CARTUCHOS
VIRGENES
VERÓNICA VIDAL
EDICIONES AWEN
COLECCIÓN TELÚRICA
CARTUCHOS
VIRGENES
VERÓNICA VIDAL
EDICIONES AWEN
VERÓNICA VIDAL
{AUTORA}
JORGE MORALES CORONA | VERÓNICA VIDAL
{EDITORES}
JORGE MORALES CORONA
{CORRECCIONES}
JORGE MORALES CORONA
{DISEÑO DE COLECCIÓN} EDICIONES PALINDROMUS
{DIAGRAMACIÓN}
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{CONTACTO}
Cualquier parte de este libro podrá ser reproducida, almacenada o transmitida con previo permiso del autor o editor y citando la fuente
DEDICATORIA A la sabiduría del escupitajo clandestino escondido en palabras
Esas proposiciones, a primera vista incoherentes, sin duda son capaces de una justificación criptográfica o alegórica; [...] nadie puede articular una sílaba que no esté llena de ternuras y de temores; que no sea en alguno de esos lenguajes el nombre poderoso de un dios. jorge luis borges
CUATRO BALAS
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VERÓNICA VIDAL
LETRA COMESTIBLE
Podía perderse en setecientas horas de lectura o escritura. No era suficiente. Buscar aumentar las dosis de un alimento tenía dos significados excluyentes: glotonería o carestía. Las letras podían ser comestibles y digeribles, incluso asimilables. El problema era metabolizarlas. ¿Qué es la letra si no se convierte en duda y la duda en pensamiento?
CARTUCHOS VIRGENES
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TECLADOS
Se agotó la existencia de teclados mágicos; aquellos que infundían en sus usuarios la soledad, la duda y el hambre de comunicación silente y simbólica que embruja a cualquier escritor auténtico y salvaje.
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VERÓNICA VIDAL
UNA PALABRA
Soñé con un mensaje que incluía un “nosotros”, aunque los significantes no existen. Disfracé la trampa del sentimiento con la maleza de signos y sus reversos, los mismos que descifrarás si eres inteligente o si estás atormentado como yo.
CARTUCHOS VIRGENES
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TOMACORRIENTE
Parkinson mental; era esa desigualdad de opinión entre los flexores y los extensores de su creatividad. Se levantaba temprano e ignoraba la agenda que él mismo había fijado sobre la nevera. Perdía el tiempo. Caminaba, divagaba, escribía, dibujaba, contemplaba el retrato de su amada. Al final no concluía nada. Leía un rato, fumaba un poco, preparaba algo de comer y luego rompía el dibujo, borraba el documento y cerraba el libro. Él mismo se regañaba por inestable, desde niño no recordaba una actitud diferente a la de todos los días. Un médico graduado de internet le dijo que el Parkinson se curaba con electricidad. Miró a la izquierda y encontró un tomacorriente.
ONCE PERDIGONES
CARTUCHOS VIRGENES
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CARTUCHOS VÍRGENES
Se miraban entre los granos de luz y sombra que formaba la caja contenedora. Esperaban la iluminación al abrirse como símbolo inequívoco; la prueba reina de su vocación de servicio. En el interior reposaban años de teoría sesuda y prácticas manidas, que poco o nada decían a los vírgenes entusiastas de trabajo. La putrefacción de sus conciencias era la enfermedad laboral inmediata al actuar, por única vez, como un cartucho de la patria. Ellos eran la generación más joven de cartuchos de bala.
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VERÓNICA VIDAL
LA LUZ COMO UNA LÁGRIMA
De pronto la luna parpadeó y la poca luz que me daba para el camino se esfumó fingiendo un apagón. Para sorpresa mía, el poste que nunca vi encendido dejó caer sobre la calle una lágrima de luz. Era lágrima, sí, porque con duda salió de la bombilla, se derramó resignada y murió con torpeza. Tuve un presagio. Algo pasó. Pensé en mis compañeros solos en la residencia...
CARTUCHOS VIRGENES
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EL RECICLAJE
Porque tenemos el primer puesto en la estadística latinoamericana de países con alimentación balanceada y suministro eficiente de rubros. —Escuchaba el abogado y padre de familia que, con bolsita en mano, rebuscaba en la basura algo de comida que reciclar.
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VERÓNICA VIDAL
EL VESTIDO DE PAN
Era una niña pobre nacida de esas calles con rostro de tierra; su rutina era el hambre y, porque nadie le había presentado las telas para cubrirse, no sabía sino andar desnuda. Visitó al presidente con fervor, y éste con audacia y cariño le regaló de navidad un vestido de pan.
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CABLES DE TRAPO
A nosotros nos hablaban de cableado ascendente y descendente para designar los nervios. Cosas de la medicina. Mientras escuchaba los términos en boca de mi profesor, recordaba la vara de madera con la que mamá nos pegaba hasta sangrar. Concluí que con el tiempo mi cableado dejó de conducir electricidad. No sé, quizás era el antídoto ideal frente al desprecio de quien más te ama.
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VERÓNICA VIDAL
UN OJO EN LA BATA
Ana atendía extenuada su paciente número cuarenta de la jornada. La bata blanca resplandecía al contraste con su piel tostada como el café, tanto que hacía notar el contenido de sus bolsillos. La señora se despidió con afecto desmedido y estampó un beso luego de un novelesco ¡Gracias doctora! La premura no perdona, así que Ana quiso revisar la hora en su celular. ¡Maldita sea, ahora debo tener un ojo en la bata! ¡Me robaron el celular!
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MADAMA DE LAS ARPÍAS
Al llegar de Francia traté de mantener bajo llave mi antigua vida de cabaret. Busqué diluirme en actividades comunitarias; a mis setenta me obligaron a entrar en el grupo de mujeres en oración. Me enteré que cada una tenía un cuento negro: adulterio hasta con los perros, abandono de hijos, estafadoras y artífices de abortos. A mis setenta y cinco se supo mi pasado. Las mujeres me señalaron como un mal ejemplo y yo les grité con renovado orgullo: — ¡Encantada seré la madama de todas estas arpías!
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FENÓMENO ECLESIÁSTICO
El templo adquirió fama en la comunidad; exponían un animal envuelto en dril y popelina capaz de soltar culebras por la boca, tenía ojos de araña amazónica y esqueleto de armadillo. Condenaba manos sacrificadas y acariciaba dádivas robadas. Besaba a las niñas en los labios y maldecía divorciadas. Satanizaba disidentes y del innombrable era fiel simpatizante. Cuando murió fue beatificado.
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ETIQUETA CUATRO
Habían pensamientos sin rumbo determinado, todos creaban un remanso sobre el cuerpo. Resistían los viejos temores a la realidad estática que él mismo se regaló. El miedo al rigor mortis podía ser la ironía del momento, porque, ¿de qué le sirve a una etiqueta de morgue, el reflejo de culpa o reproche de quien la porta?
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CRUZ NÚMERO NUEVE
Elijo mostrar la pintura que cubre la sangre en la acera; la carcajada del niño descalzo y barrigón; la hermandad de los azotes de barrio; el vientre hinchado de vida, que sonríe con una cicatriz bélica; la poesía que supuran las calles después de las balas y lo kafkiano de una de ellas: las nueve cruces de los vecinos asesinados.
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LAS CARAS QUE VIVEN
Hay caras que caminan solas por las calles, sin tenerse ni a ellas mismas; son amasijos de carne y piel, algunas de mejor acabado que otras. Cuando se detienen en su largo caminar, por inercia o comando a distancia, podemos despegar con nuestros dedos la piel de arriba a abajo. Quizás no encontremos nada detrás y debamos seguir intentando. Hay caras que tienen una sazón atemporal en su andar; una rama de olivo en los ojos y un carácter extraordinario para descansar de sí mismas o caminar para olvidar. Si aprovechas sus pausas y su piel voluntaria se despega en tu presencia, una sorpresa encontrarás. Esas caras tienen gente detrás.
CINCO BAYONETAS
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LOS CORCHOS
Cada fecha merecía champán, cada corcho era un testigo del llanto y la risa. Guardaba un bolígrafo dentro del cofre negro sobre el buró; el corcho que abandonó a la botella de turno sería marcado con una frase, una fecha o un signo. Y así las experiencias se hicieron inmortales: retorno a casa; otro cumpleaños sin ti; este tampoco era el indicado; el último diciembre del socialismo-comunismo; ¡ya no importa, que sea lo que dios quiera, salud!
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ELUCUBRACIONES ETÍLICAS
¡Ay si yo supiera lo que es ser sabia, perdería todas mis apuestas y no lloraría! Conjuraría todos los amoríos y no me rompería. Ya no me preocuparían los atardeceres; estoy segura que no traerán nada que no pueda resolver. Cortaría toda conexión con la realidad cada que quiera, nada me pasará, seré feliz todo el tiempo. Pero ¿qué hablo? Soy una masa incesante que acumula objeciones y prejuicios. ¿Qué pasaría si no pensara más nunca en lo inevitable del ayer? ¿Qué pasaría si mi dolor fuera ficción y no tan carnal?
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TRANSPORTE OCHO
—¡La carretera cerrada otra vez! ¡Esos malditos estudiantes deberían irse a estudiar! —Déjeme decirle, señor, que yo soy una estudiante... —¡Claro! Es que yo también fui estudiante, pero estas piltrafas de ahora no dejan que la gente honrada trabaje. Deberían ponerlos presos a todos o, mejor, matarlos con una aplanadora. —¡Mire señor, le exijo respeto! Mejor déjeme en esta calle, no necesito... —¡Ah, pero es que no he terminado! Si esos estudiantes quedan vivos después de la aplanadora, entonces que la máquina dé retroceso y les pase por encima de nuevo hasta que vomiten los riñones. —¡Ya basta! ¡Me bajo aquí, ni siquiera me provoca pagarle! ¡Ojalá nunca le toque llegar moribundo a emergencias y que yo sea la médico de guardia!
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VERÓNICA VIDAL
CAVA-CUÑA
Era inmensa la cuña que usaba en la puerta de la cocina; en algún momento tuvo renombre de guerrera. Fue mueble, nevera, repisa y colchón en horas post discusión. La cava roja marca Coleman que heredé es lo único que sobrevivió al embate del divorcio de mis padres. Fue su primer bien adquirido como pareja.
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MINUTO VEINTE
Las ocho de la noche la saludaron con estrujos que expulsaban a un bebé aún desconocido. Al minuto diez, el vaciado total de fluidos parecía arrancarle la poca presión en su sangre; al minuto diecinueve una pequeña muerte: la duda de un niño que no lloraba ni se movía. Se incorporó de la camilla en el tercer segundo, golpeó en el rostro a la enfermera, pateó el pecho del doctor y arrancó al niño de los brazos del estudiante. El cordón continuaba uniéndolos. La piel resbaladiza no impidió el abrazo y la ausencia de vida no ignoró el beso materno. Al minuto veinte el pequeño Alfonso comenzó a llorar.
EDICIONES AWEN es el sello editorial de
la Revista Literaria Awen que, comprometida con la creaciĂłn literaria internacional, edita plaquetas de narrativa y poesĂa.
CARTUCHOS VĂ?RGENES
se terminĂł de editar en el mes de septiembre de 2018 en la ciudad de Maracaibo, Venezuela, bajo la licencia del sello Awen y la autora.
[SOBRE LA AUTORA]
VERÓNICA VIDAL (Coro, 1995) Escritora, locutora y actriz; trabaja como editora adjunta en la Revista literaria Awen (Venezuela), es redactora y editora de artículos para el ICP Institución Cultural Pachayachachiq (Cusco, Perú). Ha publicado el poemario La Danza de los Mares (Palíndromus, 2017) y formará parte de la antología de poesía venezolana ANT[RØP]OLOGÍA DEL FUEGO (Palíndromus, 2018).
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