Directo Bogotá # 43 by Revista Directo Bogotá

"" Foto: Carlos L贸pez

Obreros comiendo

Fotoensayo

Edición

diciembre 2013

Directo Bogotá Revista escrita por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social

Directora Maryluz Vallejo Asistente editorial Mariángela Urbina Reporteros en esta edición Felipe Duque, Valentina Mugno, Zaida Piñeros, Andrés Bossa, Mónica Acosta, Álvaro Rincón, Emerson Martínez, Catalina Vargas, Gabriela López, Daniel Campuzano, Natalia Durán, Andrés Macías, Camila Sarmiento, Natalia Carvajal, Camila Landaeta, Natalia Guerrero, María José Medellín, Mateo E. Villalba, Sergio Llamas, Néstor Camilo Garzón, Carlos López, María Paulina Baena, Carolina Calkins, Mariángela Urbina, Valeria Angarita, María Alexandra Guzmán, Daniela Puerta y Theo González Portada y Contraportada Foto: Daniela Puerta Humor Ana Garzón Infografías Julián Gabriel Parra Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com Corrección de estilo Gustavo Patiño Díaz correctordeestilo@gmail.com Impresión Javegraf Decano Académico José Vicente Arizmendi C. Decano del Medio Universitario Ismael Rolón M. Directora de la Carrera de Comunicación Social Mónica Salazar Director del Departamento de Comunicación Mario Morales Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Escríbanos a: directobogota@gmail.com Consulte nuestro archivo digital en la página: www.directobogota.com

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Cabos Sueltos Colectivo

Los Ocho Objetivos del Milenio en Bogotá, la ciudad de los extremos Especial Música

Música “a la lata” Especial Música

De Juepuchas: una cucharadita de Colombia… Especial Música

El tesoro de la Isla del Sol Especial Música

Los niños cantores de Bogotá Fotorreportaje

El teatro de los sueños Oficios

De torero a sastre taurino Deportes

Abuelas atletas Educación

Colegios con sonda Retrovisor

Restaurante Temel: alta cocina en Bogotá Deportes

El fútbol aficionado en Tabora Teatro

Una obra de muerte llena de vida Teatro

Tras las rejas Libros

Oficios de la calle Caricatura

El clima en Bogotá

Cabos Sueltos

Los nuevos patrones de la 7ª

Un derrumbe a ritmo de hip-hop

Curiosos los nuevos buses rojos con gris de Transmilenio, que están circulando por la carrera 7ª. Cada vez que los veo pienso que por fin la polémica administración de Petro está haciendo las cosas al derecho.

El lunes 28 de octubre estaba sentada frente al Auditorio León de Greiff, de la Universidad Nacional, esperando a que iniciara el Encuentro Regional Universitario de Danzas Urbanas, Modernas y del Mundo ASCUN, 2013.

Transmilenio y la Administración Distrital se comprometieron a sacar de circulación 38 rutas con buses “chimenea” en diciembre, lo cual sería el mejor regalo navideño para los usuarios. Esta iniciativa piloto de los buses “padrones” ―término del Brasil que se utiliza para clasificar a buses de 80 pasajeros― comenzó a finales de octubre con 30 buses. Según Humberto Gómez, subgerente de comunicaciones de Transmilenio, dicho sistema ha superado las expectativas de uso, transportando a más de 3.000 pasajeros por hora, y cada día más personas se unen a la medida. Los buses funcionan con combustible diesel EuroV, que contamina menos, y harán paradas solo en 20 puntos del trayecto.

Los ladrillos fríos de las escaleras a la entrada del auditorio parecían hielo al contacto con la ropa; icebergs que sobresalían entre los mares de agua turbia que se forman en el piso de la Universidad a causa de la lluvia bogotana, mares alimentados por las decenas de goteras que caen de los edificios, escarapelando la pintura blanca llena de protestas de aerosol.

El recorrido de estos padrones comienza en la Estación Bicentenario, en la carrera 10ª con calle 6ª, continúa por la carrera 7ª, pasa por la nueva estación subterránea del Museo Nacional y finaliza en la calle 76, donde los buses giran para regresar y completar el circuito. Además, se calcula que para finales de año, cuando salgan las otras rutas, entren en funcionamiento otros 200 buses, cuyo recorrido se extenderá hasta la calle 100.

De repente, empecé a escuchar un canto de inconformidad que venía desde el centro de la plazoleta Che Guevara. Un grupo de más de 30 estudiantes se acercaba rápidamente hacia nosotros. Ya enfrente, una estudiante de derecho empezó a explicarnos a viva voz el motivo de su protesta: “¡El techo del segundo piso de la Facultad de Derecho se derrumbó cuando estábamos en clase, estamos protestando para que las directivas nos escuchen, esta universidad es de todos!”.

Ya dan ganas de usar la tarjeta Tu Llave o Angelcom para convertirme en usuario de un sistema digno.

Pronto nos dieron ingreso al auditorio. Allí todo era música y alegría. Las danzas urbanas y contemporáneas fueron las más recurrentes en el evento. Pero en mi cabeza todos los ritmos se acompasaban con las palabras de la estudiante de derecho. Paradójico derrumbe a causa del descuido en medio de una celebración de arte contemporáneo. La tarde fue cayendo a ritmo de hip-hop y escombros.

Mateo Herrera mateoher89@gmail.com

María Alejandra Navarrete marialejanavarrete@gmail.com

Competencia de segunda

Diana Fabiola Reyna es la administradora del Centro Cultural del Libro desde sus inicios, hace 23 años, cuando el gobierno distrital reubicó en este céntrico edificio a los libreros de la calle 19. El problema que enfrentan ahora los 209 locales para librerías es que en los alrededores del Centro Cultural se empezó a vender de manera informal pornografía y libros ilegales y fotocopiados. “Este espacio, que ya había

sido recuperado, lo dejaron llenar de vendedores de otra clase de libros. Nos sentimos verdaderamente lastimados porque al estar organizados tenemos que pagar impuestos y servicios, y la venta se ha bajado significativamente”. Al Instituto para la Economía Social (IPES) le corresponde la formalización de vendedores estacionarios, pero según Diana, de los centros que ha creado el distrito, el Centro Cultural del Libro ha sido el único sostenible: “Si no

hay una red que apoye y fortalezca a estos comerciantes, pues se quiebran y salen nuevamente a las calles. La Alcaldía Local de Santa Fe no ha hecho cumplir la política de defensa del espacio público, con lo que el sector ofrece la imagen de una Bogotá tomada que inspiraría la peor literatura basura, de esa que se vende en los “agáchese”. Valeria Angarita Alzate vale_ang@hotmail.com •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Fuera de foco Haciendo un reportaje sobre las ollas de microtráfico, cerca al Bronx, encontré a cinco policías mirando directamente el tráfico de sustancias ilegales y de personas, pero sin hacer nada. En mi criterio, no estaban cumpliendo con su deber. Rápidamente accioné el obturador de la cámara para capturar su falta responsabilidad y volví al carro donde me movilizaba. A las dos cuadras tenía cuatro carros de policía detrás de mí que me dirigieron al punto donde tomé la foto. Me ordenaron bajarme del carro, aunque era una de las “ollas” más peligrosas de Bogotá; contesté que no y que los seguiría hasta la estación de CAI más cercana. Sus palabras y gestos me indicaban que había cometido una grave infracción. ¿Usted quién es? ¿Qué quiere aquí? ¿Por qué nos toma fotos? Al explicarles que estaba haciendo una simple reportería, me explicaron la razón de su agresividad, que en el fondo era miedo. Los policías de Bogotá viven una realidad peligrosa a diario y están rodeados de enemigos. Me contaron que un jefe de cartel de microtráfico había matado a un agente hacía unos días. También me dijeron que era un riesgo tomar fotos en una “olla” de la ciudad, sin acompañamiento de Policía. Así que no es ilegal tomarles fotos a los uniformados, pero sí es una acción irresponsable que dispara sus alarmas.

Si vamos a prestar el estadio… Mucho debate generó en su momento la decisión del alcalde, Gustavo Petro, de levantar la restricción en la que se especificaba que el estadio Nemesio Camacho El Campín no sería prestado por parte del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD) para la realización de cualquier evento que no fuera un partido de fútbol. Y aunque en su campaña por la alcaldía prometió NO prestar el estadio El Campín, Petro seguramente vio un negocio que nadie sabe bien qué tipo de ganancias le trae a la capital, pero ya es inútil llorar sobre el césped. Lo que sí le podemos exigir de ahora en adelante al burgomaestre es que realice un filtro más selectivo para controlar a quién se le presta el máximo escenario deportivo (construido en unos terrenos donados por Nemesio Camacho con fines netamente deportivos), ya que no puede ser posible que se le ofrezca el patrimonio de la ciudad a alguien como Justin Bieber, por más estrella del pop que sea, y que éste devuelva las gentilezas bloqueando el ya bloqueado tráfico capitalino para pintar unos patéticos grafitis con la complicidad de la Policía Nacional. Si para el concierto previsto el 25 de abril de 2014 se presta el estadio al grupo británico One Direction, la competencia a nivel mundial de Justin Bieber, puede que algún miembro de la banda también tome la dirección equivocada.

Christina Gómez Echavarría chrisgomezechavarria@gmail.com

Juan Pablo Gutiérrez de Piñeres jpgde3.14@hotmail.com

04 Colectivo

Foto: Andrés Monroy

Los Ocho Objetivos

del Milenio en Bogotá,

la ciudad de los extremos

Infografías: Julián Gabriel Parra de Moya gabrielpdmoya@gmail.com Datos tomados de: Dane, Alcaldía de Bogotá y PNUD

En la capital del país es donde más se refleja el alto contraste de la desigualdad y la inequidad de Colombia. ¿Hasta qué punto ha avanzado la ciudad en los Objetivos de Desarrollo del Milenio cuando unos viven con $200.000 al día y otros con $2.000? Las ocho microhistorias de este colectivo representan cada uno de los objetivos, con nombre propio.

Bogotá es una ciudad en la que convergen muchas realidades. Vive el 16% de la población nacional y genera el 22% del producto interno bruto nacional. Caleños, costeños, pastusos, boyacenses, paisas, llaneros, rolos… Unos madrugan a estudiar, otros a rebuscar; unas llegan de trabajar en la noche para estar con sus hijos, otras dejan a los suyos solos o en manos de un conocido para buscar el sustento; unos pagan hasta $30.000 por un plato de comida, otros sueñan con al menos una comida diaria de $2.000. Para acabar con esa desigualdad (no solo en Bogotá, sino en el mundo), la Organización de Naciones Unidas (ONU) trazó en el año 2000 los ocho Objetivos de Desarrollo del Milenio para ser cumplidos en 2015. A estas alturas de 2013, nos quedan 800 días para: (1) erradicar la pobreza extrema y el hambre, (2) lograr la enseñanza primaria universal, (3) promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer, (4) reducir la mortalidad infantil, (5) mejorar la salud materna, (6) combatir el VIH/sida, el paludismo y otras enfermedades, (7) garantizar la sostenibilidad ambiental y (8) fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

El muro de la pobreza Texto y fotos: Felipe Duque y Valentina Mugno davidfelipe88@hotmail.com y vamugno@hotmail.com

Después de 30 años, la muralla de ladrillo que dividía los barrios Isla del Sol (de estrato 1) y Madelena (de estrato 3) al sur de Bogotá, entre Ciudad Bolívar y Tunjuelito, cayó el pasado 22 de junio. Quizás algunos vecinos jamás se habían visto las caras. A medida que se derrumbaba cada pedazo de lata, parecía que se descubrían dos mundos, divididos, más que por un muro de contención, por los estratos sociales y la estigmatización. El muro dejó una huella emocional en los habitantes de estos barrios, que se evidencia en los desniveles de la vía sin pavimentar a un lado y la carretera de cemento al otro y por la

El tiempo corre, y Bogotá no podrá cumplir algunos de los objetivos, pero tiene posibilidades de alcanzar otros. Por ejemplo, según las estadísticas del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), la pobreza extrema en la ciudad está a 2 puntos de desaparecer; además, la cobertura en educación ha aumentado y es la ciudad con menor tasa de mortalidad materna (33,14 casos por cada 1000 nacidos en EPS privadas y 53,69 de cada 1000 con el Sisbén). Otros males persisten o están en aumento: Según el informe de la Mesa por el derecho de las Mujeres a una Vida Libre de Violencias, las mujeres fueron víctimas de violencia sexual un 84,2% frente a un 15,8% en los hombres. El Ministerio de Salud y Protección Social reportó 27.736 casos en lo corrido de 2013 y sólo el 20% del estimado de casos han sido registrados; la tasa de mortalidad infantil es de 15,92 muertes por cada 1000 nacidos, según el último informe de la Alcaldía de Bogotá. Avanzamos, pero, como dice el refrán, a trancas y a mochas.

barrera invisible que impide a los habitantes de Madelena recorrer el nuevo camino que se les ha abierto. Para ellos, Isla del Sol es un barrio inseguro donde les pueden robar sus pertenencias y su tranquilidad. El retiro del concreto y las latas de 100 metros hace recordar, en sus debidas proporciones, ese 9 de noviembre de 1989 cuando se vino abajo el Muro de Berlín, considerado como un muro de la vergüenza. El que se derribó en Bogotá y del que solo quedan unos cuantos cimientos, también causó humillación y una división social que hoy se mantiene. Los habitantes de Madelena lo levantaron aduciendo que sus hijos podrían correr peligro jugando en el río Tunjuelito que rodea el barrio. Pero con el paso del tiempo, lo que fue la respuesta a una amenaza natural se convirtió en un símbolo de la división entre pobres y ricos. El muro evitaba que los habitantes de Isla del Sol pasaran a Madelena y viceversa. Patricia Ángulo y Jorge Salcedo viven desde hace 32 años en Madelena y dicen que cuando fue canalizado el río, algunas personas sin licencia de construcción vendieron tierras a zorreros y gente humilde. El otro lado (Isla del Sol) se convirtió en un barrio de invasión y con ello empeoró la división. Zuley Flórez, de 32 años, es una de las pocas vecinas que en todo este tiempo han traspasado la barrera. Ella creció en Isla de Sol y hoy tiene un jardín infantil en Madelena. Para ella, el muro les dejó un sentimiento de inferioridad frente a los habitantes de Madelena. Sin embargo, para Inés Pinzón, dueña de una tienda en Isla del Sol, ese muro es imaginario, pues en los 18 años que lleva allí no le ha ocurrido ningún percance, ni siquiera a sus hijos, que llegan tarde en la noche después de ir a la universidad. Bogotá tiene al 17,3% de sus habitantes en situación de pobreza y el 2,0% en la pobreza extrema, por lo que deben sobrevivir a diario con solo $2.000. Ahora, más allá de las cifras y de que se supere la pobreza, hay que romper estas barreras de exclusión y desigualdad. Los muros de la inequidad, como los de Isla del Sol y Madelena, se extienden en varios sectores de la ciudad sin barreras de concreto.

* 2.113 colegios oficiales

ofrecen educación preescolar y primaria en Bogotá. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••

Estudiar en “el paraíso” Texto y fotos: Zaida Piñeros y Andrés Bossa zalpi_89@hotmail.com y afbossav@gmail.com

En el barrio El Paraíso, en los cerros orientales, sobresale una construcción irregular —aún en obra— de colores azul y blanco, más bonita que las demás casas y con muchas flores. Es la escuela pública que responde al nombre oficial de Colegio San Martín de Porres, uno de los 2.113 colegios oficiales que ofrecen educación preescolar y primaria en Bogotá, según el último informe del DANE (2011).

“Ojo, que si sube no baja”, “Cuidado con ir bien vestidos” o “Díganle al coordinador que los recoja en la séptima y suben acompañados, no sean tercos” son las advertencias de los bogotanos de planicie a los que viajan a las barriadas de los cerros. La realidad es otra: “En el

colegio los niños son bien recibidos; se están desarrollando los proyectos sugeridos por la política distrital, como la atención a la primera infancia para ampliar la cobertura”, dice Edwin Gómez, coordinador académico.

Mateo Agray, quien cursa quinto grado dice orgulloso: “Utilizamos las tapas de cerveza y

las botellas de plástico para sumar, restar, multiplicar, dividir o para saber lo que se pone en una parte y la otra. Aprendemos y cuidamos el planeta”. Uno de sus amigos, montado en una bicicleta interviene: “¡No!, a mí me gusta es la huerta escolar, allá sembramos hierbas y maticas, aprendemos a cuidarlas y quererlas”. En Bogotá, la oferta de cobertura en educación básica es del 100%, como lo indican los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Según una encuesta de calidad de vida hecha en 2011, de la Secretaría Distrital de Planeación, en Bogotá la cobertura educativa de preescolar fue del 59%, y la de primaria, del 85%, en razón de la deserción. Por eso, las inequidades no se reflejan de un estrato a otro a la hora de educarse, pero sí en la manera en la que viven los niños: sus padres los dejan solos para ir a trabajar, la madre es cabeza de familia o simplemente la noche anterior no hubo con qué comer. Algunos de esos niños relatan cómo muchos de sus amigos no van al colegio porque deben trabajar. En el barrio Normandía, al occidente de la ciudad, está el Gimnasio Pedagógico Diamantinos, colegio privado de un mayor estrato: calles pavimentadas, jardines perfectos, fachadas relucientes y baldosas italianas evidencian el contraste. Gabriela Rojas, rectora, afirma que la diferencia entre una educación privada y pública reside en la metodología. “Generalmente se

aplica la escuela tradicional mientras que acá se aplica la constructivista, que ve al niño como un ser integral en sus dimensiones. El aprendizaje se hace de una forma más lúdica, por medio del movimiento y la interacción con el entorno que desarrollla la parte artística del niño, a diferencia de la tradicional, que trabaja la memoria”.

El aprendizaje con estrategias lúdicas caracteriza la enseñanza en muchos colegios privados.

Rosas entre piedras Texto y fotos: Mónica Acosta y Álvaro Rincón moni.acosta93@hotmail.com y avibieri18@hotmail.com

En el Parque Nacional Enrique Olaya Herrera de Bogotá, a la altura del río Arzobispo, parece que el mundo se detuviera y se respira calma.

Foto cortesía de Ixchel Villarreal, de un colectivo feminista de Ciudad Juárez.

Una placa recuerda el lugar del Parque Nacional donde fue encontrada Rosa Elvira Cely, víctima de la violencia de género.

En la yerba, dándole la espalda al río, como culpándolo de la complicidad del crimen, hay una pieza de mármol que dice: “En memoria de Rosa Elvira Cely, te llevamos en nuestro corazón. Ni una rosa más”. Rosa Elvira Cely era una mujer berraca, trabajadora, amiga, hija,

hermana, madre de una niña de 12 años. Sobre todo, era una mujer con sueños de superación: quería ser psicóloga. Pero en la madrugada del 24 de mayo de 2012 fue violada, torturada y asesinada por Javier Velasco, hoy condenado a 48 años de prisión, y Rosa Elvira pasó a convertirse en el símbolo descarnado de la violencia contra la mujer. Lo peor es que su historia no ha sido suficiente para que no se repitan estos hecho ni para el escarmiento social, y las cifras lo indican: en Bogotá, entre 2010 y 2012 se reportaron 426 asesinatos contra mujeres y 1 de cada 3 es perpetrado por su pareja. La cifra iba en 142 casos en octubre de 2013. Pero hay más víctimas de esta violencia silenciosa en la ciudad, como Emilia Lazo, una tolimense que desde su adolescencia ha sufrido el maltrato físico y psicológico por parte de los hombres. Quizás el recuerdo que más lágrimas le arranca es la forma en la que su esposo la hacía sentir inferior, sin dejarla estudiar, trabajar, y mucho menos salir a reunirse con otras personas. Solo hasta hoy, a sus 65 años, se encuentra trabajando: es la encargada del oficio y la limpieza en el comedor comunitario San Carlos, de Tibabuyes, en Suba, al noroccidente de la ciudad. ¿Por qué su esposo cambió de opinión? La respuesta es simple: el señor sufre de cirrosis y tiene que estar en cama y recibir una atención especial, por lo que Emilia tuvo que salir a trabajar.

Foto: Andrés Bossa

Bogotá avanza en la política pública de mujer y género. Los derechos que se definieron en el Plan de Igualdad de Oportunidades con Equidad de Género incluyen: vivir sin violencias, con participación y representación. Un trabajo en condiciones de igualdad y dignidad, salud plena, educación con equidad y una cultura sin sexismo. Según la Secretaría Distrital de la Mujer, al erradicar la violencia contra las mujeres se gana en equidad y se avanza hacia una sociedad justa y democrática. En eso coincide la concejal Angélica Lozano, defensora de los derechos de las mujeres, quien reclama más espacios de representación política para que no haya más Rosas y Emilias.

Sin aliento Texto y fotos: Emerson Martinez y Catalina Vargas Vergara martinezemerson25@gmail.com y andre.kta2509@hotmail.com

Brayan Alarcón, de tez morena y de origen valluno, ha tenido más trastornos respiratorios que su edad, ocho años. Resfrío común, laringitis aguda obstructiva, bronquitis aguda y síndrome bronquial obstructivo. Vive en el barrio El Consuelo, que limita con los cerros orientales, en una humilde casa donde escasea lo básico: a veces no llega el agua, con frecuencia se va la luz y la cuenta del gas no siempre puede pagarse. En la unidad de salud de su barrio deben dar prioridad a los niños como Brayan, que pueden tener complicaciones médicas. Los problemas respiratorios generalmente son de origen infeccioso, causados por virus, bacterias e, incluso, hongos. La Alcaldía de Bogotá, desde el 2011, puso en marcha un plan de ayuda para Brayan y otros niños de la localidad de Santa Fe y de la ciudad: “Creciendo Saludables”. Este programa busca garantizar el derecho a la salud en condiciones de equidad, calidez y calidad para los niños, familias gestantes y lactantes, y tiene como meta en esta administración la vacunación de 120.482 niños y niñas menores de 10 años, con el fin de acabar con la neumonía en menores de cinco años o en niños mayores que presentan problemas respiratorios. Gracias a los programas ejecutados por la Alcaldía, Brayan tuvo la posibilidad de que, en este último año, sus trastornos no se dieran de manera repetitiva y prolongada. Para el 2013, el presupuesto de inversión en salud para el cumplimiento del cuarto objetivo del milenio, supera los $13.600 millones. Brayan se beneficiará con el mejor manejo de basuras, centros de atención médica y capacitaciones en las localidades con mayor tasa de mortalidad infantil, como Santa Fe —donde vive—, La Candelaria y Los Mártires. Por el momento, sigue esperando mejor atención hospitalaria para sus frágiles pulmones, y aunque se le va el aliento, juega sin parar.

Juanita en el destierro Texto y fotos: Gabriela López y Daniel Campuzano gaby27sep05@hotmail.com y dc.92@hotmail.com

Hace años, Cindy* jugaba con su muñeca. “¡Juanita, cómete las verduras!”, le decía. Juanita era su compañera inseparable, lo compartían todo en un rincón de su pequeño cuarto en Altos de Cazucá, en el límite entre el sur de Bogotá y el municipio de Soacha. Muchas niñas sueñan con ser madres desde que sostienen por primera vez una muñeca en sus brazos. Casan a Barbie con Ken y sueñan con una familia. Pero quedar embarazadas a los 15 años no está en sus planes. Lo que carga entre sus brazos no es de hule. Le hala el pelo, babea y llora sin parar. Ese muñeco no hace lo que ella quiere. Sin embargo, cada vez que Cindy mira a su pequeño de tres meses, lo acaricia con los ojos. Ella está enamorada. “Hable pasito, que se durmió”, dice.

Ilustrador: Daniel Rivas

Ella, a sus 15 años de edad, se ve agotada, con su pelo recogido una cola de caballo mal hecha. Temerosa, mira de reojo la ventana a ver si llega su “esposo por obligación” (como dice ella) o alguno de sus suegros. Nadie puede saber que está contando su historia, porque a esa familia no le gusta que se metan en sus

asuntos “En esta casa las cosas se arreglan con rejo, y ya”, añade la joven. Cuando llegó a su casa con la noticia de que estaba embarazada de su novio del colegio solo escuchó de boca de su papá: “Pues se larga con el que la preñó, zorra”. A Cindy se le paralizó el mundo, hasta pensó en abortar, pero donde no hay plata para comer, mucho menos para realizarse ese procedimiento. “Me tocó

irme a vivir con Julián y sus papás. Todos son unas joyitas, pero igual ahora lo que importa es sacar a este niño adelante”. Los jeans descaderados y la camiseta ombliguera de Cindy han quedado atrás; hoy tiene un vestidito casero chorreado de vómito de su pequeño, concebido en el baño de un colegio. ¿Y Juanita? No es más que un manojo de pelo enmarañado y empolvado que la mira desde una repisa de la habitación. —Yo amo a mi chino y hoy daría lo que fuera por él, pero esto no era lo que quería. Los amigos del colegio pasan cerca a su casa y le gritan por la ventana: “¡Qué hubo, Cindy!”; ella se asoma moviendo las cortinas, levanta la mano en señal de saludo y esboza una sonrisa que no llega a serlo. “Antes rogaba

para no ir al colegio, pero ahora me hace mucha falta mi ‘parche’ y hasta los profesores. Vea, ahí tengo todavía el uniforme”, dice con ojos cansados. El saco azul, la falda de cuadritos y la blusa blanca, su uniforme de colegio, sigue colgado. Ella cursaba noveno grado en el Colegio Julio César Turbay Ayala, en Soacha. “Mis amigos me dicen que me tiré la vida”, afirma. Sus padres y sus suegros también lo piensan. Para los abuelos paternos del pequeño Elías*, Cindy debe soportar los maltratos de Julián*: ese es el castigo por dejarse embarazar y así embarrar el futuro de su hijo adolescente. Mientras Cindy habla, un olor penetrante inunda la habitación: es hora de jugar a cambiar pañales. Amamantar, sacar los gases, cambiar el pañal, dormir a la criatura que llora y repetir: así se van los días de Cindy, que ahora es mamá de verdad.

*Los nombres han sido cambiados por petición de la entrevistada.

El otro lado del dolor Texto y fotos: Natalia Durán y Andrés Macías andresmacias_h@hotmail.com y andresmacias_h@hotmail.com

Los pacientes que viven con el virus del VIH son unos guerreros al pie del cañón que necesitan de un doctor que les dé fuerza para permanecer en la batalla.

Colombia del Plan de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio, Valle, Antioquia y Bogotá son las regiones que tienen mayor número de muertes por VIH/sida, e incluso entre los tres territorios se agrupa el 40% de las muertes por VIH/sida del país.

Eso hace Eduard Arnaldo Murcia Bonilla, quien se ha especializado en el tratamiento de pacientes que viven con la enfermedad.

“El rol del médico no es el del ser frío y distante que se dedica a emitir un diagnóstico para continuar su maratón de pacientes del día”, dice. Su propósito es no hacer sentir a su paciente discriminado, triste o desanimado, pues, a su juicio, la sensibilidad para el tacto con el otro es vital en una profesión como la medicina, y más en estos casos. Las historias que ha vivido de cerca lo han fortalecido más en su trabajo diario. “Tuve un

caso de una mujer de unos 45 años. Ella murió de una infección en la piel, un absceso perianal gigante que se le complicó […]. Usualmente, cuando son parejas las que consultan, ellas niegan haber tenido alguna conducta de riesgo”. En Bogotá mueren por causa del VIH-sida 4 de cada 100.000 habitantes. Y así ha sido desde hace más de cuatro años. También ha habido un aumento en la propagación del virus.

“Conocí casos de trabajadoras sexuales que por su condición de portadoras del VIH no podían y no pueden seguir ejerciendo su labor. Irresponsablemente, cuando se les es detectado el virus, estas trabajadoras evitan la posibilidad de parar su trabajo y someterse a un tratamiento y, por el contrario, optan por cambiar de sitio o departamento, para continuar produciendo ganancias, a expensas de seguir contagiando a más y más personas con el VIH”, relata Murcia Bonilla. El médico advierte que es un tema complejo que debe ser tratado por las secretarías de salud para fomentar el sexo responsable y el disfrute del amor responsable, teniendo en cuenta que, según el último informe sobre

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Junto al solmáforo, invento chileno, las profesoras Adriana Bohórquez y Zaida Rodríguez.

Solmáforos para la prevención Texto y fotos: Camila Sarmiento y Natalia Carvajal camisarmiento9@gmail.com y natalia_carvajal3@hotmail.com

Bogotá se despierta y los solmáforos ubicados en Corferias y en la estación Héroes de Transmilenio empiezan a marcar desde la madrugada los niveles de rayos ultravioleta que cobijan la ciudad y que cada día suben más. Desde que sale el primer rayo de sol, empieza el trabajo de estos aparatos. Su función: medir los índices de radiación que llega a los ciudadanos en los diferentes momentos del día, con el fin de concientizar a las personas sobre el cuidado que deben tener con dichos rayos, los

cuales pueden afectar su calidad de vida, al ser productores de enfermedades como el cáncer de piel. El pronóstico se hace con base en el ángulo del sol, las mediciones del ozono total, la latitud, la altitud y la radiación ultravioleta. Los resultados se miden en una escala de 0 a 10 en la cual hasta 2 el riesgo es mínimo, de 3 a 4 es bajo, de 5 a 6 es moderado, de 7 a 9 es alto, y más de 10 es muy alta. Es miércoles 16 de octubre del 2013 y el solmáforo que se encuentra ubicado en Corferias está marcando los niveles de rayos ultravioleta. Llama la atención de varias personas que se movilizan por el lugar y se detienen a observar el curioso aparato. Después de leer la información, quedan atónitas: no esperaban que los índices de radiación fueran tan altos.

“No todo el mundo tiene conocimiento de las consecuencias que trae la exposición directa al sol. Es bueno que existan artefactos así que nos ayuden a prevenir el cáncer de piel. También es una manera de promover entre los padres, jóvenes y adultos el uso de protección con productos adecuados”, dice Adriana Bohórquez, profesora de un colegio público de Bogotá. El Ministerio del Medio Ambiente, con el apoyo de las Naciones Unidas, les dio vida a los solmáforos, teniendo en cuenta que, según la Liga Contra el Cáncer, en Colombia se estima que durante este año se han presentado cerca de 1.000 casos nuevos de melanoma y calcula que aproximadamente 250 personas morirán de esta enfermedad. La mayoría de ciudadanos desconocen los problemas que se derivan de los rayos ultravioleta que entran debido a la contaminación que afecta cada vez más la capa de ozono. Pasa el día, y el solmáforo de Corferias apunta al más alto indicador —de cuatro que tiene—, durante la jornada. “La teoría dice que la ra-

diación ultravioleta aumenta con la altura; se supone que la mayor incidencia de la radiación ultravioleta se da en zonas altas, como Bogotá y Pasto”, explica Henry Benavides, subdirector de meteorología del Ideam. En la noche, el aparato descansa. Como los niveles de radiación en Bogotá son tan altos, es necesario que recargue baterías para poder marcar de manera correcta los índices cuando empiece un nuevo día.

No es tarde a los 77 Texto y fotos: Camila Landaetal cami_mila113@hotmail.com

Voluntad nunca le ha faltado en la vida. Su único “pereque”, como lo dice él, fue que aprendiendo a manejar el teclado y el ratón sus dedos se empezaron a encalambrar. Hace cinco meses dejó a un lado la televisión y ahora todas las tarde de los lunes, martes y miércoles asiste a un centro tecnológico de la Alcaldía Local de Kennedy a recibir clases de internet, que comienzan a las 8:00 y terminan a las 11:00 a.m. Sandra, su profesora, enseña a un grupo de 20 ancianos cómo revisar las noticias, escuchar radio, enviar mensajes, tomar fotos y manejar programas de texto y datos. Para Hernando Camelo, de 77 años, que se quedaba dormido en las clases teóricas de Word y Excel, sus clases cambiaron después de que le enseñaron a manejar YouTube. Ahora lleva consigo unos audífonos que cuida tanto como su cédula “Es maravilloso; encuentro

no solo una canción, sino el disco completo de mis cantantes de salsa”, dice. Aprendió a utilizar Facebook con ayuda de sus nietas:

“Cuando lo abrí, esperaba encontrar a todos mis amigos de infancia, pero no fue así”.

a todos boquiabiertos”. Es el único entre sus compañeros de trabajo que tiene acceso a internet y que sabe navegar en las páginas web. Para él, internet solo tiene bondades, porque ahora es más activo, no duerme tanto; también es mucho más sociable porque usa Facebook en sus ratos libres. Según una encuesta realizada por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones, en 2013, el 54% de los colombianos utilizaron las redes todos los días y pasaron en promedio 2,6 horas navegando.

“La penetración de internet va en aumento, y los colombianos lo usan cada vez más. Esto lo demuestra la última encuesta de Consumo Digital. Más colombianos se comunican, estudian y se entretienen. Estamos cumpliendo las metas de Vive Digital y llevando más oportunidades a los colombianos”, afirmó el ministro de las TIC, Diego Molano Vega. Por ahora, Hernando seguirá aprendiendo y “cacharreando”.

Nunca es tarde para explorar el mundo digital, como lo demuestra Hernando Camelo.

Con esa misma voluntad que lo llevó a explorar el mundo digital, encontró a cada uno de los hijos de sus amigos. Por las fotos que publicaban se dio cuenta de que sus amigos estaban bien, pero lejos de internet. No hay nada de extraño en la experiencia de Hernando: solo el 4,6% de la población entre 55 y 64 años utiliza Facebook en Colombia. Gracias a su curso de tecnología, ahora es el “chacho” en su trabajo elaborando las tablas y planillas de asistencia en la Junta de Acción Comunal de la localidad de Kennedy. Antes las hacía manualmente, pero ahora se ayuda de la tecnología. Así gana dinero adicional a su modesta pensión y ayuda a sus compañeros a hacer las planillas en Excel.

“Eso que todavía no sé manejar bien Skype, pero la nieta me está enseñando, para dejarlos

Especial Música Texto y fotos: Sergio Llamas sergillf@msn.com

Música

“a la lata”

En el garaje del barrio La Soledad se cuecen sonidos al son de las latas de un grupo de lutieres que construyen instrumentos con reciclaje. Es la banda Latin Latas, fundada hace tres años y que en medio de sus ásperos sonidos invita a reciclar.

“Desde muy pequeño siempre estuve metido en canecas de basura y la mayoría de juguetes que yo tenía en la casa salieron de una chatarrería que había cerca. Ese era un espacio mágico donde había muchas cosas y donde empezó todo”, dice David Castiblanco, baterista y lutier del grupo musical Latin Latas. Cuando se abrió la puerta de la casa, de fachada rojiblanca con rejas negras, en la avenida 39 con calle 34, escuché la melodía de Hit the Road, Jack. Todos empezamos a tararear la letra como respuesta. Era inevitable recordar a Ray Charles, pianista que grabó esta canción en 1961. El sonido, aunque agradable, se tornaba cada vez más rústico, tosco e incluso opaco. Ante nuestros ojos aparecieron seis personas al mando de unos aparatos desconocidos, anormales, que hacían las veces de instrumentos. Resultaba extraño escuchar Hit the Road, Jack, y no ver un piano inmenso interpretado por Charles, ni al grupo de coristas negras despampanantes, ni la orquesta convencional. Y sí, por el contrario, chocar con seis muchachos del común, con apariencia de hippies tocando en un garaje-taller la canción que, según la revista Rolling Stones, está en la lista de las 500 mejores de todos los tiempos. Lo más inexplicable de la situación es que la música provenía de una hélice de lavadora que hacía las veces de trombón; de un tarro de basura con cuerdas que era el bajo y de un armatoste que contenía entre otras cosas, pedazos de un DVD, una tapa de olla y un galón de aceite con una pelota de tenis amarrada con cinta para conformar la batería.

Arriba: Andrea de Francisco, la voz líder de la banda, toca el Baby Catre. Abajo: David Castiblanco, más conocido como David 'Latas', militante de la causa ambientalista.

Habíamos llegado al templo donde se rinde culto al dios del reciclaje, donde se hace magia con la basura y donde el mayor profeta es conocido como David ‘Latas’.

David re-lata David Castiblanco o David ‘Latas’ es el baterista de la banda bogotana Latin Latas, que combina la música y el reciclaje como una forma distinta de ver y habitar el planeta. Su pasión comenzó al escuchar a su padre interpretar música andina con la guitarra. Hizo

David 'Latas' ha diseñado y construido más de

instrumentos ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••

sus primeros pasos en la Fundación Reciclarte con una batería prestada, lo que le avivó el amor por la percusión.

“Paralelo al trabajo con la Fundación empecé a camellar como técnico de batería y me empecé a relacionar con los músicos más tesos de acá”, dice este bogotano que después de haber sido devoto del rock y del metal descubrió que la música es una sola, suene donde suene y suene lo que suene. Sin embargo, su oferta musical no pega en emisoras comerciales y mucho menos la bailan los “pelaos” en una rumba en la Zona T. Trae consigo un mensaje bastante particular: hay que reciclar.

“El reciclaje para mí y para el grupo, más que el hecho de reciclar y de separar en la fuente, es el hecho de reciclarnos constantemente y de cuestionarnos el mundo en el que estamos viviendo”, dice él, dedicado al reciclaje hace más de 15 años, la mitad de su vida. El interés por el reutilizamiento de los residuos nació de las enseñanzas de sus padres, oriundos de Moniquirá, Boyacá. “Cuando ellos

llegaron a la ciudad, por ser de origen cam-

pesino, reciclar era una actividad de la vida cotidiana, no una obligación”. En la Fundación Reciclarte se encontró con el maestro Hernando Ruiz Daza, un artista que lleva 25 años trabajando con el reciclaje y el arte. David se siente privilegiado por haber pertenecido a esta fundación, ya que en el crujir del cartón, en el tintinear del metal y en el eco de los tubos le encontró un sentido artístico a esta labor.

‘La Herramientara’ y ‘La Llaverimba’ Los lutieres se encargan del diseño y la construcción de instrumentos y para esto utilizan madera fina, cuero o metal. Para David ‘Latas’, la materia prima para la creación de sus instrumentos es la basura. En Reciclarte tuvo su primer empalme con la construcción de obras artísticas con residuos reciclables, pero fue en Latin Latas donde sacó a relucir el Mcgyver que lleva dentro:

“Como Latin Latas era una banda nueva con muchas ganas, pero sin plata, ya que no había instrumentos musicales, existía la necesidad de hacerlos, y acá en Bogotá no hay quién

elabore instrumentos a partir de reciclaje, entonces Andrea, vocalista del grupo, sugirió que yo los fabricara”. “¡Hágale a ver qué pasa!”, le dijo Andrea, y desde entonces ha diseñado y construido más de diez instrumentos con estilo y nombre propio, entre los que se destacan ‘La Herramientarra’ (guitarra), ‘La Candelosa Escandalosa’ (batería), ‘Baby Catre’ (Bajo), ‘Jeimmy Hendricks’ (para efectos sonoros), ‘La Llaverimba’ (marimba) y el famoso ‘Trombolavapiñotubón’ (trombón).

“No hay un prediseño de los instrumentos, sino que todo parte de una simple lata o de un trozo de madera. Lo que hace únicos a estos instrumentos es su sonoridad. Gracias a los materiales, su sonoridad no la tienen los instrumentos tradicionales”, afirma Castiblanco, que se llena de orgullo cuando muchos músicos reconocidos se asombran por la estética y la melodía de sus artefactos. Perplejo quedé yo también cuando en menos diez minutos, para ilustrarnos un poco mejor acerca de su técnica, David hizo un ‘petnocho’, un instrumento musical de viento que podría reemplazar fácilmente una flauta o un clarinete, con dos botellas de plástico, un par de huecos y una bolsita. David ‘Latas’ aprendió a tocar la batería viendo a otros interpretarla; experimentó la construcción de instrumentos a punta de ver, cometer errores y perfeccionar todos los días para que el sonido fuera el mejor. No estudió ningún pregrado, no ha tomado clases magistrales, tan solo unos cuantos cursos y talleres. “Casi todo lo que yo empecé

a aprender fue muy visual, también me ayudó el ser muy inquieto para estudiar y leer en la casa. Pero la calle ha sido mi gran formadora”, afirma. Él no necesita un bombo de $600.000, ni un platillo de $2 millones, tan solo un timbo de aceite y una tapa de olla para construir la que llama su ‘Candelosa Escandalosa’.

“A uno, como músico, siempre lo están envenenando con que para ser profesional toca tener los platillos de tres, cuatro millones de pesos, la batería de diez millones. Entonces esta banda también es una manera de protestar frente a eso”, dice David.

Banda sonora ecológica Andrea de Francisco, la voz líder, toca el ‘Baby Catre’; Diana Higuera, el ‘Saxo Termoplástico’; Guillermo Ospina, ‘La Herramientarra’; Juan Maella, ‘El Trombolavapiñotubón’, y Pedro Garzón ‘La Llaverimba’ y ‘El Ta’legre’, y conforman, junto con David, la banda sonora de la ecología. No solo la sonoridad particular de los instrumentos, sino también las letras de sus canciones hacen a este grupo único en el mercado nacional. La pega, El último habitante del

planeta, Fiebre global, Al son del libre animal son algunas de las canciones que los han catapultado en la escena musical del país. Además, la agrupación es la cabeza visible del colectivo CAB (Cultura, Arte y Basura), donde se encargan de transmitir el mensaje del reciclaje y el cuidado ambiental por medio de distintas manifestaciones artísticas. Así nacieron los talleres Reciclándonos, un espacio donde los integrantes de Latin Latas intercambian con el público sus conocimientos acerca de la construcción de artilugios a partir del reutilizamiento. Aquí todas las personas tienen la posibilidad de crear instrumentos musicales, herramienta o vestimentas con sus propias manos, a partir de la basura. Tanto Latin Latas como David están preparando la grabación de su primer disco, a la espera de que su propuesta musical siga dando lata no solo en Colombia, sino en todo el mundo.

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Banda bogotana que explota el lado oscuro del folclor nacional.

De Juepuchas: una cucharadita de Colombia…

Texto y fotos: Natalia Guerrero nataguerrero_67@hotmail.com

… pero una cuchara de palo para un caldo de cultivo musical. Así se siente a De Juepuchas cuando se escucha por primera vez, y nos damos cuenta de que es posible bailar al son de las voces de Álvaro Uribe, Natalia París y Jorge Barón. El artífice de este collage sonoro habla de la experiencia.

En un cuarto de su apartamento en el barrio Chicó, Diego Maldonado le dio vida al proyecto De Juepuchas en 2009, y en estos últimos años ha recopilado la suficiente cantidad de samples de voces, comerciales, rondas infantiles, personajes y ruidos como para calcar impecablemente en papel mantequilla y con lápiz Mirado # 2 el croquis de nuestro país. Allí, dos figuras de Lego se sostienen sobre los bafles de su miniestudio. Soltando una risa dice que los tiene desde pequeñito, mientras el apartamento se inunda con el olor de las tajadas para el almuerzo. Ahora, con 28 años, y un diploma de economista, Diego tiene otros juguetes sobre la mesa: un sintetizador, una consola de sonido, un teclado pequeño, varios CD y un computador repleto de lo que él más ama: pura música. ¿Que por qué De Juepuchas? A Diego le quedó sonando el nombre: “Eso fue más de una locurilla ahí con unos amigos”, que le quedó guardada en la cabeza hasta que llegó la hora de nombrar todo eso que estaba saliendo de su estudio, casi con vida propia. Aunque Diego Maldonado es el líder de este collage sonoro, le gusta usar la palabra colectivo. Y no solo porque siempre ha estado acompañado, sino porque, como él dice, en un país tan diverso “toca pensar esto

como un proyecto colectivo, como un proyecto de nación”. Los compañeros se han ido o han cambiado con el tiempo. El primero fue Andrés, que después de un tiempo se fue a Londres, y después de él estuvo otro, que también tomó su rumbo. “Ahora estoy trabajando con Santiago

Uribe, el que me ha acompañado en este último año, un año de evolución”. De Juepuchas surgió en un momento coyuntural, cuando Diego estudiaba composición y tecnología de medios en Estados Unidos, intentando comprender la música ya no como una melodía, sino como toda una experiencia sonora: “Después de mucha búsqueda empezó

a consolidarse una base de sonidos, y me volví un investigador del recurso sonoro. Entonces empecé a buscar conexiones de loops, colecciones de sonidos, fueran de la naturaleza, de la ciudad o canciones particulares”. Esto coincide con el boom de YouTube, un “repositorio de memoria mundial”, como lo llama Diego. La base de sonidos se tornó más seria, la línea artísti-

ca se fue definiendo, y el primer álbum de De Juepuchas salió de la nada. Álbum que nunca va a poder ser CD debido a los derechos de autor:

“Tiene unas implicaciones si yo hago la fabricación de un CD porque ahí sí estaría vulnerando los derechos de autor”.

Lanzamiento en el Septimazo Con este trabajo en las manos, De Juepuchas ni siquiera quisieron llevarlo al escenario, sino a la calle. Diego todavía recuerda esa primera

Diego Maldonado, creador de De Juepuchas e investigador del recurso sonoro.

presentación de De Juepuchas, en el Septimazo, en septiembre de 2009. Y es que desde esa primera presentación, el país, y el mundo, se han convertido en una tarima constante. Lo fue así en los bares alternativos de Bogotá, y las calles de Valledupar y Cali. En Nem-Catacoa, en los festivales de música en Canadá y en esa famosa presentación de los premios Shock, donde De Juepuchas salieron a la tarima con Natalia París disfrazada de banana: “Concep-

tualmente encajaba buenísimo. ¡En lugar de samplearla, estábamos en el escenario con ella!”. Diego no les da importancia a las críticas y comentarios en esos videos de YouTube, pues sabe que esa presentación solo tenía intención de “mamar gallo”.

“Es que la música es superesnob, y el ejercicio del Septimazo era eso: llevémosle la música a todo el mundo, abramos el abanico”. Y precisamente eso era Ser De Juepuchas varios años, el primer y único álbum de De Juepuchas, con 19 temas. Una hora de música con títulos como El

ritmo de la cocina/el teléfono/el radio, Música para ejecutivos y La internacionalización del helado, que atienden y despachan los oídos como cualquier miscelánea de barrio colombiano.

La patadita de la buena suerte, ¡Entusiasmoo!, Uno de estos animales no es como los otros, Un besito tuyo de ti, Very felicing in Cartagening, El pájaro carpintero, Macarena tiene un novio que se llama, Si lo veo le doy en la cara… cerca

de cien fragmentos sonoros se van hilando con sonidos diarios: un radio, las bocinas de los buses, un teléfono que repica, comerciales de pomadas, radioteléfonos de taxis, cortinillas de televisión e, imperceptiblemente, se le va metiendo el drum and bass, las gaitas, el electro, los acordeones, los sintetizadores a todo volumen y las guacharacas. Un caldo de cultivo musical, pero de los trasnochados, porque así son más ricos. La propia fusión que llaman, palabra con la que se llenan la boca cientos de grupos en nuestro país, solo que en este caso la fusión sucede sin saber cómo cuándo ni dónde; la fusión sucede en un cuarto, en un estudio, en la calle, en la memoria de cada colombiano: “El valor de la

memoria es el poder repensar el presente. En ese sentido, yo creo que el oído sirve para sensibilizar mucho. Te permite llegar a lugares

tanto para atrás como para adelante, porque el sonido también te permite reimaginarte”.

La MiniTK del Miedo y Armadillo El primer álbum de De Juepuchas reunía toda esa parafernalia colombiana, llamó mucho la atención del público y estuvo muy bien reseñado en varios países del mundo. Aún así, Diego anda buscando desde entonces la forma de no caer en el cliché de los samples y la ironía. Después de varias mezclas y de uno que otro trabajo conjunto, era mejor que De Juepuchas quedara en una especie de stand by, y redefinir su sonido, redefinir su evolución técnica, redefinirse en general. A Diego le encanta la palabra redefinición. Y a eso se dedica constantemente, desde que se levanta y va a su trabajo en el Ministerio de Cultura —porque “de la música viven todos menos el músico”—, hasta que llega a su casa a seguir sacando sus “popós creativos”, como los llama entre risas. Existen dos popós creativos con forma y carátula: La MiniTK del Miedo y Armadillo, dos proyectos que para Diego fueron la profundización de dos puntos específicos en la línea recta que es De Juepuchas:

“La MiniTK nace de un encuentro con un amigo que tenía ideas muy concretas, y el ejercicio creativo fue tan positivo, que llegué al punto de producirle el álbum entero. La MiniTK es como este lado oscuro de De Juepuchas, volver a esta época de la primera fiesta de 15 años, pero dele la vuelta conceptual de que vivimos en un país oscuro y hagámonos amigos de eso”. Bautizados como los “inventores de la cumbia”, La MNTKDLMD muestra, desde sus presentaciones hasta los títulos de sus canciones, el lado oscuro del folclor colombiano, cosa que parecía inexistente hasta hoy. Y aunque no abandonan esas bases juepucheras, con La MiniTK se apaga la luz y se deja un sabor como de danza ritual industrial, como de pueblo fantasma en los oídos.

“Armadillo sí refleja un poco más lo que yo estaba pensando en ese momento, que es cómo uno interviene el folclor colombiano a través de las tecnologías”. En octubre del año pasado, Diego y un equipo de ocho personas viajaron a Valledupar para la producción del disco, que de cierta manera plasma los dos amores de

Diego, la electrónica y el trópico, a pesar de que se debate entre todos los géneros existentes:

“Armadillo lo que quiere mostrar es la riqueza que tenemos, la riqueza sonora de Valledupar, recuperar historias, símbolos, memorias”. Respecto a las obras, ambas tienen nombre propio, ambas caminan por sí mismas, sin un Diego Maldonado marcado por ninguna parte:

“El artista cae en una trampa de que siempre es un nombre. ¡Pero es que uno lo que tiene es obras! Puede que no sea Juepuchas, pero es una obra, y sale”. Y precisamente así salieron La MiniTK del Miedo y Armadillo, ambas obras opuestas a las lógicas de mercado, de sellos y artistas que nos han inculcado toda la vida. Eso sí, cada uno a la venta, a diferencia del álbum de De Juepuchas, que fue miles de veces descargado en todo el mundo, pero no significó ninguna ganancia para el creador, quien dice haber evolucionado en ese aspecto, al “pasar

musgo y orquídeas a la consola; redefinir, una vez más, el concepto de folclor, mientras crea música que, más que conservar o acompañar, comunique: “Proteger el folclor es simplemente

condenar las cosas a un museo”. Para Diego, este paseo casi mochileado con la música lo ha hecho recorrer lugares bonitos y feos. Lugares de su propia persona que no conocía, y lugares imperecederos en la memoria, de los cuales se sentirá parte siempre. Los oídos se le han llenado de arena, de agua de charco, de madera blanda, de plumas, de agua salada, de fique, de melaza, de concreto. Ahora puede permitirse decir que los deseos se cumplen, siempre y cuando uno no intente atinar en un blanco. Con De Juepuchas, más que las enseñanzas musicales, Diego ha aprendido a pensar, pero, como él dice: “Pensar diferente

sobre el hecho, no sobre la lora”.

La consola explosiva donde se cuecen las múltiples identidades del colombiano.

de la ingenuidad a la realidad”.

La identidad como una estera Quizá una de las cosas más valiosas que le ha enseñado este viaje musical a Diego Maldonado es que somos una mezcla. Desde hace rato él sabe que somos un colchón, o quizá una estera de retazos y que la fórmula de la identidad nunca ha pisado este territorio, ni le interesa pisarlo:

“La identidad del colombiano es precisamente no tenerla. Es tener múltiples identidades. Pero a mí me gusta, me parece que es un valor chévere, por lo menos desde la música es una verraquera. Tenemos muchos recursos, una paleta de colores fascinante en todo sentido”. La pregunta que se hace cada tanto Diego es: ¿por qué no lo valoramos? La respuesta que él mismo se da es que, como colombianos, siempre hemos tenido una mentalidad de colonizados, y aspiramos a ser una cosa diferente de lo que somos. Pero lo que ya tenemos acá tampoco es intocable para Diego: “Yo creo que el folclor es esa

visión arribista de decir que han desvirtuado la música, y lo que hay que entender es que la cultura es una vaina totalmente orgánica, que no se puede parar o la mato”. Quizá esto último es lo que ha intentado Diego con De Juepuchas y con sus otros dos trabajos: dejar que lo de allá se filtre con lo de acá, dejar que le salgan

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El tesoro de la

22 Isla del Sol Especial Música

Texto y fotos: Mateo Esteban Villalba mateo.villalba90@gmail.com

En una isla de cemento que limita con un mar de pasto y de vías sin terminar, se esconde una escuela de música que trata de cambiar el entorno de un barrio del suroccidente de Bogotá donde los piratas son reales y reclutan niños para delinquir. Que la escuela se llame Sangre Libre tiene sentido.

Esta isla flota a la deriva en el sur de Bogotá, localidad de Tunjuelito, sin definir si es rural o urbana, con un límite que parece natural y que funciona más como barrera para detener las aguas crecidas del río Tunjuelo. Barricada que también corta el aroma de cadáver del cuerpo acuático que pasa a pocos metros del barrio.

el proyecto Jóvenes con Vida, en la localidad de Kennedy, pero solo duró tres meses por falta de recursos. Pasado el tiempo, los integrantes de esta banda decidieron retomar las riendas de su escuela y reabrieron su Sangre Libre, que comenzó en mayo de 2013 y aunque carece de fondos económicos, “se mantiene para que

los niños aprendan a tocar el instrumento que quieran”, afirma Álvaro Duván Bermúdez, talle-

Al entrar al barrio, se tiene la sensación de que fue sacado de una película postapocalíptica, con caminos incompletos donde resaltan las piedras interrumpidas por placas de cemento, las cuales comienzan a dar indicios de las calles y casas de Isla del Sol, donde los buses y carros circulantes ponen a máxima prueba su suspensión.

“al consumo de sustancias psicoactivas entre menores de la zona, que es igual de fuerte al bulling en los colegios, lo cual afecta el desarrollo de los niños”, dice Sergio Mendoza,

En esta isla las direcciones son un puro formalismo: la ubicación de cada casa se define por el nombre de la familia o de lo que funcione en ese lugar. Con mayor precisión que un mapa satelital, todos los vecinos de Isla del Sol saben perfectamente dónde queda la Escuela de Música Sangre Libre. Con una coincidencia: la escuela queda en el cruce de la carrera 62A con la calle 62C. En la fachada amarilla, delimitada por líneas blancas, se alcanza a notar el dibujo de una guitarra en lo alto de una casa de tres pisos.

Las paredes de esta escuela, con ladrillos a la vista, están adornadas con los dibujos de los niños. Mezcla de colores que no distrae a los pupilos del curso de guitarra, que se dicta al lado de la puerta, mientras que al fondo, en la sala de teatro, los estudiantes reciben la clase de batería sentados en las sillas, frente a un público invisible. Mientras tanto, en el segundo piso, en un reducido espacio lleno de libros, John López, vocalista y líder de esta banda y organización, dicta el taller de canto.

Los anuncios de cursos de interpretación de diversos instrumentos musicales, con sus respectivos horarios, cubren la fachada del primer piso, sin el color alegre de los pisos superiores. La puerta metálica no es barrera para las sonoridades que salen de este lugar, y al entrar, el visitante recibe una cascada de guitarras, voces de diferentes tonos y una batería que parece llevar el ritmo de varias, pero que misteriosamente logra una armonía, igual que una anarquía bien organizada.

Contrabajo, contra viento y marea Esta casa es un verdadero misterio, ya que en realidad es un teatro ambientado para la comunidad de Isla del Sol, a cargo de la Fundación Cultural El Contrabajo, pero de unos meses para acá cambió su línea artística para dar paso a la banda de música Sangre Libre y a su proyecto social. Contra viento y marea, esta banda se convirtió en organización y hace un par de años comenzó

rista del curso de batería. La decisión de abrir esta sucursal obedeció

coordinador y tallerista del proyecto.

Sangre libre a chorros Con el exitoso precedente de Kennedy, Sangre Libre repite la experiencia con la comunidad de Isla del Sol, con tal acogida que en el primer día del taller de batería recibieron 60 niños, pero el curso solo tenía dos baterías. Dado que es una iniciativa nueva en el sector, atrae la atención y más “cuando los

cursos se dictan gratuitamente, se obtiene un gran número de asistentes sin importar cuál sea el instrumento”, comenta Álvaro. El objetivo de esta organización radica en mostrar la música como herramienta para superar los problemas sociales y formar a jóvenes y niños. Debido a la hospitalidad de que fueron objeto, esta escuela de música no ha recibido ningún tipo de amenaza por parte de grupos ilegales de la zona, como sí ocurrió en el 2011 con la Fundación Cultural El Contrabajo, amenazada por las Águilas Negras. Pero tiene dificultades para realizar los talleres por la falta de recursos

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El primer día del taller de batería recibieron

niños

pero el curso solo tenía 2 baterías

para dotar de un instrumento a cada niño que asiste a clases los sábados de diez de la mañana a tres de la tarde, ya que son niños de bajos recursos. Además, no se cuenta con el espacio adecuado para desarrollar estos talleres porque la infraestructura es uno de los problemas que se han reportado en la Alcaldía Local. Con una concentración parecida a la de monjes que están a punto de encontrar la iluminación, los niños se dedican a realizar los mismos movimientos que hacen los talleristas. Esta iniciativa está enfocada a lo social, al igual que las letras de las canciones de Sangre Libre. “Nuestra expectativa era que los

niños reconocieran en la música una salida a tantos problemas sociales. La expectativa que teníamos en ese momento, y que se cumplió, era que a través de la música aprovecharan el tiempo libre. El eslogan es: La música, más que un arte, es un estilo de vida”, dice Sergio. Tienen planeado visitar varios colegios para mostrar su trabajo a los niños, jóvenes y profesores, en todos los géneros musicales. “No

discriminamos género, así sea rock, reggae, ska y hasta ranchera; tenemos todo tipo de personajes para los diferentes gustos”, afirma Álvaro. El objetivo de la Fundación es consolidar un sello discográfico y ayudar a todas las bandas que se formen en esta academia, que además de instruir en música, lo hace en derechos humanos. ¡Y que corra la sangre, pero la que brota de la vena artística!

Los niños cantores de Bogotá

Especial Música

Texto: María José Medellín medellincano00@gmail.com Fotos: María José Medellín y cortesía de la Secretaría de Educación Distrital

En medio de aplausos y gritos victoriosos, con la taquilla agotada y el público de pie, 600 niños y jóvenes, miembros de 26 coros, fueron los protagonistas del concierto Canta, Bogotá Canta en el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, el 25 de agosto, como parte del programa ‘Jornada Educativa 40 horas’, una iniciativa distrital que busca la excelencia académica y la formación integral de niños y jóvenes.

* 600 niños en el escenario, miembros de

coros de colegios públicos de Bogotá •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••

A las 2:30 de la tarde, los corredores y las hileras de sillas del recinto empezaban a llenarse por las familias de los estudiantes que ofrecerían el concierto más multitudinario que se haya escuchado en el Julio Mario Santodomingo. Buena parte del público estaba conformada por ansiosos papás, mamás y abuelos que sabían lo que significaba este debut para los niños. ―Ojalá mi chinita haya comido bien y cante bien bonito ―comentaba la mamá de Tatiana Méndez, de siete años, mientras hacía la fila para ingresar al teatro. ―Ni siquiera se comió el desayuno ―le contestó su esposo—, me dijo que estaba muy nervio-

sa y que no tenía hambre, pero yo estaba en la ventana de atrás y la vi con un jugo en la mano.

Los 600 niños, que compartían los mismos nervios y ansiedad que sus familiares, esperaban en las afueras del teatro. Mientras terminaban de alistar los últimos detalles en su uniforme de pantalón negro y camiseta de colores vivos, rojo, azul, verde, rosado, morado, amarillo y naranja ―como luces de un árbol de Navidad―, se empezaban a formar las filas de los coristas, que saltaban y reían, mientras algunos intentaban concentrarse con los ojos cerrados. Los profesores y organizadores, de chaleco blanco, también estaban preparados y con la señal del maestro de ceremonias guiaron a las filas de cantantes hacia las mismas puertas por donde habían ingresado los asistentes que, tal vez por falta de experiencia y asombrados por la estructura del teatro, se demoraban más de lo normal para encontrar las sillas asignadas. Miraban alelados las imponentes luces y la lámpara que cuelga en la mitad del techo del teatro; tocaban el suave tapiz naranja de las sillas; muchos no sabían cómo desplegar la silla para sentarse, y otros más pedían ayuda a los acomodadores. Pasadas las tres de la tarde, el teatro alcanzó su máxima capacidad y al mejor estilo de los espectáculos de Broadway, los niños y jóvenes entraron al escenario haciendo un desfile entre el público mientras anunciaban el nombre de los 26 coros participantes en el concierto. Las familias no se cansaron de aplaudir y de gritar, y muchos se pararon de sus asientos al escuchar el nombre del coro de sus hijos. Ya en la tarima, los coristas formaron un bloque que ocupó todo el escenario, respetando el espacio del pianista y el cuarteto de cuerdas, ubicado del lado izquierdo, y el de los instrumentistas, al lado derecho. ―¡Ahí está, mijo, ahí está! Mírela, mírela, está

de camisa anaranjada, ahí al lado del piano. ¡Párese, párese y salúdela! ―gritaba la mamá de Tatiana a su esposo, que seguía sentado, mientras movía sus manos en el aire y saltaba para que su hija la viera. ―¡Ya la vi, ya la vi! ―le contestó su esposo, que intentaba sacar un pañuelo del bolsillo de su pantalón para secarse las lágrimas que habían aparecido al ver a su única hija en el escenario. La gran mayoría del público hacía los mismos gestos de esta orgullosa mamá que no se

cansó de saltar hasta que su hija le respondió, saludándola con las manos. Las abuelitas escarbaban sus carteras buscando pañuelos de papel que se repartían entre toda la familia, mientras que los hombres se abrazaban como si estuvieran en un partido de fútbol de su equipo favorito.

Viaje musical por Colombia María Teresa Guillén, directora del concierto, hizo su entrada y el público siguió aplaudiendo. El himno de Colombia y el de Bogotá marcaron el inicio oficial del concierto y con las notas de salsa de la canción del estadounidense Jay Althouse, ¡Cantar!, el público se conectó con el escenario. Cantaron en español, en inglés y en latín; además, hicieron un homenaje a los compositores Inés Granja Herrera ―conocida como la voz de la marimba por la canción La memoria de Justino―; a Alejandro Zuleta Jaramillo, por el arreglo de la canción Los animales del Llano¡Ay, sí, sí!, y a Jorge Alejandro Medellín, por su composición Eres bogotano. Cada canción del programa fue elegida tras un minucioso proceso para establecer la importancia del mensaje y de cada pieza. Junto con estas tres composiciones, el programa permitió un viaje por varias regiones del país. En la interpretación de La memoria de Justino, los cantantes, con ayuda de la marimba, recordaron los sonidos del litoral del pacífico y al señor Justino García que cogía su canalete, su potrillo y su juliana. Los animales del Llano-¡Ay, sí, sí!, fue un homenaje a los Llanos de Colombia con sus garzas, micos, dantas, loros y chigüiros, y a todos los que no son de por aquí, sino que vienen de Casanare.

de las primeras canciones y muchos papás aprovechaban para levantarse de su asiento y capturar en sus cámaras una mejor fotografía. El concierto ya estaba en su recta final cuando el maestro de ceremonias anunció la canción en latín Et in terra pax (Y en la Tierra, paz), y comentó que esta pieza era el anhelo que le habían expresado los cantantes de que algún día pudieran vivir la paz en Colombia. Con Un canto a la paz terminó el espectáculo y la estrofa “Muchas cosas debemos cambiar

para tener un buen futuro / que los niños puedan sonreír y así lograr un mejor mundo”, el público entero se puso de pie para ovacionar a los jóvenes cantantes y a sus profesores. A petición de los asistentes, los artistas repitieron la primera canción y entre gritos de felicidad y sonrisas, las luces del teatro se encendieron y las puertas se abrieron. Las palabras que dedicó el secretario de Educación, Óscar Sánchez, al comenzar el evento, resumen lo vivido en aquella tarde: “Con esta

experiencia los padres y las madres de estos cantantes y sus maestros deben sentirse orgullosos de sus hijos y alumnos, y de sí mismos por haberlos guiado. Y quienes escuchamos, si afinamos el oído, podremos entender que la democracia, la paz y el bienestar serán posibles en Colombia cuando cada niño y todos por igual, puedan aspirar a la excelencia”.

25 *colegios Hoy

públicos tienen 40 horas semanales más de escolaridad en 40 semanas del año. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

El concierto de esa tarde fue un viaje por todas las regiones del país sin moverse del escenario.

Con la canción A San Andrés y Providencia, un calypso con música de Mauricio Lozano, los cantantes recordaron a estas islas por su gastronomía, sus paseos a Johnny Cay y las tradiciones del idioma creole. Y desde el mar Caribe, el viaje terminó en Bogotá con la canción Eres bogotano: “Mira, cuántos alcapa-

rritos y cuántos siete cueros, cauchos, robles; todos necesitan agua, tierra, aire, amor y un amigo como tú”. Al finalizar cada canción, el público seguía aplaudiendo y gritando con la misma emoción

Programa 40 × 40

María Teresa Guillén, directora del proyecto coral. Abajo, en la dirección del concierto.

2014 150

serán

colegios con 400.000 estudiantes en jornada extendida •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••

La persona que está detrás de este proyecto revolucionario es el secretario de Educación de Bogotá, quien, preocupado por la inequidad en los tiempos y oportunidades de aprendizaje de los estudiantes de colegios oficiales de la ciudad con respecto a los colegios privados de calidad, desarrolló esta iniciativa en 2012. Así, por medio de un plan piloto de jornada extendida, los estudiantes de 25 colegios públicos tienen 40 horas semanales más de escolaridad en 40 semanas del año. Como se sabe, después de que se estableciera la jornada doble en los colegios distritales, comenzó la pérdida de la formación integral en las instituciones educativas, y las materias impartidas se redujeron a lo que muchos consideran como las más importantes: matemáticas, química, lenguaje y física. Olvidaron por completo la enseñanza del arte, la comprensión de la ciudadanía y la importancia de los derechos ciudadanos que, según el secretario Sánchez, son conocimientos que permiten lograr una educación con excelencia académica. Para el 2014, este plan educativo se propuso beneficiar a 400.000 estudiantes de 150 colegios. Y es que además de motivar una educación artística, el currículo está encaminado a que los estudiantes se dediquen a actividades deportivas y culturales. Con un presupuesto de un millón de pesos más por alumno para un gran total de $2.800.000, el Distrito espera

lograr su cometido al término de la administración de Gustavo Petro.

La directora que orquestó el plan “El canto coral está considerado como la actividad musical de práctica colectiva más importante para el proceso de formación de cualquier ser humano”, comenta María Teresa Guillén, directora del proyecto coral, quien después de haber sido invitada por el Ministerio de Cultura para vincularse al proyecto “Celebra la Música con el Coro Infantil y Juvenil de Colombia” en calidad de directora artística, se le midió a orquestar el plan de formación musical en los colegios del distrito. Guillén nació en una familia de músicos; comenzó sus estudios musicales con su padre, el maestro Jaime Guillén Martínez, y fue corista y directora del Coro de Cámara Guillén Becerra, con el cual grabó un disco.

“Una de las cosas más difíciles que hemos encontrado en este proceso es la falta de espacios. Hay que tener en cuenta que la mayoría de colegios no tiene un salón de arte, ni siquiera un recinto que se pueda adaptar para un ensayo. Muchas veces hay que pedir permiso en las iglesias cerca de los colegios o, en el peor de los casos, organizar a los niños en la mitad de un corredor”, agrega la maestra Guillén, quien fundó y dirigió durante más de veinte años el prestigioso Coro Infantil y Juvenil de Colombia. Hablamos de 600 menores cuyas edades oscilan entre los 7 y 18 años, que están aprendiendo a cuidar su voz, a no gritar, a leer partituras, a sentarse y pararse correctamente. Pero, lo más importante de este aprendizaje ha sido el crecimiento personal de los estudiantes, que corre parejo con el aprendizaje musical. “El niño en

su casa, por ejemplo, ya entendió que no tiene que gritar y entiende el porqué; sabe que si lo hace, además de dañar su voz, está molestando a los demás y se concientiza de que es parte de una comunidad”, explica la maestra. Siguiendo su batuta, más de 40 profesores se unieron a este proyecto. María Jimena Barreto, de sangre pastusa, es la directora asistente. Al igual que sus estudiantes, Barreto emprendió un camino de aprendizaje donde encontró que

“la importancia de la práctica musical, en este caso coral, trasciende al ser humano, al niño, al maestro. Abre espacios de convivencia, de respeto y de tolerancia. Es un espacio de construcción de comunidad, lo que más necesita en este momento la educación”. En representación del Barrio Moralba, la directora del Coro infantil y juvenil Madre del Divino Amor, resalta que en estos espacios los niños y jóvenes encuentran un lugar para salir de situaciones conflictivas que viven en sus casas o, incluso, con sus propios compañeros; tienen un efecto importantísimo, pues “es un cambio

de mirada y de panorama. Las expectativas de estos niños crecen y ya no se limitan a las situaciones que viven en sus casas o en el colegio, que en muchos casos son catastróficas para su crecimiento como buenos seres humanos”. Cristina Urrego, del Colegio La Merced, en Puente Aranda, está en séptimo grado y dice que a ella y a su compañera Ivonne Mateus el coro las ha hecho más felices, “además, vemos

que hay niñas que empezaron como nosotras, cantando, y ahora están estudiando en universidades y otras grabando discos y firmando autógrafos. Queremos ser como ellas y el coro nos ayuda a formarnos y a cuidar nuestra voz”. Como regla para todas las niñas, su pelo debe estar recogido en una cola de caballo, pero Ivonne y Cristina fueron más creativas y adornaron su peinado con hebillas de flores y colores. “Al comienzo, mi papá dijo que no podía

ir al coro porque ya no iba a tener tiempo para estudiar —comenta Cristina—, pero cuando se dio cuenta de lo lindo que cantaba y de la disciplina que tenía en el coro, me dio permiso y ahora nunca falto a ningún ensayo y mi papá es el más feliz cuando me ve cantar”. Los indestructibles lazos invisibles de la música los rodearon para nunca soltarlos. A estos nuevos cantantes, se les propuso cantar por sus familias, por su colegio, por su ciudad y por su país. Lo que ha significado esta práctica coral para los vinculados al programa, lo resume Jorge Andrés Gómez, del Colegio San Francisco de Asís: “La música tiene un valor

importante y es que te enseña a ser persona. Te enseña a valorar lo que tienes, a valorar lo que haces. Te genera disciplina, esfuerzo, valor, amor por las personas”.

Coro de voces críticas Después de presentar el proyecto ante el Concejo de Bogotá, en junio de 2012, Óscar Sánchez recibió una avalancha de críticas. El concejal Juan Carlos Flórez encabezó las denuncias y, en medio de trinos, expuso la inconsistencia del programa educativo, pues asegura que en la campaña para la Alcaldía de Bogotá, Gustavo Petro prometió la jornada única y no la jornada extendida que promete el proyecto y, además, el ahora alcalde ofreció en una de sus propuestas la construcción de 100 colegios nuevos, cifra que fue modificada y ahora solo serán 10 instalaciones para estrenar. “No está bien prometer una cosa y hacer otra”, trinó el concejal. Según Flórez, la jornada extendida no soluciona la desigualdad entre la educación que reciben los alumnos de los colegios privados y los estudiantes de las instituciones públicas; lo que convendría sería más colegios distritales para que los estudiantes estén más tiempo en clases de matemáticas o lenguaje y así mejorar el proceso de aprendizaje. Flórez asegura que de esta manera se lograría una equidad social y una educación pública de calidad. La guerra de trinos entre el alcalde y el concejal continuó, y en uno de ellos, Flórez escribió: “Lástima que @PetroGustavo abandonó su propuesta audaz. Da tristeza que ahora son solo promesas rotas incumplidas”. El programa suena muy bien hasta aquí, pero para ofrecer de manera permanente una educación integral en Bogotá, donde las actividades no se queden enclaustradas en las instalaciones de los colegios, hay que articular el programa con otras entidades culturales de la ciudad, públicas y privadas, no dejarlo únicamente a cargo de la Secretaria de Educación. Por ejemplo, el ofrecimiento de la Universidad Javeriana de 30 cupos para la maestría en dirección coral de coros infantiles y juveniles ha tenido una gran incidencia en la formación de los profesores. Por otra parte, los intereses políticos también se entrometen con el objetivo principal del proyecto y la confusión entre las misiones que debe cumplir cada institución y la falta de acuerdos entre estas termina afectando el proceso de formación de los niños. Pero ese es otro cantar.

El teatro de

30 los sueños Fotorreportaje

Fotos: Theo González tgc_777@hotmail.com

Así llaman al estadio Old Trafford, ubicado en Manchester, Inglaterra, y en el cual juega sus partidos de local el famoso Manchester United. A cientos de kilómetros, en Bogotá, en cada barrio de las 20 localidades, existe un pequeño teatro de los sueños. Un lugar donde se congregan las familias, los amigos y cientos de jugadores alrededor del balón. Entre los cientos de torneos que se realizan en Bogotá cada fin de semana, las grandes marcas deportivas no tienen cabida, pues cada equipo participante es patrocinado por las pollerías, las ferreterías y las famas de su zona y de esta manera entran a participar por premios que van desde un “petaco” de cerveza hasta los dos millones de pesos. El microfútbol en Bogotá es símbolo de nuestra identidad, y los jugadores ―y jugadoras― saltan a la cancha como si fueran falcaos, ospinas, yepes, zúñigas, y con las gambetas embolatan los vicios y los infortunios.

De torero a

32 sastre taurino Oficios

Texto y fotos: Daniela Puerta Padilla dani_puerta@hotmail.com

El artesano Arturo Castañeda, cuyo pasado de torero lo inspira para confeccionar trajes de matador y souvenirs de la fiesta brava, se rebusca la vida en la Bogotá antitaurina.

Saliendo de Bogotá, en el municipio de Soacha, viven Arturo Castañeda, su esposa y una de sus hijas. En su casa, de unos 50 metros cuadrados, tiene su taller, donde se observan, colgados, los trajes de torero que confecciona: chaquetillas, taleguillas, monteras y capotes. Pero también se ven acomodadas en estanterías las versiones en miniatura de estas mismas piezas para vender como artesanías, recuerdos y llaveros para turistas. Nació hace 64 años en Miraflores, Boyacá, donde su papá fue personero y alcalde. Aunque en su familia no había tradición taurina, Arturo comenzó a incursionar en este mundo a los 14 años, cuando un conocido de la familia le regaló un capote y una muleta. Luego de practicar durante un par de años, llegó a Bogotá.

Este hombre trabaja, con ayuda de su esposa, la artesanía para las distintas temporadas de Cali y de Manizales. Hasta hace dos años lo hacía para la de Bogotá. “Toda esta mercancía la llevan los

españoles y franceses, porque desafortunadamente la artesanía colombiana no tiene ningún mérito, la gente no la valora y no se justifica vender”, afirma Arturo.

Arturo Castañeda, dedicado desde hace más de 30 años a confeccionar trajes de luces, monteras, capotes y souvenires con motivos taurinos. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••

A los 17 años toreó en la Santamaría con un permiso especial; en esa faena inaugural cortó tres orejas y logró que le dieran un carné de profesional. Así entró al sindicato Unión de Toreros de Colombia, Matadores de Toros y Novillos. Comenzó su recorrido como torero en las provincias y departamentos taurinos: Boyacá, Santander, Cundinamarca, Tolima, Valle y Antioquia. Luego se desempeñó como torero acróbata, una especialidad en el mundo de los toros, donde era conocido como el Indio Comanche. Después de 30 años de montar en toros, luchar con ellos hasta derribarlos y poner banderillas, recuerda con orgullo que les dedicó la vida a estos bovinos. Cuando un novillero mexicano le enseñó a hacer chaquetillas, en 1976, se dedicó a las artesanías sin abandonar el toreo. Al principio pegaba las lentejuelas con Colbón, pero a medida que fue cogiendo práctica cambió su técnica por la costura, para que tuvieran más consistencia.

Las monteras pueden costar

$1.800. 000

Costo y confección Una minichaquetilla artesanal cuesta $35.000, mientras que los trajes formales para novilleros y picadores varían entre $6 y $12 millones. Hacer un traje de estos se puede demorar aproximadamente un mes y medio, usando telas colombianas y lentejuelas plásticas (a diferencia de las españolas, que son metálicas). Diseña los bordados y escoge los colores, que tienen nombres particulares: luto, que es negro; grana, azul celeste, agua marina, burdeos, azul mar, obispo, tabaco. A la chaquetilla le hace una horma con unas carnazas que se meten entre el forro y la tela de afuera para que quede dura y proteja; cuatro kilos y medio de traje hecho a mano. Un torero tiene entre seis y nueve trajes, muchos comprados en grandes sastrerías españolas, como Casa Fermín, Nati o Pelayo, donde fabrican los trajes mucho más rápido, ya que varias personas trabajan en un solo traje, por lo que cuesta casi el doble de su valor en Colombia. Arturo se siente especialmente orgulloso de sus monteras (sombrero que lleva el torero);

reconoce las suyas cuando las ve en alguna revista del mundo taurino. Están hechas a la medida de la cabeza del torero y han ido evolucionando con telas más finas y resistentes. Hoy pueden costar $1.800.000. Los peruanos y los españoles tienen una producción más especializada y le hacen fuerte competencia a Arturo. Los peruanos han comenzado a hacer trajes de toreros a precios más económicos que los españoles y que los colombianos, y aunque son muy bonitos, su duración es muy corta, el cordón se daña, cambia de color y las lentejuelas se pelan. Por otro lado, los trajes españoles son de mejor calidad y más reconocidos, lo que afecta el mercado colombiano. “La venta de trajes es realmente corta y difícil”, explica Arturo. Recuerda a algunos colegas que vendían cuando él estaba comenzando, un señor de apellido Soler en Bucaramanga y el Chicuelo, que vivía en Kennedy; ellos fueron conocidos y vendieron muchos trajes a precios económicos para los novilleros colombianos que estaban comenzando y no tenían con qué costearse trajes de alta gama.

La llegada de Petro Arturo admite que a la hora de elegir alcalde se equivocó. Aunque la mayoría de personas involucradas en el mundo taurino no quisieron votar por Peñalosa, pensando en la situación de los bolardos, creyeron que Petro los iba a respaldar, “pero nos cerró las puertas”. Aunque protestaron y buscaron soluciones, de nada sirvió. Según Arturo, parte del problema está en la administración de la plaza. Antes permitían usarla por fuera de la temporada, en ocasiones como el Día de la Madre o Día del Amor y la Amistad, cuando hacían algunas corridas para aficionados. Con la llegada de nuevos administradores, estas corridas fueron desapareciendo y con la decisión de Petro se cerraron las puertas de la plaza para la fiesta brava. Muchos salieron perdiendo. Arturo calcula que más de 300.000 personas se vieron afectadas por esta decisión. Artesanos, ganaderos, comerciantes, vendedores, restaurantes. Por otro lado, la Unión de Toreros de Colombia habla de unos 35.000 afectados. El cierre de la temporada de Bogotá ha afectado bastante a Arturo, quien alcanzaba a vender entre 500 y 1.000 chaquetillas y monteras de llavero o para los espejos de los carros; de las monteras grandes vendía hasta tres.

En temporada vendía entre

500 1.000

chaquetillas y monteros de llavero

Abajo: Los nietos de Arturo Castañeda, a la izquierda.

Arturo guarda la esperanza de que el próximo alcalde reabra la plaza y los ayude. Por ahora se dedica a vender sus artesanías en las ferias de Cali y Manizales, a veces va a pequeñas ferias en distintos lugares de Cundinamarca, dependiendo de la cantidad de asistentes, para que el viaje se justifique. Aunque ninguna de sus tres hijas incursionó en el mundo taurino, él trató de que uno de sus nietos lo hiciera. Por eso le confeccionó un traje a su medida cuando tenía cuatro años y lo llevó a la plaza, donde le ofreció un gran espectáculo. Arturo se alcanzó a ilusionar con los comentarios de la gente, pero su nieto prefirió ser científico porque le daba miedo torear. Él sigue con la ilusión de que se reabrirán las puertas de la plaza y podrá ir con su boina y su pañuelo blanco a vender y a disfrutar de la fiesta brava, a revivir lo que unos años atrás era su afición, su vida, con dobles y mandobles. Ahora, en lugar de banderillas, se bandea con agujas.

} 36 Deportes

Abuelas

atletas

Texto y fotos: Carlos López tatolopez24@yahoo.es

Para el grupo de adultos mayores que asisten hace casi 30 años al Club Triángulo de Oro, la “edad dorada” equivale, literalmente, a medallas de oro o al sueño de ganárselas. El autor de esta nota entrevista a su abuela y a sus compañeros en esta carrera de fondo.

Pocas personas han tenido la fortuna de sentir bajo sus pies una áspera y firme pista de tartán (poliuretano); muchas menos han competido en la emocionante carrera reina del atletismo: los cien metros planos, ni en los casi imposibles diez mil metros. Pues esas marcas las han impuesto un grupo de abuelos que corren por diversión, sin hacer competencia de alto rendimiento.

Dora Rodríguez que el Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD), en su afán de abarcar los clubes adscritos legalmente a la Asodimaster y la Atlemaster, les quitó beneficios, como los médicos, que les daban el aval para la competición; además, quisieron adueñarse de los clubes tradicionales.

El Club Triángulo de Oro, fundado hace 28 años, ha pasado por altibajos que lo convirtieron en uno de los clubes más grandes y concurridos de Bogotá. No estamos hablando de un club recreativo, como Elvia ‘la Gacelita’ Navas y Delia Terreros recalcan cuando se les pregunta sobre el lugar al que asisten desde las siete hasta las nueve de la mañana, todos los días, desde hace más de 20 años. En sus mejores años, el Triángulo tuvo en sus filas hasta 160 atletas en las categorías master y senior-master, en pruebas de velocidad ―como 100 metros planos, 200 metros planos, relevos 4 × 100 y 4 × 400―, también en pruebas tan complejas e incluso difíciles de clasificar como los 400 metros planos, las carreras de semifondo (800, 1500 y 3000 metros) y de fondo (5000 y 10.000 metros). Y dominaron dichas categorías durante varios campeonatos consecutivos.

quedó convertida en varios clubes; hoy solo sobrevive el Triángulo. Varias veces intentaron

Con el paso del tiempo, el Triángulo de Oro se fue disolviendo: “La primera gran desbandada

Elvia Navas, la abuela campeona, luciendo algunas de sus 278 medallas y sus zapatillas de gacela...

En las pruebas de campo, donde la presencia masculina es mayor, se hacían notar en el lanzamiento de martillo y disco: “Al principio me

daba pena y no creía que fuera a ser buena, sin embargo, de mi primer campeonato, en Cali, traje un oro; no me cambiaba por nadie”, cuenta Delia Terreros, que subió al podio entre lágrimas de alegría.

“Antes éramos 160, ahora solo quedamos nueve” Durante los años gloriosos del club, desfilaban en cuatro en fondo (cantidad de filas de un grupo) luciendo el característico uniforme blanco, con la pulcritud y la elegancia que su presidente, Alberto Roldán, les exigía. “Una

semana antes, nos ponía a practicar la marcha para las presentaciones de los campeonatos. A muchos no les gustaba, decían: ‘Este señor jode mucho’”, recuerda Delia. Pero a comienzos del siglo XXI empezó una mala racha económica para el club. Cuenta

La 'Superabuela', que comenzó a correr hace 26 años, y no ha parado.

arrastrarme a otros clubes, pero nunca quise irme del Triángulo”, concluye la múltiple medallista panamericana Elvia Navas. El Distrito presta especial atención a la tercera edad en el ámbito recreativo, pues existen varios programas para que los abuelos hagan ejercicio, caminen en un parque con la guía de un experto, y todo gratis; sin embargo, debido a su carácter competitivo, el club no pudo obtener su apoyo. El grupo élite que se desempeña sobre el tartán no está interesado en lo recreativo, pues ellos entrenan para competir, para alcanzar los cien metros planos. Por eso les resulta humillante que les hablen de programas recreativos.

“A nosotros nos gusta competir; muchos hemos tenido la oportunidad de correr en otras ciudades de Colombia, en panamericanos, juegos nacionales, incluso suramericanos; pero

pocos hemos podido asistir a los mundiales. ¡Mire!, los próximos son en Brasil y salen muy económicos, pero ¿de dónde voy a sacar siete millones de pesos?", comenta Elvia, a quien interrumpe Terreros: “Yo tuve el placer de correr 100 y 200 metros y lanzar jabalina en Buenos Aires, Argentina... ¡y me traje una plata! ¡Usted no se imagina lo que es esa sensación de saber que va a correr contra otra gente que nunca ha visto, que de pronto no habla español y ¡zaz! quedar en segundo lugar”. Y es que estas atletas son la envidia de cualquier plusmarquista, pues con cerca de 300 medallas cada una, solo las amilana la falta de dinero para costear sus competiciones. Únicamente cuentan con sus menguadas pensiones, una que otra rifa que les deja dinero para sus viajes y el apoyo de sus familias. Sin embargo, algunas de ellas tuvieron problemas con sus familias a la hora de empezar a entrenar. Muchos les decían que a su edad ya para qué entrenaban, que mejor se quedaran quietas en la casa, sin buscarse males. “No haga eso, sumercé, que va a hacer el oso”, fue uno de los típicos comentarios. La historia de la ‘Superabuela’, como llamamos a Elvia sus nietos, es totalmente distinta. Hace 26 años empezó a notar que estaba ganando unos kilos de más y, preocupada, buscó a una de sus hijas, Olga, que en su momento practicaba halterofilia. Ella le comentó que había visto a un grupo de abuelos ejercitándose en atletismo en el Complejo Deportivo El Salitre. Fue cuando arrancó su etapa deportiva y competitiva. Desde entonces, no le faltan el apoyo económico, anímico y la compañía de cada uno de nosotros, sus nietos, sus hijos e, incluso, sus yernos. Por eso nos enseña orgullosa cada una de las 278 medallas que tiene colgadas en la sala de su casa, que son como trofeos familiares.

El equipo “triangular” Delia Terreros Con 25 años en el club, es una de las que más tiempo llevan corriendo. En sus inicios compitió en pruebas de campo, como lanzamiento de bala y martillo. Finalmente, se decidió por la velocidad en todas las pruebas.

Elvia Navas A sus 76 años y tras 25 años de correr por el Triángulo, esta gran velocista de 100 y 400 metros y de sus equivalentes en relevos, comenzó a competir en lanzamientos de jabalina y disco, incluso llegó a medirse también a las pruebas de fondo; sin embargo, la gran mayoría de sus 278 medallas fueron logradas de la mano con el viento, sus spikes (las zapatillas utilizadas por los velocistas, que tienen una especie de clavos en la parte frontal de la suela para ganar tracción) y la fuerza de sus piernas.

Dora Rodríguez Tras su paso por el Mundial en Buenos Aires, Argentina, donde consiguió una medalla de plata, esta competidora de 76 años y 26 en el club, es la atleta más completa, pues en sus inicios —al igual que Katherine Ibargüen— impuso marcas en el salto triple. Posee cerca de 300 medallas.

una marca nacional en los 5.000 metros planos. Recuerda haber corrido la carrera Puente de Venecia, en la cual llegó en segundo puesto, junto con Víctor Mora… claro, él en su categoría y Abigaíl en la de senior-master.

Fanny García A sus 73 años y con una permanencia en el club de 24 años, tuvo que retirarse de las competencias hace unos tres años por problemas en la espalda; sin embargo, esta velocista y múltiple medallista también estuvo presente en las pruebas de campo en bala y disco, aunque sus preferencias son las carreras de velocidad.

adultas mayores compiten para ganar, no para distraerse.

Abajo, sentada, Abigail Carrillo, de 82 años.

Gerardo Gil A sus 68 años y seis en el club, dice asistir solo por el ejercicio, pues no le quita el sueño competir, pese a la insistencia de sus compañeros.

Rosario Barrantes Lleva solamente un año en el club, pero está decidida a competir. Está entrenando duro para poder unirse a sus compañeras en la pista.

Leonor Cortés Esta atleta de 77 años de edad y 21 en el club, es una de las mejores lanzadoras de bala (5,60 metros), martillo (23 metros), disco (17 metros) y jabalina del Triángulo de Oro. Los últimos diez años de competencia realizó salto largo. Fue pupila de unas atletas cubanas que la ayudaron a mejorar su técnica para lograr buenas marcas.

Abigaíl Carrillo Fondista innata de 82 años y 27 ininterrumpidos en el Triángulo de Oro, se jacta de ser una de las mejores atletas —y la mayor— del club. Comenzó a competir en los lanzamientos, sin embargo, nunca ganó un oro y por esta razón decidió intentar en las pruebas de fondo. Posee

Colegios

40 con sonda Educación

Texto y fotos: María Paulina Baena paulinabaena@gmail.com

El futuro de los 25 colegios oficiales en concesión está en veremos. En enero de 2015 se acabará el contrato y a partir de una evaluación que hará el Distrito se sabrá si estos colegios vuelven a las manos de la administración distrital o siguen con la sonda que los mantiene vivos. Este reportaje presenta las voces de detractores y defensores de la alianza educativa del sector público y privado y deja abierta una pregunta: ¿por qué eliminar lo que funciona?

Veinticinco pacientes de apenas 15 años esperan su chequeo médico. Regados por la periferia de Bogotá, están ansiosos de escuchar la decisión final, porque en cuestión de semanas les quitarán la sonda que los mantiene vivos. Algunas voces defienden su permanencia, otras respaldan la idea de no darles más largas. Su nombre: colegios en concesión. Su situación: sobrevivir a costa de los privados.

¿Quiénes son los conectados? Los colegios en concesión (CEC) son entidades educativas oficiales administradas por instituciones privadas. Son 25 colegios que sobreviven gracias a nueve instituciones privadas. Este parentesco es conocido como alianza público-privada (APP), que cuenta con, aproximadamente, 40.000 estudiantes matriculados en jornada completa (40 horas semanales). Lo anterior representa un pequeño porcentaje de la población estudiantil de Bogotá: de casi un millón de estudiantes solo el 4% estudia en colegios por concesión. La política, que surgió bajo el gobierno de Enrique Peñalosa en el año 2000, buscaba ofrecer educación gratuita y de calidad a poblaciones en contextos vulnerables. Así, los CEC atendían a niños de estrato 1 y 2, que tenían familias con un índice bajo de escolaridad, que presentaban problemas de aprendizaje y que estaban ubicados en la periferia de la ciudad. La modalidad era prometedora. Y lo sigue siendo. Así que las entidades privadas, sin ánimo de lucro y con experiencias académicas significativas, entraron a jugar en el tablero de lo público. Se trataba, entonces, de una modalidad de educación pública.

Las entidades privadas que apadrinan a los CEC son: la Alianza Educativa, conformada por la Universidad de los Andes, y los colegios San Carlos, Los Nogales y el Nueva Granada, que tiene cinco CEC: Argelia, Jaime Garzón, La Giralda, Miravalle y Santiago de las Atalayas. El Gimnasio Moderno, a cargo del Gimnasio Sabio Caldas. El Colegio Cafam, con los colegios Santa Lucía, Bellavista, Los Naranjos y La Esperanza. Colsubsidio, con los colegios Nueva Roma, San Vicente, San Cayetano, Las Mercedes y Torquigua. La Fundación Educativa Don Bosco, con otros cinco colegios a su cargo: La Estrellita, San José, Chuniza, Don Bosco V y La Joya. La Fundación Educacional Nuevo Retiro, con el Colegio Eduardo Durán Dussán. El Colegio Calasanz, con el Calasanz Buenavista. Fe y Alegría, a cargo de los colegios San Ignacio y José María Vélaz. Finalmente, La Fundación Educativa La Salle y su concesionado, el Colegio Juan Luis Londoño. Estos 25 CEC prestarán el servicio hasta comienzos de 2015. Aún no se ha dispuesto un ente evaluador ni se ha presentado la metodología, y esto genera mayor confusión entre los interesados en el proceso. Así lo afirma Fernando Rojas, politólogo asesor del equipo del concejal Juan Carlos Flórez, que le ha metido tiza al problema. La evaluación definirá si la política educativa ha sido un éxito o un fracaso. El requisito es que debe ser llevada a cabo por una entidad independiente que esté vinculada con la Secretaría de Educación. Por lo pronto, la sonda seguirá funcionando y la incertidumbre seguirá creciendo.

Los colegios en concesión funcionan como laboratorios de innovación.

Los colegios han gozado de reconocimiento por sus resultados y la demanda es superior a la oferta. “Aquí la demanda es del 200 %; la lista de espera es larguísima”, dice Tatiana Áñez, psicóloga del Gimnasio Sabio Caldas, situado en Arborizadora Alta (Ciudad Bolívar). La Secretaría de Educación fija los parámetros, como estrato socioeconómico, distancia de la vivienda al colegio, hermanos que ya son alumnos, hijos de exalumnos, población víctima de la violencia y familias desplazadas. “Si el niño no se incluye en estas condiciones no puede entrar”, aclara Áñez.

* Hay

colegios públicos que están en la categoría de "muy superior". Ninguno es de Ciudad Bolívar. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••

Ventajas y buenos resultados Quienes defienden los colegios en concesión consideran que estos redundan en la calidad de la educación, demuestran mejores resultados académicos, ofrecen infraestructura de calidad, han disminuido la deserción escolar, han aumentado la seguridad y han reducido las problemáticas sociales, como embarazos, consumo de drogas y pandillismo. Las actuales pruebas Saber dieron cuenta de los altos niveles académicos, especialmente en el área de lenguaje y matemáticas. Este mejor desempeño de los estudiantes demuestra que la estrategia de los CEC ha contribuido a cerrar las brechas entre la educación oficial y la privada. En el 2012, el 56% de los colegios en concesión logró un nivel “alto” en las pruebas Saber 11. Por ejemplo, el Colegio Calasanz de Ciudad Bolívar, que alcanzó el nivel “superior” el año pasado, este año subió en todas las áreas y podría pasar al nivel “muy superior”. Además, y según Constanza Rodríguez, secretaria del colegio, “en el 2013, de 24 estudiantes que se presentaron a la Universidad Nacional, pasaron ocho”. El convenio con la Universidad de Los Andes consiste en una beca completa para dos estudiantes, cada año. Actualmente, hay ocho egresados del colegio en la prestigiosa universidad. Otra estudiante se graduó de la Universidad del Bosque y cinco obtuvieron becas para la Escuela de Artes y Oficios Julio Mario Santodomingo. “Nosotros

no ‘pobretiamos’ a estos niños. Creemos en ellos y por eso los pensamos como profesionales, no como técnicos o tecnólogos”, dice Heidy Luengas, coordinadora disciplinar del colegio y rectora suplente.

De acuerdo con Ember Stefenn, rector del Gimnasio Sabio Caldas, es necesario mirar el rendimiento por localidad, pues las problemáticas de Teusaquillo o de Usaquén son diametralmente opuestas a las de Ciudad Bolívar. En este sentido, hay 13 colegios públicos que están en la categoría “muy superior”. Ninguno de esos 13 es de Ciudad Bolívar. Los oficiales que presentan mayor rendimiento son colegios con un nivel adquisitivo más alto y con contextos más llevaderos. Además, los colegios en concesión son laboratorios de innovación, pues dependen de currículos autónomos y de herramientas novedosas que enriquecen el conocimiento y las técnicas de aprendizaje. Enrique Peñalosa, mentor del programa, declaró a El Espectador el pasado 3 de agosto que, aunque estos colegios han beneficiado a los niños más pobres, demostrando resultados extraordinarios, “los gobiernos de izquierda se han dedicado a sabotearlos: cuando se aumentaron los sueldos de los maestros del Estado, estos colegios no fueron beneficiados”. En entrevista con Directo Bogotá, el economista Salomón Kalmanovitz sostuvo que el sistema público es un “despelote” porque, “nunca echan

a nadie por malo que sea o por abusivo que sea, porque tienen el poder sindical detrás. Los maestros están muy empoderados, los niños no, y los padres de familia menos”. En los CEC no pasa esto. Los profesores están regulados y los concesionados están sujetos a resultados. En Bogotá se ha demostrado que, para el caso de la educación, el sector público tiene problemas para administrar los bienes de la ciudadanía. De acuerdo con Stefenn, el Estado no lo puede hacer todo. “Debe entender que hay gente que lo hace mejor que ellos”. De ahí que, los resultados no solo se vean en las pruebas de Estado, sino también en lo administrativo, en convivencia, en oportunidades y en profesionalización. Otro dato revelador se refiere a que los estudiantes de los CEC tienen más probabilidades de ingresar a la educación superior. Ya lo confirmó el Colegio Calasanz con su cuota universitaria. Y también lo demuestran las bajas tasas de participación de los alumnos de colegios oficiales que ingresan a las universidades. Gerardo Alfredo Rodríguez, rector del colegio público Julio César

Turbay Ayala, de Soacha, asegura que de 120 graduados, ni siquiera el 1% entra a la universidad. Así que “el Estado colombiano se ha vuelto

tolerante con la mala calidad”. Sin embargo, aún falta trabajo, pues, como dice la psicóloga del Sabio Caldas, Tatiana Áñez, solo el 12% de los graduados entra a la universidad. De ese porcentaje, la mitad lo hace con las becas La Grulla, que otorga el colegio a los mejores bachilleres. La otra mitad lo hace con recursos propios o de sus familias. Los demás entran a trabajar sin ingresar a la educación superior o siguen la carrera técnica del Sena que comenzaron en el colegio.

Infraestructura que dura A Darwin, que está en segundo de primaria en el Sabio Caldas, lo que más le gusta del colegio “es que hay celadores”. A Helen Vanessa, por su parte, le gusta el colegio, “porque todo es asea-

do, y los pupitres no son como los del Chavo. En los públicos son muy desjuiciados y si se pierde el convenio vamos para las mismas”. Las comparaciones son odiosas, pero en este caso resultan cruciales. Sin duda, no hablamos del mismo paciente. Hablamos de un paciente público en estado grave. En el colegio Julio César Turbay Ayala, uno de los más grandes del municipio de Soacha, hay dos aseadoras y un vigilante para 9.600 metros cuadrados. El Calasanz, con la misma área, cuenta con 15 personas entre celadores, aseadoras y personal de mantenimiento. Soacha no es Bogotá, pero su realidad es muy cercana a la de localidades vecinas. Los predios de los CEC fueron comprados por el Distrito, que también construyó los edificios. Ahora bien, los gastos de los colegios son financiados por el capital privado. Si se rompe un vidrio, el dinero para reemplazarlo viene del sector privado; mientras que si eso ocurre en un colegio público, puede pasar mucho tiempo antes de que el Estado firme un contrato con una vidriera para que lo arregle. Este es el ejemplo que da el rector del Sabio Caldas.

opera el programa Batuta. En el Calasanz pasa lo mismo: salones grandes y coloridos, laboratorios de química y física bien dotados, un comedor espacioso que hace las veces de coliseo para las presentaciones. En el Turbay Ayala, solo hay un baño para todos los estudiantes de primaria; los salones están tan sobrepoblados que si un alumno quiere ir al baño, deben levantarse todos; los pupitres están dañados: su tabla de escribir son las piernas, y hay salones que están a oscuras a las diez de la mañana.

Poca deserción Los colegios en concesión tienen menores tasas de deserción. Este logro es fundamental, dados los altos niveles de deserción que existen en el país. De acuerdo con el documento elaborado en la plenaria del Concejo de Bogotá, basado en las cifras de la Oficina Asesora de Planeación, “la tasa de deserción de un colegio por concesión es mucho menor que la de un colegio público. En 2011 la relación fue de 4,5% [en colegios públicos] frente a 0,8% en un CEC. Por su parte la tasa de deserción del sector privado es del 1,1%”. El modelo presenta jornadas completas de estudio. Esto se traduce en ciclos lectivos más largos que propician el estudio y cierran la puerta a los tiempos muertos que invitan al vicio y al vandalismo. Se ha invertido en la capacitación a profesores y en actividades de seguimiento a los estudiantes para disminuir las tasas de deserción y de repetición. Se trabaja con la comunidad invitando a los padres de familia a que participen de la educación de sus hijos. Se fortalece la salud a partir de programas educativos, y se motiva al estudiante para que comprenda las dimensiones de la educación.

Arriba: aula especializada de electricidad. Abajo: aula especializada para costura en el colegio Sabio Caldas.

Los salones con los que cuenta el Sabio Caldas son espaciosos y aseados: hay dos laboratorios con sus equipos, dos aulas especializadas para las clases del Sena —una de costura y otra de electricidad— y un salón de música donde

Un estudiante de colegio privado cuesta unos

$20

Marbely Ospina, trabajadora social del Sabio Caldas, dice que los programas “son un valor agregado de la concesión”. Entre los programas que se llevan a cabo en el colegio están: becas La Grulla, con las que premian a los mejores bachilleres del año con el estudio en una universidad; el intercambio a Canadá por seis meses, que premia a los mejores niños en inglés; el programa ‘Más Colegio, más Diversión’, que propone un mejor manejo del tiempo libre con clubes de deporte, origami, matemáticas, astronomía, lenguajes y tejidos, que se realizan por la mañana y por la tarde, antes y después de clases. Todo esto, como lo afirma Juan Diego Bonilla, quien hizo su tesis doctoral en economía sobre este tema, “sin incurrir en mayores gastos financieros para el Distrito, ya que el costo por estudiante de los CEC es similar y, en algunos casos, inferior al de los colegios distritales”.

millones al año.

Más baratos

Un estudiante le cuesta a los CEC menos de

Y sí. Los concesionados son más baratos. Un estudiante le cuesta a un colegio privado del norte aproximadamente $20 millones al año, mientras que a los CEC, entre $1.500.000 y $1.900.000, según cifras del Concejo de Bogotá. En jornada continua, un niño le costaría al Distrito, en un colegio público, $3.700.000. Entonces, los colegios en concesión son más baratos. “El Distrito está muerto porque

millones al año. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

somos eficaces, somos eficientes y costamos menos”, afirma Ember Stefenn. No solo son más baratos, sino que administran los recursos de mejor forma y descongestionan al Estado. Durante los 15 años del contrato se habrán invertido aproximadamente $750.000 millones de la administración distrital para los 25 colegios. Para Francisco Cajiao, exsecretario de Educación entrevistado por Directo Bogotá,

“el Estado no ha dejado de cumplir con su responsabilidad. Puso la infraestructura, paga los niños y hay alguien que administra. No es que le haya entregado la educación a los privados para que se enriquezcan”. El concejal Juan Carlos Flórez ―que en días recientes denunció la falsa promesa de Petro de entregar 30 colegios nuevos este año, pero no lleva ninguno― dice que los CEC han demostrado “un manejo de las platas públicas

que no se han despilfarrado”. De ahí que sea una ganancia para la ciudad, que no se puede echar a la basura.

Todo se acaba Otros se oponen a los CEC porque dicen que la educación es una responsabilidad del Estado y no se debe privatizar. Argumentan que los profesores carecen de incentivos y es injusta la selección de alumnos. Los colegios concesionados han traído ventajas, pero los contratos se terminan. El problema es que las concesiones no se reemplazan de un día para otro. ¿Qué va a pasar con los profesores, con los padres de familia y con los niños? Esa es la pregunta que planteamos. Víctor Murillo, director de prensa de Fe y Alegría, dice que esto no se puede convertir en un campo de batalla. “No teníamos una

pelea predeterminada porque sabíamos que el contrato expiraba. Pero el que se acabe el contrato no quiere decir que se vayan a cerrar los colegios”. Y tiene razón, porque estos colegios no se van a cerrar, ni mucho menos se van a demoler. Así lo dijo el secretario de Educación, Óscar Sánchez. Lo único que pretende el Distrito es homogeneizar la educación y ofrecer una de calidad. Pero ¿cómo, si la experiencia la tienen los otros? “No tiene sentido devolverse en lo

que ya está funcionando bien y quitar los colegios. Sin embargo, ellos sabían que tenían una vida de 15 años”, dijo Cajiao.

Mala paga Los profesores de los públicos ganan más que los de concesión porque en los públicos valen las maestrías y los posgrados para subir en escala. En los concesionados hay unos honorarios establecidos. Como dice Álvaro Sánchez, profesor del Julio César Turbay, “en los concesionados prima más el niño que el docente”, pero la razón obvia es porque trabajan con menos recursos. Rodríguez, rector del Turbay Ayala, dice que

“los colegios en concesión son muy injustos con la remuneración”. Sin embargo, Víctor Murillo, de Fe y Alegría, sostiene que los pagos se ajustan a la política del escalafón fijada por el gobierno, según la cual a mayores estudios y experiencia, mayor sueldo.

Aparte de que reciben menores salarios que los profesores del Distrito, sus jornadas son más largas, tienen más trabajo y presiones. “Siempre estaba por debajo del sueldo espe-

rado. Nos daban no tres semanas, sino dos semanas de descanso. Nos pagaban un régimen especial para docentes; nos bajaban la prima. Como docentes sentíamos que estábamos perdiendo garantías”, dice Jackeline Chaparro, quien fue profesora del colegio de Fe y Alegría en Bosa. Además, afirma que “había una persecución horrible por dar resultados”. Pero a Vladimir Rodríguez, coordinador de bachillerato del Calasanz, no le importa la paga tanto como el limbo en el que quedarían los maestros si acaban con los CEC. “Acá

nos han evaluado desde el ladrillo hasta el proceso pedagógico. Las 13 evaluaciones no les han servido porque todavía dudan de que somos buenos”.

El sur y el norte no están tan lejos Entonces, lo que falta es la evaluación. Pero ¿cuándo? El concejal Juan Carlos Flórez insiste en que hay que meterle el hombro a la educación pública de calidad: “Los últimos gobiernos

nos han quedado debiendo una evaluación de estos colegios. La presencia masiva de estudiantes y padres de familia en estos debates está reﬂejando que la comunidad tiene un criterio sobre estos colegios, independiente de las legítimas posiciones que existen en el Concejo”. Flórez pide una rendición de cuentas. Dice que la idea de estos colegios consistía en el intercambio de experiencias con el sistema educativo distrital. En efecto, “ha habido un

aprendizaje tanto del lado de los CEC como del de los colegios públicos que no se puede perder..” Pero ¿en qué quedó este proceso?

La idea era que estos colegios jalonaran al sistema público. Lo obligaran a ser más eficiente. Le marcaran pautas claras. Le pusieran un tatequieto. No obstante, de acuerdo con la declaración que dio el secretario de Educación de Bogotá, Óscar Sánchez, a El Espectador el 3 de agosto de este año, los colegios concesionados “por muchos años actuaron de manera

aislada. Ellos lo saben y lo aceptan. Ahora queremos sistematizar todas sus experiencias para compartirlas”. Al contrario de lo que dice Sánchez, la psicóloga del Sabio Caldas entiende el intercambio de experiencias desde otro ángulo y es el del servicio social con los niños del Gimnasio Moderno, uno de los colegios más prestigiosos de Bogotá. “El

aprendizaje está en entender que el norte no está tan lejos y el sur no está tan lejos”. Esto suena contradictorio. ¿Quieren sistematizar las experiencias, o acabarlas? Según la administración actual, el modelo falló porque fue incapaz de extrapolar sus experiencias a los demás colegios del Distrito. El secretario asegura que, desde hace seis meses, se realizan reuniones constantes con los rectores de los diferentes colegios para dejar sobre la mesa el aporte del capital privado a la educación pública.

No importa de qué color sea el gato… En últimas, lo que busca la Alcaldía es recuperar lo que es suyo. El argumento para acabar los concesionados se asienta en un juicio ideológico: el Estado debe estar en capacidad de ofrecer educación de calidad sin la ayuda de manos externas. Tarsicio Mora, exdirector de la Federación Colombiana de Educadores (Fecode), dice que las concesiones no deberían existir y las ve como resultado de un mal ambiente hacia lo público. Y usa una metáfora bastante gráfica:

Abajo: Fachada del colegio Sabio Caldas.

La evaluación está en duda. Como dice el exsecretario de Educación Francisco Cajiao, desmontar un colegio es complejo. “Una

administración que tiene hartos problemas por resolver, ¿para que se inventa unos que no tiene? Este se resolvería muy fácil contratando una evaluación de alto nivel. Además, cómo van a hacer una evaluación en un mes a 25 colegios que llevan 15 años. Se necesita un grupo de expertos y mínimo seis meses para dar resultados confiables”.

Cómo garantizar calidad educativa con

$5.000

por niño al año

“Es como si el vecino hiciera mejor el amor a la esposa que el propio marido. Entonces, ¡legalicemos el concubinato!”. Cajiao juega con otra metáfora: “Lo importante

es que a uno lo atiendan bien. No me importa si el médico que me atiende es pagado por Colsánitas o por la Secretaría de Salud; lo importante es que me cure”. Entonces, la responsabilidad del Estado es que preste el servicio, no importa quién lo preste, con tal de que lo haga bien. Muchos profesores de los colegios públicos se quejan de no tener demanda estudiantil porque en el imaginario colectivo es mejor un ente privado que uno público. Así que las familias prefieren inscribir a sus hijos en los colegios concesionados. “Los papás ven la educación

como una guardería y no como un sistema de aprendizaje”, dice Chaparro, exprofesora de Fe y Alegría. Se agudiza entonces la desigualdad. Añade Mora: “¿Educación para unos pocos y que el

resto sean brutos? Así no podemos construir país”. Su solución para este “robo legalizado” es comprar una chapa, asegurar la puerta y hacer que la casa la maneje su patrón: el Estado. En cambio, Cajiao se pregunta: “¿Para qué armar

una pelotera si es un porcentaje tan ridículo?”. El punto es que la educación está ligada a los recursos y, definitivamente, los concesionados tienen más en el bolsillo. El presupuesto para el colegio público de Soacha no supera los $100 millones al año. Rodríguez, rector del colegio, dice que un pupitre vale $70.000 y por niño les dan apenas $5.000. “Si algún economista en

el mundo me demuestra que con $5.000 hago calidad, me retracto de todo lo dicho”. La selección de alumnos es algo que hace brincar a los detractores del sistema. En los públicos deben recibirlos a todos: el drogadicto, el pandillero, el desplazado, el abandonado, el abusado, el hijo del preso, entre otras

poblaciones vulnerables. “Por eso la mortandad académica es tan alta. De 40 papás, 26 han estado en la cárcel. De 36 niños, 26 papás no saben leer”, dice Álvaro Sánchez profesor del colegio público. Lo que desmiente Constanza Rodríguez, del Calasanz: la lista la da Secretaría de Educación, por lo tanto, ellos no pueden hacer selección de alumnos. En definitiva, los CEC son un oasis en la mitad del desierto. Escuelas de ricos en contextos difíciles. Pero es que la educación ha sido manoseada y criticada por muchos, pero nadie le da solución. Para unos, los CEC han demostrado mejoras en la academia y en la gestión. Para otros, se trata de un atentado al sector público. Ahí están las cifras. Entonces, ¿por qué acabar lo que funciona? “Cuando las cosas

están funcionando bien, hay que asegurar que sigan funcionando bien. Y no cambiarlas. Pareciera que es la tendencia de esta administración: busquemos qué funciona bien para cambiarlo”, concluye Cajiao. No es el modelo lo que está mal. Es la falta de gobernanza del Estado, incapaz de ofrecer educación óptima. La idea no es mala, sino cómo se aplica. La receta tampoco es masificar los colegios concesionados; esta experiencia de los CEC es un experimento que funcionó. El éxito de los colegios está en la calidad de los proveedores que fueron elegidos. Si el programa se masifica, no tendría el mismo resultado. Lo importante es que la Alcaldía le meta la mano al programa, pero se la meta bien metida. Entonces, el modelo debería estar al servicio de las personas, y no las personas al servicio del modelo. Esta administración debería buscarle sentido a lo mixto. Ya caducó el argumento ideológico de izquierda que se cierra a nuevas propuestas. Es necesario solapar los diferentes modelos pedagógicos para que aprendan unos de otros.

“No importa de qué color sea el gato desde que cace ratones”. Así que no importa quién preste la educación, con tal de que lo haga bien. Por lo pronto, los CEC seguirán en este coma prolongado, con sus nalgas al descubierto a la espera de ser evaluados. Seguirán con la sonda que los mantiene vivitos y coleando hasta cuando los grados que registre el termómetro permitan tomar la decisión de desconectarlos o no.

47 Retrovisor

Restaurante Temel:

alta cocina en Bogotá Texto: Valeria Angarita Alzate vale_ang@hotmail.com

Fotos: archivo familiar

Abajo: Banquete con las especialidades de comida americana y europea.

El Temel no solo fue el primer restaurante de cocina internacional en Bogotá, sino también el lugar de encuentro de la élite política y económica entre las décadas de los treinta y los cincuenta. Cerró en 1962, pero quedó su legado a la cultura gastronómica local, como se puede comprobar en esta crónica histórica.

En un juego de póquer, Jack Temel ganó el que fue uno de los primeros restaurantes cosmopolitas de Colombia y de América Latina, cuenta su sobrina Sofía Temel Maisler, hija de Max. Por casualidad o no, estos hermanos austriacos fundaron en 1937 un restaurante que durante 25 años deleitó a la más distinguida clientela de Bogotá, donde apenas empezaba a surgir la alta cocina.

A la izquierda, Jack, y a la derecha, Max Temel, los fundadores del restaurante. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Fiesta de Primera Comunión.

Como escribió Eduardo Caballero Calderón en una columna de la revista Semana los colombianos heredamos “el ascetismo culinario español […] Pertenecemos a un pueblo que se alimenta de papas asadas con pellejo, maíz tostado, arroz seco y huevos fritos en manteca. Somos un pueblo triste que macera y enjuga la carne para volverla insípida y molida, es decir, sin pecado”. Esta cultura de “mártires de la culinaria” fue la que combatió El Temel con su opulenta gastronomía.

Primera parada: Colombia Jack y Max Temel llegaron desde Austria a la capital del país en los años treinta. Max jugó fútbol profesional en Austria desde finales de los años veinte hasta principios de los treinta. Al terminar su carrera como jugador, cambió las canchas por las cocinas y estudió culinaria en Viena. Austria estaba bajo el dominio de los nazis, y el 25 de julio de 1934, miembros del partido nazi austriaco intentaron dar un golpe de Estado, pero solo lograron capturar al canciller, Engelbert Dollfuß; al vicecanciller, y

a un secretario de Estado. Cuando el primero intentó escapar, fue asesinado. Austria ya no era un país seguro para los judíos, y los hermanos Temel supieron que era hora de partir. Jack escapó primero a Estados Unidos, pero buscando ofertas laborales se instaló en Bogotá, adonde ya habían migrado varios paisanos. En cambio Max, fiel a su espíritu de deportista, permaneció en Viena, donde se convirtió en dirigente de la Hakoah, una organización deportiva judía. En 1936, luego de una fuerte riña entre un grupo de deportistas de esta organización y unos jóvenes nazis, Max buscó refugio en Nueva Jersey, donde residían unos hermanos suyos, pero Jack le pidió que viniera a Colombia para ayudarle con el restaurante. El propósito de los Temel no era radicarse en Colombia, sino hacer una escala en su viaje rumbo a Estados Unidos; sin embargo, cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, este país cerró las puertas a la inmigración y no pudieron viajar. “Eventualmente construyeron

el edificio de cuatro pisos y mi padre se quedó hasta 1963, pero su deseo siempre fue ir a Estados Unidos, solo que le tomó un tiempo”, cuenta Sofía Temel. Rápidamente formaron sus respectivas familias: Jack se casó en 1933 con Josefina Sanabria y tuvieron cinco hijos: Mauricio, Jeanette, Gerald, Franklin y Robert. Max se casó con Hannelore, una checoslovaca que también había emigrado a Bogotá y era cliente del restaurante. Max y Hannelore tuvieron tres hijos: Sofía, George y Charles.

El Temel abre sus puertas Era una época en que Bogotá contaba con pocos restaurantes, principalmente los de los hoteles y grilles más reputados. El primer local del Temel se ubicó en la calle 17 con carrera 4ª, en el barrio Las Nieves, en una de las casonas bogotanas de un solo piso y fue un restaurante muy bien montado, según recuerda Juan Jorge Jaeckel, crítico gastronómico que visitó el primer Temel cuando era niño. Desde sus inicios se consagró como un lugar de prestigio. Alrededor del Temel estaban el parque Santander y los hoteles Granada, Florián, Ritz y Palermo. La clientela, entonces, provenía de la más distinguida clase política y

social de Bogotá, además de los huéspedes de los hoteles vecinos. Y es que si por algo se caracterizó el Temel fue por su caché. Los hermanos Temel no escatimaron en gastos: diariamente un avión venía de la costa Pacífica con pescados, mariscos frescos y hasta langostas vivas, para preparar las especialidades de la gastronomía francesa, alemana, italiana y suiza. Tenían granjas de producción de animales y en sus mejores años contaban con la mejor cava de vinos de Colombia. Jaeckel alaba en particular dos platos del restaurante: la bullabesa, especialidad de los viernes, y las ostras frescas, una rareza en las cartas de la época. Según registra una edición de la revista Semana de 1952, desde esa sede de Las Nieves, la carta del Temel ofrecía viandas como: cremas de espárragos o tomate, consomé de tortuga al jerez, langosta a la termidor o sencilla, con mayonesa, róbalo a la méuniere o pargo rojo, chateaubriand especial o filet mignon, pato al horno con salsa de manzana o escalope veau a la Holstein. Todo rociado con vinos del Rhin, y para concluir, una buena menta o un chartreuse. El Temel se convirtió en el sitio por excelencia de los amantes de la buena mesa. Por esta razón, el 5 de abril de 1948, Jack y Max inauguraron una nueva sede, construida para atender las necesidades del restaurante, que atendía mil clientes entre las once de la mañana y las diez de la noche. “Temel fue el primero que constru-

yó un edificio para restaurante en la carrera 8ª, entre calles 15 y 16, con toda la tecnología del momento”, recuerda Juan Jorge Jaeckel. Según el citado artículo de la revista Semana, el local tenía un área de 1.400 “varas cuadradas”, con un bar para 100 personas de pie y un comedor para 180 personas en la primera planta; en la segunda planta, una sala de banquetes para 350 personas y 25 en el reservado. En el último piso funcionaban la pastelería y el apartamento de Jack Temel, pues su familia se mudó en los años cincuenta a Estados Unidos. En el sótano del edificio quedaban las cocinas, “hasta donde llegaban las camionetas cargadas con el mercado diario, y las grandes bodegas de licores –el número de litros que allí se conserva es secreto militar– los departamentos del servicio y tres grandes habitaciones en

cuyo interior solo los esquimales pueden vivir. Su temperatura: 4, 17 y 24 grados bajo cero. Por escondidos “monta-cargas”, los despenseros envían a la cocina cuanto el “chief” (sic), de cómico gorro blanco, les solicita para aplacar el apetito de sus huéspedes; aquel y sus ocho compañeros se mueven entre largos mesones de pulida madera y fantásticas estufas”.

La segunda sede del Temel, en el edificio de la calle 8a. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Max permanecía la mayor parte del tiempo en el restaurante, se encargaba de que funcionara a la perfección y recibía a los comensales; Jack, en cambio, viajaba constantemente a Estados Unidos a visitar a su familia y a Europa para reclutar chefs y traerlos al Temel.

En 1948, el Temel era uno de los restaurantes más costosos de Bogotá, con platos entre

Los chefs provenían, en su mayoría, de Alemania y Austria. El primer pastelero era belga, y su sucesor, austriaco; también hubo un chef chino que vino a Colombia contratado por la organización de la Conferencia Panamericana y

$3,00 y $4,50 49

Arriba: Enrique Santos Montejo, 'Calibán', y María Eugenia Rojas. Abajo: Banquete vegetariano en honor a la escritora María Teresa de Neumann, en el centro. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••

se quedó en el Temel. Luego ellos se encargaban de entrenar a chefs y meseros colombianos para que trabajaran al estilo europeo. Sofía recuerda cómo de niña le impresionaban las flores en pastillaje de azúcar que hacían estos artistas de la pastelería, un arte desconocido en Colombia. Y es que los hermanos Temel querían ofrecerle a Bogotá un sitio cosmopolita y trajeron un poco de Europa acá, convirtiéndose en pioneros del servicio de banquetes. En 1948, el Temel era uno de los restaurantes más costosos de Bogotá con platos entre $3 y $4,50. Jaeckel, que trabajaba como publicista en Avianca, se podía dar el lujo de visitarlo con frecuencia a la hora del almuerzo. Curiosamente, costaba más una comida vegetariana. Según contó Felipe González Toledo en una crónica publicada en el Dominical de El Espectador el 31 de diciembre de 1950, una semana antes en honor a María Teresa de Neumann por la publicación de su libro El sueño de la juventud eterna alcanzado por medio de la salud. El puesto valía $10 pesos (sin vino) y se atendieron 62 comensales. Esa noche las langostas y las ostras fueron reemplazadas por copas de frutas y pasteles de espinacas. Las nuevas instalaciones contaban con paredes corredizas que permitían achicar los comedores, para que en ningún momento se tuviera la sensación de que había poca gente. Esto también permitía que se reservaran

algunas secciones del restaurante para eventos sociales y banquetes políticos.

El Bogotazo Fueron memorables los agasajos de carácter político que allí se realizaron. Como cuenta Sofía, “si eras alguien importante política o

socialmente, el Temel era donde hacías tus eventos”. Quizás porque antes de la construcción del Hotel Tequendama, a comienzos de los años cincuenta, era el único restaurante con espacio para realizar grandes eventos. Como los hermanos Temel pertenecían al Comité de los Austriacos Libres en Colombia, gran parte de sus clientes eran judíos que se habían refugiado en el país luego de la Segunda Guerra Mundial. El restaurante Temel aportaba en cuanto podía a los eventos que organizaba el Comité. En 1942, por ejemplo, prestaron su vajilla para la función de El murciélago, de Johann Strauss, en el Teatro Colón de Bogotá. Se dice que Jorge Eliécer Gaitán almorzaba gratis en el Temel, por el honor que significaba para sus dueños tenerlo como comensal. Pero los días que visitó Gaitán la nueva sede fueron contados, pues el Bogotazo ocurrió cuatro días después de su inauguración. George y Sofía Temel, hijos de Max, recuerdan que con gran frecuencia el presidente de turno iba tarde en la noche al restaurante para jugar cartas con Max y a comer un plato especialmente preparado para él.

El 9 de abril de 1948 varios personajes del gobierno y de la Conferencia Panamericana, que se realizaba en esos días, se reunieron en el restaurante. Alberto Durán Laserna, director de la Radio Nacional, fue el encargado de darles la trágica noticia de la muerte de Gaitán. Con el Bogotazo varios edificios y construcciones emblemáticas de la ciudad fueron destruidos, pero no el Temel, aun cuando estaba ubicado a tres cuadras de donde ocurrió el asesinato. En abril de 1953, se realizó quizás uno de los más importantes y polémicos encuentros del restaurante. Los conservadores partidarios del expresidente Mariano Ospina Pérez le ofrecieron un banquete con motivo del quinto aniversario del Bogotazo. Cuando Laureano Gómez supo que se realizaría en el Temel, y que mil personas asistirían pagando $30 la entrada, exclamó enfurecido: “¡Quieren ofrecerle al

judío Temel la ocasión de que se gane otros treinta mil pesos!”. En 1959, con un banquete en el Temel, el Movimiento de la Calle ―dirigido por Alfonso López Michelsen―, inició un proceso de transformación en disidencia liberal radical. Este movimiento pedía que se realizara una gran convención popular del liberalismo, donde se discutieran las problemáticas del país. Una enorme pancarta que decía “LIBERALES: los grandes días están por venir” se posicionó en las paredes del recinto, al que asistieron personajes, como el exguerrillero y líder agrario Juan de la Cruz Varela, el intelectual Gerardo Molina y el periodista liberal Juan Lozano y Lozano, entre otros. También hubo reuniones de tipo cultural. En 1953 se ofreció un banquete al nobel de literatura español Camilo José Cela, quien conversó con el periodista e historiador Abelardo Forero Benavides. Se realizaron presentaciones musicales, como la del barranquillero Hans Federico Neuman, y múltiples homenajes, como el que se hizo a la familia Cano en 1957 ―dueña del diario El Espectador, censurado por la dictadura de Rojas Pinilla―, debido a la aparición de El Independiente. La valiente Gloria Valencia de Castaño, a pocos días de haberse fundado la emisora HJCK, transmitió en vivo un desfile de modas desde el Temel. Gabriel García Márquez elogió esta labor que

consideraba un “imposible metafísico” al narrar por radio un desfile de modas, como se reseñó en la emisora HJCK. Jack Temel dejó claro en una entrevista con Emilia Pardo Umaña, publicada en El Tiempo el 5 de octubre de 1952, lo que para él significaba el Temel: “Se ha formado el hábito de

que el restaurante no es para bailar, ni para jugar: es únicamente para comer. Usted lo vio en el viejo continente: tan importante es la comida que vale más que el baile, el juego y las mujeres… Luego, si desean divertirse, ya bien comidos y animados van a donde quieran. Usted conoce bien eso, sabe que un buen restaurante nunca es sino eso, un restaurante”.

Cierre del Temel Como se supone que Jack y Max estaban en Colombia de paso, llegó el día en que

Arriba: Celebración con el presidente Rojas Pinilla. Al lado del General, Max Temel. Abajo: Max Temel a la izquierda con el Presidente Alberto Lleras Camargo. ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Mariano Ospina Pérez y MaxTemel al fondo.

continuaron su viaje a Estados Unidos. Primero migró Josefina, esposa de Jack, con sus cinco hijos, en 1954. Años más tarde migró Max con su familia a La Florida, donde se convirtió en director de alimentos del ancianato judío Douglas Gardens Home Care. “No quería

restaurantes de la época”, recuerda Jaeckel,

abrir otro restaurante porque si iba a abrir uno, tenía que ser el mejor y él sabía lo difícil que eso iba a ser. Fue el director de alimentos por 17 años y luego se retiró”, cuenta Sofía.

De la gastronomía a las letras

“Mi padre iba a cumplir 60 años y tenía un hijo de 10 años y una hija de 8 años, que no había visto crecer. Otro hijo de 21 años, medio hermano mío, se había casado y a él tampoco lo había visto crecer. Mi padre se dio cuenta de que no había forma de seguir con el restaurante, trabajando seis días a la semana, si quería verme crecer. Yo tenía un año cuando cerraron”, explica George, hijo de Max. Así, el restaurante cerró el 31 de diciembre de 1962. Según Juan Jorge Jaeckel, “cuando les estaba

George y Sofía con sus familiares en el Centro Cultural del Libro. Adelante, Humberto Niño, su contacto en Colombia.

Abajo: El actual Centro Cultural del Libro, antes restaurante Temel.

yendo sumamente bien, resolvieron vender el restaurante, pero no el nombre, por ningún motivo. Resultado: no vendieron el restaurante. Acabaron vendiendo la vajilla, la bodega de vinos ―vendida al detal―, y yo terminé con unas cuantas botellas. Fue muy triste”. Hubo un comprador interesado en el Temel, pero según Sofía “sin mi padre nadie iba a

comprar restaurante, porque sabían que él era quien lo había hecho exitoso”. En un intento por tratar de prolongar la vida del restaurante, su maître compró una gran cantidad de enseres y montó un restaurante llamado El Tío. “Este restaurante siguió con la misma co-

cina, la misma vajilla y varios de los meseros. Funcionó bastante bien, era uno de los buenos

quien también menciona que un hijo de Jack intentó revivir el restaurante en la carrera 19, al sur de la calle 100, pero nunca logró hacerle honor a lo que fue el viejo Temel y cerró.

Luego de que el Temel cerrara, el edificio estuvo abandonado durante 20 años y en este tiempo fue ocupado por habitantes de la calle y funcionaba como “olla” o expendio de drogas. Pero en 1990, el Gobierno Distrital compró la edificación para reubicar allí a los libreros desalojados de la avenida 19. Así surgió lo que es hoy el Centro Cultural del Libro. Diana Fabiola Reyna es la administradora del Centro Cultural del Libro desde sus inicios, hace 23 años. Cuenta que las personas aún recuerdan el lugar como el Temel, e incluso uno de los 209 locales para librerías lleva su nombre. Y aunque esta librería se llama Themel ―con h intermedia―, su propietario cuenta que le puso este nombre en homenaje al restaurante. Con la creación del centro, todo el comercio de la zona, que consistía en la venta de zapatos y ropa, fue cambiando para especializarse en la venta de libros. Se calcula que hay entre 350 y 400 librerías en el sector. En agosto de 2013, Sofía y George Temel regresaron a Bogotá por primera vez desde que habían migrado a Estados Unidos, y fueron a conocer las instalaciones del centro. Sofía cuenta que a pesar de que cambiaron por completo la edificación, pudo visualizar cómo era el restaurante. George, por su parte, pudo comprobar la grandeza del Temel en este viaje:

“Mis padres me contaban todas estas historias y para mí era muy difícil creer que tenían un restaurante tan famoso y tan grande, pero pude confirmarlo cuando conocí el edificio donde funcionó”. Durante 25 años, el Temel fue el telón de fondo de múltiples eventos de sociedad, según consta en las páginas sociales de los impresos más importantes del país y fue testigo de visitas como la del vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, de gira por Latinoamérica. Contradiciendo a Jack, el Temel fue mucho más que un restaurante, y así quedó en la memoria de la ciudad.

53 Deportes

El fútbol aficionado en Tabora Texto: Néstor Camilo Garzón Fonseca* nestorcamilo12@yahoo.com Fotos: archivo Manuel López y Luis René Pichardo

Fotografía panormárica del estadio de Tabora, publicada en El Espacio en febrero de 1983.

En el barrio Tabora, de la localidad de Engativá, se realiza entre diciembre y febrero un torneo de fútbol aficionado, que cumplió 43 años y es patrimonio cultural de Bogotá.

Acto protocolario de inauguración del torneo; al fondo banda del batallón Guardia Presidencial. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Domingo a domingo, entre diciembre y febrero,

equipos se encuentran en el estadio de Tabora •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

El silbato suena a la 1:15 de la tarde del domingo 24 de febrero de 2013 para anunciar el inicio del partido en el que se enfrentan los equipos Suramericana de Transportes y Legrand de Colombia por la final del campeonato Octagonal Tabora, categoría mayores. El estadio vibra con la final de uno de los torneos del fútbol aficionado más importantes de la ciudad.

De potrero a estadio Manuel López, uno de los organizadores del torneo, observa cada jugada y evoca la primera vez que jugó en este campo en 1970. “Nosotros

llegamos al Tabora hace 43 años; veníamos con el equipo Casa de la Balanza para participar en el torneo que se iniciaba, promovido por dirigentes deportivos, que con mi hermano Humberto se habían reunido para hacer un torneo de fútbol al estilo del Olaya […]. Salieron los equipos, incluso en uno de ellos jugó el cura de este barrio, Cándido Zarvabeltia”. Y señala que en una modesta cancha con arcos de madera y marcada apenas con líneas de cal, se creó este evento deportivo. Domingo a domingo, a finales del año y comienzos del nuevo, ocho equipos se dan cita en la cancha del estadio Tabora. “Siempre, desde

la primera fecha, hay muy buena participación de público. A medida que avanzan las fechas, el público aumenta porque a este espectáculo vienen buenos equipos”, dice Jorge Eliécer ‘el Piña’ Villareal, una de las voces deportivas de

la radio capitalina y jefe de prensa del torneo Octagonal Tabora. El estadio de fútbol Tabora, cuya cancha está protegida por una malla y dispone de graderías de pasto ubicadas en los cuatro costados, alberga hasta 5.000 espectadores. En la parte occidental funciona la sede administrativa, con dos niveles: en el primero quedan los camerinos, y en el segundo, las oficinas del Instituto Distrital de Recreación y Deporte (IDRD). En la parte exterior de la sede hay unas graderías de cemento que suelen ocupar los organizadores, los técnicos, los invitados y los periodistas. A espaldas de la sede administrativa funciona un centro educativo distrital. Manuel López recuerda que antes este estadio era un potrero: “Se hizo a pico y pala entre los

organizadores, vecinos y amistades. Ensanchamos la cancha, le dimos los parámetros, la adecuamos casi con las medidas que hoy tiene”. Con el paso de los años, el campeonato fue ganando participación de equipos y de aficionados. El 6 de febrero de 1983, Adolfo Gómez, reportero gráfico de El Espacio, captó imágenes panorámicas que daban cuenta de la masiva asistencia y por eso el IDRD se animó a construir un escenario adecuado.

El aficionado, la razón del torneo Unos aficionados vienen a acompañar a los jugadores, otros vienen simplemente a ver fútbol. Algunos se quedan a uno o dos

partidos, pero hay quienes siguen los cuatro que se juegan cada domingo, lo que hace que el público sea rotativo. Uno de estos últimos es Guillermo Castillo, quien llega desde temprano y se ubica en la tribuna occidental; allí va siguiendo las jugadas y en uno de los boletines deportivos que reparten en el estadio va llevando los marcadores. “Conocí el torneo

por intermedio de un amigo de mi barrio, el Lujan; él me invitó a conocer el campeonato y como en mi sector no hay esta diversión, vine. Todos los que conocemos este torneo esperamos que llegue esta época para venir a apoyar los equipos y a divertirnos”, dice el aficionado Víctor Hugo Ramírez. Aunque aquí no se ondean banderas, ni suenan tambores y menos cae papel picado desde las tribunas, los aficionados son los primeros que están en el estadio para animar a los equipos. “Vamos, Churta; vamos, Churta; vamos, Legrand”, grita Doris Ruiz, para quien este “es

un excelente torneo y la gente no viene aquí a pelear por un equipo porque perdió o el otro ganó, sino a disfrutar del buen nivel técnico que tiene”. Aunque el partido de hoy va a ser transmitido por Canal Capital, por ser la final, la afición prefiere verlo en vivo. En este torneo, algunos de los espectadores fueron antes jugadores, y otros que eran espectadores pasaron a ser jugadores, como es el caso de Cristian Perdomo, defensa del equipo de Venus A. Silva, a quien su papá traía a ver los partidos en los que él jugaba: “Miraba desde

la tribuna y quería jugar con mi papá, con sus compañeros; afortunadamente se dio la oportunidad y llevo varios torneos aquí” Aunque dominan los hombres, hay una nutrida presencia de mujeres. “Hoy las mujeres están

muy vinculadas al fútbol; aquí se ven mamás, amigas, hermanas”, dice Doris Chaparro, periodista de Crónicas del Fútbol Bogotano. Por su parte, Ana María Goretti Arenas, directora técnica de Real Academia Colombiana, afirma:

“Ya hemos pasado varias propuestas para que se haga un torneo de fútbol femenino, lo que sería novedoso y de impacto social”.

Señor locutor, ¿cómo va el marcador? Como en el fútbol profesional, aquí también se ven periodistas deportivos de emisoras,

de la televisión y de publicaciones que vienen a cubrir el torneo. Los de radio trasmiten un solo partido al comienzo del campeonato, pues tienen compromisos con el Olaya; luego acuden más tiempo, dependiendo de los recursos con que cuenten los organizadores para contratarlos. Entre los periodistas que han estado pendientes de este torneo está Jorge Álvaro Peña, conocido como el Fiscal del fútbol aficionado: “Yo fui el primero que

vino a transmitir radio. Con unos amigos compramos un espacio que se llamaba Preliminar Deportivo, en 1979, y empezamos este programa en la emisora Mariana y luego pasamos a la Voz de la Víctor. Cubríamos el partido estelar y nos ubicábamos en la parte oriental; en ese entonces no había estadio, sino una cancha. Tocaba colocar un poco de cables, buscar una casa donde alquilaran la línea telefónica y cuando la gente pasaba por donde trasmitíamos la pisaban y cortaban la señal; el ingeniero tenía que correr y volver a conectar el cable para reiniciar la trasmisión”.

Saque de honor del ´Pibe Valderrama', en enero de 2012, en el torneo de Tabora. A su derecha y de sombrero Humberto López, y a su lado, Jorge Eliécer 'el Piña' Villareal. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Manuel López, uno de los fundadores del octagonal.

Aquí jugó Falcao García El Octagonal Tabora es una mezcla de equipos con jugadores jóvenes y equipos que incluyen en su nómina a exjugadores profesionales, lo que atrae a la afición, aunque algunos, como Guillermo Castillo, prefieren que les den la oportunidad a nuevos jugadores porque “las

El equipo Inter Legrand, campeón del Tabora en febrero de 2013.

figuras vienen a llenar el estadio, pero casi no juegan, ya que están cansados”. La lista de exjugadores profesionales que han pisado el césped del estadio Tabora es extensa: Lukas Jaramillo, Leyder Preciado, Carlos Aponte, Delio ‘Maravilla’ Gamboa, Alfonso Cañon y Ricardo ‘el Gato’ Pérez. Además, se destaca Radamel Falcao García (actual jugador del AS Mónaco), quien jugó en el equipo Fair Play, de Silvano Espíndola. El actual senador Camilo Sánchez también participó durante años con el equipo Javerianos. Buscando impulsar el fútbol amateur, los hermanos Manuel y Humberto López han promovido en los últimos diez años un torneo en la categoría juvenil, el cual se juega durante la misma temporada, pero los sábados. A pesar de que en este torneo se ven jugadores con gran potencial para el fútbol profesional, los dirigentes deportivos no asisten a los partidos. Aun así, se llevaron dos jugadores, uno de ellos para

Buenos Aires: “Ellos van con el apoyo de sus padres y de los patrocinadores, ya que aquí nunca se ve un técnico de la Selección Distrito”, cuenta Humberto López, organizador del octogonal. El Tabora se mantiene por el esfuerzo de los organizadores, ya que no cuenta con patrocinio distrital ni local, lo que lleva a que se sostenga con el pago por la inscripción que hacen los equipos. “Nosotros hacemos esto porque nos

gusta, no por tener una ganancia, ni porque sea un medio de vida”, dice Manuel López. Otro de los inconvenientes que tiene este torneo es la época de invierno, ya que la cancha no cuenta con drenaje; cuando llueve fuerte se inunda, y el IDRD aplaza los partidos. Pese a contar con prestigio y tradición en el fútbol capitalino, y de ser parte de la identidad local, este torneo no ha sido reconocido oficialmente como patrimonio cultural, aunque la Cámara de Representantes les otorgó en 2005 a los organizadores la medalla Simón Bolívar

en el grado de gran comendador, conservada por Manuel López, secretario del torneo.

Segundo tiempo Mientras los equipos terminan su pausa y se preparan para continuar el partido, en la parte oriental de la gradería, sobresale un buen número de seguidores del equipo Legrand, vestidos con el rojo distintivo. En todo el estadio se escuchan los pitos. No hay duda de que el torneo es una fiesta donde se celebra la vida y donde han pasado tres generaciones: “A través de los años se

ha convertido en una pasión familiar. Toda la familia está vinculada: tíos, sobrinos, primos”, dice Vanessa López, hija de Humberto López.

fallecido) y los hermanos López, impulsando el fútbol juvenil y de mayores en este sector noroccidental de la ciudad. A finales de diciembre volverá este certamen deportivo y cultural, encuentro de amigos y de familias amantes del fútbol, porque, como afirma Jorge Álvaro Peña, fiel seguidor del octogonal, “en el Tabora la gente vive feliz a

toda hora”. * Ganador del concurso sobre crónica local 2013, del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural.

Pero hay otros visitantes más ingratos: los políticos que asisten al estadio en campaña a las corporaciones públicas, pero después casi ninguno regresa a este escenario. “Aquí han

estado Horacio Serpa, María Emma Mejía, Rafael Pardo, Clara López, Juan Lozano, David Luna, Wilson Borja, pero cuando están en el poder ya no se acuerdan de que esto les sirvió para que el pueblo los conociera”, afirma Manuel López.

Pitazo final Luego de jugarse el tiempo reglamentario, el marcador quedó en ceros, por lo que fue necesario definir por tiros desde el punto penal, esa especie de ruleta rusa donde el resultado es inesperado. Fuera de la cancha el público sigue a la expectativa. A la hora de concretar los goles, el conjunto de Legrand venció a su rival, ya que el portero de Suramericana no pudo detener el balón en el cuarto cobro del equipo Legrand, con lo que este equipo se coronó campeón con 4 goles contra 3. La alegría de los aficionados que apoyan a este equipo no se hizo esperar, mientras que Guillermo Castillo quedó desconcertado, pues esperaba que por tercer año ganara Suramericana. “Yo casi que

Izquierda: Guillermo Castillo, periodista oficial del torneo, y quien no se pierde un partido. Abajo: El capitán del Legrand exhibe la copa que acredita a su equipo como campeón del 2013.

mando estampar la camiseta con Suramericana como campeón, ¿qué tal si lo hago?”. Han pasado ocho fechas donde miles de personas acompañaron el esfuerzo de los equipos participantes. Lo que las administraciones distritales y locales no han hecho por el fútbol aficionado, lo han logrado Saúl Camargo (ya

Una obra de muerte

58 llena de vida Teatro

Texto: Mariángela Urbina Castilla milanyela_0593@hotmail.com Fotos: Daniel Alejandro Pinilla y cortesía del Teatro Libre Título: Pedro Páramo Duración: 90 minutos Adaptación y dirección: Hernán Pico Actores: Hernán Pico, Bernardo Restrepo, Natalia Torres y Natalia Herrera Estreno: Teatro Libre de Chapinero, 19 de octubre de 2013

Bernardo se cuestionaba en Estados Unidos el porqué de su carrera y de la vida. Natalia Torres compraba pasajes para México. Yaddi lidiaba con la economía y la ciencia política, sus dos carreras. Juliana hacía lo mismo con la historia, y Julián con la filosofía. Natalia Herrera, mientras tanto, se dedicaba a cumplir su rutina de periodista. Entonces, Pico los picó, les hizo una propuesta indecente, les cambió los planes, les regaló una pizca de alegría. El arte volvía a ellos como un regalo divino.

“Milagrosamente, me llegó un correo de Pico”, dice Bernardo, estudiante de octavo semestre de comunicación audiovisual. Era lo que estaba esperando, lo que quería hacer de verdad: volver a escena. Hernán Pico, actor fundador del Teatro Libre de Chapinero, les estaba ofreciendo un personaje en su adaptación para teatro de Pedro Páramo, de Juan Rulfo.

Con la obra de teatro Pedro Páramo, un grupo de jóvenes se reencontró con el arte y con su profesor favorito del colegio. La puesta en escena recoge la esencia de la narrativa de Juan Rulfo. Estará en cartelera a comienzos de 2014. Pedro Páramo en su más reciente versión.

Los seis muchachos, entre los 18 y los 25 años, habían sido estudiantes del colegio Los Andes. En diferentes momentos se conocieron con Hernán, de 65 años, director del grupo de teatro, y coinciden en decir que el llamado de su antiguo maestro sirvió para llenar un vacío en momentos muy particulares de sus carreras y ocupaciones.

Cuando Susana baila y la luz azul la envuelve, el aura se llena de sensualidad, pero no una sensualidad tranquilizadora, al contrario: es espeluznante. Natalia Torres, quien también es bailarina, interpreta a Susana. Esto explica la desenvoltura de sus movimientos y su capacidad para componer elásticamente bellas figuras corporales.

“No es que me mate dirigir, pero si no la dirigía yo, ¿quién?”, dice Hernán. La obra, que

Pero este no es su único personaje. Tanto ella como el resto del elenco interpretan varios, demostrando así una amplia capacidad vocal para matizar las diferencias entre un carácter y otro.

estaba planteada inicialmente para tres actores, fue escrita por él, admirador del escritor mexicano. Pero la idea original mutó hasta descubrir que la dramaturgia necesitaba siete actores. Por esa razón, él también actúa. Además, “el guion aún no está terminado, todavía estamos en esa labor de artesanía”. Y es que si no existe una nueva razón para esforzarse, se mueren las ganas, se desarticula el propósito del reencuentro. Comala, en el escenario, luce gris. Es espantosa, tenebrosa, aterradora. Los personajes hablan tras el tono sepia de sus rostros. Caminan sin zapatos por el escenario, fortaleciendo el carácter engañoso de la ‘realidad’ presentada. Los trajes, del mismo tono, transportan a un lugar caliente por la ligereza de la tela. Los labios sin brillo, los cabellos desgastados y las manos cuarteadas tonifican el cuadro. Los saltos en el tiempo y el espacio, propios de la obra original, aquí también disparan preguntas en el espectador. La escenografía es solo la necesaria. Pocos elementos entran en juego: un catre viejo, un telón donde se visualizan ciertas imágenes y la silla de Pedro Páramo. Las canciones no suenan, saben a muerte. Se convierten en una especie de hilo conductor que en general anuncia tristezas y locura.

Aunque afirman que la obra aún se encuentra en proceso, ya están listos para presentarse ante el público. Han hecho algunas funciones y esperan empezar la temporada en los primeros meses de 2014. Esta será su oportunidad de recuperar lo invertido, aunque cualquier tipo de ganancia económica parece un sueño inalcanzable en una escena local donde teatro y pobreza son sinónimos. Así es Pedro Páramo, una obra ensayada a diario durante cuatro meses en las tablas del Teatro Libre. Un grupo de actores que, según su director, fue convocado por sus cualidades no solo como artistas, sino como personas. Pico asegura que hizo el casting desde cuando eran colegiales. Ahora, todos ellos, profesionales de otras disciplinas, se unieron para hacer teatro profesional, pero sobre todo, para inundar de vida sus vidas.

Arriba: Susana, encarnada por Natalia Torres. Abajo: el director, Hernán Pico, cofundador del Teatro Libre de Chapinero.

Juan Preciado (Bernardo) vive una realidad paralela a ese entorno de fantasmas que, al ser materializado en una puesta en escena luce más aterrador. Los espectadores podemos sentir compasión por este hombre perdido en un mundo de miedo. Pedro, por su parte, es un espectro, una voz que no tiene cuerpo en ninguno de los actores. Su presencia se reduce a una figura de traje militar que nadie toca ni mira de frente, un muñeco inanimado que acentúa el carácter enigmático de este mandamás de pueblo.

60 Tras las rejas Teatro

Texto: Carolina Calkins caro.calkins18@gmail.com Fotos: Javier Franco Título: Máxima Seguridad Director: Nelson Celis Reparto: Diego Barragán, Christian Ballesteros, César Morales, Rubén Darío Neira Lugar: Teatro Libre Centro Temporada de estreno: 1 al 23 de agosto

El público, al entrar a la sala, fue dejando atrás, vacías y aisladas, las sillas de madera, desde las que usualmente se vería la función. Los asistentes debían sentarse en tres graderías, instaladas en el escenario, alrededor de una celda diminuta cuyo interior albergaba un camarote. Aquellos que ingresaban más temprano podían elegir, a su criterio, los mejores puestos de esta única localidad sin numeración, un poco incómoda. Según el director de la obra, Nelson Celis, que el espacio estuviera dispuesto de esta manera permitía no solo una relación más íntima entre los actores, sino también un

acercamiento al público “casi que los espectadores entraban a ser parte de la obra”.

Máxima seguridad, la última pieza dramática de Piedad Bonnet, se estrenó el 1º de agosto en la sede de La Candelaria del Teatro Libre. Este espectáculo se enmarca en la celebración de los 40 años del Teatro Libre que comenzó en marzo, con Marat/Sade, de Peter Weiss, y que finalizará en diciembre con La Orestiada de Esquilo. La también poeta Piedad Bonnet, presentó este año su libro Lo que no tiene nombre, doloroso relato del suicidio de su hijo, que tuvo amplia

acogida entre la crítica y los lectores. Asimismo, publicó la obra dramática, Algún día nos iremos, sobre la violencia que aqueja a muchas familias del país, y que fue presentada por el mismo Teatro Libre. Desde el comienzo, Máxima seguridad hace una dura y explícita crítica al sistema carcelario basada en una investigación exhaustiva, en múltiples visitas a la cárcel y en varias horas de entrevistas con expresidiarios. “Esto fue funda-

mental sobre todo para que Piedad Bonnet y yo pudiéramos entender este mundo tan sórdido y lleno de contradicciones”, dice el director. Los cuatro personajes en escena, tres presos y un guardia, evidencian a través del humor, la corrupción dentro del penal. El guardia permite conocer la situación en otros patios y en el exterior y complace, a cambio de altas sumas de dinero, los caprichos de los reclusos. Mientras tanto, dos de los reos, un paramilitar y un delincuente común, cuentan los crímenes que los llevaron a prisión. El tercero, aunque expresa algunas situaciones de su vida, deja la mayoría a la imaginación del espectador, quien al final deberá hilar los acontecimientos para darle su propio desenlace a la historia. En esta hora y media de función, el hacinamiento en el que viven los reclusos, no

solo lo sienten los actores sino también los integrantes del público, sentados muy cerca los unos de los otros. Incluso, se genera la sensación de un olor desagradable proveniente de la falta de agua y las precarias condiciones de salubridad. El grupo de artistas en escena se destaca sobre todo por la verosimilitud de su interpretación. Se puede sentir la tensión propia entre los personajes. Para Rubén Darío Neira (Marín), esta fue la primera aparición que hizo en el Teatro Libre, sin embargo, estuvo acompañado de Christian Ballesteros (Pachanga) quien, al haber dirigido Algún día nos iremos, conoce a la perfección el estilo de Bonnet y lo transmite a través de sus obras. Esta puesta en escena hace que cada individuo sea partícipe de una realidad que seguramente ignora. Con tintes de venganza y promiscuidad, un lenguaje vulgar, estallidos de pólvora y humo, este sencillo pero revelador montaje mantiene el suspenso en todo momento y se aleja de los estereotipos o clichés que se han visto tantas veces sobre el mundo carcelario. Al finalizar, los asistentes salen con el corazón en la reja, estupefactos y aterrados.

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62 Libros

Oficios de la calle

Texto: María Alejandra Guzmán Angulo mariaguz28@hotmail.com

Fotos: cortesía de Clara Isabel Martínez R. y Museo de Bogotá

El alma de la calle, un libro que recoge las historias de más de cien personajes en sus oficios —que desaparecieron o subsisten en Bogotá—, de la historiadora Clara Isabel Martínez Recamán Santos, es un ejemplo de la devoción por el libro como objeto artístico.

10 cuadernillos de postales 100 oficios tradicionales

A diferencia de la mayoría de libros dirigidos a un lector solitario, El alma de la calle tiene como propósito que el lector pueda leerlo con otras nueve personas y, además, leerlo en el orden que cada quien desee. Ello, porque son diez cuadernillos de postales —al estilo antiguo— recogidos en una caja, que corresponden a capítulos independientes y están ordenados por épocas, desde la Colonia hasta el siglo XXI. El formato no es original, puesto que se inspiró en un libro llamado Baetulona. 100 diseños para la historia, que presenta una serie de ilustraciones sobre la antigua ciudad de Bautelona, actualmente Badalona. Con este formato no se produce desperdicio de papel (por un lado va la fotografía y por el otro el texto). “Se

hizo un diseño gráfico diferente con 11 cuadernillos, lo cual permite dialogar y comentarlo”, dice su autora, Clara Isabel Martínez, historiadora de la Pontificia Universidad Javeriana, con una maestría en pedagogía de la Universidad Santo Tomás, que actualmente dirige la biblioteca de la Corporación Artes y Letras.

Juan Carlos Pérgolis, Luis Fernando Orduz y Danilo Moreno. Se destacan personajes como el Bobo del Tranvía, el primer policía de tránsito en Bogotá; el calibrador, encargado de avisarle al conductor la hora en que pasó su compañero; el faquir, que enloquece al público con su resistencia física; el fotocinero, aquel fotógrafo de caja que tomaba las clásicas fotos en Monserrate, la carrera séptima y la plaza de Bolívar o el bicitaxista, que ofrece una alternativa de transporte público en la ciudad. El libro, más allá de exponer estos oficios pintorescos, plantea una reflexión sobre los personajes y sus oficios, con cierto tono de nostalgia: “Presenta otra mirada de la ciudad;

una historia no oficial de Bogotá. Busca que cada lector tenga un acercamiento a estos personajes que diariamente vemos en la calle para sensibilizarnos con una ciudad que cada vez va perdiendo su identidad y la memoria de su pasado”, como dice la autora.

Clara Isabel Martínez, la investigadora. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Vendedora de flores en el cementerio.

“Este libro nació a raíz de la investigación del proyecto ‘Agua Fuentes de Bogotá’, cuando al revisar el archivo fotográfico del Museo de Bogotá, encontré un excelente material de personajes de la calle de finales del siglo XIX y principios del XX, que demostraba el interés existente en aquel entonces por retratar aguateras, leñadores, fotógrafos, entre otros”, comenta la autora. Después de ubicar las fotografías comenzó a reconstruir la memoria histórica de los personajes que recordaba de su infancia y, por último, se dedicó a la observación etnográfica y entrevistó a algunos personajes en las calles.

Un acordeón de postales En cuanto al contenido visual, el lector establece una relación de la descripción de cada oficio con la fotografía o la pintura al respaldo. “El acor-

deón se despliega, representando una ‘calle’ en la cual van apareciendo los personajes, juntos pero no revueltos”, como se lee en el prólogo. Gracias a la diversidad de fuentes, cada cuadernillo da la bienvenida al lector con una breve introducción sobre los oficios allí recogidos, escritos por académicos reconocidos, como

Caricatura

64 Ana María Garzón Lemus

El clima en Bogotá

"" Foto: Carlos L贸pez

Obreros trabajando

Fotoensayo