Las furias trenzadas de Salvador Montoya

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Colección Telúrica de Narrativa


Las furias trenzadas Salvador Montoya

ediciones awen VE • PE • BR


Para Mathías Montoya Gutiérrez, mi primogénito


Salvador Montoya [5]

«Y el pequeño corazón del hombre, sereno ante las furias trenzadas.» Rómulo Gallegos, Canaima

1 Se enfrentaba con la turba al helicóptero militar que desde el aire disparó mientras el saqueo seguía su fragor. En su lucha contra el pájaro de hierro, Mathías pensó en sus tres hijas. «¡Ellas también necesitan un papá, malditos, hijos de perra!», les gritó con todas sus fuerzas. Algunos corrían y otros destruían puertas de negocios aún con sus bolsas de enseres, de galletas y de víveres robados. Los motorizados y sus acompañantes ofendían al helicóptero. Todo el ambiente se llenaba de ese sonido. Tra-ta-ta-ta-ta. Corre. Huye del maldito helicóptero. Parece que le dispararon ya a alguien. Ha muerto. Yo lo vi también. Sus sesos volaron por todos lados. Deja la mariquera que aquí nadie va a morir. Al gobierno no le importa una mierda. Termina de llenar la bolsa, pendejo. — ¡Mathías, móntate! Y se subió de parrillero en la moto. Y la ciudad seguía convulsionando en el saqueo, en el hambre y en la miseria. No joda, estás sangrando, Mathías. Sólo fueron los vidrios, tranquilo. Miró su muñeca para buscarse el reloj. Lo había perdido con el peso de la comida sacada de los comerciales. No sabía por qué en ese instante recordó la famosa obra de Salvador Dalí, La persistencia de la memoria en el tiempo, y esos relojes detenidos por los cuales caminan las hormigas. Nosotros somos esas hormigas. Esta ciudad es el reloj derretido. Tiene la hora derretida. Tra-ta-ta-ta-ta. Cruza, marico, cruza. ¿Dónde se me caería el reloj? Recordó que era un regalo de una de sus hijas. Esta vaina no es por la comida. Aquí ya nos jodieron a todos. Bajaron por El Roble. Allí estaba el árbol con su dureza y su corteza entre el concreto


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y la muchedumbre que corría. Nuestros árboles cantan el alma, la esencia de lo que somos. Roble, nos recuerdas que debemos ser como tú, pero nos ha tocado la era de las incertidumbres y de los ocasos. ¿Volveremos a tu luz? ¿Volveremos a tu sombra verde? ¿Volveremos a tu fe? Los motorizados se saludan. Tienen una solidaridad en el botín. Y después se preguntarían: ¿por qué somos así en esta ciudad? ¿De qué estamos hechos? Run-ru-run-run. Tra-ta-ta-ta-ta. Pana, sigues sangrando por la mano. Como la ciudad sigo sangrando. Y la ciudad seguía convulsionando en el saqueo, en el hambre y en la miseria.

2 Te llevan a la horca y te acuerdas de las yeguas. Tú no tienes miedo, ¿o sí? Eres un gran carajo de mierda. Mírate bien. Te llevan a la horca y te acuerdas de las yeguas. Yeguas salvajes, incansables. Ves los zamuros que vienen ahora por ti. Entonces observas cómo se hace la bala de plata. Su proyectil. Ves los cuencos. La horma de piedra sagrada. De niño visitabas al herrero, quien fue tu enseñador. Primero aprendistes a ensalmar. Invocabas tus muertos, tus fantasmas. Y todo por aquellas yeguas que se pusieron salvajes y el amo del valle empezó a dar de latigazos a los negros, pues pensó que en sus ritos de esclavos había alguna hechicería liberada sobre las yeguas y los perros. ¿Aún recuerdas el incendio? Tu madre era una indígena comadrona. El amo del valle siempre pedía que atendiera los muchos vástagos por nacer con sus siervas. Ese fue tu padre. ¿Todavía lo dudas? Te llevan a la horca y no piensas en las montañas sino en las yeguas y el herrero te dijo que venían por él. Y tú no entendiste. El herrero te lo dijo: «Yo soy un cazador». Y entre sus hierros más adelante entendiste el misterio. Y te entregó la bala de plata. Era pesada, redonda y eléctrica como un relámpago. —Todo lo que necesitas aprender para ser hombre está en ella y en lo que ocurrirá esta noche. Y viste como el amo del valle te sacaba de patadas al potrero. Las teas de fuego iluminaban parcamente la noche. Había estrellas y también zamuros. Como los hay ahora en tu horca. Y tomó el amo del valle al herrero y lo lanzó entre los matorrales. Y entonces todo cambió para ti. Hubo fuego, dientes afilados, sangre y un tropel de caballos y de yeguas. Era un remolino de seres alados y de golpes como truenos.


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La tierra vibraba. Hasta que el amo del valle con un hacha ejecutó al herrero. Y el grito fue infernal. Luego el amo del valle caminó hasta donde tú estabas hecho orín y mierda. Te lanzó un latigazo que aún marca tu espalda. Otra forma de la marca de Caín. Y entonces trajo a tu madre que arrodillada pedía misericordia. El amo del valle contestó que una vida por la otra. Y la mordió en el cuello. Lloraste tu odio y luego te fugaste con los esclavos. Cimarrón del saqueo en medio de esta sociedad colonial con olor a incienso y bostezos rancios. Hoy te llevan a la horca, Guardajumo y sólo te acuerdas de las yeguas. Te llevan a la horca y te acuerdas de las yeguas.

3 No ha perdido el vuelo el cohete. Sostén la punta, hijo. Mira bien. Corta aquí. Pégalo otra vez. Entraban a la sala los gritos de la muchedumbre pero más importante eran los cohetes que hoy volarían por los aires. Cohetes del abuelo para el nieto. Hoy no habría libros ni rompecabezas. Abuelo, ¿quién inventó los cohetes? ¿Por qué te gustan tanto? Se acuerda el abuelo de la poesía. De aquellos que viajan cargados de humanidad y de átomos. Yo soy el abuelo. Tú eres el abuelo Alberto Hernández. Cuidado te quemas. Una vez el poeta Vicente Gerbasi salió a pasear con su perro. Caminó entre calles y veredas sucias y silenciosas. Otras estaban atestadas de gentes y de comerciantes. Eran calles normales, calles de gente sombría y viva. Eran como espejos o como tiempos. Signos de un segundero psíquico. Buen punto. Entonces le dio por entrar a ver una película. Así que dobló en la esquina y halló el lugar de la magia. Avanzó pensando en la poesía de los trenes y en el tangram. Me gustaría hacer un tangram pero de objetos poéticos. Sí, siete objetos poéticos que contuviesen a la humanidad. Había cierta cola para comprar el boleto. Dibuja el tangram. Ahora hay que pegar la cola. ¿Te das cuenta? Ya casi vuela. —Señor, disculpe. No puede entrar al cine con su mascota. A todos nos gustaría saber cómo Gerbasi se olvidó que llevaba a su perro de paseo. Allí está la poesía. El otro místico venezolano Juan Félix Sánchez llevaba tiempo haciendo su iglesia de piedra a piedra. Se imaginaba como siempre: titiritero, payaso, maromero. Así construyó tres capillas sin pares en el mundo. Edificó el Complejo Arquitectónico de El Tisure. Esa es mi conexión con Dios, más nada. Pero entre esas montañas. Entre esos deseos de su humildad y de


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su ciencia telúrica, de guijarro amor, Juan Félix Sánchez habla un lenguaje de signos redentores, de mesianismos en la sencillez y en las mantas cinéticas que realiza con su esposa. Me gustaría descubrir (eso es todo) el diseño de la túnica de colores. Los que viajaron para conocer al viejo en sus transfiguraciones vieron a un espantapájaros despojado de tecnicismos y de trastornadas teorías y volvieron a creer en la ceguera de Homero y en la travesía de Dante. Allí está la poesía. Salen al patio de la casa. El sol les hiere con rencor. Volemos el cohete. Pero se escucha el fragor de la gente. La jauría. La ciudad aullando. Me gustaría hacer un tangram pero de objetos poéticos.

4 La señora con la bolsa negra llena de comida, cubriéndose del peligro con el roble de la carrera 12, le pegó un grito a los motorizados: «¡Ayúdenme, muchachos!». Pero el ruido del helicóptero y el vocerío de los que corrían se llevaron su pedido de auxilio. Bueno, gloria a Dios. Se dijo la señora jadeando de miedo. Yo la oí y la reconocí. La señora va a la iglesia todos los días. Su pastor hace sopa para la comunidad los domingos. Ella es una de las cocineras. Se aferró con más fuerza a la bolsa de comida. Con esto que llevo reparto algo para los niños. Los niños de la iglesia y mis nietos. Tiene cinco nietos que comen más que una lima nueva. Y de paso se dan de puñetazos como unos vikingos. Este helicóptero es un demonio. La gente corría sin dirección, eran espantos. Y empezó a caminar hacia la calle 13. Recitó el salmo 23. Unos niños la miraron desde una azotea. ¡Qué peligro esos niños allí! ¿Será que no tienen papá? Jehová es mi pastor y nada me faltará. Aquí ganamos nosotros, los hijos de Dios. Aunque ande en valle de sombra de muerte. Esos niños y ese helicóptero. No temeré mal alguno. — ¡Móntate, Teresa! Se le revolvieron las tripas. Tuvo ganas de hacer pipí. Pensó lo peor al escuchar su nombre. El parrillero de la moto descendió. «Ponte las pilas, Teresa». Y la montó entre el conductor y su cuerpo con rapidez de rayo. En la cuadra conocíamos todos a Teresa porque era evangélica y por supuesto por tener el culo más arrecho. Vieja pero con un súper trasero. Que Dios se lo guarde como dice Gualberto Ibarreto. Así que cuando vi que Mathías la montó entre él y el Nani me dije: «No joda, Mathías se está vacilando unas nalgas ricas». Juro que el helicóptero disparaba. Y la moto se fue derecho por la 13 hasta


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llegar por allá. Cerca del río Veritas. Mathías se vacilaba las nalgas. Pero Teresa estaba enfocada en la bolsa de comida que llevaba. Allá Mathías y sus morbosidades. Pero sé que Mathías pensaba era en su novia Donatella que resolviera algo en el automercado y le avisara. La dejó en la esquina de su casa. Teresa no dijo gracias al bajarse. Tocó la puerta de la casa. Se buscó las llaves y supo que las perdió en el saqueo. Salieron los cinco nietos y empezaron a pelear por la bolsa de comida. Y la rompieron como piñata allí en la acera y abierto ese vientre de plástico vimos las galletas, docenas de galletas, cientos de galletas. El botín. La piñata del saqueo. Y la rompieron como piñata allí en la acera

5 Unos vienen con plomo escondidos bajo el miedo de los mandigas cantando. Me refiero a ese muchacho cuya madre han matado. El alma busca la Virgen que Dios les ha negado. Cruza el fuego ensillado al caballo, aprendé de los hombres este corrido de sangre y de barro. Ordeña por la mañana tu canto embriagado. No quedes a esperar el infierno de los palacios. Aprendé de los joroperos la muerte de los pantanos. Que cuando digan tu nombre muchacho hasta el más pintao le sacuda un miedo como cien mil guerras estallando. Y por cada camino un alma considerando su botín como pago. Olvídate del buen samaritano, estamos en guerra contra el hambre de los llanos. Mira bien el crucifijo, mira bien al santo, todas esas son pendejadas para hacernos de nada guiñapos. Es preferible la lanza en la mano, bandolero con yerbas de caño. Nos volvemos invisibles como el humo de los tabacos. Nos volvemos temibles disfrutando lo que otros han acumulado. Es lo mismo que hace el rey desde su trono sentado. Otros mueren por él y nosotros nos quedamos estripados. Te mentaré, Guardajumo, porque tienes los ojos chatos. Escaparás de la muerte como niebla de espanto. No sé cómo contestar a su corrido bastardo. Solo soy hijo de una india asesinada por demonios desatados. Pero yo tengo reservada mi venganza inmaculada. Aquí estoy aprendiendo de vuestra merced los deberes de esta cabalgata. Unos me golpean la sien, otros la espalda marcada. Pero soy como el zamuro llego hasta lo podrido del alma. Y hoy he matado al primero que a mi madre acechaba. Hoy he matado bestias para seguir respirando. Con esta bala bendigo mi trote a


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caballo. Con esta bala llego lejos a encontrarme con el diablo. Y el que se enfrente a mi conseguirá un amigo de mutilados engaños. Debajo de mi poca ropa hay un espíritu manso. Pero esta tierra no soporta el hambre y los arrebatos. Dale duro a esas cuerdas para despertar el llano. Y decirle sin riendas lo que hace rato tengo enlazado. Aquí te traigo el regalo. Por un lado este pirata de los tiempos domados y por el otro el libro que invoca los terribles sueños de los hombres liberados. Con esta bala bendigo mi trote a caballo

6 Antes del cohete, abuelo, mira esto. Juguemos a esto. Y entran a un mundo que parece caótico, el tiroteo es ensordecedor. Es de noche. Hay fuego por todas partes. El helicóptero persigue a un hombre. Una mujer está en el suelo desmayada. El hombre, conducido por el nieto a través del control, empuja a la mujer herida de muerte. El helicóptero continúa disparando. Abre puertas el protagonista y caen escombros de un edificio. Lleva encima a la víctima y la acuesta ahora en el suelo. Está desesperado por salvarle la vida. Debe buscar algo de primeros auxilios. Una planta verde. Así se lo indican en la pantalla. Allí, donde están, hay un vehículo militar estrellado contra la pared y los tripulantes muertos. Al acercarse para observar a los asesinados ve una planta en el asiento trasero. Rompe el vidrio del carro pero un zombie le ataca. La pelea es truculenta pero a muerte. Al final el hombre degolla al zombie. Le repica el celular, se habla de ir a la Torre Quad. El hombre se llama León. León y la chica que se ha recuperado con la planta verde dice su nombre Helena son agentes militares o de inteligencia. Entran por un portal y ven desde ese edificio a la ciudad en destrucción, en pleno autoaniquilamiento. León se enfrenta a otros zombies. Un avión se desprende de un edificio. Y la explosión es inminente. Deben correr. Y el fuego los persigue. Un helicóptero militar amigo los espera. Saltan. Y entran. Dentro del helicóptero despierta un soldado recién convertido en zombie. Pelea contra Helena. El helicóptero que falla en su funcionamiento se estrella contra un edificio. Logran sobrevivir sin saber cómo pero al caer deben enfrentarse a más zombies. Se abren otras puertas y dan con un monstruo. León apunta y recuerda el porqué de su misión en un flashback. La humanidad ha sido contagiada por un virus como arma biológica. La peste se propaga. Los zombies.


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Debe salvar al presidente del ataque bioterrorista. ¿Viste abuelo? Es divertido. Es Resident Evil 6: Biohazard. Pendiente, abuelo. Dispárale al monstruo. La peste en la ciudad no ha terminado. La peste en la ciudad no ha terminado.

7 Estaba a punto de eyacular dentro de Armanda cuando el vocerío de la calle se hizo una explosión inesperada y descontroló en su faena sexual a Luciano. Sí, porque lo llevó en memoria al motín carcelario de donde había salido hacía apenas una semana. Llevaba seis meses limpio. Nada de drogas. Nada de marihuana. Nada de cripy. Nada de cocaína. Nada de crack. Pero fumaba cigarros con una desesperación arrecha. Para celebrar su avance de salud y de libertad condicional se dijo que buscaría en el barrio a Armanda y la llevaría al hotel Guárico, ese que queda al lado del Roble, por la 12, para lanzarse un día de sexo brutal y quitarse así la mala suerte que le perseguía. Tú me entiendes, ¿verdad, Mathías? Tú me ayudaste con la jeva, te debo una. Yo no sabía que estaba pasando en la ciudad; bajé como pude corriendo con Armanda que quería meterse a ese mercado y buscar cosas. Estaba media desnuda la loca esa. Se veía bien. Después de hacer el amor todas las mujeres se ven bien. Esa es la mirada celestial, la mirada de todos los oros del mundo. Y entonces a Armanda la agarró la policía. No sé, se cayó, dicen. Y te vi, a pesar de no tener los lentes (se me perdieron al correr), cuando pasaste con Teresa y te grité con todas mis fuerzas: — ¡Vuelve, Mathías, que se llevaron a Armanda! La cárcel lo había dejado muy delgado. Luciano juró no robar pero tuvo que hacerlo para pagar el día del hotel. No joda, no es tan fácil hacerle el amor a una mujer. Estaba flaco pero la ropa que llevaba al salir de la cárcel se notaba muy limpia. Unas malditas vacaciones fracasadas en ese lugar de mierda. Llegó a la casa de Armanda y dijo: «Huele rico. Huele a aliños sofritos». Así era hacer el amor con Armanda: un sofrito. Cuando escuchó el arrebato de voces volvió al motín. Luciano procuró dejar la vagina sola con su acompañante y asomarse por la ventana. Y lo hizo y exhaló ahogada de placer. Así es de loca ella. «¡Luciano están saqueando!». De las habitaciones del hotel se podía mirar el roble y la gente corriendo con las bolsas, las motos, los gritos. Ahora la ciudad está seria. Quiere eyacular sobre Armanda otra vez.


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Se visten como pueden. Descienden a la calle. Saquean también. Recitó en parte el poema El jugador de Ramón Palomares. Y volvió a eyacular en Armanda de forma extraña pero esta vez fuera de la cárcel y rodeados de las voces del saqueo. Huele rico. Huele a aliños sofritos.

8 capitulo xii.

De cómo los españoles yban a caçar y montear los yndios que estavan huidos con perros brabísimos que enseñados tenian, y de otros muchos males que cometieron. A Juan Nicolás Ochoa le llegó la hora desta interrogatoria. Y de hacer los caminos caravanas. Botín de saqueos. Yo fui hasta allá donde están los piratas. ¿Declaras ansimesmo de tener pacto con el diablo por las caminatas de trechos largos? Trato de caminar y de andar sin que ningún diablo se entere. ¿De dónde has sacado esos enseres y pestilencias? Para que me protejan en el camino de Dios. ¿Y deste Code Noir insinúa ley de loangos, y de negros y de esclavos por Satán? Es preferible conocer a los enemigos por sus propias palabras. ¿Serte conocida la acta de otro recién que a muerte de horca que se ejecutará en la plaza principal desta capital adonde será arrastrado desde la Cárcel Real, y verificada su muerte, se le cortará la cabeza y las manos y se pondrá aquella en una jaula de fierro sobre un palo de veinte pies de largo en el camino…y así vino a cumplirse? No son miedos los que me perturban. Juan Nicolás Ochoa vino por los conjuros de vampiros. A su bautismo de cazador de vampiros. Y cada vez que en mi ciudad haya un saqueo estoy yo matando vampiros. Juan Nicolás Ochoa sabe de la bala de plata. Y de las hachas. Mata vampiros con balas de plata y hacha. No es salteador de caminos, es el protector de los caminos del llano. Juan Nicolás Ochoa ya no te llamas así rodeados de estos perros de la muerte, de estos demonios del mar. Guardajumo para invocarte. Regna terrae, cantate Deo, psallite Domino, Tribute virtutem Deo. Exorcizamus te omnis immundus spiritus omnis satanica potestas, omnis incursio infernalis adversarii, omnis legio, omnis congregatio y secta diabólica Ergo perditionis venenum propinare Vade, satana, inventor y magister omnis fallaciae, hostis humanae salutis. Ut inimicos sanctae Ecclesiae humilien digneris, te rogamus, audi nos. Dominicos sanctae ecclesiae te rogamus audi nos. Terribilis Deus de santuario suo Deus Israhel ipse. Deus Israhel ipse. Dabit virtutem, y fortitudinem plebi suae, benedictus Deus. Gloria Patri (Rituale Romanum, 1614). Trato de caminar y de andar sin que ningún diablo se entere


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9 Alberto se dedica a pensar que el otro nombre del apocalipsis es la peste. Hay pestes imaginarias más voraces que las reales. Como aquel apotegma de Musil que tanto le gusta al escritor Ednodio Quintero: «El que desea y no actúa engendra la peste». Y en la historia se han generado pestes y virus letales. Y toda plaga es geopolítica de por sí. La peste infecciosa de los colonizadores sobre los indígenas diezmó Tenochtitlán, casi acabó con los pieles rojas y es la misma que ensayaron de forma ilegal sobre niños nigerianos las empresas farmacéuticas y que es el argumento de la película El jardinero fiel. Peste y epidemia es lo que hace emerger al héroe trágico del cómic de Alan Moore, V for Vendetta. La peste genera venganza del pueblo. Luego se lleva al cine con éxito inusual. En la película UltraViolet, la asesina vampira protege al monstruo que porta el antivirus de la salvación de la humanidad. La peste pretende ejercer dictadura total con la ciencia y la tecnología. El tema de que una epidemia acaba con la tierra es siempre fructífero en la literatura de ciencia ficción. Está en Wells, en Bradbury, en Matheson. Y de forma clásica está manifestada en la novela La peste de Albert Camus. La pandemia en Orán es política. Hay represión como en la Francia de Vichy y como posteriormente fueron las aplicaciones de doctrinas neoliberales o populistas en América Latina. Hay que desaparecer a los contagiados. La peste es el mal. El mal son los pobres, los desclasados, los ignorantes, los sin nadies, los hambrientos. En la historia antigua las siete plagas sobre Egipto fueron las armas de la liberación. Dios fue el primero en usar armas bioquímicas para destruir a los opresores. Esa es una teología disidente. Más adelante con el fin de los tiempos los jinetes del apocalipsis llevan la peste con hambre y muerte. En la Edad Media y con la producción del Renacimiento, Boccaccio propone el disfrute de la vida a pesar del contagio. Ya con la Edad Moderna las pestes son racionales. Pestes de ideas muertas cuyo rey es Nosferatu, el vampiro, el No Muerto. Él es quien lleva la peste y la transmite a la ciudad. Nosferatu chupa la vida y la esperanza. Alberto se dedica a pensar que a todos nos toca enfrentarnos con Nosferatu. Cada cultura, cada nación, cada ciudad tiene su Nosferatu. El otro nombre del apocalipsis es la peste

10 Malik se siente satisfecho de contar todos los carros que tiene en su mansión. Tiene dos Aveos, uno lo usa su esposa Karim y otro su hijo que fuma


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droga ¿o la vende? Tres Superduty. La blanca para transportar las cosas del negocio de la licorería y otra para las labores de la finca y la tercera para viajar de vacaciones. Tiene un Toyota Corolla hermosísimo. De color negro. Es el favorito. Allí busca a Donatella. Ella empezó a trabajar hace poco en su casa. Malik se ríe. Sabe que no es así. Bueno, trabajar es una forma de decir. Suena mejor. Se fuma el cigarro. Y vuelve a contar los carros y mira las piernas de Donatella, siente el calor de ella en su cuerpo. Recuerda cómo se hacen el amor con arte animal. Ya no tengo edad para hacerlo tanto tiempo de pie como ella quiere. Malik es un árabe que cuple con sus oraciones. Allí mientras cuenta los carros que tiene da órdenes desde su ferretería famosa. De frente tiene dos automercados que le pertenecen. Le dijeron que se escuchan rumores de saqueo para el centro de la ciudad. Donatella se lo reafirma. Malik pregunta. — ¿Quién te lo dijo? ¿Tu novio del barrio? Donatella se siente herida por el comentario. Viejo cabrón. Malik llama por teléfono a un amigo de la policía. Imagina los muslos y los pechos desnudos de Donatella y vuelve a contar los carros que tiene. Son veintiún carros que tengo. Y percibe el viento malo. Se dice que es la mi-ma sombra que persigue a su hijo drogadicto. No quieres aceptar que la vende. Reprime el pensamiento. Y se vuelve serio, triste, incómodo. Donatella se acerca. Voy a buscar las escopetas a la casa mejor. Se monta en el carro. Cuando llega a la casa escucha a la ciudad electrificada de truenos y relámpagos humanos. Cuando vuelve al negocio ve la turba que quiere entrar a los automercados. Sale del carro y dispara varias veces al aire. Corre hacia una de las puertas y no sabe cómo se le sale el zapato izquierdo del pie. La gente empieza a escuchar al helicóptero y muchos se asustan. Malik también. Donatella le abre. Los negocios están a salvo por las santamarías. Esta ciudad está bien jodida. Peor que Guardajumo. Por las calles observa las multitudes romper, destrozar, llevarse enseres de los anaqueles. Tiran piedras. Pasa la turba y pasan los corredores. Con la vista busca el zapato y no lo ve. Cuenta sus carros y sabe que los tiene. Y le sonríe a Donatella. Peor que Guardajumo.

11 Qué quieres ser cuando seas grande Cazavampiros abuelo como Guardajumo Tra-ta-ta-ta-ta Sofrito vendrán yeguas saqueos Nosferatu es Guardajumo quién cuida la ciudad Tra-ta-ta-ta-ta Horca enemigo Dispara


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abuelo Arpa que me rinde el sueño Cazador exorcista despiértate hijo volvamos a la poesía entre el saqueo nervio poético la ciudad Qué quieres tengo la Biblia la bala de plata el control del Xbox la persistencia de la memoria en el tiempo Biohazard cuenta los carros tu mano sangra El Roble la marca de Caín el tangram dibújalo Juan Nicolás Ochoa Turba coitus interruptus Armanda Malik Donde están los lentes Escopeta Trata-ta-ta-ta El salmo 23 Donatella Todo lo que necesitas aprender para ser hombre está en ella y en lo que ocurrirá esta noche Pestes de ideas muertas Guardajumo Los vampiros QUEP el vuelo el cohete Calabozo, Julio, 2020.


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Salvador Montoya (Venezuela, 1986) Licenciado en Educación Integral por la Universidad Nacional Experimental Rómulo Gallegos (UNERG). Ha sido profesor de inglés y de ciencias sociales en diferentes partes del país. Se ha dedicado a través de conferencias a la formación de líderes e imparte talleres sobre desarrollo personal y liderazgo empresarial. Ha dirigido programas radiales tales como: «Sinapsis» y «Tiempo de cambios». Preside la organización Cima Church. Es amante del reggae, del café y del montañismo.


CRÉDITOS Las furias trenzadas ©2021, Salvador Montoya © De esta edición: Ediciones Awen (Un sello de Ediciones Palíndromus) Cualquier parte de este libro puede ser reproducida, almacenada o transmitida con permiso del autor o editor mientras se esté citando la fuente. edición

Jorge Morales Corona | Verónica Vidal diseño de colección

Jorge Morales Corona diagramación

Ediciones Palíndromus collage de portada

Diego Abreu corrector

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Las furias trenzadas de Salvador Montoya se terminó de editar en el mes de marzo de 2021 en las instalaciones de Ediciones Palíndromus ubicadas en Maracaibo, Venezuela, bajo la licencia del sello Awen y la autora. Para la colección se utilizaron las tipografías Lato de Lukasz Dziedzic para el cuerpo y Manrope de Michael Sharanda para los títulos. todos los derechos reservados



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