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A propósito de Bellas Artes… Tratemos de arte
Y SIGNIFICADOS
A propósito de Bellas Artes…
TRATEMOS DE ARTE
Arrigo Coen Anitúa (†)
La acepción de ‘engaño’, ‘fraude’ atribuida a la voz arte fue
muy de recibo en el Medievo (en el Conde Lucanor se lee sin arte por ‘sin felonía, sin truco’); antaño las artes liberales eran no sólo las ahora llamadas bellas artes, sino cualesquiera profesiones que no implicaran las prácticas mecánicas, abandonadas entonces a los siervos, las artes manuales, sórdidas. Los derivados negativos artero, por ‘tramposo’, ‘traidor’, y artería, por ‘engaño’, ‘fraude’, han caído en relativo desuso; el italianismo artesano es el nombre de quien se dedica a una actividad manual, a la artesanía; artista se aplica a quien lo que hace lo hace con perfección; otrora artizar era ‘hacer con arte, con primor’, y artizado era quien sabía algún arte; mucho antes (siglo XII) fuera ‘hechizar’, ‘embrujar’ y luego ‘embaucar’; del latín iners, con el prefijo in- privativo, ‘sin arte’, tenemos inerte, ‘sin capacidad’, ‘sin talento’, o bien ‘sin virtud’, ‘sin fuerza’, esto es ‘inactivo’, ‘inerte’ y, de aquí, inercia.
Lo ‘hecho con arte’, arte factus en latín, es un artefacto, y el que lo hace es un artífice (del latín artifex); en sentido menos elogioso tenemos artificio (artificium en latín) y el adjetivo artificial, y artificioso, artificiar y artificiero, voces todas que implican falta de naturalidad o de espontaneidad, afectación y hasta engaño; despectivo de artificio es artilugio, con la acepción poco usual de ‘doblez, disimulo, astucia’, y la actual de ‘dispositivo hecho sin perfección o de manera provisional’, endeble, es palabra compuesta de ars (‘arte’ en latín) y lugere (‘llorar’, también latino) el primer significado fue el de ‘llanto fingido’, y el segundo sentido es un cruce probable con artefacto y con artificio. De arte y maña (del latín vulgar mania, ‘habilidad manual’, de manu, ‘mano’) componemos artimaña, ‘treta para engañar’ (no acaban de convencerme los intentos de traer artimaña de arte mágica o de arte magna, por más que no falta algún texto que atribuye sentido respetuoso a esta voz).
La acepción más lata del vocablo arte es ‘regla para hacer bien una cosa cualquiera’. La voz proviene del latín artem, acusativo de ars, artis, ‘primor’,
‘perfección’, ‘maña’, ‘destreza’, ‘habilidad’, ‘astucia’, ‘ardid’, según los contextos: ars armorum, ‘de las armas’, para Quintiliano era el arte de la guerra; parasitica, ‘del parásito’, calificaba Plauto al arte del adulador; el talento lucrativo era, según Marcial, ars pecuniosa; Cicerón sentencia: Notatio naturae peperit artem, ‘la observación de la naturaleza engendró el arte’, y Plinio llama al ‘coro de musas’ artium chorus; significó también ‘práctica’ e ‘instrucción’.
Si remontamos arte a su raíz ar, que denota ‘ajuste’, ‘juntura’, encontraremos que está emparentado con arma y con artículo (del diminutivo del latín artus, ‘juntura’, afín al griego árthron, con el mismo significado); en efecto, lo armado, ensamblado, conjuntado, articulado, es lo artístico, lo bien hecho.
Arte puede confundirse con ciencia (saber), por cuanto es arte el del razonamiento, o sea la dialéctica (del griego dialektiké, sobrentendido techné, femenino de dialektikós, ‘relativo a la discusión’); de hecho, se identifica con técnica (del griego techné, ‘arte’); la poesía (del griego poíesis, ‘creación’, ‘producción’) hasta cierto punto es arte, pero le es indispensable, además una inspiración delirante (del latín delirare, ‘delirar’, ‘salirse del surco’, de(s) ‘fuera’, y lira, ‘surco’); las artes judicativas, de juicio, son la crítica y la gnóstica, y las dispositivas, las epitácticas o espistácticas (las primeras discurren, deliberan, las segundas norman, ordenan); el conjunto de todas las artes (de todas las técnicas) constituye la cultura; la cultura es la superación, si es que ello es posible, de la naturaleza (y repito: lo que no es natura es cultura), gracias a la técnica, esto es, las artes.
La filosofía ha sustraído del ámbito del arte la esfera de la ciencia, puesto que ésta es necesidad (en el sentido de ‘lo que no puede ser diferente de lo que es’), y dividió la posibilidad (‘lo que puede ser de una manera o de otra’) en acción y producción, y así se tipifica el objeto del arte, como ‘lo posible que es objeto de producción’, y con tal criterio las bellas artes –también de acuerdo con Kant– vienen a ser representaciones que tienen su finalidad en sí mismas por lo que ofrecen un placer desinteresado, y aquí es donde se cae al dominio de la estética.
Fue Alexander Gottlieb Baumgarten quien, hacia 1750, introdujo el nombre en su libro Aesthetica seu scientia cognitionis sensitivae (es la forma latina del griego aisthetiké, femenino del adjetivo aisthetikós, ‘relativo a la percepción sensorial’, del verbo aisthánesthai, ‘percibir’); esta asignación del arte a la esfera de la sensibilidad es una readopción de la tesis platónica que había confinado el arte a la apariencia sensible y lo había caracterizado por la renuncia a salir de este ámbito mediante el uso del cálculo y de la medida; pero en Baumgarten la noción del arte como sensibilidad excluye tal confinación, porque el arte aparece como perfección de la sensibilidad misma; nace entonces y se elabora el concepto de gusto (y también nace y se elabora la categoría del sentimiento) con lo que se condiciona la nueva apreciación de la esfera sensible.