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artistas

Y ARTESANOS

Con la memoria en las manos

LA ARTESANÍA DE LOS PUEBLOS ORIGINARIOS DE SONORA. ACAIIX. SIMBOLISMO, ARTE Y ARTESANÍA EN EL MUNDO COMCÁAC

Alejandro Aguilar Zeleny*

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

El autor nos conduce a través de las arenas del tiempo para

que conozcamos las transformaciones por las que ha pasado la actividad artesanal de los seris o comcáac, un pueblo indígena que durante siglos ha vivido cazando, pescando y recolectando los frutos de su existencia en la costa desértica de Sonora. No obstante su habitar en un medio inhóspito, los seris han sabido crear hermosas obras de arte aprovechando los materiales que, como el palo fierro, el desierto ofrece, aunque sea con parquedad.

en el mundo comcáac/seri, acaiix hace referencia a un par de tabletas de forma lanceolada, finamente talladas en madera de palo fierro. Uno de los extremos tiene borde casi puntiagudo y el otro redondeado o recto. En este último se hace una perforación, a través de la cual se pasa una correa, hecha con fibra de raíces de mezquite o con cualquier material resistente. Cuando se amarra en cada extremo de la cuerda una tableta, esta bella y enigmática pieza está casi completa, sólo hace falta que unas manos conocedoras la tomen entre sus dedos, y en el lugar y momento adecuados comiencen a hacer girar las tabletas. La persona que las gira y hace zumbar entona algunos cantos especiales con los cuales, de acuerdo a la tradición, si todo se hace bien, se puede obtener lo que se espera: hacer salir a los espíritus que ocupan alguna cueva o descansan dentro de una gran canasta; invocar las potencias del mar o el desierto y obtener de ellos su poder. En español, estos objetos

* Profesor-investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia en Sonora.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

El sonido de los acaiix, los zumbadores de los comcáac, corta el aire y su zumbido entona cantos de poder. Angelita Torres, una artesana comcáac, nos muestra aquí la sencillez de un objeto que origina lo complejo.

son llamados roncadores o zumbadores y, sin importar el idioma que se hable, el sonido que hacen al cortar el aire atrapa… En un lugar de mi casa tengo mis acaiix, y ellos me recuerdan la complejidad simbólica que se manifiesta en el arte y la artesanía, expresiones del pensamiento y la vitalidad de una sociedad ancestral y a la vez contemporánea: la de quienes se llaman a sí mismos comcáac (“la gente”), pero que han sido históricamente conocidos, por los externos al grupo, como los seris (un término que se considera de origen yaqui y que se supone significa “los que viven en la arena”).

Los comcáac o seris son un pueblo indígena con una población cercana a los mil individuos, cuyas raíces culturales se extienden por el mismo desierto costero que han habitado durante siglos: viviendo entre el mar y el desierto; entre la abundancia y la austeridad, como lo marcan los ciclos de la naturaleza que ellos, a su manera, lograron entender hace mucho.

Bienvenidos a Hant Comcáac

En el litoral desértico de Sonora, a ciento veinte kilómetros de Hermosillo, capital del estado, se encuentra Hant Comcáac, el territorio seri, que se extiende a la orilla del mar entre los municipios de Hermosillo y Pitiquito; enfrente de ellos, cruzando Xeepe Cosot (el Canal del Infiernillo), se encuentra Taeöj, la isla del Tiburón, bastión de la identidad y la resistencia étnica de esta sociedad, cuya historia aún no acabamos de comprender a cabalidad. Los miembros de la nación comcáac, quienes hablan el qmique iitom (lengua seri), idioma único, viven fundamentalmente en dos comunidades: Socaiix (Punta Chueca), en el municipio de Hermosillo, y Axöl Ihöm (El Desemboque), en el de Pitiquito. Se trata de una sociedad que a través de los siglos ha logrado conservar aspectos fundamentales de su pensamiento y modo de vida; este último se ha basado sustancialmente en tres actividades

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Las mujeres comcáac han participado en las actividades de recolección de productos silvestres y elaboración de artesanías, mientras que los hombres han sido cazadores y pescadores.

Desde tiempos inmemoriales, el mar ha sido una fuente de vida para los comcáac; la pesca les ha dado alimentos y materiales para elaborar diferentes objetos. Así, espinas, caparazones, conchas, caracoles y otras piezas de los cuerpos de moluscos, quelonios y braquiópodos han servido como instrumentos u ornatos.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Puerto Peñasco

BAJA CALIFORNIA

El Desemboque Territorio Seri

Punta Chueca SONORA

Hermosillo

Guaymas CHIHUAHUA

Chihuahua

BAJA CALIFORNIA SUR

SINALOA DURANGO

En otros tiempos, el pueblo llamado seri se desplazaba a lo largo y ancho del desierto que bordea la costa de Sonora, entre E i l bl ll d i d l b l l h dld i b d l d S las actuales poblaciones de Guaymas al sur y Puerto Peñasco al norte, y también andaban por las islas de Tiburón, San Esteban y otras. Hoy, las comunidades indígenas de El Desemboque y Punta Chueca son lo que resta de su antiguo hábitat.

económicas: la caza, la pesca y la recolección. Lo interesante es que a pesar de los intentos de dominio y asimilación por parte de españoles y mexicanos, y de las transformaciones en su territorio y tradiciones, sobre todo a lo largo del siglo XX, hoy en día los comcáac siguen dependiendo de estas actividades, sólo que de maneras muy distintas, acordes con las exigencias de la época actual, lo que les da, así, su carácter de sociedad contemporánea.

La cacería ha sido una actividad fundamental para los comcáac. En los tiempos antiguos, para llevarla a cabo utilizaron largos y esbeltos arcos con los cuales disparaban flechas, que desde la época de la conquista eran temidas y reconocidas por su letalidad; se sabe que también utilizaron unas pequeñas armas tipo boomerang, con las cuales atrapaban animales más pequeños. Borregos cimarrones, venados y liebres fueron algunas de sus principales presas de cacería, y formaban parte importante de su alimentación. Con el paso del tiempo y la adopción de nuevas tecnologías, los rifles sustituyeron a los viejos arcos, y ahora se elaboran tan sólo como recuerdo de aquellas viejas épocas. Hoy en día, por medio de nuevos modelos de trabajo y respetando la conservación ambiental, los comcáac tienen un programa de cacería controlada del borrego cimarrón, que comporta distintas certificaciones y normas; de esta manera, mediante subastas legales, se obtienen los permisos que autorizan a cazadores expertos de varias partes del mundo para que intenten capturar una presa. Los recursos así obtenidos se utilizan para costear los gastos, permisos y certificaciones pertinentes; además, se cubren los gastos de

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Los comcáac han sido desde tiempos inmemoriales un pueblo que conoce cómo adentrarse en el mar y aprovechar sus recursos. Combinaron las técnicas del pescador y el cazador utilizando el arpón como su principal instrumento de pesca.

operación y el salario de un grupo de paraecólogos, quienes son especialistas de la propia nación comcáac en el cuidado y monitoreo de la población del borrego cimarrón. Al final del proceso, y ya descontados los gastos, el dinero remanente del programa es manejado por un fideicomiso, ante el cual los miembros de la comunidad tienen el derecho de solicitar apoyos para la atención de la salud y para programas de conservación de su cultura. Esta experiencia aún debe consolidarse, pero nos muestra una manera en que la sociedad puede responder a las necesidades existentes.

En lo que se refiere a la pesca, ésta ha sido una actividad fundamental en la vida de los comcáac, que en su origen fue una cultura navegante; capaz de aprovechar los recursos de las regiones desérticas, y también con un profundo conocimiento del mar y la vida de las especies que en él viven, lo cual se observa en sus cantos y sus conocimientos de navegación. Se cree que hace mucho tiempo, los comcáac llegaron a lo que ahora es territorio sonorense atravesando el Golfo de California en embarcaciones hechas de carrizo; y en varias migraciones, se asentaron en los territorios costeros desérticos.

La pesca se realizaba fundamentalmente con arpones, y las tortugas marinas eran una de las presas más apreciadas; por eso se les asoció a un simbolismo que hasta la fecha se conserva, en el que destaca la tortuga de los siete filos, a la que algunos comcáac atribuyen el origen del mundo y a la que se dedica una ceremonia muy especial e importante, celebrada cuando un pescador captura una tortuga laúd. Con el paso del tiempo, las antiguas balsas de carrizo fueron cambiadas por embarcaciones de madera, y todavía en la década de 1950 era posible ver a los seris navegando a vela. En la actualidad, la pesca se realiza en pangas (lanchas) de fibra

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Las balsas de carrizo posibilitaron a los ancestros de los actuales comcáac navegar por el Golfo de Baja California. Hoy, las lanchas con motor fuera de borda han relegado a esas balsas a piezas de museo.

de vidrio con motores fuera de borda y buceando, usando una amplia gama de artes de pesca (redes, trampas); además de que ahora los pescadores indígenas compiten en el mercado estatal y regional de pescados y mariscos. Además, existe una asociación de jóvenes ecologistas conocida como Grupo Tortuguero, que trabaja en programas de conservación y monitoreo de las distintas especies de mossnii (tortugas marinas) que se encuentran en el territorio. Este grupo ha hecho recomendaciones a los pescadores locales para modificar el tipo de redes que utilizan y de esta manera no poner en riesgo a las tortugas, lo que en general ha sido bien aceptado. El Grupo Tortuguero ha obtenido reconocimientos nacionales e internacionales por su propuesta de conservación.

Como nota particular debemos mencionar que además de los paraecólogos vinculados con la protección y cacería del borrego cimarrón y del Grupo Tortuguero, se encuentran también otros grupos de trabajo que monitorean las poblaciones de aves, coyotes y muchas especies, además de cuidar de los recursos naturales del desierto: los pequeños y escasos bosques de palo fierro, los mezquites y el palo verde, o los ocotillos y saguaros. La zona que llega hasta el mismo mar, que configura Xeepe Cosot (el Canal del Infiernillo), es vigilada eventualmente por los elementos de la guardia tradicional seri, que así protege su territorio y sus recursos, ya que son víctimas frecuentes del saqueo de pescadores furtivos, entre otros problemas.

Podemos observar cómo se han transformado la caza y la pesca entre los comcáac y la forma en que de estas actividades de apropiación se han derivado acciones de conservación, en las cuales se reconoce el saber ancestral acerca de los recursos de la naturaleza y su mejor aprovechamiento y conservación. Es decir, se realizan

las mismas actividades de antes, pero desde otra perspectiva y con base en el reconocimiento del saber propio y de lo que ahora entendemos como patrimonio biocultural. Este proceso ha representado un largo viaje, nada sencillo y en el que, en ciertas etapas de la historia, la guerra y la discriminación fueron las únicas políticas vigentes para tratar a los seris. Afortunadamente fracasó el intento de exterminio y ellos siguen aquí.

De artistas y artesanos entre las arenas del tiempo

El tercer eje en el cual se ha fundamentado la vida de los comcáac es la actividad de recolección de todo aquello que es útil para su existencia, y que sirve como alimento o para elaborar herramientas, utensilios, armas y vestimenta. En su cosmovisión, todo se expresa en la materialidad de las cosas y se les da una identidad en su uso y manufactura. Una de las primeras labores que los ancestros de los actuales comcáac tuvieron que llevar a cabo fue el reconocimiento de los recursos de los que disponían en su nuevo territorio en la costa desértica de Sonora, al que llegaron procedentes de las islas del Golfo de California; la semejanza con el territorio de la península de Baja California fue la base de su conocimiento, pero hubo mucho que aprender a lo largo del paso de las generaciones. Entre los conocimientos generados destaca el aprovechamiento del xnoiis (trigo de mar) elaborado a partir de las semillas de cierta planta acuática (Zoostera marina), así como de otros recursos tanto marítimos como del desierto. Muchos y diversos seres vivos integraron la dieta de los comcáac o fueron utilizados con diversos fines. Ellos navegaron en balsas y anduvieron por el desierto, y fue así que semillas, raíces, hojas, flores frutos, tallos y ramas de plantas; así como varias especies animales y una gran cantidad de recursos naturales fueron conocidos, por observación y experimentación, y se decantó poco a poco la esencia del saber de los comcáac sobre su territorio y sus recursos, y creció a la vez el conocimiento de los ciclos de la naturaleza, de producción y reproducción de los seres vivos que allí habitan. Este conjunto de aprendizajes se transforma en creación y recreación constante de una cultura, en la que se va configurando la identidad de una sociedad viva y contemporánea.

En la época actual, la recolección sigue presente en la vida de los que habitan casas construidas en la arena, de frente al mar y desde donde se contempla a Taeöjj, la mítica y verdadera isla del Tiburón.

Una parte importante de la recolección está relacionada con la actividad artesanal, en la que se expresa el simbolismo y que adquiere vida particular en las manos de cada artesana y cada artesano comcáac. Lo que hoy conocemos como artesanía seri, o artesanía comcáac, es el resultado de un largo e intenso proceso de expresión que manifiesta la cosmovisión de esta sociedad y la confronta con una realidad de mercado y formas de intercambio, con la piratería comercial y el robo de su tradición, con problemas ecológicos y económicos, pero que a pesar de todo manifiesta una hermosa una estética natural y muy humana, si cabe la expresión, sin mero afán apologético.

Comítin (hacer una figura de palo fierro)

Sin lugar a dudas, una de las artesanías de mayor reconocimiento e importancia del universo comcáac ha sido desde hace tiempo el tallado de figuras en czaxoj o palo fierro (Olneya tesota). És-

tas son esculturas que esencializan las formas y el movimiento de las especies del mar y del desierto, como reptiles, aves y caracoles, y también el sol y la luna o figuras humanas configuran parte del repertorio esencial que ha adquirido miles de formas en cada pieza tallada a mano, y que por más de cincuenta años se ha extendido más allá del territorio de los comcáac gracias a compradores ocasionales, coleccionistas dedicados o eventuales comerciantes. Un importante personaje comcáac, don José Astorga, es el mítico fundador de esta tradición artesanal. En sus últimos años de vida, él narraba una historia en la que explicaba el origen mágico del tallado del palo fierro: Durante un viaje haco cama (“en espíritu”), él se desprendió de su cuerpo y viajó lejos de su tierra, llevado por unos gigantes a un lugar donde escuchó cantos que recordaba de su infancia. De este misterioso viaje regresó con un conocimiento nuevo acerca del modo de tallar la dura madera. Poco a poco, su arte fue conquistando el corazón de la gente, y sus palabras se convieron en mensaje y enseñanza, adquirieron forma de mito y dieron sentido a la tradición; tan poderosos fueron sus sueños como sus palabras, y su ejemplo persiste aún en las manos de los muchos artesanos y escultores comcáac, que tallan la madera o la piedra y, a su manera, les dan vida.

Un problema que han tenido que enfrentar los artesanos indígenas desde hace varias décadas es el plagio de esta expresión artística, ya que desde los años setenta del siglo XX comenzó a crecer la industria del tallado de palo fierro con maquinaria eléctrica, hecha por nuevos artesanos no indígenas, quienes inicialmente encontraron en esta actividad una alternativa para satisfacer sus propias necesidades económicas básicas pero después se han dedicado a esta producción con fines de lucro desmedido.

Esto ha tenido como efecto un tremendo impacto en la población de los ancestrales árbo-

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Cuando el artesano comcáac trabaja el palo fierro aparece ante su mente la historia de su pueblo, quizás como un árbol del que penden las generaciones ancestrales.

les de palo fierro, ya que mientras los artistas comcáac ocupaban sólo la madera seca de árboles caídos, los artesanos industriales cortan con sierra eléctrica árboles vivos. La costumbre de hacer carbón con madera de palo fierro contribuye a disminuir aún más la población de esta especie. Cierta vez escuché a un anciano comcáac decir que cuando él miraba un viejo árbol de palo fierro, miraba también cien años hacia atrás pues, durante muchas generaciones, todos sus parientes habían estado junto a ese árbol. Como resultado del saqueo de la madera, los artistas comcáac comenzaron a tallar figuras en miniatura y también a hacer escultura en piedra, trasladando así su concepción estética a nuevos

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Armando Torres era un brillante artista comcáac. En vez de artesano, le gustaba llamarse ingeniero, y la calidad de sus obras, a las que dotaba de un especial movimiento, podría afirmar la validez de ese título.

materiales, pero conservando la filosofía que da sentido a su labor: develar el espíritu interior de cada pedazo de madera o de roca.

Don Armando Torres (finado), un artista con gran conocimiento y buen temple de la comunidad de Axöl Ihöm, decía que en realidad él no era artesano, sino ingeniero, y mostraba con orgullo algunas de sus obras, por ejemplo, una hermosa hebilla hecha con incrustaciones de coral negro y concha de abulón, que mostraba un borrego cimarrón en un picacho; los obscuros reflejos del coral contrastaban con el tono azul nacarado de la concha. Sin lugar a dudas un trabajo minucioso y hecho con amor y gran dedicación. Otro de sus orgullos eran un par de collares hechos con trozos de coral negro cuidadosamente tallados en pequeños cubos perfectos, intercalados con perlas de menor tamaño, pero muy selectas.

Desde muy temprano por la mañana, don Armando se despertaba, incapacitado para caminar estaba siempre en el mismo sitio, encendía la radio, cantaba, tomaba café, fumaba y platicaba con sus hermanas; luego tomaba sus herramientas y en unos cuantos días podían aparecer de sus manos oleadas de pequeñas tortugas marinas, cada una con un movimiento particular, cada una con una expresión distinta, cada una con una mirada propia. Don Armando también fue reconocido por sus secuencias de aves en vuelo: tres patos o tres gaviotas, con sus alas extendidas hacia atrás, curveadas hacia abajo o hacia arriba, sus plumajes estilizados y bajo el vientre un agujero en el cual se inserta una vara de palo fierro que se puede colocar en un tronco apenas tallado de la misma madera, y así, el orgulloso propietario del conjunto escultórico puede montar las tres figuras y observar la secuencia de vuelo que más le plazca. Como otros artesanos, Torres talló la grácil y poderosa curvatura del tiburón al nadar. Existe un video

de los años setenta sobre él, en la que se le ve contento dar fuertes golpes a un gran trozo de madera, en el que, poco a poco, en el transcurso de varios días, se revelan las formas sinuosas y vibrantes de un gran pelícano. Imagínese usted la cantidad de figuras talladas en madera por las manos de este artista que han sido vendidas desde los años setenta hasta hace apenas dos años, cuando falleció.

Don Armando Torres, al igual que don José Astorga, forma parte de una estirpe de artesanos con profundo conocimiento de las formas y movimientos de la naturaleza, capaces de lograr una hermosa simetría con enérgicos golpes de hacha y cuidadosos cortes de navaja, con el vigoroso frotar de las limas y los cepillos y con la intensa caricia de las lijas más finas.

El proceso de producción de tallas es completo: vivir del mar y del desierto, caminar y navegar, recorrer los senderos de arena hasta toparse con la madera adecuada, llevarla a casa y trabajarla poco a poco, golpe a golpe y cantando verso a verso los cantos que hablan de los mismos seres que de sus manos van apareciendo. Luego esperar que lleguen los compradores, o si es posible, salir hacia Bahía de Kino o Hermosillo para intentar vender las tallas y volver a casa con despensa y algún dinero en la bolsa ganado con su arte, sencillo en apariencia pero con todo un mundo misterioso y mágico detrás; ese mundo que se construyó entre el desierto y el mar, sin poder ser domado por la cruz de los jesuitas ni el sable de los militares.

Cuando pareció acabarse la madera, siguió la talla de figuras en miniatura, pero las manos de los artesanos no se podían limitar a lo diminuto y por eso después vino la escultura en piedra, de la cual se extraen tanto serpientes como caracoles, tortugas y formas humanas.

Antes de la escultura en palo fierro, las suaves maderas blandas, como la del torote, fueron

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Tal como si las viéramos recién nacidas andar hacia el mar, esta miríada de pequeñas tortugas parece avanzar al encuentro de su destino.

La delicadeza del contorno de esta ave en vuelo se refleja en la labor de los comcáac.

Los seres que habitan el universo comcáac han sido la fuente de inspiración para sus creaciones en palo fierro.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Los comcáac unen diferentes expresiones artísticas al tallar no sólo esculturas sino también sus propios instrumentos musicales.

El encuentro entre los artesanos comcáac y ciudadanos estadounidenses que visitaron su territorio hacia la mitad del siglo XX tuvo por resultado la divulgación de la artesanía indígena en algunos sectores de la sociedad norteamericana.

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

pretexto para tallar en una tabilla ciertas figuras, los icommolca, pequeñas formas bifaciales de silueta humana, que son una especie de santo. Desde tiempos muy viejos, estas figuras eran puestas a la entrada de las hacoaemmza (casas de ocotillo) como protección, para conjurar los espíritus poderosos que podían invadir las casas, arrastrados por el viento o tal vez atraídos por malos pensamientos, que se debían anular con el poder mismo de los cantos. Cuando el viento sopla, os icommolca giran como una veleta. Es así que la tradición artesanal del tallado y escultura en madera blanda tiene sus orígenes en el pensamiento mágico y simbólico de los comcáac, así como en la búsqueda de protección para sus hogares y familias. De esta intención se desborda la expresión hacia las esculturas, que dan lugar también a violines de una sola cuerda, con los que se acompañan cantos y danzas espirituales en el tiempo mítico de los comcáac.

Es en la década de los años cincuenta que se comienza a gestar la transformación de esta práctica y toma forma la escultura en madera de palo fierro, abrillantada con grasa para zapatos. Este proceso, mítico y real, tiene que ver con el encuentro de culturas, y sobre todo con el intercambio entre los comcáac y los estadounidenses, quienes poco a poco comenzaron a reconocer este territorio y admirar su cultura ancestral que tiene también carácter actual. Al principio destacaron sólo unos cuantos artesanos y después, poco a poco, una gran cantidad sorprendió por su capacidad estética. Se desarrolló una forma de trabajo familiar: unos integrantes buscan madera y tallan, otros dan el acabado final y otros más se encargan de la venta. Poco tiempo después, su artesanía fue copiada, pero el conocedor distingue las mejores cualidades de la obra original y, sobre todo, su concepción estética.

Algunos artesanos, como don Alfredo López, prefieren trabajar con huesos, cornamentas, col-

Foto: Alejandro Aguilar Zeleny.

Las hacoaemmzaLas hacoaemmza son refugios o habitaciones construidas son refugios o habitaciones construidas con madera de ocotillo; en ellas los comcáac buscan protección contra los malos espíritus.

millos, dientes de tonina o lobo marino, garras de águila o láminas de carey, perlas o conchas para hacer estrellas del norte –guía en la navegación–, anillos, pulseras, collares, todos hechos con restos de animales del mar y del desierto, sin atentar nunca contra su vida. En el proceso de este trabajo, las familias se unen y organizan, sus integrantes apoyan a los artesanos, y la venta de sus trabajos es una ayuda, a veces lenta pero continua, para la manutención diaria. Pero también representa la necesidad de expresión estética de una sociedad que vive frente al mar y junto al desierto, de los que adquiere su visión de las cosas y su vigorosa expresión estética.

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