Haiga sido como haiga sido (páginas)

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Jesús Ibarra Salazar

HAIGA SIDO COMO HAIGA SIDO


Haiga sido como haiga sido Prefacio

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Haiga sido

como haiga sido


índice

Edición: Katia Irina Ibarra Diseño editorial y de portada: Marta Hoyos González Luna Primera edición: 2012 © D.R. Jesús Ibarra Salazar Número de Registro: 03-2010-120313133600-01

Hecho en México Made in Mexico

PREFacio PREsENTaciÓN HUBo o No HUBo FRaUdE THAT IS THE QUESTION maNiPULaciÓN dE La iNFoRmaciÓN ELEcToRaL: FRAUDE aNÁLisis dE La iNFoRmaciÓN aNTEcEdENTEs EsTUdio soBRE EL PREP EsTUdio dE Los cÓmPUTos disTRiTaLEs PREP VERSUS cÓmPUTos disTRiTaLEs aHoRa sÍ: QUE HaBLEN Las acTas ¿QUÉ EsPERamos PaRa EL 2012? coNcLUsioNEs aNEXo dE acTas gLosaRio

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Haiga sido como haiga sido Prefacio

Prefacio

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sta obra constituye apenas un asomo a una larga investigación llevada a cabo durante varias décadas. Aparece ahora como gesto genuino de la memoria. Con las elecciones a la vuelta de la esquina, es imperante volver la mirada, atender el pasado, comprenderlo para enmendar lo que tenga que ser enmendado. El primer paso para el cambio es conocer y reconocer las prácticas que —así es promovido oficialmente— han sido erradicadas por obra de la alternancia política. El aliento de esta obra es la convicción de que la democracia no se obsequia de una vez y para siempre. La democracia se conquista día con día a partir de la insistencia razonada de los ciudadanos, de la exigencia a favor de que los contenidos de la ley y los procedimientos y prácticas institucionales mejoren el nivel de participación en la vida pública y la calidad de vida de la población. Así pues, lo que consigue este libro es hacer ver las operaciones, que deliberadamente se tornaron complejas para pasar desapercibidas, de una manera simplificada (disminución, incremento o intercambio en cantidades de votos) lo cual resulta una indispensable aportación a la transparencia electoral y por tanto a la vida democrática del país.

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Jesús Ibarra Salazar, catedrático de la Universidad Autónoma de Nuevo León, ciudadano de convicciones democráticas que ha sostenido a lo largo de su vida, ha emprendido desde los 80 una empresa silenciosa: la revisión sistemática de los resultados electorales. Ha descubierto así las formas y alcances del fraude electoral, desgraciadamente tan arraigado a nuestra cultura política. Esta obra presenta de manera sucinta los resultados de sus anteriores investigaciones para después entrar al análisis de la elección presidencial pasada, la de 2006. Una vez detectado el fraude, gracias al análisis estadístico y matemático de catedráticos e investigadores de algunas de las universidades mexicanas más destacadas, Jesús Ibarra lo prueba. Más allá del análisis estadístico, pero teniéndolo en cuenta, el autor recurre a las evidencias verificables: las actas. En su trabajo, el autor hace uso de las bases de datos y, mediante una metodología relativamente sencilla, que consiste en la confrontación de las tres elecciones en juego, encuentra “irregularidades” que no suponen el simple error. Por sus dimensiones, el impacto que tuvieron en los resultados y la forma como se mos-

traron, Ibarra Salazar confirma el fraude electoral tramado desde la conformación del Consejo General del IFE, y llevado a cabo desde el cuartel central del mismo. Independientemente de la afiliación política, estamos ante una ofensa al pueblo de México. Se vulnera el sentido del sufragio efectivo y se deja muy mal paradas a las instituciones que, pese a todo, han costado esfuerzos y aun sacrificios de muy diversa índole a los mexicanos. El reclamo de Jesús Ibarra es precisamente ese: el respeto al voto sin más. Gane quien gane, pero legítimamente, y nunca más un “haiga sido como haiga sido”, expresión desafortunada, por decir lo menos, del que en aquel entonces fuera candidato a la presidencia y principal beneficiario del fraude electoral. Muchos de quienes rechazan aún la posibilidad del fraude, remitiéndose a meras apreciaciones, a simples supuestos, muestran ingenuidad o de plano colusión con este delito. Si se aborda el tema con seriedad lo eluden o descalifican. Las razones de tal cerrazón son diversas. Pero un juicio realista, al que en el análisis desde la academia debe apelarse con todo rigor, advierte que si en el pasado ya se hizo del fraude la vía para llegar al poder, esto puede volver a ocurrir. Por lo general, los políticos optan por un pragmatismo a ultranza cuya premisa es la desmemoria (inducida). Ante la posibilidad de una derrota la tentación de ganar a toda costa, como mostró en su momento con gran cinismo Calderón, debe mantenernos alertas. Para ello no basta con la sola voluntad: es preciso saber. Y saber es lo que permite el libro de Ibarra Salazar. El saber, contrario a lo que suele constatarse, debiera ser buscado. Y esto vale no sólo para “líderes de opinión”, funcionarios y todo aquel individuo responsable del destino de otros, sino para todos los ciudadanos que aspiramos a ser respetados en nuestra elección política. No saber nos expone a cometer errores o a ser atropellados en nuestros derechos sin disponer de la capacidad para defendernos. Algunos se incomodan y adoptan un discurso defensivo frente a la crítica de los yerros de una institución que tuvo un nacimiento impecable, pero que pronto fue desviada en sus procedimientos y fines: quienes hablan del fraude —dicen ciertos funcionarios electorales— menosprecian la ardua labor de capacitadores, supervisores, trabajadores eventuales que ayudan con la captura de datos y en la logística del proceso electoral y, más grave aún, dudan de los ciudadanos. Este discurso, sin embargo, resulta ajeno a las prácticas democráticas. Una democracia sin el ejercicio de la crítica y de la autocrítica deja de serlo. Quienes confían en

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su capacidad de observación, al contrario de este discurso, persiguen el verdadero ejercicio democrático, pues éste sólo puede ser efectivo mediante el respeto a la decisión de miles de ciudadanos que acuden a votar, respetando también la labor de aquellos que honestamente participan en la jornada electoral.

Presentación

Con la aparición de esta obra, se abre la posibilidad del debate. También se enciende la alerta. Sólo los ciudadanos conscientes pueden promover el cambio, romper la cerrazón que hasta el momento ha imperado. Exigir que se respete el voto a partir del conocimiento de la realidad en que opera el fraude. ❖

Katia Irina Ibarra Abraham Nuncio Limón

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Haiga sido como haiga sido Presentación

Presentación

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omo se dará cuenta quien tiene en sus manos este texto, el desarrollo político del país ha transitado por diferentes vías. Grandes cambios se han producido en lo económico, en lo político y en lo social. No obstante, la población, los ciudadanos, continúa siendo excluida de todos los beneficios que esos cambios han producido y, por el contrario, es víctima de los males desatados por esas mismas transformaciones, en especial los mexicanos más desvalidos. En general, la inmensa mayoría es rebajada al rol de extra en la gran representación de la democracia mexicana. Uno de los principales rezagos en el campo de la democracia es el del sufragio, que a cien años de la Revolución sigue siendo letra muerta, esta deficiencia se hace más notoria cuando la competencia político electoral es más intensa, como ocurrió en las elecciones de 2006. Ese año se volvió a las viejas andadas: la manipulación de las votaciones. Ahora, sin embargo, se tiene acceso, aunque con limitaciones, a los resultados electorales de cada casilla gracias al Programa de Resultados Electorales Preliminares. En cuanto a los cómputos definitivos, éstos no son dados a conocer sino hasta terminada la fase de litigios poselectorales. Igualmente, se puede tener acceso a la documentación electoral, y específicamente a las actas de escrutinio y cómputo, aunque no sin evidentes resistencias institucionales en algunas entidades. Todas estas facilidades son parte de la representación democrática. Es decir: del teatro de la democracia.

La práctica del fraude 14

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l fraude electoral implica dolo. O sea, actuar intencionalmente para alterar las votaciones y así poder dar el triunfo al partido o al candidato al que se sirve. Es necesario distinguir entre fraude y delito electoral. En este último caben prácticas como la coacción o compra de votos, ciertos tipos de propaganda, la intervención directa de actores que deben permanecer ajenos a la contienda política, incluso

los llamados carruseles. Empero, esto no afecta realmente el hecho de que, detrás de cada voto depositado en las urnas, haya un ciudadano que ha manifestado su voluntad. Precisamente cuando los magistrados han debido declararse ante la demanda de nulidad de la votación de una casilla es que se han encontrado con la situación de votos sobrantes, no soportados por electores de carne y hueso. Si es posible que estos votos adicionales hayan favorecido al candidato ganador —en otras palabras: que la distancia entre el primero y segundo lugar es menor que el total de aquellos votos espurios—, lo procedente en la anulación de la votación en la casilla. Si hacemos historia, nos toparemos con aquellas viejas denuncias de representantes de casilla: antes de iniciarse la jornada ya había votos en el interior de la urna. En las elecciones anteriores a las de 1991 fuimos testigos del acarreo de votantes, de su peregrinación de casilla en casilla; leímos las denuncias de candidatos y dirigentes de la oposición nacidas de la constatación de que los muertos votaban; escuchamos sobre personas que suplantaban a otras; supimos de los popularmente conocidos como “tacos”: fajos de boletas depositadas en la urna por un mismo individuo; presenciamos la llegada de grupos que, una vez concluida la jornada, se hacían por la fuerza de la documentación electoral para que luego apareciera misteriosamente en los centros de acopio.

Anulación de casillas

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nte estas situaciones, los partidos y candidatos que se sentían despojados del triunfo recurrían al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF). El asunto se volvía cosa de magistrados. Indiscutiblemente, cuando como resultado de una o varias de las acciones antes mencionadas, en una casilla el número de votos en el acta de escrutinio y cómputo rebasaba la cantidad de electores, se configuraba una razón suficiente para la anulación de la casilla. Para el proceso electoral federal de 1991, ante la andanada de demandas interpuestas por los partidos políticos, el tribunal emitió una serie de sentencias relativas a los criterios fundamentales para dar por acreditada la causal de nulidad en una casilla, dando así cumplimiento a la “fracción III del artículo 41 de

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la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, el cual está orientado hacia la seguridad que debe tener el elector de que su voluntad emitida a través del voto es respetada y garantizada”.1

relativos a los votos obtenidos por los partidos que obtuvieron el primero y el segundo lugares y comparar la diferencia de estas votaciones con el número de votos sobrantes, de tal manera que si se deducen los votos sobrantes del número de los obtenidos por el partido en primer lugar y se altera con ello el resultado de la votación, el error fue determinante y debe declararse la nulidad de la votación recibida en esa casilla.3

Así, en la Memoria del Tribunal Federal Electoral de 1991, puede leerse: Esta causal de nulidad se compone de tres elementos: 1) Error o dolo en la computación de los votos; 2) Que ese error o dolo beneficie a uno de los candidatos o fórmula de candidatos; 3) Que esto sea determinante para el resultado de la votación. Por lo anterior, el error debe entenderse en el sentido clásico de cualquier idea o expresión no conforme a la verdad o que tenga diferencia con el valor exacto y que jurídicamente implica la ausencia de mala fe; por lo contrario, el dolo es una conducta que lleva implícito el engaño, fraude, simulación o mentira; por lo que el juzgador deberá analizar primeramente la situación anómala respecto a éstos […] Por lo que respecta a que el error o dolo beneficie a un candidato o fórmula, obliga al juzgador a hacer un análisis de los otros dos elementos de esta causal para determinar si hubo o no el mencionado beneficio; y por cuanto hace a que el error o dolo sea determinante para el resultado de la votación, el juzgador tiene que recurrir principalmente al análisis numérico, teniendo en cuenta que éste no necesariamente es el presupuesto definitivo.2

Generalmente, las demandas de los partidos se han circunscrito a los posibles errores cometidos por los funcionarios electorales; por lo tanto, suelen presentar, como elemento de juicio, la siguiente ecuación: total de boletas recibidas por los presidentes de casilla versus número de boletas sobrantes después de la celebración de la jornada electoral. Ya desde 1991 los magistrados fijaron criterios de interpretación para efectos de la anulación de casillas, y declararon que la cantidad de boletas recibidas y la de boletas sobrantes constituyen elementos adicionales en la determinación de las causales de nulidad: Por el contrario, si existe discrepancia entre los datos relativos al número de boletas extraídas de la urna, número de electores y votación total, hay un error que el Tribunal no puede pasar inadvertido y para saber si es determinante para el resultado de la votación, tendrá que acudirse a los datos

16 1 Tribunal Federal Electoral, Justicia Electoral. Revista del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, 1999, núm. 12, p. 51. 2 Tribunal Federal Electoral, Memoria, 1991, p. 206.

Las nuevas formas deL fraude

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fectivamente, desde 1991, y hasta que se afincaron los cambios en la organización de los procesos electorales, sobre todo con las reformas de 1994 y 1996 al Código Federal de Instituciones y Procesos Electorales (COFIPE) —verdaderas victorias ciudadanas—, las prácticas del fraude debieron modificarse. Como ejemplo de esto, tenemos que antes era bastante común la práctica llamada “carrusel”, la cual tenía el fin de hacer fraude. Para evitarla, se estableció en el COFIPE un conjunto de lineamientos como son la distribución, en partes iguales, del padrón o lista nominal en la casilla básica, contiguas y extraordinarias —mas no las especiales—; el uso de la tinta indeleble, que se fue mejorando para evitar su remoción a las pocas horas de entintado el dedo pulgar; la emisión de la credencial con fotografía; el requisito, para poder sufragar, de contar con la credencial y encontrarse en la lista nominal. Sin embargo, lo que observamos es que aquella práctica llamada carrusel ha sido sustituida por formas más sofisticadas de hacer fraude, pues ahora éste es cibernético. Pero además del fraude cibernético, continúan efectuándose prácticas de antaño. Uno de los mecanismos de hoy en día consiste en lo siguiente: el grupo interesado en asegurarse el voto de sus adherentes, por convicción o coacción, se da cita en un lugar previamente fijado; de ahí parte, de tanto en tanto, cada uno de los votantes, acude a sufragar pero no marca la boleta. Lo que importa es extraerla de la casilla y entregarla al grupo para que alguien más, al acudir a votar, la deposite en la urna correspondiente —previamente marcada por el coordinador. En esta acción es difícil sostener la existencia del fraude electoral pues, desde nuestra perspectiva, “haiga sido como haiga sido”, cada voto está soportado por un elector.

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Ibidem, p. 202.

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Usos más rústicos se siguen llevando a la práctica. La alteración de los resultados en las casillas. Basta con agregar o suprimir un dígito. 50 votos pueden volverse muy fácilmente 150. Así de sencillo. Si para ello es necesario convencer a representantes de otros partidos, sólo es cosa de negociar cuántos votos para cada uno en otras elecciones.

3. En cuanto a las dos primeras cifras, la sentencia dice: “En cambio, cuando los errores aducidos provengan de los rubros de boletas recibidas o sobrantes e inutilizadas, como no son aspectos relevantes en los cómputos distritales […] resulta indispensable que cualquiera de los representantes de los partidos políticos o coaliciones ante dichos órganos” solicite la revisión.

Es mucho más sofisticada la forma en que se comete fraude apoyándose en los programas de computación. En el momento en que se define el margen de triunfo de un candidato sobre otro, el programa actúa para realizar cambios en las votaciones de los partidos, generalmente las sobrevalora para mantener la diferencia.

4. Si entre los rubros fundamentales se presentan inconsistencias, estamos ante errores evidentes: “por errores evidentes en las actas de escrutinio y cómputo debe entenderse cualquier inconsistencia que se advierta de la simple comparación entre los rubros de ciudadanos que votaron […] total de boletas depositadas en la urna y los resultados de la votación, o en los rubros de boletas entregadas en la casilla y boletas sobrantes”. Se especifican casos como, “por ejemplo, que alguno de los rubros se encuentre en blanco, la discrepancia numérica de los que deben coincidir, etc.”.

rubros fundamentaLes

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i bien es cierto que el Tribunal declaró, desde sus primeros trabajos en 1991, los criterios para determinar si se sustenta la causal de nulidad, también lo es que, ante los resultados del proceso electoral de 2006, se vio obligado a emitir una serie de sentencias con nuevas definiciones, entre otras, la de “rubros fundamentales”4, de gran importancia para el quehacer de este trabajo. La sentencia SUP-JIN_212/2006 (2) contiene nuevos elementos de gran importancia para la investigación; destacamos los siguientes aspectos: 1. De las cifras anotadas en el acta de escrutinio y cómputo se distingue la importancia entre boletas recibidas (BR) en la casilla, boletas sobrantes (BS), boletas depositadas en la urna (BD), cantidad de ciudadanos que votaron (CQV) y votación total emitida (VTE).

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2. Las últimas tres son definidas como “rubros fundamentales”, por lo que debe haber, entre estas cantidades, plena correspondencia de igualdad; es decir, BD = CQV, BD = VTE, por lo que CQV = VTE. El incumplimiento de estas condiciones abre la sospecha de error en el cómputo; en ese caso, debe ser aclarado, de oficio, en el consejo distrital.

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A partir de aquí, las referencias fueron tomadas de SUP-JIN-212/2006 (2).

5. Es a partir de estas definiciones que los magistrados derivan: Al efecto, la interpretación sistemática y funcional de los artículos 35 fracción I, 39, 41 y 99 párrafo cuarto, fracción II, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, 226, 227, 229 y 247 del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, en relación con los principios rectores de la materia electoral, permite concluir que el concepto de errores evidentes en las actas, conforme al cual el Consejo Distrital podrá acordar realizar nuevamente el escrutinio y cómputo de la votación recibida en las casillas, en términos del inciso c) del apartado 1 del último precepto invocado, se refiere a los casos en los cuales no haya concordancia entre los diversos datos que deben quedar asentados en las actas respectivas, en relación con los votos emitidos.

Y culmina la sentencia: Esto es, cuando haya discrepancias entre los rubros fundamentales, en los cuales se consignan votos, relativos a los conceptos siguientes: a) ciudadanos que votaron incluidos en la lista nominal... b) total de boletas depositadas en las urnas, y c) el resultado de la votación emitida; o bien, cuando se haya omitido alguno de esos datos. Asimismo, cuando las inconsistencias se presenten en relación con la diferencia entre las boletas recibidas y las boletas sobrantes, también podrá verificar el contenido del acta, siempre y cuando haya mediado petición de algún partido inconforme. En el primer supuesto, en que las inconsistencias se encuentran respecto a votos, el consejo distrital está obligado a realizar el nuevo escrutinio y cómputo de la votación de la casilla, de oficio, aunque no medie petición alguna. En el segundo, cuando la inconsistencia está en los datos relativos a boletas, la obligación surge sólo ante la denuncia de la diferencia y la petición de

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recuento, por parte del representante de algún partido político o coalición.

Consecuentemente, en una primera conclusión, la nulidad de una casilla estaría acotada por la obligación de los consejos distritales de ejercer una plena revisión de posibles errores de cómputo o de llenado de actas.

en defensa deL voto ciudadano

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l revisar y corregir los errores se salvaguarda el derecho de voto de los ciudadanos, lo que se puede sustentar con otros documentos del mismo Tribunal.

En la Memoria del proceso electoral de 1991, arriba citada, se puede leer: El legislador estableció una serie de normas que dan seguridad al manejo de las boletas, cualquier diferencia en ellas pugna con el principio de certeza que ha sido elevado a rango constitucional; sin embargo, el legislador no estableció como causa de nulidad la diferencia entre boletas, sino cuando haya error o dolo en la computación de los votos, que beneficie a un candidato o fórmula y esto sea determinante para el resultado de la votación. En consecuencia el legislador ha considerado que lo que debe protegerse prioritariamente es el sufragio, es decir, la voluntad expresada por cada elector al emitir su voto, el cual consigna en una boleta que deposita en la urna.5 [El subrayado es mío.]

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Páginas más delante, se insiste: “El Tribunal Federal Electoral por disposición constitucional expresa y como garante del principio de legalidad, está obligado a examinar todas las presuntas violaciones que sobre dicho principio se hagan valer, a fin de determinar si se actualizan las causales de nulidad establecidas en el Código y resolver conforme a derecho”.6 Si en la sesión de cómputo en el consejo distrital se encuentra alguna casilla con discrepancias en los rubros fundamentales, los consejeros están obligados, de oficio, sin que medie petición alguna de los representantes de partido o de candidato, a realizar la corrección; si para ello es necesario hacer un recuento de los votos, así deberá hacerse.

O sea: “cuando haya discrepancias entre los rubros fundamentales, en los cuales se consignan votos, relativos a los conceptos siguientes: a) ciudadanos que votaron incluidos en la lista nominal, […] b) total de boletas depositadas en las urnas, y c) el resultado de la votación emitida; […] el consejo distrital está obligado a realizar el nuevo escrutinio y cómputo de la votación de la casilla, de oficio, aunque no medie petición alguna”. En democracia se puede ganar o perder por un voto. Pero, ante errores evidentes en las actas, […] cabe señalar que cuando al verificar los resultados asentados en las actas de escrutinio y cómputo, los consejos distritales adviertan errores o inconsistencias en los rubros relativos a votos, aunque sólo sea de un voto y no sea determinante para el resultado [el énfasis es mío] consignado en el acta de la casilla, los consejos distritales están obligados, de oficio, a llevar a cabo el recuento de la votación en nuevo escrutinio y cómputo, pues el supuesto encuadra en la hipótesis de “error evidente” en las actas, establecido en el artículo 247, inciso c), del código de la materia, donde sólo se exige la evidencia del error con la vista del acta, pero no el factor “determinante”, factor que sólo se exige para declarar la nulidad de votación recibida en casillas.7

De esta cita me interesa destacar el plural otorgado a “las actas”, por la importancia que tiene para esta investigación; además, la no anulación de las votaciones de casilla —una forma de defender el voto ciudadano— y sí, en cambio, el recuento de votos en el consejo distrital. En el documento citado, líneas más adelante, se precisa el carácter plural de las actas: El supuesto [de errores evidentes] se refiere a las actas de escrutinio y cómputo que se encuentran: una, dentro del expediente formado para cada una de las elecciones; y otra, conjuntamente con las de las demás elecciones, dentro del sobre adherido por fuera del paquete electoral que se forma con los expedientes de cada una de las elecciones, para su entrega al Presidente del Consejo

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Tribunal Federal Electoral, Memoria, 1991, p. 197. Ibidem, p. 199.

7 Tribunal Federal Electoral, Justicia Electoral. Revista del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, 2008, vol. 1, núm. 2, pp. 224-25.


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Distrital correspondiente, como se dispone en los artículos 234 y 235, párrafo 2, del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales. 8

No es este texto el único que trata las actas en plural. En la ley de medios de impugnación puede leerse, en el capítulo 2: “Artículo 75, inciso k) Existir irregularidades graves, plenamente acreditadas y no reparables durante la jornada electoral o en las actas de escrutinio y cómputo [énfasis mío] que, en forma evidente, pongan en duda la certeza de la votación y sean determinantes para el resultado de la misma”. 9 Igualmente, en el COFIPE, en su capítulo III, artículo 295, inciso d, dice: “El Consejo Distrital deberá realizar nuevamente el escrutinio y cómputo cuando: I. Existan errores o inconsistencias evidentes en los distintos elementos de las actas [énfasis mío], salvo que puedan corregirse o aclararse con otros elementos a satisfacción plena de quien lo haya solicitado”. 10

b) en la votación para presidente —o diputado— faltan votos. 3. La misma comparación puede hacerse en el caso de la votación total emitida para presidente y senador; o para diputado y senador. Aquí ya no puede hablarse de errores en el conteo sino de dolo en la alteración de los resultados comiciales. Es indudable que toda obra culmina con su recepción. Y así, huelga decir que este libro, que se empezó a escribir tal vez en 1988, con los datos parcialmente recopilados ese año, recorrió un vertiginoso camino. Una vez más, la verdad se alimenta de historia. Una vez más, la trasciende.❖

Monterrey, 24 de febrero de 2011

sufragio efectivo, no anuLación

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s posible establecer los siguientes postulados: 1. Si, en cada casilla, la votación total emitida en la elección de presidente (VTEp) debe ser igual a la cantidad de electores que votaron (CQV), y si la cantidad de ciudadanos que votaron para presidente y diputado es la misma (CQV) = (VTEd), entonces debe cumplirse que VTEp = VTEd. Es decir: debe haber exactamente la misma cantidad de votos para presidente que para diputado. 2. Si la votación total emitida para presidente es diferente a la de diputado, entonces: a) en la votación para presidente —o diputado— hay votos sobrantes; o

Este texto fue presentado por María Macarita Elizondo Gasperín, catedrática del posgrado de Derecho en la UNAM y miembro de la Asociación Internacional de Derecho Procesal; José Rodríguez Anchondo, magistrado presidente del Tribunal Estatal Electoral de Chihuahua; y José Alfredo García Solís, coordinador de Capacitación del Tribunal Estatal Electoral de Chihuahua. 9 Ley General del Sistema de Medios de Impugnación en Materia Electoral, p. 33. 10 Diario Oficial de la Federación, lunes 14 de enero de 2008, p. 96. 8

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Hubo

o no hubo fraude That is the question


Haiga sido como haiga sido Hubo o no hubo fraude

Hubo o no hubo fraude That is the question

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n el proceso electoral de 2006 la sociedad mexicana se vio dividida: por una parte, quienes apoyaron el Proyecto Alternativo de Nación, formulado por Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato de la Coalición por el Bien de Todos (CBPT); por otra, quienes han creído que lo mejor para el país es continuar con las políticas neoliberales —las cuales fueron inauguradas en la década de los 80 y se mantienen vigentes, pese a su fracaso, hasta hoy día— sostenidas por Felipe Calderón Hinojosa (FCH), candidato del Partido Acción Nacional. Esta polarización social fue producto de varios factores. Uno de ellos fue la campaña negativa en contra del candidato de la CPBT, difundida por la mayoría de los medios masivos de comunicación; causa —y a su vez consecuencia— de cierta resistencia de una parte de la población hacia el cambio. Y han querido hacernos creer que esta división pudiera explicar las votaciones tan cerradas. Así, previo a la jornada electoral, se preparó el terreno para hacer “creíbles” los resultados. Las principales casas encuestadoras auguraban una cerrada contienda. Pese a que hubo una explotación del miedo y el odio —a través de las campañas mediáticas que influyeron en un sector importante de la población—, la diferencia de la votación total no fue tan estrecha como lo indicaban las encuestadoras.

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Aunque es difícil saber con certeza los resultados “reales” de la pasada elección presidencial, tenemos muchos elementos que demuestran que los resultados oficiales se alejan de la realidad. Por ejemplo, existe un estudio, inédito hasta el momento, que comprueba matemática y estadísticamente la manipulación de las encuestas. Su hipótesis central resulta otra pieza más del rompecabezas del fraude: la intención de estas encuestadoras, principalmente GEA-ISA, de hacer creer a la población que las elecciones realmente eran muy cerradas y que, por lo tanto, cabía la posibilidad de una victoria del candidato del PAN. El matemático Macario Hernández, autor del estudio mencionado, concluye que dicha manipulación sirvió para sustentar los resultados fraudulentos que dieron el triunfo a FCH. Junto a este hecho hay un sinfín de elementos. Está la intromisión del entonces presidente en la elección, la conformación —pactada tiempo atrás— del Conse-

jo General del IFE —recordemos que el propio presidente de este instituto, Carlos Ugalde, estuvo casado con Lía Limón, amiga cercana de Margarita Zavala, lo cual sirvió para estrechar aún más los lazos políticos y llevó a que el propio cuñado del candidato del PAN, Hildebrando Zavala, estuviera involucrado en los sistemas del instituto electoral—, entre muchos otros. Asimismo, hay que tener en cuenta el desempeño fraudulento de los magistrados, pues no tenían los elementos necesarios para determinar a un ganador, dada la gran cantidad de irregularidades en las actas, y tantas tropelías hechas desde el presidente de la República, hasta los operadores de Elba Esther Gordillo. Resulta indignante la participación de estos magistrados al negarse a revisar, en beneficio del principio constitucional de certeza, al menos las casillas con tales inconsistencias, aunque fuera de un voto y en atención a lo ajustado de la contienda. Ante este escenario de simulaciones, aparecen varios personajes de la vida pública del país, a los que podemos llamar agnósticos. Ellos afirman categóricamente la imposibilidad del fraude. Entre éstos se encuentran los que defienden las instituciones a ultranza, pese a que ellas mismas son las que, con sus acciones, pierden la credibilidad frente a los ciudadanos. Éste es el caso de Jorge Volpi, Carlos Fuentes, José Woldenberg, por mencionar sólo algunos. Inmediatamente después del proceso, e incluso antes de que se supieran los resultados, se pregonó la pulcritud del proceso electoral, se habló de una genuina fiesta democrática. De nuevo, los medios sirvieron de trampolín para el simulacro. Los defensores de los resultados electorales, en vista de que favorecían —aunque fraudulentamente— al candidato de la derecha, se negaron rotundamente, desde el inicio, a dar mayor certeza a través de un recuento de los votos. Hay que enfatizar que estos defensores se basan en suposiciones, como lo es la idealización de una participación democrática. Si bien ellos exigen pruebas contundentes de que hubo fraude, no poseen las pruebas para comprobar que no lo hubo. Así, personajes de gran presencia en los medios niegan el fraude, se escandalizan aun con la sospecha, e indican la falta de pruebas. En el número 1562 de Proceso, Jorge Volpi dice en su contribución “Los estigmas del pasado”: La gran lección de las elecciones de 2006 es que no podemos darnos el lujo de organizar otras elecciones semejantes en 2012. Si no queremos que uno de los candidatos vuelva a poner en duda todo el proceso sin tener pruebas para ello, debemos modificar drásticamente las reglas del juego. [Las negritas son mías.]

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Haiga sido como haiga sido Hubo o no hubo fraude

En el mismo ejemplar del citado semanario, Carlos Tello Díaz trata el tema de los “errores aritméticos”, concepto en el que el mismo AMLO ha centrado su demanda fallida; Tello comenta un artículo de Javier Aparicio, publicado en la revista Nexos del mes de octubre de 2006. Ambos analistas concluyen que los errores cometidos por los funcionarios de casilla no fueron determinantes para el triunfo de FCH. Javier Aparicio lo sintetiza así: Si eliminamos del cómputo todas las casillas con más o menos votos que el número de ciudadanos que votaron (54 mil 111 actas con error, 41.3% del total) tenemos que Felipe Calderón ganaría por 494 mil votos, lo cual confirma que hubo un poco más de errores en las casillas ganadas por la coalición, como vimos antes. […] Quizá sea posible diseñar mecanismos para contar votos con mayor precisión, pero difícilmente encontraremos uno más imparcial.

Según la nota de Tello, Aparicio afirma que tan sólo 46.7 por ciento del total de actas de casilla, en 2006, aparecían con este tipo de errores. ¡Sólo 61 mil actas, de 130 mil! Se ignora que el porcentaje de actas con tales “errores aritméticos” ponen en duda el principio constitucional de certeza, sobre el cual el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación estaría obligado a pronunciarse, sobre todo cuando el número de actas con este tipo de irregularidades es tan elevado. En el Periódico El Norte, origen editorial del Grupo Reforma, Carlos Fuentes, en su “Deber y haber de AMLO”, del 11 de octubre, de este mismo año, hace las siguientes preguntas: ¿Hubo fraude el 2 de julio? ¿Sólo lo hubo en las urnas presidenciales, mas no en las que eligieron a senadores, diputados y municipios perredistas? ¿Es fraudulento el TRIFE (Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación)? ¿Preferimos las elecciones determinadas por el tapadismo, el dedo presidencial y la hegemonía priista? ¿No ha demostrado el TRIFE una y otra vez, su imparcialidad en numerosas elecciones locales y estatales? ¿A qué hora se convirtió el TRIFE en marioneta de Los Pinos o del PAN? ¿Hubiera sido descalificado el TRIFE por AMLO si le otorga el triunfo a AMLO?

Y llega a la conclusión:

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El México incluyente y democrático, por más imperfecciones que ostente, requiere hoy otro lenguaje y otra actitud. La izquierda tiene que verse y organizarse como un movimiento político permanente, no como una algarada circunstancial.

En el mismo sentido que Carlos Fuentes, José Woldenberg publicó su colaboración semanal en El Norte, el mismo 5 de julio, bajo el título de “La fuerza de las instituciones”; en ella, equipara las instituciones con el barco en el que todos los mexicanos viajamos, y nos dice: A lo único que hay que temer, entonces, es a algunos comportamientos: al que viajando en el barco, por ejemplo, intenta hundirlo. Lo que me hace recordar aquella historia narrada por Orson Welles: un alacrán le solicita a una rana que lo ayude a cruzar un charco. La rana —con buen sentido— le contesta que no se atreve porque teme que en el trayecto le clave el aguijón. “¿Pero cómo crees?”, le responde el alacrán, “si yo te pico, tú mueres, pero yo también me ahogo”. El argumento resulta tan contundente que la rana accede a transportar al alacrán en su espalda. No obstante, a la mitad del camino la rana siente el piquete mortal. “¡¿Pero qué hiciste?!” —grita la rana—; “¡voy a morir... y tú conmigo!”. “Disculpa” —contesta el alacrán— “me ganó el carácter”.

Ante estos pronunciamientos, cualquiera puede pensar que no hubo fraude electoral; que lo que ocurrió en 2006 fue que los funcionarios de casilla cometieron una serie de errores de conteo que no impactaron en el resultado. Si se hubieran hecho las correcciones, el resultado no habría cambiado y, en consecuencia, la izquierda —no las decenas de miles de ciudadanos a lo largo y ancho del país que percibimos la existencia del fraude electoral— tendría que, según el ex consejero, dejar de estar haciendo los agujeros que lleven al hundimiento de las instituciones. Lo que deseaban en su momento estos personajes de la vida pública e “intelectuales” era que se desechara la idea del fraude, convencer a cierto sector y polarizar aún más la población —a quienes hablaban de que sí hubo— se les tachó de “renegados”. Sus argumentaciones se sustentaron siempre en una idealización de un proceso verdaderamente “democrático”. Desde los primeros momentos de la publicación de los resultados preliminares de las elecciones apareció la percepción de que había una serie de anormalidades en las votaciones de los distintos candidatos, sobre todo de los tres de los partidos mayoritarios. Sin embargo, dicha apreciación no tuvo un sustento sólido. Además de esto, los partidos que afirmaron el fraude no tuvieron la capacidad para presentar las pruebas contundentes, es decir, no lograron armar legalmente las impugnaciones. Esto se debió, en parte, a la falta de información —que, paradójicamente, fue abundante. Se tenía plena conciencia de un conjunto de irregularidades e in-

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Haiga sido como Haiga sido Hubo o no Hubo fraude

cluso de delitos electorales, se difundieron estudios estadísticos de científicos que mostraban la imposibilidad del comportamiento de los votos, lo que sugería una manipulación de las cifras, pero no se tenían las pruebas físicas, y mucho menos una sistematización de las mismas que probara el fraude. Sobre esto insistimos: la probanza del fraude sólo puede hacerse si demostramos que si cien ciudadanos acudieron a votar en una casilla entonces debe haber, al término de la jornada, cien votos en cada una de las elecciones; si la cantidad de electores que votaron no nos es dada por las autoridades electorales, entonces estamos legítimamente facultados para hacer las deducciones necesarias para determinar esta cantidad y probar así el fraude electoral. Pero además de las pruebas que puedan aportarse, que existen y son las actas de escrutinio y cómputo, lo que este proceso ha dejado, a partir de la gran cantidad de información publicada, es la demostración científica que desde diferentes perspectivas se ha hecho con los estudios de Luis Mochán,11 Julen Sagardoa,12 Víctor Romero13 y Ricardo Mansilla.14 Trabajos de investigación matemática que poca o nula atención merecieron de los “analistas” seguidores de Felipe Calderón, los panistas y los agnósticos. ¿Hubo o no fraude electoral en las elecciones de 2006? Está demostrado científicamente. Pero también ahí están las pruebas, a la espera de ser tomadas en cuenta: las actas. Esta investigación plantea una cuestión fundamental de la democracia, que, al ser vulnerada, contradice todo discurso falazmente construido sobre la pulcritud de los procesos electorales del México actual. En las siguientes páginas, se descubrirá la falta de correspondencia entre los resultados de las tres elecciones en juego en el proceso de 2006, lo que conlleva a un análisis comparativo —cabe decir, que la misma ley electoral prohíbe que en las sesiones de cómputo, ante los consejos distritales, se lean los tres resultados de una misma casilla, precisamente para evitar la comparación y que salten a la vista las diferencias.

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http://www.alejandraramirez.com.mx/elecciones/archivos/maillist.html#00402. La dirección electrónica del documento de Sagardoa ya no se localiza en Internet; sin embargo, poseo el texto y estará a disposición de quien lo desee ver. 13 http://www.fisica.unam.mx/octavio/A-PREPCD.pdf. 14 http://www.fisica.unam.mx/octavio/Analisis%20de%20los%20resultados%20electorales.pdf.

En una casilla deben coincidir los resultados entre las elecciones, en este caso, la de presidente, la de diputados y la de senadores. La tesis que aquí se sostiene es que hay diferencias significativas entre los resultados de éstas. Ante una realidad de la política mexicana, de prácticas y procesos mediados por actos de corrupción, es difícil interpretar estas variantes como actos “no dolosos” o como errores aritméticos. A nivel nacional, independientemente del sentido del sufragio, tenemos que para presidente hubo 500,593 votos de más en relación a la elección de diputados. Si comparamos el total de votos emitidos para la elección de los senadores y la de presidente, encontramos una diferencia de nada menos que 363,739 votos.15 ¡Más que la diferencia por la que se definió la elección!16 ¿Cómo confiar en resultados así de irregulares? Se trata de la prueba del fraude, una parte verificable de éste, ya que se llevó a cabo desde varios frentes. Los que apuestan por la amnesia, y porque el estado de cosas se mantenga tal cual es, desean que abandonemos la idea del fraude y que nos conformemos con esta realidad. A contrapelo, y muy a su pesar, nos hemos dedicado a investigar para probar que sí hubo fraude. Estamos ante una práctica no de ahora, sino de siempre, en la vida política del país, prácticamente convertida en parte de la cultura nacional. Este libro nace por una convicción: debemos desentrañar el presente para lograr construir la historia que necesitamos para avanzar. Esto nos motiva: hacer conciencia del fraude y sus dimensiones para impedir que siga sucediendo. ❖

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15 Estas cifras fueron obtenidas de los resultados que el propio IFE publicó en su portal: http://www.ife.org.mx/ documentos/computos2006/, consultado el 14 de diciembre de 2011. 16 Según el IFE, la diferencia que le dio el triunfo a Calderón es de 243,934 votos.


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