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Tres profesores de película o virtudes cardinales del profesor fuera de serie

DEL AULA

Tres profesores de película

O VIRTUDES CARDINALES DEL PROFESOR FUERA DE SERIE

Alma Karla Sandoval Arizabalo*

www.culturaocio.com Hablar en términos de responsabilidad docente suscita debates atravesados por muchos enfoques. Hay quienes aseguran que la educación no debería dejársele toda a los maestros, pues se trata de un proceso que inicia en casa. Algunos padres de familia, empero, culpan a los docentes de no enseñar valores en el aula, donde también tienen que adoptarlos. Y así, entre dilemas como si el profesor debe ser un modelo de comportamiento o simplemente un facilitador del aprendizaje, se van los años escolares y continúa el rezago.

loramos, nos reímos, echamos a andar la reflexión, frente a las aventuras o peripecias de profesores que en los últimos años se han convertido en personajes de la industria del entretenimiento. Desde el famoso Mr. Keating, muy bien encarnado por Robin Williams, hasta la irreverente Rita de la serie danesa del mismo nombre, el ethos del profesor idealizado, el que se convierte en héroe, se aleja cada vez más de las realidades en las aulas. ¿Es posible que un educador rebelde, confrontativo, inconforme, ese que conecta con los estudiantes como ninguno, ese al que siguen y aplauden, logre conservar su empleo?

Otro de los personajes docentes que está de moda es Merlí, el protagonista de la serie catalana que ofrece Netflix. Dicho maestro de Filosofía utiliza métodos poco ortodoxos en su cátedra, por ejemplo, da clases en la cocina del instituto público donde labora, se involucra con sus alumnos al punto de tener que discutir con los padres que no atienden en casa a sus hijos o, al contrario, los acosan. Irreverente, sin filtros en su lenguaje, Merlí logra que sus “peripatéticos”, como llama a los estudiantes del grupo que le toca, se emocionen y examinen con cuidado sus decisiones de vida. Es, lo que podríamos decir, un profesor inspirador, categoría que algunas escuelas del sector privado en México han diseñado para premiar a formadores que se distinguen por su ejercicio docente.

* Profesora de cátedra en el Instituto Tecnológico y de Estudios

Superiores de Monterrey (ITESM), campus Cuernavaca.

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No obstante, inspirar en sociedades hostiles puede ser peligroso. Mr. Keating, en La sociedad de los poetas muertos, insta a los chicos de un severo y prestigiado colegio inglés, a que busquen su pasión, a que identifiquen sus talentos, a que desafíen el orden que los rodea para encontrar s u i d e n t i d a d , d e s a r ro l l a r s u c r i t e r i o , s e r e l l o s m i s m o s e n p l e n i t u d . Va y a q u e l o c o n s i g u e , e n medio de un clima rígido, de un ambiente escolar asfixiante, este maestro, cuyo vitalismo resulta arrobador y carismático, impulsa a los jóvenes a estar en el mundo sin temores. Pero el hilo de la historia, toma otro cariz cuando uno de esos controlados muchachos rompe el esquema familiar y decide ser actor. El padre, que le ha diseñado el futuro, que no está dispuesto a tener un hijo artista, lo amenaza y le prohíbe seguir presentándose en una obra que le da sentido a la vida del joven, quien termina suicidándose. Mr. Keating siente culpa, por supuesto. Un chico lo delata, le comenta a los directivos que hay temas que el maestro no toca, que no da clases dentro del salón, que les pone música, que les enseña otros ángulos del conocimiento y pone en crisis lo que se cree es la utilidad del arte, el mismo que se considera “inútil”, diría el autor italiano, Nuccio Ordine. Como es de esperarse, Keating pierde su empleo, pero ha dejado en los alumnos una huella imborrable, una marca de por vida atravesada por la muerte. Igual que Sócrates, que prefiere tomar cicuta antes de huir y demostrar el carácter mentiroso de sus enseñanzas. La educación no es un juego, aunque las nuevas corrientes o pedagogías admitan la gamificación, esa didáctica en la cual el estudiante aprende mediante desafíos que las diversas plataformas digitales y sus videojuegos han lanzado.

R e g re s e m o s c o n M r. K e a t i n g . U n a g r a n m a y o r í a d e l o s q u e h e m o s e s t a d o f re n t e a u n g ru p o y v i m o s L a s o c i e d a d d e l o s p o e t a s m u e r t o s a p l a u d i m o s l a s e s t r a t e g i a s d o c e n t e s d e e s e p e r s o n a j e . A l s a l i r d e l c i n e o a p a g a r l a c o m p u t a d o r a , l a re a l i d a d n o s d e s e n c a n t a . L o s p ro f e s o re s s e e n f re n t a n a u n v é r t i g o d e p ro b l e m á t i c a s d i v e r s a s s i n i m p o r t a r e l n i v e l e n e l q u e l a b o re n . D o n d e l a v i o l e n c i a p r i m a , l a u rg e n c i a d e re s o l v e r c o n f l i c t o s p u e d e h a c e r q u e u n o s e o l v i d e d e s e r i n s p i r a d o r . E n p a l a b r a s d e E l o í s a G ó m e z y J o s é Hernández, autores del libro Aulas violentas:

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Mr. Keating insta a los chicos de un prestigiado colegio inglés, a que desafíen el orden que los rodea para encontrar su identidad

En el 2013, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos ( OCDE), reportó que en las escuelas mexicanas había una incidencia de acoso o violencia entre escolares de una vez por semana, datos que hacen urgente la intervención de autoridades, profesores, padres de familia y alumnos. Porque, aun cuando sean casos únicos, no deberían existir (2015: 5).

Dicha tendencia nos rebasa. La ausencia de valores o de capacidad de mirar al otro, el bullying, la inmediatez del mundo digital, la hiperconexión –con sus ventajas y desventajas–, la infoxicación a la que estamos expuestos, las crisis económicas, la nueva gramática de la violencia que se ha instaurado en nuestro país e incluso las 1llamadas “pedagogías tóxicas” vuelven cada vez más difícil el papel del profesor como un ser arriesgado, desafiante, que transgrede el orden establecido. Sin embargo, precisamente por eso, la labor de los maestros debería contraponerse a las inercias oscuras de nuestra época; es decir, volver los salones, en la medida de lo posible, territorios de paz, refugios donde sea posible el diálogo, la creatividad y, sobre todo, una praxis docente imaginativa, “de serie de Netflix”. Se trata de un desafío, no de una utopía como muchos pensarán, de uno de los grandes retos de un sistema educativo que en el bosque de sus más espesas sombras, “mata la creatividad”, seTED gún sir Ken Robinson y su famosa charla 2que ha tenido más de 43 millones de visitas. Para este pedagogo inglés, al crecer no adquirimos creatividad, sino que la vamos perdiendo porque nos han hecho creer que lo peor que nos puede ocurrir no sólo como alumnos sino también como profesores (agregaría) es equivocarnos. Así que debemos implementar nuevos métodos, diseñar didácticas interesantes, experimentar con dinámicas inéditas, es decir, hacer olas, repensar los principios de la educación o qué estamos haciendo frente a nuestros grupos, cómo estamos logrando o impidiendo que los alumnos aprendan. ¿Qué características de los maestros de película o de serie tendrían que desarrollar los educadores para hacer frente a la abulia, el abatimiento y la desesperanza que obstaculizan el desarrollo educativo? A partir de Rita, Merlí y Mr. Keating, se analizan algunas de esas vir-

1 A decir de María Acaso, experta en innovación educativa y profesora de la Universidad Complutense de Madrid, en este artículo del diario El País: <www.elpais.com/economia/2017/02/07/actualidad/1486485679_572946.html>. 2 Aquí el enlace de dicha conferencia con subtítulos en español: <www.youtube.com/watch?v=nPB-41q97zg>.

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Para el pedagogo inglés sir Ken Robinson, el sistema educativo mata la creatividad porque nos ha hecho creer que lo peor que nos puede ocurrir es equivocarnos

tudes que quien esto escribe se atreve a llamar 3cardinales:

Determinación

Rita es divorciada, fuma, no tiene pelos en la lengua, no es un dechado de elegancia en su arreglo personal, no cocina, no sostiene una buena relación con todos sus compañeros de trabajo. Es imperfecta, rebelde, pero determinada si tiene que defender a un estudiante o el bien común de su salón. Esta heroína, que da clases en una escuela donde bien le toca un grupo de primaria que uno de preparatoria, no está tranquila hasta que averigua por qué un estudiante es problemático. Firme, se impone con la razón y la lógica de argumentos que desarman tanto a padres de familia como al alumno en cuestión. Rita, además, posee un sentido común que no traiciona y, dejándose llevar por la intuición, va

3 No en el sentido cristiano del término, que reconoce cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, sino con una intención didáctica. desenredando marañas en la mente de los chicos. Los guionistas de esta serie han perfilado un carácter que no se arredra ante prejuicios de ningún orden, que cuestiona los usos y costumbres familiares de cada caso, que es frontal ante injusticias y conductas que laceran la salud mental. Rita insiste, busca diferentes modos de que su voz se escuche, pero no sólo habla: uno de los rasgos que vuelven entrañable a este personaje es su capacidad de acción. Esta profesora dice que va a hacer algo y lo cumple. Su credibilidad como docente, ergo, no se discute. Enseña con un ejemplo que a algunos llega a asustar, sobre todo, si viven dentro de una burbuja inflada por el aire de la doble moral del primer mundo d o n d e , a u n q u e s e a d i f í c i l d e c re e r, a ú n n o e s t á bien visto que una mujer autónoma demuestre ingenio, integridad invencible, y sea enérgica al punto de desestabilizar a quienes no se comprometen con su labor.

A v e c e s s o n n e c e s a r i o s l o s e u f e m i s m o s , s í , para matizar, endulzar o anestesiar el horror de c i e r t a s c i rc u n s t a n c i a s e n l a s q u e m u c h o s m a - estros resisten y a pesar de ello cumplen con los o b j e t i v o s d e l p l a n d e e s t u d i o s . E s t o e s l o a b l e ,

pero es lo mínimo que se espera de un profesor que cobra un salario, que tiene prestaciones conforme a la ley, que goza de vacaciones dos veces al año y varios asuetos, al que sí se le otorgan oportunidades de crecimiento profesional si se sigue preparando, capacitándose, etc. Lo mínimo, decía, porque enseñar no es sólo una operación mecánica que se limita a exponer datos, lograr que se retengan y evaluar si esto ocurre. No, para enseñar de modo efectivo es necesario despertar las emociones, y para ello se requiere de una voluntad a prueba a desencantos de cualquier clase, de una necedad festiva, que estimule, incluso que provoque, que sacuda a todas y todos los involucrados con la formación del alumno. Hay que insistir de una manera, de otra; hay que buscar el ejemplo, la conversación, la dinámica, la estrategia con la que se toca el alma. Rita es incansable, su determinación la exi- me de ser sólo una maestra conflictiva.

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Rita es determinada si tiene que defender a un estudiante o el bien común de su salón

Empatía

En Cartas a quien pretende enseñar, de Paulo Freire, el pedagogo brasileño sostiene:

Creo que la cuestión fundamental frente a la cual los educadores y las educadoras debemos estar bastante lúcidos, así como cada vez más competentes, es que nuestros educandos son uno de los caminos de los que disponemos para ejercer nuestra intervención en la realidad a corto y largo plazo. En este sentido, y no sólo en éste, sino también en otros sentidos, nuestras relaciones con los educandos, a la vez que nos exigen respeto hacia ellos, nos imponen igualmente el conocimiento de las condiciones concretas de su contexto, que los afectan. Tratar de conocer la realidad en la que viven nuestros alumnos es un deber que la práctica educativa nos impone: sin esto, no tenemos acceso a su modo de pensar y difícilmente podremos, entonces, percibir lo que saben y cómo lo saben (2008: 103).

El contexto, claro, es determinante. Conocerlo es el inicio de la empatía, una virtud gracias a la cual conectamos con los alumnos. Ellos se dan cuenta de si el profesor los comprende, si existe un divorcio entre lo que les dice y lo que hace, si les falla. Es verdad esa creencia de que los estudiantes miden rápido al maestro, de que saben si pueden contar con él más allá de los contenidos de la clase. Freire habla de una “intervención en la realidad”; para lograrla es preciso ser empáticos. La premisa de Norberto Bobbio de que “dañamos a los demás porque somos incapaces de imaginarlos” debería ser una brújula de los maestros que aspiran a ser excelentes.

Por su parte, Merlí indaga, reconoce el lugar de donde proviene cada uno de sus educandos. Sabe que en su grupo existen distintas historias de vida; que si bien le da un trato equitativo a toda la clase, a la hora de enfrentar sanciones,

no se puede aplicar el mismo rasero a todos. Lo reconocen como el maestro “con onda” porque entiende sus problemáticas, comprende los conflictos de esos jóvenes. No da por hecho que “se les pasará”, que sus cuitas no son importantes ni, uno de los errores garrafales que cometen los maestros, cree que el problema que el chico sufre no tiene por qué afectarlo escolarmente.

Se tiende a disociar el momento histórico de la persona con el aprendizaje. Si bien el docente no es un psicólogo, por lo que no debe ni puede involucrarse traspasando límites, le ayudaría mucho tomar en cuenta que somos seres integrales, que así como resulta complicado aprender con el estómago vacío, es aún más difícil con el corazón roto. ¿Es posible ser empático sin vocación docent e ? L o m á s p ro b a b l e e s q u e n o . E n s e ñ a r e s u n proceso que cruza las fibras sensibles, que demanda se trame una relación entre seres humanos, cada uno con un rol que debe ser respetado. El profesor, en efecto, no debe perder autoridad, pero tampoco alejarse a un punto del camino sin retorno.

Generosidad

Dos corresponsales estadounidenses, cargados c o n b o l s a s i n m e n s a s d e g o l o s i n a s , d e s c a n s a n c e rc a d e u n c a m p o d e re f u g i a d o s e n A n g o l a . Para matar el tiempo, juegan con los niños que miran detenidamente aquellos dulces. Los periodistas, con señas, los ponen a correr de un lado a otro; el que llegue primero, se queda con un paquete completo. Dan el banderazo de salida. En la meta, un estadounidense agita la bolsa con chocolates que brilla gracias al papel metálico de las envolturas. Los niños no entienden de qué se trata esa competencia. Se miran los unos a los otros. Se dan la mano y todos juntos, sin

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Merlí indaga, reconoce el lugar de donde proviene cada uno de sus educandos, sabe que en su grupo existen distintas historias de vida

correr, avanzan sonriendo por la recompensa. Los dos adultos quieren llorar. Han recibido una lección potente que derrumba el concepto capitalista de la acumulación, la injustica. ¿No será que ocurre algo parecido con el saber en algunas academias o reuniones colegiadas en nuestras escuelas?, ¿existen aún profesores que detentan el conocimiento, que se ciñen sólo a un libro y por nada del mundo lo sueltan a los demás?, ¿estamos enseñando como se debe esa competencia llamada trabajo colaborativo?, ¿entendemos qué implica trabajar con los demás en aras de un bien común?

Otro ejemplo: varios de los alumnos poseen su propio concepto de hacer trabajo en equipo, es decir, nunca se reúnen para discutir qué van a hacer o cómo van a resolver los casos que se les encargan. Se dividen las tareas. Proceden de manera fragmentada, aislada: “ T ú h a c e s e s t o , t ú

lo otro, tú pegas el PowerPoint, tú imprimes, tú lo mandas y ya”. No hubo encuentro, se comunicaron vía Facebook o Whatsapp. Lo que es más triste, los profesores que se dan cuenta de esa mecánica de operación no la cuestionan. Pegar las piezas de un supuesto trabajo en equipo no implica dialogar, hacer lluvia de ideas, escuchar, llegar a acuerdos, armar propuestas en conjunto, saber qué es un consenso.

Tanto Mr. Keating como Rita y Merlí abogan por que sus estudiantes se vean a los ojos más allá del mundo virtual. Son tres profesores que implementan dinámicas al aire libre, que generosamente ceden tiempo de más y se toman la molestia de jugar un partido de futbol, de ir de día de campo, de dar la clase en un bosque, de irse más tarde si un alumno los busca para contarles un problema, de cambiar el orden de las prioridades, de ser disruptivos aunque el sistema no les pague más por eso, porque, como decía el enorme novelista y crítico literario Louis Stevenson, “el secreto de la vocación radica en que el salario sea el trabajo” (2000).

Valor

El llamado aprendizaje significativo se relaciona con la teoría psicológica “porque se ocupa de los procesos mismos que el individuo pone en juego para aprender. Pero desde esa perspectiva no trata temas relativos a la psicología misma ni desde un punto de vista general, ni desde la óptica del desarrollo, sino que se pone el énfasis en lo que ocurre en el aula cuando los estudiantes aprenden; en la naturaleza de ese aprendizaje; en las condiciones que se requieren para que éste se produzca; en sus resultados y, consecuentemente, en su evaluación […] Es una teoría de aprendizaje porque ésa es su finalidad […], aborda todos y cada uno de los elementos, f a c t o re s , c o n d i c i o n e s y t i p o s q u e g a r a n t i z a n l a adquisición, la asimilación y la retención del con- t e n i d o q u e l a e s c u e l a o f re c e a l a l u m n a d o , d e modo que adquiera significado para el mismo” (Palermo, 2010: 8).

Por ende, lo que ocurre en el aula es fundamental. Esos minutos deben poseer un significado, un porqué y, sobre todo, un para qué se hace lo que se hace, se dice, se inventa, se imagina y se dialoga. Las universidades no como celdas, sino como escuelas de sentido, afirmaba Octavio Paz en El laberinto de la soledad (1990: 157). Sólo de esa forma sentimos goce al enseñar. De lo contrario, cuando no se le encuentra “utilidad mercantil” a lo que se aprende, los alumnos constantemente preguntan: ¿Y esto para qué nos va a servir?, ¿lo voy a usar en la carrera, en la v i - da? La respuesta que se les debe dar es muy simple: Te s i r v e p a r a s a b e r m á s y e s o s i g n i f i c a s e r m e j o r p e r s o n a , ¿ n o t e i n t e re s a ? L a m a y o r í a e n m u d e c e ; s i n e m b a rg o , u n o s c u a n t o s h a c e n gesto de no comprender nada.

Vivimos en una época en la que el único sentido del saber es aplicarlo en el mundo tangible de la compraventa de productos o servicios. Se llega al extremo de bostezar si se habla de valores, cuando las primeras cinco letras de esa palabra nos invitan a ser valientes ante un panorama frío en el aula, ante seres humanos que cada vez son más difíciles de despertar o descongelar. Por eso el profesor debe ser cálido o, en casos extremos, una bola de fuego que ilumine, que provoque. El valor (todo nos lleva aquí a la misma palabra y su parentela) es una cualidad esencial, pero escasa porque cualquier maestro teme perder su empleo, ser tildado de raro, conflictivo, ingenuo, desobediente.

Con mucha frecuencia, cuando llega un docente nuevo que no se parece a los demás, en las salas de maestros se escuchan ciertas frases, que con buenas intenciones le aconsejan: “Tú sobrelleva”, “No hagas más de lo que nos piden, nadie lo agradece”, “Te vas a meter en problemas

con los padres de familia”, “Es que si tú haces eso, los demás nos veremos obligados a imitarte”, “Acá se enseña así, con estas actividades y no otras, no se puede inventar”, “No les enseñes tanto, te vas a acabar el programa, y luego, ¿qué vas a hacer?”, “De todas maneras, por mucho que hagas, luego se les olvida o no entienden”. Todas estas falacias se han enraizado en el imaginario magisterial. Para desafiarlo, hay que tener un valor a prueba, incluso, de envidias, ya que el docente apasionado, el que sí sigue el im- pulso de vocación, recibe la recompensa del respeto, el cariño, la admiración y lealtad de sus alumnos, es un líder, un formador, un guía con- f i a b l e q u e s e e r i g e c o m o m o d e l o d e v i d a y a q u i e n , por lo regular, los estudiantes no olvidan. Existen muchos aún, y por fortuna son, como asegura el escritor Arturo Pérez-Reverte en su novela Hombres buenos, los verdaderos héroes de nuestro tiempo, las mujeres y los hombres que transforman a las personas que van a cambiar el mundo, los que son la esperanza progresista, a la que también alude Freire. Las aulas deberían estar llenas de ellos. Tanto no ocurre así, que los profesores desafiantes, los que marcan la diferencia, los que se atreven, se convierten en personajes de película, de serie televisiva.

La ficción abreva de la realidad, la representa. Por ello, Rita pierde su trabajo cuando uno de sus proyectos fracasa. Mr. Keating es despedido. Merlí duda y más de una vez se encuentra en la cuerda floja de su ejercicio docente. Ser un maestro que ejerza las virtudes que hemos llamado cardinales en este texto es polémica pura, o mejor dicho, un dilema ético: ¿ser luz y correr el peligro de quemarte, o cumplir con éxito, desde la medianía, la ruta de mejora, los planes de estudio, etcétera?

Epílogo imposible

Una posible solución es el equilibrio de fuerzas entre las dos tensiones de ese debate. Después de todo, la personalidad de cada docente influye mucho en su estilo de enseñanza. Tampoco es justo generalizar una conducta, esperar que todos los maestros actúen de la misma forma, que sonrían de tal o cual modo, que inspiren siguiendo recetas. Uno de los valores más preciados de la cátedra también es la autonomía, el derecho irrestricto de cada educador a dar su clase con los elementos que elige, con las herramientas de las que dispone y que le han servido antes. Ahora bien, la capacitación constante es urgente, no se puede prescindir de ella porque una de las claves para que el profesorado sea mejor es la oferta de nuevas didácticas, métodos, ejercicios; todo con el de fin de aproximarlos a buenas prácticas o proveerlos de pistas para que ellos escojan los caminos que les parecen más viables tomando en cuenta a su alumnado. Después de todo, un maestro conoce mejor que nadie a sus grupos, tiene una idea clara de lo que les interesa, lo que les preocupa, como Merlí, Mr. Keating o Rita.

Referencias

FREIRE, P. (2008). Cartas a quien pretende enseñar. México: Siglo XXI. HERRERA, J., y E. Hernández (2015). Aulas violentas. México:

UNAM. PALMERO, M. de la L. (2010). La teoría del aprendizaje significativo en la perspectiva de la psicología cognitiva. Barcelona:

Editorial Octaedro.

PAZ, O. (1990). El laberinto de la soledad y Posdata. México:

Fondo de Cultura Económica.

STEVENSON, L. (2000). Ensayos. México: Verdehalago.

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