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LA RAZÓN

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LUZBEL

LUZBEL

LA RAZÓN

IV

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¿En dónde está la luz? –dije anhelante, a impulsos de mi ciego escepticismo; y una voz contestó - ¡Más adelante!

Camina, que a la calma del mutismo sucederá el acento vigoroso que no vibra en las sombras del abismo.

Camina, que en su afán verás, hermoso, brillar ese fanal regio que alumbra y trueca en claridad lo tenebroso.

Tu vista el rastro de la luz columbra; pero no debe el hombre en este mundo contentarse jamás con la penumbra.

Y continué mi ruta, vagabundo, aunque entonces con pasos más serenos hasta salir del antro tremebundo.

Me encontré en un jardín rico y ameno, donde una fuente límpida y plateada corría entre el aroma de su seno,

en donde susurraba una cascada, mientras besaba un sol la blanca frente de una rubia del astro enamorada,

que, como el sol, hermosa y esplendente, al contemplarme dijo: -Soy la aurora que brilla en los espacios de la mente.

Soy la maga sonriente y seductora de ojos azules y cabellos de oro, y de frente serena y tentadora.

Constituyo en la vida el gran tesoro, y presas de un extraño arrobamiento, los genios ante mí cantan a coro.

Soy diosa del humano entendimiento, y es ese bello sol que centellea mi dulce adorador, el Pensamiento.

Soy numen en la llama que flamea en los cerebros grandes y creadores con mi hija primogénita la Idea.

Derramo sobre el mundo mis fulgores; y siempre triunfadora por doquiera voy a todos brindando mis amores.

Soy la Reina arrogante y hechicera; entre todo lo grande, lo sublime; y entre todas las diosas, la primera.

A las almas mi mano nunca oprime; antes por el contrario, si están mudas, mi acento les da voz y las redime.

Pregono la verdad; mato las dudas, derrumbo los altares de los mitos; condeno a Efialtes y flagelo a Judas.

Soy señor de espacios infinitos; y en lo hermoso y azul de esas regiones, mis sonrisas son luz, triunfos mis gritos.

Condeno las impúdicas pasiones; y blande el duro látigo mi mano para azotarle el rostro a los mandones.

Penetro en las tinieblas del arcano; desprecio lo que envuelve el misticismo, y mi poder se yergue soberano.

Y al estúpido y necio fanatismo con su sucio cortejo de mentiras y el miasma de su estulto fetichismo,

en medio del concierto de mis iras, en el pantano lo hundo, mientras cantan más entusiastas las soberbias liras.

Aquellos que me quieren se levantan; desdeñan los azares del presente; vencen lo bajo y lo grandioso implantan.

Soy la Reina del Orbe; soy la fuente; soy la flor; soy el ave; soy destello; soy, en fin, la Razón: la Omnipotente.

Y sin poner a mis preguntas sello, se irguió en su trono de esmeralda y flores, rivalizando, airosa, lo más bello.

Entre gasas de aromas y colores, sonrió, feliz, como sonríe un hada, mirando al Sol, el Rey de sus amores.

Mi mente había sido convidada a asistir a la santa eucaristía de la augusta verdad siempre sagrada.

Catequizada mi alma se sentía por el regio fulgor de aquellos ojos que su luz le presentaban: ¡ya veía!

Y al dulce acento de sus labios rojos, que me dieron más fuerza y más brío, ante la rubia me postré de hinojos.

-Dime- le pregunté- ¿En tu poderío caben esos dos seres que he escuchado hablar cuando me hallaba en el vacío?

¿Ese Dios de que tanto me han hablado, ese Luzbel de cara ennegrecida, ¿existen en verdad? - ¡Los he matado!

Me contestó altanera y sonreída -Con estas blancas y sedosas manos alcé el puñal que les quitó la vida;

que nunca en mis imperios soberanos puede existir el déspota insolente, y Dios y Satanás eran tiranos.

Hoy solo con el mito que impotente, no puede detener ya la carrera del rayo luminoso de mi frente.

No podría existir aunque quisiera. soy la Diosa inmortal; y es necesario para que exista el mito que yo muera.

Quisieron penetrar en mi santuario; llevé la luz a su paraje incierto, y con mi manto les formé un sudario;

y entre armonías de inmortal concierto, cantó, tranquila, la conciencia humana, cuando dije triunfante: - ¡El mito ha muerto!

Ya, bella, sonreía la mañana; y como nunca, dulce y esplendente, penetraba la luz por mi ventana.

Desperté entonces…levanté la frente, y contemplé el espacio soberano, en mi oído sintiendo, convincente, la augusta voz del Pensamiento humano.

Pueblo Nuevo (estado Falcón, Venezuela), 1905

Peregrinación, Poema, Tipografía Económica, 1905 Ejemplar localizado en la sección de Libros Raros de la Biblioteca Nacional de Venezuela, Caracas, a través de la obra Ensayo de un repertorio bibliográfico venezolano, Compilación de Ángel Raúl Villasana Años 1808-1960, Tomo V pág. 622. La mitad de la copia fue realizada por el historiador Isaac López y la otra mitad obtenida a través del doctor Jorge Saldivia en Biblioteca Nacional. “Es importante destacar que en la mayoría de sus textos el autor firmaba Wefer en lugar de Weffer” reza la nota al pie de página de la edición Peregrinación y otros textos dispersos, Fundación Literaria LeónBienvenido Weffer, Consejo Nacional de la Cultura, Compilación de Isaac López, segunda edición ampliada, 2006.

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