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MEMORABILIA
from Bohio 216
A lo largo de la historia las relaciones bilaterales entre Cuba y Estados Unidos han estado colmadas de desencuentros, o de “estira y encoje”, para emplear una frase de uso en la vecina isla. Cuando Barack Obama realizó en marzo de 2016 aquella famosa –y hoy lejana– visita a Cuba, todos pensaron que llegaba el tan esperado deshielo cubano, que se pondría punto fi nal a más de 50 años de hostilidad diplomática entre ambos países.
Un año y cuatro meses antes, el 18 de diciembre de 2014, el entonces presidente estadounidense y su contraparte cubano, Raúl Castro, anunciaron la disposición de normalizar sus relaciones diplomáticas “después de más de medio siglo de bloqueo económico y comercial de la mayor potencia del mundo al país caribeño”, como publicamos en su momento en Bohío (en la edición 184, correspondiente a febrero de 2015).
De la autoría de la periodista Mayra De Peña, el artículo –titulado “Apertura en Cuba, oportunidad o amenaza”– analizaba el signifi cado que los históricos acontecimientos podrían suponer para el sector turístico dominicano. Cuba ha sido competencia nuestra y lo seguirá siendo, apuntaba la experta, “lo importante es conocer las fortalezas y debilidades frente a nuestro competidor y trabajar en ellas. Hay muchos factores a tener en cuenta a la hora de elaborar estrategias, pues ambas naciones tenemos puntos en común: poseemos vocación turística y ofertas muy similares, tanto habitacional, de naturaleza y cultural”.
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En una parte del artículo expresa: “Hemos seguido de cerca el avance que ha experimentado Cuba en el turismo desde los años 90 y –aún con su realidad– este país recibió cerca de tres millones de turistas en el 2013, convirtiéndose el turismo en la segunda actividad económica que aporta más divisas al país, creando ésta las bases de infraestructura habitacional, de tal forma que ya dispone de aproximadamente 60.000 habitaciones, teniendo nosotros una disponibilidad de unas 70.000, coincidiendo ambos países con algunas de las cadenas hoteleras”.
Cinco años después de publicado este texto hemos visto cómo las relaciones bilaterales de los dos países vuelven a estancarse. El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llegó en junio de 2017 a uno de los barrios más cubanos de Miami y anunció su plan de enfriar las relaciones entre ambas naciones, con lo cual frenaba abiertamente parte del legado de su antecesor.
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Entre las medidas del Gobierno estadounidense contra la isla se prohibió viajar a Cuba a los aviones privados y corporativos, cruceros, veleros, barcos de pesca y otros aviones y embarcaciones similares. También se eliminó los viajes educativos grupales “people to people” (pueblo a pueblo). A partir del 10 de diciembre de 2019, se prohibió todos los vuelos comerciales (regulares) desde Estados Unidos hacia destinos en Cuba, con excepción de La Habana.
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El pasado año Cuba recibió 4.275.558 visitantes extranjeros, para un decrecimiento del 9,3 %, es decir, arribaron 436.352 viajeros menos que los reportados en 2018. Canadá continuó siendo el principal mercado emisor, seguido de la comunidad cubana en el exterior. Estados Unidos se ubica en tercer lugar y aunque sus ciudadanos aún tienen prohibido visitar la isla por el embargo económico, fi nanciero y comercial impuesto por sus autoridades durante seis décadas, ellos encuentran la forma de viajar gracias a 12 categorías de viajes educativos, religiosos o de intercambio cultural.
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Aunque vuelve a alejarse la famosa apertura de Cuba, recordemos lo que Mayra De Peña plantea en su artículo de hace cinco años: “Este evento, más que una amenaza debemos verlo como una oportunidad, una cita obligada donde dejando los intereses particulares, deben converger aunando esfuerzos, el sector gubernamental y privado…, el momento idóneo para que cada uno de nosotros como ciudadanos dominicanos nos convirtamos en orgullosos embajadores de nuestro país”.
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