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Y Dios me hizo

MUJER

Mujer Y Dios me hizo mujer de pelo largo, ojos, nariz y boca de mujer; con curvas y pliegues y suaves hondonadas; y me cavó por dentro, me hizo un taller de seres humanos. Tejió delicadamente mis nervios y balanceó con cuidado el número de mis hormonas. Compuso mi sangre y me inyectó con ella para que irrigara todo mi cuerpo; nacieron así las ideas, los sueños, el instinto. Todo lo que creó suavemente a martillazos de soplidos y taladrazos de amor; las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días, por las que me levanto orgullosa todas las mañanas y bendigo mi sexo.

GIOCONDA BELLI


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Editorial Un nuevo año está por nacer, y deseamos compartir la celebración con todos ustedes. Despedimos con agradecimiento este rico año que se va, porque ha sido de gran trabajo y crecimiento. Hemos visto florecer las semillas sembradas en el tiempo y aprendimos el siempre sutil arte del cuidado.

Editorial

Llegamos satisfechas al intenso diciembre por todo lo que el camino nos ha brindado en experiencias y posibilidades. Los corazones están plenos y las manos dispuestas; el espacio receptivo para seguir creando, albergar nueva vida y traerla al mundo. Jan Tittren cerró el Primer Congreso «El mundo de la Maternidad», en Barcelona, el mes pasado, preguntándole a la audiencia cuáles eran sus sueños y pidiéndole a cada uno que confiáramos en ellos. Sus palabras me recordaron el mensaje de una india cherokee que nos enseñó que en su comunidad creían que el futuro del mundo depende de los sueños de las mujeres. Deseamos que esta fiesta de la cosecha, que trae cada verano, nutra sus almas con el sentimiento de realización y con la alegría de vivir.

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SECCIONES

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homenaje

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testimonios

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incorporá arte

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para todos

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S TA F F Año 2 / Número 6 / Diciembre 2005 La reproducción de este material por cualquier medio es posible con la autorización de Editorial Creavida. Los artículos publicados son seleccionados por esta editorial. DIRECTORA Jaqui Zieler EQUIPO EDITORIAL Magui Cadot Grace Cobe Alicia Garibaldi Magdalena Garat Julia Rujinsky COORDINADORA DE EDICIÓN Flavia Tentori CORRECCIÓN EDITORIAL María Josefina Bulló DIAGRAMACIÓN & ARMADO Gustavo D. García gustavodanielgarcia@yahoo.com.ar FOTOS E ILUSTRACIONES Banco de Imágenes Editorial Creávida The Family of Children ¿Nacer por cesárea? Herrán, la pasión y el principio Pintura de Alejandra Sanguinetti, del libro Arte Naif. Libro de notas.

Esta edición es propiedad de Fundación Creavida Cuit 30-70822501-7 Superí 1411 - Capital Federal - 1426 - Bs. As. - Argentina www.fundacioncreavida.org.ar creavida@fibertel.com.ar info@fundacioncreavida.org.ar


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SUMARIO 6. Congresos 10. La adolescencia, segundo nacimiento 16. Sociedad, ciencia y creatividad 19. Poesía 20. ¿Nacer por cesárea? 24. Las mamás y sus bebés 28. Rumba de las madres 30. Linaje materno, linaje de mujeres y apellido 32. Sexualidad y nacimiento 39. ¿Por qué grupos de hombres y mujeres? 44. Encuentro de lectores

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CONGRESOS

Participar de los eventos que se organizan alrededor del tema del nacimiento en el mundo es una experiencia que merece ser relatada. Se huele en ellos el aroma de la vida nueva. Miles de personas, en su mayoría mujeres, activan un movimiento lleno de energía, desenredando viejos malentendidos, levantando derechos caídos, despertando memorias olvidadas, investigando las condiciones del funcionamiento natural de los cuerpos y las almas, afinando oídos a las necesidades afectivas más tempranas, cuidando lo más preciado que tenemos como humanos. Los títulos que los convocan varían entre «seminario», «conferencia internacional», «encuentro», «coloquio»; y sus nombres giran alrededor de «Embarazo y nacimiento consciente», «La naturaleza del nacimiento», «Maternidad y primera infancia», «Nacer en la adversidad», «El mundo de la maternidad», «Recuperando la partería». Reúnen, principalmente, a parteras, preparadoras para el parto, promotoras de lactancia, enfermeras, y algunos obstetras, neonatólogos, psicólogos y psiquiatras. En ocasiones, concurren mujeres embarazadas y, a veces, parejas que en general se acercan a dar su testimonio en algún taller.

Recientemente, en un congreso en Río de Janeiro al que acudieron dos mil personas-, el Ministerio de Salud de Brasil tuvo su propio stand, ya que en ese país existen políticas nacionales para la humanización del parto y el nacimiento. Además de los tantos pósters presentados, que mostraban las experiencias hospitalarias y los proyectos que funcionan en varios países de Latinoamérica, hubo bellas exposiciones de fotos: «Las madres de la Tierra», en homenaje a las parteras, y «Una dimensión del gozo femenino», del Dr. Paolo Batistuta Novaes. Enorme fue la oferta de talleres y conferencias durante los tres días que duró este evento. Estuvieron presentes Marsden Wagner y Mario Merialdi, de la Organización Mundial de la Salud. Marta González, socióloga, líder de la población indígena aymara, nos regaló una exquisita confe-

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rencia. «Solito no existes; existes con el otro», nos recordó. Habló del valor conciencial del sentimiento y nos mostró la cultura como una manera de moldear la experiencia. Leslie Page dijo en su conferencia: «El conocimiento es útil sólo si podemos transmitirlo a otros». Elizabeth Davis habló sobre el círculo de la vida y los distintos estadios en el desarrollo de las mujeres. Eleanor Madruga Luzes planteó que muchas de las dolencias incapacitantes de la vida adulta, que son tan caras al sistema, podrían ahorrarse si hubiera una conciencia del inicio de la vida a través de los tantos estudios y evidencias científicas que ya existen sobre la vida pre- y perinatal. «La cultura celular amorosa es para siempre». Habló sobre los efectos del estrés continuo en sociedades ansiosas como las nuestras. Laura Uplinger compartió con Michel Odent una charla sobre el nacimiento como cultura de paz, en el cómodo living con el que habían ambientado el escenario. Hubo un amplio espacio dedicado al debate sobre la formación de profesionales -pediatras, obstetras, enfermeras- dentro de la perspectiva de la humanización. También se presentó un proyecto de sensibilización de profesionales en el hospital Sao Pio X, en Ceres, impulsado por el Ministerio de Salud. Temas como la paternidad, las vivencias de lo femenino profundo, las doulas -como estrategia de humanización-, se desarrollaron a lo largo del congreso.1

La peculiaridad de estos eventos es el clima que en ellos se vive; «oxitocínico», lo bautizó en México una de las cuatrocientas parteras que allí acudieron. Además de las sonrisas, los colores de las polleras de las parteras tradicionales, el baile y el canto siempre presente, los encuentros personales que posibilitan intercambios riquísimos de largas horas entre las mujeres de los distintos países son, sin duda, uno de los tesoros más valiosos que nos llevamos de allí. Para las parteras jóvenes que por primera vez escuchan que los temas que tanto las inquietan en

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CONGRESOS

sus prácticas también preocupan en los distintos lugares del mundo y cómo están intentando resolverlos, les permite volver a sus trabajos cargadas de energía para procurar los cambios necesarios. Durante esos días vivimos una cálida y próxima hermandad que despertó en nosotras la memoria ancestral de lo femenino. Delicada y sutilmente, cada día, cada charla, las miradas, las palabras y los relatos cargados de sentido extraían, desde lo profundo, en un gesto compartido y confirmante, los saberes de cada una y el de todas. Raquel Schallman, de la Argentina, ofreció talleres y brindó una conferencia; su libro, Parir en libertad, fue recibido con gran interés por las parteras mexicanas. En Barcelona, la partera Blanca Herrera relató cómo lograron transformar la atención en su hospital y finalizó diciendo: «La falta de intimidad en el parto es un factor de riesgo»; Michel Odent, que estaba sentado entre la audiencia, sonrió satisfecho. Luego, en su propia conferencia, el Dr. Odent habló sobre la cientificación del amor y mostró la necesidad de introducir nuevos criterios para pensar la evolución. A la pregunta sobre cómo inducir una nueva conciencia, respondió que hay que aprender a ser bilingües: transmitir conocimientos intuitivos por un lado (y no sólo a quienes ya los han comprendido) y tener acceso al lenguaje científico para poder decir lo mismo de otra manera. También señaló que hay que disminuir los efectos negativos de las consultas médicas y satisfacer la necesidad de las embarazadas de estar entre mujeres, no importa lo que hagan juntas: cantar, bailar, nadar, pero que puedan sentirse en paz y disfrutar. Agregó que hay que dejar de separar a las mamás de sus bebés inventando razones médicas para hacerlo y contó una investigación hecha con primates que parieron por cesárea: se cubre el cuerpo del bebé con secreciones vaginales y líquido amniótico para que la madre recupere su interés por el cuidado. Dijo, también, que las hemorragias posparto -una de las principales causas de muerte materna- podrían evitarse si no se interfiriera el período entre el nacimiento del

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bebé y el alumbramiento de la placenta, momento en el que el cuerpo de la madre libera ese maravilloso cocktail de hormonas del que tanto habla en sus libros. Francisca Fernández Guillen, abogada y vicepresidenta de la asociación de usuarias «El parto es nuestro», habló sobre los derechos de la mujer en el parto; realizó un exhaustivo estudio de las leyes españolas que desanudó muchos de los malentendidos y suposiciones que, tanto mujeres como parteras, creen tener la obligación de acatar creyendo que son legales. «El derecho no es el culpable de los partos que tenemos», dijo. La ley dice que los pacientes tienen el derecho de conocer lo que compete a su salud para tomar decisiones y que sólo se «acata" por la comodidad de darle la responsabilidad a otro y no porque lo que el otro hace sea legal. Habló del valor de los protocolos y de la importancia de que haya prácticas unificadas basadas en la evidencia científica, ya que un buen protocolo es flexible por naturaleza. Jan Tritten diría dos días después: «Cuando se comparte el poder, se comparte la responsabilidad». Ibone Olza, presidenta de la misma asociación y psiquiatra, disertó sobre la sanación de la herida emocional del parto traumático.2 Jesús Sanz, Henci Goer, María Jesús Blázquez, entre otros, ofrecieron talleres al día siguiente. Jan Tritten cerró el congreso con una muestra de diapositivas de parteras de Japón, Polonia, México y Trinidad Tobago, y relató sus riquísimas experiencias. Dijo: «Las parteras pisamos suelo sagrado. Cada una de ustedes tiene un sueño que es un punto de luz, una semilla que tienen que llevar a sus lugares y dejar crecer. Son ¨unoporcenteras¨, el uno por ciento que está por el mundo haciendo cambios en el parto y en el nacimiento». 1 Todas las conferencias y talleres estarán a la venta en DVD y VHS. (www.congresorehuna.org.ar) 2 Véase el artículo "¿Nacer por cesárea?".

El aliento para asumir la responsabilidad de los cambios posibles y la centración de tantas mentes y corazones en distintos lugares del mundo comprometidos en esta tarea son el impulso que nos llevamos de los encuentros para seguir avanzando

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La

Adolescencia

adolescencia Segundo Nacimiento La adolescencia no ha existido siempre; así como sucede con la infancia, su estatus e importancia son muy variables según las sociedades y las épocas. Observamos que nuestras sociedades europeas se sienten mal con sus adolescentes, y ellos se sienten mal en sus sociedades. Se miran en espejo y se dan miedo. Este miedo los reúne, y se lo puede comprender como síntoma del disfuncionamiento social de una sociedad que no sabe poner límites ni significar la separación. Si tomamos una metáfora del ámbito de la jardinería, podría compararse nuestro estilo de educación con el cultivo de los árboles frutales puestos en emparrado. Se los tortura con la finalidad de que den frutos de los que ya se sabe con anterioridad cuál será el gusto y el tamaño que tendrán. Se parte del principio de que si el árbol crece a su arbitrio, no dará buenos frutos. Por el contrario, la Haptonomía postula que el niño lleva en él lo bueno que necesita para dar frutos. El ser humano, en su nacimiento, no es ni bueno ni malo; es portador, potencialmente, de lo peor y de lo mejor; pero para que lo bueno se exprese, es necesario interpelarlo y confirmarlo sin cesar. Una simple poda que deje al árbol tomar su forma y dar sus frutos, que no se parecerán a ningún otro. No supimos transmitir nuestros valores a los jóvenes que nos siguen. Ellos transgreden nuestras reglas de vida, son más delincuentes, más violentos, y todo sucede más tempranamente. La actualidad cotidiana nos confirma cada día este hecho y nos confronta con nuestra impotencia como cuerpo social que tiene que contener esta «nueva barbarie». Mientras que la mundialización nos invita a reinventar una ética de vida en conjunto y a aprender a transmitirla a nuestros niños, vemos que nuestras sociedades amenazan con sucumbir desde adentro por la incapacidad de compartir el espa-

cio y el tiempo entre generaciones. Es legítimo, entonces, interrogarse sobre la adolescencia; cada uno desde nuestro lugar, y es ésa la razón por la cual no desarrollaré aquí la parte apasionante del aspecto sociológico de la cuestión, que no es de mi competencia, para hablar sólo de educación. La práctica de la Haptonomía, desde hace veintitrés años, me ha permitido adquirir las certezas que deseo compartir. Antes de seguir adelante, quiero decir aquí que no puede permitirse hablar de educación si no se ponen de manifiesto dos cuestiones esenciales. Jamás debería juzgarse a los padres por sus hijos (no se debería, además, juzgar a nadie, salvo que uno sea juez). En efecto, la experiencia nos muestra que ciertos padres que han hecho verdaderamente lo mejor pueden ver a sus hijos descarrilar, mientras que otros padres, a quienes se les predecía lo peor, se encuentran con niños ubicados y bien plantados en la vida. La educación no es una ciencia exacta. Los adultos proponen, el niño dispone, tomado dentro de una red de influencias muy diversas dentro y fuera de su familia, y de circunstancias que juegan un gran rol. Sabemos, actualmente, que las influencias transgeneracionales ejercen un peso importante. Lo que viene del medio, del contexto y de las experiencias influye en el desarrollo, y esto desde la vida prenatal. Lo que el niño vive en el vientre materno hará que inhiba o exprese ciertos genes; es la dimensión epigenética cada vez más conocida en nuestros días. Respetar a un niño es aceptar que él tome el riesgo de equivocarse sin que por eso pierda su valor. La paciencia requiere mucho amor. Todo el mundo comprende la importancia de lo afectivo, pero con la Haptonomía disponemos de herramientas de trabajo racionales, occidentales,

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Un niño in utero expresará o inhibirá ciertos genes en función de lo que vive. ¡Esto nos da una enorme responsabilidad! El recién nacido nace rico en experiencias prenatales que habrán desarrollado en él cierto sentimiento de seguridad o, al contrario, una inseguridad latente que le darán a su entrada en la vida aérea un carácter más o menos dramático, según las circunstancias. El recién nacido, ante los increíbles cambios que aporta el tránsito de la vida acuática en el regazo materno a la vida aérea, a la separación, debe hacer enormes esfuerzos para adaptarse y engramar todas las nuevas experiencias sensoriales. El cableado de los circuitos neuronales comenzado en el vientre materno continúa activamente. Muy rápido le da valor y sentido a lo que vive. Como decía Françoise Dolto: «Para él todo es lenguaje». Es necesario comprender que el recién nacido es alguien que ha perdido su libertad. En el regazo materno, podía jugar con su cordón, su placenta, sus manos, sus pies. Podía succionar su dedo gordo, masturbarse, danzar entre las manos de sus padres, acercarse o alejarse de aquello que atraía su atención o le daba miedo. Podía también, cosa esencial, invitar a sus padres al encuentro, reconocido así como sujeto de su historia. Y aquí lo tenemos ahora, entregado a los adultos que lo manipulan -a menudo como un objeto- ante la fuerza de gravedad. Los bebés tienen miedo al vacío y se adaptan tan bien como pueden a ser levantados y vueltos a acostar, momentos que son desagradables e insegurizantes la mayoría de las veces. Cuando sabemos de verdad qué es un recién nacido, nos sentimos dolorosamente oprimidos al constatar las pruebas que le toca vivir. Venía de un mundo en el que estaba enteramente rodeado de contactos y encuentros, ahora está sumido a acontecimientos inquietantes que se reproducen cada dos horas. Descubrir el hambre, el dolor de panza, las nalgas mojadas, la soledad y la dependencia es una dura aventura. Comprendemos que algunos sientan nostalgia del pasado hacia el que buscan volver bajo una forma regresiva. La cuestión del paraíso prenatal perdido, al cual muchos humanos buscan regresar, ha sido mal postulada. En muchos casos, la vida prenatal sólo es envidiable en comparación con una vida postnatal en la cual el niño no se siente en seguridad como necesitaría.

que nos permiten abordar el cuidado en el sentido más amplio del término, y la educación de manera totalmente innovadora y, sin embargo, afectiva. A Frans Veldman, con quien aún trabajamos intensamente, le gusta decir que una ciencia que no se preocupa de la felicidad humana no merece el nombre de ciencia. La Haptonomía nos enseña que la búsqueda del sentimiento de seguridad y el miedo a la soledad atormentan el corazón humano. El hombre es una especie nidícola como los pájaros que no dejan el nido hasta que saben volar. El recién nacido, como el niño y el adulto, busca sentirse en seguridad; aun si objetivamente no lo están, pueden tener ese sentimiento. Una vida humana es una trayectoria que se desarrolla desde la concepción hasta la muerte. Tras el caos aparente y las peripecias variadas, siempre se puede discernir cierta continuidad. Cada acontecimiento provoca un eco y deja una marca. Los miedos y los sufrimientos actuales despiertan sufrimientos y miedos más antiguos. Podemos sorprendernos, por ejemplo, ante la incapacidad de alguien de hacer el duelo cuando se muere su perro, cuando quizá esté llorando a sus padres o a sus abuelos muertos hace treinta años. A lo largo de esta trayectoria de vida, cada experiencia vivida viene a sedimentar para formar el humus psicoafectivo consciente, pero sobre todo no consciente, en el cual cada uno de nosotros puede hacer frente a los acontecimientos nuevos cuando es necesario tomar una posición. Sabemos actualmente que no hay una, sino varias memorias múltiples, muchas de las cuales no vienen a la conciencia hasta que no suceden ciertas circunstancias emocionales o sensoriales particulares. A la luz de los conocimientos nuevos -en particular de los que nos aportan las neurociencias y la Haptonomía-, es necesario hoy osar replantearse el dogma de la amnesia infantil con el cual fuimos formados desde Freud. En su mundo líquido, oscuro, cálido, el niño in utero -mucho antes de su nacimiento- percibe, siente, propone… espera.Todo nos conduce a pensar que acecha lo que pueda darle signo y sentido. Sabemos hoy que, desde nuestra concepción a nuestra muerte, elaboramos y modificamos nuestro sistema nervioso en función de un ir y venir entre nuestro patrimonio genético y nuestras experiencias.

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Se dice a menudo que las madres les han dado la vida a sus hijos, pero es falso. En realidad, los padres transmiten la supervivencia; la vida todavía les debe ser dada a través de la acogida, de las palabras, de los gestos que les dan seguridad, placer de ser y gusto de vivir en forma activa. Ahí se sitúa, verdaderamente, el don del amor.

El recién nacido que debe hacer que los adultos vengan alrededor de su cuna con una buena idea, con el objeto adecuado, en el momento correcto y con un buen objetivo está naturalmente egocentrado. Toda la educación consiste en realizar un lento descentramiento que nos permita orientarnos hacia los otros. Hacerse cargo de un recién nacido es darle una verdadera cultura de las separaciones y de los reencuentros. En ello va su libertad de llegar a ser sí mismo; se trata, entonces, de una responsabilidad política en el sentido más noble del término. Lamentablemente, la educación dada a los pequeños invita en forma constante a la sumisión. En ese momento de su vida, cada instante es una primera vez, con la fuerza de las poderosas impresiones que eso implica. Reaccionan a lo que se les propone con toda la singularidad de su bagaje genético y con toda la riqueza de las experiencias de un pasado breve, pero intenso. Como todo humano que atraviesa una prueba, tiene necesidad de hablar de ella. Para el recién nacido, se trata de escuchar las palabras dichas sobre lo que él experimenta, ya que la palabra es el privilegio de los humanos. Pero el niño busca también la coherencia que da sentido a las palabras y a los gestos. Como lo dice bellamente el psicoanalista Joël Clerget: «Hay palabras que tocan y gestos que hablan». Los bebés son extremadamente sensibles a la armonía o a las discordancias entre la manera de sostenerlo y el lenguaje. La manera de llevar a un niño es significante como un lenguaje.

Los ecos En la adolescencia, por segunda vez en nuestra vida, hay que pagar el peaje por pérdidas inquietantes. En el nacimiento, hay que morir a nuestra vida fetal y a su intensa liviandad. Hay que dejar el estado casi simbiótico para entrar en el mundo de los que afrontan la soledad. El cordón cortado implica un lazo modificado. Hay que renunciar también a la perfusión placentaria para entrar en la comunidad de los que deben alimentarse y respirar solos, y también dejar la ingravidez acuática para afrontar la gravedad que nos aplasta a la cuna. No es sorprendente, entonces, ver adolescentes que experimentan una gran necesidad de cambiar de aire y se vuelven egocentrados después de la maravillosa apertura al mundo en la fase que precede a la adolescencia. En la adolescencia, hay que dejar la infancia y sus privilegios para entrar en el mundo de los que se hacen cargo de su vida. Dejar la falta de preocupaciones de la infancia y tomar la medida de la gravedad de las situaciones que afrontan los mayores. Ahí también se trata de separarse, de alejarse de lo que le daba seguridad para crecer, es decir, de ir en el sentido de su propia vida para convertirse en uno mismo. Aun si no se es consciente, se sabe lo que significa en nosotros el peligro de ir a contrapelo, en el sentido contrario hacia la regresión, hacia lo que no es la vida, pero se parece a la muerte del sujeto que, en nosotros, sigue siendo siempre deseante.

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Todo esto nos invita a no olvidar cuánto coraje se necesita para vivir verdaderamente y no contentarse con sobrevivir. Como la primera vez en nuestro nacimiento, es posible que quienes nos rodean sufran este alejamiento necesario y, más o menos conscientemente, nos empujen a renunciar a él. Puede ser que sólo percibamos con dolor el sufrimiento que nuestras mutaciones les imponen. El sufrimiento de quienes amamos es un freno potente. A veces sólo la rebelión y el rechazo abren la posibilidad de no someterse a esta negatividad. A la fusión responde la fisión; las relaciones demasiado fuertes raramente se desanudan con suavidad. En la adolescencia, pueden despertarse los conflictos entre la madre y el lactante. A veces, las madres se sienten malas madres porque sus bebés no responden a sus ofrecimientos de cuidados como ellas lo desearían, mientras que ellos responden, pertinentemente, a dificultades subterráneas que intentan desbaratar o desenmascarar de manera indirecta. Tal como los recién nacidos deben afrontar las depresiones postparto que devastan a sus madres, los adolescentes se encuentran a menudo confrontados con solapadas depresiones parentales no diagnosticadas, pero igualmente dolorosas, que se encuadran en el balance de una vida en la que no encuentran sentido, porque los niños ya no juegan el rol de tutor interno. Los niños pequeños proveen no sólo ocupaciones, sino sentido a la vida. Françoise Dolto decía: «Los niños no deben ser el centro de la vida de sus

padres, sino que deben ser periféricos». La práctica clínica nos muestra que cuando esto es cierto las situaciones acontecen mejor al llegar la adolescencia. Mientras los hijos cambian, los padres afrontan con frecuencia la crisis de la mitad de la vida, como se dice ahora. Es una peculiaridad de nuestra época en la que faltan, cruelmente, los rituales de pasaje que permiten asumir las transiciones. Esos rituales eran útiles para todos, tanto para los niños como para los padres y los abuelos. Los recién nacidos viven por y para su madre en una relación de exclusividad, como en el estado amoroso, caracterizado por el hecho de que la sola presencia del otro nos colma. Los adolescentes, tanto en la amistad como en el amor, son a menudo posesivos, exigentes, exclusivos e intransigentes. La entrada en la vida amorosa se realiza del mismo modo que en el nacimiento. Por segunda vez en su vida, el niño es sede de transformaciones corporales importantes con todo lo que eso implica en el flujo de percepciones nuevas, agradables o desagradables, acompañado de un sentimiento de extrañeza en relación con su propia persona y, también, con los otros. Por segunda vez en su vida, vive una inundación hormonal que modifica fuertemente sus órganos genitales y su libido vital. En el nacimiento, los órganos genitales son muy voluminosos; a veces sucede que los bebés tienen un crecimiento de las mamas, y las niñas tienen pérdidas de sangre como pequeñas menstruaciones. Esto es difícil en una época como la nuestra en la que todo está sexualizado y en la que el reino de

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la imagen es tan imperioso. A través de los medios de comunicación, se expone su vida privada, pasando de lo íntimo a lo éxtimo sin siquiera percibir lo que hay de destructor en esta exhibición que nos aporta la notoriedad, ya de por sí potencialmente fragilizante en sí misma. No encajar con las imágenes emblemáticas de la femineidad puede empujar a ciertas jóvenes a la desesperación. Por segunda vez en su vida, el niño les hace pasar una prueba a sus padres. Los obliga a captar el paso del tiempo, a afrontar su edad; mueve las generaciones. Cada madre, cada padre es confrontado al mismo tiempo con su envejecimiento y con su propia adolescencia, tal como su bebé recién nacido los había confrontado con su nacimiento. Algunos padres descubren con vergüenza que están celosos de sus hijos. Los celos, el orgullo y el miedo son los grandes ingredientes universales e intemporales del sufrimiento humano. En el mejor de los casos, los padres llegan a tomar conciencia de esos sentimientos, pero afrontan entonces la vergüenza y la culpabilidad que esos sentimientos tan comunes, sin embargo, siempre generan. Cada pareja parental es cuestionada sobre su vida y su futuro. El psicoanalista Denis Vasse dice: «Cada recién nacido, con los medios que dispone, convoca a sus padres para preguntarles quiénes son, qué hacen juntos y por qué lo han traído al mundo». El adolescente sacude y cuestiona nuevamente a la pareja de padres que puede interrogarse sobre sus capacidades para seguir unida y viva sin el cimiento que constituían los niños pequeños de quienes tenían que ocuparse juntos.

El adolescente, como el recién nacido, siente de manera muy fina lo que tiene que ver con el lugar de su padre y con la relación de pareja entre sus padres. Éstos llegan a menudo en un período en el que las cuestiones del deseo, de la sexualidad y de la seducción se exponen de manera dolorosa, como es en el caso después de un parto. En la adolescencia, las parejas a veces se deshacen porque no ven para nada la situación de la misma manera. Sucede que uno de los padres se identifica con su hijo en crisis y se ubica como aliado contra el otro padre. La situación se vuelve, entonces, explosiva para la familia. Así como los padres deben renunciar al niño imaginario desde el momento en que tienen a su recién nacido entre los brazos, el adolescente mirando a sus padres con esa mirada láser que tiene- pierde a menudo sus ilusiones sobre los padres imaginarios que su admiración de niño había forjado. Nuestros niños, cuando son pequeños, creen que somos los padres más bellos y más inteligentes porque tienen necesidad de admirar y de amar a sus padres. El error es creer que por eso somos los más bellos, los mejores y los más inteligentes. Bajo la mirada de nuestros adolescentes, descubrimos que somos unos pobres humanos iguales a los otros. Una imagen de nosotros, padres, cae entonces dolorosamente. Esta caída lleva a algunos a la depresión. Por parte de los padres, es necesario, como en el nacimiento, hacer el duelo del niño imaginario y volver a darle su confianza sobre nuevas bases. Pocos padres tienen confianza en sus hijos, pero

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no tienen conciencia de esto. Llaman confianza a una aceptación de su hijo si éste se mantiene dentro de los límites que para ellos, como padres, son aceptables. Es fácil darle esa confianza. Lo que cuesta es conservar la confianza a largo plazo en el devenir de un niño que disfunciona y poder significárselo. Darle confianza es hacerlo en relación durante todo el trayecto, aceptando ciertos rodeos que dan miedo en el momento, pero que se revelan fecundos a largo plazo. Lo más grave que se le puede hacer a un niño es retirarle nuestra confianza, porque eso puede confiscarle la suya... la que necesita tener en sí mismo. Es como retirarle los apoyos a un niño que aprende a caminar en un lugar peligroso. Los adolescentes lo sienten y se angustian sin saber de dónde viene su angustia, tal como les ocurre a los recién nacidos. Todo esto nos conduce a pensar que para ayudar a un adolescente es muy útil contar con la mayor información posible sobre las condiciones de su nacimiento y de su primera infancia, ya que una cosa es cierta: todas esas realidades no deben ser tomadas como hechos del destino de los cuales es imposible escapar una vez que los dados fueron tirados. Todo es «trabajable». Por momentos quisiéramos saber si los adolescentes están en peligro. En efecto, ciertos adolescentes poco inquietantes se tiran un día por la ventana, mientras que otros, cuyo disfuncionamiento es espectacular, no están en peligro. Aun teniendo experiencia, a menudo es difícil saber dónde se está. El conocimiento sobre los inicios de la vida ayuda mucho a situarse, a decir las palabras necesarias y a ejercer los actos que ayudarán de la mejor manera a pasar los momentos difíciles. Poner en resonancia ciertos comportamientos con lo que fue vivido anteriormente permite poner una distancia, y le da al adolescente cierta libertad. Hablar de todo eso entre padres e hijos, cuando es posible, les permite a todos tomar distancia, lo cual es el verdadero camino del acercamiento. No hay un deber de felicidad. Pero me atrevería a decir que hay un deber de discernimiento y de libertad. Les debemos a nuestros hijos que tomen una carga menos pesada que la que nosotros debimos llevar. Les debemos el desarrollo de la capacidad de pensar de manera autónoma a fin de no ser embriagados por cualquier movimiento de masas,

sea el que sea. Pienso en el inquietante desarrollo de las sectas. Ésa es la meta de la Haptonomía prey postnatal. Es extremadamente inquietante lo que sucede en las maternidades de los países occidentales y en los servicios de neonatología y de pediatría en los que no se preocupan para nada de las marcas patógenas dejadas por una medicina técnica, sometida a un deber de rentabilidad como si se tratara de un sector de producción como cualquier otro. Se puede ayudar a los recién nacidos a construirse en la seguridad afectiva; se puede ayudar a los mayores a volver a situarse en el mundo. Cuando se está ante un adolescente que disfunciona y al cual uno está ligado, siempre se puede intentar ver claro en uno mismo, comprender dónde se está… como después de un nacimiento. Resta hacerse ayudar. Cuando una relación es tensa, la calma de uno seguriza al otro a la vez. Un padre que se siente culpable y malo no puede ayudar a su hijo. Si se puede llegar a sentir confianza en uno mismo como padres, seguramente eso ayudará al adolescente a tenerse confianza. Es un viaje precioso entre todos, ya que el sentimiento de culpabilidad -siempre listo para manifestarse entre los humanos- es un sentimiento muy tóxico, capaz de envenenar todas las relaciones familiares. Por lo tanto, todo puede siempre volver a replantearse. Si uno encuentra ante sí la confianza que le permita reencontrar ese sentimiento en uno mismo, entonces, las zanjas del camino en las que uno se cree atascado, entrampado, pueden llegar a ser surcos portadores de vida.

Este artículo es un extracto de un trabajo de la Dra. Catherine Dolto. El trabajo completo puede leerse en la página de la Fundación Creavida www.fundacioncreavida.org.ar

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SOCIEDAD, CIENCIA Y CREATIVIDAD

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El mes pasado, visitó Buenos Aires Murray Gell-Mann, un genio de la ciencia. Algunos lo llaman «el hombre con cinco cerebros» por la pluralidad de intereses que persigue. Es profesor emérito de Física, consejero en temas ambientales, una autoridad en el origen de los lenguajes, y pensador sobre temas diversos. Nació en Nueva York en 1929. En 1969 obtuvo el Premio Nobel por resolver uno de los misterios del universo al postular que los protones y los neutrones, que forman el núcleo atómico, están compuestos por ladrillos fundamentales a los que llamó quarks (porque le gustaba el sonido de esa palabra). Fue invitado a dar una charla en el colegio Las Cumbres, de Recoleta, la cual tuvo un carácter informal, ya que el motivo principal de su viaje a la Argentina era hacer avistaje de aves con unos amigos.

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Su disertación, tal como la presentó, trató sobre «... las ideas creativas, pero no sólo en la Física o en el Arte, sino en la vida diaria».

Murray Gell-Mann

Recurriendo a memorias de su niñez, a su experiencia como científico y hasta a las más complejas teorías de la Física, invitó a la audiencia a pensar en las características distintivas del pensamiento creativo. Relató los pasos que un gran científico alemán describió para concebir ideas creativas: En primer lugar, saturación (llenarse la cabeza con el problema que uno quiere resolver); en segundo lugar, incubación (pensar en el problema consciente o inconscientemente); por último, iluminación (cuando «la lamparita se enciende» y surge la idea). En 1908 el matemático francés Henri Poincaré agregó un cuarto paso: verificación (comprobar si la idea funciona). Aseguró que una de las formas más importantes para lograrlo es sacándose de encima los prejuicios que impiden el progreso; tenemos que preguntarnos siempre: ¿Por qué no? Para Einstein, por ejemplo, hacerlo significó dejar de lado la creencia de que el tiempo y el espacio eran absolutos y no se mezclaban; algo que no era más que una superstición. Para formular su teoría sobre los quarks, Gell-Mann mismo partió de una equivocación y de su poco respeto por las reglas establecidas. Para él es más importante formular problemas que resolverlos, ya que se requiere más creatividad porque implica plantearse cuáles son las condiciones reales que debe cumplir la solución. Comentó, también, que trabaja en más de seis o siete proyectos a la vez; que no sabe lo que es carecer de ideas y que se divierte mucho saliendo a contemplar la naturaleza y, en especial, los pájaros. Se despidió diciendo: «Debería trabajar más, pero vivir lleva tanto tiempo que... ¡es una lástima!».

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HOMENAJE

Como lo venimos haciendo desde el primer número de nuestra revista, dedicamos este espacio a todos aquellos que fueron abriendo rumbos en la conciencia del inicio de la vida. Por este motivo, queremos hoy -a través de las palabras de una de sus colegas, la Dra. Margarita Martín Romero- brindarle nuestro público reconocimiento y despedir con gran emoción a uno de esos verdaderos pioneros, el Dr. Rodolfo Pablo Bértola.

Desde el inicio de su profesión, el Dr. Rodolfo Pablo Bértola se dedicó a los temas relacionados con la gestación y el hijo por nacer. Estudioso del tema, trabajó junto a otro destacado profesional al cual el mundo le debe mucho en el avance de los conocimientos de la fisiología de la gestación, el Dr. Caldeyro Barcia, del Centro Latinoamericano de Perinatología de Montevideo, Uruguay. El Dr. Bértola fue becario de este centro y allí inició los estudios sobre la fisiología de la madre y el hijo por nacer durante el embarazo, el trabajo de parto y el parto. Estos estudios le valieron varios premios, entre otros el Premio Facultad de Medicina. También fue docente en la carrera de Obstetricia de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires. Desde la actividad pública desarrollada en la Maternidad Ramón Sardá hasta 1978, y luego en el Hospital Vélez Sarsfield, donde ocupó la Jefatura de Servicio, fue siempre un docente para todos los que estuvieron junto a él. Enseñó lo que fue el eje de su actividad profesional: el respeto a la fisiología, a la no medicalización del parto sin indicación precisa, y el respeto a la mujer y al niño por nacer. Éste fue siempre el claro objetivo de su profesión, y así también lo desarrolló en el Hospital Británico de Buenos Aires, donde continuó con la docencia pre- y posgrado. Siempre antepuso el respeto a la fisiología del embarazo a cualquier otro enfoque de la especialidad que fue surgiendo a través de los años. En el año 2002, concretó, junto a alguno de nosotros, un sueño que fue ser el primer Presidente -hasta enero de este año- de la Fundación para el Inicio de la Vida, cuya misión es lograr mejores nacimientos cuidados, donde la cultura, los deseos y los derechos de la mujer y del varón sean respetados, y su hijo sea recibido en un ambiente de amor reverenciando la vida. Debemos recordar al Dr. Bértola como un ser que a través de su vida ejerció su profesión respetando, acompañando y cuidando sin invadir a todas las mujeres y varones que lo eligieron para que los acompañe durante el embarazo y el parto.

DRA. MARGARITA MARTÍN ROMERO

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Maternidad

(Fragmento)

Mujer, en un silencio que me sabrá a ternura, durante nueve lunas crecerá tu cintura; y en el mes de la siega tendrás color de espiga, vestirás simplemente y andarás con fatiga.

El hueco de tu almohada tendrá un olor a nido, y a vino derramado nuestro mantel tendido. Si mi mano te toca, tu voz, con vergüenza, se romperá en tu boca lo mismo que una copa. El cielo de tus ojos será un cielo nublado; tu cuerpo, todo entero, como un vaso rajado que pierde un agua limpia; tu mirada, un rocío; tu sonrisa, la sombra de un pájaro en el río. Y un día, un dulce día, quizá un día de fiesta para el hombre de pala y la mujer de cesta; el día en que las madres y las recién casadas vienen por los caminos a las misas cantadas. El día en que la moza luce su cara fresca, y el cargador no carga, y el pescador no pesca, tal vez el sol deslumbre, y quizá la luna grata tenga catorce noches y espolvoree la plata sobre la paz del monte; tal vez en el villaje llueva calladamente; quizá yo esté de viaje... Un día, un dulce día, con manso sufrimiento, te romperás cargada como una rama al viento. Y será el regocijo de besarte las manos; y de hallar en el hijo tu misma frente simple, tu boca, tu mirada, y un poco de mis ojos, un poco, casi nada... JOSÉ PEDRONI (Poeta argentino, 1899-1968)

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¿Nacerpor

Nacer cesárea?

El parto es mucho más que la llegada al mundo de un hijo. Es también un momento crucial en la feminidad de muchas mujeres. Casi siempre se olvida algo fundamental respecto al parto: que es un momento singular, único de nuestra vida sexual. En realidad, buena parte del malestar de muchas madres con su cesárea viene de ahí, porque intuyen que ha faltado algo. En lo más profundo de su ser, se sienten robadas, heridas. ¿Cómo puede saber lo que se ha perdido una mujer que nunca ha tenido un orgasmo? ¿Y cómo es posible que algunas -pocas- mujeres refieran que en sus partos vaginales experimentaron un placer de intensidad similar o superior al orgasmo? Para muchas madres, atreverse a hablar de su cesárea, nombrar su decepción y contar el maltrato al que fueron sometidas en sus partos es empezar a recorrer el camino de la reconciliación con el propio cuerpo y con su sexualidad. Un camino duro y tal vez inesperado, pero también lleno de hermosas sorpresas. Muchas madres van descubriendo en ese trayecto el incomparable apoyo de otras madres, amigas, hermanas. El placer de amamantar permite a muchas reconocer sensaciones nuevas del propio cuerpo. El dolor anímico de la cesárea hace reflexionar sobre qué tipo de madre se quiere ser. Mujeres que nunca se habían sentido satisfechas con sus cuerpos empiezan a reconciliarse, a aceptar con orgullo las curvas o los kilos de más que la maternidad les ha traído. Algunas eligen el activismo, ayudar a otras madres, intentar cambiar las cosas para que nuestras hijas no tengan que pasar por lo mismo, para que nuestros niños hereden un mundo mejor. Este camino de autoconocimiento a veces provoca miedo. Muchas madres se encuentran solas

y sienten ganas de volver atrás, de negar el propio sufrimiento y se dicen: «Qué exagerada soy, seguro que no es para tanto». Jeanine Parvati-Baker, sanadora norteamericana, nos explica: «Cuando una madre que ha sido abierta empieza a sentir que su cesárea fue un viaje iniciático y se permite explorar los aspectos más profundos de la curación, se libera una cantidad enorme de energía psíquica. Reprimir o negar el trauma requiere muchísima energía, pero una vez que la experiencia se integra (es decir, se siente, se expresa y se libera), toda la energía que antes se utilizaba para defenderse se libera para la acción creativa». Para algunas mujeres, esta operación no supone ningún trauma aparente e incluso la califican como «maravillosa». Sin embargo, otras madres se sienten tristes desde el mismo momento en que les dicen que les van a hacer una cesárea y se encuentran mal durante meses o incluso años. ¿Por qué son tan variables las reacciones ante un mismo suceso? Toda una serie de factores pueden inclinar la balanza en uno u otro sentido. En primer lugar, los factores obstétricos, es decir, los motivos que decidieron la cesárea y cómo se desarrolló la intervención. La calidad de la atención recibida es un aspecto. Si te has sentido respetada y partícipe de la decisión, si has sido bien informada de las opciones y, sobre todo, si has percibido que mantenías cierto control durante todo el nacimiento, es más probable que te recuperes bien psicológicamente de tu cesárea. Por el contrario, si te han maltratado verbalmente, si no has sido acompañada emocionalmente y si la indicación de la cesárea ha sido dudosa o claramente arbitraria, el malestar psicológico quizá sea significativo o creciente conforme pase el tiempo.

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Los cirujanos van cosiendo plano por plano la herida de la cesárea en el útero, en el vientre, en la piel. Puntos o grapas y un apósito que recubre la herida. La cicatriz tardará poco en formarse, apenas unos días. Los médicos o las enfermeras explicarán con todos los detalles a la madre cómo tiene que cuidar la herida y, probablemente, cuando abandone el hospital, ya le habrán retirado los puntos. Una delgada línea rosa suele ser la única señal externa de la intervención. Sin embargo, la cesárea deja a menudo otra herida mucho más difícil de curar y que ningún cirujano podrá coser. La herida emocional se produce conforme la mujer entra en el quirófano para la intervención y puede permanecer abierta durante muchos años después, o incluso toda una vida. En algunos casos, puede ser una herida mínima, apenas un rasguño, en otros es posible que sea tan dolorosa que llegue a obstaculizar seriamente el bienestar afectivo de la madre o incluso de toda su familia. Es también una herida cambiante y silente, que puede pasar inadvertida durante mucho tiempo y que, como todas, puede reabrirse y volver a sangrar cuando menos se espera. Es, sobre todo, una herida difícil de curar ya que raramente se reconoce su existencia. En la mayoría de los tratados de obstetricia, se detallan todas las complicaciones y repercusiones de la cesárea, pero rutinariamente se omiten las implicaciones psicológicas o afectivas. Tampoco los profesionales, cuando explican a la mujer los riesgos de la intervención, suelen mencionar este punto. El mayor obstáculo para la curación de la herida emocional es precisamente el silencio con que se la rodea, la minimización o incluso la negación de su existencia. Algunas madres llegan a expresar sus sentimientos relacionados con la cesárea en las primeras semanas y es frecuente que

encuentren como respuesta el típico «¿De qué te quejas si tienes un bebé sano?», o hasta un «Los bebés nacidos por cesárea sufren menos y salen más guapos». Pero lo cierto es que la mayoría de las madres ni siquiera llegan a exteriorizar el dolor anímico que les ha producido la cesárea, bien porque se sienten culpables de sentirse mal («Debería estar feliz con mi hija») o porque no llegan a identificar el origen de su malestar («Sabía que quería a mi hijo y a la vez sentía que no me importaba»). La herida emocional puede manifestarse con diferente intensidad a lo largo del tiempo. Muchas madres sólo empiezan a reconocer el dolor que les produjo la cesárea anterior cuando, años más tarde, consideran un nuevo embarazo. Llamamos «herida emocional» al impacto psicológico que deja la cesárea en la madre. Desde el momento en que se hace un corte en el abdomen y en el útero de la mujer para que nazca su hijo, es decir, cuando nacer conlleva una alteración tan importante de la integridad física de la mujer, podemos saber que el impacto psicológico existirá. Esto no quiere decir en absoluto que la cesárea afecte a todas las mujeres de una misma manera; nada más lejos de la realidad. De hecho, una misma intervención puede ser vivida de formas muy diferentes o incluso opuestas. Si en algunos casos la cesárea se convierte en una experiencia satisfactoria, ¿cabe entonces hablar de herida emocional? Creemos que sí, que la herida emocional siempre estará presente, sólo que a veces la asimilación es relativamente sencilla. Incluso cuando la cesárea es absolutamente necesaria y respetuosa, no deja de ser una intervención quirúrgica en el momento del parto, un sacrificio de la integridad de la madre, que acepta ser seccionada para no poner en riesgo la vida de su hijo, en la mayoría

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de las ocasiones, o la propia en contados casos. La cesárea es, pues, una renuncia y una pérdida de muchos aspectos relativos a cómo nos imaginamos como madres. La herida emocional va a tener, por ese motivo, mucho de duelo, de elaboración de esa pérdida; no sólo del parto soñado, sino, en muchas ocasiones, también del primer abrazo, las primeras horas o incluso días de la vida del bebé, de la salud en el posparto, de un útero intacto, de ser considerada una mujer normal o sana en siguientes embarazos. La sensación más generalizada entre las madres que han pasado por una cesárea es la de pérdida, es decir, el duelo por no haber tenido el parto soñado. A esto se suelen añadir los problemas de identidad como madre e incluso como mujer: «No sé qué clase de madre soy; ni siquiera he podido parir a mis dos hijos». Algunas madres se culpan de manera obsesiva por su cesárea. Algunas mujeres refieren sentirse violadas o mutiladas. La actitud hacia la cicatriz suele ser reflejo de esas emociones. Hay madres que confiesan que no pueden mirar la cicatriz y evitan su visión incluso en el baño. Algunas mujeres tardan años en poder acariciar su cicatriz o en permitir que alguien más la vea. Para ellas el haber estado desnudas y solas en un quirófano y haber sido exploradas delante de muchas personas constituye una experiencia muy traumática y de la que resulta muy difícil hablar con franqueza, máxime cuando no es fácil que los allegados lo entiendan como un abuso y un atropello a la sexualidad. El parto y el nacimiento son actos de la esfera sexual, y como todos los actos de este ámbito necesitan intimidad y respeto a los ritmos de cada persona, en este caso de la mujer. A la mayoría de los mortales nos resultaría bastante difícil hacer el amor delante de cuatro o cinco desconocidos que nos miran bajo un potente foco de luz y que nos dicen en todo momento en qué punto nos encontramos. ¿Por qué muchas parejas buscan la penumbra para hacer el amor o simplemente cierran los ojos? ¿Por qué una llamada de teléfono puede interrumpir

la relación amorosa hasta el punto de que luego sea casi imposible recuperar la excitación? ¿Por qué a veces un par de copas de alcohol hacen que sea mucho más placentero y sencillo dejarse llevar y disfrutar del sexo? La respuesta es sencilla. Para hacer el amor se necesita, en cierto modo, dejar de pensar. O lo que es lo mismo, «desconectar» la corteza cerebral, el llamado neocórtex, la parte del cerebro con la que pensamos y que nos diferencia del resto de los mamíferos. Necesitamos permitir que nuestro cerebro se deje guiar por las señales del cuerpo para «sentir» con intensidad, tanto para hacer el amor como para poder parir. El parto es un acto sexual, o incluso la culminación de éste tras nueve meses de gestación. Los humanos somos mamíferos y parimos como tales. El parto es un momento amoroso en el que intervienen las mismas hormonas que cuando hacemos el amor. No hay una manera buena o mala de hacer el amor, hay infinitas formas y preferencias; lo importante es respetar el ritmo y las necesidades de cada persona. Pero para tener una relación placentera necesitamos sentirnos seguros y respetados. (El extremo opuesto sería una violación). Exactamente lo mismo sucede con el parto. Estos ritmos, durante el amor y en el parto, están marcados por las propias hormonas: oxitocina, endorfinas, prolactina y adrenalina. El camino hacia la recuperación emocional de la cesárea puede parecer complicado o difícil, pero aceptar los sentimientos propios como válidos y utilizarlos como guía hacia la sanación suele ser el primer paso. El proceso es doloroso; sin embargo, a largo plazo suele producir una aceptación del trauma y un bienestar emocional inimaginable en un inicio. Sólo tu dolor te puede guiar. Debes respetarlo, honrarlo y aceptarlo, probablemente te acompañará hasta que sanes tus heridas. El día que estén curadas, es posible que el dolor te abandone, o, tal vez, se convierta en un viejo amigo que te permitió aprender una extraordinaria lección. Hablar de todos los sentimientos relativos a tu cesárea (o parto traumático) facilita el ir curando la herida emocional. Los grupos de apoyo a la lactancia y a la

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crianza natural son espacios muy cálidos donde las madres pueden contar sus partos y sentirse escuchadas y comprendidas. Los foros en Internet también permiten contactar con madres que han pasado por partos traumáticos o cesáreas. La escritura es una de las formas más sencillas y saludables de terapia. Escribir la historia del parto suele ser un paso necesario y muy reparador. Algunas madres tardan meses o incluso años en ser capaces de redactar todo lo que vivieron en ese momento, pero al concluir el relato suelen sentirse bastante aliviadas. Una vez conseguido, puedes comenzar un ejercicio: escribe el parto soñado, el que no pudo ser, el encuentro deseado, cómo te gustaría que hubiese sido el nacimiento. Hazlo como una manera de recuperar esos sueños y reconocer la belleza que había en ellos, lo que te habría gustado ofrecer a tu bebé como llegada al mundo, y consérvalo como un regalo para ti o para tu bebé. El trabajo emocional es diferente en cada caso. Si te atreves a escuchar tus propios sentimientos, sin juzgarlos ni rechazarlos, poco a poco irás viendo que éstos te guían en tu proceso de sanación. Así, la tristeza inicial puede dar lugar a sentimientos de rabia o de enfado, que se pueden traducir en celos o en envidia a otras madres que consiguen un parto respetado con aparente poco esfuerzo. Otras veces la rabia da paso a la culpa, a sentir que una le ha fallado al bebé o a sí misma... Poco a poco hay que ir reconociendo todo el mérito que tienes, que hiciste siempre lo que pensabas que era mejor. No se trata de culparse, sino de ir haciendo las paces, celebrando que la maternidad muchas veces significa aceptar nuestros errores y que no por eso los hijos nos quieren menos. Intenta hacer una lista de diez cosas buenas que te aportó la cesárea. Es posible que sólo encuentres una o dos, a lo mejor tardas un tiempo en completarla; no hay ninguna prisa. Hasta en las experiencias más dolorosas hay detalles hermosos que nos ayudan a asimilarlas, permítete buscar todo lo bueno que la cesárea aportó a tu vida. Algunas de estas cosas positivas que a veces comportan las cesáreas, incluso si son innecesarias son: volverse más consciente de la necesidad de escuchar el cuerpo o seguir tu criterio incluso si no coincide con el de los demás, valo-

rar la lactancia, participar de manera activa y responsable en las decisiones que conciernen a la salud de tus hijos o a la tuya propia, descubrir otra forma de relacionarte con tu cuerpo. Muchas de las mujeres que preparan un parto vaginal confiesan su temor a sentirse fracasadas si terminan nuevamente en cesárea. Sin embargo, los conocimientos adquiridos y la energía invertida en planear un nacimiento respetado, sea parto vaginal o intervención necesaria, siempre dan su fruto, y así, la cesárea repetida, incluso si es inesperada, puede ser una experiencia gratificante y reparadora del trauma previo. Que hayas pasado por una segunda cesárea tampoco significa que nunca vayas a tener un parto vaginal. Hay muchas mujeres que han tenido un parto vaginal después de dos, tres y cuatro cesáreas. Entre todas ellas, hay una historia muy especial para nosotros: el nacimiento de Mireia, un parto vaginal que sucedió después de dos cesáreas. Durante la segunda cesárea, mientras el ginecólogo cosía el útero de su madre -Meritxell Vilaella le dijo al médico: «A mi próximo hijo pienso parirlo por la vagina», lo que motivó la risa de los allí presentes. Dos años más tarde, el 31 de enero de 2001, Mireia vino al mundo en un feliz parto vaginal después de dos cesáreas. Meses después, Meritxell e Ibone fundaron el foro virtual «Apoyocesareas», por el cual han pasado ya cientos de mujeres que buscaban ayuda psicológica para superar sus partos traumáticos. Muchas de ellas han logrado tener un parto vaginal o una cesárea respetuosa en el siguiente embarazo. Dos años más tarde, la hermana de Mireia, la pequeña Meritxell, también vino al mundo de forma natural.

Este texto es un extracto del libro ¿Nacer por cesárea? Evitar cesáreas innecesarias, vivir cesáreas respetuosas. de Ibone Olza y Enrique Lebrero Martinez, publicado por Editorial Granica.

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Las

Mamás y sus bebés

Mamás

El Dr. Nils Bergman, médico sudafricano, participó en París, en marzo de 2005, de las Sextas Jornadas Internacionales sobre Lactancia. En su extensa ponencia, explicó cómo actúa el cerebro sobre el cuerpo y las opciones comportamentales del recién nacido. Una vez más, comprobamos cuánto puede enseñarnos la Biología sobre nuestra humanidad.

El metabolismo basal de todos los animales está regulado por el cerebro arcaico y se expresa por medio de una programación comportamental. Es importante recordar que el córtex no reemplaza las partes más primitivas del cerebro, sino que depende totalmente de ellas. Luego, cada programa tiene su juego de hormonas y sus automatismos, y se caracteriza por un comportamiento físico. El programa neurocomportamental de la reproducción de los mamíferos ha sido estudiado de manera extensa por diferentes investigadores que, desde distintas áreas, han escla-

recido notablemente lo que sucede en el inicio de la vida. Cada etapa de la gestación tiene un ambiente hormonal propio y componentes específicos y somáticos. Como dijo Michel Odent en su libro El bebé es un mamífero, recordamos que todos los que formamos parte de esa categoría tenemos, desde el nacimiento, una «secuencia comportamental definida» (Rosenblatt, 1994) que lleva al arranque y al mantenimiento del comportamiento de la lactancia. Las investigaciones biológicas en numerosos mamíferos han demostrado que los

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procesos neurológicos que tienen lugar durante la gestación son casi idénticos en todas las especies. Aparte de recibir el nombre de esta categoría por ser alimentados por mamas, los mamíferos somos una especie que se desarrolla en una serie de hábitats (útero, contacto cuerpo a cuerpo con la madre, fratría, resto del mundo). Hay modelos de comportamiento programados por el sistema límbico de nuestro cerebro. El lenguaje de la madre y de la criatura está constituido por señales que ambas emiten bajo la influencia del sistema nervioso automático. Un descubrimiento fundamental es que lo determinante es el comportamiento de la cría recién nacida; su actividad es la que induce una respuesta cuidadora de su madre. Para que tal proceso se desarrolle óptimamente, es necesario que se produzcan ciertos hechos durante el período crítico, ya que, al ser la lactancia un comportamiento especialmente frágil y transitorio en la vida humana, cualquier intervención puede fácilmente perturbarla (Alberts, 1994). El concepto básico es que, en cada uno de estos hábitats, el organismo en desarrollo está físicamente capacitado y neurobiológicamente programado para comportarse de manera que le permita satisfacer todas sus necesidades; está dotado de las competencias requeridas que se manifestarán espontáneamente en el hábitat para el cual está diseñado, y es este hábitat el que le proporcionará la satisfacción de sus necesidades. El hábitat determina así «el nivel de organización» del cerebro, o sea, la capacidad de controlar correctamente el nivel de vigilia. Diversos estudios con electroencefalogramas muestran que la duración de un ciclo de sueño normal en una criatura recién nacida es de 60 a 90 minutos, y que la perturbación de estos ciclos produce estrés y patologías. Un ciclo normal de sueño sólo puede ser

El contacto piel con piel con la madre es el hábitat requerido por la pequeña criatura humana, un derecho fundamental del recién nacido. La lactancia exclusiva es esencial para su salud física, neurológica y mental, y tiene un impacto para toda su vida. Prodigar el apoyo que permita a TODAS las criaturas recién nacidas permanecer apegadas a su madre debería ser la prioridad universal de la Salud Pública.

observado en los bebés cuando están en su hábitat natural, es decir, si están en contacto cuerpo a cuerpo con su madre. El objetivo de estas características del comportamiento orgánico es satisfacer las necesidades biológicas básicas del organismo (calor, alimento y protección -la necesidad de oxígeno es tan evidente que no se menciona). En cada hábitat, el organismo en desarrollo está físicamente capacitado y neurológicamente programado para comportarse de manera que sus necesidades se satisfagan. En términos más científicos, el organismo en desarrollo necesita de una temperatura adecuada, de una nutrición específica y de una protección prodigada por diferentes medios.

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¡Una criatura recién nacida es un ser totalmente desarrollado y muy competente! ¡El cerebro fetal es consciente!

Consecuencias de la separación madre-criatura

una bajada de la temperatura del cuerpo y del ritmo cardíaco, inducida por un aumento masivo de las tasas de las hormonas del estrés. Es contundente escuchar que «llorar es nocivo para los recién nacidos». La primera violación -lo peor que puede ocurrirle a cualquier recién nacido- es la separación de su madre, su hábitat normal. Allan Shore escribió en 2001 un extenso artículo sobre esta respuesta y su impacto. Otros autores describen dos esquemas de respuestas diferenciados que componen las respuestas psicobiológicas del bebé humano a los traumatismos: la hipervigilancia y la disociación. En la hipervigilancia, el sistema nervioso simpático se activa fuertemente y de forma brusca con un aumento del ritmo cardíaco, de la presión sanguínea, del tono y de la vigilancia; la angustia de la criatura se manifiesta con llanto y alaridos. Este estado frenético de angustia -que Perry llama «miedo-pánico»- se conoce como una estimulación ergotrópica con secreción de tasas excesivas de las principales hormonas del estrés que se producen en un estado hipermetabólico del cerebro. La disociación es el estado de reacción subsiguiente a la respuesta al terror, con embotamiento y retraimiento; es un estado de conservación y de repliegue; una respuesta del parasimpático que sobreviene en situaciones en las que la persona no tiene ni ayuda ni esperanza; una respuesta utilizada a lo largo de la vida por la cual el individuo se desconecta

Cuando son arrancadas de su hábitat normal, las crías mamíferas tienen un comportamiento idéntico y preprogramado; Alberts, en un trabajo de 1994, lo llamó «respuesta de protesta-respuesta de angustia». La «respuesta de protesta» es una actividad intensa que tiene como objetivo permitirle al bebé recuperar su hábitat; la «respuesta de angustia» es una respuesta de supervivencia ante la situación de privación acompañada por

La criatura recién nacida está programada para mamar del pecho: Entre la semana 16 y la 20, el feto1 sabe tragar. Entre la semana 26 y 28, tiene movimientos de succión. A partir de las 36 semanas de gestación, es capaz de mamar del pecho. En consecuencia, el contacto con el cuerpo de la madre es específicamente necesario a partir del momento del nacimiento, y debería ser continuado.

1-En nuestra editorial, preferimos la palabra «bebino», pero hemos respetado el término utilizado por el autor.

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para «conservar su energía»; una conducta peligrosa de supervivencia en la que el individuo finge estar muerto. En este estado pasivo de profunda desconexión, la tasa de opiáceos endógenos es alta, lo que produce ausencia de dolor, inmovilidad e inhibición de gritos de angustia. El tono vagal aumenta considerablemente con una bajada de la tensión sanguínea y del ritmo cardíaco... En este estado, desde el cerebro de la criatura, tanto los componentes del sistema simpático que consumen energía, como los del sistema parasimpático economizador de energía se activan y provocan alteraciones bioquímicas caóticas: un estado de toxicidad neuroquímico para el cerebro de la criatura en pleno crecimiento. Si la criatura recupera su hábitat normal, es decir, el cuerpo de su madre, rápidamente aumentan la temperatura y el ritmo cardíaco.

«Las llamadas de angustia ligadas a la separación» han sido bien documentadas en las ratas (Alberts, 1994). Además, el llanto de los bebés que están piel con piel con su madre tiene una tonalidad completamente diferente, y se ha sugerido que podría tener el objetivo de lograr la ayuda de la madre para alcanzar el seno y mamar (Christenssen et al., 1995).

NILS BERGMAN cursó sus estudios de Medicina en Sudáfrica. Realizó un doctorado en Salud Pública. Es director de la Maternidad del Hospital de Mowbray (Sudáfrica) y, desde hace años, estudia la lactancia y el «método canguro»

Bebés

Después de escuchar tantas investigaciones, resulta evidente lo que las mamás sienten desde siempre, dicho en términos científicos: «que la separación induce cambios en la eficacia fundamental de los sistemas». Sabemos ahora que la separación precoz puede comportar modificaciones importantes en la fragilidad ante las patologías inducidas por el estrés. Ya que numerosas desviaciones de la conducta tienen orígenes desconocidos, ¿no sería adecuado preguntarse -junto con estos investigadoressi algunas de ellas no podrían remontarse a las violaciones de nuestra programación innata?

BIBLIOGRAFÍA ALBERTS, J. R., Learning adaptation of the infant. Acta Paediatr Suppl, 1994; 397: 77-85. CHRISTENSSEN, K., CABRERA, T., CHRISTENSSEN, E., UVNAS-MOBERG, K., WINBERG, J., Separation distress call in the human neonate in the absence of maternal body contact. Acta Paediatr Suppl, 1995; 84 (5): 468-73 ROSENBLATT, J. S., Psychobiology of maternal behaviour: Contribution to the clinical understanding of maternal behaviour among humans. Acta Paediatr Suppl, 1994; 397: 3-8. SHORE, A., The effects of early relational trauma on right brain development affect regulation and infant mental health, Infant Mental Health Journal 2001; 22 (1-2): 201-69

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Rumba de Mi abuela parió a mi madre, mi madre me parió a mí, todas paren en mi casa, yo también quiero parir. Mi abuela parió a mi madre, mi madre me parió a mí, todas paren en mi casa, yo también quiero parir. Yo quiero parir tranquila, que nadie me meta prisa, que mi chico esté conmigo, pues hay lágrimas y sonrisas. Mi mamá me mima ma mímame mamá, mamá. Mi mamá me mima ma mímame mamá. Si pides yo te doy teta, si lloras te cojo en brazo. Qué gustos darte un abrazo y verte en la bicicleta.

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las madres (Rosa Zaragoza)

María no tiene el niño, pero ella también es madre. Devuelve con su cariño, a quien se pone delante. Mi mamá me mima ma mímame mamá, mamá. Mi mamá me mima ma mímame mamá. Si quieres una mamá, yo quiero tener hijitos. Muy pronto te iré a buscar, para poder vivir juntitos. Mi mamá me mima ma mímame mamá, mamá. Mi mamá me mima ma mímame mamá. A la memoria de mi abuela, Dora Dutari, que partió poco antes de sus 90 años.

JAQUI

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apellido materno

Linaje , linaje de mujeres y apellido Desde que comenzó la gestación de mi hija, empecé a hacerme preguntas que nunca antes me había hecho, y a ver aquéllas que siempre me hacía de otra manera. Mis preguntas de siempre sobre el origen y el sentido de la vida tomaron una forma mucho más concreta. Así, fui llegando a la idea de que la mujer que gesta un hijo creó sus óvulos siendo una «bebina»1 en el cuerpo de su madre, lo cual implica que el óvulo que da origen a un hijo estuvo en el cuerpo de su abuela materna. Esto implica una gran diferencia con el varón, cuyos espermatozoides se forman recién en la adolescencia. Venimos entonces, en parte, del cuerpo de nuestra abuela materna. La hipótesis que se impuso, pues, fue: ¿Es por provenir del cuerpo de nuestra abuela materna que llevamos el apellido paterno?

vínculo más entrañable es el que se establece con las hijas de las hijas; esas niñas que estuvieron en el propio vientre de sus abuelas y que podrán perpetuar en las generaciones siguientes ese linaje que es a la vez materno y femenino. Es esa potencialidad de transmisión de ese linaje doble (más allá de que se concrete o no) lo que da a ese vínculo su particularidad y su calidad entrañable. No quiero ahondar en todos los aspectos del complejísimo tema de la transmisión del apellido, ya que sería interminable y excede el objetivo de estas notas. Pero no puedo dejar de señalar las implicancias políticas3 , sociológicas, psicoanalíticas y de género que presenta. Sin negar, entonces, ni intentar sustituir las diferentes explicaciones que cada disciplina avanza y que, probablemente, sólo expliquen el fenómeno interrelacionadas, me gustaría simplemente aportar un elemento más para intentar comprender por qué en nuestra cultura el apellido que se transmite en primer lugar es el paterno. En algunos países, el apellido que se transmite en primer lugar es el materno, seguido por el paterno (Portugal y Brasil). En otros, como Francia, un cambio reciente permite a los padres elegir el apellido que desean transmitir: paterno, materno o ambos, en el orden elegido por ellos. En otros países de Latinoamérica, como por ejemplo en Chile, se transmiten ambos, empezando por el paterno. Estas diferentes formas de transmisión no revolucionan la «paternidad» del apellido, ya que en

Linaje materno, linaje de mujeres ¿Qué implica esta afirmación y qué consecuencias psíquicas tiene? Implica que el linaje materno es mucho más estrecho que el paterno porque, a diferencia de este último, es un linaje de transmisión carnal. Y aun más si se trata de un linaje de mujeres (hija de una hija), porque esta transmisión «carnal-intergeneracional» tiene la posibilidad de continuarse2 . Por eso las mujeres no necesitan transmitir el apellido. Como me lo explicó una abuela de once nietos (hijos e hijas de hijos varones e hijas mujeres): el

1 Prefiero, como la editorial, este término al oficial y horrible de «feto», que alude a lo inacabado. ¿Cómo calificar de inacabado a un ser que ya creó hasta los óvulos que podrán dar vida a su vez? 2 ¿Será eso lo que representan las enigmáticas matrioshkas rusas, siempre femeninas? 3 Entiendo «políticas» en el sentido de las relaciones de dominación y poder que allí se juegan.

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que en el proceso de hominización, primero ocurrió el desarrollo del lenguaje, y luego «… bajo el influjo de factores externos que… no se conocen bien, aconteció que el régimen de la sociedad matriarcal fue relevado por el patriarcal… Ahora bien, esta vuelta de la madre al padre define, además, un triunfo de la espiritualidad sobre la sensualidad, o sea, un progreso de la cultura, pues la maternidad es demostrada por el testimonio de los sentidos, mientras que la paternidad es un supuesto edificado sobre un razonamiento y sobre una premisa». Lo interesante es que la espiritualidad aparece entre la sensualidad encarnada por la madre y el razonamiento representado por el padre. La espiritualidad necesita, entonces, de la sensualidad y de la razón, y, viéndolo de este modo, son la madre y el padre, pero, sobre todo, lo que se teje entre ellos lo que permite su aparición en el niño5. Sin entrar, entonces, en las polémicas sobre el aspecto de dominación que implica la «marca» del apellido paterno6 , creo que si somos capaces de dejar de lado una interpretación feminista válida pero insuficiente, podremos apreciar que la triangulación que resulta de esta forma de inscribir al niño en dos linajes, uno «materno-carnal» y el otro «paterno-legal», le permite saber quién es (es decir, identificarse a ambos linajes) y crecer a partir de esa identidad que es una y doble al mismo tiempo.

todos estos casos de transmisión del apellido de la madre junto al del padre, o solo, se trata del apellido paterno de la madre, con lo cual el linaje materno nunca será transmisible a través del apellido, ya que, en primer lugar, es el apellido de un hombre (su propio padre) y, en segundo lugar, la transmisión no irá nunca más allá de dos generaciones. Creo que esta forma de transmisión se debe, simplemente, al hecho de ofrecer a los varones un contrapeso al linaje materno de transmisión carnal, la posibilidad de inscribir a ese niño que viene, innegablemente, del cuerpo de la madre (y está entonces, de forma automática, incluido en el linaje materno). Por este motivo, el padre necesita «marcar» a ese niño para hacerlo propio, para sentirlo suyo, y como no dispone para ello ni de la gestación ni de un linaje de transmisión carnal, debe servirse del pasaje a través de la ley. Esta afirmación, en sí, no es nada nueva, pero me parece que nunca se ha mirado «más allá de la madre» a través de las generaciones para situar esta diferencia fundamental entre el padre y la madre frente a la filiación, y que eso es, justamente, lo que permite evaluar el peso de la pertenencia del niño al linaje materno y la necesidad de «apropiación» (en el buen sentido del término) por parte del padre. Si pensamos que ese niño «viene» en parte del cuerpo de su abuela materna, es más fácil apreciar la profundidad de su anclaje en el linaje materno. Cuando digo profundidad del anclaje, me refiero a que el psiquismo se «monta» sobre la biología, exactamente bajo el mismo modelo según el cual se construyen las zonas erógenas sobre las zonas del cuerpo estimuladas por los cuidados maternos. En Moisés y la religión monoteísta4 , Freud nos habla del pasaje del matriarcado al patriarcado. Explica

(Agradezco a Diederick Van Quatem el dato sobre el cual construí la idea principal de estas notas -que el óvulo del cual venimos estuvo en el cuerpo de nuestra abuela materna- y a Silvia Pérez las aclaraciones sobre la particularidad del vínculo con las nietas hijas de una hija).

LUCIANA VOLCO Psicóloga

4 FREUD, Sigmund, Moisés y la religión monoteísta, Editorial Amorrortu, p.110, 1939. 5 Entiendo, por supuesto, «padre» y «madre» en tanto funciones que pueden ser encarnadas por otras personas o por deseos y/o ideales y no en tanto personas concretas. 6 Pienso que la dominación ligada a la prevalencia del apellido se juega mucho más en el cambio de apellido de la mujer como consecuencia del matrimonio que en la transmisión a los hijos.

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Sexualidad Nacimiento y Sexualidadnacimiento Besarse de manera realmente buena y efectiva puede generar un cambio psicológico que facilite el nacimiento. Qué interesante es que a pesar de que la prensa gráfica ha existido por casi seiscientos años, se haya publicado tan poco sobre sexualidad y nacimiento. Tengamos en cuenta, en la actualidad, la gran cantidad de personas inteligentes que se consideran a sí mismas bien informadas y que quedan boquiabiertas cuando oyen mencionar estas dos palabras juntas en una misma frase, aun sabiendo que la mayoría de las mujeres se embarazan por medio de un acto sexual y paren a través de sus órganos sexuales. Explicar por qué algo tan evidente ha sido satisfactoriamente ignorado por tanto tiempo es todo un tema en sí mismo y demasiado ambicioso para el objetivo de este trabajo. En lo que sí querría focalizar es en el reciente despertar del interés en la esencial naturaleza sexual del nacimiento, de dónde proviene este interés y qué métodos, técnicas, o nuevas comprensiones del nacimiento han sido reveladas. Lo primero que entendí cuando leí el clásico Nacimiento sin miedo, del Dr. Grantly Dick-Read, es que para algunas mujeres el parto puede ser indoloro, y que existe una conexión entre la falta de dolor en el parto y la sexualidad. En su libro, describe dos nacimientos que presenció durante los años de lucha en la Primera Guerra Mundial. Una joven mujer ingresó con trabajo de parto en el hospital de campaña donde él se desempeñaba como médico cerca del campo de batalla. El Dr. Dick-Read escribió: «Se ubicó a la mujer en un pasillo donde se vendaban a los

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pacientes heridos, la examiné y noté que el trabajo de parto estaba muy avanzado, sin embargo, no manifestaba ningún tipo de incomodidad. El bebé nació pronto, y todo estuvo bien. La mujer parecía haberse olvidado del ruido de la guerra. Se sentó en la camilla, sonrió y tomó al bebé inmediatamente en sus manos. No pude olvidar la expresión de alegría en su cara mientras la llevaban con su nuevo bebé». (La mayoría de los nacimientos que el Dr. Dick-Read había presenciado previamente en los hospitales habían sido extremadamente dolorosos). El segundo nacimiento fue similar. ¿Qué es lo que estas dos mujeres sintieron si no fue dolor? Algo experimentaron. Sería difícil no darse cuenta de algo tan grande como un bebé naciendo. Hasta podemos adivinar que pueden haber sentido algo bueno, ya que cada una de ellas sonrió después del parto. A continuación, expondré mis propias observaciones sobre sexualidad y nacimiento. Hacía poco tiempo que atendía partos cuando una pareja me enseñó algo importante. Estaba acostumbrada a que las mujeres hicieran su trabajo de parto en brazos de sus maridos, pero esta mujer miraba a su marido y lo besaba durante cada contracción. «¡Qué idea brillante!», pensé. ¿Por qué no había pensado en eso anteriormente? Nunca antes había presenciado un trabajo de parto tan relajado. Más o menos un año después, estaba atendiendo a una mujer con un veloz e intenso trabajo de parto cuando la pareja de padres comenzó a aterrorizarse. Ella sentía un dolor extremo, y la técnica usual de respiración profunda no estaba dando resultado. Su marido parecía estar a punto de estallar. Recordando a la pareja que se había besado durante cada contracción, intuí que los ayudaría si en ese momento les contaba esa historia. La dilatación estaba casi completa, y pensé que un buen beso sería la mejor manera de aflojar la rigidez que yo sentía en su cuello, especialmente durante las contracciones. Se besaron, pero había un problema: no eran muy buenos haciéndolo, ya que apenas lograban un contacto verdadero. Cuando terminó la contracción, le sugerí a la mujer que cuando comenzara la próxima, abriera su boca lo suficientemente grande como para envolver la boca de su marido. Yo ya había observado que cuando las mujeres abren la boca, la vagina y los músculos perineales se relajan notablemente, incrementando el flujo de sangre que necesita para expandirse.

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Sexualidad y nacimiento

Besarse parece una buena manera para conseguir la relajación y la fluidez necesarias. Instantáneamente, el dolor extremo y el terror se disolvieron en suaves gemidos de placer. La cabeza del bebé estaba en el cérvix después de la primera contracción, y en el perineo, después de la siguiente. El color de su piel cambió de verde grisáceo a rosa vivo, sus pupilas estaban dilatadas, y sus labios se hincharon de un color rosa fuerte. Nunca olvidaré el sustancial cambio de actitud y el bienestar físico que siguió después de que aprendieron a besarse correctamente. Fue un regalo para mí experimentar lo bien que esta acción relajó la pelvis y los músculos perineales de la mujer, cómo borró toda rigidez y resistencia, y cuán repentinos fueron sus efectos. Lo que era duro como la madera se convirtió en algo líquido y completamente maleable. En vez de sentir dolor, la mujer experimentó una relajación estática y orgásmica. Más tarde, me dijo que haber aprendido a besarse fue lo que ambos necesitaban en ese momento para fortalecer su matrimonio. El tabú acerca de cualquier mención sobre la sexualidad y el nacimiento juntos me recuerda una conferencia que di a mediados de los setenta en un gran hospital escuela en la ciudad de Tenessee. Era la primera vez que hablaba frente a médicos. Había asistido alrededor de cuatrocientos partos, la mayoría de ellos sin intervención médica ni traslado a un hospital. Intenté explicarles cómo habíamos logrado llegar a tan buenos desenlaces con escaso uso de fármacos y de tecnología. Desafortunadamente, la batería de mi computadora portátil se descargó, y no pude mostrarles el video que había llevado en el que se veía cuán relajadas podían estar las mujeres durante el trabajo de parto. Confrontada con una pregunta directa sobre los resultados, respondí: «Parecería que algunas complicaciones podrían ser prevenidas cuando hay un sentimiento sensual en la habitación donde sucede el parto». Entonces, el jefe del Departamento de Obstetricia se puso de pie y enfrentó a la audiencia femenina. Con las dos manos metidas en los bolsillos de su delantal blanco, largo hasta las rodillas, les dijo: «¿Sabían que cuando un hombre es ahorcado, tiene una erección?». Con esa pregunta, desvió el tema sobre la mujer dando a luz y la sensualidad a lo que les sucede a los genitales masculinos en la muerte. Espero que este artículo no cause tal desconcierto. Los nacimientos mencionados ilustran el poten-

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cial que los abrazos, los besos y las caricias tienen en la supresión del dolor. También es bueno recordar que hacer el amor es, para muchas mujeres, una manera efectiva de iniciar el trabajo de parto. Así como las prostaglandinas sintéticas llegan al cérvix e inician el trabajo de parto, las prostaglandinas naturales del semen pueden también ser un estímulo para el inicio del trabajo de parto sin riesgo de rotura uterina. Mis compañeros y yo observamos, durante nuestros primeros años de práctica, que las mujeres que mantienen una vida sexual activa durante el embarazo tienen menores problemas de dilatación del cuello del útero y menos gestaciones excedidas que aquellas mujeres que no tuvieron vida sexual durante la gestación. Besarse de manera realmente buena y efectiva puede generar un cambio psicológico que facilite el nacimiento. La congestión de los tejidos vaginales y perineales, o dicho de otro modo, el temporal ensanchamiento de la vagina agiliza el trabajo del parto. Mi experiencia indica que las mujeres que lo han vivido raramente tuvieron algún daño perineal o periuretral después del parto. Esto también es válido para las mujeres que se tocan el clítoris durante el trabajo de parto. Una autoestimulación de este tipo puede ser muy útil para hacerles saber cuán rápida o lentamente pueden hacer nacer a sus bebés mientras alcanzan el grado de congestión adecuado para propiciar un relativamente fácil pasaje del bebé y disminuir las chances de desgarro o de posterior incontinencia. Veamos ahora al tema del orgasmo durante el trabajo del parto y el parto. Primero, consideremos esta pregunta: ¿Esto es posible? Sí, absolutamente. Muchas mujeres me han contado sus experiencias, incluso aquéllas que nunca hubieran creído que esto fuera factible. En una encuesta que conduje hace unos pocos años, encontré que el 21% de las 151 mujeres encuestadas admitieron haber tenido una experiencia orgásmica en algún momento durante el trabajo de parto o en el parto propiamente dicho. Estas mujeres hablaron de partos orgásmicos en hospitales, en centros de nacimiento y en sus hogares. Una joven mujer me contó que, ingenuamente, habló del orgasmo que estaba sintiendo durante el nacimiento de su primer hijo para luego arrepentirse frente a un médico que juzgaría su experiencia como una desviación sexual. Rememorando conmigo esta vivencia -diecisiete años después-, se

alegró al enterarse de que no había habido nada de misterioso en ella y, menos aún, en su honesto impulso de contárselo al médico. En mi opinión, fue él quien falló en su responsabilidad de no lastimarla. (Podría haber aceptado su comentario como un elogio a un cuidado no invasivo). Cuán diferente hubiera sido su experiencia si a su médico le hubieran enseñado que el orgasmo es, en efecto, una experiencia posible y normal para una hembra humana no medicada (aunque poco común en hospitales). Podría, simplemente, haber murmurado que es una reacción normal en el parto y seguir adelante con lo que estaba haciendo. Entiendo la cautela de algunos médicos en informarles a las mujeres embarazadas que es posible tener un orgasmo durante el preparto o el parto dadas las circunstancias necesarias. ¿Podría significar esto, por ejemplo, que algunas mujeres esperen tener un orgasmo en cada parto y luego culpen a la partera si esto no ocurre? Respondo a esta preocupación diciendo que, dejando el parto de lado, los sabios amantes usualmente saben que es mejor no prometerse orgasmos. Una cosa es cierta: esto no les sucede a las mujeres durante una cesárea programada o, de hecho, a ninguna mujer bajo anestesia. Sin embargo, les ayuda a las mujeres saber que sus cuerpos no han sido creados para que necesariamente sientan dolor durante el trabajo de parto o el parto. No es requisito de la Creación que la mujer sufra una tortura durante el parto. Durante la generación de mi madre, era imposible hablar de orgasmos en cualquier foro público. No podría haber escrito o publicado este artículo durante los años cuarenta y cincuenta. Me sigue asombrando que esta capacidad orgásmica de las mujeres durante el parto y el preparto siga sin ser mencionada en ningún libro de texto médico u obstétrico, en ningún idioma del que yo tenga conocimiento. Puede ser que esté equivocada. Realmente así lo deseo. Pero, si no lo estoy, creo que el siglo XXI será el momento en que esto cambiará.

INA MAY GASKIN Partera. Pionera del movimiento de humanización en el mundo. En los años setenta, fundó The farm, una famosa comunidad en los Estados Unidos.

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Proyecto de Salud Intercultural

Salud

TESTIMONIOS

PROYECTO Las mujeres mapuches tenían a sus hijos en una ruka y se hacían acompañar por una partera o un familiar que las ayudaba a dar a luz. Lo hacían en cuclillas, afirmadas de un poste, mientras sus acompañantes tiraban de una faja en sus vientres para facilitar la expulsión del niño que llegaba al mundo sobre un cuero de animal. Luego del parto, ambos se iban a un arroyo o a un río donde se lavaban. Las mujeres aymaras tenían a sus hijos en posición vertical, sentadas o de pie, y permanecían muy abrigadas para no enfermarse.También bebían infusiones calientes de hierbas. Para ellas, el frío es un vehículo que transmite males, sobre todo cuando se sienten vulnerables y expuestas en su intimidad. Por este motivo, muchas mujeres ni siquiera se acercaban a los hospitales, porque lo primero que les pedían era que se quitaran su ropa. Sin embargo, al menos para las aymaras, el choque con la salud occidental ya no es tan violento. «Desde el año pasado, el Hospital de Iquique, en la zona norte de Chile, cuenta con una sala especialmente adornada con motivos propios de su cultura para que ellas den a luz de la forma que más les guste (de pie, acostadas sobre una cama normal, sentadas en el piso o en una mesa ginecológica)», informa la agencia Servicio Especial de la Mujer (SEM). «El lugar cuenta, además, con una estufa que les proporciona calor; pueden permanecer arropadas con frazadas o colchas tejidas, beben sus infusiones y están acompañadas por familiares, su partera y la matrona del hospital».

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Intercultural

En Chile, el 99,7 por ciento de los partos ocurre en un recinto hospitalario. El resto (0,3 por ciento), son partos de mujeres indígenas que deciden tener a sus hijos como lo hacían sus ancestros, mayoritariamente de las comunidades aymaras. El encargado del Departamento de Salud de la Mujer del Ministerio de Salud, Reni Castro, explicó que aunque muchas de estas mujeres aymaras se controlaban en postas o con las rondas que hacen las matronas en los lugares más apartados del altiplano chileno, preferían no tener a sus hijos en el hospital. De ahí que el Hospital de Iquique creara el «Proyecto de salud intercultural desde una maternidad». Georgina Mendoza, matrona y miembro integrante de la iniciativa, cuenta: «Para ellas tenemos una sala con una cama -no una camilla-, una mesa ginecológica y una silla de parto para que puedan tener un parto vertical. La habitación está adornada con piezas autóctonas de su cultura, y también hay un comedor y una estufa, porque para ellas el calor es muy importante. Además, les ofrecemos infusiones calientes, les prestamos frazadas si las necesitan y mantenemos todo bien cerrado para que se conserve la temperatura en la sala. Mientras se acerca la hora del parto, las futuras madres pueden caminar o adoptar la posición que deseen. Durante todo ese tiempo y mientras sucede el alumbramiento mismo, están acompañadas por su pareja y por una partera o por alguna mujer de su familia».

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Salud TESTIMONIOS

TESTIMONIOS

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«Hace cincuenta años, los partos ocurrían en las casas. Gradualmente, esta situación empezó a cambiar hasta que, en la actualidad, tenemos partos institucionales en el 99,7 por ciento de los casos. Sin embargo, aunque fue una buena medida para mejorar las complicaciones por asepsia, los partos se fueron transformando en una especie de "secuestros", porque las mujeres ingresaban en el hospital solas, los regímenes de visita eran estrictos y, a veces, sólo durante un par de días a la semana», dice Castro. Con ese sistema, las familias de las mujeres, e incluso los padres de los bebés, los conocían sólo cuando llegaban a sus casas con sus madres. Esta condición comenzó a modificarse en los hospitales públicos hace doce años, gracias a una iniciativa de la Organización Mundial de la Salud y de la UNICEF que buscaban crear un «Hospital amigo del niño y de la madre», con vistas a la promoción de la lactancia materna. En el caso de las mujeres mapuches, también sucede algo parecido, aunque el servicio no es tan completo como en el Hospital de Iquique. Según Castro, ésta es una señal concreta de «respeto a la identidad cultural», y puntualizó que cualquier hospital de Chile debería intentar cambios como el que se realizó en Iquique en materia de partos, y no sólo por un tema étnico, sino para lograr procesos más libres. De acuerdo con un reciente boletín de la OPS (Organización Panamericana de la Salud), las razones principales por las que los servicios de salud no llegan a los poblados indígenas son la subestimación y el desconocimiento de las prácticas culturales tradicionales por parte de los equipos de profesionales, y la falta de comunicación entre los trabajadores de la salud y las pacientes. Este texto es un extracto de un artículo publicado en el portal www.mujereshoy.com

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¿Por qué Grupos de

Hombres y Mujeres? Pintura de Alejandra Sanguinetti, del libro Arte Naif. Libro de notas

Para que este movimiento llamado de «Humanización del parto y el nacimiento», que se encuentra dentro de un movimiento mayor de humanización de la salud -título que a gusto de muchos debería, y podría, ser repensado o ensanchado para su mejor comprensión y sentido-, sea vivo y verdadero, es necesario que el hecho de nacer sea una vivencia cada vez más presente en nuestras conciencias, ya que, a cada momento, la vida está pulsando en nosotros en un ciclo de vida-muerte-vida, es decir: cambio y regeneración. Es a través de estas realidades fisiológicas en nuestros cuerpos, que podemos acercarnos a fenómenos vivos y actualizar el conocimiento de la vida.

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De este modo, el pensar funciona articulado con el sentir y el respirar. Dos células vivas al unirse produjeron nuestra forma presente, el conocimiento ingresó a través de ellas; así, nuestros cuerpos saben cómo hacer para sostener la vida y continuar la herencia humana. Nuestras mentes, como receptáculos, pueden abrirse al conocimiento, reflexionando sobre el pasado, aprendiendo y soñando el futuro. Intercambiando con el mundo que nos rodea, podemos obtener conocimiento de cada experiencia. «Economía de reciprocidad» llamó a este fenómeno la sabia socióloga boliviana, Marta González. Por eso, el trabajo de los grupos de hombres y mujeres activa esta dinámica de relación y conocimiento permitiendo abrir camino a lo nuevo. «La mujer moderna es un borroso torbellino en actividad», dice Clarissa Pinkola Estés en la introducción de su libro Mujeres que corren con los lobos. Su riquísima y vasta obra nos invita a una experiencia que es también un compromiso: el de recuperar nuestra naturaleza instintiva que ella plantea como una tarea de restauración del alma. El lenguaje universal del corazón humano es también conocimiento. Las palabras de este libro abren, como un viento largamente esperado, puertas que hacen resonar los saberes que todas llevamos en semilla en nuestro interior esperando ser escuchados. En los grupos de mujeres y varones de todas las edades, el interés por revisar los modelos heredados a la hora de crear una pareja y una familia es creciente. Se comparte el deseo de ampliar la visión para crear una manera más libre y satisfactoria de vivir. Una búsqueda genuina por el autoconocimiento, el misterio de las relaciones y las fuentes de las que proviene lo que da sustento y significado a nuestras vidas ha dejado de ser cosa de pocos y está ganando, con nombres y formas diversas, un nuevo espacio en nuestra cultura. Una psicóloga española, Casilda Rodrigañez Bustos, dice: «Los jóvenes que se interesan por vivir de otra manera tienen profundos deseos de no repetir los descalabros de la familia patriarcal». Desde un punto de vista evolutivo, es lógico y deseable que así sea, que los seres humanos vayamos intentando maneras más plenas de vivir nuestras vidas. No sólo se trata de curarse, sino de crecer. A la hora de reflexionar, los temas suelen girar en torno al encuentro entre hombres y mujeres, la

sexualidad, la maternidad, el trabajo, la educación de los niños y la calidad de nuestra vida cotidiana, la desvitalización, la recuperación de la percepción y de la sensibilidad. Cuando las personas se encuentran en grupos, trabajando interesadamente en el compromiso de su desarrollo, descubren juntas varias pistas para seguir. En la Fundación Creavida, hemos elegido hacerlo a través de este libro en los grupos de mujeres, y del libro de Robert Bly, Hombres de Hierro, en los grupos de varones. ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Qué ha pasado con nuestra vida profunda? ¿El desánimo y el tedio son sólo signos de estrés? Uno de los capítulos del libro de la Dra. Estés trata sobre la recuperación de la vida personal, a la que nombra como «la vida hecha a mano», ésa que cada uno diseña personalmente, la existencia vital que más apreciamos. Habla de las criaturas exageradamente domesticadas en las que nos hemos convertido, adoptando la persona y las ambiciones viejas, frágiles y perfeccionistas, adormeciendo así los instintos naturales. Esos que, a la hora de parir y de criar, se vuelven esenciales. El libro nos recuerda cómo se origina de este modo una tristeza que conduce a un anhelo obsesivo, a una inquietud sin nombre, a un hambre de alma: «La pérdida del alma es un peligro cotidiano para las mujeres de la cultura moderna, cualquiera sea su edad. El hecho de seguir un sistema de valores apagado, tanto si éstos son de carácter educativo, económico, laboral o familiar provoca una enorme pérdida de conexión con el alma». Escuchando las conversaciones íntimas de hombres y mujeres, cuando se crea un espacio confiable para hacerlo, se despiertan memorias comunes que producen eco en el sentimiento. Se hace evidente que la realidad ordinaria perdió algo de gran valor que los relatos traen de vuelta expresando y reconociendo lo que saben. La libertad nos permite conectar con recursos de conocimiento, creando espacio para asumir la responsabilidad de nuevas acciones significativas. «Si te esfuerzas por hacer algo que merezca la pena, es importante que te rodees de personas que apoyen inequívocamente tu labor. Las colectividades con las que nos relacionemos deberán ser las que ofrezcan el máximo apoyo a nuestra alma y a nuestra vida creativa. Cuando una mujer intenta formar parte de una organización o familia que desdeña examinarla por dentro para ver de qué

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la vida innata permite contemplar los excesos con escepticismo y ser muy conscientes del precio que éstos suponen para el alma, la psique, los instintos». Cuando pensamos en el parto, los temas aquí planteados se vuelven centrales. Y no es sólo cuestión de una mujer, por eso los grupos (donde hay mujeres de todas las edades e incluso abuelas) son mucho más que un apoyo para las jóvenes. Y entre los varones, la presencia de los mayores acompaña e impulsa el valor de la tarea compartida, porque cada ser humano tiene en común las dificultades con las que todos confrontamos viviendo, y cada uno puede también ser un faro de esperanza para las generaciones siguientes. Este trabajo que se hace a mano, en compañía de otros que también lo están haciendo, demuestra que es posible recuperar la vida personal y que, al hacerlo, vamos recuperando también la vitalidad, una vitalidad que se expande y nutre a todos los que nos rodean. Entre todos, humanos, vamos trayendo nueva vida a nuestras vidas y, con ella, una mejor comprensión de «los nuevos», esos pequeños humanos que nos sucederán en el linaje, que vienen llegando al mundo.

está hecha, que no se esfuerza en absoluto en plantearle retos o animarla en toda la medida de sus posibilidades, su capacidad de prosperar y de crear disminuye considerablemente. Una excesiva domesticación apaga los fuertes y fundamentales impulsos del juego, de la relación, el enfrentamiento con las dificultades, la comunicación... es como prohibirle bailar a la esencia vital». Recorriendo la historia, que no es sólo la nuestra, sino también la de aquellos que nos precedieron, comprendemos que... «Cualquier grupo, sociedad, institución u organización que anime a la mujer a denostar lo excéntrico, a recelar de lo nuevo e insólito, a evitar lo ardiente, lo vital, lo innovador, a despersonalizar lo personal está pidiendo una cultura de mujeres muertas». Hay creencias, acciones, ideas que han provocado el progresivo deterioro de la vida y que precisan ser revisadas con detenimiento, al decir de la Dra. Estés: «... con atención, escuchando, contemplando y percibiendo el mundo que nos rodea». Hacerlo permite no naturalizar las heridas. Cada cultura tiene las trampas que le son propias, así como cada grupo o familia. Cada uno debe reconocer el mapa de su bosque y adquirir un conocimiento que le permita vivir con la máxima libertad posible. «El gradual retorno a

JAQUI ZIELER

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Encuentro de

Lectores

Mamá de

Diez

Desde chica mi mamá me cuenta que cuando me preguntaban qué quería hacer cuando fuera grande, yo siempre respondía: «mamá». A medida que fui creciendo, sentía una fuerte atracción al matrimonio y a formar una familia. Desde nuestro noviazgo con Andrés, que duró sólo un año, proyectábamos casarnos y tener muchos hijos. Él decía «ocho», y yo le respondía: "¿¡Ocho!? ¡Vayamos de a uno!". Y así fue como, de a uno, empezaron a llegar: la primera, mujer; cinco varones y, más tarde, las cuatro mujercitas. Cuando nació la primera, yo tenía 23 años recién cumplidos. A los 29, tenía cinco. Durante mis 30, nacieron dos más y, a los 40 y 42, volví a entrar en la sala de partos para recibir a las dos más chicas. Hoy tengo 44 años; una hija de 21 años, la mayor; y de 2, la menor. Estos veinte últimos años de mi vida están profundamente marcados y entrelazados con diez embarazos, diez partos naturales, diez bebés en brazos, mamando y llorando. Algunos de los partos fueron con anestesia, otros sin, uno sin mi marido porque estaba de viaje. Los primeros días de los bebés siempre fueron para nosotros como retiros espirituales. Cada nuevo embarazo, cada parto me va confirmando y haciendo nuevo este camino, junto a Andrés, esta vocación que Dios me regala a medida que la voy descubriendo más profundamente. El disfrute de esos primeros instantes, la alegría de estar con esa nueva personita en la casa, ayudar a que los otros se vayan acostumbrando a su nuevo lugar, amasar los celos que eso produce, descubrir sentimientos nuevos entre lágrimas, sonrisas. Años de gozo inexplicable que se renueva con cada nuevo hijo. Cada uno renueva mi vocación

Mamá 44


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porque lo vivo y lo siento como único, aunque sean muchos; en eso el número no cuenta. Siento que he crecido en experiencia, pero también en humildad, ya que me siento muy limitada, muchas veces desbordada y necesito de los otros para que se hagan las cosas. Siendo tantos, con una vida muy feliz, igual surgen desencuentros, desorganizaciones, cambios de planes, de esquemas, discusiones, diferencias de modalidades, de actividades, de las distintas etapas con sus problemáticas; incluso como matrimonio surgen crisis personales, laborales. Sin embargo, hay una fuerza de unión ante todo, buscando soluciones positivas, no siempre perfectas. ¡Es impresionante! Esa fuerza se contagia y se expande a todos en cualquier situación. Con Andrés contemplamos con alegría todo lo que esta gran convivencia genera a diario: gestos de solidaridad, generosidad, cariño, pedidos de perdón, y todo lo que nuestros hijos nos enseñan a medida que van creciendo: sinceridad, deseo de

justicia, transparencia, creatividad. Nos fuimos haciendo padres caminando, gracias a ellos. No siempre estamos los doce y, además, hay amigos, novias, primos; a la hora de llamar a la mesa, hay que correr a buscar un lugar, aunque siempre comprobamos que la comida alcanza para compartirla con los que seamos. Cada hijo es un misterio a descubrir. Los siento muy míos, pero al mismo tiempo no son de mi propiedad, son prestados, tienen su propia vida y su propio camino. En eso he aprendido mucho a no creerme dueña de sus vidas, respetando sus gustos y formas de ser, cuidando mucho que sean personas íntegras, generosas, alegres. Gracias a Dios, a Andrés y a mis hijos por estos años juntos.

Lectores

CATALINA MADERO DE GONZÁLEZ MAZZA

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Para

To d o s LIBERPARTO Liberparto, un espacio para repensar el nacimiento

AMAMARTE Grupo de Apoyo a la Lactancia Materna y a la Crianza ¡Nos mudamos! Club Ferroviario de Victoria, Simón de Iriondo 1240 (a 3 cuadras de la estación Victoria TBA) Encuentros: viernes de 13:30 a 15:30 hs. Entrada libre y gratuita. Próximos talleres: El juego, alimento vital para el desarrollo. Masajes para bebés. ¿Límites? La sexualidad en el puerperio. Tel.: Mariana: 4746-6467 / Andrea: 4745-8331 Roxana Baroni roxanabaroni@arnet.com.ar Tel.: 4746-5084 / 15-54591262 Grupo AMAMARTE Lactancia Materna y Crianza amamarte@amamarte.com.ar Miembro de Dando a Luz

Porque el parto y el nacimiento pueden ser cuidados y respetados... Porque para elegir necesitamos conocer las opciones... Porque parir y nacer son momentos mágicos y fundantes en nuestra vida, la de nuestra pareja y la de nuestros hijos... Encuentros abiertos y gratuitos, con proyección de videos, todos los primeros jueves de cada mes, de 19:00 a 21:00 hs. Santa Fe 2927 PB "B", (esquina Agüero), Cap. Fed. Informes: Paula Horn: paula_horn@arnet.com.ar / 4718-0491 Sandra Laporta: sandralaporta@yahoo.com / 4672-7548

DANDO A LUZ Los segundos lunes de cada mes de 9,30 hs. a 11 hs. y los segundos miércoles de 17 a 18,30 hs. en Montañeses 1977, Belgrano, (a dos cuadras de Barrancas de Belgrano). Si desean recibir un aviso todos los meses unos días antes, tienen que enviar un mail en blanco a dando-a-luz-alta@elistas.net Es un encuentro abierto y gratuito acerca de: etapas del parto y nacimiento, rutinas y procedimientos institucionales, estrategias, plan de parto y nacimiento, derechos como usuarios del sistema de salud. Mariana Gimenez elolivo@ciudad.com.ar Dando a Luz Por el derecho a un embarazo, parto y nacimiento respetados y seguros Asociación de Usuarios www.dandoaluz.org.ar

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La realización de esta revista es posible gracias al grupo editorial que la sostiene y a los profesionales, amigos y anunciantes que siempre la acompañan. Queremos agradecer muy especialmente la colaboración de Celia Fernández Ramallo y Claudio Mc Key, y a las fotógrafas Clarisa Spataro y Mariana Salcedo, quienes cedieron gentilmente fotografías para el artículo «Ser tres», publicado en el número anterior de Creávida.

Creávida se distribuye en los siguientes lugares: Dando a Luz: Montañeses 1977 - Cap. Fed. Terapeutikum: Ramallo 2606 - Cap. Fed. Madresencia: Arenales 2774 - PB "C" - Cap. Fed. Embarazo activo: Berutti 3445 - 2 "C" - Cap. Fed. Mami Sounds: Av. Dorrego 2693 - piso 4"C"Cap. Fed. Librería del Sol: Superí 1411- Cap. Fed. Lic. Silvia Kaspar: Moldes 3815 - Cap. Fed.

Mariela Villar: Beruti 3445 - 2 "C"- Cap. Fed. Débora Ximena Clavé: Belgrano 940 Esquel - Chubut Claudia Barreyro: Obispo Gelabert 3329 3000 Santa Fe Elena Szegedy: Joaquín V. González 44 SUR 5400 - San Juan

SI TERMINÓ DE LEER ESTA REVISTA, POR FAVOR, NO LA TIRE. ¡PÁSELA! ¡Muchas gracias!


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