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De las instituciones de enseñanza
Y SIGNIFICADOS
De las instituciones
DE ENSEÑANZA
Arrigo Coen Anitúa (†)
Difundir conocimientos y técnicas, so-
bre todo los legados de una generación a otra, es una exigencia presente en todas las culturas, desde las más antiguas. Tal tarea, en un principio asumida por los padres o por los ancianos de las tribus, ha venido adquiriendo, con el progreso de la civilización, aspectos complejos que imponen su organización.
En el antiguo Egipto fueron las preocupaciones de tipo religioso las que solicita- Gimnasio en Priene, Grecia. Alrededor de 130 a.C. ron escuelas sacerdotales; los fenicios, por necesidades de orden más práctico, fueron inducidos a transmitir enseñanzas sobre determinadas profesiones y ofi cios; la escuela, pues, asumió una función instrumental: en las escuelas brahmánicas de la India la iniciación (sánscrito, teogonía, medicina astronomía y otras matemáticas) pasaba de maestro a discípulo; de ahí se extendió al mundo árabe; en Persia el Estado asumía la educación de los niños, al cumplir éstos los siete años de edad, y la impartía en edifi cios especiales, y algo parecido se hacía en China; los hebreos tuvieron en gran consideración la instrucción de los jóvenes y en todas las comunidades se crearon escuelas con normas precisas que fi ja el talmud (este nombre es un término escolástico tanaíta, derivado de limmed, ‘enseñar’, y se usa en el sentido de ‘conocimiento’, ‘estudio’; tanaíta es lo relativo a los maestros de la ley oral, y este adjetivo proviene del arameo tená, ‘enseñar’).
Pero fueron los griegos quienes encararon el concepto escolar moderno: el gimnasio, destinado primero a los ejercicios corporales, como su nombre lo indica (del griego gymnásion, de gymnázein, ‘hacer ejercicios físicos’, a su vez, de gymnós, ‘desnudo’, porque tales prácticas se hacían sin el estorbo de los vestidos); ya en el siglo V a. de C. se organizaban espectáculos
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La escuela de Atenas, pintura al fresco del artista Rafael Sanzio.
teatrales y conferencias de carácter cultural, y los gimnasios de la Academia y del Liceo alcanzaron un muy alto grado como centros de discusión e investigación; en la época helenística hubo un intento de organización de la cultura científi ca y se creó el Museo de Alejandría, que contaba con una biblioteca de 700 000 volúmenes, observatorio y jardín botánico.
A propósito de jardín, había uno, llamado academia, akademeía en griego (por Academo, héroe ateniense que legó sus bienes al pueblo, de ákos, ‘medicina’, ‘remedio’, ‘recurso’, y démos, ‘pueblo’), a unos mil pasos de Atenas, donde Platón explicaba su fi losofía. Con el tiempo, las academias enriquecieron sus programas, antes limitados a la fi losofía, y ahora las hay de tecnologías, de ciencias y de artes.
Otras asociaciones de actividades afi nes a las de las academias son los ateneos (ateneo deriva de athénaion, nombre, en griego, del templo de Palas Atenas, o Atenea, diosa de la sabiduría).
Contiguo al templo de Apolo Liceo o Licio (del griego Lykeios, propiamente ‘destructor de lobos’) había, al noreste de Atenas un gimnasio (llamado lykeion, que también da liceo en español, mediante la forma latina lyceum) donde, entre el 347 y el 345 a. de C., enseñó Aristóteles, con interés por todo lo científi co. Esta escuela fue trasladada al Peripato (perípatos en griego es ‘paseo’, de perí-, ‘alrededor’, pátos, ‘camino trillado’) por los continuadores de la labor aristotélica, quienes llamaron así al sistema de enseñanza consistente en buscar los conocimientos por el diálogo, sostenido mientras se paseaban maestro y discípulos (Demetrio de Falero, conspicuo peripatético, fue quien aconsejó a Tolomeo I la fundación de la biblioteca de Alejandría).