El Gordo

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ElamorGordo de futbol J. Daniel Camacho Puertas Ilustraciones de Joan Gomez


© J. Daniel Camacho Puertas © Joan Gómez © Ediciones Aljibe, S.L., 2010 Tel.: 952 714 395 Fax: 952 714 342 C/ Pavia, 8 - 29300 Archidona (Málaga) e-mail: aljibe@edicionesaljibe.com www.edicionesaljibe.com Cubierta e ilustraciones: Joan Gómez I.S.B.N.: 978-84-9700-626-6 Depósito Legal: MA-962-2010 Imprime: Imagraf. Málaga.

Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sgts. Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos.


icen que El Gordo manejó desde siempre el mismo sueño recurrente. Y que sus vecinos acabaron convirtiéndose en víctimas de ese anhelo muy a su pesar. En mitad de las madrugadas gritaba “gol” con todas sus fuerzas y con los puños cerrados levantaba los brazos apuntando hacia el cielo. Ponía tanta pasión en sus gestos y era tan pródigo en gritos que a su anciana madre le costaba un mundo reaccionar. Quedaba petrificada sobre su destartalada cama: pelos como escarpias, vista obnubilada, temblores hasta en el píloro…

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–Sentimos que se queden solos, señora –comentaron los últimos en abandonar el edificio–, pero no ganamos para antidepresivos y ansiolíticos. Sabemos de su bondad y de la exquisita nobleza de su criatura, pero sus alaridos son escalofriantes. Anoche, sin ir más lejos, encontré a mi mujer colgada de la lámpara del dormitorio. Y lo peor no fue eso; gesticulaba como un chimpancé paranoico al que estuvieran devorando un ejército de pulgas. Como comprenderá, esto ha sido el detonante. El sol bañaba el mediodía e iluminaba cada rincón de la estancia; El Gordo, sin embargo, se mantenía inmune ante los efectos de la claridad. Seguía dor-

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mido o como él solía decir: “en estado de trance programado”. Su madre se acercó sigilosamente y se recostó junto a él. –Despierta, mastodonte querido: tenemos que hablar. –Madre, no incordies: me encuentro cansado. Esta noche he marcado siete goles y en uno de ellos rematé con tanto ímpetu que me golpeé la cabeza con un poste. –Yo tampoco he podido pegar ojo; me desvela nuestra situación. Mi pensión no da para mucho y he pensado que quizás deberías buscar trabajo. De súbito El Gordo se incorporó como un resorte y, con el gesto desencajado, fijó las pupilas en las de su madre. –Ya trabajé durante una semana en la pastelería del barrio…

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–Sí, fue como meter a un zorro en un gallinero. Primero acabaste con Ferrero, después con Roché… –Necesito intentarlo una vez más –masculló buscando su consentimiento–.

amor de futbol

educido por la impaciencia arrancó, literalmente, la carta de sus manos, dejando al cartero con un palmo de narices. Luego echó a correr como un poseso hacia el parque más cercano. Al abrigo de una encina inició su lectura con fruición.

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