CONCLUSION DEL AÑO SACERDOTAL
"Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote" X Primera parte del mensaje de monseñor Martín de Elizalde osb, obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio, con motivo de la conclusión del Año sacerdotal. "El modelo pastoral que nos deja el Cura de Ars consiste justamente en la unidad de una existencia consagrada a Dios y entregada al bien de las almas, y cuyo fruto, la santidad, que es un don, se manifiesta en la alegría de la vocación y en la felicidad del ministerio".
La Buena Noticia
Pág. 2
JULIO DE 2010
ACTUALIDAD DIOCESANA Pehuajó
CARTA DEL OBISPO
La adoración al Santísimo Sacramento (II) Queridos hermanos y hermanas: Continuamos con la presentación de la adoración eucarística, que es una práctica tan importante para la espiritualidad y la vida de la Iglesia, y una ocasión para profundizar en la fe en la presencia sacramental del Señor y en la participación en la Santa Misa. Las actitudes interiores y exteriores Hay que prepararse con la disposición adecuada para los momentos de adoración. Existe una preparación más lejana, por la fe en la presencia real, el respeto en los gestos y acciones dentro del templo, el silencio y el recogimiento que ayudan a la oración, las visitas frecuentes, para orar ante la reserva del Santísimo Sacramento. La preparación inmediata se refiere al lugar donde se realiza la adoración y los elementos necesarios, con orden y belleza, tanto los elementos de la liturgia (la custodia, los ornamentos, que son el alba y la estola, paño humeral, las velas, el incienso, las flores) como la actitud de los ministros y participantes, cánticos adecuados y una digna ejecución de las acciones litúrgicas. Hay que recordar que, por respeto y dignidad, no se deben tocar la custodia o el copón que contiene las hostias consagradas, ni tampoco la puerta del tabernáculo, pues ante tan grande sacramento, la actitud que corresponde es la de veneración, expresada con una genuflexión o inclinación profunda. Los gestos exteriores de respeto, como la genuflexión, el incienso, que expresa el culto debido a Dios y simboliza la adoración por medio de las plegarias que se elevan hasta Él, los ornamentos y utensilios litúrgicos especiales de esta celebración, nos indican que se trata de un momento especial, totalmente dedicado a Dios, que nos admite a su presencia para encontrarnos en la comunión espiritual que es fruto del sacrificio del Hijo en la cruz. El desarrollo del rito En la forma ordinaria, la exposición para la adoración y la bendición que la concluye es realizada por un presbítero o diácono, revestido con alba y estola, y con el velo humeral sobre sus hombros; él retira la hostia consagrada para la exposición y la coloca en la custodia, que se encuentra sobre el altar, mientras los fieles permanecen de rodillas y se entona un cántico adecuado. Deja el paño humeral, echa incienso en el turíbulo, y de rodillas, inciensa el Santísimo expuesto, y luego se une en la adoración con los participantes. Sigue un tiempo de oración silenciosa, que puede estar interrumpido con otros cantos y lecturas. Concluida la adoración, mientras se canta el Tantum ergo, que es el himno tradicional que utiliza la Iglesia para honrar al Sacramento y del que hay traducción castellana, u otro canto adecuado, el celebrante, arrodillado delante del altar, ofrece nuevamente incienso. Pronuncia luego en voz alta la oración, y retomando el paño humeral, con la custodia bendice a los fieles. Antes de reservar en el sagrario la forma consagrada, se pueden rezar, siempre de rodillas ante el Santísimo, las aclamaciones tradicionales u otras oraciones en circunstancias especiales. Una vez que ha repuesto en el tabernáculo la hostia, el celebrante se retira, mientras se canta un cántico y los fieles se ponen de pie. Hay que fomentar en nuestras comunidades esta práctica, como nos lo pide el Santo Padre, y a través de la adoración ayudar a que los fieles sigan creciendo en el sentido de la presencia de Dios y en su recuerdo constante, así como en la fe y confianza en la Eucaristía, que es el sacrificio de Cristo y, para nosotros, alimento ante todo, que adoramos y agradecemos.
Con mucho afecto, los saluda y bendice, + Martín, obispo de Nueve de Julio
INTENCIONES PARA ORAR EN EL 2010 Propuestas por el Santo Padre Benedicto XVI General: Para que en todas las naciones del mundo las elecciones de los gobernantes se realicen según la justicia, trasparencia y honestidad, respetando las decisiones libres de los ciudadanos. Misionera: Para que los cristianos se comprometan a ofrecer en todas partes, especialmente en los grandes centros urbanos, una contribución válida a la promoción de la cultura, de la justicia, de la solidaridad y de la paz.
Encuentro de ex -alumnos de los ex-alumnos Seminarios Catequísticos X La Junta Diocesana de Catequesis convocó el pasado 26 de junio al Encuentro Anual de ex-alumnos de los Seminarios Catequisticos. El mismo se realizó en la parroquia de Pehuajó y participaron más de 60 catequistas de casi todas la comunidades de la diócesis. Después de una recepción y la oración inicial se dió comienzo a la temática del día que era poder reflexionar sobre la iniciación cristiana. En este encuentro nos acompañó con su reflexión el padre Gerardo Söding de la diócesis de San Isidro. Teniendo en cuenta que el padre es licenciado en Biblia y doctor en teología abordó el tema de la iniciación crisitana desde su perpectiva bíblica. A lo largo de toda la mañana introdujo el tema desde el documento de Aparecida para luego detenerse en una extensa y amena presentación de los cuatro evangelios como caminos de iniciación cristiana. Se detuvo luego en el Evangelio de San Marcos el cual comentó detenidamente hasta el capítulo 8. Por la tarde trabajamos en grupos distintos textos de san Marcos para luego concluir con un plenario y finalizar con la Santa Misa. Desde la Junta agradecemos a la parroquia de Pehuajó, al padre Adolfo y sus catequistas que prepararon todo para recibirnos, agradecemos la participación activa de tantos catequistas venidos de lejos. Pero de manera especial queremos destacar y agradecer la visita del padre Gerardo quien de modo claro y profundo nos transmitió su amor a la Palabra y su riqueza espiritual. ENCADI Recordamos a todos los catequistas que el próximo 21 de agosto tendremos el ENCADI en la comunidad de Tres Algarrobos (Cuenca). Allí los esperamos Emilio V. Bunge
El Instituto Secundario y la Misión Continental X «Anunciar el Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona individual como en el contexto socio-cultural en que personas viven, actúan y se relacionan entre sí…» (Aparecida 2007), es la mirada que la Iglesia deposita, con renovada confianza y esperanza, en aquellos que se dedican a la educación de la juventud, considerando la escuela católica el lugar de encuentro de aquellos que quieren testimoniar los valores cristianos. Situados ante el lanzamiento de la «MISION CONTINENTAL», el Instituto San Juan Nepomuceno de Emilio V. Bunge no permaneció ajeno a tal movida espiritual. De modo, que para prepararnos para ser discípulos misioneros de Jesucristo; mensajeros de la salvación y de la Vida; reconociendo necesaria una búsqueda de espiritualidad sólida, que nos permita abrirnos a los demás; superando todo retraimiento o timidez; y promoviendo una profunda conversión personal, teniendo como eje la vida plena en Jesucristo, junto al padre Juan kukielka, acudió el padre Germán Loriente, para iniciar los pasos de este camino que nos disponemos recorrer en búsqueda de: fortaleza en la fe, una espiritualidad sólida y una adecuada formación, como lo requiere un verdadero misionero. La iniciativa nació en el colegio y se hizo extensiva a todos los docentes de nuestra zona de influencia, que en buen número nos acompañaron el día 12 de mayo. El padre Germán, con su carisma, simpleza y grandeza en la fe, supo llevarnos hacia nuestro encuentro interior y dejarnos compromisos que con la fortaleza del Espíritu Santo trataremos de concretar. Promoveremos encuentros mensuales de modo que abramos nuestro corazón para ponernos en «estado de misión», a fin de llegar a los más alejados de la Iglesia, a los indiferentes y no creyentes para compartir el Evangelio. La Misión, depende de cada uno de nosotros. Seamos misioneros permanentes junto a la Estrella de la Evangelización en América: MARIA.
JULIO DE 2010
PĂĄg. 3
VIDA CRISTIANA CLAUSURA DEL AĂ‘O SACERDOTAL
Fidelidad de Cristo, fidelidad del sacerdote Mensaje de monseĂąor MartĂn de Elizalde osb, obispo de Santo Domingo en Nueve de Julio con motivo de la conclusiĂłn del AĂąo sacerdotal. PARTE I
E
l Santo Padre Benito XVI convocĂł a celebrar el 150Âş aniversario de la muerte de San Juan MarĂa Vianney, el santo Cura de Ars, dedicĂĄndole especialmente el aĂąo que transcurre entre la solemnidad del Sagrado CorazĂłn de 2009 y la del sucesivo 2010. Se dirigĂa en primer lugar a los sacerdotes, para estimularlos a la renovaciĂłn espiritual y a un nuevo impulso pastoral, desde una seria entrega interior avalada con un testimonio coherente. El Papa confiĂł a la Virgen SantĂsima los frutos de este tiempo de gracia, que debe suscitar ÂŤen el alma de cada presbĂtero un generoso relanzamiento de aquellos ideales de total entrega a Cristo y a la Iglesia que inspiraron el pensamiento y la acciĂłn del santo Cura de ArsÂť. A lo largo del aĂąo el PontĂfice ha vuelto una y otra vez sobre el mismo argumento, abordĂĄndolo desde diferentes ĂĄngulos y con variadas propuestas. Ha querido seĂąalar asĂ la importancia que tiene en la Iglesia el ministerio de los presbĂteros, y cĂłmo la vida personal del sacerdote, con la respuesta a la llamada recibida, se expresa con fecundidad maravillosa en el ĂĄmbito de la comuniĂłn eclesial y de la misiĂłn. El modelo pastoral que nos deja el Cura de Ars consiste justamente en la unidad de una existencia consagrada a Dios y entregada al bien de las almas, y cuyo fruto, la santidad, que es un don, se manifiesta en la alegrĂa de la vocaciĂłn y en la felicidad del ministerio. Para el pueblo fiel la celebraciĂłn del AĂąo sacerdotal ha sido tambiĂŠn una propuesta significativa: el ministerio de los presbĂteros manifiesta la solicitud maternal de la Iglesia, a travĂŠs del misterio celebrado en los sacramentos que otorga y confirma la santidad, de la guĂa pastoral y de la enseĂąanza de la doctrina revelada. Los bautizados reciben
el bien de la gracia por la participaciĂłn en la comuniĂłn eclesial, que les llega por el servicio de los ministros ordenados. Los fieles fueron invitados a unirse en la celebraciĂłn de este AĂąo especial para pedir a Dios por sus sacerdotes, acompaĂąarlos en su tarea apostĂłlica y, podemos decir, llegar a comprender cada vez mejor la Ăntima relaciĂłn entre el sacerdocio bautismal y el ministerial. Esperamos que la oraciĂłn y la reflexiĂłn de este aĂąo, iluminadas por las enseĂąanzas del Papa y de los pastores sobre la Ăndole del sacerdocio y las condiciones de su ejercicio, con la insistencia en la unidad eclesial y la fidelidad a la misiĂłn que es comĂşn a todos los bautizados, nos obtenga, por la intercesiĂłn del Santo Cura de Ars, que los presbĂteros vivan siempre con santidad, libertad y alegrĂa su ministerio y que el pueblo fiel aprecie mĂĄs profundamente la vocaciĂłn de los sacerdotes. La llamada bautismal Una nota distintiva de la propuesta del AĂąo sacerdotal es la misericordia, significada en los tĂŠrminos del comienzo y cierre del mismo: la solemnidad del Sagrado CorazĂłn. Directamente nos pone en presencia de la caridad de Dios, que ama a los suyos y envĂa a su Hijo, que se ofrece como VĂctima en su sacrificio y abre su corazĂłn, fuente de los tesoros del perdĂłn y de la gracia. La vocaciĂłn al sacerdocio es expresiĂłn de la continuidad de la iniciativa divina, que comienza con la propuesta bautismal del seguimiento de JesĂşs, para llegar a asociarlos a su propia obra de redenciĂłn. El ministerio sacerdotal estĂĄ arraigado en esa experiencia, que comparte con sus hermanos, y para ello se recibe este encargo, que llega en la Iglesia de manos de los apĂłstoles, para difundir la comuniĂłn de una tradiciĂłn de vida con una potestad singular para ser mediadores de la recon-
ciliaciĂłn entre Dios y los hombres. Como no es un mero oficio o trabajo, supone la identificaciĂłn profunda con el SeĂąor, pues el sacerdote es portador de la gracia, como otro Cristo, para que los hombres tengan vida en ĂŠl. Y por ello, ser sacerdote es dar misericordia como la ha recibido ĂŠl mismo.
La vocaciĂłn sacerdotal en la Iglesia La vocaciĂłn sacerdotal no es producto de una inclinaciĂłn humana o una predisposiciĂłn temperamental. Es una llamada que viene de lo alto, y de una manera misteriosa se abre camino en nuestro corazĂłn y se va situando en el horizonte. La misma lla-
mada al sacerdocio nos convida a adecuar aspiraciones y deseos, a unificar las metas y los estilos de vida; tiene un fuerte componente humano, que obliga a un discernimiento serio, pausado, complejo. Dios no llama a nadie sin darle los medios necesarios para poner en obra la llaSigue en pĂĄgina 5
La Buena Noticia
Pág. 4
JUNIO DE 2010
VIDA CRISTIANA - LITURGIA
LITURGIA Y VIDA, CELEBRACION Y COMPROMISO
Renovación litúrgica en la vida de un continente C
omo Iglesia en Argentina tres acontecimientos nos impulsan a renovarnos personalmente y renovar la vida celebrativa de nuestras comunidades: el impulso que ha dado el Documento de Aparecida en relación a la liturgia, el Nuevo Misal para Argentina y el nuevo Sacramentario para la celebración de los matrimonios. Tres acontecimientos que enriquecen el andar del Pueblo de Dios en nuestro país y son nuevos impulsos del espíritu Santo para que celebremos en la comunión y participación. Hablar de cada uno de ellos en este artículo nos llevaría a una extensa consideración. Por eso, los invito a detenernos en lo que el acontecimiento de Aparecida es para la liturgia hoy, desde el aporte enriquecedor que la hermana Vera Bombonatto hace al respecto (cfr. «Aparecida, Renacer de una esperanza», Ed. Taller de Creaciones Populares). Continuidad histórica Para comprender mejor el mensaje del Documento de Aparecida en relación a la liturgia, las celebraciones y la Eucaristía, es importante tener presente su modo propio de presentar ese contenido. Quien está acostumbrado con los documentos anteriores de Medellín, Puebla y Santo Domingo a localizar fácilmente lo que se refiere a la liturgia por medio de un título o subtítulo, en un primer momento tendrá dificultades en encontrar ese contenido en el Documento de Aparecida. Simplemente porque se documento sigue una lógica diferente en la presentación de los temas. El hilo conductor es el tema central de la Conferencia: Discípulos y misioneros al servicio de la vida. A partir de ahí y como consecuencia de él se despliegan los otros asuntos. La vida litúrgica esta relacionada con aspectos significativos de la vida del discípulo y misionero. Consecuentemente hay que hacer el esfuerzo de una lectura global del Documento para
Hablar de renovación litúrgica es, para la Iglesia y para cada uno de los cristianos en nuestro continente, respirar una y otra vez lo aires frescos de renovación y vida en las celebraciones litúrgicas que el Espíritu Santo regaló en el Concilio Vaticano II, y una vez más nos lo regala a una Iglesia posterior del acontecimiento de Aparecida.
percibir la lógica interna y el desarrollo de los temas. Al contemplar la realidad de la Iglesia con sus luces y sombras, el Documento de Aparecida constata un doble aspecto con respecto a la liturgia, las celebraciones y la Eucaristía. Por un lado, el progreso: La renovación litúrgica acentuó la dimensión celebrativa y festiva de la fe cristiana, centrada en el misterio pascual de Cristo Salvador, en particular en la Eucaristía. Crecen las manifestaciones de religiosidad popular. Especialmente la piedad eucarística y la devoción mariana. Se han hecho algunos esfuerzos por inculturar la liturgia en los pueblos indígenas y afroamericanos (cfr. DA 99b). Por otro lado, de manera genérica, el Documento se lamenta por algunas tentativas de regresar a una eclesiología y espiritualidad anteriores al Concilio
Vaticano II y por algunas lecturas y aplicaciones reduccionistas de la renovación conciliar (DA 100). Situándose en la continuidad histórica de las conferencias anteriores, Aparecida reafirma las propuestas pastorales de Medellín, Puebla y Santo Domingo. Por tanto, asume con renovado ardor el desafío de la construcción de una identidad propia, inculturada en la realidad latinoamericana y caribeña, procurando dar respuestas adecuadas a los problemas concretos del pueblo. En la huella de la recepción creativa del Concilio Vaticano II, en Medellín la Iglesia de América Latina y el caribe relee la constitución Sacrosanctum concilium, sobre la liturgia, y la adapta a nuestra realidad. Al afirmar que «la celebración litúrgica corona y comporta un compromiso con la realidad hu-
mana» (Medellín, liturgia, nº 4), percibe la estrecha relación entre liturgia y liberación y restablece la ligazón entre liturgia y vida, esto es entre celebración y compromiso histórico. Estos aspectos son retomados en Aparecida, que insiste de manera particular en la relación entre ser discípulo y el ser misionero (DA 250). Mediante su comprensión de la Iglesia a partir de la comunión y la participación, Puebla reafirma el carácter comunitario de la liturgia, en la cual todos participan activamente. Se percata de la necesidad de integrar liturgia y religiosidad popular y lanza el desafío de la inculturación de la liturgia en la realidad cultural latinoamericana y caribeña. Aparecida ratifica la importancia de la dimensión comunitaria en la vida del discipulado misionero y de la inculturación de la fe, por medio de la cual la Iglesia se en-
riquece con nuevas expresiones y valores, expresando y celebrando cada vez mejor el misterio de Cristo (DA 479). En Santo Domingo, la Iglesia manifiesta mayor conciencia de la relevancia de las culturas amerindias, afros y de la religiosidad popular como espacio de evangelización con la consecuente opción por la inculturación. Reconoce la pluralidad de las expresiones de fe inculturadas en la realidad urbana y en las culturas afro-amerindias, y asume de modo positivo la religión del pueblo. Destaca el papel evangelizador de la celebración litúrgica y confirma el valor cultural de la religiosidad popular. Reconoce que aún queda mucho por hacer para asimilar la renovación litúrgica propuesta por el Concilio Vaticano II, así como para ayudar a los fieles a entender y vivir la centralidad del misterio de Cristo, fuente y punto culminante de la vida y de la misión de la Iglesia. En sintonía con las conferencias anteriores, Aparecida reafirma la centralidad del misterio de Cristo en la vida de la Iglesia, comunidad de los discípulos misioneros. La liturgia es la celebración de la Pascua de Jesús, es Dios mismo actuando, revelando su plan de amor y renovando su alianza con la humanidad. Es el memorial de la Pascua de Jesús, pasaje de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida. De forma particular, Aparecida relaciona la liturgia al tema central del discipulado misionero y resalta el papel fundamental e imprescindible de la vida litúrgica y eucarística en la formación y misión de los discípulos y misioneros. Lugar y función de la liturgia en el camino del seguimiento de Jesús En el itinerario formativo del discípulo misionero, a la liturgia, celebración de la Pascua de Jesucristo, le incumbe un papel fundamental: es lugar de comunión de vida del discípulo con el Maestro y fuente inagotable del
aicitoN aneuB aL
JUNIO DE 2010
PĂĄg. 5
VIDA CRISTIANA - LITURGIA impulso misionero. En la EucaristĂa el discĂpulo entra en el doble movimiento que caracterizĂł la vida de JesĂşs: volcado hacia el Padre y a servicio de los hermanos y las hermanas ÂŤpara que todos tengan vida y la tengan en abundanciaÂť (Jn 10,10). En medio de las inseguridades y dificultades propias del camino de seguimiento de JesĂşs, el discĂpulo misionero necesita del alimento que lo sustente y le dĂŠ fuerzas. Aparecida insiste en el hecho de que ese alimento es el pan de la Palabra y el pan de la EucaristĂa (DA 26, 106, 199, 255). El Documento resalta que existe un estrecho vĂnculo entre creer, celebrar, y vivir el misterio de Jesucristo, de modo tal que la existencia cristiana adquiere una forma eucarĂstica. La vida cris-
tiana se abre a una dimensiĂłn misionera a partir del encuentro eucarĂstico. Es en la escuela eucarĂstica que el EspĂritu fortalece la identidad del discĂpulo y lo despierta para anunciar a los otros lo que escuchĂł y viviĂł (DA 251).
mento se puede comenzar a nombrar una elecciĂłn mĂĄs comprometida, una cercanĂa mĂĄs estrecha. Por eso, el sacerdote no se aparta de la condiciĂłn del pueblo fiel; es un fiel, un bautizado, con todos y como todos, y sin pretender ser mejor o de mayor dignidad, se ofrece con libertad para servir a sus hermanos, desde esta familiaridad, desde este seguimiento mĂĄs intenso e Ăntimo del SeĂąor.
Viene de pĂĄgina 3
mada, pero no todas las personas estĂĄn dispuestas o tienen las condiciones requeridas para abrazar los compromisos que van unidos necesariamente con esa vida, como tampoco todos los que creen haber recibido una llamada tienen en realidad la vocaciĂłn.. En las crisis de muchos hermanos sacerdotes, de tanta repercusiĂłn en las noticias de los Ăşltimos tiempos, seguramente se encuentra a menudo en la base un discernimiento insuficiente y una formaciĂłn superficial, que no lograron encaminar en la direcciĂłn debida las aspiraciones, sin duda sinceras en muchos casos, pero insuficientes frente a otros componentes mĂĄs conflictivos de la personalidad. Sin embargo, el SeĂąor llama, y toca a la Iglesia hacer resonar esa llamada, presentĂĄndola a los fieles y animĂĄndolos a asumir con entereza el camino de discĂpulo. No puede haber vocaciones al sacerdocio si desde el Bautismo y la iniciaciĂłn cristiana no se presenta el ideal de la santidad. La vocaciĂłn surge, no como un impulso individual, encerrado dentro de las inclinaciones y bĂşsquedas de uno mismo, sino en el contexto de la comuniĂłn eclesial y del itinerario espiritual del discĂpulo: el SeĂąor nos mira, se da a conocer, nos llama, su voz y su mensaje nos atraen; a medida que estamos mĂĄs cerca de ĂŠl nos llena con su paz e ilumina el corazĂłn, y asĂ, finalmente, nos animamos a preguntarle dĂłnde vive, y si podemos permanecer con ĂŠl. Hasta aquĂ es el camino de todo cristiano, y reciĂŠn a partir de este mo-
EucaristĂa: fuente de nuevas relaciones comunitarias El Documento de Aparecida enfatiza la dimensiĂłn comunitaria del ser discĂpulo y misionero. La vocaciĂłn al discipulado misionero es con-vocaciĂłn a la comuniĂłn en la Iglesia, Pueblo de Dios. AsĂ, la pertenencia a una comunidad concreta, lugar donde podemos vivir la experiencia permanente de discipulado y de comuniĂłn, es elemento constitutivo del ser cristiano (DA 156).
Podemos preguntarnos si las deficiencias en el ejercicio del sacerdocio no provienen muchas veces de un olvido o una postergaciĂłn de la vocaciĂłn bautismal, cuya urgencia e importancia ya deberĂan bastar para conmovernos, convocados a una acciĂłn siempre generosa y audaz en favor de la salvaciĂłn de los hermanos. La catequesis inicial, la atenciĂłn pastoral de las familias y de las asociaciones y movimientos, la invitaciĂłn dirigida a todos para orar por las vocaciones y la presentaciĂłn de este ideal, son necesarios en la realidad cotidiana de las comunidades. Y sin embargho, tantas veces nos quedamos callados, y culpablemente nos abstenemos de sembrar una semilla y de alentar un desarrollo espiritual, que puede culminar en la entrega a Dios en el ministerio sacerdotal. Esperemos como uno de los frutos de este AĂąo de gracia que muchos hermanos nuestros escuchen la invitaciĂłn que Dios les dirige para servir a su Iglesia como sacerdotes, en el clero diocesano y en la vida consagrada. ContinuarĂĄ en la prĂłxima ediciĂłn
De forma particular, Aparecida relaciona la liturgia al tema central del discipulado misionero y resalta el papel fundamental e imprescindible de la vida litĂşrgica y eucarĂstica en la formaciĂłn y misiĂłn de los discĂpulos y misioneros.
Los discĂpulos misioneros son llamados a vivir en comuniĂłn: con el Padre tierno y misericordioso, con su Hijo muerto y resucitado y con el EspĂritu Santo de amor. La comuniĂłn trinitaria fundamenta y hace visible la comuniĂłn de los fieles y de la Iglesia particular que constituye el Pueblo de Dios, peregrino en la historia. En ese peregrinar rumbo a la plenitud en la Patria Trinitaria, la comuniĂłn crece y se nutre en las dos mesas: del pan de la Palabra y del pan del Cuerpo de Cristo. La EucaristĂa, fuente y culmen de la vida cristiana, ÂŤalimento de la vida en comuniĂłnÂť. De la EucaristĂa nacen y se nutren las nuevas relaciones evangĂŠlicas. La Iglesia es ÂŤcasa y escuela de comuniĂłnÂť, donde los discĂpulos misioneros comparten la mis-
ma fe, esperanza y amor al servicio de la misiĂłn evangelizadora (DA 158). Aparecida retoma y ratifica el vĂnculo entre liturgia y vida, celebraciĂłn y compromiso. Participar de la EucaristĂa. Signo de unidad, que prolonga y hace presente le misterio del Hijo de Dios que se hizo pobre, trae consigo la exigencia de una evangelizaciĂłn integral. El proyecto de JesĂşs, quien vino para que todos tengan vida y la tengan en abundancia, choca con la realidad de las varias dimensiones de pobreza de nuestro continente. La misiĂłn, inspirada en la prĂĄctica de JesĂşs, unifica la preocupaciĂłn de la dimensiĂłn trascendente del ser humando con sus necesidades concretas para que todos alcancen en plenitud (DA 176).
a
La Buena Noticia
Pág. 6
MAS NOTICIAS DIOCESANAS Coronel Charlone
ESTE MES CELEBRAMOS A
Santiago el Mayor Mayor,,
Sagrado Corazón de Jesús X La comunidad parroquial de Coronel Charlone (partido de General Villegas) celebró con profunda devoción a su santo patrono, el Sagrado Corazón de Jesús. Las celebraciones abarcaron el rezo del Santo Rosario durante la semana, adoración al Santísimo, visitas a los enfermos, charla para padres a cargo del diácono permanente Tomás Penacino, charla para jóvenes a cargo de la señora Liliana Pastorino y, el viernes 11 de junio, la procesión y misa celebrada por el padre Mariano, sacerdote polaco que colabora con el párroco Juan Kukielka.
JULIO DE 2010
apóstol
Procesión por las calles del pueblo
X Las listas bíblicas de los Doce mencionan dos personas con este nombre: Santiago, el hijo de Zebedeo, y Santiago, el hijo de Alfeo, que por lo general se distinguen como Santiago el Mayor y Santiago el Menor. Fue uno de los primeros que recibieron la llamada de Jesucristo, cuando estaba pescando en el lago de Genesaret junto a su hermano. Tuvo un papel especial en el desarrollo del milagro de la hija de Jairo y, junto con Pedro y Juan, pertenece al grupo de los tres discípulos privilegiados que estuvieron junto a Jesús en los momentos importantes de su vida: la Transfiguración en el monte Tabor y la oración en el Huerto de los Olivos. Algunos datos de la vida del Apóstol nos vienen a través de diversas tradiciones, como por ejemplo su posible estancia en España para evangelizar esa importante región del imperio romano; o también aquella que dice que luego de su muerte fue trasladado por sus discípulos a España. Probablemente llegó a España en el año 41 y permaneció en ella hasta fines del año 42. Vuelto a Jerusalén, Herodes Agripa, rey de Judea (Hch 12, 1-2), nieto de Herodes El Grande, lo hace decapitar con la espada hacia el año 44, convirtiéndose en el primer apóstol en verter su sangre por Jesucristo. Su cuerpo habría sido trasladado luego a la península hispánica donde reposaría junto a dos de sus discípulos. Este habría hecho algunos discípulos durante su estadía en España, y siete de ellos serían los que continuaron la tarea evangelizadora una vez que Santiago regresó a Jerusalén. Son los siete varones apostólicos. Estos habrían estado junto a Santiago en Zaragoza cuando la Virgen María se apareció en un pilar. La leyenda del descubrimiento del sepulcro cuenta que, un anacoreta llamado Paio vio unas luces sobre el monte donde se asienta hoy la catedral y acudió al obispo Teodomiro de Iria Flavia para comunicárselo. Se descubrió luego la sepultura del apóstol en el campo sobre el cual Paio viera las luces. De ahí procedería el nombre de Compostela (campus stellae, ‘campo de la estrella’), aunque recientemente se haya discutido que dicha etimología procedería de compositum, ‘cementerio’. El rey Alfonso ordenó construir una iglesia encima del supuesto sepulcro, de allí el origen de la Catedral de Santiago de Compostela. A partir de este momento comienzan a llegar visitantes a la tumba del Apóstol. Aquel lugar se convirtió entonces en objeto de gran veneración y hoy sigue siendo meta de numerosas peregrinaciones, no sólo procedentes de Europa sino también de todo el mundo. Así se explica la representación iconográfica de Santiago con el bastón del peregrino y el rollo del Evangelio, características del apóstol itinerante. En el año 1122, el papa Calixto II instituyó y proclamó que en adelante tuvieran la consideración y privilegios de Año Santo Jacobeo todos los años en los que la fiesta litúrgica de Santiago, el 25 de julio, coincidiera con el día domingo. Durante la época de la Reconquista, Santiago se convierte en un personaje al que se invoca para obtener la protección divina en la lucha frente al infiel. De Santiago podemos aprender muchas cosas: la prontitud para acoger la llamada del Señor incluso cuando nos pide que dejemos la «barca» de nuestras seguridades humanas, el entusiasmo al seguirlo por los caminos que él nos señala más allá de nuestra presunción ilusoria, la disponibilidad para dar testimonio de él con valentía, si fuera necesario hasta el sacrificio supremo de la vida. Así, Santiago el Mayor se nos presenta como ejemplo elocuente de adhesión generosa a Cristo.
aicitoN aneuB aL
JULIO DE 2010
PASTORAL VOCACIONAL DIOCESANA
Por qué me hice sacerdote
"Dios me llamaba a una gran simplicidad..."
"Cuando Dios llama, se descubre que algo totalmente nuevo, verdaderamente único, está sucediendo dentro de nosotros. Algo está muriendo y algo está naciendo en nuestro interior". Asi nos cuenta el padre WALTER LANEVE, su experiencia del llamado al sacerdocio.
E
xperimentar Su llama da, fue sin dudas, la experiencia más fuerte en mi vida. Caer en la cuenta, de Su iniciativa, fue el momento más determinante en mi camino de fe. Cuando pude descubrir, que la mirada del Señor, se detuvo sobre mí, como se detuvo sobre aquel Joven Rico (Mt. 19, 61), o sobre el mismo Abel (Génesis 4,4b), fue casi inevitable, la pregunta de siempre. Esa pregunta que nace, de un corazón, de cara a ese Amor «tan desproporcionado», del Señor, que nos comparte Su camino. La pregunta: «¿Por qué a mi?». Aquellos primeros pasos Todo comenzó en Córdoba. Allí, pude descubrir, lo que Dios había soñado para mí. Terminé mis estudios secundarios en la Escuela Técnica de mi pueblo (General Villegas), donde recibí mi título de Técnico – mecánico. Tenía 19 años. Mi mayor deseo era estudiar, ingresar a la Universidad. Elegiría una carrera humanística, ya que el «servicio», había sido, desde muy pequeño, lo que me motivaba y traía alegría a mi corazón. Mis padres, ciertamente, tenían otros planes para mí. No les fue tan fácil, aceptar que su hijo menor se iría de casa. Aceptar que, el más chico de sus tres hijos, decidía irse lejos. Papá, por su parte, prefería que me quedase en Villegas: «Yo te compararía un torno (me decía), y así podrías ganarte la vida». Mamá, aunque no tan convencida de lo que, puntualmente, quería para mi, se conformaba simplemente con la idea de verme bien, feliz y decidido a comenzar algo nuevo. Una amistad, un testimonio... Mis problemas respiratorios me llevaron hacia los «aires» de Córdoba. Allí comencé mi carrera de Odontología.
El padre Walter, el día de su ordenación sacerdotal Al principio, vivía en una pensión, donde compartía con otros estudiantes, que también se preparaban para ingresar a la facultad. Al aprobar mi examen de ingreso, decidí mudarme a un lugar más tranquilo, más silenciosos, lejos del ruido y de la locura de la capital. Los «clasificados», me llevaron a dar con una pensión a estrenar. El dueño, un sacerdote jubilado, y con quién llegaríamos a ser grandes amigos y que, años más tarde, sería quien me presentaría al Seminario. Hoy, a la distancia, descubro en esa amistad, el primer momento clave, de mi camino vocacional. Su nombre era Mario (fallecido). Un hombre de Dios. Pude vivir, junto a él, el testimonio de una amistad sincera, que fue creciendo, en la misma medida que conocía, cada vez más, a Dios. Mario, me preguntó una vez: «Walter, ¿nunca pensaste en ser sacerdote?». Hoy recuerdo, que mi «no» fue tan rotundo, como temerario. «Dios va poniendo los medios...» Con el pasar del tiempo, ya en mi 2° año de odontología, llegó la experiencia del noviazgo; a mi entender, el segundo momento clave de mi vocación. Un noviazgo verdaderamente cristiano. Un tiempo de gracia, en el que Señor, estuvo muy presente. Ella, me acercó mucho a Dios. Me regaló mi primera biblia, mi primer rosario, mi primera imagen de María; me invitó a un Retiro – impacto, etc., etc. Todo esto, me fue abriendo, hacia un camino desconocido, pero del cuál yo era cada vez más consiente: «Dios me estaba invitaba a algo nuevo».
Su familia, una familia realmente cristiana; se percibía un ambiente (clima) donde el Señor, siempre ocupaba el primer lugar. De ellos aprendí mucho. Les debo parte de mi vocación. La gratitud nos dispone al servicio Y finalmente llegó ese tercer momento clave, y por el cual, también llegó la decisión. Cada año, la Pastoral Juvenil de Córdoba, organizaba la peregrinación hacia la Virgen de Lourdes, una gruta camino a Alta Gracia. Con un grupo de amigos universitarios, quisimos participar de esta peregrinación, era febrero de 1998. Fue una noche de oración, de verdadera escucha y cercanía con el Señor. Eran para mí, «días de búsqueda»; una búsqueda agradecida por todo lo que Dios me estaba regalando.
Pág. 7 Evidentemente, en Su providencia divina, estuvo conocer el «Cotolengo Don Orione». Allí estaba, justo frente a mí. Un enorme cartel azul con letras blancas, que rezaba «Cotolengo Don Orione». Un simple cartel que captó profundamente mi atención, tanto a la ida como a la vuelta, de aquella peregrinación. El servicio dispone al encuentro Tiempos de búsqueda, decíamos. Al llegar a casa pregunté qué significaba ese nombre. El padre Mario me explicó de qué se trataba. Sentí un gran entusiasmo y al mes siguiente, comencé mi trabajo de voluntariado, que duraría aproximadamente 2 años. Al llegar al lugar, apareció otra vez esa alegría de «servir». Una alegría que no se iba, y que siempre me hablaba de santidad. Una alegría, que sin dudas, era ese «golpe de gracia» que yo necesitaba. En el pabellón de los «profundos» (así se llamaba) había que hacer de todo: sacarlos a pasear en silla de ruedas, llevarlos a Misa, contarles cuentos, darles de comer, bañarlos, cambiarlos, «estar con ellos». Sobretodo, hacerles sentir, que el abandono de sus familias, nada tenía que ver con el «abandono de Dios». Esta situación, que si bien la vivía con alegría y gratitud, no por eso dejaba de ser para mi, una experiencia dolorosa y un verdadero interrogante para mi. Este llamado, se hacía, cada vez más consciente en mí. Algo está muriendo y algo está naciendo en mí. Si hoy me preguntan: «¿Por qué me hice sacerdote?», es inevitable hablar del voluntariado; ese momento concreto que me llevó a tomar una decisión.
La gratuidad divina como fuente de entrega Una sana «inquietud» me acompañaba en esos días, por momentos me hacía sentir incómodo no resolver qué me estaba pasando. Recuerdo, que convivían, en mi, varios sentimientos a la vez. Parecía, como si, la paz y la angustia existían, lado a lado, en mi corazón. Un sábado, después de un día difícil, tomé el colectivo para volver a casa. Venía recorriendo, pensando y rumiando, cada uno de esos momento que me había tocado vivir. En este último tiempo, regresaba a casa, con muchas más preguntas que respuestas. Tantas historias, que en su mayoría, eran fruto de un amor «ausente», de un amor olvidado», de un amor «depositado». Realidad, en la que Dios me puso, y que me invitaba a una gran simplicidad. Recordar lo vivido me llevó a un razonamiento y, ese razonamiento a una decisión. «¡Dios me había regalado tantas cosas: el regalo de la Fe, la posibilidad de crecer en una familia, de recibir amor, una educación, amigos, la capacidad de enamorarme, la posibilidad de formar una familia; e incluso podía descubrir, como providente, el simple regalo, de caminar, de leer un libro o tomar un colectivo. Recibí tanto de Dios». Cosas «grandes», precisamente, por ser «pequeñas», y tan ausentes en la vida de esos chicos!». Esto me llevó a preguntarme: «Y yo ¿qué voy a regalarle a Él? ¿Cómo podré devolverle «algo de lo mucho» que Él me había confiado? En ese momento sentir la miraba del Señor que me decía: «Sólo te falta una cosa...» (Mc 10,21). En ese momento me dije: «Quiero ser sacerdote».
FIESTAS PATRONALES DE JULIO en la Parroquias y Capillas de nuestra Diócesis de Nueve de Julio 6. Sta Ma. Goretti, Virgen y Mártir
Capilla, CURARÚ (Carlos Tejedor)
Capilla, IRALA (O’Brien)
Capilla, VILLA SABOYA (E. V. Bunge) Capilla, LOS TOLDOS
9. Nuestra Señora de Itatí
Capilla, DENNEHY (Catedral, Nueve de Julio)
Capilla, PELLEGRINI
Capilla, PASTEUR (Roberts)
Capilla, TRENQUE LAUQUEN
Capilla, VEINTICINCO DE MAYO Capilla, VALDÉS (Veinticinco de Mayo)
13. San Enrique, Emperador Capilla, SAN ENRIQUE (Veinticinco de Mayo)
26. Santa Ana, Madre de la Santísima Virgen
16. Nuestra Señora del Carmen
Capilla, Trongé (Treinta de Agosto)
Parroquia,CARLOS CASARES Parroquia, F. QUIROGA
29. Santa Marta
Parroquia, GENERAL VILLEGAS
Capilla Santa Marta, DE BARY (Pellegrini)
Parroquia, PELLEGRINI
JULIO DE 2010
Pág. 8
MISION CONTINENTAL (I)
Grandes ejes para interpretar el documento de Aparecida A partir de este mes, en esta sección dedicada a la Misión Continental vamos a presentar una introducción sobre los cuatro grandes ejes para entender el documento de Aparecida, con la intención de ir profundizando en adelante en cada uno de los temas propuestos: «discípulos — misioneros — ofrecer vida en Cristo — nuestros pueblos». El material propuesto a continuación está tomado del padre Víctor Manuel Fernández, «Guía para leer el documento de Aparecida».
L
a gran clave para en tender el documento es el tema general de la V Conferencia: «Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en él, tengan vida».
Este desarrollo del tema «discípulos» muestra que la V Conferencia quiso detenerse en los «agentes «, porque se advierte que la nueva evangelización no será posible con cualquier tipo de agentes. Los verdaderos misioneros que cambien el mundo deben ser auténticos discípulos de Jesucristo y necesitan una espiritualidad sólida y una adecuada formación.
Podemos detectar en esta frase cuatro grandes ejes que marcan a fondo todo el documento: «discípulos — misioneros — ofrecer vida en Cristo — nuestros pueblos». 1) El primer eje (discípulos) quiere destacar la necesidad de que cada uno se encuentre personalmente con Jesucristo y lo siga. Lo que se quiere acentuar es que los cristianos no sólo tienen que tener ideas, hacer cosas o cumplir normas, sino que ante todo están llamados a encontrarse con una persona que los ama y los salva: Jesucristo. Este documento ha querido remarcar que todos somos discípulos (el Papa, los empresarios, cada ama de casa, etc.) y que siempre somos discípulos (uno siempre tiene que estar aprendiendo, escuchando a Jesucristo.). Este tema aparece sobre todo en la segunda parte del documento, y más precisamente en los capítulos 4, 5 y 6. En el capítulo 4 se habla del llamado de Jesús a seguirlo y de nuestra identificación con él.
P. Luis Diehl
PENSAMIENTOS BREVES QUE JESUS TE ACOMPAÑE EN TU PEREGRINAR ? Será el sol que ilumina el sentido de tu andar; ? será el agua fresca con que saciaras tu sed; ? será el pan diario que fortalecerá tu vida; ? será la sombra bienhechora donde hallarás descanso; ? será la brisa que refresca tu fatiga; ? será el compañero de camino que te alentará para que no abandones u marcha; ? será el mismo camino que te conducirá adónde anhelas; ? será la meta deseada donde alcanzarás la paz.
Es una publicación de la Diócesis de Santo Domingo en Nueve de Julio
En el capítulo 5 se destaca que sólo podemos ser discípulos en comunidad, y se detallan los distintos lugares en que se vive esa comunión fraterna (diócesis, parroquias y otras comunidades). Que todo un capítulo se dedique a la comunión y a los lugares para vivirla, indica una especial preocupación de presentar un discipulado esencialmente comunitario, que cumpla el mandamiento del amor fraterno y lo refleje en un estilo de vida. El capítulo 6 se detiene en la formación de los discípulos, pero comienza hablando nuevamente del encuentro personal con Jesucristo. También desarrolla la espiritualidad de los discípulos (incluyendo la espiritualidad popular). Es el primer documento del Episcopado Latinoamericano que manifiesta tan fuerte interés por la espiritualidad. Por el gran espacio que se le dedica, está claro que la formación de los discípulos, para que puedan crecer y responder a los desafíos actuales, ha sido una gran preocupación de la V Conferencia.
Año XI - Nº 109 JULIO 2010
2) El segundo eje (misioneros) quiere destacar que todos somos misioneros y que siempre somos misioneros. El Papa dijo con toda claridad que «discipulado y misión son como dos caras de una misma medalla». Esto nos ayuda a entender bien el sentido de la formación. No es que primero tenemos que formarnos para después ser misioneros. Ya desde el primer encuentro con Jesucristo, si es verdadero, nos brota la necesidad de comunicarlo a los demás. La misión es parte inseparable del discipulado. Por eso, el tema de la misión también aparece por todas partes. Se destaca más en la tercera parte, pero está presente ya desde el comienzo. Es más, en los capítulos dedicados especialmente al discipulado se deja bien claro que el discipulado es para la misión. Por ejemplo, en el capítulo 4 que habla de llamado de Jesús a los discípulos, inmediatamente aparece un título que dice «enviados a anunciar el Evangelio del Reino de vida». En el capítulo 5, que habla de los discípulos en comunidad, se aclara bien que la comunidad está llamada a «atraer a las personas y los pueblos hacia Cristo» (159) y que «la comunión y la misión están íntimamente unidas entre sí» (163). Cuando habla de la diócesis dice que «está llamada a ser una comunidad misionera» (168). Cuando habla de las comunidades parroquiales remarca la
necesidad de que «todas nuestras parroquias se vuelvan misioneras» (173). Cuando habla de las familias dice que «hay que fortalecer su dimensión misionera» (204). Cuando menciona a los laicos destaca su misión en el mundo (210). Lo mismo sucede en el capítulo 6, porque cuando habla de la espiritualidad se detiene a destacar «una espiritualidad de la acción misionera» (284-285), aclarando que «no es una experiencia que se limita a los espacios privados de la devoción» (284). Es muy interesante destacar que en las primeras redacciones del documento había un punto que hablaba de las «etapas del proceso de formación», como si la misión fuera una última etapa. Pero luego se corrigió y se tituló «aspectos del proceso», diciendo que «se compenetran íntimamente y se alimentan entre sí» (278). Es más, se aclara bien que la misión «no debe entenderse como una etapa posterior a la formación» (278e). También es notable que muchas veces en el documento se utiliza la expresión «discípulos misioneros», sin la «y», para remarcar que son dos aspectos inseparables. Los tres grandes títulos del documento evitan la «y». Aquí se recogió aquella preciosa teología de la misión según la cual ésta no es algo sobreañadido a la identidad personal, sino que cada persona «es» una misión. Su ser más íntimo está marcado y configurado en orden a una misión en el mundo. La conclusión del documento subraya el deseo de despertar la Iglesia «para un gran impulso misionero» (548) y menciona la necesidad de una Misión Continental para «poner a la Iglesia en estado permanente de misión» (551). (continuará)
DIRECTOR: Pbro. Germán Loriente
EDICION INTEGRAL: Fabricio O'Dwyer.
Iglesia Catedral de Nueve de Julio. Teléfono: (02317) 422163
Ugarte 590 - (6223) Coronel Charlone. Tel. (03388) 490303 - labuenanoticia@servicoopsa.com.ar