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Verdadero origen de la voz encinta
Y SIGNIFICADOS
Verdadero origen
DE LA VOZ ENCINTA
Arrigo Coen Anitúa (†)
Allá por el año 1940 –¡ya ha llovido!–, escribía yo en uno de
los artículos que semana a semana entregaba a un periódico capitalino, a cuatro de los estados y dos más, éstos allende la frontera del norte, pero editados en español: “El prefi jo latino in-, con sentido negativo, ha quedado como cultismo en la casi totalidad de las palabras en que aparece, y así lo hallamos en inverisímil, imposible, intemperie, etc.; pero sólo en tres palabras –tres únicamente– evolucionó a en-, como debía ser, y esas palabras son enfermo, no fi rme, falto de fi rmeza; enemigo, no amigo, lo contrario del amigo, y encinta, sin cintura, por el estado grávido.”
Todavía en la edición (1984) de su diccionario, la Real Academia Española sustenta la dicha etimología; pone: “encinta (Del lat. incincta, desceñida.) adj. embarazada.”. Por mi parte, desde 1960 yo me había desengañado ya de este error.
Corominas aclara: “…probablemente su relación con cingere, ‘ceñir’ es sólo aparente y debida a una etimología popular, pero cabe dudar si se trata de una alteración del lat. inciens, -tio, o del gót. inkiltho, ambos del mismo signifi cado que encinta.”
Tras indicar que en castellano la voz aparece por primera vez en el Conde Lucanor, sigue Corominas: “El latín incincta se documenta sólo en San Isidoro… El santo nos explica la idea popular de que se llamaba así porque su estado no les permite ceñirse fuertemente: entonces in- sería privativo e incincta sería lo contrario de cincta ‘ceñida’. El hecho es que en latín incinctus no signifi ca esto, pues es el participo de incingere ‘ceñir o rodear (algo)’, donde in- expresa la noción de que lo rodeado queda adentro.”… “con ello se alude al niño, abarcado por la cintura de la mujer…” “…es probable que ambas interpretaciones, las dos forzadas en su aspecto se-
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mántico, sean igualmente falsas, y que incincta no sea otra cosa que una deformación del lat. inciens, -tio (emparentado el gr. kuein ‘estar encinta’ y otras voces indoeuropeas)…” “Pero no debemos olvidar que ‘encinta’ se decía en gótico inkiltho, vieja palabra de origen germánico (derivada de kilthei ‘útero’ y emparentada con el anglosajón cild, inglés child, ‘niño’).” Con todo lo anterior, más otros cabos que al respecto se pueden atar, se logra concluir que encinta es un término antiquísimo: nos llega del latín clásico inciens, ‘hembra preñada y cercana al parto’ (en Plinio), alterado seguramente por una etimología popular que lo ha acercado a cingere, ceñir, por el hecho de que la mujer durante la gravidez pierde la cintura. Inciens, a su vez, se ha relacionado con la raíz del griego kyo, ‘llevo en seno’, que vale ‘estar encinta’ y también ‘dar a luz’; mismo lexema del latín cauus, cavus, ‘hueco’, ‘cóncavo’, pero también ‘hinchado’ como las velas de un barco. Originalmente, pues, inciens pudo haber tenido el signifi cado metafórico de ‘vacío’, ‘infl ado’. En un tiempo muy anterior eran frecuentes las metáforas de este tipo; a medida que las lenguas progresan y sobrepasan la mera descripción de un hecho, se indican las causas que lo diferencian de otros semejantes.
Decir ‘infl ada’ de una mujer encinta era sólo describir un dato concreto, cuando el hablante no había aún abstraído, en el plano lingüístico, el porqué, la causa o razón de tal aspecto. La evolución, del gusto cuando menos, impone el eufemismo y ahora preferimos giros como ‘está en estado interesante’, ‘espera a la cigüeña’, ‘está de encargo (a París, claro)’ y otros no menos hipócritas ni menos cursis.