Sábado, 23 de junio de 2012

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Areíto

Zona de la Cultura y de las ideas

www.hoy.com.do Editor: Bavegado Diseño: Carla González SÁBADO 23.06.2012

Después de Trujillo, la lucha por el socialismo Pág3

Indigencias teóricas de la crítica dominicana

En la República Dominicana hay una necesidad de mostrar la crítica con discursos llenos de manipulaciones que ocultan una radical indigencia. Cierta práctica de la crítica actual es una llamada a que esta actividad se constituya en un desenmascaramiento radical de sí misma. Página6

Arte sobrevaluado Por la ausencia de políticas y estrategias de proyección, se podría decir que las artes plásticas y visuales dominicanas están fuera del gran juego del mercado del arte a nivel internacional. Y todo esto aun contando con artistas notables y destacados, como Iván Tovar, Vicente Pimentel, José Rincón Mora, Marcos Lora Read, José García Cordero, Jorge Pineda y Limber Vilorio.Página8

Ada Balcácer y los años sesenta

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Higüey, tierra de poetas La poesía higüeyana tiene en José Audilio Santana el primer poeta, quien gozó en vida y en el transcurso de los años de un reconocimiento local que llega a nuestros días, porque en él convergen el poeta, pintor y maestro que nace en Los Cocos, La Enea en 1882. Página2


HOY

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Zona Areíto Areito

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Zoé Valdes (novelista y poeta cubana) Hay buena y mala literatura; yo creo que la literatura no tiene sexo, hay una sensibilidad masculina, lo que no impidió, por ejemplo, que Flaubert escribiera "Madame Bovary"

DENIS MOTA ÁLVAREZ

Un siglo de poesía en la región Este 4 de 5

reconocidas educadoras Virginia Pepén Vicioso (1891-1973) y Rhina Castillo (1918-†). Entre los poetas activos, seleccionar a unos en vez de otros siempre será un ejercicio arbitrario y excluyente, y en ese sentido selecciono a Armando Almánzar Botello (1956), que con su obra “Cazador de agua y otros textos mutantes” (2003) estructura una poética entre el vanguardismo, filosofía, sicología, pintura y tecnología. De su poema “Sara”: “Escritura amarilla /sorprendido destello: /de los olivos del sueño a la sombra / los ojos felinos atisban /mancha de negro en el nácar. /Y Sara /desnuda / tocada de enigmática sonrisa, (…)”. Por su parte, Miguel Ángel Fornerín Cedeño (1961) desde sus inicios presentó una poesía que, sin apartarse de la tradición de su entorno, presentaba nuevos espacios urbanos, a partir del poema “Cuando se inició mi vida”: “Cuando se inició mi vida /—como una rama llena de rocío— /aborrecí la gente /maldije la muchedumbre, /temí la calle, me encerré /en mi biblioteca y me hice poeta”. De los años 60 hasta el presente encontramos a Ernesto Rivera, Macho Cedeño, Arévalo Cedeño, Zenón Castillo, Rosa Julia Cedeño, monseñor Ramón de la Rosa, Víctor Hugo Martínez Jiménez (fallecido), Rafael Chávez, Pablo Jiménez, Belkys Morla, Carlos Martínez Rodríguez, Irene Sánchez, Ramón Campusano Corporán, Alejandro Alonzo Padua, Juana Escorbort, Doris Guerrero, José Ramón Tejeda, Víctor Díaz de la Rosa, Clemencio Cordone José, Frank Núñez, José Rodríguez, Martín Cruzado Paulino, Emenegilda Encarnación Mora, Johnny Santana, Juan Santana de Jesús, Eddy Martínez, Alejandro López Paniagua, Mario Julio Cedeño, Wellington Carpio, Merkis Méndez, Apolinar Cedeño y la benjamín de la poesía higüeyana, Marielis Duluc. Finalmente destacan dos poetas argentinas que han residido en Higüey: Mónica Galleano Lehmann y Romina Bayo, con una poesía de gran valor estético. Los poetas de San Rafael del Yuma: Bienvenido Paniagua, Justiniano Estévez, Isael Pérez, Nuris Puello, Manuel Joaquín Garrido, Luismil Paniagua, Quintino Espinal, Casilda Guerrero, Frank Núñez, Derly Bigay, José Alberto Mota, Luis Emilio Cueto, Evangelina Rodríguez y Denis Mota, completan las voces altagracianas en la vigilia del canto.

Lo más sensacional del Este —me decía Manuel Mora Serrano, a propósito de esta serie — no es el panorama poético de San Pedro de Macorís, que era un centro vital de la burguesía empresarial, sino el de Higüey. A mí me asombra mucho que aquella aldea alejada de todo centro, sostenida como lugar de peregrinación por la Virgen de la Altagracia, hubiera producido a principios del siglo XX a tantos poetas que publicaban en Santo Domingo. Ninguna aldea del país ni antes ni después produjo tantos talentos y escritores importantes en su época”. La poesía higüeyana tiene en José Audilio Santana el primer poeta, quien afortunadamente gozó en vida y en el transcurso de los años de un reconocimiento local que llega a nuestros días, porque en él convergen el poeta, pintor y maestro que nace en Los Cocos, La Enea en 1882, quien hace una poesía de excepcional calidad e importancia en un villorrio que solo se hace notar por su vocación altagraciana y la condición económica y social de hatero. Santana sorprende al país literario de principio del siglo XX con una técnica impecable, como impecable fue su pintura, con un trabajo paciente, la vigilia de años de exponer en sobrios sonetos su visión en poemas como “Valiente”: “Yo no quiero entre lágrimas vivir /y ver a mi adversario con la gloria /yo tengo que en la lucha sucumbir /o llevar con el triunfo la victoria. Contagiado de lepra en una visita a Gastón Fernando Deligne, en San Pedro de Macorís, José Audilio muere en 1915, a la edad de 33 años. Oriundos de Higüey y publicados por las más importantes revistas de la primera parte del siglo XX, los Ducoudray o Dicoudray, José Humberto nació en 1887 y Félix Servio en 1892, ambos se radicaron en San Pedro de Macorís, donde se enrolaron en el movimiento que lideraba Gastón Fernando Deligne. Félix es recordado, entre muchos poemas, por “Alas rotas”: “Quiero volver atrás; ser como he sido /al ignorar dolor, ansias y engaños, /volver por la inocencia que he perdido /en el naufragio cruento de los años”. Entre otros poetas fundacionales destacan Baldemiro Rijo (1885-1939), Tirso Antonio Molina (1892-1944), Tarquino Donastorg (1906-1989), Antonio Valdez (1899-1928), todos antologados por Rafael Emilio Sanabia y Julio Jaime Julia, y finalmente están las

LA GUÍA

LIBROS

LA PALABRA PARA SER DICHA Con este libro, José Rafael Lantigua ofrenda a sus lectores que se deleitaban cada semana con sus crónicas sobre literatura y cultura general, una amplia muestra de un periodismo cultural de la mejor calidad, en forma y fondo. El doctor Lantigua, Ministro de Cultura por casi ocho años, hizo de su columna “Mi Acento”, dentro del suplemento literario

LA CULTURA COMO IDENTIDAD Y DERECHO FUNDAMENTAL El autor de este libro es el doctor Luis O. Brea Franco, filósofo y escritor que ha publicado excelentes ensayos sobre su especialidad. Esta obra de Ediciones Voces, del Consejo Nacional de Reforma del Estado, es una inteligente reflexión y ponderación sobre la definición de ser dominicano, sobre la cultura y sobre el compromiso del Estado, expresado en la nueva Constitución de la República, para garantizar y desarrollar el derecho a la cultura. El libro, de 155 páginas, organiza de manera lógica su temática en 15 capítulos. Tiene un anexo, la Ley de Cultura.

ASÍ PIENSO El distinguido abogado y escritor higüeyano Teófilo Lappot Robles ha tenido la gentileza de recoger, para el presente y el futuro, un

Biblioteca, un observatorio inteligente de la literatura dominicana de 1983 al 2003. “La palabra para ser dicha” reúne artículos que cubren 15 años, de 1989 al 2003, y otros. Consta de 550 páginas. Impreso en Amigo del Hogar.

HUELLAS CULTURALES José Mercader es ampliamente conocido en el país como un caricaturista de humor fino y socialmente crítico. Pero él también es un pintor de calidad y un gestor cultural. Estas facetas están presentes en este libro, un texto bien cuidado y excelentemente ilustrado con el pincel de su autor. En “Huellas culturales”, Mercader ofrece a sus lectores 46 artículos publicados en el periódico digital Clave, en su columna Huellas. El libro tiene 162 páginas. Está presentado por el doctor Marcos Villamán. “Huellas culturales” forma parte de la colección Ediciones Voces, del Consejo Nacional de Reforma del Estado. manojo de 150 artículos y ensayos breves que retratan, como sugiere el título, su pensamiento. La obra presenta una amalgama de temas y situaciones que cubren 33 años de la vida del autor, desde sus días juveniles. Por consiguiente, a través de estos artículos y los ensayos puede seguirse con fidelidad la evolución del pensamiento del doctor Lappot Robles, y también de sus sueños y aspiraciones. Y, como el autor pone de relieve, a lo largo de todos estos escritos está presente, muy presente, su amor y sus desvelos por Higüey, su patria chica. “Así Pienso” consta de 631 páginas. Fue publicado por Editorial Santuario.

LA HISTORIA. Fuente: Portal Bibliófilo Enmascarado

1939

EL 23 DE JUNIO nace Álvaro Pombo, literato español, miembro de la Real Academia Española. Su novela “El metro de platino iridiado” está considerada su obra maestra y fue ganadora del Premio Nacional de la Crítica.

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1911

EL 24 DE JUNIO nació Ernesto Sábato, escritor argentino. Ha escrito tres novelas, “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abaddón el exterminador”, y diferentes ensayos sobre la condición humana.

1903

EL 25 DE JUNIO nace George Orwell, seudónimo de Eric Arthur Blair, escritor británico. Sus dos novelas más populares y críticas son “Rebelión en la granja“ y “1984”.

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1892

NACIÓ EL 26 DE JUNIO Pearl Sydenstricker Buck, novelista estadounidense, premio Nobel en 1938. “La buena tierra” y “Viento del este, viento del oeste”, son dos de sus mejores obras.

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1970

FALLECIÓ EL 26 DE JUNIO Leopoldo Marechal, escritor argentino que cultivó los géneros de la novela, la poesía y el teatro. Su obra “Adán Buenosayres” está considerada como la novela fundamental de la literatura argentina.

1867

LUIGI PIRANDELLO, escritor italiano de novela, teatro y cuentos, nació el 28 de junio. Fue premio Nobel de Literatura en 1934. su obra más conocida es “Seis personajes en busca de autor”. _

1712

NACIÓ EL 28 DE JUNIO Jean Jacques Rousseau, escritor, filósofo y músico perteneciente a la Ilustración. Sus ideas influyeron notablemente en el desarrollo de la Revolución Francesa. Autor de obras como “Emilio, o de la Educación”, “El contrato social”.


Viaje por la historia

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HOY

Después de Trujillo, en pos delsocialismo RAFAEL SEGURA

Fidelio Despradel en China con el mariscal Chen Yi y otros funcionarios chinos.

Manolo Tavares en 1962 junto a Leandro Guzmán, Juan Miguel Román y Fidelio Despradel.

Fidelio Despradel: Había una dinámica, después que la impulsamos no podíamos desmontarla.

ÁNGELA PEÑA

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n 1961, Fidelio Arturo Despradel se reunió con Alfredo Manzano, Josué Erickson, Félix Germán y Miguelito Vásquez en la “Doctor Delgado” esquina “Bolívar” para desenmascarar los planes de la derecha que se aprestaba a crear la Unión Cívica Nacional como elemento de presión para que el 14 de Junio no surgiera como organización independiente. El intrépido izquierdista relata los pormenores de este histórico encuentro, tantas veces reseñado, y desmenuza su actuación en la convulsa realidad política de la transición de la dictadura a la democracia enfrentando las juntas militares, el Triunvirato, Consejo de Estado y en los aprestos del alzamiento de Manolo Tavárez Justo, en 1963. Por su actuación en Manaclas, lugar donde le tocó acompañar al carismático líder del IJ4, ha sido cuestionado, acusado de inducir a su jefe “a una aventura suicida” para después dejarlo a su suerte. Ignoran su aflicción frente a la caída de ese hermano soldado con quien armó la expedición y al lado del que estuvo en todas las multitudinarias manifestaciones del agitado periodo que vivió la República después del ajusticiamiento de Trujillo, antes y después de la salida de los remanentes de su funesta “Era”. “Yo no me fui, yo salí a la misión más peligrosa, decidida por Manolo y por mí”, explica luego de relatar la otra fuerte conmoción de su espíritu cuando vio moribundo a Domingo Sánchez Bisonó (El Guajiro). Fidelio se refiere a su salida del escenario de la guerrilla para indagar la posibilidad de trasladarse a otro lugar ante el cerco del ejército que los acorralaba. Si Fidelio se queda ahí, agrega, “Manolo no se entrega, yo no hubiera aceptado, yo hubiera creado las condiciones, pero a Manolo lo chantajearon: si tú no vas, nos van a matar a todos”, enfatiza, explicando la rendición de aquel grupo, muchos diezmados por el hambre, el cansancio. Algunos, acota, se embarcaron en esa empresa padeciendo serios problemas de salud. Refiere que una parte decidió que no claudicaría y Manolo le entregó su fusil, las mejores armas, “y esos compañeros vivieron el asesinato de Manolo y conocen las interioridades de la discusión. Manolo cedió…”, explica. Después de la guerrilla, volvió al exilio y fue de nuevo prisionero en Suiza y Bélgica cuando compraba armas junto al entonces embajador Max Puig. Le fabricaron un ex-

pediente como delincuente político internacional. Pero antes y después de estos hechos, Fidelio Despradel formó generaciones de militantes con “Los fundamentos del socialismo en Cuba”, por Blas Roca; “Principios elementales de filosofía”, del comunista francés Georges Politzer; “Manual de economía política”, de P. Nikitin, obras que, según Fidelio, “ya Manolo había leído desde finales de los 40”. El 14 de Junio es su insignia y primera escuela de educación política aunque después haya creado otras agrupaciones de tendencia marxista. Es la raíz, afirma, contando su experiencia en la casa secreta del kilómetro 12 de la carretera Sánchez, “donde instruíamos en técnicas militares y educación política”.

Carta a Fidel Castro. Después de la reunión en que analizaron supuestos planes de la UCN, Fidelio advirtió que Luis Gómez Pérez había desaparecido tras un enigmático encuentro con Tavárez Justo. “A los dos días se me acercó y me contó: Manolo enviaba con él una carta a Fidel Castro para que entrenara militarmente dos grupos, uno en guerrillas, y lo encargó de llevarla y articular los grupos”, que Gómez organizó entre octubre y noviembre para que regresaran al país en enero y febrero de 1962”, cuando se instaló el Consejo de Estado. A su retorno, ellos y otros jóvenes que habían viajado a otros países con los mismos fines, fueron maestros de la academia clandestina del “14”. Fidelio cita a Hugo Toyos, Darío Solano, Rafael Cruz Peralta, Polo y Marco Rodríguez, Juan Miguel Román, Eddy Ross, Roberto Duvergé… Las tres obras base para ese adoctrinamiento se “picaban” en un esténcil en la casa de los padres de Fidelio “e imprimimos tres mil ejemplares de cada una y Manolo llevó 300 al Movimiento Popular Dominicano”. A estos libros sumaban folletos de la instrucción cubana que trataban de emboscadas, contraemboscadas, explosivos, arme y desarme. Entretanto, Fidelio retornó a la Universidad y Máximo Bernal y Antonio Isa Conde le invitaron a formar parte de la Federación Dominicana de Estudiantes. “Yo reforzaría el comité provisional con hombres de la izquierda, en este caso del 14 de Junio. Estuve dos meses activo en el Comité Central y Asdrúbal y yo redactamos el Manifiesto de la FED”. Pero seguía como subencargado de la sección de organización del “Catorce”, del cual era secretario Josué Erickson.

Diferentes cédulas de Fidelio Despradel con nombres falsos.

De la FED evoca las pugnas con Romeo Llinás “y otros que formaron el núcleo del socialcristianismo con posiciones más a la derecha, como Rafaelito Alburquerque, o sumamente conservadoras, como las de Armando Hoepelman”, dice. Asdrúbal, José Israel Cuello y él, integraban el ala contraria, añade. “Éramos incipientes marxistas, antiimperialistas, izquierdistas”. Después, en reuniones secretas con Víctor Bisonó, Juan José Segura, César Rojas, Asdrúbal, Erickson, “el 14 de Junio entró en la formación acelerada de sus cuadros”. Manifiesta que solo se hable del 14 de Junio insurgente y no del aglutinador del “inmenso pueblo”. “Nunca un partido de izquierda había tenido una actividad más febril. Y todo organizado por Manolo”. Obvio que en esta etapa de su vida sus acciones no estaban encaminadas a matar a Trujillo, “sino a organizar la insurrección”. “Nadie dijo que no fueran”. “Nadie dijo que no fueran, y si alguien lo expresó, los catorcistas no le hicieron caso, sería gente marginal, porque había una dinámica, y después que la impulsamos, no podíamos desmontarla”. Fidelio responde así a los que argumentan que se trató de disuadir a Manolo Tavárez para que no se aventurara en subir a las “escarpadas montañas de Quisqueya” con los frentes guerrilleros de 1963, considerando que sería una inmolación. “Algunas personas manejan eso en forma antihistórica y oportunista, buscando golpear un sector y manipularlo, tergiversan los hechos”. Dice que en ese momento prevalecieron las posiciones del líder máximo. Describe el espíritu insurgente del 14 de Junio, la infraestructura militar, sus hombres entrenados. “Era parte de la cultura de los jóvenes de la época. En América Latina ocurrieron acontecimientos de una absurdidad espontánea”, exclama. Cita a Daniel Ozuna, Jimmy Durán, Fafa Taveras, Leandro Guzmán, Norge Botello, Pin Montás, Juan B. Mejía, entre otros que “desarrollaron una crítica radical contra los guerrilleros sobre la base de que habíamos empujado a Manolo a la muerte”. Cuando estalló la revolución de 1965, añade, “ya habíamos acabado con esa campaña. Fuimos los que tuvimos el contacto con constitucionalistas y perredeístas conspiradores, en una reunión el 23 de abril”.

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CÁPSULAS GENEALÓGICAS www.idg.org.do/ Por Julio González

Apellidos únicos (3 de 8) CAMBIASO: El inmigrante genovés Santiago Cambiaso (f. 1858) se radicó en el año 1836 en Santo Domingo. CAMPAGNA: Los hermanos Alberto Luis y Aquiles Campagna Pezzotti llegaron a Santiago a principios del siglo XX. CANTISANO: Este apellido lo trajo al país Gennaro Cantisano Limogi (1869-1928), nacido en Maratea, Italia, quien emigró a Santiago en el año 1890. CAPUTO: José Antonio Caputo, desde Santa Domenica Talao emigró a Salcedo a fines del siglo XIX. CARDONA: Desde Nápoles, Italia, llegó Rafael Cardona a fines del siglo XIX. CARRAU: Procedente de España llegó a Puerto Plata Pedro Carrau. Más a fines del siglo XIX. CASALS: Francisco Casals Bosch (1838-1904), natural de Barcelona, España, emigró a Santiago en el año 1859. CASASNOVAS: Antonio Casasnovas Bosch, oriundo de Ciudadela, Menorca, España, emigró en el siglo XIX a San Pedro de Macorís. CASSÁ: Llegó a Santo Domingo desde España a mediados del siglo XIX, José Cassá Taulier (1839-1895). CERNUDA: Hacia 1870 inmigró a Samaná desde España Canuto Cernuda Puras (f. 1906). CESTERO: El traslado desde Puerto Rico a Santo Domingo del abogado de la Real Audiencia Mariano Hipólito Cestero Aguayo, a fines del siglo XVIII, expandió aquí dicho apellido. CHESTARO: Sebastián Chestaro emigró desde San Lorenzo Minore, Benevento, Italia, a mediados del siglo XIX. CLARK: Procedentes de Tórtola, Islas Vírgenes, llegó a Samaná Luis Clark. COCCO: A mediados del siglo XIX llegó a Puerto Plata procedente de Cuba el catalán Tomás Cocco Díaz Bustamante. COLSON: Jaime Colson (realmente González Colson), nacido en Puerto Plata, artísticamente tomó el apellido de su madre, nacida en Boston, USA. CONQUET: Gerald Burger Conquet, desde Curazao, llegó a Santiago a mediados del siglo XIX. COPELLO: Natural de Santa Margarita Ligure, Italia, llegaron a Santiago los hermanos Anselmo y José Copello a principios del siglo XX. COROMINAS: Desde Arecibo, Puerto Rico, llegaron a Santiago los hermanos Armando y Luis Corominas Ocaña a fines del siglo XIX. CREUS: De Cuba llegó Juan Creus Venus a finales del siglo XIX. CUCURULLO: Salvador Cucurullo Senise llegó a Santiago desde Venezuela a fines del siglo XIX. Más tarde llegaron sus hermanos Francisco Manuel y Aurelio Cucurullo Senise. Eran oriundos de Santa Domenica Talao, Italia. D'ALESSANDRO: Desde Bivino, Foggia, Italia, trajo en 1927 este apellido Guido Luigi D'Alessandro Lombardi (1895-1954). DALMAU: A mediados del siglo XIX llegó Joaquín Dalmau. Era natural de Manresa, Cataluña, España. DE LA MAZA: Procedente de Cuba llegó Blas de la Maza Acosta a mediados del siglo XIX. Se estableció en Moca. DE MONDESERT: Charles Antoine Godey-De Mondesert (n. 1889) llegó a principios del siglo XX a Santo Domingo procedente de Bastia, Córcega, Francia. En el proceso de registros locales se suprimió la primera parte de su apellido. DE WINDT: Apellido procedente de Curazao, traído al país por Eduardo De Windt De Windt a fines del siglo XIX. DEMALLISTRE: Procedente de Piamonte, Italia, llega a principios del siglo XIX Carlos Demallistre. DEMORIZI: José Demorizi de Córcega trajo el apellido en el siglo XIX al norte del país. Instituto Dominicano de Genealogía

Encuentros

HOY

La utopía del thymos

MU-KIEN SANG

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Cuando alguien asume un cargo público, debe considerarse a sí mismo como propiedad pública. Tomás Jefferson El enemigo más temible de la democracia es la demagogia. Alfred Croiset El político debe tener: amor apasionado por su causa; ética de su responsabilidad; mesura en sus actuaciones. Max Weber.

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espués de una larguísima campaña electoral se impone preguntarle al nuevo dueño de la situación si el “thymos” será su guía para la acción gubernamental. Muchos de ustedes se preguntarán y ¿qué es el thymos?, ¿de dónde viene esa palabra? El TIMO es una glándula que, según el Dr. John Diamond, tiene funciones muy importantes en el organismo. Señala que en los primeros años de la vida, la glándula produce una especie de linfocitos especiales, los glóbulos T, vitalmente importantes para la vigilancia inmunológica; es decir, la discriminación entre el ser propio y lo demás, o entre lo “bueno” y lo “malo”. Señala el científico que la glándula timo influye asimismo sobre el proceso de crecimiento. Pero sobre todo, la glándula en cuestión controla y regula el flujo de energía a través del sistema de energía del organismo, poniendo inmediatamente en marcha muchas medidas correctivas para contrarrestar los desequilibrios tan pronto se presenten. Su objetivo final es alcanzar el equilibrio y la armonía de la energía corporal. Así, se sabe desde hace miles de años que la glándula timo constituye la sede o asiento de la energía vital. Afirman que una glándula timo sana y activa contribuye a una salud vibrante y positiva. Los científicos que han estudiado el tema concluyen que para ellos ha resultado extrañamente irónico y paradójico que ellos, los médicos, hayan podido encontrar una clave para comprender el funcionamiento de la “misteriosa” glándula timo precisamente en el significado de la palabra. Proviene del término griego thymos, que era considerada una de las palabras más significativas, complejas y difíciles del griego antiguo. Según Julian Jaynes, uno de los estudiosos de la etimología y ontología del thymos, fue, junto con otros seis términos traducidos habitualmente como mente, espíritu o alma, el ingrediente clave en la evolución de la conciencia. Los primeros que hicieron uso de la palabra fueron los filósofos griegos. El primero que habló de ello fue Sócrates. Después Platón la utilizó asimilándola al “ánimo” y al “coraje”, dándole a la palabra un significado espiritual. Por su parte, Aristóteles le imprimió a esa fuerza un sentido ético. Al revisar estas conclusiones de los grandes filósofos, es posible que los griegos hayan conocido las funciones de la glándula timo y la aplicaron a la acción al espíritu transformador que implica en la política y al ejercicio del poder. En la Ilíada, dice Jaynes, los dioses decían a los seres humanos qué debían hacer y cómo debían sentirse. Posteriormente, la pa-

labra thymos pasó a tener un significado más activo. En esta fase el thymos fue interpretado como el lugar donde se depositaba la fuerza o vigor. Los griegos decían que había un diálogo permanente entre el hombre y el thymos. A través de esa relación dialéctica, le dotaba de fuerzas para guerrear y le instaba al amor y a la victoria. En la Ilíada, Aquiles dice: “Despertándose como humo en los pechos de los hombres, incluso cuando Agamenón me provocaba; pero olvidémonos del pasado, y aplaquemos al thymos en nuestros pechos.” En resumen, después de este breve recuento, podemos concluir que el thymos es la sede de la energía vital. Los estudiosos de la timología señalan que en la actualidad estamos viviendo su tercera Edad de Oro, pero aún así sigue manteniendo el principio básico. El thymos se refiere al alma y sus motivaciones para la acción. Así, hoy en el siglo XXI, todavía la humanidad necesita darle valor a las cosas, pero también a sí mismo, y sobre todo, a los demás. Y al hacerlo valoraría, en su justa dimensión, las acciones humanas y a todas las cosas de su entorno. Uno de los que retomó el concepto del thymos fue Francis Fukuyama en su polémico libro “El fin de la Historia y el último hombre”. El autor de la obra, que generó un verdadero foro de discusión a nivel mundial sobre el curso de la historia y hacia dónde se dirigía la sociedad, señala que: “Thymos es algo así como un innato sentido humano de la justicia; creen que tienen un cierto valor, y cuando otras personas actúan como si fuesen vale menos --cuando lo hacen no reconocen su valía en su valor correcto-- estén enojados. La relación íntima entre la autoevaluación y la ira puede verse en la palabra inglesa sinónima de ira, ‘indignación’. ‘La dignidad’ se refiere al sentido de la persona de autoestima; ‘dignation’ surge cuando algo ocurre ofender a ese sentimiento de pena.” El thymos, después de este recorrido, constituye algo así como un innato sentido humano de la justicia, y como es la sede sicológica de todas las virtudes nobles como altruismo, idealismo, moralidad, sacrificio, coraje y honorabilidad, debería guiar la acción humana, en especial de los que detentan el poder. ¿Qué significado podría tener el thymos en la sociedad de hoy? Mucho. En esta sociedad en que la solidaridad, la ética, la tolerancia y el amor son condiciones ausentes, hacer uso del thymos, es decir de ese sentido noble de las virtudes y la justicia, es un imperativo categórico. Tal vez esta teorización escrita en apenas novecientas palabras no sea más que un ejercicio intelectual vano. Yo creo que la ciudadanía debe exigir a los nuevos dueños de la situación que el thymos, es decir, la ética y la justicia no sean utopías ni sueños, sino realidades. Es la única forma de evitar el embrujo que provoca el poder, el mismo que los griegos llamaron la megalotimia. Qué Dios nos ampare. Amén. mu-kiensang@hotmail.com


Aporte

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Ada Balcácer y los años sesenta

ANDRÉS L. MATEO

L

o que ha quedado en el espíritu de quienes sobrevivimos a la movilidad social de los años sesenta habiéndola reflexionado, es sobrecogedor. Los del sesenta hemos sobrevivido de derrumbe en derrumbe, y casi naufragado en el amargo signo de nuestra época: la perversión y la muerte. Con la desaparición de Trujillo sobrevino una idea de la libertad, quitamos los cerrojos de los labios, hicimos poemas, pintamos cuadros y armamos esculturas, nos desgarramos gritando el sueño de una reconquista de nosotros mismos, casi perdidos y tomados por los bríos del ideal, con las camisas en llamas, jurando exterminar la explotación del hombre por el hombre. Fue un viaje, un largo periplo hacia nosotros mismos que no estuvo libre del martirologio y la lucha ideológica. Justo ahí, en esa década convulsa, aparece Ada Balcácer. Y es importante referirnos a la década de los años sesenta, porque mucha gente piensa que la desaparición de Trujillo sirvió únicamente para situarnos de golpe en medio de los aires de libertad que el continente americano respiraba. Pero no fue así, porque el trujillismo era también la forma más concreta de enajenación de la identidad que conoce la historia dominicana, y la manera más efectiva de desvincularnos de las corrientes del pensamiento universal. Con Trujillo se enmascaró de tal forma al ser dominicano que él nos podía emparentar con la gesta hispánica del Cid Campeador, y abolir de un plumazo al ser concreto que se expresaba en la realidad social; desterrando al negro, suprimiendo por decreto las creencias mágico-religiosas, apostrofando las manifestaciones de la cultura popular, y adulterando los imaginarios que conforman la vida del pueblo llano; para convertirnos en españoles allende los mares. Lo que se abrió fue, por lo tanto, una búsqueda desesperada del ser nacional. Fue de ahí que surgieron los movimientos como Arte y Liberación, los grupos literarios como La Generación del Sesenta, los grupos El Puño, La Isla, La Máscara, etc. Y surgieron, también, los pintores que viniendo de la academia se lanzaron a buscar las raíces del ser nacional. Ada irrumpió en ese momento, y ella no lo sabía, pero hoy podemos leer su pintura como la insurgencia de un discurso contestatario que se plantaba ante sí mismo, derribando las barreras de la enajenación ideológica que el absolutismo trujillista había legitimado. La palabra enajenación quiere decir alejarse de sí mismo, no reconocerse en su mismidad, ser distante de lo que constituye el verdadero ser de una persona o de una comunidad nacional. Y eso era lo que había ocurrido en la historia dominicana de los treinta y un años de la Era. Si miramos las series con las que ella se presenta de inmediato nos asaltará el carácter subversivo de sus propuestas pictóricas. ¿Qué había en esos trazos amenazantes, en esa persistencia de la luz (la luz es una obsesión ingobernable en Ada, no cualquier luz, a lo Caravaggio, por ejemplo; sino la luz del trópico que es tan sugerente y omnipresente que ciega), en esa recuperación de lo ancestral que prefiguran la mirada elusiva y las múltiples tetas de “Tatica madre África”, la conga encojonada de “Robalagallina, rey del carnaval”, o el signo alegórico de una historia particular y traumática del bacá? Simplemente, el encuentro de lo múltiple en el arte, y lo variado de la realidad del ser nacional. La dominicanidad había sido el discurso de lo idéntico (la hispanidad) hasta entonces, y esta pintura rescata lo múltiple, lo variado, el arcoíris infinito de nuestro ser. Nosotros no habíamos leído todavía a Claus Lévi-Strauss, ni Roland Barthes había escrito su “Mitologías”. Dagoberto Tejeda no soñaba con conseguir una beca para Brasil, y Fradique Lizardo ni pensaba en irse a Bélgica o a Venezuela a estudiar antropología y folklor. Pero ya Ada era Ada, y todos comenzábamos a ver en ella la expresión artística de una recuperación épica de lo propio de nuestro ser. Todos comenzamos a llamarle a Ada “La Bacá”, y ese sesgo denominativo, ahora lo sa-

bemos, reinterpretaba en su persona un aspecto de la cultura dominicana que había sido clandestinizado por la cultura oficial: las manifestaciones de los mitos y leyendas populares del dominicano. La década de los años sesenta es de una gran movilidad social en nuestro país, y en casi todo el continente americano. Con la caída de Trujillo se orientó un fuerte sentimiento de ruptura con la cultura anterior. En estos cuadros podemos notar cómo es en la pintura de Ada que, desde el punto de vista de la plástica, esta ruptura se instala. No era gratuito entonces que, a sus espaldas, nosotros le llamáramos “La Bacá”, y no es extraño tampoco que su serie se inscribiera bajo el título de “El bacá derribando el mito”. Lo que estaba ocurriendo es que los mitos populares se reinterpretaban como parte de la expresión cultural auténtica del dominicano, y ello entrañaba una provocación, y una revolución frente a la cual las creencias mágico-religiosas venían a ser valoradas como parte del mundo espiritual del dominicano. ¿Por qué el bacá derribaba al mito?

Porque la dominicanidad había falsificado en la ideología hispanista el espejo de sí misma, y apostaba a la ilusión de ser lo que no era. A las experimentaciones pictóricas de Ada vinieron a parar todos estos bríos de ruptura de los años sesenta, y solo un espíritu intranquilo como el alma de esta mujer pudo haber conseguido los dones de expresar en una obra de arte consistente todos estos valores de nuestra vida espiritual que antes no habían sido reconocidos en las artes plásticas nacionales. Cuando Fernández Pequeño me habló de este acto, yo pensé en una mesa redonda en la que estuvieran Norberto James, René Alfonso, Miñín Soto, Carlos Francisco Elías, y algunos otros que la vida ha desperdigado por ahí; o que la muerte ha entrampado en sus garras, como René del Risco. Porque, entonces sí que hubiéramos molido canela fina, y discutido de manera ensordecedora sobre esos años convulsos. Y tal vez, solo tal vez, hubiéramos tenido una idea de por qué en los años sesenta del siglo pasado esta mujer era “La Bacá”.

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Aporte

HOY

Las indigencias teóricas de la

crítica dominicana

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PLINIO CHAHÍN

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n la República Dominicana hay una necesidad de mostrar la crítica con discursos llenos de manipulaciones que ocultan una radical indigencia. Cierta práctica de la crítica actual es una llamada a que esta actividad se constituya en un desenmascaramiento radical de sí misma. El crítico se aleja de su campo específico, se desentiende a menudo de la literatura. Más todavía, se alza ante la especificidad del texto, apoyado en razones de otra historia, que en nuestro caso, legitima las intenciones desmitificadoras a las que el crítico aspira. El crítico no es un juez neutral y carente de prejuicios. Es la voz de lo otro, de aquello contra lo que el poema atenta. No promueve una determinada corriente, sino que la descalifica en nombre de un escepticismo esencial ante lo que el discurso poético promueve. Cada nueva obra supone un desafío a nuestra teoría, y viceversa. Con ambos, teoría y nueva obra, estamos obligados, pero ¿dónde situar el punto de equilibrio? Toda teoría debe ser suficientemente flexible como para acomodarse a la agresión de las nuevas experiencias poéticas, pero no tanto como para quedarse sin normas con que percibirlas y evaluarlas. Tiene que servir de base para el razonamiento, pero sin incurrir en los prejuicios y exclusiones de las rigidices dogmáticas. A la voluntad de silencio y la intención de evitar cualquier tipo de explicación articulada también hoy, como en el pasado, la crítica contrapone su intención de construir un dispositivo desde el cual atrapar rasgos, perfiles, rizomas, actitudes y flujos de valores que formen una parte esencial de aquello que negamos. Ni la poesía ni la crítica dominicana de estos últimos cuarenta años se recuperarían de la indigencia epistemológica de las formas analíticas que sugiero. Actualmente vivimos en un panorama de miserias radicales entre el límite del objeto y su percepción. No se trata necesariamente de un círculo vicioso, sino que puede entenderse como una interdependencia entre los dos ámbitos: el lenguaje y los constructos ficcionales. No podemos elaborar o deducir lo uno de lo otro, por decirlo así “objetivamente”. Toda interpretación implica hacer hipótesis concretas sobre determinados aspectos de esta. En la República Dominicana esta situación parece haber perdido su rigor y la seguridad del radicalismo sin haber sellado un nuevo pacto de colaboración con la práctica. Es el resultado de una situación intelectual en la que no hay un sistema de valores y de principios estéticos desde los que enjuiciar la actividad crítica y poética del país. La crítica, se muestra escasa y dubitativa a la hora de razonar sus propias propuestas. En general, la crítica dominicana no se ha nutrido de un pensamiento propio ni ha sabido fundar su propio imaginario. Ha sido, más bien, una crítica externa, impresionista o vagamente sociológica, mimética y repetitiva. Rara vez se ha estructurado sobre una verdadera visión del mundo o en torno a una noción de la literatura como estética del lenguaje. La afluencia de declaración de intenciones va acompañada de una falta de razonamientos fundamentales. Más que propuestas estéticas lo que encontramos son situaciones, propuestas de hecho que han buscado su consistencia en las condiciones particulares de cada acontecimiento. Ni tiene sentido hablar de razones globales ni de raíces profundas. Una difusa heterogeneidad llena el mundo de la experiencia textual. Cada obra surge de un cruce de discursos, parciales y fragmentarios. Más que hallarnos ante un desarrollo hipotético de la crítica dominicana, parece que lo que se presenta es un punto de cruce, la interacción de fuerzas y energías procedentes de una tradición de usos estereotipados. En este dilatado panorama de miserias epistemológicas y promiscuidades poéticas, la crítica dominicana no puede ser otra cosa más que un sistema provisional. Lo que cuestiono no es el aspecto referencial en el marco de los acontecimientos históricos, que podrían o no justificar la crítica dominicana, sino algo paradójicamente más revelador: la retórica reincidente de la indigencia y la falta de sensibilidad que ciega

la visión de la crítica. El avance metodológico resultante de estas observaciones hechas sobre la crítica dominicana consiste en que el “texto” debe entenderse aquí como un concepto hermenéutico. Esto significa que no se contempla desde la perspectiva de la gramática y la lingüística, es decir, como producto final al que apunta el análisis de su producción con el propósito de aclarar el mecanismo en cuya virtud funciona el lenguaje como tal, prescindiendo de todos los mecanismos que transmite. Desde la perspectiva hermenéutica —que es la perspectiva de cada lector— el texto es un mero producto intermedio, una fase en el proceso de compresión que encierra sin duda como tal una cierta abstracción: el aislamiento y la fijación de esta misma fase. Pero la abstracción va en la dirección inversa a la que contempla el sujeto crítico. Éste no pretende llegar a la comprensión del tema expuesto en el texto, aclarar el funcionamiento del lenguaje al margen de lo que pueda decir el texto. Su tema no es lo que el texto comunica, sino la posibilidad de comunicarlo, los recursos semióticos para producir esa comunicación. La manera en que este conflicto inherente determina la estructura del lenguaje literario de la crítica dominicana no puede tratarse dentro de los límites de este breve ensayo. Interesa más preguntar aquí si es posible concebir la historia de una entidad tan polémica como la literatura dominicana, y la pobre labor que han venido ejerciendo sus

propios hacedores y críticos. En el estado actual en que se encuentran los estudios literarios dominicanos, esa posibilidad está muy lejos de haber quedado establecida. Por lo general se acepta que una historia positivista de la literatura, que trate la literatura como si fuere un acopio de datos empíricos, solo puede ser la historia de lo que no es la literatura. En el mejor de los casos, sería una clasificación preliminar que abre el camino al estudio literario concreto, y en el peor, un obstáculo en el camino hacia el entendimiento literario. Sometida a un desgaste, en su ejercicio textual, la crítica dominicana aparece como irremediable. Sus palabras se transforman en eco, y acaso algún día acabarán por apagarse, instaurando un silencio tenebroso. Es como si la obra literaria se sometiera a una implacable ley de la termodinámica, y todo sonido viviente estuviera condenado a volverse eco, rumor siniestro, y al final, gracias a un trabajo irremediable de desgate, de erosión enunciativa que nada ni nadie puede detener, mutismo, pavoroso silencio, nada. Se trata de una nada posterior a la palabra y que en este sentido es hija de la palabra, pero que reinstala algo más terrible que ésta acaso intentaba velar, el sinsentido de una existencia que ya perdió su raigambre ontológica, y que deambula sola, alienada, cargada de extrañamiento, desgastada por el paso del tiempo, como un aliento absurdo que ha perdido su razón de ser y que pervive como un rastro siniestro de la oscuridad.


AREร TO

Sรกbado 23 de junio de 2012

HOY

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AREÍTO

Sábado 23 de junio de 2012

Arte Contemporáneo

HOY

AMABLE LÓPEZ MELÉNDEZ

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¡El arte dominicano! Sobrevaluado a nivel local y fuera del gran juego del mercado internacional

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al como señalaba en la entrega anterior, durante su intervención en el coloquio titulado “¿Qué determina el precio de una obra de arte?”(CEARCA/Mesa Fine Art/15/05/2012), los especialistas Gamal Michelén, Abil Peralta Agüero y Juan José Mesa presentaron datos precisos y sumamente reveladores sobre los múltiples factores que inciden en la vitalidad de que goza actualmente la economía del arte a nivel global. Resumiendo, en sus respectivas intervenciones, Michelén Mesa y Peralta Agüero precisaban en torno a la dinámica y los matices de la relación entre el arte, el poder y el dinero en el mundo actual. Asimismo, los tres coinciden y desafinan en sus distintas apreciaciones sobre la densa trama de intereses, legítimos e ilegítimos, que traspasa la nebulosa, deslumbrante y crítica actualidad del mercado del arte en Santo Domingo, concediendo suma importancia a “factores esenciales” como la necesidad de políticas y estrategias en favor del desarrollo, difusión y posicionamiento de la producción artística nacional y hasta proclamando la urgente transformación de nuestros “paradigmas culturales”. Si, tal como advierte Peralta Agüero, las bases formativas del artista: académico o didáctico; la trayectoria profesional o historia personal y relacional con determinados núcleos sociales, políticos, económicos y culturales; la medición y calificación de esta relación con personas, instituciones, corporaciones y escenarios de resonancia, incluyendo contextos geopolíticos y culturales, países y ciudades, constituyen factores determinantes de la espiral de cotización de las obras de arte, entonces, a mí no me resultaría tan inquietante confrontar la realidad palpable de un arte actual dominicano tan esencialmente identitario, atractivo y provocador como sobrevaluado, devaluado y prácticamente “secuestrado” a nivel doméstico. Pero, ¿qué es lo que realmente quieren decir estos expertos cuando hablan de transformar paradigmas, medir, calificar -en el caso dominicano- la relación personal y la producción de los artistas nacionales con núcleos sociales, políticos, económicos, corporaciones, instituciones culturales, contextos geopolíticos y espacios de resonancia? Entiendo que de lo que hablan es de la urgencia de apostar resueltamente a favor de nuestras expresiones y valores artísticos más auténticos, tanto desde adentro como hacia fuera. Creo que se refieren a que los esfuerzos por proyectar y posicionar en forma merecida nuestra producción simbólica no deben seguir recayendo en los propios productores y en algunos escasos promotores individuales. Advierto que con sus reflexiones lo que hacen es invitar a los sectores más sensibles y avanzados de nuestra sociedad a ponerse “entonar” con su arte y con su tiempo; a celebrar sus éxitos personales, familiares o colectivos y también a establecer su “prestigio” mediante la protección de nuestros signos culturales de mayor esplendor y capacidad de trascendencia. Mientras tanto, como consecuencia de la ausencia de políticas y estrategias de proyección, se podría decir que las artes plásticas y visuales dominicanas están fuera del gran juego del mercado del arte a nivel internacional. Y todo esto aun contando con artistas notables y destacados, como Iván Tovar, Vicente Pimentel, José Rincón Mora, Marcos Lora Read, José García Cordero, Jorge Pineda y Limber Vilorio, de presencia constante en importantes galerías, museos e instituciones de los circuitos europeos. Entre los aspectos a tener en cuenta para una estrategia de posicionamiento del arte dominicano en el mercado nacional e internacional, Abil Peralta Agüero considera la “estimulación y provocación de atención de los mercados, mediante la asociación de una buena agencia de mercadeo (las galerías de arte o los dealers de arte), con una estrategia de promoción cultural, comercial y social personal, a través medios de comunicación especiales; además de la documentación, registro y depósito de la obra para la libre consulta en revistas especializadas, revistas de economía, revistas de alto nivel social, revistas académicas; periódicos nacionales e internacionales; sitios web especializados y

José García Cordero. Crucifixión. Oleo sobre tela. Cortesía de Lyle O. Retzel Gallery.

Marcos Lora Read frene a su Cápsula en el Parc de la Villette, París, Francia.

Clara Ledesma

Dionisio Blanco. Trópico Superreal, 2011.

de alto nivel de legitimación global; producción de catálogos internacionales y monografías especiales”... Entre los factores que provocan la “nebulosa” del mercado y la situación de marginalidad del arte dominicano, hay que agregar, según Juan José Mesa, la “sobrevaluación” de una parte considerable de la producción artística que se mercadea. Mientras que el “art dealer” Jorge Solano y el coleccionista Mario Martínez no se complican mucho y aclaran que, hoy día, en Santo Domingo, una obra de arte vale lo que el comprador esté dispuesto o pueda llegar a pagar por la misma. Al respecto, se disparan los puntos de vista y opiniones. Lo que se sabe realmente es que, casi siempre, son los artistas quienes les ponen precio a sus obras y al hacerlo siempre pueden proclamar o reservarse sus motivos y razones. Además de Iván Tovar, Ramón Oviedo, Domingo Liz, Dionisio Blanco y José García

Cordero, en realidad, son muy pocos los artistas dominicanos cuyas obras se han ofertado en las grandes casas de subastas de Nueva York. Y como buscando llenar el vacío que determina la explicable ausencia del arte dominicano en las grandes ferias y subastas internacionales, en los últimos años, Mildred Canahuate y Juan José Mesa han organizado varias subastas de arte dominicano y caribeño en Santo Domingo, cuyos resultados nos permiten registrar unos precios más o menos confiables que traslucirían el nivel de las apuestas de los coleccionistas dominicanos por su arte. En la próxima entrega, compartiremos con los lectores de Areíto algunos datos al respecto…


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