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Jean Meslier, Testamento... / Cony Sigüenza págs. 11 a
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Ilus tr aciones: Ar chivo/ Pa labr a
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siguiente subtítulo: Sobre una parte de los abusos y los errores de conducta y del gobierno de los hombres, en los que vemos claras y evidentes demostraciones de la vanidad y de la falsedad de todas las divinidades y de todas las religiones del mundo, dirigidas a sus parroquianos después de su muerte para que les sirva de testimonio a ellos y a todos sus semejantes.
Algunos dirán que fue un cobarde y que no hizo públicas sus ideas en vida, es posible que tengan razón, pero de hacerlo, tal vez habría sido quemado en la hoguera junto con sus escritos y no podríamos leerlos hoy día. Como disculpa nos dice que se veía obligado a instruir al pueblo en la religión, y agrega: “confieso el desagrado de verme en esta necesidad de actuar y hablar completamente contra mis sentimientos, de tener el disgusto de mantener tantos errores estúpidos y vanas supersticiones que odio, condeno y detesto con todo el corazón, pero les juro que no fue sin pena y con una extrema repugnancia que lo hice, odiaba grandemente todas las vanas funciones de mi ministerio y en particular todas esas celebraciones idolátricas y supersticiosas que son las misas y esos vanos y ridículos suministros que son los sacramentos y que estaba obligado a ofrecer”.
Él se daba cuenta de que estaba abusando de la fe de sus parroquianos y que, por tanto, era digno de culpa y reproche, y nos dice que “más de cien “Meslier dejó de veces estuve a punto de hacer explo- expresar su descontar públicamente mi indignación, sin embargo, me contuve y seguiré haciéndolo hasta el fin de mis días tento en el púlpito para concentrarse en expresarlo en el papel” porque no quiero verme expuesto a la indignación de los curas y a la crueldad de los tiranos, quienes no encontrarán suplicios lo suficientemente vigorosos para castigar tal pretendida temeridad”. Y termina diciendo: “Estoy bien contento, mis queridos amigos, de morir tan apaciblemente como he vivido, jamás les di razones para desearme algún mal (…) no creo que los haga felices verme perseguido y tiranizado por esta razón, es por eso que decidí guardar silencio”.
Cuando lee uno sobre los suplicios infligidos a los acusados por la inquisición a gente a la que se le adjudican cosas tan ridículas como el “pecado de filosofía”, como relata el escribano del Parlamento de Toulouse acerca de Julio César Vanini: “Es notorio que el acusado tiene inclinación por el pecado de Gomorra, fue arrestado varias veces (…) y conducido ante los magistrados; a estas acusaciones respondió, riendo, que era filósofo, de lo que se deduce que cometió el pecado de filosofía”; mi adorado Vanini fue asesinado por el parlamento de Toulouse, le arrancaron la lengua, lo estrangularon y luego lo lanzaron a la hoguera, por ser homosexual y biólogo, entre otras cualidades. Seis años después de la muerte de Meslier, Voltaire se entera de la existencia de los manuscritos por una carta de su amigo Claude Thiriot. En el medio de los enciclopedistas, y otros intelectuales, circulaban discretamente copias manuscritas del documento, y fue 27 años más tarde que Voltaire realizó lo que llamó un “Extracto”, que no es solo un extracto, ya que, en lugar de ateo, hace de él un deísta y por eso no soy fan de Voltaire —quien era anticlerical, pero deísta— y explicó que las modificaciones fueron hechas porque la obra estaba muy mal escrita; afortunadamente, otras copias sobrevivieron, de las cuales existen varias versiones más o menos modificadas según quién se haya encargado de publicarlas. No he leído el extracto que hizo Voltaire, pero los comunistas han dicho que no sólo hizo de la obra de Meslier una obra deísta, también le quitó lo comunista y revolucionaria, es decir, eliminó la crítica contra los ricos, nobles y poderosos de la época. Sin embargo, algo que le podemos agradecer a Voltaire es que, al publicar y propagar este extracto de los sentimientos anticristianos de Jean Meslier —aún si era una versión manipulada, censurada y modificada— daba a conocer al cura apóstata a la clientela habitual de los escritos filosóficos, los cuales no eran solamente filósofos o eruditos. Como Voltaire representaba una garantía de calidad, se puede decir que, sin la ayuda de él, el cura Meslier tal vez nunca hubiera acaparado la atención del público. conysiguenza@wanadoo.fr *Corresponsal de Palabra en Francia y traductora de Michel Onfray al castellano
ENTRETELONES
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¿Hay futuro?
POR SERGIO GÓMEZ MONTERO*
Apuntes iniciales
Quizá la pregunta del título está mal formulada. Lo correcto sería: ¿Qué futuro es el que les espera a quienes dentro de cinco o diez años les toque vivir en este mundo, si es que el capitalismo continúa explotando al mundo como lo viene haciendo hasta hoy? ¿Respuesta política o humana? Es decir, en la contemporaneidad se dificulta definir, para diferenciar, cada vez más lo político de lo genérico, porque hoy la lucha por la vida se ha convertido en una lucha cotidiana por el poder…, el poder vivir sólo en el presente, pero sobre todo en el futuro, de ahí entonces que nuestra vida diaria —la lucha por la vida— es cada vez más una contienda política de gran trascendencia y envergadura. No se puede, ya, dejar eso de lado.
Estas notas dan cuenta, un poco, de esa cruda realidad.
En efecto, así, hasta hace aproximadamente cinco o diez años la ONU puso en marcha un término —el Antropoceno— para referirse a la acción destructiva que los hombres (así, en general) llevaban a cabo en contra de su medio ambiente. Pero luego, al poco tiempo, ese término fue sustituido por otro (el “capitaloceno”) que trataba de precisar que no era el hombre en general el que llevaba a cabo la destrucción de su medioambiente, sino que era el hombre organizado dentro el capitalismo el que llevaba a cabo esa destrucción (Jason Moore, El capitalismo en la trama de la vida), y era adecuado hacer la precisión de Moore porque el hombre en general no era el responsable de la destrucción salvaje que está sufriendo nuestro medioambiente (y que, entre otras cosas, explica la rabia furibunda conque hoy se están propiciando los viajes extraterrestres patrocinados por los más ricos del mundo preparando así su huida eventual del Planeta Azul , en lugar de aplicar parte de sus fortunas para paliar los daños que está sufriendo en general el mundo en que hoy se vive).
Desde luego, el capitaloceno —casi— no vislumbra futuro para el mundo, a menos que, claro, tal forma de organización social (el capitalismo) termine pronto por sucumbir, entendiendo que ello llegará a suceder cuando una nueva generación de humanos decida ponerle fin a la organización social depredadora de hoy e impulse otra forma de organización social, la cual una de cuyas prioridades sea, precisamente, entre otras cosas, un cuidado riguroso del medio ambiente, en un contexto en donde la justicia prevalezca.
La lucha por el futuro no es así, hoy, una lucha en balde.
Primero la destrucción: del antropoceno al capitaloceno
En cualquiera de sus dos variantes (antropoceno y capitaloceno) las teorías de la destrucción del medioambiente (y que ello implica, en sí, la destrucción del género humano como especie de este planeta) anulan ambas, por principio, al futuro como tiempo posible para vivir. Dramáticas pues, en esencia, en ellas no se contempla la posibilidad de visualizar al hombre organizándose socialmente de una manera diferente a la actual, para vencer así las catástrofes que ya hoy están llevando al mundo y al género humano a su destrucción fatal, y que no es posible escapar de ese, dramático y catastrófico futuro, como si ello fuera parte ineludible del destino que nosotros mismos, como especie (humana), hemos construido. Apostarle a la destrucción sería, así, nuestro destino. ¿No tenemos ninguna otra opción?
¿Qué tan cierto e ineludible es lo anterior?
La respuesta no es fácil, sin duda. En particular en el libro de Moore (cuyo análisis de las contradicciones capitalistas que han llevado al mundo al filo del abismo son muy sólidas y sustentadas, aunque la mayoría giran en torno a la destrucción del medio ambiente) el destino trágico del género humano, si no se actúa con premura y radicalmente, se va a cumplir en un plazo de tiempo muy corto (lo vemos ahora, por ejemplo, entre otros muchos signos fatales, en la crisis del agua, en el desgajamiento de los glaciares del Ártico o en el cambio climático acelerado). A lo anterior, hoy, habría que añadir la enfermedad pandémica (Covid-19) y la guerra (Rusia vs Ucrania), que conforma lo que Carlos Mongar llama “pesimismo escatológico” (Benjamin, historia y apocalipsis, Palabra, número 8, julio 2022), en donde ese pesimismo parece no dejar títere con cabeza. Pero, ¿cuál es el significado de esa cancelación del futuro que conllevan tanto el antropoceno como el capitaloceno?
Quizá, con objeto de acotar la interrogación, lo primero a precisar debiera ser que ese fin del futuro es tal, sólo si, eventualmente, se mantiene vigente como organización mundial dominante el capitalismo y el conjunto de contradicciones —cada vez más agudizadas— que a él lo acompañan y entre las que se pueden mencionar, como subordinadas, entre otras, el problema de las migraciones, los nacionalismos crecientes (indigenismo) y la discriminación y el racismo, la feminización también creciente (que está obligando a una nueva rutinización de la vida diaria), un crecimiento desmesurado de la financiación, que provoca una polarización mayúscula de la riqueza y la exacerbación del consumo son algunas de las contradicciones que en esta etapa del capitalismo se están manifestando y le dan vida, así, a la cotidianidad, aunque sin dejar de ser contradicciones subordinadas frente a la principal: la contradicción entre capital y trabajo.
El desarrollo desigual y combinado del capitalismo los años últimos (ya más de cincuenta) ha provocado el que, en la actualidad, el juego entre contradicción principal y subordinadas tienda a ser un juego complejo que, entre otras cosas, ha desdibujado, en el análisis, el carácter (cambiante, sí) de la contradicción principal, toda vez que el carácter de la clase obrera (en los últimos cincuenta años mencionados) ha sufrido transformaciones radicales al pasar la producción principal de las fábricas a las oficinas y al desplazar el capital financiero al capital fabril como principal fuente de acumulación de recursos del capital.
Mientras, de nuevo, la contradicción principal no imponga sus premisas sobre las subordinadas —la dictadura del proletariado— será difícil establecer un fin pronto del capitalismo, el que así podrá imponer sus premisas y lograr que muy pronto nuestra vida se quede sin futuro en este mundo (el concepto de poli-crisis en Edgar Morin ayuda a entender lo aquí expuesto, leer