Agudelo Agudelo, José Ricardo Guzmán Aguirre, Jorge Andrés Segura Ordoñez, Juan Sebastián Zuluaga López, Mauricio Andrés Preciado, Milton Oscar Rodríguez Chauza y Samuel Alexander Villa Fernández. Los diez diáconos continúan su formación en el Seminario Mayor San Pedro Apóstol.
ORDENACIÓN PRESBITERAL
El 30 de noviembre de 2013, Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, Arzobispo de Cali, ordenó PRESBÍTERO al diácono Alexander Matabajoy Matabajoy, y lo nombró vicario parroquial de Nuestra Señora del Rosario, en Jamundí.
VISITA DEL SUPERIOR GENERAL DE SAN SULPICIO
Nuestra Seminario y casa de formación es dirigida por la Sociedad de Vida Apostólica de San Sulpicio quienes realizan un trabajo conjunto con los padres diocesanos. Cada seis años tenemos la visita canónica del superior general de los padres sulpicianos. Por eso desde el 27 al 31 de enero del 2014 estuvo compartiendo con toda la comunidad del seminario el Padre RONALD WITHERUP, haciendo balance positivo de su visita, y llevándose una muy buena visión de la dinámica de esta casa de formación.
GRATITUD Y DESPEDIDA DE GABRIEL
Con sentimientos de gratitud el seminario realizó la despedida del señor GABRIEL CARDONA CASTAÑEDA quien prestó sus servicios cómo empleado de esta casa durante 30 años, y quien se fue a disfrutar de su merecida pensión. Que Dios bendiga e ilumine a Gabriel en esta nueva etapa de su vida, junto a su familia.
ORDENACIÓN DIACONAL
XXVIII JORNADAS CULTURALES
El 1 de febrero de 2014, Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, Arzobispo de Cali, ordenó DIÁCONOS a Luis Alonso Mejía Salazar y Laimir Motato Sánchez, quienes continúan sus estudios en el Seminario Mayor San Pedro Apóstol, completando así el grupo de LOS DOCE diáconos para el servicio de la iglesia.
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En el marco de las fiestas patronales de nuestro seminario, realizadas en honor a la Cátedra de San Pedro, se celebraron los días 18, 19, 20 y 21 de febrero las XXVIII JORNADAS CULTURALES. Su temática central fue: “EL SUCESOR DE PEDRO, LA LUZ DE FRANCISCO”. Durante estos cuatro días, como ya es costumbre, se dieron los espacios para compartir nuestros carismas y talentos artísticos: en teatro, canto poesía, cuento, entre otras manifestaciones. Como acontecimiento central de las jornadas tuvimos la celebración de la sagrada Eucaristía, la cual, fue presidida por Nuestro Arzobispo y concelebrada por los sacerdotes de nuestra Arquidiócesis de Cali.
NUEVOS FORMADORES
Por gracia de Dios y con gran complacencia nuestro seminario y casa de formación recibe tres nuevos sacerdotes que se unen al equipo de formadores, quienes vienen a brindarnos su experiencia de fe desde su ministerio, y colocar al servicio de la comunidad educativa su conocimiento, contribuyendo así con la formación de pastores según el corazón de Cristo y la necesidad de la iglesia de nuestros tiempos. Ellos son: el Padre JOSÉ GUILLERMO HENAO DIOSA, de la Arquidiócesis de Cali y que llega de su trabajo pastoral como párroco de la parroquia los Doce Apóstoles, y quien tiene a su vez la responsabilidad de desempeñarse como ecónomo del seminario y acompañante de la comunidad de tercero de Filosofía; el Padre NORBAYRO LONDOÑO BUITRAGO, quien pertenece a la sociedad de san Sulpicio, y viene de prestar su servicio de Rector en el Seminario Mayor San José de la Diócesis de Crato en Brasil y desde el mes de enero está acompañando la comunidad de primero de filosofía; y el Padre JOHANNY NÚÑEZ QUICENO, de la Arquidiócesis de Cali quien viene de prestar su servicio pastoral como vicario de la parroquia San Fernando Rey, y que estará acompañando la experiencia del año propedéutico.
NUEVO SECTOR JUAN XXIII
El pasado mes de septiembre del año 2013 en cabeza del Señor Arzobispo Monseñor Darío De Jesús Monsalve Mejía y de toda la comunidad del seminario se inauguraron los dos nuevos salones de clase para Filosofía los cuales fueron llamados Juan XXIII.
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