Disfrutamich

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REDACCIÓN Al caer la noche, el joven campesino se dispuso a salir de cacería. No había mucho qué comer en casa, salvo la olla de barro en el comal cociendo un puñado de frijoles. Apretaba la barriga el cincho, pero por más que atizara el fogón, el milagro del sermón del monte no se repetiría en aquella barranca olvidada por Dios y alumbrada sólo por una mecha de petróleo que se desvanecía constantemente anticipando las penumbras. En verdad había bastantes bocas hambrientas de un taco en casa; niños jugando en el interior del jacal mitigando su hambre con fantasías empuñadas en cabellos de elote; labraban sus juguetes con figuras de barro y cualquier pedazo de tortilla tiesa era un manjar que hacía más llevadera la vida. Al fondo del jacal se oía el llanto de un bebé que lloraba pecho a su madre. Aquel sereno cazador tomó su rifle calibre .22 y se dispuso a caminar cerro arriba para perderse entre las marañas del bosque. La noche cayó con más fuerza y aquella madre y sus hijos quedaron solos en el jacal de ramas de bordón enjarrado con barro. A pesar que era noche de luna, el cazador se atrevió a salir sabiendo que la caza de venado era poco probable, pues la lámpara incandescente mostraba su figura y el animal estaría atento en las noches solitarias. Noches solitarias en las que sólo se oye el murmullo del agua, el canto de los grillos. La luz del astro nocturno apenas se filtra por los huecos que dejan las diminutas ramas de uje, de cuando en cuando una nube cubre el fondo de las barrancas, que se observa tenebroso y oscuro; por si fuera poco, las raíces de las higueras y el tallo de las pochotas forman un espectáculo de horror, ideal para reuniones nocturnas de los secuaces del mal: duendes de barbas largas saboreando su delicioso mezcal, entonando fuertes notas de una cítara y un violín. Aun así, no había nada más hermoso y tranquilizador que contemplar la luna cuando su luz se filtra por las ramas de una parota o ver en el cielo el brillo de las estrellas a pesar que sabía que esas noches de luna de plano no servían para la cacería. Los cazadores de venados respetaban las leyes de la naturaleza. Transcurría el mes de agosto y la temporada de brama acababa

CUENTO:

EL CAZADOR Y LA ONZA

de pasar, cuando era más susceptible que le atinaran a una posible hembra con encargo, lo que representaba una falta no sólo para la vida, sino consigo mismos. En aquellos tiempos no se cazaba por mera diversión. Era una necesidad muy placentera, que no permitía matar animales más de la cuenta. Había que evitar ser vistos a toda costa por la presa. Debían cuidar el sentido del viento e impedir cualquier estornudo, movimiento o ruido que ahuyentara a la infortunada víctima, que tarde o temprano pasaría por el lugar indicado, mismo que el cazador con su conocimiento había encontrado a través de las huellas, olores o alimento preferido. Ventear, era una sentido que había que desarrollar al máximo, así como la vista o el oído. La paciencia, serenidad, y valor para enfrentar el miedo a la oscuridad, la soledad, eran las virtudes de los mejores cazadores. Aquí se necesitaba tamaño valor para enfrentar el miedo ante un espanto, o en algunos casos, una picadura o mordedura de algún bicho ponzoñoso. El cazador debía conocer el suelo que pisaba, reconocer los movimientos que produce el viento al mecer las ramas. Las pisadas de un venado o de un chivo, las

«Dicen que la onza es rayada de las manos, tiene rayas en todo el espinazo; tiene una raya negra, y en la cola tiene algo así como una mota, dicen que es liviana y muy peligrosa, que rebuzna como una bestia mular. garras de un tecuán, un puma o un tigre. La paciencia era la mejor virtud de estos hábiles hombres, conocían la astucia de cada ani-

mal, su alimento, horario de salida y entrada a la madriguera, sus lugares de alimentación. En ellos se forjaba la astucia de la víbora de cascabel, la paciencia de la garza y la agilidad del gato montés. Las mejores presas eran algún venado cola blanca, tlacuache, armadillo o algún tejón, pero no el famoso tejón solitario, mamífero muy bravo, capaz de matar con sus garras a perros bravos. Lejos de esas precauciones, había que evitar a toda costa el encuentro con algún animal de uña, pues tenían la fama de ser más ágiles que el cazador, rápidos y de muy mal humor. Muchas veces aquí se cumplió el dicho de que el cazador resultó ser cazado, ya sea por mal de colmillo, de picadura o mordida. Presa y cazador en un hábil juego de astucia. El que mejor utilizara los sentidos sería el ganador, quien se llevara a la presa o el que huyera de la muerte. En aquella oscuridad, trepado en un árbol o caminando entre barrancas podías pasarte toda la noche buscando presa sin encontrar alguna. En ocasiones no hacía falta ir tan lejos. A la vuelta de la casa, en un jobero, ciruelo o en una barranca. Si se trataba de un reto y ganar respeto duraban días buscando la presa perfecta. De preferencia macho grande de va-

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rias puntas en sus cuernos. Había venados de cuatro y hasta seis puntas. El tamaño y número de puntas era el premio del cazador. Sabiendo que tarde o temprano la encontraría. Pero esta vez ese no era el caso. La necesidad de llenar la panza de sus niños y vender la piel a los compradores para, por lo menos, comprar parque en la tienda. La carga del cazador estaba compuesta solamente de sal y tortilla. El cazador debía ir ligero, sin temor a lo salvaje y desconocido, movido por la curiosidad, llamado por la inquieta naturaleza. Sal, rifle, parque, cuchillo, era lo necesario para entregarse a las salvajes garras de la madre dadora de vida. En este escenario de la SierraCosta, era gusto de los rancheros asar una pierna de venado en las brazas bajo la cobija de algún buen árbol a la sazón de la leña de huizache o granadillo. El cazador no le temía a lo salvaje; sal, tortilla, rifle y parque eran lo necesario para adentrarse en las garras de la naturaleza. Cada personaje tenía su propio método de captura. Algunos se escondían detrás de una roca, otros se encaramaban en las ramas de algún árbol y colgaban una hamaca en las ramas altas y fuertes de un frondoso arbusto. Unos cazaban de día y otros de noche con la ayuda de lámpara de carburo, para camuflajearse y evitar que el venado olfateara el olor humano. La espera era paciente, y con calma a que los ruidos del bosque se mezclaran y confundieran con la tela nocturna, ideal momento para echar una tanteada. En el bosque se escuchaba el estruendo de ramas que se quiebran por la acción del viento, hojas que caen sin cesar en el arroyo y tapizan el agua. En lo alto de la sierra, allá entre riscos y pinos, donde la maleza no permite que hombre alguno ponga su huella, o conquiste la cima de la Sierra Madre del Sur, existe un felino de fama muy peligrosa, de mal humor, de uñas muy largas y afilados colmillos. Es la legendaria onza, nombre que le han asignado los campesinos a una fiera desconocida para los zoológicos, pero presente en la memoria de cualquier experto cazador de antaño. La onza es la fiera más peligrosa, rápida y sigilosa del mundo natural, es un animal dotado de garras, vista y olfato muy superiores a los del ser humano. Uno propio y el otro intruso, entablan la lucha entre el hombre y la naturaleza, el dominio o la sumisión, la vida o la muerte. «Dicen que la onza es rayada


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de las manos, tiene rayas en todo el espinazo; tiene una raya negra, y en la cola tiene algo así como una mota, dicen que es liviana y muy peligrosa, que rebuzna como una bestia mular. La oyen rebuznar allá en las risqueras, se mantiene pues con puros venados, es carnívora, peligrosa. «Si veías una onza necesitabas tantearle bien el tiro, ya que al balazo, el animal brinca como un pájaro pa’ donde tú estás, por eso buscan atinarle a la cabeza, pa’ que no te alcanzara a llegar, porque sintiéndose herida la onza vuela encima de ti pa’ devorarte».1 En tanto la noche abría su velo negro y la choza se iluminaba con una vela o una mecha de petróleo, la respiración cesó, para el cazador el tiempo se detuvo y aunque los ruidos estaban presentes, su oído no estuvo atento a ninguna pieza musical, la ráfaga del viento que meció su sombrero, la erosión de la tierra o el canto del pájaro. Solos en aquella inmensidad. No había ayuda, cualquier grito se perdería en la profundidad del bosque. La bestia y el hombre frente a frente, tampoco había tregua. Era la vida o la muerte, cualquier error costaría caro, no había opciones, nada de retroceder, el cazador sabía muy bien que si el primer disparo erraba, volvería encima al instante y finalmente sucumbiría ante las garras del felino… Por suerte, buen tino, o ambas a favor del hombre, la onza cayó con un plomazo a media frente.

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Valdomero Gaspar ha radicado casi toda su vida en la ranchería de Buenavista, un caserío incrustado en lo alto de la sierra, en la carretera La MiraArtega. En ese contexto se encuentra la hacienda de Las Lagunas, y se puede caminar por viejos caminos de herradura, como el llorón y salsipuedes, además de que se encuentran las minas de oro de Aguafría

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EL UJE, ÁRBOL CENTENARIO DE LA REGIÓN SIERRA-COSTA SALVADOR J IMÉNEZ El uje es un árbol de gran altura sostenido por fuertes raíces que afloran fuera de la tierra y se desplazan en distintas direcciones. Crece cerca de lugares húmedos como las barrancas o arroyos. Su tallo es grueso; color grisáceo en las secas, y verde grisáceo en las aguas por la humedad que guarda su tronco. Su follaje es verde todo el año. Las grandes y largas ramas que posee dan cobijo a muchos animales; discretas lagartijas se asoman con cautela infinita; valientes ardillas saltan distantes ramas acariciando el vacío y la letal caída; el ágil gato montés trepa y busca un lugar apropiado entre las hojas para camuflajearse y huir ante cualquier amenaza. Este árbol centenario suele ser caverna de arañas, esas de patas largas con cabeza de alfiler que se juntan por decenas en busca del abrigo del sol y la lluvia, y que al caminar sobre tu piel te hacen cosquillas. También es nido preferido de alguno que otro animal ponzoñoso; de vez en cuando las tenazas del alacrán atrapan insectos distraídos y aplican la ponzoña mortal que les arrebata la vida. Sigilosas arañas tejen la telaraña, La víbora de cascabel reclama sus habitaciones en tan codiciada vivienda natural al pie de los huecos o entre las enormes raíces que dan firmeza al coloso. En la copa de este árbol aterrizan aves sorprendentes como el guaco, el gavilancillo

¿Cómo se hace el café de uje? Se recolecta la semilla Se pone a secar al sol Se tuesta en el comal

Se limpia Se muele Se le agrega canela y chocolate

o la famosa chachalaca que con un sonido fuerte e inquietante se escucha a cientos de metros. Hileras de cientos de hormigas trazan sus rutas de comercio entre la corteza que cubre el tallo del coloso. El fruto del uje es una bolita verde que madura por los meses de enero, febrero. Es alimento preferido de venados y ganado vacuno.

En otros tiempos las ujeras eran el espacio idóneo para la cacería. El lugar predilecto por el cazador para imitar el silbido de los venados y hacerlos llamar en un hábil juego de la presa y el cazador. Verdaderas selvas son los lugares en las que crece este preciado árbol; entre bejucos o lianas gruesas que hacen curvas y

forman un espectacular paraíso natural. Al lado de ellos una exuberante vegetación con habillos de espinas puntiagudas; tejones, iguanas, mapaches trepan aprisa buscando abrigo de los cazadores furtivos sedientos de aventuras en la selva y fanáticos del mundo jurásico. Grandes ujeras adornaban el paisaje cercano a la costa. Testigos naturales del acontecer del tiempo. Útil proveedor de buena sombra, abrigo y tranquilidad al viajero o al solitario caminante. Descansadero de arrieros y animales en las jornadas de camino de la costa a las tierras frías en el camino de la sal. Mudo por su condición natural, pero testigo fiel del acontecer del tiempo largo en esta región, que da cuenta de lo verde y generosa que es la naturaleza cuando no ha sido trastocada por la mano del hombre. A pesar de su imponente figura en el paisaje natural, de la calidad nutritiva de su hoja para la alimentación del ganado, de los años de existencia que lo avalan, el uje se encuentra en peligro. Muchas ujeras han sido reducidas a reservas naturales en vías de desaparecer; algunas por cumplir su ciclo natural de vida y otras por causa de los ventarrones en tiempos de lluvia y rayos que arremeten con gran poder derrotando al coloso, que guarda el pasado de la vida silvestre, acoge y protege la diversidad de plantas y animales. La acción destructiva de la maquinaria hecha por el hombre, que en busca de mineral destruye en muy poco tiempo lo que la naturaleza tardó un siglo en construir. En el poblado de Chuta, a bordo de la carretera todavía hay gran cantidad de estos árboles. Rumbo a la Sierra, de Chuquiapan al norte, en localidades como Jaulilla, El Arenal o El Ahijadero, siguen dando sombra a personas, ganado y animales silvestres. En La Mira se les ha reducido a reservas por la explotación de mineral o la creación de basureros.


c i a n • m a g e n t a • amarillo • n e g r o

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PLAYA AZUL,

EL BETULA A 20 AÑOS DE LA TRAGEDIA SALVADOR JIMÉNEZ Frente al mar, cercano a un rústico campamento tortuguero, en la Barra del Tigre, perteneciente a la localidad de Playa Azul, yacen como atracción turística los restos de un barco de color negro rojizo, tal vez negro óxido, bañado por las olas saladas del mar que a pasos gigantescos carcomen lo poco que queda de los funestos restos que dejó el derrame de ácido sulfúrico más nocivo para la población que vive de la pesca. El 18 de junio de 1993, el buque noruego Betula cargaba nueve mil toneladas de ácido sulfúrico para uso industrial y 300 toneladas de combustible para realizar su viaje. Un corto circuito en el cuarto de máquinas hizo estallar un incendio, lo peligroso del caso es que atentaba contra la seguridad del puerto. La tripulación abandonó el barco que unos remolcadores intentaron llevar mar adentro para hundirlo en el océano. Era pleno verano, el agua fría se juntó con la caliente, esa fusión originó la furia del ciclón Calvin, que azotaba las costas del Pacífico. A las 12:00 de la medianoche se dio la alarma en el puerto; el barco de bandera noruega Betula descargaba ácido sulfúrico cuando se taparon las válvulas que vertían el peligroso líquido de uso industrial y de alta peligrosidad. Las consecuencias eran trágicas porque la seguridad del puerto estaba en peligro. Entre un espeso humo producto de la mezcla del ácido con el combustible que tenía el barco se coló el miedo, pánico e incertidumbre hicieron mella en los trabajadores que hacían turno esa funesta noche. El escenario pintaba un color negro para el puerto, pero el presagio era aún peor para las especies de mar, el ecosistema marino y la población. En el transcurso de la madrugada se guiaba al buque fuera del puerto, lazado por pequeños pero potentes barcos remolcadores. El destino del Betula era inevitable; la propagación del ácido había abierto un gran boquete y hundirlo en alta mar era el recurso más a la mano. La mañana de ese día amaneció normal, con una somera calma. En el puerto las horas transcurrían y las decisiones se tornaban cada vez más difíciles para las autoridades, que tenían en sus manos la decisión de deshacerse del barco, sin embargo los trámites, llamadas, el ir y venir, las responsabilidades, culpables y demás hicieron retardar las órdenes finales, como en todo proceso; que si el seguro del barco, que los trámites para hundirlo, un cañonazo

En los días aciagos del Betula la revolución la generaron todos, atrajo periodistas de todo el mundo, los pescadores quemaron con ácido de batería algunos pescados para mostrarlos al mundo como víctimas del Betula; los enramaderos de Playa Azul anunciaban desgracias que alejarían el turismo y hasta los dueños de las huertas frente al lugar en donde se posó el barco exigían indemnizaciones; de hecho, el barco ya para chatarra, nunca fue retirado del lugar porque los “afectados” no lo permitieron hasta que no se pagaran indemnizaciones. Desde la playa, el Betula se antoja un descuidado escenario de teatro, una mera escenografía a punto de derrumbarse, pero desde el aíre el naufragio de 210 metros de eslora, se percibe en toda su solidez, su ámbito de acero ha resistido olas y sol, pero las incesantes mordidas del mar ya han dejado huella, el buque es una oquedad en donde el mar muge victorioso y los pargos y guachinangos pasean seguros ante la ausencia de anzuelos y chinchorros.

y punto final. Antes de la tempestad había reinado la calma, las aguas azules del Pacífico dieron oportunidad por la mañana a que las autoridades navieras se las ingeniaran rápido para resolver el caso. Sólo que los fenómenos naturales son rejegos y no entienden lo caprichoso y contradictorio de los humanos y al mediodía las olas empezaron a subir de tono,

los vientos soplaron con mayor fuerza, se enfurecieron y se juntaron las corrientes marinas frías con el calor húmedo. Para los remolcadores se tornó difícil sostener un barco en altamar, sin tripulación, en medio de un clima poco favorable y con posibilidades de convertirse en huracán. Las órdenes eran claras, esperar hasta recibir indicaciones. Aún cuando las olas

se levantaban varios metros, meciendo como un frágil objeto a un remolcador con toneladas de peso, la tripulación inquieta y a la vez temerosa pensaba en salvar su vida, su posible destino revivía el recuerdo de sus familias y el calor de hogar se agolpaba en sus mentes. El valor ponía a prueba hasta al más valiente y arriesgado tripulante. La cuerda soltó el llanto y terminó por reventarse. Sin

CARGA DE

barco y éste anduvo de aquí para allá, paseando a merced de las olas hasta que el destino se encargó de dar una lección. El Betula apareció encallado frente a Playa Azul y Las Calabazas; se derramaron por lo menos dos mil toneladas de ácido sulfúrico en el mar y miles de peces fueron muertos y arrojados a la playa. Paz Verde, mejor conocido como Greenpeace, publicó por distintos medios las imágenes de la catástrofe y ni los amantes del buen paladar marino quisieron comer mariscos tatemados al sulfúrico. La población entera puso la lupa sobre el trágico accidente: ecologistas, enramaderos y pescadores reclamaron con justa razón, aunque algunos quisieron hacer su agosto haciendo leña del árbol caído. Al final, se tomó la decisión de utilizar el Betula como atractivo turístico, hoy, el buque acaba de cumplir 20 años de permanecer encallado con la proa enfilada al horizonte, el desgastado navío es asunto de portadas de folders y revistas, o de historias como ésta. Se utiliza como fondo escénico de fotografías y mueve a melancolía a más de un poeta romántico en busca de unir palabras heroicas y hacer versos o prosas. Lo cierto es que el barco es el recuerdo estático, cual máscara de turista se echa al olvido el desastre ecológico provocado por el descuido, la irresponsabilidad y la toma de erráticas decisiones de quienes llevan el mando en la nave. Betula es… símbolo de las contradicciones del desarrollo sustentable para la población local y regional de Lázaro Cárdenas.

la costa que sedujo y atrapó a un buque S ALVADOR JIMÉNEZ Playa Prieta, hoy Playa Azul, es escenario de un hotel que fue devastado en el temblor de 1985, y que con todo y fracturas se muestra aún firme, carcomido a diario por la intensa acción de la brisa del mar, dibujando su añosa y desgastada silueta hacia el horizonte azul. Su alberca de relativa profundidad y con múltiples cicatrices es punto de reunión de chicos y grandes, lugar de ocio predilecto de costeños de todas las edades. En su playa recta y uniforme, yacen como atractivo turístico los restos de un barco de un tono negro rojizo, oxidado, que en el año de 1993 puso en jaque la seguridad del puerto marítimo de Lázaro Cárdenas, así como a autoridades de los tres niveles y dependencias ambientales del Estado y la Federación, ya que el navío encalló derramando miles de litros de ácido sulfúrico en el amplio frente costero local. Alineados paralelamente a la playa se encuentran restaurantesenramadas dispuestos a consentir los más delicados paladares. La carta sugiere sabrosas mariscadas, pescado a la talla, tiritas de

pescado, ceviche o campechana de pulpo, camarón, calamar; platillos afrodisiacos que levantan no sólo el ánimo del visitante que se adentra en la gastronomía local para degustar sus sabrosos guisos, acompañados de una cerveza bien fría o la bebida gaseosa de su predilección. A la par de la playa se encuentra también un bulevar que recuerda el Bicentenario de la Independencia de nuestro país y une la referida población con Ciudad Lázaro Cárdenas. Grandes puentes cruzan los esteros del Pichi y Santana, los mismos que redujeron drásticamente el nivel del agua, cortaron mangle, y eliminaron sitios de anidación, reproducción de aves y reptiles, a la vez que permiten contemplar en su máximo esplendor la playa al extremo sur y las estribaciones de la sierra al extremo norte. Situada en el municipio de Lázaro Cárdenas, la localidad costera de Playa Azul adquiere diversos matices económicos y sociales. Es un rincón en la costa del estado de Michoacán donde los pescadores ribereños conviven con turistas nacionales y extranjeros, un pueblo cálido a la orilla del mar que se localiza entre el Estero de Pichi y la Barra del Tigre, donde surfistas intentan una y otra vez conquistar la mejor ola, mientras en la orilla pescadores ribereños lanzan una y otra vez sus ata-

rrayas con la ilusión de lograr una abundante pesca. Durante la temporada vacacional, en Playa Azul todo mundo hace su agosto con los turistas que escapan del mundo citadino del claxon y el smog. Por su potencial turístico, se ubican en la localidad diversos hoteles, Playa Azul y María Teresa, entre los más sobresalientes. También hay bungalows, cabañas o cuartos improvisados con los servicios básicos de agua potable, baño y recámara, con tarifas que se adecúan a todos los bolsillos para alojar en temporada vacacional a buena cantidad de visitantes provenientes, principalmente, del centro de la República. En esta zona del estado se produce y exporta coco, se cultiva chile y piña. Su ejido recibe anualmente despensas y apoyos económicos por la explotación de los minerales de Las Truchas que se ubican cerca de la población de La Mira. Viajemos y recordemos un poco del pasado, conozcamos parte del legado de este pueblo a través de la memoria oral, la historia y el folclor de la región de la desembocadura del Balsas, localizada entre los límites de Michoacán y Guerrero.

un intenso oleaje y una suave pendiente. En Playa Azul los visitantes podrán encontrar impresionantes paisajes que montañas, ríos cascadas, y otras maravillas naturales. Se localiza a 26 kilómetros de la ciudad portuaria de Lázaro Cárdenas. El pueblo de Playa Azul brinda a los turistas la posibilidad de una estancia agradable y cómoda en alguno de los hoteles

con los que cuenta: hay de todo un poco, íntimos bungalows, cabañas para los afectos al ecoturismo y accesibles hoteles con los servicios básicos. En el día, los visitantes pueden realizar paseos a la playa, para tomar el sol, nadar, desarrollar diferentes deportes acuáticos como el surf, por ejemplo.

1993

9 mil 29 DE JUNIO

TONELADAS DE ÁCIDO SULFÚRICO PARA USO INDUSTRIAL Y TRESCIENTAS TONELADAS DE COMBUSTIBLE PARA REALIZAR SU VIAJE.

APARECIÓ ENTRE LAS CALABAZAS Y PLAYA AZUL EN LA COSTA MICHOACANA, TRAS SU EXTRAVÍO POR MÁS DE 24 HORAS

nadie arriba del naufragio era imposible sujetar de nueva cuenta al titán agonizante, que en su lecho de muerte se soltó a la deriva. Varias horas tomó llegar a los barcos y regresar a salvo al puerto a abrigarse, descansar y suspirar en tierra los pormenores del infortunado accidente marítimo. Gracias a las decisiones humanas no hubo bajas, así se evitó gastar dinero y construir esta-

tuas a mártires por el hecho de morir sepultados en el fondo del mar. Tradición muy arraigada de los vivos a los muertos. Póstuma costumbre. El capitán del Betula, como todo fiel marinero a su barco, o más bien al temor de lo acontecido, deseaba irse con el barco a pique, pero los trabajadores navieros lo convencieron de hacer a un lado su épica hazaña. Durante 24 horas no se supo del

Paradójicamente el Betula fue considerado un símbolo de desastres y muerte, significó un riesgo de explosión o al menos esa fue la teoría de las autoridades portuarias para determinar sacar el barco del puerto

DATO Playa Azul es una comunidad costera que se caracteriza por sus varias playas de arena tersa y que dan a mar abierto. El tono de sus aguas es precisamente de un brillante azulado que deriva en el nombre del sitio. Es uno de los puntos más visitados en el estado de Michoacán y nos brinda en sus playas, además de arena suave de color amarillo,


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LA MIRA Y SU

RIQUEZA MINERAL La iglesia, el mineral y el General En la glorieta de La Mira se rinde tributo al visionario estadista que promovió el desarrollo en la desembocadura del Balsas. De mirada sagaz, quieta, observando quizá su obra, pensando tal vez si se habrá cumplido su sueño de desarrollo regional y nacionalización de los recursos minerales de México. Tres caminos federales se desprenden de esta glorieta: al sur se va a Playa Azul si el paladar gusta de mariscos, cocos o un buen baño de agua salada; al norte si se quiere disfrutar un clima más benigno y fresco; y al este si se desea conocer el puerto e industria de Ciudad Lázaro Cárdenas. La Mira también presume a mucha distancia un fuerte campanario. De su cima se observa la accidentada geografía del lugar y las cicatrices de su parentela humana, el serpenteo de las calles, las duras cuestas, que sólo de verlas duelen las rodillas, la carretera nacional, el bullicio del mercado, la vegetación característica del pueblo: parotas, palmeras y almendros. Además de imponerse a la vista, el campanario contiene un reloj que con canciones religiosas arrulla al pueblo por las noches y levanta a dormilones por la mañana. La Mira cuenta con el centro cultural, 27 viejos edificios se yerguen en sus colinas apretujados de gente y faltos del líquido vital de la vida. También hay en el pueblo unas bien ajetreadas canchitas de futbol rápido, un campamento minero recuerdo del glamur, un jardín sin flores, un mercado, una secundaria, una escuela de bachilleres, bastantes centros religiosos, negocios de todo tipo y hasta un centro de energías. Atrás de la iglesia, un imponente cerro guardián vigila con cruz encima a la población, cuestas que hacen sudar la gota gorda a quien lo visita cada 3 de mayo. Su interior es una poderosa burbuja de mineral rojo (hematita) que duerme tranquila y tapa a la vista de la población todo el paisaje natural de la Sierra Madre, y esconde toda la riqueza mineral detrás suyo.

Mia el Volcán

SALVADOR J IMÉNEZ Al norte de Playa Azul, en el municipio de Lázaro Cárdenas, se inicia un fuerte ascenso de lomas y cerros. Se vislumbran las cumbres de la Sierra Madre del Sur y pequeñas estribaciones cerriles contrastan gravemente con la playa dejada atrás. Cúspides cerriles de 200 metros de altura -las hubo de 300 metros- con fuertes cuestas empinadas entumen las rodillas y dañan las articulaciones. El manto suelto hace rodar despojos del material desintegrado con olor a hierro y los desfiladeros de sus cerros pueden causar vértigo. Lomas, montañas y cerros cubiertos de una vegetación esporádica, verde, generosa en temporada de lluvias; que en otras fechas se queda seca, triste, marchita; cubren superficies de cerros llenos de marañas, ramas y hierbas que impiden transitar alegremente. Lomas con poca productividad para la siembra, dotadas de otras gracias más profundas, internas y sólidas. Bosques de espinosos huizaches, carnizuelos, quebrajaches, habillas, pochotas; preciadas maderas de cacahuananche, parota, cueramo, palo de Brasil, caoba, rascaviejo, papelillo, hidra, frijolillo, granadillo, zapotillo figuran en su población. Míticas e imponentes higueras asoman raíces como cablotes, zazaniles, guauchiles. En sus ramas se posan aves. En su cielo pasan desapercibidos pichiches, zopilotes y cigüeñas. Viven aislados mamíferos nocturnos, como mapaches, tejones, zorras y armadillos; solitarios, alejados del ojo humano y de los cazadores furtivos. La suave brisa que viene del mar acaricia la piel por la tarde y

Torre de la Parroquia deNuestra Señora de Guagalupe, La Mira, Michchoacán.

durante la noche acarrea todos los contaminantes vertidos de la industria acerera. Las cimas cerriles muestran en toda su magnitud una zona baja cubierta de verdes penachos, huertas de mango, lomas, canales, y una gran casa de huéspedes a la espera de clientela. Desde las cimas de estos cerros se puede disfrutar la vista de los cuatro puntos cardinales, se ve Acalpican, Playa Azul, se ob-

serva el maravilloso azul marino del intenso mar, la quietud de penachos de las palmeras de la población morena de El Bordonal, la tenue desembocadura del estero de Pichi, y se ve La Mira, nombre controvertido de un pueblo del que poco sabemos su historia, y poco figura en las páginas oficiales de su cabecera municipal Lázaro Cárdenas, icono y orgullo industrial de Michoacán y la República Mexicana.


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GASTRONOMÍA Bahía Bufadero, siempre imponente desde cualquier ángulo, ya sea su puerta de acceso o el rompeolas, se caracteriza por la frescura de sus mariscos y depende de la temporada de langosta, que el mismo día de su captura es preparada por experimentadas cocineras con la sazón tradicional de la costa michoacana. Otro platillo típico de esta zona es la sopa de mariscos, delicioso caldo de huachinango, langostinos, camarones, jaiba y langosta que se juntan para crear una delicia que satisface el paladar más exigente en alimentos marinos.

CÓMO LLEGAR

Panorámica de Caleta de Campos

CALETA DE CAMPOS, LA EXCEPCIONAL

BAHÍA BUFADERO SALVADOR JIMÉNEZ Michoacán tiene grandes riquezas naturales, ejemplo de ello son sus hermosas y vírgenes playas que se extienden a lo largo de 250 kilómetros de litoral en el Océano Pacífico, donde Lázaro Cárdenas, Coahuayana y Aquila son los municipios que cuentan con bahías, acantilados y exuberante vegetación. Un fenómeno natural muy especial que se presenta en estos sitios es uno de los más extraordinarios ejemplos del milagro de la vida y la supervivencia que suceden cada año en las semi desiertas playas de Ixtapilla, Colola y Maruata, donde de junio a marzo, tortugas negras, golfinas y laúd arriban para reproducirse en las cálidas arenas donde depositan sus huevos, los cuales son protegidos de depredadores animales y humanos por organizaciones y grupos no gubernamentales que han logrado conservar las tres especies de quelonios mencionadas. Además, las tortugas ofrecen a los visitantes y lugareños un espectáculo extraordinario e inolvidable en cada desove.

Más extraordinario es el milagro de la vida que se presenta ante nuestros ojos cuando las diminutas tortugas rompen el cascarón y emergen por miles entre la arena de la playa para buscar instintivamente las tibias aguas del Pacífico, donde se pierden para regresar algún día en su vida adulta a depositar sus huevos en las arenas que en su etapa de embrión les dieron protección y calor hasta su nacimiento. La Región La Costa de Michoacán es ideal para disfrutar de su vegetación, desde la selva tropical hasta las coníferas en lo alto de la Sierra Madre del Sur. Cada playa cubre las exigencias de los amantes del ecoturismo y los deportes extremos; también son muy concurridas por quienes buscan tranquilidad y espacios de convivencia y reflexión. En el municipio de Lázaro Cárdenas se encuentra la tenencia de Bahía Bufadero, mejor conocida como Caleta de Campos, emblemático lugar donde existe un faro que sirve de orientación a la navegación; esta bahía cuenta también con una de las vistas panorámicas más hermosas de todo el litoral.

Para llegar a Caleta de Campos desde Morelia, se toma la autopista Morelia-Lázaro Cárdenas, luego de pasar por Playa Azul se localiza un entronque para llegar a la bahía. De Lázaro Cárdenas a Caleta el recorrido es de 72 kilómetros.

Todo el pueblo está situado sobre riscos, lo que lo dota de características especiales, ya que desde lejos se puede apreciar un peñasco alto y escarpado sobre el que aparece el destino turístico de Caleta de Campos. A pesar de conservar aspectos de un pequeño poblado, Caleta de Campos dispone de todos los servicios indispensables para los visitantes, con variedad de tiendas que ofrecen al paseante pescado fresco, verduras, carnes de todo tipo, ropa casual de playa, restaurantes, peleterías, neverías, servicio mecánico y de Internet, además de servicios médicos que garantizan a los visitantes una estadía segura. Caleta de Campos cuenta con bungalós con vista al mar y palapas idóneas para degustar ricos platillos preparados con mariscos frescos. Es esta bahía un precioso espejo de aguas azules con arenas amarillas, excelente para la práctica del buceo y la pesca, así como disfrutar del clima y la naturaleza tropical en su más pura expresión; es un lugar paradisiaco, diseñado especialmente por la naturaleza para nadar y practicar deportes acuáticos. Caleta de Campos es una población costeña que se ha desarrollado paulatinamente, eso le permite contar con servicios y comodidades de todo tipo a precios muy competitivos en sus hoteles y villas.

Luego de un soleado día en la playa, no hay nada como disfrutar de una deliciosa paleta o un agua de frutas naturales. Los helados de Caleta de Campos tienen fama por su exquisitez, el viajero puede disfrutar de su helado favorito pre-

senciando el espectacular atardecer en la bahía. A cinco minutos de Caleta de Campos se encuentra Nexpa, playa reconocida internacionalmente por los amantes del surf debido a que encuentran ahí las «olas perfectas» para la práctica de ese deporte. El sitio cuenta con espacios para acampar y cabañas, además se ofrecen clases y tablas en renta para practicar el surf, con lo que los fanáticos de ese apasionante deporte acuático y amantes de la adrenalina podrán desafiar las olas del Pacífico mexicano.


8• Cualquiera que haya tomado un polo o paleta en México probablemente conoce la marca La Michoacana. Está por todas partes. Es lo que es Burger King en el mundo de las hamburguesas y Dunkin’ Donuts en el mundo de los donuts. La Michoacana tiene tiendas por todas partes: en ciudades pequeñas y en grandes áreas metropolitanas, así como en comunidades de inmigrantes mexicanos en Estados Unidos. El principal producto de la marca es el polo o paleta, una barra de fruta congelada sujeta por un palillo que se vende con los sabores de piña picante, queso y mango con chile. Aunque, a primera vista, todas las tiendas de La Michoacana parecen iguales, hay diferencias importantes debido al hecho de que no pertenecen a una única franquicia. El nombre indica el origen común: el estado de Michoacán, que se extiende del Pacífico al centro de México. Un elemento común de todas las tiendas -conocidas como paleterías- es su nombre, que invariablemente presenta las palabras «La Michoacana». Hay variaciones, como La Fe Michoacana, La Michoacana Tradicional, La Michoacana Artesanal y La Michoacana Paletería y Heladería. Todas esas paleterías se parecen: el frente, por norma, presenta una fachada abierta. El diseño es siempre simple y las paletas están expuestas en congeladores comerciales; los colores predominantes son el rosa y el blanco; frutas frescas, nachos de queso y zumos de frutas contribuyen a ese festival de colores. Pero las paleterías no pertenecen a una misma franquicia. Ellas son una especie de red «informal». Aunque muchas usen el mismo logo, hay variaciones en el diseño de las tiendas, en la decoración y en la oferta del producto. En vista de las diferencias y de la falta de una gestión central, ¿cuál sería el punto común entre todas ellas? Los orígenes de la tradición de La Michoacana ofrecen algunas pistas sobre el misterio que rodea a su forma actual. Diferentes historias intentan explicar su origen y evolución. Dice una versión que, en los años 60, un fabricante de helados de Tocumbo, en Michoacán, trabajó un tiempo en Estados Unidos y después volvió a casa. Él usó sus ahorros para abrir una empresa de helados y paletas. Otra versión dice que, en 1932 (o 1942), Agustín Andrade e Ignacio Alcázar, ambos naturales de Tocumbo, se fueron a vivir a Ciudad de México, donde trabajaron en una paletería y, luego, abrieron su propia tienda. Después, llevaron el negocio a Michoacán, siendo imitados por otros empresarios.

REPORTAJE ESPECIAL

La historia de una marca huérfana (Primera parte) Este artículo ha sido escrito por Hussein Kalaoui, Stacey-Ann Johnson, Nicole Karlisch, y Leeatt Rothschild, todos ellos miembros de Lauder Class 2010.

LAZOS DE FAMILIA No importa qué historia es la verdadera, el hecho es que, con los años, las familias de la región emigraron a otras partes de México llevando con ellos su modelo de negocio. Eso dio origen a las diversas paleterías del país con el nombre de La Michoacana, o alguna otra variante. Recetas, el diseño de las tiendas y el arte de producción de la paleta fueron cambiando con las familias. Un artículo de 2003, del Austin Chronicle, apuntaba al hecho de que, en la época de la creación de La

Michoacana, nadie adquirió los derechos del nombre y tampoco la marca o el concepto fueron registrados. En consecuencia, ningún empresario puede reivindicar la propiedad sobre ella. De acuerdo con entrevistas hechas con dueños de tiendas en Monterrey, Nuevo León y Mérida, Yucatán, muchos propietarios de tiendas La Michoacana quieren ahora dar legitimidad al negocio, y para eso reivindican la existencia de un lazo familiar directo con los fundadores originales. La autenticidad es, por norma, mencionada por un tío u otro pariente de Michoacán. Es el caso de la dueña de

La Fe Michoacana, de Mérida. Ella dice con orgullo que «el tío de mi marido trajo el know-how de producción de las paletas y helados de Michoacán a Mérida hace 40 o 50 años. Finalmente, enseñó a mi marido y le transfirió el negocio». Esas y otras historias muestran la importancia que tiene para los dueños de las tiendas conferir autenticidad a su iniciativa por medio de una conexión familiar con los fundadores. Muestra también cómo es difícil atribuir objetivamente la propiedad de una marca. Como las leyes mexicanas de marca registrada y copyright no estaban totalmente desarrolla-

MORELIA, MICHOACÁN, 19 DE JULIO DE 2013

das en la época en que el concepto de La Michoacana surgió por primera vez, son escasas las pruebas de intentos anteriores de garantizar el copyright de la marca. En años recientes, sin embargo, ha habido una carrera en el sentido de capitalizar la marca debido a varios factores: la evolución de la ley de la propiedad intelectual en México, la concienciación cada vez mayor de los dueños de empresas en lo referente a las cuestiones de propiedad intelectual y la emigración de La Michoacana a Estados Unidos. Ninguna empresa jamás trata de forma liviana la cuestión de la marca. De acuerdo con la Asociación Americana de Marketing, una marca es definida por el «nombre, término, señal o diseño, o por la combinación de todo eso para identificar bienes y servicios de un vendedor o de un grupo de vendedores y para diferenciarlos de la competencia». Esa definición, el nombre, símbolos y productos asociados a La Michoacana, constituyen, efectivamente, una marca. La Tocumbita, SA, empresa de Tocumbo, en Michoacán, intentó apalancar el poder de la marca de La Michoacana a través de una imagen de marca unificada y de una línea de productos estandarizados. En los años 90, Alejandro Andrade, director general de la empresa, trató de desarrollar la franquicia de La Michoacana. Según Andrade, los intentos de convencer al gran número de dueños de tiendas independientes para ceder el control fracasaron. Además de eso, en esa época, muchas variaciones del nombre ya habían sido registradas por otras personas en el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), órgano de gobierno responsable de la regulación de marcas registradas, copyright y patentes en México. Eso acabó con las oportunidades de Andrade de capitalizar la marca y complicó aún más el combate de su uso indebido. Andrade dice haber creado y registrado el logo ubicuo y reconocido en todas partes: una chica india vestida con un traje típico sosteniendo el cucurucho de un helado acompañada de las siguientes palabras: «La Michoacana - Es natural». El logo demostró ser bastante eficaz y fue, eventualmente, adoptado por la mayor parte de las tiendas independientes, sin que, en muchos casos, contara con la autorización de Andrade. Se convirtió en una práctica comercial común, por ejemplo, estampar en los contenedores de helado y en los congeladores el logo de La Michoacana con o sin permiso de La Tocumbita.

Continuará...


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