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El patrimonio cultural del exilio republicano español en México. Vida y obra de Blas Cabrera Felipe (Lanzarote, 1878 - México, 1945
PATRIMONIAL
VIDA Y OBRA DE BLAS CABRERA FELIPE (LANZAROTE, 1878 - MÉXICO, 1945)
Valentina Cantón Arjona*
El patrimonio cultural del exilio español en México se concreta y repre-
senta en sus hombres y mujeres. Muchos fueron los casos de quienes, siguiendo sus convicciones y comprometidos con su trabajo, tomaron el camino del exilio como última salida para la sobrevivencia. En este texto se ofrece, como prototipo de estos exiliados, la vida y obra de uno de sus más altos representantes, el científico Blas Cabrera Felipe, físico de gran altura que encontró en México espacio para su último aliento.
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Introducción
Blas Juan José Secundino Cabrera Felipe fue el fisicomatemático español más destacado del siglo XX, y tuvo un papel relevante como científico durante los años de gobierno de la República Española. Entre sus muchos cargos, fue rector de la Universidad Central de Madrid en 1929 y de la Universidad Internacional de Verano (hoy Universidad Menéndez Pelayo) en 1934; puede considerarse un prototipo del intelectual y académico comprometido con su trabajo y sus convicciones republicanas, mismas que lo llevaron al exilio en México en 1941.
Para entender el desarrollo de tan rica y destacada personalidad, es indispensable revisar el contexto donde creció como una clave para la comprensión tanto de su individualidad como de los valores y la épica de la generación a la que perteneció.
Nació el 20 de mayo de 1878 en Arrecife de Lanzarote, Islas Canarias, España, en el seno de una familia acomodada, culta y católica, y fue
* Docente investigadora de tiempo completo de la Universidad
Pedagógica Nacional y profesora de asignatura del Colegio de Pedagogía y el Posgrado de la UNAM. Responsable del proyecto “El derecho a la memoria: la educación patrimonial” en la UPN y del seminario sobre Educación patrimonial (maestría en Pedagogía, FFyL-UNAM).
bautizado el 30 de ese mes en la Parroquia de San Ginés. Su padre fue el notario Blas Cabrera Topham, y su madre, Antonia Felipe Cabrera. Blas fue el mayor de los ocho hijos del matrimonio. En 1881, teniendo apenas tres años de edad, su familia se asentó en Tenerife, la isla más extensa del archipiélago canario, por lo que puede considerársele su tierra de crianza.
Contexto histórico
Durante el último tercio del siglo XIX y parte del siglo XX, por su ubicación norafricana, las islas Canarias se consideraban un territorio lejano, cuando no ajeno, a la metrópoli. Como efecto de este alejamiento, no contaban con una administración fluida ni recibían los apoyos y las ventajas que el reciente desarrollo científico y tecnológico europeo generaba en el continente. Así, la vida en Canarias era inestable y afectada por diferencias y pleitos internos. Sin embargo, el mismo desarrollo continental que no les favorecía, sí trastocaba –cuando no desplazaba– sus recursos y su cultura tradicionalmente agrícolas. Tal era el caso de la cochinilla, una de sus fuentes principales de recursos, que durante la segunda mitad del siglo XIX fue sustituida por los colorantes artificiales inventados por los químicos alemanes Perkin y Bayer1 con el consiguiente empobrecimiento económico de sus agricultores y el creciente descontento social y político.
En Canarias se vivía, pues, un reflejo ampliado de la situación general de la Península. Agotada por las luchas de independencia de sus colonias, España se enfrentaba a una situación de gran deterioro económico y desencuentro e intranquilidad política. Conservadores, restau-
1 Nicolás Elórtegui et al., “EL magnetismo que estudió Blas Cabrera”, ponencia, I Congreso sobre Blas Cabrera Felipe, Tenerife, Canarias, noviembre de 1995. racionistas y carlistas; liberales, regeneracionistas, republicanos y anarquistas, vivían con expectación los cambios europeos. Aunque los momentos de consolidación, o en su caso, de independencia de los estados nacionales decían poco a los habitantes de aquellas islas que apenas recibían las noticias de manera oportuna. No obstante, su crítica situación económica, la conciencia de la gravedad y el fracaso de la guerra con Cuba, así como la indiferencia con que a menudo eran vistos sus problemas desde el Madrid central, fueron elementos suficientes para que brotara en sus habitantes un espíritu de renovación, regeneración, y necesidad de cambio. Canarias era, pues, el sur del sur, tanto español como europeo, y en ella se condensaban los problemas sociales del desarrollo capitalista europeo.
Con más de la mitad de su población analfabeta (situación agravada en los territorios del sur y en los insulares y del norte de África), en 1878 España tenía una ley electoral que –a pesar de la avanzada legislación de la Constitución de Cádiz de 1812– restringía el derecho al voto a unos cuantos: los funcionarios públicos, los profesionistas y los contribuyentes, es decir, el conjunto de personas privilegiadas. No fue entonces de extrañar que la nueva ley del voto universal propuesta por Sagasta en 1879 tardara más de un decenio en ser aceptada.2
Si esta ausencia de participación era propia de la Península, la situación se agravaba en Tenerife, donde la transportación se hacía aún sobre animales de monta o en diligencia, y el silbido (hoy reconocido como patrimonio cultural) era utilizado en la escarpada geografía como la estrategia privilegiada de comunicación. Aun habiéndose aceptado el Sistema Métrico Decimal cincuenta años antes, en el mercado al que
2 Idem.
acudía entonces la madre de Blas se seguían vendiendo telas por varas y pesando granos en libras y quintales. ¡Qué paradoja que precisamente Blas, un hijo de Canarias, haya ocupado en 1937, un importante puesto en París en el Comité Internacional de Pesas y Medidas!
La infancia de Blas Cabrera corrió entonces paralela a las luchas ideológicas y políticas entre la España conservadora, protectora de los privilegios y en el poder, y la España liberal, laica (no necesariamente atea), científica y con horizonte igualitario a la que aspiraba la oposición al gobierno. Luchas y contradicciones de la época agravadas por dos eventos: la guerra con Cuba, cuyo alto costo económico y en vidas humanas fue duramente criticado por la población de visión avanzada; y el clima intelectual del momento que se gestaba liberal a través de obras como Fortunata y Jacinta de Pérez Galdós (autor liberal en apogeo) y exigía una recomposición de la vida moral y social española.
El hijo de familia liberal
De talante culto y liberal, tanto Canarias como la familia Cabrera se inclinaban hacia la forma de vida republicana claramente comprometida en esos tiempos con los principios de la Ilustración: libertad, igualdad, fraternidad y justicia, ciencia y verdad. Estos fueron, pues, los valores y principios, los cimientos de la educación de Blas. Estos eran los mismos valores que –fieles a la fallida Primera República, la llamada República de los Docentes de 1873– orientaron a instituciones como la Institución Libre de Enseñanza, creada por Giner de los Ríos en 1876, y
Antonia Felipe Cabrera y Blas Cabrera Topham, padres de Blas Cabrera Felipe
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cuyo pensamiento educativo abrió de una vez y para siempre los horizontes de la educación española a través de instituciones como la Junta de Ampliación de Estudios, de cuyo Laboratorio de Investigaciones Físicas, Blas Cabrera, en continuidad con su educación, llegaría, como veremos más adelante, a ser director en 1911.
Hijo de padre ilustrado, Blas perteneció a la muy pequeña parte de la población canaria con acceso a la educación, pues dado el bajísimo presupuesto que en la época se destinaba a ese rubro, no se contaba más que con un instituto, al que sólo podían acudir los hijos de las familias con recursos; recursos necesarios, incluso, para transportarse desde su lugar hasta el instituto. Por otra parte, y a pesar de disponer de medios
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Retrato de Blas Cabrera Felipe en el siglo XIX
económicos, la existencia de un único y lejano plantel escolar dificultaba su asidua asistencia, por lo que es de suponer que, siendo alumno de enseñanza libre, sus estudios de segunda enseñanza se hayan desarrollado siempre bajo la vigilancia y con el apoyo de sus padres y, en gran medida, en el seno familiar.
La instrucción como tarea familiar era una práctica usual en los estratos educados de la época. Debemos recordar, además, que en ese tiempo los cursos dependían fundamentalmente del saber del maestro, y que los libros de texto, base de la enseñanza, eran –atendiendo a sus tiempos de elaboración, publicación, autorización y distribución– generalmente obsoletos, en especial aquellos dedicados a las ciencias, como la física, la química y la experimentación.3 De
3 Idem. ahí la importancia, en los ámbitos rurales y semirrurales, del ambiente cultural y la instrucción dentro de la familia.
Buen estudiante de segunda enseñanza del Instituto de Canarias de La Laguna4 (sus notas, por ejemplo en Retórica y Poética, señalan “Bueno”)5 entre 1890 y 1894, tuvo contacto hasta 1893 con lo que sería su vocación a lo largo de la vida. Pues si bien, los cursos hasta entonces parecían conducirlo a una formación orientada hacia las humanidades (Latín y Castellano, Retórica y Poética, Geografía, Historia Universal e Historia de España, Psicología, Lógica y Ética), con el maestro don Francisco Javier Viedma descubrió su interés por las ciencias, pues él fue quien lo inició en los principios de la física y la química y orientó sus primeros experimentos en el laboratorio al que, gracias a las anotaciones de sus profesores, sabemos que asistió. Fue pues de puño y letra de Viedma (quien posteriormente tendría a su cargo la Estación Meteorológica del Instituto de Canarias) como quedaron registradas las primeras observaciones acerca del alumno que, años más tarde, sería uno de los más importantes físicos de su época.6
En junio de 1894, para obtener el título de bachiller, Blas se examinó ante dos profesores “venidos por mar desde la Universidad de Sevilla”,7 de la que dependía el Instituto de Canarias. Y, con apenas 16 años, en septiembre del mismo año partió hacia la Península para estudiar Derecho –como su padre– en la Universidad Central de Madrid.
4 Hoy Instituto Cabrera Pinto, situado en la calle de San Agustín, en La Laguna, Tenerife. (Véase: <www.grupoblascabrera. org/blascab/Laguna.htm>.) 5 J. F. Rodríguez et al., “Blas Cabrera Felipe, el estudiante de Segunda Enseñanza en La Laguna”, ponencia, I Congreso sobre
Blas Cabrera Felipe, Tenerife, noviembre de 1995. 6 Idem. 7 “Blas Cabrera en La Laguna”. Disponible en: <www.grupoblascabrera.org/web/blascab/Laguna.htm>.
El joven científico
Si bien la intervención docente de don Francisco Javier Viedma introdujo en Blas la duda acerca de su decisión de estudiar leyes tal como convenía a su interés, al de su padre y al de la notaría en Santa Cruz de Tenerife, en Madrid recibió el segundo llamado a su vocación científica como asistente a las tertulias de don Santiago Ramón y Cajal en el Café Suizo. Fue el sabio Cajal quien impulsó al joven estudiante, de apenas 17 años, a abandonar los estudios de leyes y seguir su propio interés. Atendiendo a los consejos de su maestro y después amigo, en 1898 obtuvo la licenciatura en Ciencias Físico-Matemáticas en la Universidad Central de Madrid.
Por otra parte, su estancia en Madrid le abrió, además de las puertas a la ciencia, la posibilidad de una convivencia intelectual única con los pensionados de la Residencia de Estudiantes de Madrid, sitio que representaba en ese tiempo:
…la coherente vertebración interna de un proyecto residencial en el que nada se deja a la improvisación, en el que la rigurosa fidelidad a una idea liberal y corporativa de Universidad permitió lograr un clima intelectual, cultural y social tan brillante como infrecuente en los ambientes universitarios españoles de la época.8
En este contexto, la formación humanista y científica del joven Blas encontrará amplio eco.
La Residencia de Estudiantes de Madrid, que formaba parte del proyecto global de la Junta de Ampliación, tenía –según relata Pérez-Villanueva– el objetivo de “provocar una corriente de comunicación científica y pedagógica con el extranjero, y agrupar en núcleos de trabajo in-
8 José María López Sánchez, “La Junta para Ampliación de Estudios (1907-1936)”, Facultad de Geografía e Historia de la
Universidad Complutense de Madrid, curso de doctorado 1998-1999. tenso y desinteresado los elementos disponibles en el país”.9 Comunicación y agrupación de los mejores elementos que dio frutos en científicos como Cabrera.
El doctor Cabrera Felipe
Nuestro personaje continuó sus estudios en la Universidad y, en 1901, obtuvo el doctorado en ciencias físicas con la tesis “Sobre la variación diurna de la componente horizontal del viento”, que fue calificada por sus examinadores como “sobresaliente” y a la que se otorgó un premio extraordinario. En ese mismo año, a los 21 años de edad, era ya profesor ayudante de Electricidad en la Facultad de Ciencias.
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Blas Cabrera Felipe entre 1901-1910
9 Idem.
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Blas Cabrera Felipe en su laboratorio, 1932
Tan sólo dos años después, en 1903, fue miembro fundador de la Sociedad Española de Física y Química y de su revista, Anales, un espacio editorial científico en el que publicó sus primeros y muy numerosos trabajos. En ascendente carrera académica, en 1905 dejó la plaza de profesor ayudante tras obtener la de catedrático de Electricidad y Magnetismo en la Universidad Central de Madrid. El tema del magnetismo era ya su especialidad.
En 1908 asistió al Primer Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias. En 1909 volvió a La Laguna, en Canarias, pero ahora no se trataba de un viaje de estudios: iba para casarse con María Sánchez Real, su vecina y compañera de estudios en Tenerife. De ese matrimonio, que se trasladó y estableció en Madrid, nacieron sus hijos: Blas (médico fisiólogo y catedrático),10 Luis (arquitecto) y Nicolás
10 Quien, siendo secretario particular del presidente de la República, el Dr. Juan Negrín, también se exilió en México. (físico y catedrático en la Universidad de Stanford y de Madrid).11
El año de su consolidación como hombre de ciencia fue 1910. El 17 de abril pronunció un discurso de recepción titulado “El éter y sus relaciones con la materia en reposo” como miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
En ese mismo año fue nombrado director de la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, creada apenas en 1907 y, como hemos dicho, heredera de los principios pedagógicos, científicos y republicanos de la Institución Libre de Enseñanza.12 Y, tan sólo un año después, en 1911 fue nombrado director del Laboratorio de Investigaciones Físicas creado por la propia Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas.
Junto con Enrique Moles Ormella, su compañero de trabajo, en mayo de 1912 fue pensionado por la propia Junta para realizar un viaje de estudios al laboratorio del físico Pierre Weiss en el Politécnico en Zúrich para estudiar mag-
11 Doctorado en Física en París con Luis de Broglie, se exilió en los Estados Unidos de América, donde fue profesor de las universidades de Bristol y Virginia. Sus investigaciones versan sobre la estructura de los cristales. Regresa a España en los años setenta, como director del Departamento de Física Fundamental de la recién creada Universidad Autónoma de Madrid. 12 Francisco J. Laporta, A. Ruiz Miguel, Virgilio Zapatero y Javier
Solana afirman que a finales del siglo XIX y comienzos del XX,
“una concepción del mundo desdeñosa de la ciencia y un sistema educativo débil, que se dirige a una exigua minoría del país y no es capaz de suministrar los rudimentos de una información apta para provocar un desenvolvimiento económico”.
En este mismo sentido se pronuncia Julio Ruiz Berrio cuando sostiene que “junto a esas minorías de poder económico existían las minorías intelectuales, aunque en la mayor parte de las ocasiones coincidían”. Por tanto, según Laporta, sería ahora cuando “se va a transformar en tema central de nuestra literatura crítica el análisis de nuestra postración a la luz de lo que acontece en las naciones más avanzadas. El origen de las ideas que darán posteriormente lugar al nacimiento de la Junta para Ampliación de Estudios ha de encontrarse sin duda en este tema central” (José María López Sánchez, “La Junta para
Ampliación de Estudios (1907-1936)”, op. cit., p. 3.
netismo. Esta visita (a la que fue acompañado por su familia), además de generar importantes frutos científicos experimentales, fue el origen de una gran amistad entre ambos científicos. En ese año visita también los laboratorios de las universidades de Ginebra y de Heidelberg, así como la Oficina Internacional de Pesas y Medidas de París.
Como resultado de tales estancias de estudios, volvió a España llevando nuevas técnicas al Laboratorio de Investigaciones Físicas, donde continuó sus trabajos de magnetismo, muchos de ellos realizados en colaboración con Enrique Moles Ormella, Arturo Duperier y otros investigadores, y sobre los que escribiría diversas colaboraciones para la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid que se publicaron en 1912.
Sus visitas y estancias académicas y científicas se extendieron en 1915 incluso a Sudamérica, a donde viajó como mensajero cultural de España acompañado de Fernando de los Ríos (quien años después, una vez reinstaurada la Segunda República, ocuparía la titularidad de distintos ministerios: Justicia, Estado y Educación). En estos viajes el doctor Cabrera fue objeto de múltiples reconocimientos: además de ser invitado a dar conferencias científicas, fue nombrado doctor honoris causa en varias universidades del sur del continente, y profesor especial y honorario en la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de México. En 1916, fue elegido presidente de la Sociedad Española de Física y Química, e inauguró en México el Instituto Hispanoamericano, donde fue nombrado profesor extraordinario. Era ya para entonces un científico de talla mundial, plenamente consolidado, y un trabajador infatigable pues a pesar de tantos viajes, en 1917 tuvo listos los originales para la publicación del libro ¿Qué es la electricidad?
En ese mismo año, en el mes de agosto, dos meses antes de la Revolución rusa, tuvo lugar la llamada Huelga General Revolucionaria, convocada por la Unión General de Trabajadores, el Partido Socialista Obrero Español y la Confederación Nacional del Trabajo, de filiación anarquista, que agudizaron la crisis del gobierno del rey Alfonso XIII. El clima de agitación por el descontento social antimonárquico había comenzado. En 1919, Blas Cabrera recibió el doctorado honoris causa de la Universidad de Estrasburgo; en 1920, fue anfitrión de la inauguración del Instituto Nacional de Física y Química en Madrid (evento conservado en una película); y en 1921, fue nombrado miembro del Comité Internacional de Pesas y Medidas en París.
Un episodio único en la vida de Blas Cabrera lo distinguió entre todos los científicos de su época: el 4 de marzo de 1923 recibió, al lado del rey Alfonso XIII, al más destacado hombre de ciencia del momento: el físico Albert Einstein. Una fotografía testimonió este encuentro. En ese mismo año, Cabrera publicó –con el patrocinio de la Residencia de Estudiantes de Madrid– su obra Principio de relatividad, que lo convirtió en introductor de la teoría de la relatividad en España.
En 1926, Cabrera fue aceptado como miembro de la Academia de Ciencias de Francia, y fue gracias a sus gestiones que la Fundación Rockefeller otorgó al gobierno español los créditos necesarios para la creación de un instituto en el cual habrían de efectuarse las importantes investigaciones que Cabrera desarrollaba en su escasamente equipado Laboratorio de Investigaciones Físicas. Él mismo adecuó las instalaciones que, más tarde, albergarían al Instituto Nacional de Física y Química.
En 1927, terminó y dejó listo para publicación el libro El átomo y sus propiedades electromagnéticas. Al año siguiente, fue nombrado miembro del Consejo Científico del Instituto Internacional de
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Albert Einstein con Alfonso XIII y Blas Cabrera entre otras personalidades durante su visita a Madrid en 1923
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Física Solvay (Conferencia Solvay). Su candidatura había sido propuesta por Marie Curie y Albert Einstein. Pertenecer a este comité representó la posibilidad de asistir a reuniones, cada tres años, del más alto nivel científico, y relacionarse con los mejores físicos del mundo, como él. Como corolario, en ese mismo año, fue elegido académico de Ciencias de París a propuesta de los físicos Paul Langevin y Maurice de Broglie.
En virtud de sus méritos, en 1929 fue nombrado rector de la Universidad Central de Madrid. En 1930, participa en la VI Conferencia Solvay sobre Magnetismo, en Bruselas, Bélgica, con el trabajo “Las propiedades magnéticas de la materia”, tema sobre el que hizo importantes aportaciones experimentales. Una fotografía de 1930 testimonia su presencia entre el propio Albert Einstein y Niehls Bohr.
Con la ayuda de la Fundación Rockefeller, en 1932 inauguró el edificio Rockefeller (en la calle de Serrano en Madrid, y que hoy es el Instituto de Química y Física Rocasolano), sede del Instituto Nacional de Física y Química del que Cabrera fue director (existen secuencia filmada y vistas del edificio Rockefeller).13
Blas Cabrera fue el anfitrión del evento y estuvo acompañado por Fernando de los Ríos, ministro de Instrucción Pública del Gobierno de la República, y por los científicos Weiss y Sommerfeld (existe secuencia filmada el 6 de febrero de 1932 de este encuentro).14
Un mes después, el 7 de marzo de 1932, el presidente de la República, don Niceto Alcalá
13 Remitirse a: <www.grupoblascabrera.org/web/blascab/rockef1.htm>. 14 Idem.
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Fotografía de los participantes de la VI Conferencia Solvay de 1930. Blas Cabrera aparece en primera fila, el tercero por la derecha. Está sentado entre Owen Willans Richardson y Niehls Bohr
Zamora, visitó a Cabrera y a su equipo, integrado por Enrique Moles Ormella (que años más tarde sería considerado el padre de la Química española) y Miguel Catalán Sañudo (existe secuencia filmada de esta visita).15 En el libro de J. H. van Vleck (1932) Theory of Electric and Magnetic Susceptibilities, el texto más importante de la especialidad, Cabrera fue el físico experimental más citado. Su productividad, notable, superó los más de 100 trabajos publicados entre 1910 y 1934. En 1934 fue elegido presidente de la Academia de Ciencias de Madrid. En ese mismo año se desempeñó como rector de la Universidad Internacional de Verano de Santander, institución de la que fuera fundador en 1933, año en que fue secretario del Comité Internacional de Pesas y Medidas en París.
El 26 de enero de 1936, tomó posesión como miembro de la Academia Española de la Lengua para ocupar el puesto que dejara su maestro y amigo Santiago Ramón y Cajal; su discurso de ingreso se tituló “Evolución de los conceptos fí-
15 Idem. sicos y lenguaje”. La sublevación militar contra el gobierno de la República, del 18 de julio de 1936, lo sorprendió siendo rector de la Universidad Internacional de Santander. Cerrados los caminos, o bien en poder de los sublevados, se vio obligado a salir del país para pasar primero por Francia y así poder volver a Madrid.
Como parte de su trabajo en el Comité Internacional de Pesas y Medidas, comenzó con la científica Mme. Cotton un Laboratorio de Investigaciones Magnéticas; y en 1937 fue nombrado secretario del Comité por Pieter Zeeman, hasta entonces su presidente. Este cargo tuvo que desempeñarlo en París (entre 1937 y 1941) donde, ya exiliado de la guerra de España, fue nombrado Maitre de Recherches (maestro de investigación) del Centre National de la Recherche Scientifique.
Durante esos años en París, como sostienen Francisco Martínez Navarro y Emigdia Repetto Jiménez, asiste a las reuniones científicas de las universidades de Estrasburgo y La Sorbona, a pesar de los momentos que ya comienza a vivir Europa. Participa también en la organización de
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Edificio Rockefeller, sede del Instituto Nacional de Física y Química del que Cabrera fue director
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Inauguración del Instituto de Física y Química, 6 de febrero de 1932 Visita del presidente Niceto Alcalá Zamora al edificio Rockerfeller en 1932
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la VIII Conferencias de Solvay “Las partículas elementales y sus interacciones”, que fue retrasada primero por la muerte de Paul Langevin y, finalmente, suspendida por el estallido de la Segunda Guerra Mundial.16
El franquismo, el cese y el exilio
Con el triunfo del bando encabezado por el general Francisco Franco, éste ordenó en 1941 el cese de Cabrera a su cargo en el Comité de Pesas y Medidas, pues no lo reconoció como representante de su gobierno. Cabrera dimitió. Ese mismo año, un Cabrera desilusionado viajó a Mé-
16 Véase Francisco Martínez Navarro y Emigdia Repetto Jiménez, Biografías de científicos canarios, Las Palmas, Gobierno de
Canarias, 2005, p. 59. xico como asilado político con su hijo Blas, su nuera y sus nietos, y se incorporó como profesor de Física Atómica y de Historia de la Ciencia en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, institución que años atrás lo había nombrado profesor especial y honorario. Fue también investigador del Instituto de Física de la UNAM, y se incorporó como socio honorario a la Sociedad Matemática Mexicana.
Como profesor de esa facultad, logró la instalación de un laboratorio de medidas eléctricas, y colaboró con el grupo de jóvenes mexicanos del profesor Vallarta, que era reconocido por sus trabajos sobre radiación cósmica. En 1944, la Institución Cultural Española de Buenos Aires le publicó su último libro: El magnetismo de la materia, y en ese mismo año, al morir el doctor Ignacio Bolívar, Blas ocupó su cargo como director de la revista Ciencia, que en 1940 habían funda-
do Ignacio Bolívar Urrutia (entomólogo), su hijo Ignacio Bolívar y Pieltan (también entomólogo) y Francisco Giral (bioquímico), todos científicos españoles republicanos exiliados en México.17
Ciencia fue publicada por la Editorial Atlante, fundada por exiliados españoles y con el apoyo de empresas como la Compañía Fundidora de Fierro y Aceros de Monterrey, el Banco de México, la Compañía Cerillera Mexicana, la Cervecería Moctezuma y la Compañía Hulera Euzkadi; y la colaboración de personajes como el general Abelardo Rodríguez, ex presidente de la República. Para 1943, a las antes mencionadas empresas patrocinadoras se unirían El Colegio de México, el Fondo de Cultura Económica, los Laboratorios Andrómaco y Picot, y la Junta de Auxilio a los Refugiados Españoles, así como la Comisión Impulsora y Coordinadora de la Investigación Científica, clave para la supervivencia de la revista.18 Atlante se encargó de la edición hasta 1946, fecha en que Ciencia quedó a cargo del llamado Patronato de la Revista Ciencia,19 que facilitó su publicación hasta 1975 y que estaba constituido por personajes tales como Evaristo Araiza, Eduardo Villaseñor, Carlos Prieto, Santiago Galas y Francisco Giral.20
Los autores de “La contribución científica del exilio a través de la revista Ciencia (1949-1975)”
17 Acerca del papel de los científicos españoles exiliados en México, véase Agustín Sánchez Andrés y Silvia Figueroa Zamudio (coords.), De Madrid a México. El exilio español y su impacto sobre el pensamiento, la ciencia y el sistema educativo mexicano,
México / Madrid, Universidad Michoacana de San Nicolás de
Hidalgo / Comunidad de Madrid, 2003. 18 Miguel Ángel Puig-Samper Mulero, “La revista Ciencia y las primeras actividades de los científicos españoles en el exilio”, en Agustín Sánchez Andrés y Silvia Figueroa Zamudio, op. cit., pp. 114-115. 19 Para mayor información acerca de la revista Ciencia, véase el espléndido trabajo de Jorge Quetzal Argueta Prado, La revista
Ciencia (1940-1975). Contribuciones a la ciencia mexicana del siglo XX, tesis para obtener la licenciatura en Historia, Morelia,
Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2008. 20 Miguel Ángel Puig-Samper Mubro, op. cit., p. 115.
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recuperan la necesidad de reivindicación de sus creadores, citando una reflexión de su director fundador, Ignacio Bolívar:
Convenía demostrar a los ojos del mundo, y especialmente a los científicos americanos que la ciencia española no había desaparecido, ni se había sometido a los designios de los dictadores, y cómo, en su mayor parte, hubo de abandonar la Península y se hallaba acogida entre sus colegas europeos y americanos. Por ello surgió la revista Ciencia. 21
Sin embargo, esta aspiración política no les hizo olvidar la finalidad científica y primordial de la revista. Así, el mismo Ignacio Bolívar anunció en el pequeño editorial fechado el 15 de febrero de 1940:
21 Rafael Aleixandre Benavent, Juan Antonio Micó Navarro y Amparo Soler Sáiz, “La contribución científica del exilio a través de la revista Ciencia (1949-1975)”, en Josep Lluis Barona Vilar (comp.), Ciencia, salud pública y exilio, (España 1875-1939), Valencia, Seminari d’Estudis sobre la Ciència, 2003, pp. 75-76.
La revista Ciencia, que hoy aparece en el estadio de la prensa científica, tiene por finalidad primordial difundir el conocimiento de las Ciencias físico-naturales y exactas y sus múltiples aplicaciones, por considerarlas como una de las principales bases de la cultura pública, para lo que procurará, por todos los medios a su alcance, aumentar el interés hacia su estudio en los países hispano-americanos.
[…] Es evidente que las Ciencias, hoy aún más que en tiempos pasados, no pueden progresar sin el concurso de cuantos a ellas se dedican. Como en la colmena, cada uno aporta el producto de su labor para contribuir a la obra común que dará por resultado la riqueza del conjunto.22
Cansado y enfermo después de su corta pero productiva estancia en México, Blas Cabrera Felipe murió en el exilio el 1 de agosto de 1945. La revista Ciencia le sobrevivió 30 años más y su obra es aún reconocida no sólo en México sino también en España, donde gracias a un esfuerzo de recuperación de la memoria histórica los grupos de científicos e intelectuales se reapropian de su patrimonio cultural, científico, literario, humanista y político.
En 1945, la propia revista anunciaba su deceso, y como síntesis de sus últimos años de vida, Antonio Medinaveitia, su colaborador desde el Instituto Nacional de Física, describió:
Cuando estalló la sublevación fascista, D. Blas, ya no joven, consideró que no podría continuar trabajando en Madrid y se fue a París a ocuparse más asiduamente de su cargo de Secretario del Bureau internacional de pesas y medidas que desempeñaba ya hacía algunos años; sus trabajos de investigación los prosiguió en los laboratorios de la Escuela Normal de Sèvres. Terminada nuestra guerra civil allí continuaba, pero vino la guerra europea y
22 Ciencia, vol. I (1940), p. 1, citado en Miguel Ángel Puig-Samper
Mulero, op. cit., pp. 98-99. después de haber ocupado los alemanes París, recibieron una cariñosa indicación del Gobierno de Franco por la que le hicieron dimitir su cargo.
Vino entonces a México, ya viejo y muy agotado, más que por la edad por un trastorno del sistema nervioso, que tenía desde 1918. Durante la epidemia mundial de gripe sufrió un ataque de encefalitis letárgica, del que quedaron lesiones que se fueron agravando hasta producir su muerte.
A pesar de su estado tuvo aún bríos en México para continuar trabajando, fue acogido con cariño en el Instituto de Física de la Universidad Nacional, donde además recibió ayuda de la Fundación Rockefeller para establecer un taller en el que pudiera construir los aparatos necesarios para sus investigaciones.
Deja D. Blas una labor física importante […].23
Blas Cabrera Felipe, como uno más de sus compañeros exiliados científicos, representa los valores originarios de la República. Formado entre dos siglos, encarna los principios y las aspiraciones intelectuales de la Ilustración y el republicanismo: el hombre de ciencia que es también un liberal republicano fraternal, con convicción, sentido del trabajo en colectivo y vocación de servicio al bien público y a su patria. La austeridad de su vida y la dedicación a su trabajo científico, al crecimiento intelectual y a la vida académica no le impidieron publicar materiales de divulgación, historia de la ciencia y culturales. Blas Cabrera Felipe fue un hombre de su tiempo, científico y humanista, y uno de los científicos y académicos del exilio republicano español en México, cuya fuerza, y capacidad de trabajo y de servicio ayudaron a crear y engrandecer el patrimonio cultural, en este caso científico, del país que le dio asilo.
23 Ciencia, vol. VI, núm. 7-9 (1945), pp. 241-242, citado en: Miguel Ángel Puig-Samper Mulero, op. cit., pp. 119-120.