Directo Bogotá #56 by Revista Directo Bogotá

Fotoensayo NariĂąo rock star I Biblioteca Nacional de Colombia Foto: RubĂŠn Montenegro

Edición

Marzo 2017

Directo Bogotá Revista escrita por los estudiantes de la carrera de Comunicación Social

02 05 10 14

Fundada en 2002

Directora Maryluz Vallejo

Asistente editorial Mateo Yepes Reporteros en esta edición Laura Rojas, Ángela Agudelo, Irene Alonso, María Camila Alvarado, Carolina Rodríguez, Rubén Montenegro, María Paula Forero, Mariana Ocampo, Angie Benavides, María Camila Rico, Nathaly Triana, Nicolás Gómez, Mateo Yepes, Natalia Camacho, Juliana Jaimes, Edwin Rubiano, Óscar Moreno, Maryluz Vallejo. Portada y Contraportada María Camila Rico Diseño y diagramación Angélica Ospina angelikaos@gmail.com Corrección de estilo Gustavo Patiño correctordeestilo@gmail.com Impresión Javegraf Decana Académica Marisol Cano Busquets Director de la Carrera de Comunicación Social Oscar Giovanny Fonseca Director del Departamento de Comunicación Andrea Cadelo Informes y distribución Transversal 4ª No. 42-00, piso 6 Teléfono: 3 20 83 20, ext 4587 Escríbanos a: directobogota@gmail.com Consulte nuestro archivo digital en la página: www.issuu.com/directobogota Visite nuestra plataforma digital www.directobogota.co

25 30 35 40 48 53 57 59 59 64

Notas Ligeras Estación Central

Lo que hay detrás de la violencia de género Estación Central

El sueño de una ciudadela indígena en Bosa Oficios

Pasando páginas y semáforos Patrimonio

Ladrillo sabanero y estilo inglés Colectivo

Ruta nacionalista Medio Ambiente

Humedal con penthouses Sitios Raros

El lugar donde las cabezas ruedan Divino Rostro

El rapero roto Tendencias

Fiestas de quince en Bosa Patrimonio

Artesanos fuera de serie Patrimonia

Los pasos digitales de la Biblioteca Nacional Bogotá en la Web

Hay un nuevo podcast en el vecindario Libros

Bocatto de librero Libros

Cuando el rock suena bajo Humor

Notas Ligeras

Patrocinado por… El amor por el séptimo arte no solo es la causa de que se hayan multiplicado los festivales de cine sino que también es el pretexto para convocar a cientos de voluntarios. Según la legislación colombiana el voluntario ofrece tiempo, trabajo y talento sin remuneración económica para la construcción del bien común a través de organizaciones sin ánimo de lucro. Sin embargo, no todas las fundaciones son iguales. Ojo al Sancocho le apuesta al cine comunitario en Ciudad Bolívar mientras que Indiebo promueve el cine independiente con el patrocinio de Argos.

• •• • • •• • • •• •

Nominados a mejor estafa El centro comercial estaba lleno de parejas sonrientes y grupos hiperactivos de preadolescentes en fin de semana. La fila para entrar al cine del San Rafael era enorme y tras esperar 35 minutos fue nuestro turno. “Cuatro asientos de preferencial para ver Los ilusionistas 2”, pedimos en taquilla. “$105.000 pesos por favor”, nos respondió la empleada. La plata a mano no nos alcanza. Abrir los ojos es el único truco que sabemos hacer. Las manos sudorosas llegan a los bolsillos para contar las monedas. No alcanzó. “Hay cuatro puestos disponibles en la primera fila. Son $95.000”. Parece que la ilusión de la película termina con tortículis. En la confitería tres combos valen $80.000 pesos. Parece que la comida se va a acabar antes de que aparezca Daniel Radcliffe.

Hay que madrugar, correr, cargar cajas, mojarse, planear, secarse y correr otra vez, dice una de las convocatorias. Todo sea por amor. Los festivales dan a cambio la alimentación, el transporte, el acceso gratuito a los eventos y una camiseta. Seguramente a eso no era a lo que se refería el padre de David Lynch cuando le decía que se olvidara de Eraserhead y buscara un trabajo de verdad.

Obviamente, dependiendo de la zona donde está ubicado el cine el precio cambia pero ¿es para tanto? Hay salas en las que la silla de cuero vibra, te lanza agua, se sacude en la escena de acción y te dispara un resorte directo al trasero en la escena de amor. Pero en otras los pasillos ni se iluminan en caso de incendio y bien podrían alinearnos como vacas pastando para ver el atardecer con el número de asiento pintado en el piso. Lo peor de todo: lo pagamos. Parecía que el internet y sus múltiples usos legales e ilegales para ver películas amedrentarían a los cines para dar un buen servicio a precios razonables. Ahora por proyectores demasiado fancy y cines demasiado trash el espectáculo favorito bogotano —aparte de ser manoseado en Transmilenio— tiene mínimo $6.500 de diferencia los días más baratos. Prefiero ver a los cuatro jinetes por pelispedia.com en la cama con una coca del maíz pira y salchicha y ver si encuentran la carta que pensé. Tan tan!

Nathaly Triana nattriana23@gmail.com

Oscar M. Moreno O. morenoo@javeriana.edu.co

Las convocatorias están dirigidas a aquellos que ‘mueren por el cine’ o ‘viven enamorados de él’. ¿Quién le dice que no al amor? Es bienvenido quien tenga conocimientos sobre mercadeo, comunicación organizacional, realización audiovisual, edición, fotografía, diseño gráfico, manejo de redes sociales, traducción y hospitalidad. Es mejor si usted sabe de todo.

03 04

Declaración de peso

Un paisa en El Campín

Ahí estaba yo. Enfundada en un vestido que me asfixiaba hasta el alma, con unos zapatos de charol que destruían mis pies y, para completar, la manía de mi madre de delinear el lunar de mi rostro con un lápiz negro, previamente mojado en su saliva. ¿El resultado? Clarísimo: la bruja Dioselina, imagínelo usted. En ese entonces mi madre no comprendía que los vestidos apretados no eliminaban mis kilos de más, solo los hacían esparcirse por cualquier mínimo espacio, porque así eran ellos: caprichosos. Curiosamente, a pesar del lunar kilométrico, a la gente le gustaba mi cara: redondita, con cachetes rosaditos y “apapachables”. El comentario de turno: “¡Con lo guapa que eres de cara, lástima tus kilitos de más!”. La niña que era lo agradecía, al menos era guapa de cara y no me habían dicho “gorda”. ¡Uf, qué alivio! Ahora, más madura (eso dicen), exijo sinceridad: ¿Ve mis curvas y piensa que estoy gorda? Dígalo, nada de “estás rellenita”, “de huesitos anchos”, inhale profundamente y exhale despacio; luego, repita después de mí: “GORDA”, la palabra no muerde. En general, el lenguaje no lo hace, lo que termina por clavar los dientes y doler es el veneno que algunos le inyectan. Si les cuesta, recuerden lo que dijo alguna vez una amiga, que es gordísima: “Me vuelan los diminutivos, bastante espacio ocupo yo, como para que quieran reducir mi existencia”.

Mis épocas de ir al estadio empezaron, más o menos, en el 2001, cuando mi papá me llevaba de la mano siempre a ver al Once Caldas en Manizales. Literalmente, el fútbol y la pasión por un equipo son herencias que dejan los padres en los primeros años de vida de sus hijos. Y así fue. Sigo y seguiré siendo hincha del Once Caldas, porque así me criaron.

Angie Benavides angie.benavides@javeriana.edu.co

Sin embargo, ser hincha de algún equipo no me impide sentir respeto por los demás, y con esa actitud me fui a ver el partido de Millonarios contra el Atlético Paranaense, de Brasil, por la Copa Libertadores, el 8 de febrero. Allí volví a sentir la pasión de un estadio colombiano y grité muchos hijueputazos sin razón. Sin embargo, las personas que estaban a mi lado no se sentían tan cómodas como yo, que con acento paisa y arrastrado alentaba a un equipo bogotano. Como todo un farandulero, subí a Facebook una foto que decía: “Aquí estoy, porque toca apoyar al fútbol colombiano que nos representa”. De inmediato, aparecieron comentarios como “Mucho amargo”, “Con esa plata le alcanzaba para comprar un abono en el Palogrande” o “Solo lo compra si se va a la B”. Los amargados, como ven, son otros. Y les respondo que, primero, mi acompañante y yo entramos por cortesía de un familiar que trabaja en Millonarios fútbol base, y no es por chicanear. Segundo, ¿cuál es el problema de ir a un estadio que no es del equipo de uno? Y, tercero, ¿por qué esa necesidad de juzgar sin saber? Hay que atajar los goles en las redes sociales… Mateo Yepes Serna mateo.yepes@javeriana.edu.co

• •• • • •• • • •• •

Voces de la calle

Foto: Óscar Mauricio Moreno Ochoa Mural de Cacerolo en la carrera 50 #90A -72, Andes, Barrios Unidos

Foto: Pía Wohlgemuth. Mural en la carrera 4a con calle 66 bis, cerca al edificio donde fue asesinada Yuliana.

Estación Central

Lo que hay detrás de

la violencia de género

Texto: Mariana Ocampo Forero marianaocampoforero@gmail.com

Cada vez son más virales las historias de abuso y tocan más zonas sensibles de la sociedad. Estos dos relatos caracterizan algunas de esas formas de abuso contra la mujer para prender las alarmas, como lo hizo la autora de este reportaje. Ilustración: Laura Vela •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

“Me volví completamente depresiva, absolutamente histérica. Me molestaba que me hablaran, que se me acercaran. Por todo me deprimía”. Ese fue el resultado de los constantes abusos cometidos por su expareja contra Mónica Cardona. Ella duró cuatro años sometida a una relación de maltrato. Fue víctima de abuso psicológico, sexual y físico.

Mónica. Así empezó todo. Le llevaba regalos y flores, la llamaba constantemente, y la llenó de promesas y palabras de amor. Mónica, sin experiencia alguna, supo que estaba enamorada. Su relación con Carlos se empezó a tornar seria y ella no podía sentirse más feliz. Pensaba que él era el hombre de su vida, con quien se casaría y tendría hijos.

Desde que era muy joven, Mónica empezó a trabajar para ayudar con los gastos familiares. Fue allí, en su entorno laboral, donde conoció a su expareja. Ella siempre fue una niña de casa, de mamá y papá.

Las banderas rojas aparecieron, pero Mónica jamás les hizo caso a estas advertencias que pone la vida. Los celos enfermizos de él empezaron a ser recurrentes. La celaba con cualquier persona que se le acercara. Las llamadas constantes de amor se acabaron. Ahora esas llamadas solo eran reclamos y gritos. Ella, “enceguecida de amor”, permitió que estas cosas pasaran porque pensó que así se llevaban las relaciones de pareja. Pensó que era normal. Los abusos verbales cada vez empeoraban y su salud mental decaía.

Mónica cayó en una relación agresiva. Ella jamás había tenido pareja; por lo tanto, desconocía las ‘reglas’ de una relación estable y sana. Como cualquier relación tóxica, todo empezó con un amor intenso y aparentemente incondicional. Carlos* era visto por sus compañeros de trabajo como un hombre muy servicial y amable. Era el tipo de persona que entablaba amistad con cualquiera. Él se sintió atraído hacia

Mónica le decía a Carlos que pidiera ayuda profesional, que dejara atrás sus celos y se concentrara en el amor que ella le quería dar. Lo que pasa con este tipo de relaciones es que no hay palabra o acción que pueda calmar a un

En 2015 se registraron

47.248 casos

de violencia en parejas •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

hombre con este perfil. Los abusos verbales y psicológicos ya eran cosa de todos los días. Palabras como fea, gorda, maloliente y lesbiana empezaron a ser parte de la rutina. Luego, los abusos físicos y sexuales. Los maltratos se daban en cualquier espacio. A él no le importaba que hubiera gente presente ni lo que Mónica le dijera o le suplicara. “A pesar de mis gritos, a pesar de pedir ayuda, a pesar de gritar que este hombre me estaba matando, él siguió con su maltrato físico en la calle delante de las personas. Incluso cuando llegamos a su casa delante de su familia, de su madre, que miraba cómo me pegaba y no hacía nada. Sexualmente abusó de mi cualquier cantidad de veces y me manipulaba y amenazaba con contar muchas cosas a mi familia para que yo me siguiera sometiendo a su voluntad y a lo que él quisiera hacer conmigo”. *** Las historias de maltrato hacia la mujer existen, todos sabemos que están allí, pero realmente se sabe muy poco del tema. Empecemos por entender lo que este concepto significa. La Organización de Naciones Unidas por medio de la Estrategia Internacional para la Reducción de Desastres da una definición de la violencia de género: “La violencia de género son todas aquellas situaciones de violencia que afectan a las personas por razón de género. Este tipo de violencia se basa en las relaciones desiguales de poder entre hombres y mujeres, que colocan en situación de desventaja a las segundas, lo cual determina que una significativa mayoría de las víctimas sean mujeres”. Si bien el maltrato de género se puede dar en muchos entornos, las cifras que siguen en constante aumento son las denuncias de maltrato por parte de la pareja. “La violencia infligida por la pareja es una de las formas más comunes de violencia contra la mujer e incluye maltrato físico, sexual o emocional y comportamientos controladores por un compañero íntimo. La violencia infligida por la pareja se presenta en todos los entornos y grupos socioeconómicos, religiosos y culturales. La abrumadora carga mundial de violencia infligida por la pareja es sobrellevada por las mujeres”, afirma la Organización Mundial de la Salud.

El Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses se encarga de investigar y hacer informes sobre las violencias que vive el país. En el 2015, este informe se basó en recolectar datos y cifras acerca de la violencia conyugal: “Se registraron 47.248 casos de violencia en parejas y se vio como resultado que las mujeres son la población más afectada por este tipo de violencia. Del 100 % de los afectados incluidos hombres y mujeres entre los 20 y 29 años, el 86,66 % de las víctimas son mujeres. Lo preocupante es que el 47,27 % de los casos registran que el agresor de la mujer es su compañero permanente y el 29,33 % restante es su expareja”, manifiesta el informe de Medicina Legal. *** Mónica decidió tomar fuerzas y terminar la relación. Carlos la seguía buscando e insistiendo, pero ella supo que eso debía acabar. Cuenta que duró cuatro años tratando de salir de esa relación y no podía. Terminó con Carlos varias veces, pero él por medio de manipulaciones siempre la retenía. Las consecuencias de estar a punto de quedarse estancada en esa relación todavía la persiguen.

“Se me dificultaba mucho entablar relaciones con los hombres, sentía que me iban a hacer exactamente lo mismo, sentía que me iban a pegar, sentía que me iban a violar, sentía que me iban a maltratar”. Cuando se vive una relación así, volver a confiar en las personas se vuelve un reto gigante que viene acompañado de depresión. A ella solo le interesaba estar sumida en el alcohol, no quería salir de allí. “Me volví alcohólica, tomaba todos los días y perdí un semestre en la universidad”. La imagen de esa mujer luchadora se fue desvaneciendo y sus familiares no entendían por qué ella había cambiado de un día para otro. Tenía miedo de contarles lo sucedido porque “creía que iban a pensar que era una bruta por haber permitido esa relación”. Tomó la decisión de suicidarse y dejar atrás el dolor que sentía por dentro. Unos vecinos de ella la vieron en el balcón y la invitaron a recapacitar, a pensar bien las cosas. Ella decidió bajarse y hablar con ellos. La llevaron a la iglesia del barrio y fue allí donde ella dice que conoció a “su salvador”.

Ahora Mónica es un miembro activo y líder joven de la Iglesia Casa Cristiana de Restauración y Adoración. Allí todos los viernes hace reuniones con mujeres afectadas y les da orientación y guía sobre lo que deben hacer cuando pasan por una situación como esta. Sus amigos y familiares finalmente entendieron el porqué de su cambio de actitud y le dieron apoyo completo. *** Según Clara Cecilia González, funcionaria del Ministerio de Salud y Protección Social, en Bogotá las zonas más afectadas por este fenómeno tienen necesidades básicas e insatisfechas. Tunjuelito, Suba, el Centro y la zona de tolerancia son las más afectadas. Además, comenta que hay un alto reporte de los casos de violencia en Ciudad Bolívar. González también explica que estos casos de violencia siguen en aumento debido a varios factores: desempleo, desintegración familiar, que la mujer también contribuya a cubrir las necesidades del hogar, trastornos mentales, desconocimiento de las mujeres sobre las leyes que las protegen, miedo a denunciar, dependencia económica y afectiva, entre otros. *** Desde que era niña e incluso hoy en día, he visto la relación unida y amorosa de mis papás. Discuten poco y el ambiente familiar siempre ha sido muy sano. Por eso cuando lo conocí a él, me conmovió porque había tenido una niñez difícil y un hogar disfuncional.

Salimos pocas veces. Las puedo contar con los dedos de un mano y solo con eso me atrapó. Al igual que Mónica, me dejé llevar por las palabras, las promesas, los detalles, las llamadas. En menos de tres semanas ya nos pusimos el título de novios. Sentí que tocaba el cielo con las manos. Los problemas empezaron cuando había trago de por medio. Entonces se transformaba de hombre servicial, amable, de buena actitud, a estar enfurecido con el mundo porque sí. La que siempre llevaba las de perder era yo. Sus amigos lo lidiaban un rato, pero quien tenía que irse con él era yo. Cualquier cosa podía ser un detonante. Una mirada, una palabra, el tono de mi voz, cómo me movía, lo que decía.

Perra, puta, lesbiana, fácil, fea, gorda, bruta, tonta, boba, loca… eran las palabras con las que me agredía. Aunque yo había tenido una relación anterior a esta, para mí en algún momento llegó a ser normal que él me agrediera así. Pensaba que era normal. Lo naturalicé de tal manera que me tenía enceguecida. Los insultos pronto pasaron a mayores, a las agresiones físicas y acosos. Tuve que volverme la mejor actriz. Tenía miedo y vergüenza de contarle a mi familia y a mis amigos lo que me pasaba, claro que para ese momento pocos amigos me quedaban porque él se encargó de aislarme. Por eso debía fingir que todo estaba bien y que él seguía siendo el hombre de mi vida.

Su papá abandonó la casa y los dejó a su mamá, a él y a su hermana melliza. Cuando conocí a su familia, pensaba que eran personas especiales y que no merecían ser abandonadas.

Mi familia y amigos se sentían felices por mi, veían que él era una persona increíble. Siempre me decían que tenía suerte de tenerlo, que se notaba que era muy detallista y amoroso. Yo en esos momentos moría por dentro. Sonreía y asentía con la cabeza. Por dentro deseaba que todo se acabara, que alguien me rescatara.

Mi relación con él empezó de una manera rara. Él estaba en alguna de mis clases de segundo semestre. A medida que iba pasando el semestre yo noté que me miraba diferente, que buscaba excusas para hablarme y acercárseme. Luego de unos días, recibí una llamada inesperada. Era él. Esa llamada de casi dos horas consistió en palabras bonitas, en promesas de amor. Yo a él no lo conocía para nada, pero que fuera tan lanzado despertó mi interés.

Pasaron dos años y yo seguía allí acorralada. Las cosas cada vez eran peores. Yo sentía tanto temor de él que a veces pensaba que lo único que me salvaría era que él se desapareciera del todo o, en su defecto, yo. En las noches me despertaba asustada, lloraba, rezaba y hasta hiperventilaba. Pedía ayuda literal al cielo, pero como no veía una luz, pensaba en esas largas noches que cogería mis cosas y me iría lejos, donde él no me pudiera encontrar más. Pensaba hasta en sacrificar mi vida familiar,

El 86,66 % de las víctimas son mujeres •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

* 1257 La ley

de 2008 es la Ley de la No Violencia contra la Mujer •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

mis amigos, mi universidad. Todo con tal de no estar más metida en esa tortura. En ocasiones, cuando yo intentaba desaparecerme me encerraba sola en mi apartamento, cuando mis papás estaban trabajando y mis hermanas estudiando. Me encerraba en mi cuarto y, además, dentro del baño de mi cuarto. Muerta del susto. Sabía que él se iba vengar por desaparecerme todo día, por no contestar sus llamadas y mensajes. Y así era. No le importaba subir a mi apartamento y tirar a patadas la puerta. Recuerdo una vez que logró entrar al apartamento, aun sigo sin saber cómo lo hizo, y también abrió mi cuarto. Cuando lo oí empecé a llorar y a rogarle que se fuera, que me dejara en paz. Pum, pum, pum. Patadas en la puerta de mi baño, puños, gritos. Pensé: “No tengo salida. Me va a matar a golpes”. Afortunadamente, no logró entrar a mi baño y creo que se cansó de golpear. Se fue. Sin embargo, yo no salí. Él a veces se escondía en algún lugar de mi casa y luego se me aparecía de sorpresa. Al final decidí salir y lo vi en mi terraza fumando, sabía que estaba calmado, pues ese vicio era de las pocas cosas que lo calmaban. Me

pidió perdón. Me dijo que sentía mal por hacerme sentir tanto miedo. Me dijo que iba a cambiar, como muchas veces me dijo. Eso nunca pasó. *** El Estado ha creado ya varias rutas de ayuda para las mujeres maltratadas. La ley 1257 del 2008 es la Ley de la No Violencia contra la Mujer y establece cinco tipos de violencia. Estas son: la física, que puede ir desde un empujón hasta un puño o cosas más fuertes; la psicológica, la cual puede ser incluso más grave que la física e incluye todos esos insultos que el hombre le hace a la mujer, las bromas o comentarios machistas; la sexual, en la cual se somete a la mujer a abusos sexuales; la patrimonial y la económica, las cuales son distintas, pero van de la mano y es todo lo que tiene que ver con el control del dinero de la mujer por parte del hombre o el control de sus objetos personales y documentos. Cuando se sufre de violencia lo primero que debe hacerse es ir a una comisaría de familia, a la Fiscalía o a Medicina Legal. Si hay agresiones físicas, también se puede acudir a una Casa de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres, la cual recomiendo, pues yo fui a esta y la ayuda que se recibe es integral: apoyo psicológico, talleres y demás. En cada localidad hay una de estas casas. Además, existe la opción de Sofía. Esta es una institución creada por la Secretaría de la Mujer, donde también tratan estos casos. Son mujeres que oyen a mujeres. Para poder contactarse se puede llamar a la línea telefónica que han creado, llamada Línea Púrpura. Basta con marcar el número 155 o 195 y allí la mujer victimizada recibirá instrucciones sobre lo que debe hacer, además de tener una ayuda psicológica y psicojurídica. Lo bueno de toda esta historia es que logré salir. Sí. Sí pude. Y Mónica también pudo. Se puede salir, se puede superar y se pueden aprender muchas cosas de estas experiencias. Lo importante es denunciar, hablar a tiempo. Porque cuanto más tiempo pase, las cosas van a empeorar.

Foto: Irene Alonso Acosta

• •• • • •• • • •• •

* El nombre del agresor fue cambiado para proteger a la víctima, que quiso dar su nombre.

Estación Central

El sueño de una

ciudadela indígena en Bosa

Texto: María Paula Forero Sánchez M.foreros@javeriana.edu.co Fotografías: Sandra Cobos

Desde hace 10 años, el Cabildo Indígena Muisca ha emprendido una lucha en defensa de su territorio ancestral en la localidad de Bosa, donde el gobierno distrital autorizó dos grandes proyectos de vivienda. Tras varias pugnas jurídicas con autoridades locales y nacionales no se vislumbra una solución. De por medio hay un humedal, La Isla, y dos proyectos gigantescos de vivienda.

En el año 2006, la administración distrital de Bogotá dio vía libre al Plan Parcial Edén-El Descanso ubicado en la localidad de Bosa, así como también en el 2011, se habló de la construcción de otro plan parcial, ubicado en la misma localidad con el nombre de Campo Verde. Ambos planes buscaban la construcción de 7.011 viviendas de interés social y prioritario para familias con ingreso de hasta dos salarios mínimos o estratos uno y dos. Los planes, que fueron aprobados por la administración Garzón (Edén-El Descanso) y Moreno (Campo Verde), han estado en el ojo de la opinión pública puesto que su construcción se ha visto varias veces truncada debido a las diferentes posturas que generan proyectos de esta magnitud. Una de ellas tiene que ver con la presencia del cabildo indígena muisca en la localidad de Bosa, compuesto por 920 familias y reconocido como comunidad indígena desde 1999, que cuenta con territorio ancestral en torno a los ríos Tunjuelo y Bogotá y con presencia en las veredas San Bernardino, San

No fue hasta el 2009, que el Ministerio del Interior dio el aval a la comunidad para realizar la consulta previa sobre el Plan Parcial Edén-El Descanso. David Henao, autoridad tradicional del cabildo, argumenta que aquellas primeras reuniones de consulta previa se realizaron de forma indebida puesto que, “llegaban unos funcionarios de las instituciones que no tenían un poder de decisión, ni conocimiento del tema, las reuniones se tardaban mucho tiempo en hacer (seis meses), lo que hacía que las conversaciones fueran muy difíciles de concretar, no hubo garantías para seguir con la consulta”. Así, en el 2011, la comunidad indígena decidió pausar las reuniones de consulta previa hasta que se les ofrecieran garantía de que no habría más ausencia de las instituciones, y que se establecería un diálogo concreto entre las dos partes.

Los terrenos listos para el conjunto de Campo Verde. Foto tomada de Soacha Ilustrada.

El cabildo indígena muisca de Bosa está compuesto por

920 familias •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

José y los barrios Villa Emma, San Bernardino, El Triunfo, El Potrerito, entre otros; zonas en donde se tiene planeada la construcción de los dos planes parciales.

La lucha jurídica del cabildo El Cabildo Indígena Muisca de Bosa ha emprendido una lucha jurídica por su territorio, en la que piden que se les sea respetado el derecho fundamental de los pueblos indígenas a la consulta previa, establecido en la Ley 21 de 1991, en la cual se establece que este mecanismo es: “El derecho que tienen las comunidades étnicas a que el Estado consulte previamente a su adopción todas aquellas medidas legislativas o administrativas que sean susceptibles de afectarles directamente como un medio de garantía de su identidad cultural”. Según autoridades del cabildo, no se respetó esta garantía constitucional en la adopción de los Planes Parciales y manifiestan que las urbanizaciones ponen en riesgo su identidad cultural y su territorio ancestral.

Por otro lado, con respecto al Plan Parcial Campo Verde, la comunidad indígena ha solicitado que se realice consulta previa para la construcción de este proyecto debido a tres razones fundamentales expresadas por Sandra Cobos, gobernadora del cabildo: “1) Allí hay un sitio sagrado para la comunidad en el que se ha venido recreando la tradición y la práctica cultural, 2) hay presencia de familias de la comunidad en el área de influencia y 3) que aún en ese lugar existen áreas de pastoreo, práctica económica tradicional de la comunidad”. Sin embargo, se han presentado muchas complicaciones para el desarrollo de la consulta previa, puesto que el Ministerio del Interior, a través de diversos comunicados, ha expresado que en el sector donde se tiene planeado el desarrollo del proyecto no se evidencia presencia de comunidades étnicas. David Henao argumenta que aquel veredicto de cierta manera es verdadero, puesto que no hay ninguna familia de la comunidad que sea dueña legítima de ese predio, porque: “Se engañó a los propietarios de Campo Verde, en ese momento ellos no sabían leer, no sabían escribir, a duras penas sabían firmar. Y lo que cuentan los abuelos es que en su momento los emborrachaban, los hacían firmar las escrituras de la tierra y de pronto se les daba uno que otro peso, pero no era lo que valía realmente la tierra”. Esas tierras que algún día les pertenecieron fueron revendidas a la constructora Bolívar,

encargada del desarrollo del proyecto, y debido a que no cuentan con las escrituras, el proceso de consulta previa les fue negado en repetidas ocasiones. La comunidad ratifica que su lucha por la defensa del territorio no es por aquellos predios que alguna vez les pertenecieron, sino porque dentro de Campo Verde se encuentra el humedal La Isla, al que la comunidad llama Chiguasuque, en el que realizan pagamentos, y lo que les preocupa es que con la construcción del Plan Parcial, el humedal se deteriore por la contaminación. En respuesta a sus preocupaciones, el Ministerio del Interior —mediante el fallo judicial del Consejo de Estado— conceptuó que: “Si bien existe la presencia de la comunidad indígena de Bosa, ésta no será afectada por cuanto el sector de interés denominado Humedal La Isla, aún antes de las preocupaciones planteadas por este grupo étnico, fue objeto de protección especial que data desde el año 2008 y refrendada por el Concejo de Bogotá mediante acuerdo 577 de 2014”, razón por la cual se les negó el derecho a consulta previa.

El humedal que ya no les pertenece El humedal y el territorio donde se tiene planeado la construcción de Campo Verde es

un sitio sagrado para comunidad en donde se realizan prácticas culturales para enseñar a niños, jóvenes y mayores cómo armonizar con el territorio. Sandra Cobos expresa que la decisión de construir cerca al humedal va en contra de la comunidad puesto que: “La ciudad no puede ni debe desestimar un sitio que se considera sagrado para el pueblo muisca, por el simple hecho de verlo como una forma potencial de desarrollo. El equilibrio es vital para la pervivencia humana y no se puede sacrificar por el desarrollo creciente del urbanismo, además, la comunidad carecería de lugares donde se recree la tradición que milenariamente ha sido otorgada a este pueblo”. Este desarrollo creciente del urbanismo preocupa a la comunidad, más aún cuando estos territorios fueron decretados en el 2014 como zonas de inundación alta, puesto que el 57 % del área determinada para la construcción se ve afectada por los desbordamientos de los ríos Bogotá y Tunjuelo, y se le prohibió a la administración distrital y a la constructora encargada del proyecto, la ocupación y el uso del suelo. El porqué es tan alto el riesgo de inundación en este territorio lo explica Germán Galindo, exgerente de la gestión ambiental de la Empresa de Acueducto de Bogotá: “Esta zona se encuentra

En 2014 se determinó que el 57 % de los terrenos donde se iba a construir tenían riesgo de inundación •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

El terreno de Campo Verde detrás de las torres. Foto del portal Hábitat Bogotá.

• •• • • •• • • •• •

en el área de influencia de la desembocadura del río Tunjuelo sobre el río Bogotá, en una de las zonas topográficamente más bajas de la sabana de Bogotá. En época de lluvias fuertes, el río Bogotá crece y puede desbordarse sobre esta zona o represar al río Tunjuelo y ocasionar su desbordamiento sobre esa área”. En junio de 2016, debido a las obras que realizó la Corporación Autónoma de Cundinamarca (CAR) para ampliar la capacidad del río Bogotá, el alcalde Enrique Peñalosa anunció que en el terreno se podía construir sin riesgo y reactivó el proyecto. Para Germán Galindo, aunque desde el punto de vista hidráulico las obras serán suficientes para evitar inundaciones, desde el punto de vista del ordenamiento territorial “Lo más recomendable es no urbanizar áreas que presenten esos riesgos, máxime cuando nos encontramos ante el escenario del cambio climático del planeta que ya está alterando de manera significativa el ciclo del agua. La vocación natural de esta zona es la de amortiguar inundaciones, hoy, cuando ya hemos vivido las experiencias de los estragos causados por el fenómeno de la Niña y ante la incertidumbre de los riesgos hidroclimáticos futuros, ese uso se debería conservar y no llevar a vivir allí a miles de familias de la población más pobre del país”. La preocupación de la comunidad de construir con estas condiciones es que como expresa

Henao, “la naturaleza tiene memoria, el agua tiene memoria, y lo que era inundable en algún momento se va a inundar”. De la misma manera, al estar el humedal en un territorio que por escrituras no es de ellos, a la hora de realizar los pagamentos, tienen que pedir permiso para acceder a un territorio que ancestralmente es de la comunidad, y muchas veces se los niegan; las autoridades del cabildo consideran que eso no es justo puesto que cómo lo manifiesta David Henao: “Es nuestro territorio y no lo vamos a dañar, nosotros no vamos allá a botar escombros, a botar basura, o a quemar llantas, como sí pasa en todo el territorio de los planes parciales, y nosotros somos cuidadores y guardianes de la tierra, de la naturaleza. Es bien triste porque uno va con el mejor espíritu y las instituciones no nos dejan”.

Reactivación de la consulta previa Estas razones llevaron a que la comunidad, en el año 2015, intentara de nuevo la solicitud de su derecho a la consulta previa, esta vez a través de una acción de tutela. En el documento se solicitaba a título de amparo constitucional, que se respetara la participación democrática de la comunidad, su identidad cultural y el debido proceso, así como también que se suspendieran los planes parciales, que se reactivara el proceso de consulta previa

para el Plan Parcial Edén-El Descanso, y que se iniciara el proceso de consulta previa para el de Campo Verde. En primera instancia, la tutela impuesta fue fallada a favor de la nación, en razón de que no se habían vulnerado los derechos de los indígenas, y que en el Plan Parcial Edén-El Descanso sí se habían realizado reuniones de consulta previa, y que las obras aún no habían comenzado. La comunidad con este fallo planteó una aclaratoria de la tutela, en la que se establecía que en aquellas reuniones nunca llegaron a un acuerdo, que no se realizaban hacía más de un año y que las obras sí habían comenzado, lo que era evidente con la construcción de una ciclorruta en la Alameda de Porvenir y paraderos para el Sistema Integrado de Transporte. Con esta aclaratoria, la Sección Quinta del Consejo de Estado falló a favor de la comunidad y ordenó la suspensión de los dos planes parciales hasta que se realizara el proceso de la consulta previa y se garantizara este derecho a la comunidad muisca, buscando llegar a un acuerdo para llevar a cabo la construcción de estos proyectos. A raíz de este fallo, las reuniones de consulta previa con la comunidad se reanudaron, pero a principios de 2016 se le notificó a la comunidad que se tomarían un tiempo de tres meses para evaluar con la nueva administración Peñalosa qué iba a suceder con los planes parciales. Posteriormente, se les notificó que el Plan Parcial Edén-El Descanso era inviable financiera, técnica y jurídicamente, porque tras 10 años sin avanzar, los territorios se llenaron de urbanizaciones ilegales y donde se tenía proyectado un parque, o la construcción de viviendas ya se encuentra construido. Por esta razón, la administración decidió en una reunión de consulta previa, realizada el 29 de septiembre último, que el Plan Parcial sería modificado respetando el derecho a la consulta previa de la comunidad y se espera radicar el nuevo plan a mediados de 2017. Diez años después, las necesidades y solicitudes de la comunidad frente al desarrollo del plan parcial se han agudizado. Sandra Cobos argumenta que con la reanudación de las reuniones de consulta previa se espera “un diálogo y entendimiento intercultural, que le apueste

a un desarrollo armónico y coherente con los principios socioculturales de la comunidad, que incluya no solo los impactos colectivos que sufrió, sufre y sufrirá la comunidad con este desarrollo, sino también los impactos que tengan como individuos”.

¿Qué busca la comunidad? La comunidad busca que en estas reuniones para los dos planes se llegue a un acuerdo pronto, ratificando que no están en contra del desarrollo porque entienden las dinámicas de la ciudad y que ellos hacen parte de esta, sino que esperan un acuerdo en el que se respete su cultura: “Nosotros buscamos ordenar este territorio de Bosa como tradicionalmente debe ser en el pueblo muisca, entonces, si se hace un parque, déjenos un espacio para hacer una huerta comunitaria donde recuperemos el saber de la medicina con plantas, si van a hacer un plan de vivienda por qué no intentamos hacer una ciudadela indígena, con los nombres de las calles en muisca, que cuando una persona llegue se dé cuenta de que esto es nuestro territorio, nuestra iniciativa es que nuestros jóvenes no olviden eso que nos han dejado nuestros abuelos”, argumenta Henao. Además, piden que se les escuche en el momento de tomar decisiones que afecten a la comunidad y no se les ignore como ha pasado en situaciones anteriores. Un claro ejemplo fue la reforma del Plan de Ordenamiento Territorial que se hizo sin consulta, la cual determinó que el territorio de la comunidad pasaba de ser rural a ser zona de expansión urbana, lo que liquidó por completo sus formas propias de economía y los obligó, como cuenta Sandra Cobos, a vincularse laboralmente en servicios generales a las mujeres y como auxiliares de construcción a los hombres. En cuanto al proyecto Campo Verde, la comunidad dice que se debe llegar a un acuerdo sobre el manejo del humedal y que ellos como comunidad puedan decidir, en algunos aspectos, cómo va a ser organizado y como se debe intervenir ambiental e hídricamente. Para David Henao, “la estrategia es lograr junto con las instituciones unas pedagogías que permitan una relación con el territorio mucho más armónica, con mucho más respeto”.

El Plan Parcial se volverá a radicar a mediados de 2017 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

Oficios

Pasando páginas

y semáforos

Texto y fotos: Natalia Camacho Henao natacamh@gmail.com

Entre los incontables vendedores que se tomaron el transporte público de Bogotá, hay algunos que sorprenden a los pasajeros con libros baratos en ediciones originales.

En 2014, Sergio Virguez, su hermano Jason y seis compañeros más decidieron crear una campaña de lectura como trabajo de grado. Algunos de la Universidad Nacional y otros de la Corporación Unificada Nacional (CUN) se pusieron en la tarea de contribuir a su ciudad y a su país. La campaña consiste en vender libros originales a bajos precios para incentivar la lectura. Según los datos preliminares que obtuvieron, Bogotá figura como la segunda ciudad, después de La Paz, Bolivia, con mayor apatía hacia la lectura y, a pesar de que los niveles de analfabetismo en Colombia habían disminuido, la comprensión lectora estaba muy mal. El enfoque actual del Ministerio de Educación está en la primera infancia, y aunque sí existe el Plan Nacional de Lectura, se ha demorado en tomar fuerza y hacer efecto entre los estudiantes. Sergio y sus compañeros se dieron cuenta de la ironía que se vive en la capital: Bogotá fue la primera ciudad latinoamericana en ser declarada Capital Mundial del Libro (en 2007), y actualmente solo una capital latina más, Buenos Aires, figura en esa lista, pero Bogotá sigue teniendo los precios más altos de libros en América Latina.

Abriendo las mentes y los libros Una vez perfilada la campaña, Bogotá, un libro abierto para todos, y aprobada como tesis en la Universidad Nacional, estos jóvenes comenzaron a abordar a la gente en las calles, pero esto resultó ser mucho más difícil de lo que esperaban. Nadie los estaba escuchando. Entonces a Sergio, el líder de la campaña, se le ocurrió hacerlo en el transporte público, ya que “es allí donde uno, como pasajero, escucha o escucha porque no hay para dónde irse”. Siempre pagan el pasaje del bus para no incomodar a los pasajeros ni al conductor. Además, así se

reconoce que es un trabajo legítimo, “que no se están buscando atajos”. La idea inicial era realizar la campaña en todos los sectores de la ciudad, pero luego de experimentar el trabajo de campo que requería llegaron a la conclusión de que en el sur de la ciudad no tenía buena acogida, porque aún con los precios bajos no lograban vender lo mismo que en el norte. El segundo paso fue conseguir los libros, algo complicado en un comienzo, pues las editoriales no venden pocas unidades a bajos precios. “Fue una cruzada”, cuenta Sergio, quien estudió administración de empresas en la Universidad Nacional. Lograron conseguir el capital para comprar 1.000 libros de grandes editoriales y se agregaron otros cuantos libros de menor valor de pequeñas editoriales. Estos primeros títulos se vendieron todos en aproximadamente cuatro meses. Hay tres categorías de libro según el precio: los de $5.000, los de $10.000 y los de $20.000. Para garantizar que todos los posibles consumidores estuvieran interesados en algún libro, tienen una gran variedad. Comenzaron con obras de autoayuda, novelas históricas y de suspenso, libros de no ficción, salud y cocina. Recientemente, incluyeron en su catálogo títulos de independencia financiera, sagas populares e infantiles. El sol está picante desde las nueve de la mañana. A esa hora, ya habían ido desde la 140 con 7ª hasta la calle 100 y se habían devuelto para la entrevista enfrente del Centro Comercial Palatino. Deben estar en contacto constante, pues como tienen la misma ruta (toda la carrera 7ª y la carrera 11), no quieren aburrir a los pasajeros y subirse a un bus en el que ya el otro ha expuesto la campaña. "Por eso siempre ando con gorra... ¡Este sol mata!", cuenta Sergio cuando nos bajamos de un bus que cubre la ruta 18-3, en la calle 119. Al día gastan entre 20 y 30 pasajes cada uno, y por eso tienen que escoger muy bien a qué bus se suben. Ahora que llevan dos años en esto, se han dado cuenta de que es un trabajo de paciencia. “Tenemos que ver a cuál bus nos subimos... No puede ser uno muy vacío porque perdemos el pasaje, pero tampoco uno muy lleno porque no nos escuchan e incomodamos a la gente", aclara Sergio mientras espera un K86 en la calle 116. En este bus, que todavía

• •• • • •• • • •• •

Venden libros de

$5,000, $10.000 y $20.000 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

no abordan con tanta frecuencia, venden varios de los libros. Uno de sus compradores, René, dice: “Estamos tan acostumbrados ahora a lo digital que esta campaña nos devuelve al acto original de leer en papel. Es propagar la cultura”.

Libros de bus en bus Desde las 6:40 de la mañana, de lunes a viernes, Sergio hace su trabajo. Los sábados se dedica a hacer domicilios de libros que le han pedido durante la semana y que él no había conseguido o no tenía en el momento en el que se lo pidieron. La campaña ha tenido una gran acogida por el público, ya son reconocidos por varias personas y en varias zonas de la ciudad. “Tengo ganas de volver a Galerías, hace rato que no voy y me contaron que han estado preguntando por ‘los muchachos que vendían esos libros tan buenos y baratos’”, dice Sergio mientras espera un bus de la ruta 544B en la calle 127 con carrera 7ª. Ya fue hasta la 100 y se devolvió hasta la 127 para recargar las tarjetas.

Cada uno vende aproximadamente 30 libros al día, lo que demuestra que la campaña sí ha tenido buena acogida. Paola Bolívar, que iba en ese 544B dice que la campaña “es muy buena para mí, que me gusta leer mucho; casi no compro el libro porque queda la duda de si son originales o no; yo solo leo originales, pero al fin me decidí”. Casualmente, compró un libro de Isabel Allende e iba leyendo otro de la misma autora en el bus. Paola forma parte del 80 % de compradores de libros de esta campaña, pues solo el 20 % son hombres, afirma Sergio. A pesar de las dificultades iniciales, Sergio y sus compañeros están haciendo lo que les apasiona y, además, les ha ido muy bien económicamente: “Con orgullo podemos decir ‘Yo hago a diario algo por mi ciudad, y ¿tú?’. Esa es la pregunta que se les formula a muchas de las personas apáticas y maleducadas que tratan de tergiversar nuestro fin, que es incentivar, promover y difundir el buen hábito de la lectura entre los bogotanos”. Hoy, solo quedan cuatro de los ocho compañeros que iniciaron la campaña, pero también han podido avanzar y darse a conocer. Se les hace más fácil obtener los libros, pues consiguen los saldos con la Casa Editorial El Tiempo y compran directamente al Grupo Editorial Educar y a los grandes distribuidores de la Feria del Libro. La última ruta de la mañana es por la carrera 11 en un bus urbano, porque a pesar de que los SITP se han tomado la ciudad, no cubren las mismas rutas y “hay que ofrecerles la cultura a todos”. Nataly Jiménez compró dos libros y dijo: “La campaña me parece muy bonita porque tiene en cuenta que los colombianos no tenemos mucho dinero ni mucho tiempo para comprar libros”. En este último trayecto desde la calle 100 con carrera 11 hasta la calle 88 vendieron siete libros, y una señora se quedó con las ganas de comprar uno que se agotó, pues alguien se le adelantó para comprarlo. El tráfico capitalino es caótico y todos suelen ignorar a quienes trabajan en el transporte público, pero esta campaña busca promover la lectura y hacerla más accesible. Un buen libro puede ser el escape perfecto, por lo menos de la mente, hacia un nuevo lugar, hasta que el bus llegue a nuestro paradero.

• •• • • •• • • •• •

Patrimonio

Ladrillo sabanero y

estilo inglés Texto: Irene Alonso Acosta ialonso@javeriana.edu.co

Fotos: Irene Alonso Acosta y Salomé Belalcázar

De la mano de dos arquitectos chilenos, Julio Casanovas y Raúl Mannheim, la Bogotá de los años treinta se dio el lujo de construir al estilo de la dinastía Tudor, vivir entre confortables altillos e íntimos espacios y dejar atrás la arquitectura colonial. Directo Bogotá hace un recorrido por los inicios del estilo inglés en la ciudad. Carrera 17 con calle 35, Parque Teusaquillo

Cinco monarcas de origen galés reconocerían su estilo en las calles bogotanas. Enrique VII e Isabel I sentirían el ambiente de las casas campestres inglesas de familias adineradas al ver en la capital colombiana sus mismas chimeneas, sus techos a dos aguas y el revestimiento de madera de algunas fachadas. Los cinco monarcas que por más de un siglo gobernaron bajo la Casa Tudor el reino de Inglaterra hoy tal vez encontrarían inútiles

aquellos tejados empinados en esta ciudad donde el granizo reemplaza la nieve, y un frío tímido se manifiesta a ratos. Tudor fue la dinastía que gobernó durante el periodo del renacimiento europeo, una casa autoritaria y controvertida de reyes infieles y reinas vírgenes con la que Inglaterra impuso su poder político. Tudor también fue su arquitectura representativa, esa que cinco siglos después llegó a los barrios bogotanos del norte de la ciudad gracias a dos arquitectos chilenos que se formaron en Alemania antes de la Primera Guerra Mundial. Julio Casanovas y Raúl Mannheim llegaron a Colombia en 1928 con la tarea de finalizar obras inconclusas, como el Edificio Pedro A. López (donde actualmente queda el Ministerio de Agricultura), la Escuela Nacional de Medicina en la Plaza de los Mártires y el Hotel Granada. Sin embargo, su mayor huella en la arquitectura fue darle ese toque inglés, que tanto en Chile como en Argentina estaba en furor, a los barrios de clase alta que empezaban a surgir a partir de la década de los treinta en el que se consideraba el norte de la ciudad.

Carrera 17 con calle 35, Parque Teusaquillo

Calle 34 con carrera 16, Parque Teusaquillo

• •• • • •• • • •• •

Avenida Caracas con calle 32. Casa abandonada.

Las élites bogotanas querían dejar atrás los caserones coloniales y austeros, así como el estilo republicano. Buscaban vivir en casas a imagen y semejanza de las británicas. Cuando la Bogotá de inicios de siglo empezó a abrir sus fronteras, los habitantes más adinerados decidieron desplazarse por el Camino de la Sal (actualmente la carrera séptima) hacia Chapinero. Allá construyeron residencias íntimas, acogedoras, con elegantes vitrales y enchapes, abrigadas por el calor de las chimeneas, apartadas del centro de la ciudad y con las maravillas del ideal británico: pensadas como garden cities (ciudades jardín) que tenían aire fresco y árboles a su alrededor. Así fueron los inicios de Teusaquillo, La Magdalena y Palermo. Casas para grandes familias con jardines amplios y coloridos para poder tomar el chocolate (y los más elitistas, el té), donde Casanovas y Mannheim iniciaron en esta ciudad el toque de distinción inglés. No eran exactamente igual a las cabañas de la periferia londinense, sino más bien una adaptación criolla de lo que en Estados Unidos, Canadá, Argentina y Chile se había conocido a finales del siglo XIX como Tudor revival. Un estilo ostentoso y residencial con aires de palacio que se usó para grandes casas familiares y edificios institucionales y que, desde los inicios de una década que auguraba progreso para el país, se veía en la capital colombiana a través de la mezcla del típico ladrillo bogotano con un revestimiento de madera que llegaba hasta el alto techo con ventanales alargados.

Casa de la carrera 17 con calle 36.

Fueron estos chilenos, profesores de Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia (facultad fundada en 1936) los que formaron la primera generación de arquitectos bogotanos, entre ellos Gabriel Serrano Camargo, pionero de la arquitectura contemporánea en la capital. También fueron quienes construyeron la casa de planos ingleses de Benjamín Herrera Ramírez, fundador de la Compañía Colombiana de Tabaco (ubicada en la carrera 7ª con calle 36) y así dieron la pauta para la construcción de otras casas del barrio La Merced. Precisamente fueron sus alumnos quienes, tras seguir los pasos de sus mentores, adaptarían el estilo tudor para dar el toque de distinción de ese elegante y homogéneo

Carrera 16 con calle 36.

• •• • • •• • • •• •

barrio. Toda una garden city de casas residenciales que todavía hoy mira hacia los cerros orientales y al Parque Nacional Olaya Herrera. Fueron estos chilenos los que durante tres décadas complacerían a migrantes o bogotanos deseosos de vivir dentro de un espacio que a unos les recordara su tierra natal y a otros los acercara a la modernización europea. Los monarcas de origen galés reconocerían su estilo en barrios como Teusaquillo y en las casas de Palermo y Quinta Camacho. Aún se encuentran visibles y habitadas las construcciones de los chilenos. “Casanovas & Mannheim arquitectos”, como rezan las inconfundibles placas de piedra a un costado de sus construcciones.

El inventario actual Su legado abarca más de 15 construcciones. Al frente del parque Teusaquillo, a modo de conjunto; esporádicas, habitadas y bien cuidadas en el barrio La Magdalena (algunas son patrimonio inmueble); otras llenas de grafitis, vacías y abandonadas sobre la avenida Caracas a la altura de la calle 32; una imponente donde queda el reconocido restaurante Harry Sasson; otra, poco valorada, sirve de sede a un negocio extraño e incluso hay un coqueto hostal que toma su nombre de la firma de los poco conocidos chilenos.

La Roma Records y Artenova ocupan la casa de la Transversal 1a Bis con calle 36

Las casas del primer estilo inglés de estos dos chilenos, que en 1940 regresaron a su país, hoy hacen parte del paisaje y vida cotidiana de Bogotá. Muchas de ellas ya no están, pero puede que haya más. Vaya usted a saber. Quizá otras de tantas casas de aire inglés que hay en la ciudad hayan sido obra de ellos. Pero de pronto, en algún descuido, la significante placa se perdió y con ella parte de la historia de su tradición.

Casa Carrea 13 con calle 75.

• •• • • •• • • •• •

Memorias de La Merced

Carrera 17 con calle 35, Parque Teusaquillo.

Restaurante Harry Sasson, cra. 9 #75-70.

La Merced.

El barrio La Merced es una ciudad jardín en las montañas de Bogotá. Así es nombrado en el libro Casas de La Merced (2015) de Javier H. Murillo y Andrés Sánchez, con fotografías de Juan Sebastián Zambrano, que se propone dar un paso hacia delante en la tradición de estudios sobre historia y sociología urbana de los barrios bogotanos. Sus historias, imágenes y descripciones nos remiten a ese espacio de seis manzanas que a finales de los años treinta dejó de ser un terreno de los jesuitas para convertirse en un ambiente residencial de ladrillos, elegancia, vitrales, árboles y patrimonio planeado por personalidades de la sociedad bogotana, como el banquero Luis Soto del Corral, el exalcalde de Bogotá José María Piedrahíta, el empresario Benjamín Moreno y el médico José Vicente Huertas. A través de sus casas con diseños y planos elaborados por encargo a Inglaterra, construidas con ladrillo y piedra muñeca extraída de las montañas de la sabana, la madera importada y los ornamentos de hierro, los investigadores nos llevan al pasado, a las anécdotas de sus primeros propietarios y a los ideales de una élite que en la primera mitad del siglo XX quería sentirse en la modernidad y, al tiempo, habitar en un lugar que les recordara la vida rural. A su vez, el libro muestra cómo es posible valorar el patrimonio y pensar en la conservación de estas casas que ahora albergan oficinas, embajadas, aulas universitarias y hasta una cinemateca.

Calle 33 con carrera 14.

• •• • • •• • • •• •

22 Ruta

Colectivo

nacionalista

Texto y fotos: Ángela María Agudelo agudelo.angela@javeriana.edu.co Irene Alonso ialonso@javeriana.edu.co María Camila Alvarado macalvarado23@gmail.com

En grecas, pelucas, overoles, calentadores, resistencias, cortes, ruedas y aluminios usted podrá encontrar marcas nacionales en pequeños almacenes atiborrados de cosas. Caros, baratos, pequeños, grandes, útiles o de colección, aquí todo se le tiene. Y sí no, se le consigue. Unos locales le ofrecen la mejor forma de hacer tintos y aromáticas; otros le calientan su casa con calderas de última generación. Negocios únicos, familiares y levantados a punta de esfuerzo. Entre el bullicio callejero, el regateo y las promociones, el espíritu tricolor que exalta el sentimiento patrio se asoma en cada almacén.

• •• • • •• • • •• •

Humedal con

penthouses

Medio Ambiente

Texto y fotos: María Camila Rico macariga22@gmail.com

Al humedal Córdoba llegan aves migratorias capaces de esquivar los altos edificios que rodean el refugio silvestre, y numerosos visitantes que aprenden la mejor lección sobre cuidado del ecosistema. Pero unos pocos románticos no pueden detener el paso de las retroexcavadoras.

Posada en la rama de un árbol de flores amarillas, una tangara veranera —pájaro proveniente de Norteamérica— acaba de llegar de su largo trayecto migratorio huyendo del invierno de su tierra natal. Su plumaje es casi tan amarillo como las flores del árbol en el que se posa; desde lejos parece una flor más, sus ojos son negros y su pico es beige claro, casi blanco. El ave alza sus alas, se dirige al espejo de agua que tiene al frente y, mientras su reflejo pasa veloz, toma un poco de agua. Se eleva alto, finalmente ha llegado a su destino, el que, se supone, es un espacio de descanso y resguardo. Pero ese oasis está cercado por edificios altos, por una ciudad bulliciosa y contaminada que amenaza devorar con asfalto ese último refugio silvestre. El humedal Córdoba está rodeado de vías infartadas de tráfico, de edificios de 18 y 20 pisos y de buses rojos alargados. Pero allí, en medio del caos, habitan animales únicos en el mundo: es el hogar para 200 especies de mamíferos, aves migratorias y peces que, debido al paso del ser humano, están perdiendo su hogar. Por eso, mientras algunos atentan contra estos ecosistemas pensando en el gris como factor de desarrollo, otros intentan protegerlo con jornadas de limpieza y campañas que demuestran sus funciones irreemplazables como cuerpo de agua. Jorge Escobar, creador de la Fundación Humedales Bogotá, ofrece un recorrido diario por este ecosistema. Estudió publicidad, pero su amor por los humedales lo llevó a crear esta iniciativa hace seis años. “Este humedal es uno de los pocos que cuentan con obras de adecuaciones realizadas por el Acueducto de Bogotá en el que podemos encontrar senderos nuevos y puente ecológico elevado para transitar cuando el humedal se inunda. Este es uno de los ecosistemas mejor preservados en la ciudad gracias a los activistas, vecinos y fundaciones". La labor de estos grupos sociales se traduce en acciones de urbanismo y paisajismo que le han dado potencial turístico al humedal, permitiéndole a las personas entrar al ecosistema a admirar la flora y fauna por medio de caminatas y observación.

• •• • • •• • • •• •

Solo se necesita avanzar unos metros dentro de las 40,5 hectáreas de este ecosistema para no oír pitos ni carros. Aquí el estrés y la polución quedan atrás, el gris se convierte en verde y lo único que se puede escuchar son los silbidos de los pájaros, semejantes a una orquesta de flautas; el viento acaricia las hojas de los árboles y, si se presta atención, se escucha el correr del agua. Las flores también abundan: las hay voluminosas, chicas, alargadas y de todos los colores. En las ramas de los árboles, cuelgan figuras de animales creadas con la basura encontrada en el humedal, un esfuerzo por mantener limpio este hábitat. En el agua, unos patos de pico anaranjado y plumaje negro juguetean hundiendo sus cabezas. Al otro lado, en la orilla, están las tinguas bogotanas, aves pequeñas de pico naranja y plumas grises y cafés, que recorren la orilla del humedal en busca de algún pescado desprevenido. En la tierra se ven numerosos huecos creados por roedores, curíes y ardillas, esquivos a los humanos, aunque algunos han logrado fotografiarlos. Además, hay gran presencia de insectos tanto acuáticos como voladores.

ayudan a regular el ciclo hídrico. En Bogotá llueve al menos 200 días al año, y la labor de los humedales es absorber como esponja toda el agua, impidiendo inundaciones. Andrés Buitrago, perteneciente al grupo Hidrocolectivo (activistas del barrio Niza Sur que luchan por la preservación de este hábitat) explica las consecuencias de no cuidar estas fuentes hidrológicas: “¿Qué pasó en 2011 en Bogotá? Como hemos deteriorado tanto los humedales, ellos ya no recolectan el agua como antes lo hacían, entonces todo se inunda. La Universidad de la Sabana quedó inundada ese año, todo porque decidieron construir una vía encima del humedal Guaymaral. Lo opuesto pasa cuando no llueve, resulta que los humedales, además de absorber, también almacenan: debajo de ese gran cuerpo de agua se forman bolsones en el subsuelo, llamados acuíferos —formados desde hace milenios— que sirven para que en tiempo de escasez esa agua sea utilizada. Por ejemplo, algunos colegios del norte de Bogotá y cementerios, adonde no llega el acueducto, están empezando a perforar esos bolsones de agua, que son utilizados como reservas”.

El ecosistema tiene

40,5 hectáreas, pero no todas están protegidas •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Pero toda esa diversidad está amenazada, muchas de las tinguas morirán ahogadas debido a que confunden su alimento con bolsas plásticas, latas o botellas que contaminan constantemente su ecosistema. Muchas aves son devoradas por perros o gatos domésticos y otras se pierden por el bullicio exterior y no encuentran la ruta de vuelta a su hogar. Pero estas no son las únicas amenazas, pues este espacio también está en peligro debido a las constructoras que, en busca de lotes vacíos, invaden hábitats naturales como este. En el 2010, una constructora dueña de una fracción del humedal construyó un conjunto residencial que bordea e invade el cuerpo de agua, por lo que ha limitado el espacio de reproducción de una gran cantidad de especies y ha provocado la muerte de muchas aves migratorias que chocan contra las ventanas de los edificios.

Más leyes que protectores Los humedales son esenciales para la ciudad, pues además de albergar biodiversidad,

• •• • • •• • • •• •

* 120 Hay más de

aves registradas en el ecosistema del humedal Córdoba •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

La sabana de Bogotá es el sistema de tierras húmedas más importantes de la cordillera de los Andes. La capital era un gran humedal; cerca de 150.000 hectáreas de humedales hacían parte de la sabana, todo un espacio rico en biodiversidad y tranquilidad. Actualmente, se calcula que se ha reducido a 1.500 hectáreas, una cifra que sigue en constante descenso. La Secretaría Distrital de Ambiente es la encargada de reglamentar y velar por la sostenibilidad ambiental en Bogotá. Esta es la entidad que busca preservar estos ecosistemas. Carmen Álvarez, funcionaria de esta Secretaría, explica que existe una gran cantidad de reglamentaciones que velan por el cuidado de estas fuentes de vida. “Actualmente contamos con la Convención Ramsar de 1971, implementada por la comunidad internacional, que tiene en cuenta los humedales como el hábitat de aves acuáticas, por lo que merecen ser respetados y cuidados para no erradicar las especies

que subsisten en estos ecosistemas. Además, en los artículos 58, 63, 80 y 366 de la Constitución de Colombia se contempla la protección de estos espacios. La labor de la Secretaría es hacer que se cumplan efectivamente las labores de cuidado y protección de estos espacios”. Álvarez recita al pie de la letra cada una de las leyes que protegen estos ecosistemas, pero en la práctica no todas son cumplidas con rigurosidad, pues en Bogotá se han preocupado más por construir y asfixiar los humedales con concreto, que por protegerlos. Hace 20 años, el Acueducto de Bogotá decidió canalizar los ríos, por lo que terminaron desembocando en ellos las aguas residuales y las basuras. Fue así como las personas empezaron a confundirlos con caños, ignorando que estos alguna vez albergaron aguas puras y habitadas por especies acuáticas. Por ejemplo, el humedal Córdoba está rodeado por el río Molinos, cuyas aguas son grises y burbujeantes, semejantes a un caldero; su olor es fétido y lo único que se logra ver nadando entre sus aguas son los residuos de basuras y desechos que constantemente son arrojados a él. Para intentar enmendar el error de hace años, la Empresa de Acueducto ha estado invirtiendo en este lugar desde marzo del 2014.

120 aves en el ecosistema Darwin Ortega, funcionario del Acueducto, camina por el puente ecológico del humedal, el cual pasa por encima del río para poder llegar a las aguas recuperadas y cristalinas del Córdoba. Se cubre la nariz mientras observa el contraste del río y el humedal; lleva puesto un chaleco verde que tiene estampado el escudo de Bogotá, y lo combina con un jean y unas botas pantaneras. Mientras señala con su mano un cúmulo de basura a la orilla del río, comenta: “Esto está enmarcado en un convenio entre la Empresa de Acueducto de Bogotá y el Jardín Botánico. Inició en el 2014; desde el 2 de febrero de 2016 estamos en el humedal y terminaremos en abril de 2017”. Según Ortega, el humedal Córdoba es uno de los más ricos en diversidad porque hay más de 120 aves registradas en este ecosistema, conteo que se ha venido haciendo con ayuda de la

• •• • • •• • • •• •

comunidad. “Hay algo interesante y es que ninguna entidad puede llegar y desarrollar un proyecto de un momento a otro sin contar con el aval de la sociedad activista. Ese es un punto a favor de este ecosistema y el Acueducto es muy consciente de esta dinámica; por lo tanto, acá la comunidad trabaja de la mano con las entidades”. Son muchos los beneficios que estas participaciones han traído al humedal; sin embargo, es incierto qué ocurrirá con este cuando finalice el convenio; posiblemente la comunidad tomará el mando del cuidado del ecosistema, pero no cuenta con los recursos económicos para abarcar todos los cuidados que el humedal necesita a diario.

Humedal sectorizado El humedal Córdoba, considerado el más urbano por su ubicación, se encuentra en la localidad de Suba, una de las que tienen más humedales en la capital, pues también se encuentran La Conejera, Guaymaral, Chorrillos y parte del humedal Tibabuyes o Juan Amarillo. El Córdoba se divide en tres sectores, ya que la ciudad se encargó de construirle calles por encima. La primera avenida que lo cortó fue la calle 127, por lo que el primer sector va de la 127 hasta la 129, lindando con el barrio Las Villas. El segundo sector va desde la calle 127 hasta la avenida Suba, y se encuentra recuperado. El tercer tramo empieza luego de la avenida Suba y llega hasta la avenida Boyacá; es el tramo más largo, atraviesa los barrios Niza Sur, Pontevedra y San Nicolás, y alberga un extenso bosque que no ha sido protegido en su totalidad, pues se ha convertido en el escondite perfecto para atracadores y habitantes de calle. En este tercer tramo hay varios conjuntos de casas, muchas de las cuales han tenido que ser reconstruidas debido a la humedad e inestabilidad del terreno.

destinada a albergar agua, trae graves consecuencias para una edificación porque no hay una buena sedimentación y empieza a caerse”. A este ritmo de depredación urbanística, se pronostica que los humedales capitalinos desaparecerán en 30 años. Ecosistemas cuya función no solo es albergar vida exótica, sino también ser fábricas de oxígeno para la sociedad, pues capturan el gas carbónico, muy presente en el aire contaminado de la ciudad, y liberan oxígeno. En esta ciudad, donde el gris lo abarca todo, los humedales ayudan a enfriar la tierra y a mitigar el cambio climático causado por el calentamiento global. El futuro del humedal Córdoba es incierto, como el de las aves que migran desde Alaska y Canadá, o el de las casi extintas ardillas y los curíes, o el de los murciélagos y búhos. Escasamente quedará su rastro en las fotografías que toman los visitantes.

*30 En

años

podrían desaparecer los humedales capitalinos •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Carlos Devia, ingeniero forestal y profesor de Universidad Javeriana, explica: “La gente ha ocupado humedales con construcciones, carreteras y puentes, y esto trae sus consecuencias. El humedal Córdoba, y en general los humedales de Bogotá, son relictos que quedaron del gran humedal que era la sabana de Bogotá y que la ciudad paulatinamente fue invadiendo. Ocupar la zona de un humedal, que está

• •• • • •• • • •• •

Sitios Raros

El lugar donde

las cabezas ruedan

Texto y fotos: Juliana Jaimes Vargas juliana.jaimes@javeriana.edu.co

Con esta crónica de una peluquería sin espejos en el barrio La Candelaria inauguramos la sección de sitios extravagantes de la ciudad con personajes ‘friquis’, como es de esperarse. Bienvenidas las sugerencias de los lectores para trazar un mapa desquiciado de Bogotá.

En la calle doce, en medio de casas coloridas, pinturas en las paredes y andenes angostos se encuentra un lugar que seguramente le cambiará la cabeza. Un lugar donde a las peluqueras las llaman “asesinas”. La Peluquería es un espacio amplio. Las distintas zonas se diferencian según el color del piso —amarillo, azul y rojo—, sin muros divisorios. Desde el centro del lugar una mujer con los brazos inmóviles puede observarlo todo. Lo más llamativo en ella son las hojas verdes, los frutos rojos y las raíces secas que le cubren la cabeza. Y es que cuando uno se corta el pelo se cortan los recuerdos, los miedos y los riesgos; se corta la vida misma, que al igual que las raíces en la cabeza de esta mujer, siempre volverá a crecer. Quizá por ello tiene sentido que la casa tenga una huerta entre sus cuatro ambientes: el café, la tienda y las tres sillas de peluquería, sin espejos al frente. En La Peluquería no solo se corta el pelo. Se vende ropa y algunos artículos de diseñadores colombianos emergentes: libretas, billeteras y bolsos tejidos en lana, entro otros artículos, hacen parte de la mercancía y a su vez decoran los muros de este espacio cultural sui generis. Luces de colores, fotografías y cuadros adornan las paredes, así como un marco vacío de color dorado que cuelga del techo; una bicicleta rosada encima de un muro y, por lo menos, once cabezas de maniquís rayadas con frases, collares de fiesta en el cuello y pelo enmarañado.

Factor sorpresa

La huerta que inspira a las artistas.

Frente a las sillas donde se corta el pelo no hay ningún espejo, quien se siente allí debe saber que lo más importante es el factor sorpresa. Lo único que podrá ver mientras las peluqueras asesinas le hacen su corte es un letrero en la pared con letras rosadas que dice: “Cabezas rueden”.

“Soy de Duitama, Boyacá, y allá no hay lugares como estos. Vi la página en internet y me pareció interesante. Siempre he sido una persona muy dada a los cambios y este lugar me gusta porque es algo distinto a lo que uno está acostumbrado a ver”, dice María Paula mientras Pilar le hace unas rayas con la cuchilla en la parte de atrás de su nuevo corte.

• •• • • •• • • •• •

En La peluquería puede salir un corte a partir de un poema, una canción, un estado de ánimo o una etapa de la vida misma. Lo que se busca es plasmar en el pelo los pensamientos más complejos que alguien pueda llegar a tener. Las peluqueras han sacado cortes de libros como Cuerpo de mujer, sabiduría de mujer, de Christiane Northrup, una ginecóloga que habla acerca de la sanación y el reconocimiento del cuerpo de la mujer como centro de poder. En otras ocasiones los poemas de Rubén Darío o hasta lecturas de textos sagrados y del tarot han sido fuentes de inspiración.

Melissa Paerez, la dueña de La Pelu en acción. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

Todo comenzó hace aproximadamente diez años, cuando Melissa Paerez, publicista de profesión y hair director de La Peluquería, pensó en crear un lugar donde se pudiera practicar la peluquería experimental. “Una peluquera tradicional no duraría cinco minutos con nosotras, le parecería que todo es un pecado”, afirma esta iconoclasta de la tijera. Allí hacen todo al revés. Antes que nada hay que partir del hecho de que no hay un espejo al frente, lo cual supone un reto tanto para el cliente como para el peluquero. Inicialmente le cortan el pelo en seco, es decir, si ya está acostumbrado a que antes de cortarse el pelo le rocían agua y le humedecen la cabeza, es mejor que se vaya olvidando de ese paso. Las peluqueras asesinas por lo general no llevan un orden a la hora de realizar los cortes. La cabeza, igual que todas las partes del cuerpo, tiene cierto tipo de secciones que quien desee cortar pelo debe conocer. Ellas las conocen muy bien, pero las ignoran porque cuando se tienen claras las reglas se pueden llegar a romper. Finalmente, después de interminables minutos en los que usted solo puede ver cómo caen algunos mechones al suelo, y luego de enfrentarse a una transformación interna y mental, llega la hora de enjuagar su nuevo cabello. El agua, combinada con hierbas, semillas y sales marinas, no solo limpia el pelo, sino también relaja a la persona. Como explica Melissa, "esos baños limpian hasta la energía".

Las peluqueras se enfocan en la mujer y en el reconocimiento de la feminidad como una fortaleza inigualable. La cabeza se convierte en un lienzo y allí se plasma todo: lo bonito, lo feo, lo inentendible y lo evidente. Aquí el pelo se convierte en todo y en nada. Si lo deja inmóvil, será un elemento más, pero si usted se atreve a hacerle algo, se convierte en una herramienta de poder, que le cuenta a todo el mundo que siempre vale la pena cambiar. Todos los miércoles de 10:00 de la mañana a 12:00 del día en La Peluquería se hace el laboratorio, un espacio donde no hay ningún intercambio monetario, es decir, todo sale gratis. Es un momento íntimo a puerta cerrada al cual la gente se inscribe previamente, ya que hay un cupo limitado. La única condición es que quienes vayan se dejen hacer en su cabeza lo que las peluqueras asesinas sientan en el momento. El laboratorio es el espacio de experimentación que tienen ellas para probar peinados diferentes o rapados totales, combinaciones de tintes, diseños en la cabeza rapada y demás invenciones. Todo se improvisa, nada está planeado y el visitante osado viene siendo un simple maniquí.

Lavado cerebral y capilar Al principio solo trabajaban allí mujeres que habían estudiado alguna profesión artística, pero después de un tiempo empezaron a llegar hojas de vida de quienes sí habían estudiado para ser estilistas, pero querían cambiar ese enfoque. A las primeras les tocó empezar desde cero y explorar lo que era cortar el pelo de otra persona, y a las segundas les tocó olvidarse de todo lo aprendido en el pasado y

empezar a entender que en este lugar el pelo es un elemento de expresión pura. En este momento se encuentran trabajando allí cuatro mujeres de manera permanente. Sin embargo, siempre regresan las peluqueras que han trabajado por temporadas, tal vez porque allí encuentran un espacio que les permite liberarse.

“Yo estaba buscando un lugar alternativo porque no me gustan las peluquerías tradicionales. Siempre he cortado el pelo y cuando llegué aquí me di cuenta de que todo era diferente: el concepto, el estilo, la forma de cortar y de ver el pelo. ‘La Pelu’ es un lugar distinto, te ayuda mucho a que tu imaginación vuele y todo lo que no puedes hacer en una peluquería tradicional lo puedes hacer acá”, explica Pilar, quien trabaja en este peculiar lugar hace un año. Más allá de ser una peluquería que presta el servicio de corte, es un espacio que intenta cambiar la cabeza de sus clientes no solo por fuera, sino también por dentro. Para ellas es fundamental el vínculo con el contexto social, más en un país como Colombia. Hace un tiempo presentaron un proyecto que aún se encuentra en desarrollo: la idea es buscar diez mujeres reinsertadas de la guerrilla y durante seis meses enseñarles el trabajo que realizan allí, con el fin de que una de ellas pueda ser parte de La Peluquería en un futuro.

“Queremos que estas chicas cambien de herramienta y puedan olvidar que algún día usaron un fusil. Queremos que empiecen a usar las tijeras como una herramienta de poder, una herramienta que también puede generar un cambio”, dice Melissa. Sin duda alguna ellas son asesinas: con las tijeras matan el pasado, el miedo y, además, la idea de que todos debemos estar iguales para vernos bien y ser aceptados.

• •• • • •• • • •• •

Cabeza de

laboratorio •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

La Peluquería Carrera 3ª # 12D-83, La Candelaria Horario: lunes a sábado: 11:00 a.m. a 8:00 p.m. Miércoles de laboratorios (a puerta cerrada): 10:00 a. m. a 1:00 p.m., con cita previa, preferiblemente Para más información: http://www.lapeluqueriabogota.com/ •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Texto: Mateo Yepes Serna mateo.yepes@javeriana.edu.co Como tengo espíritu de voluntario, cuando supe que había un “laboratorio” en La Peluquería, mandé un correo y me agendé para el miércoles 8 de febrero, a las 11:00 de la mañana. Llegué al sitio a eso de las 10:30 a.m. y me tomé un tinto para bajar el nerviosismo. Sí, estaba asustado porque no tenía ni la más mínima idea de lo que iban a hacer con mi pelo y, sumado a esto, la actitud de las ‘peluqueras asesinas’ le pone un toque aún más dramático a la situación: hablan en susurros, se reúnen antes de empezar su experimento y se ríen entre ellas. A mí me tocó con Alexandra, a quien conocen allá como ‘Moon’. De capul, tatuajes y con una actitud al principio fría y distante; me recibió con un hola y empecé a hablarle carreta mientras ella discutía con Melissa la obra de arte en que, 40 minutos después, se iba a convertir mi cabeza. Yo tenía un temblor en la pierna derecha que delataba mi nerviosismo. La gente que estaba alrededor me miraba y se reía, no sé si por mi cara o por el futuro que me esperaba.

‘Moon’ empezó a cortar con máquina a los lados. Le pregunté cuál número estaba usando y me dijo: “Empecé con la dos abajo y voy a terminar con la seis arriba porque debe ser en degradé para que cuando te talle, porque voy a tallar, queden bien las figuras”. Ahí sí que me asusté. Al lado mío había una chica, de Duitama, según escuché. Le pregunté qué se iba a hacer y me dijo que llegaba con la idea de pintarse el pelo de amarillo, pero que ahora no sabía. Estábamos en las mismas. De los nervios cruzaba las piernas intermitentemente y, más aún, cuando sentía la ‘patillera’ haciendo de las suyas en la parte de atrás de mi cabeza. De vez en cuando Melissa se acercaba, me tomaba una foto, sonreía, hablaba con ‘Moon’ y, entre susurros, yo intentaba descifrar qué era lo que me iban a hacer. Escuchaba cosas como: “Acuérdate como lo vimos en la huerta. El pelo es una planta y el cuero cabelludo es la tierra; de ahí debe salir la raíz”. ¿Que qué? ¿Mi pelo una planta y mi cabeza la tierra? Empezó Cristo a padecer. Ya llevaba como media hora ahí sentado, mirando al infinito que terminaba con un muro de acrílico a tres metros de mi silla y con tres personas admirando a las artistas y su lienzo al natural. ‘Moon’ se había descongelado y me contaba sobre su vida y a mí se me erizaban los vellos cuando sentía las máquinas rozar mis orejas. Me pasaban la más pequeña y sentía cuando me rayaban por detrás y a los lados. No era una metáfora: literalmente mi cabeza quedó como con una planta que desde la nuca suelta la raíz. El laboratorio acabó y me sentaron al frente de uno de los tres espejos que tiene La Pelu y el único en la zona de corte. Al mirarme de frente todo estaba normal, pero cuando giré a la derecha vi una especie de palmera, después giré la cabeza al otro lado y no vi nada, sólo unas rayitas encima de la oreja. “Ah, nada grave”, pensé, pero cuando Melissa cogió otro espejo con la mano y me lo puso detrás quedé frío. Unas líneas rectas, con triángulos y cruces decoraban mi parte occipital. Todas las líneas estaban unidas y tenían un significado para las peluqueras, pero ese mensaje estaba cifrado y vedado para este voluntario.

• •• • • •• • • •• •

35 El rapero roto

Divino Rostro

Texto y fotos: Carolina Rodríguez Monclou rodriguezcarolina@javeriana.edu.co

En la Familia Ayara, lugar de encuentro de los hoppers —cantantes de hip-hop—, se cruzan personajes como Don Popo, el padrino de los sin familia; Enrique Lozano, un rapero que salió del vicio y canta en tono bajo canciones inspiradas en su desafortunada vida y My Friend, quien murió de forma violenta en el transcurso de esta reportería. Enrique Lozano con el finado My Friend.

Lo que uno se espera de un cantante de hip-hop es verlo encapuchado y en tenis o con ropa ancha y cómoda. Sin embargo, Enrique lleva puesto un chaleco de jean ochentero con cuello de peluche, una camisa de abotonar, jeans claros y unas alpargatas viejas. Dice que en un comienzo sí vestía “rapero”, pero ya con los años ha tenido que acoger un estilo más “ejecutivo”. Es temprano. El salón para bailar break dance está vacío. Desde la Caracas con avenida 39 se pueden ver los espejos amplios y los grafitis. No hay nadie, a excepción de un hombre cruzado de brazos que observa en silencio el panorama desde la entrada. De su cuello cuelga una credencial con una foto suya y su nombre: Enrique Lozano. A pesar de la voluminosa melena, el rasgo más distintivo en el cantante de hip-hop son sus ojos negros: más oscuros que su piel, más oscuros que su pelo. Le extiendo la mano para saludarlo y él la aprieta con sumo cuidado, como quien no está acostumbrado al contacto físico. Le pregunto por Don Popo, el dueño de la Familia Ayara, el lugar donde se reúnen los hoppers a hacer lo suyo: hip-hop. Frunce el ceño, guarda silencio y dice que Don Popo no está. Le pregunto cuándo podría encontrarlo, calla por un rato, analizando si soy de fiar o no. Dice que no tiene horarios, que él entra y sale cuando quiere, las veces que quiere. No será fácil ganar su confianza. Enrique sabe a lo que se enfrenta. Todos en Ayara lo saben: en su mayoría son delincuentes y drogadictos los que vienen a tomar talleres de rap, baile y grafiti. ¿Quién le daría una oportunidad a personas así? Don Popo es un hombre alto y fornido de no más de 40 años de edad que le ha dedicado su vida entera al rap. El rasgo más llamativo en él son sus rastas que, a manera de cascada, le caen por la espalda hasta la cintura.

• •• • • •• • • •• •

Don Popo, dicen por ahí, nunca pasó por el “proceso”.

primo, Don Popo, el único que intentó hacerlo reaccionar, decidió trabajar para él en Ayara.

La comunidad le llama “proceso” a la drogadicción y a la delincuencia. Don Popo siempre estuvo buscando dónde presentarse, qué escribir, con quién hacer nuevos grupos. Los profesores en Ayara hablan de él con admiración, siempre refiriéndose al jefe como un “hombre emprendedor”.

“Si yo no hubiera conocido el hip-hop tal vez no tendría las oportunidades que tengo hoy en día, porque empecé a conocerme a mí mismo y a sentir que era alguien”, dice.

Enrique, en cambio, sí padeció el “proceso”. Asegura haber nacido rapero. Sus recuerdos no son claros. Estuvo en la calle durante un prolongado periodo de su vida y no tenía nada mejor que hacer que cantar hip-hop. Así empezó todo, ya estuviera drogado o consciente, encontró por fin su lugar en el mundo. Fue Don Popo quien insistió en sacarlo varias veces de la calle. ¿Dónde estaba la familia de Enrique? Su mamá lo abandonó al nacer y su papá se negaba a hablarle de ella. La vida poco a poco fue arrastrándolo a la calle. ¿Cómo logró salir? Dice que un día se hartó de aquella vida, sintió miedo. Él lo sabía bien: no podría seguir allí para siempre. Varias veces fue a centros de rehabilitación, pero luego de un tiempo renunciaba a ellos y volvía al vicio. Fueron tres largos años de recuperación hasta que finalmente lo logró. Agradecido con su

*** Enrique habla despacio. Es un rapero y, después de todo, sabe que cada palabra tiene su propio peso. Su voz es baja y se mantiene en el mismo tono somnoliento siempre, incluso cuando canta.

Estaba perdido No sabía a dónde ir Caminaba la calle sin saber por qué Cada vez era más profundo el problema Dejé mi hogar Comencé con la droga a experimentar Todo en mí empezó a cambiar Su voz es ronca y suave, rapea en tono bajo, como quien cuenta un secreto…

Estaba cansado de mí No podía comer, no podía dormir, tenía que drogarme para poder vivir ***

Llego a Ayara. Al lado de la caseta hay un tipo rapado con no más de 26 años; lleva puesta una camiseta negra que en letras blancas dice “hip-hop”, gafas de sol y tenis blancos.

—Pues yo nunca he dejado de rapear, pero cuando lo hice… La verdad quedó un vacío muy grande dentro de mí. No pude vivir sin el hiphop y no fue fácil recuperar ese tiempo perdido.

Sonríe con picardía.

Enrique no suele recordar la letra de sus canciones, dice que simplemente vienen y se van. Sin embargo, hay una canción que recuerda con claridad; la escribió cuando era niño. De hecho, es la primera que compuso y lo hizo para su madre.

—¡Pero si es la manager de Enrique! —exclama al verme. Ante mi desconcierto, se echa a reír a carcajadas y cuando recobra el aliento se presenta:

—Llámame My Friend —me estrecha la mano con fuerza—. Soy peluquero, estilista, actor, rapero y todo lo que quieras”. Enrique Lozano sale del salón de baile y se acerca con paso tranquilo hasta la caseta.

—¡Soy yo el que le arregla esas rastas! —dice My Friend refiriéndose a Enrique—, toca es bajarle esos churcos no más se vuelva a peluquear”. Les pregunto si son amigos. My Friend le echa el brazo por encima a Enrique y responde:

—¡Claro que sí! Este man es un todo bien, un juicioso. Ambos ríen. Enrique saca un reloj de cuerda de su bolsillo y me lo muestra. My Friend se lo está vendiendo por $15.000. El reloj se ve oxidado y en malas condiciones. Dice que no va a comprarlo.

Comienza un día pesado Empieza otro capítulo en mi vida Saber que no estás conmigo, mamá Que nunca lo has estado Me duele mucho Porque la vida mucho Me ha maltratado Enrique Lozano no hace énfasis en sus palabras con expresiones, su voz tampoco se altera.

Sea en donde sea que estés, mamá Ya no me puede importar Pero sea como sea eres mi mamá Y te tengo que perdonar Es difícil creer que tenga 36 años; cuando rapea parece un niño triste y abandonado, y a lo mejor eso sigue siendo.

Toda la vida me he preguntado ¿Quién soy?

*** Estamos en un salón vacío. En la esquina hay sillas apiladas y un tablero. Un grafiti gigante del rostro de un niño se roba toda la atención. Es el lugar donde los raperos de Ayara practican antes de subir al estudio del segundo piso a grabar. La puerta está cerrada, pero aún se escuchan los carros y el ruido de la calle. —¿De dónde viene tanta inspiración? —pregunto, contemplando la imagen del niño en la pared.

—Pues esos son secretos del artista, pero yo lo voy a decir: escribo cuando mi vida está desesperada… cuando quiere estallar y no encuentra dónde hacerlo. Ahí es cuando siento la adrenalina y la necesidad de componer. —Debe ser difícil porque usted no solo compone, vive lo que está escribiendo.

—Sí… —Pero entonces, ¿qué sería de su vida sin el rap?

• •• • • •• • • •• •

¿Por qué estoy aquí? ¿Por qué tengo que sufrir? Pero nada ni nadie me responde Y así tengo que seguir Sus letras no critican a la sociedad ni a los corruptos, al contrario, exaltan la fragilidad humana. Con sus canciones, Enrique es capaz de separar al hip-hop de la característica más representativa del género: la rudeza. *** Enrique está terminando un curso de cocina internacional, ahora vive con su abuela y cocina para ella.

—Pues usted sabe que una persona que se alimenta bien es una persona juiciosa e inteligente, que no tiene vicios. En el comer está la vida, la salud. Volviendo a la medicina, le pregunto por qué quiere ser médico. Dice que le gusta ver a las personas bien y no sufriendo, que él salvaría muchas vidas. Quiere tener una clínica donde no se mueran los pacientes que entran allí. Le digo que eso es imposible, que la gente muere inevitablemente. Me vuelve a mirar como si dijera cosas extrañas. Responde que eso ya es decisión de Dios, pero que en lo que al él compete, no dejaría morir a nadie.

En el camino le pregunto qué hará luego del curso de cocina. Dice que quiere ser médico, pero antes tomará un curso de enfermería, no es obligatorio, pero igual quiere hacerlo. Le pregunto qué pasará con el hip-hop. Hace una mueca y responde que seguirá siendo el centro de su vida. También me cuenta que antes del curso de cocina estaba en un curso de inglés. Lo dice con desinterés.

Enrique ha logrado mantenerse sano en lo físico, pero mentalmente el asunto se le ha complicado. Sufre síntomas de esquizofrenia: mal genio, insomnio, escucha voces que lo incitan a hacer cosas malas, que le piden que se mate. Lleva cuatro años sin cerveza, sin drogas, sin vicios y reconoce que sigue en rehabilitación porque no sabe cuándo volverá a recaer.

—¿Por qué hizo un curso de cocina internacional? —le pregunto.

“El rap no es solo droga, ni violencia, ni calle, sino es un estilo de vida porque el rapero es el que logra dejar la calle, las drogas. Por eso yo lo tomo como un estilo de vida, porque está inspirado en Dios y Dios es amor, es paz. Ese es mi estilo de vida”.

—Porque la comida tiene que ver con la salud y me parece importante que una persona que estudie medicina sepa todo —responde. —¿A qué se refiere?

Asegura que ser rapero tampoco es fácil.

Por “estilo de vida” Enrique se refiere a una vida sana. —Enrique, ¿tiene un cantante favorito? —le pregunto. —¿Yo? … Sí —y por primera vez, lo veo sonreír—, Michael Jackson. —Pero si Michael Jackson no tiene nada que ver con el hip-hop —digo extrañada. —Pero yo sí —responde Enrique. —Bueno, entonces ¿cuál es su canción favorita?

—You are not Alone. Le pido que cante un pedazo, pero se limita a decir:

You are not alone I’m here with you Aunque la canción está dedicada a una mujer, Enrique se dedica la letra a sí mismo. ***

• •• • • •• • • •• •

Es temprano y Ayara está más lleno que de costumbre. Al lado de la entrada se apilan macetas grandes con flores de colores. Por primera vez Enrique no está en la puerta, está al fondo del salón de espejos, solo. Lleva una gorra de lana verde, una chaqueta de cuero y un pantalón claro. Una chica joven, con el cabello trenzado y vestida toda de morado, se acerca a él y le da un abrazo. —¿Quién es ella? —pregunto.

—La peluquera —responde. —Y… ¿My Friend? —Murió. El jueves lo mataron —dice Enrique, así sin más. My Friend falleció a finales de octubre pasado, recibió dos puñaladas letales cuando intentaron robarle. El incidente fue en Ciudad Bolívar. —El viernes fue el peor día de mi vida —dice Enrique—, eran las 11:00 de la mañana y My Friend no llegaba. Aún tengo su imagen, él estaba allí parado el miércoles (señala las escaleras) y yo me despedía de él y salía por la puerta. Esa fue la última vez que lo vi, nunca se me va a olvidar. Dirijo la mirada hacia la ventana. Afuera, tres mujeres y cuatro muchachos recogen la tierra esparcida en el suelo y la meten en macetas. Un muchacho con un collar grande y oxidado los dirige. —¿Esas flores? —se adelanta Enrique antes de que yo le pregunte— son en honor a él, en agradecimiento. Ese muchacho allá con un collar y gafas es su hermano. De resto son gente de aquí. Es que aquí a esta gente solo le importa Ayara, no ven más allá del trabajo, por eso no puedo hacer amigos. My Friend no estaba en la Familia Ayara solo para trenzar cabellos y hacer rastas, su sueño era convertirse en cantante de hip-hop. —El día antes de morir hablamos y me prometió que íbamos a grabar juntos, que haríamos muchas canciones y muchos proyectos aquí en Ayara —recuerda Enrique. El salón de break dance está vacío. Todos están afuera plantando flores. Todos menos Enrique.

Dice que no durmió y no ha desayunado. Trae su caja de almuerzo y come con apetito. —Ayer en el funeral no podía dejar de verlo. My Friend no parecía muerto, parecía dormido, parecía que se quería despertar, y volverse a parar, y volver aquí. Quiere despertarse, pero no puede hacerlo. Y yo no podía dejar de mirar su cara en el ataúd, parecía que estaba a punto de llorar. —No la quiero asustar, pero le voy a contar algo. —Enrique se ve serio, más serio que de costumbre—: Mi cama es grande, como para dos personas. Siento que My Friend está conmigo. Duerme al lado mío, lo escucho respirar. Pero así como cuando usted respira antes de morir, dando un último suspiro de vida. Y me da miedo porque siento que me está observando, que está conmigo. Enrique, por primera vez, no puede dejar de hablar. Habla y habla, y parece que en cualquier momento va a reventar a llorar, pero no lo hace. Le pregunto qué pasó al fin con el reloj viejo y oxidado, lo saca del bolsillo y me lo muestra, dice que luego de que me fui lo compró. Extrañamente, Enrique está sonriendo, pero es una sonrisa de burla; se burla de la vida, de lo absurdo que le parece estar contándole todo esto a una extraña porque no tiene a nadie más con quien hablar, a quién más decírselo. Dice que no va a llorar, que no le gusta hacerlo, pero sus ojos ya no pueden contener las lágrimas. Comienza a sorber por la nariz. En ese momento me doy cuenta de que Enrique está en Ayara porque no tiene a dónde más ir, es su único lugar en el mundo. Si no fuera por el hip-hop, seguiría drogándose en las calles, pero su primo, Don Popo se ha convertido en su mentor, en el ser al que más admira: “Don Popo es muy emprendedor”, “Don Popo desde joven ya tenía su grupo”. Para Enrique el rap está en él y en su sufrimiento. El dolor se aliviana cuando lo hace música. Al fin y al cabo, el hip-hop nació para celebrar la marginalidad, para decir:

¡Hey! Aquí estoy, y yo también sufro. Tú no estás solo.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •ç •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •ç •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

Tendencias

Fiestas de quince en Bosa Cada fin de semana, en la frontera entre Bosa Brasil y Bosa Brasilia,

Texto: Edwin Rubiano Pérez edwin.rubiano@javeriana.edu.co Fotos: Jonathan Puin

una casa de banquetes ofrece sus servicios para que algunas afortunadas celebren sus quince años en compañía de familiares y amigos. El sábado 29 de octubre de 2016 fue el turno para Laura Camila y Alejandra, y el cronista no se perdió detalle de las fiestas, rituales de paso de las homenajeadas que se convierten en mujeres. Es tarde. Todo debe estar listo a las 7:00 de la noche, son las 7:15 y la decoración no está completa. Tres jóvenes corren de lado a lado, buscan bombas, manteles, luces, servilletas y copas. Deben ser quince mesas con diez sillas cada una, hasta ahora hay doce mesas listas y no hay espacio para acomodar las tres que faltan. Entra un hombre bajo, de pelo corto, casi a ras, el ceño fruncido, el cuello tenso, con una mano en un bolsillo y la otra empuñada, la mueve con fuerza. Está muy molesto. Mauricio, el encargado de la fiesta, sale del fondo de la habitación arrastrando dos bolsas negras y con una voz pausada le dice: “Don Fidel, ¿cómo está? Se nos hizo un poquito tarde, pero ya en quince minuticos está todo listo”. Don Fidel se queda sin argumentos, en silencio, solo observa. Mauricio no se estresa, no es la primera vez que se le hace tarde ni la primera vez que lo intentan intimidar. Él sabe cómo hacer que esos “quince minuticos” rindan. *** Mauricio es bajo, tiene más de 40 años, pero aparenta menos de 35; tiene los ojos achinados

y pequeños, y una barba espesa de la que se deshace cada ocho días para estar presentable en los eventos. Empezó a trabajar en las fiestas de quince cuando tenía 16. Hacía parte del grupo de muchachos que escoltan a la homenajeada. Una noche, la falta de personal hizo que los responsables de la fiesta buscaran alternativas y las miradas se posaron en Mauricio, que fue contratado para lavar la loza. “Me pagaban $15.000 la corte y $25.000 por la loza. ¡Imagínese!, hace 25 años. Para un pelado eso era plata”. Siendo edecán en las entradas mágicas de las quinceañeras y fregando platos tras bambalinas, Mauricio se abrió un espacio en el negocio. Su siguiente ascenso se dio por casualidad, el azar quería ponerlo en otro sitio. El animador, el dueño del micrófono y el segundo protagonista después de la quinceañera, se quedó sin voz. El carisma de Mauricio fue la credencial para confiarle la nueva tarea, solo restaba una corbata y un blazer prestados para cubrir la ausencia. Le fue de maravilla. Desde entonces es animador y gracias a ello empezó a acercarse a los técnicos de sonido, de manera que mientras elevaba los ánimos de los asistentes, iba aprendiendo sobre cabinas, consolas y micrófonos. Cuando aprendió todo lo que fue posible, se compró su propio juego de sonido, comentó la idea con un mesero y juntos se independizaron. *** Son las 8:00 de la noche y todo está listo. Esta es una neon party: rosa, naranja y verde son los colores que adornan todo el salón. Cada mesa tiene en el centro una torre de bombas que alumbran cuando la luz se apaga. Hay un tapete rojo que se extiende desde la entrada hasta una silla con forma de labios, donde la cumpleañera será alabada. Laura Camila cumple quince años, solo su nombre aparece en la entrada sobre un cuadro con varias fotos suyas posando de diferentes maneras. En las imágenes su vestido es largo, ancho y rojo, como los labios donde se va a sentar. Le resalta el piercing de la nariz. A pesar de que está en poses diferentes, su expresión siempre es la misma: una ceja levantada y la mirada firme frente a la cámara; parece que estuviera retando al que se atreva a observar detenidamente la fotografía.

Los trabajos se dividen. En un balde verde, escondido en la cocina, dos meseros preparan los cocteles con refresco en polvo y whisky Sir Edwards. Los fotógrafos parten hacia la casa de Laura Camila, deben ser testigos de cada acontecimiento para que ninguna imagen de esta “noche mágica” se pierda. El último de los tres meseros se ubica en la puerta para custodiar el salón. Los invitados empiezan a llegar. Esta no es la fiesta más importante de la noche; la casa de banquetes tiene mínimo dos celebraciones cada fin de semana y los eventos principales se realizan a dos cuadras de la fiesta de Laura Camila. Los grandes acontecimientos suceden en un tercer piso sobre la calle principal en la esquina que divide a Bosa Brasil de Bosa Brasilia, dos barrios populares al sur de Bogotá. Es un salón que cada ocho días cambia de apariencia para satisfacer los deseos de una niña que se convertirá en mujer. En el segundo piso hay un consultorio odontológico y en el primero funciona una concurrida panadería que se llama Los Trigales del Brasil. Como todo ya está listo en la neon party, Mauricio se dirige al salón principal. *** Todo es rojo con negro: los manteles, las servilletas, las cintas, las bombas… solo negro y rojo. La gran fiesta de la noche también está retrasada, pero no es culpa de los organizadores. Sergio es el jefe de los meseros y la persona a cargo, mientras Mauricio estaba ocupado con la neon party, él logró que todo estuviera listo tal cual lo acordado. El verdadero problema son los invitados: fueron citados a las 7:00, pero ya son las 8:30 y más de la mitad del salón está desocupado. Los pocos invitados que llegan se amontonan en una esquina, son todos parientes. Desfilan

• •• • • •• • • •• •

señora, se dirige a la cocina, que también hace las veces de bodega y de cuarto de operaciones, y le advierte a Nora, otra mesera: “Esto va a empezar muy tarde, se están demorando mucho”. Detrás de Sergio viene la mamá de la quinceañera; camina rápido, tiene tacones negros de hebilla, medias veladas, un vestido de falda negra, con blusa roja y un escote discreto. Entra a la cocina y pide un whisky para los nervios, Nora se lo pasa mientras le sonríe. De un solo sorbo queda limpio el vaso. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

* 100 En el paquete para

personas se entregan 50 tarjetas de invitación •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

con sus vestidos y bromean sobre el acontecimiento que van a presenciar. Un niño de siete años corretea por el salón; no tiene corbata, ni pantalón de paño, lo más elegante que tiene son sus padres, que lo miran con vergüenza desde una mesa arrinconada. Empiezan a llegar los amigos de la quinceañera, de inmediato se crea una frontera imaginaria en el salón. En el lado derecho están los familiares que se quedan en silencio y piden un whisky de vez en cuando; en el izquierdo están varios jóvenes, llegan uno a uno y se amontonan en una esquina, gritan y bromean. Esta noche también es de ellos. Las niñas llevan faldas cortas y tacones muy altos; aún no tienen la experiencia para usarlos con gracia, bajan y suben las escaleras de la entrada sosteniéndose de las paredes; cada tanto se escucha un gemido de dolor porque a alguna se le dobló un tobillo por no dominar tamañas puntillas. La música de fondo aún pasa inadvertida; hay varios problemas con el sonido, tuvieron que cambiar todos los aparatos y todavía no funcionan bien. Cuatro personas pelean con un cable mal conectado y ninguno sabe cómo solucionar el problema, mientras la madre de la quinceañera sube las escaleras corriendo, mira hacia todos lados con preocupación. ―¿Será que si llegan todos? ―le pregunta a Sergio, mientras junta las manos. ―Tranquila, sumercé, siempre llegan ―responde Sergio, con un tono muy calmado; habla con experiencia. Sergio es alto, mide más de un metro ochenta, y se ve más viejo que Mauricio. Al escucharlo tanto meseros como asistentes saben que tiene razón. Tan pronto calma con sus palabras a la

—Ya están todos, solo falta la corte —dice la madre saliendo de la cocina y luego baja las escaleras. No es cierto. Aún hay dos mesas vacías. *** Las invitaciones se entregan una semana antes del evento. El número de tarjetas que se reparte depende de cuántas quieran los anfitriones, aunque la casa de banquetes siempre aconseja entregar la mitad del total de invitados, es decir, en el paquete para cien personas entregan cincuenta tarjetas, con el diseño que más les llame la atención. Diseños hay tantos como la imaginación lo permite, pero para todos los bocetos es obligatorio cumplir con varios requisitos: tener alguna foto de la homenajeada o una imagen que aluda a ella, las palabras de los anfitriones que expresen lo importante que es la presencia del invitado y, por último, la fecha y la hora del evento. El primero, el más clásico de todos, es la tarjeta impresa en algún papel llamativo dentro de un sobre. Los colores varían según la temática de la fiesta. El segundo, que según Mauricio es “el más bello”, es una botella de vidrio que en su interior tiene la tarjeta enrollada con una delicada cinta, uno de cuyos extremos sale del frasco y se amarra al corcho, de manera que todo queda sellado. El invitado tiene que destapar la botella, casi como el mensaje de un náufrago. La última opción, “personalmente me parece muy guisa”, dice Mauricio, es una muñeca de porcelana que simula ser la quinceañera, tiene un vestido ancho y pomposo y el rostro sin facciones delicadas porque cuando se hacen 50 muñecas iguales a mano los rasgos finos se pierden. La tarjeta va enrollada en una pequeña argolla en la parte trasera del vestido. ***

Alejandra es la niña que hoy se convierte en mujer. Ella espera dentro de un carro parqueado enfrente del edificio, mientras llega y se instala la corte militar. La idea es que su ingreso al salón tenga un toque particular, no puede entrar como cualquier invitado. La corte está compuesta por diez muchachos y una joven. Nueve, incluyendo la chica, están uniformados con una chaqueta blanca militar, adornada con dos escudos: del Ejército y uno propio. Todos llevan pantalón y zapatos negros. El décimo integrante se distingue de los otros porque usa una casaca negra, que lo identifica como el líder de la corte. Los acompaña, además, un joven de traje negro y gabardina. Dos de los uniformados portan las banderas de Colombia y uno más lleva amarrado a la cintura un redoblante con el que marca el paso de la marcha. Todos hacen silencio. Se amontonan en la entrada del salón los familiares. Grita el líder de la corte, desde el primer escalón: “Abran paso a la infantería de amor de Colombia”. Finge voz de militar de alto rango, pero se nota forzado. Ingresan marchando en dos hileras de cuatro personas cada una, y mientras suben las escaleras resalta una mancha roja; a medida que avanzan, la mancha se hace más clara. Es Alejandra, que entró agarrada del brazo del militar de negro, su vestido es rojo y ocupa todo el espacio de las escaleras, no camina con facilidad. Toda la corte se organiza haciendo una calle de honor para que entre al salón la quinceañera con el líder. Los uniformados desenfundan unas espadas sin filo ni mango, en realidad más que unas espadas son unas barras delgadas de metal que vuelan y golpean el suelo mientras la quinceañera termina el recorrido. Al final de la marcha, la quinceañera se sienta debajo de un arco de bombas rojas y negras que adorna un columpio. Desde su trono escucha las consignas que grita la corte y repite palabras difíciles de entender (es culpa de la voz fingida del líder que hace que todo se pierda en el aire). La única joven que está en la corte militar carga un ramo de rosas: “Abran paso a la flor de esta corte militar”, dice y entrega una flor a cada integrante de la corte; todos se la ponen en la boca y el ramillete que sobra se lo obsequian a la quinceañera. “Te preguntarás por

qué solo catorce flores, muy sencillo, señorita quinceañera: porque tú eres la flor más bella”, grita el líder de la corte mientras la señala. Ahora siguen los actos rituales; todas las razones para realizar una fiesta de quince años reposan en los próximos quince minutos. Son las 10:30 de la noche. La quinceañera sigue sentada en el columpio, se acerca uno de sus tíos con una caja adornada, se arrodilla, ella levanta el vestido lentamente y deja ver sus pies enfundados en unas zapatillas. De la caja saca un par de tacones plateados, el hombre retira las zapatillas y le pone los nuevos zapatos; ella se levanta y da un par de pasos. Ahora no solo el vestido es el problema, también desfilar y bailar con tacones. Ya es propiamente una quinceañera. El ritual continúa con el anillo, cortesía de la casa de banquetes. “Este anillo simboliza toda la fe y confianza que depositamos en ti”, asegura el animador. Mientras todo esto sucede, cuatro meseros recorren en silencio el salón llenando las copas de champaña para el brindis que hará la madre, quien crio sola a Alejandra. Una vez llenos los vasos, los invitados levantan los brazos y esperan las palabras. El momento es confuso. La mamá no sabe qué decir, llora de felicidad y los invitados aplauden para celebrar el momento, para apoyarla. Alguien se apiada y grita: “¡Salud!”. Las copas se vacían, la corte se toma fotografías antes de partir, los invitados vuelven a sus mesas, es el ocaso de la reunión. ***

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •ç •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

El alquiler del vestido cuesta

$150.000, comprarlo,

$450.000, o más

• •• • • •• • • •• •

La casa de banquetes ofrece varios productos, Mauricio se encarga de conseguirlos todos, con el bagaje que ha logrado gracias a los años que lleva en el negocio. Él es dueño de toda la mantelería, de la silletería, del menaje, de las telas con las que decoran los salones. Las sillas y los columpios los compró hace años, a partir de las solicitudes de los clientes. La silla en forma de labios tuvo que adquirirla de tantas veces que la pedían; además tiene otras tres sillas victorianas que se acomodan a la gran variedad de colores y temáticas que ofrece. El alquiler del vestido de la quinceañera cuesta $150.000, pero comprarlo nuevo vale tres veces más, el negocio está monopolizado. En Bosa Brasil hay tres boutiques de este tipo de vestidos que tienen sociedad con la casa de banquetes; no hay traje que no se pueda conseguir. Si las quinceañeras quieren estrenar, los vestidos se buscan por Internet y se traen desde países asiáticos; cada nación tiene su estilo propio. El pastel lo hace un socio de la casa de banquetes, Fredy, en la Pastelería Gregory, “Donde la exquisitez es arte”. El local está en diagonal al salón de reuniones y también hace las veces de centro de ventas. Los grupos musicales constituyen parte fundamental de las fiestas, Mauricio tiene un directorio de “artistas de la casa”. Los mariachis son tema aparte y van de acuerdo con el tipo de familia: las más conservadoras los prefieren recatados, para las más alegres están los mariachis que bailan con la quinceañera todo el tiempo y tocan canciones modernas. Los grupos musicales deben llegar a media noche y marcar el final de la fiesta. ***

Suenan las trompetas. “Será tal vez tu día más deseado…” y todos se levantan de sus puestos. Alejandra corre hacia el columpio y se sienta, la madre se ubica detrás de ella y pone una mano sobre el hombro de su hija. “Estrenarás tu juventud por esto…”, el público aplaude y todos a coro: “Quince primaveras tienes que cumplir, quince flores nuevas que te harán feliz”. Los mariachis reducen todo a tres frases y cortan la canción rápidamente. Nunca cantaron: “Y cuando apoyes tu cabeza en la almohada, despertarás siendo mujer mañana”, prefirieron empezar a tocar canciones de reggaeton con las trompetas; ni la quinceañera ni los asistentes se opusieron. Son mejores los mariachis que no cantan rancheras. Los mariachis solo duraron quince minutos. Son las 12:30 de la noche. El micrófono ahora pertenece al primo de la quinceañera: “Hoy es un lindo día, fecha especial para ti, cumples quince años mi niña”, canta con mejor voz que cualquier mariachi que ha pisado este salón. “Hoy nos alegras a todos, empiezas a ser mujer”, con esta frase la madre empieza a llorar, las hermanas van a consolarla. El primo canta un par de canciones más y le pasa el micrófono al animador, todo empieza a morir; el retraso con que empezó la fiesta hizo que todo fuera más corto. Es la 1:00 de la mañana y llega la “hora loca”. Todos los primos y tíos piden whisky, las amigas de la quinceañera desaparecen por momentos y llegan riendo. Alejandra se cambia el vestido para mayor comodidad. Suenan canciones conocidas, no existe brecha entre las generaciones, todos bailan, disfrutan. El animador promete una botella de whisky a la mesa que más cante y baile; una niña de siete años está a la cabeza en la competencia, canta todas las canciones de Paola Jara y de Alzate. Son las 2:30 de la mañana, el animador empieza a bajar el volumen de la música y despide a los invitados. Los borrachos salen más despacio y con cuidado, los taxistas ven una oportunidad y se amontonan en la esquina. Los meseros no esperan a que los invitados salgan por completo para empezar a retirar la mantelería, todo queda amontonado en una esquina. Son las 3:00 de la mañana, Alejandra ya tiene quince años y tres horas.

Patrimonio

Una huerta con

sabores ibéricos Texto y fotos: Natalia Lozano Lozanonatalia6@gmail.com

El español Pedro Rincón, propietario de la Huerta Cajicá, llegó con $67 en el bolsillo a Bogotá. Cincuenta y cinco años después, esta tienda de delikatessen ubicada en el norte de la ciudad es reconocida por su atención a la clientela y la variedad de productos importados de España. Don Pedro, tras el mostrador, con su cliente, amigo y paisano, José María Reventós.

La tienda de don Pedro A comienzos de 1957, este español originario de Sotodoso (provincia de Guadalajara), se embarcó junto con 132 paisanos rumbo a Colombia, que se encontraba bajo el régimen del general Gustavo Rojas Pinilla, quien creó un programa para traer europeos —en especial españoles—, que capacitaran a los colombianos en técnicas agropecuarias. Pero la ilusión de trabajar con el Gobierno se vio truncada cuando cayó el dictador en mayo de ese año. A diferencia de la mayoría de españoles que optaron por devolverse a su país, Pedro Rincón

La primera sede de la Huerta Cajicá,

abierta en

1962, quedaba en la calle 82 con carrera 14 •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

consiguió trabajo como agricultor en la Cancioneta, una finca de la capital administrada por alemanes, donde también atendía a la clientela. En su tiempo libre cultivaba sus propias legumbres y hortalizas en un terreno que tenía en Cajicá, y que inspiraría el nombre de su negocio, Huerta Cajicá, haciendo referencia a la frescura de sus vegetales cosechados en la sabana de Bogotá. En la Cancioneta también conoció a la secretaria de los alemanes, Judith Salgado, quien se convertiría en la madre de sus cuatro hijos. Tiempo después pasó a administrar la finca. Por su buen desempeño y su carisma se ganó el aprecio de los clientes, entre ellos, la colonia estadounidense. Según don Pedro, los gringos confiaban mucho en él y fueron de gran apoyo para comenzar su negocio. Recuerda que los martes iban representantes de varias embajadas a comprar flores y mercado; uno de esos martes, la señora del embajador de Estados Unidos dejó su billetera con dinero, y don Pedro la devolvió. Por ello cuando uno de

los diplomáticos le preguntó si era el dueño, a lo que respondió que no, el diplomático le respondió: “¿Cómo no va a ser el dueño con todo lo que le gusta trabajar? Ponga un negocio, que nosotros le ayudamos”. Con ese respaldo, don Pedro inauguró la Huerta Cajicá en 1962, donde tenía a su cargo entre 60 y 80 trabajadores en las tres sucursales de la Huerta Cajicá. La principal quedaba en la calle 82 con carrera 14, donde duraron 32 años; la segunda en la carrera 15 con calle 90 y la última, que mantiene sus puertas abiertas desde 1995, en la calle 125 Bis # 20-20, al costado de Carulla. Este local se ha convertido en el supermercado favorito de la colonia colombo-española y de quienes disfrutan de los productos de la Madre Patria. Don Pedro empezó vendiendo legumbres, hortalizas y frutas, pero al cabo de un tiempo se dio cuenta de que los productos importados se comercializaban poco en la época. Entonces comenzó a importar vinos y enlatados como mariscos, atunes, pulpos, entre otros. En los años setenta, la Huerta Cajicá era reconocida como uno de los mejores supermercados en la capital. Desde entonces, se ha encargado de perpetuar la tradición española: el 12 de octubre, Día de la Hispanidad, provee a la colonia española con vinos como Paternina Banda Dorada, Banda Azul, entre otros, para celebrar la conquista del territorio americano. Además, la Huerta tiene canales de distribución que surten almacenes como Carulla-Éxito con la línea Paternina y sidra Gaitero. Al mismo tiempo, ha impulsado la gastronomía española en todos sus ámbitos, por lo cual abastece a restaurantes como Pajares Salinas, Las Cuatro Estaciones y La Casa España, entre otros.

Segunda generación Los hijos de Pedro Rincón nacieron en Colombia, pero han vivido rodeados de la influencia española. Sin embargo, David, su segundo hijo, es el único que se mantiene vinculado con la Huerta Cajicá. Él recuerda que desde los ocho años era el encargado de la caja durante las vacaciones, y a los 16 hacía los domicilios. Cuando se graduó del bachillerato tuvo claro que quería estudiar algo que ayudara a proyectar el negocio de su padre. Por eso, cursó

• •• • • •• • • •• •

un técnico en Comercio Exterior, aunque eligió Derecho como su carrera profesional. Hoy en día, como encargado de la parte comercial de la Huerta Cajicá, atiende las grandes superficies y hace las importaciones. Además, durante seis años fue presidente de la Casa España, un lugar donde se promueve la cultura colombo-española, y lo sucedió en el cargo su hermano Andrés. La hija de David, Juanita, con solo diez años reconoce los productos ibéricos y le fascinan el jamón serrano y el fuet (embutido popular en la comida catalana).

“La comida une mucho, más la española, que es tan rica y diversa”, dice este colomboespañol para quien la chispa y el carácter de los españoles hace que en Colombia sean tan bien recibidos.

Martha Díaz, con 38 años de añejamiento como empleada en el supermercado.

La tradición se mantiene A pesar de que con la globalización los productos importados se encuentran fácilmente, la mayoría de productos de la Huerta son exclusivos. Don Pedro viaja anualmente a España durante tres meses para importar lo mejor. Su vida de trabajo y dedicación le ha permitido decir hoy en día que los problemas le divierten porque nunca se ha dejado afectar por ellos. Como dice él, “caminar hacia adelante así sea sin zapatos”. Y cuando no está en España, don Pedro se mantiene tras el mostrador de su negocio, “donde soy más feliz”, junto a Martha Díaz, quien trabaja allí hace 38 años.

Don Pedro con su hijo David, encargado de la parte comercial del negocio.

La Huerta Cajicá ofrece víveres de alta calidad tales como los vinos Paternina en grandes reservas, reserva, crianza y joven; Albariño de bodegas La Val, jereces, la sidra Gaitero, los turrones, jamones como el ibérico de bellota o jamón serrano en pierna, patas o lonchas, boquerones, entre otros productos gourmet de la gastronomía española. Allí sus clientes pueden disfrutar de la degustación de los productos, en especial de sus vinos y jamones. Entre sus clientes más reconocidos se encuentran los periodistas Andrés Hoyos y Fernando Quiroz. Y el publicista español José María Raventós, gran amigo de don Pedro, no falta los sábados para hablar de fútbol y compartir una copa de vino mientras discuten cuál equipo español es mejor, si el Real Madrid que apoya don Pedro o el Barcelona que respalda Raventós.

• •• • • •• • • •• •

48 Artesanos

Patrimonio

fuera de serie Texto y fotos: Irene Alonso Acosta ialonso@javeriana.edu.co

Detrás de los coloridos muros de la localidad de La Candelaria, para algunos pocos el tiempo se detuvo. Con manos ágiles y embarradas, artesanos populares que continúan con su oficio se resisten a un mundo en el que el molde da la pauta.

“Ya lo nuestro es morir en nuestro cuento”, dice Roselino Quintero, un artesano ceramista que encontró en el zaguán de una casa del barrio La Concordia el espacio para ubicar su taller. Chelino, cómo le decía su abuelo, es un vallecaucano de unos 65 años que al igual que otros artesanos aún da la lucha por vivir de su oficio. Un oficio callado, autónomo y creativo que en épocas pasadas fue desde fuerza política hasta estrategia económica. El taller de Roselino Quintero es un espacio reducido con paredes de baldosín y estantes de madera donde se acumulan los productos de alfarería que ha hecho desde hace más de 30 años. Aquel lugar, donde sus manos se convierten en su mejor herramienta, es hoy uno de los quince talleres de artesanos de vieja data que hay en la localidad. Aunque en el siglo pasado esto no era así.

interesados en nuestras muestras, todo tenía acogida; además podíamos ofrecer empleo, era un barrio que éramos nosotros”. Al ceramista le cambia el semblante, recuerda cuántas veces viajó por el país y a todas las ferias de artesanos a las que asistió. Hasta los alcaldes los recibían con emoción; incluso en Bucaramanga una vez les hicieron fiesta de bienvenida con fuegos artificiales. En los parques de Las Nieves, Lourdes, Santander y el Chorro de Quevedo también se dejaban ver los artesanos. Cerca de 200 se reunían cada dos semanas en espacios públicos de la capital. Más maestros que aprendices, más viejos que jóvenes, mostraban la materia prima hecha arte y utilidad. El barro convertido en cerámica. La madera vuelta instrumento. Había vajillas, cucharones, tambores, muebles, canastos, collares. “Y todo eso nos salía gratis, estábamos organizados”. Roselino hacía parte de la Asociación de Artesanos de Bogotá y Cundinamarca, una de las 15 asociaciones de artesanos que viajaban, se sentían homenajeados en cada feria regional y ganaban bien. No tan politizados ni con objetivos tan marcados, pero le hacían honor a su tradición. Aquella que en el siglo XVIII había hecho de la Asociación de Artesanos un movimiento civil con acción política organizada que defendía el proteccionismo como política económica en la Nueva Granada. “Irónico —dice hoy el artesano—, ahora lo que se busca no es más que exportar cositas para así ganar más platica”.

Torneando, aprendíz de artesano

Épocas de vacas gordas En La Candelaria de la década de 1970, cuando sus construcciones de tipo colonial y republicano pasaban de tener fachadas de todos los colores a una homogeneidad marcada por el blanco y el verde botella, había 135 talleres de artesanos: escultores, muralistas, talladores de madera, joyeros… Personas que vivían de la habilidad de sus manos y herramientas básicas. Pregúnteles usted a sus papás acerca de la famosa calle de Las Mandolinas, o dígale a su abuela que le cuente acerca de sus amigas costureras que hacían muñecas de trapo en La Concordia. Roselino tenía ahí también su taller, uno de puertas abiertas, como todos. “Eran épocas de vacas gordas; los almacenes estaban

• •• • • •• • • •• •

* En

1964 nació Artesanías de Colombia; en 1968 se vinculó al Ministerio de Desarrollo Económico •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

Artesano del taller de Pastora Torapués.

• •• • • •• • • •• •

Moldear, meter al horno, repujar y cernir. Días enteros así. El bogotano y el turista pasaban y compraban. Hasta mediados de los años ochenta la dicha fue esa. No fue una dicha sin sentido o porque sí. Cuenta Daniel Ramírez, antropólogo y hace unos años asesor de Artesanías de Colombia, que en 1963 llegaron al país los famosos y polémicos Cuerpos de Paz (Peace Corps Volunteers), uno de tantos programas desarrollistas con los que Estados Unidos, como todo un ‘buen vecino’, buscaba ‘mejorar’ la vida de las comunidades en Colombia. La gran potencia se asombraba de aquellas artesanías que se hacían en este país de indígenas y campesinos donde la industrialización aún parecía un chiste. ¡Qué cansados estaban los gringos con tanta masificación y producción en serie! El resultado fue la creación de programas comunitarios de producción manual de objetos y uno que otro Tío Sam, Pato Donald e indio Piel Roja de cerámica que eran la sensación en Ráquira. La gente empezó a notar y a valorar la artesanía, dice Ramírez. Los campesinos comenzaron a vender sus canastos en las plazas de mercado de los pueblos. Y de tanto barro, madera y vidrio hechos objeto surgió en 1964 Artesanías de Colombia. Esta empresa, que en 1968 se vinculó al Ministerio de Desarrollo Económico, le apostó a la exportación de los productos y a incentivar a los artesanos, así como la sociedad entera y el Estado debía reconocerlos.

Roselino, como muchos otros, al ver que en las regiones esto estaba surtiendo efecto, decidió venir a la capital, donde había más dinero y compradores. Con la idea introducida por los Cuerpos de Paz y Artesanías de Colombia de que los artesanos eran acumuladores históricos de tradiciones, la clase alta bogotana encontraba en personas como él la inmortalización del arte, la cultura y el patrimonio del país. En una Bogotá de más de cuatro millones de habitantes y que crecía de manera abrupta, La Candelaria se convirtió en su territorio ideal. Asomarse en cada entrada era ver a viejos ensimismados en sus objetos: trabajando la madera, forjando hierro, soplando vidrio, metiendo el caolín al horno.

Quietud y movimiento Pero, entonces, ¿qué pasó?, ¿por qué de más de 100 artesanos empíricos, hoy quedan tan solo 15? El artesanado popular de La Candelaria cayó en decadencia. Les pasó de todo. La apertura económica de la década de los ochenta los golpeó fuerte: llegaban artículos de Ecuador y de Perú. Luego llegaron los tratados de libre comercio: “Miles de maricaditas chinas que no tenían un proceso, pero sí precios fáciles”, dice Daniel Ramírez. También las empresas de energía les pasaron factura; estas se volvieron privadas y a los ceramistas les cobraron con precios industriales. ¿Cómo mantener los hornitos? Empezaron los impuestos de un país que anhelaba el progreso.

Tras ver pasos de animal grande, cuenta Ramírez, Artesanías de Colombia le metió la ficha al asunto. Con la Ley del Artesano (de 1984), la organización tomó las riendas de la categorización y acreditación de los artesanos. Buscó elevar la calidad y productividad del sector, definió políticas de desarrollo y patrimonio. Pero, según los artesanos populares, la organización se olvidó de los viejos maestros que llevaban más de 20 años en Bogotá y se dedicó a asesorar a aquellos artesanos contemporáneos que tenían más dinero y recursos para exportar. En las casonas de los años ochenta que retomaban los colores variados de antaño, los artesanos empíricos comenzaron a trabajar de puertas para adentro. Artesanías les quitó las ayudas y los maestros empíricos, ya con años encima, decidieron acabar con la tradición.

Lo que viene Durante cuatro mañanas de agosto de 2016 se llevó a cabo en el Museo de Arte Colonial de Bogotá una feria artesanal apoyada por la Alcaldía Local de La Candelaria y la Gobernación de Nariño. Allí, entre 14 joyeros, encuadernadores, tejedores, ceramistas y pintores, estaba Roselino conversando con Juan Eugenio Prieto, compañero de andanzas y uno de los cofundadores de la Asociación de Artesanos de Bogotá y Cundinamarca. Prieto, restaurador, guaquero y moldeador de cuarzo y piedra, se quejaba agotado: “Estamos como ocultos porque no somos Negret, no somos Obregón, la gente mira pero no reconoce el valor cultural, dicen “Ah, barro”. Si supieran cuánta información hay en una pieza, si supieran lo que es el barro…”.

la realidad económica del país y fortalecer su oficio y calidad para abrirse a nuevos mercados. Orlando González, gestor cultural para la región cundiboyacense, señala que ese es su objetivo para el próximo año: fortalecer el sector artesanal en Bogotá, entablar nuevos diálogos con maestros, articularse con políticas de turismo, rescatar la Plaza de los Artesanos y consolidar equipos de diseñadores que acompañen a los artesanos y así mejoren la calidad de sus productos. Sin embargo, el camino al diálogo se ve largo y montañoso. Desde hace cinco años, Artesanías de Colombia se reúne con la Federación de Artesanos Productores de Colombia (Fedeartesanos) en la Mesa Cultural Distrital de Artesanos de Bogotá, pero no han concretado nada.

“Es que ellos creen que la definición de artesanos la inventamos nosotros, pero fue la Unesco, y vienen acá y se llaman ‘artesanos’ porque no conocen esta definición. Los artesanos son los que tienen un oficio, una identidad y que inician el proceso desde la transformación de un material extraído de la naturaleza, es decir, si trabaja madera entonces la corta, la cala, la manipula… hace todo el proceso, no solo el acabado”, explica Nora Ortiz, diseñadora que hace parte de los laboratorios de innovación y diseño de Artesanías de Colombia. El problema es de fondo: ¿quiénes son artesanos? Organizaciones como Fedeartesanos —algunos de cuyos miembros venden sus productos en el mercado de las

* 1984 La ley del Artesano de

desplazó a los viejos maestros

Manos de artesana. Foto de Artesanías de Colombia.

A su lado, Pastora Torapués los escucha; no los mira ni les habla, está concentrada en la mochila que teje. Ella también tiene su taller en La Candelaria. Es una mujer de Cumbal, Nariño, estudiante de trabajo social, que se dedica al telar tradicional de Cacicumbe y que tiene un “puestico” en el Chorro de Quevedo. Ella a veces ríe cuando los hombres hablan. Entiende sus miedos y tristezas, pero le parece que no hay por qué ahogarse en el pasado, en su altivez y romanticismo. Algo parecido dicen los de Artesanías de Colombia, quienes señalan que los artesanos de Bogotá y toda Colombia se deben integrar a

• •• • • •• • • •• •

Roselino en su taller. •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

*15

En La Candelaria sobreviven

artesanos tradicionales •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

pulgas de Usaquén— piden ampliar el concepto, mayor cubrimiento por parte del Estado y, a su vez, descentralización del sector. Raúl Bogoya, el representante legal de la Asociación señala: “Se busca ser artesanos más allá de que Artesanías [de Colombia] esté presente en nuestros procesos o no; se busca una articulación con ellos, pero también que el gremio se fortalezca y se reconozca su labor”. Orlando González es consciente de esa dificultad, y afirma que incluso Artesanías de Colombia ha optado por apoyar personas que hacen artes manuales y capacitarlos para que sean artesanos, pero que también sabe que el cubrimiento no ha sido suficiente: “Si hay ese ruido en el sector es porque no se están atendiendo todas las necesidades. Esto se ha convertido en una bola de nieve con proyecto de ley y todo”. Orlando se refiere al proyecto de Ley que el senador del Polo Democrático Alexánder López Maya radicó desde el 2013 y que hoy es el proyecto del ley 012 de 2016. En este se dictan normas de protección a la actividad artesanal sostenible, y además se pide su promoción, fomento y desarrollo. Se exige un fondo de promoción artesanal para que el gremio “se convierta en un sector productivo, descentralizado y generador de empleo sostenible con finalidades de acceso al financiamiento público y privado”. Sin embargo, esto está en veremos: Artesanías de Colombia hasta ahora está

conociendo el proyecto y en el Senado no se le da mucha importancia.

El palo no está para cucharas ¿Importancia? Roselino, Eugenio y demás maestros populares ya ni le prestan atención a la causa. Según Roselino, se cansaron de ser “trompos de poner de Artesanías de Colombia”. Para Marietta Calderón, la tejedora, “ya no estamos para fortalecer intereses políticos individuales desde asociaciones gremiales”. Estos viejos de La Candelaria ya no quieren saber de globalización, mercados transnacionales, jurisdicciones nacionales, cursos en el Sena o diálogos de saberes con diseñadores industriales. Les basta y les sobra con sentirse mayores, asumir cómo su territorio se llena de hostales para gringos ‘farreros’ y tiendas chic para curiosos con dinero y ver morir a sus compañeros. Saben que acá termina su legado: “A mis hijos yo no les recomiendo esto —dice Eugenio—, ya el palo no está para cucharas”. En lo que persisten es en dar la lucha desde lo que saben hacer, siendo felices cuando hacen una buena venta, cuando alguien admira y compra sus trabajos y cuando los invitan a algún espacio cultural. Siguen ahí. Quince artesanos que desde sus talleres ven pasar el tiempo a puerta cerrada con manos ágiles, cabezas duras y nostalgias vivas.

Los pasos digitales de la Biblioteca Nacional

Patrimonio Texto y fotos: Rubén Montenegro rubendm16@hotmail.com

Thalía Méndez y Javier Beltrán, al frente del laboratorio digital de la bicentenaria biblioteca.

DB: ¿Las ilustraciones también son de él?

CPD: Sí, él las hace a mano y se están constituyendo, además, como un archivo digitalizado dentro de la biblioteca. Igual, dentro del libro hay una galería donde se pueden ver las ilustraciones, pero el autor las hace a mano en papel bond. DB: ¿Cuál es el proceso de escritura del autor?

CPD: Escribe en computador. Hay unos textos que dentro del libro se ven escritos a máquina, esos sí los realiza de esa manera, no es una fuente que nosotros ponemos, sino que son los textos digitalizados por él mismo. DB: ¿Qué otros proyectos tienen en este momento?

En la celebración de sus 240 años, la Biblioteca Nacional de Colombia se sitúa a la vanguardia de las interacciones que tienen las personas con los libros y que han cambiado las dinámicas de lectura. Directo Bogotá conversa con Thalía Méndez y Javier Beltrán, miembros del Comité de Proyectos Digitales, que para esta entrevista identificamos como CPD.

* 240 Este 2017 se celebran los

años

años de la Biblioteca Nacional •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

• •• • • •• • • •• •

Directo Bogotá (DB): ¿Cuándo se creó la iniciativa Proyectos Digitales?

CPD: El laboratorio digital comenzó hace cinco años con una serie de proyectos e iniciativas en torno a este medio. Ahora hay varios proyectos andando, uno de ellos es el libro digital de Historia de Colombia y sus oligarquías 1498-2017, escrito por Antonio Caballero, que va en el séptimo capítulo, empezó a publicarse en julio, pero tiene un trabajo previo de unos dos meses en los que hay un grupo de profesionales entre editores, correctores de estilo, un diseñador y un programador, bajo la dirección del escritor. DB: ¿De quién fue la idea de reunirse con Antonio Caballero para realizar este libro? CPD: Antonio siempre tuvo la idea de publicar ese libro, pero fue la directora, Consuelo Gaitán, quien aprobó el proyecto en diciembre de 2015.

CPD: Nos encontramos en un periodo de transición bastante fuerte en la biblioteca porque estamos haciendo la migración del portal, entonces va a haber un rediseño de la página web de la biblioteca que estará listo este 2017 cuando celebramos los 240 años de fundación. Además, tenemos muy claro que hay varias líneas que hay que conservar en los proyectos digitales de la Biblioteca Nacional: uno es continuar el trabajo de la mapoteca digital, que es la digitalización de mapas de la biblioteca. Por otra parte están la Gaboteca, la Biblioteca Básica de Cultura Colombiana y las exposiciones digitales. DB: ¿Con cuáles instituciones trabajan para la digitalización de los mapas?

CPD: Con el Agustín Codazzi, el Archivo General de la Nación, el Archivo General de Indias, entre otras entidades. Mediante un proyecto digital tratamos de preservar en línea la colección patrimonial de mapas. DB: ¿Cuál es la intención de la Gaboteca?

CPD: La idea de la Gaboteca es mostrar todo lo referente a García Márquez que tenemos en la Biblioteca, para invitar a la gente a que venga a consultarlo. También hay contenidos relacionados, por ejemplo, entrevistas, audios, fotos de las portadas de sus libros, número de traducciones y algunos escritos breves. Además, va a tener una sección nueva sobre los libros que leyó Gabo para mostrar su relación con otros autores.

DB: ¿De qué tratan las exposiciones virtuales?

CPD: Buscan recoger patrimonio de la Biblioteca Nacional para mostrarlo ante el mundo. DB: ¿Cómo miden el número de personas que acceden a los proyectos y luego van a la Biblioteca?

CPD: Con Google Analytics y con esa base se hace el análisis, se recogen las estadísticas, cuándo hay picos, cuáles son los meses clave, cuánto es el tiempo de permanencia o por qué se quedan tanto o poco tiempo. Eso se cruza con la gente que viene acá y con las estrategias de divulgación. Solamente el libro de Antonio Caballero, hasta octubre de 2016, ya tenía 143.000 visitas. Es el producto digital más consultado de la biblioteca. DB: ¿Cuáles son los nuevos proyectos que tiene la biblioteca para el 2017?

CPD: Estamos desde el año pasado trabajando en uno muy especial que se llama Biblioteca Básica de Cultura Colombiana (BBCC), que está inspirado en todos los proyectos editoriales de bibliotecas populares o bibliotecas básicas que se han hecho en Colombia desde 1890. En otra época, en la casa de uno siempre había un búho del Instituto Colombiano de Cultura. Entonces, inspirados en esa tradición, con una tarea muy grande que nos puso el Ministerio de Cultura de elevar el índice de lectura en el país, empezamos a fomentar la lectura en formatos digitales de lo más excelso de nuestra literatura. Es un proyecto que va hasta el 2018 y se propone tener 150 títulos en línea en tres formatos: html5, e pub y pdf. Comenzamos el año con 65 títulos y para diciembre del 2017 vamos a alcanzar los 100. La BBCC tiene un propósito muy interesante, que es la apropiación de contenido: no solamente pone al servicio de la gente estos libros, sino que busca que haya grupos que realicen esta acción. Por ejemplo, en la Feria del Libro hubo un grupo que hizo la apropiación de textos de Candelario Obeso y cantaron allí sus poemas. Entonces, con base en esta iniciativa, hay varios proyectos para extraerlos del libro y atraer gente con nuevas ideas de lectura. Ese proyecto, como todos los demás, va dirigido a la Red Nacional de Bibliotecas Públicas, que

son 1.400, ese es el primer público objetivo que nos permite medir cómo se mueve esa red. Hay un hecho muy afortunado desde hace tres años, que es la donación de tablets de última generación a las bibliotecas públicas; por eso tomamos la decisión de hacer las bibliotecas en formatos digitales, porque es la mejor manera de acceder a un público al que normalmente no se llega con libros físicos y que es muy difícil de cautivar. Es una manera de llegar a generaciones, razas, etnias y comunidades que normalmente no tienen un acceso directo a las campañas de cultura o educación. Por ejemplo, en el caso del grupo Palentura, que realizó la apropiación de la obra de Candelario Obeso, lo que hicimos fue unir a las dos costas —San Basilio de Palenque y Buenaventura— para que interpretaran ese libro. También reunimos a muchos jóvenes escritores

Autocaricatura del escritor, Antonio Caballero.

Para el

2018 la Biblioteca tendrá 150 títulos en línea

• •• • • •• • • •• •

* Las

1.400 bibliotecas de la red

se benefician de los proyectos digitales •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

bogotanos, de los cuales escogimos a catorce para que reinterpretaran las Reminiscencias de Santafé y Bogotá, de José María Cordovez Moure; ellos hicieron unos relatos de ciencia ficción a partir de un taller sobre este tema con el escritor Juan Álvarez. De ahí salió un buen corpus de textos para un proyecto de hacer plataformas transmedia, al que invitaremos a la gente para que escriba y transforme los contenidos. Es decir, que puedan intervenir los textos digitales y que dialoguen con ellos. Hay otro proyecto importante que es la Semana del Libro y la Lectura Digital, que ya lleva cuatro versiones. Allí se dan cita las personas comprometidas con el mundo digital. Además, cabe resaltar que superamos el debate sobre el libro físico y el digital, de si uno va a acabar con el otro. Nosotros, como Biblioteca Nacional, más bien miramos cómo se transformó la conciencia ciudadana digital, cómo las nuevas necesidades de los ciudadanos nos obligan a

transformar los contenidos. Por ejemplo, las personas del taller de ciencia ficción leían el libro físico en la casa; luego en el bus, a través del celular, y cuando llegaban acá, en una tablet. Se transforma la experiencia de lectura porque ya no hay un solo libro, sino múltiples, y hay acceso a eso. De esta manera se estimulan nuevas competencias de lectura. Estamos viendo cómo el mundo digital hace que las empresas cambien, entonces estamos hablando de las humanidades digitales. Por ejemplo, en nuestros trabajos vemos a diario la importancia de que un ingeniero sepa de literatura; porque si necesitamos programar una plataforma transmedia para poesía, esta persona debe saber cómo son las estrofas o cómo se parte la rima. Entonces en nuestro grupo el diseñador debe aprender del humanista y viceversa. DB: ¿Cuáles son las profesiones que se encuentran dentro de esa área de Proyectos Digitales?

CPD: Ahora hay periodistas, diseñadores, ingenieros y comunicadores. Dentro del área hay un comité digital que está integrado por todas las áreas de la biblioteca, donde están Procesos Técnicos —encargados de la catalogación, indexación y organización de los libros en el sistema bibliotecario actual— Colecciones, Selección y Adquisiciones, Actividades Culturales, Investigación, Conservación y Sistemas. Proyectos Digitales se encarga de recoger lo que todas las áreas demandan para sacar los productos. DB: Por último, ¿cuál es la diferencia entre digitalización y edición digital?

CPD: La gente suele confundirlas, pero tienen dos misiones distintas. El objetivo de la Biblioteca Nacional de Colombia es digitalizar los documentos que tiene para preservarlos, esto es, pasar la información impresa a formatos virtuales, mediante máquinas muy sofisticadas…". Los documentos siempre corren el riesgo de dañarse por diversas causas. Entonces el público que los tiene que consultar, lo hace en esta plataforma y no toca el documento, y el bibliotecario tampoco. Mientras que la edición digital es un trabajo expreso para ese medio, que implica los mismos pasos de edición, diseño y producción que la edición física de un libro. Como lo es el libro de Antonio Caballero.

• •• • • •• • • •• •

Bogotá en la Web

Hay un nuevo

podcast

en el vecindario Texto y fotos: Laura Rojas Aponte @amarillopopis

Los podcasts están cogiendo cada vez más fuerza. Acá la historia de un podcast de divulgación académica, Ciudad de Datos, en la voz de su fundadora. •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Seamos honestos: ¿con qué frecuencia usamos nuestro tiempo libre para conocer resultados académicos? No sé ustedes, pero yo definitivamente no soy el tipo de persona que si tiene una tarde libre para leer, se sienta en el sofá a consultar resultados de investigaciones. Sin embargo, de un tiempo para acá, sí soy el tipo de persona que escucha a profesores universitarios hablar de su trabajo, y aprendo montones haciendo eso. Solo que ese aprendizaje no sucede leyendo en el sofá de mi casa, sino caminando hacia el trabajo, manejando mientras hago diligencias, cuando lavo la loza o arreglo mi cuarto. El cambio en mi rutina sucedió gracias a un formato: los podcasts. Un podcast es sencillamente un programa de radio que se descarga desde internet y se oye cuando uno lo desee. Eso implica un cambio enorme en la manera como se consume radio. Desde la perspectiva del oyente, los podcasts ofrecen conveniencia. El oyente puede escuchar sus programas favoritos cuando él quiere, desde el lugar que le apetece y en el dispositivo que le guste (un celular, un computador, una tablet, su reloj inteligente, en fin). Por oposición, la radio tradicional transmite los programas a una hora específica y si el oyente no sintoniza el dial, entonces no puede oírlos. Desde la perspectiva de los creadores de radio, los podcasts ofrecen más libertad. Mientras un periodista de radio tradicional debe pensar en lo que le gusta a la mayoría para ser comercialmente viable, un creador de podcast puede apostarle a hablarle un nicho y aun así tener una audiencia enorme, porque sus contenidos se distribuyen desde la red para personas que viven en diferentes partes del mundo. Esto se confirma con el hecho de que hay millones de podcast sobre todo tipo de temas; mascotas, ajedrez, economía, idiomas, cocina, viajes, poesía... y todos tienen una audiencia que justifica su existencia. Una analogía que uso con frecuencia para hablar de este formato es la siguiente: de la misma manera que YouTube cambió la manera como el mundo consume contenidos audiovisuales, los podcast están cambiando la manera como la humanidad consume radio.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • • •ç •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

Alexander y Sebastián, grabando un episodio.

• •• • • •• • • •• •

Yo los descubrí en el 2013 y desde entonces no he dejado de oírlos. Entre los primeros que oí está Freakonomics, un podcast en el que un periodista y un profesor de economía de la Universidad de Chicago analizan la vida cotidiana con teorías económicas. En adelante, me topé con una cantidad enorme de programas en los cuales profesores universitarios explicaban sus investigaciones y, para mi sorpresa, me descubrí aprendiendo de todo tipo de disciplinas en mi tiempo libre de la mano de profesores expertos en cada uno de esos temas. Las posibilidades de aprender escuchando podcasts son enormes. Por eso, cuando yo misma tuve la oportunidad de enseñarles a otros por medio de ese formato, no dudé mucho y monté Ciudad de datos, el nuevo podcast en el vecindario bogotano. Este programa empezó con una investigación de la Universidad Javeriana que tiene el mismo nombre del podcast, solo que un poco más largo. La investigación se titula “Ciudad de datos: datos masivos, ciudadanías y gubernamentalidad” y su tema de estudio es cómo se usan los datos en Bogotá y Medellín para el gobierno de esas dos ciudades. Me uní al proyecto en el 2014 y, cuando empecé a trabajar, me encontré con un grupo de profesores que discutían temas que yo no había estudiado antes y, para colmo, tenían una posición crítica que causaba todo tipo de indignación. Hablaban de términos como ciudad inteligente, comunidades de base hacktivistas, datos abiertos o infraestructuras de la información y, francamente, yo no entendía muy bien ni los temas ni el mal genio. Salía de las sesiones de estudio tan confundida como fascinada. En esos meses comprendí que si otras personas se encontraban con los resultados de esta investigación en los términos en los que los profesores hablaban de ella, pues también se iban a confundir.

La solución pareció obvia: hacer un podcast para explicar los resultados de esa investigación y contar a otros cómo funciona el mundo, pero haciéndolo mediante programas de radio como los que yo escuchaba. Luego de varios meses de estudio en la investigación, encontré que el tema de la ciudad y los datos es más importante de lo que parece. O sea, que si yo montaba un podcast no solo era para difundir los resultados de una investigación académica, sino también para hacer mejor a la sociedad en la que vivo. Verán, los datos cumplen una función cada vez más importante en nuestro mundo. Nosotros producimos datos todo el tiempo con nuestros celulares, computadores, relojes inteligentes, tarjetas de transporte, carnés universitarios, etc. Y esos datos son usados por organizaciones públicas y privadas para tomar decisiones sobre nosotros. Estoy convencida de que en la medida en que esto sea una realidad conocida por todos, tendremos una sociedad más saludable. Por eso, en Ciudad de Datos, el podcasts, tratamos de explicar de qué hablamos cuando hablamos de datos. Si bien los temas de este podcasts salieron de una investigación, los episodios no hablan de términos y conceptos aislados, sino de personas. Por poner un ejemplo, en el episodio dos contamos la historia de un colombiano, del Valle del Cauca, que vive en Vietnam pero trabaja para una empresa inglesa. David pasa su tiempo libre sentado en frente de su computador, abriendo datos públicos y haciendo que otros puedan acceder más fácil a la información del gobierno colombiano. ¿Cómo?, ¿por qué? Pues bueno, ese es el tema que sigue en el episodio. Y en el capítulo cuatro hablamos de Óscar Armando Lozano, un emprendedor de Santander que montó una aplicación desde la cual se puede saber toda la información tuya que está en Internet. Por medio de sus vivencias, hablamos de todos los datos que dejamos por ahí y cómo cualquiera puede acceder a ellos. El nuevo podcasts se puede escuchar por iTunes, SoundCloud, YouTube o en la web en www. ciudaddedatos.com. Es un show para aprender que se puede oír paseando al perro, tendiendo la cama o manejando.

Libros

Bocatto de librero Texto: Maryluz Vallejo M. maryluz.vallejo@javeriana.edu.co

En agosto de 2016 se presentó, en la nueva sede de la Librería Lerner en el norte de Bogotá, la biografía de Salomón Lerner, fundador de la icónica librería en 1958. Con la presencia del autor —que vive en Madrid— y la presentación del hoy procurador general de la nación, Fernando Carrillo, se cumplió el acto en el cual el librero, editor e impresor recibió la Orden Civil al Mérito Ciudad de Bogotá y la Gran Orden al Mérito Cultural por su labor a favor de la cultura en Colombia.

En Colombia, donde escasea el género de la biografía, tan significativo para reconstruir nuestra historia cultural, este libro que cuenta la vida del empresario argentino de origen judío Salomón Lerner, quien se radicó en Bogotá a mediados de los años cincuenta y abrió la emblemática Librería Lerner, es un bocatto di cardenale, mejor dicho, de librero. La historia del libro comenzó con una crónica sobre la Librería Lerner del centro que publicó el profesor Miguel Ángel Manrique en el programa Bogotá contada de la Secretaría Distrital de Cultura. La crónica llegó a manos de los Lerner que contactaron al escritor y lo invitaron a Madrid para que pudiera conversar largo y tendido con el patriarca de la familia. Después de una entrevista que se extendió por diez días y se amplió telefónicamente, el escritor y profesor de la Universidad Externado de Colombia complementó el reportaje biográfico con una minuciosa investigación histórica y con los testimonios de familiares, amigos y empleados de la librería. Así nos ofrece el contexto de los tres países donde Salomón Lerner vivió sus aventuras empresariales: Argentina, Colombia y España y los pormenores de sus quijotescos proyectos editoriales.

Salomón Lerner. Empezar de nuevo Miguel Ángel Manrique Nagrela Editores, Madrid, 2016

La nueva sede de la tradicional librería en la carrera 11 con calle 93A.

Con la vena de comerciante heredada de su padre, desde niño Salomón se inventó negocios, como vender espirales para espantar mosquitos y correas para relojes en los quioscos de las calles de Mendoza, Argentina. En su juventud fue marinero, fotógrafo, periodista; también amante del teatro, el arte y la poesía, amores que han perdurado en su vida y se han materializado en libros con su impronta. Caricatura de Chapete en El Tiempo, 1961, anunciando la nueva revista médica.

Llegó a Colombia en marzo de 1955 con 48 dólares en el bolsillo, un reloj de oro y una maleta grande con buena ropa porque sabía que la elegancia abría puertas. Su contacto en Bogotá era el catalán Juan Busquets Baró

El patriarca con dos de sus hijos, Diana y Rubén, tras la presentación del libro.

Salomón Lerner conversa con el autor del libro, Miguel Ángel Manrique la noche del lanzamiento.

• •• • • •• • • •• •

(papá de Ana María y María Antonieta Busquets de Cano), a quien apoyó con las ventas y exportación de avisos luminosos de neón. En este negocio, acorde con su chispa, logró la estabilidad económica en pocos meses. Luego se metió fugazmente en el negocio de la industria fonográfica, que no fue muy rentable, hasta que se estableció como distribuidor de libros. Visitando a los “próstatas ilustres” —como jocosamente los llama—, se relacionó con importantes juristas y rectores de universidades, entre estos, monseñor José Vicente Castro Silva, rector de la Universidad del Rosario, gracias a quien Salomón consiguió un local en la calle 14, donde abrió la primera sede de la Librería Lerner. Desde entonces contó con el apoyo de su joven esposa, Rosa Grimberg, una mujer culta y de familia adinerada que fue su aliada incondicional en el negocio hasta su muerte, y con la que tuvo cuatro hijos. Pensando en ella también abrió la bella sede de la calle 93. La biografía, con ocho capítulos, va repasando la trayectoria de Lerner desde que fundó la librería que, en 1967, trasladó a los sótanos del edificio Monserrate (donde funcionaron los talleres de El Espectador); siguiendo con sus grandes proyectos como editor de la Tribuna Médica, la primera revista especializada en medicina que se publicó en Colombia y que se distribuía en Hispanoamérica; los libros de arte, otra de sus pasiones —como el de Botero, considerado el mejor libro sobre el artista colombiano, también cercano amigo— hasta terminar con la enciclopedia Historia Extensa de Colombia, con la que hizo un aporte invaluable a la historia de su patria adoptiva. Ese mismo año, 1967, editó uno de sus libros más queridos, La iconografía del Libertador, de Enrique Uribe White, que salió con el sello de Ediciones Lerner. Su olfato de negociante lo llevó a descubrir, por ejemplo, los talleres donde se imprimió la revista El Gráfico, y cerró negocio con los hermanos Cortés para imprimir en sus máquinas hasta dos millones de ejemplares de Tribuna Médica para el mercado nacional e internacional, una osadía que nadie había tenido antes en Colombia. Para ratificar la importancia de esta revista estuvo presente la noche del lanzamiento del libro el

médico Juan Mendoza Vega, jefe de redacción de la revista durante largos años. Según él, “Salomón Lerner fue precursor de la globalización con su revolucionario proyecto editorial. Tenía el tino de apuntarle a lo que era en el momento que era”. Por todo lo anterior, aparte de las distinciones oficiales que recibió la noche en que presentó su libro, Salomón Lerner, a sus 87 años bien vividos, se merece un premio especial por creer en el futuro del libro y demostrarlo con la apertura de una librería con amplios y agradables espacios para hacer las veces de centro cultural. Y donde, por supuesto, hay una cafetería anexa, porque la Lerner fue una de las primeras librerías de Bogotá donde se les ofrecía café a los clientes. No encontró mejor manera de expresar su confianza en la vida presente y futura del libro físico. Cree, además, en el equipo humano que le ha manejado las sedes de su librería en los últimos años, durante los cuales no vino a Colombia. Ellos le responden con creces por el negocio como si fueran de la familia y por eso don Salomón les agradeció de forma emotiva durante esa noche de gala. Y en el libro se les rinde homenaje a tres de ellos: Hugo González, el primer librero, que se formó con Rafael Vega en la Librería Continental de Medellín, y murió en 2004; el administrador Alejandro Burgos y Alba Inés Arias, actual administradora de la sede norte, y quien lleva más de 30 años en la Lerner. También estuvo presente la noche del homenaje otro bibliófago, Conrado Zuluaga, quien contó que cuando llegó de Medellín a estudiar en la Universidad de Los Andes, hacia 1968, la Librería Lerner se convirtió en su segundo hogar. Y cuando empezó a trabajar como profesor prácticamente le dejaba el cheque de sus honorarios a Hugo González. Con el valor agregado de la voz del personaje, que va contando su fascinante historia sin aspavientos y con sentido del humor, como si todo hubiera sido más fácil de lo que en realidad debió ser; y donde también narra momentos dramáticos y dolorosos de su vida como la muerte de un hijo pequeño y una quiebra en su madurez; este libro nos ofrece un retrato de la Bogotá de los años cincuenta que recibió a

Lerner, con especial atención en la colonia judía y apuntes sobre los barrios y los lugares que frecuentaba. Una imprecisión histórica, como que Salomón recién llegado fue a alojarse en el Hotel Granada (derruido en 1953 para construir el Banco de la República) y varias repeticiones de testimonios, no empañan esta biografía, magníficamente editada, con numerosas fotografías del archivo familiar y la reproducción del cuadro de La coleccionista de arte (1977), donde Botero pintó al editor, de redondas formas, mirando el cuadro. La mirada al cuadrado.

Con el escritor Enrique Uribe White enseñando La iconografía del Libertador, que editó con su sello en 1967.

• •• • • •• • • •• •

62 suena bajo

Cuando el rock Texto: Angie Stephania Benavides Castro angie.benavides@javeriana.edu.co

Libros

Satisfaction, conversaciones con el rock Jacobo Celnik Aguilar, 2015 394 páginas $45.000

entrevistas con famosos personajes del rock •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••

En un libro que descansa sobre mi estante los párrafos son pentagramas; cada palabra, una nota, y la melodía, frenética. Los personajes se erigen y contorsionan sus caderas al compás del ritmo, todo es una incitación: los susurros se vuelven gritos y las caricias se tornan golpes. Y en el centro de todo: mi armadura hecha añicos. Nunca busqué una foto del autor, en secreto disfrutaba imaginarlo, delinear su silueta con las palabras que aún pendían de mi cordura, imaginaba sus facciones definidas, su mirada penetrante. El hombre que conocí tiempo después de mirada esquiva y de voz tenue no era nada parecido. En medio de esa charla comprendí que ese día no había conocido al escritor, sino al ser humano detrás del libro.

en más de diez años: desde cantantes, bateristas, guitarristas hasta managers, ingenieros de sonido e incluso, coristas. Once de esas entrevistas ya habían sido publicadas en Rockestra, un libro que escribió junto con Andrés Durán.

Cuando me acerqué a este libro esperaba algo similar: asomarme a esos planetas con fuerzas gravitacionales independientes pero girando en torno al mismo sol: el rock. Las luces se apagarían, las cámaras serían dejadas a un lado y ni un flash atravesaría mis oídos; el telón se cerraría y el artista descendería del escenario, se pararía frente a mí y me miraría. Yo me reconocería en él, en ese gusto por la música, en esas canciones que siempre dijeron lo que yo sentía y se me escapaba de las palabras. Me reconocería en ese ser humano que dejando de lado su fama era igual a mí. Nada de eso sucedió: las luces no se apagaron, los flashes nunca se detuvieron, el artista siempre estuvo en el escenario y nunca me sentí identificada.

De Celnik, que se declara fanático del rock, esperaba preguntas que fueran dardos y agrietaran la máscara de los artistas. En cambio, encontré preguntas insulsas y a un hombre tratando de demostrar su erudición. Cuando tuve el libro en mis manos lo primero que hice fue buscar en el índice qué había de Pink Floyd e irme directo a esa página, la primera pregunta que formula a Nick Mason, el baterista, es: “¿A qué le atribuye el cambio que tuvo Pink Floyd con el álbum Dark Side of the Moon?” y sentí que un gato negro se paseaba por mi lado, dinamitando mi suerte. La pregunta no fue un buen presagio. No hubo empatía por una sencilla razón: las “conversaciones íntimas” que promete la contracubierta nunca se dieron.

Satisfaction: conversaciones con el rock es un libro escrito por Jacobo Celnik donde convergen 30 entrevistas realizadas a personajes de grandes grupos de rock (Led Zeppelin, Yes, Cream, Rolling Stones, Queen y muchos más)

Lo que sí hubo fue una clase de historia del rock: un sinfín de nombres relacionados y datos para recordar. En este sentido, de lo que querría saber un fan hay poco, y de las preguntas de rigor, las previsibles, mucho.

Satisfaction está dividido en cinco partes que responden a las etapas que ha atravesado el rock: los primeros padres, los buenos muchachos, más allá del 69, la edad adúltera y antes del fin; además, incluye un prólogo escrito por Sylvie Simmons, periodista británica reconocida por su biografía del cantautor canadiense, Leonard Cohen; una presentación a cargo de Sandro Romero, escritor y director que comparte su pasión por el rock y un bonus track sobre Noel Gallagher.

De esa última gama rescato en particular algo, el único atisbo de empatía que sentí en el libro: en medio de los focos que apuntan a los personajes queda evidenciada la lucha por el poder, el deseo de ser validado y respetado. El frágil engranaje que agrupa personalidades disimiles bajo un mismo gusto puede ser quebrado en cualquier momento. Y pasa. Los grupos se separan. Los planetas se desintegran y mantenerse cerca del sol ya no es tan fácil, terminan las partículas flotando en el espacio sintiendo ese miedo humano de ser olvidado o encasillado, porque las etiquetas excluyen, limitan y el olvido es el arma implacable del tiempo, ese tictac que reverbera en la mente, recordando que nada es imprescindible. Las etiquetas marcan los pasos en el cemento y los hacen difíciles de borrar; el olvido es un desierto en el que las pisadas son borradas por el viento. La lucha de los grupos que se desintegran por mantenerse a flote de manera individual, por no ser siempre una sombra de su fama, queda evidenciada. Robert Plant es, quizá, la persona que mejor logra esto: mantener su identidad, lanzar un álbum como Lullaby and… The Ceaseless Roar y que este sea un total rompimiento con su pasado, un portazo que resuena en los oídos de los fans de Led Zeppelin advirtiéndoles que los tiempos ya no son los mismos y él tampoco lo es. Otros artistas no han corrido la misma suerte y han permanecido bajo la sombra de lo que terminó, buscando refugio en su antigua fama o incapaces de resurgir porque los comentarios del público los consumen en eternas comparaciones. Aunque hay cosas que pude analizar, el ángulo desde el cual terminé abordando el libro no fue el que esperaba: de la persona anhelante que desde su corazón esperaba entender a los individuos detrás de la música, pasé a la investigadora que los estudió. A pesar de la banda sonora que acompaña las entrevistas, que es un punto a su favor, no recomiendo leer este libro. Quizá tendrá valor para aquel que se acerque al rock como una materia de estudio. Pero para aquel que después de un día fatídico quiere desconectarse y en el trayecto del bus ponerse los audífonos,

subir el volumen de su canción favorita hasta que los oídos le duelan y dejarse llevar por las vibraciones que atraviesan su cuerpo, por los acordes que se inyectan en su sangre y la hacen fluir, el libro carece de valor, de esa chispa que le otorgaría un lugar en esa parte de la memoria que está conectada con el corazón. Esta persona, que siempre ha visto el rock como su hogar, no se sintió en casa.

•••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• •••••••••••••••••••••••••••••••••••• ••••••••••••••••••••••••••••••••••••

El autor, Jacobo Celnik.

• •• • • •• • • •• •

Humor / Juan David Olmos Egológicos

Hipocresía

Fotoensayo NariĂąo rock star II Biblioteca Nacional de Colombia Foto: Sergio Montenegro