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LOS FRANCESES OCUPAN EL TERRITORIO
LOS FRANCESES OCUPAN EL TERRITORIO
El general Adolphe Mortier ocupó Huesca el 5 de febrero de 1809. El 20 de febrero capituló Zaragoza. El mariscal Lannes hizo su entrada triunfal en la ciudad el 5 de marzo de 1809 y se marchó a Francia el día 14; fue reemplazado en el mando de Aragón por el general Junot, a quien el 18 de mayo sustituyó el general Suchet. En el breve tiempo del gobierno de Junot José I nombró al coronel Luis Menche intendente general del ejército y reino de Aragón, encargado de las causas de guerra, justicia, policía y hacienda. Así, Menche era el representante en Aragón de los ministerios radicados en Madrid y, con el apoyo de Junot, intentó crear una Administración provincial que sirviese de base para las operaciones del III Ejército francés. Inmediatamente surgieron los problemas. Los funcionarios españoles buscaban el desarrollo de la economía como base para alcanzar sus objetivos políticos y los franceses daban preferencia a los asuntos militares. La cuestión se complicaba porque los funcionarios españoles dependían del rey José en Madrid, mientras que los franceses dependían del emperador, en París. Además, las guerrillas paralizaban el correo entre Aragón y Madrid, del que muchas veces se apoderaban, con la consecuencia de que no llegaban las órdenes de José y la Administración civil estaba completamente paralizada. La única solución que encontró Junot fue declarar Aragón en estado de sitio y nombrar en consecuencia en todos los puestos clave de la Administración a militares franceses. Así desaparecía la dualidad de funciones. No obstante, José consideró que Junot había usurpado sus atribuciones. El general replicó diciendo que el III Ejército dependía completamente de los recursos aragoneses, y que estos no podían dejarse al albur de una Administración lenta y descoordinada. Al mismo tiempo escribió a Napoleón para aclararle la situación. El emperador, entregado de lleno a la cuestión de Austria, no podía ahora ocuparse de Aragón, por lo que fue el ministro de la Guerra, Henri-Jacques-Guillaume Clarke, quien contestó a Junot, recordándole que José I no solo era el rey, sino también el comandante supremo del ejército francés en España, y por ello Junot tenía que pacificar Aragón, proteger a sus habitantes y a sus propiedades, asegurar el bienestar de las tropas, y obedecer y hacer obedecer las órdenes del rey José.
Después de la pérdida de Huesca y Zaragoza, las tropas españolas que proseguían la lucha en Aragón eran la división del marqués de Lazán y el batallón de Huesca, de Perena, situadas entre Sariñena y Monzón; el batallón de Pardos, a las órdenes de Pedrosa, en Sobrarbe; los batallones de Voluntarios de Jaca y de Tiradores de Doyle, en Jaca; el batallón de Tiradores de Ribagorza, de Sarasa, en Benabarre y Benasque, y el batallón de Cazadores de Alcañiz en Caspe y Mequinenza, junto con una pequeña partida del Regimiento de Fieles
Zaragozanos.120 El conjunto parece importante, y en cierta manera lo es, pero no pudo evitar que siguiese la racha de capitulaciones. Monzón, con su castillo, se entregó el 9 de marzo, pero a lo largo de 1809 cambió tres veces de dueño. Los habitantes de Almacellas, primer pueblo catalán en la ruta de Lérida, huyeron en masa el día siguiente. Monzón se hallaba defendida por la división del marqués de Lazán (7000 hombres), que había llegado a la ciudad el 1 de marzo, y por la de Perena. Comunicaba este el 7 de marzo a la Junta de Lérida su propósito de defender el castillo, pero advertía que la defensa rayaba en lo imposible, pues el castillo tenía poca artillería y ningún artillero, no tenía municiones ni víveres y solo se hallaba guarnecido por 1600 soldados bisoños con armas y otros 1200 sin ellas. No hubo tiempo de mejorar las condiciones de la defensa y se tuvo que evacuar la plaza, pero Perena consiguió llevarse a medio centenar de prisioneros franceses que Lérida les había enviado.121
Esta es la primera vez que aparece el nombre de Francisco Espoz y Mina en relación con el Alto Aragón, pues el guerrillero navarro tuvo aviso de que la guarnición española del castillo de Monzón era llevada a Francia pasando por Pamplona. Atacó entonces en el Carrascal al destacamento que la custodiaba, lo deshizo y se apoderó de buen número de sables y espadas.122
Jaca se rindió el 21 de marzo de 1809. El gobernador Francisco Campos la entregó sin resistencia (al general Gabriel-Jean Fabre). Con ello los franceses dominaban todo el Alto Aragón, salvo lo que se dirá, y podían abrir una vía de comunicación directa con Francia a través de los pasos pirenaicos.123 Pero, antes de enfocar estos aspectos más de cerca, conviene detenerse un momento en el hecho mismo de la entrega de las ciudades. Por lo que respecta a Huesca, y también a Teruel, en el Bajo Aragón, se aducía su falta de interés estratégico, por lo que no se constituyeron en centro autónomo de defensa, sino que estaban al albur de las operaciones militares.124 Esto puede ser verdad, pero hay otro aspecto de la cuestión que conviene considerar. El obispo huyó a Fañanás, donde murió veintidós días después. Los canónigos eligieron vicario capitular al deán Lorenzo López. Pero el obispo fue la única autoridad oscense que rehusó colaborar con los ocupantes. Todos los demás se sometieron, acaso porque creció en ellos la mentalidad de que no merecía la pena oponerse al poder físico. En adelante, con todas las autoridades que dominasen Huesca, francesas o españolas, mantendrían la misma actitud: sometiéndose podrían amortiguar la brutalidad de los cambios políticos y sus efectos sobre la ciudad. Esta posición puede ser discutible, pero no se la puede condenar tajantemente. Otra cosa es colaborar con los franceses y alardear años después de patriota, como fue el caso de Mariano Lobera.125
120. Guirao (1999: 109). 121. Castillón (1989: 397-398). 122. Espoz (1962: I, 24, col. 2). 123. Alexander (1985: 4). 124. Serrano Montalvo (1958: 496). 125. Gil Novales (1990: 334).
La rendición de Zaragoza no plantea problemas de interpretación. Cualquiera que sea nuestra posición ante los errores cometidos por Palafox al dejarse sitiar de esa manera, nadie puede discutir el heroísmo de los habitantes y la fama imperecedera que con ello cobró la ciudad.126 Pero también es evidente que la situación no podía prolongarse más, y en consecuencia Zaragoza capituló.
El caso de Jaca es muy diferente. Según la explicación del conde de Toreno, lo ocurrido fue obra de un fraile agustino, fray José de la Consolación, que llegó a la ciudad el 8 de marzo, convocó a junta a las autoridades y a varios religiosos, les propuso la rendición y, no habiéndola logrado, fomentó la deserción, hasta que el teniente de rey Francisco Campos, que hacía de gobernador, no tuvo más remedio que rendirse el día 21. Toreno añade que el fraile respondía al modelo diseñado por el padre Isla, en lo que parece una alusión literaria. No da fuentes para esta imagen, pero tampoco nada sobre esta cuestión.127 La explicación del conde de Toreno la repite Pascual Madoz en su Diccionario, con los mismos términos, ya que solo suprime las alusiones literarias,128 y lo mismo escribieron Lafuente, Gómez de Arteche y otros historiadores. Llama la atención que un solo fraile posea tanta fuerza que, sin tener mando alguno en Jaca, consiga su rendición frente al parecer de las autoridades, y que éstas le dejen actuar impunemente hasta conseguir la deserción de los soldados. Los autores citados dicen que era misionero y que había cobrado mucho predicamento por su capacidad oratoria. Hay algo más: fray José de la Consolación pertenecía a una Junta de 34 personas nombrada por Palafox en el momento de resignar el mando, cuando él mismo creía y creían los demás que se hallaba a las puertas de la muerte. Presidida por Pedro María Ric, regente de la Audiencia, todos los nombres de los componentes de la Junta fueron publicados por Mariano de Pano y Ruata, sin datarla.129 La fecha, 19 de febrero de 1809, la propociona Herminio Lafoz, quien únicamente da el nombre de su presidente.130
Aunque esta Junta no tuviese mucha capacidad de maniobra y solo le fuese concedido aceptar y firmar la capitulación, el hecho de que fray José de la Consolación figurase en ella indica su relevancia. Su presencia en Jaca, y por tanto su actuación, fue negada por Jerónimo Bécker en el periódico La Época, de Madrid, en junio de 1908. Se basaba para ello en las pruebas recogidas por el padre Muiños.131 Según esta versión, fray José de la Consolación (en el siglo José Ibáñez y García) se quedó en Zaragoza después de la rendición de la ciudad. Pero, habiéndose negado a usar su influencia con el pueblo a favor de las autoridades francesas, fue hecho prisionero en la noche del 30 de noviembre de 1809 y llevado al
126. Rudorff (1974). 127. Toreno (1953: 200, col. 2). 128. Madoz (1845-1850: t. 9, 491). 129. Pano (1908: 286). 130. Lafoz (1992: 92). 131. Supongo que se refiere a Conrado Muiños (o Muiñoz) Sáenz, autor según Palau de varios libros, alguno en verso, sobre la guerra de la Independencia, pero no sé de cuál de ellos está hablando.
castillo (de la Aljafería, supongo). Después lo sacaron, con otros prisioneros, para llevarlo a Francia. En el camino lo asesinaron el 9 de diciembre de 1809 y su cadáver fue arrojado al canal. Allí lo encontraron en 1816, lo llevaron a Zaragoza, a la misma celda que había ocupado en vida, y se celebraron solemnes exequias, en las que pronunció la oración fúnebre el padre Garroverea.132 La primera versión es probablemente inexacta; esta segunda, que ofrece algunas variantes en las que ahora no entro, es demasiado patriótica, demasiado mitificadora.
Sabemos que en Barbastro hubo bastantes intentos de resistencia, pero al cabo también se impuso la colaboración, por motivos económicos fundamentalmente. Al llegar los franceses muchos canónigos abandonaron la ciudad; el obispo ya lo había hecho antes. Los que se quedaron en Barbastro fueron detenidos el 27 de julio de 1809. El motivo fue que la guarnición francesa acudió la víspera a la catedral para celebrar solemnemente las victorias en Alemania de los ejércitos imperiales y se invitó al Cabildo a concurrir en cuerpo. Este no aceptó, y en consecuencia se produjo la detención indicada. Nueve canónigos fueron llevados a la Aljafería de Zaragoza, pasando por todos los calabozos de los pueblos en la carretera de Huesca a Zaragoza. En la Aljafería estuvieron una noche, y después, a los cinco más jóvenes, Sebastián Bañolas, Matías Guiu, Ventura Garcés, Joaquín Allué y Joaquín Aznar, los llevaron a Pamplona. Entre dos y tres meses después fueron puestos en libertad. De los otros cuatro, uno murió en el camino y los demás regresaron a Barbastro. Según dicen Arcarazo y Lorén, la intención de los franceses había sido la de atemorizar al pueblo para tenerlo sometido. Pero la cooperación, o habrá que decir mejor la coexistencia, impone sus normas. El 15 de mayo de 1810 el Cabildo se dirigió al corregidor para pedirle la libertad de los regidores, que se encontraban en arresto domiciliario. Casi un mes después, el 11 de junio de 1810, dado que el corregidor comunicó la gran victoria obtenida por los franceses en Lérida y Mequinenza, el Cabildo decidió pedir al canónigo Ramón Lascorz que regresara a Barbastro con la plata y las jocalías de la catedral, que junto con el también canónigo Manuel Abbad había llevado al Pirineo, precisamente para que no cayesen en manos de los invasores. Hará el viaje con pasaporte y debidamente protegido. Lascorz fue repuesto en su cargo el 17 de noviembre de 1810. Esas victorias obligaron a los franceses a acudir a la alimentación de la población y de su propio ejército, lo que inmediatamente repercutiría sobre el Cabildo barbastrense. En el reparto de la contribución extraordinaria, conocida como la de los tres millones, el 10 de julio de 1810 le tocaron a cada prebendado 6 libras jaquesas al mes. Por una orden del intendente de 24 de julio de 1810 se debía reintegrar a los perceptores de décimas lo que los alcaldes habían tomado para raciones de la tropa en 1808 y 1809.
Dos meses después, el 13 de septiembre de 1810, el Cabildo mandó a Zaragoza al canónigo Sebastián Bañolas, junto con un representante de la Junta de Pudientes, a interceder ante Suchet para que exonerase a Barbastro de las nuevas
132. Santiago (1909: 147). Cf. Garroverea (1816). Rosel (1908).
contribuciones, pues ya había pagado demasiado. Pero el mariscal ordenó que el Cabildo aprontase 105 cahíces de trigo en Lérida y otros tantos en los días 15 de diciembre de 1810 y 15 de enero de 1811, ya que el cupo que le correspondía ascendía a 20000 cahíces. Aunque Bañolas presentó un recurso, escribió en noviembreal Cabildo para que cumpliera con las prestaciones exigidas, a fin de evitar lo peor. Para contribuir a esta entrega, Salas y la abadía aprontaron 50 cahíces, que serían enviados a Lérida. El 4 de diciembre de 1810 la Junta de Comisión de Zaragoza reclamó al Cabildo de Barbastro el envío a Lérida de 105 cahíces. A pesar de que este cumplió, el 22 de diciembre recibió una nota en la que se le recriminaba por la excesiva morosidad de la diócesis. El 29 de enero de 1811 se leyó un documento de la Junta de Zaragoza por el que se le reclamaba que entregase las tres cuartas partes de lo que le correspondía en trigo y dinero. Al mismo tiempo se toma nota de que el Ayuntamiento no había devuelto lo que debía al Cabildo. El 12 de febrero de 1811 otra carta de la Junta de Zaragoza prescribía que el Cabildo utilizara los 20000 reales de vellón que tenía para comprar el trigo que se le adeudaba al corregidor y llevárselo a Mequinenza. El coronel Plicque, comandante superior militar de la izquierda del Ebro, dio un plazo de cuarenta y ocho horas para que los perceptores pagasen lo que debían, bajo multa de 100 duros de plata, a lo que se le contestó que el dinero ya había sido enviado a Zaragoza, y solo faltaban por pagar 25600 reales de vellón. Se indicaba el 26 de febrero de 1811 que el canónigo Sobrevía, enviado a Zaragoza para realizar el pago, volvió con el dinero a Barbastro para comprar el trigo destinado al ejército.
Aunque son órdenes escuetas, sin aclaración alguna, todo esto parece obedecer a una situación algo caótica de urgencia, no exenta sin embargo de cierto control. El 30 de julio de 1811 Diego Tounés, jefe de la cuarta división de la contaduría general de Zaragoza, solicitó los libros de entradas y salidas de las rentas de la Iglesia, lo cual parece indicar desconfianza o, lo que es lo mismo, sospechas de fraude. Resulta, no obstante, que el 3 de septiembre de 1811 la Junta de Zaragoza comunicó que el Cabildo había entregado más cantidad de trigo para Lérida y Mequinenza de la que le correspondía, por lo que el corregidor le devolvería el sobrante. En seguida, el 17 de septiembre de 1811, la misma Junta de Zaragoza indicaba al Cabildo de Barbastro que no podía vender nada mientras no cumpliera con la entrega de los 20000 cahíces que le correspondían por decreto. Nuevo oficio el 25 de septiembre de 1811, por el que se recordaba al Cabildo que el 24 de agosto de 1811 se había cargado al clero con 10000 cahíces de trigo y 4000 de cebada, a pagar en dos meses. El Cabildo solicitó un alivio porque la cosecha de ese año había sido muy escasa. El 13 de octubre de 1811 el deán acordó comisionar una vez más al canónigo Bañolas para que acudiera a Zaragoza a exponer estas razones. No conocemos el resultado de sus gestiones. El 4 de agosto de 1812 se indicaba que la contribución del clero barbastrense en ese año fue de 71 cahíces y 4 fanegas de trigo, más 28 cahíces y 4 fanegas de cebada.133
133. Arcarazo y Lorén (1994: 110-116).
Volviendo ahora a la rendición de Zaragoza y de las ciudades del Alto Aragón, el hecho en sí tuvo un doble significado: para los franceses equivalía a la desaparición, en su territorio, de toda la estructura administrativa española anterior a la guerra. La adhesión al marco francés de personajes tan significativos como Pedro María Ric y Mariano Domínguez les dio a los vencedores la ilusión de que la insurrección española, por lo menos en lo que respecta a Aragón, había terminado Estos personajes, y otros que se encontraron en el mismo caso, habían sido funcionarios leales de la España borbónica pero, desaparecida esta, con lógica aplastante se ponían al servicio de la España josefina. Había llegado, para los franceses, el momento de crear la nueva estructura de la España napoleónica, estructura civil, pero basada en el poder militar. Esto es lo que en términos políticocastrenses se llama pacificación de una provincia. Para una parte importante de los españoles ese mismo hecho significaba la necesidad de cambiar el género de guerra, no dejarse pacificar, recurriendo para ello a los métodos clásicos de la guerrilla, ahora nuevamente inventada.134 Aunque en este libro me ocupo del Alto Aragón, hay que entender que el fenómeno se dio también en el Bajo Aragón y en otras regiones de España, como es sabido. A su vez el estallido de la guerrilla provocó en los ocupantes la necesidad de acabar con ella mediante la contrainsurgencia. La primera finalidad, la creación de una estructura civil, justifica todo el proceso, pero este no puede llevarse a cabo sin la contrainsurgencia, poder militar específico en ejercicio. En esta doble función el talento de los dirigentes militareses fundamental.
En abril de 1809 la situación militar francesa en Aragón parecía sólida, ya que aparentemente no quedaba ninguna fuerza regular española que pudiera comprometerla, y la única fortaleza que todavía resistía era Mequinenza.135 Pero en el Alto Aragón Lannes no hizo nada. Un correo que envió al general AdolpheÉdouard Mortier, comandante del V Cuerpo, no llegó a su destino, pues fue asesinado en el camino. Mortier mismo daba la impresión de no saber qué hacer, y perdió un tiempo precioso.136 Napoleón, que necesitaba tropas para la guerra contra Austria que veía dibujarse en el horizonte, ordenó a Junot que reemplazase al V Cuerpo de Ejército para llevarlo a Vitoria y a la frontera vasca, a fin de tenerlo dispuesto para cualquier eventualidad. Mortier, al que se transmitió la orden, no esperó siquiera a la llegada de las unidades de relevo y abandonó inmediatamente. El 10 de marzo de 1810 dejó Belver, pasó el Cinca al día siguiente por la barca de Monzón y se retiró a Zaragoza, y después a Castilla, dejando en Aragón tan solo al III Cuerpo de Ejército, que mandaba Junot. Lannes había partido ya el 21 de marzo de 1809. El mismo año moriría en Viena. Pero el III Cuerpo se hallaba muy mermado, porque tenía dos divisiones en Navarra, y parte de otra
134. Tema ya señalado por la literatura. Cf. Tranie y Carmigniani (1978: 137). 135. Y también Benasque. El gobernador del castillo, Tomás Bellanger, marqués de Villora, lo entregó a los franceses el 24 de noviembre de 1811, y a continuación se afrancesó. Cf. Sorando (2001: 1237). Sin duda influyó en esta determinación su experiencia anterior, a la que ya me he referido. 136. Alexander (1985: 4).
se hallaba en Jaca. Y porque además el III Cuerpo carecía de vestuarios, zapatos y medicinas, y tenía los transportes colapsados porque habían sido aplicados a la artillería necesaria para el sitio. Además sus bajas eran impresionantes. El 10 de febrero de 1809, de un total de 28040 hombres tenía 12279 enfermos, y todavía en abril 11111 seguían en los hospitales. El personal auxiliar sanitario también había sufrido enormemente.137
Ante esta situación Junot redistribuyó sus tropas: a la división de Musnier se le encomendó guardar Zaragoza y los accesos a los valles del Jalón y del Huerva, la brigada de Laval de la división de Grandjean quedó entre Caspe y Alcañiz, y la división de Habert se encargaría del Cinca. Pierre-Joseph Habert había reemplazado a las tres brigadas de Mortier con 3000 hombres de infantería y medio regimiento de caballería. Carecía de fortalezas, porque Perena al ocupar Monzón había clavado los cañones, deshecho todos los carros de la artillería y arrojado la pólvora a las cisternas, de manera que el castillo había quedado inutilizado como base de operaciones en el Cinca.138 Los franceses tenían otro problema: la intención del ministro de la Guerra Henri-Jacques-Guillaume Clarke era que las tropas del III Cuerpo, situadas en Jaca, fuesen reforzadas con la Guardia Nacional del 11º Distrito Militar, cuyo comandante era Antoine Lomet. Pero la situación en esta unidad era lamentable: seis compañías de ella acababan de regresar de Navarra en terribles condiciones, y por nada del mundo aceptabanregresar a la Península. Las otras diez compañías tenían tan pobre espíritu que preferían desertar, y las numerosas ejecuciones capitales que se hicieron no lograron quebrar esta tendencia. Al fin Lomet llegó a Jaca en mayo, pero con solo 1036 infantes. Al mismo tiempo, como Junot no había sido partidario nunca de ocupar Jaca, dio orden al III Cuerpo de abandonar la ciudad, dejando que Lomet se las entendiese como pudiese.139
Mientras tanto, el 16 de abril de 1809 salió la división de Habert de Caspe, cruzó el Cinca, llegó hasta Monzón, volvió a cruzar el Cinca y se instaló en Barbastro para evitar la penetración en Aragón de columnas españolas procedentes de Lérida. En Barbastro Habert designó corregidor a Joaquín Andreu, nombramiento equivocado, pues este ayudó a los patriotas. El nuevo capitán general de Aragón, Joaquín Blake, que se hallaba en Tortosa reorganizando sus fuerzas, comprendió que la disminución de tropas francesas en la orilla izquierda del Ebro le daba una gran oportunidad para recuperar el territorio perdido. Iba a cumplir la orden de la Junta Central de 17 de abril de 1809 de organizar partidas de guerrilleros que actuasen como auxiliares del ejército sobre todo en el país ocupado, realizando todas las tareas típicas de esta clase de guerra, con el criterio principal de minar la moral del enemigo.140 Muchas de las guerrillas que vamos a ver actuar en el Alto Aragón habían surgido antes de este decreto; otras
137. Ibídem, p. 5. 138. Ibídem, p. 7. Brandt (1908: 326). 139. Alexander (1985: 7). 140. Ibídem.
fueron su consecuencia. Blake ordenó al gobernador de Lérida, José Casimiro Lavalle, que atrajese a los enemigos hacia el sector del Cinca; mientras, él se dirigiría a Alcañiz. Lavalle contaba con el 2º batallón de Huesca, encabezado por Perena, con el 1er Tercio de Lérida, mandado por Baget, y con los somatenes aragoneses y catalanes que estaban reuniendo en Albelda fray Teobaldo Rodríguez y Pedro María Ric, quien había vuelto a ser patriota, en Fonz.
En el sector la guerra generalizada comenzó cuando Albelda se negó a pagar la contribución exigida por Habert. Este mandó contra la villa una columna de 700 hombres, pero en Tamarite fue sorprendida y derrotada por las tropas combinadas de Perena, Baget y fray Teobaldo, a las órdenes del último. Los franceses se retiraron a Barbastro dejando en Monzón solamente dos compañías. El 1 de mayo se reunieron los somatenes de Tamarite, Fonz, Estadilla y Albelda, mientras Monzón se sublevaba contra la escasa guarnición enemiga. Esto permitió a Perena ocuparla el 8 de mayo de 1809, mientras los franceses abandonaron también Binaced y San Esteban de Litera.141 Un parte de Teobaldo Rodríguez al gobernador de Lérida (Tamarite, 7 de mayo de 1809), seguido de otro a él dirigido de Juan Baget (San Esteban de Litera, 7 de mayo) y otro de Joaquín Agustín (Tamarite, 8 de mayo), informa sobre los movimientos de Anselmo Alegre y los sucesos de Monzón.142 Efectivamente, el guerrillero, antiguo alfarero, había participado en la ocupación de su patria chica. Al mismo gobernador de Lérida le comunicafray Teobaldo (Monzón, 12 de mayo de 1809) que los franceses han abandonadoBarbastro y se dirigen a Huesca por Perdiguera.143 Junot consideró lamentable lo sucedido, y lo mismo opinaría Suchet cuando en julio de 1809 asumiera el mando en Aragón. Aprovechando lo que pudiéramos llamar la debilidad de los unos y de los otros, toda la región altoaragonesa, desde Lérida hasta Navarra, se había llenado de guerrilleros. Juan Baget se había unido a Felipe Perena en la defensa de Albelda, y en seguida en Tamarite, para retirarse después a Fonz. Es importante observar que no solo los españoles habían sufrido con los Sitios de Zaragoza; también las tropas francesas experimentaron impresionantes bajas, lo que contribuyó a su debilidad general (y no únicamente el asunto de Austria).
En este sector del Cinca solamente existía el puente de Fraga, pues en Monzón y en Pomar solo había barcas de sirga. José Casimiro Lavalle determinó ocuparlo con 500 hombres, adelantándose a las intenciones de Habert, de las que estaba perfectamente informado gracias a los avisos que les enviaba Joaquín Andreu. Habert había recibido la orden de Junot de que cruzase el Cinca, ocu-
141. Castillón (1989: 398). El 10 de junio de 1809 la Justicia y el Ayuntamiento de Monzón dirigieron una representación a la Junta Central en la que pedían ser indemnizados por «los bueyes, mulas y caballos que les habían arrebatado los franceses, o cuando menos una condonación de contribuciones» (AHN, Papeles Junta Central, leg. 80 Q). Son los gajes de la guerra. La inversa también se da: el 22 de julio de 1809 el comerciante José Salarrullana escribió al marqués de Ayerbe desde Tamarite de Litera para referirle cómo había cumplido la misión de confiscar los bienes de los franceses residentes en esa villa (ibídem, leg. 82 E). 142. Gaceta de Valencia, 106 y 109, 19 y 30 de mayo de 1809. 143. Gaceta de Valencia, 107, 23 de mayo de 1809.
pase Monzón y acabase con los rebeldes de esa zona. Para los franceses el plan estaba claro: Thouvenot, jefe del batallón del 121º, cruzaría el Cinca por la barca de Pomar, con parte del 13º de coraceros y diez compañías de élite de los regimientos 14º, 121º y 2º del Vístula, para atacar Monzón por detrás. El 2º del Vístula les seguiría atacando por el sur y Habert cruzaría el Cinca por la barca de Monzón, con 180 coraceros y el 2º de línea, para atacar de frente y quedar victorioso. Pero los hechos iban a ser muy diferentes.
El 15 de mayo de 1809 llegó Habert con sus hombres a las orillas del Cinca. Al día siguiente por la tarde cruzaron el río por la barca de Pomar tres compañías de voltigeurs del 14º, rechazaron a los españoles de El Pueyo y se establecieron en la orilla izquierda. El día 17 Habert ordenó a las restantes compañías que cruzasen también, lo que hicieron cinco de ellas. Súbitamente, debido a las lluvias de los días anteriores, el caudal creció tres pies en una hora y fue imposible franquearlo. Los franceses quedaban divididos por el río, a un lado y a otro. Tenían dos posibilidades: descender hasta Fraga y pasar por el puente o subir a Monzón y cruzar por la barca. A gritos Habert dio el mando de sus hombres de la otra orilla al capitán Richard y le indicó que marchase sobre Monzón. Llegaron, efectivamente, pero en combate continuo con los hombres de Perena, quienes previamente habían inutilizado la barca. No se podía pasar y, como ya les llegaba a los españoles el refuerzo de Juan Baget, Richard determinó regresar a Pomar. Fue imposible arreglar la barca, por lo que Richard siguió su camino: tras pasar por Binéfar, el 19 de mayo llegó a San Esteban de Litera. Ese mismo día, en casa de Pedro María Ric, en Fonz, se habían reunido Ric, Baget y fray Teobaldo para considerar los medios que convenía emplear contra Habert. Perena no asistió a esa entrevista porque, aun estando indispuesto, había partido a conferenciar con Lavalle a fin de acordar la operación que debía llevarse a cabo. Ric expuso en esa junta su plan de defensa y fray Teobaldo mostró el escrito en el que invitaba a rendirse a los franceses. Estos llegaron el 20 de mayo a Fonz, donde tuvo lugar un sangriento choque con la tropa española y con el paisanaje y las mujeres.144 Richard y el resto de sus hombres lograron llegar hasta la confluencia de los ríos Ésera y Cinca. Fue imposible pasar al otro lado, por lo que, agotados y casi sin municiones, tuvieron que rendirse (el día 21, muy cerca de Estada). Fray Teobaldo, en un parte conjunto con Juan Baget (Fonz, 21 de mayo de 1809), explicaba la situación creada en el Cinca.145 A Tarragona fueron llevados 600 presos.
También en las cercanías de Mequinenza los españoles lograron una sonada victoria. Los franceses tenían en Alborge un puente móvil, una especie de balsa
144. Lo que parece haber sido, como se dice en el texto, un encuentro sangriento entre los soldados franceses y los españoles, los paisanos y las mujeres, se transforma para el conde de Toreno en que en Fonz las tropas de Habert asesinaron despiadadamente a los ancianos y enfermos, que habían quedado en el pueblo. (Toreno, 2008b: 481). Casi con las mismas palabras le sigue Madoz (1845-1850: s. v. Fonz). 145. Gaceta de Valencia, 110, 2 de junio de 1809.
sobre dos lanchones, capaz de transportar algunos centenares de hombres. Lo guardaban 30 soldados y 12 pontoneros. Antes lo tenían situado frente a Caspe. Un destacamento de 300 hombres, al mando del capitán Agustín de Roda, salió de Mequinenza, remontó el Ebro y, sin que nadie hubiese notado su presencia, prendió fuego al puente y regresó a Mequinenza con 29 prisioneros, 10 de ellos heridos. El resto quedaron muertos.
Tras estas victorias, Perena, Baget y fray Teobaldo adelantaron sus posiciones hasta la sierra de Alcubierre, cortando así las comunicaciones de Suchet con Francia por Jaca y por Navarra. En Huesca, ya liberada, Tomás Ram había sido nombrado alcalde el 21 de abril de 1809 pero, al considerársele afrancesado, fue sustituido el 31 de mayo por Mariano Ena. El mismo día 31 llegarondos órdenes del comandante de Aragón: por la primera se daba un plazo de veinticuatro horas a todos aquellos vecinos de los pueblos del partido de Huesca que, teniendo que haberse incorporado a sus compañías, no lo hubiesen hecho; por la segunda, la ciudad debía contribuir al mantenimiento de las tropas aragonesas. Consecuentemente, el 1 junio desde Alcubierre fray Teobaldo y Juan Baget pedían vino y aguardiente para sus tropas, y el 6 de junio Baget y Juan Domec, este en funciones de comandante interino pues Perena estaba enfermo en Lérida, pedíanalpargatas para sus soldados, que Huesca de momento no pudo entregar.146
146. Guirao y Sorando (1995: 99-104).