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Semana Santa y globalización

La Semana Santa ha perdido su valor para muchas personas que profesan el catolicismo y, su sentido religioso ha quedado relegado, ante las innumerables actividades que suelen hoy contrastar con las litúrgicas.

Es lamentable cómo la tendencia laicista ha desfigurado este tiempo litúrgico y lo ha convertido en una época cualquiera para realizar quehaceres que nada tienen que ver con la fe o que, en algunos casos, la contradicen.

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La vivencia de la Semana Mayor ha cambiado en las últimas dos décadas de una manera acelerada en las urbes, pero de manera más notoria en la zona rural. Para muchos esta es una época para el descanso y, no está mal. Cada cual hace con su vida lo que le plazca. Muchos aprovechan para viajar a lugares turísticos, a otros países, visitar familiares y hacer planes locales. Para muchos es una semana más, por tanto, puede ser para la rumba, el consumo de alcohol y el goce desenfrenado.

Es común ver en los pueblos y en los barrios cómo las procesiones y celebraciones litúrgicas son interrumpidas por la música en los estancos y el bullicio en canchas de fútbol. Parece naturalizarse la falta de respeto para quienes quieren tener un espacio de reflexión y acercamiento con Dios.

Ese bullicio en que la gente vive este tiempo es reflejo de los conflictos internos que el ser humano vive hoy y se expresan de una manera latente de múltiples formas.

La piedad y el recogimiento se ha hecho a un lado para que impere el paganismo y el irrespeto. El silencio característico de este tiempo ha sido aturdido por el ruido ensordecedor en el oído y el corazón. La globalización nos ha sumergido en un ambiente hostil para la fe. Ha destrozado culturas, tradiciones y maneras de vivir la espiritualidad, porque no solo nos induce a alejarnos del otro, sino de Dios.

Algunos viven la Semana Santa desde la comodidad de su casa y no en el templo. Con la televisión y las redes sociales tienen todo fácil e inmediato. Lo cierto es que la trasmisión de los actos de esta forma está destinada a quienes tienen algún impedimento para presenciarlos en la iglesia. Pero muchos siguen las celebraciones religiosas como espectadores de un partido de fútbol. Si no hay ningún impedimento para salir a la Iglesia, no tiene sentido vivir esta Semana desde la casa. La globalización ha acabado con la capacidad de sacrificio, ya que todo lo tenemos a la mano. Pareciera que nos ha encerrado en sí mismos y no nos deja salir hacia el encuentro con el otro y con Dios.

En las comunidades rurales la Semana Mayor ha perdido mucha fuerza. La gente guardaba con toda reverencia y respeto estos días. Actualmente es lamentable lo que pasa, porque en pleno Jueves y Viernes Santo se realizan torneos de fútbol, se llevan a cabo fiestas y la gente vive una vida de total descontrol.

Es necesario darle el significado que tiene esta Semana. Que no se pierda su práctica y que la piedad y actitud religiosa que han acompañado este tiempo no desaparezcan en las comunidades.

Es un tiempo para la oración, para las practicas cuaresmales. Es un tiempo para incentivar la solidaridad, el acompañamiento a los más necesitados como los enfermos, los que sufren la guerra, los que están solos y todos aquellos necesitados de la caridad.

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