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Las causas del rompimiento

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Entrevistas

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El fenómeno iba a pasar con nosotros o sin nosotros porque el contexto ya no daba para más.

Ramiro Soria

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Para inicio de los años 70 las condiciones habían cambiado, no era el mismo escenario del despuntar de los 60. Los movimientos estudiantiles estaban fortaleciéndose en el mundo y tomaban un papel preponderante en la lucha por las reivindicaciones sociales. La organización estudiantil se había consolidado y el posicionamiento político dentro de la estructura académica se consideraba clave para el logro de los objetivos de grupo.

La academia necesitaba adaptarse a las nuevas realidades, pero no lo hizo con la prontitud necesaria, para algunos, parecía que era un tema que ni siquiera se había considerado.

Se fueron dando indicios sobre la situación que se podría afrontar a lo interno de la Facultad de Arquitectura y serían varios los acontecimientos que llevarían al rompimiento del modelo original. Entre ellos la poca disposición para hacer cambios de enfoque en el pensum de estudios, la baja participación dada a los estudiantes, la vinculación de algunos actores con los movimientos sociales, el fortalecimiento de la organización estudiantil, la llegada de un nuevo Rector con orientación hacia el desarrollo social y, el apoyo político que se había ido tejiendo al interior de la Junta Directiva y dentro del CSU.

También favoreció el proceso el cierre de la Escuela de Estudios Generales que generó un considerable incremento de estudiantes que provenían de familias de escasos o medianos recursos económicos.

Figura 2.5. Preparando carteles de protesta. Dirige la mesa el “Chino” Cifuentes. 1972. Foto: Jorge Rousselin.

Preámbulo 72

Las autoridades, la mayoría de ellas fundadoras de la Facultad, no habían dimensionado los grandes cambios en los escenarios y actores de la Facultad.

Los seminarios y eventos estudiantiles que irían dotando de diferentes marcos conceptuales y contextuales que justificarían y fundamentarían los pronunciamientos y propuestas que estaban por venir.

Se sumaría el disgusto generado por el nuevo pensum en el que no se les dio participación, al que señalaban de mantener la mayoría de los criterios académicos tradicionales y de no reconocer la importancia de la facultad en el desarrollo social. Si a ello sumamos el sentimiento estudiantil de que no se daba respuestas a sus propuestas e inquietudes, la percepción de estar en una carrera elitista y poco participativa, la forma poco efectiva en que las autoridades afrontaban la problemática y, para finalizar, la inoportuna propuesta de normas de evaluación impopulares era más que probable que explotara una crisis.

Las autoridades, la mayoría de ellas fundadoras de la Facultad, no habían dimensionado los grandes cambios en los escenarios y actores de la Facultad. Los directivos y muchos de los profesores eran arquitectos de renombre, provenían de familias con holgados recursos que les permitieron ir a estudiar al extranjero, poseían una gran proyección dentro de la práctica de la arquitectura y gozaban de mucho respeto en los ámbitos profesionales y sociales, pero tenían posiciones que diferían de las nuevas aspiraciones y perspectivas estudiantiles. Pertenecían a una vieja guardia con patrones de conducta orientados a valores como el respeto hacia la autoridad y a los mayores. Su disposición era tradicionalmente academista y no advirtieron la magnitud de las reacciones estudiantiles. Su conservadora visión no les permitió anticipar las luchas político-ideológicas que no formaban parte de la realidad profesional que conocían y que se había mantenido dentro de la joven Facultad, y no priorizaron estrategias o respuestas conciliatorias para afrontarlas.

Debió ser muy doloroso para quienes lucharon tenazmente por la fundación de la Facultad que muchachos empoderados los acusaran de improvisación, ineficiencia, irresponsabilidad e incapacidad, y además les exigieran su renuncia. Pero hubo una clara desatención a las señales que se habían dado y a esas alturas del desarrollo de la Facultad todo había cambiado.

Para el momento del quiebre habían pasado 14 años desde la fundación. Las condiciones y aspiraciones de los miembros de esta nueva generación eran muy distintas a la de los primeros estudiantes que vieron realizado el sueño de sus maestros de formar una Facultad de Arquitectura en Guatemala. Muchos estudiantes no conocían a los fundadores y sus antecedentes, además sus modelos de conducta eran muy diferentes. Pero en ese momento y contexto, ya poco importaba.

Preámbulo 73

Entre ópticas tan disímiles se fueron revelando diversas posturas ideológicas y diferentes pretensiones. Se gestaba una lucha doctrinaria entre quienes querían mantener la orientación de la Escuela, los que aspiraban a un mejor posicionamiento económico social por medio de los estudios universitarios y quienes creían que la función del estudiante era contribuir al desarrollo y ser agentes de cambio social.

El asunto es que fueron múltiples las razones que llevaron a ese momento, el tema de las nuevas normas fue sólo la excusa, bastante efectiva, para llevar al rompimiento del modelo y fue utilizado para encender a la masa. Algunos de los entrevistados dieron su opinión sobre lo que llevó al movimiento. (Tabla 2.1)

Figura 2.6. El entierro de las estructuras, desfile realizado en la Ciudad Universitaria para simbolizar el cambio que se aproximaba, abril de 1972. Foto: Jorge Rousselin.

En fin, parecía que había un cúmulo de situaciones por atender, los escenarios eran hostiles y los nuevos actores que entraron en escena tenían opuestos criterios, inclinaciones y valores influidos por las nuevas corrientes que afectaban a los estudiantes de las universidades públicas latinoamericanas. Era inevitable que en ese contexto existieran ajustes para responder a la nueva realidad que se estaba gestando. El estallido que se estaba dando en la Facultad era sólo el primer paso de un proceso de transformación que iniciaría con el Congreso de Reestructuración de Arquitectura.

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Tabla 2.1 Opiniones sobre las causas que llevaron al movimiento

◊ Los sesentas y setentas, fueron años en que se dieron ideas que impactaron en las sociedades y cambiaron en alguna forma al mundo. (Luis Estrada) ◊ Queríamos que se cambiara el pensum que venía de la Habana y que estaba trasnochado. (Enrique Matheu) ◊ La facultad se encontraba desligada de la realidad nacional, formando profesionales individualistas y con capacidades de diseño orientadas hacia productos puramente estéticos. (Sergio Duarte) ◊ Había un sentimiento de dejar lo tradicional por algo nuevo que fuera más participativo donde el estudiante decidiera y que eso respondiera a las necesidades que la pobreza del país presentaba. (Luis Estrada) ◊ No teníamos noción de lo que sucedía en nuestro país, porque estábamos muy alejados de nuestra Realidad Nacional. (Jorge Cordón) ◊ Necesidad de que los contenidos de los cursos se acercaran a conocer la realidad del país, de acercar el ejercicio de la arquitectura a la población pobre, tanto de áreas urbanas como rurales. (Luis Estrada) ◊ Había una inconformidad generalizada con el comportamiento de los profesores, quienes trataban a los alumnos de mala manera.(Sergio Duarte) ◊ La ley del profesor era la que prevalecía y la tendencia de las autoridades era de apoyarlo al 100%, aunque no tuviese la razón. (Ramiro Soria) ◊ Había discriminación, trato grosero (usted mejor vaya a vender papas) y machista (qué está haciendo aquí). A las mujeres las intimidaban. Se sentía la carga. (Glenda Rodríguez) ◊ Había autoridades y docentes con comportamientos elitistas, que decían que el arquitecto nace y no se hace. (José Asturias) ◊ Los extremos son malos, los profesores eran abusivos con los estudiantes y decidían quien podía y quien no. (Julio Corea) ◊ Había cursos, pero no programas, el docente hacía lo que quería y contestaban que eso era libertad de cátedra. (Pedro Asturias) ◊ Teníamos un sistema de educación bancaria (llegabas te depositaban los contenidos, te los aprendías y a ganar el curso y seguir igual).(Luis Estrada) ◊ En sociología urbana se hablaba de Europa, en historia de arquitectura maya se hacía un enfoque descriptivo, no interpretativo. (Darío Menéndez) ◊ No había sistematización de la evaluación, las calificaciones eran subjetivas. Había caos y discrecionalidad para pasar los cursos. Un desorden organizado. (Glenda Rodríguez) ◊ No enseñaban a realizar el diseño, no había metodologías y se partía de referentes como revistas de arquitectura a las que no todos tenían acceso. (José Asturias) ◊ La crítica era despiadada y no te daban insumos. Las cosas eran poco claras, muy selectivas. (Glenda Rodríguez) ◊ No tenían sistematizada la enseñanza del diseño. Nos pusieron como problema, la casa de un pianista y su esposa que era pintora Solo daban el listado de necesidades y todo derivaba de la creatividad. (Glenda Rodríguez) ◊ Queríamos aprender de diseño, pero no nos ubicaban en la realidad nacional. Se hacían proyectos irreales, no se diseñaban escuelas, hospitales, etc. (Darío Menéndez) ◊ Consideraba que no era justo que al estudiantado en general se le tratara de esa manera. (Ramiro Soria) ◊ Se buscaba más democracia, menos autoritarismo y una mayor libertad de decisión sobre el pensum de los mismos estudiantes. (P. Pablo Palma) ◊ Les pedimos que evaluáramos juntos el Plan 69 y acordamos parar el movimiento, pero no cumplieron. (Pedro Asturias)

Fuente: Comentarios obtenidos de entrevistas, según se identifica al final de cada párrafo.

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Un vehemente inicio 78

UN VEHEMENTE INICIO

105. Ministerio de Educación. Historia de El Salvador. Tomo 2. (El Salvador: Mined, 2009), 206. 106. CSU 1161, 3.1./1972 de 19 de julio. En 1972 Nixon autorizaría el aumento de bombardeos a las tropas de Vietnam del Norte, esto provocaría que a lo largo de Estados Unidos se realizaran demostraciones pacifistas y que cientos de manifestantes fueran arrestados. A pesar de que durante ese año se continuaron las negociaciones para lograr un acuerdo de paz, las acciones se recrudecerían a finales de año después de la reelección de Nixon en noviembre. En enero del siguiente año Vietnam del Norte propondría la reanudación de las conversaciones de paz. En mayo los dirigentes de Estados Unidos, Richard Nixon y de la Unión Soviética, Leonid Brezhnev firmaron un Tratado de Coexistencia Pacífica. Para junio del 72 se había destapado el caso conocido como Watergate que desestabilizaría al gobierno republicano y llevaría a una crisis gubernamental sin precedentes. El debilitamiento del gobierno de Nixon coincidiría con un repunte en las actividades revolucionarias en Latinoamérica, la violencia se institucionalizaba y las confrontaciones ideológicas y políticas afectaban el orbe.

En Latinoamérica se revelaron varios movimientos políticos. En febrero el ejército derrocó al presidente ecuatoriano, José María Velasco Ibarra. En El Salvador, ante las acusaciones de fraude en las elecciones presidenciales, un grupo proclamado como la “Juventud Militar” trató de dar un golpe, pero no lo logró. El coronel Arturo Armando Molina asumió la presidencia y comenzaría su período bajo un Estado de Sitio a partir del 1 de julio de 1972. Esto desató un proceso de radicalización social y favorecería el engrosamiento de las filas guerrilleras.105

Ese mismo mes la Universidad de El Salvador fue ocupada por el ejército salvadoreño. La Secretaría General de la Confederación Universitaria Centroamericana había comunicado sobre la intervención militar de la Universidad de El Salvador (UES) al Consejo Superior Universitario de la USAC, el cual acordó expresar su protesta por ese hecho que vulneraba la autonomía universitaria y a la vez manifestar su solidaridad a las autoridades de la Universidad de El Salvador,106 pero la UES seguiría intervenida hasta 1978.

107. Virgilio Álvarez. Conventos, aulas y trincheras. Universidad y movimiento estudiantil en Guatemala, Volumen 2, (Guatemala: Editorial Universitaria, 2014), 43. 108. Carlos Sabino, Guatemala la Historia silenciada (1944-1989), Tomo II, El dominó que no cayó. (Guatemala: Grafiaetc. 2018), 160. 109. Álvarez, Conventos, 19. 110. Ídem. En Guatemala, luego de seis años, estaba disminuyendo la violencia generalizada. En marzo de 1972 el PGT había afirmado que la lucha armada se encontraba, en esos momentos “estancada y en buena medida desacreditada.” Años antes el PGT se había separado de las FAR por diferencias estratégicas en la forma de enfrentar el proceso, en especial, debido a que aquellos no compartían las acciones armadas. Sin embargo, el 15 de septiembre de 1972 el PGT y las FAR hicieron pública su voluntad unitaria: «tenían el deber y la responsabilidad de desarrollar, orientar y organizar el esfuerzo del pueblo hacia la conquista del poder político mediante la derrota de las clases reaccionarias del país y lograr la independencia nacional, la democracia y el bienestar popular».107

Las posiciones universitarias se consolidaban para una mayor participación social, crear las bases académicas que propiciaran una mayor conciencia social y articular acciones para mejorar las condiciones de la mayoría.

El gobierno de Arana continuaría con la lucha armada y promovería una represión selectiva en la lucha contra los revolucionarios. Los ataques hacia el PGT de los años anteriores habían sido poco comparados con el sucedido el 26 de septiembre de 1972. Ese día fueron detenidos varios dirigentes de la agrupación. Según reportes de prensa fueron capturados ocho personas. El gobierno negó reiteradamente toda responsabilidad. Carlos Sabino afirma que dichos dirigentes no abrazaban el camino de la lucha armada y su desaparición pudo servir para otorgar importancia, dentro de la izquierda, a los partidarios de métodos de lucha más radicales.108 Pero de acuerdo con Álvarez los desaparecidos eran viejos militantes «todos comprometidos con el impulso de la lucha armada que consideraban el único medio para alcanzar la revolución».109

Las autoridades universitarias levantaron su voz en protesta junto a los dirigentes de la AEU y de las distintas asociaciones estudiantiles «como la única opción que les quedaba a los sectores de oposición para mostrar su descontento, ira y repulsa».110 Pero los dirigentes nunca aparecerían.

111. Harnecker, Haciendo posible, 39. 112. Ídem. Las dos tendencias principales de los grupos de izquierda eran claras. Una se orientaba por un proceso democrático y de participación y organización de la masa social y la otra se inclinaba hacia la lucha por medio de las armas. Los grupos que surgían optando por el camino de la lucha armada se autodenominaban izquierda revolucionaria, para diferenciarse del resto de la izquierda a la que tildaban de reformista (partidos comunistas pro-soviéticos, partidos socialistas, etcétera).111

La izquierda revolucionaria, de origen urbano y preponderantemente universitario, tuvo escasa penetración en el movimiento obrero, tanto por la oposición que recibió de los aparatos sindicales de los partidos comunistas y socialdemócratas o populistas que dominaban ese espacio, como por el propio desinterés de sus militantes, que preferían abocarse a las tareas de la preparación militar. […] Esta nueva izquierda, idealista, llena de ímpetu e impaciencia juvenil, no sólo se declara partidaria de la lucha armada, sino que asume en la práctica esta forma de lucha y se lanza a crear organizaciones guerrilleras. 112

En las luchas universitarias y estudiantiles de igual manera se perfilaban dos corrientes. La primera consideraba que la acción política pasaba necesariamente por el proceso de consolidación de la institución universitaria, en el cumplimiento efectivo de sus funciones docentes. Esto suponía que el movimiento estudiantil iniciara un proceso de reconstrucción a partir de las acciones y demandas propiamente estudiantiles. La otra defendía que la institución y el movimiento estudiantil sólo tenían sentido si se incorporaban, lo más pronto posible, al proceso revolucionario. Los estudiantes que dirigían el movimiento de cambio en arquitectura pertenecían al primer grupo y sus acciones estaban orientadas al plano académico político.

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