ANÁLISIS TÉCNICO-PUZZLERO DE LA PELÍCULA “PUZZLE” (2018) Por Alejandro Darias Mateos
Hace un par de años se estrenó un filme ambientado por completo en el mundo de los puzzles, sobre todo en la vertiente de ocio doméstico y de entreno de velocidad para campeonatos. Esta película, protagonizada por la harrypotterizada Kelly McDonald, era una adaptación a la americana de una película argentina de autor que se había editado una década antes. En este estudio no entraré en hablar de cine, ni de las bondades o defectos de la película, porque mis conocimientos cinematográficos son los de un simple aficionado. Por tanto, me centraré en los momentos en los que el rompecabezas se convierte en protagonista. Tú y yo iremos de la mano para escudriñar la verisimilitud de las escenas. Uno de los grandes desafíos del cine es afrontar desde fuera un nicho de conocimiento determinado y hacerlo creíble para los expertos de ese nicho. Veremos si Marc Turtletaub lo ha conseguido con “Puzzle”. Escena 1: Minuto 8:00 – 9:20
Para mí, el puzzle entra bien en la película. Se tocan muchas costumbres habituales en los puzzleros: la pérdida de la noción del tiempo, pasar la mano por el puzzle acabado, que un ajeno se espante de que se desmonten enseguida varias horas de trabajo. Sin embargo, no es verosímil que el único hueco restante sea de un cuadrado de cuatro piezas. Estadísticamente hablando, tendrían que estar distribuidas irregularmente como islitas por toda la superficie uniforme restante. Asimismo, en ese comedor hay poca luz para puzzlear. De acuerdo, es evidente que la fotografía tiene como intención que la casa de Agnes sea oscura, descolorida, como su propia vida, sin embargo, esa licencia anula el precepto de la luz clara para montar puzzles. En cuanto a tiempos, calculo que si en un día Agnes ha podido montar un puzzle de 1000 piezas dos veces, teniendo en cuenta que ha desayunado un trozo de pastel de su fiesta de cumpleaños del día anterior con calma, disfrutando de una copa de vino sola y probablemente ha acabado a eso de las 10:00 AM, si descontamos las tres o cuatro horas para las faenas caseras (compra, lavadoras, comida), ha montado esos puzzles en 7 horas. Una gran marca. Escena 2: Minuto 12:45-13:10 Agnes está acostada mientras su marido se desviste. Está leyendo las instrucciones que vienen con el puzzle. El marido le espeta que “solamente hay que unir las piezas hasta que se acaban”. La mujer responde que busca estrategias y sugerencias. Acto seguido, deja el libreto en su mesilla de noche.
La protagonista Agnes se sienta en la mesa del comedor, totalmente libre. Abre la bolsa, desparrama las piezas y empieza a manipularlas. Elipsis de algunas horas y se observa el puzzle casi completo salvo un único hueco de cuatro piezas en una zona uniforme. Las monta ceremoniosamente, pasa la mano por encima, sonríe de satisfacción, se estira relajada (la primera vez en toda la película que parece feliz). De repente, mira el reloj de pulsera y advierte que no ha hecho ninguna de las faenas caseras. Horrorizada, pone lavadoras, hace la compra en el supermercado – al que va en coche, los que hayáis pasado una temporada en los EEUU lo entenderéis -, vuelve a casa, tiende la ropa y hace la comida. Vuelve a la mesa del comedor, en la que está el puzzle recogido. Manosea las piezas una y otra vez. Otra elipsis y aparecen sus hijos ayudándola a poner la mesa, ya con las luces encendidas y con el puzzle otra vez montado. Uno de los hijos no puede poner la mesa porque el rompecabezas está aún en la mesa. Agnes lo desmonta y el chico se horroriza. “¡No lo hagas! Tiene mil piezas”. 46
“Sólo los niños hacen puzzles”, añade el petulante esposo. Agnes cambia de tema sutilmente. Escena verosímil por completo. Uno de los estereotipos más manidos del ajeno a los puzzles: montar rompecabezas es de niños o de ancianos. Motivo suficiente para sentir inmediata antipatía por el marido. Escena 3: Minuto 15:20-16:20 Agnes monta de nuevo el puzzle de la Escena 1, esta vez cronómetro en mano. Lo finaliza, mira el tiempo y sonríe. Pasa la mano por encima, lo rompe con satisfacción y vuelve a empezarlo. Otra elipsis y Agnes está en el sótano de su casa. Busca compulsivamente otro puzzle. Lo encuentra, de 100 piezas. Lo derrama en el suelo para montarlo.