Número 15 Noviembre-diciembre 2006 Facultad de Comunicación y Lenguaje Distribución gratuita
Lucha Libre Los enmascarados, herederos de una tradición que comenzó en Bogotá en los años 50, intentan revivir este espectáculo en el Coliseo El Campín
Foto
[ ensayo
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Jennifer Montenegro / Del tren de La Sabana...
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Asesor editorial Mario Morales
Una vuelta con un cabeza rapada
en Bogotá" El círculo vicioso de la vivienda popular Manos a la casa en Altos de Cazucá El kiosko por casa Casas de Villa del Río en alerta
Impresión Javegraf
30]
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* patriMonio San Diego, de la Santa Fe colonial a la metrópoli
^ 33] Homenaje Un cementerio para espantar el miedo
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45]
* patriMonio
49]
La última imprenta de plomo
Cultura
De: México Para: Bogotá
** * 51] )TEATRO
La segunda función
54] Música
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Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono 3 20 83 20, ext 4587 Fax 3 20 83 20, ext 4576 Escríbanos: directobogota@gmail.com y maryluz.vallejo@javeriana.edu.co
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Director del Departamento de Comunicación Antonio Roveda
((
Decana del Medio Universitario Doris Réniz C.
Tan difícil como respirar
Un Busto para cuatro Bustos
)
27]
(( Salud
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41] [DIVINO rostro ]
)
[ ] esta * ciónCENTRAL
14] Especial "Vivienda impopular
Corrección de estilo Gustavo Patiño Díaz gustavo_patino_diaz@yahoo.com
Directora de la Carrera de Comunicación Social Patricia Bernal
Carlos Mayolo: Sangre de tu carne
Salomé, "santa" devoción
Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com
Decano Académico Jürgen Horlbeck B.
36] entreVISTA
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Fotografía Andrés de La Cuadra, Christian Granados, Natalia Abadía, Juan Arenas, Natalia Herrera, Mónica Moreno, Jenniffer Montenegro, Nashry Zahgui, Esperanza Santamaría.
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)
Fotografía de portada y contraportada Christian Granados
04] Batalla campal en el Campín
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Reporteros en esta edición Natalia Abadía, Lina Vargas, Juan Arenas, Lina Medina, Esperanza Santamaría, Jennifer Bonilla, Pedro Borja, Natalia Herrera, Christian Granados, Melissa Serrato, Julio De la Hoz, Carlos Andrés Rodríguez, María Camila Peña, Karen Kante, Leonardo González, Nashry Zahgui.
Opinión en cápsulas
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Asistente editorial Melissa Serrato
* sueltos Cabos
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02]
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Directora Maryluz Vallejo
Huevoatómico en el Hilton
}}
Pontificia Universidad Javeriana Carrera de Comunicación Social
56] (*) libroS
Bogotá bizarra a tres voces
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ARCHIVO DE PRENSA (no hay noticias nuevas sobre Bogotá) "Los rateros han dado cuenta de las tapas metálicas del alcantarillado urbano de Bogotá. El ciudadano encuentra a cada 20 pasos un hoyo circular" (La Razón, 30 de marzo de 1940).
{Ciencia ficción
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El fallo del jurado de la X Bienal de Arquitecturade Venecia que otorgó a Bogotá el premio León de Oro, por encima de otras 16 ciudades del planeta menos dotadas, no deja dudas. Dice el jurado que en los últimos díez años aquí se logró la meta de "menos automóviles, más espacio público y recursos para los ciudadanos". Y nosotros creyendo que el parque automotor se había multiplicado (en parte por culpa del pico y placa que estimuló las ventas), que la ciudad es un eterno trancón y la movilidad, un desastre. Añade el fallo que Bogotá ofrece "una solución ejemplar a los problemas de viabilidad con caFotografía de Andrés Eduardo Díaz B.. Primer premio Fotomatón 2006 lles estéticamente agradables y realizables desde el punto de vista económico, además de favorecer la integración social". Nosotros, los muy subdesarrollados, creíamos en cambio que los huecos y abismos de las calles capitalinas afeaban el aspecto y nos afectaban los riñones. Cierra el veredicto luego de interminables halagos diciendo que el premio fue otorgado a la ciudad más inteligente, que mira el futuro seriamente. Y no dice, una de las más, sino como repetiría una protagonista de novela, "La más" inteligente….De pronto el jurado integrado por iraníes, italianos e ingleses se confundió con el Festival de Cine de Venecia —la otra ciudad inundada— y otorgó el premio a la categoría de ciencia ficción. Mario Morales morales.m@javeriana.edu.co
* su Cabos
{Crónicas bogotanas al viento Como abreboca a 'Bogotá, Capital Mundial del Libro 2007', el programa 'Libro al Viento', del IDCT, presentó su último título: Radiografía del Divino niño, una antología de crónicas realizada por Roberto Pubiano Vargas, con piezas de los últimos veinte años que retratan a la Bogotá que late en los barrios pueblerinos. En la crónica que da título al libro, de Óscar Emilio Bustos (véase el perfil en esta edición) pervive una devoción de 70 años en aroma de chocolate. Y de cuatro plazas de mercado —Las Nieves, Las Cruces, Paloquemao y Restrepo— Antonio Morales atrapa sus olores, sabores y personajes. Recorremos el centenario pasaje Hernández y la plaza España con su venta de ropa de segunda. Y seguimos los
pasos tímidos de Alfredo Molano, metido a vendedor ambulante durante 100 horas, al estilo Soho. Eduardo Arias, Antonio Caballero y Gonzalo Mallarino dan sus visiones muy personales y cotidianas de la ciudad donde nacieron. Al final conmueve la crónica del periodista de El Espacio Ricardo Rondón sobre las modistas de Ciudad Bolívar, que por primera vez participaron en un fashion". Desde el aniversario de los 400 años de Bogotá, en 1938, cuando Nicolás Bayona Posada publicó El alma de Bogotá, no se editaba una antología de este género. Maryluz Vallejo M. maryluz.vallejo@javeriana.edu.co
{"La cuadra picha" Quienes viven al sur de Bogotá, seguramente han transitado por la avenida Primero de Mayo con avenida Boyacá y han experimentado el calor humano que tienen los "fortachones" de seguridad de los bares con todo posible cliente. Allí usted es literalmente raptado y disputado por varios "jaladores" —esto es, que lo jalan— para que entre a un antro, con luces de neón, que anuncian como un bar. Mientras usted intenta quitárselos con un "no, gracias", le mencionan la variedad de tragos que tienen, el valor de una cerveza y hasta la música que ponen. Si logra zafarse de los gorilas, usted se dará cuenta de que el sector conocido como "la cuadra picha", tiene cerca de 50 bares de todos los tipos, por lo que la calle está llena de estos personajes, y pasar al otro lado, al centro comercial, resulta casi una odisea. Un "mami, princesa, muñeca, reina, linda" son las expresiones más escuchadas. Para ellos, una niña desde los 15 años hasta un señor que medianamente pueda sostenerse son clientes potenciales. En ese lugar reina la inclusión social.
En Bogotá nos siguen vendiendo el discurso de la democratización de la cultura cuando los montajes teatrales más publicitados resultan inalcanzables para la mayoría del público. Y mientras algunos teatros, como La Carrera, La Mama o el Libre, ofrecen —a pesar de los escasísimos recursos estatales— montajes de buena calidad desde $4.000 o, incluso, gratuitos, otros que gozan de patrocinios y aportes del sector privado y estatal cobran aproximadamente $30.000 en las obras "ordinarias" y más de $100.000 en los espectáculos de mayor envergadura, como el montaje del Teatro la Castellana, Cabaret. Convendría que todas las salas concertadas del Ministerio de Cultura compensen a los contribuyentes con entradas asequibles, que quepan en la canasta familiar. Por otra parte, el público que acompaña los festivales internacionales y eventos multitudinarios se debe cultivar. Ojalá siguieran el ejemplo de los las salas de cine, que bajaron los precios de las boletas. O de Misi, que con el apoyo de la empresa privada regala el desfile de Navidad a la ciudad.
Esperanza Santamaría
Natalia Morales H.
santamaria.e@javeriana.edu.co
natimohe22@gmaill.com
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ueltos
{Teatro en la canasta familiar
Cementerio Central. Foto de Natalia Herrera
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Batalla campal en
El Campín
Texto: Christian C. Granados Christiamg9@hotmail.com
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'El Cuervo' en ensayo. Foto de Andrés de La Cuadra.
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Es jueves 21 de septiembre de una noche despejada y fría. Las personas que pasan caminando frente a El Campín, se encuentran con un gran pendón azul, donde las máscaras de 'El Cuervo', 'Sagitario', 'Dick Misterio' y 'Orión' contrastan con llamativas letras que anuncian: "Todos los jueves a las 7:00 p. m. lucha libre". La afición, que no distingue sexo, ni raza, ni edad, espera ansiosa en la fila. Allí se encuentra Andrés Acero, de 21 años de edad, estudiante de la Escuela de Ingeniería. "Siempre he visto las peleas de la WWF (World Wrestling Federation), y me encantan, me alegra mucho que en Bogotá se le esté dando espacio a esta práctica deportiva", afirma. Pero Daniel López, quien recuerda haber asistido a las últimas peleas a comienzos de los años noventa en el coliseo La Arena (en la calle 22 con la avenida Caracas), aclara que no se trata de ningún deporte,
++++++++++ ++++++++++ ++++++++++ ++++++++++ A mediados de los años cincuenta, con el ++++++++++ auge del cine y la música mexicana, llegó a ++++++++++ ++++++++++ Bogotá la lucha libre, espectáculo de ++++++++++ ++++++++++ legendarios enmascarados, como 'El Tigre ++++++++++ de Colombia', 'Rayo de Plata', 'Jaguar de ++++++++++ ++++++++++ Colombia', 'Henry London', 'El Siniestro' y ++++++++++ 'Rasputín'. Sus herederos intentan revivir la ++++++++++ ++++++++++ afición en el coliseo El Campín, donde se ++++++++++ presentaron en varias temporadas este año. ++++++++++ ++++++++++ ++++++++++ ++++++++++ ++++++++++
sino de un espectáculo: "Una lucha entre el bien y el mal, donde las peleas son simuladas". Una vez adentro, y con la fanaticada en su sitio, suena la campana y sale 'Sagitario'. "El hombre está endiablado y busca a su contrincante, 'Dick Misterio', que se hace esperar. Pero, ¡qué vemos, señoras y señores!, 'Dick Misterio' se ha decidido a darle la batalla al gran 'Sagitario'". El árbitro los pone frente a frente, les explica las reglas. "¿Qué pasa?, 'Sagitario' ha tomado la delantera aplicándole una patada voladora, y no le basta con eso: le va aplicar un suplex. Señoras y señores, 'Sagitario' está imparable, le hace una plancha y lo tiene tendido en la lona. Uno..., dos…", hace el conteo regresivo César Augusto Pérez, un hombre de baja estatura, contextura gruesa, pelo negro y traje marrón, locutor radial metido en el ambiente de la lucha libre desde hace cuatro años como narrador.
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La gente grita poseída por la adrenalina que inyectan la música y las luces: "Lucha, lucha, lucha… / Ha regresado la lucha / vengan todos a vivirla / con enigmáticas máscaras / personajes siniestros / arriesgando sus vidas / el bien y el mal encarnado / un cuadrilátero / luchas extremas / sed de venganza / acción sin límites / fuego contra fuego / todo esto es lucha / ha regresado la lucha / grandes y chicos a lucha / vengan todos a lucha…". Con este himno comienza el espectáculo; luego, se escucha el Himno de Colombia y, por último, el sorteo para decidir la salida de los guerreros. Primero se da un combate de todos contra todos o batalla campal: entran 'El Cuervo' y 'El Verdugo'; luego 'Tony Guerrero', después 'Chucky', al cual sigue 'El Troyano'. La arena está llena: 15 enmascarados dan rienda suelta a sus mejores golpes: la estrella, la hélice, la tapatía, los ganchos y los rodillazos. Los gritos son cada vez mayores, unos vociferan: "Tú puedes, 'Chucky', dale duro"; otros: "Así se hace, 'Comando'", y no falta el aficionado que le expresa todo su cariño al ídolo: "Tú eres mi héroe, 'Sagitario'". Entre exclamaciones, patadas y acrobacias comienza la lucha de parejas. Cada combate dura 15 minutos, durante los cuales los enmascarados exhiben sus llaves y técnicas, que refuerzan con lo que encuentran: las puntas de los cuadriláteros, sillas, látigos y hasta palos, con tal de vencer a sus contrincantes.
Todas las formas de lucha En el primer combate se enfrentan 'Fishman' y 'El Monje Rebelde'. Este último aplica un candado a Fishman, pero a pesar de que 'El Monje' es más corpulento y haya empezado con una pequeña ventaja, 'Fishman' es el gran vencedor. Después de tres combates —'Tony Guerrero' contra 'El Espartaco', 'Orión' contra 'Halcón 2' y 'El Comando' contra 'Darkman', se realiza otra pequeña batalla campal. La gente no cesa de gritar por sus preferidos agitando vistosas carteleras. El público de las primeras filas se para en las sillas cuando los luchadores se salen del ring. Y los en-
mascarados aprovechan para involucrar al emotivo público en sus combates. "La lucha es una pasión para mí", dice uno de los asistentes; "este es mi deseo frustrado", menciona otro. "Me da terror ver a estos hombres golpearse, pero a la vez me gusta", dice entre risas una de las asistentes. "Uno, dos y…, Dios mío, se levanta 'Dick Misterio'… definitivamente este luchador salió a darle la guerra a 'Sagitario'; vamos a ver con qué acrobacia se repone 'Dick', señoras y señores… Pero, qué hace, se está montando en las cuerdas, pareciera que le va aplicar una quebradora y, efectivamente, ¡'Dick' lo hace! Qué maravilla como se recupera este luchador, le manda un puñetazo, pero 'Sagitario' lo esquiva… ¡Dios, qué grandes son estos luchadores! Algo está preparando 'Sagitario', que le quiere hacer una embestida al pobre 'Dick', ¿que será?...". Vuelve la voz cantante que mantiene la euforia del público. 'Sagitario', quien oculta su verdadero nombre, mide 1,68 metros y es de cuerpo robusto; lleva una máscara negra con una franja roja y blanca sobre los ojos, un pantalón de licra negro y unas botas blancas con una lista roja en la parte superior. Detrás de este atuendo se esconde un hombre de 28 años, casado y con dos hijas, hijo de 'Rasputín', uno de los más grandes luchadores de los años sesenta en nuestro país. Y es que 'Rasputín' siguió invicto —como luchador y entrenador— hasta los setenta, década dorada de la lucha libre en Bogotá, con tres empresas dedicadas a su promoción. Era el programa familiar de todos los sábados, y plazas como La Santamaría, el Palacio Deportivo, los coliseos La Sevillana, La Arena, El Salitre, El Campín y El Policarpo se convirtieron en los lugares predilectos de los aficionados. Pero a comienzos de los años noventa comenzó el declive de esta tradición popular y sólo hasta ahora se intenta revivir, gracias a los veteranos entrenadores 'Rasputín' y 'Siniestro'. "La lucha libre es un deporte rudo para hombres nobles, y mi familia siempre ha tenido que ver con él; desde pequeño acompañaba a mi padre a sus combates y entrenamientos —apunta 'Sagitario'—. Claro que el combate se da sólo en el ring, pues abajo de la lona todos somos conocidos, con una afición en común; la lucha es un deporte como cualquier otro y somos muy profesionales y entregados a la disciplina". Este es el 'Sagitario' carnal, un hombre que como cualquier otro se levanta temprano para ir a su
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trabajo de locutor radial, del cual saca tiempo para los entrenamientos, y los jueves, al caer la noche, se pone el antifaz y se transforma en el ídolo de muchos: "La máscara, la trusa y las botas, no necesito nada más para pelear", dice con orgullo.
16 enmascarados sueltos
Esta nueva generación está conformada por 16 luchadores, ocho del equipo de los técnicos y ocho de los rudos, quienes conforman la Liga de Lucha Libre Colombiana (WAT). Cuenta con algunos patrocinios privados, y el coliseo El Campín presta sus instalaciones para los entrenamientos de lunes a miércoles después de las siete de la noche.
"¡Dios mío, 'Dick' se está montando en las cuerdas!… Al parecer le va hacer una planchada… Se tira, pero 'Sagitario' se ha corrido. ¡Pobre 'Dick', el golpe que se habrá dado… No, no no, están sacando humo del ring estos luchadores; ahora 'Sagitario' lo ha tomado y le está haciendo la infalible planchada de ranita. ¡Qué dolor debe estar sintiendo el señor 'Misterio' no da más, qué dolor, querido público, qué dolor! Ahora lo tienen contra la lona. Uno, dos y… tres… Señoras y señores, 'Sagitario' ha sido el gran vencedor de este increíble combate. ¡Qué grandes luchadores, qué increíble despedida para este encuentro de lucha, lo que se vivió hoy fue único, señoras y señores, que despliegue de técnicas, golpes y acrobacias; esto es lo que yo llamo un gran espectáculo de lucha libre!". Con estas palabras despide el espectáculo César Augusto Pérez, quien a sus 36 años siente una pasión infinita por la lucha libre. "Cuando tenía siete años, en uno de los reportajes sobre lucha libre de Estados Unidos y de México que pasaban en el Noticiero 24 Horas, vi a 'Santos', 'El Enmascarado de Plata', volando en cámara lenta; la verdad, no lo podía creer… En un principio mis papás no me apoyaban, sobre todo mi mamá, pues ella se preocupaba cuando llegaba a la casa lleno de morados", cuenta el narrador. Dejó de practicar la lucha debido al estudio, al trabajo y a su familia, pero siempre buscaba la forma de vincularse. "Estudié locución y producción de radio y televisión en el Colegio Superior de Telecomunicaciones, y una vez nos pusieron a hacer una nota y yo escogí la lucha libre, aprovechando que se estaban realizando nuevamente presentaciones de lucha, eso fue más o menos en el 86, y desde entonces he estado intentando aprender más cada día".
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"Efectivamente, le hace una emboscada a 'Dick Misterio'; este 'Sagitario' no es de fiar, hay que tenerle cuidado, pero 'Dick' no quiere ceder. Uno, dos, y… no llega a tres el conteo, señoras y señores, estos dos luchadores están imparables… 'Dick' está tratando de reponerse de los fuertes golpes que le ha dado 'Sagitario', parece estar muy agotado, lo tira contra las cuerdas y le manda una patada voladora, pero se la ha esquivado, 'Dick Misterio' está recuperándose, lo coge y le hace un candado al cuello, 'Sagitario' está suplican… ¡Qué es esto, se han volteado los papeles! Ahora es 'Dick' quien tiene el mando del combate. ¡Señoras y señores, esto está de infarto!, se ve la técnica y la preparación de la nueva generación de la lucha libre en Colombia…".
Del aforo de los jueves se entregan entre tres y cuatro millones de pesos al coliseo, y el resto se destina al pago de los luchadores y de los organizadores. Por ser reciente el resurgimiento de este deporte, todavía no se presentan grandes apuestas ni se mueven cifras millonarias.
Desea escribir un manual serio sobre la lucha, para explicar las técnicas, las reglas y hablar de su historia. "Este es un espectáculo grande, me gustaría poder vivir de él, dedicármele ciento por ciento. Ha tenido dificultades para arraigar en Colombia, temporadas de altas y bajas, pero en el 2006 ha logrado un gran ascenso y hay que seguir impulsándolo para que podamos cumplir nuestro sueño de vivir algún día de este magnifico deporte", concluye.
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Una vuelta con un
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Lina María Vargas Linavargas41@hotmail.com
Fotos cortesía de la RASH
Cabeza Rapada
La RASH (Red and Anarchist Skinheads), una organización de cabezas rapadas que promulga la unión entre el socialismo y el anarquismo, y que nació en Inglaterra hace 40 años, se mantiene vigente en la movida musical y política bogotana. Camilo, uno de los miembros de esta tribu urbana, nos acompaña a dar una vuelta por el mundo del skin.
El encuentro
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Cuando un grupo de 30 jóvenes vestidos con pantalones entubados, chaquetas abultadas, tirantas y botas lustradas se pasea en medio de la noche por Bogotá, produce uno que otro susto. Mientras mayor sea la ignorancia del espectador de esta escena, mayor va a ser su miedo. Algunos exclamarán con cara de reproche: "¡Lo que nos faltaba, nazis!". Otros cruzarán la calle con paso acelerado. Los 30 cabezas rapadas o skinheads, apenas si se dan cuenta de las miradas que provocan. Ya están acostumbrados, incluso no les desagrada que los observen, pues parte del espíritu del skinhead
consiste en llamar la atención, en no quedarse callados, en expresar la inconformidad con sus botas, sus tirantas y sus rostros. El grupo camina con paso firme por las congestionadas carreras 15 o séptima. Aunque es compacto, se divide en grupos más pequeños. Algunos van hablando, otros se ríen. Dan la impresión de ser un batallón. Si quieren cruzar la calle, lo hacen. No son ellos los que deben parar, son los carros los que se detienen. Al verlos, no supe a quién entrevistar. Previamente había mantenido contacto a través de cartas y llamadas telefónicas, pero esa noche sólo me habían dado una dirección. Llegué a un billar, en la zona
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rosa, donde se encontraba "la cúpula" de la organización Red and Anarchist Skinheads (RASH), sede Bogotá. En el billar, lleno de hombres que poco o nada tenían que ver con la movida skin, había cerca de diez cabezas rapadas. Uno de ellos, Camilo, accedió a la entrevista. Camilo Rivero es bogotano, tiene 23 años y pertenece a la RASH desde hace cinco. Su cabeza no está absolutamente rapada. La noche que lo entrevisté tenía una chaqueta negra a la que había adherido parches y botones que lo identificaban como miembro de la organización, así como botas negras de cordones rojos y un piercing en el labio inferior. Camilo no es tan alto como otros skin que estaban allí, y su delgadez engaña porque para entrar a la RASH hay que someterse a duras pruebas físicas.
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Estas pruebas suponen labores de inteligencia y acción directa contra los llamados boneheads o neonazis. Los boneheads son falsos skin que adhieren a ideologías de derecha, creen en la supremacía de la raza blanca y son partidarios del nacionalsocialismo. Bonehead significa "cabeza hueca" y son los principales enemigos de grupos como la RASH. No existe nada más opuesto al verdadero skinhead que el fascismo y el racismo; sin embargo, los medios de comunicación han creado la falsa imagen del cabeza rapada nazi. Camilo habla pausado y piensa lo que va a decir. Hay cierta información reservada. Aunque, según él, la actitud de su familia con respecto a su participación en la RASH fue pasiva y tolerante, no pueden enterarse de todo. De hecho, cuando uno de los miembros quiere salirse de la organización tiene libertad para hacerlo, pero debe prometer guardar silencio sobre lo que vio y aprendió.
La RASH
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La organización de skinheads rojos y anarquistas comenzó en Bogotá hacia mediados de los años noventa. Un grupo de amigos, entre los que se encontraba 'Faro', el líder de la RASH, resolvió formar un movimiento juvenil que se comprometiera con la lucha por una sociedad más justa. Estos jóvenes, que compartían gustos musicales y políticos, decidieron que la organización que tenía mayor afinidad con su causa era la RASH, fundada en Nueva York, pocos años atrás. En ese proceso de creación, RASH Bogotá se relacionó con otros grupos como la REA (Rechazo a la Explotación Animal) y algunas organizaciones antifascistas.
Desde ese entonces, la RASH se diferenció de movimientos skinheads apolíticos, a los que consideró conformistas y apartados de la condición obrera. Sin embargo, la fuerte ideología socialista y anarquista de la RASH le ha traído críticas. Los llamados cabezas rapadas tradicionales, inspirados en el movimiento creado en Inglaterra a finales de los años sesenta, aseguran que el "Espíritu del Skin del 69" consiste en divertirse, en bailar más duro que el resto, en conformar una barra brava, en usar botas Dr. Martens, pero, sobre todo, en sentirse orgulloso de ser calvo y de ser antirracista. El skin tradicional no tenía un compromiso político. Algunos siguieron por esa línea apolítica, otros, como la RASH, se vincularon a las ideas de los red skins franceses, quienes a ese espíritu de diversión le sumaron la participación política. Actualmente, existen miembros de la RASH en todo el mundo. En Colombia hay secciones en Bogotá, Cali, Ibagué y Medellín.
conformado por cerca de diez hombres (los que estaban en el billar), que son quienes toman las decisiones, pues tienen experiencia y mayor conocimiento e instrucción política. Camilo hace parte de ese selecto grupo. Según él, se pueden considerar líderes en la medida en que sirven de ejemplo. Como llevan más tiempo comprometidos con la organización, su deber es impartir ese conocimiento a los novatos. Sin embargo, todos tienen una función, todos participan. Al respecto, Camilo dice: "Somos amigos, somos compañeros. Cuando vamos a tomar decisiones o vamos a organizar algo, tienen que estar todos. No es que la decisión la tomen sólo unos". La RASH tiene todo un sistema de selección de los aspirantes que se conoce como premilitancia. Se aplica una serie de pruebas y se analiza la personalidad del candidato y sus propuestas. Si aprueba y demuestra su compatibilidad con el grupo, se le empiezan a inculcar tesis políticas y se le asignan labores menores. Lo que se busca es que al final de este proceso el que ingresó se convierta en un militante completo. Cada mes se presentan cerca de 10 jóvenes de todas las clase sociales. Por lo general son estudiantes. Al recordar sus inicios en la RASH, Camilo cuenta: "Cuando decidí entrar hubo afinidades políticas y musicales. Tanto la instrucción política y la voluntad de trabajar, como los gustos musicales y los compañeros se convierten en motivos para unirse".
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"El verdadero skinhead viene de la clase obrera y eso le da un compromiso y una vinculación con lo político. En cuanto a los grupos que dicen que eso es mentira, en RASH creemos que son ellos los equivocados", aclara Camilo, para quien ser skinhead significa tener una actitud frente a la vida, despertarse cada mañana y saber que se tiene algo por qué luchar, no vivir como una persona mecánica que solamente va al trabajo. A pesar de que comparte gustos musicales con el skin tradicional, como el ska, el reggae y el oi!, para el RASH la música es más un instrumento para impartir un mensaje que una forma de diversión.
El compromiso La RASH Bogotá tiene una estructura de partido. Sus cerca de 60 miembros están divididos en comités: organización, finanzas y propaganda. Aunque descentralizada, la organización tiene un núcleo
La edad de ingreso a la RASH Bogotá varía entre los 20 y los 23 años. Dentro del grupo se mantiene ese promedio, nadie pasa de los 30. Camilo tenía un amigo que era ya militante y que vio en él a un buen cuadro político, así que lo presentó. Luego de pasar las pruebas, Camilo ingresó a la RASH a los 18 años, cuando aún estaba en el colegio; hoy estudia economía en la Universidad Nacional. Alrededor del mundo existen skinheads de 40 o 50 años de edad; muchos, incluso, hicieron parte del "Espíritu del 69".
'Violencia proletaria' contra los fascistas "En la RASH no se promueve [la violencia], pero consideramos que existe una violencia justa, que es aquella empleada contra los grupos fascistas y racistas. La RASH Bogotá sólo tiene problemas con grupos de limpieza social o boneheads y contra porciones corruptas del Estado", afirma, enfático, Camilo mientras hace sonar sus pesadas botas.
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Aunque las peleas entre miembros de la RASH y los neonazis no son frecuentes, cuando ocurren, la organización y la estrategia son fundamentales. Usualmente, los skin llegan a un punto de reunión que puede ser un parque o una plaza. El encuentro se dispone para una o dos horas antes de la aparición de los boneheads. Los integrantes de la RASH empiezan a llegar. Alguien toma la voz y los reúne a todos. Se ultiman detalles, como apagar los celulares, contar la gente y dividirla en cuadrillas, al mejor estilo de un ejército romano. Tras una señal, el grupo se moviliza hasta donde se encuentran los neonazis para impartir su "violencia justa".
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A pesar de todo, Camilo dice con algo de resignación: "La gente aún nos confunde con los neonazis. Muchos piensan que un rapado de botas es un neonazi, un criminal. Por eso la idea de la RASH es manifestarse, educar a las personas y que vean quién es un verdadero skinhead, un verdadero red skin".
El concierto Parte de la pelea de la RASH por borrar estas percepciones erróneas consiste en mantenerse en contacto con organizaciones políticas afines y en realizar actividades. La noche en que conocí a Camilo habían estado reunidos —antes de ir al billar— con algunos miembros del Polo Democrático Alternativo. Y es que la RASH Bogotá apoyó la candidatura de Carlos Gaviria en las pasadas elecciones presidenciales. "Aunque son socialdemócratas, tienen mayor coherencia que cualquier otro enfoque", dice Camilo. La RASH participa también en marchas, foros y debates. Algunas actividades son sólo para los integrantes; otras, como los cine-foros, están abiertas al público. De hecho, organizan encuentros con líderes comunales de barrios periféricos para inculcarles su pensamiento. Todas estas actividades, así como la divulgación de música y de material de la organización aparecen registradas en la página de Internet www.rashbogota.tk.
A menudo realizan conciertos. La organización cuenta con una banda de rock proletario: Komitern 43. "Escuchamos oi!, reggae, ska, música popular y cualquier cosa que tenga un mensaje proletario", afirma Camilo. El 3 de octubre en la Universidad Distrital apareció el mismo grupo de 30 cabezas rapadas que hace que la gente se cambie de acera. Esta vez contó con participación femenina, porque parte de su programa progresista consiste en la igualdad de géneros. Botas brillantes, tirantas y mucha euforia son la escena que se presenta esa tarde ante la ya inminente salida de Komitern 43. El grupo de rock —todo de calvos— sale. No hay un escenario, la banda está al nivel del público, lo que da la apariencia, como señala Camilo, de una familia. Empieza la primera canción, cuyo estribillo dice: ¡Skinheads comunistas, rojos y anarquistas! Un remolino empieza a bailar, a patear, y a golpear. Es mejor no estar muy cerca, al fin y al cabo esta gente recibe instrucción física. Yo me retiro con el sonido del oi! retumbando en mi cabeza y veo a Camilo entre la multitud.
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Salomé,
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Texto y fotos: Natalia Herrera Herrera-h@javeriana.edu.co
"santa" devoción
Salomé: una tumba, una santa, un ánima, una abuela, una madre, una prostituta, una campesina, una historia que hace parte de la tradición oral. Después de 60 años de culto en los cementerios Central y del Sur, es una leyenda viva y urbana.
La tumba que hasta 1980 ocuparon los restos de Salomé, en el Cementerio Central.
El Cementerio del Sur está ubicado en la avenida 27 Nº 32-81, donde la carrera 30 deja de ser una imponente avenida para convertirse en una calle modesta. Tiene una fachada lo menos parecida a aquellos parques del norte en cuyas abandonadas lápidas de mármol se identifican apellidos ilustres. Aquí, en medio de mausoleos viejos es fácil perderse entre apellidos comunes como Fernández, Galindo y Venegas, puestos uno sobre otro, en pequeñas fosas arrumadas verticalmente que parecen apartamentos funerarios. En medio de baldes con flores a la entrada, decenas de personas se acercan a saludar y a rezar a los difuntos el lunes en la mañana, día de los muertos. Dos mujeres mayores estacionan dos carritos de madera repletos de colgandejos, crucifijos, rosarios, velas, novenas, santos y sellos desde las seis de la mañana hasta las once de la noche. Entre todos estos objetos "sagrados", venden una pequeña estampa enmarcada de una vieja foto en blanco y negro de Salomé (una mujer corpulenta, con un sombrero que le cubre medio rostro, falda con enaguas, alpargatas y un chal que le cuelga del brazo izquierdo), que al igual que la de san Pedro, san Rafael y san Martín de Porres cuesta $1.000 en el mercado del rebusque religioso.
Personaje de leyenda La dueña de este negocio afirma ser una de las nietas de Salomé. Se llama Rosa Garzón y es de estatura baja, contextura robusta, nariz pronunciada, labios gruesos y pómulos salientes; rasgos que, según sus familiares, heredó de su santa abuela. —Doña Rosa, ¿me podría contar sobre Salomé? —A mí no gusta hablar de eso, porque la gente habla de más, inventan y dicen cosas que yo no he dicho.
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—¿Qué inventan? —Que era una prostituta. —¿Quién era entonces su abuela? —María Salomé Muñoz viuda de Parra, una campesina del norte de Boyacá dedicada a hacer alpargatas. Tuvo dos hijos y aunque nunca conocí a mi abuelo, decían que era un buen hombre. —¿Cuando murió Salomé? —Murió de una infección en los riñones el 12 de septiembre de 1955, a los 65 años de edad. Según cuenta Rosa, todo empezó siete años después de muerta Salomé, cuando un hombre llamado Luis Serrano, fiel devoto de las almas y experto jugador de cartas, después de haber perdido mucho dinero escogió su tumba en el Cementerio Central, fascinado por su nombre. Le prendió siete velas, una por cada día de la semana. Según la leyenda, al salir esa mañana del cementerio, Serrano encontró un billete de cien pesos con el que compró un pedacito de lotería, luego de que un lotero lo abordará y le insistiera. Y con ello ganó una buena suma.
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Su eventual suerte fue atribuida a Salomé, y en agradecimiento le mandó a poner una nueva lápida. Incluso propagó la noticia de sus milagros por la cadena de radio Santa Fe y por la prensa de la época. Su leyenda empezó en aquel momento.
El mito de Salomé se ubica en muchos momentos de la historia de Colombia y cobra importancia en la medida en que representa a la mujer abatida: "Yo he escuchado que María Salomé era una prostituta que murió el 9 de abril de 1948, lo que significaría un sacrificio doble", cuenta Ferro aludiendo la muerte de Gaitán.
El hueco y el mito A Salomé la trasladaron al Cementerio del Sur en 1980, al parecer porque sus numerosos fieles estaban dañando el Cementerio Central al dejar rega-
Hoy en día, en la galería del Cementerio Central, mientras hay tumbas desangeladas, como la de Laureano Gómez, a la cual no visita ni un alma, el sepulcro que tuvo los restos de Salomé es visitado por cientos de creyentes. En diagonal a la estatua dorada de Leo Kopp (el alemán que fundó Bavaria, y a quien también le piden trabajo y bienestar) está el lugar que habitó Salomé: una tumba sin lápida con una cruz de piedra, a la que los fieles le rezan, le dejan flores, le prenden velas y le riegan arroz, sin parar mientes en el letrero que reza: "Por favor no rayar ni prender velas en este lugar, respetar la propiedad privada". Así que, misteriosamente, la devoción de María Salomé se duplicó con el cambio de cementerio.
+++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ Algunos "santos" que surgieron en el Cementerio +++++++++++ Central luego de que Salomé se tornara milagrosa, +++++++++++ +++++++++++ permanecieron en el recuerdo popular porque es+++++++++++ tuvieron próximos a ella. +++++++++++ Su presencia, al parecer, santificaba el entorno e +++++++++++ irradiaba a las tumbas cercanas: "El mausoleo de +++++++++++ +++++++++++ Salomé se constituyó en el centro del espacio sa+++++++++++ grado que emanaba poder", explica Gloria Inés Peláez, conocedora de los "santos" del Cementerio +++++++++++ Central, para quien Salomé "es un símbolo femenino por excelencia; su representación en el pensamiento mágico-religioso reúne los dos polos: prostituta y santa, aterradora y fascinante. Tanto puede ayudar y proteger como prestarse para toda clase de maleficios".
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La tradicional visita a las almas benditas es un pacto que realizan los vivos con los muertos a cambio de favores. Una negociación de carácter simbólico, explica el antropólogo Germán Ferro, para quien "las ánimas son como recipientes que la gente va llenando de sentido". María Salomé es la única "santa" que representa a la mujer popular: una mujer del pueblo, una mujer urbana, una mujer pobre, una gitana. Una mujer que sobresale en la galería de hombres que conforman el Cementerio Central.
das las flores y la esperma de cera. Pero, para Ferro, "a Salomé se la llevaron por ser molesta e inapropiada, por componer el paisaje del óvalo del Cementerio Central sin tener pedigrí". Es así como este culto le ha tomado el pelo a la institucionalidad religiosa, porque "aunque el fervor por los santos bíblicos continúe, María Salomé subvierte y entra en pugna con las devociones oficiales", agrega el antropólogo.
Los adeptos de Salomé han recreado su identidad con diferentes versiones, que resume así Gloria Inés Peláez: "Salomé era una prostituta, una mujer muy pobre, vendía espermas en el cementerio, vivió en el barrio Egipto, era caritativa, sufrió en el matrimonio, un hijo le daba mala vida, su marido la golpeaba, la mató la madre, murió de uremia, murió quemada, murió arrastrada, la embalsamaron con arena y piedras. Sus circunstancias varían pero, en general, es víctima de algo".
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Los incrédulos Pero no todos creen en Salomé, y en cambio ven en ella una pequeña mina de oro. Como Berardo Arango Marín, obispo de la Iglesia Católica Anglicana de Colombia, que trabaja hace 25 años en el Cementerio del Sur. Es el mayor de los sacerdotes que conforman el mercado de la santidad y las ofrendas. Al aire libre, al fondo de la entrada del cementerio, los religiosos se ubican con sus pequeñas mesas en un corredor donde venden misas y ofrecen servicios variados y personalizados a diferentes precios. Con una túnica blanca y austera, Arango me mira y dice: "¡Ah! ya me acordé", pasando hojas de un cuaderno cosido como si buscara mi nombre. Hasta que lo miro y le digo que quería preguntarle sobre Salomé y su culto; se detiene y cimbra las cejas un poco apenado. Luego comenta que las almas benditas están envueltas de muchas supersticiones y que él no cree en Salomé. Incluso se ríe de la gente que le lleva mariachis o que le da golpes a la tumba. Y aunque cree en los milagros porque los ha visto, afirma que son propios de los santos y no de ninguna alma bendita en especial. Recuerda que hace un año la administración del cementerio enrejó la tumba de Salomé por la cantidad de gente que la visitaba y porque alrededor de ella se fraguaban negocios y estafas. Hubo un
momento, relata, en que se vendían hasta árboles medicinales a nombre de la revalidada "santa". Sin embargo, los numerosos creyentes de Salomé se paran frente a su tumba, cruzan las manos y le leen en silencio la oración que compran a la entrada con la señora Rosa: "Oh, Salomé, gloriosa Apóstol fiel servidora y amiga de Jesús a quien tantas pruebas de amor y sumisión disteis y de quien en cambio recibisteis el divino poder de consolar a los pobres, de aliviar a los necesitados y de servir de norte y guía en las atribulaciones de cuantas están al borde de sucumbir en este valle de lágrimas. Vedme aquí postrado ante vuestras plantas, lleno de fe y radiante de esperanza a vuestra gran misericordia y bondad…". En el presente, la tumba de Salomé reposa entre dos mausoleos altos: el de la sociedad Icollantas y el del Auxilio Mutuo y Educativo San Bernardo. La tumba está montada sobre piedras grandes, saturadas de placas por los favores recibidos. Las piedras lucen quemadas por las velas y están recubiertas de rosas, claveles, girasoles y tulipanes que renuevan todos los días sus devotos.
La visita de sus seguidores El lunes muchos devotos de las ánimas benditas llegan al Cementerio del Sur antes de las ocho de la mañana, cuando las puertas aún están cerradas. Otros prefieren el atardecer para prender velas y orar frente al cementerio cerrado. Los seguidores de Salomé no cesan de llegar de día y de noche. La tarde cae pronto y la noche se viste de espantos, de sombras que elevan desentonadas novenas y oraciones. Ni siquiera la lluvia detiene el arribo de los devotos que se recogen debajo de los pequeños escampaderos de las marmolerías, ubicadas en los costados de la entrada del cementerio. Roberto Peña es uno de ellos. De 67 años de edad, es devoto de Salomé hace más de 25 años, desde que ella estaba en el Cementerio Central, y viene cada ocho días a pedirle ayudas varias. Asegura que Salomé nunca lo ha dejado caer en desgracia y que siempre lo ha sacado de apuros. María del Carmen Ochoa desde hace cuatro años viene cada lunes a conversar con Salomé para que la proteja en su trabajo, porque como vendedora de tintos corre riesgos al regresar a su casa en la madrugada. Hoy Salomé sigue viva, y la gente sencilla y mística le pide por la salud, el dinero y el amor. Lo paradójico es que la "santa", que vivió pobremente, se convirtió en dadora de fortuna. Entrada del Cementerio del Sur, segunda morada de Salomé.
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Especial Vivienda Impopular Artículo 51 Todos los colombianos tienen derecho a vivienda digna. El Estado fijará las condiciones necesarias para hacer efectivo este derecho y promoverá planes de vivienda de interés social, sistemas adecuados de financiación a largo plazo y formas asociadas de ejecución de estos programas de vivienda. [ ]
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Constitución Nacional De Colombia
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El círculo vicioso de
Texto y fotos: Nashry Zahgui eccehomomuadin@hotmail.com
la vivienda popular
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En promesas, rechazos, colas y poca tierra urbanizable se resume la actual política de vivienda en Bogotá. La población crece —en gran parte debido al desplazamiento—, pero la vivienda escasea. Aunque tener un techo donde vivir es un derecho constitucional, en Bogotá se ha convertido en un sueño casi inalcanzable. Y hasta el subsidio se ha vuelto una lotería imposible de cobrar.
Hace dos años le otorgaron a Gladys Prieto, madre cabeza de familia, el subsidio de vivienda. A sus 48 años trabaja como empleada doméstica para sostener a sus dos hijos, Andrés Camilo, de 11 años, y Laura Alejandra, de 8 años de edad, con un salario mínimo. Vive en el barrio Olarte, al suroccidente de Bogotá, y allí paga un arriendo de $150.000. Ella se sintió la más afortunada al recibir el subsidio, pero no ha podido disfrutarlo, justamente por ser pobre. Le han rechazado el crédito para vivienda cuatro veces. Primero en el Banco Agrario, luego en Crear Cooperativa, después en Conavi y la cuarta vez insistió en el Banco Agrario. En cada entidad tuvo que pagar entre $30.000 y $40.000 por el estudio de crédito, y sólo en Conavi le explicaron la causa: "Malas referencias". La mala referencia la dieron en una casa de banquetes donde Gladys labora algunos fines de semana. "Le preguntaron a la señora donde yo trabaja-
ba, que si yo era la dueña o socia, y ella aclaró, que yo era la empleada; por eso me lo negaron". A las empleadas domésticas, por "principio bancario", no se les presta dinero. Lo grave es que el subsidio tiene una vigencia de seis meses; en ese plazo los beneficiados deben conseguir su proyecto de vivienda con alguna constructora, de lo contrario tienen que renunciar al subsidio para evitar sanciones. Pero las constructoras no inician obras si no hay un crédito aprobado y las entidades no dan créditos si no hay viviendas construidas. Así comienza el círculo vicioso. Gladys Prieto acudió a Colombia Solidaria para firmar las prórrogas, porque no quiere perder el subsidio y, además, ya vio su casa en Bosa Brasil, en la calle 48 Sur con carrera 113, Urbanización Tekoa, manzana VIII, bloque 1, interior 35. Y esto es lo único que tiene, la ubicación exacta y un plano de la urbanización con su casa resaltada en azul.
Los límites de la solidaridad Colombia Solidaria es un proyecto nacional de carácter privado que le apuesta a la construcción de vivienda de interés social en Bogotá. A diario llegan madres de cabeza de familia y familias de estratos bajos que ven una posibilidad de vivir dignamente. "Colombia Solidaria ha hecho el trabajo de organizar miles de familias bogotanas que no tienen vivienda y que reciben por debajo de los cuatro salarios mínimos; en general son personas desempleadas o subempleadas que no alcanzan el salario mínimo legal vigente", explica el coordinador general del Programa de Vivienda, Pedro Hernández. Esta entidad ha construido en Bogotá cerca de 2.600 viviendas desde el 2003. Pero teniendo en cuenta que la construcción de vivienda de interés social no es rentable porque da un mínimo beneficio económico a las constructoras, Colombia Solidaria ve retrasados sus proyectos por falta de recursos, créditos y tierra. Y es que al sumar el ahorro programado —equivalente a una cuota inicial del 10%, aproximadamente— y el subsidio, cuando es otorgado, sólo alcanza para construir un 50% de una vivienda de interés social (VIS). El subsidio que da el gobierno para adquirir vivienda de interés social es de $8'568.000, para una casa con un área habitable de mínimo 36 metros cuadrados. Ahora, el precio de una vivienda popular, de estratos 1 y 2, oscila entre 16 y 20,5 millones de pesos. Entonces, ¿qué hacer para construir el otro 50%? Pues apelar a los créditos, porque entidades como Colombia Solidaria no manejan recursos propios. Para adquirir su casa, Prieto cuenta con $9'532.000, entre el ahorro programado y el subsidio. Y durante estos dos últimos años ha intentado conseguir $10'842.000. El desespero se ha apoderado varias veces de ella, pero sigue luchando por la ilusión de sus hijos. Y aún sin el crédito aprobado, le ha tocado conseguir dinero para los gastos adicionales: $550.000 para escrituras y $250.000 para los medidores de su casa. Incluso hace tres meses firmó escrituras para no perder el subsidio. Como la familia Prieto hay 150.000 familias en Bogotá esperando por su solución de vivienda, según cifras de Fedelonjas, entidad estatal que trabaja con el sector. Pero el panorama de la vivienda popular no puede ser más desalentador en la capital, adonde llegan cientos de desplazados en busca de mejores oportunidades. En el foro '¿Para dónde va la vivienda popular en Colombia?', organizado
Gladys, acompañada de su hija, enseña los planos de la urbanización que eligió.
por El Tiempo y el Fondo Nacional del Ahorro, se informó que al terminar el 2006 la meta de entrega es de 70.000 viviendas, pero el gobierno sólo ha asignado 21.024 subsidios, que ascienden a $184.125 millones. Y aunque hay un plan del gobierno para ayudar a familias desplazadas con la adjudicación de subsidios para vivienda, se queda en el papel. "Les dan una carta de subsidio y desfilan con su carta por todas partes y todo el mundo les dice que no, porque no tienen ahorro programado y mucho menos créditos. Si es difícil para una persona que ahorra, qué será para una familia sin trabajo, ni referencias de nadie", afirma Hernández. Al final, la carta de subsidio se les vence y ahí termina el sueño. Mediante dicho plan se convocó a familias desplazadas en Bogotá hasta el 30 de octubre. El gobierno distrital se propuso dar subsidios por valor de diez millones de pesos a cada familia, y el gobierno nacional, de ocho millones de pesos. Sin embargo, las constructoras no inician los proyectos sin dinero, ya que buscan un punto de equilibrio antes de construir; y los desembolsos se tardan demasiado tiempo. Otro círculo vicioso.
Escándalos por metro cuadrado Metrovivienda es una entidad pública creada en 1998, durante la alcaldía de Enrique Peñalosa. Su función era adquirir terrenos y volverlos urbanizables para soluciones de vivienda en Bogotá. Así se construyeron barrios como la Ciudadela El Recreo, en Bosa, con un área de 28.680 metros cuadrados y con 1.172 unidades de vivienda de interés social, cuyas etapas se continúan desarrollando. Pero tanto Metrovivienda como Crear Cooperativa, se vieron involucradas en escándalos de préstamos y politiquería en la administración de Luis Eduardo Garzón. El gerente de Metrovivienda, Germán Ávila, que fue presidente de Fenavip y de Crear
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Cooperativa —fundadas por reinsertados del M-19 con el fin de conseguir recursos para la construcción de viviendas— fue señalado por irregularidades en la entrega de dineros. Metrovivienda pasó de comprar los terrenos a construir las casas, pero, tras el escándalo, se reestructuró y con el nuevo modelo cayó en crisis financiera, ya que las entidades populares con las que contrató incumplieron pagos. Estas circunstancias afectaron los programas de vivienda, sustentados en la política de Luis Eduardo Garzón de una 'Bogotá sin indiferencia'. Por su parte, el gobierno nacional quiso cumplir la promesa del candidato presidencial Álvaro Uribe Vélez en su primera campaña: entregar 600.000 subsidios de vivienda para los estratos 1 y 2. Con este fin reestructuró las principales entidades encargadas de vivienda popular y liquidó el Inurbe, a raíz de una investigación realizada en el 2003 que demostró dudosos desembolsos de dinero a las constructoras para planes de interés social.
Con estos antecedentes, la promesa del alcalde de Bogotá de construir 70.000 viviendas para las personas de escasos recursos y de conseguir 300 hectáreas de suelos para volverlos urbanizables resulta cada vez menos creíble, sobre todo ante la escasez de suelos. Como también suenan a ficción las metas del gobierno reelecto de ampliar la cobertura en vivienda de interés social y acoger a la población vulnerable. "Entre el 2007 y el 2010 lograremos 826.000 soluciones de vivienda de interés social. Para ello se buscará financiar o subsidiar 473.000 viviendas", declaró Juan Lozano recién posesionado en su cargo de ministro de Medio Ambiente, Vivienda y Desarrollo Territorial, en entrevista a Metrocuadrado.
El viacrucis de los aspirantes y subsidiados Al igual que Gladys Prieto, muchos que aspiran o aspiraron al subsidio tienen que pasar un verdadero calvario, porque se postulan aproximadamente
Ciudadela
de Bosa El Recreo
3.000 familias al año en Bogotá y sólo se asignan 2.000 subsidios para vivienda de interés social. "Lo que hace engorroso el proceso es la falta de conocimiento de la gente. A la gente le molesta cuando uno empieza a pedirle los documentos", dice Pedro Hernández, de Colombia Solidaria. Y es que las familias postuladas al crédito deben reunir ciertos documentos, como registros civiles de los hijos, extrajuicios, declaraciones de unión libre o de separación ante notaría; incluso si son trabajadores independientes, estados de pérdidas y ganancias de sus trabajos firmadas por contador y, poco a poco, van completando un cartapacio. Luego se realiza la postulación y las familias se califican con diversos parámetros: cabeza de familia (mayor probabilidad si es mujer); número de miembros de la familia (cuanto mayor sea número, mejor); presencia dentro del núcleo familiar de una persona discapacitada o de mayores de 65 años; niveles de Sisbén (preferiblemente 1 y 2); salario mínimo devengado por la familia (no más de 1,5 salarios mínimos), y el del ahorro programado, equivalente al 10% del valor total de la vivienda, que sea de $2'040.000. El problema es que la mayoría de las familias no alcanza a reunir este monto. Y aunque por ley no es obligatorio tenerlo, sí se toma en cuenta a la hora del subsidio. Los que logran sacar los mayores puntajes cuentan con un subsidio por valor de $8'564.000 para com-
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Así mismo, creó el Fondo Nacional de Vivienda (Fonvivienda), entidad encargada de girar los recursos, y modificó el sistema de asignación de subsidios, extensivo a las Cajas de Compensación Familiar, que ahora deben organizar las postulaciones. Pero las Cajas otorgan subsidios a quienes tengan un trabajo formal y cuyos ingresos no sean mayores de 4 salarios mínimos mensuales. Los independientes que no tienen un trabajo formal deben tramitar el subsidio con una entidad del gobierno (Fonvivienda o Metrovivienda).
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Además, las constructoras prefieren las viviendas de tipo 3 y 4, generalmente apartamentos para clase media, por la rentabilidad de los proyectos. "Hay un problema grave, y es que no hay tierras para construir vivienda social. Ahora se construyen otra clase de viviendas más rentables. A esto se suma la poca disponibilidad de créditos fáciles y reembolsables en poco tiempo", afirma Álvaro Vargas, especialista y asesor social de vivienda popular.
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construcc Bosa, en ecreo de R El la Ciudade
prar su casa; y los que no alcanzan tienen un premio de consolación: unos puntos por haberse presentado, que suman para el siguiente intento. Ahora bien, los favorecidos, comienzan su vía crucis por todos los problemas administrativos y de tramitología que afectan el proceso de entrega de las viviendas de interés social.
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En Colombia Solidaria le dijeron a Gladys que consiguiera el dinero que le hacía falta, de contado; pero ella explicó que no tenía de dónde sacarlo. Dos días después la llamaron para darle una última solución: reunir $2'340.000 pesos antes del 17 de noviembre. Según un ingeniero de Colombia Solidaria, encargado del proyecto Tekoa, si consigue este dinero, la institución se encargará de tramitar un nuevo crédito, pero esta vez con Confiar Cooperativa. Gladys Prieto está moviendo cielo y tierra para conseguir la plata y tener su casa en Navidad. Muchas familias deben que renunciar al subsidio de vivienda al no encontrar quién les preste el dinero que les falta. Y es que a las familias de estratos 1 y 2 se les pide tener un estilo de vida de estrato 3 en adelante, para poder responder por el crédito.
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Queda claro que el subsidio no lo es todo; se necesita apoyo del gobierno a las familias informales. Las constructoras tienen derecho a obtener ganancias, es la ley del mercado; pero los pobres tienen derecho a una vivienda digna. De lo contrario, se cierra este círculo vicioso.
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Prieto no pierde las esperanzas, y cada vez que puede se acerca a Colombia Solidaria para recordar a los empleados su drama. "Es que yo no estoy pidiendo que me regalen, sólo quiero que me presten para la casa, yo puedo pagar una cuota, así como pago el arriendo. Y no quiero perder el subsidio", explica.
Y aunque hay proyectos por parte del gobierno y empresas sociales, los beneficiados siguen siendo pocos y los más fuertes económicamente. "Puede decirse que los bogotanos encuentran oportunidades para adquirir vivienda: recursos del gobierno nacional, cajas de compensación familiar y ofertas de varias entidades del Distrito. Sin embargo, siguen siendo insuficientes", comenta Ismael Molina Giraldo, investigador del tema de vivienda para el Informe de Desarrollo Humano para Bogotá, de las Naciones Unidas.
Subsidios de vivienda
Valor de la vivienda
Valor del subsidio
$20'400.000
$8'568.000
$16'320.000 $28'560.000
$5'712.000
$40'800.000
$2'856.000
$55'080.000
$408.000
Fuente: Metrocuadrado.
[ ] esta * ciónCENTRAL
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Cuatro días en
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Fotos y texto: María Camila Peña pena.camila@gmail.com
Altos de Cazucá
Del 27 al 30 de septiembre, 300 jóvenes universitarios dejaron durante cuatro días las comodidades de sus hogares para instalarse con los vecinos de Altos de Cazucá, a quienes les construyeron 70 casas. Este es el testimonio de una de las improvisadas constructoras.
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El 30 de septiembre, a las tres de la tarde, yo, que nunca antes había puesto una puntilla en mi vida, terminaba de construir, con nueve jóvenes más, la casa de 19 metros cuadrados de Gladys y su familia en el terreno que compró su hijo mayor, un joven ciego de 25 años, en el barrio Luis Carlos Galán, de Altos de Cazucá. Cuando me propuse participar como voluntaria en el proyecto de la fundación un Techo Para mi País, Colombia, lo único que sabía con certeza era que nosotros, los jóvenes universitarios, construiríamos con nuestras propias manos casas de concreto, prefabricadas, para las familias del sector. Otros dos amigos se sumaron a la experiencia con el mismo entusiasmo.
Día 1 A las cuatro en punto de la tarde del miércoles 27 de septiembre, Andrés, Camila y yo nos subimos al bus que nos llevaría hasta Altos de Cazucá. El bus partió de la Javeriana, atravesó Soacha y después comenzó a dejar la carretera para adentrarse en la montaña. Durante los siguientes quince minutos, el camino se tornó en una pendiente pavimentada y luego desapareció la carretera y tomamos una estrecha vía.
En este último trayecto vimos los cambuches de madera, tejas y latas de los que salían pequeños niños a saludarnos, escuelas llenas de coloridos dibujos pegados sobre paredes polvorientas, improvisadas tiendas de víveres y unos niños jugando fútbol en una cancha delimitada por un alambre de púas. Después de un recorrido de casi una hora y media, llegamos a la escuela del barrio El Arroyo, nuestro hogar durante los siguientes cuatro días. Al bajarnos del bus con los equipajes, sesenta voluntarios fuimos objeto de miradas intrigantes. . Desde la
escuela se podía ver un pedazo de Ciudad Bolívar; al frente, Cazucá, y a lo lejos, hacia la derecha, la sobrepoblada Soacha y la avenida Boyacá. Al caer la noche, nos dimos cuenta del frío al que nos enfrentaríamos. La escuela estaba situada arriba de una montaña y por esta razón el viento pegaba de manera inclemente. Muchos de nosotros no íbamos preparados para estas condiciones y tampoco imaginábamos que tendríamos que dormir en el piso, ni que el barrio carecía de acueducto y alcantarillado, y no podríamos bañarnos durante cuatro días. La primera noche ha sido de las peores que recuerde. Dormir sobre el cemento lleno de polvo, no poder bañarse por la mañana y además tener que compartir el baño con 60 personas más es algo a lo cual estamos desacostumbrados.
Día 2 El primer día de construcción nos despertaron a las cinco de la mañana; desayunamos un pan y un vaso de Chocolisto. A esa hora ya había salido el sol y muchas personas del barrio se encontraban trabajando. A las seis en punto, por un parlante gigantesco (uno de los tantos que se encuentran en cada cuadra del barrio) la comunidad nos dio la bienvenida y oímos el Himno Nacional. Los 60 que dormíamos en la escuela fuimos divididos en siete grupos. Para nuestro pesar, Camila, Andrés y yo quedamos separados. Después del desayuno esperamos a que llegaran a la escuela las familias a las cuales ese día les construiríamos las casas. En los tres días restantes cada grupo debía construir dos casas, cada una de 19 metros cuadrados, con un cuarto pequeño, uno grande y un espacio que podía ser utilizado como baño o cocina. Efréin Toro, el señor destinado a mi grupo, fue el primero en llegar. Este campesino, desplazado de Chaparral (Tolima), se despertó esa mañana con la ilusión de darles por fin un techo digno a su esposa y a sus tres hijos. Cogimos nuestro kit de herramientas —martillo, destornillador, metro, pita y guantes de construcción— y seguimos a Efréin por una carretera empinada y polvorienta hasta llegar a su casita. Por el camino los vecinos nos saludaban y decían: "Ahí van los voluntarios", como se leía en la parte de atrás de las camisetas que, por seguridad, debíamos portar siempre para movilizarnos en el barrio. Bella, la esposa de Efréin, una sonriente y pequeña mujer que se recuperaba del parto de su bebita de dos semanas, nos recibió en la puerta de su casa con
una taza de tinto endulzado con panela. Después Efréin nos mostró el terreno donde construiríamos su nueva casa, el cual quedaba dos cuadras más abajo y nos advirtió que el material —las placas de concreto y la perfilería— lo tenía guardado en su casa porque no pudo bajarlo antes. De esta forma, sin saber en realidad lo que podía significar este inconveniente, me puse los guantes, cogí una placa de cemento, la puse sobre mis brazos y la bajé lo más rápido que pude. Así, entre todos los del grupo, comenzamos a bajar placa por placa, lo que ninguno sabía era que debíamos transportar 99 placas rectangulares de concreto: las de 40 por 80 centímetros pesaban 35 kilos y las de 20 por 80 centímetros pesaban alrededor de 17 kilos. Los hombres del grupo cogieron las placas más grandes; las mujeres optamos por alzar las pequeñas al ver sus caras de cansancio. Con la primera ya me dolían los brazos, con la segunda me sentí más débil y con la tercera tuve que hacer varias paradas para no dejarla caer al piso. Esta tarea nos tomó alrededor de tres horas, teniendo en cuenta que Efréin nos ayudó y también algunos vecinos. De modo que comenzamos a armar la casa a las diez de la mañana. Al principio, seguía sin entender cómo nosotros, unos simples universitarios, podríamos armar una casa en la que vivirían personas, pero al comenzar a montar los muros comprendí que lo único que se necesitaban eran manos y trabajo en equipo. Todo estaba milimétricamente calculado. Los diez miembros del grupo fuimos necesarios: unos sostenían los muros ya construidos para que el viento no los derribara, otros alzaban las placas y las introducían por los huecos de los perfiles para formar las paredes, algunos se subían y las amarraban, varios alcanzaban cosas y así, a las dos de la tarde, ya habíamos construido el primer cuarto y habíamos colocado la ventana en el sitio que Efréin nos había indicado.
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Fue un momento muy conmovedor. Los niños comenzaron a mirar por las ventanas y Efréin —con lágrimas en los ojos— nos dijo algo que nunca olvidaré: "Gracias, muchachos, me hicieron la casa como yo la quería, les quedó muy bonita. Este es el nuevo comienzo par mí y mi familia. Gracias".
A las dos de la tarde, cuando terminamos de amarrar los muros de ese primer cuarto, Daisy, la hija de 14 años de Efréin, bajó con una olla de sancocho. Bella llegó después con la bebé y con Johanes, de diez años. Todos almorzamos sentados sobre lo que pronto sería el nuevo hogar de los Toro y aunque muchos, como yo, odiábamos el sancocho, ese día nos lo comimos como si fuera el plato más exquisito, solo de ver el amor con el que lo ofrecía Bella.
Ya eran las 11 de la mañana y la siguiente familia que nos asignaron no aparecía por ninguna parte. Ese día comenzó a lloviznar desde muy temprano y el viento quemaba la piel. Al cabo de un rato llegó uno de los jefes y nos dijo que no habían encontrado a la familia, pero que había otra a la que originalmente no le iban a construir porque el lugar estaba muy alejado de la escuela. El terreno donde se construiría la casa era muy inclinado, y además la señora no tenía plata para ofrecernos almuerzo.
Después del almuerzo compartimos un poco con la familia y tras ese breve descanso retomamos nuestras labores. El resto de la tarde nos enfrentamos con problemas técnicos, como los muros mal construidos que tuvimos que desarmar y volver a montar. A medida que llegaba la noche nuestras fuerzas se iban acabando. A las siete nos dijeron que teníamos que volver a la escuela por razones de seguridad; en ese momento sólo faltaba poner el techo. Salimos de la casa de los Toro muertos de cansancio y con la decepción de no haber terminado el trabajo. Al llegar a la escuela recibí la llamada de mi mamá. Le conté el duro día que habíamos tenido, las condiciones en las que estábamos, también que me dolía todo el cuerpo y que tenía los brazos llenos de morados. Cuando terminé de hablar, tras un breve silencio me dijo con una voz temerosa: "Y no será que te puedes devolver". Para ser honesta, lo pensé. Me sentía agotada, incapaz de levantarme al otro día a terminar esa casa y comenzar otra. Le dije que no se preocupara, que todo estaba bien y que yo podía. Y me fui a dormir después de compartir una cena que algunas mujeres del barrio habían hecho para nosotros.
Día 3 A las 5:30 de la mañana ya estábamos listos y vestidos para ir a terminar la casa de Efréin. Emocionados por terminar el trabajo y entregarle las llaves de su nuevo hogar, comenzamos a techar. Algunas mujeres se subieron a los muros, mientras los hombres desde abajo les pasaban las tejas. Al verla terminada nos felicitamos unos a otros y los diez nos subimos al techo para tomarnos la foto de la victoria. Después, llamamos a la familia Toro y todos reunidos frente a la nueva casa les hicimos la entrega oficial.
Nosotros discutimos la situación y acordamos que la razón por la que estábamos ahí era para construir casas, así que nos pusimos en marcha. Yeison, uno de los muchachos del barrio, también voluntario como nosotros y a quien la fundación le dio su casa en enero, nos llevó hasta donde Gladys, en una de las zonas más elevadas de la montaña, en el barrio Luis Carlos Galán. Al llegar, nos dimos cuenta de lo complicado que era el terreno. Por lo pendiente, tendríamos que usar pedazos de piedras o de madera para nivelar la casa. Además, al estar tan arriba de la montaña, el viento llegaba con mucha fuerza y habría que sostener firmemente los muros para que no se cayeran. Gladys salió de su casa de madera en la que vivían ella; su hijo Cristian, de siete años; César, su hijo mayor, quien quedó ciego a los 14 años después de que le pegaran cinco tiros por robarle la chaqueta y los tenis; su mamá; sus dos hermanos con sus esposas y sus cuatro sobrinos. Apenada por no poder ofrecernos nada, nos saludó tímidamente, nos indicó dónde quería que colocáramos las ventanas y la puerta, y se fue. Así comenzamos a montar los muros, tarea difícil, porque el frío se nos metía hasta los huesos. Menos mal que ese día contábamos con el apoyo de Yeison —que ya había construido 11 casas y tenía mucha fuerza— y de tres personas de otro grupo. A las tres de la tarde terminamos de cerrar el cuarto pequeño y comimos sentados en el piso lo que nos habían enviado de la escuela: pasta con pollo, papas fritas y ensalada. Las porciones eran tan grandes que de un plato podían comer perfectamente dos personas.
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Este amable campesino, de mejillas rosadas por el sol, fue nuestro fiel compañero durante el día. Cada vez que levantábamos un muro él lo miraba con cuidado e inspeccionaba la operación. Los vecinos que pasaban por el lugar lo saludaban y él les decía: "¿Cierto que está quedando linda la casita?".
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* CENTRAL [ ]
Toro de Efréin
Gladys creció en un pequeño pueblo de Cundinamarca y cuando tenía siete años su mamá la mandó para Bogotá a trabajar como empleada doméstica. Desde esa época hasta hace dos años, cuando le descubrieron un cáncer en la matriz, subsistió con este oficio. Ahora no puede trabajar porque las medicinas son muy fuertes y la debilitan, además, cada vez que lava ropa o hace algún tipo de esfuerzo se le hinchan las manos.
fuimos a terminar de construir lo que faltaba de la casa de Gladys. A las siete en punto ya estábamos cargando plaquetas, y a las doce terminamos de poner y amarrar la última teja... Expertos que nos volvimos. De esta forma, le entregamos a Gladys, Cristian y César su nueva casa. Ellos, después de coger las llaves, abrieron la puerta y entraron a conocerla. César comenzó a tocar las paredes y dijo: "Este es el cuarto grande. ¡Ah!, la ventana y aquí está la cocina".
Esta familia vive de lo que César, el hijo mayor, logra recoger vendiendo bolsas de basura e inciensos en la Zona T de Bogotá, que no son más de 20.000 pesos al día. Aunque, Gladys añade: "Como es cieguito la gente a veces le da limosna". Además de Cristian y César, tiene otros dos hijos, uno de 19 años que está preso en la cárcel Modelo y una hija de 21 que vive con su esposo y sus dos hijos.
Nos despedimos de la familia y al momento de irnos Gladys, con lágrimas en sus ojos me abrazó y me dijo: "Niña, qué pena no haberlos podido atender como ustedes se merecen". Yo sólo pude mirarla fijamente, abrazarla y decirle que no se preocupara, que eso no era lo importante.
El terreno en que construimos su nueva casa lo compró César, que pagó un millón y medio. Él quiso tener una casa para su mamá y su hermanito, pues mientras se va a trabajar ellos son los que se quedan ahí y porque donde viven el espacio es muy pequeño. "Si uno tiene una casa propia lo respetan y, además, ya tiene uno un lugar donde formar familia", dice César. A las cinco en punto de la tarde recogimos nuestras herramientas y nos fuimos para la escuela. Esa noche nos encontramos con el resto de los voluntarios, cantamos algunas canciones y conversamos sobre lo que habíamos pasado.
Día 4 Así llegó el último día de esta experiencia. Nos despertamos, de nuevo, a las cinco de la mañana y nos
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Gladys perdió a su marido hace un año, una noche en que él se quedó tomando con sus compañeros del trabajo, quienes tras una riña perdieron el control y le pegaron nueve tiros. A ella le avisaron que lo encontraron tirado en un taxi en el Portal de la 80. Todavía se le humedecen los ojos cuando habla de él.
Al volver a la escuela hicimos el equipaje, nos cambiamos de ropa y después de compartir un almuerzo con las familias a las que les construimos sus casas, recogimos nuestras maletas y nos montamos a los buses. Cada uno de nosotros ayudó a levantar tres casas en esas montañas de barro, pero a medida que descendíamos en el bus se nos bajaban los ánimos de sólo pensar en las casas que quedaban faltando.
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Un techo para mi país
Esta organización sin ánimo de lucro funciona en siete países latinoamericanos y existe en Colombia desde el año 2003. Sus integrantes son en su mayoría estudiantes de diferentes universidades del país que dedican su tiempo libre a trabajar para solucionar el déficit habitacional. En los últimos tres años han construido 321 viviendas en distintas ciudades del país, y en Bogotá han llegado a las localidades de San Cristóbal Sur, Usme, Ciudad Bolívar, Suba, La Calera y Soacha.
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Kiosko por casa
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Lina María Vargas Linavargas41@hotmail.com
Fotos Natalia Lorena Agudelo
El 9 de octubre, un grupo de 50 policías irrumpió en el apartamento de Ciro Gutiérrez, en la ciudadela Colsubisio, y fue desalojado con su familia. Terminó viviendo en el kiosco de la urbanización, convertido en un símbolo de la resistencia ciudadana contra el sistema financiero. un héroe con frío, pero rodeado de cálidos vecinos, que apoyan su causa.
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La cama de Ciro Gutiérrez está descuadrada. Al parecer tiene mucho peso encima. La mayoría de las tablas se han caído y la protege una cobija café en la que tres cebras corren por la llanura. Él trata de arreglarla sin dejar de hablar con los vecinos que han ido esa noche a visitarlo. Entre risas le dice a uno de ellos: "Emilio, estos tornillos hay que cambiarlos", a lo que responde el aludido: "Es que están muy pequeños y no alcanzan a apretar". Además de la cama, en el lugar hay un comedor con cinco sillas de cojines inundados de flores, un televisor mediano que sintoniza un noticiero nacional, una estufa de cuatro fogones, una cómoda para los platos y los vasos, una carpa gris y azul que permanece cerrada y varias bolsas negras y cajas arrumadas en un rincón o puestas sobre lo que queda de la cama. Y encima de un montículo de periódicos, un megáfono. Así es la nueva vivienda de Ciro Gutiérrez. Un kiosco ubicado en la ciudadela Colsubsidio, al noroccidente de Bogotá, donde se solía celebrar misa los domingos. Cuando alguno de los residentes de la ciudadela se acerca a la rotonda, descubre que el antiguo kiosco ha sido tapizado con plásticos negros y que de sus muros penden un par de banderas de Colombia. Entonces un niño de unos doce años de edad lo interpela y le muestra una hoja, solicitando su firma. Allí se lee lo siguiente: "El sistema financiero y los jueces de Colombia me han
desalojado de mi casa; como yo existen miles de personas. Solicito su firma para mandar un derecho de petición al presidente Uribe, exigiéndole una solución a nuestro problema de vivienda". La primera firma es de Ciro Gutiérrez. Oriundo de San Martín (Meta), Gutiérrez es un técnico electricista de 51 años de edad, que se encuentra desempleado. De mediana estatura y de contextura gruesa, tiene una barba cana e incipiente y una dentadura bien cuidada que muestra con frecuencia. Lleva una chaqueta de bluyín que resalta sus ojos azules, una camisa de cuadros y una gorra roja. La noche ha caído y el frío empieza a incomodar. Tres mujeres, entre ellas la madre del chico de las firmas, preparan la comida en la estufa. Una porción de papas y agua de panela acompañada de galletas de sal. El olor se extiende, al fin y al cabo la nueva casa no tiene ni puertas ni ventanas. En el kiosco se encuentran cerca de diez personas, su conversación gira en torno a cómo arreglar la cama. Emilio, que había salido a comprar unos tornillos suficientemente largos, regresa y dice: "Don Ciro, la suerte no está de nuestro lado. Cerraron la ferretería". El nueve de octubre Gutiérrez fue desalojado de su apartamento 301 de la calle 80 No. 111C-35, interior 5, Urbanización Los Sauces. Según cuenta, a la diligencia acudieron, además del juez 46 civil
municipal, alrededor de 50 policías antimotines. Los vecinos trataron de evitar la acción judicial, pero la administración, el presidente de la Junta, la personera y la Fuerza Pública se impusieron.
encargado nos dijo que la diligencia costearía los gastos de acarreo de nuestras cosas. Pero ¿adónde llevarlas?". Él no supo responder. El juez sugirió ponerlas en la rotonda donde se hacía la misa.
En una de las carpetas que está sobre las bolsas negras, guarda un documento de Medicina Legal, titulado "Informe médico de lesiones no fatales" en el que se afirma que él presenta una equimosis (golpe) moderada en el tercio medio de la cara, que lo incapacita por nueve días. El escrito tiene, además, una declaración de la víctima que dice: "Fui agredido por la Policía en procedimiento legal de desalojo".
Pero en la rotonda sólo está él. Su esposa, Mariela García, y sus dos hijas de 18 y 15 años se encuentran en casas de amigos y familiares. El hijo mayor, que trabaja como auxiliar electricista, acompaña a su padre la mayoría de las noches.
3.000 firmas solidarias Gutiérrez ha recolectado cerca de 3.000 firmas, la mayoría, según él, de víctimas del sistema financiero colombiano. A su nueva casa acuden, constantemente, personas que le llevan mercados en las tradicionales bolsas azules de Colsubsidio o antiguos vecinos que pasan a saludar y a preguntarle cuándo los va a visitar. Una señora que entra al kiosco y se está menos de cinco minutos, pregunta con afán: "Don Ciro, ya le tengo su ropa lavada, ¿Cuándo va a pasar por ella?". Hace 15 años él compró ese apartamento por $7'260.000 y pidió un préstamo de cinco millones de pesos a la corporación de ahorro y vivienda Ahorramás, ahora del banco AV Villas. Al principio la cuota era de $83.000 y la pagaba sin problemas, pero el valor se fue incrementando hasta alcanzar los $275.000, cuando empezó a atrasarse. Así, el préstamo solicitado hace ocho años, se convirtió en una deuda de 21 millones de pesos. El apartamento fue rematado. El día del desalojo, cuenta con algo de ironía en su semblante, "el juez
"La primera semana aquí —recuerda— no pude dormir. Ahora, si hay alguien que cuide las cosas, me meto en la carpa y trato de descansar". La conversación se interrumpe una vez más. Un hombre de aspecto extranjero entra al kiosco y entrega un paquete a una de las mujeres que cocinan. La mujer abre la bolsa y enseña una linterna de mango gris que al agitarse alumbra. "Miren lo que trajo el alemán", dice alegre. La rotonda se llena y se desocupa en segundos. El solícito niño de las firmas entra y sale presuroso, trayendo cada vez más hojas. "Ya no más, que es tarde", le dice su madre, pero él se vuelve a ir. Una de las tantas visitas que han recibido fue la de la alcaldesa de la localidad de Engativá, Hilda María Mancera. "La señora vino, se estuvo un rato y se fue. Prometió un mercado y hasta hoy no ha vuelto a aparecer. De pronto se le perdió la dirección… Nos comentó de una escuela en la que podríamos ir a dormir. Esa fue la solución salomónica que me dio", cuenta el damnificado del viejo UPAC y de la nueva UVR.
Un símbolo de resistencia Pero Ciro Gutiérrez no está buscando ese tipo de salidas. Lo que él pretende es que el gobierno solucione su situación y la de miles de personas que
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Don Ciro, a la derecha de su cama.
tienen problemas con los préstamos hipotecarios. "Muchos de los que vienen, como esta señora —dice, señalando a Ofir—, están a punto de que los tiren a la calle como si fueran una bolsa de basura por estar colgados en varias cuotas".
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"Aquí los bancos son ladrones —comenta sin levantar la voz—. ¿Por qué alguien tendría que pagar más dinero del que le prestaron? A los bancos sólo les interesa quitar, quitar y quitar.¿Usted cree que ellos tienen corazón? Lo que tienen es la enfermedad de la plata". En este momento, las mujeres de la estufa, así como Ofir y su esposo y Emilio, escuchan con atención. Todos podrían estar en la misma situación. Gutiérrez da su cátedra antibanca con tono enérgico: "El problema es nacional. Colombia es el único país donde se cobran las transacciones bancarias". En ese momento, toma una de las carpetas y saca unos papeles que muestran estadísticas sobre los bancos. Con las hojas en la mano, enseña a los presentes que un crédito hipotecario para un estrato bajo de vivienda e interés social paga un 35% de interés anual. Se oye un murmullo general: ¡Esto es un atropello! "Las entidades bancarias y gubernamentales —afirma— no se han pronunciado porque no les interesa". En seguida saca de nuevo porcentajes y estadísticas y las empieza a recitar con la seguridad de un asesor financiero. "Don Ciroooo —grita alguien en la calle—. Que esté bieeeeeen". El se ríe y sigue hablando. Claro que tampoco faltan los vecinos molestos con su presencia, quienes no ahorran comentarios ofensivos contra él.
"Qué podemos hacer si no protestamos —pregunta Gutiérrez—. Nos mandan como corderitos al matadero y vamos con la cabeza agachada. El artículo 51 de la Constitución establece: 'Todo colombiano tiene derecho a su vivienda digna dada por el Estado con unos intereses bajos'. ¿Cuál Estado? Me tocó denunciar, porque nadie lo ha hecho". En este punto, las personas que están en el kiosco se unen a la conversación. Una de las mujeres cuenta que muchos de los vecinos de la ciudadela se han ido porque, supuestamente, no les gusta el sector, pero se sabe que fueron embargados. Gutiérrez se pregunta: "¿Dónde está el señor presidente que dijo que iba a ser un puente entre los usuarios y el sistema financiero o dónde está el señor Juan Lozano, ministro del Medio Ambiente y Vivienda, que me llamó y prometió apersonarse del caso y hasta ahora no ha aparecido?". Un joven entra al kiosco y le informa que tiene la solución a su problema. Le comenta sobre un pedazo de tierra a las afueras de Bogotá, propiedad de una tía que está dispuesta a dejarlo vivir allí. Que él sabe por lo que está pasando, que tiene una hija pequeña y varias deudas. Él agradece y toma sus datos. Gutiérrez sabe que podría ser la cabeza de un movimiento nacional de afectados por el sistema financiero, similar a los conocidos Sin Techo en las ciudades brasileras. Él y las personas que lo apoyan han evitado varios desalojos en Bogotá. Dice, con algo de picardía, que estuvo en un foro sobre vivienda en la Universidad Javeriana, contando su caso y que había sido la única persona a la que aplaudieron. Al cierre de esta edición, seguía dando la batalla.
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Alerta en
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Texto y fotos: Esperanza Santamaría santamaríae@javeriana.edu.co
Villa del Río Un conflicto por la invasión del espacio público enfrenta a los habitantes del barrio Villa del Río —en la localidad de Bosa— con las autoridades distritales. Hoy la mayoría de propietarios teme por las acciones judiciales a consecuencia de las reformas que hicieron en sus casas años atrás.
Las casas del barrio Villa del Río, construidas por Luis Carlos Sarmiento Angulo y financiadas por la Corporación Las Villas, tenían dos alcobas, un baño, cocina, sala, comedor, patio y una zona de antejardín, con entrada de tablones de cemento, apta para parqueadero. Con el paso de los años, las familias crecieron, y con ellas, las necesidades de ampliación a un segundo, tercer y hasta cuarto piso. Sin embargo, aunque los vecinos construyeron sobre sus antejardines, la Alcaldía Local de Bosa reclama que en su mayoría se realizaron las obras sin licencias: en algunos casos se invadieron los espacios públicos y en otros hasta encerraron los postes de la luz dentro de las viviendas. Las reformas se hicieron sin ningún control del Departamento de Planeación Distrital. En el 2002 la Alcaldía Local les informó a las juntas de acción comunal sobre el decreto 348 del Distrito, según el cual los antejardines son espacios privados con afectación al espacio público, por lo que está prohibido construir sobre ellos. Pero la comunidad no se dio por aludida, por el carácter no retroactivo de la ley. Según Óscar Enciso, vicepresidente de la Junta del segundo sector de Villa del Río, "los funcionarios aclararon que en nuestro caso no habría problema alguno por
Una de las pocas casas con su fachada original.
Casas que se ampliaron en los antejardines, sin invadir el espacio público.
vencimiento de términos, pero que seguiríamos siendo infractores de esa ley". Ahora bien, la administración local advirtió que si volvía a recibir querellas entre vecinos por invasión de terreno o por residuos de las construcciones, emprendería acciones con órdenes judiciales para ordenar la demolición de los predios. Frente a estas advertencias, las juntas de acción comunal presentaron a la administración distrital propuestas como la de como comprar un lote equivalente a los terrenos construidos para entregarlos al Distrito en compensación, y legalizar los predios mediante la modificación de los planos urbanísticos del barrio para incluir las zonas de parqueo o antejardines. Pero, según el vicepresidente de la Junta, hubo propietarios que se opusieron a estos proyectos e impidieron alcanzar el 70% de las firmas exigidas por las autoridades.
Demoliciones y multas millonarias La denuncia hecha por la comunidad se reanudó hace tres meses, cuando entre 240 y 260 propietarios de predios fueron notificados por la alcaldesa de Bosa, Janeth Jiménez, para rendir descargos sobre las zonas construidas y los antejardines, debido a un derecho de petición que instauró un vecino. Hasta el momento se conocen tan sólo dos casos con orden de demolición, más una multa que se
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años, cuando se hicieron las ampliaciones, se quiera solucionar ahora, sin tener en cuenta que un gran número de familias vive de los negocios (panaderías, tiendas, papelerías, peluquerías) que tienen en sus garajes.
es.
rdin s anteja tro de lo ostes den p n co l ntra sector ce Casas del
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encuentra entre los 200 y los 400 salarios mínimos (cerca de 40 millones de pesos). Óscar Marín fue notificado hace año y medio, y aunque está en proceso de apelación, la multa aumenta 24 millones cada tres meses. Y eso que sólo construyó un segundo piso sobre la zona del antejardín, mientras que hay casas esquineras que invadieron el espacio público y casas hasta de cuatro pisos que no respetaron la estética de la urbanización; sin mencionar la pérdida total de los andenes en algunas cuadras, donde la gente abre la puerta y queda en la calzada. El problema ha puesto en alerta a toda la comunidad, pues, según datos suministrados por la JAC, de 3.500 predios que se encuentran en el barrio, el 90% tiene construcciones o encerramientos sobre sus zonas de antejardín. Los propietarios de las casas aseguran que es injusto que un problema que no se corrigió hace 15
Según Enciso, en una reunión con la comunidad la alcaldesa fue muy enfática en advertir que se tumban los predios voluntariamente o la Alcaldía se ve obligada a ordenar las demoliciones. "Aparte se tiene que pagar la multa por 40 millones de pesos; de lo contrario, la administración inicia un proceso legal para embargar el inmueble", asegura el representante de la JAC. En la misma situación se encuentran barrios de las localidades de Kennedy y Engativá. Pero en el caso de Villa del Río la administración distrital no tiene claro qué son espacios públicos y qué son espacios privados. Es decir, no tiene conocimiento de lo que entregó la urbanizadora como espacios públicos y espacios de la comunidad. Y lo paradójico es que se reclama a un barrio de estrato tres por los espacios públicos, cuando la avenida principal y numerosas vías se encuentran llenas de huecos, y los parques infantiles, en el total abandono, como lo manifiestan habitantes del sector. En vista de que no se trataba de casos aislados, sino que afectaban al 90% de los propietarios de Villa del Río, las tres JAC invitaron a la alcaldesa para conciliar. A la reunión, que tuvo lugar a mediados de octubre, asistieron entre 700 y 800 personas. Aunque el diálogo fue un fracaso, la comunidad nombró a un equipo jurídico para evaluar el impacto de las invasiones. Este equipo, junto al asignado por la Defensoría del Espacio Público, tiene que presentar resultados antes de que concluya el año. También se solicitó a las empresas de servicios públicos retirar los postes que se encuentran dentro de las casas, ya que por alguna extraña razón fueron instalados en propiedad privada; y los propietarios hicieron las ampliaciones con los postes adentro sin razonar sobre los peligros que corrían. Un error de parte y parte que habrá que solucionar pronto. En últimas, lo que espera la comunidad es que se archive el caso. No ser multados ni tratados como infractores de la ley, ya que veinte años atrás no había mucha conciencia del espacio público y las urbanizaciones se pasaban las normas por la faja.
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(( Salud
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Tan difícil como
respirar
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Jennifer Bonilla y Pedro Borja Yeyis_26@hotmail.com, pedris_borja@hotmail.com
Fotos cortesía de la Secretaría Distrital de Salud
Actualmente la enfermedad respiratoria aguda (ERA) es la principal causa de consulta en Bogotá, donde se reportaron más de 38.000 nuevos casos hasta agosto de este año. De cada 100 consultas pediátricas ambulatorias, se atienden 70 niños con ERA. Lo
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preocupante es que la producen bacterias y virus que se están volviendo inmunes a los químicos que las destruyen, debido a la automedicación.
Los malestares de una gripa normal, como dolor de cabeza, tos y agotamiento físico, se convirtieron para Adriana Rodríguez en los primeros signos de la enfermedad más extraña que haya padecido en sus 19 años de edad. Comenzó a preocuparse cuando la temperatura le subió casi a 40 grados "y cuando de mi lengua y paladar empezaron a brotar cientos de pequeñas ampollas rojas, que me impedían hasta comer y hablar correctamente".
Después de realizarse una serie de exámenes, su médico le diagnosticó faringitis estreptocócica, enfermedad producida por la bacteria del estreptococo. Para el bacteriólogo Hugo Díez, "este malestar se presenta en mujeres embarazadas y en personas con VIH; aunque en algunos casos aislados, como el de Adriana, se da por defensas extremadamente bajas". Esta joven fue tratada con penicilina, pero su recuperación tardó más de dos semanas. "No podía comer nada sólido, únicamente juguitos y maltea-
das. Tampoco lograba conciliar el sueño por las noches, y lo peor, tenía que alejarme de la gente para no infectar a nadie", comenta. Adriana fue infectada por "la bacteria", término con que los médicos denominan a los microorganismos que producen la enfermedad respiratoria aguda (ERA), que cada vez nos resulta más familiar. "Se trata de un grupo de enfermedades de fácil contagio, que afectan cualquier parte de las vías respiratorias, como nariz, oídos, faringe, laringe o pulmones. Los síntomas más frecuentes son: tos, fiebre, secreción y obstrucción nasal, respiración oral (no nasal), inactividad, disminución del apetito y, en algunos casos, irritación ocular, vómito, diarrea y dolor abdominal", explica Díez. Para Luís José Hernández, Jefe de Vigilancia en Salud de la Secretaría Distrital de Salud, esto se debe a que las bacterias que actualmente tienen mayor incidencia en el país son el estreptococo, la
E. Coli, y el neumococo, las cuales "producen enfermedades reemergentes, como la bronquitis, pero también originan meningitis, septicemia y otitis media, entre otras". Tan sólo esta última bacteria causa anualmente alrededor de mil muertes en Colombia, y justamente por su peligrosidad, ya se está incluyendo la vacuna en el paquete obligatorio de inmunizaciones. Sin embargo, los virus no se quedan atrás. "Para el primer semestre de 2006 los que más afectaron a la población fueron la parainfluenza (14%), el adenovirus (6%), el virus sincitial respiratorio (79%) y la influenza (1%). Este último es el más peligroso de todos, ya que causa en la mayoría de las personas neumonía atípica acompañada de un síndrome agudo severo", afirma Hernández.
Las víctimas: mayores y niños
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Los grupos poblacionales más afectados por estas enfermedades son los adultos mayores de 65 años —puesto que en la tercera edad las defensas son muy bajas— y los niños menores de cinco años. Tanto así, que del 1º de enero al 30 de agosto de este año se reportaron en Bogotá 38.000 casos, y han muerto 108 niños a causa de las ERA, según cifras de la Secretaría Distrital de Salud. De acuerdo con la Secretaría de Salud de Bogotá, en épocas de invierno, en el 70% de las consultas pediátricas ambulatorias se atienden niños con ERA. Lo anterior equivale a una disminución del 7,7% en la mortalidad para el año 2006, en comparación con el mismo periodo del año 2005. No obstante, las localidades más afectadas siguen siendo las mismas: Suba, Rafael Uribe Uribe, Tunjuelito, Engativá, Bosa, Kennedy, Ciudad Bolívar, Usme, Puente Aranda y Fontibón, ya que de acuerdo con la red de monitoreo del aire del DAMA, en estos lugares el material particulado respirable excede la norma anual internacional de 50 microgramos por metro cúbico, en el 75% de los días, a causa de las altas concentraciones de polvo y hollín producidas por las emisiones de las fábricas y el parque automotor. Para la bacterióloga Lucía Constanza Corrales estas bacterias y virus que producen la ERA se hacen cada vez más frecuentes porque se pueden adaptar con facilidad tanto a nuevos ambientes como ecosistemas. Es decir, "generan sistemas que les permiten resistir a agresiones físicas, como bruscos cambios de temperatura", explica Corrales.
De igual manera, un problema grave es que en algunas personas las bacterias están resistiendo a los medicamentos. "Esto se debe a que los pacientes no dan uso adecuado a las medicinas, ya que no las toman en las horas adecuadas, o se automedican y toman el mismo jarabe para combatir todo tipo de bacteria. Esto hace que los microbios que están en el cuerpo se vuelvan inmunes a todo tipo de químicos que los puedan destruir". Encontrar causas de la propagación de estos microorganismos no ha sido tarea fácil. La bacterióloga Gabriela Coy Granados afirma que cada día se están expandiendo más por "el calentamiento global, la contaminación del aire y el efecto invernadero, que provoca que los virus cambien sus contenidos genéticos y faciliten su difusión".
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Otra causa puede encontrarse en el inadecuado uso que hacen los dueños de algunos animales con los desechos de sus mascotas. "Por ejemplo, sacan a los perros a pasear a los parques, y estos hacen sus necesidades; pero por más que se limpie, ahí quedan infinidad de microorganismos que pueden producir bacterias en los niños que juegan en el lugar o en las personas en general", asevera Coy Granados. Debido a todo esto, desde el 2001 se viene promoviendo con mayor insistencia el uso de la vacuna contra la ERA, aprobada en Colombia en el 2000. La efectividad del producto es del 75%, pero los problemas son su alto costo ($400.000 aproximadamente) y el hecho de que se requieren cuatro dosis: a los 2, 4, 6 y 15 meses. Los niños con mayor riesgo de padecer alguna ERA son "quienes han tenido antecedentes de bajo peso al nacer, los que no tienen lactancia materna y que no han completado el esquema básico de vacunación", asegura la bacterióloga Lucía Corrales. Ante la gran propagación de estas enfermedades, la Secretaría Distrital de Salud, mediante campañas como 'Quiéreme Bien, Quiéreme Hoy', ha dado a conocer algunas medidas para prevenirlas. Por ejemplo, bañar a los niños diariamente, evitar los cambios bruscos de temperatura y el contacto con personas enfermas de gripa y tos, además de mantener siempre la casa limpia y ventilada.
Paralelamente, una de las estrategias más importantes adelantadas por la Alcaldía de Bogotá ha sido la puesta en práctica de las Salas ERA, unidades de manejo terapéutico de enfermedades respiratorias agudas, que con la atención oportuna y ambulatoria de las crisis respiratorias de los niños menores de cinco años han logrado reducir la hospitalización hasta en un 85%. Actualmente en Bogotá funcionan 90 Salas ERA en los Centros de Atención Médica Inmediata [(CAMI]), donde se ha atendido a más de 30.000 niños este año. Allí se atienden síntomas de dificultad respiratoria con medidas básicas, como aplicación oportuna de inhaloterapia y de oxígeno y medicamentos que mejoran la función bronquial. La Sala ERA ubicada en el CAMI de Chapinero fue la única salvación para Felipe, el hijo de Carmenza Ruiz. Esta madre soltera, invadida por
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Ahora, debido a la temporada invernal, la Secretaría Distrital de Salud activó desde septiembre la alerta amarilla para que todas las aseguradoras (ARS y EPS) y empresas prestadoras de servicios de salud recuerden que la atención de urgencias de los niños con ERA no está condicionada por afiliación o pago alguno. Pero sin desconocer los esfuerzos del gobierno distrital, Amparo Hernández, médica y docente del posgrado de Administración en Salud de la Universidad Javeriana, opina que "aunque la mortalidad ha descendido y las salas ERA han mejorado el acceso a los servicios y tratamientos, las condiciones estructurales —y no sólo el clima— que determinan la salud no han tenido cambios sustanciales que disminuyan los riesgos de enfermedades de menores y ancianos". Se refiere a la población que vive en la extrema pobreza, en zonas muy contaminadas y que, posiblemente, no está afiliada al sistema de salud o tiene más barreras de acceso y carece de recursos para comprar los medicamentos.
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90 salas ERA
el nerviosismo al ver a su niño de cuatro años con fiebre de 38 grados, diarrea y una imparable tos, tuvo la fortuna de contar con una sala cerca de su casa. Allí, en un cuarto dividido en seis secciones, los médicos y enfermeras van de un lado para otro, revisando constantemente a los niños enfermos y verificando las máscaras de oxígeno y los catéteres en las venas. Lo preocupante es que mientras se cura un niño, llegan dos más a la sala para ser atendidos.
El peligro de la automedicación
La automedicación se produce cuando un paciente decide que tiene determinada enfermedad y se receta una medicina. Esta práctica se ha vuelto un verdadero problema para la salud, ya que todo medicamento tiene efectos secundarios, es decir, que paralelamente al efecto terapéutico, puede causar en el paciente molestias adicionales, como somnolencia, mareos o dolor de cabeza. En la mayoría de los casos estas dolencias no son graves, pero en otros, el daño puede ser fatal. Otro factor que atenta contra la buena salud es que el paciente no conoce la dosis conveniente para su condición y esto puede causarle estragos. Igualmente, la automedicación disminuye la efectividad de los medicamentos.
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* patriMonio
San Diego,
Melissa Serrato Ramírez melissa.serrato@gmail.com
Fotos Andrés de La Cuadra
de la Santa Fe colonial a la metrópoli Hace exactamente cuatro siglos, cuando los frailes franciscanos llegaron a Santa Fe de Bogotá construyeron la recoleta de San Diego. Hoy se erige como uno de los monumentos nacionales más valiosos en el epicentro de la capital. {30}
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Según cuenta el párroco actual de la iglesia de ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ San Diego, padre Álvaro Vidales Bedoya, la recole++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ta de Santa Fe de Bogotá nació como una casa de ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ acogida para todos los que querían llevar una vida ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ de oración en un sitio apacible. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ El terreno que escogieron los franciscanos para la ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ construcción fue la Hacienda Burburata, entonces ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ a las afueras de Santa Fe y comprendía desde lo ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ que es hoy la carrera séptima hasta la carrera 13 y ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ desde el Museo Nacional hasta la calle 26. La ha++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ cienda fue adquirida por fray Luis de Mejorada a ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Antonio Maldonado de Mendoza y a su esposa, ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Jerónima de Urrego y Olalla, por un valor de 1.100 ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ pesos y se terminó de construir en 1610. ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ A San Diego se le añade la capilla de la Virgen del ++++++++ Campo el 2 de julio de 1629, en el ala derecha de la iglesia. El párroco Vidales relata la historia del nombre de la capilla: "El escultor Juan de Cabrera empezó a tallar una piedra con la imagen de la Virgen del Campo, pero durante su trabajo se cansa y desiste y la piedra termina sirviendo en uno de los riachuelos del lugar. Los frailes y los vecinos notan que en las noches parecen salir destellos de luz donde había quedado la piedra y se dan cuenta de que estos destellos provienen de la piedra. Uno de los frailes se encarga de culminar el tallado y los santafereños le empezaron a tomar una inmensa devoción y por eso levantaron la capilla". Por una persecución religiosa que se inició durante el gobierno del general Tomás Cipriano de Mosquera, los franciscanos decidieron entregar la recoleta al arzobispo, monseñor Bernardo Herrera Restrepo. A su vez, éste la entregó al reconocido padre Rafael Almansa y se la encomendó como una capellanía, que el 1º de noviembre de 1929 se convirtió en la parroquia que es hoy, gracias al arzobispo Ismael Perdomo.
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La recoleta a sus 400 años Paradójicamente, la otrora silenciosa capilla quedó enclavada con el paso de los años en el ruidoso corazón del Centro Internacional de Bogotá. A su alrededor funciona una escuela de conducción, el Kaffa Café y los restaurantes Mezzo Giorno, Frida y el tradicional Casa Vieja. Además, es vecina de la Plaza de Toros de Santamaría y del Planetario, entre otros espacios culturales. Podría creerse que por el movimiento y tránsito del lugar, San Diego carece de feligreses; sin embargo, tiene sus fieles parroquianos. Muchos empleados y trabajadores del sector acuden a la misa de las 7:15 de la mañana; en horas de almuerzo se acercan a la iglesia y en las noches toman los cursos y talleres bíblicos y de oración. Los sábados suelen celebrarse matrimonios, y los domingos
acuden usuarios de la ciclovía. Y no faltan los que visitan la capilla de la Virgen del Campo para rendir homenaje al artista abstracto Guillermo Wiedemann, cuyos restos reposan allí bajo una inscripción discreta en el lado derecho de la capilla donde reza: "Munich 1905-Bogotá 1969" La capilla colonial se conserva gracias a las ofrendas que hacen los feligreses por cuenta de los sacramentos que celebran y a donaciones de particulares. Y es que a pesar de haber sido declarada en 1975 "bien de interés cultural", el Ministerio de Cultura no le brinda ningún apoyo económico. Con la fachada recién pintada de blanco, el domingo 12 de noviembre se celebró en San Diego una misa oficiada por el cardenal Pedro Rubiano Sáenz para celebrar el cuarto centenario como Dios manda.
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Homenaje
Un cementerio para espantar el miedo Karen Cante karen.cante@gmail.com Fotos: Mónica Moreno
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El primer cementerio efímero de Bogotá se montó en diciembre de 2005 en la Plaza de Bolívar: 300 ladrillos representaban a igual número de jóvenes asesinados y desaparecidos en Altos de Cazucá. El 10 de diciembre de este año, 4.000 mujeres dirán "Nunca más" al asesinato y desaparición forzada en esta ciudad, como lo hicieron las Madres de la Plaza de Mayo.
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{33} El pasado 10 de septiembre, el acostumbrado ir y venir de las palomas en la Plaza de Bolívar a las 12:30 del día se interrumpió de manera súbita con la llegada de más de 40 personas que se alinearon durante una hora de espaldas al edificio del Congreso. Esta silenciosa puesta en escena representa un cementerio conformado por 250 ladrillos a manera de tumbas. La gente se acerca tímidamente a ver los ladrillos; de vez en cuando algunos curiosos levantan la mirada para intentar comprender el mensaje de las estatuas humanas encarnadas por los miembros de la Fundación Cultural Rayuela. Así, cada bloque de cemento se viste de luto con un velo negro. En la parte frontal están inscritos el nombre y la fecha de las personas asesinadas y el barrio en el que ocurrió el hecho. En algunos, como el de Jaime Hernández —16 de febrero de 2004— se incluye la identidad completa, mientras otros llevan la triste etiqueta de N. N. Llama la atención el hecho de que la mayoría de los muertos son de Altos de Cazucá, una de las seis comunas que conforman el municipio de Soacha. Allí viven 66.000 personas, en su mayoría desplazadas, que escaparon del conflicto en el campo para seguirlo enfrentando en esta selva de cemento.
"Cazuca", como pronuncian sus habitantes, es una comuna que desde su fundación, en 1970, y por falta de presencia del Estado, ha sido territorio en disputa de diversos actores armados que buscan controlar la zona.
Los hijos de la violencia Los principales afectados con esta realidad son los jóvenes, debido a que el 46% está por fuera del sistema educativo y, en consecuencia, excluido del mercado laboral. "Si no hay Estado, si no hay educación, si no hay otra alternativa que ser adultos aún siendo niños, la delincuencia es la única opción, y estos jóvenes pueden estar recibiendo entre 400.000 y 800.000 pesos por desarrollar labores de comandos paramilitares", asegura Roberto Sicard, delegado de la Defensoría del Pueblo en Soacha.
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+++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ +++++++++++ Los muros de las calles de este barrio están llenos +++++++++++ +++++++++++ de grafitis amenazantes firmados por el Frente Capital de las AUC, que ha montado allí una pode- +++++++++++ +++++++++++ rosa maquinaria extorsiva. "'Vacuna' tenderos, su+++++++++++ permercados, estaciones de gasolina, rutas de +++++++++++ transporte, colegios privados, ventas ambulantes, +++++++++++ más toda la economía ilegal; todo lo que tiene que +++++++++++ ver con venta de drogas y tráfico de armas", ase+++++++++++ gura Torres. +++++++++++ +++++++++++ Dos hechos desintegraron la solidez del Bloque +++++++++++ Capital, el primero de ellos fue el asesinato del co- +++++++++++ mandante paramilitar del Bloque Centauros, Miguel +++++++++++ Arroyave. Luego, la desmovilización de estos dos +++++++++++ +++++++++++ grupos en septiembre de 2005 bajo el mando de Vicente Castaño. Ahora operan en la zona los lla- +++++++++++ +++++++++++ mados 'seudoparamiliatres', o sea, grupos confor-
Las ONG que trabajan en el sector hablan de casi 200 asesinatos selectivos en los tres últimos años, atribuidos al Frente Capital de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC). Pero para el funcionario de la Defensoría del Pueblo, si bien es cierto que hay un alto índice de homicidios, las víctimas las pone tanto la criminalidad armada paramilitar, como las riñas entre pandillas. Los jóvenes involucrados en el conflicto "entrenan matando perritos o a un amiguito del colegio, lo que nos indica que también hay jóvenes matando a jóvenes, pero en las guerras de los adultos", asegura Sicard. Incluso en un colegio de primaria la última semana de octubre se encontró un arma en una caseta de gaseosas. "Y uno se pregunta, ¿quién la habrá conseguido si los estudiantes del plantel no sobrepasan los 12 años?", añade el delegado.
'Seudoparas' del Bloque Capital En Altos de Cazucá los problemas de delincuencia juvenil relacionada con atracos, expendio de drogas y disputas por la propiedad de lotes llevaron a los comerciantes y juntas de acción comunal a crear frentes de seguridad que mitigaran la ausencia estatal. Los miembros del Frente Capital que entraron a Cazucá hace 12 años con el objetivo de desterrar a los guerrilleros, se integraron a estos frentes de seguridad luego de haber contratado sicarios del sector y de entrar en contacto con organizaciones delincuenciales. "Uno encuentra que personajes que eran bandidos comienzan a aparecer en los cuadros de mando del Frente Capital de las AUC", afirma Iván Torres, director de la Fundación Cultural Rayuela, que trabaja con los jóvenes de Altos de Cazucá.
mados con los rezagos del Bloque Capital, el Central Santander y una fracción del Centauros del Casanare, en alianza con grupos delincuenciales, afirma el delegado de la Defensoría del Pueblo. Para Jesús Ochoa Sánchez, alcalde de Soacha, es muy difícil controlar esta situación de inseguridad por la falta de presencia de la Policía. "Bogotá reprime al Frente Capital, pero como nosotros no tenemos fuerza pública para hacerlo, entonces ellos se refugian en Cazucá". El comandante de Policía de Cundinamarca, Wilson Laverde opina que la ausencia de la Policía en esta deprimida zona se debe a la falta de recursos de la administración local. "Generalmente hay problemas en las patrullas porque a veces les toca llegar a pie; en algunos sitios tienen que llegar en cicla porque no hay gasolina y es peligroso porque las calles no están alumbradas". A diferencia de lo que aseguran las ONG y el mismo alcalde, el comandante de Policía afirma que en sus ocho meses de trabajo no ha habido captu-
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Hom
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Más allá de las cifras oficiales, según las cuales ha descendido la tasa de homicidios, se sabe que los jóvenes en Altos de Cazucá están involucrados en una oleada de violencia que se mantiene en el silencio, como lo están los cementerios clandestinos de la zona donde entierran cadáveres de jóvenes asesinados. Según los rumores que circulan entre los vecinos, hay una laguna cubierta de desechos que si se llegara a desocupar dejaría a la vista una espeluznante fosa común. Por eso nunca podrán cuadrar las cifras oficiales con la realidad. En el cementerio montado en la Plaza de Bolívar, una persona asegura con frialdad: "Si los mataron, por algo sería". Ese testimonio es el eco de lo que piensan muchos habitantes de Cazucá, para quienes el Frente Capital garantiza la seguridad del sector al "eliminar" a los "potenciales delincuentes y violadores". Frente a esta situación, los jóvenes del sector, apoyados por amigos de otros barrios de la capital en los que se viven problemas similares, tomaron la determinación de rebelarse de manera pacífica, para cambiar ese uniforme de muerte y terror que les fue impuesto por el de la dignidad y la vida. Para ello eligieron el lenguaje artístico. Así nació Teatro Efímero, que es efímero porque aparece y desaparece en las calles sorpresivamente. También lo es porque se desenvuelve en medio del silencio. Por eso, en el cementerio efímero de la Plaza de Bolívar unas equis de madera tapan las bocas de los manifestantes, que temen romper el silencio. Pero aun con miedo se mantienen estáticos, firmes, durante una hora para defender la vida.
Vida efímera, Teatro Efímero Gracias a las múltiples actividades de Teatro Efímero, entre las que se destacan los festivales itinerantes de cultura, los jóvenes han recuperado los parques de Soacha y Bogotá, como espacios de socialización. Además, han hecho que la gente deje de señalarlos y reconozca el valor de sus experiencias. "Los vecinos le preguntan a mi mamá por las fechas de las presentaciones, y ella se siente muy orgullosa de mí", asegura 'Chepe', bailarín de la compañía de breakdance Ensby.
En la Plaza de Bolívar la instalación de este Monumento a la memoria comenzó el 10 de diciembre de 2005, en la celebración del Día Internacional de los Derechos Humanos. Fue tal la aceptación de los bogotanos, que la instalación se mantuvo durante 33 días y se repite el 10 de cada mes, a las 12:30 del día. Este cementerio móvil, inspirado en las Madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, ha cumplido su objetivo: romper la indiferencia frente a la muerte, pues "lo monstruoso de la violencia es que todos sin darnos cuenta estamos hechos de sus lógicas. Si no fuera así, no nos resultaría tolerable la muerte", comenta Iván Torres. El ingrediente principal de sus puestas en escena son las máscaras blancas con las que simbolizan el silencio al que fueron sometidos sus hermanos, primos y "parceros" asesinados. Gracias a este ritual, cada vez llegan más familiares de víctimas interesados en rendir homenaje a sus muertos, lo que ha hecho que a los ladrillos de los jóvenes de Altos de Cazucá se sumen las víctimas del Palacio de Justicia y de los asesinados líderes políticos de la Unión Patriótica. Para celebrar el primer aniversario de este Monumento a la memoria el próximo 10 de diciembre 4.000 mujeres víctimas del conflicto ocuparán una fila de sillas blancas que serán ubicadas entre la Plaza de Bolívar y el Parque de la 93, por toda la carrera séptima. Cada una de estas madres, hermanas y viudas de abatidos en el conflicto cargará una sombrilla negra, una cruz en el pecho y, por supuesto, el ladrillo, metáfora del polvo que representa a sus muertos.
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menaje
ras de miembros de ninguna organización paramilitar de la zona; sólo han detenido a guerrilleros que se esconden allí. En su concepto, los delincuentes comunes se hacen pasar por miembros de las AUC, para sembrar terror en la población.
Registro de homicidios
A.
2000-2001= 43 homicidios; 4 hombres y 31 mujeres
B.
2002= 46 homicidios; 1 mujer y 45 hombres
C.
2003= 37 homicidios; 1 mujer y 36 hombres
D.
2004= 42 homicidios; 4 mujeres y 38 hombres 2005 pendiente
De acuerdo con los registros de organizaciones no gubernamentales que promueven los derechos humanos, entre el 2000 y el 2005 fueron asesinados 315 jóvenes en Altos de Cazucá.
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entreVISTA
Entrevista con Carlos Mayolo
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Sangre de su carne En octubre este realizador caleño cumplió 61 años y recibió del Ministerio de Cultura el Premio Nacional a una vida dedicada al cine. Con poca gana accedió a esta entrevista —quizá porque tiene su autobiografía inédita y escribió esas memorias delirantes que se titulan Mamá, ¿qué hago? y Vida secreta de un director de cine— y piensa que no tiene mucho más que decir, pero en realidad es inagotable. Ni un vampiro, de esos que se encarnan en sus películas, se saciaría en su cuello. Homenaje a uno de los padres del cine gótico tropical.
Fotos y texto: Carlos Andrés Rodríguez ca.rodriguez@javeriana.edu.co
Vestido con una gabardina negra, una bufanda roja y un sombrero pesquero, Mayolo camina sin prisa hacia la puerta de su edificio ubicado sobre la carrera quinta, en el céntrico barrio de La Macarena. Su respiración agitada —que acompasa el ritmo del viejo ascensor— delata un cuerpo nada dispuesto para los paseos por las calles empinadas del barrio. Su compañera, Beatriz Caballero, abre la puerta del apartamento 302 en medio de la oscuridad del pasillo. Libros y más libros rodean la pequeña sala de la entrada. Unos pasos adelante, un salón mucho más grande alberga la voluminosa biblioteca de Eduardo Caballero Calderón, padre de Beatriz. "Pasá, sentate por ahí", dice Mayolo con tono aún fatigado señalando el salón principal, donde hay un gran sofá de cuero café algo desteñido y dos poltronas del mismo color con grabados en el espaldar. Tras una de ellas asoma su cabeza 'Alicia', una gata de colores tigrescos y ojos azules que se tornan rojos al siguiente parpadeo, y que desaparece tras su dueño por un pasillo. "Bueno, ¿de qué querés hablar?, pregunta un Mayolo reconfortado
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mientras entra al cuarto y se sienta en una de las seis sillas alrededor de una larga mesa de madera.
Directo Bogotá (DB): ¿Empecemos por su vida en la capital… ¿cómo llegó a Bogotá? Carlos Mayolo (CM): Bueno, yo soy de Cali —dice luego de un lento suspiro—. Pasé la niñez allí, pero luego de que me expulsaron de los mejores colegios me metieron como interno en Bogotá —mientras habla con voz enredada, pero entendible, mueve su pierna derecha arriba y abajo golpeando la mesa constantemente—. Aquí estudié en la Academia Ramírez y luego en el colegio Simón Bolívar. Eran colegios adonde llegaba la mayoría de los expulsados de provincia. Sitios libres, nos dejaban fumar y los profesores eran muy frescos. Aprendí física, química e idiomas.
DB: ¿Qué sitios frecuentaba en la Bogotá de principios de los años sesenta? CM: La ciudad en esa época era de la séptima, de la Jiménez y de la calle 26. Recuerdo mucho la Librería Buchholz, en la calle 26 con décima, un edificio lleno de libros hasta el techo. Estaba la Casa de la Cultura, que quedaba en la carrera 13 con 22. Allí nos reuníamos con Santiago García, Carlos José Reyes, Patricia Ariza, Pablo Echeverri y Carlos Parada, el cantante de baladas, más conocido entonces como 'Charly Boy'. En ese lugar hacíamos las famosas peñas, cantatas los viernes en la noche, donde se invitaba a todo el mundo. Yo tenía alrededor de 18 años. Había otro lugar de reunión de intelectuales que era El Cisne —donde aprendí a fumar marihuana—; allí iban Gonzalo Arango, Jotamario Arbeláez, Eduardo Escobar, Rogelio Salmona y Santiago García. También iba mucho al Café El Automático, que era frecuentado por León de Greiff y todos los poetas conocidos. Nosotros podíamos hablar con todos estos personajes desde muy jóvenes, así que nuestra cultura no fue sólo del colegio, sino de los sitios de reunión intelectual.
DB: ¿Ese ambiente lo induce al cine? CM: Para ese entonces aún no hacía cine. Me fui a Cali y empecé a trabajar en publicidad con Hernán Nicholls, un publicista muy famoso que también había sido nadaísta y que era un berraco para hacer frases publicitarias. Con él hice los primeros comerciales. El primero fue de brassieres y el eslogan era: "El brassier que sostiene todas las miradas" —dice con tono risible mientras se dibuja en su boca una sonrisa pícara—.
Fotos tomadas de "Mamá, ¿qué hago?"
Luego hice un documental sobre una siderúrgica para una compañía de comerciales de Bogotá (Corafilm). El dueño era un francés llamado Jean Balavoine. Le gustó mucho mi trabajo y me pagó el viaje desde Cali para que le dirigiera un estudio. A los 21 años ya dirigía un estudio de grabación completo —dice levantando un poco el volumen de su voz— con luces, moviola, departamento de animación, máquinas de animación, de todo —el piso de madera rechina con los pasos de Beatriz, que intenta entrar con reserva al salón para indicarle que lo llaman. Se para de la silla y sale sin decir una palabra. Tras dos minutos vuelve a su asiento. Baja la mirada, al instante, abriendo más de lo normal los ojos levanta la cabeza; parece haber recordado algo o a alguien especial—. Allí trabajaba con un viejito del cual aprendí muchísimo, se llamaba Robert Rosé. Había sido asistente de Paul Grimault, el mejor animador del cine francés, el Walt Disney de Francia. De él aprendí a dirigir tan exacto como si fuera animación, para que no gastara tanta película.
DB: ¿Cuáles fueron sus influencias en el cine? CM: A los de mi generación nos tocó ver la etapa documental de los directores que más tarde se convirtieron en emblema del cine cubano: Manuel
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Octavio Gómez, con el filme Historia de una batalla (1962), sobre la campaña alfabetizadota en Cuba, y Santiago Álvarez, con Now (1965), documental sobre la discriminación racial. Chircales (1971), proyecto de Marta Rodríguez y Jorge Silva, sobre la explotación infantil en los chircales del barrio Tunjuelito, de Bogotá, también nos marcó.
DB: ¿Lo cogieron?
DB: ¿Cómo era el pensamiento de esa generación de jóvenes de la que hizo parte?
DB: ¿Cómo fue esa experiencia?
CM: Fuimos contestatarios. Nos hicimos en medio del marxismo, el nadaísmo, la marihuana, los ácidos y la libertad sexual. Vivimos muy anárquicamente. Para ese entonces nos llamábamos beatniks: pertenecientes a la generación beat, más conocida como "la generación de los derrotados", debido a la desesperación tras la gran depresión económica, la Segunda Guerra Mundial y la amenaza de la bomba atómica. Hijos del poeta Allen Ginsberg y de toda esa teoría libertaria, leíamos las revistas underground, como Los Angeles Free Press. Había mucha publicación libertaria independiente. Accedíamos a este material por los extranjeros que traían sus documentos y teorías para conferencias y cosas por el estilo. También porque los nadaístas tenían conexiones con beats americanos y chilenos.
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CM: Dos veces. Por filmar en la calle armamento militar mientras se desarrollaba una vuelta a Colombia que desviaron porque no había pavimentación en un pueblo por donde pasaba. Un detective me descubrió filmando fusiles. Me llevaron para la cárcel en Cali donde me tuvieron como una semana.
CM: Estuve muy nervioso porque me podían condenar por guerrillero o subversivo —dice frotándose continuamente la nariz—. Experimenté la cotidianidad de la cárcel, con hampones de la calle y hasta con un infiltrado que metieron con micrófono para ver si yo era de las FARC. Me hablaba todo el tiempo de ese grupo y me incitaba a que contara cosas que me involucraran. Pero yo no tenía nada que ver con las FARC. Era un muchacho revolucionario, de mayo del 68, libertario y comunista.
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Éramos escandalosos y estrafalarios. Recuerdo que la poeta chilena Raquel Jodorowsky llegaba a los sitios de conferencias en burro.
DB: ¿Alguna vez tuvo problemas con las autoridades? CM: Yo tenía el Cine Club Obrero. Había sesiones hasta de mil obreros, y como las películas eran cubanas y revolucionarias, la Policía quitaba la cinta y confiscaba el proyector. Sin embargo, las organizaciones obreras lo rescataban y el cine club continuaba. También estuve en las pedreas y enfrentamientos con la Policía durante las manifestaciones estudiantiles de los años setenta. En ese entonces yo tenía mi proyector de 16 mm adquirido con la plata que quedó del vestido diseñado por Patricia Ariza para el desfile de modas del año 2000, una subasta organizada por los propios artistas. En esa época llegó a Colombia una película de Mayo del 68 sobre las manifestaciones en París. Yo la proyecté en la universidad y la gente aprendió a incendiar carros, a quebrar vitrinas y a pelear con la Policía. Me tuve que esconder en una finca porque la Policía me estaba buscando para meterme a la cárcel. Fue una etapa muy peligrosa, le pegaban a uno muy duro, lo torturaban.
entreV
DB: ¿Cómo veía el resto de la sociedad esa juventud revolucionaria? CM: Fuimos profetas del mal ejemplo por mucho tiempo y resultamos siendo víctimas. Pasamos de profetas a víctimas, la sociedad nos condenó. Influimos mucho en la sociedad siendo tan jóvenes. Estuvimos siempre preocupados por componernos como un conjunto que tuviera algún valor cultural. Existían varios grupos, en Bogotá estaba la Casa de la Cultura; en Cali, el TEC y Ciudad Solar… Ciudad Solar era una especie de comuna en una casa del centro de Cali —aclara Mayolo, al notar mi desconcierto—. Vivíamos de las sesiones del ci-
Convivimos cerca de dos años. Acogimos a muchos hippies y artistas que dejaban algo de su obra, ya fuera poesía o pintura. Fumábamos mucha marihuana y comíamos hongos. Era el lugar preferido de todos los visitantes jóvenes de la capital del Valle.
interrumpe a Mayolo, que mira el aparato sobre la mesa frunciendo levemente el seño. Las pilas de la grabadora dan su última señal de vida. Luego de cambiar las baterías, Mayolo asiente con indiferencia, gira su cabeza hacia el ventanal que da sobre la carrera quinta y fija su mirada en el horizonte; después de cinco segundos de silencio continúa—: Era un bagaje donde la juventud y la inocencia se volvían perversas, eso estaba en Andrés Caicedo.
DB: ¿Cómo se acabó Ciudad Solar?
DB: ¿Cómo nació el Cineclub de Cali?
CM: Breve verano de la anarquía, eso simplemente se acabó. Todo era muy fugaz en esa época; hoy sí, mañana no.
CM: Yo tuve un cineclub antes. Se llamaba Cine Estudio 35. El nombre se debe a que buscábamos la manera de hacer películas en 35 mm. Luego sí fundamos con Andrés Caicedo, Luis Ospina, Ramiro Arbeláez y Jaime Acosta el Cineclub de Cali. Recuerdo que la pasión de Andrés por Lovecraft, Poe, Melville y todos los autores góticos nos llevó a presentar varios ciclos de horror. Dimos La noche de los muertos vivientes y todas las películas basadas en los relatos de Poe y dirigidas por Roger Corman.
neclub, del laboratorio de fotografía y de hacer folletos de revistas. También hacíamos exposiciones artísticas, como la del pintor Óscar Muñoz y la de fotografías de Fernell Franco sobre las putas.
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VISTA
DB: ¿Cómo financiaba los proyectos cinematográficos? CM: Oiga vea se hizo con producción de Ciudad Solar. Además, como yo había trabajado en publici-
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dad tenía plata; Luis Ospina era relativamente acomodado y Andrés Caicedo tenía el cineclub. Nosotros mismos nos auspiciábamos para lograr hacer películas. Éramos una sola escuela donde convivíamos, discutíamos los temas de interés, concursábamos con los guiones, y ganábamos: Luis Ospina con Pura Sangre y yo con Carne de tu carne. Así podíamos hacer otras películas. Veníamos de un gran bagaje cultural. La demonología de Andrés Caicedo con sus obras: Que viva la música, Calicalabozo, Angelita y Miguel Ángel y Angelitos empantanados… —un bip… bip… biiip
También hicimos la revista más importante que hubo en Colombia en su época, se llamaba Ojo al cine. En ella publicamos entrevistas, historias, criticas, semblanzas y monografías. Sacamos seis números, era muy lujosa —'Alicia' salta y se posa sobre la mesa, da dos pasos hacia Mayolo, lo mira fijamente por un instante y desaparece bajando apoyada sobre la pierna izquierda de su amo—. DB: ¿Qué contribución hizo su generación al cine colombiano? CM: ¿Has visto mis películas? ¿Qué viste? —pregunta dudoso—.
DB: Claro, La mansión de Araucaima, Carne de tu carne y el documental Agarrando pueblo. Estas dos últimas en la proyección que hubo en junio en el Cementerio Central con motivo de su homenaje. CM: Vampiros de la miseria se llama en francés —aclara mientras se reacomoda en la silla y toma un aire más enérgico—. No se podía traducir Agarrando pueblo a los idiomas europeos, pero un crítico la vio, la tituló Vampiros de la miseria, y decidimos distribuirla así internacionalmente. Un tratadista del gótico tropical dice en un ensayo que hay un momento en el documental en que parecemos unos vampiros, unos hijueputas vampiros. —¡Paaan!, golpea la mesa con el puño cerrado mientras sigue hablando entusiasmado—. Succionamos con la cámara, como si fueran dien-
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los símbolos creativos, la historia de la literatura, del cine colombiano donde nosotros pusimos ese granito de arena que es el gótico tropical. Bueno, ya no más —dice con tono fatigado—. Se levanta rápido de su silla y sale del salón. Las llantas de un automóvil chillan en la calle —Mayolo vuelve a entrar al salón, ahora con pasos desganados—. Bueno, ¿que más querés?
DB: Para finalizar, ¿dónde prefería filmar, en Cali o en Bogotá? CM: Cali —se iluminan sus ojos—. Cali para mí es salsa, es brisa, sensualidad, piel color de miel, arrebato, zapato blanco, caña, madroño, palmera, piscinas, cordilleras, el mar, Buenaventura, el currulao, la marimba, los negros, los esclavos, las sirvientas negras, el azúcar. Yo analizo en mis trabajos lo que es la esclavitud en los negros. El Valle del Cauca para nosotros siempre es el edén y un paraíso perdido como lo fue para Jorge Isaacs. Es ese lugar donde "hay tanta belleza suelta", como dice un poeta vallecaucano.
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DB: Eso es Cali. Ahora Bogotá: ¿cuál es su relación con la capital? tes, la sangre de los miserables. Había que morder para recibir la reacción del pobre —tras un prolongado silencio, mientras su respiración se normaliza, Mayolo retoma la conversación—. Bueno, con mi generación instauramos el cine colombiano no sociológico, ni paisajista, ni picaresco. Salimos del cura, de la iglesia, del tonto del pueblo, de la puta, de ese esquema carrasquilliano que había en la concepción bucólica de Colombia. La volvimos el horror de la violencia, de los muertos… la explosión de Cali donde se desentierran los muertos del cementerio… —suspira fuertemente con la vista perdida entre los recuerdos—. Vivimos entre muertos, huele a podrido, la ciudad se vuelve un caos —en las fosas de lo que queda de la nariz de Mayolo, con el tabique destruido, se asoman diminutas gotas de sangre. Sin percatarse de ello, pasa su mano de un lado a otro por la parte inferior de la cara. Tampoco nota la leve mancha roja que queda en la parte superior de sus dedos. Sigue hablando luego de respirar largamente por la boca—. Todo ese bagaje, el duende, la madremonte, la pata sola, eso va conformando un universo que los vallecaucanos ofrecimos y vivimos. Además, puede seguir siendo un punto de referencia para investigar
CM: Bogotá casi no tiene nada que ver conmigo fuera de haberme disciplinado en ciertas conductas. Pero nadaísmo y hippismo había en Cali. Primero que todo, nada, y segundo que todo… tampoco —se ríe, esta vez de forma más estentórea. Bueno, ahora sí, andate, ¿qué más querés? Ya me trajiste hasta Bogotá —dice mientras inquieto se pone de pie tras percatarse del líquido espeso que tapa sus fosas nasales. Se pasa una mano por el rostro rozando su nariz chata y sale del salón con pasos largos. A los cinco minutos vuelve sonriente con un afiche de fondo negro y un título en letra cursiva y rosada que dice: La mansión de Araucaima presenta un homenaje a Carlos Mayolo, bajo este, una foto de sus años mozos—. Mirá, como no tengo fotos, te regalo esto —dice mientras observa de frente el cartel levantándolo a la altura de los ojos. Camina hacia la salida del apartamento señalando a lo lejos, en una pared del fondo, la foto de su tatarabuelo Manuel María Alonso de Velasco y Patiño, dueño hace mucho tiempo de la tertulia del doctor Velasco en Cali, en la que participaron, entre otros, los ex presidentes Jorge Holguín y Manuel María Mallarino—. Nos vemos en la resurrección de los muertos —se despide mientras cierra la puerta—.
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[DIVINO rostro ]
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Un busto para
cuatro Bustos
Texto y fotos: Natalia Abadía Torres naty_abadia@hotmail.com
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"Mi nombre es Óscar Emilio Bustos Bustos, cuatro veces Bustos, y vengo de una familia colonizadora de la zona esmeraldífera de Otanche, Boyacá". Así se presenta el personaje más famoso y querido de San Cristóbal Sur, que preside la Junta Comunal y es un entusiasta gestor cultural en el sector, aunque su vocación es la de poeta y periodista.
Rodulfo y Maxelenda Bustos —primos hermanos con nombres sacados del santoral— llegaron a Bogotá a finales de los años cincuenta, provenientes de El Peñón, cerca de La Palma, en Pacho (Cundinamarca). Al poco tiempo tuvieron su primer hijo; dos años después aparecieron en escena los mellizos y luego completaron el legado dos hermanos más. El nacimiento de Óscar y César, los mellizos, estuvo rodeado de extraños acontecimientos que obligaron a la familia a instalarse en la capital. "En ese entonces no se sabía que mi madre tendría mellizos, el médico que realizaba los controles percibió una anomalía en su vientre y consideró que se trataba de un niño acompañado de un bulto. Hoy en día todavía discutimos cuál de los dos era el bulto", comenta Óscar entre risas. Rodulfo se desempeñaba como sastre y Maxelenda era enfermera, pero tenían su vena literaria. El sastre, porque mantenía vida de bohemio y fue digno exponente de la música popular en Otanche, donde interpretaba el tiple. Maxelenda, porque siempre fue una gran lectora y excelente declamadora; aún lo es hoy, a sus setenta y pico de años. "Entonces nuestra infancia la pasamos en el taller de mi papá; debajo de los muebles, de la máquina de coser, aprendimos de su capacidad oratoria. Sabe contar historias y para ello se vale de sonidos onomatopéyicos y de golpes, como cuando habla de la violencia por la propiedad de las minas en la zona esmeraldífera del occidente boyacense, que desencadenó una guerra en la que casi desaparece la familia Bustos. De catorce tíos mataron a seis y a sus hijos. Por eso, mi papá y mi mamá tuvieron que salir de Otanche y vinimos a dar a Bogotá", comenta Óscar con un poco de nostalgia.
Pioneros de San Cristóbal Los Bustos sobrevivientes se establecieron en el suroriente de la capital. Otro matrimonio de primos,
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Emelina y Lisandro, facilitó la llegada de Óscar y su familia a San Cristóbal. Sus recuerdos transcurren entre el barrio La Belleza y Altamira, donde vivieron en arriendo hasta que compraron la casa-lote donde hoy reside la familia. Su niñez transcurrió en medio de desplazamientos en los barrios de Bogotá. Deambuló por San Francisco (en Ciudad Bolívar), Suba, Ciudad Jardín Norte, Engativá y San Cristóbal. En cada uno de los lugares su padre instalaba la sastrería y asombraba a los vecinos con su magistral uso de la palabra. Siguió siendo bohemio, aunque un accidente años atrás le dejó graves lesiones en el brazo y le impidió tocar el tiple.
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Recuerda que en su casa tenían gallos finos, porque todos los Bustos de Otanche son galleros. Rodulfo salía a los potreros y entrenaba a los animales que debía alimentar Ricardo, el mayor, al que le tocaban todos los regaños. "Aquí pasamos la mayor parte del tiempo los cinco hermanos. Paseábamos por la montaña recogiendo renacuajos, la carretera estaba llena de aljibes porque llovía a cántaros y la humedad los atraía. También recuerdo las visitas a la quebrada Morales, en Altamira, donde la Vidriera Colombia arrojaba desechos de productos imperfectos, adornos típicos de una salita de gente pobre como lagrimitas, elefantes y cocodrilos", cuenta Óscar. Cuando la familia se instaló en la casa-lote, venían a visitarlos los primos de Otanche, deseosos de que Óscar y sus hermanos les enseñaran los juegos típicos de la capital. "Después de eso, regresaban de nuevo a la guerra esmeraldífera y cuando uno preguntaba qué pasó con fulanito, se enteraba de que lo habían matado. Sólo eran adolescentes puestos al servicio de tíos metidos en el conflicto, dónde había mafias fuertes, por eso jamás volvimos por allá. Así fue como desterraron el apellido Bustos de la región", cuenta Bustos. Sobre sus estudios de primaria, Óscar recuerda "a la señorita Esperanza, muy bella y de largos cabellos, que nos enseñó a leer y a escribir". Durante ese tiempo se convirtió en un alumno destacado, mientras César, su mellizo, le pagaba con dulces por hacerle las tareas. Poco tiempo después alcanzaron en grados a Ricardo y así estuvieron los tres Bustos en un mismo curso. Maxelenda, en medio de la pobreza en que vivían, llevaba suplementos dominicales que leía en voz alta, recitaba poemas con mucha pasión y repetía las estrofas para que las aprendieran sus hijos: "Hay un lugar donde el dolor impera / haciéndose sentir hora tras hora / y hay seres que sufren sin retorno / del mal que el corazón devora", lo sabe Óscar desde que
tenía cuatro años. Entonces comenzó a declamar en la escuela, para orgullo de su madre, a quien dedicó un bello poema, "Si yo estuviera preso", en su libro de poemas Suroriente.
Panorámica de San Cristóbal Sur
Más adelante, a raíz de la separación de sus padres, Óscar, sus hermanos y su madre se instalaron en Ciudad Jardín, en el norte. Allí vivieron en arriendo en unas quince casas, durante trece años, y su madre los sostuvo con su sueldo de enfermera. "Mi padre regresó del Huila y arregló las cosas con mamá. Volvió a montar el taller de sastrería y, como siempre, se convirtió en la atracción del barrio", explica Óscar. En su época de bohemio, Rodulfo tuvo problemas con su esposa porque él bebía mucho. Y en una tertulia, uno de los tíos, Esaú, se enfrentó al dueño de la tienda, que resultó ser policía. Esaú hirió gravemente al hombre y desató una situación dramática para los Bustos porque se fugó y les dejó el problema a ellos. "Esa noche hubo allanamiento de la casa, y como mi papá se negó a abrir, rompieron la puerta del garaje con un camión. Eso fue violentísimo. Mi mamá los enfrentó, pues tiene un carácter tremendo. A mi padre lo detuvieron como responsable del suceso; lo llevaron a la Estación 100, le pusieron una lámpara en la cara, lo interrogaron, lo cachetearon, y después tuvieron que dejarlo libre porque no había pruebas. Sin embargo, el policía quedó parapléjico y cada vez que nos reconocía por ahí nos señalaba". A este hecho se sumó la muerte de la única hija de los Bustos, en 1974. Entonces, a Óscar le surgió la vocación religiosa. En vísperas de terminar el bachillerato en el colegio Espíritu Santo, de los Terciarios Capuchinos, con la presión de los sacerdotes y la influencia de los retiros espirituales, anunció que se haría cura. "Pero muy pronto me eché para atrás", comenta con un poco de picardía. "Tuve episodios religiosos fuertes, mis hermanos se burlan de mí todavía, dicen que yo alababa y todo".
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Fue el orador en la graduación y leyó el discurso de los estudiantes. Para entonces se hizo atleta con Edilberto Granados, amigo del bachillerato que pertenecía al Club Estrella Roja y le contagió el entusiasmo por ese deporte. Ricardo era fanático del ciclismo; Ómar, el menor, se inclinaba por el fútbol, y César tenía vocación militar. "Entró a prestar el servicio y se convirtió en el hombre de las novias; me cogió ventaja, era muy pintoso; arrollador con las mujeres. En cambio yo no, me quedaba atrás pues mi formación sentimental fue más larga y se combinó con mi vocación literaria", dice Óscar. Pero Óscar no contaba con efectivo suficiente para conseguir los libros que le exigían en colegio, como Cien años de soledad y Don Quijote; entonces, para presentar las evaluaciones ojeaba los capítulos. Esto lo llevó a reafirmar su aptitud literaria, ya que a la hora de relatar la historia en clase, lograba hilarla con facilidad y convencía al profesor de que se había leído el libro. Los $10.000 mensuales que ganaba Maxelenda no bastaban para patrocinar el estudio de Óscar. Con un poco de esfuerzo ingresó a la Facultad de Comunicación Social en la Universidad Central y alcanzó a realizar seis semestres en los que participó de cineclubes y talleres de humanística y asistió a la convocatoria del Taller de Literatura Isaías Peña Gutiérrez.
El líder cultural multifacético Al pensionarse, su madre compró la casa-lote de San Vicente Alto en la que hoy habitan. Llegaron con el trasteo en un camión que se atascó por la falta de malla vial y tuvieron que moverlo en medio de la neblina. A sus 22 años empezó a vincularse con el sector cultural de San Cristóbal Sur. Primero perteneció a un grupo de teatro llamado Puro Pueblo, donde hacían adaptaciones de obras de Jairo Aníbal Niño y recibían capacitación de grandes conocedores del género dramático, como Julio Ferro, Leonor Zubieta, Estanislao Zuleta, Juan Carlos Moyano y Aquiles Nasda. "En los ochenta la cultura empezaba a tomar fuerza y teníamos que hacer los ensayos en un parquecito cercano, mezclábamos títeres con teatro callejero y recuerdo que la primera obra que montamos fue la de El monte calvo y la madriguera y yo hice el papel del cojo Sebastián". Sin embargo, el teatro no era conocido ni apreciado en la localidad, tanto así que en una de las primeras presentaciones en el barrio Juan Rey los cogieron a piedra y tuvieron que salir huyendo. En 1984 se vinculó a la recién fundada Promotora Cultural Suroriente y se dedicó a la recopilación del
testimonio oral de los abuelos y a la búsqueda de recursos para desarrollar los proyectos. La Papelería Macondo era su punto de encuentro; allí llegaban artistas, bailarines, poetas y escritores, y leían los textos de la Colombia Mestiza, proyecto de Guillermo González Uribe y Juan Manuel Roca, en el Magazín Dominical de El Espectador. Este fue el comienzo de El Tizón, una revista de periodismo barrial con cerca de cuarenta páginas, que financiaron con las uñas y con retenes que hacían en las vías públicas. En esa época Óscar manifestaba un desaforado entusiasmo por las humanidades, lo cual, según él, le hizo perder el gusto a la profesión de comunicador y abandonó los estudios. Pero siguió escribiendo; la literatura siempre fue su salvación y desde muy joven ha venido publicando cuentos inspirados en las historias del barrio y en su propia vida. Es el caso de Cita de las voces nuestras, divulgado en las Hojas Universitarias de la Universidad Central, con sus recuerdos de su infancia; La agonía de una cifra periódica, relato que describe a un hombre muerto en vida, inspirado en su hermano mayor, Ricardo. Su formación como escritor estuvo atravesada por sucesos como la revolución sandinista, el comunismo y escritores como Juan Rulfo, Andrés Caicedo y Roque Dalton. Parte de la magia que lo caracteriza como literato y poeta tiene que ver con la topografía de la localidad cuarta, porque desde allí puede apreciar a Bogotá y "se siente uno en el mástil del planeta", explica Óscar. En aquel lugar conoció los campamentos del M-19, grupo con el que tuvo un enfrentamiento porque querían apropiarse de El Tizón. Además, desde este mirador observó cómo ardía el Palacio de Justicia. En los años ochenta ingresó al MOIR como activista independiente. Apoyaba al candidato Diego Betancur y con el grupo Puro Pueblo recorrió medio país. Dejó la militancia, pero no la ideología de la izquierda democrática. Hoy en día hace parte del Polo Democrático y su formación política le ayudó a la Promotora Cultural, al igual que a los grupos culturales del sector, a iniciar la red de eventos de la Alcaldía Local, que apoya los programas de comunidad. Y aunque Óscar preside actualmente la Junta de Acción Comunal de San Vicente Alto, espera llegar a edil para promover más proyectos de origen cultural. En esa lucha política por sacar adelante la cultura local, Óscar Bustos considera que en su localidad están muy mal de alcaldesa: "Elsa Hernández era representante conservadora, pero nadie la conocía. Está allí por acuerdos políticos, pero no sabe dar explicaciones ni co-
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noce de cuentas, es histérica y mal preparada, agresiva, incluso se está pensando hacer manifestaciones y movilizar a la gente para sacarla del cargo".
De 'Pinochín' a Radio Santa Fe Al lado de Óscar siempre ha estado Anadelina, a quien conoció en el barrio San Vicente hace 20 años y le dio a Yadira, su niña consentida. A su esposa, morena agraciada, guerrera, de carácter y que influye mucho en sus decisiones, también le ha dedicado poemas, como el titulado "Yo amo a una mujer del suroriente". Pero los problemas económicos llevaron a Óscar a desempeñarse en labores diferentes a la escritura y así fue como se convirtió en 'Pinochín', uno de aquellos personajes que animaban fiestas y eventos en Bogotá, salido de una localidad que en 1985 llegó a tener más de 100 payasos. Compartía esta labor con 'Remolacha', su padrino, y le pusieron tanto empeño que crearon una escuela de payasos. Allí conoció a 'Mustafá', pionero de la profesión en Bogotá y personaje de una de sus crónicas: El último faquir.
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Tras cubrir la Caracas en zancos con una cartelera, logró volver al medio cuando Clemente Domínguez lo invitó a participar como periodista y cronista en Radio Santa Fe, hacia 1989. Allí escribió una crónica sobre la epidemia de cólera que afectaba a Tumaco, que le valió la nominación al Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. El relato se tituló: "Salaonda, una cultura en guerra contra el cólera". De allí pasó a trabajar con Germán Castro Caycedo, a quien le profesa gran admiración. En este nuevo trayecto de su vida consiguió, gracias a Colprensa, publicar sus crónicas en 16 periódicos colombianos. Luego llegó uno de sus grandes orgullos: su amigo Guillermo González le publicó una crónica en la revista Número, titulada "Radiografía edil. ña para su campa Mural de
del Divino Niño" que posteriormente incluyó Daniel Samper Pizano en una antología de este género. Su carrera como periodista continuó en el programa de televisión Séptimo Día, bajo la dirección de Manuel Teodoro; luego siguió en Panorama, donde realizó reportajes noticiosos para Julio Sánchez Cristo. También se vinculó a Hora Cero y a TV Hoy. Allí produjo historias de ocho minutos que se transmitían como "Crónicas de la Colombia Positiva". Después, y por poco tiempo, trabajó en CM&, con Yamid Amat. En todas partes tuvo enfrentamientos con sus jefes por no compartir visiones del periodismo sensacionalista. "Al final llegué a El Mundo según Pirry, donde me convertí en investigador periodístico y ayudaba con el material del programa. Hice gran cantidad de crónicas sociales entre las cuales está la de la prostitución, que fue una de las primeras; también, 'Mordidos por la coral', donde se expone la falta de antídotos que hay en el país, y más de la mitad de las entrevistas que dieron vida al reportaje sobre Garavito. Sin embargo, para el día de la emisión ya no trabajaba allí y no me dieron el crédito", cuenta Óscar con un poco de disgusto. También realizó algunas crónicas para CityTV, presentadas en Ciudad Equis, pero dejó el trabajo por mal pago. Entonces en las épocas de desempleo se entrega por completo a la Junta de Acción Comunal para impulsar obras sociales y culturales y a la emisora comunitaria Vientos Estéreo, a la que ha estado vinculado durante años. Actualmente dicta cursos de periodismo en la Universidad Central, donde le ofrecieron una especie de honoris causa, ya que no tiene acreditación profesional. Y muy pronto espera publicar el libro de sus mejores crónicas, titulado Historias duras del periodismo nacional, aquellas que lo han convertido en una celebridad de San Cristóbal Sur. nte Alto. San Vice escuela de la de los niños stos con Oscar Bu
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La última
Texto y fotos: Juan Arenas juanpacan@hotmail.com
imprenta de plomo
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La Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo en Yerbabuena es única en el mundo. Desde su fundación, el 20 de julio de 1960, ha mantenido el sistema tradicional de impresión tipográfica para sacar a la luz libros artesanales de alta calidad. A pesar de ser un patrimonio vivo, se teme por su futuro ante la reestructuración del Instituto.
Aparte de su faceta de héroe de la patria, Antonio Nariño fue un destacado tipógrafo que fundó la Imprenta Patriótica frente a la iglesia de San Ignacio, en el centro de Bogotá. Allí imprimió la Declaración de los Derechos del Hombre, hacia 1797, documento esencial para nuestra entrada a la modernidad. Ciento cincuenta años después del grito de independencia, el 20 de julio de 1960, se quiso rendir homenaje al prócer con la refundación de la Imprenta Patriótica del Instituto Caro y Cuervo. El objetivo de esta imprenta es "publicar y divulgar el resultado de las investigaciones del Instituto; es una especie de editorial científica", comenta José Eduardo Jiménez, director editorial. Si bien tiene convenios con algunas universidades y encargos del gobierno, centra sus esfuerzos en la publicación de las investigaciones sobre el idioma español en diferentes áreas, desde sociolingüística hasta lexicografía. Como desde el principio la imprenta fue pensada para publicar los resultados de las investigaciones, la planta donde funciona está separada de la sede científica del Instituto tan sólo por unos jardines. El contacto entre los que producen el conocimiento y quienes lo reproducen es de gran importancia, ya que todos los procesos se cumplen en un mismo lugar, a diferencia de las editoriales comerciales.
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En la producción editorial confluyen cinco siglos de historia de arte gráfico. Por un lado, el tipo suelto que usó Guttenberg en 1450 para agilizar el proceso de impresión y que consiste en letras reutilizables para armar las cajas y luego imprimir. También está el linotipo, inventado por Ottmar Mergenthaler, en 1886 y, por último, la tecla electrónica, que refuerza el proceso a partir de la popularización de los computadores en los años ochenta. Tecnologías que conviven para producir artesanalmente un libro de altísima calidad.
Oficio en extinción
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El veterano linotipista Juan Tabares cuenta cómo el linotipo fue una especie de dínamo de los diarios. "En los sótanos del edificio de la avenida Jiménez había 17 linotipos en la primera época del diario [El Tiempo]. Luego subieron a 21. El proceso de levantar las cajas de texto tenía que durar máximo hasta las 10 de la noche para que las rotativas arrancaran a imprimir y terminaran a las 6 de la mañana". Esto demuestra por qué la técnica linotípica alimentó la producción en masa de textos impresos.
"Es un proceso hermoso", dice Tabares, quien trabajó con el Caro y Cuervo durante 44 años, y con El Tiempo, 18. "El linotipo tiene 1700 piezas y cuenta con todos los movimientos que puede generar una máquina: fundición, claves de distribución, es operada por excéntricos (ruedas sin centro y de gran velocidad). En resumen, podría decirse que son máquinas de escribir industriales, con un teclado de noventa teclas y que permite manejar de 5,5 puntos a 30 puntos en el tamaño de la fuente". Cada linotipo puede tener hasta cuatro fuentes de diferente tamaño y si el digitador es hábil, le permite escribir de 120 a 130 palabras por minuto para producir los lingotes, que pueden acumularse hasta de 30 líneas para pasar a impresión. El Instituto cuenta con seis linotipos, cuatro impresoras tipográficas y una litográfica. Estos linotipos tienen diversas procedencias. Los dos primeros, con los que se inauguró la Imprenta en 1960, se compraron al Diario de Colombia y al diario La Paz (cerrados tras la dictadura de Rojas Pinilla). En 1966 y 1974 se importaron otros dos de Estados Unidos. Por último, en 1985 y 1991, se re-
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cibieron dos linotipos donados por la Imprenta del Estado Mayor del Ejército y el Banco de la República. Juan Tabares se encargó de poner en su punto estas máquinas, hasta hace dos años cuando se retiró del Caro y Cuervo.
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Lo que hoy en día se considera un defecto, constituye el encanto de los libros producidos en Yerbabuena, y el placer de muchos lectores.
José Eduardo Jiménez cuenta que cierta vez el presidente Belisario Betancur visitó la imprenta con una delegación de invitados, tomó un libro terminado y lo sacudió tomándolo por las páginas. El libro quedó intacto, demostrando la calidad del proceso. "Ahora los libros son más débiles. Incluso la impresión litográfica se distingue por ser vigorosa al ojo", señala Jiménez.
El sentido romántico que adquieren estos libros es perceptible cuando se compara uno producido en la Imprenta Patriótica y otro con sistema de impresión en frío (offset). La portada, por ejemplo, es un elemento de imagen editorial muy reconocible, de la misma manera lo es el texto, con márgenes grandes y la misma fuente para todas las producciones; también la encuadernación, cosida de forma tradicional, porque todos los procesos son hechos a mano.
Si bien los libros producidos en esta imprenta tienen ese tufillo antiguo, conservan el gusto por lo tradicional. La prueba es que hay ejemplares que se entregan sin refilar, es decir, sin cortar los bordes de las hojas. Por ello algunos de los pliegos que conforman el libro están pegados todavía con la línea de corte. Entonces la mística aparece y se trata al libro como un objeto valioso cuando el lector, caprichoso, rasga él mismo las páginas con su "cortapapel de marfil", como cuenta Jiménez.
El tiempo que tarda la producción de un libro, "depende del libro, de la dificultad teórica y técnica para imprimirlo. Esto es un arte y tiene que quedar bien hecho", explica Jiménez. Es decir, un libro aquí no es producido en masa, para luego detectar un error y picar todo el tiraje. Aquí el proceso es de sumo cuidado, lleno de delicadeza y, eso sí, de mucho amor. Antes del periodo de transición en que se encuentra la imprenta se producían 30 títulos al año, cada uno con 200 ejemplares. Ahora el número es
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La reestructuración Pero, justamente, esa tradición tiene en vilo a la Imprenta Patriótica. Hace dos años el gobierno empezó una reestructuración del Instituto Caro y Cuervo —creado en 1942 para continuar con la obra de Rufino José Cuervo y de Miguel Antonio Caro—, y ahora la imprenta trabaja sólo al 50% de su capacidad. Antes la imprenta contaba con 36 colaboradores, ahora, luego de que algunos se pensionaran o fueran trasladados a otros menesteres, sólo tiene 18 funcionarios. De ellos, sólo dos son linotipistas: Noel Orjuela y Édison López. El resto del personal se reparte entre armadores, encuadernadoras y empacadores. Para el gobierno, la Imprenta Patriótica ya no resulta rentable frente a los modernos sistemas de impresión. Pero según José Eduardo Jiménez, sería una lástima que por comparar procesos en cuestión de eficiencia en volumen y no de calidad, se echara a perder medio siglo de experiencia. "Quisiéramos, con la ayuda de Dios, llegar a cumplir 50 años en el 2010", afirma con tono de nostalgia. Mientras tanto, los linotipos seguirán fundiendo plomo y acuñando letras para que el idioma tome vuelo.
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relativo por la misma situación de la imprenta. Cabe recordar que la Imprenta Patriótica produjo el Diccionario de construcción y régimen de la lengua castellana, labor iniciada por Rufino José Cuervo hace más de 150 años.
Sistema de impresión en caliente
El linotipo se inventó en Estados Unidos y alcanzó su máximo desarrollo cuando lo adoptaron las imprentas oficiales y las grandes rotativas de periódicos, como la de The New York Times. El linotipo funciona así: tiene un lingote con una aleación de plomo y estaño que se vuelve líquida en una caldera a 540 ºC. Este plomo reposa allí mientras el digitador introduce el texto, como en una máquina de escribir, para poder hacer una línea. Esta línea tendrá forma final de lingote. Para que esto suceda el linotipo utiliza unas claves, que son unas piezas de metal y a cada una corresponde una letra. Las letras se ubican en unas cajas sobre el linotipo organizadas alfabéticamente y por fuente. Esto es diferente a un chibalete, ya que estas cajas contienen las fuentes por familia y tipo y son hechas de metal, mientras que el chibalete es de madera y sirve para la armada del texto. De esta manera, las fuentes que hoy seleccionamos en el menú de un procesador de texto, consisten en este sistema en cajas de metal que contienen las letras configuradas y que deben montarse antes de levantar el texto; quien digita las líneas cuenta con una sola fuente para todo el texto. Luego del proceso de mecanografía, el operario acciona una palanca y se produce la magia de la máquina: el linotipo toma las claves que conforman una línea y las funde en plomo para sacar un lingote terminado. Estos lingotes tienen las letras en alto relieve para que la imprenta las unte de tinta y las plasme sobre el papel.
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Cultura
De: México
Melissa Serrato Ramírez melissa.serrato@gmail.com
Para: Bogotá
Fotos: Andrés de La Cuadra / Planos: Cortesía del Fondo de Cultura Económica
En el barrio La Candelaria, en la calle 11 con carrera sexta, donde antes funcionaban parqueaderos, es posible ver por estos días la obra en construcción del Centro Cultural del Fondo de Cultura Económica. A finales de este año se entregará la primera etapa de esta megasede cultural.
En el año 2003, por iniciativa de la directora general del Fondo de Cultura Económica (FCE), Consuelo Sáizar Guerrero, la filial de Colombia adquirió el predio de la calle 11 a la altura de la carrera sexta para cambiar su vocación de parqueadero por la de sede cultural. Un terreno de 3.270 metros cuadrados para la principal vitrina cultural de México en Colombia y en el resto de América Latina. El diseño fue encargado al reconocido arquitecto colombiano Rogelio Salmona, y el 2 de noviembre de 2005 el secretario de Educación Pública de México, Reyes Tamez Guerra, puso de forma simbólica la primera piedra y afirmó que se trataba del "proyecto más importante del Fondo de Cultura Económica fuera del país". El FCE es un organismo público descentralizado de México que funciona desde 1934 con filiales en nueve países del mundo. Su actividad en Colombia se inició en 1984 como distribuidora, librería y editorial, para difundir a los grandes autores latinoamericanos.
El diseño El Centro se extiende 80 metros sobre la calle 11 y 30 metros sobre la carrera sexta, en lo que se conoce como el Centro Histórico de Bogotá: a una cuadra de la Plaza de Bolívar, de la Casa Museo del 20 de Julio, de la Biblioteca Luis Ángel Arango y del Museo de Arte del Banco de la República, y a espaldas de la Catedral Primada. En sus 9.500 metros cuadrados construidos, el Centro incluye terrazas, jardines, andenes cubiertos y dos plazoletas al aire libre que se encuentran comunicadas entre sí y que se suman al espacio público de la ciudad.
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A la hora de diseñar el proyecto se tuvo muy presente que La Candelaria es uno de los sectores más frecuentados de la ciudad. Según explicó el gerente general de la filial Colombia, Juan Camilo Sierra: "El concepto circular y de circulaciones, sobre el que Rogelio Salmona ha insistido en sus obras, tiene gran importancia aquí porque permite que se constituya en un gran espacio para encontrarse, comunicarse y dialogar".
Los servicios Del total de área construida, aproximadamente 1.300 metros estarán destinados a una librería de dos plantas con una amplia oferta de libros, revistas, música, películas y elementos afines al libro. En la primera planta se ubicarán los libros para el público general, y en la segunda, para el público infantil y juvenil. Además, el Centro contará con una gran variedad de servicios para los usuarios: desde restaurante, cafetería y parqueadero subterráneo hasta aulas para la formación de lectores, la promoción de la lectura y todo tipo de actividades educativas, puesto que, según manifiesta Juan Camilo Sierra, "el Fondo no es simplemente una empresa editorial, sino que parte de su misión es tratar de ir lo más lejos posible con el contenido de esos libros y así hacer un aporte desde nuestro catálogo para
complementar lo que ya ocurre con otras entidades dedicadas a la promoción de la lectura y actividades de ese tipo". En el Centro habrá dos auditorios —uno con capacidad para 250 personas, y otro para 50—, una sala de exposiciones y una biblioteca con un catálogo aproximado de 3.000 libros, que con el tiempo irá aumentando con todo el acervo histórico del FCE, que en la Biblioteca de México asciende a 15.000 registros. El público tendrá acceso de forma gratuita a la biblioteca desde finales de este año. Lo que se recaude por prestación de servicios permitirá que el centro sea autosostenible, pues el costo total del proyecto, correspondiente a 8.800 millones de pesos, fue financiado con recursos de la filial Colombia del FCE: "La industria cultural que sea autosuficiente tendrá posibilidades de crecimiento, sobre todo en países como el nuestro, donde se ha considerado que hay otras prioridades antes que la industria cultural", afirma Juan Camilo Sierra. La Candelaria se convierte de esta forma en el primer lugar escogido por México para construir un centro cultural de esta magnitud en uno de los nueve países donde funcionan las filiales del FCE. Y así se complementa la rica actividad cultural que se respira en la calle 11, la cual no en vano está bautizada como calle de la Enseñanza y calle de la Moneda.
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La segunda función ** * )TEATRO
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En el teatro existe el agüero de que la segunda función siempre sale mal. Y con la obra A la sombra del volcán, de la Corporación Ensamble Latino, se hizo realidad.
Es viernes en la noche, y en el teatro El Arlequín la función está a punto de comenzar. Son las 7:30 y las puertas de la sala se abren. La silletería no está numerada. Cada quien elige el mejor puesto posible. El murmullo se apodera del teatro y ahora todos están sentados esperando el tercer llamado. Casi 70 personas inquietas que se acomodan y se reacomodan en sus puestos. Ahora son las ocho y la obra no ha iniciado. Unos pocos aplauden, como siempre, para expresar el desespero y afanar a los actores. Quince minutos después es evidente que algo pasa. Todos empiezan a tejer explicaciones para el retraso, pero nadie sabe con certeza lo que ha ocurrido, hasta que Katrin Niefeler, productora ejecutiva de la obra, sale de la trasescena y explica que hay un actor que no ha llegado y que están tratando de resolver la situación. Adentro, los camerinos están invadidos por la tensión. Todos se muestran indignados porque cuando lograron comunicarse con el actor les respondió El elenco de la obra. El segundo, de izquierda a derecha, es Álvaro García, el ausente.
Julio De la Hoz O'Byrne Kikq31@hotmail.com
tan ancho que no asistiría porque estaba rodando una película. Hay pánico. Se trata de la segunda función en Bogotá de A la sombra del volcán. Alejandra Borrero y Diana Ángel son las protagonistas y están acompañadas por Gustavo Angarita, Luz Estela Luengas, Victoria Hernández, Rodrigo Sánchez, Roberto Manrique y el hombre que los ha dejado plantados, Álvaro García. La obra se estrenó en Cali el pasado 11 de mayo, y se presentó un par de días en Popayán. En Bogotá inició temporada el 18 de octubre. Con este montaje el teatro El Arlequín reabrió sus puertas. La iniciativa de montar la obra fue de Alejandra Borrero, que en alianza con Katrin Niefeler creó la Corporación Ensamble Latino e hizo posible que el texto que escribió su tío, Guillermo Borrero —quien se basó en historias de mujeres que entrevistó durante años en su consulta psiquiátrica— se llevara a las tablas.
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Aunque el director de la obra es Carlos Alberto Jiménez, Borrero es la encargada de tomar la decisión: la función será cancelada, aunque no todos los actores estén de acuerdo. Pero la última palabra la tiene el dueño del teatro, quien se negó rotundamente cuando le informaron la decisión. El problema ahora es grave. García, el actor ausente, interpreta dos personajes —Anselmo, el papá, y Lucas, el hermano de Carmen—. Carmen es la única mujer entre tres hermanos varones, de una familia de clase alta, de la década de los cincuenta en Popayán. Con apenas 16 años de edad, es violada por su padre y queda embarazada. El silencio de la niña y el aparente secreto, así como el volcán Galeras, cerca del cual viven, pueden hacer erupción en cualquier momento.
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El director de la novela, Luis Alberto 'Peto' Restrepo, le dio inmediatamente permiso para salir del set de grabación. Y en menos de quince minutos, un taxi lo llevó de la calle 100 a la calle 41 con carrera 23, en el barrio La Soledad, donde está ubicado el teatro. Todos en el camerino coinciden en un solo sentimiento: el temor. Valdiri ha ensayado sólo tres veces la obra. Pero nadie se deja ganar por la cobardía: es ahora cuando deben demostrar que son profesionales.
** )TEAT
El día anterior, en la función del estreno, todo había salido de maravilla. Alejandra Borrero tomó la palabra al terminar la presentación y pidió ponerse de pie a las madres del público que hubieran denunciado ante las autoridades los casos de abuso sexual de sus hijos. Tres mujeres se levantaron de sus sillas. El estruendoso aplauso llevó hasta las lágrimas a unos cuantos en el público. "Esto no debería ocurrir; son actores profesionales", dice una señora mayor, que se levanta de su silla, mientras todos se preguntan quién se ha retrasado tanto. Como la señora, muchos dan una vuelta, revisan la hora, leen el programa de mano (que contiene una extensa información sobre cómo reconocer, ayudar y denunciar los casos de abuso sexual infantil) y hay quienes deciden comer algo en el restaurante del teatro.
¡Valdiri! Alberto Valdiri es la única esperanza para los actores: si está disponible no tendrán que cancelar una función ni devolver los 25.000 pesos de la entrada, porque la tardanza ahora supera los 45 minutos. Alejandra le había pedido el favor a Valdiri de que le colaborara con la lectura de los textos de Anselmo, porque el actor no podía asistir a algunos ensayos. Valdiri hizo lo suyo y solamente en tres ocasiones interpretó al personaje. Pero jamás esperaba recibir un viernes, pasadas las ocho de la noche, en medio de la grabación de una novela, una llamada de Alejandra Borrero: "Valdiri, esto no es un juego: necesito que vengas ya mismo a hacer una función de A la sombra del volcán".
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* *ATRO
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A Valdiri lo maquillan rápido. El elenco debe ponerse de acuerdo en un par de cosas con él. El tiempo es escaso, así que revisa el texto, se viste y se dirige a su lugar. El público está sentado nuevamente. Las luces se apagan. Anselmo es el primero en salir a escena. La obra ha comenzado.
En escena Cada personaje vive su propio drama, y cada actor también; a Valdiri nadie le ha dicho que el apagón de luces programado para el momento en que Anselmo viola a su hija ya no va. Así que después de llevar en brazos a la cama a Diana Ángel y darle unos cuantos besos y caricias, Valdiri no se marcha, que es lo que debería hacer; en vez de eso, se acuesta sobre ella esperando que las luces bajen poco a poco, cosa que tampoco sucede. El público observa los dos cuerpos sin movimiento sobre la cama, sin saber que Valdiri con desespero y calculando perfectamente el ángulo para que nadie note nada, le pregunta a Ángel: —¿Y el apagón? —Ya no hay apagón... —le responde en susurros su compañera—. Vete, vete. Nadie en el público tiene idea tampoco de que Valdiri ha recortado un párrafo de su texto, que no recuerda bien, y en una escena en la que la familia está en el comedor ha sacado el papel y lo ha puesto con perfecta discreción al lado de un plato desde donde lo puede leer. Ningún compañero se atreve a criticar a Valdiri por este recurso desesperado porque, como él mismo recordó al terminar —cuando reconstruían la accidentada función—, Marlon Brando pegaba sus parlamentos por todo el set y los leía en plena filmación.
Más velas El elenco había llevado la obra de tal forma que el público no se diera cuenta de que Valdiri era un reemplazo. Sin embargo, los problemas no habían llegado a su fin: de repente el teatro, en plena función, se queda sin energía eléctrica. Alejandra Borrero, Luz Estela Luengas, Victoria Hernández, Roberto Manrique, Rodrigo Sánchez y Alberto Valdiri están en escena y la luz se ha ido. Para fortuna del montaje, encima de la mesa del comedor donde transcurre la acción hay velas encendidas. La iluminación es pobre, pero las caras son visibles.
—¡Rosalbina, más velas! —grita Valdiri, en personaje, a Victoria Hernández, que hace las veces de la empleada de la casa. —No hay —dice Hernández, como Rosalbina, porque sabe que en la trasescena será más fácil conseguir una linterna. Mientras corre a buscarla, Manrique, el ecuatoriano que hace el papel de uno de los hermanos de la niña violada, tiene la palabra y no duda en acercarse una vela a la cara para terminar el monólogo. Antes de que lo haga, Hernández trae una linterna y todos los personajes quedan visibles ante el público, que, debido a la rápida solución de los actores, todavía se pregunta si el apagón ha sido parte de la obra o se ha ido la luz del teatro. A los cinco minutos la energía regresa, y los actores saben que han hecho bien en no parar la función.
El aplauso La obra llega a su final. El elenco comienza a salir para hacer la venia. Ahora los artistas reflejan el cansancio que han ocultado durante todo este tiempo. Gustavo Angarita, que ha interpretado a un sacerdote, no se presenta a recibir los aplausos. Según cuentan sus compañeros, nunca sale. Dice que lo malo no se aplaude.
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Cuando cesan las palmas Alejandra Borrero aprovecha la oportunidad para dejar en evidencia a Álvaro García, que después de haber ensayado durante meses, en la segunda función de la temporada en Bogotá no llegó porque estaba rodando una película. Dicho esto, Borrero hace énfasis en el esfuerzo de Valdiri, a quien todos, público y elenco, reconocen como el héroe de la noche. García será demandado por 20 millones de pesos por incumplimiento de contrato. Y Valdiri interpretará a Anselmo y a Lucas de jueves a domingo a las 7:30 de la noche en el teatro El Arlequín. Desde el 5 de noviembre la obra inició funciones en colegios e instituciones educativas de la ciudad, y luego hará una gira nacional. Entre los actores de teatro se dice que la segunda función siempre sale mal. Y, aunque nunca imaginaron que los inconvenientes iban a ser tantos, saben que es de eso, en parte, de lo que se trata el teatro: de solucionar en escena, porque nadie va a gritar desde afuera "¡Corten!".
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Música
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Huevoatómico
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Lina María Medina Estrada Linaska83@hotmail.com
Fotos: Claudia Rodríguez A.
en el antiguo Hilton
La banda nacional de reggae Huevoatómico rompió el cascarón después de cinco años de trayectoria y presentó su primer disco compacto, Espanta-espantos, el pasado 27 de octubre en el antiguo Hotel Hilton. Directo Bogotá ofrece la crónica de esta noche de reggae, música folclórica y funk narrada por una reportera-saxofonista.
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Cuando Juan David Castro, saxofonista del grupo de reggae Huevoatómico, se me acercó y me dijo que el 27 de octubre sería el lanzamiento de su primer compacto con la banda, supe que tenía que ir, pues en Colombia la producción discográfica es tan escasa que sacar un disco es una hazaña, y doble si se trata de una banda de reggae nacional. La ganas de ir al evento fueron in crescendo, sobre todo cuando vi en la boleta que sería en el antiguo Hotel Hilton, en la carrera séptima con 32, que cambió su vocación por la de rumbeadero de la farándula. La entrada costaba $25.000, con el disco incluido. El Espíritu del Sol y La Severa Matacera fueron las bandas teloneras. Al entrar a la Sala Santander, en el segundo piso del edificio, sólo vi gente sentada que rodeaba el escenario y una tarima donde colgaba la obra de arte —óleo sobre madera y polvo de mármol— que Germán Méndez creó para la carátula del disco. Aunque creí que el público iba a ser de rastas, hacia las nueve de la noche los únicos cumplidos eran los familiares invitados. Luego, el sitio se fue llenando de gente de todos los estilos y empezaron a llegar los músicos: Carlos Gómez, flautista y clarinetista del grupo, y Juan Felipe Pinzón, 'Chucho', el saxofonista de La Severa Matacera. De pronto se apagó la música de fondo y ocho músicos subieron a la tarima y comenzaron a tocar ese groove del reggae característico, que de inmediato nos transporta a la playa. El Espíritu del
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ ++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++ Los guitarristas, Andrés Hernández y Juan Camilo Méndez, conectaban sus guitarras a los amplificadores. Lucas Torres, el bajista, no paraba de sonreír. Mientras, Nicolás Méndez, el baterista; Javier Carreño, el percusionista, y Juan Camilo Amarís 'Mikayo', el percusionista menor, se camuflaban detrás de los micrófonos, bombos, tambores, redoblantes y demás instrumentos de percusión. Todos empezamos a escuchar la introducción que Juan Camilo Méndez compuso para abrir la noche cuando irrumpió en la tarima Raúl Parra, la voz líder del grupo, cantando Perdida.
Sol debutó con temas de su autoría que pusieron a bailar a todo el mundo, pues aunque el vocalista no tenía una voz excepcional, el feeling al pronunciar las letras y las frases de sus composiciones conquistó al público. Mientras tanto, una señora con saquito de lana, cabello lacio y contextura gruesa juntaba las manos y le sonreía con frecuencia. Al terminar el toque, la señora fue a abrazarlo y entendí que sólo una madre podía expresar su orgullo con tanto sentimiento.
Los solos de guitarra, saxo y flauta evidenciaron la calidad musical de estos artistas que interpretaron 14 temas de su autoría. En la mitad del concierto invitaron a la tarima al maestro Francis Lara, percusionista de Los Gaiteros de San Jacinto, y aquel hombre con su uniforme blanco, su pañoleta roja y su sombrero vueltiao se sentó al frente del tambor alegre y con sus manos mágicas empezó a tocar con los del Huevo Raíces, una canción que cuenta cómo un demonio vino a apoderarse del mundo y por eso ahora el universo está al revés, así que necesitamos recuperar nuestras raíces.
Seguía llegando más gente y a punta de folclor nos enrumbamos mientras que La Severa Matacera preparaba sus equipos. Con un estilo más rockero y skatero comenzó a tocar las canciones de su reciente álbum Cuando la gente se pare. A La Severa, que cumplió diez años en la escena, la estuvimos escuchando en el pasado Rock al Parque. Fue emocionante tenerla tan cerca, en una tarima al alcance de todos, y gocé detallando los dedos de 'Chucho' cuando interpretó en su saxo alto Fiesta de negritos, tema de Lucho Bermúdez.
Con otros temas debutó esa noche el maestro Francis Lara en compañía de Carlos Gómez, que cambió la flauta traversa por la gaita hembra y Juan David Castro, quien dejó su saxo tenor por el soprano para regalar sonoridades más folclóricas en los temas Espacio, Único poder y Este suelo. Y las sorpresas continuaron, pues más adelante los Profetas —dúo conformado por Antombo Langangui (voz líder africana del neosoul nacional) y Pablo Aka Fortaleza (cantante y compositor caucano, y promesa del hip hop patrio)— se montaron a la tarima y a ritmo de hip hop comenzaron a cantar con el Huevo Realida Ltda., de Nicolás Méndez, y Anónimo, de 'Mikayo'.
La frescura y la sencillez de los artistas, la buena música y la nube de marihuana que gravitaba en el salón imprimieron al ambiente un toque de fiesta casera. Las máscaras y disfraces que algunos lucían, adelantándose al halloween, reforzaron el clima de camaradería. No hay que olvidar que el rastafarismo incentiva el espíritu de igualdad.
Así trascurrió el concierto hasta las tres de la mañana: chirimía, cumbia, reggae, funk se fusionaron para mostrar uno de los mejores lanzamientos de música reggae que se ha podido apreciar en la ciudad. Sin embargo, nada es perfecto: al final, La Severa Matacera fue víctima del robo de su computador portátil, en medio de la fiesta y el jolgorio.
De repente, las luces se apagaron, el humo empezó a ascender desde el escenario y diez hombres subieron a la tarima con camisas blancas que resaltaban el símbolo del Huevoatómico, ese instrumento de poder utilizado por los indígenas de la costa norte de Colombia con el fin de espantar los malos espíritus.
Pero el espectáculo resultó inolvidable y dejó claro para esta música en formación que no hay que encasillar los géneros musicales en una sola tendencia. Juan Carlos Garay, periodista y crítico musical, comentó que había sido uno de los mejores conciertos realizados este año. Ojalá se repita.
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( ) libroS
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- Entrevista
Bogotá bizarra
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Julieth Rueda rueda.j@javeriana.edu.co.
a tres voces
¿La única guía para perderse? Sí, Bogotá bizarra lo llevará a conocer sitios insospechados y no "gentecita del montón". Una guía que pretende abrir las puertas a la diversidad y a la tolerancia en esta capital pluricultural y multiétnica. Desde septiembre es el éxito editorial para sorpresa de los tres autores, que retomaron el proyecto editorial de otras capitales del mundo.
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En este libro Bogotá se viste de rumba, esoterismo y espiritualidad; sus recorridos van de las fiestas y espectáculos cachacos hasta lo más underground, de la ciudad gourmet a la del colesterol y de los personajes más urbanos a los más excéntricos. Directo Bogotá habló con los autores: Andrés Sanín, abogado; Sebastián Chalela, filólogo y artista plástico —que publicó Ciudad de humo, relatos de personajes bogotanos—, y Juan David Sánchez, artista y politólogo paisa. Directo Bogotá (DB): ¿De dónde surgió la idea de Bogotá bizarra? Andrés Sanín (AS): Yo viví un tiempo en Chile y me aburrí muchísimo porque extrañaba todas las irregularidades bogotanas: el ruido, los vendedores ambulantes y los trancones; esas cosas de las que uno se queja todo el tiempo. Dos días antes de regresar a Colombia mi tía me regaló un libro que me llamó mucho la atención: Santiago bizarro (2003) que es la versión chilena de L. A. bizarro (1997), de Los Ángeles. Fue entonces cuando me puse a pensar que si Santiago, que era lo más aburrido del mundo y donde la pasé pésimo, tenía cosas tan interesantes, Bogotá debería ofrecer muchas más. Sin embargo, era consciente de que no podía realizar solo un proyecto de tal magnitud, así que les hice la
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stián. autores: Los tres , Andrés y Seba vid a D n a Ju
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propuesta a cinco compañeros de la Especialización en Periodismo de la Universidad de Los Andes, de los que sólo quedamos tres.
DB: ¿Cómo fue el proceso de elaboración del libro? Sebastián Chalela (SC): Primero hicimos una lluvia de ideas de lo que para cada uno era bizarro en Bogotá, leímos la guía de Santiago bizarro, los clasificados de los periódicos y los mitos urbanos. Les preguntamos a nuestros amigos por sitios que conocían y, sobre todo, caminamos mucho por rutas que nos eran inusuales. AS: Por ejemplo, como yo trabajo en el Banco de la República, ya no salía almorzar donde siempre, sino que me metía a cuanto chuzo encontraba en San Victorino a 'echar pola' con los indigentes. SC: Nos reuníamos una vez a la semana a leer lo que cada uno había encontrado y después se lo mostrábamos a nuestra profesora Juanita León, escritora bogotana. Ella se encargó de presentarnos al editor de Alfaguara, quien nos hizo saber que sacar una edición de 3.000 ejemplares costaba entre 20 y 30 millones de pesos, por lo que necesitábamos un patrocinador. Gracias a Pilar Reyes, de Alfaguara, Rocío Arias conoció el proyecto, le encantó y nos consiguió a Barcadi como único patrocinador.
DB: ¿Cómo fue la experiencia de escribir colectivamente? AS: En cuanto a la redacción, se trató de mantener una misma línea narrativa, pero cada quien conservó su estilo. Yo creo que el lector siente las distintas voces sin percibir fuertes cambios, por el hecho de estar intercambiando constantemente los escritos. Juan David Sánchez (JDS): El proceso de reportería tuvo de todo; a veces salíamos solos y otras veces en grupo. Incluso, hubo momentos en que les dijimos a nuestros amigos: "¡Camine, vamos a rumbear a la Primero de Mayo!" y resultaba mucha gente en los lugares que menciona el libro. SC: Yo creo que no hubo ningún conflicto en cuanto al cubrimiento de los temas, precisamente porque cada quien recurrió a sus pasiones o, simplemente, a lo que le causaba curiosidad.
DB: ¿Qué significado tiene la portada? AS: La idea era mostrar la diversidad de Bogotá a través de los personajes que escogimos: The Rimembers, que todo el mundo cree que somos nosotros, tenían ese estilo de estrellas de rock como decadentes que nos pareció buenísimo, el enanito
Supermán y el luchador. Además, queríamos que fuera en un sitio muy urbano, así que escogimos la Jiménez. Y es esa mezcla de lo popular con personajes poco tradicionales lo que resulta interesante, porque la Bogotá de hoy la conformamos todos los que vivimos en ella, más allá de las diferencias.
DB: Aunque libro menciona actividades para todo tipo de público, ¿quiénes pueden ser los lectores más interesados? AS: Yo realmente pensaba que iba ser de nuestra generación para abajo; que de pronto los mayores iban a decir: "¡Ah, estos jóvenes de hoy en día!". Pero me llevé una grata sorpresa cuando descubrí que esas personas más reacias al cambio también lo han comprado.
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SC: De hecho yo me encontrado con personas mucho mayores que me han dicho: "¡Que lástima que no hubiese habido una guía como ésta cuando yo era joven…". El libro es tan diverso que su público también lo es, incluso he sabido que se lo han obsequiado a extranjeros y colombianos que están fuera del país.
DB: ¿Detractores? SC: Sí, claro, hay personas que se escandalizan por cualquier cosa, como tampoco falta el excéntrico y amargado que dice: "Huy no, pero eso no es bizarro". En un blog dijeron que éramos unos corruptos de la sociedad y escuché un comentario del que no sé si sentirme ofendido o halagado: "Esos escritores parecen presentadores de MTV". Este es un país de pisotear para sentirse mejor, por ejemplo, un viejito me dijo: "Ustedes son unos reporteritos ignorantes que no saben ni siquiera que la palabra bizarro significa valiente". El tipo no se había leído la introducción donde explicamos claramente la palabra, las acepciones que usamos, y ya nos estaba criticando.
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AS: Yo me encontré en Tower Records a un escritor que decía: "¡Cómo se ha vuelto de fácil estar en el primer puesto!". La crítica está bien y se acepta, pero con ese tipo de críticas malintencionadas no estoy de acuerdo.
SC: El parámetro siempre fue lo bizarro, pero no llevado a los extremos de mostrar cosas que tocan con la ilegalidad y la decadencia. A mí me dieron el dato de un barrio detrás de la Picota donde vendían niños de 10 a 12 años para tener relaciones sexuales por $2.000. Ni siquiera me atreví a averiguar si era cierto. AS: Por ejemplo, el tema de la ruleta rusa en Fontibón: muchachos que se consiguen para que jueguen a la ruleta rusa delante de quienes habrán de pagarles por la hazaña. En el caso del infortunado que reciba el tiro, la plata se le hace llegar a la familia. También me enteré del mercado ilegal de grasas sacadas de cadáveres. JDS: No hay que hacerles propaganda divulgando ese tipo de cosas que ya rayan con lo que es la ciudad.
DB: ¿Por qué utilizar un lenguaje que no es tan formal como el de una guía ni tan descriptivo como el de la crónica?
DB: En el libro hay apuntes críticos, pero indirectos, ¿por qué? JDS: Porque la idea era dar nuestra sensación y percepción de los lugares, pero sin desacreditarlos. La descripción que hacemos de un lugar le da los datos suficientes al lector para saber si desea ir o no.
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DB: ¿Cuáles fueron los criterios para la selección de los textos? ¿Se abstuvieron de publicar algunos?
AS: Porque es una guía no formal. Las guías turísticas son muy planas en sus temas y lenguaje. Además, se aproxima a la crónica porque tiene algo de subjetiva y sugerente para que la gente sea parte de esas experiencias que narramos.
( ) libr
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DB: Se muestra claramente la diversidad cultural de Bogotá, ¿cuál es el impacto de la inmigración en la ciudad? AS: Ha permitido la mezcla de culturas. Por ejemplo, ver un restaurante chino donde hay una foto de Villa de Leyva, una chiva de cerámica y se escuche salsa y vallenato. Esto es la colombianización del elemento extranjero.
DB: En el libro desfilan personajes que se ganan la vida difícilmente. ¿Cuál los conmovió más? SC: 'El Chavo', porque realmente tiene la vida de 'El Chavo'; un hombre que desde niño ha vivido en las calles y de las limosnas de los demás.
DB: Y el personaje más excéntrico… AS: Edwin, un pelirrojo narizón que se cree extraterrestre y dice que fue concebido como un Dios: bajó un espíritu y utilizó el vientre de su madre.
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Pero lo que se hace aquí es mostrar a una comunidad divertida que se defiende; reafirmar el cliché de la buena rumba y el buen parche.
DB: Los temas están divididos por sectores. ¿Qué diferencias encontraron en la manera de disfrutar el ocio según el estrato social? AS: En Bogotá todo se mezcla: al lado de un barrio de estrato 6 hay uno de estrato 1. En Los Héroes hay infinidad de bares universitarios y dos cuadras más abajo están los taxistas y los buseteros apostándoles a los gallos. En las discotecas de la Primero de Mayo se pueden encontrar curiosos y rumberos que viven en el norte. Aquí hay de todo un poco y la gente ha aprendido a convivir independientemente de su capacidad económica.
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Entonces los de "Contacto Ovni" se la montan y le dicen: "Bueno, pero si usted tiene poderes, ¿por qué no los aplica para su propia vida?" —ya que tiene un hijo con retraso mental y ciego—. Como si fuera poco, se cree mentalista. El otro día iba caminando por la calle una niña de colegio y él me dijo: "Si ve a esa niña, ella abortó hace tres días". Además, describe a Marte perfectamente y dice que siempre nos han mostrado la superficie del planeta, pero que nos han ocultado la verdadera civilización.
DB: Los gays y los enanos son grupos destacados en el libro. ¿Por qué? AS: Los enanitos desde siempre han sido un fetiche en la sociedad: tú pones a un enanito a hacer cualquier cosa y llama la atención. Pero lo que queríamos mostrar en el libro era no sólo a los enanitos como espectáculo, sino ir mucho más allá. Lo más curioso es que si tú conoces a un enanito, éste te presenta a otros y así sucesivamente, porque ellos representan una comunidad. Por ejemplo, yo tenía que hacer una crónica para Soho de la experiencia de ser pareja de un enano, y fue así como a través Cristina y Jaime llegué a la Asociación de Pequeños Gigantes. JDS: Exactamente lo mismo pasa con los gays: ellos son una tribu, una tribu que cada vez es más grande. Mucho se ha hablado de los gays, pero aún siguen siendo un tabú para algunas personas. Se dice que son pervertidos, violadores de niños y que pertenecen al mundo oscuro de la ciudad.
DB: Todos han sido criados en Bogotá. ¿Cómo ven la Bogotá de hace 20 años y la de ahora? ¿Habría sido posible una publicación como Bogotá bizarra en ese entonces? AS: Me acuerdo que una vez llegué al colegio con botas rojas y todo el mundo me miraba mal. Era una época en la que tener el cabello largo en el colegio era imposible. En las calles uno veía cómo todo el mundo se vestía igual: de corbata o jeans y mocasines. Sin embargo, con el tiempo la ciudad se ha vuelto supertolerante con la diferencia. Antes, el mundo de los gays era muy oculto: no se veían en las calles, ahora en cualquier localidad hay un bar con una bandera de colores que anuncia: "Esto es un bar gay". JDS: Es un fenómeno generacional, es decir, cada nueva generación será más abierta que la anterior. Por ejemplo, mi papá me regañó mucho por varias cosas que salieron en el libro que para mí son supernormales y que para los más 'chiquis' ya deben ser ñoñas. SC: Probablemente Bogotá bizarra no habría sido posible en ese entonces porque la tolerancia se ha dado en la medida en que la diversidad ha ido saliendo a flote; antes era un tabú y todo lo diferente era malo. Hay que entender que la ciudad va cambiando y para poder convivir hay que ir cambiando de mentalidad. La tolerancia y la convivencia están representadas en el libro precisamente porque se muestra a una Bogotá donde conviven diferentes mundos. Es pensar que pudiste haber sido ese hombre que tiene un tarro de leche como sombrero y una metralleta hecha de material reciclable que dispara incienso.
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Foto
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Jennifer Montenegro / Al Transmilenio.