Directo Bogotá # 01

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contenido

nota del director | Por la utopía del gremio cabos sueltos

columnista invitado | Diario íntimo de un fracaso : en busca de la verdad verdadera

Director Editorial Alejandro Manrique G. Editora General Maryluz Vallejo M.

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estación · reportaje central

Santafé: la agonía del barrio “rojo”

música | Para que no digas que no pienso en ti...

Editor de Fotografía Santiago Ochoa Consejo de Redacción Francisco Celis · Ernesto Cortés · Norbey Quevedo · Gabriel Gómez · Daniel Valencia · Santiago Ochoa · César Rodríguez Reporteros Sandra Bernal · Alexandra Castellanos · Mónica Chamorro · Juan David Franco · Carolina Jaramillo · Julia Londoño Bozzi · Oscar Montes Padilla · Jorge Eduardo Patiño · Nathalia Salamanca · Rodrigo Urrego · Andrés Vera Gerente Jorge Monje Lugo Producción Editorial mottif. Fotografía Cristina Camacho · Juan Esteban Duque · Ana Carolina González · Carolina Jaramillo · Andrea López · María del Mar Motta · Santiago Ochoa · Catalina Rodríguez · Oscar Torres · Juan Pablo Tovar

14-17 18-19 20-24

vanguardias & tendencias

el dance dance:

la revolución de los videojuegos reportaje gráfico

siete maravillas bogotanas

divino rostro

el milagro de la florecita rockera

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30-31 32-34 35 36

retrovisor

la barbería tradicional en Bogotá: “sobrevivimos hasta a los hippies”

televisión | Noticias Uno ¿la red dependiente?

libros | La Bogotá negra de Sergio Álvarez cine | Los desamparos del cine colombiano radio | Una mezcla extraña comic | Gaspar y Chunchullo

Diseño de Carátula Rafael Puyana Diseño y Diagramación mottif. Cómic Manuel Gómez · Carolina Hernández · María Clara Ucrós Corrección de Estilo Gabriel Gómez Impresión Andaquí Impresores

Decano Académico Gabriel Jaime Pérez, S.J. Decano del Medio Universitario Jürgen Horlbeck B. Director de la Carrera de Comunicación y Lenguaje José Miguel Pereira Director del Departamento de Comunicación Maritza Ceballos Transversal 4 nº 42 · 00 Teléfono 320 8320 ext. 4590 Fax 320 8320 ext. 4576 Bogotá · Colombia Email · directobogota@javeriana.edu.co

Pontificia Universidad Javeriana Facultad de Comunicación y Lenguaje

Esta revista es reporteada y escrita por estudiantes y editada por profesores del Campo de Periodismo


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nota del director

Alejandro Manrique

Por la utopía del gremio

En tan sólo un año, según las cifras del informe del Proyecto Antonio Nariño, fueron asesinados en el país doce periodistas. Uno más, el fatídico número trece, le correspondió a Américo Viáfara, acribillado a tiros el pasado 16 de septiembre cuando se movilizaba en un vehículo hacía el sur de Cali. Viáfara hacía videos en los que denunciaba, en palabras de sus colegas, “el abandono del litoral pacífico colombiano”, había vuelto de Estados Unidos un par de meses atrás. Junto con él —y en medio de la más proverbial impunidad que estimula a corruptos y actores armados a continuar con su zaga mortal— cayeron Orlando Sierra, José Duviel Vásquez, Arquímedes Arias, Jorge Enrique Urbano, Eduardo Estrada Gutiérrez y Alonso Escobar, solo por mencionar los casos en lo que los asesinatos fueron ejecutados, sin temor a equivocarnos, con el macabro propósito de silenciar la letra. En el mismo lapso fueron amenazados 27 periodistas más, entre los que se encuentran casos de antología como el del documentalista Jorge Enrique Botero, quien no sólo se quedó sin empleo al verse forzado a renunciar como director de Grandes Reportajes de Caracol —luego de que la dirección de noticias de la época le intentara despiezar y después censurar, con éxito, un documental que había hecho sobre las condiciones de reclusión de más 600 soldados entonces secuestrados por las FARC— sino que además tuvo que salir del país cuando empezó a recibir llamadas amenazantes y un sufragio en el que un personaje anónimo se lamentaba sentidamente por su muerte. Cuatro periodistas más declararon sentirse “intimidados” por guerrillas y paras en el mismo lapso de tiempo y hasta Mauricio Vargas, director de Cambio tuvo que salir del país por un tiempo, poco después de que la revista denunciara la feria de millones que aún enreda a Royne Chávez, según me cuentan sus amigos. Todo ello sin contar las amenazas a la circulación de información de prensa, la impunidad avasallante que acompaña muchos expedientes de periodistas muertos —¡cómo dormir con la posibilidad de que el asesinato de Jaime Garzón quede en la impunidad!— y los infames proyectos de ley (hasta el Club de Prensa está a punto de presentar uno al Congreso) que por encima de la mesa se jactan de defender al “periodismo independiente”, pero por debajo sólo crean requisitos para ser periodista, avalados por un Consejo de sabios en el que no tiene asiento ninguno que haya pisado una sala de redacción, pero sí burócratas de toda pelambre. Este es apenas un pálido reflejo de la situación de la libertad de prensa en Colombia en el amanecer del nuevo milenio. Solo un pálido reflejo de lo que le significaría a cualquier periodista, veterano o recién graduado, ejercer su labor, ya sea en Bogotá o la provincia. Ya no importa mucho. Qué paradoja que cuando más necesitamos de atención de la sociedad, de protección del Estado y de ayuda internacional es cuando más evidente aparece la ausencia de un gremio que

cumpla todas estas tareas y más. Sí, sí, ya sé que la Fundación para la Libertad de Prensa, el proyecto Antonio Nariño, Medios para la Paz, FESCOL, la Fundación de Gabo, cumplen muchas de estas funciones. Pero estoy hablando del poder simbólico que tendría el agrupar todas estas organizaciones bajo una sola “organización sombrilla”, integrada por todos, TODOS, los periodistas del país a fin de que tenga capacidad de interlocutar con Raimundo y todo el mundo. Mientras los comerciantes tienen a FENALCO, los banqueros la Asobancaria, los industriales la ANDI, los sindicalistas la CUT, y los dueños de periódicos a Andiarios; parece una escena sacada del teatro del absurdo que los periodistas —aquellos ilustrados buscadores de la verdad, aquellos que ocupan el primer escalón de la llamada intelectualidad y que son tan esenciales para el buen discurrir de la democracia— tengan que conformarse con nada. Y digo nada, porque del CPB es mejor no hablar. Pero como me dijo María Teresa Herrán en un debate radial, plantear eso “no es más que una utopía”. Y en el fondo tiene razón. Porque a excepción del gremio de los artistas, no conozco otro más caníbal y más perverso que el de los periodistas colombianos. Luego soñar con un gremio para “el medio”, sería como introducirse en el agujero de Alicia en el país de las maravillas. Y como soñar no cuesta nada, sueño con el día en que desde la Academia, como sucede en los países más avanzados en respeto a la prensa, se convoque a reporteros y editores a integrar una Sociedad de Periodistas Colombianos que negocie mejores condiciones laborales, que evite despidos, que incluya en los contratos laborales cláusulas de conciencia, que evalúe la situación de seguridad de periodistas en riesgo y tramite su protección y que organice seminarios y talleres de asistencia masiva. Pero, por sobre todo, para que formule, socialice y revise continuamente los estándares del oficio. Para que todos sepamos qué es bueno y qué es malo. Y ello se hace con tribunales de ética y entregando —por razones puramente periodísticas— los premios de periodismo, pues todavía asistimos a la deplorable ceremonia organizada por una empresa aseguradora que entrega —con Vicepresidente a bordo— los galardones, cuyos ganadores a veces resultan escogidos a cara y sello, como informa que sucedió con el reconocimiento a la mejor entrevista la edición de El Tiempo de 29 de septiembre. Claro que ni pensar cuáles habrán sido los criterios empleados en el premio entregado a ese personaje que se hace llamar Pirry y periodista. Y todo este sueño, no será más que una utopía, mientras cada periodista no tome conciencia no sólo de la necesidad de protegernos como gremio, sino del riesgo derivado de un mediocre ejercicio del oficio. aleman155@hotmail.com

* buseta Dto.Bogotá

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Los íconos de cada sección han sido tomados de piezas representativas de la cultura popular bogotana como carteles de impresión tipográfica, volantes, cartillas esotéricas, tarjetas de presentación y libros para colorear.


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cabos sueltos

Maryluz Vallejo

Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

el .... chaleco Kandy

Chaleco con el primer escudito de la colección Cortesía de El Tiempo

manos solidarias .... Antes de que nos acostumbráramos a las imágenes televisivas de “Los lunes de recompensa”, con encapuchados recibiendo su pago de mano de las autoridades por ofrecer información “útil”, la Ministra de Defensa prohibió el espectáculo mediático. Ahora de los cooperantes, informantes, delatores o sapos, como quieran llamarlos, tan solo vemos las manos saliendo de una especie de ataúd, de cubículo o de confesionario para recibir su dinero. Grotesco simbolismo, diría Mockus. Y aunque no se vean en pantalla, los mejores informantes siguen usando la capucha. No olvidemos que fue una mujer con pasamontañas (supuesta guerrillera desertora) la que a comienzos de septiembre, en Ovejas (Sucre), acompañó a un grupo de infantes de Marina y les señaló, a dedo, a 21 campesinos, los mismos que se llevaron como sospechosos de pertenecer a las Farc...Y nada sabemos de estos ciudadanos ene-enes que en tiempos de conmoción interior son los dueños de la verdad (ni siquiera tienen que pasar la prueba del detector de mentiras). Da repelús este sistema de pago en un país lleno de odios y de desempleados, que a una mala dejan sus escrúpulos y venden hasta a su señora esposa, si hace falta, como dice el anuncio de una feria del trueque bogotana. Pero en la guerra se valen todas las formas de lucha, más cuando la propaganda oficial demuestra excelentes resultados. Si el mítico comandante Marcos se hubiera dado una rodadita por aquí hace un tiempito, habría salido con un fajo de billetes por vender sus “manitos”. ¿Será que nació una nueva ONG: Manos Solidarias con el Gobierno? ¿Qué opinará el Ministro Londoño Hoyos, tan afecto a estos organismos?

Hablando de símbolos, cada vez luce más cargado de escuditos de colores el chaleco blanco de Mockus con el que ha querido demostrar su vulnerabilidad de mandatario y de ciudadano, reacio a hacerle el juego a la guerra. Ya parece el atuendo de un Candy Kid, esos chicos cándidos cubiertos de abalorios y perendengues coloridos. Casi ni se ve el corazón “partío” por el que se asoma la corbata, y muchos ciudadanos —que ya olvidaron el significado de tan estrafalaria prenda— lo miran con la indiferencia que conceden a los cientos de estatuas humanas que se ganan la vida “sin mover un dedo” en la capital. Eso sí, hay que abonarle al burgomaestre que no se apuntó al programa de la red de informantes; prefiere seguir con sus Frentes de Seguridad Ciudadana, para no correr riesgos de comprarle el alma al diablo, y está homenajeando a sus héroes a su manera, mostrándoles la cara. Viéndolo bien, el chaleco sirve para mantener el espíritu insobornable.

relaciones promiscuas ....

La información al servicio de la publicidad

En tiempos de crisis, las servidumbres campean. El rediseño de El Espectador, en su edición del 25 de agosto, dejó patidifuso a más de un lector porque la publicidad campeaba descaradamente por entre los artículos, como si las páginas se hubieran diseñado para complacer a los anunciantes (con autopauta del grupo Santodomingo). Incluso, podría haberse confundido toda la edición con un especial de publirreportajes, y no por el contenido de los textos —profesional y variado—, sino por la forma de presentación: avisos que invadían los textos y las fotografías. Los tiempos están duros, y los impresos necesitan con desesperación la publicidad, pero sin detrimento de la información, que es lo que se vende. Por fortuna, los editores replantearon ese estilo y en las siguientes ediciones la publicidad volvió a quedar en su sitio. En cambio, El Tiempo nos obsequió con una loncha de jamón Pietrán, adjunta a la lujosa separata que cubría el periódico. Y unos meses antes nos había sorprendido con una primera página de El Cólico —aviso de pastillas para cólicos menstruales—, que parecía una edición facsimilar del diario. Tanta creatividad empacha.

exceso de optimismo .... A propósito de excesos, según cifras de la Alcaldía Distrital, durante el mes de agosto, cuando comenzó la aplicación de la Hora Optimista, hubo 22 muertos, pero sólo siete de esas muertes ocurrieron entre la una y las cinco de la mañana. Poco preocupante, consideró la Alcaldía, que mantendrá levantada la restricción zanahoria por seis meses. Sin embargo, en las primeras semanas de septiembre aumentaron las cifras de accidentes y de muertos; y muchos taxistas que trabajan de noche cuentan que desde hace años no veían tantos accidentes en las vías bogotanas los fines de semana. El 14 y el 15 de septiembre, celebración del Día del Amor y la Amistad, ocurrieron 24 accidentes de tránsito, con cuatro personas muertas y cinco heridas. Es cierto que las sanciones que previó la Alcaldía hacen pensar dos veces en infringir la ley: multas de 309 mil pesos por conducir embriagado, retención del pase y posibilidad de perderlo por diez años; pero la pedagogía de Mockus todavía no ha tocado fondo, como sí las botellas de los locos al volante. Por otro lado, dada la escasez de agentes de tránsito —675 para Bogotá, que en realidad son muchos menos descontando las bajas y las licencias— nos preguntamos si habrá autoridad suficiente para ejercer el control. ¿Habrá que seguir sumando muertos antes de echar reversa a la Hora Optimista? Con la propuesta del Concejo de establecer por acuerdo la hora de cierre de los establecimientos a las tres de la mañana, también se la da entierro de tercera a la hora zanahoria.

* cartas : volante esotérico

FANOR · maestro en problemas del amor · todo problema tiene solución suerte, amor, negocios, infidelidad ¿crees estar ligado sexualmente? ¿fracasas en los negocios, trabajo, juegos de azar? cortesía populardelujo

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columnista invitado

Óscar Montes Padilla

Diario íntimo de un fracaso:

en busca de la

verdad verdadera El coautor del libro del proceso de paz más vendido de la temporada, reflexiona sobre esta experiencia y sobre la improvisación y falta de estrategia del gobierno Pastrana en su manejo, al que califica de “sainete sin partitura”. ¿Cuántos de ustedes cuando vieron aquel lunes 15 de junio la foto de Víctor G. Ricardo departiendo amigablemente con Manuel Marulanda Vélez y Jorge Briceño, el Mono Jojoy, pensaron que la paz estaba cerca? ¿Que por fin las FARC habían entendido la necesidad de buscar una salida política negociada al conflicto armado que lleva más de cuarenta años y cualquier cantidad de muertos encima? ¿Cuántos se dijeron: yo sabía que estos tipos no eran brutos? Ver a Marulanda y a Jojoy muertos de la risa con un representante del establecimiento, hablando de tú a tú, tratando de encontrar salidas al horror que nos atormenta desde hace décadas, termina por convencer hasta al más escéptico en un país, como el nuestro, repleto de escépticos, donde el deporte nacional parece ser buscarle siempre cinco patas al gato. Si no todos, la gran mayoría de los colombianos creímos que la famosa foto de Víctor G. Ricardo con los dos jefes máximos de las FARC era poco menos que el boleto de entrada al paraíso. En el peor de los casos, la foto de marras nos serviría para sacarnos de este infierno. Olvidamos que fotos con Marulanda podría haber en todas las mesitas de noche de los más connotados jefes nacionales como Belisario, Gaviria, Noemí, Serpa, María Emma y hasta el periodista Antonio Caballero. Y ahora también Andrés Pastrana y Víctor G. Ricardo. Si Marulanda cobrara por fotos lo que cobra por secuestro sería menos malo y mucho más rico. Pero tres años y medio después de aquel lunes de 1998 terminamos todos aburridos, hartos y, perdonen la expresión, mamados. Mamados del proceso de paz y de todo lo que se le parezca. Tan mamados que terminamos eligiendo de una sin esperar segunda vuelta a quien más había cuestionado el frustrado intento de reconciliación de Andrés Pastrana. Los expertos sostienen que es apenas la demostración de la teoría del péndulo, que hace que las opiniones se muevan exactamente hacia los extremos. Hoy la zona de distensión, mañana la invasión; hoy pañuelos blancos, mañana bala; hoy diálogos, mañana madrazos. Por cómico que parezca, el proceso de paz comenzó con una foto. Es más, comenzó con una llamada de Pastrana a Álvaro Leyva el lunes primero de junio de 1998, al día siguiente de haber perdido la primera vuelta presidencial con Horacio Serpa: “Qué hubo Álvaro, ¿cómo la vio?”, decimos nosotros en el libro que le dijo Pastrana a Leyva. Y Leyva le contestó: “pues, complicada”. Pero yo no estoy aquí para contarles el libro, que además tiene trescientas ochenta y pico páginas.

* hipnotizador : cartilla

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PARA SER UN BUEN MAGNETIZADOR Método de mesmerismo aplicado a la curación de toda clase de enfermedades cortesía populardelujo


Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

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¿Ustedes creen que un proceso de paz que empieza de esa forma puede terminar bien? ¿En qué cabeza cabe que para lograr la paz después de “ene mil” muertos es suficiente una foto, o- digamos- un abrazo, un whisky, una ternera a la llanera, o el everfit para que los guerrilleros y los delegados del gobierno se fueran de viaje por Europa? No se trata de exagerar los hechos o las situaciones para mirarlas ahora con ojos cínicos. No. Por increíble que parezca, lo único que está narrando el Diario íntimo de un fracaso son hechos. Hechos crudos, sin adjetivos. No había necesidad de acudir a ellos. Son esos hechos contados a manera de diario los que hacen que el proceso sea visto hoy como un sainete, es decir, una obra de teatro dramática y jocosa a la vez. Un sainete sin libreto, o lo que es peor: donde cada actor tenía su propio libreto. Desde los protagonistas hasta los de segunda o tercera. ¿Qué tal Royne Chávez desplazando a 600 de los mejores policías a Cartagena para conjurar un supuesto golpe de Estado por parte de los militares que estaban renunciando a sus cargos por solidaridad con el ministro Rodrigo Lloreda? Habría sido el primer golpe de estado en la historia de la humanidad propinado por oficiales que abandonan sus armas. Los hechos así contados sólo sirven para demostrar un viejo axioma de nuestro Nóbel, Gabriel García Márquez: en Colombia la realidad siempre supera la ficción. En nuestra investigación —inmersión dirían los teóricos estadounidenses— no podíamos creer lo que estábamos escuchando: operaciones de rescate de niños secuestrados en el Caguán abortadas a última hora, frigoríficos para conservar misiles antiaéreos, soldados disfrazados de policías para cuidar a Pastrana en San Vicente, construcción de nuevas pistas de aterrizaje para sacar coca y traer dólares y visitas de los familiares de los secuestrados para negociar su liberación. Cada vez que a Víctor G. Ricardo se le preguntaba por qué las cosas estaban saliendo mal, el Alto Comisionado se limitaba a decir que la partitura de la paz no estaba escrita y por ello había que improvisar, que las cargas se ajustaban en el camino, que al final se verían los resultados. 1 Carátula del libro Diario íntimo de un fracaso 2 Autores del libro: Óscar Montes Padilla, Édgar Téllez Mora y Jorge Lesmes Mogollón. Fotografía de Patricia Rincón 3 · 4 Óscar Montes Padilla en la presentación del libro en las Jornadas de la Comunicación de la Universidad Javeriana. Fotografías de Miguel Ángel Ibarra

Pues no. Los hechos demostraron que la partidura de la paz no solo no estaba escrita sino que quienes pretendieron escribirla la escribieron mal y que por ello la melodía que se escuchó siempre sonó destemplada. Que mientras Marulanda hablaba en tono mayor, Víctor G. Ricardo respondía en tono menor, que el camino era demasiado culebrero para tratar de ajustar las cargas, y que, como decían nuestros abuelos, “mijito, lo que mal empieza mal acaba”. Por todo ello, los autores del libro teníamos claro desde un comienzo que la versión oficial, que había sido contada hasta la saciedad en los medios de comunicación, debía ser confrontada con la versión real. Aquella que estos mismos protagonistas querían ocultar. En otras palabras, no queríamos saber que pasó, ni porqué, sino cómo pasó. Del qué se ocuparon los titulares de periódicos y revistas. Del por qué se encargaron agudos analistas. Pero el cómo muy pocos querían contarlo. El reto resultó apasionante. Descubrimos que muchos de esos mismos protagonistas estaban dispuestos a contar su versión de los hechos y dejar que nosotros la confrontáramos con otras personas, algunas de las cuales estaban en la otra orilla. Nuestro único compromiso para con ellos fue el de nunca revelar su identidad. La estructura del libro está diseñada en tres escenarios: la Casa de Nariño, el Ministerio de Defensa y la zona de distensión. La reconstrucción de los hechos se llevó a cabo en cada uno de ellos con sus principales protagonistas. Es el caso del desalojo del Batallón Cazadores en noviembre de 1998. El libro cuenta exactamente qué pasó con cada uno de ellos. Qué decían el Presidente y Víctor G. Ricardo, qué los generales Tapias y Mora y el Ministro de Defensa y qué los comandantes de las FARC en san Vicente del Caguán. Al atar los cabos sueltos y tratar de cerrar el círculo descubrimos que ninguna de las piezas cuadraba y que este rompecabezas nunca se armó. Este es solo un ejemplo. Lo cierto es que al rompecabezas de la paz de Colombia siempre le faltan piezas. ¿Qué quedó de todo? Una gran frustración, un desasosiego, un cansancio general. Pero también quedaron muchas enseñanzas, entre otras, que a la paz no se puede llegar por el camino de la improvisación, que no son suficientes la buena voluntad y los deseos, que es necesario dejar el egoísmo y los deseos de figuración. Y que para llegar a ella hay que estar dispuestos a hacer grandes sacrificios. Si no es así mucho me temo que vamos a tener que escribir —para nuestro pesar— muchos diarios íntimos de un fracaso.

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estación

Reportaje central

Santafé:

la agonía del barrio “rojo”

Tres reporteros de Directo Bogotá se internaron en la primera zona de tolerancia legal del país y nos cuentan, con muchos detalles y contexto, las improvisaciones del gobierno distrital, la oposición de los vecinos frente a la medida, el incumplimiento de las normas que regulan la convivencia del sector y la desbandada de residentes que hoy hacen de este tradicional vecindario un territorio en conflicto. 1  2  3

por Sandra Bernal Mónica Chamorro Juan David Franco Fotografías Santiago Ochoa

1· 3 Los habitantes de Santafé, por años, han estado acostumbrados a convivir con la prostitución, las residencias y las casas de lenocinio. Pero ahora, con la legalización de la zona de tolerancia, los vecinos están abandonando su barrio.

* engativá : tabla de buseta

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550 ENGATIVÁ Alamos · DATT · CLL 26 · Colsubsidio · CAN · Energía · Avianca cortesía populardelujo


Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

Ese domingo, en las desniveladas aceras del barrio, agobiadas por el intenso sol canicular, se percibía una insólita calma. Los vecinos, como suele suceder en los días de calor, resistían estoicamente la tarde soporífera sentados en los antejardines. Otros bebían refrescos en la panadería o las cuatro tiendas aledañas. Unos pocos se animaron a caminar y a reconocer las calles de un barrio que hace mucho les dejó de pertenecer. A eso de las tres de la tarde, dos muchachas trigueñas, de caderas anchas, vestiditos holgados y sandalias relucientes, se acostaron sobre la acera polvorienta de la calle 22 con carrera 16 a tomar el sol. Mientras conversaban, una de ellas, vestida de lycra negra y short de bluyín, frotaba aceite en la espalda de su compañera, que sonreía como si se encontrara en un balneario caribeño y no en el corazón del tradicional barrio bogotano de Santafé. Pero la tranquilidad festiva tan solo duraría unos quince minutos. Sin que mediara aviso, una de ellas se incorporó rápidamente al ver que otra de sus “colegas” le había arrebatado un cliente, mientras se alejaba del barrio con él. —“Hermana páseme un chuzo que esa se las va a ver conmigo cuando llegue”, dijo la ofendida, conocida en el sector como La Paisa. —“Fresca, yo acá tengo uno”, replicó su compañera. Con la navaja corta bien empuñada, ambas caminaron presurosas varias cuadras con la certeza de que iban a cobrar una deuda territorial. Los vecinos, testigos mudos del enfrentamiento, parecían adivinar el cruel desenlace. “Esto no es nada raro”, dijo Inés García, residente desde hace 15 años en la zona. “Peores son las peleas entre homosexuales”. Disputas como estas ya son el pan de cada día para los habitantes del barrio Santafé, cuya capacidad de sorpresa parece extraviada. Tampoco se sorprenden con los continuos enfrentamientos entre los dueños de los prostíbulos, los clientes —en su mayoría sicarios— y los agentes de Policía. Y menos estupor aún les generan los atracos cotidianos —algunos de ellos coordinados entre prostitutas y clientes— y las muertes que ocurren en la zona. Pese a que las políticas de seguridad impulsadas desde el gobierno distrital, en las últimas tres administraciones, han propiciado una caída en las cifras de homicidios, atracos y asaltos bancarios, varios sectores de la ciudad —como sucede en los barrios Santafé o Santa Inés para citar dos ejemplos— aún presentan problemas muy complejos de inseguridad y difícil convivencia por las características propias de estos barrios. Mientras que en Santa Inés, sector mejor conocido como La calle del cartucho, el gobierno de la ciudad se ha visto a gatas para recuperar totalmente la zona y culminar la construcción del Parque del Tercer Milenio; en Santafé sus habitantes han tenido que vivir, durante años, en medio de la prostitución, la inseguri-

dad y el escándalo diario ocasionado por la bulla de los prostíbulos y de las riñas callejeras. Muchas ciudades del mundo han solucionado, desde el gobierno, los problemas asociados al ejercicio de la prostitución — peleas, venta de drogas, atracos, homicidios— concentrando esta actividad en sectores específicos de la ciudad, llamados distritos rojos o zonas de tolerancia. Estas pequeñas ciudades dentro de la ciudad, han sido reglamentadas luego de que los gobiernos asumieran la imposibilidad de penalizar la prostitucióno de reglamentar adecuadamente su explotación comercial. Sin embargo en Bogotá, la iniciativa de crear zonas de tolerancia no partió del Alcalde o de sus más cercanos asesores, sino de un ciudadano preocupado por los problemas asociados a la prostitución en la localidad de Barrios Unidos, en la que habita. Ya el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) de la ciudad, aprobado por el Concejo a finales de 2000, había contemplado tangencialmente la aparición de estos espacios de la ciudad al asignar a algunas zonas de Bogotá un uso conocido técnicamente como de “alto impacto”. Pero se necesitó la intervención ciudadana, que culminó en una sentencia de obligatorio cumplimiento, para que el gobierno de la ciudad se pellizcara y pensara en formular y adoptar una política urbana sobre el tema. Hasta la fecha, dicha política, materializada en tres decretos dictados por el alcalde Antanas Mockus, se ha caracterizado por su inoperancia en las zonas que pretende reglamentar, luego de que fuera expedida al calor y a la sazón del cumplimiento de un fallo judicial que obliga a la creación de los famosos distritos rojos. La primera zona de tolerancia legal del país, al amparo de uno de estos decretos, cobija al barrio Santafé, ubicado entre las calles 19 y 24 y desde la Avenida Caracas hasta la carrera 17. Aunque la reglamentación establece toda suerte de controles y requisitos, sus destinatarios (prostitutas, dueños de prostíbulos, y clientes) las ignoran abiertamente, pese a que conocen de su existencia. En las calles del barrio el descontento con la reglamentación es más que notorio. Los habitantes de Santafé se han declarado en resistencia civil en contra de la normatividad. Al alcalde local, el decreto le cayó, según él, “como un baldado de agua fría” y sin pelos en la lengua habla de su inutilidad. Muchos de los vecinos se han ido del lugar mientras que, día a día, llegan al barrio más prostitutas y proxenetas, vendedores ambulantes y bandas de atracadores. Los letreros de “Se vende” pululan por doquier, mientras los niños que estudian en el sector conviven con los cambios drásticos en el paisaje del barrio. Hoy, en la zona, operan más 166 negocios en los que ejercen la prostitución más de cuatro mil mujeres, según las cifras oficiales.

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La decisión de un juez

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La génesis de las zonas de tolerancia en Bogotá data de octubre de 2000, cuando el ingeniero Dalmiro Ostos, junto con 1235 personas, agrupadas en un Comité, decidieron interponer una acción de tutela que buscaba que el alcalde local de Barrios Unidos cerrara los establecimientos y centros de lenocinio del sector. Para Ostos y los otros firmantes de la tutela, vivir en la localidad de Barrios Unidos significaba hacerle el quite a episodios diarios de acoso sexual, venta de drogas y atracos, entre otros. Según el texto de la tutela, los vecinos no podían conciliar el sueño porque “a cualquier hora llegan individuos en sus vehículos a hacer sonar el pito para que les abran las puertas de cualquiera de los sitios (…) la vida privada y social de cada uno de nosotros se está deteriorando llegando al extremo de dar pena invitar a alguien de la familia o amigo a que lo visiten en su casa”. Aunque Ostos, como los demás vecinos, no exigían que se crearán y reglamentarán zonas de tolerancia, el juez 31 Penal Municipal de Bogotá, Joselino Pinzón Millán, tres semanas después, le ordenó al entonces alcalde Enrique Peñalosa, en el fallo de la tutela, que “en el término no mayor de seis meses” estableciera en la ciudad estas zonas con el fin de organizar y concentrar en un lugar, el ejercicio del oficio más viejo del mundo. “Si bien no se pueden autorizar tampoco se pueden prohibir, luego lo máximo que puede hacerse es tolerarlas”, dijo el juez Pinzón a Directo Bogotá. “Ese fue el mejor acierto del juzgado. Lo que queremos es limpiar la ciudad porque Bogotá está llena de prostíbulos”. Esta decisión, emanada de un despacho judicial y no de una oficina de planeación como sería de esperar, sorprendió a más de un funcionario de la administración Peñalosa, quienes prefirieron pasar agachados frente a la orden judicial. Seis meses después, y a punto de que se venciera el plazo otorgado por el juez, el alcalde Mockus expidió el decreto 400 de 2001 que puso sobre la mesa unas condiciones generales para la implantación de una zona de tolerancia en Bogotá. El decreto, caracterizado por su falta de precisión, únicamente dijo que estas zonas podrían funcionar en sectores comerciales y de “servicio al automóvil”. En el entretanto, los habitantes de Barrios Unidos, liderados por Ostos, interpusieron una acción de desacato para obligar el cumplimiento de la sentencia del juez Pinzón, pues ni los establecimientos se habían cerrado —como era la pretensión inicial de los vecinos en la tutela— ni las reglas de juego habían quedado claras en el decreto 400, para que las casas de lenocinio salieran de las calles de dicha localidad y se ubicaran en zonas de tolerancia creadas para tal fin. Un año y siete meses después de que el juez Pinzón ordenara su creación y después de ires y venires, disputas, cartas, derechos de petición, finalmente la administración distrital expidió dos decretos más: uno que reglamentaba específicamente las condiciones para crear estas zonas y otro que convirtió un sector del barrio Santafé en el primer distrito rojo legal en el territorio colombiano.

Reglamentación para ángeles Estos dos decretos —el 187 y 188 de 2002— ampliaron los términos del primer decreto expedido a instancias de la orden del juez Pinzón. Las ampliaciones hacen referencia a las condiciones de seguridad, salubridad, saneamiento, bienestar social, arquitectónicas y de medio ambiente. En cuanto a la zona, el decreto 188 prohíbe que las prostitutas se exhiban en la calle y que la música de las casas de lenocinio supere los niveles de ruido. La reglamentación, además, proscribe la venta de drogas y el ingreso de armas a los prostíbulos. Las habitaciones deben tener una cama con colchón forrado “en material impermeable, tendidos que se cambien por cada encuentro sexual”, un baño con ducha, lavamanos y cisterna por cada cuarto. Debe existir una zona de lavandería independiente para la desinfección de sábanas, fundas y toallas. En el bar, los baños de hombres deben ser independientes de los sanitarios de las mujeres y deben tener ventilación, iluminación, extractor de olores, casilleros individuales y un sistema de recolección de basura que separe los desechos


estación | Sandra Bernal, Mónica Chamorro, Juan David Franco Santafé : la agonía del barrio “rojo”

biológicos de los demás. Pero la realidad de la calle y de estos lugares es bien distinta. En Santafé la venta y consumo de marihuana y basuco resulta más que evidente. En varias visitas al barrio, por parte de reporteros de Directo Bogotá, se encontraron tres casas de habitación desde donde se vendía droga abiertamente. Según los habitantes del barrio Santafé, los vendedores ambulantes y las casas de reciclaje (adaptadas como tales recientemente) no son más que fachadas para la venta de estupefacientes. “Yo lo hago por necesidad, y aunque lo haya hecho muchas veces, aún siento asco, así que necesito entrar trabada (a la habitación) para poder estar con el cliente”, dijo a Directo Bogotá una prostituta que prefirió mantener su nombre en secreto. Muchas de las trabajadoras sexuales, además, tienen que exhibirse en las calles porque las casas de lenocinio no las contratan por ser personas mayores o por estar “muy acabadas”, como dijo Lina, otra trabajadora sexual. Otra razón para que las trabajadoras sexuales trabajen en la calle es porque no quieren tener intermediarios que cobren comisiones por su trabajo, como sucede con los dueños de los establecimientos. En el barrio Santafé trabajan aproximadamente 600 prostitutas, y cada una es llevada a la estación de Policía de Los Mártires una vez por semana, en promedio, luego de ser sorprendida en alguna acera. “Qué zona de tolerancia va a ser esto, si la policía friega mucho”, dijo Mary, una trabajadora sexual de 26 años. “Si lo ven a uno hablando con cualquier persona llegan y se lo cargan a uno para la estación”. “Me parece bueno porque las tienen guardadas en los locales”, dijo Inés García, habitante de Santafé desde hace 15 años. “Me molesta que lo confundan a uno con las prostitutas porque me lo ‘piden’ todo el tiempo. Tengo que salir con ropa holgada para diferenciarme de ellas”. Según el relato hecho por varias trabajadoras sexuales a Directo Bogotá, muchos de sus clientes son sicarios que ingresan con armas de fuego a los establecimientos. Más que el incumplimiento de la norma, llama la atención que algunas prostitutas, según estos relatos, se asocian con estos sicarios para robar a clientes ocasionales y desprevenidos. El cumplimiento de las condiciones señaladas para las habitaciones aún está en proceso de verificación por parte de las autoridades, pues los dueños de los establecimientos cuentan con un período de gracia de seis meses para acatar las normas del decreto. “Los encargados de vigilar que se cumpla el decreto son la curaduría urbana y el alcade local”, dijo Sandra Forero, subdirectora de Planeamiento Urbano del Departamento Administrativo de Planeación Distrital. “La curaduría mira los planos y el alcalde verifica que la construcción corresponda a dichos planos para darle la licencia de reconocimiento”. Al responder las inquietudes de los reporteros de Directo Bogotá sobre el tema, el alcalde local, Víctor Manuel Veloza, insistió en el período de gracia de los establecimientos.

Santafé, distrito rojo

1 Jardín infantil en la zona 2 No sólo de papita vive el barrio 3 Las rejas son testigos de la inseguridad del sector 4 Transeúntes y vecinos conviven con las residencias 5 La moral se mantiene en alto a pesar de las circunstancias 6 La vida comercial del sector ha decaido 7 Los males de la ciudad se agudizan en cada esquina

8 · 10 “Quiero el barrio, le tengo gran amor, pero la zona de tolerancia está convirtiéndolo en una olla, en un segundo Cartucho”, dice una líder comunitaria.

Pero hoy, cuatro meses después de la expedición de los decretos que declaran al barrio Santafé como zona de tolerancia, son más los problemas que ha traído la medida al sector que beneficios concretos para el barrio. El más evidente de ellos ha sido el abandono del barrio por parte de muchas familias que han puesto en venta sus viviendas (ver fotos). “La gente del barrio se está yendo”, dice Carlos Restrepo de 70 años y quien mandó a su familia a vivir a Boyacá debido a la llegada de más prostitutas y proxenetas al sector. “Mientras se recorren sus calles se

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puede observar que muchos de los edificios se venden. El barrio está desapareciendo”. Pero el deterioro del barrio data de años atrás. La casa que perteneció al maestro León de Greiff, ubicada en la carrera 16 con calle 23, ahora sirve de parqueadero a varios centros de lenocinio, después de que padeciera de años de olvido y abandono desde la muerte del poeta. Un censo elaborado por los propios habitantes de la zona indica que, actualmente, existen por los menos 96 establecimientos dedicados a la prostitución y negocios conexos como moteles, residencias, posadas, hostales y saunas, entre otros. “Por ejemplo, esta semana abrieron dos locales nuevos”, dijo una líder del sector que por razones de seguridad prefiere el anonimato. El decreto 188 de 2000, el tercero que expidió la Alcaldía Mayor, prohíbe la cohabitación de centros educativos y de culto religioso con lugares de prostitución. Aún así, el decreto 187, y que volvió a Santafé en una zona de tolerancia, contradice lo establecido en el 188 pues en este barrio conviven tres colegios y una universidad con los lugares de lenocinio. Se trata de los colegios Las Mercedes (fundado hace 60 años), la Asociación Cristiana de Jóvenes y el Liceo Corazón de Jesús, y de una sede de la Universidad Cooperativa de Colombia. “Esa sede (la del colegio Las Mercedes) es ilegal porque es nueva”, dice la subdirectora de Planeamiento Urbano. “No puede estar ahí. La Universidad, creo, está en la misma situación”.

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El colegio Las Mercedes está ubicado al frente del local Casablanca, el centro de prostitución más reconocido de la zona por su show de strip-tease que culmina en la piscina climatizada. En la zona de tolerancia, además, funcionan siete jardines infantiles que son considerados por las reglamentaciones como “lugares de bienestar” y su permanencia en estas zonas no es ilegal. “Es la única manera de garantizar que los hijos de las prostitutas no estén en la habitación o en la calle”, dijo Forero, subdirectora de planeamiento urbano. Los vecinos que quedan en el barrio no solo están en desacuerdo con la medida que volvió al barrio un distrito rojo, sino que además se declararon en resistencia civil. Uno de los vecinos, que prefiere reservar su identidad por temor a las represalias, está liderando el movimiento de resistencia y espera en el futuro cercano constituir una Organización No Gubernamental que tendrá como propósito desterrar la prostitución del sector. “Quiero el barrio, le tengo gran amor”, dice la líder, con voz temblorosa y ojos aguados. “Pero la zona de tolerancia está convirtiéndolo en una olla, en un segundo Cartucho”. “Este es un barrio en el que siempre ha habido prostitución, a uno le toca acostumbrarse”, dijo Restrepo. “Recuerdo que cuando


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1 · 2 El gobierno distrital aún no ha verificado si las residencias y los prostíbulos cumplen con las condiciones de salubridad e higiene que establecen los decretos Los avisos de “Se vende” ahora hacen parte 3 · 5 del paisaje urbano de Santafé “Este es un barrio en el que siempre 6 · 9 ha habido prostitución, a uno le toca acostumbrarse. Recuerdo que cuando llegué la prostitución existía pero era muy reservada”, dice Carlos Restrepo, de 70 años

llegué al barrio la prostitución existía pero era muy reservada, las mujeres no se exhibían, permanecían encerradas en la casa y el cliente llegaba. Esta zona de tolerancia es una alcahuetería, una sinvergüencería”.

La Favorita frente al Santafé Aunque la decisión de volver el barrio una zona de tolerancia fue consultada con la comunidad, hoy muy pocos se atreven a defender la medida. Para tomar la decisión, los funcionarios de Planeación Distrital convocaron a varias reuniones a las que asistían un representante de los habitantes, uno de las prostitutas, uno de los travestis, uno de parte de los dueños de los locales, el alcalde local de Los Mártires y varios funcionarios del gobierno central de la ciudad. Pero las reuniones —en las que se iba a discutir las normas de convivencia en la zona— pronto fracasaron pues muchos de los invitados se paraban de la mesa especialmente cuando las prostitutas y los travestis tomaban la palabra. “Eso se convirtió en un problema de exclusión social”, dijo Forero. Los únicos que permanecían discutiendo fueron los dueños de los centros de prostitución ubicados en el barrio, quienes, en una carta dirigida a los funcionarios de Planeación, manifestaron su complacencia con la medida. Al mismo tiempo, habitantes del barrio La Favorita —aledaño a Santafé y que era el sector más opcionado a convertirse en zona de tolerancia— se opusieron drásticamente a la medida. Así las cosas, y con base en las cartas, los funcionarios de Planeación, casi por descarte, optaron por convertir al barrio Santafé en la primera zona de tolerancia legal del país. “Puede parecer la decisión más fácil, pero el Distrito está atado por un lado al POT y por otro al fallo que nos obliga a establecer la zona”, dijo Forero. “Además en este barrio han convivido con la prostitución durante 50 años”. El primer sorprendido con la determinación fue, paradójicamente, el alcalde local. “Nosotros teníamos un plan con los vecinos para recuperar el barrio, pero con el decreto nos tocó acabar todo eso”, dijo Víctor Manuel Veloza. “Quedamos muy mal con la comu-

nidad, que no acepta la medida y juzga a la administración” Los vecinos, por su parte, dicen que nunca fueron convocados a reunión alguna y ni siquiera las prostitutas y los dueños de los establecimientos se sienten conformes con las medidas que la zona implica, pues los obliga a cumplir una serie de normas mínimas que no están dispuestas a observar. Como Carlos Restrepo, quien lleva 40 años habitando el barrio, son muchos los vecinos que sienten que su declaratoria como zona de tolerancia no ha mejorado la calidad de vida de los habitantes —como era la intención de inicial de los decretos— sino que, por el contrario, se ha fragmentado la débil unión que existía entre ellos. A la deserción de habitantes del sector, se han sumado las disputas entre vecinos y la certeza de un grupo de ellos que consideran que echar atrás la reglamentación es un imposible práctico. Pero mientras que el alcalde Veloza afirma que el centro de la ciudad tiene suficientes problemas como para ahora cargar con una zona de esta naturaleza, otros funcionarios de la localidad se sorprenden con la inconformidad de la comunidad frente a la expedición de los decretos. “La alcaldía no entiende porqué la comunidad ha reaccionado tan mal, ya que llevaban casi 40 años conviviendo con esta situación” , dijo Yinneth

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Ramírez, coordinadora de proyectos especiales de la alcaldía local, encargada de la organización de la zona. “Lo único que cambió es que ahora es legal, lo que mejorara las condiciones en que se ejerce este trabajo”. “Yo creo que los resultados han sido todos negativos”, dijo, en contraste, el alcalde Veloza. “Hay más prostitución, más proxenetas, se están creando más sitios que hacen la labor de control más difícil, están llegando bandas de delincuentes, el barrio se llenó de vendedores ambulantes y la administración se ganó el repudio de la comunidad”.

Lo salvable Pero no todo es color de hormiga. Algunas de las medidas impuestas por los decretos —como las brigadas de salud— han funcionado. Estas brigadas, que visitan el sector cada tres meses, prestan servicios de odontología, ginecología y exámenes generales de salud. Todos ellos son gratuitos y abiertos a cualquier trabajador sexual de la zona. Las jornadas de salud, organizadas por el Hospital de Centro Oriente, son altamente concurridas y bien publicitadas en los días previos con llamativos volantes. El día del chequeo, un furgón con tres consultorios móviles, atiende a los pacientes mientras la Fundación Procrear les ofrece agua aromática, tinto y pan gratis y asesoría sicológica permanente. “Nosotros queremos servir de mediadores dentro de la zona”, dijo Natalia Arenas, sicóloga de Procrear. “La idea es lograr que se establezcan redes de apoyo para que la zona se convierta en un modelo a seguir”. Sin embargo, no todos parecen estar conformes con las brigadas.“Prefiero el servicio del Sisbén, porque uno no sabe qué le puede pasar en la calle”, dijo Mary, quien trabaja desde hace seis años como prostituta. “¿De qué me sirve que me visiten cuando les de la gana? Uno se expone mucho en esta zona. Es mejor que uno tenga su carné y lo atiendan en caso de una urgencia”. Además la presencia policial se ha incrementado moderadamente. “Me parece muy buena esta medida, porque crea una mayor seguridad en la zona”, dijo María Eugenia Rodríguez, de 40 años, quien trabaja de lunes a viernes con la alcaldía como vocera

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del Distrito con el gremio de las trabajadoras sexuales, y los fines de semana como una de ellas. “Uno se expone con tanto sicario y desechable que hay en la calle, y no hay nada mejor que la clientela le llegue a uno a la casa”. Y mientras varias fundaciones, ONG, la misma localidad y Planeación Distrital trabajan porque este barrio se consolide como una zona de tolerancia ejemplar, un grupo amplio de vecinos prepara 96 querellas para solicitar el cierre de las casas de lenocinio que pululan en el barrio. Además, estos ciudadanos inconformes llevaron su protesta al Concejo a comienzos del mes de octubre, pero quedó pendiente la discusión. Lo seguro es que pasará mucho tiempo para que el oficio más antiguo del mundo se organice debidamente en Bogotá en distritos rojos como los de Amsterdam y Ciudad de Panamá. Entre tanto, Dalmiro Ostos y los 1235 vecinos de Barrios Unidos —que con una tutela iniciaron toda esta discusión— aún siguen esperando que sean erradicadas las casas de lenocinio y de citas de los barrios donde habitan, pues como lo dijo el juez Pinzón, “la política distrital no quiere hacer nada: por la vía de menos resistencia pretende dejar los prostíbulos donde están”.

1 El futuro del barrio como sector residencial está en entredicho 2 En este edificio cinco apartamentos están a la venta. Testimonio de la desbandada de la zona 3 Esta imagen capta la escencia del barrio: prostitutas, proxenetas y familias conviven en el sector


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Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

música

música barata en Bogotá

Para que no digas que no pienso en ti... Nada más útil que una guía para comprar música barata en Bogotá en tiempos de crisis y recesión económica. Sin olvidar, claro está, que se trata de música buena y legal.

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por Jorge Eduardo Patiño

1 · 3 Almacenes de discos en el centro bogotano Fotografías de Óscar Torres

* banda papayera

procedencia desconocida cortesía populardelujo

Era 1994. En aquel tiempo, los bogotanos tuvimos la extraña oportunidad de pagar la entrada a un concierto con tapas de gaseosa en vez de dinero. En el estadio Nemesio Camacho, El Campín se presentaron Inner Circle, La Derecha, Rubén Blades y Caifanes y el público coreaba “para que no digas que no pienso en ti”. Así, para que no digan que no pienso en ustedes, esta vez no escribiré sobre el disco de algún artista sino sobre cómo y dónde conseguir música barata en Bogotá. Esa es la buena noticia. La mala es que los discos no los dan a cambio de tapitas. En tiempos de crisis, la compra de discos no es una de las actividades que más favorece el bolsillo, especialmente cuando se goza del magro sueldo del estudiante o de la mesada del hotel mamá. Pero a veces en Bogotá se le puede hacer el quite a la crisis. Para esto, prepare sus oídos y sus monedas. Lo más importante para todo cazador —sea de discos o sea de leones— es la paciencia. La presa puede tardar en aparecer y en una jungla como Bogotá puede ser fácil desesperar. La paciencia es la que le permitirá recorrer la sección de promociones de muchas tiendas en busca del objeto deseado. Tenga en cuenta que en los estantes de promociones los artistas no están en orden alfabético, por lo cual un fabuloso disco de Totó la Momposina puede ser vecino del álbum del Grupo Pomada (el nombre es real) y otro de Juan Gabriel. En otras palabras, la búsqueda de un buen disco debe hacerse uno por uno y allí, en medio de un mar de basura sonora y de artistas que fracasaron en su primer intento, se puede encontrar un disco doble de Wynton Marsalis por ocho mil pesos, uno de los Rolling Stones por siete mil, o tal vez uno de Estados Alterados o de Emiliano Zuleta por once mil. En el norte, el mejor sitio para buscar ofertas es en los locales de Prodiscos en Unicentro, en donde es posible encontrar música hasta por un cuarto de su valor normal. El local de Hacienda Santa Bárbara también suele tener gangas aunque en menor cantidad. En el centro, las ofertas están en los almacenes La Música, el Mercado Mundial del Disco y en La Rumbita. Hay para todos los gustos y si el suyo no coincide con lo que se vende, recuerde que hay que tener paciencia y buscar hasta que encuentre lo que le agrade, que con seguridad por ahí está. Se sorprenderá a usted mismo cuando tenga el disco en la mano y al ver el precio empiece a rascarse la cabeza mientras intenta adivinar por qué está tan barato. Sin embargo, las gangas tienen la desventaja de ser variables, y es posible que no haya más de uno o dos volúmenes del mismo disco, lo cual no es garantía de que allí esté lo que se busca. Por eso, para ir a la fija pagando el precio normal de un disco pero con la comodidad de los plazos, con un pequeño anticipo puede separar lo que desee en los almacenes de la 19 con 8ª, en Antífona (85 con 11) o en Tango (hay varios, pero el tradicional es el de la 92 con 15). Así que si de verdad quiere tener una buena colección de música, no hay excusa para que en Bogotá no la consiga a buen precio. Y no me refiero a los discos piratas que están a la salida del túnel de la Javeriana. 13


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vanguardias & tendencias

Dance Dance Revolution

el

dance, dance:

la revolución de los video juegos

Desde el año pasado los jóvenes capitalinos sudan la gota con esta gigantesca máquina simuladora de baile que se encuentra en la mayoría de los centros comerciales. Moda pasajera o fenómeno creciente, desata pasiones. En esta crónica hablan algunos de los competidores en la singular disciplina llegada del Japón, el paraíso de los juegos electrónicos.

* pareja : cartel tipográfico

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La J.A.C. del barrio Los Naranjos invita a la celebración del día de la madre. Trio, serenata de amor, carrangueros, danzas, teatro, presentación de bandas, rifas, concursos y espectáculos, grandes sorpresas cortesía populardelujo


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1 - 12 La escena de las salas de video juegos cambió desde finales del año pasado con la llegada de un armatoste que pesa más de media tonelada y pone a prueba la memoria y la agilidad de los jugadores. Sin embargo, hay quienes prefieren comprar el juego, con su tapete incluído, para disfrutarlo en casa. Fotografías Ana Carolina González

por Rodrigo Urrego B.

Meter una moneda, seleccionar el nivel, escoger una canción, contar hasta tres y empezar a pisar, de manera rítmica, una a una, las flechas que indica la pantalla y orientan el oído musical. Las gotas de sudor aparecen y lentamente se escurren por las sienes. En contraste, los pies marchan a velocidad vertiginosa y parecen multiplicarse como los de un ciempiés. La mirada permanece fija en la pantalla y la concentración es asombrosa. Tanto esfuerzo y tanta atención solo por alcanzar el récord en puntaje de una máquina de baile que puede combinar hasta 32 pistas distintas. Son los protagonistas, jóvenes en su mayoría, que se dejaron contagiar por una especie de enfermedad, cuya fiebre aún no han podido curar. Una fiebre que los consume día a día, canción a canción y moneda a moneda. Ir de compras, ‘vitriniar’, buscar las mejores ofertas o simplemente caminar. Sentir la atracción del ritmo infernal de la máquina y de la curiosidad que genera el cúmulo de personas que en corrillo la rodean. Hacer un alto en el camino. Poner las bolsas en el piso, empinarse, mover la cabeza y encontrar un haz de luz entre la gente para ver qué está pasando. Son los espectadores, los actores de reparto de este espectáculo espontáneo, quienes parecen adivinar cada movimiento siguiendo el sonsonete de la estruendosa melodía con la suela del zapato. Termina la canción y el joven de pelo negro abundante, con la cara lavada en sudor, obtiene el récord en una de las pistas. Una marca difícil de superar. La multitud, entre asombrada y fascinada, se apresta a romper en aplausos pero algo, a último momento, los detiene. Cogen sus talegos y retoman su camino. Pero otros siguen alrededor del improvisado escenario. Dos escenas que recrean la magia de una pasión colectiva que, en los últimos meses, ha roto la cotidianidad de centros comerciales y lugares de diversión electrónica de la ciudad. Dos escenas que se culminan alrededor de un armatoste, de más de media tonelada de peso, multicolor, que irradia titilantes luces de neón, y que no es nada distinto a un simulador de baile. Dos escenas de un improvisado espectáculo cuyo protagonista paga para que lo vean y que en Bogotá se conoce como el Dance Dance Revolution. Aunque irrumpió a finales del año pasado como una estrambótica novedad, hoy es la principal atracción de las popularmente conocidas “salas de video”. El Dance Dance Revolution es una má-

quina muy similar a una rockola. Tiene una plataforma conformada por baldosas luminosas y una altura que supera los dos metros.

Como si fuera un vicio Cada fin de semana, este simulador congrega multitudes de jóvenes y atrae a familias enteras, que esperan por su turno mientras rodean la máquina. Quienes se atreven a jugar sufren lo que algunos llaman el efecto casino: “Juegas una vez y no quieres bajarte de la máquina”, dice Christian Caballero, una de las víctimas de esta inusitada fiebre. El simulador fue ideado y producido por una empresa de animación japonesa llamada Konami, que lo lanzó al mercado en 1998 como su producto estelar. Esta firma japonesa ya era conocida en Latinoamérica cuando en 1994 inventó una diversión electrónica llamada International Superstar Soccer”, el videojuego de fútbol más cercano a la realidad que hasta entonces se había visto. Sin embargo, el furor del “Fútbol Excitante” (nombre como se conoció el juego en nuestro país), no desató las mismas pasiones que hoy el Dance Dance Revolution genera donde quiera que aparece. Solo en Bogotá hay 35 máquinas que desde el año pasado empezaron a invadir diferentes sectores de la ciudad. Su número tiende a crecer al mismo ritmo con el cual sus propietarios disfrutan las rápidas y jugosas ganancias que proporciona el simulador. Esta pesada máquina de baile cuesta 26 millones de pesos pero la inversión se recupera rápidamente. Según Juan Carlos González, administrador del centro de diversión electrónica Videoplay, ubicado en el sector de Las Nieves (carrera séptima con calle 18), 200 monedas se recaudan diariamente en cada una de las dos máquinas que tiene el establecimiento. Esta cifra puede duplicarse los fines de semana. En plata blanca, la caja registradora de este lugar puede recibir un promedio de 720 mil pesos por semana, y de dos millones 880 mil pesos mensuales, gracias a los simuladores, que desde el pasado mes de diciembre de 2001, son las vedettes del lugar.

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De todas maneras, los empresarios de los juegos electrónicos diseñan estrategias para cautivar más y más clientes y así aumentar sus utilidades. Una de ellas es la organización de concursos, como el que se realizó hace tres meses en el centro comercial Bulevar Niza. Participaron más de 400 personas que, seducidas por un equipo de sonido, bailaron hasta el cansancio. Uno de los concursantes, Diego Hernández, de 16 años, no dudó en participar después de ver un volante que promocionaba el evento. Sus cualidades para el juego lo han convertido en uno de los mejores bailarines del Dance Dance Revolution de Unicentro. Con su celular en la mano, su pantalón de dril ancho y algo escurrido, su pelo engominado y desordenado, Hernández es más reconocido por su apariencia que por su habilidad a bordo de la máquina. Sudoroso y extenuado, cuando termina su turno, se baja de la máquina para recobrar fuerzas, no sin antes soplar el celular como si fuera el revólver de un vaquero que acaba de resolver un duelo a muerte. Hernández, estudiante de noveno grado del colegio Princeton, conoció el simulador hace seis meses. Jugó por primera vez y quedó engomado. En el concurso del centro comercial Bulevar, seguro de sus condiciones, luchó por llevarse el equipo de sonido a su apartamento del barrio Chicó. Pero sólo clasificó para la segunda ronda. El nivel de los participantes resultó, para él, “sorprendente”. Hernández acude todos los fines de semana a Unicentro, pues él y otros amigos conocidos gracias a la máquina, parecen los dueños del lugar. Cada centro comercial tiene su cofradía y sus miembros saben lo que sucede en otros sitios. En Galerías y en Plaza de las Américas es donde mejor bailan, dice Hernández, quien ya parece el administrador de la máquina “y en Iserra 100 hay una vieja que es una dura, la que me eliminó en el concurso”. Hernández está pendiente de los turnos en el local La Gran Diversión de Unicentro y los asigna a quien primero inserte una moneda en el simulador. Acá no es por orden de llegada, es por viveza, dice Hernández a manera de axioma. Uno compra las fichas

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y las mete de una. Por esta circunstancia, este joven casi nunca se baja de la colorida plataforma, pues compra diez monedas —que le cuestan diez mil pesos— las introduce simultáneamente, y con ellas puede bailar hasta una hora de manera continua. Mientras se mueve al compás que le dicte la pantalla, otros memorizan la secuencia y tímidamente mueven sus pies mientras les llega el turno, como sucede con Juan Diego Clavijo, de 16 años, quien además de cursar décimo grado en el colegio San Bartolomé La Merced, es el principal exponente del Dance Dance Revolution en Unicentro, según lo reconocen sus compañeros de juego. Conoció la máquina hace cuatro meses en el centro comercial Andino y, como sus competidores, se envició desde la primera vez que se trepó en ella. Gasta diez mil pesos cada vez que juega y hoy es su principal actividad del fin de semana, aunque es frecuente verlo todos los días. Entre semana disfruta más del simulador por la ausencia de espectadores. El Dance Dance Revolution viene en seis diferentes versiones identificadas por un número y por la cantidad de pistas para bailar que cada modelo ofrece. En Unicentro se encuentra instalado el Revolution 2nd. Según Clavijo, la pista más difícil de esta máquina


vanguardias & tendencias | Rodrigo Urrego El dance, dance : la revolución de los gimnasios mentales

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se denomina Paranoia 180, pues las once restantes se las sabe de memoria. Los simuladores Revolution 4th Mix y Revolution 6th ofrecen la mayor cantidad de pistas: 32 y se encuentran instaladas en el centro comercial Bulevar Niza. La máquina empezó a causar furor en diciembre pero en los últimos meses la acogida se ha desbordado. El Dance Dance Revolution necesitaba más de un empujón para terminar su incursión en la vida capitalina y desde su aparición en algunos capítulos de la telenovela El Inútil, el número de jugadores fue en aumento. Después de la aparición del simulador en la pantalla chica, Andrés Torres, de 15 años, que combina sus estudios de noveno grado con la práctica del fútbol, pudo ensayar sus habilidades como bailarín. Pese a que en un principio a Torres le daba vergüenza bailar por el pánico escénico que le producía ver tanta gente a su alrededor —de hecho, se inició jugando en la máquinas del centro comercial Andino, que junto a la del Atlantis son las de menos afluencia de público— hoy es una promesa del Dance Dance Revolution, que para unos es el fenómeno del año, pero para otros aún no ha superado el hecho de ser una moda pasajera. Su principal amenaza es una alfombra que permite —a quienes posean una consola de Play Station— por solo 60 mil pesos, jugar frente al televisor, en la comodidad del hogar, a cualquier hora y día, y sin el afán de coger turno. Pero la pasión que desata la gigante máquina parece imposible de sustituir.

1 · 2 Ya son famosos los torneos que se organizan en el centro comercial Bulevar Niza, cuyos ganadores gozan de reconocimiento entre esta élite de bailarines. Fotografías Óscar Torres 3 Logo de Dance Dance Revolution. Fotografía Ana Carolina González 4 · 9 El dance dance revolution viene en seis diferentes versiones caracterizadas por la cantidad de pistas de cada modelo. Fotografías Ana Carolina González 10 Guía de pasos tomada de internet 11 · 13 El tapete, una opción para los tímidos que prefieren jugar en la intimidad de la casa

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reportaje gráfico

Símbolos de la ciudad

siete maravillas bogotanas Un exquisito aire de civilización, que no alcanza a sofocar la atmósfera contaminada, se empieza a respirar en Bogotá, gracias a los nuevos desarrollos urbanísticos, arquitectónicos y culturales. La capital llama la atención con símbolos de recuperación de espacios públicos y de calidad de vida. Directo Bogotá seleccionó esta primera muestra, con la intención de seguir destacando maravillas en futuras ediciones.

Biblioteca Virgilio Barco Con un impactante diseño esta biblioteca, vecina del Parque Simón Bolívar, se ha convertido rápidamente en patrimonio cultural.

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Maloka “Prohibido no tocar” es el lema de Maloka, el mayor Centro Interactivo de Ciencia y Tecnología en Latinoamérica, con 17 mil metros cuadrados que incluyen Cine Domo.

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Ciclo-ruta Calle 26 De los más de 150 kilómetros de ciclo-rutas que tiene Bogotá, la de Calle 26 realza el paisaje urbano.

* mano con ojo : volante

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HERMANO RABEL · regreso a su ser amado en 3 dias de donde esté y con quien esté. Descubro la causa de su mala suerte y el rechazo de su pareja, retiro malos vecinos, inquilinos o personas no deseadas, adquiera la liga del amor y el secreto para triunfar. cortesía populardelujo


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Parque Arborizadora Alta Por la calidad de sus instalaciones, el Parque Arborizadora Alta, en Ciudad Bolívar, es un modelo de parque recreativo que beneficia a la población más necesitada.

Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

Fotógrafos Cristina Camacho Andrea López María del Mar Motta Catalina Rodríguez Óscar Torres Juan Pablo Tovar

Portal del Tunal De los portales de Transmilenio, donde se realizan los transbordos de rutas y de flotas, sobresale la estructura imponente del Portal del Tunal; toda una sinfonía del acero.

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Colección Botero La Colección Botero, que se aloja en la Casa de la Moneda, reúne 123 obras del maestro Botero y 85 de su colección personal; lujo que no se dan los mejores museos del mundo.

Alameda de Bosa Con la audaz propuesta de espacio público de la Alameda de Bosa o del Porvenir, una zona pauperizada se transformó en un amable eje urbano de 17 kilómetros en el suroccidente.

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divino rostro

Andrea Echeverry

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* divino rostro : cartel misa de requiem

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MISA DE RÉQUIEM por el eterno descanso del alma del señor [...] se oficiará en la iglesia de San Antonio Av. Caracas Calle 7 Sur Por sus asistencia a este acto Piadoso anticipamos nuestro Agradecimiento cortesía populardelujo


Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

el milagro de la florecita rockera

Dos reporteras de Directo Bogotá nos cuentan, en este perfil, los pormenores del embarazo de Andrea Echeverry, nuestra insigne “florecita rockera”, y cómo la irrupción de un nuevo miembro de la familia ha cambiado la rutina de la cantante y del grupo de rock más importante del país. por Carolina Jaramillo Alexandra Castellanos Fotografías Carolina Jaramillo

En medio del ambiente fúnebre y aséptico que rodea el vecindario, a tan solo dos cuadras de la estación Profamilia de Transmilenio, una casa de ladrillo de dos plantas se destaca entre las demás. Su fachada, con incrustaciones en cerámica que dibujan la dirección del lugar y una imagen de la Virgen María, contrasta con las cortinas de peluche naranja que se asoman por las ventanas del segundo piso. Luego de cruzar la puerta y de dejar atrás la imagen de la virgen dibujada sobre tabletas de porcelana, lo primero que aparece es un cuarto oscuro que fue, en algún tiempo, el garaje de una vieja casa. Una imponente pancarta negra, colgada en la pared blanca, deja entrever la palabra Aterciopelados, escrita en un peluche ahora teñido de gris, luego de las múltiples giras que la banda ha realizado por el país y el mundo. En la entrada, sobre una tabla de madera, aún reposan dos maletas que arrumadas y llenas de polvo, aguardan por la próxima gira. Justo en la mitad de este oscuro salón aparecen dos coches de bebé que descansan sobre la alfombra junto a una guitarra acústica. Al fondo del lugar, una silla de esas que se usan para que los niños coman, se confunde con decenas de cables de sonido que le cruzan las patas, afiches del disco Gozo Poderoso y un moisés tejido en fique. Sí. El lugar donde ensayan Los Aterciopelados ahora sirve de jardín infantil y de lugar de encuentro de la banda colombiana de rock más exitosa de los últimos años. Una nueva y pequeña intrusa —si se quiere— convive en medio de guitarras y amplificadores, instrumentos y juguetes, desde el pasado 27 de abril cuando Andrea Echeverry, luego de un embarazo sin traumatismos, trajo al mundo a su hija Milagros. Pero más allá de los cambios espaciales en la casa, la llegada de Milagros a la vida de la cantante y del grupo, ha implicado una serie de cambios en la rutina de la ‘florecita rockera’, en momentos en que la agrupación espera un nuevo impulso para volver a sonar y grabar luego de que por el embarazo se suspendieran las actividades cotidianas de Los Aterciopelados.

Incluso, durante el embarazo, Andrea Echeverry, junto con Héctor Buitrago (el compositor y productor de la agrupación) y el manager Julio Correal (el mismo que hizo de jurado en el reality show Popstars) se idearon un proyecto —que no involucrara la marca Aterciopelados— llamado Entrecasa (una disquera independiente) y que consiste en producir 16 canciones de música electrónica, en computador, de 16 talentosos músicos colombianos. El primer disco lo bautizaron Colombeat y fue producido sin pagar los costos de un estudio y aprovechando las ventajas tecnológicas de los programas de computación. Pero como Colombeat ya se lanzó el pasado 19 de agosto en el Planetario Distrital, ahora el reto de la banda es sacar un disco de grandes éxitos de Atercipelados que incluya dos canciones nuevas y volver a realizar conciertos por todo el país y el mundo. Y el reto para Andrea Echeverry será, además de producir el disco, el de saber combinar su labor de ‘rockera’ auténtica con su realidad de madre, en momentos en que su hija Milagros apenas reconoce el mundo y experimenta sus primeras sensaciones. “Todavía no sé que va a pasar (con Aterciopelados)”, dice Andrea Echeverry. “Porque estoy ahí como adaptándome. Es que desde hace como veinte días empecé a ir adonde Héctor a trabajar. Aquí fue donde ella aterrizó, entonces yo me tengo que adaptar, pero ella también”. Durante el embarazo y en los cinco meses que Milagros tiene en el planeta, Andrea Echeverry había estado componiendo de manera esporádica y en los momentos en que la niña se lo permite. Pero ahora, y a medida que la niña crece, la cuestión de la adaptación no va a ser fácil pues la ‘florecita rockera’ sabe que sus prioridades han cambiado —como nunca antes— a sus 36 años. 1 · 6 “Andrea es una mamá en el total término de la palabra. De esas que no sale de la casa sin su china, incluso creo que hasta su forma de pensar ha cambiado. Ha dejado de ser tan idealista para centrarse un poco más en la realidad de las cosas ahora que es mamá”, dice Rodrigo Echeverry, su hermano.

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“Lo más clave es que otra persona está de primeras”, dice Andrea Echeverry. “Porque antes uno antes estaba de primeras (…) pero nunca hay nadie por encima de uno en toda su vida. Ahora todo es en función de ella. Como es tan chiquita, todo el tiempo es estar pensando en ella y cuidándola; más bonito”. Y si Milagros ahora prima en la vida de la rockera bogotana más reconocida, como resulta natural, ¿si podrá ella seguir componiendo y cantando al ritmo frenético que nos tenía acostumbrados mientras funge de madre ejemplar? O, por el contrario, ¿Los Aterciopelados cambiarán de ritmo y de dinámica mientras ella y su compañero José Manuel Jaramillo, padre de la niña, se reparten y comparten responsabilidades? Son preguntas cuyas respuestas aún están por resolver. Lo cierto es que una nueva Andrea Echeverry se asoma ante el mundo y lo mira a través los ojos de su pequeña hija. Esta joven colmada de tatuajes, quien conquistó, junto con Aterciopelados, la escena del rock nacional, ahora es una mujer que también cambia pañales y prepara teteros. “El sentimiento materno se puede resumir con un pedacito de una canción que escribí en estos días”, dice Andrea Echeverry. “Se desplazó mi centro de gravedad, ya no soy la prioridad”.

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Entre la madre y la rockera El llanto de la pequeña Milagros penetra agudamente las paredes de un salón oscuro que, pese al notable desorden, parece ser la sala de la casa. Una hamaca tejida colgada sobre una cama, que hace las veces de sofá, y un móvil blanco de plástico del que cuelgan figuritas de colores, decoran el lugar. Sentada sobre el tapete, Andrea se acerca a su hija, quien juega sobre una cobija en el piso, y sus manos alargadas se deslizan por su frágil cuerpo. Ella, ahora de madre, acostumbrada a cantar frente a miles de personas, decide arrullarla con su canto. —“Venga, venga ¿Qué le pasa señorita, linda mamacita”, le dice Andrea. “Este proceso de vuelta a la música debe ser tanto mío como de ella”, dice Andrea. “Yo no sé que pase con las giras y todo eso, pero toca ensayar”. Y le tocará ensayar y encontrar una fórmula mágica que le permita cumplir con ambas responsabilidades, pues resulta difícil imaginar que la florecita rockera Echeverry deje la música, de un día para otro, cuando a lo largo de su vida la ha acompañado desde niña. Ella, cuyos orígenes se remontan a los de una tradicional y numerosa familia paisa, ha compartido una gran herencia musical que data del tiempo de sus padres. “Mi mamá y mi tía tomaron clases con Garzón y Collazos en los cuarentas”, dice Mauricio Echeverry, hermano mayor de ella. “Los varones tomamos clase de guitarra pero como uno piensa que a la segunda clase va a salir tocando, lo dejamos. Pero Andrea y Luz María sí continuaron”. “Yo tocaba guitarra, me gustaba que ellos aprendieran a tocar también”, dice Amparo de Echeverry, madre de Andrea “Teníamos un coro en la familia por eso ella nació con ese talento”. Incluso, la trayectoria de la ‘florecita rockera’ —su canto, sus letras, su vestimenta— se encuentran altamente influenciadas por esta herencia musical. “Tanto que en la imaginería de los discos como en la música hay mucho folclor metido”, dice Andrea. “Porque a uno le gustan muchas músicas, pero finalmente la que a mi me cantaba mi mamá era bolero y ranchera” Y esta tradición musical se reflejará también en toda la trayectoria de Los Aterciopelados: un afán por recuperar la identidad colombiana y rescatar la cultura popular. En sus principios el grupo era revolucionario, anárquico a su manera. “Todos teníamos algo de punk en esos tiempos”, dice Andrea Echeverry. “Pero últimamente, en Gozo Poderoso, sobre todo hay una cosa espiritual fuertísima gracias también al yagé (sustancia extraída de la savia de algunos árboles). Allí hay canciones que hablan de unión, de dejar de ser individualistas, del poder de la energía que cada uno tiene, por que uno es más poderoso de lo que uno cree. Se trata de optimismo finalmente, así cualquier situación estará mejor o peor según lo que sumercé cargue”. Aunque Andrea Echeverri nunca imaginó ser madre de familia, a través del yagé —dice ella— descubrió que su cuerpo y su espíritu estaban conspirando a favor de que tuviera un hijo. “Creo que soy de una generación en donde la mamá era ama de casa y yo no quiero ser ama de casa”, dice Andrea Echeverry. “Pero el reloj biológico sonó después de una toma de yagé, el bejuco del alma, que me puso al día, entonces Mili (Milagros) aterrizó”. Hoy, Milagros, su compañero y su música ocupan la vida de ella. Una vida menos compulsiva, menos frenética, menos atareada, más terrenal, más ligada a sus afectos, a su hogar, a su familia. De vuelta a la cotidianidad de la casa de cortinas de peluche naranja, y luego de su acostumbrada siesta matutina, Milagros se despertó llorando y quien fuera la niñera de su compañero, Aminta Luna, la recoge de la pequeña cuna, en el cuarto vecino, y la deja al cuidado de su madre. En este preciso momento, la entrevista se interrumpe. Andrea le pone un babero de ribetes blancos y azules y de un vaso plástico la alimenta, a sorbos, con jugo de granadilla mientras la sostiene con sus grandes manos.


divino rostro | Carolina Jaramillo, Alexandra Castellanos El milagro de la florecita rockera

El Milagrito Pese a que la noticia de que venía un bebé a la familia llegaba en un momento inesperado, la felicidad los sorprendió a todos sin excepción, pues nadie esperaba que Andrea estuviera embarazada. Y menos sabiendo que su padre se encontraba, para esa época, recluido en un hospital de la ciudad. “Yo siempre como que sabía que era niña, en la ecografía no se veía porque estaba sentada”, dice Echeverry. “Mi mamá decía que era un niño, porque mi papi se murió tempranito en el embarazo, y entonces yo le dije que le iba a poner Enrique, como se llamaba mi papá si era niño, pero yo como que decía que era niña”. Su embarazo fue tan normal como cualquiera, náuseas y mareos, pues hasta su compañero sufrió con ella los malestares del estado de gravidez. “Yo creo que de pronto los hombres sensibles como Manolo, se marean, se maluquean, les dan antojos, igual que a uno”, dice Andrea. “También es clave contar con la ayuda de Manolo, porque para uno solo es tenaz, esto es muy pesado. En las madrugadas, cuando Milagros se levanta, él la recoge y me la trae, para que yo le dé la tetica”. Y transformado su cuerpo, resultaba inevitable que el alma de nuestra florecita cambiara. Y luego, con el nacimiento de Milagros, el hogar, el espacio, la rutina, cambiaron dramáticamente. A la pareja le tocó botar “chécheres”, como ella dice, del tamaño de un cuarto para poder instalar a la recién nacida. Además tuvo que reorganizar su horario de trabajo para acomodarse al horario que le exige “Mili”, como suele llamarla. Las citas, las entrevistas, las sesiones de fotografía debían dejarle tiempo suficiente para llegar a su casa temprano, darle de comer y jugar con ella. “Como papá uno tiene que someterse a que todos los días serán distintos”, dice José Manuel Jaramillo. “Exige someterse a cambiar los límites de la percepción. Uno ya no ve desde uno sino desde más de uno”.

1 · 3 La casa de la cantante de Aterciopelados hace ahora las veces de salón de ensayo y de jardín infantil 4 · 7 Mi vida brilla es una canción que compuso Andrea Echeverry para Milagros

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divino rostro | Carolina Jaramillo, Alexandra Castellanos El milagro de la florecita rockera

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Entre familia Con una mirada intensa y profunda, los ojos de su mascota, un gato negro llamado Secreto, parecen despedirse de Andrea, cada vez que sale de su casa. Pero a la hora de emprender la ruta hacia el trabajo, Milagros se queda al cuidado de Aminta Luna. Es jueves y la cita es a las diez de la mañana. Las cámaras fotográficas esperan por la florecita rockera en la Galería Santafé del Planetario Distrital, lugar de la exposición de las obras de arte que acompañaron el lanzamiento del disco Colombeat. Dos trenzas a los lados, una ruana negra tejida de flores blancas, unos pantalones impermeables negros y unos tennis amarillos dan forma a su figura alta, delgada y descomplicada. Carga, a mano diestra, una mochila negra tejida con rojo y decorada con la palabra Entrecasa, en medio de unos dibujos que parecen ser los de unas casas campesinas. Con una sonrisa y una tranquilidad pegajosas, Andrea recibe a los artistas expositores y a los fotógrafos de la revista Shock. La sesión transcurre dentro de la normalidad: fotos con los artistas, fotos sola, fotos de la sala, y en fin... Pero esta rutina del mundo artístico se interrumpe a las once y treinta en punto: Milagros debe tener hambre. Andrea se despide presurosamente y dice que sigamos con la entrevista en su casa. Sobre la séptima para el primer taxi y le da la dirección de su casa. “Milagros está dormida”, dice Aminta, cuando apenas entramos al lugar. Andrea, con pies de pluma y sin hacer ruido, nos dice “sigan” en un susurro. “Ella no estaba interesada en tener hijos, porque con la situación actual, para qué traerlos al mundo”, dice Mauricio Echeverry el mayor de cuatro hermanos y quien fue uno de los sorprendidos cuando se enteró de la noticia. Desde que Milagros nació, Andrea Echeverry se ha acercado más a su numerosa familia.“Mis relaciones han cambiado mucho”, dice ella hoy. “Hubo muchos que pensaron que yo era una loca horrorosa, sin embargo, creo que ahora me sienten más cercana. Incluso las señoras me saludan en la calle, le mandan saludes a Milagros y me preguntan como está, sin siquiera conocerla. Es bonito porque uno siente que la quieren a ella también”. “Nadie en la familia se lo imaginaba, cuando de pronto nos llaman y nos dicen que vamos a tener primito, y yo pensé que Luz María (hermana de Andrea) era la que estaba embarazada”, dice Tomás Echeverry, sobrino de Andrea. “¿Cómo?, ¿que la loca de Andrea, la desconectada del planeta, ahora era mamá? Nadie se

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lo esperaba”. La familia Echeverry-Arias se reúne, con todos sus cuatro hijos y siete nietos, los lunes a comer en la casa de la abuela. Sin embargo, Andrea, definida por su madre una mujer tan impredecible como generosa, y de temperamento cambiante e incluso difícil, siempre se mantuvo muy independiente de la rutina familiar. “Andrea no cree que ella es importante”, dice Amparo de Echeverry. “Tanto así que nunca dice cuando va a salir en televisión. Casi ni la veo”. Toda esta rebeldía, que duró mucho más allá de su adolescencia, fue interrumpida abruptamente con la aparición de Milagros.“Andrea estaba muy metida en su mundo de la música, metida siempre en ese cuento con su gato”, dice Tomás. “Ahora es súper querida, sirve la comida y se le nota lo mamá por todo lado”. “Uno comienza a pensar cosas que antes no le importaban, por ejemplo, lo del barrio, pues preferiría un sitio más tranquilo, con patio y praditos”, dice Andrea Echeverry.“Es un problema no más salir con Milagros en el coche, entonces ahora uno sí aprecia los bolardos y los andenes grandes”. Actualmente su lugar predilecto es su casa, el espacio que le brinda la posibilidad de vivir y trabajar en el mismo lugar, al lado de su familia y sin tener que afrontar el voltaje de una gran ciudad. “Uno está lo más de rico acá, aquí no me hace falta nada más”, dice ella. Es cerca del medio día y Aminta Luna entra en el estudio con la niña en sus brazos. Un dulce “¡Hola mi amor! sale de la boca de Andrea, mientras aparta la pesada ruana. Luego se abre la camisa, al tiempo que sostiene a la bebé delicadamente sobre sus largas piernas. Al parecer la entrevista ha terminado, pues ha llegado la hora de comer.

1 · 5 “¿Qué le pasa señorita? Linda mamacita”, le dice Andrea a su bebé


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retrovisor

Barberías bogotanas

Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

La barbería tradicional en Bogotá:

“Sobrevivimos hasta a los hippies” 1  2

Desplazadas por los flamantes centros de estética o peluquerías unisex, quedan pocos vestigios en Bogotá de las clásicas barberías como la Colonial y la Caribe, punto de encuentro de una singular clientela. Esta crónica recrea los ambientes y los diálogos de los artistas de las tijeras y la cuchilla.

por Julia Londoño Bozzi Fotografías Óscar Torres y Carolina Jaramillo

—Para mí que el hombre es la solución, el único que nos puede sacar de esta, pa’ mí que ese man puede sacar a Colombia adelante. —Qué va, eso es puro embuste, pura rosca, si está ahí es porque los paisas son determinantes en las decisiones que se toman en este país, pero ese man no sirve, ya vas a ver en unos años. —Pero cómo le vas a quita’ su trayectoria, si es que él ha hecho mucho por Colombia antes, ¿no se lo vas a reconocer, o qué? —En unos años hablamos pa’ que veas que cuando salga deja otra vez esto vuelto... —¿Y entonces no tuvo nada que ver con él las veces que Colombia llegó al mundial? ¿y también vas a decir que fue chepa que hasta clasificara a Ecuador este año? 1 · 2 El ritual del corte de pelo o la retocada de la barba se cumple al ritmo de una amena conversación en las barberías tradicionales

* silla : tarjeta de presentación

La discusión se torna acalorada como el sol de medio día allá en la tierra de donde vienen los hombres sentados en las viejas sillas azules de la Barbería Caribe, en la calle 21 con carrera sexta del centro bogotano, donde alaban, insultan o discuten a propósito del futuro del fútbol colombiano, en el caso hipotético de que volviera a manos del técnico conocido como El Bolillo, pero donde con frecuencia hacen ese mismo ejercicio cambiando sujeto y predicado. Ahora son El Bolillo y el fútbol, un minuto después Álvaro Uribe y el destino de nuestra patria en manos del Presidente paisa. Pero sin importar el tema, ya sea que hablen de política, de fútbol, o cuenten chistes, lo que tienen en común las conversaciones que se dan en este salón de espejos iluminado con luces de neón, es el acento que acompaña las palabras con las que tanto dueños como clientes se entretienen, pues son generalmente puros costeños, puro Caribe. Pero en barberías tampoco todo es Caribe. Varias cuadras más al norte del centro de la ciudad, en el pasaje del Banco Popular, otros clientes son recibidos en un salón bastante más amplio, por uno de los hombres de bata y pantalón oscuro, que están en la flor de la edad, los cincuenta años, como diría Pedro Camacho en “La Tía Julia y el escribidor”. Vestidos con camisas de rayas bajo la bata vino tinto, y con pantalones grises, los barberos le dan la bienvenida a los clientes de variadas generaciones que frecuentan el local, ingresando por la puerta de vidrio que dice: “Exija un buen servicio”.

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1      6 2      7  8  9 3  4 5         10 Una vez en ese salón con paredes cubiertas de espejos y muebles de madera tallada con rombos y círculos, se acerca una de las mujeres jóvenes de pelo mono teñido que tiene puesto un bluyín y una bata blanca sucia (¿o acaso beige?) y pregunta si desean tomar algo. Acto seguido el hombre que atiende desde su camisa vino tinto, le hace al cliente un gesto con el que le indica que debe tomar asiento, mientras el cliente explica si desea un corte, o si viene a retocar su barba; en cualquiera de los dos casos son los mismos ocho mil pesitos. El escenario esta vez es la barbería tradicional cuyo nombre inmejorablemente escogido es Barbería Colonial, uno de los pocos lugares en Bogotá donde todavía hoy va la clientela —en su mayoría masculina— para enterarse de las noticias nacionales, en busca de compañía para debatirlas, de un café con periódico y sin azúcar, y también, de un corte de pelo o una retocada de la barba. El barbero abre con su llave el cajón de metal donde tiene todas sus herramientas, lentamente empiezan a salir del mueble de madera unas tijeras, una navaja, un portacuchillas, escobillas de diferentes tamaños. Hasta aquí la escena ocurre indistintamente en la Caribe o en la Colonial. Pero solo en la segunda puede ocurrir que el cliente tome asiento en una de las sillas de madera de color castaño tallada y cubierta con cuero mostaza con reclinomática de metal, que dice en letras pequeñas en la parte posterior su marca y el año de la patente : Patented 1895, pat applied for Koren Barber´s Supply Go. Algunas de ellas patentadas en 1901, 1909, 1910, ó 1911, según las fechas del respaldar, pero todas con el resto de la leyenda igual, fueron creadas en los Estados Unidos por las Koren Companies St Louis & New York. La escenografía que hace de esta barbería un lugar cachaco por excelencia, está iluminada con tres lámparas Coleman que cuelgan del techo y que “en la época del racionamiento, y todavía hoy cuando se va la luz, son la salvación de la barbería”, como dice Alberto Luna, metido él mismo en una de las batas vino tinto, quien además de barbero es desde hace once años de los 36 de la barbería, uno de los dueños del local que evoca un sabor añejo.

Consulado costeño Pero evocando sabores mucho más tropicales, hace ya 55 años que Carlos Robles Martínez, metido a su vez en una bata azul celeste, llegó de Santa Marta a Bogotá para ser conocido por ser el dueño del “Consulado”, como llaman quienes allí se reúnen a su Barbería Caribe, donde según él mismo “todos saben que cuando buscan a un costeño, acá dan razón de cualquiera”. Estos dos personajes tan distintos y auténticos, actúan cada uno como una caja de resonancia entre sus empleados y su clientela: mientras los hombres sentados en las sillas café y atendidos por Luna resultan ser bogotanos tipo Ala,¿ cómo me le va?, en las sillas azules frente a los de bata celeste, los tipos tienen cara de ¡Ajá! ¿y qué? Luna o cualquiera de sus colegas pone cuidadosamente al cliente —que parece salido de la Colonia— un delantal de líneas magenta, verde menta y yerbabuena, mientras sujetos de sonrisas rígidas y pelos al estilo de los años ochenta, observan encopetados desde los afiches colgados en las paredes, el ritual del barbero que ya motila la cabellera o la espesa barba del recién rejuvenecido cliente. Los demás clientes, reclinados en sus sillas, charlan con los barberos mientras toman aromática y tinto o leen periódico casi sin darse cuenta de la

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retrovisor | Julia Londoño Bozzi La barbería tradicional en Bogotá : “Sobrevivimos hasta a los hippies”

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cantidad de pelo que reposa en el piso bajo sus asientos. En El Consulado mientras tanto, menos formales y más habladores, los costeños, por cuatro mil quinientos, realizan la misma operación desde su local más discreto pero también más colorido, donde hasta la música recuerda la costa, presente en el lugar desde la palmera con sol del anuncio de entrada, hasta el acento de lo conversado; Sí cómo no, acá somos casi todos costeños. Donde los hombres de bata vino tinto, en la silla número 4, Pedro Cristancho Sotomonte, de cincuenta y tantos, que estudió tres años en el Sena para capacitarse y trabajar allí desde hace diez y ocho, barre con una escoba el lugar donde hace unos veinte minutos quedaba la barba de su cliente; ahora se dispone a pasar la piedra lumbre para cerrarle los poros al hombre nuevo. Pedro, con sus 45 años en el oficio, también ha trabajado en otras barberías, como la desaparecida Peluquería Italiana Enrico que quedaba en el barrio El Lago, y tiene ahora un local en Los Héroes, y que sigue llevando el nombre de su dueño, pero que seguramente no aparece en las páginas amarillas en la sección barberías, sino en peluquerías, porque es más bien la mutación de una barbería en un salón de belleza con sillas modernas. —Esto es un sentador, dice Jorge Hernández, hablando sobre el objeto largo y pesado, color aluminio que tienen encima de la mesa y sobre el cual pasa la cuchilla, sirve para afilar, reitera. “Conde”, como lo llaman, trabaja hace diez años en la barbería del costeño Robles, y dice que para él “esto no es cuestión de estudiar, porque es un arte, el arte de los viejos”. Muchos aprendieron el oficio por esa vía, observando a los viejos; él logró aprenderlo como un arte, tal vez por su marcada inclinación artística, la misma que demuestra cuando toca la percusión en el Grupo Tentación, del cual hace parte. La cosa es así: cuando el Conde del Consulado no está en la barbería tijera en mano, está allá con los dedos en el tambor haciendo tam tum tam sobre el cuero, en vez de raz raz raz sobre pelo.

En Bogotá conviven las barberías de antaño con las peluquerías modernas para satisfacer el gusto de todas las clientelas Esta barbería de ambiente muy cachaco se dá el lujo de contar con reclinomáticas de principios de siglo y lámparas Coleman

Pero además de los barberos, las jóvenes señoritas de bluyín y pelo largo que atienden a los clientes en las mesitas para el manicure y el pedicure, son otra parte importante del negocio. “Es que las manicuristas jóvenes —vestidas todas con la bata del uniforme y bluyín apretado— son las que mueven el negocio”, dice Luis Eduardo Aya, copropietario junto a Luna, del local en el pasaje del Banco Popular. En ese mismo pasaje frente a la barbería Colonial, se encuentra La Barbería y Peluquería Nueva Visión, la única otra barbería que aparece en el directorio telefónico de la ciudad justo debajo de Barbería Sonia y encima de Barbero Juan, pero que por su dotación menos tradicional corresponde también a un híbrido entre una peluquería y una barbería. Mientras los hombres de bata y navaja en mano retocan, cortan, barren y peinan barbas, en las peluquerías bogotanas, otros con tijera, gel, secador de pelo, o esmalte de uñas, hacen su trabajo en los salones de belleza típicos de la ciudad, donde se habla un poco más de reinas, de moda, de farándula, que de política y deportes. —¿Por qué parece haber cada vez menos barberías y más peluquerías? Para Carlos Robles Martínez, como buen costeño, la respuesta se vuelve chiste “La crisis de las barberías viene desde hace rato, por culpa de los hippies, esa gente que dejó de cortarse el pelo y la barba”. Pero más allá del chiste queda la realidad. Las barberías tradicionales se ven amenazadas por los procesos de extinción y selección natural, por ello se mutan y se llenan de mesitas donde niñas monas con lentes de contacto arreglan las uñas de hombres y sobre todo de mujeres. El clima completo de barbería antigua se vuelve un elemento para el lente de la nostalgia, que hace que en estos escenarios se filmen con frecuencia comerciales y escenas

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retrovisor | Julia Londoño Bozzi La barbería tradicional en Bogotá : “Sobrevivimos hasta a los hippies”

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de telenovelas. Los muebles viejos, los ventiladores de techo, el extintor detrás de la caja, las toallas blancas destilando vapor en las bandejas plateadas, son los elementos que pese a convivir con otros más modernos, como el televisor, los bafles, las luces de neón, y hasta las muchachas de batas claras que circulan por ahí o están sentadas en las mesas en medio del salón, hacen que el lugar conserve su toque romántico de barbería de barrio de antaño. Esa visión sepia de las barberías contrasta con el boom de las salas de estéticas, peluquerías y salones de belleza en la ciudad, que en los últimos años ha aumentado a pasos agigantados, Stilo’s, Macho’s, Rizo’s, D’caché, y un sinfín de nombres en spanglish, muchos mal escritos, con apóstrofos incorrectos, nombres propios, Norberto, Liliana, Stella’s, basta agarrar un Germania por la séptima o echarle una ojeada al directorio telefónico, para ratificar la cantidad alarmante de estos sitios que hay para todos los gustos, y de todos los precios, y que pese a la crisis económica del país resultan hoy en día un buen negocio, porque la gente, sea como sea, saca su tiempo y su platica para participar del culto a la belleza. En la lucha por la supervivencia muchas barberías han puesto en duda la pureza de la raza barbera, han debido convertirse en híbridos entre las barberías de antaño y las peluquerías modernas de secadores eléctricos. Ante el peligro de desaparecer por la clientela cada vez más escasa que prefiere al barbero que a su Prestobarba portátil, las barberías han mutado en salones de belleza donde además de política, también se discute de reinas, y donde hay cada vez menos periódicos que revistas Vanidades, en manos de la clientela.

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Pero el verdadero indicador de cómo han permeado el blower y el manicure en las barberías, y la victoria de las peliteñidas sobre los barberos de bata, contra la cual luchan estos establecimientos, solo se dará cuando desde las rimax y no desde las sillas antiguas, el sujeto del diálogo en cuestión sea la reina paisa, y el predicado su año de reinado.

1 · 4 Las salas de estética y las peluquerías contrastan con las viejas barberías que están en extinción 5 Símbolo clásico de las barberías


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televisión Noticias Uno

Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

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Noticias Uno por Andrés Vera Buitrago

Dada la tendencia radical de los colombianos para juzgar lo novedoso en materia televisiva, y más aún informativa, muchos medios de comunicación han sobrevivido y otros, en cambio, murieron en la corte de la opinión pública. Gracias a la Constitución Política, en 1992 surgieron noticieros como QAP, CM& y AM-PM, modelos exitosos de producción independiente de Inravisión. En 1998, con la llegada de la privatización y siempre bajo el arbitrio de la Comisión Nacional de Televisión, Caracol y RCN extendieron sus dominios de la radio a la televisión con productos novedosos y la tecnología exclusiva del Flight Away. Bastaron dos años para que la arcaica estructura de la televisión pública se derrumbara: noticieros con tradición de décadas empezaron a morir, y otros a entrar en estado de agonía, como 24 horas y TV-Hoy. La crisis del Proceso 8000 y la famosa Ley “Martha Catalina” asestaron el golpe de gracia a la televisión pública. Nadie abogaba por ella, y menos en época de recesión. Solo unos pocos como Jorge Barón con su «agüita para mi gente» y Daniel Coronell con NTC, intentaban sobreaguar. Y justamente a comienzos de este año se dio lo que para muchos era inaudito: un super noticiero para transmitir en el Canal Uno, producto de la fusión de NTC y el Noticiero de las Siete, con las figuras más representativas del monopolio televisivo privado en Colombia. Su nombre es Noticias Uno y su apuesta es por la independencia y el rescate de la televisión pública. Todos estaban a la expectativa por la seriedad de María Cristina Uribe y Félix de Bedout, la autoridad deportiva de Hernán Peláez y el encanto de Catalina Aristizábal, una de las mejores presentadoras de la sección Light. Todos bajo la batuta de Daniel Coronell. El valor agregado a este cartel de lujo era el rescate de la investigación y la denuncia con Ignacio Gómez y la crónica humana con Patricia Uribe. Algo poco visto en los noticieros de Ardila Lulle y

¿la red dependiente?

Santodomingo. El noticiero inició trasmisiones más rápido de lo que se pensaba; la innovación no se hizo esperar con un moderno estudio y el recurso de la pestaña informativa para informar más al televidente. Sin duda, Noticias Uno da la pelea de igual a igual con los privados, incluso “chiviándolos” como sucedió con el video de Ingrid Betancourt; y denunciando, como ocurrió con las acusaciones de paramilitarismo al candidato Álvaro Uribe (que atrajeron las consabidas amenazas y obligaron al director a movilizarse con un ejército de escoltas). Pero los resultados, desafortunados, comenzaron a verse. Según la firma brasileña Ibope, hasta hoy, el mayor raiting de Noticias Uno es de 2.6, el día sábado. Muchos ya empezaron a buscar culpables. Coronell y el senador Samuel Moreno Rojas (también accionista) acusan a Inravisión por el poco mantenimiento que presta a una red de 200 antenas repetidoras, de las cuales funciona la mitad, por lo que la señal cubre únicamente el cuarenta por ciento del territorio nacional. Algunos periodistas del noticiero acusan sin duda a la muy pobre programación del Uno y a la distorsión técnica constante que hace imposible mantener fija la mirada en el televisor. Las políticas de la Comisión Nacional de Televisión son muy someras para el verdadero problema que representaba la muerte súbita de los canales públicos, mantenidos en parte por infomerciales, repeticiones, enlatados de bajísima calidad, El Show de las Estrellas, Noticias Uno, CM& y Hora Cero. No obstante, existe la propuesta de la nueva Ministra de Comunicaciones de fusionar los canales A y Uno, para rescatar lo mejor de cada uno y dar una segunda oportunidad a Noticias Uno y así salvar la televisión pública. Lo paradójico del caso es que todos hablan de la Red Independiente, de sus chivas, de sus denuncias e investigaciones, de lo bien que lo hizo el día de la posesión de Uribe (y algunos también cuestionan la sección de Catalina Aristizábal, tan parecida a la que tenía antes, como única fórmula comercial de los noticieros). Pero pueden más los arrastres de las novelas y los realitys de los canales privados que los inocuos intentos de consolidar el Canal Uno para mejorar el posicionamiento del noticiero. Falta esperar si la fusión dará un segundo aire a los noticieros públicos y a los televidentes, que no encuentran otra alternativa periodística como Noticias Uno. Romanticismos aparte, el periodismo independiente se ve sometido una vez más a factores adversos (técnicos y demás) que volatilizan los esfuerzos con la fuerza del temido raiting. 1 Daniel Coronell, director del noticiero 2 Catalina Aristizábal en la farándula, Hernán Peláez en los deportes y María Cristina Uribe y Félix de Bedout en la presentación, conforman el cartel de figuras de Noticias Uno. Fotos tomadas de Control TV

* diva : volante

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libros

La Lectora

La Bogotá negra de Sergio Álvarez El escritor colombiano radicado en Barcelona, ganador recientemente del premio de Novela Negra de Gijón, cumplió con La Lectora su sueño de narrar el submundo del centro de Bogotá, el mismo que ahora estamos viendo en el dramatizado de RCN. En esta entrevista con Directo Bogotá, Santiago Álvarez revela algunas de esas obsesiones literarias que convierten la lectura de La Lectora en una experiencia arrolladora. por Nathalia Salamanca Sarmiento

Un secuestro en el Parque Nacional, una historia que devela misterios, una prostituta enamorada de un taxista que a su vez está enamorado de otra prostituta, drogas, dólares refundidos, calles peligrosas y policías corruptos. Esto no es un breve resumen de las páginas rojas de un diario, ni la selección exhaustiva de la información de algún noticiero. Esto es lo que ocurre después de traspasar la cubierta del libro La Lectora, y devorar sin descanso sus 250 páginas. Esto es responsabilidad única del escritor bogotano, radicado en Barcelona, Sergio Álvarez. En la publicación confluyen calles, carreras, puentes, parques, rumbeaderos, universidades, burdeles, moteles, y un sinnúmero de lugares bogotanos por los que sus personajes se desplazan a diestro y siniestro, sin tener en cuenta la oscuridad de la noche, o la luz encandilante del medio día. “Ninguno de ellos corresponde exactamente a nadie que yo haya conocido”, aclara Álvarez al referirse a sus personajes. “Se nutren del mundo del centro de la ciudad, de sus habitantes, pero son singulares y sólo responden a las necesidades que me planteaba la historia y, en general, la estructura de la novela”. La Lectora, título del libro, muestra su rostro en el momento en que es secuestrada una joven universitaria en el Parque Nacional. Si bien el motivo no es económico ni político, resulta inquietante. “La secuestramos para que nos lea un libro”, estas palabras de Weimar, uno de los dos inexpertos secuestradores, confunden no solo a la protagonista sino al lector. Cada página del Engome, libro que se ve obligada a leer, es

un paso lento hacia la libertad de la lectora. En ese momento, los personajes de la historia parecieran sacudirse el polvo para renacer y comenzar a tejer una telaraña de desamores, intrigas, traiciones, corrupción, drogas y asesinato, todo en el frío marco de la ciudad de Bogotá. Karen, una prostituta que sueña con casarse y Cachorro, un taxista enamorado de otra prostituta de nombre Patricia, lanzan la madeja de la historia cuando se topan, de frente, con un maletín que contiene dos millones de dólares. Aunque estos dos y el resto de los personajes asumen personalidades claras, tanto así que casi parecen alcanzar a tocar el hombro del lector con la punta de sus dedos, Álvarez insiste en que son producto de su imaginación. Claro está que para él, “son más reales que mucha gente que conozco”. El telón de fondo de la historia, tanto de La Lectora como del Engome, puede llegar a ser turbio y asfixiante. La calle 19 y la carrera 10ª a altas horas de la noche, o el Parque Central Bavaria musicalizado con un tiroteo brutal entre policías y narcotraficantes en la madrugada, no prometen en ningún momento una historia rosa en la que la que la pobreza y la riqueza se unen en feliz matrimonio. “Seleccioné el bajo mundo porque es un universo donde las reglas del juego se establecen de forma clara y ello nos lleva a una especie de lucidez vital. En general la vida es así, pero sólo en ese mundo se dicen las cosas de forma tan contundente”, dice Álvarez. “No sé cómo seleccionen los escenarios otros escritores,

* búho : volante

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Hermanos llaneros EFRAÍN y JAIME Dos mentes unidas para solucionar absolutamente todo: Amor, Negocios, Suerte, Hogar, Infidelidad, Impotencia sexual. cortesía populardelujo


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pero yo lo hago con el estómago”. Historias paralelas, varias narraciones que terminan llevando, de una u otra manera, a una misma búsqueda: los dólares. Antónimos que terminan conjugándose: amor y prostitución, narcotráfico y legalidad. Todos se cruzan y se encuentran en un solo lugar: Bogotá. Sus recovecos, sus calles ciegas, sus huecos y sus aceras, sirven para que los pasos de sus personajes y la imaginación del autor se desplacen libres y sin complicaciones, mientras dejan que los acontecimientos sean los que los enreden. Un escritor de tiempo completo De sus 36 años, Álvarez vivió 30 en Bogotá y la mayoría en el centro de la capital. En entrevista vía e-mail con Directo Bogotá, Álvarez aclaró que al comenzar a escribir Engome lo que le interesaba era novelar el bajo mundo del centro de Bogotá. “Vivía por allí y me cruzaba a diario con decenas de personajes impactantes”, dice Álvarez. “Este encuentro diario con una realidad tan compleja fue lo que me convenció de escribir el libro”. Su pasión por la lectura de autores como Homero, Cervantes, Víctor Hugo y Salman Rushdie, entre otros, lo empujó a abandonar la universidad en su primer semestre, y ese mismo impulso lo montó en un avión hace seis años rumbo a España para conseguir vivir y comer de su profesión, que él orgullosamente llama: “Escritor de tiempo completo”. Después de trabajar como guionista de cómics y ser libretista de televisión (en la serie Las Ejecutivas), escribió Mapaná, historia

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juvenil ambientada en la selva, y La última oportunidad, libro de relatos. A finales de 1997 comenzó a escribir el libro. “Era una época de crisis personal y no quería hacer nada que no me gustara mucho”, dice el escritor. “Entonces decidí escribir algo de tono policiaco y arranqué a escribir Engome, que es la novela que da cuerpo a lo que después sería La Lectora”. En el 2001, el suplemento literario del diario español El Mundo escogió a La Lectora como una de las 10 mejores nuevas novelas publicadas en ese país. Posteriormente, con su libro, ganó la primera edición del Premio Silverio Cañada, que se entrega en la ‘Semana Negra de Gijón’, también en España. El galardón premia la mejor primera obra de un escritor en novela negra y busca resaltar a las nuevas promesas de ese género literario en lengua hispana. Mientras vemos por RCN una versión dramatizada de la novela, bastante ajena a la versión original, se traduce La Lectora al italiano y Álvarez se dedica a que su próxima novela se le vaya metiendo en la sangre.

Sergio Álvarez El Parque Nacional, la carrera séptima, la carrera décima, el Parque Central Bavaria son algunos de los escenarios urbanos donde transcurre esta frenética novela. Fotografías de Juan Esteban Duque

6 Carátula del libro

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cine

película Sin Amparo

Los desamparos del cine colombiano

El director de “Confesión a Laura”, un clásico del cine colombiano, vuelve por sus fueros con otro triángulo amoroso en “Sin Amparo”, cinta urbana teñida de humor negro que relata la historia de dos hombres enamorados de la misma mujer, ya muerta. La película, rodada en Bogotá, se encuentra en postproducción para ser estrenada el próximo año. En esta entrevista, Jaime Osorio habla corto de su último trabajo y largo de la situación del cine colombiano, tan azarosa como desafiante. por María Isabel Uribe Palacio

En palabras de Jaime Osorio, Sin Amparo es una película donde un hombre descubre que su mujer tenía un amante, después de que esta ha muerto. Entonces decide matarlo, pero termina conversando con su rival sobre la Amparo que cada uno de ellos conoció. Al final se dan cuenta de que ninguno realmente la conoció y se quedan sin Amparo. La película, que el año pasado mereció el premio Opera Mayor del Ministerio de Cultura, tiene guión original del periodista Yván Beltrán Castilla, y está protagonizada por la venezolana Rudy Rodríguez, Germán Jaramillo (el escritor en La Virgen de los sicarios) y Luis Fernando Hoyos. Además, Sin Amparo fue escogida por el Programa Ibermedia 2001 para recibir un premio de coproducción equivalente a 150 mil dólares. Sin duda, Osorio consiguió el reconocimiento nacional e internacional con su ópera prima Confesión a Laura (1991), que está incluida entre las diez mejores películas colombianas de la última década. Se trata de una película que habla el lenguaje cotidiano de una pareja de vecinos que, por las circunstancias forzosas de un encuentro, pasan juntos la noche del 9 de abril de 1948 en Bogotá. Alegórica puesta en escena de la violencia que se desató desde entonces en Colombia. Después de esta premiada película Osorio fue el productor ejecutivo de La virgen de los sicarios y de Ensalmo, la historia de un francés en Barranquilla. Jaime Osorio es un tipo radical, que se lo ha jugado todo por una manera de ver la vida y de hacer cine sin que los vientos, a favor o en contra, lo hayan hecho cambiar de opinión. Con esos pequeños ojos azules, que se esconden detrás de sus lentes y después de largos silencios y enigmáticos gestos, y de los incesantes movimientos circulares que hace con su bastón —que siempre lo acompaña a causa no de la edad sino de un problema en la cadera—, el director colombiano respondió algunas preguntas a Directo Bogotá.

¿Cómo ve el nivel técnico de las películas colombianas? El nivel de las películas colombianas está directamente ligado a los presupuestos con que se cuenta. Últimamente estamos haciendo muchas películas, más que la década pasada, pero el problema es que, en su mayoría, esas películas son producto de presupuestos muy baratos que no permiten acceder a dolby estéreo, a unas copias de buena calidad. Por eso, en realidad son solo dos o tres las que podemos presentar internacionalmente. Por otro lado, existe ahora la tendencia del cine digital, y pienso que es el cine que vamos a hacer en América Latina, con cámaras pequeñas y con bajos presupuestos. Sin embargo, se tiende a creer, y es una tendencia de los estudiantes, que si uno compra una cámara Sony de tres mil dólares, ahí viene incluido el talento. Eso no es así, lo importante no es la cámara con que se filme, no es si la película es digital, en 35 ó en 16 porque, al fin y al cabo, en una película eso es lo de menos. Para poder hacer películas con estas nuevas tecnologías es necesario que se tengan los conocimientos del cine común y corriente. ¿Usted cree que es necesario contar con un alto presupuesto para lograr películas de excelente factura? No, no, y menos en América Latina. A nosotros nos ha tocado convertir las carencias en propuestas estéticas. Aquí no tenemos efectos especiales poderosos, los carros son costosísimos, no los podemos tirar por los barrancos, es decir, nuestra cultura no es la de los Estados Unidos. Nosotros manejamos sentimientos, emociones, y yo creo que es más un cine de esa naturaleza el que podemos hacer; de más bajos recursos económicos, pero de más altos recursos dramatúrgicos. Mejor eso que las malas copias del

* hombre araña : cartilla para colorear

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Spider-man en busca de su enemigo cortesía populardelujo


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1 Jaime Osorio Fotografía cortesía El Tiempo 2 Sin Amparo una historia de amor rodada en Bogotá será sin duda una de las primicias cinematográficas del próximo año. Fotografías cortesía Jaime Osorio

cine norteamericano. Algunas personas justifican la baja calidad de las películas colombianas diciendo que aquí se hace cine con las uñas... No, hay películas colombianas que han tenido muy bajos presupuestos y que han estado incluso en los Oscares y han accedido a los grandes públicos. Entonces, ese no es el problema. Está también el caso de los iraníes y de las películas chinas que son hechas con presupuestos muy bajos, pero que están ganando en los festivales internacionales porque presentan unas propuestas dramatúrgicas que corresponden, fundamentalmente, a una expresión autóctona y autónoma de cinematografías adscritas a culturas determinadas. ¿Qué políticas tiene el Estado para fomentar el cine colombiano? ¿Hay verdadero apoyo? Realmente es muy poco lo que se logra a través del Estado, sin embargo, las películas que se están haciendo ahora son producto de uno de los pocos premios que se dan. De todas maneras, es gratificante poder rodar con alguna ayuda del Estado, que significa el 30 ó el 40 por ciento de la inversión, pero también se queda por fuera mucha gente talentosa. De todas maneras, está haciendo trámite en el Congreso una Ley de Cine para crear una contribución parafiscal, que se cobrará a exhibidores, distribuidores y productores. De allí saldrían unos cinco mil millones de pesos que irían a un fondo para incentivar la realización cinematográfica de largo, corto y de documental. El proyecto fue firmado el año pasado por el ministro Juan Manuel Santos. Ojalá funcione. ¿Que pasó con Focine? Lo que pasó es que en esa época había otro criterio, había un paternalismo en toda América Latina donde el Estado era el que hacía el cine; lo encargaba a los intelectuales que le interesaban, pero las películas no se vendían. Nosotros tenemos que entender que esto es un arte y al mismo tiempo es una industria y para que se desarrolle tiene que generar sus propios recursos. En ese sentido el Estado debe ser un incentivador de la actividad privada

de los productores cinematográficos y debe incentivarlos en cuanto a taquilla, en cuanto a creatividad, pero no debe asumir la producción. ¿Cómo ve el respaldo del público colombiano a las producciones nacionales? Creo que el público colombiano no solamente respalda las producciones de cine colombiano, sino que también la producción televisiva. Eso se ve en los índices de sintonía de las telenovelas colombianas frente a los enlatados americanos, prende más televisores nuestra imagen, el reconocimiento de nuestra propia realidad. Está el caso de La Vendedora de Rosas o de Pena Máxima, una película que compitió en cartelera con Jurasic Park, y la gente fue a verla. Y eso teniendo en cuenta que son películas con menos publicidad que las americanas. Pero los colombianos seguirán viendo su cine para reconocerse culturalmente. ¿Cuáles son los problemas más frecuentes que se presentan en este país cuando se va a realizar una película, además de la falta de presupuesto? No tenemos problemas grandes, tenemos una infraestructura que puede responder, y ya lo demostró Barbet Shroeder con La virgen de los sicarios. Es decir, la infraestructura técnica, la capacidad instalada y el profesionalismo de nuestros técnicos están al nivel de cualquier cinematografía del mundo, incluso tenemos más facilidades porque aquí la gente presta las cosas. Tú vas a Italia y pones una cámara en el piso y las alcaldías te cobran cinco mil dólares por el llamado derecho a piso. Aquí no, tú vas a cualquier parte y la gente te colabora, consigues extras, es increíble... Sí hay algunos sitios como Villa de Leyva o Cartagena donde la negrita quiere que le pagues, pero ese hábito lo crearon los realizadores extranjeros. ¿Usted cree que los medios son los responsables del éxito comercial de las películas? De alguna manera el afán de los medios de hacernos críticas sobre las películas desfavorece al cine nacional porque hay que ver con qué benevolencia nuestros críticos tratan a las películas extranjeras; pero cuando se trata de una película colombiana la despedazan, y generalmente esas críticas salen antes de que se 33


cine | María Isabel Uribe Palacio Los desamparos del cine colombiano

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1 · 2 Escenas de la película Sin Amparo protagonizada por Germán Jaramillo, Rudy Rodríguez y Luis Fernando Hoyos

presente la película, por ese afán de la chiva. A muchas películas las han matado antes de que el público tenga la oportunidad de verlas. Diría que se pueden contar con los dedos de una mano, y me sobran dedos, los buenos críticos en Colombia. ¿Por qué la gente prefiere salir del país para estudiar cine y dirección, ¿Qué pasa aquí con la preparación de los estudiantes? Lo que pasa es que las universidades no han asumido el cine como lo que es: como un arte que está entrelazado con una industria, entonces en las facultades de cine es muy poco lo que se enseña. Primero, porque no tienen la infraestructura para hacer cine, entonces los estudiantes aprenden muchas cosas teóricas pero pocas prácticas; segundo, porque la estructura académica no es adecuada. Por ejemplo, como en la Universidad Nacional los profesores tienen que tener un rango, se contratan docentes de la misma universidad, pero de otras áreas, que escasamente han hecho un curso de cine. Es muy difícil que en un esquema de estos prospere una facultad que necesita gente comprometida con la producción de cine, son muy pocos lo profesores que han hecho una película. ¿Qué opinión tiene usted sobre las coproducciones que han salido del G3 (México, Colombia y Venezuela)? Hasta ahora estas películas no han tenido una aceptación masiva del público, pero creo que no se debe a la estructura de financiación, sino más bien por las temáticas y porque ha primado el criterio de hacer la película con actores de los tres países. Esa camisa de fuerza no funciona muy bien, a pesar de que se dispone de tres mercados. ¿Qué piensa de la película La Virgen de los Sicarios, en la que usted trabajó como coproductor? Yo creo que La Virgen de los Sicarios es una película que se quiere o se odia, porque está enfrentando un problema de una falsa moral que tiene nuestra sociedad, y el cine se hace precisamente para subvertir el orden. Todo el mundo sabe que aquí hay una virgen a la que los sicarios van y le rezan, que las mamás también le rezan para que el hijo tenga buena puntería, todo eso lo conocemos y lo leemos, pero cuando tú lo muestras en un país pacato, que además se resiste a mostrar sus cosas malas en el exterior, eso produce rechazo.

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¿Qué perspectivas le ve al cine colombiano? Yo creo que las perspectivas del cine colombiano están muy ligadas a las perspectivas del desarrollo de nuestra nacionalidad, de nuestra economía y de nuestra política; este país cada vez se está poniendo más difícil, y todo esto afecta naturalmente a la creación, sobre todo a la creación cinematográfica que necesita billete. A propósito del Festival de Cine de Bogotá ¿cuál cree que es su aporte al cine colombiano? Cualquier festival y cualquier muestra cinematográfica que se haga en el país, en particular eventos como el Festival de Cartagena o el Festival de Bogotá, aportan al conocimiento del cine latinoamericano, sin embargo, en estos eventos no hay una buena experiencia y algunas veces más que aportar se crean dificultades porque el Festival de Bogotá, pese a su tradición, todavía es muy desorganizado y no deja una buena imagen de país. ¿Con qué criterio se premian las películas? Se supone que el Festival de Bogotá está especializado en óperas primas, pero esto no se tiene mucho en cuenta; yo veo que el criterio siempre es diferente y depende de la formación que tengan los jurados: si es una formación dramatúrgica, si es una formación actoral o si es una formación literaria. Todo concurso tiene de por sí una dinámica que corresponde al jurado que se elija. El trabajo y la constancia o el talento; ¿por cuál se inclina? Por el trabajo y la constancia. Mira, yo tenía aquí un guionista el berraco, no hizo una carrera, nada, las ideas le venían solitas, pero en un año vino dos o tres veces, ¿sabes por qué? Porque le gusta más el basuco que esto, y entonces, ¿para qué le sirve el talento?


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Dto. Bogotá | número 01 · octubre - diciembre 2002

radio

La radio universitaria

Una mezcla extraña Entre la innovación y el tradicionalismo, la identidad forzada y la ausencia de legislación, la radio universitaria se va abriendo camino. El autor de esta columna, comunicador, profesor y experto en radio, nos habla de los pasos que hace falta andar en el futuro cercano. por Gabriel Gómez M.

Mezcla extraña de innovación y de tradicionalismo. Así es la radio que se produce en las universidades de Bogotá, y casi podríamos decir que en todas las del país. Encontramos desde la radio con sentido, hasta el buen hábito de la buena radio, pasando por la oferta iberoamericanista, para terminar en una nueva forma de hacer radio. Señales de frecuencia modulada provienen de la Javeriana, la Nacional, la Distrital y la Tadeo, con perfiles que van desde la expresión académica y la tradicional radio cultural, que podríamos asimilar a la conocida oferta para la inmensa minoría hasta franjas de música pop de protesta latinoamericana y biorritmos, que parecen marchar con su propio compás. El concepto de radio universitaria hay que construirlo, primero, porque no existe en la legislación y, segundo, porque en el quehacer de las diferentes estaciones no es fácil encontrar puntos de convergencia. El principal elemento de identificación debería ser la expresión de la vida universitaria. Si la universidad tiene por fines la docencia, la investigación y la extensión, uno esperaría que una emisora universitaria fuera un instrumento de extensión y a través de ella se pusiera en oídos de las audiencias los avances investigativos y la vida académica. Pero por otro lado la radio, así sea universitaria, hace parte de una industria que cada día se globaliza más y mejor y, por supuesto, no solo se extiende por todo el planeta sino que llega y expresa, aunque suene a verdad de Perogrullo, a audiencias que tienen ubicación local. La radio es el mundo de lo glocal en su expresión mediática más nítida. En Bogotá tenemos dos estaciones con licencia comercial —Javeriana y Tadeo— y dos con licencia de interés público —Nacional y Distrital— pero no es en este punto en donde encontramos las diferencias. Es en la programación que se ofrece y en la forma de producirla. Mientras Javeriana Estéreo produce con estudiantes y presenta desniveles fuertes en la calidad y estilo de las voces que la identifican, la HJUT, de la Tadeo, es producida solo por profesionales que representan lo mejor del estilo clásico de la radio llamada cultural (léase expresión de la alta cultura que simbolizó a la BBC). Por otro lado, encontramos una cierta improvisación en las voces y la producción de la HJUD, LAUD Estéreo, en un esfuerzo por clonar la radio juvenil comercial, pero sin definirse entre el pop latino y el pop social setenta y ochentero. Sin duda la propuesta más elaborada, aunque todavía en proceso de ser realizada en toda su plenitud, es la de la HJUN, de la Universidad Nacional. Es la emisora que se acerca mejor a ser expresión de la universidad, no solo por la variedad de géneros que componen su programación, sino por el esfuerzo de lograr que sea la misma comunidad universitaria la que realice los programas, pero sin ceder a la tentación de la improvisación en la producción y la estética radiales. Los formatos son también variados. Renovada presencia del dramatizado, esfuerzo por cruzar la educación como un tema trasversal y presencia de lo informativo en todos los espacios, no solo en los que tradicionalmente responden a este género (noticieros). Hay oferta para todos los gustos y programas que se dirigen a audiencias minoritarias pero importantes para la emisora, así como franjas que llegan a grandes grupos tanto de jóvenes (hay que oírla un viernes después de las cinco de la tarde) como de adultos. Por último, hay que mencionar el esfuerzo por encontrar en el conocimiento de las audiencias el norte que debe guiar a toda propuesta radial. Se hace radio para que nos escuchen: grandes grupos o selectos grupos, pero siempre grupos bien perfilados y estudiados.

* radio

Tomado de la Revista Semana · enero 30 de 1956

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comic

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