Directo Bogotá # 31 by Revista Directo Bogotá

Número 31 Octubre-diciembre 2010 Facultad de Comunicación y Lenguaje Distribución gratuita

Los pioneros del humor político En enero del 2011 se cumplen 25 años de la muerte de Humberto Martínez Salcedo —más conocido por sus audiencias como el ‘Maistro Salustiano Tapias’ —, heredero de Carlos Emilio Campos, ‘Campitos’, pionero de esta tradición de humor irreverente que tuvo asiento en Bogotá.

Foto

[ensayo

â&#x20AC;&#x153;Cableado inteligenteâ&#x20AC;? Diana Morales

* sueltos} 02] Cabos

Asistente editorial Juan David Torres

Portada Humberto Martínez Salcedo como Don Chicote, Sábados felices, 1979 (archivo familiar)

[ ]

Lo que se llevó el ensanche

50] [DIVINO

rostro ]

Atleta de por vida

09]‡PORTADA‡ El Maistro Salustiano Tapias Campitos, el comediante trashumante

Ilustrador Juan Fermín Mulett

54] OficiOs

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Contraportada: Carlos Emilio Campos, Campitos, como D’Ártagnan Mejía en Los tres mosqueteros, 1949 (archivo familiar).

* 04] }estaciónCENTRAL

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Reporteros en esta edición Juan Fermín Mulett, Juan Esteban Fonseca, Daniel Alberto Sandoval, Juan David Torres, Nicolás Rodríguez, Paula Melissa Delgado, Andrés Camilo Gómez, Natalia López, Daniela León Angulo, Natalia Cubillos, Yesid Fernando Hernández, Fernando Carrasco.

Entre tijeras y trompetas

Caricaturista Cristian Sánchez Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com

22] (( Deportes )) Escenarios deportivos “en forma”

Corrección de estilo Gustavo Patiño Díaz gustavo_patino_diaz@yahoo.com

58]

Estudiantes "senámbulos"

Impresión Javegraf Decano Académico José Vicente Arizmendi C. Decano del Medio Universitario Ismael Rolón M.

32] }ARTe*] Euroamérica, parodia fotográfica

61] }ARTe*] Ya volvió

Directora de la Carrera de Comunicación Social Patricia Bernal

Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Fax: 3 20 83 20, ext 4576 Distribución gratuita Escríbanos: directobogota@gmail.com

* 34] patriMonio Las Nieves que no se derriten

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Director del Departamento de Comunicación Antonio Roveda

63] (*)libroS La mártir inútil

El nuevo Centro Bacatá, un hotel con altura

VISITE NUESTRA PÁGINA WEB: http://www.javeriana.edu.co/directo_bogota/

Mercedes y Gómez: pasajes inseparables

64] caricaturas −] ]

46] Pontificia Universidad Javeriana Carrera de Comunicación Social

La resistencia del LadyFest

{ Un museo para ver y tocar

{ Parque de frustraciones El parque San Cristóbal, al suroriente de Bogotá, era uno de los últimos parques distritales que contaban con atracciones mecánicas en sus instalaciones. Era, porque desde el pasado 3 de noviembre comenzó el proceso de desmonte de las atracciones que este año cumplían cinco años sin funcionar. Pese a un informe de la Contraloría de Bogotá del 2007, que deja constancia del buen estado de las atracciones mecánicas —las cuales llevaban dos años paralizadas—, los juegos, reacondicionados en el 2005, carecían de la ficha técnica del contratista. Tal parece que nunca se hizo la contratación y, por lo tanto, quedaron paralizados, aunque contaban con el aval del Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte (IDRD) para su funcionamiento.

Para la celebración del Bicentenario, el Ministerio de Cultura reabrió las puertas del Museo de la Independencia Casa del Florero, luego de una inversión cercana a los $1.150 millones en su restauración.

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Hoy, por $3.000, capitalinos y turistas pueden ser testigos de este nuevo concepto de museo fundamentado en la interacción y la tecnología. Mapas interactivos, luces, animaciones que corren de pared en pared y pantallas táctiles hacen parte de este proyecto que cuenta a niños, jóvenes y adultos la historia del florero de Llorente, el Bogotazo y la toma del Palacio de Justicia. “En cada una de las seis salas temáticas del museo se responde a lo que la gente pidió. La gente decía: ‘¡Qué bueno un museo donde se puedan tocar cosas, donde se puedan ver videos, donde grandes y pequeños puedan manipular los objetos!’”, cuenta Eilen Antequera, monitora del lugar. Varios museos históricos, especialmente en Europa y algunos de Estados Unidos, como el National Constitution Center, en Filadelfia, han adoptado estos recursos creativos, pues la interactividad parecía exclusiva de los museos de ciencia y tecnología. Ahora en Colombia, la famosa Casa del Florero está posicionándose como el primer museo histórico que permite tocar, sentir y vivir muy de cerca la historia de 1810, con la algarabía de fondo que armaron los criollos en su protesta contra los chapetones.

Jahel Iveth Mahecha C. jahel8905@hotmail.com

Así que los pocillos giratorios, el carrusel y la rueda de Chicago, desde la cual se podía ver una bella panorámica de la ciudad, dejaron de ser parte del paisaje de la localidad y la única opción que tenían los habitantes del sector para divertirse por sólo $400 la atracción. Quedó demostrada nuevamente la ineficacia de algunos organismos distritales, que en este caso lograron que unas atracciones mecánicas en perfecto estado estuvieran inoperantes hasta ser desmontadas, para frustración de los habitantes de la populosa localidad, especialmente de los niños que esperaron durante años que la rueda volviera a girar.

César Alberto Moreno V. cesarmorenov@gmail.com

* suelt Cabos

{ El metro hace medio siglo

*abossueltos}

Hoy, cuando se habla de la necesidad de un metro para Bogotá, conviene recordar que hace casi medio siglo se debatió el tema. Luis Enrique Osorio, columnista de El Tiempo, escribió en 1963 sobre la necesidad de un “subway” para evitar problemas graves de movilidad en una ciudad que tenía un millón y medio de habitantes. Osorio anticipaba proféticamente: “El número de buses crece en igual forma, hasta formar verdaderos cordones de tipo ferroviario, especialmente en los sitios de mayor convergencia. A la larga no va a saberse qué es más incómodo y lento: si viajar en auto propio, sometido al culebreo y la aglomeración de los buses, o viajar en bus detrás de otro bus que se detiene ante el semáforo en rojo y el paradero, y otros dos o tres que le siguen pidiendo campo y perdiendo tiempo”. Revela también datos que resultan curiosos al compararlos con los actuales: en la época se planeaba una línea de 20 kilómetros de norte a sur, debajo de la carrera 10ª o la avenida Caracas, y hoy se piensa construir desde el portal de las Américas hasta la calle 127 con avenida 9ª, el mayor tramo bajo la carrera 7ª y con una longitud de 24 kilómetros. El costo por kilómetro hace 47 años era de $15 millones, con lo que la totalidad de la obra ascendía a $500 millones, y en la actualidad hablamos de $160.000 millones por kilómetro, o sea, ¡$4 billones! Cuando el periodista y dramaturgo hizo esta propuesta, ya había recorrido las principales capitales de América que contaban con metro, y veía la viabilidad del sistema en Bogotá. Pero está visto que tuvieron más acogida sus obras teatrales.

Camilo Giraldo Gallo camilogiga@hotmail.com

de { Premio periodismo universitario Nuestra ex reportera, Diana Carolina Piñeros Santamaría, recibió el premio de la Secretaría de Integración Social al mejor trabajo de Periodismo Social en la categoría de crónica universitaria por “La líder transgenerista del barrio Santafé”, que se publicó en la edición 28 de Directo Bogotá (enero-marzo del 2010) sobre Diana Navarro. Felicitaciones a nuestra egresada, hoy reportera de Citytv. Léalo en nuestra página web: http://www.javeriana. edu.co/directo_bogota/pdf/DB28.pdf

{ La calle de la discordia

Más de 450 noches cumplen los habitantes de los barrios Pablo VI segundo sector y Quirinal en reuniones, vigilancia y protección de la carrera 57A, en una improvisada carpa blanca. El propósito es detener la construcción de una vía vehicular, preservar el medio ambiente y conservar la tranquilidad del sector. La controversia surgió el 29 de julio del 2009, cuando el alcalde de Teusaquillo, Juan Carlos Almonacid, decidió recuperar el espacio público con apoyo del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU). Sin previo anuncio, a las cuatro de la mañana llegó la maquinaria a la carrera 57A para tumbar la pared divisoria de los dos barrios y derribar los árboles allí sembrados. Después del incidente, Almonacid se reunió con los habitantes de ambos sectores y explicó que tenía $800 millones de pesos para hacer la obra. Propuso construir una vía vehicular restringida, correr los árboles y poner un policía acostado. Pero los habitantes de los dos barrios no se explican cómo el alcalde, que fue vecino del sector, se empeña en construir una vía innecesaria, que además incrementaría la inseguridad, el desorden y los vendedores ambulantes cuando se realizan eventos en el Parque Metropolitano Simón Bolívar. La posición de la Secretaria de Planeación Distrital, María Camila Uribe, es que se debe abrir la vía para tener una mejor salida hacia el norte de la ciudad, mientras que el concepto de la Secretaría Distrital de Movilidad es que no se justifica hacer una calle que se agota en una cuadra. Los habitantes de Pablo VI y Quirinal no piensan ceder y seguirán reuniéndose en sus carpas, que en diciembre se animan con las celebraciones navideñas.

Mónica Rodríguez Ch. nana18b@hotmail.com Fe de erratas: En la edición anterior (número 30), página 39, se identifica la foto de “Palestinos en su territorio”, como edificio Cundinamarca, y en realidad es el edificio Malkita. Ofrecemos disculpas a los lectores.

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* }estaciónCENTRAL [ ]

Lo que se llevó

el ensanche

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Aspecto de las obras en el tramo 4.

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Texto y fotos: Paula Melissa Delgado Cifuentes paulita1002@hotmail.com

En medio de los escándalos por el llamado “cartel de las contrataciones” en el Distrito, Directo Bogotá quiere mostrar cómo las obras de Transmilenio por la calle 26 han transformado por completo el sector que comprende los negocios y establecimientos entre la avenida Caracas y la carrera 34. Este es el impacto que tienen las obras del cuarto tramo del proyecto Estación Central —por cuenta de los retrasos y los sobrecostos— en el patrimonio bogotano y en los gremios tradicionales. Un viernes a mediodía, en la estación de gasolina Texaco ubicada en el costado occidental de la avenida Caracas, el “bombero” Edilberto Martínez asegura que de $10 millones pasó a vender $300.000 al día. “Además, los carros que llegan pagan a través del sistema de vales”, dice somnoliento y sentado en el andén, mostrando el fajo de vales, en lugar del característico manojo de billetes que suelen manejar estos empleados. “Ya efectivo no se recibe. La llegada del Transmilenio sólo deja ruina”, concluye Edilberto. Junto a este negocio se encuentra el restaurante John’s. Sus neveras vacías y sólo tres mesas ocupadas —de las 12 del lugar— al mediodía, corroboran la soledad del sector. “Ya no puedo tener surtido, todos los productos se vencen, así que estoy trabajando al diario”, asegura su propietaria, Cristina Rodríguez, quien

mantiene el negocio ofreciendo y llevando ella misma los almuerzos a las oficinas de la zona. “No tengo más empleados que la cocinera; lo que vendo a duras penas me alcanza para los servicios del local, aquí ya nadie entra y, para colmo de males, parece que el sector subirá de estrato después de las obras”, comenta. Estos negocios se han visto afectados por el proyecto Estación Central, liderado por la Empresa de Renovación Urbana (ERU), que se desarrolla en los barrios Santa Fe y Alameda entre las calles 24 y 26 y entre la carrera 13 y la diagonal 17, en las localidades Santa Fe y Los Mártires. La situación también afecta a los grandes sectores comerciales de la calle 26.

Flores empolvadas En la avenida Caracas con calle 25 hay cerca de 40 puestos de venta de flores, para los que tampoco parece haber clientes. María Giraldo, dueña de uno de los negocios desde hace 45 años, asegura que han sido casi cuatro años de sólo rumores, y que nadie les da razón de lo que ocurrirá con sus puestos de venta. Beatriz Martínez, propietaria, dice que serán trasladados al terreno baldío diagonal a sus negocios.

Las lápidas también se entierran Otro gremio afectado es el de la marmolería, que lleva cerca de 30 años junto al Cementerio Central. Gilma Ordóñez, propietaria de uno de los locales, cuenta que antes vendía de seis a siete lápidas por semana, mientras que desde el inicio de las obras pueden pasar 15 días en los que no vende nada. El retraso de las obras es otro factor en contra. “Cada día se ve menos gente transitando por acá”, asegura. Uno de los rumores que corre por la carrera 20, donde se ubican las marmolerías, es que toda la cuadra tendrá que ser demolida. “No nos han dicho dónde nos van a reubicar, pero lo que todos aquí tememos es que no se tomen la molestia de hacerlo cerca a un cementerio, y eso acabaría con nuestra forma de ganarnos la vida”, asegura Beatriz Cortés, trabajadora de la marmolería Cortés.

Se suma a las quejas la floristería Flowers, ubicada frente a la estación de gasolina, que con 55 años de servicio, un viernes a las dos de la tarde ya está cerrada. Atrás quedaron las épocas en que el éxito del negocio les permitía hacer envíos a todo el país. Cristina Rodríguez, propietaria de este establecimiento, afirma que el polvo que levanta la obra todos los días acaba con sus flores.

Otros más optimistas afirman que a pesar de la disminución en las ventas, no los van a trasladar, sino que renovarán y unificarán las fachadas. También hay quienes dicen que el traslado se dará cuando finalicen las obras. “No tenemos otra opción que esperar. Las ventas se han reducido hasta en un 70%”, comenta el propietario de la marmolería Monserrate, que atribuye la mala racha de estos establecimientos al tratamiento que los medios le han dado a la información sobre las obras. “Como dicen que está cerrada la 26, la gente cree que nosotros tampoco estamos aquí. Nos hemos mantenido gracias a los clientes antiguos. Además, es evidente que las vías de acceso se han dificultado”.

Últimos negocios de flores.

Las marmolerías, más muertas que sus vecinos.

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En medio de la confusión, lo único cierto es que las ventas han bajado. “Y si nos quedamos acá, el problema seguirá igual; en bus uno se puede bajar en cualquier parte; en Transmilenio, no. Además, ni hablar de los trancones”, asegura la vendedora de la marmolería La Piedad.

Hombre a caballo y Galán en peligro Hacia el occidente, por la calle 26, la situación empeora. En el parque El Renacimiento, el hombre de bronce montado a caballo, la escultura de Fernando Botero, parecía ser el único visitante, hasta que terminó oculto por una tela blanca. A pesar de haber sido el centro de encuentros literarios, de cuenteros, obras de teatro y eventos como Jazz al Parque, el lugar está desierto. Escasamente llegan unas cinco personas al día, pese a estar abierto al público de 5:30 de la mañana a 5:30 de la tarde. La afluencia disminuyó debido a las obras y a la desaparición de la ciclovía por la calle 26.

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Uno de sus principales atractivos, el espejo de agua que relucía en el centro del parque, ya no existe, debido a que el agua se estaba filtrando a través del concreto. Hilda Suárez, encargada de asear el lugar, dice que los únicos visitantes son quienes van a trotar hacia las seis de la mañana. La esperanza de que el parque reviva es que el paradero de Transmilenio quedara justo al frente.

calle 26 con avenida de las Américas, se encuentra cerrada y rodeada de lona verde. Un contratista, que prefiere omitir su nombre, comenta que posiblemente debido a los movimientos de tierra, la plaza se afectó y tuvieron que cerrar los parqueaderos subterráneos.

El bolo perdió la jugada Ubicado en la esquina de la avenida Caracas con calle 25, el Bolívar Bolo Club, después de servir 42 años al público, cerró sus puertas en junio del 2010. En 1968 se inauguró con 10 pistas manuales, o mejor dicho, con la técnica chinomatic, como se les llama en la jerga de los bolicheros bogotanos a los jóvenes que paran los pines después de cada lanzamiento. Dado que sólo había otras dos boleras en la ciudad y el negocio tuvo gran éxito, dos años después se inauguraron 10 pistas automáticas. Las 36 pistas con que finalmente contó, fueron campo de entrenamiento de dos de los tres campeones mundiales colombianos de bolo —Jairo Ocampo, en 1974, y Armando Mariño, en 1983— y ha sido la única bolera colombiana escogida como sede de un campeonato orbital en esta disciplina.

Unas cuadras más hacia el occidente, la plaza Luis Carlos Galán, en frente del Concejo de Bogotá en la

Después del Mundial en 1978, llegó la época dorada del deporte, como cuentan muchos de los bolicheros que pasaron gran parte de su vida en el Bolívar. La gente debía hacer largas filas para poder usar una pista, y su permanencia dependía del consumo, generalmente de cerveza.

El jinete solitario en el parque El Renacimiento.

Imagen desoladora del parque.

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Y es que ese fue el concepto del Bolívar Bolo Club desde sus inicios, según su gerente, Francisco Arias: la gente iba a divertirse y a olvidar sus problemas mientras jugaba. Por eso los 28 empleados del lugar consentían a sus clientes, como relata Martha Cifuentes, clienta del Bolívar desde hace 30 años.

mó”. El tráfico, la contaminación y la incertidumbre se abrieron paso, mientras el Bolívar Bolo Club iba quedando como uno de los pocos negocios lícitos en un sector de prostitución, drogas y venta de artículos robados. Pero hace diez años, Transmilenio hizo más amable y transitable el sector.

A pesar de la disminución de la clientela en los últimos años, la bolera se había mantenido abierta gracias a que pertenecía a una familia de bolicheros apasionados, empeñada en mantener la tradición del deporte. “Hay gente que había vivido mucho tiempo en el exterior y al volver se daba cuenta de que el Bolívar no había cambiado, que seguía atendiendo el mismo personal amable. Algunos venían desde que estaban en el colegio, habían pasado por la universidad y ya traían a sus hijos. El cierre de la bolera indudablemente afectará a mucha gente, además de los 28 empleados y sus familias”, asegura Arias.

No obstante el valor incalculable que representaba el Bolívar Bolo Club para muchos capitalinos y para la historia del deporte, la ERU afirma que las renovaciones se hacen en zonas construidas que perdieron su funcionalidad y se encuentran en deterioro. Hoy es el mismo sistema Transmilenio —gracias al cual la bolera se recuperó de su peor crisis— el que causa su cierre.

Y así se comprobó hace cuatro años, cuando corrió el rumor de que el Bolívar tendría que ser demolido, y una emisora nacional abrió un espacio de media hora, en que se reconstruyó la memoria del sitio con las voces de los oyentes.

Como consuelo para los jugadores, algunas de las pistas con las que contaba el Bolívar fueron compradas por propietarios de otras boleras. Seis de ellas se trasladaron a la bolera San Francisco, ubicada en la avenida Jiménez con carrera 7ª. Otras cuatro se encuentran en una bolera de Yopal, cuyo propietario también adecuó seis pistas en el sótano del centro comercial Cedritos, al norte de Bogotá.

Dueños, empleados y bolicheros recuerdan los momentos de gloria y decadencia. Recuerdos de cuando la avenida Caracas era otra: los árboles, la tranquilidad y la seguridad saltaban a la vista. Según su propietario, “a partir de la alcaldía de Andrés Pastrana se convirtió en la troncal de la Caracas y el panorama se transfor-

Jorge García, ex administrador del Bolívar Bolo Club, desempeña el mismo cargo en la bolera Cedritos. Sus 32 años de servicio al Bolívar lo llevan a recordar con nostalgia. Como cuando hace algunos años todos los empleados apadrinaron un niño huérfano que deambulaba por la zona hasta que pasó a ser parte del personal de la bolera.

Bolívar Bolo Club, cerrado a cal y canto.

Jorge García, ex administrador del Bolívar Bolo Club.

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La versión oficial Jeimy Rojas, asesora del Instituto de Desarrollo Urbano (IDU) en el punto de atención del tramo 4, asegura que sí se cumplieron las estrategias de información y divulgación para que la gente supiera todo sobre las obras. Además, afirma que existe un proyecto de acompañamiento económico para pequeños comerciantes formales, así como asesorías en publicidad y mercadeo para sus negocios, y capacitaciones a través del Sena. Sin embargo, los marmoleros y floristas que tienen sus negocios en la informalidad y que invaden el espacio público no pueden hacer parte de este proyecto que reduce los impactos de las obras. Con respecto a la desinformación, Claudia Marcela Cortés, jefe de comunicaciones del IDU, afirma que la asistencia de los afectados a las reuniones de divulgación de las obras es muy baja porque la gente cree que va a perder el tiempo. Cortés asegura que al finalizar el ensanche estas personas recuperarán lo que han perdido en el tiempo de la ejecución, y se sabrá si los

pequeños comerciantes del sector van a seguir allí o serán reubicados. Sobre los floristas de la Caracas, dice que fueron censados al inicio de la obra. “Esas personas van a ser reubicadas; en este momento se está haciendo la adecuación del predio que está a unos metros de donde se encuentran actualmente”. Respecto a la plaza Luis Carlos Galán, patrimonio arquitectónico de la ciudad, Rojas comenta que se cerró por el evidente deterioro y que se ejecutará un plan de restauración por parte del IDU, pero que los problemas no los causaron las obras del Distrito. Admite que “el cierre de los parqueaderos obedece a la construcción de un tramo subterráneo entre el edificio del Catastro y el Concejo de Bogotá. Allí se hará la interconexión con la troncal de la 30 o NQS”. Las polémicas obras, iniciadas en marzo del 2010, están proyectadas para 14 meses y medio. Pero la comunidad, sobre todo los gremios tradicionales del sector, esperan que en junio del 2011 les definan su situación. No quieren que les pongan “la lápida” antes de tiempo.

La gasolinera, sin gota de clientela.

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La plaza del Concejo, posiblemente desnivelada por el impacto de las obras de la calle 26.

‡PORTADA‡

El Maistro

Salustiano Tapias Por: Natalia Cubillos cubillos.murcia.natalia@gmail.com Fotos: archivo familiar {9}

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En enero del 2011 se cumplen 25 años de la muerte de Humberto Martínez Salcedo, más conocido como el Maistro Salustiano, heredero de Campitos en la tradición del humor político en Colombia. Este perfil da cuenta de su andadura por la radio, la televisión y el cine, en las voces de sus familiares, amigos y colegas, y narra los últimos tres días del personaje en Iza, el pueblo que lo vio morir. Los inicios en la radio de Humberto Martínez Salcedo.

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En la primera comunión de su hija Aleyda, con su esposa y Néstor Humberto.

El 18 de enero de 1986, sólo los habitantes de Iza, un pueblo boyacense, pudieron despedirse del albañil más famoso del país, a quien la gente escuchaba con emoción y los políticos temían. Ese sábado, en pleno festival Bochica, sonaba música a estruendoso volumen, mezclada con el estallido de la pólvora. Aquel segundo encuentro había reunido más de 100 artistas boyacenses y había traído el programa de televisión Colombia y su folclor. Para entonces, Humberto Martínez Salcedo era el humorista más importante de Colombia. Llevaba 42 años en la radio colombiana, 13 en la televisión, era colaborador de El Espectador, El Tiempo, Vanguardia Liberal y había escrito por algunos años la columna “Juan sin Miedo” en El Espacio; además, había hecho dos películas exitosas, Mamagay (1977) y El candidato (1978), y era recordado por las seis obras de teatro que había adaptado, entre ellas El sexo mandamiento y Dineros ardientes. A Martínez Salcedo le agradaba estar en ese pueblo de casas antiguas y calles sin pavimentar, por la calidez de la gente y por la tranquilidad; hasta comentó varias veces que le gustaría permanecer allí por más tiempo. Su deseo se cumplió.

De Bucaramanga a Bogotá Humberto Martínez Salcedo nació el 5 de julio de 1932, en Bucaramanga, en el hogar de Prudencio Martínez Arias y María Helena Salcedo Barajas, matrimo-

Humberto entró al Colegio Mayor de San Bartolomé para comenzar el bachillerato. Era un joven inquieto y flacuchento que expresaba sus ideas poco convencionales y que demostraba su vena artística. Era líder y mamagallista. En la temporada de piojos del colegio, él se las ingeniaba para hacer creer a sus compañeros que estaba henchido y se los iba a pegar. En el colegio se hizo amigo de Miguel y Pepe Sánchez, quien luego se convirtió en el ahora reconocido director de cine y televisión. Con Pepe, Humberto preparaba obras de teatro clásico e improvisaba piezas de oratoria inspirado en Gaitán. Ya despertaba su habilidad para imitar. No lo hacía con gente de la política, pero sí con sus más cercanos contendores: los profesores. En esos años caldeados de comienzos de la Violencia, Humberto Martínez revolucionaba su colegio. “En alguna oportunidad —recuerda Pepe Sánchez—, se eligió un rector muy fascista y por eso se organizó una huelga. Humberto fue su principal orador. Sobresalía por la brillantez en su expresión y por sus discursos incendiarios”. En el colegio se llamaba a los estudiantes a descanso tocando la campana, y cuál sería la sorpresa de los profesores cuando Humberto se colgó de ella y reunió a todos los alumnos en el patio para convencerlos de pedir la cabeza del rector. A finales de los años cincuenta organizó una marcha monumental que trascendió a todos los colegios de Bogotá. De ahí, “Humberto se convirtió en una especie de paradigma para los jóvenes”, apunta Pepe Sánchez.

‡PORTADA

PORTADA

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Cuando se preparaba para estudiar derecho en la Universidad Nacional, estalló el Bogotazo. Los alumnos del San Bartolomé se escondieron despavoridos. La muerte del caudillo encendió los ánimos populares, y es que Gaitán tejía en sus discursos todo lo que el pueblo necesitaba oír. Le hablaba a los futuros personajes de Martínez Salcedo: al Salustiano del campo; a Manolo, el portero de El corcho; al Maistro Taverita, el zapatero consejero, honesto y de gran corazón. “El 9 de abril, al salir de colegio, unos soldados nos dijeron a Humberto y a mí que nos fuéramos para la casa porque habían matado a Gaitán, pero Humberto no hizo caso y se fue para el San Bartolomé. Mamá estaba sola en la casa, papá estaba en Bucaramanga. Había mucha gente en las calles gritando y saqueando almacenes. Al que iba pasando le entregaban palos, machetes; a Humberto le dieron uno y le tocó recibirlo. Al pasar las horas y ver que Humberto no llegaba, mamá salió a buscarlo; lo encontró y regresó con él a casa, donde nos quedamos escuchando la radio. Al otro día pasaban camiones con muertos y la gente vendía las cosas que se había robado. Papá llegó a los pocos días con mucho mercado para resistir”, rememora Flor. La rebeldía de Humberto no paró en la marcha monumental del colegio; más bien empezó con ella. En 1949 no hubo mosaico de los estudiantes graduados del Colegio Mayor de San Bartolomé, por rebeldía del alumnado. Para 1953, Martínez Salcedo estudiaba en la Universidad Nacional, donde lo sedujo el derecho penal. Nunca se gradúo, sólo le faltó concluir el año de judicatura y los exámenes preparatorios. Lo mandaron al municipio de Capitanejo y, según recuerda Flor, había mucha violencia y tuvo que suspender la práctica. Entonces obtuvo su primer puesto como locutor en la HJCK.

La HJCK En 1950 fue inaugurada "la emisora de la inmensa minoría" por iniciativa de Álvaro Castaño Castillo y su esposa, Gloria Valencia. Entonces se buscaban jóvenes talentos en la radio y contrataron a Humberto como locutor nocturno, gracias a que allí trabajaba Isabella Sánchez, hermana de Pepe y Miguel. Ella y Humberto se conocieron en la Universidad Nacional, donde ella estudiaba filosofía, y tomaban algunas clases juntos. Además, tuvieron la oportunidad de participar en el teatro experimental de Bernardo Romero Lozano, que se realizaba en los subterráneos de la avenida Jiménez. Trabajar en la emisora no era lo que Humberto anhelaba, pero Isabella logró persuadirlo. Iba a ganar plata y no tenía que interrumpir sus estudios porque su turno era de noche.

Todo un cachaco.

En la emisora presentó con Gloria Valencia y con Otto de Greiff un curso de apreciación musical y programó música colombiana. Por azar, Pepe Sánchez empezó su carrera como locutor debido a la tardanza de Humberto, quien una tarde de domingo no apareció para recibirle el turno de programación a su hermana. Isabella llamó muy preocupada a Pepe y él le hizo el favor. A Castaño le encantó su locución. Pepe y Humberto no se juntaban frente a los micrófonos, pero grababan Clásicos de la Literatura por pasar el rato. Al salir se tomaban unos tragos o simplemente un té y hablaban de política “¡en verso!, sí, todo debía rimar”, apunta Pepe. La política, pasión que los unía, los llevó a aventurarse años después con proyectos como la revista Alternativa —editada por Gabriel García Márquez—, el Partido Uno y la película El candidato (1978). Un año en la HJCK bastó para que Humberto le propusiera matrimonio a Aleyda Neira, la secretaria de la emisora. Se enamoraron con miradas, sonrisas, serenatas, flores y poesía. Aleyda era la templada, la organizada; Humberto, el idealista, el romántico. Se casaron el 23 de abril de 1955. No fue un matrimonio normal. No hubo vestido blanco, argollas propias ni invitados; sólo testigos. Aunque los novios se citaron a las 5:00 de la mañana, Humberto apareció en la iglesia a las 5:30 a.m., enguayabado —después de la consabida serenata a la novia—, pálido, nervioso y con el pelo mojado. Ese mismo día salieron para Villeta

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con los tres testigos, pero como la carretera estaba enlodada por la lluvia, les tocó quedarse a todos en el hotel. El 8 de febrero del año siguiente nació el primogénito, Néstor Humberto. En esa época, Humberto Martínez Salcedo tuvo el papel principal en “El tiempo se afeita la barba”, en la HJCK, programa que hizo con Gonzalo González, ‘Gog’, libretista y director.

La televisión y la bohemia Con la violencia que aquejaba al país, una luz de esperanza asomó para los colombianos: la que irradiaba de la pantalla del televisor, entronizado con sus imágenes en blanco y negro en las salas de los hogares pudientes. De inmediato, la gente de la radio se pasó a la televisión, como Humberto Martínez. Sin experiencia técnica y apadrinado por Bernardo Romero Lozano, entró como jefe de programación de la Televisora Nacional, cargo que desempeñaría durante dos años, porque su vida bohemia no encajaba en la burocracia.

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Humberto era bueno para trasnochar, pero malo para madrugar. Para esa época ya se le “pegaba la aguja” con los aguardientes y eso empezó a afectar su vida laboral. “Esta es la última vez que llega tarde, señor Martínez, la próxima vez usted ya sabe…” le advirtió Fernando Gómez, el director de la Televisora Nacional. Al poco tiempo se “pegó una rasca” y llegó como a las 11 de la mañana. Recibió un mensaje de su jefe para que se reportara. Cogió una caja, empezó a empacar sus cosas y se acercó al despacho de Fernando Gómez. —Señor Martínez, ¿qué hora tiene usted? —Las 11 de la mañana. —¡Y a qué hora es la entrada? —A las 8. —¿Se acuerda de la última vez que hablamos? —Sí, claro. Me demoré en entrar porque ya estaba empacando. Nunca rompió los vínculos con la pantalla chica —incluso trabajó gratis— y su sueño fue hacer televisión educativa. Realizó un programa didáctico, pero se lo cancelaron porque su cargo en la Radiodifusora le impedía recibir doble sueldo. Aunque se ofreció a continuarlo sin cobrar, no se lo permitieron. Si bien estaba de moda la televisión, Humberto Martínez era un apasionado de la radio y dejó una historia sobre el medio que usaba en sus clases, porque además de ser chistoso, tenía vocación de profesor, y como tal se desempeñó en las universidades Javeriana, Libre y Jorge Tadeo Lozano.

Ondas explosivas y censuradas Por su estilo irreverente fue uno de los tantos periodistas que sufrió la censura en Colombia. Durante 20 años, sucesivos gobiernos cortaron de tajo sus programas radiales. “¡¡La cantaleta!! Radioperiódico humorístico preparado para convertir los disparos en sonrisas… Y a los muertos en muertos de la risa”. Así comenzaba el programa que transmitía Radio Santa Fe en 1958, cuando se estrenaba el Frente Nacional con Alberto Lleras Camargo, su mejor imitación. Luego nació el Maistro Salustiano, su personaje campesino que por cuestiones de la vida se adentró en “la ruidosa, gélida y contaminada capital” para dedicarse a la albañilería con la brocha gorda y el palustre. El Maistro vestía de overol y boina café, y encarnaba la sabiduría popular y las inquietudes de la gente del campo. Normalmente, relata Álvaro Rico, su fiel ayudante y grabador en la Radio Santa Fe, llegaba apurado y muchas veces trasnochado a la grabación; aún así, “podía durar mucho tiempo fuera del libreto sin un traspié. Escribía en la madrugada al lado de un paquete de cigarrillos y té, ¡café... nunca!”. En una oportunidad se grabó un discurso presidencial en la Radiodifusora Nacional, pero cuando los técnicos fueron a pasarlo borraron un pedazo de la alocución. Los muchachos recordaron inmediatamente la habilidad de Humberto para imitar políticos y de inmediato lo llamaron. Qué sorpresa se llevaron los encargados del discurso cuando se dieron cuenta de que al presidente Lleras Camargo le fascinó el pedazo remendado. Con la llegada a la Presidencia de Guillermo León Valencia, en 1962, Humberto cambió de programa tras la censura de La cantaleta. Radio Santa Fe siguió apoyando su ingenio en El pereque, pero esta vez con un socio igual de locuaz y crítico: Néstor Álvarez Segura, estudiante de medicina. En aquellos días, Humberto terminaba de laborar a las 12:30 de la noche y comenzaba a las 7:00 de la mañana. Una anécdota memorable es la de Guillermo León Valencia, amante de la cacería, que en sus salidas cargaba consigo un transistor terciado. A medio día el presidente prendió su radio para oír las noticias y sintonizó El pereque, donde escuchó su propia voz diciendo algo que él no recordaba. La imitación, que tenía que ver con la cacería y con el mandatario, le costó al gracioso $5.000 de multa. Pero aún más desafiante que la imitación fue cómo respondieron los oyentes a la censura. Numerosos niños rompieron sus marranitos al frente de la sede de la

emisora y personas de todas las edades llevaban dinero para ayudar a pagar. Al fin, con una bolsa grande llena de monedas, Humberto se presentó ante el Ministro de Comunicaciones y le dijo: “Ahí está su pago”.

El duende, La tapa y El corcho El duende, La tapa y El corcho fundados por Martínez Salcedo entre 1966 y 1970 (durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo), se transmitieron por Radio Juventud y la cadena básica de Todelar, respectivamente. Estos programas lanzaban una fuerte crítica a los “lagartos” y oligarcas del país.

Jackeline Henríquez, Hugo Patiño, Jaime Santos y Humberto Martínez, las estrellas de Sábados felices (archivo de Jaime Santos).

En 1967, cuando Humberto Martínez hacía La tapa, nació Aleyda, su primera hija, 11 años después de Néstor, quien recuerda que su padre le endulzaba el día a día a punta de bambuco, poesía y chistes. “Mi papá enseñaba con el silencio y la mirada, no reprimía con palabras soeces ni alzaba la voz”. A sus 15 años le compuso y musicalizó un bambuco. Pero sin duda el programa de Martínez Salcedo que más recuerda la gente es El corcho, que le valió el premio Simón Bolívar en 1984, entregado por el presidente Belisario Betancur, su amigo entrañable. El corcho fue fundado en 1973 y trasmitido por la emisora Nueva Granada y las estaciones de RCN radio en diferido para todo el país. El personaje principal de El corcho era Manolo, un portero campesino y dicharachero que se creía el dueño de la estación radial. También estaban Lino Tique y el inolvidable Maistro Salustiano. Como los anteriores, también fue censurado; hasta su muerte estuvo censurado.

Sábados felices Gracias a la primera aparición en un comercial para Pintuco del Maistro Salustiano, Martínez Salcedo entró al programa de Carlos Pinzón y sus hermanos, Domingos circulares. Luego pasó a la sección “A reír en serio”, de Sábados felices —dirigido por Alfonso Lizarazo—, desde 1973 hasta el día de su muerte. Como a Martínez Salcedo ya le habían cancelado sus programas radiales por falta de publicidad o por sanción ministerial, y aún estaba realizando El corcho, Lizarazo le propuso que saltara de lleno a la televisión, para que desnudara la política del país por medio de la risa. Humberto formó su gallada: Hugo Patiño, Álvaro Lemmon, el ‘Flaco’ Agudelo, el ‘Mocho’ Sánchez y otros. El Maistro Salustiano con otros miembros del elenco de Sábados felices (archivo de Jackeline Henríquez).

Un día, en un almuerzo con el presidente de Caracol y varios patrocinadores, Lizarazo y Martínez se pusie-

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En la película, Clímaco Urrutia Urrutia era un candidato, pero sin posibilidades de llegar a presidente. Lo puso adrede un grupo de industriales para quitarle votos al candidato de izquierda y darle la victoria a otro candidato del mismo partido de Urrutia. El candidato es la muestra fehaciente de la crítica de Humberto a los aristócratas. Finalmente, la película y el guión se hicieron sobre la marcha. Se produjo en dos semanas y fue un éxito en Colombia y en el exterior, aunque Turbay Ayala ganó esas elecciones.

Izquierda: afiche de Mamagay, donde el obrero se subleva. Derecha: caricatura de homenaje en su muerte.

ron a hablar de política. Allí acordaron que Clímaco Urrutia —o sea, Jaime Santos—, sería el nuevo candidato de Sábados felices, pues era dicharachero, cachaco y aristócrata. Era increíble cómo apoyaba la gente a Clímaco, lo saludaban en la calle y le hacían propuestas de adhesión. Él invariablemente remataba: “¿Cuándo almorzamos?”.

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De autoría de Humberto, en 1976, apareció la Boba Pía, representada por Jackeline Henríquez, una solterona que llevaba overol rojo y gafas de miope. En 1982 conformó Los Ruanetas, un grupo que se burlaba de Los Carrangueros de Ráquira, y se consagró con el Maistro Taverita en el seriado Don Chinche, de RTI, escrita y dirigida por su buen amigo Pepe Sánchez. El Maistro Taverita, un poco menos político que el Maistro Salustiano, encarnaba al zapatero del lugar. “Él era como el consejero del barrio, un tipo sabio, como el oráculo al cual recurrían todos en busca de consejo. Yo creo que eso traducía un poco el espíritu de Humberto”, recuerda Pepe Sánchez.

El candidato y Mamagay: salto al cine En una noche de tragos se decidió que Jaime Santos iría a la pantalla gigante como Clímaco Urrutia Urrutia. Estaban próximas las elecciones presidenciales de 1978 y había que hacer oposición al candidato Julio César Turbay Ayala. Mario Mitrotti, reconocido director de cine y televisión, se le midió al proyecto. “Me dijeron: Mario, nosotros queremos hacer una película con Santos, para burlarnos del señor Turbay Ayala y que no gane las elecciones”. Esa teoría le pareció absurda, pero había de por medio un buen elenco y el proyecto podría tener éxito. El presupuesto fue muy limitado, sólo se tenía fe, ganas y unos cuantos pesos. Participaron entrañables amigos de Humberto y fue toda una odisea.

En 1977, Martínez Salcedo escribió el libreto de Mamagay, película dirigida por Jorge Gaitán. El personaje era el Maistro Salustiano Tapias —que gozaba de popularidad por sus programas de radio y su participación en Sábados felices—, que con sus cinco hijos y su esposa tomaba caldo de agua con hueso y vivían en Mamagay, un país ficticio. Salustiano, hombre de gran corazón, gastaba todo su sueldo en lotería, hasta que en un golpe de suerte se la ganó. Su alter ego se convirtió en Salustiano Murallas. Se volvió un burócrata de saco y corbata, secretaria, moza y hasta oficina propia, pero apenas sabía leer. Un político importante le propuso construir la Ciudad del Futuro, una urbanización pirata en la que todos perderían su dinero, incluido el Maistro Salus.

¿Por quién doblan las campanas? Humberto Martínez Salcedo llegó a Iza el viernes 16 de enero de 1986, al nuevo Hotel Tamauka. Se hospedó en la habitación número 13 junto con Fernando Alford, su asistente y amigo. Llegaron por invitación de un parroquiano que les propuso hacer un festival folclórico con música boyacense. A las 5:00 de la tarde, el Maistro Salustiano entrevistó a la historiadora Bertha Díaz, reconocida por haber compilado la leyenda de Jacinto el Campanero. —¿Por quién doblan las campanas? —le preguntó Martínez Salcedo. —Por ti, por mí, doblan por toda la humanidad —respondió Bertha Díaz. El 19 de enero, en efecto, las campanas doblarían por Martínez Salcedo. El sábado, Humberto se levantó de madrugada, fumó su sagrado cigarrillo Marlboro y a las ocho de la mañana estaba listo para grabar en el parque principal. Desfilaron poetas, grupos de danza y música cundiboyacense. Recorrió Iza y subió a la montaña para conocer el petroglifo en honor de Bochica, pero durante el trayecto se vio cansado. Al atardecer entrevistó en su casa a la joven pintora Mariela Torres Mesa, sorda y sobrina del dueño del hotel. Esa noche durmió profundamente.

La muerte de algún integrante de la familia Martínez Neira estaba cerca, recordaba Aleyda, la viuda de Humberto (fallecida en 1991). Durante las fechas de fin de año los esposos hablaron de las cesantías de Humberto y lo que pasaría con Pueblito Viejo —la casa de recreo familiar en La Unión (Cundinamarca)— si llegaba a faltar el hombre de la casa. La más enferma era Aleyda, pues había tenido una operación a corazón abierto. El 16 de enero, antes de partir a su último viaje, Humberto ordenó su escritorio y dejó una hoja de vida lista para enviar al concurso de periodismo cultural que organizó Colcultura, junto con uno de sus programas de Colombia y su folclor. El domingo 19 de enero, después de un infarto fulminante, la risa se vistió de luto. Humberto murió mientras su compañero de cuarto iba a misa. José Félix Patiño —médico del presidente Belisario Betancur—, quien casualmente estaba hospedado en el Hotel Tamauka, dio el parte médico; nada se pudo hacer. El resto de festividades de Iza fueron canceladas. El alcalde y el presidente del Concejo Municipal pidieron un minuto de silencio y leyeron el decreto póstumo en honor al famoso difunto. El ataúd se cubrió con la bandera del municipio y con flores silvestres. Fernando Alford y Alejandro Mesa, junto con algunos colaboradores del pueblo, cargaron el ataúd. Le dieron dos vueltas al parque y caminaron con el féretro en El multitudinario entierro donde lloró el elenco de Sábados felices.

hombros hasta Sogamoso. Una caravana de 60 carros los acompañó, como Martínez Salcedo soñaba. Por la carretera de Sogamoso a Bogotá, la gente se lanzó a las calles para despedir con pañuelos blancos a Humberto Martínez Salcedo, el inolvidable Maistro Salus.

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Adiós al Maistro Daniel Samper Pizano afirmó en la HJCK cuando murió el genio del palustre: “Van a hacer mucha falta Humberto Martínez Salcedo y su doble, el Maistro Salustiano Tapias; van a hacer mucha falta en nuestros medios de comunicación, van a hacer mucha falta en un espacio crítico cada vez más solemne y definitivamente harán mucha falta, enorme falta, en una pequeña vereda montañosa que lo vio muchas veces cabalgar por caminos herreros en un caballo paciente mientras el perro socorrista vigilaba atrás por si era preciso rescatarlo nuevamente de las aguas del río. Sucede que ahora Humberto cayó al río definitivo”.

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‡PORTADA‡

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Campitos,

el comediante trashumante Por: Nicolás Rodríguez ecatombico@yahoo.com Fotos: archivo familiar

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Carlos Emilio Campos, ‘Campitos’, precursor del sainete político en Colombia en los años cuarenta, recorrió el país llevando sus comedias y revistas musicales a los escenarios de las grandes capitales y a los tablados de los municipios más alejados, donde siempre agotaba taquilla, como en Bogotá. Este perfil recoge sus andanzas teatrales durante 30 años, hasta que la muerte le bajó el telón, en 1984. El escritor en 1951.

El domingo 29 de agosto de 1948, en el Teatro Municipal de Bogotá, el público que acababa de llorar de la risa y de aplaudir a rabiar, presenció una solemne ceremonia en la que el ministro de Educación, Fabio Lozano y Lozano, le entregó a Carlos Emilio Campos, ‘Campitos’, un pergamino en reconocimiento a su labor. Tres meses después, la Presidencia lo distinguió como “ilustre chaparraluno” en el pueblo natal del artista. Don Juan Tenorio Jaramí… yo, la obra que presentaba en ese momento, fue, posiblemente, la más exitosa entre las 25 que escribió y llevó a escena Campitos. Parodia de la clásica obra de José Zorrilla, se estrenó el 16 de julio de 1948 y durante mes y medio agotó las localidades del Teatro Municipal con dos funciones de lunes a sábado y tres los domingos. Por primera vez en el país se registró el fenómeno de reventa de boletas a la entrada del teatro; y al doble de su precio original. La obra le valió a Campitos una mención en la revista Colombia en Cifras, como uno de los grandes empresarios del país. Lo que desconocía el público es que el detonante de la pieza fue el Bogotazo. La actriz mexicana María Teresa Montoya se encontraba estancada en Bogotá por la descapitalización que su compañía sufrió tras los disturbios del 9 de abril. Campitos, famoso por su espíritu solidario, le prestó $3.000. La actriz ofreció pagarle la deuda con la escenografía y el vestuario completo de la obra que acababa de montar, Don Juan Tenorio, los cuales terminaron apilados en cajas. Un día cualquiera, Campitos se puso el atuendo de Don Juan y recitó los versos de la obra, que sabía de memoria. Así se animó a escribir una parodia que tituló Don Juan Tenorio Jaramí… yo, ya que el nuevo burlador sería un paisa, que al lado de su espada tendría terciado un carriel. Otra recordada parodia de Campitos fue el disparate tragicómico Romeo y Julieta, que se estrenó el 29 de mayo de 1949, en el Municipal de Bogotá. El autor reemplazó la plaza de Verona por la plaza de Las Nieves y a los Montescos y Capuletos por los Neiras y los Valderramas, familias enfrentadas en la venta de chicharrón.

El “teatro comercial” de Campitos El éxito de las obras radicaba en la capacidad de Campitos para hacer del panorama nacional un chiste en frases cortas y pegajosas. Las ideas le surgían de un comentario de la calle o de una noticia nacional y en unas cuantas horas se convertían en un libreto escrito en servilletas o en menús de restaurante. Campitos era el maestro del repentismo; de un gracejo sacaba un montaje con dos o tres actos y llamativa escenografía. Era un teatro satírico que se valía del costumbrismo para llevar un mensaje de inconformidad del pueblo

con sus dirigentes. Sus influencias provenían del sainete español, los cuadros de costumbres y las comedias ligeras, fusionadas con géneros modernos como el vaudeville francés y el teatro cabaré. Las temáticas giraban en torno a preocupaciones universales, como el desamor, la muerte y los vicios del poder. El movimiento teatral encabezado por Campitos y su contemporáneo Luis Enrique Osorio fue rotulado como “teatro comercial” y gozó de gran popularidad en los años cuarenta y cincuenta, porque daba cabida a personajes populares, tradicionalmente marginados de la escena. Sus recursos escenográficos eran de una fastuosidad y una complejidad técnica inusitadas para la época, con juegos de luces y artefactos que descendían entre bambalinas, como tanques de guerra y helicópteros, además de música en vivo y danza. Muy famoso fue el “fin de fiesta” de Campitos, un espacio al final de las funciones donde todos los actores de la compañía junto con la orquesta, salían a bailar, cantar y actuar dentro de un formato libre y sin limitaciones. Había espectáculos de magia, danza, música, canto y pequeños entremeses de sátira política.

El hombre de las mil caras Con 1,70 metros de estatura, de contextura mediana y de piel clara, Campitos tenía un tono de voz profundo, de fumador empedernido. Su presencia escénica radicaba en la impresionante capacidad expresiva de su rostro, que le permitía transformarse en cualquier personaje, de quien podía imitar a la perfección la voz, los gestos y los ademanes. Entre los presidentes que imitó estuvieron Alfonso López Pumarejo, Laureano Gómez, Mariano Ospina, el general Gustavo Rojas Pinilla, Alberto Lleras, Guillermo León Valencia, Carlos Lleras Restrepo y Misael Pastrana, según su orden de aparición. Campitos en Los tres reyes vagos acompañado de su personal técnico (1958).

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Era tal la capacidad de improvisación de Campitos, que una vez, mientras el periodista Héctor Moreno lo entrevistaba, éste le quitó de las manos un ejemplar de El Espectador y leyó un discurso del presidente Lleras Camargo. Cuando se abrió el telón, Campitos repetía de memoria el discurso que acababa de leer impostando el tono de voz y el acento del mandatario, con lo que el público prorrumpía en carcajadas.

Campitos y el General Campitos convirtió al dictador tropical que gobernó entre 1953 y 1957 en objeto de sus burlas. Ayudado por su parecido físico con el general, Campitos se convirtió en el imitador por excelencia de Gustavo Rojas Pinilla (más conocido entonces como ‘Gurropín’). El prolífico dramaturgo llevó a las tablas cuatro obras en las que parodiaba y satirizaba al Jefe Supremo y a su familia: Mi familia presidencial (1955), Don Próspero Baquero (1955), Los tres reyes vagos (1959) y Marcelino vino y… pum (1960).

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En 1960, en una función de Don Próspero Baquero, cuando Campitos salió a escena disfrazado con su uniforme militar y sus insignias de latón, varios policías que cuidaban la puerta del teatro se cuadraron firmes, pensando que se trataba del mismísimo Rojas Pinilla, e hicieron el saludo castrense con tal solemnidad que desataron las risas de los asistentes, según narraron los cronistas. En Los tres reyes vagos, Malhechor, Melgar y Malgastar (Juan Domingo Perón, Gustavo Rojas Pinilla y Marcos Pérez Jiménez) eran los protagonistas de una obra en la que Campitos parodiaba los gobiernos militares en Latinoamérica. En Marcelino vino y… pum, ambientada en la Roma de Julio César, Campitos parodiaba el intento de Rojas Pinilla de retornar al poder tras ser depuesto y su encuentro con los sucesivos gobernantes del Frente Nacional. La acogida que tuvieron las obras despertó el recelo de los defensores del régimen. La familia presidencial, la primera de la serie, fue un éxito nacional y se convirtió en tema de conversación obligado. Cuando Campitos y su compañía de artistas arribaron a Barranquilla con esta obra, llegaron mensajes anónimos al hotel que amenazaban con volar el teatro si se presentaban. Preocupado Campitos acudió al alcalde, quien le sugirió que no cancelara la presentación, sino que cambiara la pieza. Desde las 7:00 de la noche de la víspera hasta las 4:00 de la mañana, el dramaturgo le dictó al joven Jesús Rincón una obra completa, de dos actos, con intermedio y fin de fiesta, donde satirizaba el gusto del mandatario por el ganado y las actividades agrícolas, que automáticamente se convirtió en un éxito: Don Próspero Baquero.

Durante el gobierno del General siguieron los anónimos, insultos y amenazas contra Campitos. Su hijo menor, Carlos Emilio Campos Prigione, recuerda el episodio en que hombres armados raptaron a su padre y al cabo de unos días lo regresaron con una sonrisa en la cara diciendo que “los pájaros” que se lo llevaron no querían matarlo, sino solamente conocerlo. En otra ocasión, en la costa Caribe, Campitos se libró de un interrogatorio militar, gracias a un primo que era el almirante de la Marina. Cansado del acoso de las autoridades e impulsado por su ánimo trashumante, Campitos armó sus maletas y con su esposa y su hijo se exilió en Venezuela. En Caracas se dedicó a vender ollas de acero inoxidable y a realizar algunos trabajos radiales. En dos ocasiones cayó preso por delitos menores y no pasó a mayores gracias a la gestión de su esposa. Hacia 1955 regresó a Colombia.

Any Los colombianos recuerdan a la artista argentina Any de Campos como la incansable esposa de Campitos: fue el amor de su vida y su compañera de aventuras. Ángela Prigione nació en 1916 y se inició en el baile artístico y profesional con Roberto Lozzi y Yenny Paulauskas. Los tres formaron el trío de danza An Ro Ye, que recorrió América Latina y parte de Estados Unidos. En 1947, el trío se alojó en Bogotá mientras esperaba la visa para viajar a Venezuela, y recibió una inusual propuesta que aceptó a regañadientes: Campitos los contrató para que se presentaran con su compañía de revistas musicales. Ese contrato se prolongaría en una colaboración artística de 25 años y en un matrimonio —celebrado en 1948— que duró más de 35 años, hasta que la muerte los separó. Any no sólo fue la esposa Ángela Prigione, Any, en 1940.

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del comediante, sino su protectora, caja de ahorros, paño de lágrimas y hasta guardaespaldas. En la época de las amenazas por Mi familia presidencial, Any “como buena pampeana corajuda, cargaba un revólver calibre 38 en su cartera para su protección”, recuerda su hijo Carlos Emilio. Any acompañó a Campitos en los momentos de fama y fortuna y en los de pobreza y enfermedad. En 1984 el comediante falleció en un hospital de Ibagué, cerca de su pueblo natal, extrañándola.

De Carlos Emilio Campos a Campitos El inicio de Carlos Emilio Campos en el mundo artístico fue circunstancial. Llegó a los escenarios luego de trasegar por los más disímiles oficios. Nació en Chaparral, Tolima, en 1906, y pronto quedó huérfano de madre. Al terminar el bachillerato fue periodista judicial de El Diario Nacional, cajero del Banco de Colombia, contador de un barco, conferencista de la campaña presidencial de Enrique Olaya Herrera y secretario del sindicato del ferrocarril de La Dorada, entre otras labores. Hacia 1940, el amigo de infancia Darío Echandía convenció a Carlos Emilio de trasladarse a Bogotá. En la capital montó un pequeño café en el barrio Las Nieves, que bautizó Stalingrado, y luego un segundo establecimiento al que llamó Trocadero. Al igual que en los cafés más emblemáticos de la ciudad, entre la distinguida clientela se contaban políticos, periodistas y artistas. Las acaloradas tertulias eran amenizadas por el fino humor de su propietario, quien remedaba a los políticos con asombrosa facilidad. Su histrionismo capturó la atención de Hernando Vega Escobar y de Bernardo Romero Lozano, celebridades del teatro nacional que lo invitaron a formar parte del grupo escénico de la Radiodifusora Nacional. Su entrada a la Radiodifusora coincidió con el afán del director, Fernando Plata Uricoechea, por gestar una nueva dramaturgia nacional. Su primera participación fue en una pieza titulada La locura de don Mendo. Uno de los montajes en los que participó fue Luna de arena, de Arturo Camacho Ramírez. El debut de la obra en el Teatro Colón, en 1942, resultó exitoso. La actuación de Carlos Emilio recibió el aplauso del público y el elogio de la prensa, pero, picado por el gusano del humor, Campitos se vinculó a la compañía de comedias y revistas musicales del suizo Robert Allaz, según contó en una breve autobiografía inédita titulada Mi nacimiento en el teatro. Ensueño Tropical fue la primera revista con la que alcanzó cierto reconocimiento y el apodo “Campitos”. Un año después formó su propia compañía, que presentaba cuadros cómicos con intermedios musicales.

En 1945 fundó la Compañía de Revistas Musicales Campitos, con la que recorrió el país; y alternaba cuadros de costumbres y piezas del teatro universal. A partir de 1947 Campitos decidió depurar su espectáculo. Transformó lo autóctono y carnavalesco al estilo del teatro cabaré y de la revista musical argentina. La compañía contrataba artistas internacionales e importaba de Buenos Aires el vestuario y la escenografía para sus parodias, farsas, comedias y revistas políticas. El nombre y las finanzas de la compañía se afianzarían con Don Juan Tenorio Jaramí… yo, de 1948. En los años siguientes vendrían Romeo y Julieta, D’Artagnan Mejía y los tres mosqueteros, Las luciérnagas, Las luces de Bengala, Campitos empleado público, Cristóbal Colón en la Facultad de Medicina, obras aclamadas por el público de clase media que por primera vez acudía en masa a los escenarios. Campitos y Any en La familia presidencial (1955).

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Aviso de prensa de la obra Llegó la transformación, sainete político.

Llegó la transformación (1966), parodia de Carlos Lleras Restrepo, Guillermo León Valencia y Rojas Pinilla.

más pequeños. Teatros y salas dedicadas a la proyección cinematográfica como La Comedia, Lux y San Jorge acogieron a las compañías, pero el reducido aforo impedía la rentabilidad de los montajes. A empresarios y espectadores les resultaron más atractivos el cine y la televisión, respectivamente. En 1972 Campitos decidió abandonar por completo la actividad artística, dejando atrás una carrera en las tablas de más de 30 años, un libro de sonetos, una aparición en la película Antonia Santos y tres números de la revista teatral La Gata Golosa. Con su natural desapego, abordó un barco en Barranquilla rumbo a Centroamérica. El impulso poético lo llevó a una peregrinación que terminó en Nueva York, con un Campitos enfermo y arruinado. Allí se estableció en Queens con su esposa y su hijo menor (tuvo tres hijos en un primer matrimonio) durante más de diez años, en los que desapareció de la escena pública. En 1975 el consulado colombiano le rindió un homenaje en el Carnegie Hall, y Campitos escribió un par de obras que se presentaron en la Universidad de Columbia. En 1976 reapareció en las tablas colombianas con dos presentaciones en el café concierto de Fanny Mickey. Campitos con la actriz argentina Libertad Lamarque.

En la década del cincuenta, tras su regreso de Venezuela, el teatro de Campitos acentuó el tinte crítico y político que siempre lo caracterizó. El Barbero de Sevilla, Valle, Los tres reyes vagos y Qué hubo de la encarnación, mi señora Anunciación, hicieron las delicias de los espectadores con su corte satírico. La salud y el temple del comediante empezaron a deteriorarse en los años sesenta. La diabetes y el escaso público obligaron al histrión a aminorar su ritmo frenético de presentaciones. Obras como Ayúdame a encaramarme, Los hijos de Ana Arkos, El minuto de dos, Llegó la transformación y La feria de los candidatos, todas de 1969, aunque gozaron de un éxito relativo, no dejaron los réditos económicos de antes. La baja asistencia del público anunciaba el ocaso del “teatro comercial”. En 1971, Campitos presentó su última obra: Y después de tanta jarana la silla fue de Pastrana, que fue un fracaso.

Campitos, el retirado La crisis del género comercial empezó con la demolición del Teatro Municipal de Bogotá, en 1952, que causó el desplazamiento de la escena teatral a recintos

No se volvió a saber nada de Campitos hasta 1983, cuando Luis Carlos Giraldo escribió un artículo para El Espectador, donde narraba las difíciles condiciones económicas y de salud por las que atravesaba el artista. El artículo cayó en manos del subdirector del Instituto de Cultura, Jesús Rincón, viejo discípulo de Campitos. Rincón, un reconocido cantante de ópera, ingresó a los 14 años a la compañía de Campitos, donde hizo pequeños papeles y mecanografió Don Próspero Baquero. Luego de su retiro de la compañía, Rincón no volvió a ver a su maestro sino hasta 1976, cuando lo visitó en su sótano de Queens y se percató de la difícil situación del artista. Jesús Rincón se propuso repatriar a su maestro y para ello movió amistades, contactos y recursos. Ubicó a Campitos y a su esposa en la provincia de Mendoza, Argentina, y comenzó los contactos diplomáticos para planear su regreso a Colombia. Campitos y Any habían dejado Nueva York en 1982 para establecerse en Mendoza. Rincón consiguió para Campitos tiquetes aéreos —gracias al Club de la Televisión de Carlos Pinzón—, una casa por intermedio del Instituto de Crédito Territorial, la posibilidad de una pensión estatal y $107.000 en metálico. El domingo 16 de octubre de 1983, a las 3:50 de la tarde, Campitos y su esposa pisaron de nuevo suelo colombiano. El famoso comediante, en una silla

Campitos en escena, 1967.

Jesús Rincón dispuso el traslado de Campitos hacia Bogotá para despedirlo con honores. Fue velado en la Funeraria La Candelaria de Teusaquillo y las exequias se realizaron en la iglesia de Santa Teresita, adonde acudió un gran número de personas para darle el último adiós. No fue así en el entierro en el cementerio Jardines de Paz, al que asistieron unos pocos familiares y unos cuantos amigos. Como si se tratara de una pieza de humor negro, Jesús Rincón tuvo que pedir ayuda a unos obreros del lugar para bajar el féretro de la carroza fúnebre. Carlos Emilio hijo, quien vive con su esposa en una finca en Filandia, Quindío, y se dedica a la construcción, recuerda que lo que más enorgullecía a su padre de su carrera artística era el favor y el reconocimiento del público “Él, en su tremenda modestia, llegó a decirme un día en su departamento de Nueva York que su único mérito había sido haberle enseñado al pueblo colombiano a pagar una entrada para ver un espectáculo nacional”.

(( Deportes ))

Escenarios deportivos

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“en forma”

Bogotá tiene casi una decena de espacios de entretenimiento y práctica deportiva de envergadura, como el Estadio Alfonso López Pumarejo, el Parque Simón Bolívar y los numerosos polideportivos, y otros de alta exigencia física, como el Complejo Acuático Simón Bolívar y el Centro de Alto Rendimiento. El Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte (IDRD) gestiona programas de recreación (entre ellos las escuelas de formación deportiva y la ciclovía) y es el encargado del mantenimiento de los parques y escenarios deportivos con una inversión anual que supera los $100.000 millones.

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Velódromo Luis Carlos Galán Texto y fotos: Daniela León Angulo danileon64@gmail.com

Este es uno de los dos velódromos que hay en Bogotá; el otro es el Primero de Mayo. Esta estructura, erigida por Coldeportes y ubicada en la Unidad Deportiva El Salitre, fue inaugurada con motivo de los Mundiales de Ciclismo en 1995, que tuvieron una de sus sedes en Bogotá. El velódromo tiene capacidad para 7.500 espectadores, palcos de prensa, iluminación artificial y zonas de calentamiento. También tiene en el centro una pista de patinaje, construida en 1997. En este escenario, con una extensión de 33 metros, entrenan sin costo los deportistas de la Liga de Ciclismo de Bogotá —los lunes, miércoles y viernes por la noche— y la Liga de Patinaje de Bogotá. Además, es alquilado por escuelas de patinaje los fines de semana. Los particulares pagan una tarifa de $2.500 a $3.000 la hora y deben tener el equipo de ciclismo adecuado. El Velódromo Luis Carlos Galán es administrado y financiado por el Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte (IDRD), que invierte cerca de $3 millones mensuales en mantenimiento y vigilancia. La última

Velódromo Luis Carlos Galán.

gran modificación fue hecha en 2004, para los Juegos Deportivos Nacionales, y en la actualidad los baños para el público y para los deportistas están en remodelación. Aunque el escenario se encuentra en buenas condiciones, su infraestructura está bastante atrasada respecto a otros velódromos del país, razón por la cual ya no se realizan allí grandes competencias. Para “estar en forma”, el velódromo debería ser cubierto y tener piso de madera; además, sería necesario reforzarlo estructuralmente.

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Parque Estadio Olaya Herrera Texto y fotos: Daniela Andrea Vaca Correa vacadc@gmail.com

Parque Estadio Olaya Herrera.

En el barrio Olaya Herrera, ubicado en la localidad Rafael Uribe Uribe, al sur de Bogotá, se respira un ambiente popular. Basta adentrarse un poco para comprender el sentido de la comunidad: niños que hacen travesuras en mitad de las calles, esquinas abarrotadas de comestibles, vecinos serviciales, hombres que toman cerveza al son de una rocola y matronas chismosas en la puerta de las casas. Se trata de un legendario estadio que lleva el mismo nombre del barrio. En el parque no sólo está el recinto; también hay canchas de baloncesto, voleibol,

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Estadio Metropolitano de Techo Texto y fotos: Andrés Camilo Gómez Calcetero camilca_101@hotmail.com

El Estadio Metropolitano de Techo ha tenido varios cambios desde su creación, hace casi medio siglo. Este escenario, ubicado al lado del parque de diversiones Mundo Aventura, del Centro Comercial Plaza de Las Américas y de una de las zonas nocturnas más famosas de Bogotá, la "Cuadra Picha", está rodeado por tres de las vías más transitadas de la ciudad (la avenida Primero de Mayo, las Américas y la Boyacá). Inaugurado como hipódromo en 1959, fue construido con la dirección del arquitecto Álvaro Hermida, con un presupuesto de $3 millones. Frecuentado por miembros de la alta sociedad bogotana y aficionados a las apuestas, en aquella época era un sitio periférico, al costado del entonces Aeropuerto de Techo.

juegos infantiles con rodaderos, pasamanos y atracciones mecánicas; hay un lote baldío al lado del estadio donde jóvenes y aficionados simulan obtener la gloria. El estadio es sede de uno de los torneos más importantes del fútbol colombiano: el Hexagonal del Olaya, que, según Sebastián López, un aficionado, inició tras la rivalidad deportiva entre el barrio Olaya (conservador) y el barrio Centenario (liberal), y que a su vez fue iniciativa de un grupo de amigos que conformaron un cuadrangular con motivo de las fiestas decembrinas y, aprovechando las vacaciones, decidieron hacer lo que más les gustaba: jugar fútbol. Por ahora, la cancha del estadio, en la que han jugado figuras como Radamel y Falcao García, estará vacía hasta diciembre, cuando comienza el Hexagonal, también conocido como la Copa Amistad del Sur. El torneo se realiza a final y comienzos de año y desde 1959 es parte de la pasión futbolera de esta zona. Hace dos años la administración distrital reinauguró el estadio después de un trabajo de remodelación que duró 13 meses. En el 2006 el Hexagonal del Olaya fue declarado como evento de interés cultural del Distrito de Bogotá. La fiesta no da espera. La triada popular —fútbol, fritanga y cerveza— se tomará los titulares deportivos, y los espectadores verán cuál de los equipos tendrá la corona del Olaya.

Estadio de Techo.

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Mientras más crecía la ciudad, producto del aumento de la población, menos popular era el sitio. Debido a divisiones entre los accionistas del hipódromo y a las nuevas legislaciones sobre las apuestas, la instalación se clausuró a principios de los ochenta. Finalmente, la equitación quedó opacada por el fútbol, razón por la cual el hipódromo se convirtió en estadio. Los caballos y las apuestas legales dejaron de ser un negocio rentable. A partir de entonces ha sido modificado varias veces. La última fue entre el 2007 y el 2009, cuando se reforzaron las estructuras, se ampliaron y se construyeron tribunas con silletería y se agregaron zonas de acceso y circulación, baños y locales comerciales. También fue instalada la iluminación artificial. La inversión del IDRD fue de $17.000 millones. En este estadio, con capacidad para más de 8.000 espectadores, han tenido lugar eventos internacionales de rugby, torneos de fútbol en divisiones menores (el Sudamericano Sub 20 de 1994, por ejemplo) y partidos del torneo de la Primera B. En la actualidad, es sede de La Equidad F. C. del rentado profesional (Liga y Copa Postobón).

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Estadio El Campín Texto y fotos: Andrea Charry Acosta andre376641@hotmail.com

En 1938, el entonces alcalde de Bogotá, Jorge Eliécer Gaitán, junto con el ingeniero Federico Leder Müller, inauguró el Estadio Nemesio Camacho El Campín, para celebrar los Juegos Bolivarianos. Así, Bogotá obtuvo la sede de esta competencia en la sesión del Comité Olímpico Internacional realizada en Berlín en 1936, también pretendida por Caracas. El estadio, por ser un bien público, es administrado por el IDRD. El Campín fue diseñado para alcanzar una capacidad inicial de 10.000 aficionados; sin embargo, en la Estadio El Campín.

actualidad puede albergar 48.600 espectadores. La superficie es de césped natural y sus dimensiones son de 105 por 68 metros. El próximo desafío de El Campín es el Mundial Sub 20 del 2011. Por ello, el Distrito tendrá que realizar una serie de remodelaciones en la tribuna occidental para cumplir los requisitos exigidos por la FIFA. El proyecto pretende actualizar las condiciones y la infraestructura del estadio, y se van a reforzar los sistemas de seguridad. El costo de las refacciones internas es de $24.700 millones. En el primer piso, habrá zonas abiertas permanentemente al público, las destinadas a comidas y centro comercial. Las graderías del primer piso de la tribuna occidental fueron demolidas y serán ampliadas. Sumado a lo anterior, se construirá un auditorio y otros espacios para camerinos, zona de primeros auxilios, de servicios, entre otros. En el segundo nivel habrá una zona comercial abierta al público, con independencia de los eventos deportivos. Finalmente, el tercer piso tendrá la zona de invitados especiales, que ocupará un área de 800 metros cuadrados. Ojalá que para el 2038, en los 500 años de la fundación de Bogotá, estas instalaciones se conserven en buen estado.

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Coliseo Cubierto El Campín Texto y fotos: Juan Esteban Fonseca jefm200@hotmail.com

A finales de la década de los sesenta, a través del Plan Maestro de Recreación y Deportes de Bogotá se aprobó la construcción del Coliseo El Campín, escenario que contó con facilidades institucionales y crediticias, como el préstamo del predio por parte del Distrito de Bogotá,

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impuestos creados por el Concejo de Bogotá a los teléfonos, dineros de la Lotería de Bogotá, al igual que los provenientes del impuesto al cigarrillo y al licor. El Coliseo Cubierto El Campín, construido por la firma Coral Ltda., fue inaugurado el 1º de mayo de 1973 con la presencia del presidente Misael Pastrana Borrero. Con la creación del IDRD, en 1978, el manejo del escenario pasó a manos de este instituto. Hoy acoge múltiples eventos musicales, religiosos, deportivos y de tipo social. Ha albergado artistas como Los Fabulosos Cadillacs, Roberto Carlos y Miguel Bosé, así como circos internacionales. También fue sede de la gira de tenis de Pete Sampras, quien se enfrentó a André Agassi. Igualmente, sus instalaciones se acondicionan para realizar trámites de libreta militar, solicitudes de empleo y en ocasiones la taquilla sirve de punto de venta para los partidos que se realizan en el vecino estadio. Pero sin duda, los visitantes más asiduos son los fieles de la Misión Carismática, fundada por la ex senadora Claudia Rodríguez de Castellanos, quien con su Partido Nacional Cristiano impulsó la primera candidatura presidencial de Álvaro Uribe Vélez; y Juan Manuel Santos también eligió este escenario para hacer su discurso como presidente electo de la República. La Misión Carismática paga $150 millones de alquiler mensual por usar el coliseo los fines de semana, lo que ha sido objeto de críticas porque este contrato indefinido, que lleva años, impide a la ciudadanía realizar allí actividades culturales y deportivas propias de este tipo de escenarios.

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Diamante El Salitre Texto y fotos: Daniel Alberto Sandoval García danielperkinsandoval@gmail.com

En Colombia existen 12 escenarios deportivos dedicados exclusivamente al béisbol de alta competencia. Entre ellos el más grande es el Once de Noviembre, de Cartagena, construido en 1947 y con capacidad para 11.000 asistentes. Muy distante está el único escenario bogotano: el Diamante Distrital Hermes Barros Cabas, bautizado en honor del impulsor más grande de la “pelota caliente” en esta ciudad, construido en 1974 y con un aforo apenas superior a las 2.000 personas. El estadio, conocido de manera popular como el Diamante del Salitre, cuenta con un campo reglamentario para béisbol mayor o profesional, un área de 320 pies por el jardín derecho, 320 pies por el jardín izquierdo y 400 pies por el jardín central. Más allá de este lenguaje técnico, lo importante es resaltar que cuenta con el espacio suficiente para que un batazo sencillo no sea jonrón, ni tampoco para que uno muy potente quede en mitad del campo.

Aunque su acústica no es óptima y su capacidad es reducida, y hasta la administración distrital ha contemplado su demolición, el coliseo sigue siendo un escenario apetecido por su ubicación y amplia zona de parqueo.

Sin embargo, es más importante la historia de su nombre, Hermes Barrios Cabas, un personaje poco recordado en la ciudad que nació en Santa Marta en 1941, situación que dejará perplejos a los defensores de los escenarios con nombres de deportistas bogotanos insignes. Fue uno de los grandes artífices de la construcción del actual escenario y, además, cofundador de la Liga de Béisbol de Bogotá, que presidió durante más de 21 años. Desde esa posición creó las primeras escuelas profesionales y logró la elección de la ciudad como sede del Campeonato

Coliseo El Campín.

Diamante El Salitre.

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Suramericano de Sóftbol del 2005, el primer evento internacional que se realizó allí. Gracias a este esfuerzo, en la actualidad la Liga Colombiana de Béisbol Profesional cuenta con un equipo bogotano, y el Diamante El Salitre se ve engalanado cada semana con la presencia de las grandes figuras nacionales de este deporte. Hermes Barrios Cabas murió en el 2006 y dejó como legado algo intangible: una buena tarde de pelota caliente. Sólo queda esperar un nuevo play ball.

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Coliseo El Salitre Texto y fotos: Carlos Alberto López Verano cabecoco@hotmail.com

El Coliseo El Salitre es la estructura más importante de la Unidad Deportiva El Salitre que, con 27 hectáreas, es un complejo de espacios para la práctica lúdica y profesional de deportes. Este centro fue inaugurado el 14 de junio de 1972, en la presidencia de Misael Pastrana Borrero, con un costo de $32.000 millones. El coliseo ha sido escenario de competencias de deportes bajo techo y sede del equipo de baloncesto Piratas, de Bogotá. Sus espacios auxiliares los administran las ligas de Boxeo, Esgrima, Karate, Judo, Ping pong, Levantamiento de pesas, Gimnasia rítmica y olímpica, Voleibol, Baloncesto y Tejo. Desde hace varios años, el coliseo ofrece el servicio de gimnasio para discapacitados, donde un equipo de tres instructores y un coordinador guían a los usuarios en su rehabilitación. El servicio cuenta con más de 25 máquinas especializadas, algunas de ellas únicas en Latinoamérica. En el 2001 la Unidad Deportiva El Salitre fue remodelada, con un costo de $5.500 millones, de los cuales $2.300 millones se destinaron sólo al coliseo. Se construyeron baños y parqueaderos y se compró un tablero electrónico. Desde entonces, el coliseo tiene una capacidad para 7.000 espectadores y es el segundo escenario cubierto más importante de la ciudad, después del Coliseo El Campín. Pese a que los equipos y servicios ofrecidos son de muy buena calidad, el mantenimiento parece estar un poco descuidado: los pisos y paredes de las diferentes ligas están desgastados y se pueden ver daños en varias áreas y zonas auxiliares.

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Complejo Acuático Simón Bolívar Texto y fotos: Luisa Betancourt López luisa_fernanda4@hotmail.com

Este centro, administrado por el IDRD, es el lugar de entrenamiento para los deportistas de alto rendimiento en las diferentes disciplinas acuáticas. Y para no cometer ningún error, el complejo deportivo cuenta con un metodólogo, que se encarga de revisar si los deportistas de las diferentes ligas que lo usan cumplen o no con los requisitos. Los usuarios particulares que deseen usar el centro para práctica libre deben manejar dos estilos de nado como mínimo y asumir un costo de $7.210 por hora. Así mismo, es obligatorio llevar su carné de EPS y un certificado que demuestre que está en condiciones aptas para practicar actividades físicas y que no tiene enfermedades infecciosas. Los clubes de cualquier disciplina deben pagar por usar las instalaciones. El complejo también tiene escuelas de natación para niños entre los 4 y los 12 años, para formar deportistas de alto rendimiento desde la infancia y la

Coliseo El Salitre.

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adolescencia. También se dictan cursos de buceo para mayores de 12 años. Cuenta con tres piscinas (infantil, olímpica y semiolímpica) y un pozo de clavados. Salvo la piscina infantil, todas están en el mismo espacio, rodeadas de graderías con capacidad para 1.500 personas. Las piscinas cumplen las especificaciones técnicas exigidas por la Federación Internacional de Natación. El centro cuenta con vestidores separados para hombres, mujeres y niños, así como duchas, sauna y baño turco. Comparte los 125 cupos del parqueadero con el Palacio de los Deportes. Además, tiene un restaurante y dos tiendas en las que venden artículos para deportes acuáticos. Igualmente, hay una sala de control de doping, un café internet, un auditorio y zonas verdes.

Complejo Acuático Simón Bolívar.

El centro tiene cerca de 140 empleados —profesores, entrenadores y personal de administración, seguridad y aseo— y, según el administrador, Diego Fernando López Meléndez, la inversión mensual para el mantenimiento de los servicios ofrecidos es de alrededor de $130’000.000 millones.

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Polideportivo Cayetano Cañizares Texto: Laura Blanco López y María del Mar Quintana Fotos: Laura Blanco López la_blanco25@hotmail.com

El coliseo se encuentra ubicado en el Polideportivo Cayetano Cañizares, en el barrio Villa Nelly Tercer Sector. En 1998, para su fundación, el IDRD realizó una inversión cercana a los $2.300 millones. En la actualidad, este parque tiene una extensión de 11,5 hectáreas y en el coliseo, su principal estructura, caben 4.000 espectadores. También cuenta con tres canchas de voleibol, cinco de baloncesto, una de fútbol, cuatro campos auxiliares de microfútbol, canchas de hockey y un gimnasio. Aquí se abren oportunidades para los jóvenes de la localidad. En el polideportivo se realizan importantes eventos, como el Festival por la Convivencia, organizado por el Consejo Local de Juventud de Kennedy. John Háder Ardila, entrenador de gimnasia artística masculina en el Centro de Perfeccionamiento Deportivo (CPD), ubicado en el Cayetano Cañizares, afirma: “Mis chicos llegan de todos lados del sector, sin rumbo, sin siquiera saber qué vienen a hacer; a pesar de ello, acá les damos esperanzas, les damos algo qué hacer". Para el entrenador, “el hecho de tener al menos un espacio para luchar por estos muchachos ya es bastante para esta localidad”.

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Hace poco, el Cayetano Cañizares fue escenario de la Copa Postobón de Microfútbol, y en ocasiones es el lugar de entrenamiento de la Selección Colombia de Fútbol de Salón. Sus confortables graderías, con sillas personales de plástico permiten a los espectadores disfrutar de cualquier espectáculo deportivo o cultural desde sus cuatro costados. El coliseo no obtiene ganancias directas cuando se alquila a particulares; tales ingresos, como los que generan todos los parques y escenarios de la capital, son administrados por el IDRD y la Secretaría de Hacienda. Con este dinero reinvertido se hace el pago de la nómina y se cubren las necesidades del complejo. Templo del microfútbol en Bogotá, el Cayetano Cañizares es el tercer coliseo más importante de la capital, después de El Campín y El Salitre. Justo homenaje para un hombre como Cañizares, un cachaco que dedicó gran parte de su vida (desde Jundeportes Bogotá) a la actividad deportiva.

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Centro de Alto Rendimiento Texto y fotos: Paula Delgado paulita1002@hotmail.com

Este complejo deportivo, dotado de modernas instalaciones y personal capacitado para la preparación en múltiples disciplinas, es uno de los atractivos para deportistas de todo el mundo, gracias a su altitud: 2.600 metros sobre el nivel del mar. Para el programa de deporte con altura el IDRD destinó este año $17.346 millones. El Centro de Alto Rendimiento en Altura, de Coldeportes, tiene el Centro de Servicios Biomédicos, con tecnología de punta, y el Laboratorio de Control al Dopaje, que tiene todos los avales internacionales. Sus escenarios cuentan con el diseño y la implementación técnica requeridos y con estrictos programas de mantenimiento.

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Entre los escenarios deportivos destacados se encuentran cinco campos de fútbol y cinco de minifútbol, con medidas reglamentarias internacionales, rodeados por gradas naturales; nueve canchas de tenis de polvo de ladrillo, para competencias distritales, nacionales y abiertos internacionales; el escenario mejor acondicionado del país para la práctica de gimnasia, y el Complejo Acuático Simón Bolívar, inaugurado en el 2005. Quienes practican atletismo utilizan la pista sintética de 400 metros (ocho carriles) y la zona para pruebas y saltos. Además, existe una unidad especializada en aumento de fuerza y resistencia, y un campo externo

para tiro con arco. Para otros deportes, como tenis de mesa, boxeo, baloncesto y voleibol, hay cinco escenarios con la adecuación necesaria. Además, hay área de descanso, un sector de comidas y zonas verdes. Con el fin de complementar la práctica y reforzar la metodología del entrenamiento en altura, el complejo dispone de un auditorio con capacidad para 150 personas, donde se realizan exposiciones, conferencias y proyecciones. Para el público aficionado que desee hacer uso de las instalaciones, el complejo deportivo ofrece cursos de natación, tenis, voleibol, baloncesto, fútbol, sóftbol, patinaje y bolos, entre otros, para mayores de cuatro años. El personal capacitado ofrece ayuda para la recuperación física de deportistas nacionales y extranjeros, apoyándolos en la búsqueda de patrocinadores. También el Centro de Alto Rendimiento capacita a entrenadores, médicos, psicólogos y dirigentes deportivos.

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Parque zonal Atahualpa Texto y fotos: Jairo Andrés Vargas javdelgado2@hotmail.com

El Atahualpa es el lugar de reunión de los habitantes de Fontibón para hacer deporte y recrearse. Con más de dos hectáreas, el Atahualpa cuenta con un campo de fútbol con todas las especificaciones técnicas, una pista atlética, cinco canchas de baloncesto, dos de voleibol, dos patinódromos, una zona de juegos infantiles, un área cardiovascular, una cancha de microfútbol, y varias canchas de tejo, así como camerinos, oficinas de administración, senderos peatonales, un coliseo cubierto con capacidad para 600 personas y una zona de rampas para practicar deportes extremos. La obra comenzó en la alcaldía de Andrés Pastrana (1988-1990), con la construcción del campo de fútbol y la pista atlética. Más adelante fue erigido el coliseo, y el 29 de agosto de 1997 se reinauguró el parque, con un festival deportivo que integró a los habitantes de Fontibón, Kennedy y Teusaquillo. A lo largo de estos 20 años se le han sumado nuevas obras y hoy lo frecuentan cerca de 25.000 personas al mes. El parque zonal Atahualpa cuenta con vigilancia privada, y la cultura ciudadana se nota en la gente de todas las edades que, sobre todo los fines de semana, hace del parque un hervidero de actividad física.

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Este espacio en la localidad de Fontibón sirve de escenario para los programas que adelanta la Alcaldía Distrital, como Festiparque, y actividades para la tercera edad. El movimiento es constante. Los diversos espacios deportivos se llenan de amigos para jugar un “picaíto” o “quemao”, aunque aquí el sonido tradicional de los deportes (las porras y los balones que rebotan) se pierde por el fuerte ruido de los aviones al aterrizar y despegar. El parque es vecino de una de las pistas del Aeropuerto Internacional El Dorado; separado de éste sólo por una calle y por los árboles que hay en los predios de la terminal aérea. Mientras la bola está en el aire es común que se encuentre visualmente en el horizonte con la cola de alguno de los gigantes que bajan de las alturas. El ruido, eterno problema para los habitantes de Fontibón, hace que en el Atahualpa el lema del deporte —‘más rápido, más alto, más fuerte’— tome vuelo.

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Parque Zonal Atahualpa.

Lago del Simón Bolívar Texto y fotos: Juan Fermín Mulett juanxomulett@gmail.com

Desde que fue dotado, en 1995, de bicicletas acuáticas y botes de remo por un programa de la Alcaldía Mayor, el lago se convirtió en uno de los grandes atractivos turísticos del Parque Central Simón Bolívar. Aunque también es el centro deportivo de exhibición en disciplinas acuáticas, no se puede utilizar para eventos olímpicos porque el diseño no cumple con los estándares reglamentarios del Comité Olímpico Internacional (COI). En natación, por ejemplo, las pruebas para aguas abiertas deben ser de 10 kilómetros. En la actualidad, el lago tiene una extensión de 11 hectáreas, pero, por su forma ondulada, sólo es posible contar 1.100 metros de largo en línea recta y 100 metros en su parte más ancha. El escenario se adapta para competencias no oficiales: pruebas de canotaje, remo, esquí náutico y triatlón en todas sus modalidades. Además de las atracciones turísticas, el fuerte del lago se centra, a pesar de ser artificial, en su condición de ecosistema emergente. Lo habitan aves migratorias (entre ellas, garzas), más de 30 tipos de peces, patos, tortugas y una amplia vegetación que crece de manera constante por la abundancia de agua y luz directa.

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Lago Simón Bolívar.

Sin embargo, las irregularidades en el control del hábitat podrían ocasionar graves consecuencias en la salubridad y la seguridad de los usuarios del parque y en las especies animales. Por ello, la Alcaldía Mayor destina un presupuesto para desarrollar un programa de mantenimiento, protección y equilibrio del ecosistema. El programa incluye cinco aireadoras que mantienen el agua oxigenada, recolección diaria de desechos y de vegetación excesiva y purificación química del lago cada mes. Por otra parte, el usuario puede alquilar por $12.000 la hora un bote de pedal para cuatro personas o de remos para dos ocupantes. Esto, sin contar la miniplaya del Festival de Verano, la plaza de comidas y las casetas que se pueden utilizar como miradores.

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Euroamérica,

parodia fotográfica Por: Yesid Fernando Hernández* yesidfernandohernandez@gmail.com

Antes de concluir las celebraciones del Bicentenario, Directo Bogotá ofrece una mirada políticamente incorrecta a la iconografía de la Independencia desde la fotografía.

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En 1819, Pedro José Figueroa pintó “Bolívar y la alegoría de América” —en homenaje al Libertador por su triunfo en la batalla de Boyacá—, que hace parte de la colección de la Casa Museo Quinta de Bolívar. En el 2010, inspirada en esta pintura, y con motivo de las actividades del Bicentenario de la Independencia, la artista Luisa Carolina Vélez realizó la parodia fotográfica de la obra para demostrar que la historia, lejos de permanecer intacta, permite su reinvención crítica. En esta escenificación contemporánea, Simón Bolívar se encuentra parado sobre un guacal, que le permite alcanzar la estatura deseable para un héroe; así mismo, su uniforme de oficial —un overol—, está adornado con charreteras doradas y monedas de chocolate a manera de medallas. América, con arrogante postura, enfatiza la tímida actitud del Libertador. Todos los elementos que adornan la escena, al igual que los trajes, revisten una pretensión de verdad. La rubia América, elegante y refinada en sus gestos, atrae la atención que Bolívar no logra captar.

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Bolívar y la alegoría de América, de Pedro José Figueroa, óleo sobre tela, 1819.

En la imagen de Figueroa, Bolívar, con su traje de estilo francés, muestra su poder por medio de ricos detalles y la “políticamente correcta” representación del héroe. Su América es una mujer diminuta, de rasgos finos y piel mestiza, que aunque está descalza y lleva un tocado de plumas que hace juego con el arco y la caja de flechas sobre su espalda, luce un aderezo de perlas, un vestido elegante y un delicado velo que nos remite a la alegoría europea. Esta representación de América no correspondería a la que describió Cesare Ripa, en su libro Iconología (1593) como: “Una mujer desnuda y de color oscuro, mezclado de amarillo. Será fiera de rostro, y ha de llevar un velo jaspeado de diversos colores que le cae de los hombros cruzándole todo el cuerpo, hasta cubrirle enteramente las vergüenzas. Sus cabellos han de aparecer revueltos y esparcidos, poniéndosele alrededor de todo el cuerpo un bello y artificioso armamento, todo él hecho de plumas de muy diversos colores. Con la izquierda ha de sostener un arco, y una flecha con la diestra, poniéndosele al costado una bolsa o carcaj bien

provisto de flechas, así como bajo sus pies una cabeza humana traspasada por alguna de las saetas. En la tierra y al otro lado se pintará algún lagarto o caimán de desmesurado tamaño”. Así como la imagen de América ha sido tergiversada en numerosas iconografías, existen múltiples representaciones de Bolívar que no coinciden en aspectos fundamentales como la raza, la fisonomía y el estatus militar, lo que lleva a cuestionar la verosimilitud de las imágenes de los héroes de la patria. Luisa Carolina —maestra en artes plásticas y visuales de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y especialista en fotografía de la Universidad Nacional— recrea un juego visual y conceptual que pone en entredicho los discursos de la historia y revela la naturaleza ficcional de la imagen. *Maestro en Artes Plásticas y Visuales Universidad Distrital Francisco José de Caldas-ASAB (Academia Superior de Artes de Bogotá), estudiante de la Maestría en Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana.

* patriMonio

Las Nieves

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Fotos: Directo Bogotá

que no se derriten Texto: Fernando Carrasco Zaldúa karrascofernando@yahoo.com

El pasado del barrio Las Nieves, uno de los barrios fundacionales de Bogotá en la Colonia, se aprecia con fotografías, mapas, cuadros y crónicas en la Biblioteca Nacional, mientras el presente y el futuro —bajo el impacto del Plan Zonal Centro— se exhibió en el Museo de Artes Visuales de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, en una muestra organizada por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, con la curaduría de Fernando Carrasco Zaldúa. Del catálogo Las Nieves, la ciudad al otro lado, tomamos fragmentos para ilustrar la memoria de las nuevas generaciones.

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Mural de la calle 24, frente a la Biblioteca Nacional de Colombia.

El sector de San Diego, jurisdicción de la parroquia de Las Nieves, estratégico como entrada y salida norte de la ciudad, se convirtió en un área de desarrollo urbano entre 1873 y 1913. Durante estos 40 años se localizaron en el sector el Asilo de Indigentes, el Panóptico, el nuevo edificio del asilo, hospital y manicomio, la alfarería El Rosario, la fábrica de cerveza alemana Kopp-Bavaria y los arrabales de San Diego. En 1907 se instalaron la Escuela Militar en el edificio del asilo (hoy Hotel Tequendama), el barrio de los trabajadores de Bavaria, los parques de San Diego (luego llamado del Centenario); el del Bosque —conocido como Parque de la Independencia—, y en sus inmediaciones, el Circo de San Diego, el Teatro el Bosque y el Salón Olympia. En 1887, con la firma del Concordato, y hasta 1930, se establecieron en Bogotá más de 50 comunidades religiosas, que se dedicaron a la educación, la caridad y las misiones. En los barrios Las Nieves y Las Aguas, particularmente, se establecieron nuevos asilos, orfelinatos, hospitales y una cárcel femenina.

La industrialización del sector En Las Nieves oriental, desde la primera mitad del siglo XIX, se instalaron fábricas de papel, de tejidos de algodón y de hilandería en los viejos molinos de la

acequia del río San Francisco. Igualmente, a lo largo del costado norte de la calle 22, se establecieron chircales para producir adobes, tejas y ladrillos, y fábricas de materiales de construcción. En 1900 se construyó la segunda fábrica de loza de la ciudad, Faenza. También se construyeron fábricas de velas de sebo y jabones, yeso, calzado, una sucursal de la fábrica de chocolates Chaves y locales para los oficios de hojalatería, litografía y grabado, carpintería y ebanistería, impresión y marmolería, además de la primera floristería (donde luego quedó el Teatro Colombia). Sin duda, fueron las fábricas cerveceras las que le dieron la fisonomía fabril al barrio con sus volúmenes y chimeneas convertidos en nuevos hitos urbanos, que remplazaron los campanarios y las torres de la ciudad colonial y conventual. Para 1889, cuando el alemán Leo S. Kopp y sus hermanos fundaron la fábrica Kopp-Bavaria —en predios colindantes con el asilo de San Diego— ya existían sobre la calle 22 las fábricas de cerveza Guzmán y la de licores alcohólicos de José María ‘Pepe’ Sierra y La Florida, abajo del parque del Centenario. Bavaria creó la de vidrios Fenicia en Las Nieves oriental para producir sus propias botellas y otros productos de vidrio, junto con otra fábrica de cerveza llamada Tívoli. Posteriormente, Bavaria compró terrenos en el

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alto de San Diego, para construir las viviendas de sus trabajadores, origen del futuro barrio La Perseverancia. Además de consolidar el sector cervecero de la ciudad, Bavaria emprendió con el apoyo del cuerpo médico una campaña contra el consumo, producción y venta de la “funesta” bebida de la chicha, considerada responsable de muchos de los problemas sociales de Bogotá. Desde comienzos del siglo XIX, muchas chicherías de Las Nieves que usualmente eran atendidas por mujeres se convirtieron en burdeles localizados entre las calles 20 y 22 y carreras 4ª y 5ª, que fueron erradicados a finales del siglo XX.

Nuevos espacios urbanos Al comenzar el siglo XX, la población de Bogotá alcanzaba los 100.000 habitantes. Al espacio público colonial de barrio que empezó a transformarse a finales del siglo XIX, se sumó uno republicano de calles arborizadas, espacios verdes, parques y jardines, plazuelas y terrazas donde se levantaron portadas, estatuas y bustos de próceres, monumentos conmemorativos, fuentes, balaustradas y lámparas para el alumbrado público.

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En 1903, al finalizar la guerra de los Mil Días, la administración de Rafael Reyes impulsó la actividad industrial y promovió exposiciones que tuvieron como escenario Las Nieves. En 1905, creó el Ministerio de Obras Públicas, encargado de terminar el Capitolio y de construir edificios adecuados para la Biblioteca y el Museo nacionales, además de un pabellón para la exhibición de aparatos industriales y agrícolas. La primera exposición se realizó en las salas del Asilo de San Diego. Dos años más tarde, en 1907, se organizó una segunda Plano de la Biblioteca Nacional. Cortesía de Fernando Carrasco.

exposición, esta vez en los altos de San Diego, conocidos como Bosque Izquierdo, que empezó a llamarse parque de los Hermanos Reyes o del Bosque, donde se realizaría la tercera gran exposición para celebrar el primer centenario de la Independencia Nacional, en 1910. Allí se construyeron cuatro pabellones: el Central o de la Industria, el de las Máquinas o de la Maquinaria, el de Bellas Artes y el Egipcio, a los cuales se sumaron los quioscos de la Luz, de la Música y el Chino. Cuando terminó la exposición, el antiguo parque comenzó a ser conocido como bosque o parque de la Independencia y se convirtió en un nuevo polo de atracción urbana y en lugar de recreación y de paseo. El camellón de Las Nieves, al comenzar el siglo XX se consolidó como un espacio de exhibición de nuevas arquitecturas reflejo de la naciente burguesía. Este espacio empezó a nombrarse como la avenida de la República, desde la calle 16 hasta el sector de San Diego. En sus costados se levantó una arquitectura republicana de forma neoclásica, particularmente afrancesada, con nuevos materiales constructivos como el cemento.

* patriMonio

Los salones de cine y variedades Al finalizar la Exposición del Centenario, el pabellón de las Máquinas se adaptó para representaciones teatrales, musicales, espectáculos de beneficencia y proyecciones de cinematógrafo. Esto condujo a la aparición de una novedosa tipología arquitectónica en el barrio: el salón, un espacio que aunque diseñado para proyecciones de cinematógrafo, permitía que se adaptara para otras actividades como pista de patinaje, escenario de transformistas y contorsionistas, sala de conciertos, ópera y zarzuela, presentaciones de ballet y audiciones musicales, sala de conferencias y recinto

para audiencias públicas de sonados casos judiciales (“el crimen de la calle 22”, por ejemplo), entre otras. Con la llegada a Bogotá en 1911 de los hermanos italianos Di Domenico, la industria del cine se instaló en el barrio. En 1912 iniciaron la construcción del Salón Olympia, con capacidad para 3.038 espectadores, distribuidos en largas bancas de madera en la platea, palcos laterales para familias abonadas y una galería para el público de menos recursos, que veía la proyección al revés, pues la pantalla se encontraba ubicada en la mitad del salón.

* atriMonio

Se inició entonces la cuarta reconstrucción, que habría de transformar radicalmente su diseño original, por uno de estilo románico bizantino, dado el eclecticismo imperante en el periodo republicano. El nuevo proyecto ubicó en su interior la tumba del padre Rafael Margallo, uno de sus más célebres curas párrocos, y sus capillas laterales fueron enriquecidas con pinturas de Ricardo Acevedo Bernal. Plazuela de Las Nieves (Álbum Bogotá colonial, Bogotá moderno, 1938).

En Las Aguas, en la parte alta de la calle 20, se inauguró en 1918 el Teatro Bogotá, obra de los Círculos Obreros Católicos. En Las Nieves oriental, el propietario de la fábrica de loza Faenza, construyó un nuevo salón en el predio de la antigua fábrica que ocupaba el costado norte de la calle 22, media cuadra arriba de la avenida de la República. El nuevo teatro fue el primero en ser diseñado técnicamente para la proyección de cine y en su fachada se utilizaron detalles del Art Noveau. Se inauguró el 3 de abril de 1924, el mismo año en que se demolió el Teatro del Bosque.

Nuevos espacios públicos Durante las celebraciones de 1910 se inauguraron tres obras en el barrio: el nuevo parque de la Independencia, la fachada republicana de la Capilla de Hospicio —que diseñó el pintor Ricardo Acevedo Bernal— y la renovada plazuela de Las Nieves, en homenaje al Sabio Caldas, donde se erigió su estatua en bronce. En 1918 fue remodelada, con otros jardines y una balaustrada en cemento similar a la del parque de la Independencia.

En 1919, la Sociedad de Mejoras y Ornato de Bogotá entregó al barrio un novedoso espacio público abalaustrado sobre la avenida de la República, entre las calles 23 y 24, denominado terraza El Dorado, diseñado por el arquitecto Alberto Manrique Martín. Por intermedio de la Academia Nacional de Medicina, localizada en el barrio, y con motivo de los 100 años del nacimiento del científico francés Louis Pasteur, en 1923 se rebautizó este espacio como terraza Pasteur. Allí se emplazó un busto en bronce con su figura y, desde entonces, la cuadra se convirtió en un referente urbano del barrio. Hacia 1891 se propuso construir una nueva plaza de mercado en Las Nieves, cuya construcción se inició en 1905 en un extenso solar sobre la calle 20, entre carreras 9ª y 10ª. Al ser demolida, después del Bogotazo, se organizó la actual plaza, conocida como pasaje Macarena. Un temblor de 1917 afectó la construcción de la iglesia de Las Nieves, que cinco años después se demolió.

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Plazuela de Las Nieves, presidida por Francisco José de Caldas, 2010.

Modernización arquitectónica y social El proceso de modernización en la ciudad se evidenció no sólo en la caída de la hegemonía conservadora en 1930, y el surgimiento de la nueva República Liberal, sino también en otros aspectos sociales, urbanos y arquitectónicos. Sobre la avenida de la República se construyeron edificios modernos de estilo art-déco, tan significativos como la Biblioteca Nacional y el Teatro Colombia, hoy Teatro Municipal Jorge Eliécer Gaitán. Esta arquitectura, junto con una creciente dinámica consumista, favoreció la aparición de locales comerciales tanto para la vida nocturna como diurna: los restaurantes Temel, El Gran Vatel, Chalet Suizo, Refugio Alpino, Salinas Pajares y Cirus; los grilles Europa y Colombia; los cafés La Gran Vía y Martignon; los cabarés Miramar, Montecarlo, Morocco, Manhattan y La Reina; las pastelerías Belalcázar, Menorca, Palacé, Real Danesa; las panaderías La Sultana, El Cometa y La Florida, y la célebre fuente de soda El Cisne (donde hoy se levanta la torre Colpatria). Además, sobre su principal espacio público, la avenida de la República, se realizaban las tradicionales procesiones religiosas, las mascaradas del carnaval estudiantil y la fiesta taurina en su nueva plaza de toros. {38}

En 1928, el gobierno emprendió la construcción de la Biblioteca y el Museo nacionales, donde se había construido en 1910 el pabellón de las Máquinas. El edificio de estilo moderno, a cargo del arquitecto Alberto Wills Ferro, se empezó a construir en 1933 y se inauguró en 1938, durante los festejos de los 400 años de la fundación de Bogotá. Aunque el proyecto había considerado una parte del edifico para el Museo, éste se instaló, nueve años después, en el antiguo edificio del Panóptico, que había quedado abandonado cuando se trasladó la cárcel al sur de la ciudad (La Picota).

Años de fuego en Las Nieves Para la celebración de la IX Conferencia Panamericana, en el sector de San Diego se planearon dos hoteles internacionales (uno de ellos, el Tequendama), la readecuación del Panóptico como sede del Museo Nacional, el traslado de la plaza de mercado y la apertura de la carrera 10ª. La conferencia se realizó el 9 de abril de 1948, y en el barrio Las Nieves una treintena de edificios de oficinas y establecimientos comerciales, de beneficencia y de negocios fueron destruidos desde la calle 17 hasta la 22 sobre la avenida de la República. Entre ellos se encontraba la capilla del Hospicio y todas las construcciones de la manzana; sólo se salvó el de la Academia Colombiana de la Lengua, que se construyó en 1916 con planos de Pietro Cantini.

La posterior confrontación política entre liberales y conservadores se polarizó, y condujo, el 6 de septiembre de 1952, a nuevos incendios en el centro y en Las Nieves: los periódicos El Tiempo y El Espectador, la Casa Liberal en el parque Santander y la casa del ex presidente Alfonso López Pumarejo, en la calle 24, frente a la Biblioteca Nacional, fueron destruidos. Después del Bogotazo, el Ministerio de Obras Públicas creó la Junta para la Reconstrucción de la Ciudad. En febrero de 1949 llegó por segunda vez a Bogotá el arquitecto suizo Le Corbusier para revisar los términos del Plan Regulador de Bogotá, que propuso un ensanche vial desde la plaza de Bolívar hasta San Diego pasando por Las Nieves. Finalmente, no se acogieron los planteamientos de Le Corbusier, porque en Las Nieves se volvió a la construcción de manzanas, en lugar de recuperar el valor de la calle y la plaza, característicos de la ciudad moderna. Ahora bien, el trazado de la nueva infraestructura vial incidió en la conformación del tejido urbano de Las Nieves. El traslado de sus mejores monumentos (el templete, la estatua ecuestre de Bolívar) y la demolición de construcciones como la plaza de mercado, parte del conjunto habitacional llamado Ciudad Restrepo y la Escuela Militar de San Diego, incidió en La transformación arquitectónica del barrio se observa en este cascarón de un edificio patrimonial, en la calle 20.

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la desaparición y desmembramiento de sus parques y espacios públicos.

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En particular, sobre las nuevas avenidas 7ª, 10ª y 19, a lo largo de la segunda mitad del siglo, se construyó una arquitectura racionalista y moderna, que coincidió con el apogeo de la llamada arquitectura internacional, con estructuras en altura que impulsaron la densificación del suelo urbano del barrio. En las décadas de los sesenta y setenta se realizaron las grandes construcciones de vivienda y oficinas dentro del área. Entre ellas, las Torres de Fenicia, el Edificio Sabana, las Torres Blancas el Edificio Barichara, así como nuevos hoteles.

El sector educativo y cultural En la primera mitad del siglo XX, el barrio comenzó a formarse como sector educativo y cultural. En 1908, en el asilo de San Diego se instaló el Colegio Bethlemita del Sagrado Corazón para señoritas. En la calle 20 se construyó la Escuela Primaria República Argentina, inaugurada en 1918 (hoy conocida como Colegio Policarpa Salavarrieta). Al siguiente año, frente a la plazuela Caro se fundó la Escuela Alemana, que dio origen al Colegio Andino, y en 1934, detrás del Hospicio, la Escuela Francesa, luego Liceo Francés Louis Pasteur.

Teatro Faenza, restaurado por la Universidad Central, en la calle 22.

En la segunda mitad del siglo se instalaron en el barrio instituciones de educación superior que han impulsado la renovación urbana de sus alrededores y la recuperación del patrimonio arquitectónico. En 1954, la Universidad de Bogotá Jorge Tadeo Lozano se estableció en la casona republicana de la calle 23 con carrera 7ª, hasta 1967, cuando se trasladó al primer edificio de su actual planta física y recuperó el Teatro California como auditorio. En 1966 lo hizo la Universidad Central de Bogotá, en la carrera 5ª entre calles 21 y 22. Sobre la calle 24 se localizaron importantes instituciones culturales, como la Biblioteca Nacional —inaugurada en 1938—, donde, transitoriamente, tuvieron sede el Instituto Caro y Cuervo, creado en 1942, el Archivo General de la Nación y la Radiodifusora Nacional de Colombia. Sobre esta vía también se localizó una de las primeras galerías de arte de la ciudad (del polaco Casimiro Eiger), la Librería La Alegría de Leer, de Colcultura, y el edificio del Museo de Arte Moderno de Bogotá. La actual expansión de las universidades ha enriquecido la oferta cultural del barrio con nuevos escenarios. Se encuentran los museos del Mar, de Artes Visuales y Déco (este último, de Carlos Alberto González, en la calle 21 arriba de la carrera 7ª); la Biblioteca Auditorio Fabio Lozano; los teatros México, Azteca, Faenza y Bogotá, en la calle 22, adquiridos por la Universidad Central y restaurados como sus nuevos auditorios; el grupo Mapa Teatro, el Museo de Manuel H. y la librería de la Universidad Nacional, en la plazuela del barrio. Las Nieves ha sido el sector de la ciudad donde se ha concentrado históricamente la mayor actividad alrededor del séptimo arte: casi en cada una de sus calles existió un cine. En la calle 17, El Dorado; en la 18, el Apolo; en la 20, el antiguo Bogotá; en la 22, el Faenza, el México y su sala alterna Azteca, hoy sede del Cine Club de la Universidad Central y del nuevo cine Bogotá. En la 23, el California y el Mogador; en la 24, El Cid, el Metropol y el Embajador —hoy multiplex—, la sala Los Acevedo, del MamBo, y el centro cinematográfico de Los Cinemas; en la 25, el primer Olympia y el moderno Olympia. Y sobre la carrera 7ª, el Teatro Colombia —con su sala alterna convertida en sede de la Cinemateca Distrital—, el Astral y luego el Teatro Metro; sobre la 8ª, el Rex o Roxi, luego Teatro Lux; y en la 9ª, El Cid. En los alrededores, el San Diego, el Coliseo, el Opera y el Tisquesusa. El final del siglo XX coincidió con el cierre de la mayoría de estas salas de cine. En su lugar llegaron nuevas salas pornográficas con funciones continuas que permiten el encuentro sexual, como ocurría en las viejas chicherías del barrio.

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El nuevo

Texto y fotos: Natalia López González natalialopez7272@yahoo.com

Centro Bacatá, un hotel con altura

Las siete banderas desteñidas que ondean sobre la calle 19, el pianista que cada noche toca en el lobby y el reloj de la recepción que marca las horas de Londres, Nueva York y Bogotá desaparecerán junto con el edificio de ladrillo del tradicional Hotel Bacatá, que desde 1968 ha sido testigo de las transformaciones del centro de la ciudad. Allí, una empresa española levantará una torre de 66 metros, el mayor rascacielos de Latinoamérica, que transformará la fisonomía del antiguo barrio Las Nieves.

El hotel de antaño El 5 de febrero de 1968,la familia Sáenz inauguró en la avenida 19 con carrera 5ª el Hotel Bacatá, que rinde tributo al nombre muisca de la capital. Y para seguir en esa línea, el restaurante del primer piso, que ofrecía los mejores platos típicos colombianos, era el Quimbaya. En ese momento el hotel tenía 80 habitaciones y tres estrellas, que con el tiempo pasaron a 207 habitaciones y cuatro estrellas. Fue construido por la firma Meléndez Páez Arquitectos y en la época llamó la atención por su diseño moderno y vanguardista, cuenta Fernando Sáenz, gerente desde hace 28 años. Sáenz llegó a los 16 años a trabajar en el hotel de su tío paterno durante las vacaciones y comenzó como auxiliar de contaduría. Más adelante fue jefe de Alimentos y Bebidas, y así escaló posiciones hasta llegar a la Gerencia. Sáenz ha sido testigo de todas las transformaciones que el hotel ha tenido desde su fundación y recuerda Imagen cortesía de la firma constructora.

a muchos de sus huéspedes famosos. “Miguel Bosé vino cuando tenía como 20 años. Yo me acuerdo de haberlo recibido”, cuenta Sáenz. Las visitas de los hermanos Lebrón, el Grupo Niche, Jaguares, Raphael y hasta el mismo Álvaro Uribe en su época de universitario son recuerdos que permanecerán en la memoria de quienes han vivido estos 42 años de actividad del hotel.

villancicos y se vestían con gorros navideños ante la mirada atónita y conmovida de los turistas extranjeros. “Los españoles nos miraban y decían: ¿cómo así, celebran una semana antes del nacimiento de Jesús?”, cuenta Iliana Bermúdez, gerente operativa del hotel.

Para Sáenz, el momento que más recordará de todos estos años es una olimpiada internacional de minusválidos, que se realizó en 1985. Cuando él era jefe de Alimentos y Bebidas, 250 participantes se alojaron en el hotel. “Tanto nos involucramos los empleados del hotel con ellos, que al final, cuando todos se empezaron a montar en los buses, nos despedíamos llorando. Nunca lo podré olvidar”, explica.

“El hotel como tal se acaba y se acabó. Así como el hotel se derrumba se derrumban todas sus historias”, afirma Fernando Sáenz.

Con cuatro estrellas certificadas por la firma suiza SGS, el hotel se ha destacado durante sus más de cuatro décadas de funcionamiento. Así, cada persona y cada acontecimiento han dejado huella en estos muros que serán demolidos a finales del 2010.

El trece es de mala suerte El Bacatá ha pretendido conservar la tradición colombiana, no sólo con la calidez de sus habitaciones, sino también con sus comidas. El “Menú de la abuela” deleita a los 250 huéspedes que en promedio se hospedan diariamente, con platos como el ajiaco santafereño, la bandeja paisa y el arroz bucanero. El hotel también cuenta con el restaurante Sanzzini’s, que ofrece platos cuyos ingredientes son importados de Italia y preparados en un horno de barro, lo que hace que las comidas tengan el auténtico sabor de la cocina italiana, tanto así que un italiano que trabaja en el sector va todas las tardes a comprar pan para el desayuno, pues, según él, sabe igual que el de Italia. Y como todo hotel, el Bacatá tampoco se ha quedado atrás con el agüero del número 13, pues según la creencia en el gremio hotelero, este trae mala suerte, y en las habitaciones que son marcadas con este número siempre suceden cosas terribles. Por eso, el hotel suprimió la habitación y el piso 13. Ni siquiera aparece señalado en el ascensor. Aunque sus empleados recuerdan con nostalgia lo que han vivido en el hotel, se sienten satisfechos con el proyecto que se realiza. “El hotel necesitaba un cambio, y no se podía dejar pasar esta oportunidad de inversión extrajera”, afirma Judy Rodríguez, directora de Mercadeo. El personal del Bacatá recordará con especial cariño sus tradicionales novenas decembrinas, en las que cada área organizaba un día y sus empleados cantaban

El Bacatá con nuevo empaque

La tradición y el personal de servicio del Bacatá se trasladarán adonde hace 12 años dejó de funcionar el Hotel Nueva Granada, en la avenida Jiménez No. 7-44. Éste es un proyecto de la misma firma española, que se llamará BD Nueva Granada. Para quienes trabajan allí, la idea es que el servicio no cambie, y que los clientes puedan seguir disfrutando de lo que ya conocían, como el ‘Plan pareja’, muy famoso y solicitado en septiembre por el ‘Día del amor y la amistad’, así como su tradicional comida. “No creo que los bogotanos vayan a extrañar el hotel porque un aspecto para resaltar del proyecto es precisamente que estará ubicado en la misma zona y el servicio no va a cambiar”, explica Bermúdez. El tradicional hotel que se inauguró en 1968.

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Son las 12 del día y la recepción del hotel se congestiona por los visitantes que preguntan a qué hora abrirán las puertas el restaurante. Mientras tanto, dos hombres que acaban de llegar de Barranquilla esperan detrás del mostrador con sus maletas en el piso, pues esta noche el Atlético Junior jugará contra La Equidad. Al otro lado, en el lobby, un par de religiosas permanecen sentadas y conversan con un grupo de turistas. Afuera del hotel, una avenida congestionada por cientos de peatones que ni se imaginan cómo se transformará esa esquina de la congestionada calle 19 por la que hoy transitan.

La segunda colonización española Tal como sucedió con Colón hace 518 años, la firma BD Promotores, de origen español, llegó en el 2008 a América para estudiar las posibilidades de negocios. Viajaron a Perú, Panamá, México, Santo Domingo y Colombia, y gracias a un intermediario de finca raíz, la firma española se puso en contacto con la familia Sáenz. Así se iniciaron las negociaciones, y BD Promotores Colombia se consolidó como el nuevo propietario y gestor del hotel.

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mucha envergadura; y si a eso le añades que está en la mejor zona comercio de Bogotá…”, explica Borrella. De este modo, los 15 pisos del hotel serán reemplazados por dos torres, la más alta de 66 niveles y con una superficie de 114.384 m2 de construcción total. Se convertirá así en el edificio más alto de la ciudad, pues superará a la torre Colpatria, con 196 metros de altura y 50 pisos. Del Bacatá tradicional no quedará más que su nombre. BD Bacatá será el nuevo hotel con 545 habitaciones, dos restaurantes, gimnasio, zona húmeda y estética, mirador y un centro de convenciones con capacidad para 1.500 personas. El complejo ofrecerá varios servicios: vivienda, oficinas, área comercial y parqueaderos. Serán 396 apartamentos, 138 oficinas, un centro comercial con 38 locales, 403 estacionamientos privados y 334 públicos. En 42 años de servicio el hotel Bacatá ha hospedado a cerca de 2.400.000 huéspedes. Con su nueva imagen seguirá albergando a todos aquellos que llegan a la ciudad, porque si algo han tenido claro sus empleados es que “El hotel Bacatá es su casa en Bogotá”.

Este proyecto no es el primero que lidera la compañía en Bogotá, que también tiene a su cargo otros hoteles en La Candelaria, en el sector de Unicentro y en la calle 110 con carrera 17. En esta oportunidad, la firma quiso proyectarse en el centro de la ciudad por considerarla una zona con gran potencial de desarrollo. “Bogotá es una ciudad muy cercana a lo que nosotros reconocemos en nuestras ciudades españolas como Barcelona, Madrid y Valencia: centro histórico, zonas de desarrollo importantes, zona norte con buena vivienda, estratificación social muy amplia, y vimos posibilidades de desarrollo”, explica el español Emilio Borrella, director general de BD Promotores Colombia. El siguiente paso era impregnarle a Bogotá un poco de modernismo, y para eso contrataron la oficina de arquitectos Alonso & Balaguer, reconocida por sus planes de reestructuración urbana en ciudades como Barcelona, Marbella y Madrid; además, por la construcción de un centro comercial en la antigua plaza de toros de Las Arenas, en Barcelona. Fue así como surgió el proyecto del Centro Bacatá, un rascacielos de 250 metros de altura, que cuenta con una inversión de $240.000 millones y que estará listo en el primer trimestre del 2014. “Escogimos el hotel Bacatá porque estaba en funcionamiento, porque era un predio con muchas posibilidades de desarrollo arquitectónico y urbanístico y con una característica de altura libre, lo cual nos permitía hacer un proyecto de

Edificio donde funcionará el BD Nueva Granada, en la avenida Jiménez.

* patriMonio Texto y fotos: Daniel Alberto Sandoval García danielperkinsandoval@gmail.com

Mercedes y Gómez:

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pasajes inseparables

El Gómez y el Mercedes son dos pasajes tradicionales del sector de San Victorino que estuvieron unidos hasta la década del cincuenta, cuando cada uno tomó por su lado, pero han logrado soportar los embates del amor y del progreso en el concurrido sector.

El Pasaje Gómez, en la calle 12 con carrera 10a.

Pasaje Mercedes, en la calle 11, con su fachada art déco.

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El pasaje Gómez, construido en 1936 por la firma Gómez y Villa H. en la calle 12, vino a cobrar vida con el desarrollo del pasaje Mercedes, levantado en 1941 por Ospinas y Cía., para completar el callejón que desembocaba en la calle 11. Este pasaje pasó a llamarse Mercedes Gómez, nombre con el que todavía se conoce. Senén Espitia, presidente del Consejo de Propietarios del pasaje Gómez y dueño del local Mauriz desde hace 40 años, cuenta que el pasaje era conocido como “el sitio tradicional de la ropa elegante” y, debido a su cercanía a la antigua plaza de mercado Central, era muy frecuentado por los capitalinos que buscaban trajes para bautizos y primeras comuniones, especialidades del lugar. El pasaje Mercedes Gómez era una referencia comercial de la ciudad, hasta tal punto, que sus tres pisos, diseñados originalmente como oficinas, fueron convertidos en locales comerciales y en talleres de costura.

Divorcio de bienes y de pasajes

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Interior del pasaje Gómez con los tradicionales trajes de primera comunión y bautizo.

Margarita Espitia, actual administradora del pasaje Gómez, ubica su apogeo hacia principios de la década de los cincuenta, cuando ocurrió un particular evento que cambió la historia del lugar. Sus propietarios, José Gómez y Mercedes Sierra se divorciaron “y cada uno se quedó administrando el segmento que había construido y que, por ende, llevaba su nombre”.

La crisis llega a los pasajes

Esta división tuvo consecuencias en el enfoque comercial de cada uno: el pasaje Mercedes decidió orientarse hacia los artículos de ferretería y misceláneos importados; transformación que llevó a convertir en bodegas los pisos superiores del edificio. La parte perteneciente a José Gómez mantuvo la tradición textil con locales en sus dos primeros pisos; en tanto que sus pisos superiores se destinaron a oficinas.

Carlos de la Rocha, antiguo propietario de una comercializadora vecina del pasaje, recuerda: “Tras la demolición de la plaza de mercado Central, disminuyó la afluencia de visitantes, debido al aumento del transporte, que ya no pasaba obligatoriamente por la zona”. Los pasajes contrarrestaron este descenso en las ventas con la conversión de todas sus oficinas posteriores en bodegas, pero así perdieron a los empresarios, abogados y médicos que allí se habían instalado.

Como en muchos divorcios, se presentó una fuerte rivalidad entre los cónyuges, que se trasladó también a los pasajes. Para Carlos Agustín, antiguo propietario de un local en el pasaje Gómez, esto hacía que ambos lugares se esforzaran en verse más atractivos para los visitantes: “Recuerdo que en alguna ocasión se intentó hasta poner un ascensor en nuestra parte para hacerla más llamativa, lo que habría sido una gran novedad en ese entonces”. Durante la década siguiente a la separación marital, ambos pasajes tuvieron refacciones. El Gómez aumentó el número de pisos para oficinas y bodegas, hasta alcanzar seis niveles, visibles desde su entrada. El Mercedes amplió el espacio para bodegas, pero mantuvo sus tres pisos, y lo preside la Virgen de las Mercedes, patrona de los reclusos, un bello relieve bajo el techo del pasaje, que pocos advierten. En ambos pasajes se mantuvo intacto el estilo art déco, con la estructura recubierta en ladrillo.

Tras una primera época de esplendor, llegaron las crisis que afectaron los pasajes, al igual que las zonas cercanas. La primera se presentó en 1954 con la demolición de la plaza de mercado. Las subsiguientes obras de urbanismo afectaron los locales contiguos a ella, como el Mercedes Gómez.

Sin embargo, la demolición sería sólo el inicio de una serie de hechos desafortunados para los tradicionales pasajes. De la Rocha cuenta que la siguiente obra del Distrito fue quizá el golpe más severo que haya sufrido el Mercedes Gómez: “Cuando se inició la ampliación de la carrera 10ª, en 1947, esta zona quedó aislada y los locales empezaron a quebrarse, fue bastante triste”. Dicha obra estableció una separación con el centro histórico y también entre los otros pasajes cercanos, como el Rivas y el Hernández, y los nuevos sitios comerciales que se abrieron en la ciudad. Esta situación, más allá del perjuicio económico para los propietarios del pasaje, produjo una especie de abandono de esta zona. La situación que se desencadenó es conocida: la zona contigua a los pasajes se convirtió en foco de delincuencia que amenazaba con extenderse hasta el

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El pasaje Mercedes, resguardado por la Virgen de las Mercedes.

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interior del Mercedes Gómez. En aquel entonces, los propietarios optaron por instalar gran cantidad de rejas y contratar empresas de seguridad privada para evitar que los habitantes de la calle invadieran el pasaje, como ya había pasado con otros locales. Esta acción les permitió subsistir comercialmente, según dice Esteban Urrea, propietario del local Santa Lucía: “La seguridad de ambos pasajes es diferente que en el resto de San Victorino, pues cuenta con varios celadores. En su interior no hay vendedores ambulantes, y por eso es que aún llegan algunos visitantes”. Gracias a estas medidas los pasajes se lograron mantener en buen estado.

Pasajes al pasado Hoy los pasajes se encuentran mimetizados en un bullicioso comercio buhonero que ha invadido cada uno de los rincones de San Victorino. Sin embargo, basta con dar un paso en su interior para descubrir que han intentado mantener su organización interna, a pesar de las dificultades, como lo dispuso su primer administrador a principios de los años cuarenta. En la actualidad, el pasaje Gómez cuenta con 46 locales comerciales, se especializa en el comercio de ropa en general, aunque mantiene su tradición con los vestidos de primera comunión, bautizo y matrimonio. Senén Espitia atribuye el sostenimiento del pasaje a dos razones: “Primero, una pequeña pero fiel clientela que aprecia la calidad de los productos, además de nuestra cariñosa atención y, segundo, que todos somos propietarios, lo cual nos permite sobrevivir con las pocas ganancias que obtenemos”.

Una situación muy diferente vive el pasaje Mercedes, que no pudo competir con los múltiples importadores de productos misceláneos y de ferretería que se asentaron en los locales circundantes. Carlos Kirby, administrador de la papelería Vialmar, dice que poco a poco los propietarios fueron abandonando sus tradicionales locales: “Hace unos cuatro años, cuando cerró un local con más de 60 años, fue muy triste para todos nosotros”. Las diferencias entre ambos pasajes se acrecentaron en los últimos tiempos, como explica Kirby: “Mientras el Gómez cuenta con piso en ladrillo, amplia iluminación en sus locales y mercancías en todo lugar; el Mercedes sigue con el viejo piso de piedra, y la situación de fontanería es poco menos que lamentable”. En los segundos pisos, la diferencia también es notoria: mientras en el Gómez hay variedad de locales de comercio textil, donde aparte de trajes de ocasión se venden jeans y gorras; en el Mercedes se encuentra sólo un par de bodegas en funcionamiento —una de comestibles y otra de ferretería—, el resto fue abandonado. Allí todavía se exhiben las antiguas pancartas ennegrecidas, como el caso de la comercializadora Karl Thomas e Hijos, que alguna vez debió ser una prestante importadora. Aun en el ocaso de su existencia, para cualquier transeúnte que pase hoy en día por San Victorino y desee tener una sensación de viaje al pasado, a una época más próspera, puede detenerse en el mitad de la calle 11 y 12 y atravesar este pequeño portal que lo hará sentirse en la capital de hace 70 años, con sus costumbres atrapadas en trajecitos de primera comunión, bautizo y algunos cachivaches de ferretería que jamás pasarán de moda.

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La resistencia del Texto y fotos: Juan Fermín Mulett juanxomulett@gmail.com

LadyFest

“Si no puedo bailar, esta no es mi revolución”. La consigna juguetea en la boca cuando se habla del LadyFest, el festival musical y artístico que llega a su tercera edición en Bogotá. Laos Riot Grrrl criollas —laos porque no quieren diferenciar entre hombre y mujer— bailan al son de la reivindicación feminista. Esta es la crónica del inusual evento, realizado a finales de septiembre en un bar del norte de la ciudad.

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A la entrada del bar, en Suba.

Primer día Un maniquí femenino sin ropa está apostado en la puerta. Adentro se observan banderines de colores, pita, tijeras, cinta, papeles, cajas y clavos regados en el piso y en las mesas del lugar. Se sienten pasos de aquí para allá mientras suena una canción de Judas Priest en el computador del barman. Hacia las ocho y media, Yeye, Mary, Jose y Mocha pegan los primeros carteles en la entrada del bar metalero Heaven and Hell, cerca del portal de Transmilenio de Suba. Apesta a cigarrillo y cerveza de la víspera. A las diez y media de una mañana soleada llegan los miembros de los colectivos que participan en el evento con fanzines y productos gráficos, estampados y stickers. El ambiente se envuelve en música riot (cercana al punk); las ventanas se cubren con bolsas de basura y se pegan carteles con leyendas como “Dibuja y nombra a tu vagina” y “¿Cómo se vestiría tu vagina?”, que invitan al público a rayar las carteleras. Finalmente, pegan un cartel en la entrada que dice “LadyFest 3”, junto a los banderines. Sobre la tarima cuelga un cartel de tela con la palabra “REXISTE” en letras moradas. Después de cuatro meses de preparación, los nervios de los organizadores anuncian el inicio del evento. “Imaginé en mi vida de todo, menos organizar un LadyFest, porque tuve muchos problemas con mi familia al aceptar esta parte de mí”, dice Yeye, con ansiedad en su voz. Hay alrededor de 40 personas entre invitados, logística y público. La bienvenida está a cargo de los integrantes del colectivo RRG (Rexiste Riot Grrrl), que organizó la fiesta. Leen un manifiesto, como en una ceremonia de iniciación, y comienza la primera exposición llamada “Basta de máscaras”, de Alejandra López, del colectivo vegetariano La Revolución de la Cuchara. Los “motores” están fríos aún, la ponencia pasa casi inad-

Mc Saya y Nicko, representantes del hip hop caleño.

vertida. Sigue la presentación del documental Yo soy, je suis, I am, del colectivo audiovisual Omega 7. Los fallos en el sonido impiden entender la presentación. Las miradas inquietas recorren el lugar hasta que llega la primera banda de punk: Poker, un grupo de chicas que inyecta energía, aunque es su debut. Aplausos y nubes negras. Al ritmo del aguacero que se desata sigue una exposición a cargo de RRG sobre la mujer y el conflicto armado, basada en el libro Colombia: cuerpos marcados, crímenes silenciados, de Amnistía Internacional. La ponencia genera un debate acerca del cuerpo de la mujer como campo de batalla. El público, sentado en el piso, se funde en una sola cara de horror al oír los testimonios. Hacia la una y media de la tarde suben al escenario los muchachos de Margen de Error, que le imprimen fuerza al evento con un sonido de raíces hardcore punk: a bailar se dijo. Moshean y poguean alrededor de 60 personas, hombres y mujeres. Entre las canciones se pro-

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yecta el video de una líder trabajadora del campo que expone los problemas del agro y de la discriminación femenina. Sudor y reflexión; luego, otra vez ruido. Continúa la banda Jane Doe con una mezcla de hardcore y crust punk. El sonido es agresivo, hace temblar el lugar. Una vecina del sector, entrada en años, mira con cara de disgusto por encima de sus lentes a los jóvenes, que en pocos minutos sobrepasan los 100, dentro y fuera del bar. El evento sigue con la presentación de una pieza teatral preparada por RRG: Monólogos de la vagina, simpática muestra de testimonios sobre las acepciones de la palabra vagina, la concepción del órgano genital en las relaciones de pareja, las maneras de estimularla, de reconocerla y de reivindicarla. En la mitad de la presentación se escucha un fuerte grito: “¡Viva la vagina!”, seguido de aplausos, que ya no tapa la lluvia.

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El colectivo JJG (Juana Julia Guzmán) toma el relevo con una representación llamada “En el silencio absoluto de mi cuerpo”. Hay una cama con prendas femeninas, maquillaje y un cepillo de dientes; también papeles con frases como: “He fingido muchos orgasmos”, “Hice sexo oral y no me gustó, pero me aguanté”, “Solo he tenido un orgasmo y fue con una mujer”, “Me encanta tirar”. Cada persona del lugar toma un papel y lo lee. Después, el espectáculo adquiere un aire onírico con un espectáculo de sombras acompañado de un monólogo sobre la vida y el cuerpo de una mujer. Sabotaje sube al escenario. La gente vuelve a bailar, esta vez de manera más libre y animada; ya no existe el escenario, todos son parte de la misma danza. La

agresividad de los ritmos y el pogo se funden en una hermandad de género. A las siete y media acaba el primer día del LadyFest con la presentación de la banda debutante Cienfuegos, de rap libertario, y de Incendiariat, de hardcore punk.

Segundo día A las once y media de la mañana el ambiente es laxo, las cabezas están relajadas y dispuestas a disfrutar de la jornada; sin embargo, la fiesta no empieza a la hora convenida porque falta público. Las cervezas pasan de mano con los cigarrillos. Hacia la una y media se escuchan los sonidos de la banda de rock Viral Invasivo; algunos pocos cabecean al ritmo de un vozarrón femenino. Candela, una de “loas” integrantes del RRG, toma el micrófono, suspira y dice: “¿Qué es el feminismo autónomo?, es una lucha feminista que empieza desde lo personal”. Continúa con una disquisición sobre el feminismo, la autogestión, la inclusión del género masculino y de varios tipos de lenguaje. Para los colectivos libertarios cada mujer requiere una voz que debe ir más allá de las instituciones (aunque los mismos colectivos son instituciones). Continúan con una ponencia a cargo de la vocalista de la banda La Vendetta, basada en la obra de la francesa Virgine Despentes. Toca problemas como la violación, la prostitución y la pornografía, y reflexiona sobre la teoría King Kong de la sexualidad. “¿Quién se ha preguntado cuál es la opinión de una prostituta o una actriz porno? A muchas les gusta lo que hacen”. ¡Vaya baldado de agua fría para uno que otro radical del público! Son inevitables algunos gestos sonrojados

En el concierto de la banda Grita o Muere.

de desaprobación. “Pensemos en una pornografía que eduque; al fin y al cabo, el porno enseña”, remata la ponente. Hierven los ánimos. A las cuatro de la tarde, la Escuela Feminista presenta una función de títeres bastante académica. Al finalizar la muestra, la gente se prepara para recibir a Mc Saya y a Nicko, representantes del hip hop caleño, que trabajan por la diversidad de género. El impacto de su mensaje se interpreta en las manos furiosas que se agitan para alentar el beat. Continúan un par de bandas más, entre ellas Extinción de Dominio y The Makradoz, antes de la “mística” que se tiene preparada. Luces apagadas. Se prende fuego a cinco tarros vacíos de leche en polvo. En cada uno hay una letra dibujada y unidas forman la palabra “libre” y el signo femenino del círculo y la cruz. Los miembros del RRG se encuentran en la tarima junto al maniquí femenino, que ya no está desnudo: tiene pequeñas notas pegadas que inician con un “¿qué tal si…?”. Cada integrante del colectivo lee una nota en voz alta y luego la quema en uno de los botes. El silencio acompaña las frases: “¿Qué tal si... doblemente reprimidas, doblemente revolucionarias?”, “¿Qué tal si... valgo por lo que soy y no por mi belleza?”, “¿Qué tal si... no hay revolución sin feminismo y no hay feminismo sin revolución?”. Luego, Mary toma la palabra y, después de pronunciar un breve discurso de clausura, dice: “¿Qué tal si todos nos unimos a pensar y a actuar por un mundo más libre?”. Estalla una bomba de gritos y aplausos. La hermandad por una causa libertaria los lleva a sonreír orgullosos. El día acaba con las bandas Grita o Muere y Res Gestae; son los últimos gritos y sonidos de la tercera edición del festival. Pronto corre el rumor de que se trata del mejor festival de los tres realizados. “No es necesario tener botas, ni cresta, ni ‘percha’. Hay que tener la actitud y las ganas de cambiar un poco el mundo —dice Yeye, cansada pero feliz por el fruto del colectivo—. Hay mucha gente que piensa que las cosas son injustas, pero no saben que existen espacios abiertos como éstos. Dicen: ‘No, esa manada de punkeros y mechudos que me van a mirar mal...’, pero este es un espacio para todas las personas sin importar lo que lleven encima”. El festival se despide con las voces desgarradas de Rexiste Riot Grrrl: “¡Si no se puede bailar, esta no es mi revolución!”, grito de batalla atribuido a la líder anarquista Emma Goldman, que lideró el movimiento feminista y libertario a comienzos del siglo XX en Estados Unidos. Un siglo después inspira un festival en un bar underground capitalino.

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Glosario Riot Grrrl: movimiento musical feminista que alcanzó su cumbre en Estados Unidos en los años noventa. Fanzine: revista para fanáticos de grupos o tendencias musicales. Moshear: en conciertos de metal, hardcore o punk, formar un círculo dando vueltas, golpeándose al ritmo de la música. Poguear: saltar y chocarse unos contra otros al ritmo de la música. Crust punk: música influenciada por el hardcore punk y el anarco-punk, se caracteriza por su agresividad en sonidos y letras.

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+++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ Texto y fotos: +++++++++++++++++++++ Juan Esteban Fonseca +++++++++++++++++++++ jefm200@hotmail.com +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ Álvaro Mejía fue uno de los grandes atletas de nuestro país en la década de +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ los sesenta y comienzos de los setenta. En su palmarés figuran las victorias +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ en los Juegos Centroamericanos y del Caribe (Kingston, Jamaica, 1962), en la +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ carrera de San Silvestre (São Paulo, Brasil, 1966) y en la maratón de Boston +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ (Estados Unidos, 1971). A sus 70 años, recuerda los triunfos, trota a diario y +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ hace memoria de una entrevista que tuvo en sus épocas de gloria con el escritor +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ nadaísta Gonzalo Arango, en 1967. +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ 'La Cobra', como le decían a Mejía en sus tiempos de+++++++++++++++++++++ campeón. +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++ +++++++++++++++++++++

rostro ]

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Atleta

de por vida

Cuando Álvaro Mejía estaba a punto de conocer a Gonzalo Arango —quien lo iba a entrevistar para la revista Cromos— contenía su entusiasmo y su desconcierto, puesto que no imaginaba qué podría preguntarle el poeta. En ese entonces Mejía vivía en el barrio El Recuerdo, en Medellín. Era una persona humilde, que no creía en la importancia de sus logros. Se consideraba poca cosa, y aunque había sido declarado por la revista Vea Deportes como el deportista del año al ganar la San Silvestre, pensaba que el mejor deportista era ‘Cochise’. Así comenzó la entrevista Gonzalo Arango: —Usted cuando rechaza los homenajes, ¿es sincero o hipócrita? —Eso de los homenajes es vanidad; de los tumultos y la gritería no queda nada. Pero hay una razón para negarme: que no me vuelvan un héroe. —¿El atletismo le dejará dinero para vivir? —Qué va, eso no da plata, da satisfacciones. Yo seré toda la vida un pobre azadonero. Claro que me gustaría vivir en el campo… con una ametralladora en la mano. —Como guerrillero. —No, hombre, para que no se roben las gallinas.

Solo en La Soledad Cuarenta y tres años después de esa entrevista, Mejía, nacido en Medellín en 1940, continúa siendo humilde. Vive solo en el barrio La Soledad, de Bogotá, en la carrera 24 con calle 37. Estuvo casado con la nadadora

y medallista olímpica estadounidense Terri Lee Stickles, a quien conoció en Cali cuando ya estaba retirada de la competencia y trabajaba en los Cuerpos de Paz. Hoy está pensionada, se casó de nuevo y, según dice el campeón, no quedaron en los mejores términos. Con ella tuvo un hijo, Chris Mejía, que tiene 38 años y vive en San Francisco, Estados Unidos. Mejía tampoco tiene con él una buena relación, aunque de vez en cuando va a visitarlo. En 1973, Mejía se radicó Estados Unidos, y 14 años después, en 1987, llegó a Bogotá y aquí se quedó. Eligió el barrio La Soledad por la cercanía a la Universidad Nacional, en la que alguna vez corrió sin ser alumno; además, la vista de los cerros desde su apartamento en el octavo piso lo enamoró. Según él, sus días terminarán allí, rodeado de unos pocos recuerdos, como la fotografía del padre Camilo Torres, uno de sus ídolos. Incluso, conmemoró los 20 años de su muerte con un grupo de estudiantes colombianos en la Universidad de Stanford.

Piernas de ciclista Al corredor no le interesa la tecnología. No tiene computador ni teléfono celular, y los únicos canales que sintoniza son los nacionales, porque no está suscrito a la televisión por cable. Es una persona simple, que prefiere una buena conversación a una incursión solitaria en internet. “Me la paso haciendo deporte y después, el tiempo que me queda, conozco gente, me muevo, la paso chévere. No tengo mucha plata, pero sí lo necesario para vivir, y menos mal tengo todavía mi salud”.

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Su recorrido diario lo lleva desde su casa hasta la calle 45, pasando el puente peatonal. Luego, hace su entrenamiento. Normalmente pasa por la Universidad Nacional y llega al Museo de los Niños, un trayecto de 16 kilómetros, que intercala trotando y caminando y que hace en dos horas. Los años se reflejan en su rostro, pero aún mantiene esos rasgos que Gonzalo Arango describió cuando lo vio por primera vez: “Tiene un aire bondadoso, vagamente triste. Su cara luce fresca, color durazno, la mirada dulce, inteligente. Irradia energía por todos los poros, tiene fuerza interior, eso le da la seguridad en lo que es, en lo que dice”. El ex campeón Álvaro Mejía, listo para romper su marca diaria.

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No se exalta; es reflexivo, directo y franco al hablar. Su aspecto físico no ha cambiado mucho desde su época de atleta: pesa 70 kilos (tres más que cuando era profesional) y mide 1,78 metros. Sus piernas son el mejor reflejo de su estado físico. Él las compara con las de un ciclista colombiano y tocayo, Álvaro Mejía Castrillón, con quien solían confundirlo.

“Soy adicto a las endorfinas” Mejía descubrió el atletismo practicando otros deportes: fútbol, boxeo, ciclismo. Recuerda la primera carrera que corrió a los 11 años, en la cual quedó de segundo. Consistía en darle la vuelta al parque de Bolívar, y la organizaba su colegio, el Santo Tomás, en Medellín. “Llevo corriendo toda la vida, hago ejercicio desde que me conozco. De pronto nací con mucha energía, pero yo creo que ha sido el entrenamiento, nada extraordinario, sino que me gustó eso. Ahora me doy cuenta de que soy adicto a las endorfinas [sustancia que segrega el cerebro al hacer ejercicio aeróbico], que es como la coca, la marimba, la misma vaina. Cuando estoy haciendo ejercicio, se me olvida todo”. En esa época no seguía ningún régimen alimenticio y cuando iba a competir consumía altas dosis de carbohidratos, tanto así que la víspera de correr la maratón en Boston se comió una pizza entera con tres cervezas. Relata que intentó usar vitaminas para mitigar el cansancio, pero descartó usarlas porque no eran lo suyo. A pesar de haber vivido casi tres lustros en Estados Unidos y de su escepticismo frente al panorama político de Colombia, Mejía aún tiene un sentimiento de pertenencia: “Tenemos muchos problemas, pero es mi país. Esto es una mierda, pero es la mierda mía”. Lo que aún no logra comprender es la mentalidad colombiana, porque considera al colombiano como un berraco, diferente del ladrón, el perezoso o mal trabajador del que tanto hablan en el exterior. Él tuvo que enfrentarse a esa mentalidad siendo corredor. Nunca obtuvo cuantiosos premios —ni le importó—, como se entregan en la actualidad, cuando ganar una carrera como la de Boston significa US$100.000; él, ante todo, quería correr. Por eso buscaba cualquier medio de transporte, sobre todo bus, para acudir a las competencias, debido al poco apoyo que tenían entonces los deportistas. Hasta compartía con otros colegas su indumentaria, especialmente los tenis. No dispuso de sustento monetario en su época y tampoco ahora. El único dinero que recuerda haber recibido fueron $10.000 que le dio el Club Deportivo Los Millonarios por hacer el saque de honor en el partido donde los azules enfrentaban al Santos, en 1971; ese mismo juego donde estuvo presente el ‘rey’ Pelé.

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Álvaro Mejía, vencedor de los 5.000 metros planos, en el gran duelo con Víctor Mora, estadio Alfonso López (marzo de 1968).

Hoy vive con una pensión de US$900 mensuales del servicio social estadounidense, gracias a que trabajó con su esposa vendiendo ropa y artículos deportivos de la marca Speedo, y también en reparación de electrodomésticos, como lo demuestra un certificado de la compañía alemana Braun.

DIVINO

rostro ]

“La muerte no me asusta” Mejía sostiene que a diferencia de lo dicho en aquel reportaje de hace cuatro décadas, acerca de retirarse a los 32 años, no dejó de correr en su vida. Admite que la victoria en Boston a los 30 años —cuando sus piernas no le daban para más— fue su último gran triunfo, un “arepazo”, como dice con una sonrisa. La última competencia que corrió en su mejor estado físico fue en 1971, en Napa Valley, California, donde sus piernas todavía estaban en plena forma; luego, según afirma, se volvió muy malo para competir, pero alcanzó a hacerlo en Tokio, Quito, San Juan de Puerto Rico y Ciudad de México, entre otras ciudades. Aún la gente lo reconoce y lo saluda. Como en una oportunidad, cuando iba por la avenida Pepe Sierra, y un Mercedes Benz se detuvo frente a él. Se bajó el escritor y periodista Germán Castro Caycedo para abrazar al campeón, con quien había departido en los Preolímpicos de 1968. En ese entonces, Castro Caycedo era un novato periodista free lance, y Mejía le colaboró para que hiciera su cubrimiento.

Cuando regresó a Colombia, y a falta de ofertas de trabajo, se volvió instructor en una escuela de Suba sin cobrar un centavo. Armó su propio grupo de entrenamiento, y luego dos alumnos agradecidos lo invitaron a Puerto Rico y la Alcaldía de Suba le entregó una placa de reconocimiento. Él aprecia esos detalles, que nunca olvida, más que los bienes materiales. Ya no suele participar mucho en carreras, o no lo hace por ganar, sino por compartir un rato con conocidos y, por qué no, animar la charla con alguna cerveza, porque la abstinencia no está en su plan de jubilación. Todos los días mantiene la disciplina que lo lleva a levantarse a las 5:15 de la mañana, desayunar, ponerse ropa deportiva y salir a trotar, excepto los fines de semana. “Si volviera a nacer, sería lo mismo; claro, cometería menos errores, pero los deportes me llaman mucho la atención. Veo todas las competencias que hay, partidos de fútbol, tenis, etc.”, declara Mejía. De igual manera, goza de su estilo de vida y disfruta de su soledad; nunca volvería a casarse. Su sentido práctico de la vida seguramente lo llevaría a responder de nuevo, como lo hizo cuando Gonzalo Arango le preguntó si le tenía miedo a la muerte: “La muerte no me asusta, en realidad yo no soy muy apegado a esto. Yo creo que eso de morirse debe doler… lo que me da miedo es el dolor”.

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OficiOs

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Entre tijeras y trompetas Texto y fotos: Daniela León Angulo danileon64@gmail.com

En un callejón, a un costado de la avenida Jiménez, se ubica la peluquería de Macedonio Castillo Caballero. En este pequeño local sin nombre, las paredes empapeladas con fotos y recortes de periódico traen al presente los años de gloria de don Macedonio, músico y peluquero de 83 años de edad, por cuyas manos han pasado las cabelleras de numerosos personajes públicos, entre ellos Jorge Barón, su fiel cliente desde hace más de 40 años.

Don Macedonio enseña la foto con Jorge Barón en El show de las estrellas.

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Un sábado a las tres de la tarde llega a la peluquería uno de los clientes habituales de Macedonio Castillo. Se sienta en una de las dos sillas antiguas que pertenecieron al padre del peluquero, quien después de un amable saludo comienza su ritual con las tijeras. Este hombre menudo y moreno, de pelo revuelto, siempre vestido con traje y corbata bajo la bata blanca, lava cuidadosamente los instrumentos en el lavamanos y calienta el agua en una enorme greca de los años cincuenta. Luego, corta el pelo con sus utensilios, ya gastados por los años, y en una atropellada sucesión de instrucciones para afeitar, anécdotas y melodías, relata las múltiples facetas de su vida.

Al llegar a Bogotá, Macedonio empezó a trabajar en una peluquería situada en el Siete de Agosto, cuyo dueño era conocido de su hermana. Aunque ese fue su principal oficio, nunca abandonó la música. Tocaba la bandola y la guitarra, dos de los instrumentos que mejor interpretaba. Macedonio empacó todos los instrumentos de su padre con la intención de armar una orquesta y poco a poco conoció a otros músicos, algunos de ellos del conservatorio de Bogotá, con quienes formó La Orquesta de Macedonio Castillo. El conjunto empezó a tocar en casas de banquetes y en hoteles, como el Hilton y el Tequendama. En este último, tuvieron la oportunidad de reemplazar al Grupo Niche.

Nació en una vereda cercana a Mesitas del Colegio, en la hacienda cafetera Misiones. Su padre era peluquero y músico, oficios que le enseñó a Macedonio desde pequeño. En esa vereda conoció al amor de su vida, Emilia Alvarado, que llegó del Valle del Cauca con su familia y montó un negocio cercano a la peluquería. Con un “Buenos días, monita”, el joven peluquero la fue conquistando hasta que en 1950 decidieron viajar a la capital para casarse.

De la navaja al estudio de grabación Macedonio Castillo es un hombre humilde, seguro de sí mismo. “Yo soy bueno para todo, pero honradamente”, asegura, y a medida que va cortando el pelo de su cliente, cuenta con orgullo que ha compuesto más de un centenar de canciones, grabadas en varios discos. Una melodía en especial pasa por su cabeza de manera constante:

Macedonio Castillo y su orquesta tocando en una de sus peluquerías.

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¡Luces, cámara, acción!

Eres joven y bella capital de Colombia.

A mediados de los años cincuenta, su vida dio un giro inesperado. Un día, cuando trabajaba en el Siete de Agosto, llegó un cliente desconocido, cuyo nombre no recuerda. “Me dijo que yo trabajaba muy bien y que estaban necesitando peluquero en el centro”. Sin pensarlo, Macedonio se presentó en esa peluquería, ubicada en la calle 24 con carrera sexta, donde de inmediato lo contrataron. Quedaba cerca de la recién inaugurada Televisora Nacional de Colombia, y fue así como pasaron por su silla toreros, periodistas y jugadores de fútbol, para una afeitada o corte a la moda. Uno de estos personajes fue Arturo de la Rosa, quien tenía un programa de televisión y le ofreció al peluquero que tocara allí con su orquesta. De esta manera, a mediados de 1955, La Orquesta de Macedonio Castillo hizo su primera aparición en la televisión.

Bogotá, Bogotá, Bogotá, Por tus calles se encuentran las flores Y el aroma de una reina muy joven… Compuso esta canción mientras atendía a una clienta, pues notó que el sonido de la navaja al rozar el pelo tenía un ritmo especial. “Sonaba chin, chinchinchin, chinchinchin y yo lo transformé en Bogotá, Bogotá, Bogotá”, recuerda Castillo. Estos cinco versos —según Castillo, compuestos en diez minutos— se convirtieron, varios años después, en una de las tonadillas emblemáticas del cumpleaños de Bogotá.

Un cliente con mucho “entusiasmo”

OficiOs

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En una de las estanterías de su pequeño local, vecino de un club de billares, con el que comparte la entrada y el baño, Macedonio guarda más de 20 videos donde están registrados los múltiples eventos en los que se ha presentado y los programas de televisión en los cuales apareció. Una de estas grabaciones lo muestra joven y sonriente al lado de quien se convertiría en uno de sus clientes más asiduos: el joven presentador de El Show de las Estrellas, Jorge Barón, de traje negro, también sonriendo, presenta entre aplausos a Macedonio Castillo como “un gran músico y amigo de toda la vida”.

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Bogotá, Bogotá, Bogotá,

La Orquesta de Macedonio Castillo en los años sesenta. El director, en el centro.

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OficiOs

Castillo conoció a Jorge Barón cuando éste era locutor en la emisora 1020, cercana a la peluquería donde él trabajaba. Aunque no recuerda la fecha exacta, asegura que los presentó un torero llamado Evencio, que era cliente suyo y primo de Barón. “Le corté el pelo con navaja y le gustó”, recuerda Castillo, su peluquero desde hace 48 años. Actualmente le corta el pelo con máquina, navaja y tijera y asegura que su corte preferido es “el que se le hace a un señor elegante, a un señor que va por el camino recto”. Tiempo después de conocerse, cuando ya era presentador, Jorge Barón invitó al peluqueromúsico a su programa El Show de las Estrellas y aún hoy, en ocasiones, le hace contactos para trabajar en eventos. “Él es una persona muy correcta que ha ayudado a muchos artistas”, asegura Macedonio. Aunque lo conoce hace tanto tiempo, no hablan mucho, “porque él tiene muchas ocupaciones que no le dan tiempo de nada, pero no es porque sea bravo ni antipático”. Debido a su reciente afección cardiaca, Barón ya no va tan a menudo a la peluquería de don Macedonio, sino que éste va y lo atiende en su casa o en los estudios de grabación. “Él viene cuando necesita, él no es una persona orgullosa ni petulante. Tampoco es una persona que se pone un poco de anillos y cadenas. Eso lo hacemos nosotros los vaciados”, comenta Castillo.

heredó los dones de su padre en ambos campos y se casó con una mujer con las mismas habilidades (Emilia, que canta, toca el tiple y es peluquera); también sus hijos continúan con la tradición: sus cuatro hijas —Fanny, Blanca Myriam, Bertha y María Cristina— son cantantes, y sus dos hijos, Juan Manuel y Luis Alberto, músicos, el primero es profesor de música de la Universidad Central y director de orquesta de la misma institución, y el segundo trabaja en un grupo de mariachis y de salsa. Según Macedonio, Luis Alberto “es un pianista del carajo”. Todos sus hijos también saben de peluquería; sin embargo, no se dedican con frecuencia a este oficio, pues no tienen tiempo. A sus 83 años, Macedonio Castillo aún siente una gran pasión por las dos profesiones de su vida, pero ha tenido que dejar a un lado la música para concentrarse en la peluquería, que le da el sustento. “No ha habido trabajo, entonces tengo los instrumentos guardados y la ropa dañándose porque no la he vuelto a usar”, asegura Castillo, que le atribuye esta situación a la falta de plata para contratar a las orquestas. Eventualmente lo contratan con su orquesta de 16 personas o su combo de cinco integrantes, según el presupuesto del cliente. A sus años, sigue siendo el hombre alegre y activo que aparece en las carátulas de los viejos discos; un hombre nostálgico que vive la vida con mucho “¡entusiasmo!”.

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Hijo de tigre… Para la familia Castillo la peluquería y la música son pasiones que corren por la sangre. No sólo Macedonio Don Macedonio y su esposa atendiendo a un cliente.

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Estudiantes "senánbulos"

Texto y fotos: Andrés Camilo Gómez camilca_101@hotmail.com

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En la mayoría de los 15 centros de formación de Bogotá, el programa Sena Madrugada ofrece estudios superiores y técnicos a un millar de estudiantes. Desde hace cinco años, entre las 10:00 de la noche y las 6:00 de la mañana se dictan cursos trimestrales como respuesta a la creciente demanda educativa. En estas aulas atípicas, la gente se saluda con un “Buenas noches” y se despide con un “Buenos días”.

Sede de la carrera 30, donde el Sena Madrugada arrancó este año.

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Wilson Cucunubá es oficinista, auxiliar contable y estudia en la sede del Sena de la carrera 30. Su corbata y calzado elegante sobresalen entre el overol que lleva puesto. Está casado y tiene un hijo. Afirma que sin el apoyo de su esposa sería imposible estudiar. También habla sobre su cambio de hábitos: “A veces arreglo la ropa de dos días; sólo llego a la casa a cambiarme. Toca pasar derecho 36 horas. En la noche la familia lo extraña a uno”. Felipe Poveda, quien se encuentra en la misma mesa, trabaja en una cigarrería donde tiene jornadas flexibles, pero admite que se queda dormido en cualquier lado. “Lo más difícil de este horario es que estaba acostumbrado a rumbear los viernes y tocó aplazar la diversión”, afirma. “Así es la Bogotá noctámbula —tercia su compañero Ricardo Hernández—, mientras unos farrean, otros aprenden; mientras unos duermen, otros se accidentan, porque eso se ve mucho por acá”. Y señala la ventana que da a la carrera 30: “Es normal escuchar choques de carros”. La profesora de la clase inglés virtual les explica cómo se realizarán las actividades del trimestre. Algunos miran pasmados y sólo asienten cuando ella pregunta: “¿Qué tienen de 6:00 a 8:00 de la noche?”. Alguien murmura: “Sueño”.

Clases sin salones La sede de Gestión en Talento Humano y Gestión Administrativa, ubicada en la calle 13 con avenida Caracas, es pionera en este tipo de horarios. Ha formado cerca de 4.000 egresados en oficios como manejo de nómina, archivos y documentos, entre otros. “Arranca-

mos con 170 aprendices por trimestre; ahora son cerca de 600”, dice el subdirector, Anthony Triana.

y a las 3:00 de la mañana todavía estamos sin inmutarnos frente al computador”.

En este horario cambian los métodos de enseñanza y los procesos de formación porque se acude a actividades más lúdicas, por medio de dinámicas de emprendimiento y motivación personal, talleres con movimiento físico, para evitar el sueño, y eventos pedagógicos. El humor es un elemento clave para fortalecer vínculos con el estudiante: “Es una jornada más unida e integrada que la diurna, porque son pocos alumnos. Hay un contacto más personal con la gente, se establecen lazos muy fuertes. La gente es muy comprometida porque sabe que es una oportunidad única”, afirma Triana.

Carolina Herrera, discapacitada por un accidente laboral que le dejó graves daños en la columna; Stella Carrillo, que supera los 50 años y estudia mientras le sale su pensión o un patrocinio (ver recuadro), o Cristian Cuyo, quien renunció a su trabajo a causa de los horarios y ahora busca empleo de medio tiempo, están de acuerdo en que el programa Sena Madrugada les ha cambiado la vida.

Como particularidad de este sistema, no hay salones, sino ambientes de aprendizaje; ninguna planta tiene paredes. Los estudiantes se agrupan por profesiones y el espacio de las clases se delimita con franjas pintadas en el suelo. Ahora bien, los alumnos tienen las mismas exigencias que en cualquier otra modalidad de estudios; aunque las calificaciones no son cuantitativas, los pueden expulsar por bajo rendimiento o por fallas injustificadas. Para mantenerlos despiertos hay un módulo de ejercitación llamado cultura física: a las 3:00 de la mañana juegan ping-pong, utilizan máquinas de ejercicios cardiovasculares o aprenden técnicas de relajación y de estiramiento. Además, el centro ofrece servicios de biblioteca, fotocopiado y restaurante las 24 horas, pese a las dificultades de espacio. En otras sedes juegan microfútbol, baloncesto y voleibol, dependiendo de las instalaciones, y algunos salen a trotar por los pasillos durante los descansos. Sonia Cristina Prieto, subdirectora del Centro de Electricidad y Electrónica, ubicado en la carrera 30 con avenida Primero de Mayo, indica que con esta franja la institución responde a la demanda existente y optimiza su infraestructura y sus recursos. Además, enfatiza en la inclusión social: “Las oportunidades deben ser para todos; este es un esfuerzo para avanzar en los procesos educativos; además, hay gente que prefiere estas horas para estudiar”. Esta sede emprendió el programa hace menos de seis meses y actualmente asisten cerca de 120 personas. Funciona los lunes, miércoles y viernes, porque cada sede elije los días de semana en que prestará el servicio.

El sueño trastocado y otros trastornos “Aquí llegamos con las buenas noches y se despiden con buenos días”, dice Miguel Rodríguez, tecnólogo en gestión administrativa y asistencia. “El día se vuelve noche. Un sábado a las 2:00 de la tarde tenemos sueño

Hay quienes sólo duermen un par horas al día, y aunque parezca un mito entre aprendices, las miradas de los estudiantes revelan el desvelo. Un par de jóvenes afirma que por un descuido se inscribieron en el horario equivocado, pero que al tratarse de una oportunidad única continuarán con la jornada. Y es que no es fácil cambiar la jornada una vez hecha la matrícula. Al igual que los estudiantes, el personal conformado por vigilantes, aseadores, enfermeros, empleados de cafetería y de fotocopiadora también son un ejemplo de sacrificio y esfuerzo. Carlos Albeiro Castaño trabaja desde hace unos meses vendiendo alimentos en un pequeño puesto improvisado en la sede de la carrera 30. Su única compañía es un radio que corta a lo lejos el mutismo del piso. Pero sin duda, esta jornada puede tener repercusiones en la salud. Johana Pineda, enfermera del turno de madrugada en la sede de Gestión Administrativa, apunta que las afecciones más frecuentes son los dolores de cabeza y abdominales, causados por los cambios En ambiente de clase, con aulas abiertas.

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metabólicos en el proceso de adaptación al horario. La ruidosa actividad diurna, la ausencia de luz natural y el exceso de iluminación artificial en su cotidianidad, impiden un adecuado descanso. “No es lo mismo dormir de día que de noche”, dice ella. A corto plazo, la deshidratación y el insomnio son patrones comunes. A mediano y largo plazo pueden producirse enfermedades como gastritis, úlcera, estreñimiento, colon irritable y otros padecimientos digestivos, hasta envejecimiento prematuro y migraña. “Los dos primeros semestres muchos aprendices desertan debido a trastornos digestivos”, afirma Pineda. Según ella, en el día se reciben pacientes a causa de desmayos, y en la noche, a hipertensos y diabéticos (que exageran el consumo de “comida chatarra” y de dulces). Recomienda a los aprendices que incluyan en su dieta una mayor cantidad de fibra y carbohidratos, además de eliminar la cafeína y las bebidas oscuras, para así estabilizar su organismo. Los primeros meses, pese a estar activos, baja su rendimiento intelectual y físico, lo que puede entorpecer sus tareas y hasta provocar accidentes.

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tarde a clase y tienen que sortear la delincuencia del sector antes de entrar a la sede. Anthony Triana, subdirector de la sede central, aclara que la institución ha enviado comunicados a la Policía del sector, pero las autoridades no les han prestado atención ni han reforzado la vigilancia. Pese a esas dificultades, la mayoría de los aprendices se caracterizan por su sentido de responsabilidad y deseo de salir adelante. Mientras algunas personas “almuerzan” durante el descanso que comienza a las 2:30 de la madrugada, se escucha el murmullo de una madre que debe reclamar las notas de su hija luego de terminar la jornada; del trabajador que debe salir a la empresa y del universitario que debe ir a clases. Salen como ‘senámbulos’, pero son 1.000 "senámbulos" en Bogotá —sin contar los de las 34 regionales del país— que están labrando su futuro. Hasta payasos intervienen en las sesiones para despertar al personal.

María Liliana Ríos, psicóloga del Programa Madrugada, en la sede de la carrera 30, cree que la adaptación del organismo a esta jornada es posible si el aprendiz tiene disposición biológica y fortaleza física. Al comienzo del proceso es común encontrar cuadros de agotamiento, ansiedad e incluso depresión, mientras el cuerpo se normaliza y la persona se acostumbra a cambios sociales, laborales y emocionales, que pueden generar irritabilidad o somnolencia. Los cambios también pueden traer dificultades en las relaciones interpersonales de los aprendices, pues en la mayoría de casos su tiempo está organizado de manera diferente al de su familia, amigos y pareja. Cuando el curso finaliza, la institución les ofrece a sus estudiantes un módulo de readaptación, con el que se busca reorganizar su “higiene del sueño”.

Asignatura pendiente Entre las limitaciones del programa Sena Madrugada está la dificultad de buscar alternativas para iniciar la etapa productiva y, sobre todo, los problemas de inseguridad, particularmente en la sede del centro. Juan Diego López tiene 30 años y cursa tercer trimestre en su programa de tecnólogo, en el Centro de Gestión Administrativa. Lo llaman el “líder de líderes”, porque es el representante de los estudiantes de la jornada, y la seguridad es uno de los asuntos que le preocupan, en especial para los aprendices que llegan

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El patrocinio del Sena

“Patrocinio” es como comúnmente los estudiantes llaman el contrato de aprendizaje. Durante el tiempo que ven materias electivas reciben un subsidio equivalente al 50% de un salario mínimo, pagado por una entidad que patrocina, para cubrir sus gastos básicos. Cuando inician los periodos de prácticas, los aprendices reciben honorarios cercanos al 75% por trabajar en la empresa que los apadrinó. Aunque algunos tienen dificultades, y más en este horario para conseguir quién los apadrine, es un requisito que puede alargar el tiempo para lograr la titulación. El estudiante que prefiera crear empresa también recibe apoyo.

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El padre visto por la hija en esta exposición del Museo Nacional.

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Ya volvió

En 1973, dispuesto a abandonar las filas de las FARC, Carlos Pizarro Leongómez dejó su uniforme y su arma de dotación, y sobre ellos una nota que decía “Ya vuelvo”. Y así precisamente se titula la exposición sobre su vida, organizada por la Casa Amèrica de Catalunya y el Ministerio de Cultura, abierta de manera gratuita hasta el 27 de marzo del 2011 en el Museo Nacional. Desde la concepción de María José Pizarro —hija del ex candidato a la presidencia en 1990, asesinado poco antes de las elecciones— y Gabriel Novella, la muestra recorre la historia política del jefe máximo del M-19, que es la misma de Colombia: el dudoso triunfo de Misael Pastrana Borrero en 1970, los diálogos de paz y las amnistías, la toma del Palacio de Justicia en 1985 y las muertes de Luis Carlos Galán Sarmiento, Bernardo Jaramillo y muchos otros. En momentos en que la tan mentada “memoria histórica” tiene de dónde asirse —basta recordar todos los procesos que entre el 2009 y 2010 han sido declarados imprescriptibles—, la muestra sobre Pizarro es pertinente. No sólo recuerda una época de terror —una más de nuestro grueso registro— que no debe ser olvidada, sino que también deja una cierta tristeza. La exposición se propone, como resalta en la revista Número el director general de Casa América de

Texto y fotos: Juan David Torres Duarte juandtorresd@gmail.com

Catalunya, Antonio Traveria, “abrir un debate sobre lo que supuso la actividad de esta guerrilla y su decisión final de abandonar las armas […] sin renunciar por ello a sus ideales políticos”. El debate, en una sociedad como la nuestra, puede convertirse en un nuevo campo de batalla. En www.vive. in, el portal cultural de El Tiempo, algunos foristas opinaron así: “Qué dolor rendirle un homenaje a un matón igual que Petro, Borja, Navarro…”, “Un rotundo NO a El símbolo inconfundible de Pizarro.

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Carlos Pizarro junto a Álvaro Fayad e Iván Marino Ospina. Tumba de Carlos Pizarro en el Cementerio Central.

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Pizarro en sus años universitarios.

esta exposición que [es] un enaltecimiento a la criminalidad”, “Esta exposición se podría subtitular: ‘Siembra muerte y recibirás honores’”. En estos comentarios sobresale la ignorancia acerca de los procesos políticos de aquella época y, como ya es costumbre, una polarización sin remedio. Es necesario comprender, además, que aquellos hombres, para mal o para bien, influyeron en el destino de toda una sociedad. Esta exposición no es un homenaje; es el testimonio de la transformación, el sufrimiento y la efímera esperanza de un pueblo. Sin embargo, cuando se ingresa a la sala de la muestra, el panorama es distinto. Visitantes ocasionales recorren la exposición y miran las fotografías, unos con curiosidad, otros con desinterés; escuchan las grabaciones y observan los videos de los discursos y alocuciones de Pizarro. Se encuentran, entre su pipa, una carta escrita a su padre, algunas anotaciones clandestinas y los casetes que lo comunicaban con los otros frentes en la manigua, los yerros y aciertos de su vida guerrillera y política. Un espectador que llegó a la vitrina dedicada al Palacio de Justicia se sorprendió al ver una greca y una máquina de escribir incineradas y una estatua de José Ignacio de Márquez (vicepresidente en el gobierno de Francisco de Paula Santander) descabezada. Otro, un noruego alto, rubio y de ojos azules, le dijo a un amigo de acento paisa, frente a los carteles políticos de Pizarro, Jaramillo Ossa y Galán, en un español pausado: “Si a Gaitán lo mataron hace sesenta años y luego vino Galán y lo mataron, ¿deben esperar otros sesenta años para tener otro líder?”.

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* La mártir inútil

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Por: Juan David Torres Duarte juandtorresd@gmail.com

La pasión de Policarpa Pedro Badrán Padauí Grijalbo, 2010, 402 páginas

todo lo ve, la entrada de la Pola al movimiento patriótico, su relación efímera con Zabaraín, la sentencia de muerte, la persecución y el enjuiciamiento. En los “capítulos pasaje”, más cortos, el narrador —que se supone cronista— transcribe las cartas que le envían dos amigas íntimas de la heroína: Barbarita Cuervo, una actriz que vive sola en la Bogotá católica de inicios del XIX, y Andrea Ricaurte de Lozano, criolla respetable y patriota de bajo perfil. Badrán crea, también, en breves monólogos, una Apolonia que habla sobre sus sueños —una referencia al amor como tragedia— y lo terrible que sería ver su cabeza clavada con una escarpia, como José Antonio Galán, aquel desmembrado. Sin embargo, la ‘Pola’, por momentos, es una voz ajena, documental. Una mujer de escasa educación —a pesar de que sabía leer y escribir— no diría: “Lo he visto, Bárbara, y su mirada testimonia lo que su corazón calla” (p. 216). Acierta más cuando se la muestra en movimiento. Por ejemplo, cuando Barbarita le dice que “ser amante no es desventajoso” y ella, ruborizada, ríe. La pasión de Policarpa se otorga ciertas licencias para entretener al lector: encuentros con líderes de la revolución —Bolívar y Anzoátegui, por ejemplo—, saltos y digresiones. Al mismo tiempo, humaniza a personajes como José María Arcos —un inocente enamorado— y el sargento Anselmo Iglesias, y deja a otros, entre ellos al oidor Jurado y Laínez, a medio camino. Este relato histórico —como ¡Vuelvan caras, carajo!, de Rafael Baena— procura crear con la palabra y la imaginación lo que los documentos históricos no registran.

El relato, a pesar de algunas variaciones introducidas en la historia, la invención popular y la grandeza del mito, es más o menos de esta suerte: Gregoria Apolonia Zalabarrieta Ríos, hija de Mariana y José Joaquín —ama de casa la primera y comunero el segundo—, espió para los fugados del Casanare bajo el mando de Francisco de Paula Santander, recordó al pueblo —a bramidos— su inmutable ineptitud, tuvo una y mil muertes, amó con tristeza y murió fusilada junto con su amante, Alejo Zabaraín, vizcaíno y patriota perdedor en la cuchilla del Tambo, la mañana del viernes 14 de noviembre de 1817, día de mercado. La pasión de Policarpa es la novela más reciente de Pedro Badrán Padauí (Magangué, 1960), profesor, escritor y periodista, que tiene una voluminosa producción conformada, entre otros, por El lugar difícil (1985), El día de la mudanza (Premio Nacional de Novela Breve de la Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000) y Todos los futbolistas van al cielo (2002). Esta novela, dividida en pequeños apartados, cuenta de manera intercalada, y en una tercera persona que

Aunque banaliza la relación de Alejo y Apolonia —cliché de promesas rotas, sufrimiento y “herida en el corazón”—, a menudo la lleva a otro nivel. Vale recordar y leer, las tres páginas estremecidas y musicales que describen su primer encuentro amoroso. Asimismo, logra escenas conmovedoras —por medio del diálogo—, como aquella en que Apolonia recuerda con Alejo, en el cadalso y con los fusiles apuntándoles, los momentos compartidos en la niñez. Dos llamas arden en mí pero una sola es mi pasión, dice la ‘Pola’. Además de dibujar los rasgos más íntimos de su protagonista, la novela de Badrán recuerda al lector que la violencia en Colombia y sus formas aberrantes, llenas de sevicia hacen parte de su idiosincrasia, y que el odio y la traición soportan la desgracia heredada de este país. Una de tantas conclusiones viene de la boca de Apolonia Zalabarrieta: Buenaventura Molinos, capitán del ejército que la fusilará, entra en la capilla y le dice que, si no decide delatar a sus cómplices y salvarse para servir al rey, su muerte no servirá de nada. Y ella, impasible y segura, contesta: “Pero la vida que me espera serviría de menos”.

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Sánchez caricaturas −] Cristian xcriztianx@hotmail.com

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Dineros del narcotráfico en el fútbol colombiano.

Foto

[ensayo

â&#x20AC;&#x153;Cableado inteligenteâ&#x20AC;? Diana Morales