La poesía de Rómulo Bustos por José Yamir Rodríguez Barrios

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Colección Altair de Ensayo


La poesía de Rómulo Bustos José Yamir Rodríguez Barrios

ediciones awen VE • PE • BR


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«Grandes y silenciosos, los alcatraces a cada instante corrigen su rumbo, sus posiciones. Esto prueba que dios, sin lugar a dudas aún trata de ordenar sus pensamientos.» Lázaro Valdelamar


José Yamir Rodríguez Barrios [5]

El desgarro existencial y la escisión del yo

▪▪▪2 Las citas de los poemas son tomadas de la obra reunida La pupila Incesante (1988-2013).

Con Rómulo Bustos Aguirre somos partícipes y testigos de la duda. Duda surgida a partir del desarraigo: ¿seremos ángeles? El Ícaro, dudoso de sí, expresará: «Tal vez / llevamos alas a la espalda / Y no sabemos» (Ícaro dudoso, p. 45)2. Esta duda que carga el yo poético, irá acompañada por una división, por un desencuentro: «Diversas voces nos llegan desde adentro / Ocultas manos revuelven el cordaje del alma» (Diversas voces, p. 47). Estamos también, pues, ante la fragmentación del ser. Ante un yo poético, que llamaremos Ícaro, que no sabe quién es, pues, diversas voces lo moran, y alguien, un otro, habita su adentro: «Hay alguien que yo sé morándome / Arrastra sus alas de ángel sonámbulo / como quien busca una puerta / entre largos corredores (Hay alguien que yo sé morándome, p. 48)». Además de la escisión del Ícaro y su adentro, hay una distancia entre el Ícaro y el mundo: «Demasiado vasto es el misterio / para encerrarlo en la pupila / La noche nos roba el mundo / El día nos lo devuelve intacto / de sombra» (Demasiado vasto es el misterio, p. 54). Esta distancia expresada en imágenes oculares y luminosas, ayuda a reafirmar la incomprensión del universo por parte del hablante, afirma Lázaro Valdelamar. Ya que Ícaro se encuentra ante un mundo misterioso, y ante voces que le resultan incomprensibles, empieza una búsqueda por suturar el desgarro. Sutura que lo ilumine, y le haga comprender los misterios a los cuales se abisma, y los misterios de su propia existencia. Pero, se encontrará con que: «La verdad no es negocio de hombres» (Socrática, p. 77), pues: «Nos es dado escuchar ecos / del eterno banquete de


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los dioses / Mas sólo hemos sido invitados / a los festines del polvo (Desde Kayam, p. 91)». Hay una ausencia de armonía entre Ícaro y el mundo, y entre Ícaro y él mismo, ya que al hombre le ha sido negada la Verdad, y ha sido separado de su propio ser: «Siempre serás tu más íntimo forastero» (Socrática, 77). Por ello el universo y el ser están desamparados, y por ello, el ser sentirá, como advertimos anteriormente, que el universo es demasiado vasto. Tan grande que «Cada día / alejamos nuestros pasos / sin saber ni siquiera qué es / lo que se nos niega» (Cada día volvemos a inventar el paraíso, p. 57). Por ello Ícaro debe dar el salto. ¿Qué importa ya lo que ha sido negado? Igual el vacío, la muerte nos acecha. Ya sabemos lo importante: sabemos que no sabemos los que se nos ha estado negando. Por ello, aunque cuelguen las alas… reconstruyamos nuestro propio paraíso: «cada cual vaya en busca de su rosa».


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La rememoración de la infancia Al igual que Raúl Gómez y Jaime Manrique, Rómulo también tiene espacio para la infancia. Infancia vivida en el patio, atrás de la casa, donde habitan seres sagrados y árboles. Infancia llena de colores y de sueños, de caballos de palo que galopan en el cielo: «Sobre el techo de tu casa lo dejarás tres días / Entonces sujétalo / pero no con la mano sino con el aire de la mano / como si tu mano estuviera soñando / Ahora / solo ten cuidado de no tropezar con las nubes / o el asombro callado de los pájaros» (Vuelo y construcción del caballo de palo, p. 156). Somos, pues, trasladados a la infancia del Caribe, a las vivencias de un yo poético niño al que los ángeles visitan: «Dame un poco de ese dulce de tamarindo / dijo el ángel / que en lugar de voz sonaba un prodigioso metal / en la garganta» (La visita, p. 146). No hay espacios para la duda ahora, sino para los sueños, para disfrutar de la capa de los juegos —capa celeste, diría Rómulo— con la hermana menor: «Yo me metía debajo de la capa y la desvaída y / calurosa realidad que me rodeaba / se convertía en tienda Sioux / follaje gigante de árboles, / alcázar / o —preferiblemente— cálido iglú del cual salía a cazar / focas en medio de un intenso / paraje de intrigante blancura» (La capa de los juegos, p. 303). A diferencia del tópico anterior, donde resaltábamos la ausencia de armonía entre Ícaro y el mundo, en este patio poblado de árboles, de hermanos y juegos, de niños con hojas de mata de plátano a las espaldas, nos encontramos en plena armonía, cobijados por la estancia con la madre: «Dios creó las seis de la mañana para que la madre despierte / Y nosotros podamos recoger los mangos / caídos durante la noche / cuando el aire es todavía un secreto / dicho en voz muy baja por la sombra» (Crónica de la madre, p. 164).


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Estamos, pues, ante un mundo armónico, según los ojos del niño. Mundo transparente, que nos permite, con solo desearlo, obtener el anhelo: «El árbol de los relinchos lo llamamos / Basta tocarlo con la mano y el árbol / se llena de relinchos / Entonces nos ponemos bajo las ramas / y soñamos un caballo… / Y el ángel que habitaba en el árbol nos lo daba» (Matarratón, p. 147). Es la infancia el paraíso, el encuentro, a través de la evocación y la memoria, de la armonía. La infancia es el cielo, nos dice Bustos, cielo colorido con formas de animales en las nubes, con lunas que la madre ralla con sus manos, que ya diluida, «parece la leche purísima del coco» (Al otro lado del mundo, p. 145). No hay desesperanza por lo que se ha perdido, porque ni siquiera se pregunta por eso, ni se pregunta a quien pertenece el tiempo: «Era entonces más brillante el cielo / Nunca nos preguntamos / a quién pertenecían los dados cargados / del tiempo» (Poema de las pertenencias, p. 168). Esta temática la seguirá Rómulo en posteriores poemarios, pues, no se preguntará si existe o no existe Dios, sino que, sus interrogantes y afirmaciones estarán dirigidos a quien se encarga de soñar la idea de dios: «Es probable que Dios no exista / Esto en realidad carece de importancia / Más interesante es saber / que existe el hemisferio derecho del cerebro / cuya función es soñarlo» (Observación hecha desde el hemisferio izquierdo del cerebro, p. 314). Es como en Del amor, donde no se pregunta por los amantes, sino por lo que hace que se lance la flecha, por ese primer instante, en el que amamos, por ese algo que nos hace amar: «Ardiendo / En el vuelo castigado de la flecha / que ignora su blanco / Cáliz de tierra sedienta, el que ama / ¿Y quién puso la sed adentro / el fuego? / ¿Quién induce la mano del arquero? / ¿Quién labra la oquedad, el fondo? / ¿Y qué extraña, temible presencia / habrá de llenarlo?» (p. 102).


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La visión irónica en Bustos Aguirre Poesía del registro analógico es la de Bustos Aguirre. Poesía donde no hay cabida para el humor, pues los temas tratados, son de una seriedad divina. Pero, luego de hacer las paces con ‘el humor’, de reconocer el ingenio de Luis Carlos López y de dejar a un lado la creencia de que no hay lugar para la ironía, para el sarcasmo y para la burla en la poesía, Bustos Aguirre emprende una escritura que se burla de la idea de Dios, que minimiza a Dios, y que lo critica a partir del registro irónico: «El humor es antipoético, me dijeron. Y yo profesé las mismas palabras. Y esas palabras fueron una lápida sobre la poesía colombiana» (Entrevista en Literatura al margen). Los animales serán parte fundamental en esta visión irónica de Bustos, a través de estos, y de su simbología, el hablante lírico aprovechará para reflexionar sobre la filosofía misma: «La inmovilidad de la mariapalito podría haber dado / a ciertos filósofos / razonamientos más convincentes que el de la flecha / o aquel otro más divulgado de Aquiles y la tortuga» (Contra Parménides o la mariapalito, p. 283). También, a través de la imagen del mandril, habrá espacio para hondar sobre lo siniestro: «Quizás no haya más viva y precisa expresión / de lo siniestro que el trasero del mandril» (En el zoológico, p. 294). E incluso, sumando a este bestiario, aparecen los animales para ironizar la figura de Dios: «No solo mi mirada sobre esta mosca También su mirada sobre mí En su enigmática lectura entomo–lógica en sus paréntesis, en sus puntos suspensivos, acaso admirativos y sobre todo interrogativos sospecho me crea a su imagen y semejanza» (Mosca, p. 368)


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Como mencionamos al inicio de este apartado, la poesía de Bustos Aguirre, es una poesía de visión analógica, pero también hay lugar para la ironía. Nos atrevemos a decir que, esta visión irónica, tiene sus comienzos en Muerte y levitación de la ballena (2010), pero en antiguos poemarios, hay rastros de esta visión, como En el traspatio del cielo (1993), donde el famoso «Padre nuestro», trasmuta en conjuro del caballo de palo, es decir, la famosa oración del judeocristianismo, se convierte en la oración para pedir, al ángel que habita el árbol, el caballo de palo: «ángel frondoso que estás en el árbol venga a nosotros el más fino caballo las firmes patas del caballo la grupa sudorosa del caballo el viento impetuoso del caballo las alas invisibles del caballo la blanca maravilla del caballo Y el ángel que habitaba en el árbol

nos lo daba»

(Matarratón, p. 147)

Rómulo Bustos rompe la idea de que los temas filosóficos se inspiran en objetos filosóficos —si es que acaso existen tales objetos—. O que la poesía, es el resultado de la observación de figuras poéticas. La poesía está en el que mira, parece nos dice Bustos, por ello, hasta lo que los aburridos eruditos consideran como carente de poesía, brusco, vil y repugnante, Bustos Aguirre lo hace poema, como en La promesa, donde el hablante lírico, con un lenguaje matemático, científico, pero sobre todo irónico, reflexiona sobre la poesía, a partir de la figura de dos personas y su estancia en una mesa de fritos callejera: “Y sobre todo sin embargo misteriosamente siempre habrá en el mundo suficientes seres tan ilusorios

[como yo o como tú

llevando en el cuenco del corazón carbones encendidos Mi demonio me mira sonreído y me palmea la espalda [mientras nos acercamos a la ilusoria mesa de fritos a comer un par de ilusorias ▪▪▪3 Cita tomada de la antología poética De moscas y de ángeles.

[empanadas” (p. 158)3


José Yamir Rodríguez Barrios

Más sorprendente aún, y he allí, para nosotros, la mágica palabra de Rómulo Bustos, es convertir en poesía, el acto mismo de echarse una cagada, como apreciamos en Metafísica:

[11] «Después de que te has sentado de una buena vez en el retrete bien puedes pensar con Leibniz que este sea el mejor de los mundos posibles Esta sensación de plenitud puede durar aproximadamente entre 60 y 146 segundos dependiendo, claro está, de la envergadura del asunto Lo inquietante de todo esto es que a lo mejor no te equivocas» (p. 138)

De la luz y de la sombra (conclusión) La de Rómulo Bustos es una poesía que intenta abarcarlo todo, que lo logre o no, es una conclusión a la que debe llegar cada lector, en este caso, nosotros pensamos que lo logra. Pues, es una poética de tonalidad cambiante, que se deja seducir por el misterio de lo sagrado, pero no abandona la humanidad. En cada poemario de Bustos Aguirre, nos encontramos con una voz distinta, con varios yoes poéticos que tienen algo que decir, y lo dicen desde sus maneras: de allí la dificultad de atrapar, no a la mosca, sino la poética de Rómulo. Poética de lo complejo como el mundo mismo. Poética que busca su luz desde su sombra, y su sombra desde su luz, abandonando la creencia de que luz y sombra, de que metafísica y física, de que lo fantástico y lo real son dicotómicos e incompenetrables. El mundo es complejo, y para ignorar su complejidad, mantenemos la creencia de que solo existe la luz, engañándonos, para intentar mantener una falsa felicidad. Pero Bustos Aguirre nos lleva a repensar esta creencia, tal vez no para reconciliar luz y sombra, sino para demostrar que ambas forman parte del ser. Por ello, como en Metafísica, el acto reflexivo metafísico, es logrado a partir del acto físico por excelencia: defecar. Y en un poema como Observación hecha desde el hemisferio izquierdo del cerebro, la razón da cuenta del sueño, y explica la poca importancia de Dios, a comparación de quien se encarga de soñarlo.


Bibliografía de apoyo ▪▪▪Bustos, Rómulo. «La posición del arte», en: El Universal, página Cine-Arte, 23 de marzo de 1975. ▪▪▪Bustos, Rómulo. De moscas y de Ángeles. 2018. Bogotá: Colombia. Editorial Pontífica Universidad Javeriana. ▪▪▪Bustos, Rómulo. La pupila incesante. 2013 Cartagena: Colombia. Editorial Universidad de Cartagena. ▪▪▪Valdelamar, Lázaro. 2002. Aproximación a la poesía de Rómulo Bustos Aguirre (Tesis de maestría), Universidad Andina Simón Bolívar, Sede Ecuador. ▪▪▪Rivera, Karen & Vega, Wilfredo. Arte, cultura y política: la poética de En tono menor. Tomado de: http://rdigitales. uptc.edu.co/memorias/index.php/ling_sem/ling_sem/paper/ viewFile/1048/1041


José Yamir Rodríguez Barrios

Estudiante de Lingüística y Literatura en la Universidad de Cartagena.


CRÉDITOS La poesía de Rómulo Bustos ©2021, José Yamir Rodríguez Barrios © De esta edición: Ediciones Awen (Un sello de Ediciones Palíndromus) Cualquier parte de este libro puede ser reproducida, almacenada o transmitida con permiso del autor o editor mientras se esté citando la fuente. edición

Jorge Morales Corona | Verónica Vidal diseño de colección

Jorge Morales Corona diagramación

Ediciones Palíndromus collage de portada

Diego Abreu corrector

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La poesía de Rómulo Bustos de José Yamir Rodríguez Barrios se terminó de editar en el mes de marzo de 2021 en las instalaciones de Ediciones Palíndromus ubicadas en Maracaibo, Venezuela, bajo la licencia del sello Awen y el autor. Para la colección se utilizaron las tipografías Lato de Lukasz Dziedzic para el cuerpo y Manrope de Michael Sharanda para los títulos. todos los derechos reservados



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