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Leer nos transforma
LIBROS
Rosalía Guerrero Arenas
Casi nadie negará la sensación de placer después de una buena lectura. Es probable que todos, alguna vez, nos hayamos sentido los protagonistas de diversas historias, disfrutado y padecido sus goces y desventuras. Jorge Volpi, en su libro Leer la mente, va más allá: sugiere que la lectura nos transforma y contribuye a que seamos más humanos.
gracias al arte de la ficción de las lecturas, Volpi explica que han permitido que soherramienta, al usarse de forma deliberada para predecir situaciones hipotéticas representándobrevivamos a través del tiempo y han las en la mente. Por otro lado, en los niños, los acentuado nuestra humanidad. La ficción, por juegos en los que se involucra la ficción, al imaun lado, logra que el ser humano prediga futu- ginarse personajes diferentes, por ejemplo, oriros escenarios probables, con las consecuencias ginan que se relacionen con los demás. de nuestras decisiones y actos. Entonces, pode- La ficción abarca el funcionamiento de dimos adivinar comportamientos en los demás y versos mecanismos cerebrales. A partir de esta conocernos a nosotros mismos. premisa, Volpi también impugna la creencia de
Los mecanismos cerebrales con los que in- algunos autores respecto a que la realidad en terpretamos la realidad son los mismos que que vivimos (al igual que la ficción) es solamenutilizamos para comprender la ficción. Por ello, te el producto de nuestras neuronas. Si fuera así, la ficción a veces se vive como una realidad al- incluso nuestra propia percepción del yo se reterna, ya que es la suma de verdades parciales, duciría al proceso de las conexiones sinápticas existencias paralelas y futuros potenciales. De de nuestras neuronas. La realidad que percibihecho, Volpi sugiere que en los hombres pri- mos y su interpretación se da a partir de lo que mitivos la ficción permitió su supervivencia, al los sentidos perciben: los olores, los sabores, imaginar qué pasaría si atacasen a algún animal, etc. Por ello, la realidad del exterior se vuelve por ejemplo. Entonces, la ficción sirve como una una deducción, a partir de la información que
otorgan los sentidos, de nuestras ideas sobre el mundo. Si fuera así, cada uno inventa su yo y el de los demás. Volpi desarrolla un argumento inquietante: la conciencia se compone de la suma de ideas autorreferenciales de uno mismo, a fin de conferir unidad y coherencia al individuo. Para esta idea se basa en los descubrimientos y el trabajo de diversos científicos como Douglas Hofstadter, Kart Gödel, Alan Turing y Daniel Dennet.
La memoria, como menciona Volpi, nos permite conservar nuestra historia personal. Sin embargo, es frágil. Por eso, el autor aborda diversos procesos que la afectan y que distorsionan nuestra realidad, como el sentimiento de recordar cosas que nunca han ocurrido –el famoso déjà vu– o la sugestión. Dado que las fantasías surgen de los mismos impulsos electroquímicos que los hechos reales, en ocasiones pueden confundirse con sucesos reales. Por ello, el autor sostiene que la ficción crea realidad. Si es así, el presente modifica el pasado; nuestra historia personal será entonces nuestra primera ficción.
Otra idea desarrollada en este libro es la identificación que sentimos por los demás, incluso a través de la lectura. La idea de pertenecer a un grupo y parecernos a los demás nos hace sentirnos identificados y cómodos. Ello se debe a la acción de un grupo de neuronas denominadas “espejo”. Estas células posibilitan imitar las conductas de los demás, e incluso entenderlas. A partir del contacto que tenemos con los otros, podemos modelar nuestra autoconciencia. La identificación que sentimos con los demás, incluso con personajes de relatos, también abarca las emociones. Por ello, la ficción nos permite experimentar en carne propia, sin riesgos, situaciones en las que probablemente nunca estaríamos expuestos en la vida real.
Finalmente, Volpi también desarolla la idea de que la literatura forma parte de nuestra memoria compartida. Como él explica, leer y escribir requiere dos partes: el escritor y un lector. Por ello, la escritura tiene un sentido social, ya que a partir de su lectura, permite la propagación de ideas y pensamientos ajenos. Las ideas, entonces, se convierten en mensajes que se “contaminan” mientras pasan de un individuo a otro; por tanto, no tienen dueño. La intención personal del autor, como se destaca en la parte final, es que sus lectores vivan sus ideas con la misma intensidad. Como él mismo acepta, sólo reconoce su identidad, su propio yo, en tanto que los demás lo hagan.
R Reseña del libro:
L Leer la mente. El cerebro y el arte de la ficción, de Jorge Volpi, Alfaguara, México, 2011, 163 pp.