Suplemento disfruta Michoacán

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La Piedad de Cabadas

Panorámica del Centro Histórico.

REDACCIÓN La Piedad tiene su origen en un caserío situado en las márgenes del Río Lerma de nombre las «cazuelas», habitaban el lugar indios chichimecas que hasta aquí extendieron su frontera, y a la ves es considerado el punto más distante del noroeste del reino purépecha . Lo mas probables es que se trató de una mezcla de ambas etnias en convivencia más o menos armónica, pues «con indios guamares y tarascos se formaron poblados pacíficos en Pénjamo y Cuerámaro». En su ya clásico estudio sobre la región, La primera historia de La Piedad: el fénix del amor, el doctor Carrillo Cázares, con base en el libro, también fundamental, del primer párroco de la localidad, el doctor Agustín Francisco Es-

quivel y Vargas; reconstruye el estadio preliminar de una formación demográfica de accidentada evolución que con el correr de los siglos tomaría un perfil específico, hasta convertirse en lo que hoy es una ciudad del centro-occidente mexicano. Carrillo Cázares considera que La Piedad «comenzó a ser alguien y a conocerse a sí misma hasta que Esquivel y Vargas», autor del primer libro de historia sobre el pueblo, «la pone ante su Fénix como ante un espejo». Se ha señalado que por obra de las congregaciones, los habitantes de La Piedad fueron trasladados a Tlazazalca y por lo tanto, a la luz de la historia, la comunidad temporalmente se eclipsó. Concomitantemente, existen datos que comprueban que la vecina comunidad de Taquiscuareo

«se había despoblado sin dejar resto que valiera la pena anotar hacia 1625». En el archivo parroquial de Tlazazalca consta que hacia 1636 «van apareciendo algunos vecinos de Aramútaro», bajo el diminutivo de Aramutarillo. El 23 de enero de 1637 el cura de Tlazazalca se traslada a Aramutarillo a oficiar algunos servicios religiosos, lo cual denota la presencia de habitantes en este lugar y la relativa importancia que le dispensan las autoridades eclesiásticas. Dos años después aparece en el propio archivo de Tlazazalca el testimonio de que este pueblo se llamaba también San Andrés Aramutarillo, aunque medio siglo más tarde se le conoce como San Sebastián Aramutarillo. Dentro de este proceso de transformación escalonada del pueblo aparece en 1764 el libro El fénix del amor, de

Agustín Francisco Esquivel y Vargas, que se refiere a la aparición de un Cristo en un tronco de árbol de tepame, en el sitio llamado La Huerta, de Yurécuaro, y que gracias a un sorteo se adjudica a La Piedad, a donde se le traslada y de donde se le reubicará transitoriamente en Tlazazalca, para fortalecer la congregación en aquella cabecera. Con la «aparición magna» que un humanista como Esquivel y Vargas se encarga de reseñar y ponderar a los ojos de los feligreses, La Piedad empieza a destacar en el horizonte histórico del noroeste de Michoacán. En el ínterin, en este confín a orillas del Lerma se fueron asentando individuos de diversas procedencias y orígenes étnicos, como lo ha documentado Carrillo Cázares: Indios, mulatos, mestizos

y españoles, en un mosaico racial que con el tiempo será uno de sus elementos distintivos. El nombre de La Piedad comienza a sobreponerse al de San Sebastián Aramutarillo a partir de 1692. Carrillo Cázares expone: «Si alguien merece el título de fundador de La Piedad, es don Juan López de Aguirre, ya que él bautizó con el nombre de La Piedad a este pueblo naciente en 1692. Él es su ilustre padrino». El fundamental suceso concerniente al nombre lo relata así el doctor Carrillo Cázares: «Don Juan López de Aguirre, hombre de empresa, apenas llegado a Tlazazalca, de la que Aramutarillo es el último de sus ‘sujetos’, firma el 25 de noviembre de su primer año, 1692, de su puño y letra la primera acta en que aparece el nombre de ‘Pueblo de La Piedad’. Como pá-


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ZARAGOZA, CIUDAD DE LA ANTIGÜEDAD A diez kilómetros del centro y hacia el lado oriente de La Piedad, en la localidad de Zaragoza, se ubica el Parque Arqueológico-Ecológico del mismo nombre. Se trata de una antigua ciudad asentada entre el Río Lerma y al pie de un risco conocido como «El Reliz», el que le ha servido de protección natural a lo largo de su historia y que le brinda una vista muy bella, además de albergar a muchas especies vegetales nativas. Las investigaciones recientes la sitúan temporalmente entre el 600 y el 900 dC (poco más de 600 años antes de la llegada de los españoles a tierras mesoamericanas), en el periodo que se conoce como Epiclásico.

rroco tenía la autoridad para tomar esta decisión». De esta manera el caserío deviene pueblo en crecimiento, aunque no todavía con una definición plena sobre el nombre, pues el sucesor de López de Aguirre, don Félix de Jasso y Payo, por una tendencia inercial vuelve a llamarla «Aramutarillo» hacia 1699. Por entonces se construye el primer recinto religioso con que contaría la población, el de la Purísima, situado al norte de la antigua Plazuela de la Concepción (hoy Jardín Marcos H. Pulido). Se empezó a levantar hacia 1690, con recursos del dueño de la hacienda de Santa Ana Pacueco, Alonso Estrada Altamirano, vecino de Querétaro. Unos nueve años des-

pués bendijo el templo el cura Jasso y Payo. Allí se coloca la imagen del Señor de La Piedad, hasta que se le traslada a su actual sede, consagrándose entonces esa primera edificación a la Purísima Concepción de María. Otro acontecimiento que contribuye a dar mayor relieve a La Piedad fue el motín que estalló en Tlazazalca, en la Semana Santa de 1707, cuando los indígenas de aquella parroquia obligaron al cura Jasso y Payo y al alcalde, Diego López de Peramato, a refugiarse en este publado, estableciendo, por lo tanto, los poderes eclesiástico y civil. A dicho sacerdote, poseedor de una amplia cultura y que descolló por su activismo pastoral y

social, se atribuye el que el pueblo floreciera «en el primer cuarto de siglo de su existencia colectiva (1695-1719)». Su sucesor, don Lucas de Jasso y Payo, se encargó sobre todo de corregir las costumbres de los habitantes, muy inclinados a las «ferias de todos géneros». A tal efecto contó con la asistencia de predicadores como fray Margil de Jesús, con quien reformó las fiestas anuales del Señor de La Piedad. Con estas medidas se evitó que los indígenas incurrieran en «fiestas demoniacas» (supervivencias del antiguo paganismo idolátrico), que se traducían en «gastos excesivos con quebranto de las medianas facultades del vecindario, que

a más del culto de la iglesia, se descomedía de lo sagrado y pasaba a la plaza en juegos de toros, cañas y otros festines». En la gradual integración que se fue suscitando en el pueblo piedadense, merece recalcarse el componente negroide, porque será junto con los indígenas chichimecas y mulatos, además de las aportaciones de los blancos, como La Piedad se convertirá en un pueblo con particular composición racial, una característica que mantendrá en el futuro. Con esta presencia multirracial, Aramutarillo, que en 1681 «no pasaba de siete casas con 32 almas», llegó a contar, en 1758, 117 casas con 608 moradores, en lo que ya podía calificarse como una explo-

sión demográfica sin precedentes. En mayo de 1748 llegó a La Piedad como párroco el bachiller Agustín Francisco Esquivel y Vargas, a cuyas dotes de excelente administrador se deberá un nuevo impulso al progreso de La Piedad y cuyo libro El fénix del amor, será un instrumento decisivo para el mejor conocimiento del pasado y una más clara percepción de su presente. Durante su desempeño parroquial, Esquivel y Vargas recibe el Doctorado en Teología en la Real y Pontificia Universidad de México, participa activamente en el progreso de la población, atiende con solicitud a sus fieles y prosigue y culmina la construcción de la nueva parroquia del Señor de La Piedad, a donde se traslada la venerada imagen del templo de La Purísima. La parroquia se edificó de 1741 a 1750 sobre terrenos que pertenecían al llamado Barrio Nuevo y que hoy en día está enclavado en el primer cuadro de la ciudad. También fue costeado por Pedro Pérez de Tagle, propietario de la hacienda de Santa Ana Pacueco y vecino de la ciudad de Puebla. Del estilo plateresco con que fue diseñado el edificio sólo queda la fachada, el resto es de reciente creación (mediados del siglo XX), siguiendo la tendencia neoclásica. En conclusión, a diferencia de otras poblaciones del Bajío o de México que se fundaron merced a una cédula real, La Piedad nace y crece en virtud de un poblamiento paulatino por voluntad de los naturales y de fuereños que se integran en un clima de concordia, a partir de chichimecas y purépechas que conviven sin dificultades con españoles, mulatos y mestizos, en una amalgama racial que hará de La Piedad un centro de integración social con peculiares características de pueblo hospitalario por excelencia.


c i a n • m a g e n t a • amarillo • n e g r o

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Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe.

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Altar mayor del Santuario del Señor de La Piedad con bellos decorados en cantera rosa y un artístico candil, uno de los más grandes de Latinoamérica.

CENTRO HISTÓRIC HISTÓRICOO El Centro Histórico, como otros lugares sobresalientes de esta ciudad, al parecer se debe a la iniciativa del padre José María Cabadas. En efecto, La Piedad era un pequeño poblado a inicios de los años 1800, y cuando el movimiento de Independencia alcanzó esta ciudad, ocurrió un incendio que la destruyó y que la mantuvo con poca población durante mucho tiempo. Entonces, hacia 1830, el padre Cabadas convocó a los canteros talladores de la piedra para iniciar su reconstrucción. Aún es posible observar ejemplos de aquella ciudad levantada de las cenizas en los adornos de las puertas y ventanas de las calles aledañas a la plaza central, y la plaza misma, con el majestuoso templo del Señor de La Piedad por un lado y el edificio del Ayuntamiento por el otro. También los amplios corredores flanqueados por esbeltas columnas, conocidos como «portal de arriba» y «portal de abajo», diseñados para brindar sombra a los caminantes al mismo tiempo que embellecen el conjunto. Santuario del Señor de La Piedad

Templo de La Purísima Concepción y el Jardín de la Purísima.

Ciudad de Santuarios REDACCIÓN

EL SANTUARIO DEL SEÑOR DE LA PIEDAD Como los visitantes y los propios piedadenses saben, el Santuario del Señor de La Piedad es por mucho el lugar que da identidad a los lugareños como originarios de esta ciudad. Hace varios siglos, cuando Aramutarillo era el nombre de esta ciudad, que entonces se conformaba por caseríos dispersos, el milagroso patrono decidió tener en esta tierra su lugar de asiento. Su historia se cuenta en «El fénix del amor», la historia de la fundación de La Piedad, según resume Alberto Carrillo: «… Una imagen de Cristo crucificado en la Nochebuena del año 1687, en el sitio de La Huerta. Unos

mulatos, pobres pescadores y arrendatarios… descubren el bulto casi perfecto de un crucifijo dentro de un tronco de tepame que había estado toda la noche sin quemarse en la lumbre de una luminaria. Colocan la imagen en un aposentillo y ocurren [llegan] tres misteriosos escultores que perfeccionan la figura y la colocan en una cruz. A la noticia del suceso acuden los pueblos comarcanos y solicitan llevarlo cada uno a su parroquia. Echan suertes entre los siete pueblos del partido de Tlazazalca: Caurio, Atacheo, Penjamillo, Ecuandureo, Tanhuato, Yurécuaro y Aramutarillo (donde luego será La Piedad), y por tres veces seguidas la suerte favorece a este último, que era el más despoblado de todos. Nuevamente rifan el nombre que han de poner a la imagen y por tres

veces la suerte señala el nombre de Señor de la Piedad. Los de Aramutarillo reclaman entonces su imagen y la restituyen a su pueblo, donde le fabrican su primer santuario. Todo esto ocurre entre los años de 1687 a 1699". Desde entonces, el Santuario del Señor de La Piedad ha cambiado su estructura y tamaño hasta llegar al que se aprecia a la fecha, que por cierto muestra en su interior unos bellos decorados en cantera rosa y un artístico candil, uno de los más grandes de Latinoamérica.

EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE En la concepción del mundo antiguo indígena mesoamericano, el occidente (o poniente) estaba dedicado a las deidades femeninas; esta situación no escapó a la sensible mirada de los

evangelizadores españoles, quienes pronto encontraron la manera de fundar templos precisamente dedicados a patronas femeninas. De esta manera, es fácil encontrar templos en el occidente de México con advocaciones marianas, y en La Piedad existen dos magníficos ejemplos. Uno de estos lugares es el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe. La Virgen de Guadalupe, Emperatriz de América, es conocida en todo el país si bien su santuario más importante se encuentra en la Ciudad de México, en La Piedad, el Santuario de Guadalupe se encuentra muy cerca de la salida sureste hacia Numarán. Como en el caso del Señor de La Piedad, en su interior está decorado con ornamentos de cantera que dan cuenta de la habilidad de los talladores de esta ciudad.

Las fuentes, tanto la de mosaicos azules como la nueva de basalto negro, dan con sus aguas un toque de frescura.

TEMPLO DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN, JARDÍN DE LA PURÍSIMA Y ESCUELA DE ARTES El otro ejemplo de adoración mariana es el Templo de la Purísima Concepción, el primero construido en esta ciudad en tiempos modernos. Esta advocación representa a la madre de Dios con su atuendo blanco y azul, parada sobre el mundo por el que aboga con su divino hijo. Adyacente al edificio de lo que hasta hace unos pocos años era el Hospital Civil, hoy Escuela de Artes de La Piedad, es un edificio de una nave construido y decorado de cantera, ubicado a unos metros del Boulevard Lázaro Cárdenas. Es muy conocida porque más allá de las rejas de su atrio hay una placita en donde se colocó el kiosco de herrería que antaño estuvo en el Centro Histórico de esta ciudad. Esta plaza constituye un área verde muy visitada por los lugareños, pues por las noches ese lugar es conocido por las taquerías que ahí sirven ese típico platillo mexicano.

Monumentos históricos y turísticos REDACCIÓN Puede comenzarse con el monumento a don José María Cavadas, en la plazuela de su nombre, mismo que se construyó a iniciativa del entonces gobernador, Aristeo Mercado, inaugurándose el 30 de septiembre de 1896. Consta de una columna cuadrangular que se eleva sobre una base a planos inclinados; el material es de piedra jaspeada de verde y morado que se trajo expresamente de Guanajuato; tiene en sus cuatro costados inscripciones alusivas y en su base al lado norte, un bajo re-

lieve en bronce, fundido en la Escuela Industrial Militar de Morelia, que representa el puente que edificó el cura benefactor, cuyo busto se colocó posteriormente, a iniciativa de don José García del Río. Del artista guanajuatense de fama internacional Juan Fernando Olaguíbel (autor, entre otras piezas, de la Diana Cazadora, que se localiza sobre el Paseo de la Reforma, de la Ciudad de México), se yergue majestuosa la escultura de don Miguel Hidalgo, donada por el señor Miguel López e inaugurada en 1957. Otra obra de ese tipo es el busto a don Marcos H. Pulido, que se levanta en el jardín que lleva el nombre de este distinguido educador, desde

febrero de 1925, por acuerdo del Cabildo de entonces, así como el que recuerda a Eduardo Villaseñor Peña, ex alcalde piedadense y ex gobernador de Michoacán, el cual se inauguró el 20 de noviembre de 1999. Allí mismo aparecen los bustos del señor Nicolás Castillo, protector de las plantas y de los animales; y del escultor egresado de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM, Héctor Pérez Juárez; los del primer párroco de La Piedad y autor de la primera historia del lugar, El fénix del amor, don Agustín Francisco Esquivel y Vargas; del maestro de grabado Carlos Alvarado Lang; del profesor Jesús Romero Flores, historiador y Constituyente de Querétaro; de

Manuel Antonio Mercado, quien fuera alto funcionario federal y el amigo más entrañable del Apóstol de la Libertad de Cuba, José Martí, y de Mariano Silva y Aceves, literato y humanista, ex rector de la UNAM (estos cinco últimos inaugurados entre el 25 de noviembre de 2002 y el 26 de julio de 2003). Se encuentra un valioso busto de don José María Morelos, en el interior del Parque Morelos, debido al laureado escultor costarricense y nacionalizado mexicano, Francisco Zúñiga, que en 1984, por ejemplo, recibió el KotaroTakumara en la III Bienal Internacional de Escultura de Japón. Otros más del ex presidente Venustiano Carranza, al frente del

jardín que lleva su nombre, de autor desconocido; del ex presidente Adolfo López Mateos, a un costado del Parque Lázaro Cárdenas o La Placa; del licenciado Rafael Reyes Núñez, en la Escuela Secundaria de su nombre, así como del señor Arnulfo Ávila Ávila, en la Escuela Primaria respectiva; y del señor José García del Río, en la Ciudad del Sol y en el interior de la empresa Turbomáquinas. En la Unidad Deportiva Humberto Romero Pérez, existe un conjunto escultórico de dos deportistas de cuerpo completo, uno joven y uno adulto. En la confluencia de las calles de 5 de Febrero y Aquiles Serdán, se levanta la escultura en cuerpo completo de don Benito Juárez, inaugurada el 21 de marzo del año 2000, en la que fuera antigua Plazuela de la Unión, frente al Mercado Gildardo Magaña, se localiza la escultura en honor al General Lázaro Cárdenas del Río, que se develó el 18 de marzo de 2001.


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Desarrollo y progreso en La Piedad REDACCIÓN Si como dicen, la política es la búsqueda del bien común, entonces hagamos una definición de beneficio colectivo: obras de alto impacto social que cambian para bien las condiciones de vida comunitaria de manera permanente. La Piedad no era como la conocemos; lo que hoy es la avenida más importante, Lázaro Cárdenas, cambió el paisaje urbano aún antes de su puesta en servicio. La gran transformación permitió el paso a lo que hoy sabemos es el desarrollo. Esta palabra, desarrollo, tuvo gran significación en esa época. Hablamos de 1972 a 1974. Sí, cada municipio de nuestro país tiene una conformación política que permite a grupos e individuos participar en la cosa pública -a través de procesos electorales-, proponiendo, gestionando, construyendo obras que deben estimular la mejoría de las relaciones de trabajo y convivencia social; estimular el crecimiento económico; estimular la formación de empresas, escuelas, hospitales, todo lo que una sociedad en expansión requiere. Desarrollo: 1972 marca un parteaguas en la manera de conducir desde la Presidencia Municipal los criterios para beneficio colectivo. Todo mundo ahora usamos la Avenida Michoacán, que en esa época se abrió en medio de protestas y oposición. Los viejos recuerdan fácilmente que hasta entonces era una brecha sinuosa hacia Potrerillos. El Panteón Municipal que aún está en operación se abrió en 1974 y también desde entonces se determinó habilitar el viejo cementerio como parque público: el Morelos. (Anécdota del presidente Guillermo Alvarado y el diputado Marco Antonio Aviña). En ese tiempo los piedadenses vivimos un intenso periodo de trabajo. A la par que contemplamos una campaña desinformativa y de oposición a la construcción de la magna obra de la Avenida General Lázaro Cárdenas del Río, derri-

EL PUENTE CA CAVVADAS, DE LA PIEDAD AL MUNDO Para apreciar el Puente Cavadas en su esplendor, hay que imaginarse el tiempo en el que el Lerma era un río que arrastraba su abundante caudal de aguas limpísimas y profundas. Su construcción se realizó aparentemente entre los años de 1832 y hasta más o menos 1837, y fue el más grande y espectacular de Michoacán hasta principios de 1900. Su inauguración fue registrada en un monumento levantado también en cantera y que se halla del lado piedadense. Aún ahora, cuando existen otras vías para comunicar a esta ciudad con Guanajuato, esta vía de comunicación conserva su majestuosidad como obra arquitectónica que se aprecia mejor con su iluminación nocturna. El puente fue la puerta de acceso para los lugareños hacia y desde tierras guanajuatenses, también fue mencionado en una canción de José Alfredo Jiménez, quien lo popularizó en su conocida canción «La leyenda del perro negro», donde cantaba: «del otro lado del puente de La Piedad, Michoacán…».

bando parte de casas y construcciones de todo tipo para perfilar este «bulevar»; que comenzaron a colocar machuelos, banquetas, camellones y planchas de concreto, también inició la reconstruc-

ción de fincas y negocios; casas. El complemento fue la construcción del Puente Morelos, que se logró gracias a la intervención de la señora Amalia Solórzano de Cárdenas, ante el licenciado Luis

Enrique Bracamontes, a la sazón director de Obras de la Presidencia de la República. Es justo reconocer y también recordar que ese puente lo construyó el gobierno federal.

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Cada administración municipal imprime un sello que caracteriza a quienes la conformaron. Ese sello queda en la memoria colectiva y se convierte en fuente de información y conocimiento popular. Así, un grito registró esa administración: ¡Aviña, queremos agua! -decían los humildes, que hasta entonces se surtían de agua «potable» en tambos, botes, tina y cubetas llenados desde «pipas»- («No bulevar»), completaban opositores a la avenida que transformaría a La Piedad. Desarrollo: La Piedad por primera vez tuvo alumbrado público. Muchos recuerdan también que durante varios años el alumbrado era con barras de luz neón y nunca -de 1972 a 1974- le pidieron un centavo a nadie. Se tuvo el convencimiento que el desarrollo implica justicia, es decir, desarrollo para todos. Sin embargo, si debemos hacer un análisis riguroso, entonces se determina que las obras de justicia y beneficio colectivo más importantes no son las que propician el desarrollo, sino el progreso de la comunidad. Tales obras existen y una se convirtió en importante fuente de ingresos económicos para el Ayuntamiento. ¿Cómo se accede al progreso?, generando condiciones de higiene donde la evolución diaria de la vida no implique riesgos para la salud. Esto es, construir la infraestructura pública que proteja a los ciudadanos de exposiciones a elementos peligrosos, como los desechos en drenaje. Tal es el caso de la calle General Heriberto Jara, que en su mayor parte cubre un arroyo desde atrás del Lienzo Charro y desemboca en el Arroyo 5 de Oros. Dicha obra, cubrir un río que partía a la ciudad, permitió el asentamiento humano y hasta la construcción de casas sobre la losa, indebidamente, pero con el contubernio de posteriores administraciones municipales. Progreso: Agua potable. En 1972 inicia el trabajo para dotar de agua potable a toda la población, sin importar estrato social, económico o ideológico. En el momento que la sociedad piedadense tuvo acceso a condiciones de higiene, pudo confeccionar alimentos limpios, lavar adecuadamente la ropa y cuidar la limpieza personal. Eso es progreso y es, con toda seguridad, la obra más importante, pues implica la salud pública y permitió la expansión de nuestra ciudad. Bien sabemos que el agua es el elemento de la naturaleza que permite el desarrollo de construcciones, colonias, conjuntos habitacionales, fraccionamientos. Así empezó: «Aviña, queremos agua»…


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Majestuosidad natural.

Cascadas de El Salto REDACCIÓN Desde su nacimiento, el Río Lerma ha perfilado con sus aguas variados y bellos paisajes. A su paso por La Piedad, su caudal corre por un lecho de roca de basalto negro que, a fuerza de miles de años de transitar, ha tallado sorprendentes esculturas. Parte de este deslumbrante paisaje puede observarse en las Cascadas de El Salto, llamadas así por la caída de agua de más de

diez metros, y que ofrecen un hermoso espectáculo sobre todo en la época de lluvias. Este torrente de agua da vida a la fauna que ahí habita, entre la que se pueden contar garzas blancas y grises, tortugas, carpas y aves canoras. En la época de secas, cuando el río tiene escasa agua, permite ver las caprichosas formas de las esculturas que normalmente se encuentran cubiertas por el agua-

caso de las conocidas como Plazuelas (en Pénjamo) y Peralta (en Abasolo). Estas relaciones llevaron a sus pobladores a compartir semejanzas en distintos aspectos, tal es el caso del tipo de vasijas cerámicas que utilizaban para uso doméstico y también de algunas vajillas finas para ceremonias especiales. Otro elemento semejante es el llamado «juego de pelota» (como el de Plazuelas), una

cancha en forma de «I» en la que se llevaba a cabo el famoso juego cuyos hábiles jugadores pasaban una pelota de hule de un extremo a otro utilizando solamente los codos, la cadera y el lado exterior de las rodillas. Otra característica importante era la manera en que la población de este lugar producía sus alimentos. A partir de una experiencia compartida con las otras ciudades (como Peralta), los habitan-

tes de Zaragoza construyeron terrazas para cultivar principalmente maíz, las que por su buena manufactura aún pueden apreciarse. También aprovecharon la pesca, la caza y la recolección de fauna y flora lacustres. Uno más de sus atractivos son los petrograbados, es decir, dibujos en piedras de distintos tamaños y diseños, entre los que sobresalen espirales (relacionadas con agua) y una maqueta de la ciudad.


Rebozo

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Versatilidad y elegancia En La Piedad como en otras ciudades importantes de México, existe una larga tradición en la producción de rebozos. Esta prenda de origen europeo encontró un lugar privilegiado entre las mujeres de tierras americanas, tanto las indígenas como las mestizas, por su excepcional versatilidad; por ello a lo largo de cinco siglos su producción se ha mantenido si bien su uso ha disminuido en las últimas décadas. Los rebozos pueden ser medianos o largos, aunque también existen los cortos para las niñas. Están elaborados en hilo como la articela (en otros lados también el algodón), y casi todos los modelos están rematados con vis-

tosos y complejos tejidos en los hilos de los extremos, llamados «empuntado». De acuerdo con su tamaño, los rebozos han sido utilizados para múltiples funciones como cubrirse la espalda y la cabeza del frío, también para taparse el sol; aún se usan para cargar a los bebés (en la espalda o frente al pecho) o para cargar objetos voluminosos; sirven para sentarse, para hacer sombra, para proteger objetos delicados envolviéndolos en ellos, o simplemente para servir de adorno como prenda de vestir. En esta ciudad existen varias rebocerías con una actividad dinámica, de entre éstas sobresale la Sociedad Cooperativa de Pro-

La industria del rebozo que junto a la industria porcina dio a conocer ésta ciudad en prácticamente todo México y el mundo.

ducción Textil Artesanal de La Piedad, fundada en 1963 y derivada del Sindicato Único de Reboceros, que se encuentra en Emiliano Zapata número 71, colonia

Tres Estrellas. En este lugar todavía es posible ver de cerca el proceso de manufactura que recuerda la elaboración de textiles en la época colonial. Este proceso abarca la formación de las madejas, el teñido de los hilos, el «amarrado» que da el efecto de puntos blancos en los rebozos, la colocación en los telares y el tejido propiamente dicho; el final de este proceso es el empuntado.

Los telares son de madera y se hacen funcionar «a mano», es decir, sin energía eléctrica, urdiendo los hilos paso a paso. Un rebozo tejido de esta manera puede llevar hasta 25 días, sin contar el empuntado que puede llevar un tiempo similar. El resultado son esas bellas prendas que pueden conseguirse en La Piedad a precios accesibles. Otras artesanías: labrado de cantera, vidrio soplado, balones de futbol elaborados en piel y vinil.


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