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En la medida en que los movimientos sociales avanzan, las personas se expresan y, en esa medida, se logra también la unidad en la respuesta en las resistencias. Se llevan a cabo cambios profundos que paulatinamente van dejando atrás formas viejas y decadentes que han obstaculizado la evolución de nuevas conveniencias para involucrar y favorecer a las mayorías y grandes sectores deprimidos. Esta premisa totalizadora de cambio abarca la amplia esfera cultural y, por consiguiente, una de las más elaboradas, sistemáticas y profundas: la Academia. La que Platón concibió como el centro del aprendizaje en donde confluyen las ciencias, las artes y la política, conocimientos que hacen posible que los seres humanos experimenten uno de los más altos niveles en su evolución: la reflexión filosófica y el pensamiento crítico, características distintivas y esenciales que hacen que su existencia sea trascendente. Es oportuno aludir a la Academia, fundada por Platón para reflexionar sobre la enseñanza de distintas materias: música, matemática, astronomía, medicina, filosofía. En muchos países del mundo están desapareciendo las humanidades para dar paso al emprendedurismo, la tecnología y la productividad. Ahora, mientras el mundo tiene una inmensa crisis de valores, en el que lo más importante es tener y acumular a costa de lo que sea, sin cultivar la parte espiritual del ser. En una era en la que hay tanta necesidad de la poesía, de la música, de la filosofía y del arte, empiezan a mutilarse las áreas del ser humano que lo harían perpetuarse, trascender y tender puentes hacia las demás personas. Si bien la academia ha ido cambiando, parte de su esencia ha permanecido en las universidades públicas latinoamericanas en donde el entendimiento profundo, sistemático, riguroso y congruente, ha permitido comprender que los cambios en los pueblos son auténticos si se hacen por y a favor de los grandes conglomerados. De esta cuenta, la universidad es una institución que dialécticamente promueve las transformaciones, marca los pasos, traza los caminos, proporciona las guías y aporta luces para que los recorridos sean más certeros, menos dramáticos y más humanos.
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De acuerdo con esta concepción de academia y de universidad, constituye una feliz coyuntura la aparición de la obra El movimiento que transformó a la Facultad de arquitectura, CRA, que surge en un momento de la vida universitaria y ciudadana que está marcando una época que sin duda, definirá un antes y un después en la vida nacional. Esta obra es un aporte que irradia información que más allá de ser un referente de lo que aconteció, constituye un documento imprescindible para conocer y esclarecer un pasado inmediato de la historia institucional de la Universidad de San Carlos de Guatemala. El Congreso de Reestructuración de Arqutectura, CRA, se convirtió en un movimiento, una corriente, una tendencia de cambio promovido por un fuerte sector de estudiantes, docentes e investigadores de la Facultad de Arquitectura, quienes conscientes del rol que debía desempeñar la universidad durante el llamado conflicto armado interno en los años setenta, asumieron un papel de compromiso con la universidad, la academia y el pueblo. De esta manera, los aportes que se hacen a la comunidad sancarlista, a la cultura científica y bibliográfica del pueblo de Guatemala no tienen parangón alguno. La estructura de los contenidos, las metodologías de indagación, la objetiva y creativa forma de abordar la trama, denotan la gran experiencia del autor en el tema investigativo. Esta contribución del doctor Byron Rabé, se centra en documentar, conocer, analizar y explicar los cambios que al interior de la Facultad promovía y consolidaba el CRA, frente a la concepción de una arquitectura elitista y distanciada de la realidad que había permanecido aislada desde su creación y fundación y que era cuestionada por los grupos que consideraban que no respondía a las necesidades del contexto nacional. La reestructuración expresaba, además, una reacción a un momento de crisis nacional que repercutía de manera directa en la universidad. Así, cambios administrativos, entre otros, gravitaban alrededor de la transformación de un pensum de estudios, concebido para formar arquitectos conocedores y compenetrados con la realidad nacional, profesionales con un alto sentido social que ejercieran su profesión promoviendo proyectos con impacto e incidencia en sectores populares.
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En este contexto, el contenido de la obra nos incita a pensar que el CRA no fue un movimiento aislado, ya que en esos mismos años, algunas unidades académicas llevaban a cabo movimientos que confluyeron en la separación de varios departamentos de la Facultad de Humanidades, a tal grado que, se crearon y fundaron escuelas no facultativas, que enarbolaron banderas académicas críticas, entre las que podemos mencionar: Historia, Psicología y Ciencias de la Comunicación. Ante tales antecedentes, la obra del doctor Rabé mueve a la reflexión acerca de la importancia de construir una renovada y actualizada historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala, que se distancie de los discursos complacientes y legitimadores del poder y se desmarque y aleje también de las decadentes posturas memorísticas que se reducen a las acciones descriptivas, fundamentalmente administrativas de personas que han figurado sucesivamente en el gobierno universitario. El Movimiento que transformó a la Facultad de Arquitectura se enfoca y entiende desde los dinámicos actores colectivos que, permiten acceder a nuevos conocimientos y elaborar incluso, nuevas periodizaciones. La riqueza de fuentes históricas de primer orden permite crear y recrear las escenas, recuperar los pormenores y, a la vez, integrarlos a los análisis y las síntesis que explican paso a paso lo sucedido antes, durante y después del CRA. Una importante cantidad de actas del Consejo Superior Universitario, de la Junta Directiva de la Facultad de Arquitectura, notas, cartas, bibliografía, documentos hemerográficos de archivos públicos y fondos privados que, aunados a la oralidad, se entrelazan dando origen a una interpretación rigurosa y, a la vez, fresca, compuesta por datos objetivos expuestos de manera singular. El material escrito se enriquece y complementa con fotografías que, a tono con el discurso, muestran indistintamente a personajes individuales y colectivos como protagónicos de la reestructura. Otra particularidad evidente en el abordaje de la obra se refleja en los niveles de conocimiento e interpretación que nos ofrece el autor, transitando de lo acontecido en escenarios internacionales exponiendo lo que pasaba en el mundo y América Latina, para adentrarse en Guatemala,
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en la universidad y concretamente en la Facultad de Arquitectura; esta concepción articulada de los fenómenos contextuales admite relacionar factores externos e internos que, a la vez, promueven la posibilidad de una historia holística. Y, como todo buen texto, la obra también nos permite acercarnos, conocer y adentrarnos al autor por medio de la simbiosis que hace con la obra. Por un lado, un vigoroso movimiento renovador y, por el otro el autor, conocedor, promotor y partícipe de una realidad facultativa que aún en la actualidad mantiene vigente el espíritu social a través de la incidencia en la resolución de los problemas estructurales del país. Las capacidades intelectuales del autor, una vez más, ponen de manifiesto una formación excelsa y el manejo de su disciplina. Su inclinación por la historia y las ciencias sociales críticas lo llevan a romper y rebasar fronteras cuando todo confluye en expresiones como esta publicación que requiere de talento y creatividad, elementos estos que refuerzan la faceta del arquitecto-artista y, a la vez, manifiestan su sensibilidad social y compromiso desde la academia y con la academia. Con títulos sugerentes, la obra no sólo tiene la capacidad de introducirnos a los capítulos propios de la historia reciente de la Facultad, sino también de recrear en cada momento, las acciones, las controversias, los enfrentamientos, las luchas y batallas, las pérdidas, los logros y los alcances. El autor con un lenguaje puntual, limpio y depurado capta y mantiene la atención de principio a fin. El interés no desmaya y cada escena nos permite imaginar y ser parte de las acciones y esfuerzos llevados a cabo por los sectores progresistas, en función de una Facultad de Arquitectura compenetrada con la realidad universitaria y nacional. Las historias verdaderas, como las generadas por el Congreso de Reestructuración de Arquitectura, se construyen cuando se retoma el papel de los sujetos colectivos en sus dinámicas, tiempos y escenarios. Es así como la obra que ahora se presenta e incorpora en el acervo académico cultural, reivindica y dignifica a todos aquellos estudiantes, docentes, investigadores y trabajadores que, arriesgándose, aun ofrendando su propia vida valientemente, se despojaron y continúan despojándose del miedo
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para enfrentar obstáculos que limitan y entorpecen el avance de una academia crítica, ética, honesta y progresista que vela por los intereses y el bien colectivo. Una Facultad de Arquitectura que en los años setenta se centró en los cambios que demandaba el Pueblo de Guatemala, una universidad que con algunas honrosas autoridades hacían frente a las acciones mezquinas y violentas de un Estado defensor y protector de intereses elitistas, que, históricamente, ha sido y sigue siendo represivo, clasista, racista, discriminativo y dictatorial. Con relación a esto último, el autor nos alerta de cómo en esos años se perfilaban dos enemigos de la universidad. Por un lado, la economía de mercado que pretendía influir con visiones en donde los conocimientos y la ciencia fueran campos científicos especializados a tal grado que, reducían los conocimientos aportados por la filosofía, las humanidades y las ciencias sociales. Esa perspectiva en donde lo más importante es la producción, el lucro y las ganancias que consideraban en un futuro a la universidad y la educación superior como un negocio en donde como ya lo señaló Nuccio Ordine en su ensayo, La utilidad de lo inútil, la universidad deja su esencia y pasa a ser otra cosa: una empresa en donde los profesores se burocratizan y los estudiantes son los clientes. Por otro lado, el Estado, un enemigo que, con base en persecución, hostigamiento y represión, asesinaba a universitarios e implementaba el pánico y el terror. Secuencialmente, con fraudes y procesos dudosos de elecciones, ejercieron el poder figuras presidenciales predominantemente militares, defensores y proclives de los intereses minoritarios de élites conservadoras y antidemocráticas que consideraban y veían en la universidad un espacio peligroso en donde el pensamiento libre y contestatario se convertía en una crítica constante, promotora de importantes movimientos de cambio y en donde las organizaciones encontraban eco y respaldo para llevar a cabo acciones concretas que cambiaran al país. Junto a esa advertencia que nos hace el autor, incorpora un buen análisis de los daños que la represión hizo al interno de la Facultad de
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Artemis Torres: Es licenciada en Historia y doctora en Filosfía, fue Directora de la Escuela de Historia de la Universidad de San Carlos de Guatemala y la primera guatemalteca en ser incluida en la Galería de historiadores y geógrafos del Instituto Panamericano de Geografía e Historia de México. Arquitectura, de la Universidad de San Carlos, del movimiento estudiantil y de las organizaciones sociales en general. Las amenazas, los exilios y las muertes, golpearon fuertemente al Pueblo de Guatemala. Sin embargo, los cambios que se llevaron a cabo dentro de estas instancias y en las mismas organizaciones tuvieron logros que, aún hoy en día se manifiestan en voces claras que entre otras reivindicaciones, claman libertad y justicia para todos. El legado que nos deja el doctor Rabé, cobra mayor importancia en esta época en que el país y la universidad atraviesan momentos caóticos. Estas páginas se hacen muy valiosas, nos impulsan a llevar a cabo una auténtica y genuina Reforma Universitaria que tenga como punto de referencia la autonomía y, a la vez, nos recuerdan, advierten e iluminan con el ejemplo concreto del Congreso de Reestructuración de Arquitectura, así como del proceso a seguir: la resistencia, el fortalecimiento de los movimientos estudiantiles y sociales, las luchas, las huelgas, los paros, las tomas, los espacios de diálogo como medios para lograr cambios que vayan consolidando el ejercicio democrático en función de una vida digna, cada vez más humana, libre y plena. Para finalizar, me complace expresar al doctor Byron Rabé, mi enhorabuena, mi alegría, mi satisfacción; un brindis por esta obra, como lo manda la tradición, con un buen vino porque sin duda, dará a conocer a las nuevas y venideras generaciones parte de la historia de la Facultad de Arquitectura y de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Enfatizo que, de esta manera, el autor contribuye a edificar y consolidar una de las instituciones más importantes y nobles del país, bastión de la ciencia y la cultura, reserva moral y ética, gloriosa herencia de los gobiernos revolucionarios.
¡Que viva la Facultad de Arquitectura! ¡Que viva la Autonomía! ¡Que viva hoy y siempre la Universidad de San Carlos de Guatemala!
Artemis Torres Valenzueala
Nueva Guatemala de la Asunción, octubre 2022
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