Directo Bogotá # 42 by Revista Directo Bogotá

"" Foto: Carlos L贸pez

Sol nocturno

Fotoensayo

Edición

septiembre 2013

Directo Bogotá Revista escrita por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social

Directora Maryluz Vallejo Asistente editorial Mariángela Urbina Reporteros en esta edición María Alejandra Rodríguez, Laura Contreras, Alejandra Soriano, Mariana Toro, Maria Mónica Monsalve, Mariángela Urbina, Juan Sebastián Serrano, Ángela Sierra, Maryluz Vallejo, Felipe Villada, Zayda Piñeros, Oskar Gutiérrez, María Luna Mendoza Portada y Contraportada "La paz es nuestra", mural que 'Guache' comenzó a pintar el 9 de abril de 2013 en la calle 26 y terminó dos meses después. Foto: Laura Contreras Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com Corrección de estilo Gustavo Patiño Díaz correctordeestilo@gmail.com Impresión Javegraf Decano Académico José Vicente Arizmendi C. Decano del Medio Universitario Ismael Rolón M. Directora de la Carrera de Comunicación Social Mónica Salazar Director del Departamento de Comunicación Mario Morales Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Escríbanos a: directobogota@gmail.com Consulte nuestro archivo digital en la página: www.directobogota.com

02 05 13 19 23 27 34 41 46 50 55 60 63

Cabos Sueltos Divino Rostro

Rafael Forero Fetecua: El que peca y reza empata Estación Central

Los neonazis pisan fuerte en Bogotá Retrovisor

Irse del periodismo es como irse de uno mismo”: Gonzalo Castellanos Libros

"No queda rata con cabeza" Deportes

Vuelta ciclística a prueba de huecos Portada

Paredes que hablan, gritan, reclaman y declaman Estación Central

Cátedra de suicidio Centenario

La Bogotá de Soledad Divino Rostro

Lucas Ospina: en la jugada del arte Libros

Homenaje al reportero fabulador Patrimonio

Edificio Morales, donde el tiempo hizo justicia Humor

Las nuevas musas de Klim

Cabos Sueltos

Los ladroncitos de la Zona Rosa

La Policía del cuadrante

Justo cuando las personas salen de los bares ubicados en la Zona Rosa (alrededor de la calle 85 con carrera 15) para conseguir transporte, salen también a la calle grupos de niños y jóvenes que se acercan a ellos para robar sus pertenencias con una curiosa técnica de la cual ya varios han sido víctimas.

Se suponía que dividir a la ciudad en cuadrantes le daría a la población más seguridad y cercanía con las autoridades; sin embargo, en la capital se han incrementado notablemente los hurtos.

Los grupos reducidos de mujeres y los rumberos con un alto grado de embriaguez son los preferidos por estos pequeños delincuentes, quienes, mostrando grandes afiches y tarjetas coloridas, se acercan a sus víctimas pidiéndoles que se las compren, o que les den comida o “alguna ayudita”. El truco está en que cuando estos ladrones le muestran los afiches, están en realidad tapando y distrayendo su vista mientras por debajo le están sacando los objetos de los bolsillos o del bolso. Algunas veces, lo que se esconde detrás del afiche es una mano que empuña un arma blanca lista para intimidarlo. Hay quienes dicen que estos niños son hijos de los vendedores ambulantes que venden perros calientes y hamburguesas alrededor de la zona; sin embargo, esto no se ha podido comprobar. La Policía poco puede hacer con los delincuentes debido a su edad y a la difícil labor de localizar a sus padres; por lo tanto, prefiere evitarlos. Si va a salir a rumbear, asegúrese de estar siempre bien acompañado y de no pasarse mucho con los tragos, así evitará que una colorida tarjeta de osos y corazones le haga una mala pasada. Matheo Gelves •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Lo que yo me pregunto es cómo se supone que disminuya la delincuencia común si uno se acerca al CAI del cuadrante a poner un denuncio y lo remiten a una sucursal con horarios de oficina. Luego, si se pide personalmente que vayan a revisar un caso, mandan a ‘los de la moto’, que nunca llegan y si llegan, no investigan nada, o le dicen que eso ha estado pasando mucho y que están tras la pista de los ladrones. Pero eso no es lo peor. Si uno va y reclama porque llamó al 123 y no llegó nadie, lo tratan de ignorante porque no se comunicó directamente con el número del sector, que no es fácil de memorizar. Es que si me están robando el celular, yo no le voy a decir al ladrón: “Señor, espéreme un segundito

que ahí tengo guardado el número del cuadrante para denunciarlo cuando se vaya”. Si quieren que uno los llame directamente, pues por lo menos ayuden divulgando el número, compren y distribuyan magnéticos para la nevera, peguen afiches, manden a los grafiteros a pintar el número por todas partes. Pero es que ni para eso hay presupuesto. Carolina Calkins

Bogotá robótica

Publicidad del SITP

Pronto Bogotá será el escenario perfecto para grabar Terminator 4, gracias a las hazañas de la Alcaldía. Hace unas semanas, se lanzó el plan piloto que busca vigilar la ciudad mediante vehículos aéreos no tripulados (VANT), dotados con cámaras de muy buena resolución. Cuando los robots se tomen los cielos y sus radares vigilen cada uno de nuestros movimientos, llamaré a James Cameron para ver si le suena la idea. Sería una cuarta entrega al estilo Hollywood. Los paisajes indomables de Ciudad Bolívar, las modernas aeronaves automáticas sobrevolando las calles y Gustavo Petro descendiendo en un arnés, cambiando sus aburridas gafas por unas polarizadas, repitiendo la frase: “I’ll be back!” (“Volveré”).

La Contraloría de Bogotá ha dicho que Transmilenio despilfarró $5.600 millones en la publicidad del SITP al celebrar un contrato con la empresa Servicios Legales y Financieros Serlefin S. A., outsourcing de Servicios Bancarios y de Negocios, para dar a conocer el nuevo sistema.

No necesitamos de ningún Schwarzenegger. Acá contamos con actores de primera talla. Petro, un hombre nacido para las tablas, aprendió desde pequeño a improvisar. Primero, hizo de guerrillero, para la toma del M-19 , donde obtuvo varios galardones, entre ellos, el indulto. Luego formó parte del elenco del Polo Democrático Alternativo: amarillos de nacimiento, donde debutó como protagonista. En 2010 participó en el casting de Una elección cantada, pero el papel le fue arrebatado por Juan Manuel Santos, quien ahora debuta en el cortometraje La segunda silla vacía. Pero esta vez Petro se lanza al estrellato, literalmente. Así que no llamen al 123 si ven a uno que otro ovni en los cielos de nuestra Bogotá Humana y paranormal. Juanita Vélez Falla •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Los esqueletos de Santa Ana

Según el ente de control, el contratista incumplió los términos del acuerdo al realizar de manera deficiente “los

objetivos de promoción, pedagogía, orientación, socialización e información al usuario”. No obstante, me consta haber visto letreritos en las estaciones de Transmilenio y las siglas SITP avanzando lentamente en las pantallas de los articulados. ¿Cómo es posible que la ciudadanía y el señor contralor no los hayan visto? Además, compré la tarjeta del nuevo sistema para usar la troncal de la calle 26, pero es obvio y normal que no me sirva para todo el sistema, y que por eso deba acercarme a una de las oficinas, que no sé dónde están ubicadas, para ser oficialmente parte de la ciudadanía que dejó de andar en ‘colectivo ejecutivo’. No entiendo por qué creen que se perdió la plata, pues todos los bogotanos sabemos usar el Sistema Interbarrial Transportístico y Pendenciero. María Alejandra Navarrete

Parece que a los dueños de la casa esquinera vecina a la Iglesia de Santa Ana en Teusaquillo les aburrió el trinar de los pájaros en las mañanas. A tono con el ambiente fúnebre que rodea este tradicional sector de la ciudad —ubicado sobre la carrera 16 con calle 33, y famoso por las misas de difunto, un par de funerarias y algunas tiendas de flores y coronas para el baúl— esqueletos de árboles decoran el espacio público. Por obra del ingenio de quién sabe quién, las raíces de un robusto árbol y de un pequeño arbusto a su lado, fueron cubiertas por cemento. Entiendo que pueda resultar incómodo recoger las heces fecales de algunos caninos callejeros que dejan el ‘recuerdito’ frente a la entrada de las casas, en especial cuando ahí hay un árbol y no más de un metro cuadrado de tierra y pasto que los protege, pero da grima que el cemento haya sepultado el verde. El árbol más fuerte sigue ahí, resistiendo, de pie. El otro tuvo entierro de segunda. David Armando Alonzo •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Estafa bajo contrato

Por si los frenos…

Rolos de ruana

Resulta ofensivo que vendedores de las compañías aseguradoras de Gas Natural, refugiándose en el logo y uniforme de esta empresa, convenzan a los ciudadanos de que sus servicios son obligatorios. Si bien es necesario hacer una revisión técnica reglamentaria cada cinco años, no es un deber pagar el importe de un seguro para cubrir daños adicionales. Tales compañías, adjuntas a Gas Natural Fenosa, se enriquecen gracias a las mañas de sus empleados para hacer creer a los ciudadanos que deben pagar $7.000 mensuales. Según una fuente cercana que trabajó en una de estas empresas, al día caen, en promedio, 150 ingenuos, quienes firman un contrato a término indefinido, aunque el vendedor dice que lo hacen por diez meses.

Sacar la tarjeta Tu Llave para los buses del SITP resulta tan intimidante como ir a un examen médico. Hay que llenar un ‘sencillo formulario’ con nombre, edad, tipo y número de documento, dirección, correo electrónico, teléfonos fijo y celular, fecha de nacimiento, nivel de educación, estrato, RH, lugar de trabajo, entre otros…. ¡falta que nos pidan el carné del POS, el número de la tarjeta de crédito y ¡la clave!

En 1989, Jaime Garzón fue destituido de la Alcaldía Menor de Sumapaz por hacerle saber a Andrés Pastrana, entonces alcalde de Bogotá, y a su secretario de Gobierno, Juan Hernández, lo poco que conocían la región que gobernaban. “Sírvase notificar a este

La fuente indica que a los usuarios se les hace firmar con tal rapidez que no se dan cuenta de que en letra menuda está escrito que el servicio es voluntario; por lo cual la persona posteriormente no puede establecer ninguna demanda. Está en el contrato, solo hay que leerlo con lupa. Otros, mientras tanto, se lucran a costa del engaño. Lina Huang

•••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Si la dirección de la casa y el teléfono fijo son datos obligatorios es porque el servicio debería ser excelente; de lo contrario, esto es un atropello frontal a la privacidad de los usuarios. Yo sigo aplastándome contra las puertas de los colectivos y los ‘cebolleros’, porque da miedo saber que en los dos últimos meses más de 80 buses del SITP han dejado de funcionar por fallas mecánicas. Incluso uno de estos vehículos estuvo involucrado en un accidente con tres muertos, aparentemente por un daño en los frenos. No me extraña que los SITP que pasan frente a mi casa vayan casi siempre vacíos. Sí, es muy bonito que mi teléfono y mi dirección sean utilizados como dice la página web del SITP “para continuar

con el tratamiento de sus datos personales no públicos, de manera lícita, segura y confiable”. Pero, ¿realmente necesitarán nuestras direcciones porque nos van a dar servicio puerta a puerta y nos van a llamar para que no se nos haga tarde cada mañana? O ¿es solo por si las moscas, en caso de que el bus se quede sin frenos? Ginna Paola Ávila

despacho los parqueaderos autorizados en su zona”, solicitó Hernández a través de un telegrama, al que Garzón respondió: “Sírvase notificar a este

despacho si los parqueaderos son para caprinos, equinos, vacunos o porcinos”. Hace algunas semanas, el alcalde mayor, Gustavo Petro, y su secretario de Gobierno, Guillermo Jaramillo, manifestaron a los sumapaceños: “El Distrito se

la juega con ellos por la declaración de la Zona de Reserva Campesina (ZRC)”. ¡Oh, sorpresa! Un alcalde queriéndosela jugar por algo más que la caótica jungla de cemento. Ante ‘semejante’ declaración, el analfabetismo político volvió a sacar las garras. “Proponen ZRC en Sumapaz.

Cambian esperanza de desarrollo por control de terroristas”, trinó Uribe. Por su parte, el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, advirtió a Petro que no debería meterse en temas que no le correspondían, como si la potestad sobre los asuntos públicos le perteneciera a él y a sus uniformados secuaces (esos sí que sobran y estorban allá en la Bogotá rural). Esta zona ha sido una de las más golpeadas por el conflicto colombiano. Allí, desde hace 60 años o más, los ‘rolos de ruana’ han resistido la guerra y han reivindicado la autonomía sobre la tierra sin obtener respuesta diferente a la militarización. ¡Que Garzón los ampare! María Luna Mendoza •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Divino Rostro Fotos: Archivo familiar •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Forero de campaña en su feudo.

Rafael Forero Fetecua:

El que peca y reza empata

Texto: María Alejandra Rodríguez Olarte maleja.r86@gmail.com

Se cumplirán 20 años de la muerte de Rafael Forero Fetecua, constructor de Altos de Cazucá y de Ciudadela Sucre en los años ochenta. En este perfil, construido con voces de familiares y con registros documentales, la autora revela sus facetas de urbanizador pirata y político en contraste con la del hombre creyente y generoso. Una tarde de abril de 1994, el médico de Rafael Forero Fetecua daba por agotado cualquier tratamiento para la cura del cáncer recién diagnosticado en el paciente de 56 años. Sus días transcurrían en silencio; sobre todo pensaba en sus errores. Sabía que algunas personas lo habían querido de verdad, como su madre; que otros lo habían rechazado, como sus colegas de la política. ―Margarita, usted tenía toda la razón. No debí meterme en política ni comprar el Banco de los Trabajadores. Margarita, su exesposa, quien ahora lo cuidaba, era la persona a quien debía más explicaciones. Sus infidelidades, su obstinación por el poder y el dinero, y su ausencia constante del hogar por cumplir con compromisos laborales y políticos no solo causaron el rompimiento de un matrimonio de 30 años, sino que lo alejaron de familiares y amigos. Ese afán de ser perdonado lo acercó aún más a Dios, aunque desde niño rezaba a diario el rosario y asistía a todas las ceremonias religiosas.

Matrimonio de Martha, la hija, acompañados por Alfonso López Michelsen y su esposa Cecilia. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

*1938 Nació en

en Cajicá, Cundinamarca

Murió en

1994 en Bogotá

Incluso, en esa espera del veredicto final, cada vez que alguien iba a visitarlo y entraba en su cuarto, él pedía a su hermana, Ana Elvia, que le entregara un libro de oraciones. *** Cayetano Forero se casó con Delfina Fetecua. De un matrimonio humilde nacieron once hijos. Uno de ellos fue Rafael Forero Fetecua, el último de los varones, nacido el 17 de febrero de 1938 en Cajicá, Cundinamarca. Cursó hasta cuarto de primaria y se fue a trabajar a la plaza de mercado de Cajicá con su madre, modelo de autoridad y motor económico de la familia.

que Rafael las esperaba en la volqueta. Cuando estaban a mitad del camino, en plena carretera y a unos kilómetros de la plaza de Cajicá, en cuya iglesia se iban a casar, un bus de la empresa Flota Reina se abrió e invadió el carril en el que venían. En un choque aparatoso, una llamarada envolvió el bus y algunos pasajeros murieron. La volqueta no sufrió mayor daño y Rafael y los suyos salieron ilesos. No obstante, la tristeza embargó a la familia no solo porque la Policía detuvo a Rafael hasta identificar al responsable, sino porque se frustró la boda. Al cabo de unos meses, un juez decidió archivar el proceso y lo dejó en libertad. Un año después, el 1° de noviembre de 1958, contrajo matrimonio con la joven oriunda de Zipaquirá y domiciliada en Cajicá que a los 11 años se enamoró de él. Después de tener sus primeros dos hijos —Gildardo, quien falleció a temprana edad, y Martha— decidieron irse por un tiempo a Zipaquirá. No duraría mucho ahí porque en esa carrera por hacer dinero el mejor lugar era la capital.

Martha Forero.

Una vez instalado en Bogotá, a mediados de los años setenta, continuó con su oficio de conductor de volqueta para extraer material de las canteras del sur de Bogotá. Pero decidió duplicar su jornada, con el fin de obtener mayores ingresos. Durante unos meses, su trabajo consistió en hacer viajes hasta Tunja para llevar recebo a la cárcel El Barne, que estaba en construcción.

Por esa madurez y dedicación, Delfina Fetecua sentía una ciega preferencia por este hijo, a quien enseñó el arte de la compraventa de hortalizas y alimentos agrícolas, al igual que le despertó la visión de negocio.

“Mi hermano era un muchacho con muchas ambiciones. Después de una volqueta, compró una tras otra para sacar material de las canteras. Gracias a eso, alcanzó a comprar unas tierras para explotarlas”, cuenta Ana Elvia.

Rara vez, en las tardes, cuando salía del trabajo y tomaba el camino de regreso a casa, Rafael paraba en un potrero a jugar al fútbol o a verse con sus amigos. No era hábil con el balón, pero sí se destacaba en los juegos de destreza mental, como el ajedrez.

Para 1970, Rafael ya tenía poder tanto en los negocios como en su casa.

“Mi papá se levantaba a las tres de la mañana con la abuela a recoger el mercado en Sopó, Nemocón y Chía para empezar a vender en la plaza a las seis de la mañana”, cuenta su hija

*** A los 19 años un trágico suceso sacudió la vida de Rafael, justo el día de su matrimonio. Con la ansiedad típica del novio, no pudo dormir la noche anterior y se levantó más temprano para ultimar los detalles. Mientras tanto, su novia, Margarita, y su hermana Elvia se arreglaban de prisa, ya

La obra gris de “San Rafael” “Nos criamos con un poco de temor hacia mi papá. A uno le daba miedo acercarse. Además, su machismo era complicado”, cuenta su hija Martha. Contrario a lo que sucedía en su hogar, afuera el trato de Rafael hacia sus amigos y allegados era cordial y bondadoso. Daniel Ferreira, hoy monseñor y quien en 1972 acababa de llegar al barrio El Batán, lo recuerda con gratitud.

“Yo había llegado al barrio y había anunciado a

los feligreses que íbamos a empezar la construcción de la parroquia. Ese día llegó Rafael y me dijo: ‘Padre, compré una retroexcavadora y no la he estrenado. Se la ofrezco para que la estrenemos descapotando el lote’. Yo acepté. Les dije a él y a todas las personas del barrio que esperaba que todos vinieran con palas y con picas el domingo a las 11 porque íbamos a iniciar la obra. Y así fue. Rafael llegó y él mismo manejó la retroexcavadora. Fue una fiesta muy bonita”. Con sus obras de caridad, el control férreo de la familia y una condición económica estable, parecía que Rafael estaba alcanzando lo que se había propuesto. Sin embargo, a medida que pasaban los años, obtener más riqueza se convirtió en su obsesión. Así creó su primera sociedad de ingeniería civil, Sico, a la que siguieron Inexpa, Socopav, Solano y Plata, Conalpa, Paving y Pavimento y Explanaciones Urbanas. La primera gran licitación que ganó fue la de la autopista Medellín-Cartagena, y después vendrían muchas otras obras viales.

“Como tenía tanto dinero y tanta maquinaria, a los 40 años llegó a ser unos de los empresarios más importantes y cumplidos. Y lo más curioso es que mucha gente creía que era ingeniero, pero no terminó ni la primaria”, recuerda Laurence Rodríguez, exrepresentante a la Cámara y amigo del constructor. Pero su éxito en este negocio no fue gratuito porque concentró parte de sus esfuerzos en hacer favores políticos a los gobiernos de turno. Germán Higuera, ingeniero de una de sus empresas y, a la vez, su yerno, cuenta que Forero Fetecua se puso de acuerdo con el presidente López Michelsen para celebrar cuantiosos contratos: “López conocía bien a

don Rafa y por esa época el país necesitaba pavimentar muchas vías. Entonces López le dijo a Rafael: ‘Tráigase las plantas de asfalto porque van a venir grandes contratos’”. En la década de los setenta, la legislación colombiana en materia de contratación estatal se regía por el Decreto-ley 150 de 1976. Aunque se introdujeron en esta norma dos modalidades de contratación —licitación pública y privada—, en la práctica los contratos se otorgaban conforme a los vínculos de amistad entre funcionarios y contratistas.

Mientras Alfonso López Michelsen continuaba en la Presidencia, algunos pupilos suyos, como Ernesto Samper Pizano, empezaron a incursionar en la política. Aunque Samper conoció a Forero a finales de los años setenta, su relación se fortaleció cuando el primero lanzó su candidatura al Concejo de Bogotá para el periodo 1982-1986.

“Samper se lanzó de Concejal y una de las personas que más invirtieron en su campaña fue don Rafa, que nunca daba puntada sin dedal. Él decía: ‘Yo le suelto plata, pero el día de mañana usted me tiene que dar algo. Eso esperaba don Rafa de Samper, pero una vez que ganó, ni lo quería ver”, cuenta Higuera. Aunque esa relación se acabó, no pasó lo mismo con López Michelsen, quien con el pasar de los años siguió siendo su amigo. Cuando su hija mayor, Martha, contrajo matrimonio con Germán Higuera, en 1985, uno de los invitados de honor a la fiesta celebrada en un club capitalino fue el expresidente. Con el favor de los gobiernos de turno, las empresas de Rafael Forero Feteua se consolidaron. Y conquistado el negocio de la ingeniería civil, quería probar suerte con otro: la banca En 1980, sin experiencia ni conocimiento en temas financieros, compró el Banco de los Trabajadores, que había sido constituido en 1974 gracias a los auxilios de fundaciones internacionales otorgados a la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC) para fortalecer el sindica-

Arriba: Laguna Terreros en Ciudadela Sucre, década del ochenta. Abajo: Laguna Terreros en la actualidad.

*40

A los años,

Forero Fetecua consolidó su emporio •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Vendía

los lotes de Ciudadela a

$200.000 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

lismo en Latinoamérica. Al cabo de unos años, el narcotraficante Gilberto Rodríguez Orejuela adquirió acciones del banco para realizar una operación de lavado de dólares.

pues vimos que fracasó con la vivienda de interés social porque el UPAC reventó el sistema. Entonces queríamos aportar un granito de arena con Ciudadela”.

El hecho no tardó en filtrarse a los medios de comunicación, así que la única manera de limpiar la imagen de este banco era poniéndolo a la venta. Rafael Forero decidió adquirirlo por 800 millones de pesos.

Los primeros lotes de la Ciudadela Sucre se vendieron a través de una sociedad de Forero Fetecua por $45.000 pesos. A cada comprador se le entregó un recibo en el que constaba el aporte y un compromiso en el cual se estipulaba que debía pagar algunas cuotas por concepto de la red de luz, agua y alcantarillado.

“Mi papá quiso comprar el banco porque era un hombre de oportunidades y quedó marcado porque los dueños anteriores eran narcotraficantes. Pero jamás le pudieron decir que tuvo nexos con el narcotráfico”, dice Martha. No contento con su fortuna, Forero Ferecua se embarcó en un proyecto que cambiaría el rumbo de su vida tanto en lo profesional como en lo personal: la urbanización de vivienda popular.

La tierra prometida “El paraíso de Rafael fue Ciudadela Sucre. Ahí era donde hacía sus campañas, era su plataforma de trabajo y el lugar que más quería”, comenta José García, abogado y líder comunitario de Alto de Cazucá y Ciudadela Sucre. Al igual que sus proyectos anteriores, este estuvo fríamente calculado. Sabía que si quería otorgar vivienda popular era necesario buscar una tierra barata, donde no hubiera mayor control de las autoridades. El lugar indicado fue Soacha, municipio aledaño a Bogotá adonde llegaba un alto porcentaje de personas desplazadas por la violencia. Entonces negoció la Hacienda Terreros, la Hacienda Tibanica y la Hacienda Calderón.

“A él se le entregó la hacienda el 20 de octubre de 1983. Yo mismo fui a entregarle los linderos y los recorrimos”, recuerda Wenceslao Beltrán, celador de la Hacienda Terreros y colaborador de Forero. Con la conquista de Ciudadela Sucre, Rafael Forero Fetecua dio rienda suelta a ese programa de vivienda que muchos vieron como el trampolín para llegar a la política, pero que para sus más fieles seguidores y amigos, como Luis Miguel Rodríguez, se trató simplemente de un negocio con carácter social: “Aquí lo que

se buscó fue dar una solución a los pobres,

En un principio, la prestación de servicios públicos fue inexistente. En esta Ciudadela no había agua, ni luz, ni alcantarillado, ni vías. Solo con el pasar de los meses se logró construir el primer tanque de agua.

“Una de las anécdotas fue cuando Rafael vino aquí a Ciudadela y todavía no había vías. Dejamos el carro donde un amigo en Soacha y fuimos a hacer una revisión técnica al tanque que íbamos a estrenar. Aquí ya había unas pocas familias y les tocaba traer el agua de Quiba con mangueras. Entonces, veníamos subiendo y de repente una señora se apareció y nos dijo: ‘Para qué vienen acá a este peladero. Esto no tiene futuro’. Don Rafael le respondió: ‘No, tranquila, sumercé, que nosotros sí le vemos futuro. Más bien regálenos un vasito de agua’”, cuenta Rodríguez. Un tiempo después, Forero entregó a los habitantes unos postes de luz hechos de madera y les dio los materiales para poder hacer un sistema de alcantarillado rudimentario. Un estudio de la época realizado por el Instituto Nacional de Salud a varias muestras de agua señaló que el agua no era apta para el consumo humano. Pese a las precarias condiciones en que vivían, los habitantes de Ciudadela Sucre agradecían y admiraban a Forero Fetecua.

“En ese tiempo yo era el presidente del sindicato de transporte Samper Mendoza y estaba buscando la manera de darles vivienda a los transportadores. Alguien me comentó sobre Rafael Forero y hablé con él. Me dijo que me daba los lotes a $200.000, que le pagara una cuota inicial de $95.000 y el resto a cuotas mensuales de $6.000 pesos. Don Rafael me

puso a disposición 150 lotes para el grupo de transportadores”, señala Luis Alberto Tamayo,

Electorado fiel y marido infiel

Al llegar a Ciudadela Sucre, los primeros habitantes le dieron el nombre de San Rafael al barrio que ocuparon.

Corría el año 1984 y para ganar más adeptos a su Movimiento de Integración Popular (MIP), Forero Fetecua promocionaba el programa de vivienda en Ciudadela Sucre. Respaldado por quienes lo consideraban un político que quiso servirle a la gente pobre, ganó un escaño en el Concejo de Bogotá para el periodo 1986-1988.

“De una u otra manera era la única urbanización en el municipio con acueducto propio. Los colegios que existen hoy fueron los que él dejó. Aunque no estaba a la altura de las demás urbanizaciones, se trataba de tener una vivienda propia”, comenta José García.

Con su nueva investidura, Rafael Forero se insertó en la maquinaria de la política tradicional y empezó a ofrecer, además de lotes, auxilios en educación, salud y vivienda. Todos los días atendía a las personas en su sede y era él quien decretaba y otorgaba los auxilios.

“Nosotros tuvimos cualquier cantidad de inconvenientes con el agua y la luz, y él siempre estuvo ahí para ayudarnos. ‘Don Rafael, necesitamos unos postes’. ‘Vaya, mijo, cotice y me dice cuánto vale’. ‘Don Rafael, hay una persona que está hospitalizada’, ‘Tráigame la fórmula’”, recuerda Luis Alberto Tamayo.

—Era una persona excelente. Los fines de semana que no tenía actividades políticas, un grupo de personas cercanas a él íbamos a su apartamento en Residencias Tequendama. Jugábamos rana y parqués. Era tan especial que una vez nos dio a dos presidentes de juntas de Acción Comunal por celebrar el día de la madre. La víspera lo fuimos a visitar al apartamento y allí se nos ocurrió hacer una fiesta en Ciudadela. Compramos reses, contratamos mariachis, hubo bebidas, gaseosas y flores para las madres por valor de 5 millones, que aportó don Rafael. Se reunieron más de 20 mil personas”, recuerda Luis Alberto Tamayo.

entonces presidente de una de las juntas de acción comunal de Ciudadela Sucre.

San Rafael

Con la esperanza de que su benefactor pudiera mejorar las condiciones de vida de estos habitantes, algunos amigos y admiradores le propusieron al urbanizador, banquero y empresario que se lanzara a la política aprovechando su carisma.

“Yo, Luis Miguel Rodríguez, fui asesor del Movimiento de Integración Popular de Forero. Mi primo, Jorge Silvio García Rodríguez, estaba en ese grupo; con líderes barriales y algunos trabajadores de la construcción. Nosotros pensábamos: si generamos ingresos y puestos de trabajo, ¿por qué no nos hacemos conocer? No solo de trabajo vive el hombre. Así se metió don Rafael en política”.

Con el tiempo, se creó entre los seguidores y Rafael una relación de dependencia. Aquellos por el miedo de perder a su mesías y este por temor de perder un voto. Sin embargo, pese a que la mayoría de habitantes de Ciudadela Sucre y de barrios como El Perdomo o Santa Lucía lo apoyaban, otros no parecían conformes con su gestión.

Fue concejal en dos periodos:

1986-1988 1988-1990

Ciudadela Sucre hoy.

Sin dudarlo, él aceptó la propuesta y empezó a involucrarse en este mundo, más aún cuando sabía que ganar era una tarea fácil gracias al apoyo de Alfonso López, Ernesto Samper y el exalcalde de Bogotá Hisnardo Ardila, entre otros. Pero años después, en una declaración hecha el 7 de octubre de 1991 al periódico El Tiempo, reconoció su error: “El único pecado

que he cometido es meterme en la política porque cuando era inversionista y empresario todos eran mis amigos”.

Héctor Peñaloza Cantor, periodista y profesor del Colegio Julio César Turbay, en Soacha, nunca aprobó su labor política: “Como político

fue un desastre. Lo que le interesaba era acceder a los cargos de elección popular porque sabía que ahí manejaba muchas cosas. Un concejal podía decirle al alcalde de Bogotá que necesitaba agua y entonces eran 100 carros tanque que llevaban agua. Le quedaba más fácil pedir el favor como concejal de Bogotá que como Rafael Forero”.

Luis Alberto Tamayo y José García, líderes comunitarios de Ciudadela Sucre. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

800

millones pagó por el Banco de los Trabajadores

en 1980 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

A esta crítica se unieron otras tantas. Personas que se beneficiaron con la adquisición de algunos terrenos en Ciudadela Sucre no quedaron del todo satisfechas con los resultados. Luz Marina Moreno, habitante por muchos años de Ciudadela Sucre afirma: “A mí ese señor nunca

me gustó. Yo trabajaba en una empresa que se llamaba Stanton Cauchosol. Un día, el administrador nos dijo que Rafael Forero estaba dando lotes muy baratos a las personas que lo ayudaran a su partido y votaran por él en las elecciones. Yo acepté, pero eso fue un problema porque pasó mucho tiempo antes de que el tipo me diera las escrituras”. *** Rafael Forero Fetecua ya tenía en su haber varias conquistas económicas, políticas e, incluso, amorosas. Conocido como un hombre coqueto, aprovechaba su popularidad para tener aventuras sentimentales.“Yo siempre le

critiqué la infidelidad. Él se justificaba: Pero si no tengo vicios, solo las mujeres”, cuenta su hermana Ana Elvia. Aunque algunas veces se le veía en una que otra fiesta social, prefería las reuniones privadas con largas partidas de ajedrez. Los amigos fueron escasos, por eso le gustaba rodearse de sus seguidores y cada vez que salía, su vida privada era tema prohibido de conversación. Tan secreto, que muchos ignoraban su crisis matrimonial con Margarita, a quien perturbaban los rumores de infidelidad de su marido. Sin embargo, por el amor que sentía hacia Rafael y hacia sus hijos —Martha, Rafael, Gladys, Olga, Sandra Patricia y Margarita— decidió darle otra oportunidad. Pero unos años después, cansada de los escándalos de su esposo vinculados a sus empresas y a su carrera política, decidió terminar su matrimonio.

Evasor y pirata Antes de la orden de embargo de todos sus bienes, incluidas sus cuentas bancarias, Rafael Forero Fetecua enajenó sus propiedades a nombre de terceros y retiró el dinero de sus cuentas: tan solo dejó $500. Estos movimientos no fueron del agrado de los funcionarios de la Dirección de Impuestos Nacionales (DIN), que le había impuesto una multa de $5.127 millones —la cual se duplicó luego de que Forero Fetecua no declarara los $1.500 millones que entraron entre 1980 a 1982 al Banco de los Trabajadores, del cual era el principal accionista. Dos años antes, la Superintendencia Bancaria comprobó que el banco había otorgado $218 millones en préstamos a compañías de Forero. Por tal razón fue intervenido por el gobierno nacional. A pesar de que el fisco no pudo embargarle ningún activo porque Forero estaba insolvente, este decidió pagar $470 millones como un adelanto de la deuda. Aun así, sin dinero en su cuenta y sin ningún bien a su nombre, a sus 50 años, Rafael Forero era considerado uno de los hombres más ricos de Colombia. La relación entre Forero y sus seguidores no podía estar en un mejor momento. Gracias a su respaldo fue reelegido concejal para el periodo de 1988-1990, con 36.252 votos. A pesar de esta victoria, debió enfrentar una campaña de desprestigio en la que ya no solo era cuestionado por haber evadido impuestos, sino también por urbanizador pirata. Mientras desmentía los señalamientos de sus enemigos políticos y de los medios de comunicación, la Superintendencia Bancaria volvió a poner los ojos en él, esta vez para instaurar dos denuncias penales en su contra por promover la construcción de vivienda sin permiso del Estado. Según Luz Eucaris Castrillón de García, entonces funcionaria de la Superintendencia Bancaria, Rafael Forero, a través de su compañía Solano y Plata Ltda., y de Luis Vela Parra, representante legal de la Cooperativa de Vivienda Vivir Ltda. (Coovivir), promocionaron un programa habitacional sin permiso legal, lo que daba prisión. Sin embargo, el Juzgado de Instrucción Criminal ordenó el cese de procedimiento al sostener que la acción penal había prescrito.

Con un fallo a favor, Forero continuó con su actividad como urbanizador; sin embargo, no logró salvarse del escándalo mediático. En un artículo titulado “La pobreza tiene cara de perro”, que publicó El Tiempo el 14 de octubre de 1991, el reportero narró la situación de los habitantes de Ciudadela Sucre y Altos de Cazucá, y señaló a Rafael Forero como el gestor del cuestionado proyecto. Las denuncias fueron respaldadas por funcionarios de la Secretaría de Planeación Distrital. Pablo Emilio Suárez, ingeniero civil y hoy asesor del concejal Jorge Durán Silva, dice: “En esa época yo trabajaba en Planeación

donde se cuestionaba a Forero Fetecua porque las urbanizaciones que él hizo, nunca cumplían los requisitos. Posteriormente, a través de su actividad como concejal, buscó que las empresas de servicios públicos le colocaran la luz y el agua, responsabilidad que tenía en calidad de urbanizador. Por eso lo llamaban el urbanizador pirata”. Acorralado por las denuncias, Rafael Forero guardó silencio. Sabía que así no hubiera sido sancionado ni penalizado, las críticas lo dejarían marcado en su vida personal y profesional. Tanto así, que durante los siguientes cinco años muchas puertas se le cerraron; sin embargo, hubo una que para el asombro de muchos nunca se cerró: la política.

Ley Divina El año 1990 comenzó para él con un triste suceso: su hija mayor, Martha Forero de Higuera, fue secuestrada el 8 de abril por el Ejército de Liberación Nacional (ELN). Aquella mañana, de regreso a su casa, luego de las vacaciones de Semana Santa, el Frente Camilo Torres la esperaba en la carretera que conduce de Cartagena a Santa Marta. Aunque iba acompañada de su esposo, su suegra y su hijo mayor, los guerrilleros solo la tomaron a ella como rehén. Tuvo que esperar 414 días para ser liberada. Mientras tanto, Rafael Forero negoció con los guerrilleros la liberación. Con el fin de llegar a un pronto acuerdo, debió viajar en diez oportunidades a la selva del norte del Cesar para reunirse con los subversivos, al mando del cabecilla Francisco Galán. Al principio, los

guerrilleros le pidieron una suma millonaria por su rescate, que Forero se había rehusado a entregar; a medida que los días pasaban y se apoderaba en él la incertidumbre, aceptó darla. Sin una respuesta del grupo subversivo, Forero Fetecua continuó buscando una solución. Mariano Porras, quien ingresó a la política gracias a su ayuda y que también se dedicó a la urbanización pirata, hizo falsas promesas de ayuda a la familia, por lo cual salió de la lista de afectos de Forero, a quien no le quedó otro camino que participar en el grupo de oración de su hermana. Y así, entre oración y oración se le hizo el milagro: su hija fue liberada en mayo de 1991. Pero la alegría por el recibimiento se mezcló con la tristeza del fin de su matrimonio. *** El día de elecciones, el candidato por el Partido Liberal al Senado de la República, Rafael Forero Fetecua, estaba seguro de “la victoria de su partido y de las bondades de la Constituyente”. Con 92 millones de pesos invertidos en publicidad durante su campaña —bajo el lema, “Desde el Senado en función social”—, el urbanizador aguardaba los resultados en su sede política.

Luis Miguel Rodríguez, amigo del polémico constructor.

Ese día, 27 de octubre de 1991, resultó elegido con 40.352 votos. En medio de acusaciones y con una orden de retención del sueldo por su deuda sin saldar con la Dirección de Impuestos Nacionales, se posesionó el 1º de diciembre. Pese a la andanada de críticas, Forero siguió en su cargo y a todo aquel que le preguntaba por su actividad como urbanizador informal aclaraba que, a diferencia de otros políticos, siempre trabajaba por el “país olvidado”. *** El 24 de marzo de 1992 se desató un escándalo del cual no pudo escapar. El juez 23 de Instrucción Criminal dictó medida de aseguramiento al entonces alcalde de Bogotá, Juan Martín Caicedo Ferrer, por haber violado la nueva Constitución de 1991 al incluir dentro del proyecto del presupuesto una partida para auxilios a los concejales. Aunque muchos alegaron que el decreto se había dictado bajo la vigencia de la Constitución anterior, tanto en una como en otra, la conducta era reprochable.

Elegido senador en

1991 con

40.352

" " votos con el lema:

Desde el Senado en función social

mismo que aparecía en el tarjetón con el número 337 como aspirante al Senado. La identidad de la mujer es un misterio. Sólo se sabe que ella tuvo un desacuerdo con Forero Fetecua. Por eso decidió marcar a la Policía para contar que Forero tenía 2.472 cédulas en un apartamento del norte de Bogotá. Al parecer las tenía almacenadas para utilizarlas en la próxima jornada electoral y así darle más fuerza al 337”. Este relato hecho por el periódico El Tiempo el 10 de marzo de 1994 desató el que sería el último escándalo en la vida de Forero Fetecua.

Padre e hija, víctimas de secuestro. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

El único

pecado que he cometido fue meterme en la

política

Entre los concejales que recibieron auxilios figuraba Forero Fetecua, quien recibió 20 millones de pesos que se depositaron en la cuenta de ahorros del Fondo de Ayudas Educativas, del cual era representante legal. En tono indignado, Forero Fetecua rechazó las acusaciones en la indagatoria que se celebró el 8 de abril de 1992. En esa oportunidad declaró no haber participado en el reparto de los auxilios y señaló que la consignación se había hecho sin su consentimiento. Luego, el senador tuvo que rendir cuentas ante la Corte Suprema de Justicia, que lo acusó de cometer el delito de falsa persona al firmar la solicitud de los auxilios en calidad de concejal cuando ya no ostentaba ese título. El 9 de diciembre de 1992, cuando la Comisión de Ética del Senado celebraba la primera audiencia para evaluar las evidencias del proceso, el senador renunció a su investidura para someterse a la justicia ordinaria. Pero el 10 de marzo, Forero Fetecua fue secuestrado en cercanías del municipio de La Dorada (Caldas). Duró un mes y diez días en cautiverio y fue liberado el 20 de abril cerca a Barrancabermeja. Nunca se supo quién lo secuestró, aunque sus copartidarios lo calificaron de secuestro político. Lejos de desengañarse de la política, a pocos meses de haber regresado a la libertad y en medio de una de las tantas concentraciones que realizaba en Ciudadela Sucre, lanzó nuevamente su candidatura al Senado. *** “A las 10:15 de la noche del martes la llamada de una mujer a la Policía dio la primera puntada para tejer la captura de Rafael Forero Fetecua, el

Tres días antes de las elecciones para el Congreso, el Cuerpo Técnico de Investigación (CTI) y la Sijin tocaron a la puerta del apartamento de Forero. Una mujer salió y les dijo que el señor Fetecua no los podía atender porque él y su pareja, Marisol Cuervo Lozano, no se habían levantado. Los funcionaros allanaron el apartamento y cuando revisaron en la terraza encontraron una bolsa blanca de plástico que contenía 2.472 cédulas. De inmediato, procedieron a realizar la captura de Rafael Forero para trasladarlo a la Unidad de Fiscalía. Una vez allí, el ente inició la investigación por los delitos de falsedad en documento público y ocultamiento, retención y posesión ilícita de cédulas. Dos días después fue llevado a la Cárcel Distrital, donde permaneció poco tiempo porque un juez le concedió la detención domiciliaria al verificar, conforme a exámenes médicos, que el señor Rafael Forero Fetecua tenía cáncer en el estómago. Su familia, interesada en que no se divulgara la noticia, decidió enterrarlo al día siguiente de su muerte, el 16 de diciembre de 1994. En El Tiempo pocos fueron los obituarios que invitaban a las exequias —celebradas en la iglesia Cristo Rey—, así como pocos los asistentes a su velorio; sin embargo, a dos décadas de su muerte, muchos seguidores lamentan no haber estado ese día. A diferencia de otros personajes legendarios, Rafael Forero Fetecua no tiene tumba donde puedan ir a pedirle el milagro porque se llevaron los restos y no quedó ni el rastro. Solo la leyenda urbana y ese enorme monumento a la ilegalidad que es Ciudadela Sucre.

}

} 13

Estación Central

Los neonazis pisan fuerte en Bogotá

Texto: Laura Inés Contreras V. laurainescontreras@gmail.com Alejandra Soriano W. lisaleja@hotmail.com

Directo Bogotá les siguió la pista a los grupos nazis de la capital,

cuyas voces fueron rastreadas en redes sociales y en la web por la clandestinidad en la que se mueven. Este año han tenido mayor visibilidad por ataques a la comunidad LGBTI y a militantes de izquierda, por el referendo contra el alcalde Petro y, en julio, por el anuncio oficial de su plataforma política, conocida como Alianza Nacionalista por la Libertad. El 20 de abril de 2013, a las seis de la tarde, la iglesia del Carmen (en la carrera 5a con calle 8a) fue el punto de encuentro de un grupo convocado por Tercera Fuerza, que defiende la herencia, la tierra y la comunidad inspirada en el nacionalsocialismo alemán. Ese día celebran el cumpleaños de Hitler. Llegamos a ese tradicional templo de La Candelaria por la convocatoria que hizo Tercera Fuerza en sus perfiles de redes sociales, que son de libre acceso. Nos encontramos con un grupo de siete personas que media hora después aumentó a 30. Los hombres estaban vestidos de negro, con corbata y con esvásticas adheridas a sus abrigos. Algunos iban acompañados de mujeres jóvenes a las que luego se unieron mujeres mayores que llevaban trajes de gala de color rojo y negro, colores que simbolizan esta ideología. Tan solo dos cuadras más abajo transitaba sin saber lo que ocurría a su alrededor, un joven negro de unos 16 años, peinado con cresta

Afirman que

la violencia

No es su modo de conducta, a menos que se les ataque •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••

Tomado de: www. tercerafuerzanacion. org

amarilla, botas punteras rojas y una chaqueta de jean que tenía un parche con el símbolo del antifascismo. Era la imagen viva del enemigo para los miembros de Tercera Fuerza, a pesar de que se declaran antirracistas; por ello este punkero podría ser blanco de ataque de este grupo que se considera “descendiente de una

estirpe valerosa”.

Así piensan ‘Estirpe valerosa’ que hoy se ampara en el artículo 20 de la Constitución Nacional y en el artículo 19 de la Declaración de los Derechos Humanos, los cuales garantizan plena libertad de expresión y la posibilidad de fundar medios de comunicación. Así es como justifican su ideología, doctrina, emblemas, fines y declaraciones sobre el acontecer nacional en su portal web. Incluso dedican la sección Biografías a personajes de la historia con los cuales se sienten identificados: Alejandro Magno; Corneliu Codreanu, líder fascista de Rumania; Adolf Hitler, líder del régimen nazi; Miguel Serrano, escritor chileno del llamado “hitlerismo esotérico”; Benito Mussolini, estandarte del fascismo italiano, y el colombiano Armando Valenzuela, a quien consideran amigo personal de su organización y fundador del Movimiento de Restauración Nacional (Morena), impulsado por paramilitares del Magdalena Medio, según lo denuncia el

periodista Daniel Coronell en su columna de la revista Semana del 12 de mayo de 2013. En el decálogo ideológico hacen su “propuesta política” para llegar al poder. Entre los puntos más dicientes y contradictorios se encuentran: “el fortalecimiento del agro y la industria

colombiana para salvaguardar el patrimonio del país, la persecución legal de la usura y de cualquier renta que no venga del trabajo o ahorro personal, el desmantelamiento de grupos de izquierda revolucionarios, la creación de una ley especial contra antisociales, delincuentes y traidores, la política de protección social y familiar que combata vicios, hábitos nocivos y castigue la apología y ostentación de conductas aberrantes y contra natura”. Afirman que la violencia no es su modo de conducta, a menos que se les ataque injustificadamente y declaran su nacionalismo como “algo único y exclusivo para todo aquel

que comparte nuestra herencia hispánica […] aquellos que por su condición étnica y cultural se consideran descendientes orgullosos de los valientes hijos del imperio español quienes colonizaron este territorio”. Además de Tercera Fuerza, en Colombia existen otros grupos que comparten esta ideología, como Comando Radical Nacionalista, Hermandad Nacionalista, Trinchera Nacionalista, Escuadrón Nacionalista 88, Alternativa Falangista de Colombia, Alianza Patriotas y Comando Unión Nacional Socialista de Colombia (que hace montajes con mensajes discriminatorios y humillantes de figuras públicas como Iván Cepeda, Gustavo Petro e incluso del presidente Santos, a quien tildan de comunista). Además, estigmatizan movimientos como la Marcha Patriótica y la Asociación de Campesinos del Valle del Cimitarra por la defensa que hacen de las zonas de reserva campesina.

El movimiento de las mujeres Tercera Fuerza invita a hombres y mujeres a hacer parte de su movimiento; sin embargo, algunas mujeres crearon un grupo dedicado exclusivamente a promover el ideal de la figura femenina nacionalsocialista criolla. El grupo se llama Edelweiss, y se declara así, en su página oficial: “Somos un grupo de damas

nacionalsocialistas fundamentadas en la

familia como eje central de la sociedad, hacedoras de principios y valores, emprendedoras, amantes de las buenas costumbres, con afán por la preservación de nuestras raíces y tradiciones. Alejadas de los haberes materiales y respetuosas con nuestros semejantes”. Con su lema, "La belleza de la mujer es el reflejo de su nobleza", Edelweiss exalta la idea de la

mujer como compañera del hombre y como procreadora. Sus asociadas se autoproclaman luchadoras por una tierra “limpia y sana” para las futuras generaciones. Ideas fundamentadas en el ideario de Adolf Hitler, a quien tildan de “un gran hombre”. No son mujeres que simplemente aspiran a la formación de un hogar, sino de un reich: “Es

vital contar con mujeres nobles, guerreras, amorosas y dedicadas, que lleven una vida plena, llena de amor, respeto y cariño en sus hogares, como también todas unas profesionales que cumplen a cabalidad con sus deberes en el trabajo y así, de esta manera, formar una gran Familia, hacer de nuestro hogar un Reich y perpetuar nuestros ideales a las futuras generaciones!!!”. En ese blog se puede encontrar la convocatoria para trabajar en algunos barrios de Bogotá en tareas de adoctrinamiento y formación.

Edelweiss es un grupo que comparte sus ideales sobre la importancia de la familia y el papel de la mujer en la sociedad con otras agremiaciones, como Damas Verde Oliva, que reúne mujeres que promueven la libertad de militares condenados injustamente, según ellas. La líder es Libia Ruth Ordóñez Peralta, que aboga por su esposo, condenado a 17 años de prisión por falsos positivos.

Una lucha por el territorio Las paredes de la ciudad son el lienzo en el que muchos jóvenes que pertenecen a estos movimientos manifiestan sus ideas y establecen zonas de encuentro. Para un transeúnte común, simplemente son rayones, pero para ellos son lugares que se disputan con sus opositores, los movimientos antifascistas. En Kennedy hay paredes donde los símbolos de RASH Bogotá, ―un movimiento de contracultura conformado por jóvenes que adoptan el ideal de la lucha de clases para combatir al ca-

pitalismo― recubren los de Tercera Fuerza y la esvástica. De la misma forma, los RASH adoptan la “acción directa” en contra de neonazis, racistas, fascistas, xenofóbicos, homofóbicos y todos aquellos que crean en la teoría de la raza superior y la supervivencia del más fuerte. La disputa por una pared es parte de esa pelea cotidiana entre grupos con tendencias opuestas. Un miembro de la Coordinadora Antifascista Bogotá, que se reserva la identidad, afirma que el conflicto no solo es cuestión de rayar una pared y marcar un territorio, sino que se trata de una confrontación soterrada que ya ha cobrado algunas víctimas, “desde

que uno se ponga unas botas y se rape la cabeza en la calle va a tener enemigos. Uno anda con la muerte”, asegura. Al estar constantemente amenazados, los grupos de ambas tendencias se entrenan para defenderse y atacar. Es común que se presenten enfrentamientos y que algunos jóvenes, por su forma de vestir o por sus tendencias políticas, sean atacados con armas, como fue el caso de Nicolás Gutiérrez, de 16 años, miembro de la Marcha Patriótica, agredido en enero de este año por un grupo de 30 miembros del Comando Radical Nacionalista. Para los miembros de estos grupos, la ciudad es un campo de guerra: los de la Coordinadora Antifascista Bogotá saben dónde se encuentran sus enemigos y están pendientes de sus movimientos a través de las redes sociales.

La belleza

de la mujer es el reflejo de su nobleza

Edelweiss

El día del encuentro, convocado por Tercera Fuerza para la conmemoración del cumpleaños de Hitler, nos topamos con una esvástica tachada (signo de rechazo hacia el emblema del Nacional Socialismo) en la fachada de la Iglesia del Carmen. Nuestra fuente antinazi afirma que, más allá de los ataques dirigidos a los miembros de grupos antifascistas, lo que más preocupa son los vínculos que existen entre organizaciones como Tercera Fuerza y otro tipo de agremiaciones que tienen mucho poder. “Creemos que los

Punto de encuentro en La Candelaria, debajo de la Iglesia del Carmen.

miembros de Tercera Fuerza tienen vínculos con el paramilitarismo colombiano, ellos son los mismos que hacen las limpiezas sociales y todo eso. Para ellos, nosotros somos una guerrilla urbana y una plaga”, asegura. Pese a que el vínculo directo entre Tercera Fuerza y los paramilitares no es evidente, una charla ofrecida por Raúl Hernández, que fue miembro de una banda de hardcore llamada Sin Salida y que se encuentra desaparecido, revela la simpatía por las acciones de las autodefensas. En esta charla, publicada en Youtube por la Agencia Noticias Nacionalistas, afirma: “Quiero

invitarlos a armarse legalmente. En Indumil venden armas. Los que no tengan el dinero, inmediatamente ahorren; el que quiere puede. Por favor, ármense, la lucha es de todos. Aquí tenemos distintas ideas, pero todas convergen en algo común, que es la eliminación del fenómeno guerrillero tratando de soportar un experimento social que es el comunismo”. Este panorama demuestra que los grupos radicales nacionalistas no son simplemente tribus urbanas, como suelen presentarlos los medios. Se trata de organizaciones que comparten ideales de ultraderecha con movimientos como Periodismo sin Fronteras y las Juventudes Alzatistas. Este último se autoproclama así: “Grupo de acción y reacción nacionalista

conservadora para los que no creen en lo que nosotros creemos. Juventud que fija posición. Estamos a la extrema derecha de la extrema izquierda”. Periodismo sin Fronteras, dirigida

Iglesia del Carmen marcada con la esvástica.

por Ricardo Puentes Melo, es una agencia informativa que representa los intereses de la derecha. “Odio a quienes odian al expresidente Uribe”, afirma este defensor de la ultraderecha en el país.

Enfrentamientos en

2013

¿Hasta qué punto la Constitución y la Declaración de los Derechos Humanos condenan el accionar de los movimientos pronazis? Aquí hacemos un repaso de hechos que se han presentado este año en Bogotá y que abren la polémica sobre la fuerza que podrían tomar estos grupos en la ciudad.

13 de enero Nicolás Gutiérrez fue víctima de uno de los más violentos ataques, que aún no se sabe si fue selectivo o casual, en el Parque Simón Bolívar por parte del Comando Radical Socialista.

17 de abril Mientras se debatía en el Congreso de la República el matrimonio igualitario, en la Plaza de Bolívar se encontraban grupos que defendían a la comunidad LGBTI en su derecho al matrimonio igualitario y grupos que iban en contra de esta ley, que finalmente no fue aprobada. Allí se encontraba David Alonzo, miembro de la comunidad LGBTI y líder del grupo Stonewall Javeriano, que relató la gresca de los dos grupos. Según Alonzo, había alrededor de 12 neonazis que portaban en sus prendas, principalmente negras, simbología fascista. Gritaban consignas como: “El fascismo, el temor del comunismo”,

“Por nuestros niños de Colombia, no al matrimonio homosexual”, “Promiscuos, comunistas, enfermos”. Él fue testigo de cómo amenazaban de muerte a una transexual. En videos registrados por distintos canales de televisión, se puede ver al congresista Iván Cepeda, quien trata de mediar entre ambos grupos y es silenciado por los neonazis que comienzan a cantar y levantar sus brazos al estilo de los simpatizantes de Hitler.

Antinazi desprevenido por las calles del barrio colonial.

26 de abril Dos neonazis se les acercaron a varios integrantes del grupo Barraca Teatro, entre ellos su director, Ricardo Ruidíaz, a quien le entregaron

Este panorama demuestra que estos grupos radicales nacionalistas

no son simplemente

tribus urbanas como suelen presentarlos los medios.

un sufragio en el cual los amenazaban de muerte si seguían presentando obras con contenido LGBTI. El Distrito apoyó al grupo de teatro, rechazó tajantemente las amenazas y lanzó el II Festival de Teatro Rosa en Bogotá.

12 de mayo El periodista Daniel Coronell, en su columna de Semana, sacó nuevamente a la luz el tema de los grupos neonazis para evidenciar sus vínculos con el paramilitarismo. Precisa que se están “agazapando” bajo “la respetable denominación de víctimas”. Asocia a Fernando Vargas Quemba, director de la Fundación VIDA (Comité Nacional de Víctimas de la Guerrilla) e impulsor del Morena con la comunidad lefebvrista, a la que pertenece el procurador de la Nación, Alejandro Ordóñez. Esa columna coincidió con el hecho de que pocos días antes, en Blu Radio, el escritor Héctor Abad Faciolince le preguntó en vivo al procurador: “Señor procurador, con el mayor

respeto le pregunto, ya que usted menciona que se siente como en un juicio de Nuremberg. Varios obispos lefebvristas, comunidad católica a la que usted pertenece, han sido negacionistas del Holocausto judío, ¿usted los sigue también en esta materia?, es decir, ¿usted también cree que el Holocausto judío por parte del gobierno de Hitler fue una exageración?”. El procurador evadió la respuesta al terminar tajantemente la entrevista. A raíz de esto, las comunidades judías en Colombia reclamaron en diversos medios la irresponsabilidad histórica que estaba cometiendo Ordóñez al no querer responder una pregunta tan clara y concisa como la que le hizo Abad Faciolince. Si bien los vínculos entre Alejandro Ordóñez y grupos neonazis no se hacen notorios, sí es claro que grupos como Tercera Fuerza reconocen en el funcionario al “último hombre en pie con sentido común”. Es así como en una de las noticias de su página oficial, hablan sobre la Ley Antidiscriminación, que castiga con cárcel a quién discrimine a una persona por su raza, religión o condición sexual y cuyo principal oponente es el mismo procurador.

17 de mayo La polémica continuó con el informe de RCN Radio que reveló la investigación del periodista Jorge Espinosa, quien tuvo acceso a varios grupos neonazis de la ciudad. Según esta indagación, se estima que hay cerca de diez grupos neonazis a los que pertenecen 600 personas en todo el país. Entrenan, se reúnen, hacen conciertos, emiten comunicados, pero también en época de elecciones movilizan sus séquitos. En 2009, según este informe, se reunieron varios jóvenes pertenecientes a diversos grupos de neonazis en la ciudad, en la sede campestre de la Universidad La Gran Colombia, con el fin de apoyar la candidatura de José Galat —rector de esa institución— a la Presidencia de la República. Tercera Fuerza establece sus propias maneras de interpretar la historia, entre las cuales se encuentra el revisionismo, como puede constatarse en artículos de sus páginas titulados “Sionismo internacional”, “Significado del holocausto”, “El holocausto rebatido en 10 puntos” y “De verdad somos antijudíos”, entre otros. Lo más esclarecedor de este informe es que el periodista da cuenta de que en el artículo 102 del Código Penal se establece pena de cárcel frente al negacionismo, por lo que estas agrupaciones podrían encontrarse en la ilegalidad.

22 de julio El periodista Gustavo Rugeles informó en El Espectador sobre el lanzamiento de un nuevo proyecto político llamado Alianza Nacionalista por la Libertad, al que asistieron 40 miembros del grupo Tercera Fuerza en la sede de la Universidad de Santander en Bogotá (UDES). En esta reunión estuvieron como oradores principales el congresista Pablo Victoria y Lorent Saleh, estudiante venezolano de la oposición. Respecto a este encuentro el periodista afirma:

“No está claro si el lanzamiento de la Alianza Nacionalista por la Libertad tiene intereses electorales en el inmediato futuro. Aunque sus vínculos con Tercera Fuerza son evidentes, niegan practicar alguna ideología fascista. Lo que sí reconocen es ser los primeros defensores de la paz y la seguridad democrática”.

Retrovisor

“Irse del periodismo es como irse de uno mismo”:

Gonzalo Castellanos

Texto: Mariana Toro Náder mari_toro7@hotmail.com Fotos: Mariana Toro y archivo del personaje

La experiencia de un periodista de la vieja guardia, Gonzalo Castellanos Martínez, deja el regusto por el oficio cuando se ejerce con pasión y conocimiento, como lo hizo él en radio, prensa y televisión. Una de sus columnas más conocidas en El Tiempo fue ‘Mal genio porque…’, sobre los hechos que atormentaban a los bogotanos hace 40 años, y no ha perdido vigencia. No tengo nada interesante que decir; hablo mucho, y después de haber hablado me quedo confuso y avergonzado de mí mismo. Voltaire, Historia de un buen brahmín

Al lado de este fragmento del cuento de Voltaire, Gonzalo Castellanos escribió “ALGO EN MÍ INDELEBLE”. Y, mientras habla, alcanza a leerlo dos veces, sentado en el sofá de cuero de su cuarto, forrado con libros, en un apartamento del norte de Bogotá que comparte con su esposa, la madre de sus cinco hijos.

“Va usted a hablar no con un periodista, sino con un experiodista, retirado hace 20 años. Viene usted a pedirme que yo cuente mis memorias, cuando ya he perdido la memoria”, comienza Castellanos. Nació en 1927, en Málaga, Santander. Cuando terminó su bachillerato, sus padres no tenían dinero para enviarlo a una universidad en Bucaramanga o en Bogotá, así que “como a

Arriba: Carnés de periodista. Abajo: Castellanos en el Café Automático (el tercero a la izquierda, sonriente). Dice que casi todos están muertos.

Cuando le pagaron la primera prima, decidió comprar una máquina de escribir. “Yo,

acostado, viendo una máquina desocupada, me levanto y escribo un cuento”. Así fue como apareció Un leproso en el camino. Se lo entregó a Eduardo Mendoza Varela, director del suplemento literario de El Tiempo. Ese fue su gran comienzo en el periódico, en 1968 o 1969 porque no recuerda bien.

toda mi generación, mi papá me puso a hacer lo que él sabía: fui ayudante de zapatero, aprendiz de carpintero, cartero, escribiente de la notaría, secretario de abogados. En vista de que no encontraba una ocupación que me diera lo que yo buscaba, me vine para Bogotá, donde tenía un cuñado que trabajaba de linotipista en El Siglo”.

Además de escribir literatura y manejar el linotipo, producía “por mi cuenta porque el periodismo se me metió”. Así, aparecieron sus ‘Estampitas’, como las bautizó Roberto GarcíaPeña, director del periódico. Luego, inspirado por Enrique Santos Castillo, comenzó a escribir en la sección Economía, dirigida por Luis Carlos Galán.

En 1944, entró a trabajar en el periódico bajo la dirección de Álvaro Gómez, recién llegado al cargo. Entre la tinta y el papel se hizo diagramador, experto en armar páginas, en organizar fuentes de tipografía y en titular periódicos con la máquina Ludlow.

“Ahí comencé a ganarme la primera página con una frecuencia extraordinaria, con grandes noticias”. Una vez hasta fue reconocido por

Tras ejercer durante 20 años el oficio de linotipista, habló con Antonio Pardo García, director del noticiero de Caracol Televisión. Ingresó entonces como “aprendiz de periodismo” a la sede del canal en la calle 19 con carrera 9a; aprendiz porque considera que “el periodismo

nunca acaba de aprenderse; hoy aparece la posibilidad de hacerlo mejor que ayer”. Así empezó a viajar por todo el país para participar del reportaje de la semana. Llegaba temprano para la apertura del noticiero y se quedaba hasta el mediodía esperando el sonido de las campanas del teletipo.

el ministro de Hacienda del momento, Abdón Espinosa Valderrama, quien llamó a Santos para decirle que Gonzalo “estaba hecho una fiera para los asuntos económicos”. Años después, lo nombraron jefe de la sección Bogotá donde se destacó como cronista de “desastres,

inundaciones, incendios, hambrunas, peleas, desprendimientos de tierra y muertos”. Una de sus columnas más reconocidas fue ‘Mal genio porque…’, de comienzos de los años setenta, en la que demostraba su capacidad para exponer en dos renglones lo que un periodista común ocupaba en varias cuartillas (como quien dice, un tuitero profesional). Hoy en día, piensa que los bogotanos siguen “de mal carácter, porque ‘mal genio’ estaba mal dicho”.

Por esa época escribió la crónica “Se acaba el ferry; ya no habrá más suicidios gratis” (1974), recogida por Juan José Hoyos en la antología La pasión de contar, en la cual narra cómo la gente se lanzaba al río para ahogar definitivamente sus penas. Pero al año siguiente se fue de El Tiempo por una pelea con Enrique Santos. Entró a la revista Cromos y, simultáneamente, comenzó a trabajar en televisión, pues su amigo Guillermo ‘la Chiva’ Cortés era el presidente de la Junta de Inravisión, y Margot Ricci lo llamó para que realizara reportajes.

Periodista todoterreno

Con Palomo Linares en La Candelaria.

Aunque al comienzo la televisión le resultó difícil, “sobre todo por inseguridad que uno tiene”, la práctica con el micrófono le dio valor para encontrar en el aeropuerto de Bogotá, de la nada, a Alberto Lleras Camargo.

“No sé cómo paré en el Departamento de Extranjería, donde lo tenían a salvo de curiosos; ni grabadora llevaba, pero me dio una entrevista y me devolví en el bus repitiéndome en la cabeza las preguntas que le hice y las respuestas que me dio. Esa entrevista salió publicada. Entonces, me volví un periodista que cubría giras de candidatos presidenciales, las ferias de Manizales, de Cali, el Reinado de la Panela; me la pasaba moviéndome, en la radio, en la televisión, en las revistas”, cuenta sonriendo. Trabajó en Caracol, en RCN, en Todelar y en el noticiero TV Mundo. Con la cadena Todelar fue a México cuando anunciaron el Nobel de Gabriel García Márquez, en 1982: “Estaba convencido de

que había llegado de primero, pero me encontré allá a Juan Gossaín, a Guillermo Rodríguez, a Germán Santamaría. Pero logré hacerle el reportaje a Gabriel, cuya grabación conservo”. Trabajó en varios noticieros, como NTC Televisión, de ‘la Chiva’ Cortés, dirigido por Manuel Prado y Cecilia Orozco.

“Trabajé con periodistas muy hábiles, como Alegre Levy y Gloria Pachón. Lo que sucede es que yo también era parrandero, el oficio me llevaba allá. Por ejemplo, fui corresponsal en Medellín, Barranquilla, Cali, Bucaramanga, mucha fiesta, muchos amigos, mucho trago, cualquier personaje abría su gabinete y sacaba una botella diciendo: ‘Pero primero

tomémonos uno", dice mientras observa el álbum de fotos y recortes que le hizo su único hijo varón, Gonzalo, columnista de El Tiempo. Perteneció a la bohemia que pasaba sus ratos libres en el Café Automático, en la avenida Jiménez con carrera 5ª, junto con escritores como Alberto Zalamea y Álvaro Salom Becerra. Entre sus cubrimientos para televisión recuerda la guerra de Nicaragua. “Nos recibieron a bala

en el Hércules de la FAC en el que llegamos con el capitán Beltrán. Los sandinistas que sacaron a Somoza estaban combatiendo en el aeropuerto y le dieron al avión; por debajo de los alerones se salían los chorros de gasolina. Los del equipo periodístico íbamos encima del cargamento de abastos para los damnificados de la guerra. Si no fuéramos encima de los bultos de fríjoles, arroz, arvejas, todos hubiéramos resultado con un tiro en el culo”.

Gonzalo Castellanos, atrás a la izquierda, con un fulard. A su lado, de anteojos oscuros, Carlos Caicedo.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Y continúa: “Yo hice una nota a bordo. Me

conecté con el camarógrafo Dagoberto Moreno y comencé a transmitir. Terminé diciendo: ‘Este avión se sacude como un ave malherida, nos aproximamos al aeropuerto, miren ustedes cómo se sale la gasolina por debajo, no sé a qué destino vamos, es probable que ustedes no vean este informe’. Aterrizamos sobre un charco de gasolina; si una bala hubiera pegado contra el piso habríamos muerto inflamados”. El informe, digno de premio, salió al aire en TV Mundo; pero Castellanos, a pesar de la insistencia de su hermano Alfonso (también director de periódicos y esposo de la periodista Tulia Eugenia Ramírez) nunca buscó reconocimientos. Fue enviado como corresponsal a la guerra de Las Malvinas, donde un militar argentino de alto rango le dijo: “Vos estás loco”, pues a la guerra no llevarían civiles y los periodistas debían quedarse en Buenos Aires. “Evidentemente, yo es-

se murieron de viejos. Mis amigos del Café Automático eran mis ‘cachas’. Toda la vida viví en el Centro, pero una de mis hijas nos pasó para acá. Lo primero que hice fue una casa, como decía Fabio de Castro, jefe de redacción de El Liberal: ‘Mi padre hizo una casa y puso ojivas por ventanas y la clavó en el suelo como si fuera un ancla’”. De joven conoció a Voltaire, maestro de la ironía al que dedica sus noches de octogenario. “Eso es lo que hago: leer y leer; no tengo

dinero, pero vivo bien. El periodismo no me dio dinero, pero conocí más de medio mundo. Sin embargo, le quiero decir algo: irse del periodismo es como irse de uno mismo. Se va acabando, se terminó”.

Fragmentos de la columna ‘Mal genio porque…’ (1974)

taba loco, así se trabaja. El periodismo es muy bello, con aplausos, con riesgos, con amores, con odios, con pasiones. Trabajar en esto es una belleza”, dice con felicidad atesorada.

Los sicólogos continúan explicando por qué los bogotanos tienen mal genio:

Pero la sonrisa se borra de la cara del maestro cuando reconoce que “las cosas se van

• Porque pagan en la notaría el papel sellado y se lo entregan en cualquier papel. El sellado es para la boca de quienes hacen el papel de tontos.

acabando. Comencé a trabajar regularmente en televisión, en radio, me nombraron jefe del periódico El Pueblo de Cali, pero por corto tiempo. Trabajo así: corto, corto, corto. Y ya no volví a trabajar más".

Retiro con Voltaire Ya fuera de combate, reconoce que el periodismo ha mejorado, “aunque los periodistas

somos iguales: unos muy buenos, otros regulares y otros, definitivamente, malos. Lo que sucede es que hoy hay muchas más ventajas en las comunicaciones: editar un noticiero por computador, transmitir desde el lugar de los hechos, es distinto. Antes implicaba más trabajo hacer las noticias. El periodismo de hoy está bien hecho, la impresión de los periódicos es preciosa, hasta la de un pasquincito en los semáforos”, dice Castellanos, mientras saborea un café.

“Ahora que soy un viejo, que no tengo figuración en nada, nadie me llama por teléfono, no tengo computador, aquí no viene nadie, ningún amigo, porque mis amigos se enfermaron o

• Porque lo del “control a pesas y medidas” se mueve fuera de medidas y de control.

• Porque las papas se doblaron de precio a tiempo que les dicen que las hay de sobra. • Porque los banqueros de la calle 13 ocupan las aceras con automóviles particulares y camiones blindados. • Porque la calle 13, a más de ser un “parqueadero” particular lo es de los vendedores ambulantes. • Porque Colombia, donde el maíz se da silvestre, comienza a comprarlo al exterior. • Porque los técnicos de la “política de producción agrícola” conocen solo la agricultura cocinada. • Porque hay cargos tan “técnicos” que los conceden como premio de consolación a políticos frustrados. • Porque los técnicos tienen nombre de candado: Yale, Corvin, Junior, Magister, Oxford y PHD.

}

“No queda rata

23 con cabeza” Libros

¿Y yo cómo voy ahí? Los últimos años de corrupción en Colombia. Cristian Sánchez Aguilar, Bogotá, 2013.

Prólogo gráfico de Betto al libro de Xtian.

Texto: Mariángela Urbina Castilla milanyela_0593@hotmail.com

Cristian Sánchez, egresado de Artes Visuales de la Javeriana y caricaturista durante cuatro años de Directo Bogotá, es el “perdedor que critica el poder” en su primer libro sobre nuestra clase política corrupta.

Cristian Sánchez, Xtian. Foto Mariángela Urbina

El Mono baila salsa casi tan bien como dibuja. Hace piruetas, muecas y volteretas de esas que solo se ven en Cali. Se llama de distintas formas, dependiendo del contexto, pero ese particular estilo puede rastrearse en cualquiera de sus ambientes: es el Mono para los teatreros, Xtian para los lectores de sus caricaturas y Cristian Sánchez para el resto del mundo. En todas las situaciones tiene un apunte en la punta la lengua; es ácido y recursivo. En el teatro se le da bien la comedia, en las reuniones de amigos es el auténtico tomador de pelo y en la caricatura logra hacer de la realidad una pregunta, una broma. Así lo demuestra en el libro ¿Y yo cómo voy ahí?; 120 caricaturas prologadas por Betto y Papeto en las que “no queda rata con cabeza”. El lector lo abre y se encuentra con un narrador que lleno de ironía define al propio Cristian como “mamerto, facineroso, izquierdista,

terrorista, artista, que hasta marihuanero ha de ser”.

“Ser caricaturista es como ser panadero”, dice moviendo las manos y enfatizando las palabras.

“Si la caricatura no se vende pronto, al otro día ya está vieja”. Por eso decidió construir un narrador, que con mucha gracia va poniendo al lector en contexto. La caricatura vive de la actualidad. Cristian tiene claro que el lector necesita un empujoncito para entender las imágenes. El narrador nos ayuda a comprender los episodios de corrupción recreados gráficamente. Una figura original, inusual en los libros de caricaturas, como el consueta o apuntador del teatro que va soplando los argumentos.

“Cuando tenía seis años, todos querían ser astronautas, yo quería ser caricaturista. Este es el inicio de un sueño”, escribe. A esa edad dio su primera entrevista. Dijo que quería ser

“actor y caricaturista”. El País de Cali tituló la nota “Niños genios”. Así, el pequeño Cristian Sánchez pasó su primaria dibujando en sus cuadernos del colegio Berchmans de Cali. Creaba videojuegos, porque la mamá en la casa nunca le compró uno de verdad. Cristian los inventaba y los amigos se sentaban a jugarlos, como si fueran reales.

“Y en quinto hice un cuaderno porno”, cuenta Cristian. Fue el primer escándalo que se ganó por los dibujos. Tres años después, en octavo, empezó a crear su primer diario de caricaturas. “Hacía lo mismo que hago hoy en Facebook, dibujaba una caricatura todos los días”. El cuaderno rotó por todo el salón, después por otros cursos y luego lo conoció el colegio entero. La gente empezaba a exigirle la caricatura nueva cuando se tardaba en publicarla. Dibujaba a los profesores, al rector y a sus compañeros cuando le daban papaya. Finalmente, el rector decidió dejarle un mural del colegio para que dibujara allí sus caricaturas.

“Nunca fui popular en el colegio, siempre fui el perdedor, por eso soy caricaturista: soy un perdedor que critica el poder”, afirma. “Yo salía los domingos a ver comer helado”, agrega. La distancia entre Cristian y los poderosos creó a Xtian. Nunca ha entendido cómo empezó a gustarle la política. A su casa no llegaba el periódico, poco se hablaba de las noticias. Su familia de clase media no estaba interesada en la

14.911 seguidores en Facebook

realidad nacional. Pero las elecciones de 1998 en Colombia le despertaron las ganas de caricaturizar a los políticos, y como nunca se había relacionado con ellos, su forma de entenderlos era igual a la de cualquier colombiano. Por eso dice: “Ser caricaturista

En el 2010, una amiga le dijo que estaban buscando un nuevo caricaturista en El Espectador. Luego de haber hecho un recorrido por distintas revistas universitarias, Cristian se postuló. Tuvo la oportunidad de ver otros trabajos y los sintió técnicamente mejores que el suyo. “Lo

es un clamor, el clamor de la gente”.

mío era solo una idea, pero al final les gustó más la idea”. Desde entonces, las caricaturas

Cristian sabe que escuchar a los colombianos comunes y corrientes es lo primero que debe hacer el caricaturista. Esto explica que le encanten los paseos de olla en el río Pance con la familia completa. Mientras tanto, en Bogotá lo inspira caminar por el centro de la ciudad, donde pasa horas enteras observando y respirando el aire viciado.

de Xtian aparecen los días festivos en El Espectador. Anfabio, un sapo cretino y mal novio, es el personaje que entretiene a los lectores. Su libro es el resultado de muchos años de pasión por su trabajo, a pesar de que solo tiene 23. Es una recopilación de caricaturas elaboradas desde el 2008, presentadas como trabajo de grado en la carrera de Artes Plásticas de la Universidad Javeriana. Una edición compacta. Una obra llena de colores que evocan sus inicios, cuando dibujaba digitalmente en el programa Paint. Xtian no se concibe sin esa paleta de colores fuertes e impactantes que, por lo menos en Facebook, capturan la atención de 14.911 seguidores que comparten y comentan las imágenes. Un día, luego de la publicación del libro, recibió una llamada de Julio Carrero, editor de humor gráfico de El Espectador. —Oiga, anoche encontré a mi hijo, escondido en la cama, leyendo su libro con una linterna. La imagen del niño, leyendo su ejemplar a escondidas, como si fuera un documento prohibido, llenó a Cristian de emoción. Ese día supo que el libro había logrado su objetivo; aunque, como dice la viñeta del prologuista: “Lo impor-

tante es que cuando terminen de leer esto, se sigan haciendo los huevones”.

27 Deportes

Vuelta ciclística a prueba de huecos

Texto: Juan Sebastián Serrano js.serranoc@gmail.com Fotos: Carlos López

El campeón de la categoría promocional, Carlos Luque.

El 7 de agosto se celebró, como se viene haciendo hace 25 años, el circuito ciclístico del tradicional barrio Siete de Agosto, famoso por los talleres de vehículos y las ventas de repuestos, patrocinadores oficiales del evento. Una fiesta comunitaria, como la narra el cronista de Directo Bogotá al ritmo del pedaleo. Mientras cierro la segunda vuelta puedo fijarme por primera vez en el furioso desfile de colores que avanza delante de mí. Varias docenas de hombres cuyos uniformes se multiplican por el movimiento hasta lograr infinitas combinaciones de amarillo, verde fosforescente, rojo, azul eléctrico y fucsia. Las nalgas se levantan de los sillines y las bicicletas se inclinan de izquierda a derecha, en dirección contraria al cuerpo de los pedalistas, siempre alejándose de mi vista. Todos rodamos por una calle de pavimento irregular. A los lados, los espectadores colman las aceras y aquellos que están en primera fila cuelgan sus brazos sobre las vallas rojas de Coca-Cola, haciéndolas retumbar con sus palmas mientras el pelotón pasa frente a ellos. Al terminar la recta, haciendo el primer giro a la derecha, puedo escuchar a la moto que viene detrás; sobre el ruido del motor alcanzo a oir la

Circuito en la

calle 68, entre carreras

24 y 30 flanqueado por almacenes de bicicletas. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

La largada de la categoría todoterreno.

voz de un locutor que dice: “Y cerrando viene el

número 174”. Se trata del circuito ciclístico del Siete de Agosto, organizado por las asociaciones de comerciantes del barrio, Corpo 7 y Asoarcos, que este miércoles festivo desde las 8:00 de la mañana acoge todas las categorías: principiantes, menores, juvenil, prejuvenil, damas, promocional, sénior máster, todo terreno, sub-23 y élite. Puede que la calle 68, entre carreras 24 y 30 carezca casi por completo de andenes, pero está flanqueada por más de 50 establecimientos dedicados a la venta y mantenimiento de bicicletas. En estos locales se consiguen desde bicicletas para niños que cuestan $100.000 hasta bicicletas de carreras que pueden superar los $10 millones. Por eso cada 7 de agosto los habitantes del emblemático sector comercial y manufacturero de la capital se dan cita para ver correr las bicicletas que venden, arman y reparan durante el resto del año. La primera carrera se llevó a cabo hace 25 años, cuando en el Siete de Agosto apenas existían un par de almacenes de bicicletas y el sector era mejor conocido por sus talleres de mecánica automotriz y su plaza de mercado.

Fue entonces cuando los mensajeros de los talleres se pusieron de acuerdo con los empleados de la plaza para medirse en sus bicicletas de carga y definir de una vez por todas quiénes eran los ciclistas más rápidos de todo el barrio.

La bicicleta roja Mi bicicleta me obedece mejor de lo que lo hacen mis manos. En ella me deslizo todas las mañanas entre el tráfico de las carreras 7a, 11 y 13 para llegar hasta la universidad. Mientras carros y buses se bloquean, mi bicicleta avanza entre ellos; rápida y silenciosa, dirigiéndose hacia donde yo apunto con la mirada; buscando los estrechos valles que se forman entre filas de puertas y espejos retrovisores. Es una bicicleta de carreras con marco de aluminio forjado en el propio Siete de Agosto. Mi padre la compró en 1986 por $25.000 en Bicicletas Moreno. En esa bicicleta roja, él subió todos los domingos hasta el alto del Vino —en la vía hacia la costa Atlántica— acompañado de sus amigos. Probablemente habría seguido haciéndolo si una hernia discal no lo hubiera alejado por completo del ciclismo en 2001. A partir de entonces, su bicicleta fue condenada al olvido durante diez años. Un sábado cualquiera entré al depósito buscando cualquier cosa menos la bicicleta. La había visto pocas veces; siempre en los brazos rudos de extraños que la acomodaban sobre sus hombros para llevarla hasta el sótano del edificio al que nos mudáramos. Jamás la había montado ni me había interesado hacerlo. Llevaba seis meses rodando por Bogotá en una bicicleta todoterreno que me había prestado un primo. En un primer momento no pude creer que me hubiera pasado inadvertida: se había conservado en perfecto estado y probablemente se veía mejor que cuando estaba nueva, pues muchas de sus partes estaban sin estrenar, ya que mi papá las había cambiado poco antes de su lesión. El cromo de los aros contrastaba con el rojo del marco y las franjas del mismo color pintadas en las llantas. Su manubrio se contorsionaba adelante y luego, súbitamente, hacia abajo en un movimiento que sólo evocaba velocidad. Ese día la bicicleta roja de mi padre pasó a ser mía.

Meta abismal

Inesperados sobrevuelos…

Tan pronto llegué al Siete de Agosto, pude sentir los 25 años que habían pasado desde la primera edición de esta carrera. Las bicicletas de carga han sido reemplazadas por ultraligeras bicicletas de carbono, y los overoles de los mensajeros mutaron en ceñidos y llamativos uniformes de ciclismo.

En este tipo de carreras las categorías más emocionantes son las infantiles y juveniles. Mientras para los más experimentados este no deja de ser un evento pequeño y no hay mucho en juego aparte de los $150.000 que se lleva el primer puesto, los más jóvenes siempre quieren ganar.

Algunos de los ciclistas dan vueltas de reconocimiento, pues el trazado del circuito cambió. Como la víspera del evento cerraron todas las oficinas del Distrito, los organizadores se quedaron sin los permisos para cerrar las carreras 19 y 24 entre calles 66 y 63B. El nuevo trazado va por dentro del barrio e incluye, justo al final de la recta opuesta a la meta, un hueco del tamaño de un policía acostado, que solo deja espacio para que pase una bicicleta entre cada extremo de la hondonada y el andén.

Agustín Ortiz y Juan Sebastián Fandiño protagonizan un duelo muy cerrado por el primer puesto de la categoría infantil (13 a 15 años). Llegan cabeza a cabeza a la última recta. Se paran sobre los pedales y se agarran con fuerza del manubrio para hacer el embalaje final. Las bicicletas se balancean frenéticamente entre las piernas de los ciclistas y casi simultáneamente los dos jóvenes inclinan sus cabezas hacia adelante para atravesar la línea de meta en un verdadero photo finish. Tras cruzar la meta, ambos pedalistas relajan sus cuerpos y dejan rodar sus bicicletas. Es entonces cuando la bicicleta de Fandiño golpea la tapa de una alcantarilla desviando su trayectoria un par de centímetros hacia la izquierda, lo suficiente para tropezar con su rival. Un ruido metálico antecede al momento en el que los dos participantes se precipitan al suelo con toda

Los más pequeños ya se alistan para competir y en la línea de meta, Jorge Peña hace su mejor esfuerzo por reunir a sus más de 15 pupilos para una foto. Se trata del equipo Ciclo Yossa, muchachos entre los 8 y 16 años, que compiten en esta y otras carreras en todo el país; vienen de correr la Vuelta al Valle y en noviembre los espera la Vuelta Juvenil de Antioquia. Finalmente, Peña logra reunir a todos los muchachos que visten el uniforme amarillo, azul y rojo de Ciclo Yossa, más uno que otro colado. El fotógrafo dispara y los mayores se alejan pedaleando con serenidad. La categoría principiantes (niños menores de 10 años) está a punto de comenzar.

El líder de la vuelta en un último giro. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Después de volar por los aires...

Al igual que yo, Miguel Jaime, de nueve años, jamás ha participado en una competencia de ciclismo. Viste una réplica del uniforme del equipo Cofidis (uno de los más tradicionales del Tour de Francia) que le regaló su papá y está esperando la señal de partida hombro a hombro con varios de los pupilos de Jorge Peña. En este momento, Miguel ignora que está a escasas tres vueltas de ganar la primera carrera de su vida. Minutos después del triunfo de Miguel y tras conversar con él y con su padre, me dirijo a la mesa de jurados para inscribirme en la categoría promocional (menores de 30 años que no estén afiliados a ningún club de ciclismo) y recibir mi número: el 174.

150.000

" " $

el gran premio

Uno de los corredores del equipo Ciclo Yossa.

la fuerza de su embalaje, luego el golpe seco de sus cuerpos contra el pavimento y de nuevo el clank de las bicicletas que ahora están por encima de sus jinetes. Los espectadores invaden la pista para socorrer a los accidentados; sin embargo, pierden de vista a Johan Sebastián Tinjacá, el corredor que viene en tercer puesto. Tinjacá cruza la meta a toda velocidad y se percata muy tarde del tumulto. Aprieta ambos frenos con urgencia y por un instante su bicicleta parece perder el impulso que traía consigo. Justo cuando está a punto de detenerse, la llanta trasera se levanta mientras la delantera permanece clavada en el pavimento; ciclista y bicicleta inician un bote que terminarán por separado. Tinjacá vuela por encima del tumulto, sorprendiendo a aquellos que ya se preparaban para ser embestidos, da un giro en el aire y luego cae de espalda sobre el pavimento, a menos de un metro de los primeros accidentados. Su bicicleta no llegó tan lejos y golpeó a algunos de los espectadores antes de caer al suelo. Afortunadamente, ninguno de los competidores resultó herido de gravedad y tras unos minutos (unos cuantos más para Tinjacá) los tres pudieron ponerse de pie. Y así, raspados, golpeados y con algunas partes de sus uniformes de lycra despedazadas por la fricción, fueron escoltados por sus familiares hasta el andén para consumar un podio muy sui generis.

“¡Olvídese de ese freno…!”

Orlando Martín, organizador de la carrera desde hace 15 años.

La hora de la verdad llegó hacia el mediodía. Ya habían corrido las categorías prejuvenil, juvenil y damas. Era el momento de la promocional. Mientras los organizadores tomaban lista y anunciaban que la carrera estaba pactada a diez giros, yo golpeaba mi manubrio con mis índices como si este fuera un redoblante. Resaltaba entre los demás corredores por varias razones: era el único que vestía una camiseta común y corriente, por mi casco y mi bicicleta anacrónica y, finalmente, por ser bastante más joven que la mayoría de mis adversarios, muchos de los cuales habían pasado la barrera de los 30. Entonces, uno de ellos me preguntó: —¿Usted es de la promocional? —Sí —le respondí.

—Y entonces ¿qué hace por allá? ¿Va a quedarse atrás desde el principio? No, venga más bien métase aquí. Con un pie a cada lado de la bicicleta avancé torpemente entre varias filas de corredores hasta ubicarme al lado de mi nuevo mentor. El tipo se inclinó para tocar el freno izquierdo de mi bicicleta y me dijo: —Usted ¡olvídese de este freno! Mejor dicho,

este freno no existe, donde llegue a tocarlo en una curva, se le corre la bicicleta, se jode usted y nos jode a todos. Yo solo asentía como un idiota. —Muestre a ver en qué cambio está… Estaba en el plato más grande y el tercer piñón más pequeño de mi bicicleta. —Ahí está bien, apenas pase la primera curva sube uno, ¿oyó? —Ajá, sí. —Pilas ahí, porque aquí hay mucho pirata. Después aprendería que se les llama “piratas” a aquellos que están afiliados a clubes de ciclismo, pero participan en esta categoría para ganarse los $150.000 que se lleva el primer puesto. —Entonces, yo veré, duro, ¿no? Yo solo asentía y decía “ajá”. Para cuando llegué al primer giro había olvidado todos los consejos de mi inesperado director técnico. Toqué el freno delantero y fui adelantado por dos nubes de ciclistas, una a cada lado. Algunos me reclamaron al pasar. No me recuperé por completo de mi aturdimiento hasta el tercer giro. Entonces pude fijarme en el ciclista que iba adelante. Estaba un poco pasado de kilos y vestía un uniforme azul y blanco del Saxo Bank, colores que había visto muchas veces por televisión en las transmisiones del Tour de Francia. Rezagado del pelotón, mi meta para el resto de la carrera sería superar al tipo del Saxo Bank.

El doliente Orlando Martín recuerda una época no muy lejana en la que existían varias carreras como esta en Bogotá. Hace 15 años que organiza

esta vuelta y mientras otros circuitos como los del Veinte de Julio, Kennedy o Suba han desaparecido en los últimos cinco años, el del Siete de Agosto persiste. Sin embargo, no ha sido fácil porque a falta de apoyo del sector público, el evento lo costean en su totalidad Asoarcos y Corpo 7. El año pasado no pudo realizarse por falta de permisos y este año debió realizarse sin los permisos debido al cierre de las oficinas distritales en la víspera de la carrera. Según Orlando, los demás circuitos desaparecieron por la complejidad de los trámites dispuestos por el Fondo de Prevención y Atención de Emergencias (Fopae). Para Martín, las autoridades son excesivamente recelosas a la hora de prestar las vías principales para eventos deportivos, “aunque son flexibles a la hora de

ceder la carrera 7ª para marchas organizadas por movimientos políticos y sociales”. Pero Orlando Martin no parece rendirse y desde el segundo piso de esa casa verde situada en la esquina de la calle 65 con carrera 24, que funciona a la vez como centro de Alcohólicos Anónimos y sede de Corpo 7, planea seguir organizando esta carrera durante muchos años más.

“Las carreras se ganan en las curvas” Al cruzar la meta por quinta vez me doy cuenta de que superar al tipo del Saxo Bank va a resultar más difícil de lo pensado. En las rectas recorto la distancia y llego a estar pegado a su rueda trasera; sin embargo, al llegar a las curvas vuelvo a perder terreno. Recuerdo las palabras de Carlos López, el fotógrafo que me acompaña, quien unos minutos antes de empezar la carrera me advirtió: “Estas carreras se ganan en las curvas”. Sin embargo, queda poco tiempo y es muy tarde para descifrar cuál es la manera correcta de acomodar el cuerpo para no perder velocidad a la hora de tomar una curva; lo único que queda es pedalear tan rápido como me sea posible en las rectas y minimizar el daño en las curvas.

Arriba: Miguel Jaime, de 9 años, ganador en principiantes. Centro: Celebración en familia. Abajo, los duros acercándose a la meta.

Al ingresar a la recta opuesta del circuito me percato de la presencia de un nuevo espectador en la parte más solitaria del trazado. Parado en una esquina frente a su carro, se encuentra mi papá. Al verme pasar sonríe, aplaude, flexiona un poco las rodillas, inclina el cuerpo hacia la

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Arriba: Pelotón de equipo Ciclo Yossa.

Abajo: Nuestro cronista a punto de coronar la derrota.

calle y aprieta su puño derecho mientras grita: “¡Duro! ¡Duro! ¡Duro!”.

quedar de último, fijo la vista en las letras blancas sobre fondo azul que dicen: “Saxo Bank”.

Casualmente, mi papá ha llegado justo a tiempo para ver al líder de la carrera, Carlos Luque, tomarme una vuelta de ventaja. Luque, quien ganaría la carrera con más de 30 segundos de ventaja sobre su inmediato perseguidor, tiene 28 años y vino desde Funza para competir en el Siete de Agosto. Hasta hace cinco años competía “en serio”, pero eso se acabó cuando vinieron “la señora, los hijos y el trabajo”. Tiene la contextura liviana de los ciclistas y toda su musculatura parece estar concentrada en los muslos. Hoy corrió patrocinado por Rapid Brasas, un restaurante del sector, que le aportó el uniforme y los $25.000 de la inscripción.

Logro adelantarlo en la recta opuesta y él me devuelve el favor en la última curva, justo antes de ingresar a la recta principal. El público parece percatarse de nuestra épica lucha y alienta mi persecución.

Al entrar a la recta principal por sexta vez subo un cambio más (el último que le queda a la bicicleta), me paro sobre los pedales y, decidido a no

Durante dos giros completos alternamos golpes y nos turnamos la cola de la carrera. Cada recta lo dejo atrás y al llegar las curvas lo veo pasar a mi lado. Así hasta la primera curva del noveno giro, cuando no veo pasar esa camiseta azul y blanco. Sin tiempo para mirar atrás, doy por sentado que Saxo Bank ha perdido el ritmo. Con la moral renovada apuro el paso y alcanzo a adelantar tres rivales más en los dos giros restantes, dos si tenemos en cuenta que uno de ellos me derrotó en la recta final, en el embalaje por el ‘trasantepenúltimo’ puesto. Cuando cruzamos la meta ya varios de los competidores de nuestra categoría se habían bajado de sus bicicletas. Al encontrarme con mi padre nos abrazamos y él me preguntó: —¿Cómo te fue? —Pues al menos no quedé de último, ¿no? Ambos nos reímos y le di a sostener la bicicleta mientras me quitaba el casco. Creo que era la primera vez en muchos años que mi papá sostenía su propia bicicleta.

Tayron,

Arriba: Pelotón de prejuvenil. Izquierda: Tayron Mejía.

La otra biblia del ciclismo

“Ya se asoma por la recta el pelotón, ya se abre el abanico; onde viene viene el 64, onde viene el 97, onde viene el 45, ahí viene el 114… ¡Ojo, que por la parte de afuera viene pidiendo pista el número 125!”. Durante más de seis horas, Tayron Mejía alternó esta apasionante narración con su enorme archivo mental de biografías, anécdotas y estadísticas del ciclismo colombiano frente a los espectadores del circuito ciclístico Siete de Agosto. En su memoria no solo están grabados los nombres de los ganadores de la Vuelta a Colombia y de sus respectivas etapas, también están algunas de las anécdotas más pintorescas en la historia del ciclismo colombiano. Como en 1963, cuando un vacio en el reglamento permitió que Adolfo Buriticá derrotara a Álvaro Pachón subiendo el páramo de Letras remolcado por un caballo. O la historia de José Roberto Guerrero, el ciclista que en 1954 se rehusó a correr la Vuelta a Colombia para el equipo de las Fuerzas Armadas. Guerrero, quien no había prestado el servicio militar, fue detenido y llevado a una

"12.000 " Me sé de memoria los nombres de

oficina de reclutamiento por orden de coronel Marcos Arambula, director técnico del equipo de las Fuerzas Armadas. “Después de ese susto,

Guerrero ganó la Vuelta, la plata y de paso la libreta militar”, recuerda jocosamente Mejía. Por eso fue bautizado ‘la biblia del ciclismo' (como el comentarista deportivo, Julio Arrastía) por el diario El Colombiano en los años ochenta. Pero dice que quedó “chatarrizado” por culpa de internet: “Porque ahora todo lo encuentran

ahí, pero yo me sé de memoria los nombres de 12.000 ciclistas, quiénes ganaron las carreras y cómo se las ganaron. Y no me meto a ningún internet, todo está en mi cabeza”.

ciclistas

34 Paredes que Portada

Texto y fotos: Laura Contreras laurainescontreras@gmail.com ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••

hablan, gritan,

reclaman y declaman… Los grafiteros se reproducen en Bogotá, donde no están claros los límites de esta práctica, porque mientras a unos los persiguen (y hasta los matan) por pintar los muros, a otros los premian por hacerlo, como lo hizo el Instituto Distrital de Artes (Idartes) con los colectivos que pintaron los muros y nuevos puentes de la calle 26. La cronista clasifica este arte callejero en cuatro subespecies: poético, hip-hop, político y artístico.

Jueves 31 enero de 2013, 11: 45 a.m., bajo el puente de calle 80 con avenida 68. Siete jóvenes que no pasan de los 22 años se reúnen en torno a la “pintada” de la semana. No se conocen entre ellos y fueron convocados por medio de Facebook. Llegan hasta este punto de la ciudad con baldes de pintura blanca y negra, rodillos, brochas y una timidez abrumadora. Mientras deciden cuál sector del puente es el más apropiado para pintar, dudan sobre la legalidad de lo que están a punto de cometer: un grafiti de amor. Demasiada cautela para un escritor callejero. El policía bachiller de la zona, que está de buen genio, les dio una hora, mientras acaba su turno para que ellos ejecuten su obra. De frente, en la pared escogida, se puede leer en tipografía tribal “VIROSIS MENTAL” en dos colores. Acción Poética Bogotá es un colectivo anónimo dirigido por Juliana Romero, de 19 años, y hace parte del movimiento Acción Poética, que inició el mexicano Armando Alanís en 1996 y que pretende invadir las ciudades de poesía, literatura, cultura y amor. En nuestro país, algunos colectivos como el de Bogotá están llenando nuestras paredes de este lenguaje color rosa, muy diferente al que cualquier transeúnte bogotano está acostumbrado a leer. Para Juliana, “el amor es la única cosa revolucionaria” y lejos deberían quedar las frases

satíricas y agresivas que abundan en la ciudad. Su propósito es propiciar la lectura para que la gente vea que no todo es malo. Falta un cuarto para las dos de la tarde y el mural está terminado: “No importa si el viaje es largo cuando el destino es tu corazón” queda plasmado, como todos los trabajos de Acción Poética, en fondo blanco y letra negra, mientras los trabajadores del Home Center que queda justo al lado se detienen a leer. Una abuela pasa caminando y echando madrazos al tiempo; tal vez le resulta inconcebible ver a alguien ensuciar los muros a plena luz del día. Los jóvenes se ríen y le mandan besos. Se despiden los nuevos compañeros de calle y cada uno toma camino distinto. Sábado 6 de abril de 2013, 9:30 a.m., avenida Caracas con calle 39, Fundación Familia Ayara Doce adolescentes están reunidos en el patio de la casa que alberga esta fundación destinada a la promoción de actividades de la cultura hip-hop. La clase comienza un poco tarde. Ospen, reconocido grafitero de la ciudad, es el maestro por estos días. Con cuaderno en mano, colores y marcadores, cada uno de los inusuales estudiantes diseñan su tag (firma) y Ospen les insiste en que deben apropiársela para diferenciarse de los miles de grafiteros que abundan en Bogotá. Es un día atareado, deben diseñar un

Acción

Poética Movimiento iniciado en México en

1996 Intervención de Acción Poética.

En Bogotá existen unos

5.000 grafiteros

tag entre todos que pintarán el lunes 8 de abril a las 6:00 de la tarde, frente al sitio donde cayó asesinado el caudillo Jorge Eliécer Gaitán. Es la noche del lunes. “Casi no venimos porque no teníamos con qué comprar los aerosoles”, comenta Trane, el encargado de hacer el grafiti base esta noche. La caja de doce aerosoles vale $45.000 y les alcanzaría para dos lienzos. Están emocionados y todos quieren participar, así sea rellenando una letra o quitándole el aire a algún aerosol. Comienza la improvisación de free style y los pequeños grafiteros pintan en dos lienzos grandes la palabra Ayara, un reto asumido en equipo. Don Popo, director de la Fundación, también acompaña esta actividad y dice que el

grafiti libera el alma, y proporciona herramientas para que estos artistas callejeros desarrollen una estética en torno a sus ideas. Amarillo, verde, negro y rojo son los colores que quedaron plasmados en el lienzo gracias a la habilidad y el ritmo aprendidos por Feld, Zemog, Sande, Sokes, Afro, Daen, Shin, Nico, Veru y Trane esta noche de rima callejera y aerosol al viento. Es el homenaje de los hip-hopers a Jorge Eliécer Gaitán; ya han pasado dos horas y el grafiti está casi listo. Los transeúntes se paran y observan, escuchan las improvisadas canciones contra el sistema y se ríen del montaje de una de estas con la voz del presidente Santos al fondo. Preguntan, opinan, felicitan a los escritores callejeros y siguen su camino. Martes 9 de abril de 2013, 11:45 a.m., carrera 34 con calle 13.

Los aprendices de grafiti de la familia Ayara.

Perseguir a los grafiteros políticos que pintan los bienes privados de la ciudad es una tarea maratónica. Hoy es la marcha de la paz. ¿Qué tantos grafitis se podrían pintar en esta jornada en la ciudad? Sigo al bloque de los estudiantes que sale desde la carrera 7ª con calle 41 y baja por la calle 39 para tomar toda la carrera 13, un

paraíso para cualquier grafitero, pues lo único que se veía eran paredes blancas. La marcha sigue avanzando y antes de llegar al hotel Tequendama, un grupo de cinco jóvenes, que cubren sus rostros, se paran a hacer guardia a una mujer que en menos de diez segundos ha escrito: “Sin Justicia social no hay Paz”. Se disuelven entre la multitud, se destapan los rostros, guardan los aerosoles, y siguen en la marcha. Más adelante, en un edificio residencial se vuelven a encontrar; esta vez tres grupos diferentes frente a una gran pared. De izquierda a derecha se lee “Socialismo y paz”, “Sin mujer no hay lucha” y “Sin educación no hay paz”, mientras que un bloque de académicos y estudiantes de la Universidad Javeriana comienza a abuchearlos y a gritarles que los asalariados son los que terminan borrando esos grafitis. Los jóvenes de rostro oculto no se inmutan ante la presión, y en su defensa, otro bloque de marchantes comienza a gritar “¡Pinta, pinta, pinta, pinta!”, en señal de apoyo. Una grafitera que prefiere dejar su nombre en el anonimato opina: “Somos conscientes de

eso, pero las paredes son las que hablan por

'Guache' pintando durante la marcha por la objeción de conciencia, el 24 de agosto.

La crítica a los medios en un mural de la Javeriana, 2013.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Arriba: Obras de los artistas internacionales Entes y Pésimo, invitados por el Distrito.

Derecha: Arte Urbano Veinti6 El Dorado. Puente de la calle 26 con carrera 13

nosotros cuando los medios de comunicación no lo hacen”. Este clandestino y ajetreado ritual se repite dos veces, y justo antes de llegar a la plaza de Bolívar, por la carrera 10ª , la piedra amarilla del Palacio de Justicia se convirtió en la superficie perfecta para los cinco grafiteros que acompañaban la marcha. Una escena anormal, pues no había ni policías ni celadores que les dañaran este momento. 22 de julio de 2013, calle 26, 11:00 a.m. Gracias a una convocatoria del Instituto Distrital de Artes (Idartes), en alianza con otras instituciones del Distrito, se realizó el Primer Encuentro de escritores y Arte Urbano Veinti6 El Dorado", donde se otorgaron cinco becas a diferentes colectivos de la capital para que reinventaran el aspecto del corredor vial de la calle 26 entre la avenida Caracas y la NQS. Huele a aerosol. Los colectivos autorizados ya comienzan a bocetar lo que será, después de

casi tres semanas de trabajo, el resultado de una nueva cara de este sector de la ciudad como regalo en su cumpleaños 475. En esta ruta de color encontramos un cuento infantil sobre ruedas, la imagen de Jaime Garzón, una crítica a la extracción minera, una reivindicación de la figura indígena y “el beso de los invisibles” (la famosa foto que publicó El Tiempo de una pareja en el Bronx). Las intervenciones comenzaron el 22 de julio y finalizaron el 6 agosto. Los artistas ganadores de la convocatoria fueron los colectivos Bicromo, Vértigo Graffiti, 20.26 DC, M30 y Bogotá Street Art. Además de estos colectivos, se puede observar debajo del puente de la calle 26 con carrera 13 a decenas de grupos pintando según su estilo. “Leí en el artículo de El Espectador

que podíamos pintar acá en la 26, y pues me pareció un poco injusto que solo pudieran hacerlo cinco colectivos, porque el grafiti en Bogotá tiene mucho más que dar. Entonces hice el di-

bujo, vine, dediqué el tiempo y ya casi termino, mi firma es DAP, casi todos mis grafitis se los dedico a Cristo o a la Virgen”, comenta un artista espontáneo que llegó con dos pupilos el primer día de la toma artística. Es paradójico que el grafiti se reglamente en Bogotá cuando es una práctica originada en la clandestinidad y la ilegalidad en la cual los artistas se ponen a prueba, se arriesgan y demuestran con capacidad que pueden asumir retos cada vez mayores. Por otro lado, aunque las nuevas normas no buscan ‘domesticar’ el grafiti, sí pretenden tener un mayor control sobre esta actividad y tratar de defender los derechos tanto de los ciudadanos como de los artistas de la calle, para evitar que crímenes como el de Diego Felipe Becerra se repitan en Bogotá, que con iniciativas como esta, hoy es una de las ciudades más importantes en la escena del arte callejero en Latinoamérica.

Arriba: Fragmento del mural Tejiendo Esperanza en la calle 26 del colectivo Bogotá Street Art.

El Decreto

075 de 2013 reglamenta el arte callejero. Paradójica regulación para un arte de origen clandestino. 39

Mural de Toxicománo en la calle 26.

El imborrable grafitero La muerte de Diego Felipe Becerra, el 19 agosto de 2011, ha suscitado varios debates. Uno de ellos tuvo lugar en la Alcaldía de Bogotá, donde se vio la necesidad de reglamentar el uso del espacio público por parte de los grafiteros, que ya alcanzan los 5.000 en la ciudad. La Secretaría de Integración Social e Idartes comenzaron una serie de reuniones y mesas de concertación que concluyeron con el Acuerdo 482 de 2011 y luego con el Decreto 075 de 2013, que dictamina normas sobre arte urbano y reglamenta los lugares permitidos, los no autorizados, las acciones pedagógicas y las sanciones.

Cartel de Diego Felipe Becerra en la Marcha por la Paz del 9 de abril de 2013.

A dos años del asesinato del joven grafitero, del 17 al 19 de agosto se reunieron familiares, amigos y artistas de la ciudad en torno al puente de la calle 116 con avenida Boyacá —donde pintó por última vez—, con el fin de hacerle un homenaje a Trípido, cuyo crimen sigue en la impunidad. Sus familiares de primer grado interpusieron una demanda multimillonaria contra la nación por incumplimiento del mandato constitucional de protección a los ciudadanos, demanda que está en poder de la Procuraduría General de la Nación.

Mural de 'El Gato' (Diego Felipe Becerra) en Pontevedra.

Estación Central

Cátedra de

suicidio

Texto: Ángela Sierra Bernal patriciasierra900@gmail.com Ilustración: Felipe León

Las ideas suicidas, los intentos de suicidio y el suicidio consumado son algunas de las mayores preocupaciones para las comunidades universitarias. Según Medicina Legal, en 2011 se presentaron en Colombia 480 suicidios de jóvenes entre 15 y 24 años de edad, de los cuales 85 fueron en Bogotá. Diana, una joven universitaria que sobrevivió a un intento de suicidio hace un par de años, accedió a dar su testimonio.

“Era marzo, porque recuerdo que esa primera pelea fue porque se le olvidó llamarme el Día de la Mujer; le hice el reclamo y peleamos fuerte. Llevábamos siete años juntos, pensaba que me había llegado el ‘felices por siempre’ y no había nada que pudiera dañar nuestra relación. ”Recuerdo que me dijo que estuvo trabajando y que se le había pasado, que ni siquiera su mamá había recibido una llamada suya. Me pidió perdón y me dijo que celebraríamos al día siguiente; él tenía una reunión en la noche y no podía faltar. ”Al otro día me desperté y todo mi mundo había cambiado. ‘Anoche conocí a alguien en

En 2011,

en Bogotá, hubo suicidios de jóvenes entre 15 y 24 años

66 hombres 19 mujeres

una fiesta’, me dijo. Era costeña, atractiva, independiente con apartamento y carro propio… y no jodía (esta fue su descripción). No puedo recordar lo que pensé en ese momento porque sencillamente el dolor me atropelló tan fuerte que nubló cualquier pensamiento”. *** Con frecuencia se publican noticias de jóvenes que deciden acabar con su vida, y muchos eran universitarios. A pesar de ello, la gran mayoría de instituciones de educación superior no parecen estar interesadas en el tema. Solo la facultad de Psicología de la Pontificia Universidad Javeriana ofrece desde 2004 la cátedra de suicidio. Según su creadora, Lucía Carolina Barbosa, “es un mecanismo excelente a nivel

preventivo, pues abre un espacio en el que las personas tienen la tranquilidad de poder hablar del tema sin tapujos y la posibilidad de cuestionar su postura frente al tema. Lo que cambia, fundamentalmente, es no juzgar ni criticar a la persona que se ha suicidado, no juzgar ni criticar a las personas que han estado cerca de esa persona que se ha suicidado, sino tratar de comprenderlas y entender qué fue lo que pasó”. ***

“Quien no lo haya sentido no va a poder entenderme, seguramente se burlará y dirá que fui una inmadura y que hay millones de hombres en la Tierra. Lo que sentí fue dolor físico y mental. No eran ganas de llorar, aunque lloré, mucho. No me dolió la cabeza, ni el estómago, ni los músculos, pero me dolía hasta levantar un dedo. ”Intenté volver con él durante más de un mes, llegué a pedirle un carro a mi papá, que me lo compró sin imaginarse que lo quería para poder competir contra aquella costeña independiente". *** La profesora experta en suicidio explica que hay cuatro causas genéricas para que un joven piense en suicidarse: la primera son las fallas en el ámbito familiar, que pueden evidenciarse en la falta de apoyo de los padres al joven y en la violencia intrafamiliar; la segunda es la presión impuesta en la universidad para

que los estudiantes obtengan buenos resultados académicos, lo que genera un ambiente individualista. La tercera se relaciona con el consumo de alcohol, una de las principales causas de suicidio; incluso, se ha demostrado que la mayoría de jóvenes consumen grandes cantidades durante los seis primeros semestres y esto puede desencadenar en una adicción. La cuarta tiene que ver con las relaciones interpersonales: los jóvenes no solo buscan una pareja, sino también amigos. Cuando no encuentran una estabilidad en estos dos ámbitos, empiezan a sentirse solos, y la soledad puede llevar al suicidio.

“Normalmente lo que hay frente a los jóvenes es una gran presión que termina por reventarlos. Si no pueden con la presión y además se sienten solos, no se sienten queridos ni apreciados, eso termina por explotar”, dice la experta. Y estos casos de suicidio se presentan en universidades de todos los estratos, porque tener cosas materiales no es igual a tener amor, compañía o identidad. ***

“Fue el 20 de abril cuando llegó a mi casa. Estaba vestido de negro y se bajó del asiento del pasajero de un BMW viejo y destartalado. En la silla del conductor estaba una mujer de unos 35 años, atractiva pero vieja, me miraba con desdén y sonreía burlona. ‘Esta es mi novia, ahora soy feliz con ella, deja de buscarme. Ella me hace feliz, es madura y no espera tenerme a su lado día y noche. Por cierto, el Día de la Mujer no te llamé porque estaba con ella, ese día formalizamos lo nuestro… ¡ah!, y no hubo ninguna reunión, simplemente quería pasar la noche con ella y no quería verte. ”Sus palabras eran lo único que oía y sentía. ¿Por qué me tenía que herir tan hondo? ¿Por qué de una manera tan horrible? No volví a la universidad. Además, apagué mi celular, no revisé más mis cuentas de correo electrónico ni mis redes sociales. Cerré las cortinas de mi cuarto y me acosté en la cama; me dolía el cuerpo y el alma. ”Lloré mucho. Me quedaba dormida llorando y amanecía con los ojos mojados, me despertaba en la mitad de la noche gritando del dolor y

ahogada en llanto. No me daba hambre, pero comía unos bocados al día. ”Hasta las actividades más sencillas me costaban un trabajo enorme. Duré casi dos semanas sin bañarme, cuando lo hice simplemente dejé que el agua me mojara. Dormía escasas cuatro horas al día, eso cuando lograba dormir. Duraba el día entero en la cama, pero cada día que pasaba me sentía más cansada". *** El Manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales indica que una persona atraviesa por un trastorno depresivo mayor si durante más de dos semanas cumple con cinco o más síntomas como estos: estado depresivo durante la mayor parte del día durante casi todos los días, disminución de la capacidad de placer en todas o casi todas las actividades, pérdida del apetito, insomnio o hipersomnia, lentitud motora, fatiga o falta de energía, sentimientos de inutilidad o culpa inapropiados, disminución de la capacidad para pensar o tomar decisiones, pensamientos recurrentes de muerte, ideación o intento suicida. ***

“Era 25 de junio, con las pocas fuerzas que tenía me abrazaba las piernas, hundí la cabeza entre mis rodillas y sollocé desesperadamente. Escuché la puerta de mi cuarto, levanté la cara y ahí estaba, impecable, sin rastro de haber sufrido. Su imagen pulcra se vino al piso un segundo después, se acercó y me abrazó, tomó mi cara entre sus manos y me secó las lágrimas. ‘¿Qué te pasó, por Dios? Te ves terrible’. En ese momento la fuerza volvió a mi cuerpo más por la indignación que por la energía. ”Le quité las manos de mi cara, lo miré con todo el odio que había acumulado y le dije que se largara, que no viniera a decirme lo terrible que me veía después de todo el daño que me había hecho; me pidió perdón, empezó a llorar, pero yo no escuché nada. Solo le gritaba que se largara, que no me buscara más, que se olvidara de mí, que lo odiaba. Finalmente se fue. ”Caí rendida en la cama llorando desconsolada; nunca he sentido un dolor tan terrible en mi vida. Me levanté a tropezones, fui a la despensa de las drogas de mi casa. Tomé todo

lo que encontré: jarabes, inyecciones, pastillas y hasta una crema. Me fui a mi cuarto, sin tener ni idea de lo que hacía me inyecté dos sustancias en el brazo, me tomé una por una 42 pastillas de cajas diferentes y dos botellas de jarabe para la tos. ”Justo cuando el dolor, ahora sí identificable en el estómago, empezó a atacarme, tomé un CD que estaba encima del equipo de sonido de mi cuarto, lo rompí en dos y con una de las puntas me corté la muñeca, salía poca sangre, entonces supe que no iba a lograr nada haciéndome rasguños. Tomé fuerzas y lo clavé hasta el fondo, corté hacia arriba por el brazo, sentí cómo cada músculo se rompía al paso del filo. Ya no me dolía nada". *** Según la experta y los datos entregado por Medicina Legal, por cada mujer que se suicida en nuestro país hay cuatro hombres que hacen lo mismo: 689 hombres y 144 mujeres consumaron el suicidio en 2011; de estos, 225 hombres y 47 mujeres lo hicieron en Bogotá, de los cuales 66 hombres estaban entre los 15 y los 24 años, mientras que 19 eran mujeres en el mismo rango de edad. La estadística cambia cuando de intentos de suicidio se trata, pues en este caso por cada hombre que intenta suicidarse hay entre cinco y siete mujeres que lo hacen.

Según datos de Medicina Legal,

689 144 hombres y mujeres

consumaron el suicidio en

2011

***

“Me desperté cuatro días después. Mi mamá estaba al lado de mi cama y yo tenía cables por todo el cuerpo. Fue él mismo quien me encontró, 20 minutos después de irse, cuando volvió a intentar dialogar conmigo. ”Tocar fondo me sirvió para darme cuenta del valor de mi vida. Empecé a comer, después de un mes ya no necesitaba sedantes para dormir. Le pedí que se alejara de mi vida, empecé a recibir ayuda especializada y actualmente me siento mucho mejor. ”De algo estoy segura: si la ayuda y la atención a mi sufrimiento hubieran sido oportunas, esto nunca habría pasado. Nadie, aparte de mi familia, se preocupó nunca por mi situación, ni la universidad, ni mis compañeros; nadie se interesó por las razones de mi retiro o mi desaparición del mundo".

“He pensado

matarme”

Texto: Oskar Gutiérrez Garay oskargutierrez@gmail.com Ilustración: Juan David Sánchez

Un profesor de psicología —egresado de la maestría en Literatura de la Universidad Javeriana— narra una experiencia con adolescentes que coquetean con la idea del suicidio. No fue un comentario sino una afirmación, rápida y contundente: “He pensado matarme”. Ese noviembre de 2010 traía uno de los peores inviernos de la historia recordada. Estaba en un colegio distrital con mis estudiantes de la clase Psicología del Adolescente, de la Universidad Manuela Beltrán. Tenía a mi cargo tres cursos de la misma materia. El colegio ya se había inundado dos veces la última semana, pero seguía dando clase. La orden de la ministra de Educación, María Fernanda Campo, era continuar. No se interrumpirían las clases. No dejaba de llover.

La visita al colegio tenía como único propósito mostrarles a mis estudiantes que la psicología no es solo la que está en los libros. El colegio está empotrado en los cerros surorientales de la ciudad de Bogotá, cerca al Veinte de Julio, en la localidad de San Cristóbal. Mis estudiantes tenían que desarrollar una serie de talleres elaborados en clase para abrir espacios de diálogo y discusión frente al tema de culturas juveniles. Hicimos grupos de trabajo, hablé con una docente amiga para que nos permitiera los espacios e hicimos seis grupos repartidos en salones diferentes. El ejercicio transcurrió de la manera prevista. Mis estudiantes tenían la cara de los que están a punto de ser ejecutados. Los estudiantes del colegio cuchicheaban y bromeaban. Unos se diferenciaban de los otros por apenas dos o máximo tres años de edad.

Yo iba rotando por los salones y en ese momento me encontraba en una esquina del salón 14, sin ser partícipe de la actividad y evaluando a mis estudiantes; su postura, desenvolvimiento, frescura, manejo del discurso, cuando pasó una chica al frente y rompió con rabia el papel en pedacitos. Se sentó sin decir nada. A todos nos impactó la escena. Mis estudiantes me miraron y yo los miré a ellos para que fueran a hablar con ella. Una de mis estudiantes se acercó a la joven y le preguntó por qué había roto el papel con tanta rabia. Lo único que respondió fue: “He pensado matarme”. En 2012, según Medicina Legal, 1642 personas se quitaron la vida en Colombia. La diferencia entre hombres y mujeres fue de más de 300% en favor de los primeros. Esto corrobora la hipótesis de que las mujeres se intentan matar más, pero los hombres en verdad lo logran. Evolutivamente parece haber una relación inversamente proporcional entre el hecho de poder engendrar vida y cultivar la propia decisión de muerte. *** La chica que rompió el papel en pedazos se llama Marcela. Es bajita, de ojos claros, boca pequeña y cabello castaño claro, limpio y desordenado. Cuando mi estudiante le preguntó por qué había reaccionado así, dijo sin titubear que estaba pensando en matarse. A mi estudiante le cambió la cara y supe que no se acordaba de absolutamente de nada de lo que habíamos trabajado en clase. Nuestro último tema en la clase había sido precisamente “adolescentes y suicidio”. Me sentí conmovido durante esa semana en la que abordamos el tema. Dos primos míos se habían quitado la vida; uno, apenas cuatro meses atrás. Pero lo tomaba con tranquilidad, quería que la clase fuera divertida. En el salón brincaba de un lado para otro. Me quitaba el cinturón, me lo enlazaba en el cuello y sacaba la lengua. Hacía una pistola con la mano y me disparaba en la sien y luego marcaba cruces sobre mis ojos. Algunos estudiantes reían, otros miraban para otra parte o escribían en sus portátiles o en la Blackberry. Ahora veo las imágenes de la clase como en blanco y negro, a una velocidad menor y en silencio. Mi primer primo se mató en plena final del Mundial de Fútbol de 2006. El segundo, cuatro años después, también en el mundial; las lógicas circulares de la vida.

Según cifras estadísticas de Medicina Legal, entre enero y mayo de 2013, 67 menores de edad se suicidaron en Colombia: 40 hombres y 27 mujeres, la mayoría entre 15 y 17 años. Mi clase tenía el propósito de dar a los estudiantes herramientas básicas para trabajar con jóvenes. En el caso del suicidio, reconocer síntomas, hacer una lectura compleja del fenómeno donde se reconociera la importancia de la familia y las demás instituciones sociales, los desencadenantes e indicadores y algo de intervención en crisis, por si alguno de ellos se encontraba de golpe con un ‘pelado’ sobre la cornisa de un edificio, a punto de saltar. Trataba de enseñarles a los estudiantes que la psicología queda desnuda ante la condición del ser. Que lo primero que tenían que hacer antes de recitar de memoria el libro básico de desarrollo del adolescente o el de patología para diagnosticar un trastorno (depresión, esquizofrenia, personalidad bipolar), era cerrar el pico y escuchar lo que tuviera que decir el joven. *** El suicidio en el mundo es la tercera causa de muerte entre jóvenes entre 15 y 22 años, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se combate el consumo de sustancias con ferocidad, se endurecen las penas en el código de la infancia y la adolescencia, se reprime y se castiga sin miramientos y todo se pierde en la espesura de lo que en verdad es importante. Muy pocos son los que escudriñan más allá y se atreven a desenmarañar aquello que calla. No muchos van más allá de la patología que termina rotulando todo como “enfermedad mental”. Mi estudiante me seguía mirando. Yo con la boca le señalé para que la mirara a ella, a nuestra nueva suicida en potencia, a Marcela. Lo hizo y salieron del salón. Hablaron durante más de media hora. Pensé que seguro ella tendría problemas en la casa, como luego lo corroboré; los amigos la rechazaban y se burlaban despiadadamente de ella; había problemas económicos, un padre maltratador y una madre que no hacía nada. *** Según la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio (IASP, por sus iniciales en inglés), es importante que los medios de comunicación desarrollen lineamientos

precisos, responsables y éticos para reportar los casos de suicidio, evitando que se presenten como información amarillista o se enmascaren por temor a fomentar un comportamiento imitativo. Necesitamos de ese periodismo serio que se aleje del amarillismo bastardo de la nada absoluta e hiperconectada. Todavía podemos decir y hacer algo frente a la agonía del espíritu humano que cada día se lleva alrededor de 3000 vidas, 6 de ellas en Colombia. Por cada persona que se suicidó hay 20 que lo intentaron; hay 20 potenciales suicidas que pueden volver a intentarlo y hay 20 historias con las cuales se puede trabajar en el mejoramiento de la autoimagen, las habilidades sociales, el reconocimiento, el respeto por la soledad y otros aspectos que harían disminuir la cifra drásticamente. El suicidio no se previene escondiendo todas las sogas, cerrando todos los frascos de pastillas, destruyendo todas las armas o construyendo edificaciones de un solo piso. El suicidio se previene desde la constitución misma del ser, en la raíz de las relaciones que el sujeto establezca con el mundo y consigo mismo y en la exaltación de su espíritu de perseverancia. Espero que mi estudiante se haya acordado de lo que le dije en clase: “No le reciten al suicida motivos para no matarse, busquen con él o ella motivos para seguir viviendo. Esto, aunque parecido, son dos cosas muy diferentes”.

* 1642

En Colombia:

personas se quitaron la vida en 2012

Marcela entró nuevamente al salón con mi estudiante y se sentaron. Intercambiaron papeles con sus teléfonos y correos electrónicos para seguir hablando después. Marcela sigue viva. Mi estudiante sigue viva. Ambas hablan con regularidad. Mi estudiante me contó hace poco que habían hablado de los casos recurrentes de jóvenes que se estaban matando con monóxido de carbono o ahorcados y que transmitían el suicidio en tiempo real por chats. Al salir del colegio en la localidad de San Cristóbal con 23 estudiantes de la clase de Psicología del Adolescente, rumbo al paradero de buses, los charcos comenzaban a expandirse por la lluvia que volvía a caer. Nosotros, los que aún sobrevivimos a un familiar suicida, quedamos a la deriva esta y otras odiosas mañanas dándole vueltas a la pregunta: ¿adónde van luego del suicidio?

La Bogotá de

46 Soledad

Centenario

Fotos: Cortesía de Isabel Corpas de Posada y Carolina Alzate •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Soledad en su juventud.

En el centenario de la muerte de la escritora bogotana Soledad Acosta de Samper, Directo Bogotá le rinde homenaje como decana del periodismo en Colombia y fundadora de las primeras revistas dedicadas a la mujer. La escritora nació en Bogotá en 1833, donde murió a los 79 años. Aunque vivió largos periodos en el exterior, aquí escribió buena parte de su vasta obra en los más diversos géneros. En octubre, la Biblioteca Nacional abrirá una exposición para ilustrar su vida y su obra. Única hija del general liberal Joaquín Acosta y de Carolina Kemble, Soledad pasó su infancia en distintos países (Ecuador, Estados Unidos —de donde era su madre—, Inglaterra y París) antes de radicarse en Guaduas, Cundinamarca. Allí conoció a José María Samper, liberal radical, escritor y periodista. Ambos quedaron prendados y al regresar a Bogotá (1853), Solita comenzó a escribir su “diario íntimo” de enamorada al que puso punto final en 1855, en vísperas de su matrimonio con su amado Pepe. En ese diario, con frecuentes alusiones al paisaje santafereño, resalta el cerro de Monserrate: “Dominaba todo cual gigante alto, erguido

y majestuoso ¡Cuántas generaciones ha visto aquel gigante!”. También habla de las fiestas en el barrio Egipto, al oriente de la ciudad; sus paseos por la alameda; los encuentros en el altozano de la catedral; las idas al coliseo Ramírez, el primer teatro bogotano (donde hoy queda el teatro Colón). Sin olvidar los días de zozobra que pasó en un convento de las monjas de Santa Inés, a las afueras de la ciudad, a causa del golpe que dio José María Melo al presidente constitucional José María Obando.

En su corto noviazgo, y mientras Samper estaba apoyando al gobierno en Ibagué, ella observaba desde el balcón de su casa, vecina al palacio de San Carlos, el movimiento de las tropas oficiales en la plaza de Bolívar. Con el corazón inflamado, escribió una de sus primeras proclamas invitando a las “valientes bogotanas a tomar las armas” (10 de junio de 1854), utilizando uniforme "a la Bloomer" con frases de esta tesitura:“¡Conciudadanas!

¡Levantad vuestras tímidas cabezas, fortaleced vuestros débiles brazos y marchemos a atacar a los vándalos que se han apoderado de esta ciudad! ¡No temáis! ¡Que es más honroso morir por la patria que vivir esclavas de los hombres inicuos!”. Y añadía: “¡Compañeras! ¡Corramos a las

armas! ¡Demos una lección a los que se titulan la parte valiente del género humano, mostrando que si podemos ser sumisas también el bello sexo tiene valor y energía!”. Si bien llevaba una agitada vida social, como joven de clase alta, suspiraba por su amado, con quien tanto disfrutaba bailando, cantando y componiendo versos. Leía en inglés y francés obras de literatura, historia, ciencia, religión; traducía y estaba al tanto de la actualidad internacional gracias a los periódicos extranjeros que llegaban a su casa. Como narra Carolina Alzate, profesora de la Universidad de Los Andes, en el prólogo del Diario íntimo y otros escritos de Soledad Acosta de Samper (2004): “Al final de la guerra ve-

mos calles bogotanas por donde corre sangre, balcones desde los cuales se ven con catalejo los sucesos de Bosa, de Las Cruces, de Santa Bárbara, de la Plaza de Bolívar. Esos ojos de veinte años nos dejan asomarnos también a la manera como se concebían las relaciones de pareja, las interfamiliares y las sociales. Y vamos con ella a los bailes y a las visitas. También a algunas huertas y jardines, de paseo por Fucha o por San Diego”. José María y Soledad pasaron la luna de miel en Chapinero, como se estilaba en la época. Y por los álbumes de dibujos y poesías que dan testimonio de esa plenitud, se deduce que la pareja recorrió parajes románticos como la cascada de la quebrada Las Delicias y las quintas de Chapinero rodeadas de bosques.

Casa donde vivió y falleció Soledad Acosta, al lado del Palacio de San Carlos.

En sus memorias, tituladas Historia de un alma, Samper cuenta que después de celebrar el matrimonio, bendecido por el arzobispo de Bogotá, se fueron a pasar la luna de miel a la quinta de Chapinero, que después perteneció al arzobispo Arbeláez. “Allí pasamos en la soledad algunas

semanas de suprema felicidad, entretenidos todos los días en deliciosos paseos a pie o a caballo, en componer versos y dibujar paisajes, y en las más gratas lecturas literarias”. En 1872, murieron sus dos hijas menores a causa de una epidemia de tifo que hubo en la ciudad. Y la mala racha siguió: en 1875 encarcelaron a Samper, que apoyaba a Rafael Núñez, y ella le escribió una carta pública al presidente Santiago Pérez en la cual le pidió la liberación de su esposo; al año siguiente, Samper volvió a caer preso y esta vez les decomisaron la imprenta y la casa. En 1888 murió José María y ella siguió al frente de las empresas periodísticas, sin dejar secar la pluma que le daba la subsistencia. Isabel Corpas de Posada, investigadora del Instituto Caro y Cuervo que ha recopilado

El manifiesto a "las valientes bogotanas", iba acompañado de una ilustración.

Diario de Soledad hallado por Carolina Alzate en la sede Yerbabuena del Instituto Caro y Cuervo. Fotografía: Jorge H. González.

toda su obra, contabilizó más de 400 referencias bibliográficas en todos los géneros. En su revista La Mujer, en 1879, publicó su relato más surrealista, “Bogotá en el año 2000: una pesadilla”, firmado por Aldebarán, donde cuestiona las políticas de educación para las mujeres. “Como iba diciendo, soñé

con cosas extrañas. Figuréme que llegaba en una máquina alada a una ciudad toda embaldosada de mármoles y piedras de colores, y repleta de altísimos monumentos, cuyas cumbres se perdían entre las nubes. Por todas partes veía grabadas estas palabras: Viva el siglo XXI. A pesar de todo reconocí a Bogotá, pero una Bogotá que rivalizaba con las ciudades más civilizadas del extranjero que yo había visitado”, se lee al comienzo. Para abreviar el cuento, llegaron a una elegante casa en donde los dueños estaban al servicio de las sirvientas, que ostentaban rimbombantes títulos de la Universidad Nacional, se dedicaban

a la política, las ciencias y las bellas artes mientras los patrones atendían las faenas caseras. Para más oprobio presumían de ser ateas porque habían sido educadas en colegios públicos; se declaraban socialistas con iguales derechos a los hombres; partidarias de la unión libre y de la completa emancipación de la mujer. Además, defendían el derecho al sufragio para votar por sus congéneres. El mundo al revés o el apocalipsis que se temía doña Soledad, considerando las ínfulas emancipadoras de las mujeres de su época. En últimas,

“supo cómo convertir los miedos en sueños y como reírse de ellos”, dijo Monserrat Ordóñez, primera estudiosa de esta autora en Colombia, quien la presenta así: “Escribió sin interrupción

toda su vida: periodismo, traducciones, crónicas de viaje, novelas románticas y sentimentales, cuadros de costumbres, crítica literaria, cartas, teatro, novelas históricas, biografías, obras de ensayo, además de dirigir y en ocasiones redactar casi en su totalidad al menos seis

Eventos del

centenario Dibujo de la quinta de Chapinero donde pasó su luna de miel.

revistas, de uno o dos años de duración cada una. Sin embargo, su importante aporte a la literatura, al periodismo y a la historia del país aparece como marginal en la historia de la literatura colombiana, que pocas veces la menciona y no la ha reeditado sistemáticamente”. En 1903, SAS (como solía firmar) escribió un manifiesto firmado por más de 300 bogotanas, con el cual se le pedía al vicepresidente Marroquín que diera explicaciones por los hechos que desencadenaron la separación de Panamá. Y con ese notorio ascendiente entre mujeres, historiadores y literatos fue invitada a participar en las celebraciones del primer centenario de la Independencia, en 1910, cuando el parque de la Independencia y del Centenario se engalanaron para la gran fiesta. En la plaza de Los Mártires ella encabezó el homenaje a Antonio Nariño. Pese a ello, en Bogotá no existe ni un busto ni un colegio que le rinda tributo, como sí funciona una Institución Educativa Soledad Acosta de Samper en Cartagena, ciudad de sus afectos, donde otra Soledad (Román) alcanzó notoriedad, pero no por su talento literario sino por su matrimonio con el presidente Núñez, con quien nuestra Soledad mantuvo una estrecha amistad y correspondencia, afianzada por sus creencias religiosas y sus valores conservadores.

En marzo pasado, el Ministerio de Cultura declaró el 2013 como el año Soledad Acosta de Samper, escritora defensora de los derechos de la mujer en el siglo XIX, en el centenario de su muerte, ocurrida el 17 de marzo de 1913.

En la Feria Internacional del Libro de Bogotá, la profesora Carolina Alzate presentó un libro con las novelas Laura, Constancia, Una venganza, en coedición del Instituto Caro y Cuervo y la Universidad de Los Andes. En agosto se presentó la compilación de relatos Recuerdos de Santa Fe en la colección de Libro al Viento (recobrados por Santiago Espinosa). En septiembre se lanzó la estampilla con la efigie de la escritora. Se emitieron 10.000 estampillas a un precio de $2.500. La Biblioteca Nacional abrirá el 10 de octubre una exposición sobre la vida y obra de la escritora, que se podrá visitar hasta enero de 2014. Además, está en proceso de digitalizar la obra de la escritora en el portal digital del patrimonio bibliográfico colombiano. Y el 30 y 31 de octubre se realizará el Simposio Internacional Soledad Acosta de Samper, organizado por la Universidad de Los Andes y el Instituto Caro y Cuervo. Además, el Teatro Tierra, bajo la dirección de Juan Carlos Moyano, ofrecerá el montaje de la obra dramática, Las víctimas de la guerra, de Soledad Acosta de Samper, muy a tono con la realidad actual.

Tumba de José María Samper en el Cementerio Central. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Su tumba a ras de suelo en el Cementerio Central es de una sobriedad conmovedora, sobre todo porque al lado sobresalen las de su marido y sus dos hijas, en sendos mausoleos. Y es que al ser una de las pocas escritoras del siglo XIX dedicadas al oficio en un país dominado por los hombres, experimentó la soledad de género.

Divino Rostro Fotos: Cortesía del artista y del Museo de Arte Moderno de Medellín •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••

Lucas Ospina:

en la jugada del arte Es un crítico pegado a una nariz. Pero ve mucho más allá y se dedica a oler y describir lo bueno y lo malo del arte contemporáneo. Publica columnas y blogs en Arcadia, Esfera Pública y La Silla Vacía. Es Lucas Ospina, profesor, artista, crítico de arte, curador y director del Departamento de Arte de la Universidad de los Andes, quien enseña cómo se juega al arte. Son las 8:30 de la mañana de un martes, y Lucas Ospina habla sobre El Aleph de Borges:

“Quizás nos sirva un poco para entender la representación versus la presentación. Los artistas representamos, contrario a la presentación que es la acción: ‘Le rompo la cara, marica’”. Vestido con el que es casi su uniforme —camisa blanca, chaqueta de algodón azul con capucha, jeans y zapatos negros—, habla de todo en una de las clases que dicta en la Universidad de los Andes.

Jugando en serio Como crítico, Lucas Ospina ha escrito sobre lo que ha querido sin que pase nada; nada y sigue aireando verdades incómodas; nada y sigue mencionando instituciones; nada y sigue enseñando, exponiendo, vendiendo obras. Con ese doble sentido que lo caracteriza aborda desde exposiciones y ferias, hasta la censura, el mercado del arte y la gestión de entidades culturales. No es de los que escriben omitiendo nombres (a veces incluye una foto para que no quede duda). No se le escapa nada en sus columnas o blogs.

“Hacer arte y escribir me pone en un lugar raro; a algunos artistas les molesta mucho, dicen: ‘Si él es artista, ¿cómo va a escribir en contra de los artistas?’, ‘Escribe para hacernos quedar mal a algunos y él posicionarse mejor’. A mí

me impresiona que yo haya jugado squash con curadores como José Ignacio Roca; cuando estamos en la cancha no me perdonan una porque están jugando el juego, y yo no me pongo bravo si me hacen una jugada o el otro jugó mejor. Entonces no entiendo por qué esas personas, como Roca, se molestan cuando escribo algo sobre lo que ellos hicieron. Pero después entiendo: el juego de ellos está directamente relacionado con su sustento económico”.

Además de su sinceridad, sus textos se caracterizan por la variedad temática: un día se pueden referir a la gestión del MAMBO y su directora (incluido un fotomontaje en el que una colosal Gloria Zea reposa sonriente sobre su museo), otro a una feria de arte, a una exposición de Camnitzer, al nuevo papa, a Juan Manuel Santos, al tour de TBA 21, Outset y la Serpentine por Colombia (del que hasta publicó todo el itinerario).

Así, sobre Eduardo Serrano, otrora uno de los críticos y curadores más visibles del país, escribió en mayo de 2009 para la revista Semana:

La primera ronda

“Las instituciones y espectadores que contratan a Serrano fungen de cultos pero son analfabetas, no escuchan ni leen, son público, no audiencia. ¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se estaca? Los sucesores de Serrano están en fila listos para ofrecer sus publirreportajes, siempre habrá clientes interesados en broncearse con el aura del ‘crítico de arte’”.

“Yo estudié arte en la Universidad de los Andes, pero al principio no me gustaba esta carrera. Vivía en una casa grande en el barrio La Macarena con mi mamá, Vicky Ospina, que es fotógrafa. Mi papá es actor, Sebastián Ospina, y tengo un tío que hace cine y se llama Luis Ospina. Así que uno podría decir que estaba obligado a hacer

En "Malicia indígena" (2011), Lucas Ospina presenta los bustos de Hitller, Stalin y Mussolini.

Curiosamente, el aura del crítico de arte — a quien piden que escriba textos, catálogos y respalde exposiciones— está hoy también con Lucas, tal como en años pasados estuvo con Marta Traba o Carolina Ponce de León. Lucas Ospina explica así el fenómeno del crítico-curador-artista que representa: “Está

la idea de que el crítico es un artista frustrado, resentido. Incluso hay un chiste que dice que los críticos son como los eunucos. Los que escribimos en Esfera Pública no es que seamos artistas frustrados, pero de alguna manera, por todo lo que requiere ser un artista y ser solo artista, todo el lobby que hay que hacer, todos los sapos que le toca a uno tragarse, todas las comidas con coleccionistas, todas las colectivas en las que le toca a uno aguantarse que le pongan el trabajo al lado de alguien que no le gusta. Pero también tenemos que ganarnos la vida con trabajos de profesor, de empleado, entonces escribir es más fácil que hacer una exposición”. Pero aunque tenga un ideal para sus textos, aunque a veces quiera denunciar, es el primero en reconocer que en el juego del arte no pasa nada: “Si usted lo mira en términos de merca-

deo, todo lo que escribe alguien en términos críticos no tiene la menor injerencia sobre el arte. Es más una cosa de oferta y demanda”.

Arriba: Los medios cayeron en la trampa de Lucas Ospina.

Abajo: 'Tristes presentimientos de lo que ha de acontecer', el grabado de Goya hurtado en la Fundación Gilberto Alzate Avendaño.

arte”, comenta Lucas. Entonces, a finales de los ochenta y principios de los noventa se metió a estudiar arquitectura. Allí se dio cuenta de que si el arte implica cierta negociación, la arquitectura requiere muchas más manos. En revistas de Los Andes como El Exterminador y Mancha contribuyó con textos y con el diseño. Con su amigo el artista Bernardo Ortiz, fundaron después El Bastardito, que solo circuló una vez. Desde entonces descubrió el poder de las palabras. Tras graduarse en 1995, Ospina diseñó e imprimió los catálogos de sus primeras exposiciones. François Boucher y Bernardo Ortiz hicieron parte de esos primeros proyectos y exhibiciones en la Galería Santa Fe, espacio al que le crearon una revista con el apoyo del entonces director, Jorge Jaramillo. Aunque ya comentaba los textos de José Hernán Aguilar y las columnas de Carolina Ponce de León, internet cambió el juego. En mayo de 1998, José Ignacio Roca inició Columna de Arena, portal donde escribía sobre acontecimientos coyunturales como exposiciones, salones de arte o bienales, e incentivaba a otros a escribir. A Lucas Ospina le llamó la atención desde un principio escribir, escribir como divertimento, aunque no tuviera internet en su casa: juntar palabras, hacer transiciones, buscar un subtexto irónico. También, en aquella época, comenzó su trabajo de profesor, al tiempo en que empezaba a recibir invitaciones para exponer su obra; pero lo último que le interesaba era

ganarse la vida con sus dibujos: “Ya tenía la

experiencia de mi tío y de mi papá, que vivían de una renta sin ser millonarios; a mi mamá, en cambio, le tocaba trabajar. No me interesaba ser un artista de galería, estar ahí penando a ver si se vendía algo o no. Eso de alguna manera también liberó mi escritura”. Después vino una pausa de dos años para una maestría en escultura, becado en la Universidad de Temple, en Filadelfia. A su regreso, en 2003, empezó a escribir en el portal Esfera Pública y se convirtió en profesor de planta de Los Andes. En el 2008 fue invitado a escribir una columna de opinión en El Espectador que sostuvo durante dos años. Hoy, además de seguir escribiendo para Esfera Pública, tiene un blog en La Silla Vacía centrado en el poder; una columna en la revista Arcadia y un blog personal que congrega buena parte de sus textos (en tres años el blog ha recibido más de 27.000 visitas).

La pega del Goya Y si bien nunca pasa nada con sus escritos, una vez casi pasa: “Goya, tu grabado vuelve a la lucha”, texto publicado por Ospina en Esfera Pública el 12 de septiembre de 2008, hizo que hasta la Fiscalía se interesara. Luego de que se difundiera el “comunicado” en el que el grupo Comando Arte Libre 11-S se atribuía el robo de un grabado de Goya, hurtado pocos días antes de una exposición en la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, interpretado por varios medios como un mensaje real, se desató un pequeño escándalo y Ospina terminó rindiendo declaración. Solo cuando “El autor de la pega del Goya” (como tituló El Tiempo) emitió un nuevo comunicado, los medios reconocieron su error. Ni Noticias Uno, que contrató a uno de

“los mayores expertos en psiquiatra forense” para hacerle un perfil al ladrón, logró dar con el verdadero responsable. Con todo, el 12 de octubre, la Dijín recuperó el grabado en una habitación del hotel Torre Central, ubicado en el centro de Bogotá. El deseo de resaltar que la inauguración de la muestra, parte de una serie llamada “Los desastres de la guerra”, reunió a los políticos de un país terriblemente violento, sí se terminó

perdiendo del todo. “Nunca esperé que pasara

algo. Ya lo había hecho antes, ya me había inventado una ‘Asociación Colombiana de Críticos’, ya me había inventado textos con otro nombre, ya había hecho otras jugadas y nunca pasaba nada”, afirma Ospina. Finalmente, nadie fue a parar en la cárcel, ni siquiera el verdadero ladrón. Debido a la banalidad de buena parte del periodismo cultural que se hace en el país, la información sobre arte es muy limitada, y al crítico le corresponde formar a los públicos. Ospina aclara que la escritura de arte está entre la academia y el periodismo, y que tiene que sacar lo mejor de ambos lados: “Me gusta

encontrar un punto en la mitad, que yo además relaciono con la literatura”. En esa medida, sus textos no se quedan en lo académico. Incluso desde 2009, en su blog de La Silla Vacía, escribe sobre la relación entre imagen y poder.

Arte, crítica y curaduría Aunque sea un artista al que representan tres galerías —Jenny Vilà en Cali, Valenzuela & Klenner en Bogotá y Tanya Leighton en Berlín—, haya curado eventos como el Salón Regional de Artistas en 2012 y eso lo haga un insider, da la impresión de que escribe como si se considerara un outsider, un extraño que comenta desde lejos.

labro financiero reciente de Interbolsa, serán los mismos que escriban la historia del arte patrio. Sólo habría que cambiar las palabras ‘repos’ o ‘bonos basura’ por ‘obras’, y el nombre de la inflada acción de Fabricato por ‘arte colombiano’”, escribió entonces. “Si sus obras se venden en tres galerías ¿cómo es posible que señale al mercado?” Son comentarios que se escuchan sobre él a menudo. Es que Lucas, entre los artistas, sabe cómo se juega. Mostrando que a veces se lo toma en serio y a veces no, se ha convertido en una figura importante, casi necesaria, de la escena artística bogotana, Si no, ¿quién podría hacer esa mezcla de Teléfono Rosa con humor y a la semana siguiente publicar un texto teórico o investigativo tan bien logrado? Algo que también sabe es que la creatividad no sirve sin trabajo, que si no les pusiera empeño a sus dibujos, a sus textos y hasta a sus personajes falsos, sería un blanco muy fácil. No menos de seis meses es el tiempo que se demora preparando una exposición. Dos o tres veces por semana en sesiones de cinco horas. En una semana hay un dibujo, hay dos, hay tres, pero al llegar a los 20 quizás se percate que solo funcionan dos. Rompe 18 y lleva 2.

La decisión de criticar el mercado del arte, como lo ha hecho en textos como “La franquicia del ‘Arte Colombiano’”, también ha sido leída como algo paradójica. “De seguir así, los

Cuando se acerca el tiempo de una exposición tampoco le interesa escribir. Las cosas ya no son en términos de palabras, son imagen. Aunque suena cliché, él mismo lo reconoce, para hacer arte debe estar solo en su estudio, aislado: “Cuando estoy haciendo dibujos, pinturas

economistas que estudien el caso del desca-

o esculturas no estoy pensando en lo que va a

Más de

27.000 visitas a su blog de la sillavacia.com desde 2009 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Pedro Manrique Figueroa hizo estos bustos inspirado en las falsificaciones de la familia Alzate. Adentro tenían droga.

decir el otro cuando las vea. Eso es un pensamiento ya secundario porque si no usted no se puede concentrar en lo que hace, no queda bien. Tampoco me funciona dibujar por encargo, cuando alguien me dice ‘voy a hacer un libro, hágame el dibujo de la portada’, no me sale". Pero su obra va más allá de la escultura, la pintura o el dibujo. Pedro Manrique Figueroa, precursor del collage en Colombia, es uno de los secretos más conocidos del arte nacional y la creación más ingeniosa de Lucas. Ese personaje que estuvo por todos lados, del que han hablado Carlos Mayolo, Beatriz González, Joe Broderick y Carolina Sanín, ha tenido exposiciones individuales en la galería Santa Fe, la Fundación Gilberto Álzate Avendaño, el Museo de Arte Moderno de Medellín, una galería en Filadelfia y hasta Luis le dedicó un filme llamado Un tigre de papel, que hizo parte de la Documenta de Kassel en 2007. Es tan buena creación, que todos le han seguido el juego, y aunque muchos hayan sido sus cómplices, el crédito es de Lucas. “Manrique es Exposición "Malicia indígena" (2011) con cerámicas precolombinas falsificadas.

la vida y obra de Lucas Ospina. Algunos hemos transitado por ahí, lo hemos pensado, lo hemos vuelto complejo, pero la columna vertebral de Manrique es Ospina”, escribió en Esfera Pública su amigo François Bucher. Con todo, Lucas ha asumido a Pedro Manrique Figueroa como una curaduría; algo a primera vista paradójico, ya que Lucas es en últimas “el precursor del collage”. Pero con un poco más de análisis, sí, bien puede serlo: en un tiempo donde la curaduría parece importar más que las obras, en el que parece que el curador es el único gran responsable de una muestra, encaja perfecto dicho título. La última exposición de Pedro Manrique Figueroa se realizó en el Museo de Arte Moderno de Medellín (2011). Titulada "Malicia indígena", significó un nuevo capítulo en la vida del personaje, cuya historia también estuvo entrelazada con la colección de cerámicas precolombinas falsificadas por la familia Alzate a finales del siglo XIX y principios del XX. Lucas le mezcló ese hecho real a la obsesión de Manrique Figueroa con ese episodio, y Manrique Figueroa terminó realizando diferentes bustos de dictadores como Hitler y Stalin en los años 80, con el fin de rellenarlos

con drogas. Como los Alzate, Pedro Manrique también sería descubierto. Aunque es una figura desconocida para aquellos que no saben de arte, el curador es el responsable del concepto y ejecución de una exposición; lo que implica desde conseguir y administrar un presupuesto, escribir el texto del catálogo, determinar la ubicación de las obras en el espacio, asegurarse de que se cumpla el cronograma y coordinar el envío y recepción de obras hasta verificar la iluminación y supervisar las invitaciones. Si algo sale mal, si la exposición no es bien recibida, todos le pueden echar la culpa al curador. No se trata de colgar cuadros, sino de crear un recorrido, una puesta en escena.

“Mi más reciente curaduría fue la del Salón Regional de Artistas el año pasado, llamada ‘Las edades’. También curé una exposición de la obra del hijo de Piedad Bonett, porque fui asesor de grado de Daniel y conocía la historia de su muerte. Como Director del Departamento de Arte tuve la posibilidad de hacer una exposición sobre Roda, de su obra de dibujante y su faceta de profesor”, comenta Lucas. Antes de que se acabe su clase, le pregunto por la imagen de la nariz estirada. Me dice:

“Hace unos años hicimos un ‘Álbum de monos de Los Andes’ para la celebración de San Alberto Magno, ‘El Bobo’ (la estatua regalada por el gobierno alemán). Con un estudiante tomamos fotos de una muestra variada de ‘monitos’ de la universidad (estudiantes, profesores, empleados, espontáneos y uno que otro vendedor aledaño). Imprimimos el álbum vacío y el juego de monas, y yo también me puse en juego y fui una de las estampitas. Preferí que me tomaran la foto de perfil y luego, cuando estaba en el diseño me dio por alargarle la nariz a un punto límite donde todavía puede ser real. Luego, comencé a usar esa imagen y así aparece en Arcadia (alterada con Photoshop). Las ideas pueden ser muchas: desde Pinocho y la sospecha que se le comparte al lector de que ese señor que escribe el texto puede ser un mentiroso, hasta no tomarse tan en serio, o tomarse en serio el juego de la foto, como deben ser los juegos: serios”.

Homenaje al

reportero fabulador

Reseña: Maryluz Vallejo directobogota@gmail.com

Libros

Fotos: cortesía de familias Jiménez Muñoz y Jiménez Cortázar Infografía: Infovisual.co / Vladimir Mosquera Bautista

Para quienes no conocen a José Joaquín Jiménez, ‘Ximénez, esta biografía novelada no solo revela los secretos mejor guardados de una distinguida familia, sino que permite rastrear la obra del genial escritor, tan apasionado por su ciudad como el bogotanólogo Andrés Ospina. Andrés Ospina con su héroe.

En su primera novela (publicada), Andrés Ospina desanda los pasos del escritor José Joaquín Jiménez, aventurero y aficionado a mezclar la realidad y la ficción en sus crónicas judiciales de estilo folletinesco, delirantemente tragicómicas, que engolosinaron a los lectores de prensa bogotana entre los años treinta y cuarenta, hasta su prematura muerte ocurrida en 1946. Cuando Ospina era estudiante de literatura, se pasaba las tardes en la Biblioteca Nacional, y allí, hacia 1998, descubrió a Ximénez. Leyó una crónica firmada por él sobre una mujer de 28 años que se disparó con un revólver, y entre sus pertenencias hallaron unos versos de despedida atribuidos a un tal Rodrigo de Arce. Desde entonces Ospina se obsesionó con ambos autores, hasta que descubrió que el segundo era invención del primero. Dejó en salmuera a Ximénez, mientras terminaba otros proyectos, como el Bogotálogo (diccionario bogotano publicado en dos tomos en 2012, reseñado en esta revista: http://issuu.com/directobogota/docs/ directobogota38/61?e=0). En la búsqueda inicial de los familiares descubrió que la viuda de Ximénez, Blanca Muñoz Navarro, y su hijo, José Joaquín Jiménez Muñoz, vivían en Estados Unidos, y viajó hasta allí buscando pistas para esta biografía novelada. También encontró a su sobrina, María Antonia, quien no llegó a conocerlo, pero guardaba los álbumes, cartas y fotografías que permitieron reconstruir la historia del excéntrico personaje. Fiel a su espíritu de desenterrador del pasado bogotano ―como queda constancia en su sitio

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Los hermanos García, abajo Ximénez.

web Museo Vintage, en su blog El Blogotazo, en Bogotá Retroactiva y en tantos otros proyectos culturales de radio y televisión, Ospina quiso recrear la vida del reportero, y en esa tarea de exhumación invirtió dos largos años. Según aclara al final del libro, la mayor parte de la historia está ceñida a la verdad, en cuanto documenta las peripecias vitales y profesionales del personaje; la Bogotá de la época con sus transformaciones culturales y urbanísticas como telón de fondo; y el oficio del periodismo, que se aprendía en las redacciones, en las calles y en los cafetines. El experimento funciona porque Ospina parece encarnar en Ximénez. Le sigue los pasos hasta la isla de Providencia (antes Old Providence) donde el niño de diez años se fue a vivir con su padre, mientras llegaba el resto de la familia, pero el progenitor murió de un coma diabético. También viaja a Madrid, Cundinamarca, donde Ximénez se fue a vivir con sus hermanos cuando murió su madre, y donde conoció a Blanca, su futura esposa, con la que solo compartió los dos últimos años de vida. Leyó sus crónicas sobre la vida cotidiana de Bogotá, con sus misterios gozosos y dolorosos, el hampa, la prostitución, los arrabales y los suicidas. Tras esa inmersión

recorrió las calles, los cafés y los barrios del centro de la ciudad que fueron escenario de sus historias narradas en prosa y en verso con un naturalismo rayano en la ficción. Porque Ximénez se reconocía como un reportero que fabulaba. Hoy en día sería descabezado en las escuelas de periodismo por inventarse los personajes, como el célebre ladrón Rascamuelas, a quien le escribió episodios folletinescos que salían de su magín, pero la gente creía a pie juntillas en sus andanzas y por ello El Tiempo agotaba sus ediciones. Por algo ese seudónimo evoca al genial poeta Barba Jacob, que no dejó de hacer pilatunas en las redacciones de los periódicos inventando fantasmas y entre sus heterónimos usó el de Maín Ximénez.

Ximénez estaba signado por la fábula porque su vida comenzó con un misterio seguido de una mentira: aunque conservadores, sus padres no se casaron por la Iglesia, y lo hicieron después de haber tenido a sus dos primeros hijos varones, por lo que ante la sociedad vivieron amancebados y los dos hijos eran “bastardos”. Al legitimar la unión y bautizar a sus vástagos, automáticamente José Joaquín quedó con cuatro años menos; así que la primera revelación que hace Ospina es que Ximénez no nació el 19 de diciembre de 1915, como constaba en las escasas reseñas biográficas, sino el 19 de enero de 1911. Entonces, la precocidad que se le atribuyó no fue tal, aunque dio a conocer su talento prontamente en las páginas de la prensa bogotana, luego de fracasar en otros oficios menos gratos para él y de haber desempeñado cargos burocráticos en los sitios más remotos (el municipio de Ponedera en el Atlántico, en San Andrés y Providencia y en Leticia). Ni el matrimonio ni el nacimiento de las otras dos hermanas borraron el estigma que marcó a la familia, con ancestros tan distinguidos como el poeta José Joaquín Ortiz, abuelo de su madre; María Antonia García Ortiz, y dos padrinos expresidentes ―Marco Fidel Suárez y José Vicente Concha―, que siempre les tendieron la mano a los huérfanos de padre con cartas de recomendación. Incluso, Marco Fidel le regaló a Ximénez, su ahijado, una valiosa edición de El Quijote que sin duda contribuyó a exaltar aún más su imaginación. Sin una de esas cartas, el celebérrimo Enrique Santos

‘Calibán’ ni siquiera lo habría atendido en su oficina de El Tiempo ni habría sido su maestro alcahueta por tres lustros (claro que en una de las presentaciones del libro, Ospina reconoció que esa es una inconsistencia deliberada en la novela, porque el expresidente ya había muerto cuando José Joaquín fue a buscar trabajo, pero quería remarcar la práctica del “palancazo” que se sigue estilando). De acento cervantino es también la cuidada prosa de Ospina, poética sin almíbares y apuntalada por el humor cachaco, que con ritmo sincopado conduce la historia sin tropiezos en tres partes: la infancia, la vida reporteril y el salto del Tequendama, construidas con diálogos, anécdotas y escenas vívidas que otorgan verosimilitud al relato. Los capítulos, muy breves, funcionan como secuencias cinematográficas. Cuando su jefe, Germán Arciniegas, descubrió la invención del sastre y poeta ecuatoriano Rodrigo de Arce, cuyos versos aparecían en los bolsillos o pertenencias de los suicidas, le dijo a Jiménez: “Es un buen reportero, pero a la vez un embustero profesional. Sabe inventar prodigiosas mentiras y sabe decir grandes verdades. Ama la vida, pero se fascina con los suicidas. Es un hombre y a la vez un niño. Un niño de la muerte” (p.151). Palabras sabias y premonitorias.

lena y fue enterrado en el Cementerio Central, donde Ospina encontró su discreta lápida, que bien habría podido estar en el mausoleo de la Asociación de Cronistas y Reporteros, donde reposan muchos de sus contemporáneos. Gracias a este libro, cuidadosamente editado, y que se acompaña de un completo álbum de fotografías cedidas por la familia del escritor que dan testimonio de sus andanzas y de sus afectos, las nuevas generaciones que desconocen a Ximénez terminarán deseando leer sus textos, de los cuales va dejando rastro Ospina con fecha exacta ―desde el primer relato con su firma estampada sobre la tradicional Puerta Falsa (3 de marzo de 1934)― para que se animen a buscarlos en el archivo digital de El Tiempo. Allí podrán leer sus famosas crónicas judiciales (cuya más completa selección, Las famosas crónicas de Ximénez, la hizo Juan José Hoyos para Planeta en 1996), junto con las “Revistas de la ciudad”, la columna “Torre de Babel”, otras colaboraciones de humor en el semanario Sábado y la única novela que publicó en la revista Cromos, pionera del género negro: El misterioso caso de Herman Winter (1941).

Página recomendada:

www.ximenez.co http://www.ximenez.co/ capitulo01.html

También sabrán que este aventurero, pícaro y romántico tuvo su bautizo de fuego en el

Y aunque la novela comienza en media res, en la casa de modas más elegante de la ciudad, con una escena de la tía Angelina que odiaría hasta la muerte a su hermana María Antonia por haber avergonzado a la ilustre familia, y continúa con el entierro de la madre de Ximénez, vuelve a los años de infancia y continúa linealmente hasta la muerte, ocasionada no como se leía en anteriores biografías, por una pulmonía que adquirió en uno de tantos cubrimientos de suicidios al amanecer en el salto del Tequendama, sino por una gripe mal cuidada que había atrapado por descuido, al acostarse sobre la hierba húmeda la noche del 31 de diciembre de 1945, cuando celebraba en familia y sentía la plenitud de ser papá por primera vez. Tras cubrir un accidente en el salto del Tequendama de un taxi que se precipitó al abismo con varios pasajeros, su afección se agravó y se convirtió en pulmonía. Falleció pocos días después en el Hospital de La Magda-

periodismo cuando lo enviaron a cubrir una huelga en Barrancabermeja y fue intimidado por ambos bandos: el sindicato de trabajadores y los representantes de la Tropical Oil Company. Un conmovedor e ingenuo testimonio sobre los dilemas éticos del joven periodista en situación de conflicto, que sigue vigente. Sabrán también perdonarle sus mentiras porque su vocación, más que de periodista era de novelista interesado por el género humano y el género negro, y enamorado de Bogotá, la capital donde vivían los personajes de sus dramas y folletines. Asimismo, sabrán que él fue heredero de otros cultores de la crónica de sucesos, como el gran J. M. Cordovez Moure y Tomás Rueda Vargas, y conocerán a otros maestros de Ximénez, reputados periodistas de la época, como Alberto Lleras Camargo y Germán Arciniegas; y colegas cronistas con quienes compartió laureles: Felipe González Toledo, Ismael Enrique Arciniegas, José Salgar, José Antonio Osorio Lizarazo y el fotógrafo Ignacio Gaitán, que lo acompañó en sus correrías por Bogotá. Esa ciudad de la que Ospina traza un mapa siguiendo las rutas del cronista y de los personajes de sus historias. Recorre desde el tradicional barrio de su casa de infancia, Santa Bárbara, hasta los colegios por donde pasó (el Salesiano León XIII y el San Bartolomé), la sede del periódico El Tiempo, los hoteles (Granada, Regina, Atlántico) y cafés que frecuentó, la ermita de San Diego donde contrajo matrimonio y donde se celebraron sus servicios funerarios dos años después, entre muchos otros sitios emblemáticos ilustrados en la infografía que acompaña este artículo. Como aporte a la memoria colectiva, Ospina, coleccionista de curiosidades, nos ofrece el inventario de las marcas emblemáticas de los años cuarenta y cincuenta: la cerveza Germania, la Cabrito, las maltinas de Bavaria, las máquinas de escribir Underwood y Remington, los chocolates Equitativa y Cháves, los cigarrillos Chesterfiel, la pluma Esterbrook, los escritorios Camacho Roldán y los Taxis Rojos, como el que quedó sepultado en el fondo del salto del Tequendama en su última crónica. Tras su muerte, escribe Ospina, “la ciudad

habría de hacerse aún más aburrida. La ‘ximenidad’ había expirado”.

60 Patrimonio

Edificio Morales,

donde el tiempo hizo justicia

Texto y Fotos: Zaida Piñeros H.* zalpi_89@hotmail.com

Hay hombres maltrechos, matrimonios maltrechos, destinos maltrechos, inmuebles maltrechos… y todos se dan cita en el edificio Morales, en el centro de Bogotá.

El edificio Hernando Morales Molina, antiguo templo de la justicia, se inauguró en 1960, cuando el país era más rural que urbano y los raponeros eran la peor amenaza para la “gente de bien”, como se les llamaba al que usara corbata y a la que llevara cartera. Irónicamente, la injusticia protagonizó las decisiones judiciales, pues un fallo del 14 de noviembre de 2008 de la Sala Disciplinaria del Consejo Superior de la Judicatura ordenó el traslado de los cientos de despachos que funcionan en la edificación. Así mismo, ordenó elaborar un plan de contingencia para prevenir y atender emergencias en el inmueble. Esta sentencia aún no ha sido acatada, pues no hay salidas de emergencia que permitan una adecuada evacuación en caso de un siniestro y sus paredes están agrietadas por los sismos que han ocurrido durante sus 53 años de vida, lo que da como resultado deplorables condiciones de seguridad para los más de 1.200 funcionarios que laboran en este edificio. La mole gris, de 22 pisos ―cuyo nombre honra a un reconocido jurista formador de generaciones de abogados, fallecido en 1997―, que recibe más de 15.000 visitantes diarios, está en la carrera 10ª con calle 14 ―hoy carrera 10ª con calle 12C―, en pleno centro de Bogotá, entre el caos de ventorrillos, vendedores ambulantes, ladronzuelos, transeúntes y hollín de buses destartalados. En los alrededores del Morales hay un aire de decadencia, de ruina amalgamada con desidia, que impregna el espacio, las personas y las cosas, e invita a la prisa, al atafago, al abandono inmediato del lugar.

Entrar al Morales exige paciencia y malicia indígena: hay que calcular la hora para lograr entrar —ni muy en la madrugada, porque el lugar es peligroso y no han abierto los despachos, ni muy tarde, porque ya los han cerrado— y saber cuál fila se hace —si la de funcionarios o visitantes, si la de hombres o mujeres—; pero eso no es todo: cuando uno ya está en la fila indicada, hay que caerle bien al policía que vigila la entrada. ¡Ahh, el policía!, un ser imperturbable, escrutador, desconfiado por naturaleza y con olfato de sabueso, siempre con las mismas preguntas: qué lleva, qué trae, qué piso, qué juzgado, buscando un olvido que impida la entrada. Si entrar al Morales es una cosa, subir —¡ahh, subir al Morales!— es un acto de fe en las cosas sostenidas en el aire. Pero a eso vine y no voy a desistir. Recorro a los visitantes con la mirada, intentando hallar una cara conocida o una persona digna de una buena conversación, e identifico, entre la multitud, a un abogado amigo de mis padres, que aún litiga. ―¿Por qué viene al Morales? ―le pregunto a Alberto Durán Álvarez. ―Por puro masoquismo ―me contesta, con sorna y baja un poco la cabeza—. Bueno, y por algo de costumbre y vainas laborales ―me responde resignado.

El Morales refulgente Lo escuché con atención, más por respeto y cortesía que por adentrarme en nostalgias ajenas, y confirmé lo presentido: existió un día en que el Morales refulgió, y sus pisos, ahora opacos y desgastados, eran lustrosos y sonaban al contacto de los tacones de las secretarias, como pistas de baile o pasillo de catedral vacía. Su altura sobresalía en la carrera 10ª con calle 14, hoy carrera 10ª con calle 12C; sus puertas de vidrio retaban a la Bogotá encerrada en hierro o en madera; sus ascensores con mil botones eran vistos como naves espaciales por los provincianos visitantes y lo único marchito eran las hojas secas de los árboles que aún adornaban la céntrica avenida. En esa época era un gigante que se erguía sobre enanos, y se le criticaba por estar sobredimensionado; en su vestíbulo retumbaron las palabras del ministro Felio Andrade Manrique, conservador, el día de su inauguración, con abogados corbatudos, recién graduados, y viejos jueces adustos y circunspectos. En sus recintos, la justicia tuvo refugio y un añorado futuro, que aún el país espera como esperan los niños a los gnomos o a las hadas, pero los duendes no tienen toga y birrete ni litigan por un mendrugo, en pos de una justicia limosnera como la que ahora habita en el Morales.

30 140

oficinas

despachos judiciales

3.000 procesos

El tráfico diario de tramitantes.

―Y ¿viene todos los días? ―pregunto con intriga sincera. ―Casi todos, pero cuando no vengo, siento que no terminé el día ―contesta. En efecto, para los abogados y asistentes judiciales, eternos visitantes del Morales, el día a día supone recorrer el edificio en busca de un oficio, un título valor, una sentencia, un papel cualquiera que le permita desfacer un entuerto o resolver el destino de algún cliente emproblemado, en espera de un kilómetro de justicia o un centímetro de juez. ―Y ¿desde cuándo viene? ―pregunto temiendo su fatiga. ―Desde cuando era joven, imberbe y bisoño… como el edificio en esa época ―contesta reflexivo, y comienza un relato en tono de añoranza, que nos toma más tiempo del que calculé.

Un gigante erguido entre enanos.

El abogado Durán termina su relato, angustiado por el tiempo que le tomó su monólogo y corre a hacer una de las largas filas del ascensor. Lo sigo a paso rápido y entramos, apretujados casi hasta la asfixia, al cajón metálico que con esfuerzo crujiente alcanza el piso 13, y no puedo evitar la conexión cabalística de edificios con este nivel ―pues es martes―, pero me puede el deseo de recorrer la cuasi reliquia, la vetusta casa de Atenea, antes de que se conjuguen el abandono oficial con la grieta máxima; el sobreesfuerzo de la estructura con el megaolvido del Consejo Superior de la Judicatura; la acumulación de procesos con la sobreoferta de abogados, y el laberinto de sus clientes con la modorra de los jueces y, todo en uno, sobre el Morales, lo hagan colapsar para siempre desde sus últimos pisos incendiados, arrastrando consigo jurisconsultos y tinterillos, dependientes y chupatintas, procesos, procesados y sentenciados, ejecutantes y ejecutados, ejecutivos y ordinarios y, de paso, a una agonizante justicia que no encontró ni el cauce ni el derecho, ni aun en su último suspiro.

Salacuna para Kafka En su interior, el Morales es laberíntico. Tiene oficinas anchas, largas, cortas, oscuras, luminosas, frías, encerradas o abiertas a bocajarro o alargando un pasillo, o cerrándolo; en fin, es como un salacuna para Kafka. En total son 30 oficinas que albergan 140 despachos judiciales, con más de 3.000 procesos en curso: todo un problema de espacio.

Pero Durán Álvarez es ya todo un baquiano judicial, como él dice, y entre vueltas largas y recovecos, da con el juzgado de uno de sus casos. Y entonces aparecen los funcionarios, habitantes dignos de su averno: siempre malgeniados, ni por asomo amables y dispuestos a maltratar al desdichado que se les pare al frente, “tal vez

porque los edificios grises fabrican hombres tristes y amores litigiosos, sobre todo en la rama Per-Judicial”, me susurra al oído Durán Álvarez, con temor cierto de ser escuchado, pues, me dice, son escasos de humor, y la represalia podría ser ejemplarizante. A pesar de la discreción del abogado infidente y de toda la zalamería posible para con los funcionarios, no encuentran el expediente. Después de fatigar archivos, desempolvar arrumes e intentar encender esos armatostes oxidados que los funcionarios pomposamente llaman “computadores”, el abogado Durán termina sus labores y lo acompaño a abandonar el edificio, pero es casi imposible. Pienso en esos circos pobres donde no cobran la entrada, pero amenazan con soltar al león para cobrar la salida. Como los ascensores bajan atestados de gente, decidimos tomar las escaleras y comenzamos el descenso con penuria, pues son interminables, oscuras, frías, resbalosas y de peldaño ancho, con pasamanos distantes o muy altos, y avanzamos lentamente piso a piso, paso a paso, como en un tiempo congelado entre dos incisos… Al fin, una luz, una bocanada de aire fresco y damos a la calle entre cansados e incrédulos. Allí, abriéndonos paso entre las largas filas para entrar al Morales, nos despedimos. El abogado Durán cruza la 10ª, me detengo un rato, doy media vuelta e intento mirar al Morales hacia arriba y no sé si es una sensación de vértigo o una certeza, pero siento que se inclina, se distorsiona, y entonces pienso que es un espejismo, pero su estructura ajada y el incendio que afectó sus dos últimos pisos, el 21 y el 22, quemados accidentalmente el 9 de agosto de 2010, me confirman que el paso inexorable del tiempo… ya hizo justicia. * Abogada de la Universidad Libre y estudiante de Comunicación Social de la Universidad Javeriana.

63 Humor

Las nuevas musas de Klim

Texto: María Luna Mendoza marialunamendoza17@gmail.com

A propósito de los cien años del nacimiento de Lucas Caballero Calderón, pensé en lo inspiradoras que serían para el actual patrimonio cultural del ridículo las columnas de Klim resucitado. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

De bata y pantuflas, Klim desciende del reino de los cielos un martes en la noche (el resplandor de la gloria eterna jamás le quitó lo noctámbulo) y aterriza justo en el Congreso de la República, donde se adelanta una sesión plenaria presidida por un tal Mesías o Cristo que se refiere a la “impogggtancia de la Ley de

Guestitución de Tiegggas y del Magco Juguídico paga una paz dugadega”. Klim no sabe si el bienaventurado congresista es galo o si le gusta hacer gargarismos en público. Toma nota. De repente, pide la palabra un anciano de párpados caídos y voluptuosa vejiga. Se enciende la lucecita roja del micrófono y comienza a hablar:

“El catrrrre comparrrtido entre dos varones, qué horrrrrorrrr”, dice, haciendo énfasis en todas las erres que se había comido Cristo. Klim, que observa todo desde el segundo piso del Senado, alza la ceja y se peina el bigote. El abuelo lo conmueve, sobre todo cuando, en un arranque de ternura, dice: “¡Sexo excremental, sexo excremental!”. Por alguna razón, Klim recuerda al “miserable godo arpía” del odontólogo que alguna vez le calzó la muela equivocada. Entonces llega a la plenaria un congresista con graves problemas de alopecia. Su nombre es José Darío Salazar, pero de cariño muchos lo llaman Cielito Lindo, por ese lunar que

Las columnas de Klim siguen vigentes.

tiene junto a la boca, capaz de compensar la sensualidad que le roba la calva. Tras excusarse por su tardanza (explica que la salida del motel Las Pirámides, propiedad de su primo Javier Salazar, estuvo demorada), el honorable senador habla sobre la virtud del matrimonio entre un hombre y una mujer. Klim continúa tomando nota. Ve pasar a Robledo, la mano derecha (¿izquierda?) de su sobrina Cara Pálida, dando coquetos brinquitos hacia el Puro Centro del recinto. También ve a Kiko, es decir, a Juan Manuel Galán; se cruza con Punzón, que está en posición de autodefensa, y ve a Vargas

Lleras empeñado en contar a los senadores de su partido con los dedos de su mano mutilada. Finalmente, se topa con Saimon ‘Lamido de Vaca’ Gaviria, que repasa la cartilla de prelectura Coquito: “Mi-cos, mi-cos”, repite con entusiasmo mientras estudia el capítulo “Animalitos salvajes”. “¡Nunca habían estado mis ojos ante tantas musas juntas!”, piensa Caballero. La plenaria se cierra. Pero la inspiradora noche recién comienza. En el Club El Nogal se lleva a cabo la tercera reunión de una secta autodenominada Los Purasangre. Klim no se la puede perder. Llega al lugar e ingresa discretamente. En la entrada encuentra un perro pug que parpadea rápidamente. “Osquitar Ivan/ Tel: 2014-18”, dice su placa. Junto al perro está Piedad Zuccardy, repartiendo volantes que dicen “Soy inocente”. “Que no cuide su reputación,

porque a sus años la reputación no existe, sino la menopausia”, dice entre dientes Klim. De repente, empieza el acto cultural: una simpática rubia canta por la libertad de Ublime. Después, se apagan las luces y empieza el show del choque… del choque eléctrico, se entiende, a cargo de Pachito Superstar. Simultáneamente, los asistentes pueden participar en el diseño de vallas publicitarias ofensivas, pero divertidas. Continúa el espectáculo del arriero a cargo de Félix, ‘el Gato’, el cual da paso a la presentación del anfitrión, que ingresa al exclusivo salón a caballo (“un

caballo de dos pisos, bien ‘hormonado y testiculado’”, rememora Lucas el delicado léxico de Hermano Gulito). La rigidez emocional y corporal del anfitrión le aguó la fiesta a Caballero… “Qué tal esas

manos, ni siquiera puede doblar los dedos. Rígidos, tiesos, al igual que sus ideas y su terquedad”, piensa, y se retira del evento. En el camino a casa, se encuentra con Antonio Navarro. Sospecha que está borracho cuando lo saluda, pero no, el único borracho era Merlano. Ve a Piedad Esneda, fofa, pero atlética, practicando la saludable Marcha, Patriótica. Se le aparece un Arcangelino prostático y ve a Peggy de los Muppets, es decir, a Juan Manuel Santos, del otro lado de la acera. Mira a la Gata Enilce, casi la adopta, pero al final le parece hocicona… Llega, por fin, a su nube con butaca, recargado de ironía, pero también de misantropía.

Concurso para

JAVERIANOS Diseño del afiche: Juan David Sánchez •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

"" Foto: Carlos L贸pez

Sol nocturno

Fotoensayo