Cabotaje

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Juán José R. Castro: Cabotaje

Diseño de colección: Editorial Elvira © de la ilustración de cubierta: Luis Romero y Francesca López © del texto: Juán José R. Castro © de la edición: Mundo Detrás do Marco S.L. (Editorial Elvira) CIF: B27773266 Rúa Santiago, 11

36202 Vigo (Pontevedra)

www.editorialelvira.es info@editorialelvira.es Maquetación: Hugo Rodríguez Diseño de cubiertas: Hugo Rodríguez y Rubén Romero Impresión: C.A Gráfica Impreso en Vigo, España

Primera edición Octubre 2014 ISBN: 978-84-942124-8-2 Depósito legal:

Todos los derechos están reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y o tratamientos informáticos, fotocopia o la grabación sin los permisos expresos de los titulares del copyrigth.




Juán José R. Castro Juan J. R. Castro nace en Vigo en 1961. A los dieciocho años crea una empresa, pero circunstancias de la vida lo llevaron al paro, en 2013. Un día, tras dejar a su hijo en el colegio, decide escribirle un cuento y continúa haciéndolo durante las siguientes semanas. Sin saber cómo encuentra la vía de escape de la literatura. Surgen así los primeros relatos, orientados en su mayor parte al género de intriga y terror, siendo premiado alguno de ellos, que incluímos en este libro.





Quiero dedicar, este, mi primer libro a mi querido hijo Víctor, por las horas que le he robado mientras lo escribía, respondiéndome siempre con su preciosa sonrisa



Remington nº 1

James Jones era un mediocre periodista que trabajaba para The Times Newspaper. Esa misma mañana, su jefe directo le montó una bronca descomunal y lo envió como corresponsal a Inverness, la pequeña capital de las Highlands, en el norte de Escocia y también conocida como la capital del whisky. Estaba justo en la desembocadura del río Ness y tenía aproximadamente unos cuarenta y cinco mil habitantes. Tenía dos días libres,antes de mudarse al norte, por lo que decidió darse un paseo por el barrio de Notting Hill y se acercó al mercadillo de Portobello, que empezó siendo un mercado de fruta fresca en el siglo XIX. A principios de los sesenta, los anticuarios comenzaron a afincarse allí, llegando en la actualidad a más de mil quinientos puestos y siendo el mayor mercado del mundo del anticuario. Mientras paseaba se fijó que en el interior de un estrecho local estaba expuesta una antigua máquina de escribir. Entró y se dirigió a ella para mirarla con más detenimiento. Cuando se vio frente a ella no se lo podía creer: era una Sholes & Gliden de mil ochocientos setenta y cuatro, más conocida como la Remington nº 1. James era un amante de las antiguas máquinas de escribir pero nunca había visto esa máquina. —Por lo que veo le gusta nuestra máquina señor —dijo el anciano anticuario.


—Es fantástica. La creó el norteamericano Christopher Lathan Sohes, con la ayuda de su amigo el impresor Samuel Gliden, en mil ochocientos setenta y tres y al año siguiente salieron al mercado. ¿Puedo tocarla? —Por supuesto señor, ya veo que usted entiende de máquinas antiguas. —La verdad es que me apasionan. Es tan bonita que aún mantiene su color negro original y sus letras doradas en perfecto estado. —Lo sé señor, aquí todos nuestras piezas están impecables. —Mire, mire, es la número trece, lo que significa que es del primer año... Esta máquina tenía muchos defectos... —¿Cuáles señor?... —Bueno, solo escribía en mayúsculas y su escritura era ciega. —Y eso, ¿qué es?... —Que la línea que escribías solo se podía ver cuando pasabas a la siguiente línea. Eso lo corrigieron con la Remington nº 2, pero esta es una auténtica número uno. ¡Me encanta! En la segunda colocaron la tecla SHIFT para poder leer lo que se escribía. —Me alegro que le guste.


—¿Qué precio tiene? —Tan solo mil libras señor. —Mil... mil libras, pero es tan bonita y exclusiva que me la voy a quedar. Vaya embalándola, voy al banco y vengo en unos minutos. —No se preocupe, en cuanto vuelva estará preparada.

Se fue emocionado al banco y cuando volvió, tras pagar, indicó que se la enviaran a su dirección. A la mañana siguiente se subió a un pequeño avión Fokker de hélices, destino a Escocia. En cuanto se alojó en su casita a las afueras de Inverness desembaló la vieja Remington nº 1 y se la quedó mirando fijamente y colocó una hoja. De pronto la máquina empezó a escribir sola: tac, tac, tac, tac. Sorprendido, subió el renglón y apareció la palabra HOLA. Miró en todas direcciones, por si era una broma, pero estaba solo y tecleó: HOLA... —¿QUÉ QUIERES...?

Continuó sorprendiéndose aún más. Se sirvió un whisky y lo apuró. No entendía lo que le estaba pasando, pero continuó.


—Lo que quiero es que se muera el cabrón de mi jefe que me destinó a Inverness. —VALE.

La miró y empezó a reírse y dijo: “Y ahora quiero”... La máquina comenzó a escribir de nuevo sola. —SOLO UNA NOTICIA O DESEO AL DÍA.

—De acuerdo amiga. ¡Esto es de locos! —pensó.

A la mañana siguiente se dirigió a su nueva y pequeña oficina y una simpática secretaria lo acompañó a su despacho. Al sentarse sonó el teléfono y la telefonista desde el otro lado le comunicó que tenía una llamada de Londres. —Pásemela. Sí, diga... —Hola James soy el subdirector, nos acaban de comunicar el fallecimiento de...

Se le cayó el teléfono de las manos. Él, ayer mismo, había deseado la muerte de su jefe y ahora estaba muerto. Primero pensó que sería una casualidad pero a continuación recordó cómo la máquina escribía sola... Continuó trabajando todo el día y al llegar a casa se sentó frente a la vieja máquina y en el momento en que se disponía a escribir, nuevamente se le anticipó.


—HOLA.

—¿Qué clase de brujería es esta...? —¿DESEAS NOTICIA O DESEO?

—¡Dime qué está pasando ¿Por qué se murió...? —TU DESEO. ¿QUÉ QUIERES: NOTICIA O DESEO?

—Está bien, quiero una buena noticia —MAÑANA 25 DE MARZO DE 1972 FRACASA EN EL SALVADOR GOLPE DE ESTADO CONTRA PRESIDENTE FIDEL SÁNCHEZ

—¡Ah sí! ¿Y cómo coño lo sabes?… —¿QUIERES QUE ESCRIBA LA NOTICIA?

—¡Ah, también sabes escribir las noticias! ¿Dónde estudiaste periodismo...? —¿LA ESCRIBO O NO LA ESCRIBO?

—De acuerdo, a ver cómo me sorprendes ahora... —TÚ TE TIENES QUE QUEDAR AQUÍ Y CAMBIAR FOLIOS.

—¡De acuerdo!


La máquina empezó a escribir a gran velocidad unas quince páginas. En cuanto terminó James las leyó y no se lo podía creer: en el artículo había incluso hechos que pasarían dentro de cinco horas. Por la mañana, muy temprano, envió el artículo a la central de Londres y en menos de media hora recibió una llamada del director del periódico por el fenomenal artículo. Las conversaciones con la máquina se repitieron todos los días y cada día las noticias eran las mejores del mundo, escribiendo unos artículos excepcionales. James, cada noche, antes de la edición se limitaba a llevarlo a la oficina. En tan solo dos meses le llamaron desde la central para que ocupara un bonito despacho con un importante sueldo. Y él, cada noche, volvía a refugiarse con su vieja amiga. Escribió sobre la victoria de Nixon, sobre la independencia de las Bahamas, de la guerra de Yom Kipur, la victoria de Giscard d`Estaing y del Watergate; también sobre la muerte de Franco en España o del accidente del metro de Londres contra una pared, con cuarenta y cuatro muertos. Cada día los artículos eran mejores y aportaban datos que nadie conocía hasta el momento. Llegó a ganar, incluso, un premio Pulitzer. Una mañana se sentó, como siempre, ante la máquina y la bienvenida fue distinta, no empezó escribiendo HOLA. —MALAS NOTICIAS

—Bueno, ya veremos. Las malas noticias para ti pueden ser buenas para mí.


—MALAS NOTICIAS PARA TI

—Muy bien, dame esas malas noticias. —¿ESTÁS SEGURO?

—Sí, venga, dímelas ya. —LO SIENTO. HOY TE VAS A MORIR.

James empujó la silla hacia atrás y palideció. A los pocos segundos se incorporó de nuevo y le preguntó: —¿De qué voy a morir? ¿Y a qué hora? —ACCIDENTE DE AVIACIÓN. AHORA.

—Jájájá, vieja amiga, te estás haciendo más vieja. Lo siento pero hoy no pienso volar.

Se levantó y se fue a la cocina a por una cerveza y la máquina continuó escribiendo. —¡AHORA! —¡AHORA! —¡AHORA! —¡AHORA!


James abrió la nevera y un fuerte ruido cada vez más cercano hizo que se asomara por la ventana... Las portadas de los periódicos de todo el mundo comentaban la misma noticia: “Un Boeing se estrella contra la casa del famoso periodista James Jones, falleciendo...” A los dos días, cuando ya se habían marchado los bomberos, un viejecito atravesó la valla de seguridad y bajo unas tablas recuperó la vieja Reminton nº1. Ese anciano se la había vendido a James cinco años atrás.




La maldición del niño de San Roque

Un fantástico lunes en la Piedra, Beni y su pandilla, Lucas, Dio y las dos chicas Paloma y Lía, están degustando unas ostras. Hoy es festivo, es el día de San Roque. Beni recuerda que cuando era niño iba con sus padres a disparar a la feria, con las trucadas escopetas de balines. Por desgracia su padre ya había fallecido. —Isaura, pónganos otra docenita... —¿Solo una? Antes comíais muchas más... —Bueno, pues pónganos dos... —¡Ay, Beni, Beni! ¡Quién te ha visto y quién te ve!

El teléfono de Beni suena en plena conversación. —Dime mamá. —¿Filliño, no vas a venir a la Romería de San Roque? —Pues no lo sé mami, se lo pregunto a la panda y si vamos te llamo.


—Hijo mío, que es el patrón de Vigo y tu padre siempre te traía de pequeño. —Vale mamá, un beso. —Oye tíos, ¿no os apetecen unas sardinitas y un pulpito de San Roque? —¡Cojonudo tío! —contestó Lucas— y tras acabar sus dos docenas de ostras se dirigieron al coche de Dio y él; al estar todos dentro, comentó: —Pa flipar tíos, mirad cómo suena este motor. —Vale Alonso, ahora acelera. —Paloma, no te enteras de nada; esto solo lo entienden los hombres; me lo preparó mi padre. —Sí, muy bonito, ahora tira para San Roque.

Aparcaron a solo unos quinientos metros del parque, exactamente en el parking situado frente al hospital y se fueron caminando lentamente entre los miles de vigueses que cada año iban a venerar al santo. Beni caminaba un poquito más retrasado que sus amigos. Se fijaba en los puestecillos de rosquillas y melindres, que le recordaban a su infancia; también le gustaban los juguetes de niños, camiones e indios de plástico y las entrañables pistolas de martinicas. En su mente pudo recordar el maravilloso olor a pólvora.


De pronto, observó que un jovencito, de no más de nueve años, estaba tras él. Le acompañaba un perro palleiro1 que parecía muy fiel. El niño le miraba fijamente a los ojos; iba vestido como lo hacían a principios del siglo XX. En sus piernas se podían ver llagas que de vez en cuando el perro lamía y sintió lastima. Beni se apresuró para juntarse con sus amigos. —¿Habéis visto a ese crío?

Todos respondieron: —¿Qué crío?

El jovenzuelo había desaparecido de una forma increíble. Una vez más Beni se rezagó y al llegar a la puerta de la finca de San Roque, vio al jovenzuelo, sentado con su perro al lado. Estaba cabizbajo pero su mirada penetraba sus ojos. Corrió hacia sus compañeros, empezaba a estar nervioso, la mirada del chico era implacable. —¿Lo habéis visto?, está ahí...

Todos se volvieron, pero no había ningún niño en la puerta. Los fuegos sonaban en el cielo. Era un día de fiesta. Mientras caminaban hacia un puesto de sardinas y pulpo, se tropezaron con la madre de Beni, doña Aurora. —¡Filliños, qué bien que llegáis para la misa de una!


—Mamá, no empieces..., te esperamos a comer en el chiringo Aquí está. —¿Y no le vas a dar un beso a mis amigas Fina y Carmiña? —Claro que sí, cada día están más guapas. Estáis todas invitadas a tomar una tapita.

Se sentó la pandilla en el chiringuito elegido y pidieron un par de botellas de albariño a la espera de su madre y la de sus amigas. Beni sintió cómo le golpeaban suavemente en su espalda y se giró —Lo veis, aquí está el golfillo. —¡Qué guapo es! —comentó Lía— El chiquillo se dirigió sin inmutarse a Beni. —Señor, a San Roque se viene primero a rezar y después a disfrutar. —Pero ¿qué dices? Anda y vete de aquí, con tu perro sarnoso. —Sí señor, espero que cuando le duela, no sea demasiado tarde.


Beni cogió un trozo de pan y se lo lanzó a la cabeza del niño al tiempo que el chiquillo lo recogió y se lo llevó a la boca. —Vete de aquí y dile a tus padres que te curen las heridas de mierda, mocoso. —Señor, cuando le duela se arrepentirá...

El jovencillo se fue corriendo acompañado por su perro y se perdió entre la multitud. —Hola hijo, ¿qué le hacías a ese niño? —Nada mamá, era un pesado.

Mientras todos se sentaban nuevamente, Dio se levantó y le rogó a doña Aurora que la acompañara. —Pero ¿qué pasa fillo? —Nada Aurora, pero creo que debería devolver ese fular que lleva en el bolso, en el chiringo de los gitanillos. —Vaya hijo, ni me había dado cuenta. —Claro Aurora, claro.


Después de la comida todos regresaron a sus casas, el día pedía una siesta. Ya al día siguiente, por la noche en el Ensanche, actuaban Ellos y las Orgánicas. La panda y un sinfín de amigos se reunieron para tomar unas copas. Lía le preguntó a Beni cómo estaba; tenía mala cara. —No lo sé Lía, pero me duele el brazo izquierdo desde el hombro hasta la muñeca.

Pasados unos segundos Beni, puso una rodilla en el suelo, el dolor era insoportable. Lucas y Dio lo reincorporaron y se apresuraron a llevar inmediatamente a su amigo al hospital, para ello cogieron un taxi. En la residencia se encontraban unas veinte personas en la sala de urgencias. El dolor del brazo de Beni no cesaba y le rogó a sus amigos que lo llevasen a la finca de San Roque. Cuando salían por la puerta, llegaban Paloma y Lía en el coche de la última y los cinco se dirigieron a la finca de San Roque. —¡Beni, estás loco! Seguro que el recinto y la capilla están cerrados. ¿Cómo vamos a subirte por el muro? —Llevarme hasta allí y ya lo veremos.

Aparcaron en la misma puerta y Dio, incrédulo, pudo comprobar que la gran puerta de la finca estaba abierta. Los cinco entraron con un miedo atroz. Una extraña niebla


comenzó a apoderarse del recinto pese a ser agosto. Ayudaron a Beni hasta la ermita, cuya puerta también estaba abierta y cientos de velas encendidas. El aroma a incienso era maravillosamente penetrante. —Dejadme, amigos.

Beni cojeando y con un dolor increíble en todo su cuerpo se arrodilló ante la imagen de San Roque y rezó tres padrenuestro, de los antiguos, de los que había aprendido en el colegio, el nuevo no lo sabía, es más, no sabía que existiese un nuevo padrenuestro. Su dolor comenzó a suavizarse, se dirigió al peto del santo y pese a su mala economía, depositó un billete de cincuenta euros. En ese momento el dolor desapareció totalmente. Sus amigos, acojonados, comenzaron a rezar lo que sabían y al abandonar la ermita las velas se apagaron al unísono y la puerta se cerró lentamente, mientras caminaban hacia el coche. Beni se volvió y pudo ver al niño, ya sin heridas del día anterior, con una gran sonrisa al lado de su perro palleiro. El niño saludaba con su mano al tiempo que se desvanecía. Beni sabía que el perro era el de San Roque, pero ¿quién sería ese niño?

_________________________________________________ Palleiro: Mezcla de varias razas. Callejero.

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Cabotaje



Remington nº 1

7

Los extraños sucesos de Freanes

15

La maldición del niño de San Roque

45

El cementerio de Bray

53

La cámara del abuelo

67

El mantel de lino

75

La colección de muñecas

85

El beso

97

Charles Anderson

115

La estatuilla etrusca

121

La gata

137

John Hood

141

Riles III

157

La moneda

163

Las mimosas

171


Le baïonnette

175

¿Qué fue de Katrina Rusell?

183

La máquina de coser

205

El anillo de nudo celta

225

El regreso de Howard a Bray

233

La cuchara de plata

255

Escabeche 267




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