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ELECTRÓNICA & ROLL – HOGAR

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SINGLES

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Hogar

Ómicron como el fantasma de las navidades pasadas. Una variante de la COVID-19 que ha supuesto un récord de contagios (con efectos más leves, eso sí) que vuelve a afectar al clubbing con el cierre del ocio nocturno en algunas partes del país hasta quién sabe cuándo. Un invitado no deseado que de nuevo rompe el funcionamiento normal de cierta forma de vida. Esos meses de otoño, donde nos volvimos a reencontrar en la pista de baile, ahora mismo parecen un espejismo. La sensación de retroceso y pesadumbre, a pesar de los altos porcentajes de personas vacunadas, es inevitable. Y cuando leas este artículo no me atrevo a vaticinar en qué punto estaremos porque la incertidumbre es el signo de nuestros tiempos.

Todavía se me pone la piel de gallina cuando pienso en esos primeros meses en los que los clubs podían abrir en horario de tarde con todo el mundo sentado con mascarillas escuchando música de baile. La distopía en la que solo baila el DJ era una realidad. Una situación nada agradable para nadie. Proporcionaba una falsa y esperanzadora ilusión de retomar una anhelada normalidad, que prácticamente volvió a nosotros a finales en el último trimestre de 2021 cuando se amplió el horario nocturno y se acabaron las restricciones de aforo. De repente otra vez estábamos en 2019. Regreso al futuro. Durante todo este período de plomo, de donde no había otro lugar de dónde sacar, todas las salas y promotores han recurrido a la siempre maltratada escena local. Normal y lógico. Los que siempre están, la opción más barata (ni vuelos, ni hoteles) y a los que en gran medida les puede más la pasión que el dinero. La gran pregunta era si, después de retomar la ansiada normalidad, los clubs seguirían apostando por ese tipo de perfil que muchas veces no tiene ni el reconocimiento, ni las oportunidades que merece. Hay ciertas propuestas que continúan con su modelo de negocio tradicional buscando fuera lo que les va a permitir colgar sold outs, algo totalmente lícito y comprensible si la sala es mediana-grande; pero también han nacido otras que, a una escala menor, sí que han posado su mirada en lo que tenemos dentro a modo de reivindicación y que cuelgan el mismo cartel con todas las entradas vendidas cada noche, antes de esta inoportuna sexta ola de la pandemia.

En este sentido ha sorprendido la irrupción de HOME CLUB que semanalmente busca dentro de la rica cantera madrileña, y también nacional, a esos artistas con un discurso sólido más allá de estilos que hagan disfrutar al personal de la misma forma que alguien venido de Berlín, Londres, Ámsterdam, París, Chicago, Detroit, Tokyo o Kuala Lumpur. Poner en valor a nuestra propia escena tanto con las nuevas generaciones como con veteranos que han estado en cierta medida infravalorados es un punto de arranque, como mínimo, interesante y valiente.

Nombres como ANTIFAN, Divorce From NY, Gon Posse, TR, The Zenobit3, la crew de sellos como Galleta Records, Barro, Distrito 91 o integrantes de colectivos como Ego-Trip y Portal, por nombrar algunos, crean una sensación de cercanía underground que convierte la experiencia en algo parecido a un hogar para todos aquellos que amamos la música electrónica y creamos comunidad encontrándonos entre iguales. Con quien estás bailando codo a codo en la pista dentro de siete días puede estar comandando esa cabina. Sí, al propio que suscribe estas líneas le ha ocurrido. Bien acertado el nombre de una sesión que debería tener futuro. Si las actuales circunstancias lo permiten.

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