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La evaluación del CRA

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Entrevistas

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506. FARUSAC 604 /1979 de 17 de abril. Anexo Estrategia para orientar el Plan de trabajo 1979-1983.

El CRA había iniciado el llamado proceso de transformación que buscaba abandonar la visión elitista de la arquitectura y realizar la práctica profesional consecuente con los intereses populares en respuesta a las necesidades y demandas de esos sectores mayoritarios. Se había logrado alcanzar una reorientación teórica conforme a la filosofía de la USAC, pero todavía no se habían logrado los propósitos inicialmente planteados.

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Seis años después se hacía preciso revisar los lineamientos para la formación profesional del arquitecto, así como de los mecanismos y contenidos para llevar a cabo dicha formación. Esos temas constituían, en ese momento, una seria preocupación en el seno de la Facultad de Arquitectura. Para dar respuesta a las diversas inquietudes, se impulsó una primera evaluación que formaría parte del Plan de trabajo que se pretendía promover.506

Desde que se inició el plan de estudios en 1973, se habían hecho una serie de evaluaciones y propuestas, pero no se había logrado una interpretación integral. Uno de los esfuerzos más significativos, fue el primer Congreso de Evaluación de la Facultad de Arquitectura en 1975. En este primer Coneval surgieron algunas propuestas, revisiones parciales de la estructura académica, del funcionamiento y de los distintos mecanismos para orientar las acciones formuladas durante el congreso de restructuración, así como, de la orientación y resultados a nivel académico. No obstante, el evento de evaluación se convirtió en la palestra para el enfrentamiento entre diferentes sectores, de tal manera que no se llegó a profundizar en las causas esenciales de la problemática, aunque se observaron algunos de los efectos materializados en acusaciones y contracusaciones. El segundo Coneval que debía realizarse en 1977, se fue retardando por distintos motivos y, a esas alturas no había podido concretarse.

En 1979 se pretendía superar las diferencias y deficiencias que tenía el proceso evolutivo del plan de transformación y para ello se necesitaba tomar algunos criterios del planteamiento inicial, entre ellos el proceso de evaluación permanente.

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507. FARUSAC 623 5.4/1979 de 24 de julio. Anexo, 3. En ese momento se tenía la percepción de que los postulados del CRA, visibilizados durante terremoto de febrero de 1976, continuaban vigentes. La reacción ante la catástrofe había demostrado la potencialidad del modelo para responder a los requerimientos sociales. Sin embargo, en los últimos años no se había tenido la misma proyección ni capacidad organizativa que se dio durante el terremoto, mas bien, había sido un período de estancamiento, tanto a nivel de proyección externa como de desarrollo interno, que fue marcado por enfrentamientos e intereses políticos que robaron la atención de lo esencial para el desarrollo integral de la Facultad.

La evaluación realizada al inicio de la gestión recabó algunos de los informes ya elaborados y actualizó diversos elementos de la problemática. En general se refería al modelo de gestión, al desarrollo docente, a la problemática estudiantil, a la estructura curricular y a la respuesta ante la realidad social vigente.507

Lo primero que se mencionaba era la incompatibilidad que existía entre el modelo creado por el proceso de reestructura y el modelo aprobado, así como sus propósitos y contenidos. Se señalaban errores de inicio y errores de proceso, desde la frustrada estructura del autogobierno, hasta el desempeño de los organismos paritarios, sus distintos momentos y evoluciones. La relación entre profesor-estudiante que se propugnaba dentro de un marco de libertad, responsabilidad y compromiso mutuo, había sido sustituida por una oposición entre profesor y estudiante. Esto había contribuido a la ineficacia de la paridad en un sentido amplio, y bloqueado la potencialidad del trabajo conjunto. Fue por eso por lo que los organismos de gestión paritario, en especial el Consejo de Facultad, afectados también por la falta de una clara dirección, habían carecido del empuje y de la visión que se esperaba.

Se apuntaba que, a lo largo de esos años del proceso de transformación, no se habían generado los mecanismos y condiciones apropiadas para la formación y promoción del personal docente dentro de la concepción del proyecto de restructura. En tanto que el estudiante, considerado como el elemento humano que daba sentido a la Facultad, era mayoritariamente trabajador y el tiempo que dedicaba al estudio era limitado, al igual que el rendimiento que alcanzaba.

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508. FARUSAC 623 5.4/1979. 509. Ídem Se resaltaba que, en ese momento, la realidad del país difería notablemente de cuando se inició el proceso de reestructura. Por lo que, en un marco de desarrollo capitalista con nuevas facetas y requerimientos, la Universidad y la Facultad no podían permanecer impasibles y debían evaluarse y dimensionarse estos temas.

El documento exponía los síntomas de lo que se llamaba la crisis por incompatibilidad, entre ellos la apatía estudiantil y docente ante la incomprensión y desconocimiento del proyecto de restructura; la sensación de pérdida del oficio, el conflicto entre lo social y lo técnico; la falta de una evaluación del producto del proceso formativo, es decir del profesional egresado y, el funcionamiento de un plan que había obedecido a la incapacidad de su conducción, a la anarquía e irracionalidad verificables en el contenido, régimen trimestral, traslapes curriculares y horarios, repeticiones temáticas, sobrecarga académica, entre otros. 508

En cuanto al pensum, no se había logrado expresar la coherencia necesaria, ni el nivel de contenido que le demandaban los objetivos de la Facultad. No se había logrado, en los niveles requeridos por el proyecto de restructura, la síntesis entre lo técnico y lo social y, entre la teoría y la práctica. Los propósitos no siempre se habían traducido en una secuencia lógica. Algunas asignaturas parecían no corresponder al ciclo en que se encontraban ubicadas y no respondían a las demandas que los niveles de integración solicitaban. Además, el Pensum creaba una recarga académica y no ofrecía las condiciones para el adecuado desarrollo de algunas asignaturas, ni para las líneas de especialización que se ofrecían.

Año con año, de manera creciente, se hacían propuestas en relación con las necesidades de modificación del pensum, que incluían los contenidos de los cursos, los créditos, los trimestres, modificaciones al taller síntesis, el EPS y otros temas relacionados. Se admitía que de 1973 a 1979 dichos intentos «habían proliferado aun cuando también, fracasado, por lo que se debía comprender que algo subyacía en la concepción del proyecto original que meditaba un replanteo, pero también se percibía que los mecanismos que podrían dar validez a tales iniciativas no existían, no se daban o habían sido bloqueados».509

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510. FARUSAC 623 5.4/1979 511. Ídem. Por otro lado, no se revelaba, de manera consciente y amplia, mayor impulso a los programas de investigación y extensión. Parecía que la Facultad se encontraba ajena al acontecer diario del país y al movimiento de la sociedad, salvo en algunos cursos y programas, como el EPS.

También se hacía énfasis en la generalizada ineficiencia de la administración, las limitaciones para la acción y los recortes presupuestarios.

En conclusión, el informe señalaba que aparte del lastre que todo lo anterior representaba, se estaba ante una escuela sin escuela, que carecía de una corriente de pensamiento que orientara, diera coherencia y que tradujera el ideario de la Reestructura, a la práctica académica y administrativa, en el quehacer de la Facultad como institución responsable de la formación de arquitectos orientados hacia un compromiso con el desarrollo que requiere el país. El futuro de la Facultad dependería de una concepción clara y correcta de la arquitectura y de su práctica profesional que diera coherencia a sus acciones. 510

Sin embargo, no se trataba sólo de definir las particularidades que el proceso había tenido, esta evaluación era el punto de partida para la consecución del compromiso con los intereses populares y la comprensión de la realidad que se vivía para realizar un trabajo, “por lo menos consciente y por tanto responsable”.

La filosofía institucional debía jugar un papel preponderante y sostenerse en el criterio de que la Universidad tiene la responsabilidad primaria de formar cuadros profesionales útiles al desarrollo del país dentro de la realidad que este ofrecía.

El planteamiento pretendía retomar la visión ideológico-política en la que se sostenía que el desarrollo del país debía significar, además del crecimiento económico que evidentemente existía en Guatemala, una correcta y adecuada distribución de la riqueza que garantizara el bienestar y el mejoramiento constante y permanente de las condiciones de vida de la población.

Ante esta realidad se debía reconocer que, a la Universidad y la Facultad en particular, no le queda otro recurso, al menos a nivel institucional, que denunciar la injusticia, oponerse a ella y propugnar por su desaparición. Ese nivel de compromiso debía ser el principal acicate para alcanzar una mayor capacidad profesional, entendida dentro de esta comprensión de la realidad. 511

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