Colección Elipsis de Poesía
ediciones
AWEN
Sin decir รกrbol
ENNIO TUCCI
A mis ancestros. A Violeta y Antonella, las más recientes ramas de mi árbol. A Celia, quien me abrió el camino hacia los ancestros vivos en su memoria. A “Tocho”, quien me dictó estas palabras, escritas para él después de irse.
»Y también tu ancestro puede ser cualquier espíritu que quiera acompañarte en tu viaje en el mundo, aunque no haya sido nunca pariente ni conocido.« eduardo galeano
Índice Cuando digo dolor digo caricia Se dice fruto fuerte, nuevo día Blanda radícula brota del grano esparcido Sin decir árbol las piernas se estiran Enraizar, cuajar, arraigar para ser Sin decir árbol digo siembra Digo migaja y un corazón de savia Entre decir raíz tierra y pantano Un gato se refugia tras las ramas Sin decir árbol digo madre La sombra de una plaza se llena de palabras Sudan las canciones aprendidas Cuando el viento arremete contra los árboles Cuidado Valor que me das Violeta Sin decir árbol lloras en medio del corral Una cabeza en la grama no siente el frío Contigo harán su casa los hombres de la tierra Por algo estos poetas mueren de visitarte Las hormigas trepan por el tronco Lo que envuelve la hallaca es una hoja cocida al fuego Un pico te arrebata los pedazos
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El río blues fluyendo por el aire La lluvia siempre calma la sed de la tierra En silencio la rama enfermó de comején Una vez tu tobillo dejó de ser Sin decir árbol una abuela Cada flor es fruto y es semilla al mismo tiempo Alguna vez también pusimos una lombriz al sol Alguien se levantó de la mesa hace tiempo Extendiste tus brazos Camino tempestuoso ha sido el tuyo Abuela, cuando lloras Lázaro, padre de Celia y Tocho y siete más Celia, ya eres bisabuela Así corre abajo el agua turbia en este río Tu rama se desprendió de nuestro árbol
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Ennio Tucci [9]
A Antonella, en el aĂąo de la sequĂa
Cuando digo dolor digo caricia y verano silente y compasivo, y tempestad de aire, dulzor de los pezones, refugio de un amor tan absoluto que no se basta ya para uno mismo.
Sin decir árbol [10]
Se dice fruto dulce, nuevo día, mañana, humedad tupida de colores que estallan en el mundo, en el cielo, en la tierra, en mis ojos, en las ramas brillantes del árbol que no se nombra.
Ennio Tucci [11]
Blanda radícula brota del grano esparcido. Frágil comienzo. El fruto en la mesa ha sido suave flor, su madera y la silla blandos tallos, el hombre fuerte frágil bebé y así. Al comienzo todos somos blandos. Hija mía, no entristezcas si te sientes frágil.
Sin decir árbol [12]
Sin decir árbol las piernas se estiran, se adhieren a la tierra, como raíces buscan su alimento, se mueven y alargan, endurecen, ensanchan, con cada tambaleo te verás erguida. Entonces tus pies comienzan a moverse, —¡vaya acontecimiento!— en unos meses nadie notará que corres y nadie notará que creces hacia abajo, como los árboles, seguirán pensando que creces hacia arriba.
Ennio Tucci [13]
Enraizar, cuajar, arraigar para ser y ser en un mismo lugar. Ser mรกs. Crecer es hacia abajo, ser hacia abajo, ser hacia adentro, seco y duro y รกspero como la vida รกspera hacia adentro.
Sin decir árbol [14]
Sin decir árbol digo siembra, tierra en surco abriéndose a la vida, piernas en aguas abiertas de llanto, corazón en alto y un pecho que respira.
Ennio Tucci [15]
Digo migaja y un corazĂłn de savia se esparce en la corteza, un murmurar de raĂces la esperan y un pĂĄjaro madruga un aletazo.
Sin decir ĂĄrbol [16]
Entre decir raĂz tierra y pantano, piedra brillante roja y blanda pisas, las patas siguen escarbando, los picos se alimentan de piedras movedizas.
Ennio Tucci [17]
Un gato se refugia tras las ramas, el suelo tiembla y se agiganta el alma, a seis metros de altura, en posiciรณn de salto, miedo en las costillas.
Sin decir ĂĄrbol [18]
Sin decir ĂĄrbol digo madre y el horizonte hunde sus brazos hacia adentro. Una raĂz se hunde hacia la tierra, el hambre junta hombros por la muerte y el hombre junta hombros por la vida.
Ennio Tucci [19]
La sombra de una plaza se llena de palabras, lo cotidiano levanta hojas caĂdas, la memoria merodea entre una boca y otra, puentes se levantan entre corazĂłn y coraza, mentar y maldecir entre carcajadas y tristezas.
Sin decir árbol [20]
Sudan las canciones aprendidas, el café transpira por los párpados cada nuevo sorbo. Un frescor vagabundo se nos deja caer como vieja rama carcomida por la agüita acumulada en la canal y el comején nos come la vida.
Ennio Tucci [21]
A Xiomara Ortega
Cuando el viento arremete contra los รกrboles la grama solo vibra. Los troncos se mecen y las ramas danzan un baile que solo sabe el viento, la grama apacible sรณlo vibra. Y se caen las hojas y cruje la madera viva y se estrella el cuerpo del รกrbol contra el suelo, pero la grama no hace mรกs, sรณlo vibra.
Sin decir árbol [22]
Cuidado, si te poda las ramas más tarde querrá cortarte las raíces, como al bonsái.
Ennio Tucci [23]
Valor que me das Violeta. Quijote ya era en bicicleta y llegaste tú a derrumbar los gigantes que combatí a diario, con sólo palpitar echaste por el suelo. Si yo te amara más, amor, yo mismo no existiera, viviría en ti misma, cuidaría tus sueños.
Sin decir รกrbol [24]
A Antonella y Violeta
Sin decir รกrbol lloras en medio del corral, apoyas tus manos en la baranda y lloras. Me miras, me suplicas, me llamas sin nombrarme y lloras. Es hora de cargarte, palmearte la espalda o calentarte las piernas. Eres del trรณpico y lloras como una hembra del trรณpico y lloras como un รกrbol en medio del vendaval.
Ennio Tucci [25]
Una cabeza en la grama no siente el frío, sólo un calor húmedo al pie de monte andino cubre la piel. Una cabeza pegada a la grama, por más que pose la mirada en todas las ramas, en cada hoja, por más que mire nunca será el árbol.
Sin decir árbol [26]
Contigo harán su casa los hombres de la tierra, tu tronco será leña de frío y de cocción, tus frutos calmarán el hambre, como un abuelo sabio consciente de estas cosas sigues paciente, y sigues vivo hasta el fin de mis días.
Ennio Tucci [27]
A César Seco y León Graterol
Por algo estos poetas mueren de visitarte, viejo roble de la Plaza Bolívar, algo les dices tú y tus silentes hablas.
Sin decir ĂĄrbol [28]
Las hormigas trepan por el tronco y en la hendidura breve succionan savia viva, son millones y millones y el ĂĄrbol se muere de risa, como tĂş, cuando hormigas realengas caminan por tu cuerpo.
Ennio Tucci [29]
Lo que envuelve la hallaca es una hoja cocida al fuego, la brasa que la cuece es รกrbol que palpita llama adentro y es parte de ella misma. El รกrbol que nos resguarda la vida muere para cubrirnos la necedad del cuerpo, la necesidad, el hambre.
Sin decir árbol [30]
Un pico te arrebata los pedazos, debajo de tu piel guardas orugas, hormigas, comején. El pico que de ti se alimenta no te verá morir, te lleva en cada célula.
Ennio Tucci [31]
A Gabriel Jiménez Emán
El río blues fluyendo por el aire, el saxo, la batería, la trompeta, como la savia, oro líquido entraña en manos de Miles. El ritmo en su fluir asciende a contra marcha y los cuerpos en la silla se sacuden con ritmo, como gatos los cuerpos en la pista se acarician, se frotan, se persiguen, las miradas se encuentran y chocan entre sí, sin parpadeo dibujan una curva ligera en los labios. Blues picardía, aleteo del corazón, un río que fluye hacia arriba.
Sin decir รกrbol [32]
La lluvia siempre calma la sed de la tierra, si se antoja nos deja un vaho de hambre, basta con escucharla caer sobre latas de zinc o sobre un charco para que todo aquello sea una fiesta de luces y chapoteos, cosas que se oyen como un cloac tash pash y el ritmo es el secreto del tronco, las ramas, las hojas de los presentes mรกs silenciosos.
Ennio Tucci [33]
En silencio la rama enfermó de comején, como de comején enferman los que hablan tras los ojos.
Sin decir árbol [34]
Una vez tu tobillo dejó de ser aquel de cuando jugabas escondite, más bien el bastón seco donde terminaba tu cuerpo, y no pudiste andar más nunca sin él.
Ennio Tucci [35]
A Rosenda
Sin decir ĂĄrbol una abuela, que es un ramo de rosas, un aletear de risa estrepitosa, te recibe con empanadas y guayabas en jugo, te deja ir cada vez con menos ganas y se queda en tu memoria como un largo dĂa pleno de buenas noticias y semerucos.
Sin decir árbol [36]
A “Tocho”
Cada flor es fruto y es semilla al mismo tiempo. Te fuiste y en cada semilla germinada se queda algo de ti, un caramelo, un cuento, una risa de obrero atravesando la sala de una casa que te nombra más allá, en las paredes de otras casas.
Ennio Tucci [37]
Alguna vez también pusimos una lombriz al sol para ver cómo se asaba. El rosa brillante se tornaba en ocre intenso y desaparecía el brillo de la vida. Pero, a diferencia de algunas personas, perdí siempre la apuesta de ponerla en mi boca y masticar.
Sin decir árbol [38]
Alguien se levantó de la mesa hace tiempo y salió pitando una canción patria, escondido al otro lado del cielo nos ve entrar y salir de la casa. De vez en cuando revisa nuestra basura y se entera y evalúa y medita el diario vivir de esta frontera… Hoy no me quejo, aquí hay gas y agua y luz eléctrica y hasta televisión por cable, él nos mira desde lejos, nos ve más grandes cada día. Algunas veces cree que nos queda pequeña esta ciudad o esta camisa, así de iluso y veterano es este ser. Más pequeñas nos quedan estas ganas de comer, este cansancio, este ingrato dolor de piernas a mitad del trayecto… aún luchando.
Ennio Tucci [39]
A Celia
Extendiste tus brazos y la sombra fue para todos nosotros un frescor de tarde tropical que nos reunĂa alegres y atentos al crujir de tus ramas.
Sin decir árbol [40]
A “Tocho”
Camino tempestuoso ha sido el tuyo, larga montaña, arreo de burros, camino real y unos quintales de café. En la cuidad obrero de seis a seis. Al final ibas de casa en casa cultivando y despidiendo viejos amigos viejos, que aún te quieren donde quiera que estés, pegado al corazón como la miel del mango.
Ennio Tucci [41]
Abuela, cuando lloras, crisĂĄlidas cuelgan de ti, dibujan arcoĂris en la niebla, una angustia, un silencio nos recorre, todo el bosque se aclara.
Sin decir árbol [42]
Lázaro, padre de Celia y Tocho y siete más, no renunció a La Sierra. Dejando ir mujer e hijos vivió entre matorrales. Los años se lo llevaron en tareas de caña, cambures y café. Tan vivo está. Sembrado como un árbol, comparte tumba con su mujer, sus hijos y los que quedan.
Ennio Tucci [43]
Celia, ya eres bisabuela. Tan sembrado el cachube[1] en esta tierra, como Lázaro, a mil kilómetros de carretera está tu corazón, desgajando los días cual naranja, tu esperanza bendita por volver.
[1]N. del a. Término regional del ombligo.
Sin decir árbol [44]
Así corre abajo el agua turbia en este río, así me despido de ti. Turbio. Marcado está tu paso sobre el mundo, tus hijos van sembrados en tus surcos, marcadas las raíces de tu siembra, marcado para siempre amor-memoria en mi corteza.
Ennio Tucci [45]
Tu rama se desprendió de nuestro árbol. Lo hermoso es que nunca te secaste. Apenas un vacío en el pecho antes de irte, el alma desprendida llevabas por dentro. Te levantaste a orinar pudoroso y el corazón dijo: Hasta aquí.
CRÉDITOS Sin decir árbol ©2019, Ennio Tucci © De esta edición: Ediciones Awen (Un sello de Ediciones Palíndromus) Cualquier parte de este libro puede ser reproducida, almacenada o transmitida con permiso del autor o editor mientras se esté citando la fuente. edición
Jorge Morales Corona | Verónica Vidal diseño de colección y portada
Jorge Morales Corona diagramación
Ediciones Palíndromus correctores
Jorge Morales Corona | Verónica Vidal contacto
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Sin decir árbol de Ennio Tucci
se terminó de editar en el mes de junio de 2019 en las instalaciones de Ediciones Palíndromus ubicadas en Maracaibo, Venezuela, bajo la licencia del sello Awen y el autor. Para la colección se utilizaron las tipografías Lato de Lukasz Dziedzic para el cuerpo y Quattrocento Sans de Pablo Impallari y Igino Marini para los títulos. todos los derechos reservados
[sobre el autor]
Ennio Tucci (Venezuela, 1986) Escritor y editor. Obtuvo el Premio »Luís Brito García« del Consejo Municipal de Caracas por su libro »No se estacione« (2014); como editor obtuvo el Premio Nacional del Libro en 2014 y 2018; Premio Rafael José Álvarez de la u.n.e.f.m. en sus menciones poesía y cuento (2007 y 2009). Coeditor de la antología arbitraria »Me Urbe. Venezuela Chile« (2011). Autor de los poemarios: »Tiran piedras los niños« (2009), »A quién hay que matar para vivir« (2012) y »No se estaciones« (2014). Actualmente dirige Ediciones Madriguera, editorial artesanal, y su revista literaria disponible en: www.madriguera.com.ve