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Quizás no son tantos como los que se dan en las tierras antioqueñas. Pero la arquidiócesis de Bogotá ha prestado y sigue prestando un servicio importante a la Iglesia, sobre todo en Colombia, con la consagración de algunos de sus sacerdotes para el ministerio episcopal. Recordemos, con gratitud y admiración algunos de los nombres que han sido portadores de la mitra en Bogotá y diversas regiones del país: Luis Augusto Campos Flórez, Pedro Manuel Salamanca Mantilla, Luis Manuel Alí Herrera, Héctor Cubillos Peña, Francisco Nieto Súa, Héctor Gutiérrez Pabón, Óscar Urbina Ortega, Roberto Ospina León - Gómez, Guillermo Álvaro Ortiz Carrillo, Gabriel Romero Franco, Enrique Sarmiento Angulo, Mario Revollo Bravo, Víctor López Forero, Fabio Suescún Mutis, Alfonso López Trujillo, Octavio Ruiz Arenas, Pablo Correa León, Luis Concha Córdoba, Crisanto Luque Sánchez, Emilio de Brigard Ortiz, Joaquín García Ordóñez, José Gabriel Calderón Contreras, Alberto Uribe Urdaneta… Amplia e importante pléyade de servidores de la Iglesia.
¿Se puede hablar de algunas características comunes a todos estos prelados que vivieron su vida presbiteral dentro del clero de la arquidiócesis de Bogotá? Sin duda que sí. Un jesuita ha definido la Iglesia de Bogotá, no como una iglesia tra dicional, sino como una iglesia clásica. Me gusta esta definición pues en buena medida hace justicia a la historia de la arquidiócesis de Bogotá. Y este ser clásico ha sido impronta del carácter del clero de Bogotá. Sacerdotes formados en la más profunda tradición sacerdotal de la Iglesia católica. Hombres que recibieron en el Seminario Mayor de San José una formación filosófica y teológica seria, pro funda, amante del magisterio eclesial de siempre. Personas que han amado a la Iglesia por encima de cualquiera de sus máculas y que han caminado dentro de ella aún en las etapas más complejas y difíciles. Sacerdotes con una relación con el obispo que ya quisieran disfrutar el resto de obispos de la nación. Fraternos como pocos en todas las horas, especialmente en aquellas aciagas y quizás oscuras. En síntesis, sacerdotes, si bien no perfectos, luchando por ser como los quiso Dios y los quiere la Iglesia.
La tarea episcopal se ha tornado aún más compleja hoy en día. Y para su ejer cicio requiere de hombres de Dios con muchas de las virtudes señaladas y las de más que exija cada lugar donde se encuentra el pueblo de Dios. En el magisterio del papa Francisco él quisiera ver unos obispos en salida, entusiasmados, más aún, apasionados por su apostolado, no demasiado apegados al aire acondicio nado y tampoco detrás de un escritorio. En otras palabras, el deseo del santo padre apunta a romper un cierto esquema gerencial que se les ha impuesto hoy a los prelados y que les puede hacer perder el celo apostólico, el gusto por la visita pastoral, la alegría de encontrarse con el pueblo de Dios, especialmente con el más pobre y también, cosa gravísima, el cariño por los sacerdotes, pese a todas las limitaciones que estos puedan tener. En todo caso, ser obispo hoy en día es tarea heroica. Por eso, es prudente que lleguen a esta dignidad hombres ya maduros y que deban ejercer este servicio por unos tiempos no demasiado extensos pues la vida está cambiando aceleradamente y no siempre es fácil llevar el paso de la época por demasiados años.
La reciente consagración como obispo de la diócesis de Socorro y San Gil de monseñor Luis Augusto Campos Flórez nos da pie para estas reflexiones. Fue y sigue siendo una acontecimiento, no solo majestuoso y hermoso, serio y digno, elegante y sobrio, al mejor estilo de esta iglesia clásica, la de Bogotá. Un momento potente de Iglesia y que nos ha recordado que, más allá de los límites de las juris dicciones eclesiásticas, ella es una y se le puede servir en cualquier parte y en todo momento. Encuentro también de revitalización de todo el cuerpo eclesial que, al verse reunido y unido, vuelve a descubrir que tiene muchos miembros y fuerzas para renovar la tarea recibida y que no es otra que la de anunciar el Evangelio de Jesucristo a todas las gentes. En la ordenación de cada obispo, en este caso sur gido del seno mismo de la arquidiócesis de Bogotá, la Iglesia también reconoce el trabajo de la iglesia particular y de su clero, representado en forma eximia por quién ha recibido la plenitud del sacerdocio. Así como nos gozamos en la orde nación del nuevo obispo Campos Flórez, reflexionamos en la importancia que tiene para la Iglesia universal el que el clero de cada diócesis brille siempre por las virtudes del buen pastor en cada uno de sus sacerdotes.
Rafael de Brigard Merchán, Pbro. DirectorLa Catedral estaba colmada, presbíteros de Bogotá y las diócesis urbanas, los de Socorro y San Gil; los obispos, los diáconos permanentes, los seminaristas, las comunidades religiosas, los amigos, la familia, los fieles… ¡Todos jubilosos!
La consagración episcopal de monseñor Augusto Campos Flórez tuvo lugar el sábado 8 de febrero en la Catedral Pri mada de Bogotá.
La jornada empezó con la Profesión de Fe, en la capilla pri vada del Palacio Arzobispal. Monseñor Luis Augusto estuvo acompañado por el señor cardenal Rubén Salazar Gómez; por el arzobispo emérito de Villavicencio, monseñor Octavio Ruiz Arenas, los obispos auxiliares de Bogotá Pedro Sala manca y Manuel Alí; el señor canciller, padre Ricardo Pulido y por el Consejo Episcopal, conformado por los ocho vicarios episcopales territoriales: Juan Álvaro Zapata, Padre Mise ricordioso; Germán Medina, San Pedro; Nelson Ortiz, San Pablo; Daniel Delgado, Cristo Sacerdote; Alberto Forero, San José; Julio Solórzano, Inmaculada Concepción, Yoani Cupi tra, Espíritu Santo y William Casas, Santa Isabel de Hungría. También por el padre Pablo Pinzón, presbítero acompañante y monseñor Jaime Mancera. Después se desplazó por la Carrera Séptima, en una calle de honor del Batallón Guardia Presidencial y, su banda de músicos interpretó aires de la tierra santandereana, hasta la Catedral, en donde fue recibido por el Capítulo metropolita no, como es costumbre de esta iglesia.
La ceremonia estuvo acompañada por uno de los coros de la Catedral, dirigido por el organista titular, maestro Vincent Heitzer, con música tradicional del Seminario Mayor de Bogotá.
La eucaristía fue presidida por el señor cardenal Rubén Sala zar como ordenante principal y los arzobispos Luis Mariano Montemayor, nuncio de Su Santidad en Colombia y Octavio Ruiz Arenas, emérito de Villavicencio y secretario del Pon tificio Consejo para Promoción de la Nueva Evangelización, como co-consagrantes.
Finalizada la ceremonia, monseñor Augusto se dirigió a la asamblea. Fraternidad comparte sus palabras:
“Mehaenviadoparadarlabuenanoticiaalospobres…”(Is61,1)Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 3
El encuentro del Señor Resucitado con Pedro, verdadera experiencia dis cipular y misionera, transcurre como un diálogo entre dos amores.
El Resucitado se hace presente en la vida de Pedro con su amor cruci ficado, amor hasta el extremo, amor incondicional, amor que ha sido trai cionado y aún así se arriesga a soli citar y esperar de parte de su amigo un amor también total, mayor que cualquier otro y mayor que el de los demás.
Pedro apenas acierta a reconocer que su pobre amor nunca llegará a la totalidad del don que su Maestro ha hecho de sí mismo, el cual, en un acto sorprendente de condescendencia, parece adaptarse a la medida limitada del corazón de su discípulo: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que es tos? ..., ¿me amas? ¿me quieres?» y ahí, precisamente ahí, en este encuen tro desbalanceado entre dos amores, nace un nuevo llamamiento y una misión definitiva, que hará del dis cípulo que niega a su Maestro aquel que confirme a sus hermanos en la fe.
Todo parece indicar que sólo cuan do se vive la experiencia de los pro pios límites y de las propias debilida des es cuando se está preparado para asumir una responsabilidad en la co munidad del Resucitado.
En palabras del Papa Benedicto, “también Pedro tiene que aprender que es débil y necesita perdón. Cuan do finalmente se le cae la máscara y entiende la verdad de su corazón débil de pecador creyente, estalla en un llanto de arrepentimiento libera dor. Tras este llanto ya está preparado para su misión.”
Lo que lo acredita para su misión de pastor es su triple confesión de amor que, no obstante su limitación, le permitirá permanecer siempre abierto al amor incondicional de su Señor, para sostenerse y renovarse en él, y para convertirse en su tes tigo: por ello, como Pablo y todos
los demás evangelizadores, no podrá nunca enorgullecerse sino de Cristo, y éste Crucificado, a quien anunciará hasta el fin de su vida.
El desbalance de este encuentro de amores es precisamente lo que per mite que brille su hermosura, pues ahí es donde se descubre que la vida de la persona elegida no puede enten derse, a riesgo de desvirtuarse por la vanidad, sino desde la inagotable no vedad del don del Señor. En el amor del Señor, todo es don: es don de Dios la vida, como lo son también la fe, la vocación, la libertad para permane cer fiel o para convertirse de la infide lidad, el testimonio, la comunidad, la variedad de vocaciones en la Iglesia, la misión, incluso el complejo mundo actual que tanta necesidad tiene del Evangelio de Cristo.
Queridos hermanos aquí presentes: ayúdenme a pedirle al Señor Resuci tado que me dé un corazón contem plativo y acogedor de su amor hasta el extremo, de modo que mi amor pobre y limitado hacia Él y hacia mis hermanos sea cada vez mayor.
En uno de los días que siguieron al encuentro con el Señor Nuncio, cuan do él me comunicó el nombramiento del Santo Padre, llegó a mis manos en mi oración una bella meditación de adviento, centrada en la actitud vital de María, a quien le entrego hoy mi ministerio episcopal.
Esta es la meditación:
A la altura del corazón
Allí aprendió a vivir María, después que el ángel la dejó. Sin saber decir palabra, sin poder decir que no.
Allí entendió que los silencios ha blan y que las palabras, a veces, callan, que vivir no requiere, saber y ganar, sino sólo aprender a escuchar.
Allí su ser se abrió al misterio, en trando en ella lo no esperado.
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 5Ya no hubo rutas ni indicadores que al andar le dieran seguridad.
Allí, a la altura del corazón, sólo la fe le puede al miedo. El amor, en María, ya no tuvo frenos: el pesebre, Nazaret, el calvario. (Seve Lázaro, sj) Efectivamente, allí, “a la altura del corazón”, al suplicar que pudiera en tender que vivir no requería saber y ganar, sino sólo aprender a escuchar, me puse en actitud intensa de aco gida agradecida y comprometida del don del Señor.
Allí, “a la altura del corazón”, como María, pedí que mi ser se abriera completamente al misterio que pe netraba de lleno y envolvía comple tamente mi existencia, invitándome de nuevo a no detenerme nunca en el apasionante trasegar por las sendas del amor liberador del Señor.
Allí, “a la altura del corazón”, anhe lé no tener rutas ni indicadores que me dieran seguridad, por lo cual pedí insistentemente el don de la libertad, especialmente respecto de mí mismo, para ser capaz de un amor mayor, al Señor, a su Reino y a mis hermanos, de donde brotara una actitud perma nente de servicio y de ofrenda de mi propia vida.
Allí, “a la altura del corazón”, supli qué una fe fuerte que me permitiera afrontar cualquier miedo, de modo que viviera cada día apoyado en un acto renovado de gozosa, arriesgada y amorosa confianza en el amor del Señor.
Allí, “a la altura del corazón”, les pido a todos ustedes que se unan a todas estas súplicas que me siguen acompañando, al acoger el don que el Señor me hace a través del llama miento del Santo Padre Francisco al episcopado y hoy, allí, “a la altura del corazón”, los abrazo, agradecido, a todos:
• al Santo Padre, en su misma per sona, y en la persona del Señor Nuncio;
• al Señor Cardenal Rubén Salazar Gómez, mi obispo consagrante, quien me permitió servir como su vicario, y en cuya paternidad, fra ternidad y amistad reconozco un inmenso don del Señor;
• en memoria de mi madre Isabel y de mi padre Justiniano, a mis ama dos hermanos y a sus respectivas familias:
• a toda la amplia familia Campos Flórez: mis tíos, primos y sus fa milias;
• a mis amigos, unos de hace muchos años, otros de una hora más recien te, cuya amistad me honra y me en riquece;
• a mi amada Arquidiócesis de Bogo tá, a quien le debo tanto porque de ella he recibido todo;
• a mis hoy hermanos obispos, quie nes me acogen fraternalmente y a quienes les expreso mi amistad y mi total disponibilidad para permane cer en su servicio;
• a los presbíteros de Bogotá, mis hermanos de vocación y de misión, quienes siempre encontrarán en mí a su amigo y hermano que los quie re con el corazón, y que ha querido apasionarse con ellos en el gran de safío de ser un presbiterio evangeli zador, fiel al Señor y al tiempo que nos corresponde vivir:
• a los presbíteros de otras diócesis, hermanos en el don recibido y en la misma misión pastoral;
• a los queridos laicos, de las distintas comunidades parroquiales, parti cularmente de San Bernardino de Soacha, San Francisco de Paula y San Tarcisio, de las vicarías episco pales, de la amada vicaría del Espí ritu Santo, de la curia arquidioce sana, de los movimientos eclesiales, cuyo testimonio de fe y de servicio me edifica;
• a los religiosos y religiosas cuya vida, signo del Reino, me invita a ser
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá• transparencia del amor absoluto del Señor;
• a los Seminarios de la Arquidióce sis, sus formadores y seminaristas, quienes me permitieron acompa ñarlos en una delicada experiencia de discernimiento, de crecimiento y de configuración con Jesucristo, Maestro, Sacerdote y Pastor;
• a la Iglesia y a la comunidad de Socorro y San Gil, a su pastor a quien sucedo, monseñor Carlos Germán Meza, a su querido pres biterio, a sus laicos y religiosos, quienes me acogen con fe, calidez y amistad, y a quienes les entrego desde ya mi ministerio.
Allí, “a la altura del corazón”, les renuevo a todos ustedes en este mo mento, ante la imposibilidad de ha cerlo personalmente con cada uno al final de la celebración, mi grati tud por todo lo vivido durante estos años, por todo lo que me han ofreci do, por su presencia en esta eucaris tía de ordenación episcopal, por su oración por mí; y allí, “a la altura del corazón”, les reitero mi cariño since ro y mi amistad, esté yo donde esté.
Vuelvo la mirada hacia el encuentro transformador entre el Señor Resuci tado y Pedro, quien en las lágrimas de su fragilidad descubrió su verda dera fortaleza.
Quiero, como él, asumir el pasto reo que hoy se me confía poniendo en el centro de mi vida, con mayor conciencia y amor, a Jesucristo Cru cificado y Resucitado: al contemplar lo, especialmente en su Cruz y en su ofrenda eucarística, comprendo más y más que solo se encuentra un sen tido a la vida cuando se encuentra a quien donarla.
La obra del Señor es una obra de vida, de consolación, de transforma ción y de liberación. Y el mundo de hoy necesita vivir, ser consolado, ser transformado y ser liberado, con el don del Reino, la fuerza de la Pascua de Cristo y la luz de su Evangelio.
Que el Señor, con la intercesión de María, la Inmaculada Concepción, Nuestra Señora de Guadalupe, Nues tra Señora del Socorro, me conceda alegría, convicción, lucidez, discer nimiento, fe, esperanza y amor para servir a su obra, sirviendo a la dióce sis de Socorro y San Gil, procurando que mi corazón palpite al ritmo del corazón de Cristo, Buen Pastor. F
Bogotá, sábado 08 de febrero de 2020 Catedral Primada
El padre Ismael Peña besa el anillo del nuevo obispo
Todo parece indicar que sólo cuando se vive la experiencia de los propios límites y de las propias debilidades es cuando se está preparado para asumir una responsabilidad en la comunidad del Resucitado.
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 9
La arquidiócesis de Bogotá, en su empeño permanente por un servir mejor y más cercanamente a sus fieles, ha reestructura do los territorios vicariales del centro y suroriente de la ciudad.
En la más reciente Asamblea General del Presbiterio, monseñor Julio Solórzano, vicario episcopal territorial de la Inmaculada Concepción, explicó las razones y los resultados de esta rees tructuración de los territorios vicariales.
En los últimos años la arquidiócesis de Bogotá se ha remozado creando parroquias a lo largo y ancho de su territorio, ha creado también nuevas divisiones administrativas y pastorales, como son las vicarías de Padre Misericordioso, al nororiente y San Pa blo Apóstol y Santa Isabel de Hungría, al sur. Estas dos últimas vicarías tomaron territorio y parroquias, ma yoritariamente, de la vicaría del Espíritu Santo, quedando esta última con apenas 23 parroquias, mientras la vicaría de la In maculada Concepción tenía 54 y San José 46.
Por las consideraciones anteriores, buscando propiciar una ma yor eficacia en lo pastoral, equidad en lo administrativo y cer canía con los fieles, se decidió que se debía agrandar el territorio vicarial de Espíritu Santo.
El padre Yoany Cupitra ha sido nombrado como vicario de Espíritu Santo, en reem plazo de monseñor Augusto Campos.
Monseñor Julio Solórzano, vicario episcopal territorial de la Inmaculada Concepción. V.E.T. de Cristo Sacerdote San José la Inmaculada Concepción V.E.T. Espíritu Santo V.E.T. San Pablo V.E.T. Santa Isabel de Hungría
De la Inmaculada Concepción se tomaron nueve: Nuestra Señora de Belén, San Marcos, Nuestra Señora de las Cruces, Nuestra Señora de los Dolores, Santa Helena, Sagrado Corazón-Voto Nacional-, Hospital San José, San Roque San Alberto Hurtado.
De San José pasaron las parroquias: Jesucristo Luz del Mundo San Javier
La Orden Hospitalaria de San Juan de Dios cumple un siglo de su “segunda presencia” en Colombia, dedicada a cuidar a los enfermos más pobres y humildes. Celebró con gran alegría el 21 de diciembre en la Catedral Primada, en ceremonia presidida por el señor cardenal Rubén Salazar.
Del fundador de la Orden, San Juan de Dios, se dijo en su momento que estaba loco y por ello fue recluido en Granada; “del poco dormir y del mucho rezar está loco el portugués”, repetían.
Juan de Dios se dedicó en cuerpo y alma a aliviar la enfermedad de los más pobres y abandonados, mendi gando logró levantar un gran hospital para “todos los enfermos y abando nados que encontraba por la calle, les atendía convenientemente, los lavaba, les daba de comer y beber, y les pro
curaba medicamentos, atendiéndolos con gran solicitud en las necesidades del alma y del cuerpo”.
Cuando murió en Granada, Espa ña, en marzo de 1550, ya había lo grado fundar la orden hospitalaria que aún hoy cumple con la misión de atender a los enfermos abando nados y necesitados de auxilio físico y espiritual.
A Colombia llegaron casi al tiempo que los conquistadores es pañoles y tuvieron lo que su carisma exige: hospitales a lo largo y ancho del país, pero a finales del siglo XIX fueron expulsados y confiscados sus bienes. Volvieron en diciembre de 1919, hace un siglo y por eso cele brarán por lo alto. El padre Luis Ma ría Aldana Velásquez, nos recibió, para contar un poco de la historia, del momento actual y de la próxima celebración.
Aunque esta orden es de herma nos, algunos pocos optan por el sa cerdocio, encaminados al servicio espiritual de los enfermos en los hospitales, principalmente. Cuenta el padre Aldana que, dentro de la
formación de la comunidad, luego de terminar su preparación espiri tual y del carisma de la Orden, eligen una profesión secular encaminada a atender a los enfermos, sea medici na, psicología, algunas terapias, etc.
Tiene la Orden algunas clínicas, principalmente psiquiátricas, pues de entre los enfermos son estos los más abandonados y vulnerables; también centros en donde se reciben a niños y ancianos, como en Cazucá.
El padre Aldana cuenta que la Pro vincia de Nuestra Señora del Buen Consejo, que cubre el territorio co lombiano, tiene en Bogotá parti cipación en Méderi, cuyas clínicas han sido certificadas por Icontec, así forman parte de las 47 entidades cer tificadas entre las más de 1500 que funcionan en el país. El hermano Daniel Alberto Márquez Bocanegra es el actual provincial.
La Clínica de Nuestra Señora de la Paz, la Escuela para Auxiliares de Enfermería San Rafael y el Colegio Bilingüe San Juan de Dios son las obras con presencia permanente de la Orden en Bogotá. F
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 11
Monseñor Luis Manuel Alí, obispo auxiliar de Bogotá, tiene bajo su responsabilidad pastoral el Centro de Comu nión y Participación, que abarca la coordinación de evan gelización de la familia; de la vida consagrada; de la vida laical; de la vida parroquial y de los ministerios ordenados.
La vida consagrada en la arquidiócesis de Bogotá em pieza con el hecho fundacional mismo, ya que la primera Eucaristía fue celebrada por un fraile dominico, fray Do mingo de las Casas. De ese día hasta hoy las comunidades religiosas han participado de la vida pastoral, educativa y civil de la ciudad.
Sin embargo, sólo hasta ahora, el Centro de Comunión y Participación se ha puesto en la tarea de la elaboración minuciosa de un directorio de las comunidades religiosas masculinas y femeninas, las sociedades de vida apostólica y los institutos seculares.
Este directorio presenta, además del esperado listado de dichas instituciones, una explicación de las características de cada una, según el derecho canónico; además de sus ca sas y obras, la novedad también pasa por describir la activi dad de cada una. Por ahora puede adquirirse en la Vicaría de Evangelización.
Monseñor Alejandro Henao De Brigard, coordinador ar quidiocesano de la Vida Consagrada, está detrás de la tarea de allegar toda esta información, como lo informara en el día de la Vida Consagrada de 2019.
Hace casi 500 años se fundó nuestra ciudad y desde en tonces en la obra evangelizadora, que siempre ha compren dido el anuncio de la Palabra y la promoción social de sus habitantes, han trabajado codo a codo con obispos y sacer dotes diocesanos, miembros de comunidades religiosas e institutos de vida consagrada.
El señor cardenal Rubén Salazar escribió la presentación del directorio, texto que Fraternidad comparte:
“Quiero recordarles además que varios obispos de nues tra Arquidiócesis, tanto titulares como auxiliares, fueron religiosos.
Algunas comunidades religiosas llevan cientos de años haciendo presencia en nuestra Iglesia local, otras han llega do más recientemente y no pocas de ellas han nacido aquí. La labor de hombres y mujeres consagrados con sus dife rentes carismas y apostolados ha sido la respuesta oportu na a las circunstancias cambiantes de la ciudad cuando fue
necesario defender la dignidad de las personas, ayudar a su promoción humana y favorecer el encuentro con el Se ñor para que sea conocido, amado y seguido.
El directorio que quiero poner en sus manos preten de ser una ayuda para facilitar las relaciones entre la Ar quidiócesis y las comunidades, y de éstas entre sí. Si nos conocemos mejor y valoramos cuanto hacemos, si nos co municamos y colaboramos en la común misión, la labor será más eficaz y el testimonio de comunión será en sí un anuncio elocuente de la buena nueva del Reino de Dios.
Espero que este instrumento ayude a hacer más visible la inapreciable presencia y obra de los institutos de vida consagrada para que sean convenientemente apreciados y, reitero, nos facilite los proyectos que venimos llevando a cabo en el Plan de Evangelización en el que habiendo to mado un Nuevo Rumbo ahora asumimos un Nuevo Rit mo bajo el impulso del Espíritu Santo.” F
Cardenal Rubén Salazar GómezArzobispo de Bogotá, Primado de Colombia
Publicación del directorio de Institutos de Vida Consagrada
El directorio que quiero poner en sus manos pretende ser una ayuda para facilitar las relaciones entre la Arquidiócesis y las comunidades, y de éstas entre sí.
Con frecuencia el señor Arzobispo nos ha invitado a ejercitar nuestra condición de pastores y guías de la comunidad en el llamamiento a nuevos servidores de la tarea evangelizadora, superando el simple recurso a los avisos parroquiales.
La Iglesia crece cada día más en la conciencia de ser el sujeto de la evangelización. Al respecto, el papa Francisco afirma: “La evangelización es tarea de la Iglesia” (EG 111). Pero, al mismo tiempo, nos previene: “(…) este sujeto de la evangelización es mucho más que una institución orgánica o jerárquica, porque es ante todo un pueblo en camino hacia Dios” (EG 111).
Es necesario cuestionar, entonces, la mentalidad según la cual el papel evangelizador sería solo cosa de los ministros or denados o de los religiosos, mientras que a otros miembros les correspondería solamente una colaboración. Afirma el papa Francisco: “La nueva evangelización debe implicar un nuevo protagonismo de cada uno de los bautizados” (EG 120). Por lo tanto, es difícil imaginar en la Iglesia un bautizado que no sea solamente destinatario pasivo de las acciones pastorales de otros y no sujeto activo de la evangelización. Desde el mo mento en que una persona vive una verdadera experiencia del amor de Dios que salva, no se tiene necesidad de mucho tiempo para ir a anunciarlo ni puede esperar que le sean im partidas muchas lecciones o instrucciones prolijas.
La renovación misionera de las parroquias implica cambiar nuestra imagen de la parroquia como un lugar en el que el pá rroco o algunos laicos especialmente calificados ofrecen algu nos servicios evangelizadores a una comunidad que anuncia a Jesucristo y en la que cada uno de sus miembros se siente llamado a dar testimonio del amor de Dios.
Cada uno de los miembros de la comunidad ha de saberse enviado a evangelizar y debe, por lo tanto, tener al menos una comprensión básica de lo que significa evangelizar y de cómo puede realizar esta tarea en la cotidianidad de su vida. A veces corremos el riesgo de pensar que la evangelización acontece únicamente cuando organizamos actividades de carácter social, ritual o profético y, por lo tanto, corremos el riesgo de olvidar, que la evangelización acontece habitualmente en el contacto con las personas, a través del testimonio de la vida cristiana, del diálogo y de la narración de la experiencia de Dios que cada uno vive. Mención especial merece aquí la tarea evangelizadora que los padres pueden cumplir respecto de sus hijos. Urge que las familias sean verdaderas escuelas de fe, pues el papel de los padres es insustituible en la transmisión de la fe.
Otra expresión del dinamismo evangelizador de la parro quia es la vinculación de sus miembros a comunidades de formación o de servicio en su seno. Si bien es cierto, la célula básica para la trasmisión de la fe es la familia, la consolidación de la adhesión de fe a la persona del Señor Jesucristo, requiere de ámbitos comunitarios que desbordan el cuadro familiar y que permitan a los feligreses vivir la experiencia de ser parte de la gran familia de Jesús, en la que cuentan lazos distintos a los de la sangre y de irradiar la fuerza del amor cristiano más allá de la propia familia o del grupo de las personas más cercanas. Por otra parte, muchas familias no están hoy en con diciones de realizar el primer anuncio, ni de acompañar en lo que les corresponde la iniciación cristiana de sus hijos. Aquí las comunidades de fe resultan todavía más indispensables.
Pero esta participación de todo el Pueblo de Dios en la mi sión y la vida de las parroquias se manifiesta hoy con particu lar fuerza en los diversos ministerios y servicios que los laicos ejercitan al interno de la comunidad y en su participación en los consejos pastorales y económicos. Con frecuencia el señor Arzobispo nos ha invitado a ejercitar nuestra condición de pastores y guías de la comunidad en el llamamiento a nue vos servidores de la tarea evangelizadora, superando el simple recurso a los avisos parroquiales. Es evidente que de manera solitaria o aislada no podríamos responder a los múltiples de safíos que la cultura actual y nuestra ciudad región le plantea a nuestro quehacer evangelizador.
Es claro también que la tarea de llamar debe tener un carácter más personal y ser, por eso mismo, fruto del contacto del pá rroco con los feligreses, del diálogo de acompañamiento que les brinda a los miembros de su comunidad y del discernimiento.
Todo esto nos hace pensar en una imagen verdaderamente sinodal de la Iglesia en la que el Pastor no sea un hombre or questa, sino un director del ensamble de los diferentes instru mentos; servidor que goza del carisma del conjunto y no del conjunto de los carismas; párrocos que sean verdaderos ani madores de sus comunidades, que las presidan en la caridad y que hagan camino con su pueblo, ministros ordenados que disciernan con sus comunidades la voluntad de Dios y que la realicen en comunión con sus laicos y religiosos. F
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 13
Pedro Manuel Salamanca ■ Vicario Episcopal de EvangelizaciónMonseñor Luis Manuel Alí, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, en la imagen de un reciente congreso en México, con la presencia del padre Hans Zollner y el obispo Charles Scicluna, entre otros
Monseñor Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de Bogotá, es miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, que creada por el papa Francisco, ha recibido el mandato de “… la protección eficaz de los menores y adultos vulnerables, que prescindan del credo religioso que profesan, porque ellos son los pequeños que el Señor mira con amor. A mis colaboradores pido todo el compromiso posible a fin de que me ayuden a responder a las exigencias de estos pequeños”.
Monseñor Alí ha atendido una entrevista con el portal Vatican News, que Fraternidad reproduce:
Responsabilidad, rendición de cuen tas, transparencia. Fueron palabras que resonaron un año atrás en el Vaticano en el Encuentro querido por el Sumo Pontífice para tutelar a los más vulnerables de los abu sos por parte de miembros del cle ro. Se trató de un meeting en el que los presidentes de las Conferencias Episcopales del mundo, o sus repre sentantes, se pusieron en actitud de escucha y discernimiento ante un tema que causa dolor e indignación en todo el mundo. Los pastores de la Iglesia renovaron el compromiso de llevar adelante gestos concretos que terminen para siempre con este flagelo. ¿Cuáles pasos se han dado
en América Latina? ¿Son suficientes?
A monseñor Luis Manuel Alí Herre ra, miembro de la Comisión Pontifi cia para la Protección de los Menores, nos dirigimos para tener la visión ge neral del camino realizado.
Vatican News (VN): El año pasado hablamos sobre los frutos que usted esperaba del encuentro. Habló pri mero de la necesidad de “poner un acelerador”, es decir, que todas las conferencias episcopales sientan el tema como prioritario y urgente. ¿Se ha plasmado esta aceleración tras el encuentro?
Monseñor Alí (MA): En este año sí he percibido unas respuestas más contundentes y eficaces en todas las conferencias episcopales de Lati noamérica y el Caribe. Ciertamente algunos países van más avanzados que otros, adquiriendo un liderazgo en toda la región, pero en general hemos percibido, desde la Comisión Pontificia y desde el trabajo que ejer zo en esta parte de Latinoamérica y el Caribe, una celeridad en todas las respuestas que han realizado las cir cunscripciones eclesiásticas. De igual manera percibo esa preocupación por las comunidades de vida consa grada regional.
El obispo Alí hace énfasis en la la bor realizada por los agustinos re coletos, por ejemplo, quienes “han retomado todas las iniciativas y las propuestas” centrándos e “no sola mente en una provincia sino en toda
la presencia que tienen en las regio nes latinoamericanas y de El Caribe”. Y sin duda alguna, añade, “una de las instituciones líder en toda la región, es el Centro de investigación y for mación interdisciplinar para la pro tección del menor (CEPROME), de la Universidad pontificia de México”, quienes en el año ofrecieron cursos de prevención en ambientes eclesia les a todas las circunscripciones ecle siásticas latinoamericanas. En el mes de noviembre, CEPROME organizó el primer congreso latinoamericano sobre este tema con la presencia del cardenal Blase Cupich de Chicago, monseñor Charles Scicluna, del pa dre Hans Zollner, el periodista Juan Carlos Cruz y el mismo monseñor Alí, entre otros. El Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) también está comprometido en este fren te: tras el primer curso en el mes de octubre en Bogotá, se preparan para realizar dos talleres, uno en el mes de marzo en Lima, y el otro en el segun do semestre, en octubre, en San José de Costa Rica, para los obispos encar gados de protección de menores y de formación permanente del clero en cada una de las conferencias episco pales nacionales. Monseñor Alí hace presente también el seminario que tendrá lugar en Caracas, organizado por la conferencia de religiosas y re ligiosos y la Conferencia Episcopal de Venezuela, a partir de la próxima semana, en el que asistirán expertos laicos y eclesiásticos que ya trabajan
en el área, en diversas instituciones y universidades de América Latina, Eu ropa y el Vaticano.
Hay un “trabajo dinámico en todas las circunscripciones eclesiásticas” en relación a las Líneas Guía y docu mentos destinados a la atención en presuntos casos de violencia sexual en ambientes eclesiales, señala el Obis po. Entre los temas que han trabajado las conferencias episcopales Alí su braya “los protocolos de prevención y atención a las víctimas”, “los procesos canónicos más diligentes”, “la forma ción de las comisiones pontificias y de las oficinas para el buen trato”. En efecto, el año pasado, refiere, se llevó a cabo el monitoreo y constatación de la apertura de “varias comisiones nacionales y consejos diocesanos re gionales, también de algunas comu nidades religiosas a lo largo y ancho del continente, y de oficinas para el buen trato”. Además “todos los países del continente latinoamericano y El Caribe han comenzado a actualizar sus líneas guías”, algunos de ellos “son líderes en esta materia”, “sobre todo México, que es el primer país que he tenido conocimiento que han hecho una muy seria actualización de sus líneas guías, seguido de Chile, Ar gentina y otros”. Tanto las conferen cias episcopales como las provincias regionales, están trabajando en forma particular en la propuesta formati va y de prevención, y en un modo muy claro en la responsabilidad de la atención a las víctimas. Y “no pocas circunscripciones eclesiásticas, entre ellas la de Colombia”, no han querido hacer una redacción definitiva de las líneas guía. En su lugar, está vigente el documento llamado “Ruta de Aten ción” en presuntos casos de violencia sexual en ambientes eclesiales, “por que la jurisprudencia canónica el año pasado – precisa– fue muy rica con los Motu Propio del Papa Francis co y el rescripto del mes de diciem bre, que tiene que ver con el secreto
pontificio”. Este año, añade, “estamos esperando la impresión definitiva del vademécum que está realizando la Congregación de la Doctrina de la Fe, y la impresión definitiva de la última redacción que se hizo al Libro VI de penas del Código Derecho Canónico, pues sabemos que todo esto también nos va ayudar para actualizar cada vez más nuestras líneas guías”.
(VN): ¿Las víctimas han sentido la respuesta de la Iglesia? (MA): Yo opino que la realidad de las víctimas es tan compleja que nun ca podemos decir que hemos hecho lo suficiente. Confieso y lo hago a título personal, que pienso que nos falta muchísimo todavía. Se han he cho caminos, se han hecho procesos, pero falta todavía un cambio de men talidad, y también falta una metodo logía de acompañamiento espiritual - psicosocial integral a las víctimas, y por eso en muchas de ellas se siente el reclamo de que no se percibe una res puesta efectiva y eficiente de la Igle sia. Sin duda alguna se han realizado iniciativas muy interesantes de ofici nas para atención a las víctimas. Hay un cambio en algunos de nuestros hermanos y nuestros pastores sobre esta problemática, sobre la situación de las víctimas sobrevivientes. Se co noce más esta realidad, pero sin duda todavía se percibe una mentalidad defensiva, y es necesaria una menta lidad más proactiva.
Una mentalidad más proactiva que estimule un sistema de solidaridad entre las distintas instancias ecle siales, puesto que, como explica el prelado, “montar una oficina para la protección de los menores, una ofi cina para el buen trato, es algo muy técnico, que implica todo un trabajo interdisciplinar, y que está supeditado por la realidad de tantas circunscrip ciones eclesiásticas en Latinoamérica y el Caribe que no tienen los medios
suficientes”. Tal es así que monseñor Alí Herrera pone énfasis en el “sen tido de solidaridad” necesario entre las mismas diócesis, arquidiócesis, congregaciones religiosas, porque “es imposible montar las oficinas que trabajen de modo eficiente en algu nas partes donde no hay recursos ni humanos ni económicos”.
Y porque las violencias causadas a los menores repercuten no sólo en las víctimas, sino en la comunidad toda, el Obispo concluye con una imagen la entrevista, que ayuda a compren der la amplitud del alcance que debe tener la Iglesia para afrontar eficaz mente este flagelo:
A mi modo de ver yo siempre veo la realidad de las víctimas sobrevi vientes como esa imagen de las ondas expansivas: sí, se ha comenzado ya a acompañar a las víctimas, a sus fa milias, pero son ondas expansivas, es decir, es necesario también hacer un acompañamiento a las comunidades parroquiales y a las comunidades de fieles que se ven impactadas por estas situaciones. También, y es una expe riencia personal que quiero compar tir, en estos últimos meses he podido acompañar a familiares de victima rios, de algunos clérigos victimarios cuyas familias han sufrido por esta situación, y siento que también ellos son víctimas de esta realidad, que sufren, que padecen emocionalmen te, espiritualmente, y tienen que ser acompañadas.
Por eso esa imagen de las ondas expansivas me parece muy gráfica para describir esta realidad de las víctimas sobrevivientes de abusos sexuales en contextos eclesiales, que tienen que ser acompañadas, asisti das, fortalecidas en su fe y acompa ñadas también en sus procesos de sanación integral y de resiliencia. Insisto: en resumen, creo que se ha hecho, pero todavía no lo suficiente y necesitamos hacer más. F
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 15
Padre Rafael De Brigard (RdB): Te nemos el gusto de contar con la pre sencia de monseñor Augusto Cam pos, nuevo obispo de la diócesis de Socorro y San Gil.
Monseñor Augusto Campos (MAC): Me da muchísimo gusto comunicar me a través de este medio, en primer lugar, con la Arquidiócesis, y sé que llega a muchas personas más.
(RdB): Hagamos un breve recorrido por su vida, monseñor; cuéntenos cómo es la familia.
(MAC): Una familia de origen san tandereano-boyacense. Mi madre, santandereana; mi padre, boyacense. Se conocieron en Málaga. Es una fa milia de origen campesino que, por vinculación de mi papá con el Ejérci to, llegaron a Bogotá. Mis padres lle garon con mi hermano mayor, Car los: el único malagueño de los cinco hijos; los demás somos bogotanos.
Mi familia respondía al modelo de familia estable, de papá trabajador y mamá dedicada al hogar, a sus hijos; con hondo sentido religioso, con un hondo sentido del trabajo. Es impre sionante el recuerdo que yo tengo de la dedicación de mi papá a su trabajo y de la dedicación de mi mamá. Una
familia. Mis padres ya fallecieron, mi mamá hace 30 años, cuando estudia ba en Roma y mi papá hace cuatro.
Los hijos todos estamos bien, so mos profesionales. El mayor es inge niero industrial, la segunda es ma temática y trabaja en la Universidad Nacional; el otro es médico y vive en Casanare. La cuarta estudió educa ción especial y, el último soy yo. (RdB): Las etapas de su formación han sido muy interesantes: semina rio menor, seminario mayor, la Uni versidad Gregoriana de Roma, el Instituto Católico de París…
(MAC): En los últimos años de bachillerato, el encuentro con sacer dotes del seminario menor, monse ñor Octavio Ruiz y monseñor Óscar Urbina, fueron amistades que deci dieron mi rumbo vocacional; además de una serie de trabajos hechos en esa época de bachillerato en pastoral juvenil y misiones en las veredas de lo que hoy es Ciudad Bolívar. Eso me permitió clarificar mi proyecto voca cional y entré al seminario mayor en 1976 recibí los cinco primeros años con los sacerdotes sulpicianos y los dos últimos con los sacerdotes de la arquidiócesis de Bogotá.
Me parece que fue una época her mosísima, una época de donde se conservan las amistades que en ese momento se tejieron, con sacerdotes de la Arquidiócesis y de fuera. Aho ra, que voy a la diócesis de Socorro y San Gil allá tengo sacerdotes muy
amigos con quienes nos conocimos aquí, en el Seminario.
Luego de ordenado, la mayor parte del tiempo en la Arquidiócesis fue al servicio de la formación sacerdotal; fueron 18 años y medio, con unos in termedios de especialización en es tudios en la Universidad Gregoriana, en Filosofía y unos años más tarde estudios de especialización, doctora les, en el Instituto Católico de París, también en Filosofía.
Plasmé en el escudo (episcopal) algo que para mí ha sido un acento recurrente, por cual me encaminé mucho por la filosofía y es la ma nera de pensar la vida con las luces de la razón, pero en un diálogo muy fuerte con la fe. Creo que mi servicio en el Seminario, y la formación de la Gregoriana en París, fue algo que profundicé al máximo y que sigue abierto en mí como una inquietud muy grande.
(RdB): Usted tiene una biblioteca importante, tengo la curiosidad de saber qué acento tiene, qué autores ocupan más espacio. Las bibliotecas permiten conocer el origen del pen samiento de una persona.
(MAC): El acento fuerte es Filo sofía. Particularmente los estudios hechos en París me permitieron abrirme a un mundo filosófico su premamente amplio, que es el pen samiento filosófico francés. Mi espe cialización es en hermenéutica, en uno de los filósofos más importantes de la segunda mitad del siglo XX en Francia, Paul Ricoeur. Pero desde lo filosófico he tenido un gusto especial por la Palabra. Entonces también hay una buena cantidad de libros sobre la Palabra de Dios.
Mis estudios me permitieron en trar en un diálogo y hacer una apro ximación a la Palabra de Dios, desde un ángulo muy particular, como es el de la Filosofía y el que la herme néutica abre.
Entrevista a monseñor Luis Augusto Campos Flórez, obispo de la diócesis de Socorro y San Gil Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 17También hay cosas que me parecen importantes de resaltar, la Literatura. En el campo literario, los que ganan los premios nobel, los literatos co lombianos… por ahí se transmite mucho pensamiento, hay una expre sión de entender la vida nacional en los escritores colombianos y en los universales. Este tema literario, para mí es muy importante.
(RdB): Monseñor, sobre su vida de vicario, ¿cuántos años sirvió de vica rio en la arquidiócesis de Bogotá.
(MAC): Casi nueve años.
(RdB): Un vicario episcopal en Bo gotá es casi un obispo, tiene a su cargo 40 o 50 parroquias. De esa experien cia como vicario episcopal territorial de Bogotá ¿cuál es la gran ganancia para este nuevo servicio que ahora va a prestar a la Iglesia?
(MAC): Lo que dice es cierto, cuan do yo llegué a la vicaría del Espíritu Santo, tenía 42 parroquias, pero luego se crearon catorce más en el sector de Ciudad Bolívar, alcanzamos a llegar 56 parroquias, con dos realidades
muy distintas: Ciudad Bolívar y los barrios antiguos del sur.
Entonces una vicaría tan amplia, en el número de parroquias, por el nú mero de sacerdotes, por las comuni dades parroquiales es indudable que el acompañamiento a ese tipo de vi carías le permite a uno vivir una ex periencia de pastoreo supremamente bella y, yo claramente lo capto así. Esa experiencia de casi nueve años de vicario ha sido una escuela maravillo sa que me llevaré al servicio en San Gil. Muchas experiencias como, por ejemplo, el acompañamiento sacer dotal. Esa es una experiencia única que tenemos los vicarios. Otro ele mento que me parece muy importan te, y que yo siento que en la vicaría lo vivimos de una manera muy bella, es la relación con las comunidades y el acompañamiento para la animación de los laicos en su misión evangeli zadora, eso creo yo, que lo vivimos fuertemente en la vicaría.
Creo que eso es sencillamente lo que la Iglesia está necesitando. Y, por supuesto todos los otros elementos
que tienen que ver con la vicaría como los asuntos de tipo jurídico.
(RdB): ¿Qué anhelo lleva usted en su corazón para el servicio que va a prestar en Socorro y San Gil, qué le gustaría que marcara su episcopado en esa Iglesia particular?
(MAC): La Iglesia de Socorro y San Gil tiene una experiencia pastoral larga, hay todo un proyecto pastoral que viene marchando desde hace casi treinta años que está siendo re visado para saber a dónde apunta, así que como lo hice en el Espíritu Santo, lo haré allá y es un discerni miento apostólico. Es un ejercicio para tratar de ver en dónde esta mos, adónde hemos llagado, en qué contexto estamos y, por dónde tiene que enrutarse el servicio evange lizador. Ese trabajo me parece im portantísimo y quisiera trabajar mucho en ello.
Segundo, el acompañamiento a las comunidades. Yo tuve una expe riencia muy bella en la vicaría, que fueron las últimas visitas pastorales que hicimos, con una modalidad distinta, con parroquias en salida, visiteos previos a la visita, tratan do de poner en movimiento la vida parroquial, tratando hacernos más cercanos a la comunidad y vida pa rroquial. Eso me llevó a constatar la importancia del acompañamiento muy cercano a las comunidades y yo creo que ahí en San Gil y Soco rro hay un trabajo muy importante hecho en ese campo y quisiera yo insertarme y aportar lo que más pueda.
(RdB): Monseñor, en nombre de todos nuestros lectores le deseamos todos los éxitos y todas las bendi ciones de Dios, esta sigue siendo su casa. F
El ciclo litúrgico Cuaresma Pascua nos ha llevado a comprender nuestra existencia como llamado a realizar el proyecto de Dios esclarecido por la revelación del Verbo encarnado y actualizado por la acción del Espíritu santificador.
Terminada la cincuentena pascual, el calendario litúrgico hace el tránsito hacia la cotidianidad a través de cuatro cele braciones: la santísima Trinidad, el Cuerpo y Sangre de Cris to, la fiesta de Cristo sacerdote y la solemnidad del Sagrado Corazón; estas celebraciones nos ayudan a reconocer cómo la Pascua de Cristo está manifestándose en el diario vivir de la existencia cristiana.
Ocho días después de recibir el don del Espíritu Santo como liberalidad del Resucitado a sus discípulos, la solem nidad de la santísima Trinidad es ocasión para comprender la salvación como obra de las tres divinas personas actuando en la historia; y a partir de ello asumir el término ‘misterio’ como el designio amoroso del Padre, que se está realizando en el tiempo de cada uno de nosotros por el envío del Hijo, Palabra de verdad, y por el envío del Espíritu, santificador. La solemnidad de los santísimos Cuerpo y Sangre de Cris to puntualiza que el misterio pascual de Cristo se actualiza en el banquete de la Eucaristía y su presencia bajo las espe cies del pan y del vino es benevolencia divina para entrar en comunión real con este misterio de vida entregada. Aunque los textos eucológicos van más en la línea del sacerdocio mi nisterial, no estaríamos alejándonos del sentido litúrgico si hacemos notar que la fiesta del sumo y eterno sacerdocio de Cristo manifiesta que todos los cristianos, al ser bautizados, participamos del sacerdocio de Cristo y que esta condición del sacerdocio común nos habilita a todos en la Iglesia para unir nuestra entrega a su único sacrificio, de modo que la vida cotidiana de un bautizado, por la Pascua de Cristo, puede llegar a ser ‘ofrenda permanente’ agradable al Padre. El pasaje para hacer el tránsito del tiempo de Pascua hacia el tiempo corriente concluye con la celebración del amor de Dios manifestado en la entrega de su Hijo ‘elevado en la cruz’ para que de su costado abierto naciera «el sacramento admi rable de toda la Iglesia» (Sacrosanctum Concilium, 6).
Vista en su conjunto, estas celebraciones litúrgicas nos im pulsan en la comprensión de la salvación como realización de un proceso de conversión que Dios está realizando con su gra
cia en cada cristiano. Los diferentes relatos bíblicos manifies tan a Dios revelándose en la historia porque Dios se adecúa a la realidad de la existencia del hombre, existencia que es his tórica, de modo que la alianza que Él propone al ser humano se va realizando a la manera como el hombre es consciente de su vida como proyecto histórico, es decir, ‘llamado a…’, a par tir de un aquí y ahora concretos. Las condiciones de nuestra cultura que privilegia la conciencia del individuo son humus que favorece la presentación de la salvación en Cristo como proyecto que acontece en la intimidad de una relación con Dios para acoger su gracia y dejarnos transformar por ella a fin de tener una vida fecunda.
El servicio de la evangelización que presta la Iglesia al mun do, en algunas situaciones, debe principiar por llevarnos a ser conscientes de la historia de cada ser humano como lu gar teológico y de esta manera estimular en los hermanos la búsqueda de Dios desde el lugar más próximo para cada uno de nosotros dónde experimentar su amor que es ciertamente nuestra vida misma. La revelación bíblica nos enseña que es en la historia en donde ocurre el encuentro entre el Dios eter no, que se revela, y el ser humano en su cotidianidad.
Por la revelación cristiana conocemos que es de Dios de quien recibimos, a través de la Pascua de Cristo, la gracia como capacidad para hacer el bien y, precisamente poniendo por obra la justicia de Dios es como una persona manifiesta que ha acogido la revelación prestándole la obediencia de la fe. El ciclo litúrgico Cuaresma Pascua nos ha llevado a com prender nuestra existencia como llamado a realizar el proyec to de Dios esclarecido por la revelación del Verbo encarnado y actualizado por la acción del Espíritu santificador. La trans formación del pan y del vino llevados al altar que realiza la fuerza liberadora de resurrección continúa en la persona que se alimenta de la Eucaristía para transformarla en miembro del cuerpo de Cristo. En continuidad con la celebración de la Pascua, llegamos a percibir que el efecto del carácter sacra mental del bautismo nos configura con Cristo sacerdote para hacer de nuestra existencia cristiana una ofrenda a Dios. F
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 19
Daniel Fernando Almanza Romero y Andrés Felipe Lasso Cedeño fueron or denados diáconos, ca mino al presbiterado, el pasado 30 de noviembre, en el Seminario Mayor de San José, en ceremonia presidida por el señor car denal Rubén Salazar Gó mez, arzobispo de Bogotá.
A la capilla del Seminario Conci liar de Bogotá, asistieron más de 40 sacerdotes, familiares y amigos que acompañaron a los nuevos diáconos transitorios en este importante mo mento de sus vidas.
Durante su homilía, el Señor Car denal, invitó a todas las personas a orar por los nuevos diáconos tran sitorios “Vamos a pedirle al Señor por ellos, para que, al recibir este sacramento, toda su vida verdadera mente se transforme se llene de esa presencia salvadora del Señor, de tal manera que puedan ser siempre tes tigos creíbles de su amor y su mise ricordia”.
Daniel Fernando Almanza Rome ro manifestó que tiene “una grati tud especial con Dios; primero, por haberme llamado a esta hermosa ocasión de la vida sacerdotal hoy al ordenarme como diácono. No hay en mi corazón más que alegría y agradecimiento a ese buen Dios porque me ha llamado a mí a ser virle por medio de este ministerio. Agradezco también a esta casa, el Seminario Mayor; a mis formado res, que han entregado parte de su vida y su ministerio para mi forma ción. A mi familia, a las personas
que he conocido en los diferentes espacios en los cuales he compar tido, porque han sido compañeros de camino, se han ilusionado con migo, han soñado conmigo y siem pre Dios los ha puesto en mi vida para que yo descubra su amor y su voluntad también para conmigo; esos sentimientos me acompañan hoy con el anhelo de hacer un buen ministerio ¡un excelente ministerio! sirviendo en aquellos lugares don de el Señor tenga a bien llamarme y poder llevar allí su testimonio, su amor y su misericordia”.
Por su parte, Andrés Felipe Lasso Cedeño, manifestó sentirse: “Muy feliz, muy emocionado, muy amado por Dios, muy dispuesto también a poner todas mis fuerzas, todos mis
sentimientos al servicio de esta igle sia de Bogotá a la que amo con toda mi alma. Estoy muy agradecido con el Seminario, con mis formadores, con quienes fueron mis rectores: monseñor Germán Medina; el pa dre Leonardo Cárdenas; el padre Edwin Vanegas y todos los sacerdo tes que me han acompañado duran te este proceso de formación inicial. A todas las personas que he cono cido en las parroquias, en los luga res donde he sido enviado a realizar el apostolado, por supuesto, muy agradecido con mi familia, que me ha cuidado, me ha formado y me ha transmitido valores que hoy creo importantes para salir evangelizar y gastar la vida en el servicio a la iglesia de Bogotá. F
Familias y amigos, presbíteros y diáconos llenaron la Catedral de Bogotá para la cele bración eucarística en la que fueron orde nados seis hombres casados como diáconos permanentes, en ceremonia presidida por el cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo primado de Colombia
Monseñor Juan Álvaro Zapata entregó seis nuevos diáconos permanentes para el servicio de la caridad en la arquidiócesis de Bogotá, es su primera promoción ya que lleva apenas un año como director de la escuela diaconal. Se mostró muy feliz y esperanzado, no sólo por estos seis nuevos diáconos si no por el servi cio que en la caridad y la esperanza presta el diaconado en general.
El señor cardenal, en su homilía, recordó la vocación y el servicio, propios, de este minis terio, dedicado a vivir entre el mundo, desde la familia y el trabajo llevando la palabra, la esperanza y el consuelo en sus diversas pas torales.
Entre los nuevos diáconos hay abogados, ingenieros, empresarios que dedican tiempo a la construcción de la Iglesia sin desatender su primera vocación, el matrimonio y la familia.
En la eucaristía se hicieron presentes unos cincuenta diáconos permanentes, que dieron la bienvenida a los neodiáconos, también los formadores de la escuela y los párrocos en donde sirvieron y se formaron los nuevos or denados. F
El pasado septiembre había cum plido 65 años de vida presbiteral, la cual estuvo dedicada en su mayoría a la formación de sacerdotes, según el carisma de los padres sulpicianos, donde se formó y sirvió siempre.
Había nacido en Pácora –Caldasen el hogar de don Martiniano y doña Julia; tuvo dos hermanos. Muy joven entró al seminario y como alumno destacado recibió una beca para terminar la Teología en Mon
treal, allí fue ordenado el 19 de sep tiembre de 1954.
En la Universidad Lateranense de Roma se doctoró en Teología. Años más tarde, en 1974 fue nombrado rector del Seminario Mayor de San José en Bogotá.
Fraternidad visitó a monseñor Hé ctor Epalza, obispo emérito de Bue naventura y delegado provincial para América Latina, para que compartie ra algunos recuerdos de los últimos años del padre Botero, compañero en la Casa de los padres de San Sulpicio en Bogotá.
El padre Alfredo se caracteriza ba por una disciplina intachable. Siempre puntual, muy estricto en los horarios, todos los días a las siete de la mañana, de lunes a viernes, cele braba la eucaristía en la casa de San Sulpicio. Los domingos a las 8.00 a. m., sin falta; tenía una silla asignada para él en la Capilla, que ocupaba siempre.
Pero no solo eso, era gran lector, escritor y poeta. Poemas dirigidos a su patria, la que conocía de nor te a sur, gracias a grandes tomos de libros sobre próceres como el li bertador Simón Bolívar, el general Santander y Antonio Nariño, entre otros. Una biblioteca amplia que heredó a los sulpicianos.
Además, tenía su propio televisor con pantalla grande para no perder se los partidos de fútbol, especial mente los de su equipo el Once Cal das, del cual era un hincha acérrimo. Cuidar y alimentar a sus peces tam bién era otro de sus pasatiempos “Y hasta hablaba con ellos, tenía varias peceras, por todas partes” comenta monseñor Héctor Epalza.
Fue un líder, presidente de la orga nización de lo seminarios de Colom bia por muchos años. Muy ordenado en su vida, defensor y promotor de la pedagogía de San Sulpicio y de la formación en la dimensión humana, comunitaria, espiritual, académica y pastoral misionera.
“Y aunque pasó sus últimos días en una silla de ruedas, nunca se quejó. Asumió sus quebrantos de salud con tranquilidad y más bien entró en un estado de silencio, tal vez presintien do ya su partida de este mundo, pues había dicho en varias ocasiones que él sabía que no llegaría a los 90 años de edad”, asevera monseñor Héctor, con nostalgia en su rostro.
El padre Alfredo falleció el pasa do 20 de diciembre, en la Fundación Cardioinfantil de Bogotá, debido a una afección cardiopulmonar, tenía 89 años y sus cenizas descansan en la cripta de la casa sacerdotal de San Sulpicio, en el barrio San José de Bavaria. F
de su infancia la vivió en Chiquin quirá, donde cursó los estudios de primaria. Siempre sintió el llamado al sacerdocio y por esta razón viajó a Bogotá e ingresó, en primera instan cia al Seminario Menor de Bogotá y posteriormente al Mayor.
Fue ordenado como presbítero para la arquidiócesis de Bogotá el 1º de noviembre de 1958, en la Catedral Primada de Bogotá, por monseñor Pablo Correa León.
Continuó sus estudios en Ciencias Religiosas en la Universidad Santo Tomás, Psicología en la Universidad de Loyola, en los Ángeles (Estados Unidos), y, además, realizó una maes tría en psicología de la familia en la Universidad de la Salle.
la Universidad de la Salle en 1986. En 1993 es nombrado asesor espiritual del secretariado arquidiocesano del Movimiento Cursillos de Cristiandad donde estuvo más de 20 años.
Allí es recordado por su gran labor apostólica y por afianzar el compro miso de las personas que pertenecían al Movimiento de ser discípulos mi sioneros, dejando una huella indele ble para esta y futuras generaciones.
Era una de las frases más recorda das del padre Lelis Darío Quiñones Bautista, quien falleció el pasado 4 de enero en la ciudad de Bogotá, a la edad de 87 años, de los cuales 61 los dedicó a la labor pastoral.
El padre Lelis Darío Quiñones, na ció en Chiquinquirá (Boyacá) el 18 de julio de 1933. Creció en una familia creyente conformada por sus padres, Adolfo Quiñones y Paula Tulia Bau tista, y sus seis hermanos. Gran parte
Desde su ordenación, el padre Qui ñones tuvo un constante trabajo pas toral, iniciando en 1960 como vicario cooperador en la Basílica Menor de Nuestra Señora de Lourdes y vicario cooperador en Fómeque (Cundina marca). Posteriormente en 1962 fue nombrado vicario en Nuestra Señora de la Paz y ese mismo año también fue vicario en la Basílica Menor de la Inmaculada Concepción de Cáqueza.
En 1966 fue nombrado párroco en San Bernardo, en 1971 párroco en San Pablo, capellán en la Univer sidad Nacional en 1976, capellán en
Cecilia Garzón, quien fuera presi dente del Movimiento Cursillos de Cristiandad en dos oportunidades durante varios años, y fuera gran amiga del padre Quiñones, lo des cribe como una persona carismática y como presbítero un gran confesor “Tenía un carisma muy especial, era un gran confesor y siempre yo lo comparaba con el padre Pio, para mí él es un santo”.
Además, recuerda una frase que lo caracterizó siempre “Nunca en mi vida de sacerdote me he arrepentido de serlo, soy el sacerdote más orgullo so de mi ministerio”.
Como emérito, el padre Lelis Darío Quiñones, fue confesor en el primer Monasterio de la Visitación de Santa María y se encontraba adscrito en la Basílica Menor de Nuestra Señora de Lourdes desde el 2014, hasta el día de su fallecimiento el pasado 4 de enero de 2020. F
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 23“Soy el sacerdote más orgulloso de mi ministerio”
El padre Yoany nació en el hogar de don Gustavo y doña Sixta Tulia, el 6 de abril de 1975, en Bogotá. Tiene cuatro hermanos.
Estudió Filosofía y Teología en el Seminario Conciliar de Bogotá y ha recibido diversos títulos por sus estudios superiores como una licenciatura en Filosofía y Letras en la Universidad de la Salle, de Bogotá; licenciatura en Teología en la Universidad Bolivariana; es bachiller eclesiástico en Filosofía de la Universidad Javeriana de Bo gotá, y en la Pontificia Universi dad Lateranense de Roma, recibió la licenciatura en Filosofía.
Desde su ordenación presbite ral, el 29 de noviembre de 2003, ha sido vicario parroquial en la In maculada Concepción de Fóme que; párroco en San Juan Neuman y en Nuestra Señora de las Nieves, donde estaba hasta su nombra miento como Vicario Episcopal Territorial del Espíritu Santo, en reemplazo de monseñor Augusto Campos, designado obispo para la diócesis de Socorro San Gil por el papa Francisco.
El padre Cupitra también ha sido capellán del Instituto Tecno lógico del Sur, del Instituto San Juan de Dios y, de la facultad de Ciencias de la Salud y de Cien cias Naturales y Matemáticas de la Universidad del Rosario. Ar cipreste, miembro superior de la fundación casa del sacerdote ma yor; miembro del Consejo Presbi teral, coordinador de la vida pa rroquial; formador del Seminario Mayor y director de la Escuela de Animadores de Evangelización.
Además de su nuevo cargo, el más joven de los vicarios epis copales territoriales sigue lide rando la Escuela de Animado res de la Evangelización- ESAE, método de estudio y crecimiento en la fe. Y, es que como director de ESAE ha logrado que más de 1.000 personas se hayan gradua do como animadores de la evan gelización dentro de la Iglesia católica y más de 7.000, perte necientes a 215 parroquias ar quidiocesanas, ya se encuentren realizando estos estudios.
La sede actual de la vicaría epis copal territorial del Espíritu Santo se encuentra de manera temporal en las instalaciones del colegio pa rroquial Inmaculado Corazón de María, mientras se construye la nueva sede, en el tradicional ba rrio San Antonio, la cual fue de molida para una reconstrucción total, que permita mejores servi cios y modernos espacios para los fieles, presbíteros y trabajadores.
El territorio vicarial abarca las localidades Rafael Uribe Uri be, Tunjuelito, Antonio Nariño y Puente Aranda. En sus parro quias más antiguas está presente buena parte de la historia arqui diocesana, la que acogió las pri meras migraciones y atendió, a través de la Unión Parroquial del sur, a los más pobres de entonces.
Esta vicaría del Espíritu Santo ha venido trabajando en sintonía con las orientaciones del Plan de Evangelización de la arquidióce sis de Bogotá, Plan-E.
La asimilación y apropiación de este nuevo espíritu de evangeliza ción se trabajan a diario, desde su creación, en todas las parroquias que cobija esta vicaría con un equipo de profesionales que ani man distintas áreas de la evangeli zación, las comunidades religiosas también integradas y activas; los arciprestes, comprometidos con esta misión y por supuesto el equi po de evangelización específico de la vicaría. F
La incertidumbre, la diversidad y el cambio constante se nos quedan por fuera de nuestra forma habitual de cursos y lecciones. El estratega funciona distinto. Trabaja en equipo, se hace preguntas y, en palabras del papa Francisco, no confunde la hoja de ruta con la ruta.
Comenzamos esta etapa del Nuevo Ritmo con la presen tación de una nueva apuesta pastoral: poner en marcha los itinerarios de iniciación cristiana de adolescentes y jóvenes.
Quizás a acostumbrados a pensar en cursos, programas y temas para la confirmación, se puede pensar a primera vista que esto es lo que vamos a hacer. Nuestra mirada habitual sobre estos asuntos de iniciación nos lleva a pensar.
Si ya alguno de ustedes participó de la presentación de la propuesta, como de la entrega de un primer documento que la sintetiza, habrán notado que lo que se busca es precisa mente superar esa forma de hacer. Lo que se ha entregado a todos nos invita a superar la mirada de curso, de programa y de programación de fechas y, adquirir más bien una pos tura estratégica. Hoy en el campo de la educación en todos los niveles, incluyendo el pastoral, hemos de ser estrategas y aprender a operar estratégicamente. Para el caso de los ado lescentes y jóvenes lo pide su diversidad y pluralidad de si tuaciones, el dinamismo que les es propio y realidad urbana de nuestra pastoral.
Esta ruta de itinerarios arquidiocesanos es producto de un largo camino de discernimiento y de un verdadero camino sinodal. Se escuchó y se acogió la voz de los jóvenes, de los catequistas, de sacerdotes, de animadores vicariales de evan gelización y de expertos nacionales y extranjeros. En el caso de los sacerdotes, su voz fue escuchada de modo amplio en las asambleas que se realizaron con ocasión del sínodo de los jóvenes. Allí no sólo se hizo presente la urgencia del tra bajo pastoral con los jóvenes, sino también el hecho de que el apego a formas tradicionales de estar con ellos, ya están desgastadas y, resultan poco significativas a los adolescen tes y jóvenes de nuestra ciudad. Algo que fue evidente en la
asamblea del sínodo sobre los jóvenes y en la exhortación posinodal del papa Francisco.
Vamos a comenzar un nuevo camino. No va a ser fácil dejar esquemas que consideramos pertinentes e inamovi bles. Preguntas habrá muchas. Trabajando juntos podremos dialogarlas, asumirlas y verlas con nuevos ojos. Seguro con la marcha de la propuesta surgieran nuevas preguntas que, en vez de desanimarnos y de ver el cambio como imposi ble, ellas son más bien rutas de trabajo para pensar y asumir nuevas estrategias.
Esta etapa del nuevo ritmo nos pide también desaprender, soltar apegos y formas habituales de hacer. El programador pastoral en nosotros ha de ser superado. La incertidumbre, la diversidad y el cambio constante se nos quedan por fuera de nuestra forma habitual de cursos y lecciones. El estratega funciona distinto. Trabaja en equipo, se hace preguntas y, en palabras del papa Francisco, no confunde la hoja de ruta con la ruta.
Para la puesta en marcha de la estrategia de estos itinera rios se dará prioridad a la formación de acompañantes en los términos y formas que pide el papa Francisco. Y dentro de ese amplio mundo de acompañantes, estamos nosotros los presbíteros. Por lo que no se trata sólo de pensar a quien enviar a tomar un nuevo curso. Se trata de implicarnos, de hacer parte, de meternos de lleno.
Una parábola para pensar en nuestro papel: Una gallina le dijo a un cerdo. “Montemos un restaurante”. El cerdo, res pondió: “Bueno, ¿y qué vamos a vender?”. La gallina contes tó: “huevos con jamón”. El cerdo dijo que no y se dirigió a la gallina para explicar su negativa: “Porque tú estás involucra da y yo estoy comprometido” F
Itinerario de iniciación cristiana para adolescentes y jóvenesManuel José Jiménez ■ Presbítero ■ Director de Catequesis de la Arquidiócesis de Bogotá
El 11 de febrero de 1995, el arzobispo Pedro Rubiano Sáenz, hasta enton ces arzobispo de Cali, tomó posesión de la sede primada de Colombia. Seis años más tarde, en 2001, fue creado cardenal por el papa Benedicto XVI.
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá
San Juan de Ávila nació como una pequeña parroquia para algunos de los nuevos barrios del norte bogotano, en el sector de Cedritos, entonces era el año 1979, “quedaba lejísimos” del Centro, y su templo era una bella capilla de estilo español, con un patio con arcos y fuentes, con un Cristo hecho de retal metálico “oprobio humano y mofa de plebe”, que fue muy criticado en su momento.
Fueron los tiempos de los primeros párrocos: Darío Collantes, Álvaro Té llez y Germán Pinilla Monroy quienes consolidaron la parroquia y las comu nidades eclesiales, en el especial la de jóvenes.
Hoy en día es un lugar agitado, con un crecimiento poblacional que parece ilimitado, con altísimos edificios y co mercio pujante y de casi 24 horas. Por eso su templo actual, grandísimo, para acoger a los residentes y viandantes, viene a ser un remanso entre el agite bogotano.
Su párroco es el padre Carlos Calero Vélez. El padre Calero es tranquilo, pausado y sonriente, pero en cuestio nes de trabajo parroquial es un hura cán. Más de 32 grupos pastorales, de servicio, de estudio, de caridad, lecto res, ministros de la comunión, coro in fantil y de adultos, clases de guitarra, de formación bíblica, Emaús, infancia
misionera y un larguísimo etcétera hacen parte su comunidad parroquial, hay para “todos los gustos” o dicho de mejor forma, a la medida de todas las necesidades.
Para los niños hay un grupo de Infan cia Misionera, acólitos y coro; todos los involucrados han sido formados desde la perspectiva de “la Iglesia, un lugar seguro”, en sintonía con el Centro de Comunión y Participación, en cabe za del obispo auxiliar, monseñor Luis Manuel Alí.
Los jóvenes son afortunados al tener grupos de formación y acompaña miento, en especial para la reconcilia ción con la familia y con ellos, así que Senderos, Patah y Jóvenes Profesiona les los congregan.
Hay varios grupos para los adultos mayores, y esta pastoral tiene una gran relevancia, pues es un sector don
de abundan los hogares geriátricos. Para destacar, uno que tiene por objeto el viejo y bello oficio de tejer y bordar, con el resultado de su tiempo y trabajo se consiguen recursos para caridad. Y, por supuesto, Emaús (hombres y mujeres) que nutren a casi todos los otros grupos, pastorales y servicios.
El padre Calero nació en Andalucía, Valle del Cauca, y llegó muy joven con su familia Bogotá. Empezó su formación hacia el presbiterado en el Seminario Mayor y la Universidad Ja veriana; se ordenó para la diócesis de Cúcuta, porque supo que allá se ne cesitaban presbíteros, trabajó con el señor cardenal Rubén Salazar y fue su vicario episcopal; sin embargo, volvió a su origen y está en esta arquidiócesis hace ya varios años sirviendo con la intensidad que lo caracteriza.
La historial de la parroquia Nuestra Señora de Belén data del año 1690, cuando inició como una pequeña er mita construida por el español Esteban Antonio Toscano. En 1942 fue erigida como parroquia y hace parte de la Vi caría Episcopal Territorial Inmacula da Concepción.
El señor Esteban Antonio Toscano, en un sitio llamado el Pedregal, compró unas tierras y allí construyó, en la se gunda mitad del siglo XVII, la ermita de Nuestra Señora de Belén, en donde entronizó un cuadro pintado al óleo cuyo tema dio su nombre a la pequeña capilla. Al morir el señor Toscano, la ermita se fue a la ruina.
Allí se refugió un mendigo, quien abría las puertas por las noches a personas para que se abrigaran del frío. En ese entonces presidente de la Real Audien cia de Santa Fe de Bogotá, Gil Cabrera y Dávalos, escuchó de la capilla y fue a conocerla. Quedó tan impresionado que decidió sacar de la ruina el lugar y embellecerlo.
De esta manera en 1699, el oidor con trató al escultor Salvador de Lugo para
realizar las imágenes del Nacimiento del Niño Dios. Además, la ermita fue ensanchada y para separar el presbi terio de la nave, se construyó un arco tallado y ornamentando con una ron da de ángeles y de animales.
En 1905 la iglesia fue encargada a la co munidad de los Padres Monfortianos y en 1909 el templo fue demolido por presentar varias fallas estructurales. La construcción del nuevo templo fue concedida al arquitecto y padre mon fortiano Juan Bautista Arnaud. El 8 de junio de 1910, con la asistencia del pre sidente de Colombia, Ramón González Valencia, se bendijo un nuevo presbi terio. El 12 de marzo de 1942 el arzo bispo Ismael Perdomo creó en Bogotá nuevas parroquias y una de ellas fue Nuestra Señora de Belén, cuyos párro cos son nombrados desde entonces por la arquidiócesis de Bogotá, dentro de los padres monfortianos.
La parroquia abarca los barrios Nueva Santa Fe, Lourdes, Belén, el Rocío y ha cia una esquina, en la parte alta, está un sector que se conoce como el Mi rador. Su actual párroco, el padre José Luis Sandoval, S.M.M., explica que la evangelización se realiza por medio de equipos distribuidos en sectores de los barrios “Estamos coordinados por sectores, que tienen un equipo coor dinador, quienes son los encargados de organizar las labores pastorales en los sectores. Cada grupo coordinador tiene también la libertad de realizar actividades para unirnos, para crear la fraternidad en todos los barrios”.
La parroquia cuenta con dos progra mas sociales. El primero es un come
dor para personas de la tercera edad, que funciona desde hace más de 20 años los días sábados, allí se sirven en tre 80 y 100 almuerzos.
El segundo programa es Redes, de la Fundación San Antonio, el cual ini ció hace 15 años en la parroquia. Allí se brinda alimentación a los niños, en la mañana y en la tarde; hay asesoría académica, refuerzo escolar, clases de música, arte, danza, deporte y tecnolo gía con el objetivo de que los niños de sarrollen habilidades diferentes. F
La Fundación cuenta con psicología, servicio social y trabajo social donde, tanto los niños como sus familias, pueden recibir orientación y asesoría para pautas de educación y crianza.
Y quiero vincular mi espiritualidad y mi trabajo teológico, mi modo de hacer pastoral y mis búsquedas, con la misma corriente que llevó a aquellos grandes pensadores en todos los campos del pensamiento eclesial, a postular nuevos caminos cristianos en medio de la modernidad que hoy nos sigue vigente.
La última audiencia pública de los miércoles antes de la re nuncia de Benedicto XVI tuvo un aspecto muy habitual: las largas filas de los fieles y la pertinaz lluvia del invierno roma no. Cientos de personas esperaban al papa y, a su aparición, manifestaron vivamente su afecto. El protocolo siguió normal, entre plegarias en varios idiomas, pero todos esperábamos simplemente su voz.
No recuerdo muy bien todos los puntos del discurso, que me pareció enigmáticamente nostálgico. Las razones serían evidentes para todo el orbe unos días después. Pero hubo una mención que no he podido olvidar estos años luego de la re nuncia: el papa alemán hablaba de la tarea pendiente del Con cilio Vaticano II. Él mismo había sido unos de sus inteligentes peritos y un protagonista directo de este acontecimiento en la Iglesia, y ahora parecía englobar en éste el conjunto de su vocación pastoral y teológica.
Para mi generación, sin embargo, el Concilio parecía algo del pasado, un documento rector de un nuevo estilo de Iglesia y de unas determinadas líneas hermenéuticas y prácticas, que conocíamos por los estudios del Seminario y, en particular, por algunos documentos como Gaudium et Spes, Lumen Gen tium y Sacrosanctum Concilium, que se citaban con mucha frecuencia. Pero, ¿hablar de una tarea pendiente del Concilio en el 2013? ¿Qué significaba ese augurio entre el pasado y la profecía?
Entre lecturas de otra índole, supe que el Concilio de Trento solo pudo ser aplicado plenamente en Francia hacia mediados del siglo XIX, después de múltiples reticencias y dificultades y, por supuesto, el cataclismo de la Revolución. Y ya sabemos los muchos frutos que luego produjo en la Iglesia francesa y su poderoso movimiento de espiritualidad, caridad y evangeliza ción. Comencé a comprender, entonces, que los concilios no son simples documentos estacionales, sino guías permanentes de periodos mucho más largos, marcados por las vicisitudes y
contradicciones de la historia. Los concilios ecuménicos mar can siglos y son la herramienta del desarrollo teológico y de la necesaria evolución del rostro de la Iglesia en su testimonio ante la humanidad.
Así me puse a leer con mayor detención los textos del Con cilio, sin la necesidad de una u otra cita o la inclusión en algún ensayo. En esta lectura pausada y gratuita pude percibir mejor las riquezas de intuición teológica que había pasado por alto en otras épocas y entendí con mayor claridad porqué el papa Benedicto habló de una tarea por hacer. El Concilio Vatica no II no está simplemente en el pasado de los años sesenta, sino que continúa siendo el hecho de gracia fundamental de la Iglesia actual, que debe ser estudiado, aplicado y actualizado con plena dedicación y seriedad. Todos los planes de evange lización deben regirse a su método y atender sus indicaciones. La enseñanza de la teología ha de atender a sus derroteros y a su interesante apertura de método. Y la vida toda de piedad, participación social y evangelización puede enriquecerse con una lectura sosegada y obediente de sus riquísimos textos.
Justo ahora leo de nuevo otras páginas y siento una honda empatía con los hombres de esa época reciente que vivieron a plenitud el convulso siglo XX y quiero vincular mi espiri tualidad y mi trabajo teológico, mi modo de hacer pastoral y mis búsquedas, con la misma corriente que llevó a aquellos grandes pensadores en todos los campos del pensamiento eclesial, a postular nuevos caminos cristianos en medio de la modernidad que hoy nos sigue vigente. Oigo en la memoria mientras escribo la voz queda y llena de autoridad del papa Benedicto; pero, más allá de su aparente nostalgia, la sitúo mejor en el ámbito de la profecía y el trabajo que nos espera si como Iglesia asumimos el perenne encargo de anunciar a Cristo, luz de las naciones, en medio de los gozos y esperan zas, tristezas y alegrías de los hombres de hoy. Volvamos a las páginas y al espíritu del Concilio. F
Martín Gil ■ Presbítero ■ Párroco en Santa Gema GalganiLa arquidiócesis de Bogotá, desde la coordinación de evangelización de la movilidad humana, y luego de un trabajo profesional y exhaustivo con la población migrante en la ciudad, creó y activó una ruta de atención para quienes buscan ayuda en esta si tuación de vulnerabilidad.
Lo que se pretende con este proce so es que, desde las 300 parroquias arquidiocesanas se pueda prestar un servicio más rápido, eficaz y oportu no a la población migrante.
Las recomendaciones son las si guientes: Si a la parroquia se dirigen, por ejemplo, personas en esta con dición, atenderlas y definir su perfil migratorio, que puede ser: migrantes en tránsito, que llegan a Bogotá, pero desean seguir su camino a otras po blaciones o países cercanos, ellos solo buscan gestión de transporte o alber gue provisional.
Los párrocos, o los equipos de pas toral social, deben ayudar a que estos migrantes se contacten con el Centro
de Acogida de la Terminal de Trans porte Terrestre-CATTT en Ciudad Salitre, donde los funcionarios y vo luntarios están dispuestos a prestar una información oportuna. Las fami lias o personas en la categoría de mi grantes con vocación de permanen cia, necesitan una atención diferente que va desde lo psicosocial, asisten cial, atención y capacitación más am plia, ya que su estadía se presume a largo plazo.
A las personas con este perfil migra torio se les contacta con los funcio narios del proyecto arquidiocesano CEPCA, Centro Pastoral y de Capa citación, teléfono: 4940294. También pueden dirigirse al CAMIG-1 Centro de Atención al Migrante, en donde se atienden los dos perfiles, tanto a las familias en tránsito y aquellas con vo cación de permanencia.
A los párrocos se les recomienda tomar los datos de la personas o fa milias en condición migratoria, nom bres completos, dirección, teléfonos y, si tienen un lugar de habitación, programar una visita para verificar
El teléfono de contacto es: 4295520. También con los CAMIG 1 y 2, que son los Centros Arquidiocesanos de Atención al Migrante, el contacto es el número: 4202142.
En los siguientes contactos también pueden ser resueltas inquietudes sobre la atención a la población migrante: Correo electrónico: asistente_movilidadhumna@arquibogota.org.co Celular: 3235778861
los datos y antecedentes. Pueden apo yarse en todos estos procesos con el equipo parroquial de pastoral social.
Y, por último, dado el caso de que se requiera de acompañamiento u orientación más amplia, se recomien da a los párrocos contactar al profe sional en Trabajo Social dedicado a la migración en cada una de las vicarías arquidiocesanas. Esta persona podrá guiarlos, acompañarlos y remitirlos para que se atiendan de la forma más eficiente y humana. F
Tipo de servicio Personas atendidas
CATTT
Psicosocial 15.310
Transporte y reubicación 6.546
CAMIG 1 Alojamiento 2.184 Vestuario/alimentación 12.776 Arriendo 145 Duchas / alimentación 2.404
CEPCA
144 Cursos tradicionales 220 Cursos en territorio 57 Cursos cortos 32 Especializaciones 28 CAMIG 2 Albergue 1.412
Proyecto ACNUR Familias beneficiarias 66
Proyecto Europana
Protección 463 Educación en emergencias 50
Proyecto Misereor Conformación de grupos 6
Fraternidad, una revista para el clero de la arquidiócesis de Bogotá - 31
Finalizaba el año 1949 cuando las se ñoras Rosa Peña Viana y Marina San tamaría compraron una casa en el tradicional barrio bogotano de Quinta Camacho para el servicio de la Acción Católica Colombiana. Desde entonces, como lo recuerda su actual presidenta, la señora Lucía Cortés de Acosta, ha trabajado ininterrumpidamente por la evangelización de las familias.
Llama la atención esta casa, que fuera exponente del estilo Tudor como todas las de Quinta Camacho en su época dorada, recientemente restaurada, entre las floristerías que bordean la Avenida Caracas y que dan nombre a la estación de TransMilenio.
Una gran inscripción en piedra anun cia: Acción Católica Arquidiocesana – Bogotá. Desde que fue fundada la Acción Católica en Bogotá, en 1950, presta el servicio de evangelización con el sentir de la Iglesia y ya ha tran sitado, no sin algún percance, por dos diversos siglos; ha visto los cambios de época, los cambios conciliares, los cambios de pastores arquidiocesa nos y, por supuesto, los innumerables cambios de la ciudad.
El tiempo y las costumbres no per donaron la edificación, tanto así que hace unos tres años la dirección de la Acción Católica pensó en qué hacer con la casa, que estaba en un avanzado estado de deterioro. La mejor solución fue dejarla en manos de Arquidiócesis, para que siguiera cumpliendo con su misión evangelizadora, así que ahora es sede, además, de la Coordinación para Evangelización de Familia.
Después de un serio trabajo de restau ración, a cargo del departamento de planeación de la Arquidiócesis, la casa ha retomado su inicial brillo. La puerta de entrada desemboca en un espacio
abierto que da acceso a la sala, la ca pilla, el comedor y la cocina, al frente la maravillosa escalera que lleva a las oficinas del segundo piso en donde tra baja monseñor Nelson Ortiz, coordi nador de la evangelización de la fami lia; las oficinas de la Acción Católica; la sala de conferencias y una oficina para el CLAB.
Fraternidad visitó la casa, pero más allá, tuvo el privilegio de conocer a las señoras que aún dan vida a la Acción Católica y no desfallecen en su empe ño de hacer Iglesia, sentir como ella y educar para ella.
La señora María Inés Rico Cárdenas tiene 101 años, de los cuales casi cin cuenta ha dedicado a la Acción Cató lica, recuerda con facilidad hechos, lugares y personas. Con el juicio de una escolar mostró una hoja primoro samente escrita en máquina –tal vez Olivetti- en donde está consignada la historia de la AC y su devoción a san Antonio María Claret, quien es su pa trono. F
Con una puesta en escena realiza da por tres artistas de la Fundación Doctora Clown, fue presentada a más de 100 niños la Ruta de acom pañamiento en presuntos casos de violencia sexual.
En convenio con la Fundación Doctora Clown, la Oficina para el Buen Trato de la arquidiócesis de Bogotá, realizó en la parroquia Madre Laura, ubicada en la loca lidad de Usme, la socialización a más de 100 niños la Ruta de acom pañamiento en presuntos casos de violencia sexual contra niñas, ni ños, adolescentes y personas vul nerables.
Por más de una hora los niños y ni ñas presentes disfrutaron de una obra de teatro, en la cual, de mane ra lúdica, se quiso mostrar los ries gos de violencia sexual que pueden llegar a tener en cualquier ambien te, y como poder prevenirlos.
“Estamos comenzando con la Fundación Doctora Clown, duran te este mes de noviembre un tra bajo directamente con los niños, para generar en ellos una actitud de prevención, de que ellos sepan tener algunos criterios para apar tarse de situaciones que los ponen en riesgo de abuso”, indicó monse ñor Jaime Mancera, director de la Oficina para el Buen Trato.
Este año se iniciará con tres fun ciones en diferentes parroquias de la Arquidiócesis, socializan do la Ruta de acompañamiento a más 300 niños y se espera para el próximo año 2020, iniciar con la segunda temporada en el mes de febrero, con el objetivo de llegar a más de 1.500 menores de edad. F