Oficios 24
MEMORIAS DE BRONCE Texto y fotos: Paola Catalina Morales paola-moralesb@javeriana.edu.co
Rafael Franco se dedica a esculpir y fundir el bronce, y en su taller ha moldeado las figuras de aquellos que han definido la historia del país. Su oficio milenario, en medio del fuego y el metal, no solo conserva la memoria de una nación, sino también deja testimonio de un arte que solo toma forma con miles de grados centígrados. A Rafael Franco no le alcanza la boca para sonreír y debe hacerlo con el resto de la cara. De ojos felices y bigote negro, el escultor saca manotadas de casquillos de munición que el Ejército le vendió para fundirlos. Debe ser muy cuidadoso, pues de colarse una bala en el horno del taller, que llega a unos 1.200 grados centígrados, podría ser el fin del trato que ha hecho con el destino. O de su vida. Desde muy pequeño, Rafael estuvo en una carrera contra una fuerza desconocida que lo arrastraría siempre a un mismo punto, y, como a Edipo, cuanto más quiso aventajar las profecías del oráculo sobre su futuro, más cerca se encontró de él. Para Edipo fue matar a su padre y desposarse con su madre. Para Rafael fue ser reclutado por un grupo armado. Aunque no logró ganarle del todo al destino, pareció llegar a un acuerdo: en lugar de disparar las balas en el monte, pudo moldearlas en su taller. Quizá por eso sonríe tanto. En el taller todos los días son diferentes. Se levanta temprano, llega entre seis y siete de la mañana y sale entre diez y once de la noche. El resto del día se dedica a ordenar cosas, comprar materiales, estar pendiente