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Recuperación de la memoria de Rosa Rolanda

y artesanos

Recuperación de la memoria

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DE ROSA ROLANDA

Inbal Miller*

El presente ensayo recupera la memoria y obra de la artista, fotógrafa, bailarina, coreógrafa y coleccionista Rosa Rolanda (1895-1970), cuyo trabajo merece ser revisado y difundido de manera que forme parte activa de la historia del arte. Fue pareja de Miguel Covarrubias y juntos lograron una importante labor de estudio y promoción cultural de nuestras raíces prehispánicas.

as mujeres hemos recorrido un largo camino de luchas, impulsadas por un incesante deseo de reconocimiento a nuestra labor dentro de un mundo guiado, en su mayoría, por el heteropatriarcado.

Centrando la atención en el ámbito cultural, consideremos al primer historiador del arte, Giorgio Vasari (1511-1574), también arquitecto y pintor, quien escribió la biografía de los más célebres artistas del Renacimiento italiano en su libro Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos, publicado en 1550 (Vasari, 1991).

En la actualidad, tenemos conocimiento de que el historiador incluyó dentro de sus famosas biografías las de cuatro mujeres renacentistas: Properzia de’Rossi, Plautilla Nelli, Madonna Lucrezia, y Sofonisba Anguissola. Su mención no fue tan amplia como en el caso de los artis-

* Historiadora del arte, curadora y promotora cultural independiente. tas masculinos e incluso en este caso no habla de una inspiración neoplatónica, sino que las creadoras son mencionadas como aquellas que lograron una dominación de la técnica y una correcta imitación de sus maestros masculinos. Aun así, la historia del arte se ha encargado de editar la presencia femenina, ya que en versiones modernas de la publicación estas artistas no aparecen (Vasari, 1991: p. 565). Este caso no es aislado, lo hemos visto durante la historia, las mujeres son mencionadas como musas o simplemente como parejas de los grandes artistas.

Con el paso del tiempo, se han llevado a cabo diversos esfuerzos para reconocer la existencia de las mujeres creadoras y darles un lugar en la historia del arte, tal es el caso de la artista, fotógrafa y amante de la cocina Rosa Rolanda (18951970).

Han sido contadas las exposiciones que han permitido adentrarse en su trabajo; algunas de sus obras han podido apreciarse en exposiciones colectivas, tales como South of the Border:

Mexico in the American Imagination (1914-1947), en la Universidad de Yale, en 1993; Otras cosas: Abstract Photography, en la Galería del Instituto Cultural Mexicano en Nueva York, en 2000; In Wonderland: mujeres surrealistas de México y los Estados Unidos, en el Museo de Arte Moderno, México, en 2012; y Frida Kahlo, conexiones entre mujeres surrealistas, en la Caixa Cultural, Río de Janeiro, Brasil, en 2016. Por otra parte, la exposición individual Una orquídea tatuada y la danza en las manos. Rosa Rolanda (1898-1970) fue montada en el Museo Casa Estudio Diego Rivera y Frida Kahlo y en la Casa Museo Luis Barragán en el año 2011, así como en la Capilla del Arte de la Universidad de las Américas Puebla, en 2012.

Rosa Rolanda, también conocida como Rosa Covarrubias, por su matrimonio con el artista mexicano Miguel Covarrubias, nació en Azusa, California, Estados Unidos, en 1895, con el nombre de Rosemonde Cowan Ruelas. Su padre era estadounidense y su madre tenía origen mexicano. A muy temprana edad se interesó por la gimnasia y estudió con Marion Morgan, en una compañía de danza moderna al estilo de Isadora Duncan, cuyos integrantes eran conocidos como los “bailarines descalzos” (Monsiváis et al., 2007: p. 27).

De inmediato, Rosa fue reconocida como una de las bailarinas más destacadas, además de ser admirada por diseñar sus propios vestuarios. Su primera presentación en Broadway fue el vodevil –comedia teatral de trama basada en enredos de temas amorosos y poco trascendentales– Dominó Lila, ya para 1918 se había independizado de los bailarines de Morgan para llevar a cabo su carrera. Fue una de las primeras bailarinas en introducir en el continente americano las danzas exóticas de Java e Indias Orientales.

La bailarina mantuvo permanente contacto con la escena intelectual neoyorquina, lo que le permitió participar en diversos proyectos cultu-

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Rosa Rolanda y Miguel Covarrubias, ca. 1930

rales, los cuales a su vez generaron una gran influencia en su trabajo. Fue coreógrafa y bailó en las películas mudas de Maurice Tourneur, por citar un ejemplo.

La influencia de Morgan y Tourneur se hace evidente en su trabajo más destacado en la escena dancística, Ballet de vida, de 1921, en donde diseñó el vestuario y la coreografía e incluyó la música de Igor Stravinsky y Claude Debussy (Monsiváis et al., 2007: p. 29).

Su carácter social le permitió conocer a las familias más influyentes y adineradas de Nuev a Yo r k , c o m o l o s W h i t n e y, l o s Va n d e r b i l t y los Rockefeller; además, mantuvo amistad con artistas estadounidenses y mexicanos que desarrollaron parte de su trabajo en la nueva capital cultural, entre ellos Adolfo Best Maugard, pintor, diseñador, promotor cultural y cineasta, quien le presentó a Miguel Covarrubias, su mayor influencia y compañero de vida.

Rosa vestida de tehuana, Edward Weston, 1926, plata sobre gelatina, 25 × 20 cm

Adaptado de Monsiváis, Williams, y Covarrubias, 2007, pp. 102 y 86

Rosa en su faceta de modelo del autor, Nickolas Muray, 38.5 × 30 cm

El último encargo escénico de Rosa Rolanda y su primer colaboración con Covarrubias fue en 1925, en Rancho Mexicano, donde el caricaturista diseñó los vestuarios y escenografía y ella llevó a cabo la coreografía. Este fue el inicio de una relación amorosa e intelectual de constant e c o l a b o r a c i ó n , e n d o n d e a m b o s s e n u t r i e ro n de su trabajo. “¿Cómo separar las vidas de Miguel y Rosa, inseparables? ¿Cómo no reconocer en Rosa a una suerte de ecosistema que organiza el clima del convivio interminable y protege la intensidad laboral de Miguel?” (Monsiváis et al., 2007: p. 22).

Para sobresalir en el siglo XX, una mujer debía a p a r t a r s e d e l a s n o r m a s s o c i a l e s e s t a b l e c i d a s , e s p e c i a l m e n t e p o r u n a s o c i e d a d c o n s e r v a d o r a como era la mexicana. Rosa Rolanda se entregó a las artes, primero a la danza y con el tiempo a la fotografía, pintura y cocina. Durante un largo periodo se convirtió en el eje social de un sector importante de escritores, artistas e intelectuales de Nueva York y México (Monsiváis et al., 2007: p. 15). “Rose Cowan es audaz y talentosa, y vive convencida de que el cuerpo es una de las form a s p r i v i l e g i a d a s d e l a r t e ” ( M o n s i v á i s , e t a l . , 2007: p. 18).

Rosa inspiró y posó para múltiples fotógrafos, que con el tiempo se volvieron referentes i m p o r t a n t e s d e n t ro d e l a f o t o g r a f í a m o d e r n a , entre ellos: Edward Steichen, Arnold Genthe, Alfred Steigliz, Edward Weston y Nickolas Muray. En la década de los veinte, en París, visitó con frecuencia el estudio de Man Ray, en donde aprendió la técnica innovadora del rayograma, proceso en el cual se crea una fotografía sin cámara, se colocan objetos en una superficie fotosensible y se exponen a la luz.

Rosa Rolanda, junto con Miguel Covarrubias, desdibujó las fronteras territoriales: en lugar de mirarlas como puntos de división, las imaginó como lugares de contacto y comunicación, cuestión de gran relevancia para extender el diálogo

que ambos mantuvieron con la historia de múlt i p l e s c u l t u r a s , u n a i n s p i r a c i ó n p a r a t o d a s l a s naciones.

Un espíritu inquieto y curioso, combinado con su intensa actividad y un gran ánimo viajero, los llevó a recorrer el norte de África, China, Japón, la península de Malasia, Ceilán y varias islas del Pacífico, incluida Bali.

En 1930, Rosa Rolanda y Miguel Covarrubias contrajeron matrimonio; de luna de miel decid i e ro n v i a j a r p o r A s i a y q u e d a ro n c a u t i v a d o s p o r B a l i . J u n t o s e s t u d i a ro n l a c u l t u r a b a l i n e s a d u r a n t e n u e v e m e s e s , y p o c o t i e m p o d e s p u é s re g re s a ro n , g r a c i a s a u n a b e c a d e l a F u n d a c i ó n Guggenheim, por lo que ampliaron sus estudios un año más.

El resultado de ambos viajes se materializó en la publicación de La isla de Bali, de 1937, un exhaustivo estudio de la isla que permite adentrarse en su gente, religión, usos y costumbres. El libro incluye 114 fotografías tomadas por Rosa Rolanda, las cuales muestran su maestría en el u s o d e l a c á m a r a ; e l e d i t o r d e l l i b ro , A l f re d A . Knopf, expresó: “Bastan las fotografías de Bali para hacer un libro magnífico” (Monsiváis et al., 2007: p. 31).

Rosa siguió investigando sobre la cultura balinesa, y en 1968 visitó de nuevo la isla gracias al apoyo de los Rockefeller, cuando preparaba un proyecto sobre la danza y escultura de Bali, Java y la India titulado Los muertos vivientes.

En 1942 Rosa y Miguel regresaron a México en un momento considerado como las postrimerías del Renacimiento mexicano, interesados en el estudio y coleccionismo de la cultura mexicana. La pareja encarnaba el “ser moderno”, aquel

Adaptado de Monsiváis, Williams, y Covarrubias, 2007, pp. 76-77

Rosa Covarrubias, Niña bailarina de legong, 1933, plata sobre gelatina, 11 × 8.3 cm (imágenes para el libro La isla de Bali, en el que se publicaron 114 fotografías tomadas por Rosa)

que deseaba encontrar sus raíces, creían en la universalidad del hombre, en una cultura de fraternidad. Ambos recorrieron el mundo buscando culturas primigenias. Pocas personas durante el siglo pasado se especializaron con un dominio tan profundo en tantos campos del conocimiento humano.

Rosa fue una gran coleccionista de arte prehispánico y tenía un especial gusto por la joyería. A raíz de ello, en 1940 William Spratling le pidió que diseñara una colección de plata para su comercialización en Nueva York (Monsiváis et al., 2007: p. 33).

En 1946, Covarrubias publicó Mexico south. The Isthmus of Tehuantepec, el cual se convirtió en su más conocido estudio sobre antropología mexicana, producto de una investigación sobre las culturas de Veracruz y el istmo de Tehuantepec. Esta obra, que fue publicada en español en 1980, acerca al lector a la vida actual, el pasado y la época prehispánica, para luego volver a la modernidad donde describe cómo las comunidades indígenas conviven con las sociedades criollas urbanas y mestizas. La investigación se complementa con un glosario de palabras de siete idiomas nativos, ocho láminas a color, 91 ilustraciones y 93 fotografías tomadas por Rosa Rolanda.

La pareja era defensora de los derechos humanos, luchó por la universalidad de tales derechos como base de la relación entre personas y naciones, independientemente de su condición social, económica o cultural.

Desde la década de los veinte, la fotógrafa ya había incursionado en la pintura, pero no fue sino hasta su regreso a México cuando comenzó

Rosa Covarrubias, Pirámide: Templo de las Inscripciones, ca. 1954, plata sobre gelatina, 6.5 × 6.4 cm

Adaptado de Monsiváis, Williams y Covarrubias, 2007, p. 159

a pintar de forma habitual. Retrató a Dolores del Río y a María Félix e hizo varios autorretratos, de los cuales, uno de los más conocidos es Autorretrato, de 1952.

En 1950, Covarrubias fue nombrado director de la Escuela Nacional de Danza del Instituto Nacional de Bellas Artes de México, donde se enamoró de una joven bailarina, Rocío Sagaón. Perder el amor de Miguel se volvió un evento traumático para Rosa Rolanda; en su autorretrato de 1952 muestra a una Rosa perturbada por la ausencia del amor de su marido. Su figura, en un ligero escorzo, muestra su cadera desplazada hacía la izquierda y sus brazos sobre la cabeza, mientras que su cabello sigue el movimiento de su cadera pero en el aire, del cual surgen figuras humanas que llevan a cabo una coreografía ritual que transita entre la vida y la muerte.

S e h a c o n s i d e r a d o s u p ro d u c c i ó n a r t í s t i c a d e n t ro de la influencia surrealista. En 1926 fue una de las primeras mujeres en conocer dicha corriente estilística, lo cual, al igual que su admiración por Frida Kahlo, influyó enormemente su posterior producción.

Su obra pictórica fue ejecutada con una inm e n s a g a m a c ro m á t i c a , e n s u m a y o r í a c o n c o lores que se empleaban en las pinturas murales de las pulquerías mexicanas, y muestra un claro influjo de las tonalidades que emplearon Rufino Tamayo y Diego Rivera, en particular en los murales de la Secretaría de Educación Pública (Coronel, 2011). Asimismo, su trabajo es fuertemente influenciado por la fotografía moderna de mediados del siglo XX, caracterizada por figuras hieráticas que observan al espectador, casi conscientes de ser los modelos para la obra.

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Rosa Rolanda, Autorretrato, 1952, óleo sobre tela, Museo de Arte Moderno, Ciudad de México

Autor desconocido, Rosa con monolito, plata sobre gelatina, 25.4 × 21 cm

Adaptado de Monsiváis, Williams y Covarrubias, 2007, p. 161

En cuanto a temática, cuando utilizaba la figura humana, en su mayor parte retrató mujeres y niños, y pocas veces a hombres, cuyas figuras resultan infantilizadas. Debido a su cercanía con Best Maugard, su estilo se tornó en resoluciones lineales, en los volúmenes y en la falsa perspectiva, líneas alargadas con marcados contornos, y su sello característico son los ojos almendrados en sus figuras.

I n c u r s i o n ó n u e v a m e n t e e n e l d i s e ñ o d e v e s tuarios y en 1951 creó para Beatriz Flores la vestimenta para Huapango, además de aquellos para la compañía afroamericana de Walter Hicks, cuya presentación inaugural se llevó a cabo en el museo experimental de Mathias Goeritz, El Eco, en la ciudad de México.

El 5 de febrero de 1957, Miguel Covarrubias murió a los 53 años, evento que marcó profund a m e n t e a R o s a R o l a n d a , q u i e n a p a r t i r d e e n tonces dedicó todas sus energías a continuar la herencia de su marido.

En enero de 1970, Rosa fue internada en el Hospital de Santa Elena en la Cuidad de México, permaneció ahí durante dos meses y el 25 de marzo falleció en su casa. El arquitecto mexicano Luis Barragán fue nombrado por la fotógrafa como albacea de su testamento y heredero universal; él la había ayudado durante sus últimos años e incluso había pagado todas sus deudas.

Rosa Rolanda fue una apasionada de su quehacer, en palabras de la propia artista: “Pinto para mi misma y para quienes les gusta mi trabajo… Pinto para deleitar, para divertir. Capturo una curva o un color que sorprende a la vista. Me gustaría poder decir que pinto impelida por un anhelo profundo o una pasión desenfrenada, pero no es así. Pinto por gusto” (Cuevas, 1969).

Es nuestra labor como mujeres reescribir la historia, reconocer el valor de nuestro género. En ese marco, personajes como Rosa Rolanda mere c e n u n l u g a r re l e v a n t e d e n t ro d e l a h i s t o r i a del arte.

Referencias

CORONEL, J. R. (2011). Rosa Rolanda: Yo me llamo como quiero.

Rosa Rolanda (1898-1970). Una orquídea tatuada y la danza en las manos. Conaculta.

CUEVAS, B. (1969). Entrevista con Rosa Covarrubias. Novedades, agosto. MONISVÁIS, C., Williams, A., y Covarrubias, R. (2007). Rosa

Covarrubias, una americana que amó México. Universidad de las Américas Puebla.

VASARI, G. (1991). Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos. Oxford Univerity Press.

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